Ciudadanos vs súbditos en el ideario martiano

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En la concepción republicana de José Martí, la formación de los hombres y mujeres que integrarían la nueva república cubana —forjada desde la etapa de preparación de la guerra de independencia— constituyó uno de los aspectos más complejos de su ideario político, expresión de su labor política y educativa en el enfrentamiento a la secular práctica colonialista de imponer una cultura de sometimiento, paralela a la represión física.

El objetivo colonial de crear conciencias sometidas fue combatido por la vanguardia de los independentistas con las armas del pensamiento durante la Guerra de los Diez Años, como apreciamos en un artículo publicado en 1870, que denuncia la labor de tres siglos en el intento de la metrópoli de generar sentimientos negativos, una funesta educación «en una mazmorra», «en un desierto», «en un barracón»:

Nos han educado en una penitenciaría blanco perpetuo de una vigilancia suspicaz, perpetuas víctimas de una autoridad exclusiva—por exclusiva, mala—todos obedientes a la fuerza, todos adoradores del poder, teniendo un contrario en el hermano, un delator en el amigo, un espía en el desconocido, un hombre inútil en el pobre, un ser eminente en el rico, un semi Dios en el influyente, un Dios en el poderoso, un rebelde en el digno, un malvado en el independiente.

El objetivo era crear hábitos «con las mismas preocupaciones de la clausura forzada en que vivamos». [1]

Se trataba de formar seres sumisos, obligados a obedecer autoridades inamovibles, sin derecho alguno a participar en la vida política, ni siquiera a expresarse. Las disposiciones de los funcionarios de la Corona en la Isla debían acatarse, sin posibilidad alguna de enfrentar las arbitrariedades, so pena de ser acusados de infidencia, desacato o conspiración, y penados a prisión o destierro.

Los patriotas conscientes asumían las ideas de respeto a la dignidad humana, así como los enunciados de las leyes que propiciarían la cohesión social, parte activa en el control del desarrollo de las acciones dirigidas hacia fines de beneficio común. Aspiraban a que, en el futuro, quienes fueran elegidos por el voto popular para cargos de dirección asumieran su labor de servidores del pueblo como un mandato a cumplir, no para provecho personal. [2]

Martí hizo suyas aquellas ideas, que superó con creces. Los ciudadanos de la república debían participar de forma activa, con plenos derechos y deberes, sujetos de la creación del país, con rechazo explícito a toda forma de autoritarismo en detrimento de la democracia.

El Apóstol incentivó la participación de los ciudadanos en la política, no sólo mediante la libre expresión de opiniones para aportar experiencias e ideas, sino a la vez con el derecho a fiscalizar el poder ejecutivo en la aplicación de acuerdos, leyes y disposiciones. Serían entes activos en el proceso de cambios, no simples ejecutores de concepciones ajenas.

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Foto: Wendy Perez Breijo

El control de los ciudadanos sobre el aparato ejecutivo sería un recurso para obstaculizar la formación de cúpulas elitistas y la centralización excesiva, lo que impediría el surgimiento de una burocracia improductiva, con intereses particulares, que se transformara en propietaria egoísta y como tal obstruyera el desarrollo de la pertenencia colectiva.

La práctica cotidiana de estos procedimientos sería una escuela de democracia participativa y de ejercicio de los derechos y deberes fundamentales. La actitud crítica y la proposición de correctivos a las desviaciones, errores y peligros contribuirían a la potenciación de lo mejor del ciudadano, a lograr «el pleno goce individual de los derechos legítimos del hombre». [OC, t. 3, p. 139] [3]

El legado histórico

Es cierto que el sometimiento a la condición de colonia durante cientos de años creó en Cuba una tradición de autoritarismo e intolerancia que se manifestaba de múltiples formas, pero no hubo un acatamiento pasivo de las disposiciones u órdenes emanadas del poder central, sino a lo largo del siglo XIX tuvo lugar un enfrentamiento en el que predominó la tendencia democrática, plasmada en varias constituciones y, de manera rotunda, en diversas conspiraciones y en las guerras de independencia.

Martí comprendió las dificultades afrontadas por el movimiento revolucionario, pues no podía esperarse que, tras vencer al colonialismo, de inmediato quedaría «Cuba purgada de los defectos de carácter que, pus a pus, nos fue ingiriendo con su sangre autoritaria y perezosa; ni hemos de resolver de un golpe los problemas acumulados por la labor de los siglos, y sostenidos por la condición egoísta y vanidosa de la naturaleza humana [….] El trabajo no está en sacar a España de Cuba; sino en sacárnosla de las costumbres». [OC, t. 2, p.196]

No era la población de la Isla un ente pasivo frente a la arbitrariedad colonialista: hubo vanguardias que, inspiradas en las revoluciones de Estados Unidos, Francia, Haití y el resto de los países de la región, generaron ideas propias o adaptadas a las realidades antillanas, plasmadas en textos constitucionales de diverso grado de radicalidad.

La primera manifestación escrita del incipiente democratismo fue el Proyecto de Constitución para la Isla de Cuba, de Joaquín Infante, quien la publicó en Caracas —adonde huyó para escapar de la persecución colonialista— en 1812, aunque consta que la redactó dos años antes. Desde entonces, la generalidad de los intentos independentistas tuvo expresión en textos constitucionales.

La Constitución de Guáimaro, aprobada en los inicios de la Guerra de los Diez Años, en 1869, muestra la disposición mayoritaria a respetar las leyes y oponerse a la arbitrariedad. Aunque muy breve y de imposible aplicación, la Protesta de Baraguá tuvo un texto constitucional abreviado. De otra naturaleza fue la Constitución de Jimaguayú, adoptada en los comienzos de la Guerra de Independencia, seguida por la de La Yaya, de 1897. [4]

Trascendencia

Son estas las más evidentes manifestaciones de una tradición potenciada en el siglo XX, presente en la actualidad. No debería ser extraño para nadie, mucho menos para quienes declaran el deseo y el propósito de fundar una sociedad nueva, situar en el centro del proceso de la formación de los ciudadanos el diálogo y el debate, pues estos son los pilares fundamentales de la democracia. La formación de un ciudadano consciente sólo es posible con la participación en la toma de decisiones y en el control y supervisión de la ejecución de lo acordado, mediante el libre ejercicio de la opinión y la crítica.

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Foto: Wendy Perez Breijo

La unidad no se logra con procedimientos excluyentes, sino con la inclusión y la discusión de las diferencias, pues el objetivo de quienes detentan el poder no debe ser la defensa de intereses de autoconservación, sino el desarrollo de todas las potencialidades de los seres humanos en colectividad. [5]

Fernando Martínez Heredia ha expresado que «resulta imprescindible librar combates culturales e ideológicos concretados», lo que implica «incitar a participar y debatir, y brindar realmente las condiciones para que eso suceda efectivamente, presentar y divulgar sin descanso los datos necesarios, los problemas candentes, las opciones existentes, las discrepancias, las posiciones políticas e ideológicas, nuestras ideas y los logros de la Revolución, sin miedo a polemizar entre revolucionarios».

Sustenta su criterio en ideas de Fidel Castro: «Nosotros llegaríamos muy lejos si introducimos hasta su grado máximo la democratización del proceso. No puede haber ningún Estado más democrático que el socialista, no puede; ni debe haberlo. Es más: si el Estado socialista no es democrático, fracasa […] sin las masas, el socialismo pierde la batalla: se burocratiza, tiene que usar métodos capitalistas, tiene que retroceder en la ideología». [6]

Estas afirmaciones deben guiar el pensamiento y la actuación revolucionarios. No hay tiempo para dilapidar: se construye una sociedad democrática, o se resquebraja la unidad patriótica. Son peligrosas las dilaciones innecesarias, los errores paralizantes, las disquisiciones inacabables o los celos de villorrio.

Es el momento de estar juntos en la obra urgente, «en la obra que ha de inspirar fe y cariño al país, en la obra de previsión y ordenamiento, de juicio amplio y acción cordial, todos los que tienen un pecho con que arremeter, y mente para ver de lejos, y manos con que ejecutar. Y sin recelos y sin exclusiones. Y sin olvido de lo verdadero y de lo justo. Y sin antipatías tenaces. Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz». [OC, t. 1, p. 275]

 

[1] Las palabras citadas, desde el párrafo anterior, se hallan en «El miedo a la anarquía», La Revolución, Nueva York, 6 de agosto de 1870, texto presentado y leído por Lisandro Pérez en “Formations of Cuban Identity and Nationhood, Presenving Voices, The University of Tampa, Oct. 3, 2023.  Disponible en www.ut.edu/preservingvoices.

[2] Ver «¿Súbditos o ciudadanos?», Panamá América, en https://www.panamaamerica.com.pa/opinion/subditos-o-ciudadanos-202960; «Ciudadanía y participación», en https://www.coe.int/es/web/compass/citizenship-and-participation; «¿Somos súbditos o ciudadanos?», en https://hoy.com.do/somos-subditos-o-ciudadanos.

[3] Estos temas fueron desarrollados en «La República concebida por José Martí», La Joven Cuba, 1 y 20 de septiembre de 2023.

[4] Ver Eduardo Torres Cuevas y Reinaldo Suárez: «Las Constituciones españolas que rigieron en Cuba», en    http://www.lajiribilla.cu//srv/htdocs/wp-content/uploads/2018/09/torres-cuevas-constitucion.pdf; Eduardo Torres Cuevas: “En Cuba todo proceso revolucionario tuvo su expresión constitucional (Parte I)”, entrevista realizada por Enrique Moreno Gimeranez, Cubadebate. 9 abril 2021, en  http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/04/09/eduardo-torres-cuevas-en-cuba-todo-proceso-revolucionario-tuvo-su-expresion-constitucional-parte-i/; y Francisca Lopez Civeira: «La práctica constitucional mambisa», Trabajadores, 1 julio, 2018, en  https://www.trabajadores.cu/20180701/la-practica-constitucional-mambisa/

[5] Ver Jorge Luis Acanda: «El malestar de los intelectuales», Temas, La Habana, n. 29, abril-junio 2002.  p. 19-20.

[6] Fernando Martínez Heredia: «Problemas del socialismo cubano», en Pensar en tiempo de Revolución. Antología esencial, compilado por Magdiel Sánchez Quiróz, Buenos Aires, CLACSO, 2018, p. 895; la cita de Fidel Castro Ruz: Discurso en la Plenaria Provincial de la CTC, 3 de septiembre de 1970, p. 892, en https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/16691/1/Antologia_Fernando_Martinez_Heredia.pdf.

2 COMENTARIOS

  1. Doctor algún día me gustaría saber su opinión de que significa el grupo de poder actual y el PCC único y plenipotenciario para la Cuba de todos por la que luchó el Apóstol, en varias ocasiones de sus escritos sobre el ideario Martiano me cabe dudas si resume en nombre del apóstol o en el suyo propio, un ejemplo muy claro y demoledor, cuando usted escribe.
    «El control de los ciudadanos sobre el aparato ejecutivo sería un recurso para obstaculizar la formación de cúpulas elitistas y la centralización excesiva, lo que impediría el surgimiento de una burocracia improductiva, con intereses particulares, que se transformara en propietaria egoísta y como tal obstruyera el desarrollo de la pertenencia colectiva.»
    No creo que Marti fuera tan conciso y clarividente para mostrar con tal claridad la situación de la Cuba de hoy.

  2. El estado de inspiración marxista (llámese socialista, comunista, maoísta, stalinista) es por definición antidemocrático, pues sus fundamentos se basan en la subordinación, más o menos violenta, de todo el estamento social a la mal llamada vanguardia partidista (dictadura proletaria), con el cuento de que es un periodo de tránsito hacia el paraíso comunista. En la práctica todos conocemos los resultados: decenas de millones de asesinatos por represión ideológica y hambrunas provocadas, para al cabo de décadas meter el timonazo. La frase de Martí, como siempre, podría haberse escrito hoy en la Cuba tiránica que nos oprime por 65 años. Saludos.

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Ibrahim Hidalgo Paz
Ibrahim Hidalgo Paz
Doctor de Ciencias Históricas e Investigador. Premio Nacional de Historia 2009. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2020.

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