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Adolescence (2025) es una miniserie británica de la que todo el mundo habla y casi todo el mundo elogia. Aquí haremos ambas cosas, centrándonos en el aspecto técnico. Veamos algunos ilustres antecedentes.
En The rope (1948) Hitchcock contó una historia en tiempo real, y prácticamente sin cortes; esto es, la acción se desarrolla en los 80 minutos que dura la película. Toda vez que por entonces se filmaba en cinta de 35 mm y que los rollos duraban 10 minutos, el buen Alfred se las amañó para camuflar la mitad de los cortes necesarios, haciendo que la cámara enfocase la parte posterior del traje oscuro de algún personaje en el momento preciso, comenzando luego a partir de ahí y disimulando el empate.
Lo que sucede con esta técnica es que su uso debe estar dramáticamente muy justificado pues provoca en el espectador dos sensaciones antagónicas: por un lado se nos hace familiar, ya que recuerda la manera en que funciona habitualmente nuestra vista, por otro resulta extraña porque al ver una película estamos acostumbrados a los cortes de edición y la alternancia de planos, y nos removemos incómodos en el asiento sintiendo que algo chirría en la imagen. Desde luego, el cine ha domesticado nuestra percepción; ya he dicho antes que, si mediante una máquina del tiempo fuera posible viajar al pasado y mostrarle un clip musical o un cortometraje a un ciudadano corriente del siglo dieciocho o diecinueve, el pobre sujeto no entendería nada, no podría leer una historia en esa (para él) caótica sucesión de cuadros en movimiento…
Sin pretender armar una lista exhaustiva ni mucho menos (el interesado puede encontrarla en Wikipedia), mencionemos El arca rusa (Alexander Sokúrov, 2002) un largometraje filmado en el interior del museo del Hermitage en San Petersburgo en un solo plano secuencia, lo que requirió cuatro intentos hasta llegar a un resultado satisfactorio, pues, dada la naturaleza del recuso expresivo elegido, si a los 70 minutos algo sale mal es preciso volver atrás y empezar de cero, y por otra parte nada de lo filmado será aprovechable; Victoria (2015) del alemán Sebastian Schipper, que sigue las andanzas del personaje interpretado por la española Laia Costa, durante más de dos horas, desde una discoteca berlinesa hasta los más inesperados recovecos de la urbe… Y me atrevo a colar aquí el cuarto corto de mi serie de Nicanor, Homo Sapiens (2006), con Mirtha Ibarra, Laura de la Uz, Luis Alberto García y Néstor Jiménez, en que el cuarteto mira la televisión (en realidad, a la cámara) y dialoga durante veintipocos minutos, y que también requirió cuatro tomas de las cuales al final me quedé con la segunda.
Encontramos igualmente piezas en que todo parece filmado en plano secuencia, pero no lo es, como Birdman (Alejandro G. Iñárritu, 2014) con su obsesiva música a base de percusión, y 1917 (Sam Mendes, 2019) que sigue a unos soldados británicos enviados al frente durante la Primera Guerra Mundial; en esos casos, y muchos otros, se recurre al mismo principio empleado por Hitchcock en la obra antedicha, de causar la impresión de acción en tiempo real sin cortes, aunque lográndolo, claro está, con tecnología mucho más avanzada que la suya (he dicho más avanzada y no superior, porque a mi modo de ver es mucho más admirable lo que se hace con menos recursos que inventiva).
En tercer lugar hay filmes como Nueve vidas (Rodrigo García, 2005) que consta de otros tantos episodios, cada uno de los cuales ha sido filmado en plano secuencia. Con un notable elenco, cuyos integrantes no solo aparecen en el cortometraje que les toca sino como personajes en segundo plano en algún otro, y una no menos interesante voluntad de ahondar en temas humanos universales como la comunicación (o su falta) y la muerte, esta obra amerita un segundo visionado después de los años… que es mucho más de lo que se puede decir de la inmensa mayoría de las películas.
Y bueno, llegamos a Adolescence, de Philip Barantini, que con una sola temporada de cuatro capítulos se ha convertido en un fenómeno mundial y en material de visionado obligatorio en los institutos británicos.
Barantini ya había empleado la modalidad narrativa del plano secuencia sin cortes (y al actor Stephen Graham) en el largometraje Boiling point (2021), que se desarrolla en el mundo culinario. La serie que nos ocupa fue parcialmente concebida y producida por Graham, uno de esos intérpretes que vemos como secundarios aunque no lo sean, que parecerían eternamente condenados a que los opaque un protagonista más guapo o carismático (sean honestos, ¿es de los primeros rostros que les vienen a la mente cuando evocan Pirates of the Caribbean o Gangs of New York?). Aquí, Graham es el padre del chico en torno al cual gira la historia, encarnado por Owen Cooper, un adolescente de 15 años (es decir, apenas un poco mayor que su personaje). No cabe duda de que las actuaciones son una de las bazas de la serie, y cuanto se les elogie será insuficiente. El acento y las maneras de Graham, típicos del ciudadano corriente de clase trabajadora, son tan pasmosamente eficaces como el trabajo de Cooper, aunque el del niño deslumbre mucho más, LQQD.
De nuevo, téngase en cuenta que cada capítulo, que se extiende por alrededor de una hora, se rueda de principio a fin en una sucesión de locaciones donde ningún extra puede entrar demasiado temprano o demasiado tarde, ningún elemento técnico (luces, dolly, un asistente comiendo mierda) puede aparecer en el encuadre, donde es preciso mantener el ritmo y acrecentar la tensión, y si a un actor se le olvida la más insignificante línea de texto, se distrae o se va por unos instantes del personaje, todo lo avanzado se derrumba y hay que hacer otra toma desde el principio… o sea, volver a colocar a todo el mundo y todos los artilugios en su sitio, retocar maquillaje, rezar porque en el exterior no esté el cielo nublado (lo que alteraría la luz de la escena) o haya empezado a llover (el acabose; horas o el día de rodaje perdidos), dejar que los intérpretes se concentren, y poner en funcionamiento la maquinaria desde el punto cero. Todo eso, girando en torno a un actor infantil que según se reporta jamás había actuado antes y cuyo personaje ha asesinado a una compañera de aula, y en consecuencia atraviesa diversos y complejísimos estados de ánimo a lo largo de cualquier episodio.
Ante la incredulidad de periodistas y cinéfilos, Barantini ha insistido en que en Adolescence no hay trampas. Los episodios fueron hechos realmente sin cortes, tras numerosas y agotadoras jornadas de ensayo más cercanas a lo teatral que a lo cinematográfico. Hay momentos que rayan en el puro milagro, como ese, cerca del final del segundo capítulo en que, sin la menor imprecisión, la cámara sigue a una chica que sale de la escuela, se eleva unas decenas de metros para mostrarnos el área, vuela un buen tramo siguiendo la carretera, vuelve a bajar hasta un parqueo donde vemos un carro de policía y un montón de ramos de flores dedicados a la víctima, se queda al fin al nivel de los ojos de Graham y luego cierra en su expresión de profundo, reconcentrado abatimiento, mientras suena Fragile de Sting, interpretado por un coro angelical… Coño, me erizo.
El guion de Adolescence es perfecto, y lo enriqueció alguna que otra arriesgada improvisación a cargo de Cooper. De su impacto social, de la manera en que sintetiza la crisis en la educación, el desgaste de valores, la locura del mundo de hoy se ha hablado incluso aquí, en La Joven Cuba. Baste decir que no creo que en lo que resta de 2025, y probablemente más allá, veamos una conjunción tan perfecta entre los costados técnico y humano de una obra de arte, un trabajo que deje en el espectador ese weltschmerz que deja en tus venas esta serie británica.


Felicidades! Un artículo muy bien argumentado en relación a la técnica cinematográfica.
Luego lo leo con más calma.., por ahora ¿desgaste de valores? – No creo que tuviéramos valores más prístinos a la misma edad.
Pero…, a lo que venía.., El Eternauta, con mucho cariño para los vecinos…, buena serie, entretenida, se la recomiendo.. y luego sus comentarios por supuesto.
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¿Sabían acaso nuestros padres lo que hacíamos y deshacíamos en nuestra adolescencia? ¿simplemente nos ignoraban? ¿La solución siempre era pegar un palazo al otro? Era una edad compleja, llena de mitos, leyendas, mentiras, inseguridades, deseos sexuales a raudales, etc. etc. etc.
Creo que a priori.., hoy son los mismos. Por suerte – espero – que nosotros hemos cambiado un poco., hablamos más, nos interesamos más, y tratamos de que no siempre sea a palo o cacha*(de sexo) como se resuelvan las cosas.
La serie, excelente.
Antes uno salía en la mañana, los papás en el trabajo, no tenían la menor idea de si uno se fugaba e iba para cualquier lado a hacer cualquier cosa con cualquier persona.., hoy es lo mismo, quizás sabes físicamente donde estas, pero solo físicamente.
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Ya. Bueno, si en tu planeta los valores no se han desgastado, sólo puedo decir que me encantaría vivir en él.
Me ví Adolescencia en un par de momentos Pude haber visto la serie en una sola sentada pero el capítulo del niño y la psicóloga me pareció una obra maestra y luego de quedarme con ese sabor de estar asistiendo a lo mejor visto en años, tal como apuntas Eduardo, decidí dejarlo ahí y guardar un poco del pastel para el siguiente día. Temía se me acabara la serie de tan 4 capitulos.
Al siguiente día arranqué viendo el capítulo nuevamente, como quien va a ver la misma obra de teatro por segunda vez porque la obra está buenísima y quiere disfrutarla nuevamente. Y así fue que hice y luego proseguí hasta que llegó el capítulo final, el 4to capitulo. Todos hablaban de l actuación del chico y de lo épico de su encuentro con la psicóloga en ese capítulo que había visto 2 veces, pero para mí, lo que conectó aún más , fue esa familia y ese diálogo entre ambos padres rotos y ese hombre rudo pidiéndole perdón a su hijo encarnado en un osito de peluche en su cama. Creo que he visto este capítulo ya 3 veces … El personaje del padre es para mí lo que coloca esta pieza en el top Y luego contar algo así con todas sus aristas esenciales en 4 capitulos, vivirlo en 4 capitulos …. Sintetizar la complejidad de lo que se cuenta y al tiempo recrear en tiempo real la historia en 4 planos secuencias …… Uff me quito el sombrero
Gracias por abordar la serie desde lo formal, por lo general, imbuidos en la trama no se percata el espectador de la forma en la que se está contando la historia, una secuencia o historias sin cortes es una suerte de prodigio y a veces de necesita ser un experto malabarista para que todo encaje como mecanismo de relojería…y la adolescencia, ufff mis respetos a todos los sobrevivientes. Gracias profe, como siempre un excelente artículo con necesarias referencias.
Excelente este texto de Del Llano! Bien escrito, claro, diáfano y muy solvente! Enhorabuena!