2024: al machete y con la luz apagada

Getting your Trinity Audio player ready...

Ni la basura redundante, ni la cabalgata de los precios sin cabeza, ni la carencia de azúcar en el país que de azúcar fue, ni los huevos que nos faltan, ni la proeza olímpica de Mijaín, ni la muerte brutal del Tiger, ni dos ciclones ni dos terremotos, ni el regreso de Trump, ni el mundo en guerra, ni el último cameo de nuestra Marilyn de Armas, ni un cumpleaños dandy en zona vedada… Ninguno, entre los múltiples sucesos que marcaron la agenda pública en Cuba durante este año que se va, fue más constante ni conturbó tanto la sensibilidad ciudadana como el tema de la electricidad; o coloquialmente dicho: la falta de luz.

Los apagones han sido la (mala) letra del año. Una secuencia de eventos desafortunados en ese sector vital para el desarrollo socioeconómico que es el energético, degradó el abundante triunfalismo de gurúes y parlamentarios que prometían un 2024 mejor que el 2023. Cuando un nuevo año casi abre sus puertas a la expectativa, la mente desmenuza e intenta digerir todavía el rosario de esperanzas frustradas y percances, en algunos casos tan dramáticos que han dejado al Sistema Electroenergético Nacional (SEN) en estado de zozobra, bogando entre corrientes enfrentadas.

Sin embargo, la odisea no se circunscribe únicamente a este calendario. Ya a mediados de la década del 2000 Cuba enfrentó circunstancias similares que condujeron, entre otras estrategias, a introducir los grupos electrógenos y establecer el programa de gobierno conocido como Revolución Energética. Tampoco la crisis energética golpeó solo a Cuba este 2024, países latinoamericanos como Honduras, México, Colombia, Venezuela y Ecuador sufrieron apagones significativos.

Apuntillada desde el año 2020, fecha en que empezó a crecer la demanda de energía eléctrica —tendencia que se mantiene— hasta alcanzar curvas por encima de la carga que pueden servir las plantas generadoras, la crisis energética actual ha venido marcando la hoja de ruta nacional y prácticamente ha maniatado al SEN, debido a su alta dependencia de combustibles fósiles, la insuficiencia de divisas para importarlos, la infraestructura obsoleta y las limitaciones para su renovación tecnológica.

Este sombrío panorama, aun después de haberse evaluado, soñado, especulado y ofrecido una salida victoriosa, ha venido a resucitar los fantasmas del llamado Periodo Especial y a esparcir en el imaginario colectivo la noción de que Cuba no vencerá la tormenta en un plazo concreto. Incluso, no porque se descubra ahora mismo una cuenca de petróleo, o quiten el bloqueo, o aterrice un Papá No-é de dialecto eslavo, existen garantías reales de que la Isla pueda salir de su via crucis de hoy para mañana. De las crisis profundas no se emerge con propaganda quejumbrosa, deseos lisonjeros ni obras milagreras, sino con enfoque científico, gestión eficaz de recursos y compromiso de los seres humanos con su tiempo.

El país de las sombras largas

Si bien sufrir apagones no es algo nuevo para los cubanos, esta vez la diferencia ha radicado en que el asunto alcanzó cotas inéditas. Tres caídas al punto cero del SEN en menos de dos meses, sin contar otras desconexiones parciales, y jornadas maratónicas en las que el servicio eléctrico brilló por su ausencia, son el epítome de una situación extrema. La costumbre revolucionaria de bautizar los años con una denominación solemne quedó atrás, pero 2024, por sus desafíos y claroscuros, será recordado sin dudas como el año de la emergencia energética.

Marzo, con hasta 18 horas de apagón al día en varias provincias —con mayor incidencia en la zona centro-oriental— anunciaba tempranamente la tónica. Por ejemplo, el viernes 8 de marzo hubo un déficit de 1 566 MW, el más alto hasta la fecha, superando los 1 378 MW del 13 de febrero. Durante esos primeros meses, autoridades gubernamentales pidieron confianza y resistencia, alegando que las molestas interrupciones del servicio respondían a mantenimientos «inaplazables» para que las termoeléctricas llegaran en «mejores condiciones» a la etapa de julio y agosto, cuando el consumo suele aumentar exponencialmente dado el uso intensivo de equipos de refrigeración y climatización. Pero el balance de la realidad acabó siendo contrastante.

La inconsistencia energética resultó aún más palmaria después del verano y con el curso de los meses los récords de afectación continuaron en ascenso hasta alcanzar vértices nunca vistos. Ya para noviembre —a pesar del auxilio de las temperaturas frescas— la máxima afectación en el horario pico se disparó la tarde del martes 1ro. hasta los 1 768 MW, superior al déficit pronosticado. El último trimestre cierra con índices de afectación máxima prevista rondando los 1 300 – 1 600 MW. Esas cifras se traducen en que la capacidad de generación ha quedado por debajo de la línea media de la demanda (sobre los 3 000 MW) o lo que es lo mismo, más de la mitad de la población cubana ha estado a oscuras varias veces.

La inconsistencia energética resultó aún más palmaria después del verano y con el curso de los meses los récords de afectación continuaron.

También en este periodo ocurrieron las sonadas interrupciones generales del SEN, un lance que la Isla no había sufrido antes con semejante reincidencia. La primera de estas fallas masivas aconteció el 18 de octubre, cuando una «salida imprevista» de la central termoeléctrica Antonio Guiteras, principal unidad del sistema, sumió al país en la absoluta oscuridad. En una foto satelital solo podía verse la península de Hicacos plenamente iluminada dentro de la silueta insular. Entonces, los trabajos de recuperación tardaron cuatro y cinco días, según las zonas, después de varios intentos de sincronización que acababan malogrados por inmediatas caídas.

459825915 1075716610577056 173575206845484808 n
2024: al machete y con la luz apagada 3

Con la entrada de noviembre se ensañó la naturaleza al fijar, en un corto periodo, dos huracanes y dos terremotos que pusieron los pelos de punta desde Maisí a San Antonio. Un segundo colapso del SEN ocurrió el día 6 durante el paso del huracán Rafael, que causó estragos en las líneas de transmisión y dejó sin servicio por varias semanas a las provincias occidentales, sobre todo a Artemisa y Pinar del Río. Esta salida de golpe del sistema provocó severos daños en la CTE C. M. de Céspedes, en Cienfuegos, entidad clave por su rol de balance intermedio en la llamada columna vertebral del SEN. (La unidad continúa fuera de servicio al momento de redactar este texto).

A finales de este onceno mes la Gaceta Oficial dio a conocer un nuevo decreto gubernamental para «contingencias eléctricas», orientado a regular el consumo de los portadores energéticos particularmente de los distintos actores económicos, privados o estatales, en momentos en que la capacidad de generación no pueda satisfacer la demanda. Como parte del paquete de medidas, el documento estableció que los actores económicos considerados «altos consumidores» deberán instalar sistemas autosuficientes para producir parte de su electricidad.

El último episodio de esta saga ocurrió el 4 de diciembre, cuando a las 2:08 de la madrugada se produjo otro apagón masivo debido al «disparo de la automática» de la Guiteras, según informó la Unión Eléctrica (UNE), lo que en el argot técnico se denomina «disparo fantasma», porque a ciencia cierta no se logra comprobar el motivo de cierre de la susodicha válvula. Ya desde la jornada previa el SEN andaba en la cuerda floja, con nueve unidades de termoeléctricas fuera —cuatro en avería y cinco en mantenimiento— y con 58 centrales de generación distribuida y la patana de Santiago de Cuba sin generar por falta de combustible.

A diferencia de las caídas anteriores, es justo reconocerlo, en esta ocasión el meticuloso proceso de recuperación fue más expeditivo y se solucionó la caída en un plazo de 22 horas. Mucho tuvo que ver la experiencia acumulada en los eventos precedentes y que las condiciones materiales eran más favorables.

Prismas ante la adversidad

Con overoles manchados y salarios que todavía no le hacen justicia, los obreros del sector eléctrico han sido los verdaderos héroes, haciendo de tripas corazón para mantener en pie una industria que en menos de un año ha visto caer en picada sus capacidades de generación en un 50%. Con innovación, pericia y carácter los trabajadores eléctricos han podido lanzar su órdago, lo mismo que un médico mantiene vivo casi artificialmente a un paciente en terapia.

Pero más allá del potencial humano y de voluntades oficinescas, resulta evidente que las termoeléctricas, fuentes convencionales sobre las que recae el mayor peso de la generación eléctrica, ya han vencido su vida útil. En su mayoría tienen más de 30 años de explotación y un déficit crónico de inversiones, de ahí que el SEN haya venido trabajando cada vez más al límite de sus posibilidades, condición endeble que lo ha hundido en frecuentes roturas y desplomes.

Los apagones han bombardeado la paciencia de los cubanos de a pie. Aislados actos de protesta en «barrios vulnerables» de distintas ciudades —como los ocurridos en marzo— dieron clara señal de la situación caldeada. No hay maquillaje para disimular los hematomas de la crisis en los rostros. Todavía está pendiente de estudio el impacto de los apagones en la psicología social y en la economía doméstica; asimismo, se verán a largo plazo los perjuicios ocasionados al sistema educativo y al entramado de la empresa estatal, pues fueron varias las jornadas en las que se suspendieron las actividades docentes y en que la producción de bienes y servicios se redujo a valores mínimos. El sector privado tampoco quedó a salvo de pérdidas.

En número nada despreciable, la familia cubana sobrellevó estoicamente durante los blackouts el riesgo de perder o el deterioro en sí de las exiguas reservas alimenticias y recursos procurados en tiempos de inflación; por si no bastara, a ello se juntaron la escasez de agua ante inoperancias de los sistemas de bombeo y los rompecabezas para la cocción de alimentos.

La familia cubana sobrellevó estoicamente durante los blackouts el riesgo de perder o el deterioro en sí de las exiguas reservas alimentarias.

En consecuencia, se generalizó una matriz de opinión no solo en torno a la necesidad de hallar soluciones definitivas a la extenuante crisis de la electricidad, sino sobre la polémica distribución de las afectaciones en el mapa nacional. En la era de la polarización y la sobreinformación, es de suponer que las redes se volvieron epicentro de la catarsis pública y plataforma idónea para desatar las críticas más duras. En ese contexto no faltó la típica chanza criolla que asignó a la Isla topónimos como Apagonia y Oskuristán, o le otorgó el guinness por ser la única población del mundo que conoce de memoria el nombre de sus termoeléctricas, algo propiciado por el «dúo dinámico» habitual en los amaneceres.

Si no fuera tan grave el asunto todo eso moviera a risa, pero no puede ser objeto de mofa el hecho de que estén apagadas 10 millones de personas, esas que quedaron luego de un éxodo en estampida determinado en buena medida por la propia aspiración de buscar la luz al final del túnel. Y es que disponer de energía eléctrica debe entenderse como un derecho humano, por ser una condición indispensable para acceder a otras garantías en el orden socioeconómico.

Empecinado en recocinar el fondo del jarro, el bloqueo económico sostenido hace seis décadas desde Washington entorpeció la adquisición de insumos para reanimar la infraestructura eléctrica y el acceso a buques petroleros, sobre todo tras el declive de cuotas amigas como las que vinieron establemente de Rusia, México y Venezuela años atrás. Justo la cuestión eléctrica fue leitmotiv en el discurso del ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, al denunciar los daños del bloqueo en el plenario de la ONU el 30 de octubre último:

«La causa primaria del fallo del Sistema Eléctrico Nacional fue la carencia de combustible que afectó la generación y provocó inestabilidad asociada al estado precario de nuestras plantas, ambas consecuencias directas de las medidas extremas de guerra económica aplicadas por el gobierno estadounidense desde 2019, específicamente diseñadas para impedir los suministros de combustible, y de partes y piezas para el mantenimiento técnico a nuestras plantas e instalaciones eléctricas, así como para obstaculizar la inversión y el acceso a financiamiento. Hemos superado la grave contingencia eléctrica, pero la normalidad de los cubanos incluye prolongados y frecuentes apagones que afectan los hogares y los servicios fundamentales», aseveró el canciller.

Tanto el bloqueo, la falta de financiamiento propio, como el arte nacional del regateo, lastraron los arribos oportunos de tanqueros con diésel y fuel-oil, carburantes que consume puntualmente la generación distribuida, dígase emplazamientos de grupos electrógenos y las patanas turcas. Supeditado a dichos entuertos y sin chance de un enrosque salvador, el SEN quedó varias veces en jaque. Y es que si bien ese tipo de generación resulta útil en días de apagón para asegurar las prestaciones de hospitales y centros vitales, o para crear las famosas «islas» encargadas de «robustecer» las unidades térmicas tras un colapso, representa a todas luces un negocio bastante costoso.

Tanto el bloqueo, la falta de financiamiento propio, como el arte nacional del regateo, lastraron los arribos oportunos de tanqueros con diésel y fuel-oil.

En más de una comparecencia televisiva, podcasts y declaraciones a la prensa, el titular de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, ha reiterado que Cuba consume 8 millones de toneladas de combustibles, de las cuales produce apenas 3 millones; de ahí el «sacrificio financiero del país» en función de responder a la actual contingencia, tanto en lo que respeta a la electricidad como al manejo y distribución de los combustibles disponibles. «Cuba en el año 2021 importó 126 000 toneladas de gasolina, en 2022 unas 192 000 toneladas, y en 2023 unas 203 000 toneladas. El consumo de Cuba demanda unas 360 000 toneladas de gasolina. Por lo que se puede ver que estamos muy por debajo de las necesidades y por eso es la situación que tenemos, que está dada por la escasez de financiamiento y el impacto del bloqueo como principal razón de esto», reconoció el ministro en el espacio de la Mesa Redonda.

Contrario a los paulatinos recortes de hidrocarburos se expandió la demanda de electricidad, lo que hace mucho más complicado conseguir los presupuestos de la política energética y viene a encarnar la metáfora del horizonte de Galeano: el SEN intenta caminar dos pasos hacia sus metas, pero la demanda se las aleja dos pasos más allá. «La tendencia es a subir 300 MW por año», advirtió el ingeniero Alfredo López Valdés, director general de la Unión Eléctrica, en cadena especial junto al primer ministro en vísperas del apagón general de octubre.

Esto quiere decir que desde el año 2020 a la fecha, el consumo nacional ha aumentado casi 1 000 MW, lógicamente vinculado al incremento de motorinas, aires acondicionados, hornos eléctricos, ventiladores y demás equipos que entraron por miles a partir de las licencias aduaneras; inclusive sin olvidar la existencia en el país de 7 millones de teléfonos móviles, que aunque no lo parezca, suman un consumo de energía nada desdeñable al cargar sus baterías a diario. Por supuesto que un desbalance de esta naturaleza exige una actualización constante de la estrategia política en materia de energía y cálculos de las nuevas cargas en correspondencia con la vieja capacidad instalada, pero en esencia conlleva sólidas inversiones y cambio de mentalidad.

Gas licuado: la otra crisis

Las dificultades con la importación de hidrocarburos y sus derivados tuvieron otro sensible reflejo en más de 1 700 000 hogares cubanos, pues a lo largo del año se presentaron «baches» en el suministro del gas licuado empleado para la cocción de alimentos.

Los problemas para la distribución de cilindros por Cupet se agudizaron hacia septiembre, con largas semanas de colas en las calles mientras los barcos esperaron anclados en los puertos sin poder descargar debido a los impagos. Esto causó la paralización del abasto en varios territorios, sobre todo en las regiones de centro y oriente del país.

Los problemas para la distribución de cilindros por Cupet se agudizaron hacia septiembre, con largas semanas de colas en las calles mientras los barcos esperaron anclados en los puertos.

De acuerdo con reportes en redes sociales, en conciliábulo sospechoso la escasez e incertidumbre pusieron la reventa «por la izquierda» en la órbita de los 30 000 pesos un cilindro lleno; cuya tarifa oficial había tenido una modificación en febrero de este año, cuando pasó a cotizarse de 180 a 225 pesos, con el propósito de eliminar el subsidio estatal.

La angustiosa crisis con el llamado «gas de balita» vino a tener alivios parciales en octubre y noviembre, a partir de que se pudieron efectuar los reembolsos a los suministradores. Sin gas y sin electricidad para elaborar la comida, a lo largo y ancho de la geografía se fue haciendo cada vez más común apelar a primitivas técnicas de cocina con leña y carbón vegetal (costando un saco de este último entre 1 500 y 2 000 pesos). Como quien avanza impávidamente por el camino a una distópica Comala de Rulfo.

image
Anuncio en la plataforma Revolico

En medio de escenario tan adverso no dejó de llamar la atención, —y así lo señalaron notables economistas y ciudadanos en sus perfiles personales— que ante la contingencia energética no hubo una suficiente previsión ni la audacia de reorientar inversiones categóricas a la maltrecha infraestructura eléctrica, en lugar de seguir construyendo hoteles como la controvertida mole de 23 y K, que lumínica cual juguete de feria navideña, se empina 20 metros por encima de la Plaza de la Revolución José Martí, otrora símbolo de altura nacional. La apuesta por el ramo turístico parece cada vez más terca, si se tiene en cuenta que hasta el mes de octubre Cuba solo había recibido 1.8 millones de viajeros internacionales, un 6.5% menos que igual periodo de 2023.

¿Energías en renovación?

Como parte de sus limitaciones energéticas, la UNE implementó este año cortes programados sobre la base de un calendario estilo mahjong que informa cuándo se afectará el servicio eléctrico a sus clientes; sobra decir que dichos esquemas acabaron sobrepasados. Los cubanos lamentan que la práctica haya llegado para quedarse, por lo menos otra temporada.

A pesar de la conjunción de desastres naturales y obstáculos humanos que desembocaron en divagaciones, ideas atrofiadas, análisis infructuosos, tiempo perdido, desilusiones y sensación de falta de acompañamiento, sin prisa pero sin pausa Cuba ensaya cambios y fórmulas para sobrevivir y seguir haciendo el amor bajo un temporal que debe atenuarse en algún momento.

Negado a desencajarse por las sombras ni las presiones foráneas que siguen gravitando sobre nuestras cabezas, algún ministro se entusiasma y promete «un minuto el año que viene donde no vamos a consumir combustible importado» (ver tiempo 59:54 de la transmisión). La visión está amparada en un ambicioso programa que fomentará el cambio de la matriz energética con la instalación de 31 parques solares fotovoltaicos de aquí al 2030; el «año fantástico», a juzgar por su función de ritornelo en todos los planes de desarrollo. Sin embargo, ahora mismo la recuperación total de la capacidad de generación térmica podría tardar hasta dos años y medio.

Con el afán de recuperar el Sistema Eléctrico Nacional en el menor tiempo posible y responder a los reclamos de la población, el ministro Levy presentó en la más reciente sesión de la Asamblea Nacional un plan gubernamental que promete la búsqueda de soluciones financieras, el suministro de combustible, el impulso de las fuentes renovables de energía y la atención al personal del sector. Además, aspira a recuperar 850 MW de disponibilidad en la generación distribuida y la eficiencia en las termoeléctricas que consumen petróleo cubano. La proyección es incorporar 2 000 MW a la generación nacional entre 2025 y 2026.

El tránsito de un año al otro suele inundar de júbilo al espíritu humano, por lo que es tradición consagrarse a renovados augurios de cara a la futura jornada. Muchos cubanos, pudiera decirse, son muy dados a los juegos de la imaginación y a pronósticos optimistas, aun cuando los sostenidos golpes de la contraproducente fortuna le hayan sancionado que todo año nuevo es un cheque en blanco. Algo semejante a bajar el interruptor e ir a encender otro desconocido con la duda de si tendrá corriente.

Como Elpidio Valdés, la icónica caricatura que ha trascendido por su cubanía y genialidad, la pelea en 2024 fue al machete y con la luz apagada. Sin que la oscuridad haya logrado opacar del todo su ternura ni su espíritu guerrero, legado de generaciones pretéritas, de cara al porvenir el pueblo cubano se debate entre un dilema o una certeza: ¡¿en 2025, iremos por más?!

2 COMENTARIOS

  1. Falta mencionar la influencia de la falta de electricidad en la salud. Ahora mismo cuba tiene un brote de hepatitis A por falta de higiene en aguas y alimentos.

  2. Sobre esa predicción y promesa del ministro y el equipo de gobierno de “un plan gubernamental que promete la búsqueda de soluciones financieras, el suministro de combustible, el impulso de las fuentes renovables de energía y la atención al personal del sector. Además, aspira a recuperar 850 MW de disponibilidad en la generación distribuida y la eficiencia en las termoeléctricas que consumen petróleo cubano. La proyección es incorporar 2 000 MW a la generación nacional entre 2025 y 2026.”

    Le voy a decir eso que tanto dice Elpidio Valdez “Eso habría que verlo, compay.”, el asumir que solo con instalación de nuevos parques de energía fotovoltaica sin poder asegurar un SISTEMA BASE de generación eléctrica solido de fuentes no renovables es la solución para Cuba a futuro inmediato creo es el próximo fracaso anunciado.

    Sobre las inversiones en las energías fotovoltaicas, entendiendo que “El costo de instalación de una planta solar suele rondar los $0.89 y $1.01 por vatio. Eso significa que una granja solar de 1 megavatio (MW) costaría entre $890,000 y $1.01 millones” es decir 1 millón de dólares por Megawatt instalado”. Y que en un reciente artículo de Cubadebate “Instalación de parques solares fotovoltaicos en Cuba: Proyecto basado en ciencia e innovación” del 14 de octubre “la doctora en Ciencias Lídice Vaillant, jefa del Laboratorio de Investigaciones fotovoltaicas de la Universidad de La Habana, detalló que ya están instalados cerca de un millón de paneles fotovoltaicos, y se montarán otros 3.6 millones de paneles más.” Y que las estadísticas muestran que “Para producir 1 megavatio de energía, se necesitan aproximadamente entre 3.000 y 4.000 paneles solaresen función de su potencia y de las condiciones locales de luz solar.” esto es en Europa, pongamos la media 3500 paneles por megawatt, hay instalados cerca de 1 millon, es decir inversión ya ejecutada, por aproximadamente 285 megawatt, a esto se anuncia una inversión futura de 2.6 millones de paneles por instalar es decir 742 megawatt de potencia aproximadamente que significaría una inversión de 740 millones en los próximos dos años, y todo esto solo aportara la mitad de lo que es hoy el déficit de generación diario promedio que ronda los 1500 Megawatt.

    Para más información si les interesa entender el costo de inversión para diferentes tecnologías de generación eléctrica pueden consultar
    https://www.cne.cl/wp-content/uploads/2023/05/ICTG-Mayo-2023.pdf

    Feliz navidad y fin de año para todos, disfruten los días festivos en familia.

Deja una respuesta

Igor Guilarte Fong
Igor Guilarte Fong
Graduado de Periodismo en la Universidad de Oriente (2007). Premio en el Concurso Nacional de Periodismo Histórico 2020.

Más de este autor

Descubre más desde La Joven Cuba

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo