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Una frase popular resume con mordaz perspicacia la relación entre el trabajo y el Estado en la Isla: «En Cuba la gente hace como que trabaja y el gobierno hace como que paga». Esta sentencia resume la brecha histórica entre el esfuerzo laboral y la recompensa material, una distancia que lejos de acortarse, se ha agravado en los últimos años. La combinación de salarios devaluados, inflación, eliminación de transferencias sociales y subsidios, retroceso productivo y falta de incentivos reales deteriora cada vez más la creencia del trabajo como fuente de dignidad y prosperidad. Así llegamos a este 1 de mayo.
El movimiento obrero cubano tiene sus raíces en el siglo XIX, influenciado por corrientes ideológicas europeas, especialmente el anarquismo proveniente de España y Estados Unidos. Durante las primeras décadas del siglo XX, las luchas obreras se centraron en demandas como la jornada laboral de 8 horas, la prohibición del pago en vales o fichas y la implementación de un jornal mínimo. Estas demandas llevaron a la promulgación de leyes laborales, como la Ley Arteaga en 1909, que prohibía el pago de salarios en vales.
La modernización del movimiento se consolidó en la década de 1920 con la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) en 1925, considerada la primera central proletaria del país. Bajo la influencia del Partido Comunista, la CNOC lideró importantes huelgas, como la de 1933 que contribuyó a la caída del dictador Gerardo Machado. Sin embargo, la represión gubernamental llevó a su ilegalización y a la persecución de sus líderes.
En 1939, se creó la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), con Lázaro Peña como su primer secretario general. La CTC logró importantes avances, como la aprobación de leyes laborales progresistas y la consolidación de sindicatos en diversas industrias.
Estos derechos fueron consolidados en la Constitución del 40 que reconocía la jornada laboral máxima de ocho horas diarias, el descanso retribuido, el derecho a huelga, la obligatoriedad de contratos laborales y el establecimiento de seguros sociales. Aunque varios de sus postulados fueron incumplidos posteriormente, el reconocimiento de dichas garantías en una de las constituciones más progresistas de la época fue un logro para el movimiento obrero y sindical cubano.
Luego de 1959, el sindicalismo cubano fue promovido como un pilar de la Revolución y un aliado del poder popular. Sin embargo, en la práctica, los sindicatos, reunidos bajo la única Central de Trabajadores de Cuba (CTC), se convirtieron en extensiones del aparato gubernamental, más orientados a la propaganda y al control que a la defensa de los intereses de los trabajadores. La supuesta alianza entre el Estado y la clase trabajadora redujo la autonomía sindical, poniendo en jaque la capacidad para exigir derechos laborales y cuestionar decisiones estatales.
Es cierto que en países con modelos neoliberales los trabajadores enfrentan despidos masivos, explotación extrema, pero incluso en esos contextos, muchos de los sindicatos desempeñan un papel activo: organizan huelgas, negocian convenios, presionan por reformas y, aunque sufren también de corrupción, clientelismo y otros males, en muchos casos logran representar los intereses de sectores significativos de la clase trabajadora. Hay movilización, hay conflicto, hay reclamo y, en ocasiones, resultados concretos.
En países con modelos neoliberales los trabajadores enfrentan despidos masivos, explotación extrema, pero incluso en esos contextos, muchos de los sindicatos desempeñan un papel activo.
En Cuba, mientras tanto, el sindicalismo es una ficción. Si bien en determinadas organizaciones, de forma puntual, los sindicatos pueden defender a los trabajadores frente a injusticias cometidas por la administración, la CTC opera más como una estructura del poder partidista que como un instrumento de participación y protección a los trabajadores. Su principal función parece ser recaudar cuotas para sostener la burocracia sindical y la organización de actos políticos. No hay fiscalización, autonomía, ni resultados concretos que justifiquen su existencia de la manera en que está planteada actualmente.
El liderazgo de Ulises Guilarte de Nacimiento es muestra de esa inercia. Su figura ha sido ampliamente impopular, se ha limitado a replicar el discurso oficial sin ofrecer resultados tangibles en el ámbito sindical, ni representar, ni mucho menos defender ante el gobierno las múltiples demandas de los trabajadores cubanos. Además, su comunicación pública es deficiente, distante y burocrática, desconectada de los problemas que enfrentan los trabajadores.
En un país donde coexisten la propiedad estatal, la privada y la cooperativa, el sindicalismo está desmovilizado, justo cuando más se necesita. Las asociaciones independientes no están legitimadas y las huelgas son inviables, basándose en la idea de que no hay motivos para oponerse a un Estado que se presenta como legítimo representante de los trabajadores.
La falta de una negociación colectiva real y de canales efectivos para que quienes trabajan influyan en la toma de decisiones pone de relieve una grave limitación del modelo cubano. Rara vez el sindicato asume la defensa de los trabajadores frente a las entidades estatales; entonces, lejos de ser contrapeso del poder, actúa más como un órgano de mediación política.
La falta de una negociación colectiva real y de canales efectivos para que quienes trabajan influyan en la toma de decisiones pone de relieve una grave limitación del modelo cubano.
No son pocas las experiencias de los que han recurrido a sus núcleos sindicales ante determinada injusticia laboral y encuentran indiferencia o falta de apoyo por parte de quienes debían atender sus demandas. Esto deriva en que, para muchos, el pago de cuotas se convierta en un acto impositivo y desalentador. Esta contradicción no es nueva, pero la crisis económica, social y laboral cada vez más profunda revela una fractura creciente entre el discurso oficial y la vida cotidiana.
Mientras en gran parte del mundo el 1 de mayo es una jornada de protesta y reivindicación de derechos laborales, en Cuba se continúa celebrando como una «fiesta» de la clase trabajadora, colmada de consignas que poco tienen que ver con el cubano de a pie. Igualmente, no son pocas las presiones en algunos centros laborales para que sus trabajadores asistan a la concentración como una tarea más.
Este año preside el lema «Por Cuba juntos creamos», y cabe preguntarse, ¿crear qué, con qué recursos, en beneficio de quién… y cuándo? Porque esa construcción colectiva, si es en serio, debería ser urgente, y nada en la realidad sugiere que lo sea. La incertidumbre económica y social marca el día a día de quienes aún sostienen el país. En ese escenario, no se trata de celebración, sino de las deudas sociales no saldadas y los derechos postergados.
La incertidumbre económica y social marca el día a día de quienes aún sostienen el país.
Las cifras confirman una realidad palpable: el sector estatal sigue siendo el principal empleador en Cuba, pero su fuerza laboral se reduce aceleradamente. Datos recientes de la ONEI reflejan que en los meses de enero y febrero de 2025 se registraron 144 861 trabajadores menos que en el mismo período del año anterior. De ellos, el sector presupuestado perdió 68 642 trabajadores y el sector empresarial estatal, 76 219.
Esta disminución no es casual: el salario mensual es insignificante comparado con el costo de vida. Según un análisis del economista Omar Everleny, cubrir la canasta básica alimentaria de dos personas en La Habana — sin incluir otras necesidades— requeriría alrededor de 24.351 pesos cubanos (CUP), cifra que equivale a 12 veces el salario mínimo actual, fijado en 2.100 CUP.
Muchos trabajadores estatales sobreviven gracias a remesas, empleos informales o haciendo malabares en pluriempleo, ante la incapacidad del salario formal para cubrir sus condiciones básicas. A esta precariedad se suma la escasez de productos, la dualidad monetaria y el éxodo constante de fuerza laboral. La migración masiva de jóvenes y profesionales calificados impacta en la productividad y es notoria la ausencia del personal que labora en áreas clave como hospitales, escuelas, agricultura y fábricas, aumentando la carga sobre quienes aún permanecen en el país.
Muchos trabajadores estatales sobreviven gracias a remesas, empleos informales o haciendo malabares en pluriempleo, ante la incapacidad del salario formal para cubrir sus condiciones básicas.
Por otro lado, el empleo privado, aunque suele ofrecer salarios más atractivos que el estatal, enfrenta graves vulnerabilidades. La Ley 116 (Código de Trabajo) fue diseñada en un contexto donde el trabajo por cuenta propia apenas emergía y las mipymes no existían. Como resultado, el actual sector privado opera en un vacío legal: derechos como la protección ante despidos, la regulación del teletrabajo o las garantías laborales en pequeñas empresas no están debidamente contemplados.
Por esta razón, es frecuente que los vínculos laborales se basen en contratos verbales o acuerdos informales, sin mecanismos efectivos para exigir condiciones justas, horarios razonables o estabilidad en el empleo. Además, la fragilidad económica y la inestabilidad regulatoria implican que un negocio pueda cerrar de forma abrupta, dejando a sus empleados y hasta empleadores sin indemnización ni respaldo. No obstante, aún así cada vez más cubanos abandonan empleos estatales en busca de mejores ingresos en lo privado.
La situación de los pensionados refleja otra cara dolorosa de esta crisis. Aquellos que trabajaron toda su vida en Cuba hoy reciben pensiones que, en muchos casos, apenas alcanzan para comprar un cartón de huevos. La desvalorización de las jubilaciones muestra la ruptura del pacto social que prometía dignidad para quienes dedicaran su vida al trabajo.
¿Qué futuro puede tener una sociedad en la que millones no trabajan, o lo hacen en condiciones precarias, sin garantías ni sentido de propósito? ¿Qué se construye desde el cansancio, la frustración y la sobrevivencia? En un país donde el esfuerzo no se ve recompensado y sus jóvenes emigran, ¿quién queda para sostener el mañana?
¿Qué futuro puede tener una sociedad en la que millones no trabajan, o lo hacen en condiciones precarias, sin garantías ni sentido de propósito?
Este 1 de mayo no admite celebraciones forzadas. Recuperar la confianza en el valor real del trabajo exigirá algo más que desfiles multitudinarios y consignas: requiere de una reforma económica integral que dinamice la producción, estimule el empleo productivo y priorice el bienestar de quienes sostienen el país. Pero también será indispensable una actualización del marco jurídico laboral que garantice condiciones justas, salarios dignos, protección efectiva frente abusos y espacios reales de representación sindical.
En una sociedad que se define como socialista, los sindicatos tendrían que funcionar como mecanismos potentes de control popular. Más que repetir lo que viene de arriba, deberían ser espacios vivos de participación, donde los trabajadores puedan expresar lo que necesitan, pedir cuentas al Estado, defender sus derechos y proponer cambios reales. También les corresponde canalizar las demandas colectivas y ayudar a construir, desde abajo, un país más justo y cercano a las personas. Sin sindicatos fuertes, autónomos y fiscalizadores, el discurso socialista pierde coherencia y legitimidad.
Solo con una reforma integral que sitúe al trabajador en el centro de las políticas públicas, el trabajo podrá ser, como proclama la Constitución cubana, «la fuente principal de ingresos que sustenta condiciones de vida dignas». De lo contrario, el empleo seguirá perdiendo sentido, y con él, la base misma de cualquier proyecto de país sostenible y justo.


¡Excelente artículo! Aplausos, aplausos, aplausos a la Joven Cuba. ¡Q periodismo más valiente! Es admirable el trabajo q hacen, con la verdad de frente, con el sentir de la mayoria del pueblo y los trabajadores.
Cuba los necesita.
Gracias!.
Creo q aún la esperanza existe.
hola a la redaction del articulo un 10 les doy. Ojala el grupo que controla el poder o los comisarios de la censura lo analicen
Tremendo análisis de la situación del trabajo en Cuba, es desolador ver a los pensionados
por favor de verdad, hoy se celebra en cuba la miseria y la desidia, vmaos en que mundo vive usted.
Tipico del intolerante .usted se cree que los jovenes van por un entusiamo genuino .que la patria esta agredida .en que resisten en que aspecto de la vida estan venciendo.si el pais se cae apedasos .que los ancianos estan abandonados que las personas comende los latones de basura. los hospitales cayendose y los hoteles 5 star vacios .que cada dia crece la barriga de marrero y dias canel esta perdido como lider no se engane que los de arriban ni se lo creen.
Lo interesante es poder comprender y explicar la paradoja entre la realidad y en entusiasmo (este último, estoy seguro de que es sincero).
Aunque los números – y el plato de comida – no apoyan en compromiso, este último existe., y ha sucedido antes en otras naciones, en otros contextos, incluso con resultados mortales (de muerte) para la sociedad.
¿Falacia del costo hundido?, puede ser.., lo que ocurre es una realidad palpable, que aunque los números no dan, y las matemáticas en esto no se equivocan, se prefiere confiar en la FE – La FE ciega en Dios no ha muerto…, solo se ha transmutado –
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