Entonces el novio besó al novio y el público aplaudió. En realidad ya se habían casado antes, legalmente, y sus firmas figuraban en aquel documento notarial, así que cuando se besaron ya eran esposos. «Divinidad del amor, bendice estos anillos y haz que los que los llevan puestos reciban siempre la abundancia de tu gracia: amén, ashé, namasté, gasho y salom», había dicho Elaine Saralegui, pastora de la Iglesia Metropolitana en Cuba (ICM) que ofició la ceremonia.
Y ellos, los novios, Yoelkis e Israel, Israel y Yoelkis, encendieron cada uno sus velas, y luego las juntaron para dar vida a un fuego nuevo, una vela mayor. «Que sea esta luz que han encendido juntos la que ilumine sus días, que llene de calor el nuevo hogar que están conformando…».
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Tres días después los visité en su casa. Israel jugaba con Alfa en lo que se hacía el café. «Casarme, aparte de todo lo nervioso que estaba, fue algo muy lindo porque jamás y nunca pensé que siendo homosexual en este país me pudiera casar», dice. ¿Y el momento más lindo?, pregunto. Israel se toma su tiempo: baja la cafetera, sirve el café, mira a Yoelkis con una alegría casi infantil. «Para mí lo más lindo fue cuando mi abuela, que yo pensé que no iba a venir, me esperó con su vestido, ella que nunca ha usado un vestido jamás. Se paró y me abrazó muy fuerte y empezó a llorar».
Israel es de Santa Cruz del Sur, en Camagüey. A los seis meses de ser novio de Yoelkis le dijo a su familia que era homosexual. La verdad es que nunca lo dijo: lo dejó escrito en un papel. En el ómnibus, de regreso a Matanzas, recibió una llamada de su hermana: «Tata, ya todo el mundo lo sabe. Acuérdate que siempre vas a contar conmigo. Papá es el que está muy mal».
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Israel se deprimió y estuvo quince días sin hablar con su familia, hasta que recibió una llamada de su tío: «Oye, qué te pasa, por qué tu no llamas para acá. Espérate que te pongo a tu abuela». Y la abuela le dijo: «Al final tu siempre vas a ser mi hijo nieto. Yo estoy aquí, yo te voy a apoyar».
Lo interesante vino después, la primera vez que Israel y Yoelkis se aparecieron juntos en Camagüey. «Los amigos del padre —explica Yoelkis—, me preguntaban si podían hablar con Israel, si podían abrazarlo como siempre hacían». «Por la casa de mi padre pasaron personas que hacía años no veía. Imagínate, venían a ver al hijo de Israel que había salido del closet y que, además, había llegado con el novio», cuenta Israel y se ríen recordando el momento, la sensación de ser como objetos museables.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
«Llegó el pollo a la bodega, vamos a buscarlo todos juntos, es más o menos la idea. Pero después, como al mes, ya mi papá hablaba más por teléfono con Yoelkis que conmigo. Media hora, cuarenta y cinco minutos… y yo: -Vean acá, ¿él ni tan siquiera se despidió de mí? -Ah, sí. Me dijo que te diera un beso».
Los recién casados rememoran otros momentos emocionantes: la confusión de los anillos, que si van en la mano derecha o en la izquierda, la alegría y la proeza de haber reunido a veinticuatro camagüeyanos en Matanzas, la presencia del abuelo de Yoelkis, de más de noventa años, la visita a una amistad muy querida que no pudo venir a la fiesta y la tradicional caravana de autos recorriendo la ciudad, pitando, escandalizando.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Les pregunto cómo se vivió eso, la reacción de la gente. «Normal, saludaban, gritaban felicidades… gente de cualquier edad, no solo los jóvenes. Hubo alguien que siempre bajó la cabeza cuando pasábamos. A saber qué es lo que piensan, pero esto es mi derecho y lo siento si tienen otra mentalidad», expone Yoelkis.
Desde Afroatenas y el Callejón de las Tradiciones, en la barriada matancera de Pueblo Nuevo, Yoelkis ha sido un intenso activista por los derechos de la ciudadanía LGBTIQ+. En su momento, estuvo en desacuerdo con que sacaran el artículo 68 del proyecto de Constitución, y luego, con que llevaran a plebiscito el nuevo Código de las Familias. Ahora mismo, aunque el matrimonio igualitario es un hecho, considera que quedan nuevas luchas por delante:
«Es muy difícil llegar a donde te casas y tener que tachar con un bolígrafo la A de novia, y poner una O, porque los papeles no están todavía ni arreglados. Otra cosa… Yo quise que Kiriam Gutiérrez fuera mi madrina de boda, con toda intención. Kiriam es una mujer trans y yo le expliqué a la notaria lo que sucedía, pero la notaria se rige por la ley así que, a la hora de firmar el acta de matrimonio, el nombre que estaba puesto era el del carnet de identidad de Kiriam, y eso va contra su identidad.
Fue difícil, y estuve incómodo, pero eso me sirvió para recordar que todavía hay derechos que no se han conquistado. Falta una ley integral contra la violencia de género, y falta una ley de identidad de género.
Hoy seguimos diciendo que en este país hay que pedir perdón por todos los crímenes cometidos contra la ciudadanía LGBTIQ+, que últimamente se están queriendo invisibilizar con discursos baratos y sin sentido. Hay que educar a las personas, porque si bien ya hoy los homosexuales tienen el derecho de casarse legalmente, hay lugares donde simplemente es muy difícil hacerlo por la mentalidad que predomina.
Entonces sí, hay todavía muchas luchas en el horizonte, aunque defender derechos agota, te estigmatiza, te segrega, te aleja, y hay otros sinónimos alrededor nada buenos para la salud física y mental de uno… es complejo. No vamos a ser ni héroes ni mártires, porque no es lo que buscamos».
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Israel ha estado mirando a su esposo con admiración, con amor. Compañero de Yoelkis durante los últimos tres años, conoce bien los sinsabores que trae consigo el activismo en Cuba.
«Fue estar de la mano de muchas personas que me han acompañado en las luchas. Me faltaron amistades que yo quiero mucho, que no están en Cuba, que tuvieron que salir de aquí. Pero había una mesa que estaba cargada de esa energía. Los celulares y los whatsApp estaban todos activados, y muchos de ellos también disfrutaron de la boda. Fue un momento en el que nos pusimos a pensar en los demás. En los que no habían llegado, en todas las personas que han muerto en el camino, en todos los que desearon esa felicidad en su vida y no la pudieron tener aquí, en su país».
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Para cambiar el ánimo le pregunto por la noche posterior a la boda. «¿Luna de miel? Si no hay ni abejas, ni hay miel en la Tierra, ¿qué va a haber una luna con miel? Como está la situación, es casi imposible. Así que no podemos vivir todo el sueño hetero burgués, hay que vivirlo por pedacitos. La luna de miel es seguir juntos. Seguir en lo mismo, en lo cotidiano: lavar, cocinar, recoger los regueros que dejó la boda… Hoy es domingo y la gente todavía sigue llamando y felicitando».
(Foto: Néster Núñez / LJC)
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