Fuego. Todo lo consume el fuego. Hasta que ya casi no queda nada por arder en los cuatro enormes tanques de la batería en la terminal de super tanqueros de Matanzas. Y junto a la piel y los trajes, y la vida de los heroicos bomberos —cuyo valor jamás agradeceremos lo suficiente— se quema parte de la poca esperanza que va sobreviviendo en la Isla.
Hay provincias que ven la luz eléctrica como un raro acontecimiento. Doce, catorce, dieciocho horas de apagón. La escasa comida que se consigue, echándose a perder sin remedio. El sueño despedazado entre el calor y los mosquitos. Y al otro día, de nuevo a la lucha, para llegar al trabajo sin transporte, trabajar sin condiciones, ganar una miseria y, después, volver a inventar en la casa qué comer, con qué cocinar, cómo dormir. Ciclo terrible de desgaste y ruina.
En medio de tal panorama aparece, vehemente y locuaz, el Presidente, para decirnos: «Victoria genera victoria». Y no satisfecho con su rotunda máxima, agrega: «Así vamos a seguir venciendo, adversidad tras adversidad, y victoria tras victoria».
Y yo me pregunto, como en aquella reflexión de alguien sobre el sonido de las hienas, semejante a la risa —«si son feas, huelen mal, comen carroña, ¿de qué diablos se reirán?»—: ¿de qué victoria hablará el Presidente?
Los cuatro tanques de la base fueron consumidos por las llamas. Foto: Bohemia
¿De la extinción de un fuego que nunca debió llegar a los niveles dantescos que alcanzó, porque si bien los rayos son impredecibles, los sistemas para contenerlos o erradicarlos en los primeros momentos, y evitar sus consecuencias, son perfectamente planificables? ¿Del daño ambiental y económico aún no cuantificado, pero presumiblemente inmenso?
¿De la arrancada de la termoeléctrica Guiteras, celebrada triunfalmente por la 1ra secretaria del PCC en Matanzas: «#FuerzaMatanzas que vamos venciendo. Contamos con un colectivo de trabajadores consagrados y comprometidos con el pueblo y la Revolución»; la misma que a los diecisiete minutos volvió a detenerse?.
¿De la «Tarea Ordenamiento», que luego de planearse, estudiarse y calcularse por diez años y 10 mil reuniones, ha terminado siendo un fracaso descomunal, con tres monedas activas, una inflación astronómica y el peso cubano cada vez más avergonzado de salir de la billetera?
¿Estará hablando del sistema de salud, en el que ya los médicos y el personal de enfermería no dan abasto a las continuas oleadas: dengue, influenzas, COVID, y no hay reactivos ni para hacer los más simples análisis?
¿Se estará refiriendo al deporte cubano, en el que las mayores carreras y saltos se están dando a través de fronteras cada vez que se produce una oportunidad de emigrar?
¿Pensará acaso en el flamante programa de la vivienda, que no logra despegar y resolver esa crisis agudísima en la que muchos, incluyendo madres con varios hijos, duermen en sobresalto de que les caiga el techo encima?
¿Estará enfocado en las universidades, donde cada vez más la discriminación por motivos ideológicos se ensaña con buenos profesionales y coarta el sagrado deber de pensar y vivir con cabeza propia?
¿Razonará sobre el nuevo código penal que, sin referéndum ni consulta asamblearia mínimamente digna, fue impuesto a la población y cuyas consecuencias ya estamos viendo?
¿O hablará de los costos enormes, desproporcionados, que tienen algunos trámites, como la legalización de títulos, y que constituyen una barrera más a quienes intentan salir a toda costa del desastre y darle un poco de sosiego a sus vidas?
¿Estará elogiando la marcha general de la economía, que según las propias estadísticas oficiales nos ha puesto en 2021 en condiciones de declarar, como apuntaba el profesor Pedro Monreal, una década perdida de crecimiento?
¿Cavilará acaso en las fracturas, cada vez mayores, entre familias que se desgajan poco a poco para alcanzar un horizonte de prosperidad que aquí les está negado, aunque trabajen y sufran por 62 mil milenios?
No, Presidente, no hay victoria alguna de la que hablar con fanfarria. Dolor infinito, como habría escrito el Apóstol. Por esos bomberos —algunos prácticamente niños— que pudieron y debieron salvarse si los mecanismos contra incendios hubiesen funcionado como se supone lo hagan. Dolor infinito por esas familias destrozadas. Dolor infinito por los héroes que, como dice un extraordinario poema: sí están muertos/ comencemos a llorarlos.
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