El que calla otorga, había oído decir a mis abuelos, mis padres, mis profesores, y lo asumí siempre como un reto. Sin embargo, tengo más de veinte papelitos con posibles títulos de artículos para este medio y hasta hoy no había salido de mi mutismo, impuesto por múltiples razones. Una de ellas: detesto la violencia aunque sea verbal y no puedo evitar que me depriman los criterios ofensivos, intolerantes y vulgares de todos aquellos que se consideran dueños de la verdad absoluta, que obvian el papel de la crítica y la autocrítica como herramientas de perfeccionamiento humano y social y pisotean a la pobre dialéctica, ubicada hoy en el rincón más oscuro de la memoria.
Además, deploro la forma en que maltratan a nuestro idioma, en un país donde no hay analfabetos; en que el grado de escolaridad promedio de los ciudadanos de más de veinticinco años asciende a 11,5 y en una población de 11,27 millones de habitantes se ha graduado más de un millón de universitarios. Las redes sociales me han develado múltiples facetas de una Cuba que no conocía.
Me duele Cuba, dijo Lezama una vez y se ha convertido en una frase recurrente, que asumo sin pudor ni miedo. Me duele Matanzas porque en ella nací y a ella me debo. Y me duele cada víctima de la injusticia, el despotismo, la lucha por el poder, la arrogancia y la crueldad; sin pretender agotar todos los apelativos que pudiera agregar y que convierten al ser humano en víctima de otros y de determinadas circunstancias en cualquier rincón del planeta. Porque eso somos, ciudadanos de un planeta cuya supuesta especie superior lo ha ido destruyendo como resultado de su ambición.
Matanzas se estremeció en la noche del viernes 5 de agosto, cuando un rayo impactó uno de los tanques del llamado Supertanquero, situado en la zona industrial. Detrás del sonido, las llamas iluminaron la ciudad, seguidas del humo negro que, como fantasma, asumía la dirección del viento. La catástrofe inimaginable, para quienes los tanques estáticos en el borde de nuestra hermosa bahía eran solo una imagen de identidad, se convirtió en un hecho.
(Foto: Néster Núñez)
Entonces, por qué no entender que los muertos son víctimas, primero que todo de determinadas circunstancias, que supongo queden esclarecidas con las investigaciones pertinentes y que de ellas se deriven las acciones para enfrentar cualquier fenómeno similar.
Todo lo vivo tiene su ciclo, pero a ninguno de ellos le correspondía el final. Y si bien los accidentes irrumpen en el ciclo natural de la vida, es también sabido que pueden evitarse, porque detrás de todo lo casual hay una causa, o una cadena de causa-efecto, si aplicamos la dialéctica. De eso se trata, de enfrentar la realidad, de eliminar escollos, de aprender, para transformar y mejorar.
Ser una víctima implica la muerte como resultado de alguna acción o suceso, pero también cuando se ha recibido un daño o perjuicio. No toda víctima es un héroe o un mártir, pero todos los mártires han sido víctimas. El mártir es una víctima que muere o padece por defender sus creencias y convicciones, mientras el héroe se distingue por haber realizado una hazaña, extraordinaria si requiere mucho valor. Por tanto, se puede ser al mismo tiempo, una víctima, un mártir y un héroe. Los dos primeros están relacionados necesariamente, sin embargo, se puede ser un héroe sin ser víctima.
No pretendo convertir un suceso tan dramático en trabalenguas, ni hacer un análisis lingüístico pormenorizado de los términos. Solo deseo resaltar que la intolerancia y el esquematismo nos han llevado al extremo de manipular hasta el significado de las palabras y minimizar las consecuencias de las acciones humanas, cuando debiera ser a la inversa.
El análisis crítico de lo acontecido es el único consuelo que pudieran tener esas familias que perdieron a un ser querido. Las frases e imágenes de triunfalismo hieren su sensibilidad y la del pueblo, de todos los que saben que la vida no se recupera, que el dolor por ello no se mitiga con palabras. El momento es de exigir responsabilidades, de ofrecer disculpas y condolencias y no de cantar Victorias.
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