Finalmente, a partir del día 1 de enero de 2021 se producirá la tan dilatada unificación monetaria y cambiaria que, en la práctica, significa que desaparecerá el llamado «peso convertible» (CUC) y se establecerá una tasa de cambio única de 24 pesos cubanos (CUP) por dólar (USD), que es la tasa de cambio de compra que ha existido entre el CUC y el CUP desde la implementación del primero en 2004.
En realidad, ésta no será una unificación monetaria total porque con la apertura de las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) se mantiene la dolarización parcial de la economía y la segmentación del mercado doméstico de ciertos bienes que sólo se venden en dichas tiendas usando depósitos bancarios en esas monedas. Así las cosas, el peso cubano aún no recupera su soberanía plena como moneda nacional porque no cumple con las funciones del dinero en todo el territorio, no tiene curso forzoso ni fuerza liberatoria ilimitada.
Por esta razón, en mi opinión, se mantiene la situación de dualidad monetaria entre el peso cubano y las monedas libremente convertibles permitidas para realizar estos depósitos y que se resumen en el dólar estadounidense porque, a fin de cuentas, las otras –euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos, etc.– son convertibles en esa moneda y es en dólares que se establecen los precios de esos productos en dichas tiendas.
La tasa de cambio
La tasa cambiaria anunciada de 24 CUP por un dólar estadounidense indica que el régimen cambiario será el de un tipo de cambio fijo oficial, es decir, se devalúa la moneda nacional en 24 veces y el nuevo tipo de cambio queda fijo hasta que dicha tasa oficial se modifique. Este régimen cambiario implica, en la práctica, el establecimiento de un «anclaje nominal», donde el peso se mantendrá fijo respecto al dólar y variable frente a las demás monedas, siguiendo el curso de la moneda estadounidense.
Para expresarlo con un ejemplo, en el día de hoy 1 USD equivale a 0,8225 euros (EUR), por lo que, de mantenerse ese tipo de cambio entre esas monedas, 1 EUR sería igual a 29,18 CUP. Si un día después, 1 USD se cambiara por 0,81 EUR, entonces 1 EUR equivaldrá a 29,62 CUP. Es decir, la tasa de cambio del peso con el dólar será fija, pero con las demás monedas libremente convertibles será variable en la proporción en la que cambia el valor del USD respecto a ellas.
El adoptar esta tasa significa que el gobierno ha optado por mantener la paridad de 1 USD igual a 1 CUC, puesto que esta es la tasa oficial que existe en la actualidad, pero en la cual no se encuentran dólares para la venta. Por esta razón, ha surgido un mercado subterráneo en el que un USD se cotiza entre 1,50 y 1,90 CUC, esto es entre 36 y 45,60 CUP. Y podría seguir subiendo en la medida en que se profundice la escasez de divisas.
El mercado subterráneo aparece cuando en los precios no se reflejan las condiciones del mercado. De la misma forma que se pueden transar bienes en el mercado subterráneo, se transan monedas.
Esta mayor devaluación en el mercado subterráneo se debe a varias razones, entre las que se destacan: 1) la escasez de oferta de USD en el mercado oficial que no se refleja en un cambio en los precios y 2) en la excesiva emisión de CUC, rompiendo la anterior «caja de conversión», según la cual cada CUC que circularía en la economía nacional representaría a un dólar en las reservas del país.
Así las cosas, la tasa cambiaria oficial adoptada por el gobierno es, frente a las condiciones del mercado, una tasa de cambio sobrevaluada y esto es un error de entrada. Una tasa de cambio sobrevaluada significa que la moneda nacional vale más de lo que debería valer y eso afecta la competitividad de las exportaciones y abarata las importaciones, por lo que no se solucionaría plenamente los problemas que llevaron a adoptar la medida de devaluar que, dicho sea de paso, debió adoptarse hace muchos años.
Es muy difícil determinar cuál debería ser el nivel adecuado de la tasa de cambio, pero la teoría económica sugiere que tendría que estar en torno a las condiciones de equilibrio que permitan establecer los precios relativos que conectan a la economía nacional con la economía internacional. Pero la economía cubana tiene muchísimas distorsiones de precios, debido al sostenimiento por mucho tiempo de una tasa de cambio oficial totalmente irreal, a causa también a la segmentación de los mercados y, en consecuencia, por la desconexión de la economía nacional con la internacional.
A falta de esto, lo recomendable habría sido adoptar un tipo de cambio que se acercara a las condiciones del mercado actual, tal y como ocurrió cuando se crearon las CADECA, después de superarse la gravísima devaluación del peso en el mercado negro cuando el dólar estadounidense llegó a valer entre 120 y 130 pesos cubanos a principios de los años noventa del siglo pasado.
Con la escasez actual de divisas y con la imposibilidad por parte del Estado de ofrecer dólares estadounidenses a 24 pesos cubanos, lo lógico es que aparezca un mercado paralelo en el que el dólar se cotice a un valor mayor. Entonces, seguimos en las mismas, los dólares se canalizarán hacia el mercado informal en lugar de dirigirse a los canales del mercado formal.
En esas condiciones puede crearse un diferencial considerable entre el tipo de cambio oficial y el tipo de cambio del mercado negro, que beneficiará a los operadores de este último y creará nuevas distorsiones.
Por otra parte, para establecer un tipo de cambio fijo en un sistema de «anclaje nominal» es necesario que existan condiciones macroeconómicas que permitan que ese tipo de cambio esté económicamente fundamentado y esto es, entre otras cosas, una inflación moderada en torno a la del país emisor de la moneda de referencia; un tipo de interés cercano al tipo de interés del banco central del país cuya moneda es la referencia; así como que los precios relativos permitan conectar a la economía nacional con la economía internacional y, en consecuencia, con ese tipo de cambio se asegurarían tanto la convertibilidad interna como externa de la moneda nacional.
Si la convertibilidad interna se rompe al tipo de cambio establecido por escasez de oferta de la divisa extranjera, quiere decir que ese tipo de cambio no es el adecuado.
En las condiciones de la economía cubana, habría sido preferible colocar un tipo de cambio de partida más alto y en torno a los niveles en los que está en el mercado paralelo e irlo ajustando hacia la baja en la medida en que la economía mostrara signos de recuperación en términos de crecimiento, así como a partir del mejoramiento de su nivel de inserción internacional y siempre siguiendo la tendencia del mercado.
Los precios, los salarios y las pensiones
Además del anuncio relacionado con la nueva tasa cambiaria entre el dólar y el peso, se promulgaron varias normas legislativas, tales como decretos-leyes del Consejo de Estado sobre la implementación del llamado ordenamiento monetario, sobre el cálculo del sistema de pensiones y de subsidios a la seguridad social, modificaciones a la Ley del Sistema Tributario, establecimiento del arancel de aduanas para las importaciones sin carácter comercial y otras normas legislativas.
También, decretos y acuerdos del Consejo de Ministros sobre precios y tarifas, sobre la modificación de la Ley de Seguridad Social, entre otros; así como resoluciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social para establecer el nuevo sistema de salarios y de pensiones.
El espíritu de las normas responde a la lógica de una economía centralmente administrada en la que los precios y los salarios son establecidos por la autoridad de gobierno central y no por el mercado. Así, por ejemplo, se establecen los precios máximos de acopio de una amplia gama de productos agropecuarios, también los precios minoristas de la casi totalidad de la canasta básica alimenticia de la población.
Se anunció que se mantendrían temporalmente subsidios a ciertos bienes relacionados con dietas de personas enfermas y de niños pequeños, a pesar de que se anuncia que la lógica de los subsidios es orientarlos a las personas necesitadas y no a los bienes que adquiere toda la población, lo cual es una medida correcta.
Se estableció una nueva escala salarial compuesta por 32 niveles que van desde 2.100 pesos (87,50 USD) a 9.510 pesos (396,25 US), con ciertos pagos adicionales por formación académica postgraduada –maestrías y doctorados– o por «condiciones laborales anormales». Adicionalmente, se ajustaron los niveles de pensiones de los actuales jubilados y que quedan entre 1.528 y 1.733 pesos, valores que están por debajo del salario mínimo, aunque se multiplican por entre 3,5 y 5,5 veces respecto a los niveles actuales.
La realidad es que desde los noventa del siglo pasado se acumuló en Cuba una considerable brecha entre los niveles de ingreso promedio de la población y los niveles de precios de los bienes necesarios para la vida, y los aumentos salariales que se han producido a lo largo de estos años en reformas parciales no han compensado esa brecha.
Por otra parte, la fijación estatal de precios y el establecimiento de topes máximos no garantizan que no se produzca inflación, porque este fenómeno que es uno de los desequilibrios macroeconómicos que más afecta directamente a la población, no solo se manifiesta a través del incremento de los precios, sino también a través de la escasez de bienes en los mercados formales, mientras que en los informales aparecen dichos bienes con precios considerablemente más altos, lo cual se vivió en Cuba ya durante el llamado Período Especial.
En las condiciones actuales, en las que se aumentarán los salarios a la inmensa mayoría de la población ocupada, que son las personas empleadas en el sector estatal, se eliminarán subsidios y se aumentarán los precios de la canasta de bienes y servicios a tono con el nuevo nivel del tipo de cambio oficial, pero con una escasa oferta de bienes agropecuarios e industriales, lo más probable es que suban los precios de todos los bienes y servicios que no se ofertan en los canales estatales, porque también aumentan considerablemente costos muy importantes como la energía o la fuerza de trabajo empleada, para poner solo dos ejemplos básicos.
Lo más grave de la situación de un aumento generalizado de precios que supere el incremento de los ingresos es la vulnerabilidad de la población de bajos ingresos, en la que no solo están las categorías de trabajadores cuyas labores son de menor complejidad, sino también la totalidad de las personas jubiladas, cuyas entradas están alrededor de lo que se calcula como la «canasta básica».
Entre estas últimas personas se encuentran profesionales de alto nivel de formación, científicos, artistas, educadores, técnicos, obreros calificados, muchos de los cuales han trabajado 25-30 años o incluso más y quienes, además, aportaron como generación, una alta cuota de sacrificio personal en el proyecto revolucionario.
A estas personas se les ha debido ajustar esa pensión a las condiciones en las que se jubilarían quienes en la actualidad se desempeñan en las funciones que ellos cumplieron en el tiempo en el cual tuvieron una vida laboral activa. No es lógico que esas personas se vean necesitadas de asistencia social cuando deberían recibir ingresos adecuados a su trayectoria laboral.
Lo que falta
Estas reformas estaban identificadas como imprescindibles desde hace mucho tiempo, mucho antes de que la dirección política del país las incluyera en los lineamientos de política económica y social en 2011. Pero desde la fecha en que su necesidad fue reconocida por los dirigentes hasta que se implementen habrán pasado diez años. En todo este tiempo se han agudizado los problemas estructurales de la economía cubana y también se ha enrarecido el contexto internacional.
El recrudecimiento del bloqueo estadounidense, los efectos devastadores de la pandemia, así como los problemas estructurales de un sistema económico que no funciona adecuadamente, colocan al país en el peor momento para realizar cambios que, como se dijo, resultan imprescindibles.
Adicionalmente, el gobierno no adopta las medidas necesarias para estimular el crecimiento de la producción. Lo que se ha anunciado hoy afecta a la esfera de la circulación, pero no asegura un aumento de la producción de bienes y de servicios, y su insuficiencia es el principal problema que tiene la economía cubana y esto no se soluciona con llamamientos ni con consignas, sino con medidas económicas.
La liberación de las trabas que frenan la expansión de las fuerzas productivas no puede ser una consigna sin contenido real. Estas medidas podrían resumirse en las siguientes:
1) adopción de una profunda reforma en el funcionamiento del sector agrario, sin topes de precios de acopio, de forma tal que los campesinos y demás trabajadores del sector encuentren estímulos suficientes en el aumento de la producción y el mejoramiento de los rendimientos;
2) estimular el emprendimiento empresarial a partir de la autorización a la formación de microempresas, pequeñas y medianas empresas sin restricciones de tipos de propiedad y de gestión;
3) la adopción de una reforma de la empresa estatal conducente a su autonomía económico-operativa;
4) eliminación de los monopolios estatales del comercio exterior, de la banca y las instituciones financieras, del comercio minorista y mayorista, y de los servicios de comunicaciones, entre otros de forma tal que la actual escasez de recursos del Estado no frenen su desarrollo;
5) creación de un marco legal adecuado para estimular la inversión extranjera directa y, especialmente, la de emprendedores cubanos residentes en el exterior;
6) concentrar la labor del Estado en la conducción estratégica de la economía desde el punto de vista macroeconómico y en la regulación del mercado, para evitar sus fallas sin que ello signifique reemplazarlas por el excesivo control que asfixia el emprendimiento.
Mientras no se aborden las reformas necesarias que conduzcan al incremento de la producción de bienes y de servicios, será prácticamente imposible salir del estancamiento en el que se encuentra la economía cubana.
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