Cuando escucho la aspiración de nuestro gobierno de luchar por “una cultura del detalle”, no deja de sorprenderme una pretensión de tal magnitud en un país en que cuestiones que son enormes y evidentes se descuidan. Una de ellas es el contraste entre las declaraciones públicas de ciertos funcionarios a la ciudadanía y la constatación real de que nos han mentido de modo flagrante o, al menos, que han dicho solo una parte de la verdad, otro modo sutil de engaño.
Ya mucho antes de la coyuntura, la situación de escasez de medicamentos se había agudizado, por desabastecimiento total en algunos casos e insuficiencia notable en otros. El día que eran abastecidas, en las farmacias se formaban largas filas desde horas de la madrugada. Ancianos y personas enfermas que viven solas y no tienen quien les ayude, mostraban en sus rostros el esfuerzo extremo a que los sometía la situación.
A inicios del mes de julio se dedicaron dos programas consecutivos del espacio televisivo Mesa Redonda al tema de los medicamentos. Fueron invitados funcionarios del Ministerio de Salud Pública, del Grupo BioCubaFarma encargado de la parte productiva, y de la empresa de Farmacias y Ópticas, facultada para la distribución y comercialización.
Las explicaciones fueron minuciosas, se reconoció que en algunos casos, obligados por el bloqueo de EE.UU., se había cambiado de proveedores de materias primas y eso obligaba a comprobar la calidad de los medicamentos antes de sacarlos al mercado, en otros existieron problemas con los barcos que trasladaban las mercancías, en menor medida por insuficiencia tecnológica o roturas.
En particular, presté atención a lo que se decía acerca del enalapril, antihipertensivo que tengo prescrito desde hace varios años y que ha sido muy efectivo para controlar mi presión arterial. Este es uno de los medicamentos que ha tenido inestabilidad desde inicios de año. Ha faltado por largas semanas y se comenzó a vender solo una caja con 30 tabletas de 20 mg, la mitad de lo que tengo indicado en el tarjetón de control de medicamentos que se confecciona a partir de un certificado médico que indica la dosis a cada paciente.
Cuando en mayo escribí el artículo “Jugada Crítica” afirmaba: “Hace dos meses redujeron a la mitad las dosis de antihipertensivos y de otros medicamentos indicados por prescripción facultativa. El semanario matancero Girón intenta educar a la gente para que consuma medicina verde como alternativa”.
Para mi tranquilidad, en la Mesa Redonda se dijo que el enalapril se estabilizaría durante el mes de agosto. Unas semanas después de tales planteamientos, el periódico Granma dedicaba un extenso artículo al tema. Allí aparecía una tabla con la cobertura por días de los principales medicamentos en la red de farmacias. El enalapril se declaraba con 45 días de existencia.
A mediados de agosto, una vecina comentó que en la farmacia donde nos corresponde adquirirlo la administradora le había informado que sería definitiva la cantidad de 30 tabletas por paciente. La creí confundida y llamé para comprobar. Se me explicó lo mismo y solicité el número telefónico de la Empresa de Farmacias y Ópticas. Al plantear mi queja se me dijo que era sin dudas una confusión de la administradora.
Vuelta a comunicarme con la farmacia, la susodicha se comprometió a llamar “a Farma”, pidió mi número y en efecto me contactó para darme la siguiente explicación: allí le habían dicho que sí era cierto lo de la disminución a la mitad de las dosis, pero que debían ser los médicos y no las farmacéuticas los encargados de definir la cuestión; por razones obvias.
Hasta el momento he preguntado a cinco médicos, incluyendo a la que atiende mi área, y no tienen esa orientación. Al regresar a la farmacia a comprar el enalapril correspondiente a septiembre, la farmacéutica me confirmó que tenían una indicación escrita que determinaba que a los pacientes se les vendería solo esa cantidad, y que a todos los que presentaran un nuevo certificado —hay que renovarlo una vez al año—, se le cambiaría la prescripción para reducirla a la cantidad ya dicha.
A mi pregunta de ¿y al que le suba la presión entonces por insuficiencia del medicamento? respondió que tendría que presentar un expediente “de este tamaño”, y unió sus palabras con un gesto que describiría, por lo menos, a la Enciclopedia Británica.
Confieso que inicialmente desconfié de la veracidad de las farmacéuticas, pero ellas asumen la explicación sin vacilaciones, de manera pública, y orientan que quien tenga dudas verifique. Es difícil pensar entonces que se trate de una triquiñuela.
Busqué información sobre el enalapril y se dice que efectivamente debe comenzarse en dosis mínimas de 5 a 10 mg diarios, que puede ir subiendo pues la tolerancia es muy rápida y obliga a aumentar las dosis. Así fue como comencé a consumirlo hasta llegar a los 40 mg diarios que necesito.
Otra información consultada fundamenta: “Se debe ajustar la dosis según las necesidades del paciente hasta un máximo de 20 mg al día en pacientes de 20 a < 50 kg y 40 mg en pacientes de ≥ 50 kg”.
No hay que ser un especialista para constatar que el peso de los pacientes influye en las dosis. Amén con seguridad de otros muchos factores de los que no me atrevo a opinar pues no soy médico. Estoy en un grave aprieto, pues peso muchos más kilogramos de los que quisiera y, aun si decidiera hacer una dieta estricta, mi talla es de casi un metro ochenta, eso quiere decir que para bajar de los 50 kilos solo becada en un campo de concentración.
No me explico entonces por qué se ha tomado una decisión definitiva para algo que fue inicialmente coyuntural. ¿Se puede arriesgar la salud de las personas con una decisión que rescata el igualitarismo que tanto combate el discurso político?, ¿por qué los médicos no orientan estudios previos a la disminución de la dosis? Esto no es el pan de la bodega ni mucho menos.
El estrés es uno de los factores que pueden incrementar la presión arterial. Si algo nos sobra en medio de la situación coyuntural es eso. Al menos entonces no hagamos peligrar la salud del pueblo.
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