“el revolucionario verdadero está guiado por grandes por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad”. Ernesto Che Guevara (El socialismo y el hombre en Cuba, 1965)
En torno a la pregunta ¿qué significa ser revolucionario en la Cuba de hoy?, tan sugerente y necesaria, se estuvo debatiendo en la tarde de ayer durante más de dos horas en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba, sede nacional de la Asociación de Hermanos Saíz (AHS). El encuentro forma parte de un recién inaugurado espacio de diálogo en homenaje al destacado intelectual Alfredo Guevara, recientemente fallecido, y que lleva el título de su último libro: Dialogar, dialogar. Los invitados a la mesa de discusión fueron en esta ocasión el profesor de la Universidad de La Habana y Doctor en Ciencias Filosóficas, Jorge Luis Acanda; Harold Cárdenas, profesor de filosofía de la Universidad de Matanzas y reconocido bloguero; y el popular cantante Israel Rojas, director del Dúo Buena Fe.
Las intervenciones de los invitados fueron muy interesantes y profundas, también las que partieron del público asistente. En mi condición de moderador del espacio solo podía hacer breves comentarios, por lo que aprovecho estas líneas para lanzar mi contribución al debate motivado sobre todo por la intervención de Harold, a quien agradezco el hecho de haberme dejado en un profundo estado de reflexión con sus asertos. Ello demuestra la importancia de estos debates y de la diversidad de opiniones, pues siempre incitan el ejercicio del pensar, algo que no esta muy de moda. Generalmente criterios diferentes a los nuestros o que no estamos acostumbrados a oír son los que más nos hacen pensar las cosas con más detenimiento. Comparto prácticamente todos los juicios de Harold, solo discrepo esencialmente del siguiente: “lo que fue revolucionario en otros tiempos puede que ya no lo sea, es más, no lo puede ser por una razón cronológica básica”. Pienso que es muy absoluto este planteamiento.
Si el mensaje a trasladar es que lo que fue revolucionario ayer no lo es hoy, por la imposibilidad de repetir en el laboratorio del presente lo acontecido en el pasado, considero que habría que elaborar mejor la idea para que no se malinterprete. De cualquier manera, lo que no pueden reproducirse son los acontecimientos históricos tal como fueron, pero si las actitudes y cualidades de un revolucionario en su momento histórico concreto. Ser anticapitalista, antimperialista, latinoamericanista, internacionalista, solidario y humano, por solo mencionar unos ejemplos, es tan revolucionario en nuestro presente como lo fue en la época de Mella, de Guiteras y de la Generación del Centenario. Creo lo continuará siendo para nuestros hijos y nietos.
Efectivamente, ser revolucionario en el siglo XXI no es lo mismo que en el siglo XIX y el XX. La condición revolucionaria se ha enriquecido cada día más con los tiempos y los contextos en que vivimos. Nuestra manera de pensar y hacer la revolución tiene nuevos atributos, enfrentamos otros desafíos y complejidades, pero los revolucionarios de hoy no partimos, ni debemos partir de cero. De hecho, formamos parte de una acumulación histórica que es la que nos ha permitido interpretar la realidad actual y plantearnos su transformación desde una perspectiva revolucionaria. Nuestro deber es adaptarnos al momento histórico y a las luchas del presente. El ser revolucionario como bien dice Harold, es ante todo una actitud ante la vida. Por lo tanto, hay actitudes del revolucionario de hoy, que en comparación con las que mantuvieron generaciones anteriores, se mantienen inmutables. Otras cambian y se adecuan a las circunstancias. “Ellos, hoy, habrían sido como nosotros; nosotros, entonces, habríamos sido como ellos”, señaló Fidel al referirse a la generación que inició y llevó adelante las luchas independentistas de Cuba en el siglo XIX. Podemos los jóvenes de hoy decir lo mismo, aunque me gusta agregar, que somos en buena medida resultado y herencia de ellos.
Es cierto que los jóvenes se cansan de que les hablen solo del pasado. Eso ha provocado que una buena parte de ellos haya perdido el interés por la Historia de Cuba. Cada día se hace más imperioso que le vinculemos ese pasado con el presente y el futuro del país. Para eso debemos también de acabar de saldar la inmensa deuda que tenemos de escribir y analizar la historia de la Revolución en el poder en toda su profundidad y complejidad, con todos sus aciertos y desaciertos. Empresa que pasa por varias escollos, pero abordarlos sería desviarme del objetivo de estas breves reflexiones.
Me gustó mucho lo dicho por la presidenta del Instituto Cubano del Libro, Zuleica Romay, sobre la necesidad de que la Revolución y el ser revolucionario, no se limite a mantener las conquistas alcanzadas y que las nuevas generaciones tienen que tener y proyectarse hacia nuevas conquistas. Coincido totalmente con ella, pues todas las generaciones revolucionarias han tenido sus metas y han ido escalando peldaños en busca de la utopía de una sociedad cada vez más justa. La nuestra no puede hacer menos y debemos desafiar los límites de lo posible. De ello depende que no haya retrocesos. Recuerdo ahora las palabras de ese gran revolucionario que fue Simón Bolívar, cuando en 1819 señaló: ¡Lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan lo demás todos los días¡ Ese optimismo, esa fe en materializar lo que hoy parecen sueños quiméricos, es también una de las cualidades que han marcado a los revolucionarios en todos los tiempos.
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