(Palabras de presentación a su libro En Tiempos de Blogosfera)
La Joven Cuba y yo
Conocí a los editores del blog La Joven Cuba —Osmany Sánchez, Roberto Peralo y Harold Cárdenas— mientras trabajaba en la Universidad de Matanzas. Desde el principio valoré su empeño y lo mucho que han debido perseverar para mantenerse a costa de prohibiciones y desconfianza, ataques y etiquetas. A Harold en particular me une una entrañable amistad, de las que resisten al tiempo, la distancia y todo tipo de pruebas.
Me mantuve, sin embargo, como una lectora no muy sistemática del blog y rechacé con amabilidad sus solicitudes iniciales de colaboración. Reconozco sinceramente que me parecía un poco presuntuoso el convencimiento de aquellos muchachos en que el mundo de los medios digitales era la vía para proponer una transformación de la sociedad y la política cubanas que la prensa nacional no personificaba.
Discrepé con Harold muchas veces y le advertía, casi sermoneando, que los medios que la gente consume masivamente son los que debían encabezar las transformaciones, que todos no pueden navegar por internet y que el tradicional periódico o los noticiarios televisivos tendrían que asumir una postura más crítica y activa, exigida incluso por la dirección del gobierno.
Casi una década ha transcurrido. El blog LJC cumplirá sus primeros diez años en el 2020. Yo también cumplí cada uno de ellos y he dejado atrás mi actitud de antaño. En la actualidad estoy convencida de que por diversas vías se incrementa el número de cubanos que accede a internet: en sus lugares de trabajo, pagando las elevadas tarifas de conexión tanto en las zonas wifi como en los datos móviles, mediante los paquetes semanales, viajando a otros países, o con la solidaria costumbre de reenviar a través de cuentas y redes de amigos los artículos y noticias que consideran significativos.
Igualmente he renunciado a la esperanza de un cambio inmediato en nuestros medios de prensa, que parecen vivir en un aislamiento casi absoluto respecto a la realidad. Constaté también que saludables costumbres como la polémica, la contrastación de ideas y el debate de opiniones, desconocidos en la sociedad y en la mayoría de los medios nacionales, son normales en la blogosfera.
No necesitaba más para decir: sí, acepto; la próxima ocasión en que mi joven amigo me pidió un trabajo para su blog. Ahora me identifico con orgullo como una colaboradora habitual de LJC, que ya sobrepasa los cinco millones de visitantes. Cada semana hago un ejercicio de catarsis cívica y, sin pretender imponer mis criterios a nadie —eso no funciona así en la red de redes, con sus foros abiertos—, pago a mi conciencia una cuota de responsabilidad.
Antonio Gramsci, un marxista italiano que durante años fue invisibilizado en Cuba por la manualística soviética, recomendaba: «es mejor elaborar la propia concepción del mundo de manera consciente y crítica y, por lo mismo, en vinculación con semejante trabajo intelectual, escoger la propia esfera de actividad, participar activamente en la elaboración de la historia del mundo, ser el guía de sí mismo y no aceptar del exterior, pasiva y supinamente, la huella que se imprime sobre la propia personalidad».
Eso he tratado de hacer desde que descubrí que es el único modo de destruir la cárcel en que podemos llegar a encerrar al pensamiento. Mis escritos para LJC son parte del proceso.
Este libro reúne una muestra de los trabajos que he publicado durante casi dos años. Son una especie de híbridos entre el ensayo breve y el artículo de opinión. No soy periodista sino historiadora. No he podido —ni querido—, evitar entonces que la historia sea, más o menos de forma explícita, una protagonista de mis reflexiones. Lo que escribo nace del conocimiento del pasado y de las aspiraciones y necesidades que tengo en el presente, quizás muchas de ellas compartidas con los lectores.
ALH Matanzas, julio del 2019
Aquí puede descargar el libro En Tiempos de Blogosfera
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