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Política

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La voz de la nación es de todos

por Consejo Editorial 19 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

Conocí a los editores del blog La Joven Cuba (LJC) mientras trabajaba en la Universidad de Matanzas. Desde el principio valoré altamente su perseverancia para mantenerse a costa de prohibiciones y desconfianza, ataques y etiquetas que ya se tornan cíclicos. A Harold Cárdenas en particular me une una entrañable amistad, de las que resisten al tiempo, la distancia y todo tipo de pruebas.

Me mantuve sin embargo como una lectora no muy sistemática del blog y rechacé con amabilidad sus solicitudes iniciales de colaboración. Reconozco sinceramente que me parecía un poco presuntuoso el convencimiento de aquellos muchachos en que el mundo de los medios digitales era la vía para proponer una transformación de la sociedad y la política cubanas que la prensa nacional no personificaba. Discrepé con Harold muchas veces y le advertía, casi sermoneando, que los medios que la gente consume masivamente son los que debían encabezar las transformaciones, que todos no pueden navegar por internet y que el tradicional periódico o los noticiarios televisivos tendrían que asumir una postura más crítica y activa, exigida incluso por la dirección del gobierno.

Casi nueve años han pasado. Yo también cumplí cada uno de ellos y he dejado atrás mi actitud de antaño. Actualmente estoy convencida de que por diversas vías se incrementa el número de cubanos que accede a internet: en sus lugares de trabajo, pagando las elevadas tarifas de conexión, mediante los paquetes semanales, viajando a otros países, o simplemente con la solidaria costumbre de reenviar a través de cuentas y redes de amigos los artículos y noticias que consideran significativos. Igualmente he renunciado a la esperanza de un cambio inmediato en nuestros medios de prensa, que parecen vivir en un aislamiento casi absoluto respecto a la realidad. Segura de que la patria necesita de las ideas de todos para encontrar su camino, constaté también que saludables costumbres como la polémica, la contrastación de ideas y el debate de opiniones, desconocidos en la sociedad y en los medios nacionales, son normales en la blogosfera.

No necesitaba más para decir “sí, acepto”, la próxima ocasión en que mi joven amigo me pidió un trabajo para su blog. Ahora me identifico con orgullo como una colaboradora habitual de LJC. Cada semana hago un ejercicio de catarsis cívica, y sin pretender imponer mis criterios a nadie —eso no funciona así en la red de redes—, pago a mi conciencia una cuota de responsabilidad.

Antonio Gramsci, un marxista italiano que durante años fue invisibilizado en Cuba por la manualística soviética, recomendaba: “es mejor elaborar la propia concepción del mundo de manera consciente y crítica y, por lo mismo, en vinculación con semejante trabajo intelec­tual, escoger la propia esfera de actividad, participar acti­vamente en la elaboración de la historia del mundo, ser el guía de sí mismo y no aceptar del exterior, pasiva y supinamente, la huella que se imprime sobre la propia personalidad”.[1] Eso he tratado de hacer desde que descubrí que es el único modo de destruir la cárcel en que podemos llegar a encerrar al pensamiento, mis escritos para LJC son parte del proceso.

Que Harold estudie en la Universidad de Columbia no es ningún problema para mí. No debe ser un pecado instruirse en universidades capitalistas cuando los gobiernos socialistas de China y Vietnam envían a calificarse allí a muchos jóvenes, y cuando funcionarios de nuestro país permiten en ellas a sus hijos. Y no me inquieta pues en EE.UU. las universidades no tienen que concordar en todo con el gobierno.

Tanto es así, que durante la etapa inicial de expansión del imperialismo norteamericano en las primeras décadas del pasado siglo, desde la Cátedra de Antropología de la Universidad de Columbia que desempeñó por más de cuarenta años, Franz Boas, padre del Particularismo Histórico, desafiaba al etnocentrismo y al racismo, daba la espalda al imperialismo cultural y defendía la tesis de que todas las culturas eran iguales en valor. Con su apoyo y el de su universidad fueron abiertas facultades de Antropología en casi todos los países latinoamericanos. Si la influencia de los gobiernos sobre las universidades fuera determinante es muy probable que Noam Chomsky hubiera sido despedido del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

La evidencia más palpable de una crisis teórica es la incapacidad para dialogar con opiniones diferentes, ni siquiera el escolasticismo fue tan lejos. Por ello es muy común que desde el poder se intente desacreditar a las personas que no aceptan, pasiva y supinamente, un solo punto de vista. Es muy fácil desviar la atención afirmando que en Cuba la centralidad de la batalla es entre la lógica del capital y la lógica socialista, cuando se supone que esa contienda debería estar ganada después de más de medio siglo, y si no lo está muchas generaciones nos hemos sacrificado en vano.

La esencia de la batalla, y lo que más molesta, es que muchos representantes de la intelectualidad estamos convencidos del abismo existente entre una ideología política que se declara marxista y la inexistencia de un método dialéctico materialista en el análisis y solución de los problemas. La crisis radica en el divorcio entre la teoría y la práctica, entre el discurso y la realidad. Sí, la testaruda realidad pasa la cuenta a los que confiaron en que un cambio de personas sin cambiar los métodos, las estructuras y las leyes podía encauzarnos por un camino de transformaciones verdaderas, no es mi caso, sí el de Harold.

Una de las críticas que se han hecho a las Ciencias Sociales en los países del socialismo real, fue el anquilosamiento y empobrecimiento teórico que sufrieron por la imposibilidad de contrastar con un pensamiento, no ya de derecha o divergente, sino apenas crítico, en su propio terreno. El carecer internamente de una contrapartida nativa que favoreciera la polémica y que nutriera al propio pensamiento de izquierda con espacios en que pudiera desarrollar una cultura del debate en su enfrentamiento teórico y de principios, el encerrarse en nichos asépticos e intentar adaptar la realidad a un discurso preconcebido en lugar de partir de la realidad para comprenderla y lograr, entonces, transformarla, significó un costoso saldo. Aprendamos de aquellos fracasos.

No podemos dejar a los periodistas la tarea titánica de salvar la nación, ella es patrimonio común de todos los cubanos. No queremos que nuestras agencias de noticias sean entregadas a los brazos del mercado y sus periodistas a la calle. Necesitamos con urgencia que las agencias de noticias reflejen los verdaderos problemas y necesidades de la sociedad cubana y que los periodistas sean protegidos por las leyes de la nación para que puedan cumplir sus funciones.

Es cierto que nunca fue tan retador y desafiante el panorama mediático, pero más cierto es que ese panorama no va a cambiar. Las reglas del juego son diferentes a las de décadas anteriores, y los cubanos ya descubrieron, antes de que lo hiciera el congreso de la UPEC, que el acceso a la información, la comunicación y el conocimiento es un derecho ciudadano, y como bien público va a ser defendido, porque la voz de la nación es de todos.

[1]Antonio Gramsci: “Todos somos filósofos”, en Cuadernos de la cárcel.

19 julio 2018 58 comentarios 536 vistas
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Ser o no ser

por Consejo Editorial 18 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

Hay río revuelto por estos días y muchos han salido a pescar. El discurso de Miguel Díaz Canel, específicamente la cita al artículo de Lagarde ha calentado las redes sociales. Desde mucho antes de ser presidente Díaz Canel era blanco de una campaña de desprestigio a través de videos filtrados, personas que criticaban su gestión como secretario del Partido entre otras cosas. La cita que hizo en el discurso lejos de molestar, le supo a gloria a algunas personas.

Las revoluciones no se hacen con los que no lo son. No lo digo yo, lo dijo Martí, y con esto aclaro que estoy plenamente de acuerdo con el criticado “se es o no se es” expresado por Díaz Canel en el discurso. El problema no es ese sino el grupo de personas que se han tomado -o se la dieron- la tarea de decidir quién es y quién no.

No olviden que uno de esos entusiastas afirmó que en LJC la palabra Revolución estaba prohibida y ese comentario fue respaldado por los mismos de siempre.

Uno de los comentaristas en LJC escribía: “Le llegó la hora. Tatu, lo pusieron a escoger de qué lado esta lo cual no es muy difícil saberlo ya que por el blog de Iroel les pusieron nombre a algunos de los nuevos revolucionarios e incluye profesores de la Universidad. Te sumas o te vas de la Universidad ya que es solo para revolucionarios.”

Reproduzco el comentario porque desde ayer veo a personas mostrando su descontento por las palabras citadas por Díaz Canel. Algunos mostraron su desacuerdo con no tener la posibilidad o el derecho de opinar o criticar, pero yo no me siento en lo más mínimo aludido.

¿Es cierto o no que el gobierno de los Estados Unidos y algunos europeos dedican dinero a subvertir el orden interno en Cuba?   Para saber eso no hay que esperar que lo diga WikiLeaks porque es récord público, es más ni siquiera se preocupan por ocultarlo.

¿Es cierto o no que algunas personas escriben para esos medios, cobrando por escribir? También es cierto. Cada cuál lo justificará a su manera, pero es una verdad innegable. Respeto la opinión de todos, pero no se puede hacer revolución, desde un medio que tiene como objetivo destruirla.

Las palabras de Diaz Canel no iban dirigidas a aquellos que piensan diferente y lo dicen públicamente sino contra los que forman parte de esos medios dedicados exclusivamente a manipular la realidad cubana. Ya dije antes que no soy cool, digo las cosas como las pienso y no para que sean políticamente correctas.

En política los errores siempre cuestan y cuestan caro. Si hay pruebas pues a mostrarlas, con nombres y apellidos, pero cuando se generaliza entonces solo se crean las condiciones para que de manera muy hábil los que nada bueno quieren para Cuba, traten de aprovecharse para sembrar la duda. En este caso contra Díaz Canel.

Finalmente. Mucho se ha debatido si el texto de Lagarde aludía o no a Harold Cárdenas. Quizás yo no sea la persona ideal para opinar porque he dicho antes que Harold primero fue mi alumno, luego con el tiempo se convirtió en mi amigo y ahora lo considero un hermano, pero me atrevería a asegurar de que sí Harold fuera un cuarto de lo que dicen que es, ya hace rato -para satisfacción de muchos en Cuba- se hubiese pasado a la contrarrevolución.

Bastante lo han intentado con bajezas de todo tipo, incluyendo cosas que él por discreción no ha querido hacer público pero que han afectado a sus seres queridos. Yo no me preocuparía por Harold que dice lo que piensa y lo dice de frente sino por los que no tienen el valor de escribir con sus nombres y utilizan seudónimos para supuestamente defender la revolución. Flaco favor que le hacen.

18 julio 2018 81 comentarios 437 vistas
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Los nuevos contrarrevolucionarios

por Consejo Editorial 16 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

Los nuevos contrarrevolucionarios exhiben credenciales públicas de revolucionarios intransigentes porque son, es tan sencillo entenderlo, los oportunistas de un proyecto político revolucionario.

Los nuevos contrarrevolucionarios sospechan y señalan disidencias en cualquier átomo de pensamiento útil, o diferente al suyo, porque por razones obvias, saben por naturaleza que en una fortaleza sitiada los traidores nunca disienten: traicionan.

Los nuevos contrarrevolucionarios no creen en la justicia, ni en la igualdad de todos ante nuestras leyes y la Constitución, saben que es el legado de la Revolución para hacer el Socialismo en Cuba, regaladle una Constitución de la República a uno de ellos – me consta – invocadla ante ellos y tendréis a continuación un enemigo eterno y al mismo tiempo moribundo – gracias Roque Dalton –

Los nuevos contrarrevolucionarios no reparan por ello, llegado el caso, en violar, conculcar y subestimar derechos conquistados por la Revolución, o por nuestros ancestros, o en condicionarlos, o en justificar públicamente su inaplicación, si ello les hace parecer decididos, firmes y por supuesto, revolucionarios. Saben perfectamente que cuando el Derecho es de todos, para todos, entonces ya nadie puede monopolizarlo, nadie está por encima de él. En la antigüedad a ese sueño de la arbitrariedad se le llamó atinadamente privilegium, que quiere decir, ley privada.

En 1804, en Gran Bretaña, el Obispo Watson diría ante la Sociedad para la Supresión de Vicios con inusual sinceridad: “Las leyes son buenas para los pobres, pero, desgraciadamente, están siendo burladas por las clases más bajas. Por cierto, las clases más altas tampoco las tienen mucho en consideración, pero esto no tendría mucha importancia si no fuese porque las clases más altas sirven de ejemplo para las más pobres; os pido que sigáis las leyes, aun cuando no hayan sido hechas para vosotros, porque así, al menos, se podrá controlar y vigilar a las clases más pobres”.

Los nuevos contrarrevolucionarios otean cotidianamente el horizonte, calculan minuto a minuto donde quiera que estén cada paso que dan, cada palabra que dicen o escriben, son maestros consagrados de la interpretación del pensamiento del superior jerárquico y del silencio, cuando es redituable callar, o sea: ser inteligentes, no meterse en problemas, como dicen entre los suyos.  Los que no son accesibles a ese magisterio de la cobardía administrada son inmaduros, criteriosos, problemáticos, contradictorios y locos. Es mentira: saben que son peligrosos. Les consta.

Es por eso que los nuevos contrarrevolucionarios odian la historia, no sólo porque muchas veces son incultos –  éste es un dato importante –  sino porque quieren condenarnos a que cometamos los mismos errores. Cuando no pueden simplificarla o adulterarla, la historia es para ellos una pesadilla que no les deja dormir. Saben que su conocimiento sirve para la liberación de los hombres y no para su sometimiento, que las ideas, incluso derrotadas, laten en ella.

Los nuevos contrarrevolucionarios han copiado la técnica de la reducción de cabezas de algunas culturas para intentar reducir y empobrecer el pensamiento revolucionario en consignas, la verdad en frases huecas, la pasión en algo inocuo, la libertad en consumo. Saben que en ese pensamiento están las claves para comprender las condiciones de la opresión en cualquier circunstancia. Ahora intentan glorificar ese procedimiento, porque saben que la Revolución es hija de la cultura y de la crítica, porque saben que en Cuba existe una generación nueva, lúcida, anticapitalista y le temen.

Los nuevos contrarrevolucionarios dicen odiar furibundamente el capitalismo, pero le promueven travestido asépticamente como modernidad, eficiencia y prosperidad – las cosas buenas de los malos, dicen, a veces, cuando le disfrutan –  Quisieran borrar de la letra y el espíritu de la Constitución la salvaguarda ideológica que proscribe en Cuba la explotación del hombre por el hombre. Ellos saben que no es una simple frase, que detrás hay una idea sencilla y demoledora, una verdad, el capitalismo no produce pobres por defecto sino por necesidad. Somos anti imperialistas y nadie nos mete el píe, pero que bonito está ese zapato, ¿por cierto que marca es?, les cantó mordaz el grupo Buena Fe a sus cachorros.

Los nuevos contrarrevolucionarios espolean desde cada cota que ocupen el conservadurismo social, político y económico que ya practican en su vida privada, trasmiten su escala de valores como un patrón de éxito, se aseguran que así sea, porque saben que sobre ellos cabalgará el odio, el miedo y la ignorancia del otro, y eso puede bastar para matar la solidaridad, la bondad y la confianza. No dudan ya en devaluar la dignidad, en convertir la vileza en virtud, intentan destruir pacientemente los límites éticos en la impostura de la defensa de lo que no creen, porque saben que del abismo que se abra saldrán de entre nosotros mismos las bestias del pasado.

Los nuevos contrarrevolucionarios están hambrientos de poder, porque están obsesionados con lograr que se pierda en la memoria colectiva el significado de escoger la forma de gobierno republicano y el Socialismo. Necesitan desarmar la noción de ciudadanía y de democracia porque sueñan con una patria de consumidores, amnésica, insensible al dolor del otro, a la suerte del otro, enajenada. Por eso les inquieta más una opinión solitaria que el silencio, la inconformidad que la abulia. Es cosa sabida, también por ellos, que de vez en vez aparece un hombre, o una mujer, una persona sin mayor mérito que la decencia, sin mayor coraje que el hastío, que un buen día dice basta, y eso basta.

Por eso es que los nuevos contrarrevolucionarios saben quiénes son sus enemigos y por lo menos en eso hay que concederles tienen la razón.

Otra cosa es que nosotros no sepamos quienes son.

16 julio 2018 22 comentarios 458 vistas
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Quiero registrar mi desacuerdo (actualizado)

por Consejo Editorial 16 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

En su discurso ante el Congreso de la UPEC, el Presidente de la República, Miguel Díaz Canel, ha citado ampliamente un texto de Manuel Henríquez Lagarde. Sitios web como La Pupila Insomne se han encargado de reproducir ambos, el texto de Lagarde y el discurso de Díaz Canel. Iroel Sanchez, funcionario del Ministerio de Comunicaciones de Cuba, según su perfil de Facebook, se ha encargado de divulgarlo y nos ha llamado a que escuchamos el discurso de Díaz Canel esta noche en el Noticiero Nacional de Televisión. Yo sólo me pregunto: ¿qué nos puede pasar a los que no estamos de acuerdo con Lagarde ni con Iroel, ni, por qué no, con Díaz Canel?

¿Nos suicidamos? ¿Nos callamos? ¿Tenemos derecho a disentir y expresar nuestras diferencias? ¿Y si decidimos tener nuestras diferencias pero no decir nada hasta que la vida, esa testaruda, como el propio Presidente enfatiza, demuestre otra cosa? ¿Hay que aceptar todo como un dogma?

No voy a debatir. Simple y sencillamente quiero registrar mi desacuerdo, con todos los riesgos que ello implica. Pero más allá de si quiero o no debatir, me pregunto, ¿Tengo derecho a tener una opinión distinta o no? ¿Me callo, al estilo de la doble moral que muchos practican, o me arriesgo a que me califiquen de ser uno de esos “nuevos revolucionarios”, a pesar de que no he hecho otra cosa en mi vida que servir a mi Patria?

Con todo el respeto que me merece el Presidente de mi país, la última vez que escuché a un estadista utilizar algo parecido al dilema shakespieriano de “se es no se es” fue a George Bush cuando dijo que o se estaba a favor o se estaba en contra de Estados Unidos después de los actos terroristas de la Torres Gemelas. No quiero comparar a Díaz Canel con Bush, pero los paralelos son fuertes. ¿Es esa la política que queremos? ¿Es esa la política que fomenta la unidad dentro de la diversidad que tanto necesitamos? ¿Fue esa la política de Fidel, fue esa la política de Raúl? Ahí lo dejo.


El comentario que compartí ayer, 15 de julio, sobre el discurso del Presidente Díaz Canel en la clausura del Congreso de la UPEC ha tenido distintas interpretaciones. Algunos creen que hice bien. Otros me critican. Todo eso está bien. Sin embargo, hay quién me ha citado fuera de contexto, tratando de poner en mi boca cosas que no dije. Eso no ayuda, pero comprendo que yo lo provoqué. No voy a entrar en un debate sobre el tema. Reflexionando sobre todo ello, creo que lo más prudente es retirarla, siguiendo recomendaciones de personas que me quieren y aprecian y a quiénes yo quiero y aprecio, a pesar de nuestras diferencias. Así que estoy procediendo en consecuencia. Comprendo que mi apreciación puede haber sido inoportuna, desafortunada e imprudente. También puede haber sido desacertada. Le pido disculpas a todos los que piensan que fui irrespetuoso. No fue mi intención.

16 julio 2018 26 comentarios 538 vistas
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Viene Díaz Canel

por Consejo Editorial 11 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

Nuestro presidente se mueve por toda Cuba y allí por donde pasa el pueblo sale a verlo, a saludarlo. No es poca cosa que en Cuba la gente salga a saludar espontáneamente a un dirigente, si lo hace es porque “algo” los lleva a hacerlo, en este caso es el carisma de Díaz Canel y las esperanzas que el pueblo ha puesto en él.

Declararle abiertamente la guerra a la corrupción y promover mayor transparencia en la gestión de los funcionarios en Cuba son dos de los mayores aciertos en los primeros 100 días de su gestión. Recorrer toda Cuba ha dejado claro que el presidente quiere ver las cosas por sí mismo, que no sea un informe adornado el que se lo cuente.

Desde fuera -como siempre- tratan de sembrar la duda y el desaliento, aunque Díaz Canel se las ha puesto difícil y aún no logran articular un “plan de ataque” único. Hasta ahora sólo se han dedicado a hacer fintas, estudiando al rival, que como siempre es superior a ellos.

Lo primero que hicieron fue decir que la elección de Díaz Canel había sido “a dedo”, obviando que en muchos países la elección del presidente tampoco se realiza de manera directa -entre ellos Estados Unidos, la mano que mece la cuna- y jamás han recibido críticas por ello.

Dicen además que la figura de Díaz Canel es puramente decorativa, que no manda, que el verdadero poder está en manos de Raúl y los militares. Eso no se lo creen ni ellos mismos.

No será nada fácil para el nuevo presidente resolver problemas que llevan años acumulándose, sobre todo porque el contexto internacional sigue siendo hostil, pero sin dudas va por el camino correcto.

Díaz Canel está haciendo un gobierno de calle, al estilo de Fidel cuando recorría toda Cuba y conocía de primera mano los problemas que aquejan al pueblo. Solo así se pueden tomar las mejores decisiones.

11 julio 2018 53 comentarios 440 vistas
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La carta que Granma no ha querido publicar

por Consejo Editorial 6 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

La Carta

Estimada Yailin Orta Rivera. Directora del Periódico Granma. Le transcribo íntegramente al final de ésta nota, la carta que le dirigiese al anterior Director, Pelayo Terry Cuervo, y que me fuera contestada el 11 de octubre de 2017 por éste, comunicándome, en esa oportunidad, que la misma había sido enviada a la Fiscalía General de la República para “su adecuada valoración y tratamiento”.

Han pasado 7 meses desde que recibí esa amable contestación y el silencio sigue siendo la única respuesta que se me ofrece. ¿Por qué? Han cumplido ustedes de forma ejemplar su deber en tramitar mi carta ¿y los destinatarios? ¿seguirá el silencio siendo la respuesta soberbia que se le ofrece a una ciudadana cubana y a su familia? Por esa razón pedí en aquella ocasión que se hiciera pública mi misiva en las páginas del Granma, como otras, de igual, o mayor importancia.

No le solicito ahora que incluya ésta nota, demasiada cargada de la amargura de la espera por la justicia, demasiada perpleja para ser publicada, solo que reproduzca el texto original, capaz, quizás, de lidiar por si solo contra la insensibilidad y la apatía de unos pocos.
Cordialmente,  Bertha Magalys García Rojas

Mi nombre es Bertha Magalys García Rojas, fui integrante del primer contingente de maestros voluntarios que inició la alfabetización de nuestro pueblo, el resto de mi vida lo dediqué con excelencia y pasión a la educación en valores y la instrucción de nuestros niños hasta mi jubilación. Fidel nos dijo una vez en Tarará, siendo nosotros muy jóvenes, que la Revolución era una rebelión contra las injusticias, y que de saberlas, el Gobierno Revolucionario no toleraría nunca ninguna, lo recuerdo perfectamente.

Mi hijo ha sido despojado de su condición de Profesor Titular de Derecho de la Universidad de Oriente de forma ilegal e ilegítima, y para hacerse tal cosa se han violado todos los procedimientos que establece la Ley por quienes estaban obligados a cumplirla, privándolo primero de la posibilidad de ser parte de un proceso administrativo que lo desposeyó de la condición de profesor, y luego del derecho de apelar la decisión tomada y lograr, por tanto, defender los derechos laborales que como a cualquier ciudadano le concede nuestra Constitución.

Habiendo solicitado él formalmente se restableciera la legalidad quebrantada, desde el 20 de enero del 2016 espera por una consulta realizada por la Fiscalía Provincial de Santiago de Cuba a la Fiscalía General en relación a no habérsele otorgado el derecho al recurso de apelación y otras incongruencias apreciadas por esa instancia, pero dos quejas presentadas por él con posterioridad en la Fiscalía General de la República, han tenido luego de muchos meses el silencio como respuesta.

Le escribo al Granma porque es el periódico de nuestro Partido, el mismo que Fidel fundó y que ha encarnado siempre, aún en las circunstancias más complejas, la transparencia de la institucionalidad revolucionaria para nuestro pueblo. A mi edad cargo con el dolor de madre y de revolucionaria ante una situación como ésta, pero sus compañeros de trabajo y sobre todo sus estudiantes de toda la Universidad, que le aprecian y admiran como intelectual y profesor prestigioso, esperan como ciudadanos porque se respeten y cumplan nuestras leyes.

Confío que ésta nota se publique, para que el silencio no sea, otra vez, la respuesta.

Fraternalmente,

Bertha Magalys García Rojas
Calle Santa Rosa 564 / Reloj y Calvario
Santiago de Cuba.

La respuesta

El 24 de mayo 2018, cartasaladireccion <cartasaladireccion@granma.cu> escribió:

Estimada lectora:
Tal y como ud. nos escribe, el pasado mes de octubre tramitamos su carta a la FGR y no ha recibido la esperada respuesta. Debemos aclarar que todo lo recibido no se publica, el caso descrito por ud. es muy específico y personal.

Dpto. Atención al lector

La coletilla

Hace poco más de un mes, de paso por éstas tierras del oriente cubano, un joven y noble cantautor matancero ya avecindado en la capital cubana, nos dijo en una extendida sobremesa que una periodista cubana a su llegada al periódico Granma había manifestado tener la pretensión de hacerlo “un referente para izquierda latinoamericana”. Sin embargo, la respuesta que ahora da el Departamento de Atención al Lector de esa publicación a una paciente e indignada ciudadana cubana señala, quizás, cuánto falta para que esa meta sea algo más que una pretensión personal.

Para quien conoce y admira la formación de los profesionales cubanos, es cuestión de buena fe y terquedad dudar que la respuesta más arriba referenciada fuese redactada por un periodista, pero es seguro que, en ella, en la aséptica burla de sus escasas y absurdas tres oraciones, en la implícita apuesta a la impunidad dentro del anonimato organizativo que hace, en el impúdico ninguneo de la injustica y lo ilegal a un caso muy específico y personal, se encuentran las trazas de lo burocrático, incivil y cobarde que en Cuba trabajan para extinguir al Socialismo como patria soñada de la dignidad humana.

¿Llegará el día que hombres y mujeres de toda Cuba empiecen a peregrinar, a dejar, acaso como un remedo de creencias ancestrales, acaso como la pequeña y última huella de su impotencia, sus cartas de dolor a los pies de una piedra horadada en el Cementerio de Santa Ifigenia? No lo sé, pero mientras escribo, en Pinar del Rio, un hombre joven y lúcido hace su propio peregrinaje contra la injusticia de forma patética y angustiosa, hermosa y terrible: devora su propio cuerpo.

Ahora que la Directora del periodico Granma participa en la redacción del proyecto de reforma constitucional que dentro de unos meses será sometido al pueblo de Cuba para que la dignidad siga siendo la Ley primera de la República, quizás sea necesario recordar que la decencia es también virtud constitucional.

6 julio 2018 19 comentarios 494 vistas
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Ariel Ruiz Urquiola: secuelas de un debate

por Consejo Editorial 5 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Ernesto Mederos García

En Cuba el internet es frágil y caro. Los que vivimos aquí intentamos usarlo para lo indispensable. Facebook es un relajo y esto no necesita argumento. Pero mi catarsis no va sobre esto. Hace varios días noto cierta tirantez entre mis amigos a raíz de la postura o impostura con respecto al encarcelamiento de Ariel Ruiz Urquiola.

La culpa está en todos los que a ratos le hemos pasado paños tibios a esa parte de la Revolución que no es revolucionaria, que es represiva y torpe. Pero también la culpa está en aquellos que guardan silencio ante una disidencia corrupta, inculta y mentirosa, y que además navegan con holgura por el ciberespacio, al menos lo suficiente para verificar las fuentes de lo que encuentran aquí.

Me molesta que ningún medio nacional se haya pronunciado al respecto para informarnos. Y no tiene justificación más allá de la tautología del poder. He leído sobre oportunismo sin entender claramente a qué se refieren: si a los que se han manifestado o a los que no. He leído calificativos como “cobardes de contén” sin evitar pensar en el concepto de “valentía de ultramar”. He visto a mis amigos avergonzarse de otros, bloquearse, amenazarse, ofenderse. He leído a muchos que aquí no dispararon un chícharo pronunciarse como activistas por los derechos humanos.

Ariel es inocente. Pero todo esto es mucho más que Ariel y todos lo sabemos. Y no somos libres de culpa.

5 julio 2018 33 comentarios 430 vistas
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AMLO y el voto suicida

por Consejo Editorial 4 julio 2018
escrito por Consejo Editorial

Después de dos intentos y otros tantos despojos Andrés Manuel López Obrador (AMLO) gana la presidencia en México. Esta vez era más difícil robarle las elecciones por varias razones. La inmensa ventaja en las encuestas, un pueblo cansado de gobiernos corruptos y al suavizar su discurso, esta vez Estados Unidos no adoptó una posición frontalmente hostil contra su candidatura, quizás con un presidente demasiado ocupado construyendo un muro. La llegada de AMLO a la presidencia sin dudas es una buena noticia para la América Latina y sobre todo para el pueblo mexicano, pero no es ese hecho lo que me motiva a escribir sino la reacción de algunas personas, antes, durante y después de las elecciones mexicanas.

Ojalá algún sociólogo -psicólogo o psiquiatra- me explicara qué puede llevar a una persona a defender los intereses de una clase social a la que ni remotamente pertenecen, aún en contra de los suyos. Es comprensible que los más acomodados critiquen a los gobiernos de izquierda y apoyen a los de derecha, pero es difícil de entenderlo cuando lo hacen aquellos que no pertenecen a ese estrato social.

Algunos reproducían en las redes sociales las matrices de opinión creadas por aquellos que son enemigos acérrimos de todo gobierno que pretenda poner los recursos de un país en manos del pueblo. En este caso repetían una y otra vez que si elegían a AMLO entonces México se destruiría y quedaría igual que Venezuela. El país azteca es hoy poco menos que un estado fallido. Corrupción generalizada, violencia incontrolable, fosas comunes, miles de desaparecidos, sin embargo, los críticos de la izquierda jamás han cuestionado ese país y mucho menos asociado al gobierno o su sistema político con esos problemas. Todo lo contrario a lo que ocurre cuando se trata de Venezuela.

Es muy fácil criticar a los gobiernos de izquierda mientras viven en un país desarrollado. Sería interesante saber qué pensarían de esos gobiernos de derecha que defienden si vivieran en uno de esos países del tercer mundo.

¿Cómo puede ser que apoyen al candidato derechista en Colombia en lugar del progresista que propone un gobierno más preocupado por los problemas del pueblo? ¿Cómo apoyar al candidato que está en contra de la paz lograda en ese país después de décadas de violencia? Difícil de entender. Hace poco uno de mis amigos me eliminó de Facebook porque no estuve de acuerdo con una opinión suya. Es lo que generalmente ocurre, los críticos más acérrimos de los gobiernos de izquierda son a menudo los más intolerantes, pero les encanta denunciarnos de lo que ellos practican. Al parecer lo tendrán más difícil ahora en México, por suerte, por la lucha del pueblo mexicano y porque existe AMLO.

4 julio 2018 44 comentarios 376 vistas
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