En la Mesa Redonda del miércoles 14 me sorprendió la respuesta de Marino Murillo: “Alguien tiene que perder en esta situación” ante la pregunta de una ahorrista en CUP que cuestionaba que, si la nueva tasa de cambio del CUC era superior a 24 CUP, los ahorristas en CUP perderían parte de sus valores por depreciación automática. Hasta ese momento tenía entendido que las perjudicadas serían las empresas estatales, que tienen sus cuentas en un CUP reevaluado artificialmente, equivalente a un CUC, cuestión que se sobreentiende cuando los ejemplos se ponen en una tasa de 1×20, pero cambiarían radicalmente si la tasa fuera superior a 24.
El debate en curso sobre cuál será la tasa de cambio aprobada del peso contra el dólar/CUC —yo pronostiqué 1×50— va calentando los ánimos de la gente y las redes sociales. Al unísono, nos hace perder de vista que el rango de la discusión no es igual para el cambio posterior peso-dólar que CUP-CUC. En este último caso la varianza —o intervalo entre el valor mínimo y el máximo— debiera estar entre 1×1 y 1×24, pues cualquier tasa superior traería consecuencias indeseables. Es que no puede ser lo mismo la tasa de cambio para la reunificación cambiaria, que la tasa posterior para el cambio del peso por el dólar en las nuevas condiciones de la economía.
Entonces analicé con más detenimiento la cuestión de las tasas de cambio y llegue a las siguientes consideraciones:
- Si no se realiza primero una conversión de los CUP reevaluados actualmente en las empresas estatales a CUC a una tasa inferior a 24, cualquier cambio generalizado que se realice a una tasa superior a esta solo beneficiará a las empresas estatales por una revalorización automática de su patrimonio debido a un malabarismo financiero.
- Solo después de que este patrimonio empresarial haya sido devaluado con una tasa de cambio que lo acerque a la que hoy tiene el CUC de la población (1×24), pero inferior a ella, es que todos los CUC podrían empezar a cambiarse a una tasa única.
- De ocurrir la aplicación de una tasa de cambio superior a 24 para todos los CUC, el patrimonio actual de las empresas, incluyendo sus inventarios ociosos, serían reevaluados, mientras que los CUP de la población que hoy están en sus manos quedarían devaluados desde un primer momento, a lo que se añadiría de inmediato la posible depreciación en la tasa de cambio del peso frente al dólar en el mercado interno de divisas, sea formal y/o informal.
Desde el primer día, en los programas televisivos dedicados al ordenamiento financiero se definió que el objetivo era la devaluación del CUP para hacer más objetiva la contabilidad y competitiva la economía. El problema es que hay dos CUP, el de las empresas estatales, que vale un CUC, y el de la población que vale 0.04 CUC. De ahí que lo primero sería poner ambos CUP a valer lo mismo, devaluar el primero y reevaluar, o dejar igual, al segundo. Al objetivo le faltó un detalle: ponerle el adjetivo estatal al CUC que hay que depreciar.
La devaluación propuesta debería afectar al CUC del Estado sin lastimar al de la población, o hacerlo mucho menos. En los años 2013 y 2014 se hablaba de una tasa de 10-12×1 para las empresas estatales y mantener la de 24×1 para la población. Tras esa fase es que sería posible aplicar al peso una tasa de cambio inicial general frente al dólar, o ponerlo a flotar contra una canasta de divisas hasta que alcance su real precio en el mercado internacional.
Como no soy economista de formación, espero me dispensen alguna imprecisión en estas aseveraciones, pero la cuestión esencial es que una tasa de cambio única, superior a la actual de 1×24, dejará a la población consumidora y ahorrista como la gran perdedora en esta unificación. Si ya lo es, al tener que pagar las mercancías en una moneda en la que no cobra y a una tasa de cambio de 1×24, también lo sería cuando viera depreciarse de súbito los CUP que haya podido ahorrar, o portar en sus bolsillos, sean muchos o pocos.
En la otra esquina, las empresas estatales, probadamente ineficientes e ineficaces, que únicamente se han sostenido funcionando por malabarismos contables a su favor, resultarían premiadas. Lejos de ver afectado su patrimonio lo reevaluarían, y con esos recursos adicionales podrían entrar en la nueva normalidad financiera y la competencia intersectorial en condiciones privilegiadas.
En cambio, los TCP y otras formas no estatales, que actualmente trabajan con la tasa más objetiva y cercana al valor real del peso de 1×24, al no ser aún reconocidas como empresas, verían diluirse una parte importante del valor de sus cuentas y del capital invertido hasta el momento, pues los ahorros se cambiarían a la tasa actual de 1×24, mientras que el peso quedaría depreciado desde el inicio.
Si hemos esperado tanto, hagamos las cosas de una forma más cercana al ganar/ganar, tanto para vendedores y compradores, como para sujetos estales y no estatales. Dejemos atrás el ganar/perder, porque con ese espíritu ya sabemos quiénes serán siempre los beneficiados y los perjudicados.
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