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“Con Martí, cruzando el Brooklyn Bridge”

por María Isabel Alfonso 30 enero 2020
escrito por María Isabel Alfonso

New York, 30 de enero, 2020

Un frío miércoles de principios de año, 30 de enero, como hoy, pero de 1895, salía José Martí[1] de New York hacia Montecristi para dar inicio a la Guerra Necesaria.  Partía a sus 42 años a un viaje sin regreso. De ellos, había vivido 15 entre Manhattan y Brooklyn –la mayor parte, en Manhattan—.

Siempre he tratado de imaginar cómo habría sido para Martí llegar en 1880 a aquella urbe a medio camino entre el pasado y la modernidad; con automóviles y caballos pujando por un mismo espacio junto a un millón de habitantes empeñados en similar propósito. ¿Cómo serían los lugares donde vivió y trabajó? ¿Cómo sería aquel apartamento de Brooklyn en Kent, calle por la que paso con frecuencia en camino a la universidad en ese mismo barrio, a hablarle a estudiantes eternamente sorprendidos ante mi invariable pasión por ese hombre de baja estatura, bigote exagerado y frente amplia?

Salvo la estatua ecuestre de Anna Hyatt Huntington, erigida en Avenida de las Américas y Central Park en 1965, apenas quedan trazos visibles de la estancia neoyorkina del poeta. Existe hasta un memorial a Félix Varela —fallecido en 1853, año en que nació Martí— en la Iglesia de la Transfiguración en el Lower Manhattan, área donde aquel fungió como vicario general de la diócesis por 16 años. Martí, en cambio, parece como si no hubiera existido.

Escultura ecuestre de José Martí por Anna Hyatt Huntington en W 59th St. Central Park. Foto: Regan Vercruysse

Martí espectral

En este contexto de un inmaterial Martí newyorkino, pobre en bustos y tarjas conmemorativas, el poeta ocurre como una suerte de espectro. Los fantasmas, apuntó Edensor[2], “residen en nuestras memorias personales; son residuos de espacios y tiempos distantes que permanecen en nuestros cuerpos; son hábitos; maneras que nos poseen”. Martí, sin dudas, nos habita; nos sondea; nos escucha; nos hace ser. Desde cualquier esquina de esta gran ciudad, apenas sin nosotros saberlo, cura nuestras nostalgias; nos cuida.

Por acá pasó por primera vez en 1875 a bordo del vapor trasatlántico Celtic, proveniente de Liverpool y camino a México, país donde residiría hasta el 1877 y donde conoce a su esposa, Carmen Zayas Bazán. Solo 4 años en España después de su salida forzada del presidio en Cuba, serían suficientes para entender que era en New York y no en la “madre patria”, donde se radicaría. Como ha señalado Lisandro Pérez, New York era la urbe donde una pujante comunidad cubana había comenzado a echar raíz desde principios del XIX, a partir del boom de la producción azucarera en la Isla, como consecuencia del alza de los precios, en el contexto de revolución haitiana. Eran a los puertos de Manhattan a donde llegarían las cajas del azúcar, lista para ser refinada.

Tras recorridos intermitentes por Centroamérica y visitas cortas a La Habana, Martí regresa a su ciudad natal en 1878. Solo un año después es arrestado y nuevamente enviado en calidad de preso a España. De allí, partiría otra vez a New York en 1880, ahora para radicarse de manera definitiva.

Lo recibe su amigo Miguel Fernández Ledesma, pero a los pocos días, se muda a la casa de huéspedes de Carmen y Manuel Mantilla, en 49 East 29 St., cerca del Flatiron District. La casa de los Mantilla es un hervidero de ideas. A ella llegan muchos de los emigrados cubanos, deseosos de compartir y debatir sobre la mejor manera de hacer la guerra. En el área actualmente se encuentra la embajada de Moldavia y un solar yermo.

El mismo año llegan a New York Carmen Zayas Bazán y su hijo, José Francisco, pero volverían a La Habana a los 8 meses. Al parecer, aquella ciudad no era sitio para la criolla acostumbrada al clima cálido y deferencias de clase.

Martí viaja a Venezuela en 1881, pero regresaría poco después a la gran urbe. Esta vez, se establece en 459 Kent Ave, Brooklyn, con la esperanza de que Carmen y su hijo regresen y permanezcan con él de manera definitiva. Ambos arribarían nuevamente a la ciudad en 1882, pero solo para regresar a La Habana tras un breve período. Un último intento de hacer vida juntos fue en 1891. Martí vivió invadido por la tristeza permanente de no saberse apoyado por Carmen y de vivir lejos de su hijo. Se debía a una familia más grande, una del tamaño de una isla.

A pesar de la soledad, o quizás, gracias a ella, se adentra en una etapa de intenso trabajo. A pedido del Departamento de Estado de los Estados Unidos, se desenvuelve como cónsul interino de Uruguay. Posteriormente, será cónsul general de otras embajadas latinoamericanas en New York. Su creciente prestigio intelectual le abre el camino hacia posiciones como esta. Llega a ocupar el cargo de director del periódico La América, revista ubicada en Broadway 756, desde donde publica una extensa lista de crónicas sobre los Estados Unidos y la región, tales como “El tratado comercial entre los Estados Unidos y México” (1883), logrando conformar así un abarcador compendio de temas panamericanos.

Desde 120 Front St., Apt 13, espacio que parece haber usado para su oficina personal, funge como corresponsal de importantes periódicos latinoamericanos tales como La Nación, en Buenos Aires; La Opinión, en Caracas; y El Partido Liberal, en México.

Nada queda de ninguna de esas estructuras. Ningún nombre figura en tarja. Pero Martí, habita.

Madam Griffou

La francesa Madame Griffou llega a New York por los1870s proveniente de Cuba, acompañada por su segundo esposo. Juntos, deciden abrir una casa de huéspedes en la 21 East 9 St. El hotel acoge a inmigrantes franceses, españoles, pero sobre todo, a cubanos. La propia hija de Griffou, nacida en New York, está casada con uno. El personal de servicio, las camareras y cocineros, cubanos todos. El lugar es sitio de encuentro perfecto para insurrectos ansiosos por reiniciar la guerra final.

Recibe el Griffou también a artistas y bohemios a quienes otros cierran sus puertas, por extravagantes y raros. Es fuente de inspiración para William Dean Howells, quien enmarca sus novelas World of Chance y A Hazard of New Fortunes, de 1890 y 1893, respectivamente, en el modesto hostal.

Hotel Griffou, sitio donde Martí conoció a Antonio Maceo y a Máximo Gómez, en 21 East 9 St., Manhattan.

Un día, uno de los inquilinos amarra en el patio del hotel a un oso pardo que había comprado con su cuantiosa fortuna. La policía interviene y el animal es enviado al zoológico del Parque Central. Posteriormente, un banquero millonario asesina al amante de su esposa y se quita la vida en una de las habitaciones. Mark Twain suele frecuentar el lugar. Oscar Wilde, durante su gira de 1882, permanece allí.

Dos años más tarde, el 2 de octubre de 1884, el hotel sería testigo de un acontecimiento aún más exótico.[3] Un general blanco en canas y un mulato de estatura imponente, allí alojados durante su paso por New York, se dan cita con un jovenzuelo abogado cubano relativamente nuevo en la ciudad quien, para el poco tiempo que ahí lleva, ha logrado armar menudo revuelo. Se conocen, pero solo por cartas. Lo harán ahora en persona, en el corazón del Greenwich Village. Allí, en el Marie Griffou, coinciden Máximo Gómez, Antonio Maceo, y José Martí, por primera vez.

Un par de semanas después, a pedido de Martí, se produce otro encuentro. Martí, con la pasión que lo caracterizaba, discurre sobre lo que considera posibles errores de estrategia en la futura conducción de la guerra de independencia. Se preocupa por lo que vendrá después, por la república que les tocaba forjar.

La conversación se va tornando acalorada. Gómez y Maceo andan frustrados por otros motivos. Félix Govín, un millonario cubano radicado en New York, quien les ha prometido colaborar con $200 0000 para los preparativos de la guerra, se ha arrepentido de su generosa oferta. Recoger el dinero es, de hecho, el motivo principal de este viaje de los dos militares, en el cual han gastado los poquísimos fondos que habían podido recaudar durante sus campañas por Key West.  Martí no para de hablar, de dar recomendaciones, de querer soñar junto a Gómez y Maceo, la futura nación.

Gómez lo interrumpe. Lo silencia. Le dice que su consejo no ha sido solicitado. Que su función es limitarse a acatar órdenes. Un ayudante le ha preparado un baño caliente en el cuarto adyacente al viejo militar. Sostiene una toalla en una mano para el Generalísimo, quien airado, la toma bruscamente y se retira a darse su baño, dejando plantado a Martí.

El desaire y la falta de perspectiva derrumban al joven Martí. Maceo trata de consolarlo. Achaca la reacción del Generalísimo a sus años. Colisión de gigantes. No sería la última vez. Luego, en La Mejorana, sería Maceo quien haría dormir a Martí y a Gómez a la intemperie, en similar arranque de furia.

Y Martí el cívico, el intelectual, el amoroso, el genio, espera que salga Gómez del baño, para despedirse, aunque sin poder disimular su desconcierto.

Escritos en la nieve

Se toma dos días en responder al desplante de Gómez, a quien le dirige cortésmente en misiva estas palabras:

Salí en la mañana del sábado de la casa de Vd. con una impresión tan penosa, que he querido dejarla reposar dos días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas, —sino obra de meditación madura: ¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!— Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo.

Gómez no respondió, aunque comentó a alguien que “el tal Martí” le había escrito “una carta irrespetuosa.” En todo caso, no pudieron continuar con su estrategia insurgente, dada la falta de recursos y apoyo.

Aunque seguiría comprometido con la libertad de Cuba, Martí guarda distancia por alrededor de 7 años, durante los cuales se dedica fundamentalmente a escribir. Pareciera como si en este período se fusionara con la ciudad, se detuviera en cada detalle de ella, la cincelara con sus palabras. Publica extensamente.

Ya habían salido a la luz para entonces algunas de sus más bellas crónicas sobre New York, tales como “El Puente de Brooklyn”, tras su inauguración el 24 de mayo de 1883, sólo a tres años de su llegada a la urbe. Escribiría para La América, en junio del mismo año:

Palpita en estos días más generosamente la sangre en las venas de los asombrados y alegres neoyorquinos: parece que ha caído una corona sobre la ciudad, y que cada habitante la siente puesta sobre su cabeza: afluye a las avenidas, camino de la margen del Río Este, muchedumbre premiosa, que lleva el paso de quien va a ver maravilla: y es que en piedra y acero se levanta la que fue un día línea ligera en la punta del lápiz de un constructor atrevido; y tras de quince años de labores, se alcanzan al fin, por un puente colgante de 3,455 pies, Brooklyn y New York.

“Brooklyn Bridge”, Underwood & Underwood, ca. 1900 (NY Municipal Photo Archives).

Sobre la tormenta de nieve de marzo de 1888, escribiría para La Nación:

Ya no se veían las aceras. Ya no se veían las esquinas. La calle Veintitrés es de las más concurridas: y un tendero compasivo tuvo que poner en su esquina un poste que decía: “Esta es la calle Veintitrés”. A la rodilla llegaba la nieve, y del lado del viento, a la cintura. (…)

Uno ha hecho de la seda de su paraguas un tapacaras, con dos huecos para los ojos y otro para la boca, y así con las manos a la espalda, va quebrando el viento: otros llevan los zapatos envueltos en medias, o en sacos de papel, o en papel de estraza, o en retazos de caucho, atados con cordeles: otros van abrigados con polainas y gorros de velocipedistas: a otro, casi cadáver, se lo llevan cargando, envuelto en su sobretodo de piel de búfalo. Este, botas de caballería, aquél de actor, aquél de cazador. “¡Señor! dice una voz de niño a quien la nieve impide ver, “¡sáqueme de aquí que me muero!” Es un mensajero, que una empresa vil ha permitido salir con esta tormenta a llevar un recado.

“After the Great Blizzard”, March 18, 1888 (NY Municipal Photo Archives).

Describiría también los inventos de ese pueblo al que calificó de “utilitario”: las alarmas de fuego; un tipo nuevo de pared, la invención de la electricidad… Todo capturaba su atención. Pero no se quedaba en el fenómeno, sino en sus implicaciones. Cada uno de ellos era una justificación para indagar sobre la coexistencia de ricos y pobres; sobre la infancia desprotegida; sobre la sociedad moderna.

Publica también sobre las campañas electorales en los Estados Unidos y la forma en que se echaban “lodo” y “clavaban puñales por la espalda y la barriga los candidatos”; sobre la primera votación de las mujeres en Kansas; sobre la influencia de la inmigración en la cultura pública de New York; sobre la pobreza.

1890 ca. A pair of girls walk east along 42nd Street. (NY Municipal Photo Archives).

Dos proyectos de suprema importancia se fraguaron en esta etapa: Los cuatro números de la revista La Edad de Oro, “dedicada a los niños de América”, publicados en 1889 en William St. No. 77; y el periódico Patria —publicación aliada al Partido Revolucionario Cubano— fundado en 1892 en Front St. No. 120. No quedan rastros visibles tampoco de las construcciones originales que acogieron a tan gigantes proyectos. Pero la geografía espectral del cubano de alma grande lo ocupa todo.

William St.

De Delmonico’s a Montecristi

No sería hasta principios de 1890 que Martí se entrega nuevamente a los preparativos de la guerra con la misma pasión que lo acompañaba durante aquella visita a los militares cubanos en el Griffou. Reside ahora en la calle 58 No. 361 West. En 1891 publica “Nuestra América” en La Revista Ilustrada de Nueva York y viaja a Tampa, donde pronuncia el discurso “Con todos, y para el bien de todos”, y se hace miembro de la Liga Patriótica Cubana de Ybor City. Regresa a New York y al mes siguiente, vuelve para Tampa. No para. Parece querer recuperar todo el tiempo en que no viajó o se dedicó activamente a organizar la lucha armada. Visita fábricas, habla con los tabacaleros. Moviliza conciencias. Recauda fondos. Enferma de broncolaringitis. Hace almas.

Viaja por las Antillas desde agosto de 1893 hasta octubre, cuando regresa a NY desde Kingston, Jamaica.

Manifiesto del barco por donde entró en 1893 a NY. Martí figura como el número 14 en la lista. (Récords obtenidos en Ancestry.com)

En 1894, inicia otra gira por Centroamérica y regresa a New York vía Kingston a bordo del vapor “Ailsa”.

Manifiesto del barco por donde entró en 1894 a NY. Martí figura como el número 3 en la lista. (Récords obtenidos en Ancestry.com)

El 28 de enero de 1985, se reúne con sus amigos en el famoso restaurante Delmonico’s para celebrar su cumpleaños y despedirse. El 29, redacta un documento que contiene la orden de iniciar combate, el cual es enviado dentro de un tabaco para Cuba. El 30, partiría de New York para siempre.

Restaurante Delmonico’s (Antes)

Allí, en el restaurante Delmonico’s del cual escribió en muchas de sus crónicas, y el único lugar que parece haber resistido el paso del tiempo manteniéndose en pie el edificio original, se juntan ese 28 de enero todos los posibles Martí en uno solo: el padre que sufre haberse privado de vivir con su hijo; el intelectual que debe probarse como guerrero; el que ama a su Cuba y no quiere morir, pero va a hacerlo; el que ama la paz pero sabe que la guerra es la única alternativa posible; el que sabe que una guerra sin proyecto de nación es misión lanzada al vacío. No es cena, ese último encuentro con sus amigos; es conjuro. Delmonico’s no es ese 28 el lugar donde se sirven “en ricas servilletas las botellas húmedas; en fuentes elegantes manjares selectos; en leves cristales perfumados vinos”; es espacio neutro, despojado de vida, punto de partida sin retorno, a la manigua, a los mosquitos, al fango, al hambre, a la muerte… Es la reminiscencia de un pasado que ya le falta.

Restaurante Delmonico’s (Hoy)

Solo un hombre grande cruza puentes sabiendo que del otro lado lo espera el abismo. A medida que avanza, se aleja de lo que más quiere, pero al hacerlo sus pisadas sientan firme el andar de quienes le siguen.

Nosotros los cubanos nos aferramos hoy a nuestras pequeñas y patéticas batallas de poder. Nos vestimos de odio con el falso pretexto de hacer patria. No cruzamos un puente. ‘No me ultrajan a mí —pareciera decir José Julián, espectral, desde New York— ultrajan la posibilidad misma de ir “haciendo almas”’, sus almas. Nosotros los cubanos deberíamos hacer un poco de silencio alguna vez y dejar que nos visite ese Martí. Nos dirá cosas suaves al oído; será gentil, como lo fue con los militares llenos de hombría y exagerada estridencia en el Griffou.

Al menos así lo siento yo, que cada vez que paso con mi hijo Julián por el Brooklyn Bridge. Si prestamos atención, escuchamos a Martí susurrar que del otro lado del puente, aún nos aguarda.

[1] Todas las fechas y la reconstrucción histórica en este artículo están basadas en el sitio del Centro de Estudios Martianos.

[2] Edensor, Tim. 2008. “Mundane hauntings: Commuting through the phantasmagoric

working-class spaces of Manchester, England.” Cultural Geographies 15 (3): 313- 333.

[3] Los hechos relativos al encuentro en el Griffou, así como en el Delomonico’s han sido recreados siguiendo la línea de lo narrado por Lisandro Pérez en su libro Cuba, Cigars and Revolution. The Making of Cuban New York. New York University Press, New York, 2018, y de su blog Cuban Newyorker.

30 enero 2020 31 comentarios
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Cuba

Siete retos para los jóvenes de América Latina

por Consejo Editorial 28 diciembre 2013
escrito por Consejo Editorial

fernando-martinez-herediaPor: Fernando Martínez Heredia (Intervención en la presentación de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad, durante el 18º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, Quito, Ecuador, 12 de diciembre de 2013)

El tema que me han pedido desarrollar me parece muy procedente, porque junto al conocimiento y la confraternidad entre los participantes, las acciones de solidaridad y demás actividades, estos Festivales son también espacios donde se examinan y debaten cuestiones fundamentales para los jóvenes que trabajan por la creación de un mundo de justicia y libertad para todos.

 Quisiera exponer siete desafíos que a mi juicio deben enfrentar los jóvenes de América Latina y el Caribe. Sin dudas hay más retos, y la formulación general no puede tener en cuenta los ámbitos específicos que condicionan la identificación de las realidades, los modos de comprender y sentir, las contradicciones y los conflictos que se enfrentan, los objetivos e instrumentos que se privilegian. Además, seré sintético, como corresponde al tiempo disponible.

 Primer reto. Los jóvenes tienen características generales en cuanto tales que no debemos olvidar nunca; ellas siempre son importantes, y pueden llegar a ser decisivas. Pero no existen los jóvenes en general. El primer reto parte de la realidad de que una gran parte de los jóvenes de nuestro continente se enfrentan todos los días al desafío de sobrevivir y encontrar un lugar en el mundo. Padecen hambre o carecen de alimentación suficiente, de servicios de educación y de salud, de empleo, y viven en familias precarias. Saben del trabajo infantil, de la delincuencia de los pobres, la prostitución y el consumo de drogas baratas. Esos jóvenes no están aquí, no conocen lo que hacemos ni nuestros escritos –muchos no podrían leerlos–, ni es probable que les interesen. No suelen votar, porque no sienten suya la política que existe en sus países. Por consiguiente, muchos pueden ser acarreados precisamente por los culpables de la vida que llevan, si les resuelven algunas de sus necesidades perentorias.

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28 diciembre 2013 22 comentarios
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Cuba

Razones para seguir blogueando

por Consejo Editorial 1 abril 2013
escrito por Consejo Editorial

blog-razonesPor: Harold Cárdenas Lema

Llevo días por escribir estas líneas pero el teclado se me resiste, terco y obstinado. Yo que creía poder escribir a voluntad, resulta que solo he podido garabatear un post sobre las muchas razones que pueden impulsar a uno a escribir en un blog.

Escribo como militancia, exorcismo personal y necesidad. El blog se me hace imprescindible y me subordino completamente a él. Vivo sus victorias y derrotas en carne propia, trato una y otra vez de mirar adelante y no detrás, trato de marcar la diferencia en una realidad muy compleja. A la generación de Fidel le quedaba muy claro qué había que hacer, cuál era el camino a seguir y contra quién eran las balas, a nosotros las fronteras y los enemigos se nos desdibujan y a veces las balas vienen de nuestras propias filas.

Bloqueo pese a la censura que me hago yo mismo. No sé qué escribir que no sea manipulado por unos y malinterpretado por otros. No puedo escribir sobre el amigo que perdió el trabajo por un post, ni de la señora que fue sancionada en su centro laboral por recibir un correo que nunca leyó. El que dijo que la verdad siempre sería revolucionaria, no fue bloguero en la Cuba de hoy.

Si escribo sobre alguna de estas cosas, por mucho que el ánimo sea de resarcir esos errores, los enemigos de mi país y sus seguidores lo utilizarán para agredir a la Revolución, la pobre, que paga todas las culpas y platos rotos que provocan muchos que se dicen (y se creen) revolucionarios cuando en realidad la maquinaria burocrática ya los ha hecho suyos.

Podría decir que blogueo aún por ánimo de joder y no darle el gusto a los que prefieren que estas voces jóvenes (y revolucionarias) se callen para evitar “problemas”. Pero estoy seguro que escribo como ejercicio de pensamiento, con ánimo propositivo y con afán de ayudar a la construcción del país que aún no tenemos pero podemos llegar a ser.

Llevo días por escribir estas líneas pero el teclado se me resiste, terco y obstinado. Yo que creía escribir a voluntad, resulta que a veces lo más importante es seguir existiendo, seguir blogueando.

1 abril 2013 100 comentarios
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Cuba

54 años de fracasos

por Consejo Editorial 4 enero 2013
escrito por Consejo Editorial

fracaso-yanqui Por: Osmany Sánchez

Como cada año por esta fecha, siguiendo un guión escrito allá en el Norte, los principales medios de prensa y los pseudos periodistas -también llamados mercenarios de las teclas- de dentro de Cuba se lanzan a describir a la Revolución Cubana y su sistema social como un completo fracaso. Nada nuevo, los mismos argumentos una y otra vez.

El supuesto fracaso de nuestro sistema lo podemos analizar desde dos puntos de vista, el primero por las cosas que no hemos logrado hacer y el segundo por las cosas que hemos permitido que sucedan. Los pesimistas, los agoreros, preferirán siempre ver lo que falta, los optimistas, los revolucionarios, además de no conformarnos con lo que nos falta, vemos también lo que no hemos permitido que suceda.

Me dicen que mi sistema es un fracaso y que no es viable porque no tenemos un desarrollo económico como un país del primer mundo y ahí empiezan las comparaciones. No tiene mérito alguno que los cubanos cuenten con salud y educación gratuita porque en Canadá y Noruega también la tienen…

A la hora de analizar los tropiezos de nuestro país en su desarrollo económico, jamás nuestros detractores se detienen a analizar los factores externos que nos impiden ese desarrollo. La culpa es toda del gobierno, del sistema. Por supuesto que no me voy a aparecer yo aquí a decir que no se han cometido errores, se han cometido y muchos pero ignorar el bloqueo sería imperdonable.

En una ocasión escuché decir al presidente ecuatoriano Rafael Correa que decir que el sistema cubano fracasó sin tener en cuenta las acciones norteamericanas para impedir el desarrollo económico de Cuba, era como tomar a una persona, amarrarle los pies y las manos, lanzarla en una piscina y entonces decir que se ahogó porque no sabía nadar.

Desde el propio inicio del proceso revolucionario hemos tenido a noventa millas de nuestro país a la principal potencia del mundo tratando de ahogarnos por todos los medios posibles, desde terrorismo hasta bloqueo económico. ¿Es despreciable el bloqueo? Yo creo que no.

Cuantas cosas hubiésemos podido hacer si pudiéramos utilizar el dólar para comerciar como cualquier país del mundo, si pudiéramos comprar y vender en el primer mercado del mundo y no tener que hacerlo a miles de kilómetros de distancia. Qué ventajoso sería que los barcos pudieran entrar a Cuba sin tener que estar luego 6 meses sin poder entrar a Estados Unidos.

Cuántas oportunidades de negocios se abrirían para Cuba si para venderle un producto a Estados Unidos el vendedor no tuviera que demostrar que no contiene más de un 10 % de productos de origen cubano. La plataforma Scarabeo 9 que recientemente exploró en Cuba en busca de petróleo, tuvo que ser construida especialmente para esta operación pues para perforar en Cuba no podía contener más de un 10% de productos norteamericanos. ¿Es despreciable el bloqueo? Yo creo que no.

Dicen que el sistema cubano es un fracaso porque los cubanos emigran. En esto hay algo de cierto, yo aspiro a que mi país sea un lugar de donde los jóvenes –sobre todo los jóvenes- no quieran irse y que los que estén fuera quieran regresar, pero es que no podemos obviar que somos un país del tercer mundo y es normal que exista migración.

El nivel de instrucción de los cubanos –gracias a la Revolución- le da ventajas sobre otros cuando emigran por eso no solo optan por países del primer mundo sino también viajan hacia el Sur. A diferencia de lo que insinúa la gran prensa no son los cubanos quienes más emigran, en esa lista están por delante de Cuba muchos países a los que nadie le cuestiona su vocación “democrática”. Otra curiosidad sobre este tema es que mientras que las personas que emigran de otros países son emigrantes económicos, los cubanos son automáticamente denominados “exiliados”.

Cuando un cubano llega a los Estados Unidos tiene inmediatamente permiso de trabajo, acceso al Social Security, reciben una tarjeta de residencia permanente (green card), residencia legal al año y un día, Federal food stamps (alrededor de 170 dólares por 6 meses, si tienen hijos pequeños les pagan más, además reciben 180 dólares en efectivo por 6 meses), educación universitaria gratis por cinco años para algunas carreras, por ejemplo Contabilidad, acceso al medicare (atención médica gratuita por un año)

Si el resto de los habitantes del mundo tuvieran estas ventajas unos cuantos países se quedarían vacíos y nadie los llamaría exiliados.

Les decía al inicio que los logros o fracasos de nuestro sistema en estos 54 años podemos medirlos no solo por las cosas que no hemos logrado hacer sino por las cosas que hemos impedido que sucedan. Gracias a la Revolución hemos impedido que los niños se vean amenazados por las drogas, la desnutrición o la prostitución infantil, que las calles se llenen de armas y que cualquier loco comenta un asesinato en masa, que la población se quede abandonada en tiempos de crisis, que el gobierno apoye a los banqueros y no al pueblo, que ningún cubano no tenga acceso a salud o educación por falta de dinero…

Este es el cuento de nunca acabar. Unos preferirán siempre ver el vaso medio lleno y comenzarán este 2013 con muchas esperanzas y ganas de trabajar para contribuir a tener cada un día un país mejor. Otros seguirán viendo el vaso completamente vacío y hasta roto, estos son los mismos que llevan 54 años de fracasos. Y seguirán contando…

4 enero 2013 76 comentarios
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Cuba

La Joven Cuba en Girón (+fotos)

por Consejo Editorial 20 abril 2011
escrito por Consejo Editorial

Los administradores de La Joven Cuba celebran este 50 aniversario junto al tanque de la Victoría .

Por: Harold Cárdenas Lema y Roberto G. Peralo
Desde el mes de septiembre se nos ocurrió la idea de conmemorar el 50 aniversario de la victoria en Playa Girón, en coordinación con la UJC provincial y con el apoyo de varios organismos pudimos hacer la caminata que habíamos proyectado. Un trayecto de 65 kilómetros desde la Comandancia en el central Australia hasta las arenas de Playa Girón, en el que cada uno de los 50 jóvenes representaba un aniversario de este suceso histórico.
Salimos de la Universidad el domingo 17 a las 2:00 p.m., curioso el trayecto al central porque fuimos a Girón precisamente en una guagua Girón, que no son las mejores ni las más cómodas pero son las que teníamos. Al llegar a Australia (el central) dimos un recorrido por el museo donde radicara el puesto de mando revolucionario en el año 1961 donde Fidel dirigió todas las operaciones. En el museo vimos las armas y paracaídas que usaban los mercenarios y poco faltó para que pidiéramos prestado el uniforme con protector de mosquitos que traían los invasores. Pero lo mejor de todo fue encontrarse a un gusano como mascota de los mercenarios, parece que el nombrecito no se lo pusimos nosotros y si fue así, pues lo acogieron muy bien, lástima que ninguno de estos gusanos sea de seda (al menos así serían productivos).

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20 abril 2011 59 comentarios
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