La ciencia no es emocional, es objetiva, me digo siempre. Hoy tengo que repetirlo cien veces antes de escribir este texto. Espero lograrlo. Es difícil, es un verdadero reto, porque vivimos en un país que desborda surrealismo.
El programa Mesa Redonda de ayer tuvo entre sus invitados al ministro de la industria alimentaria, que ofreció una de las intervenciones más desacertadas que he visto en un funcionario de su rango. Lo preocupante es que dirige un ministerio que constituye el corazón de la seguridad nacional en Cuba; más importante incluso que el MININT.
La falta de profesionalismo, poca capacidad comunicativa, evidente dificultad para leer cifras de varios dígitos, el mal uso del lenguaje y la nula sensibilidad, se unieron ayer para mostrarnos la importancia que se le confiere a un asunto de tal jerarquía. La frase: “a pesar del bloqueo” era una muletilla que el ministro repetía incesantemente, no sé si para convencernos a nosotros o a él.
Tampoco parece tener asesores competentes, porque el Power Point que utilizó tenía el mismo error en una cifra astronómica de millones de toneladas de alimentos que, según el ministro, se le garantiza a los cubanos. La descripción de la industria de la croqueta, que pasa a ser la base de todo de ahora en lo adelante, dejó asombrados a los televidentes, que se enteraron de que las gallinas decrépitas eran una especie; la biología estará de plácemes.
Como somos un país surreal, ya fue decidido que esa intervención nunca ocurrió, por eso la retiraron del muro de Facebook de la Mesa Redonda, en YouTube la editaron para eliminar el fragmento con las erróneas cifras y la explicación de las susodichas croquetas, y en Cubadebate eliminaron la palabra decrépitas, que no ofendía a las pobres gallinas sino a millones de personas.
Nosotros actuamos en tiempos digitales y los que deciden lo hacen en tiempo analógico. No son las gallinas lo único decrépito aquí. Esas estrategias de ocultamiento y negación son risibles. Ya compartimos la información en las redes, tenemos capturas de pantalla, varias publicaciones y, por supuesto, los siempre esperados memes, la adaptación de la caricatura política a épocas de internet.
La alimentación es un enorme problema en Cuba desde hace bastante, pero hoy es una cuestión crítica. Garantizar a las familias el desayuno, almuerzo y comida diarios es un drama cotidiano que implica tensiones cada vez mayores y un desgaste físico y psíquico. No se trata solo del incremento sostenido de los precios, ya inalcanzables para sectores vulnerables como los ancianos y las personas jubiladas, sino de la inexistencia de los productos más necesarios para una alimentación básica: leche, huevos, harina, carne, pescado, grasa, viandas y frutas.
La influencia de la pandemia es innegable, pero no es la única causa del desabastecimiento. Desde finales del pasado año, cuando se declaró una situación coyuntural, empezó la lucha por llevar comida a la mesa, algo que nunca ha sido fácil en este país. La imposibilidad de realizar un pago de 83 millones al Club de París, indicaba que las cajas del Estado estaban en gravísimas dificultades y que se recortaba también la importación de alimentos, cosa reconocida por el propio presidente.
La demora injustificada para concretar el proceso de reformas anunciado desde hace más de una década nos ha conducido a un callejón sin salida. La lucha contra la especulación, los coleros y otras consecuencias, jamás será un enfrentamiento a las verdaderas causas de la ruina que es hoy la economía nacional.
Los que están “por encima de la sociedad y del Estado”, que no han sido capaces de dirigirse a la ciudadanía desde que comenzó la pandemia, deberían tener presente que la situación de las cubanas y cubanos es casi humanitaria. Cambien de una vez lo que deba ser cambiado —y no me refiero únicamente al ministro de la industria alimentaria—, que la paciencia se agota ante una mesa vacía.
Les propongo un ejercicio conjunto que podría potenciar en los que dirigen el deseo de trasformaciones rápidas: hagamos unidos las colas, luchemos codo con codo por un paquete de pollo o una botella de aceite, marquemos de madrugada para esperar que saquen algo, sudemos juntos tras las mascarillas. No vemos ya a los coleros, pero tampoco los vemos a ustedes, o a sus esposas, madres, hijos…
Necesitamos alimentar a nuestras familias, ello no es un lujo. Recuerdo un tiempo en que el primer secretario del Partido decía que los frijoles eran más importantes que los cañones. Eso no ha cambiado, pueden estar seguros.