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Seguridad del Estado

Articulación Plebeya

La articulación pendiente de la ciudadanía cubana

por Alina Bárbara López Hernández 28 noviembre 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

El jueves 26 de noviembre de 2020 había comenzado un evento de intelectuales convocado por el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo de Cuba, con sede en la ciudad de Cárdenas (CCRD). La pandemia obligaba por entonces a evitar los viajes interprovinciales y las reuniones personales, pero Rita García Morris, directora de esa institución —que con gran vocación ecuménica auspiciara durante años los talleres que dieron lugar a la Red de intelectuales por los derechos humanos—, tuvo la iniciativa de mantener el encuentro vía WhatsApp. Debía durar dos días. El segundo de ellos fue el 27 de noviembre, fecha inolvidable de la que ayer se cumplió el segundo aniversario.

Debatíamos nuestras ponencias cuando alguien del grupo alertó sobre lo que ocurría en la capital. La aglomeración de un pequeño grupo de artistas e intelectuales ante el Ministerio de Cultura, la negativa de sus funcionarios a recibirlos y la constante afluencia de gente del gremio, estudiantes y habaneros, que llegó a reunir cientos de personas; recabó la atención de los participantes virtuales.

Como diría más adelante en un artículo:

De los que pudimos estar al tanto de la manifestación, pocos dormimos esa noche. El poder de convocatoria que lograron los congregados ante las puertas del MINCULT, no se explica solo por las redes sociales. Había mucha necesidad de ser auténticos, de dejar de ser meros espectadores y de participar en la vida nacional. Décadas de disciplina y obediencia, de manejos internos y discretos del disenso en el sector, murieron en esa calle del Vedado habanero.  

Al concluir el foro virtual, algunos de los asistentes quedamos conversando acerca del significado de aquel hecho, de la evidencia de factores subjetivos para una transformación de la sociedad cubana. ¿Estaba nuestra ciudadanía preparada para el diálogo? Un diálogo que no podía ser responsabilidad solo de sectas ilustradas. Esa era una gran preocupación.

¿Cómo podríamos aportar desde nuestros campos y saberes? Fue así que decidimos crear un nuevo grupo de WhatsApp, ya independiente del CCRD. El nombre que se le puso sería ampliamente mencionado, para bien y para mal, durante los próximos meses: Articulación Plebeya (AP).  

El inicio

Amalia Pérez Martín, jurista cubana que cursaba estudios doctorales en Estados Unidos, fue la creadora del grupo de chat. A ella se debe el nombre por el que sería conocido el proyecto. Nueve personas lo integramos en un primer momento: Ahmed Correa Álvarez, Alina B. López Hernández, Amalia Pérez Martín, Eloy Viera Cañive, Julio Antonio Fernández Estrada, Lilian Rosa Burgos Martínez, Mario Juan Valdés Navia, Michel Fernández Pérez y René Fidel González García.

Articulación Plebeya

Esa tarde quedó redactada una declaración colectiva que se publicó en un perfil homónimo de Facebook creado al efecto, y fue replicada asimismo por los medios independientes El Toque y La Joven Cuba. Dos días después fueron incluidos Julio César Guanche y Ariel Dacal. Entre esa fecha y el 9 de diciembre se incorporaron Yunior García Aguilera, Ailynn Torres Santana, y Juan Pin Vilar.

A las catorce personas que llegamos a formar parte no nos vinculaba una organización o medio, ni siquiera una ideología o un campo profesional (juristas, historiadores, psicólogos, sociólogos, un dramaturgo y un creador audiovisual). Todos éramos compatriotas, pero siete de nosotros residíamos en Cuba mientras el resto estaba en becas fuera de la Isla, o radicados en otros países.

Nuestro vínculo quedaba explicado de esta forma: «(…) un grupo de intelectuales interesados e interesadas en el presente y el futuro político, económico y social de Cuba. La Articulación intentará ser una plataforma de diálogo que propicie el encuentro de personas y colectivos cubanos y cubanas con el único fin de aportar temas, metodologías, espacios, principios y valores para un diálogo provechoso sobre Cuba».

Luego seríamos acusados de recibir fondos de Open Society y tildados de mercenarios, pero la realidad es que durante los meses que funcionó el grupo, lo hizo por la absoluta dedicación de sus miembros que destinaron su escaso tiempo, con altruismo y sin recibir un solo centavo, más bien gastando en conectividad, muy cara en Cuba.

El esfuerzo colectivo

La primera declaración de AP se hizo pública el propio 27 de noviembre y tuvo una recepción muy positiva. Cientos de personas se adhirieron durante las próximas semanas, lo que despertó la atención inmediata del aparato ideológico y de la Seguridad del Estado.

El 30 de noviembre creamos pequeños subgrupos con el fin de elaborar una propuesta de petición en el orden social, económico, político, jurídico y migratorio. La intención era redactar un documento breve y contundente con puntos claros que solo se acompañaran de argumentación cuando fuera indispensable. El mismo sería sometido a la opinión pública para enriquecerlo y presentado como una iniciativa ciudadana. En ese empeño estuvimos trabajando hasta la disolución de AP.

Articulación Plebeya

El 4 de diciembre en el Noticiero del Mediodía se acusó a AP de ser un grupo de mercenarios. En particular se ensañaron con Julio Antonio Fernández Estrada, que había aceptado la asesoría legal del grupo que entró a dialogar en el Ministerio de Cultura, conocido como 27-N. Ese mismo día se anunció la ruptura del diálogo del Ministerio de Cultura con el referido grupo.

Hubo en las redes una campaña en apoyo a Julio Antonio Fernández Estrada que se hizo viral. Decidimos entonces, ante los asesinatos de reputación que se hacían cotidianos, elaborar un escrito de queja y petición por los ataques a personas en medios públicos. Mientras tanto, el sitio Cubadebate publicaba un cartel donde se leía: Machete, machete que son poquitos. Ante el estupor y crítica colectivos lo retiró poco después, pero se entendía el mensaje.

Articulación Plebeya

El 9 de diciembre las personas que conformaban AP hicimos una reunión por videochat. Ese día supimos que Julito estaba siendo presionado por Seguridad del Estado.

El 10 de diciembre salió publicada la queja y petición, dirigida a Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional y del Consejo de Estado; Yamila Peña Ojeda, fiscal general de la República de Cuba; Oscar Manuel Silveira Martínez, ministro de Justicia y Alfonso Noya Martínez, presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión. La misma, luego de ser subscrita por 478 personas, se entregó once días más tarde.

Lejos de comedirse, la campaña de acusaciones contra AP escaló. Granma, Cubadebate, La Jiribilla, La Pupila Asombrada, La Tizza, se prestaron para aquel proceso de descrédito al que sumaron sus voces: Enrique Ubieta, Ernesto Estevez Rams, Karima Oliva, Iroel Sánchez, Javier Gómez Sánchez, y un por entonces poco conocido estudiante de periodismo espirituano: Pedro Jorge Velázquez, entre otros.

Eran ataques desproporcionados y absurdos, en los que se hacía todo tipo de acusaciones sin pruebas. Pero se tornó incluso internacional. Sumaron sus voces los argentinos Atilio Borón y Néstor Kohan y el mexicano Fernando Buen Abad.

Pronto, este tipo de presiones, a las que había que dedicar un precioso tiempo en desmontar, provocó que algunos de los miembros del grupo decidieran abandonarlo. En algunos casos se debió a compromisos de trabajo irreconciliables con un esfuerzo que era muy demandante. La pequeña cofradía se redujo a ocho, pero continuó con entusiasmo. Ya teníamos más de mil seguidores en Facebook. 

Trabajamos en elaborar una lista de temas y personas que pudieran participar en mesas de diálogo coordinadas por AP. La propuesta era que las mismas fueran ejemplo de seriedad, profundidad, respeto, diversidad e importancia de los temas. Creamos un canal de YouTube y un sitio web y el 11 de febrero se realizó lo que creíamos la primera Mesa, y que en realidad fue la única.

Articulación Plebeya

Estábamos eufóricos. Este es apenas uno de los comentarios del chat: «Estamos viéndola de nuevo también y estamos contentxs porque al final hicimos la primera mesa!!! Y fluyó bien a pesar d todas las limitaciones, y tuvimos diversidad, y más allá de las intolerancias y troles del chat, se lograron exponer criterios diversos en un mismo espacio. La audiencia fue buena y estable». Uno de los trolles era la doctora Karima Oliva, cuya hostilidad hacia AP fue evidente y a quien hubo que responder con un esclarecedor mensaje.

Organizamos varias propuestas de Mesas más que pueden ser observadas con sus posibles invitados.

Listado de Temas y personas vinculadas a ellos, para mesas de la Articulación Plebeya

La próxima sería dedicada a la Tarea Ordenamiento. Estas eran algunas de las aspiraciones:

Michel: “Necesitamos al menos dos invitadxs más. No tienen que ser economistas. Idealmente necesitamos a alguien que esté en Cuba y pueda hablar desde la experiencia personal del impacto de las medidas”.

Alina: “la periodista Katia Siberia es muy buena en temas económicos, Monreal siempre comparte sus textos”.

Michel: “Dile que lo que queremos es organizar una mesa sobre la Tarea Ordenamiento, que permita hacer una valoración de la misma, y de los efectos que ha tenido en la gente. La idea es que puedan cada quien resaltar lo que quieran, en una pequeña Presentación inicial (5-8 minutos) y después hacemos una ronda de preguntas que lógicamente les pasamos por adelantado. Están confirmadas Anamary Maqueiras, Tamarys Lien, Mario Valdés y Mauricio de Miranda. Es posible que invitemos a alguien más. Más que un debate académico lo que queremos es que sirva como un espacio de reflexión que la gente pueda ver e informarse, y quisiéramos que puedan defenderse puntos de vistas diferentes, o sea algo de ‘contrapunteo’ que permita dar una visión integral del proceso de reforma económica”.

El final

El 27 de febrero Julito escribiría en el chat grupal:

«Queridos y queridas de la Articulación Plebeya.

Para mí ha sido un honor todo este tiempo con ustedes. Ha sido poco pero lo he sentido como mucho tiempo. Hoy tuve mi cuarto encuentro con oficiales de la seguridad del estado. Me ordenaron cerrar inmediatamente Articulación Plebeya después de amenazas y mucha humillación.

No quiero repetir los feos detalles del encuentro. Me dijeron que les mandara hoy mi propuesta de cierre de la articulación. Les dije que este cierre no dependía de mí pero ellos insisten que sí. Tampoco aceptan que me vaya yo de la Articulación. También me dijeron que la Fiscalía me respondería la queja que pusimos.

Me dijeron que yo era un traidor, etc. Como lo que está en juego es, también, mi familia y especialmente mi hijo e hija, no puedo dilatar esto. Les pondré aquí mi propuesta de cierre de la articulación, aunque les dije hoy que esta sería una decisión de la mayoría. No les puedo decir cómo me siento hoy

Un abrazo para siempre».

Luego supimos con detalle que habían usado crueles métodos de tortura psicológica contra Julito en varios interrogatorios, uno de los cuales se extendió por siete horas: poseían su expediente médico y amenazaron explícitamente con violencia física contra sus hijos menores. Lo más aberrante del asunto es que, aun cuando él aceptó salirse de AP, le dejaron claro que esas amenazas contra sus hijos surtirían efecto si no obligaba a que todos abandonáramos el proyecto y sin denunciar las verdaderas razones.

Aunque me comprometí a borrar las conversaciones del chat, no lo hice, pido disculpa a mis amigos de AP, pero me alegra haber incumplido esa decisión.  Ellas me han servido para rememorar el dolor y la humillación que sentimos todos al tener que replegarnos, abandonar algo en que habíamos puesto tantas esperanzas para el cambio cívico, y saber que íbamos a decepcionar a todos los que nos habían apoyado y creído en la posibilidad de esos espacios de participación. El 28 de febrero, la publicación en Facebook rezaba:

«Articulación Plebeya (AP) ha querido ser una plataforma de diálogo en Cuba para propiciar el debate de ideas y propuestas al interior del país. La apuesta de AP ha sido por el respeto a los derechos humanos y al estado de derecho como vía para el diálogo en Cuba. Sin embargo, AP ha sido objeto de ataques, presiones y tergiversaciones. AP no se propuso ser un actor político pero ha sido tratada como tal, no ha promovido una particular ideología pero ha sido estigmatizada como contrarrevolucionaria, se ha sostenido con el aporte voluntario de sus colaboradores pero ha sido acusada públicamente de mercenaria. La persistencia de estos ataques hace muy difícil nuestra tarea de organizar mesas de debate. Como cubanos y cubanas dignos y dignas, y sin claudicar en la defensa de la soberanía del pueblo de Cuba, decidimos suspender los trabajos en Articulación Plebeya. Nuestros esfuerzos individuales no se frenarán y así continuaremos trabajando por un país mejor para todos y todas».

Quedaba listo el Petitorio que ha estado guardado hasta hoy. Creo justo darlo a conocer aquí por vez primera. Fue elaborado en el sueño de una Cuba mejor, un país donde no se rechace a nadie por sus ideas, donde primen la justicia social y la defensa a la integridad nacional. Era una deuda pendiente con la ciudadanía.

* Petitorio *

Trataron de silenciar lo que se veía venir. Indignada ese día dije en el chat: «Mientras cierran AP, en Caibarien y Camagüey la gente sale a manifestarse en las calles, eso es lo que prefieren, algún día podremos contar la verdad, ese día va a llegar, un abrazo enorme a todos, hermanas y hermanos, uno enorme a Julito».

Menos de cinco meses más tarde ocurrió el estallido social del 11 de julio.

28 noviembre 2022 28 comentarios 1k vistas
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Totalitarismo

La muerte del totalitarismo

por Alina Bárbara López Hernández 31 octubre 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Se muere el totalitarismo en Cuba y lo hace de muerte natural. Carece ya del oxígeno que había mantenido su vitalidad. Se han quebrado los pilares en que se sostenía: un consenso mayoritario explicado por la existencia de ciertos beneficios sociales aun en ausencia de libertades políticas, y el control absoluto de la información, las comunicaciones y la opinión pública.

Si bien no era un estado totalitario clásico —pues según la teoría de Hannah Arendt no lo distingue «el terror total»—; la sociedad cubana fue maniatada durante décadas mediante dispositivos de control ideológico sumamente efectivos, a través del discurso político, la escuela, el arte y los medios; ellos desmovilizaron a la sociedad civil.

Tales dispositivos se establecieron como parte de un proceso popular, pero autoritario y vertical desde su génesis. Con el tiempo, la sociedad se tornó obediente, manejable a través de supuestas instituciones populares —si bien no puede negarse el origen popular de muchas de ellas—, y poco cuestionadora; hasta difuminarse y perder la capacidad de actuar como actor político. En consecuencia: el término ciudadano devino tratamiento peyorativo, usado apenas por oficiales de la policía o funcionarios de la ley.

Agoniza el totalitarismo y no es una muerte digna. Avivan la hoguera de sus cenizas el abandono desde hace ya tiempo de la justicia social como horizonte real de las políticas gubernamentales (aunque mantenido en su discurso), con el consiguiente aumento exponencial de la pobreza y la desigualdad; sumados a una época tecnológica en que los mensajes ideológicos no pueden ser monopolizados por el Partido Comunista.

Según la clasificación más usual, Cuba es un estado autoritario. Pero no todos los estados autoritarios poseen rasgos de totalitarismo. Es un asunto complejo, porque el totalitarismo no depende únicamente de cierta estructura del estado y determinadas características de un sistema electoral; requiere también de una actitud en la ciudadanía que la inhiba de la práctica de algunos derechos que pueden estar, incluso, declarados de manera formal en las Constituciones.

Como expliqué en un análisis de hace varios años:

«La esencia del asunto radica en que no es lo mismo ser libre que sentirse libre. Ser libre depende más de un contexto jurídico que garantice determinadas prerrogativas ciudadanas, pero sentirse libre requiere de una actitud cívica en que no se tema practicar esos derechos. Si ser libre depende del entramado jurídico en que se desenvuelvan las personas, sentirse libre obedecerá más a prácticas culturales que involucran a la familia, la escuela y los medios de comunicación».

En un estado totalitario las personas no se sienten libres para ejercer los derechos que puedan atribuirle como propios los textos legales. De hecho, la Constitución de 1976 admitía, en su artículo 53, «(…) la libertad de palabra y prensa (…)». Es cierto que el artículo 62 aclaraba que ellas no podían ser ejercidas contra «lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista (…)», y sabemos que muchas leyes decretadas anularon las libertades reconocidas en ese documento, pues la determinación sobre qué es ser fiel o contrario a los fines del Estado socialista es algo que se decide en las oficinas de la burocracia política.

Totalitarismo

Sin embargo, al redactar la Constitución que sería aprobada en 2019 —y con el fin de hacerla atractiva en un entorno que era ya de menor consenso, para lograr que muchos pasaran por alto (como en efecto ocurrió) las notables prerrogativas que adquirían los funcionarios (ahora administradores no solo de facto, sino de jure) en el manejo de la propiedad estatal, dixit que de todo el pueblo—, el aparato de poder cometió un costoso error que ayudó a un cambio sustancial en la perspectiva ciudadana sobre sí misma: declaró a Cuba un estado socialista de Derecho. Y si bien sobre lo qué es el socialismo hay disímiles definiciones, sobre lo que es un Estado de derecho la interpretación es más recta.

Tampoco tuvo en cuenta, al anunciar el armonioso concepto, que si en 1976 la voz ciudadana no existía, en 2019 la situación era otra. Y muy diferente. Ahora podíamos reclamar lo que antes no hicimos.  

El cazador cazado

En otro artículo argumenté que a Fidel Castro nunca lo hubieran colocado en esa situación. «Jamás habría concordado con la aprobación de una Constitución tan osada. Lo suyo no era la hipocresía. “Al pan, pan y al vino, vino”. Con él nunca fue declarado en Cuba un Estado Socialista de Derecho. Como no lo tuvo ninguno de los países del desaparecido socialismo real».

El poder quedó de este modo aprisionado en un contrasentido. En el afán de presentar una Constitución más avanzada que su predecesora, se fabricó una trampa de la que no le es posible escapar. En su disposición decimosegunda, la propia Constitución obligaba a la Asamblea Nacional a habilitar los derechos ciudadanos en un plazo de dieciocho meses. Han pasado casi cuarenta y dos, y apenas el verano pasado quedó habilitado uno de esos ellos: La Ley de Amparo de los Derechos Constitucionales.

Pocos meses después ya existe una demanda interpuesta ante esa sala. El ciudadano René Fidel González García demandó al presidente Miguel Díaz Canel y a la fiscal general Yamila Peña Ojeda por violación de sus derechos.  Fue difícil hallar un abogado y, como dice el también jurista, está por ver la eficacia real de este paso, pues hay factores normativos y extra normativos que afectan su eficacia.

Pero lo novedoso no es solo que exista esa demanda, sino que todos conocemos de su existencia, hemos visto una copia del contrato y podremos conocer si la sala de amparo constitucional la engavetará. Es decir, podemos seguir este caso, desde el inicio hasta el fin.  

Totalitarismo

La demora de la Asamblea Nacional en la habilitación de los derechos refrendados por la Constitución es ya escandalosa, y el poder lo sabe. Les falta habilitar derechos políticos como el de reunión y manifestación. También derechos económicos, elementales en un sistema que se presenta como socialista, como el que estipula que: «Los trabajadores participan en los procesos de planificación, regulación, gestión y control de la economía. La ley regula la participación de los colectivos laborales en la administración y gestión de las entidades empresariales estatales y unidades presupuestadas».

En la actualidad —y dado el enorme abismo entre la realidad cotidiana y el discurso político—, el aparato ideológico, tan importante en este tipo de sistema, no logra ser efectivo. El tiempo y esta época tecnológica son sus enemigos más poderosos. En presencia de un pensamiento crítico, otros actores políticos, medios de prensa alternativos y redes sociales de comunicación; ha perdido la relativa sutileza que tuvo en otras épocas. Se advierten cada día «las costuras de la manipulación mediática» y «la dictadura del algoritmo» en sus intentos por mantener, a toda costa y a todo costo, el poder.

Una protesta por apagones en la vía pública, un panel literario que reuniría a jóvenes con ideas críticas en una institución de la cultura, un cartel con la consigna «Socialismo sí, represión no»; son potencialmente presentados como tan peligrosos cual en su momento fueran una red de espías de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, o un sabotaje armado contra la Seguridad del Estado.   

Ya la propia Constitución, que crearon a su imagen y semejanza, les resulta incómoda y dejan muy claro que penalizarán la «práctica abusiva de derechos constitucionales». Pero es precisamente practicándolos que se podrá influir en el presente y el futuro de la nación.

Hace pocos días fui citada bajo coacción por la Contrainteligencia que pretendía entrevistarme. Lo denuncié en las redes sociales, busqué asesoramiento legal y me dirigí a la Fiscalía provincial de Matanzas para presentar una queja y solicitar una acción de nulidad de procedimiento. La cita en la estación de la policía fue cancelada. Estoy segura de que el inmediato apoyo nacional e internacional ayudó a que la queja fuera atendida. Comprendo que algo así no es la regla, sino la excepción. Pero no deja por ello de aportarme útiles lecturas que a continuación expongo.  

Participación política en Cuba: ¿carretera de una sola vía?

Cuando recomendé la necesidad de estudiar las leyes como un medio —jamás afirmé que fuera el único— para defendernos ante atropellos como ese, varias personas vieron en mi consejo una pose altanera, intelectualista, que ignoraba olímpicamente aquellos cuyos derechos han sido violentados de manera arbitraria durante mucho tiempo y que, o no han podido apelar a la ley, o habiéndolo hecho no fueron protegidos por los pocos recursos legales a su alcance dado el carácter discrecional de la misma.

Sin embargo, no era a mí a quien faltaba humildad. Haber interpretado que mi sugerencia era para el sector abiertamente activista, que se ha desmarcado del gobierno, fue un error. Yo le estaba hablando a TODA la ciudadanía. Los activistas no pueden creerse el ombligo del mundo. Ese quizás ha sido su error. Ellos representan a la ciudadanía, sus demandas le competen, son parte de ella. Pero no logran entenderla. Por esa razón no logran encabezarla. Demasiado ego. Demasiada necesidad de liderazgos, sea de personas, tendencias o movimientos.

Totalitarismo

El activismo digital se ha convertido en una tendencia para tratar de generar un cambio social. (imagen: Getty Images)

El activismo es la dedicación intensa a alguna línea de acción de la vida pública, sea en el ámbito político, social, ecológico, religioso, etc. Aunque muchos usan el término como sinónimo de protesta o manifestación, no son equivalentes. En el ámbito político indica por lo general algún tipo de militancia, partidista, sindical u organizativa.   

El activismo militante es una de las vías de participación y presión para lograr cambios en el ámbito de la política. Ella no existe únicamente en sistemas autoritarios de cualquier signo. No obstante, en contextos totalitarios el activismo presenta enormes retos.

Al existir una ciudadanía desmovilizada, las arbitrariedades que sufren los activistas y periodistas independientes por parte de los órganos represivos del Estado los debilitan, desgastan y conducen en muchos casos a los más mediáticos y relacionados con redes intelectuales y académicas a salir del país, ya sea por decisión propia o por presiones del aparato; en tanto los que no tienen esas posibilidades, son acusados en procesos judiciales arbitrarios que los llevan a prisión por mucho tiempo. En ambos casos eso no permite que su acción política sea efectiva.

En un entorno con rasgos totalitarios, es crucial pensar la política también para las mayorías. Hay que dirigirse a las personas que quieren transformar su realidad pero no se suman al activismo, sea por temor, por condicionamientos y prácticas disuasorias, por conflictos existenciales, o por la falta de un claro mensaje estratégico de los activistas hacia la ciudadanía, pues por lo general estos suelen ser muy explícitos en lo que no quieren, pero muy pocas veces dejan claras las estrategias viables para lograrlo.

Un ejemplo de activismo de esta índole es el llamado a salir a las calles. O el de aquellas tendencias que convocan a desconocer al gobierno como interlocutor en un hipotético proceso de diálogo. Son utopías que dejan pequeño a Tomas Moro.

Conocer bien las características del contexto político que se pretende transformar es el primer paso para hacerlo. Las manifestaciones, congas, toques de calderos y consignas críticas al gobierno indican a las claras la irritación de amplios sectores sociales de la ciudadanía. Sin embargo, aunque muchos se animan al percibir que al gobierno le es cada vez más difícil lidiar con el disenso y creen que su caída está a la vuelta de la esquina, les recuerdo que por lo general, cuando mejora la situación económica, o se restablece en alguna medida el servicio electro-energético, esas protestas se debilitan.

¿Quién puede apostar que muchos de los que en su desesperación salen a gritar hoy consignas antigubernamentales, lo que están añorando es una situación como la de cinco años atrás: con el CUC asequible; pollo, aceite y detergente en las tiendas y pan por la libre? Y sin ninguna libertad política, sin ninguna participación. En una sociedad inmersa por décadas en el rigor de la cotidianidad; una mejoría, por leve que sea, es vista como una esperanza.  

¿Alguien duda de que si el estado consigue atraer a grandes inversores de capitales —así tenga que entregar cayos, propiedades, terrenos, puertos y minas (ya estamos viendo algunos ejemplos)— y se presentara una mejoría de su capacidad económica; muchas personas descontentas asumirían la actitud que describe el refrán: «Barriga llena corazón contento»?

El cambio político para Cuba no es exclusivamente conseguir transformaciones para el corto plazo, sino también para el futuro. Es lograr que la ciudadanía se empodere, se implique como actor político. Quizá no de manera frontal, como hacen los activistas, pero sí disputando por medio de los recursos legales de que dispone, por escasos que ellos sean.

Si cada persona que ha sido amenazada en entrevistas con órganos de Seguridad —y créanme que conozco muchísimas que nunca han hecho activismo y jamás han denunciado tales presiones a pesar de recibirlas—, puede argumentar que son ilegales y negarse a ellas solicitando atención de las Fiscalías, empezarán a sentirse más seguras para no callar.

Solo se aprende a tener derechos ejercitándolos. Por ello es importante que las personas adquieran cultura jurídica. Y que recuperen la libertad de su expresión cívica. Cuando esa actitud se acerque a la regla y no a la excepción, ganaremos todos. También los activistas.

¿Cuántos ciudadanos, si se sintieran seguros, no exigirían por vías legales la liberación de los presos políticos condenados como resultado del estallido social del 11-J o al menos la revisión de sus causas? Tengo amigos, intelectuales y de otros sectores, que en privado aceptan que son penas arbitrarias y abusivas, pero en público no lo ratifican porque temen buscarse un problema en sus trabajos y en sus centros de estudio, o simplemente, ser mal mirados por sus vecinos.

¿Cuántos científicos sociales exigirían acceso a información que controla el Estado sobre la verdadera situación de la economía y la sociedad cubana? ¿Cuántos no escribirían valiosos análisis en sus redes sociales y en medios independientes? Ya algunos lo hacen.

¿Cuántos ciudadanos secundarían la recogida de firmas para una iniciativa legislativa si se supieran a salvo (muchos recordarán el Proyecto Varela, pero en aquella época pocos sabían de aquello y se pudo tergiversar mucho de lo que planteaba)? ¿Cuántos irían a tocar las puertas de la Asamblea Nacional para presenciar sus sesiones, derecho constitucional jamás reclamado? ¿Cuántos no se dejarían presionar por los llamados puerta a puerta para ir a votar a las elecciones a escoger diputados que jamás nominamos y que luego no nos representan?

Hay personas que quieren el cambio, y lo quieren ya. Los entiendo perfectamente. Pero esa no es la política. Es apenas una vía. La política en Cuba pasa además por empoderar a la ciudadanía. En un modelo como el nuestro, una ciudadanía activa y dispuesta a participar en los asuntos públicos es, ni más ni menos, una garantía para el hoy y el mañana.

A los que argumentan que apelar a esa vía es pedir peras al olmo, pues en Cuba no existe un Estado de Derecho, ni socialista ni capitalista, quisiera dejarles estas palabras del profesor y jurista René Fidel González García: «El Estado de Derecho es algo más que una declaración constitucional. Tiene que serlo en tanto meta de muchos de nosotros, de nuestras luchas históricas por alcanzar la justicia toda y la dignidad del hombre de la que hablara José Martí, no depende de un momento de su desarrollo y expansión».

El totalitarismo se muere. Pero toca a la ciudadanía cavar su tumba. Es una tarea colectiva. No de elegidos.

31 octubre 2022 68 comentarios 3k vistas
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Libertad

En defensa de la libertad de expresión

por Consejo Editorial 27 octubre 2022
escrito por Consejo Editorial

Tras negarse en dos ocasiones a asistir a supuestas «entrevistas» a las cuales nuestra coordinadora, la profesora Alina Bárbara López Hernández, fue convocada por oficiales de la Contrainteligencia cubana, y luego de acudir en la mañana de ayer a la Fiscalía Provincial de la ciudad de Matanzas para presentar una Formal Queja y Acción de nulidad contra dichas citaciones, estas fueron suspendidas dado su carácter ilegal.

Ningún ciudadano puede ser citado bajo invocación de la Ley de Proceso Penal (LPP), recientemente aprobada, si no existe, como su nombre lo indica, un proceso penal abierto al cual esté siendo convocado como testigo o imputado en la acusación. Tampoco es la Contrainteligencia un actor reconocido por esa legislación para citar si el proceso se abriera, ni existe en el cuerpo legal un acto llamado «entrevista».

La Joven Cuba rechaza este y cualquier otro intento de intimidar a nuestros miembros y colaboradores por sus opiniones políticas, las cuales expresamos haciendo uso de los derechos que establece la Constitución de 2019. Asimismo, aseguramos que ante cualquier acto futuro de similar naturaleza responderemos del mismo modo que en esta ocasión: unidos como el equipo sólido que somos y con la ley como arma.

Consideramos además que la ruta legal abierta con este caso sienta un precedente importante en la lucha cívica por el respeto al derecho a la libertad de expresión. Para ello es imprescindible que cada ciudadano conozca la ley.

Sin embargo, no desconocemos que personas en condiciones de vulnerabilidad y con menor nivel de instrucción tienen posibilidades menores para hacer valer sus derechos, leyes mediante, ante la arbitrariedad y los excesos de la represión. Por y para ellos seguiremos trabajando. El compromiso de todo ciudadano debe ser no dejar atrás a ninguno de sus iguales que esté en situación desventajosa.

La construcción de un Estado de Derecho y de una ciudadanía activa es un imperativo impostergable. Por ello, consideramos de suma utilidad la actitud de nuestra coordinadora en su comportamiento cívico, así como el accionar de la Fiscalía que ha cumplido su función de respeto al Estado de Derecho. Compartimos con nuestros lectores el documento entregado a ese órgano.

Libertad de expresión

***

A LA FISCALÍA PROVINCIAL DE MATANZAS:

Alina Bárbara López Hernández, ciudadana cubana, mayor de edad, de estado conyugal casada y vecina de calle…, Matanzas. Vengo por medio del presente escrito a establecer FORMAL QUEJA y ACCIÓN DE NULIDAD contra la citación oficial que me fuera entregada el 25 de octubre de 2022 por oficiales de la «Contrainteligencia». Fundo mi reclamo en los siguientes:

HECHOS

PRIMERO: Que a las 12 m. del día de ayer, 25 de octubre de 2022, luego de haber intentado citarme a través de una llamada telefónica, se presentaron en mi domicilio dos oficiales que se identificaron como miembros de la «Contrainteligencia». Inmediatamente me entregaron una cédula de citación en la que se me instruyó acudir a la Unidad de la PNR de Matanzas a las 2:00 p. m. de ese mismo día.

Al preguntar a los oficiales si existía alguna investigación penal en mi contra o de la cual yo pudiera tener conocimiento en calidad de testigo, me dijeron que no existía ninguna investigación en mi contra y que solo querían «entrevistarme». Unas horas más tarde (4:00 p. m.), volvieron nuevamente dos personas, que esta vez ni siquiera se identificaron ni mostraron su carnet, y dejaron una nueva cédula con igual apremio, pero bajo otro nombre y cargo, y esta vez sin firma ni cuño; en ella me convocan para hoy, 26 de octubre a las 4:00 p. m.

SEGUNDO: A pesar de la inexistencia de un proceso penal en mi contra o del cual yo pueda tener conocimiento en calidad de testigo, los oficiales alegaron que yo estaba obligada a comparecer ante ellos de acuerdo con lo dispuesto en la Ley del Proceso Penal. No obstante, al entender que no existe causa legítima ni legal que sustente la obligación que dicen los oficiales que tenía, informé a ellos que no reconocía la legitimidad de la citación, que me asesoraría y que decidía no hacer algo a lo que la ley alegada no me obliga.

TERCERO: Mi negativa se basa en el hecho de que la Ley del Proceso Penal está diseñada para regir los cauces del proceso penal y no las interacciones que puedan desarrollarse entre la ciudadanía y los cuerpos de seguridad al margen de un proceso de ese tipo.

El artículo 2.1 de dicha Ley es muy claro al establecer que el «proceso penal es el conjunto de actos que se ejecutan para la investigación de una denuncia o noticia sobre la comisión de un presunto hecho delictivo, con el objetivo de determinar la verdad material y la responsabilidad o no de los imputados y acusados; la aplicación y ejecución de las sanciones y medidas de seguridad que procedan y otras soluciones basadas en la disposición de la acción penal y acuerdos entre las partes en los casos autorizados por esta Ley».

Atendiendo a la recta lectura de ese precepto, resulta jurídicamente inaceptable utilizar la ley del proceso para justificar una «entrevista» que no responde a ninguna denuncia o noticia sobre la comisión de un hecho delictivo con el que yo tenga relación.

CUARTO: No obstante y atendiendo al hecho de que se ha utilizado la Ley del Proceso Penal como justificación para impulsar un acto que entiendo ilegal e ilegítimo, he decidido recurrir a la Fiscalía por dos razones fundamentales: la primera, porque tiene como función constitucional la de velar por el cumplimiento y restablecimiento de la legalidad cuando es quebrantada; y segundo, porque tiene una misión especial encomendada por la Ley del Proceso Penal: la de declarar la nulidad de los actos procesales que se desarrollen en incumplimiento de las formalidades legales.

QUINTO: El artículo 63 de la Ley del Proceso Penal establece que «cuando el acto que se estima nulo haya sido efectuado por la Policía o el instructor penal, la solicitud de nulidad se interesa al fiscal». No obstante, con independencia de que desconozco la vinculación laboral real de los actuantes, entiendo que es la Fiscalía la encargada de anular los actos procesales viciados que, amparados en la Ley del Proceso Penal, realicen las autoridades del Ministerio del Interior.

SEXTO: Por la razón previamente señalada es que hago notar que la cédula que se me entregó adolece de algunos elementos formales que son de obligatorio cumplimiento de acuerdo con lo establecido en el artículo 72 de la Ley del Proceso Penal como por ejemplo una correcta identificación de la institución y la autoridad actuante.

El artículo 13.1 de dicha Ley es claro al reconocer únicamente como autoridades a los efectos de la ley, a la Policía, el Instructor penal, el fiscal o el tribunal. Sin embargo, los individuos que se presentaron en mi inmueble se identificaron como oficiales de la Contrainteligencia y en la cédula que me entregaron, contrariando lo dispuesto en la ley, no señalaron la institución a la que pertenecen muy probablemente porque la misma no está reconocida como autoridad en la norma invocada por ellos para legitimarse.

Tampoco identificaron correctamente al oficial actuante mencionando únicamente los grados y un nombre, datos que no pueden ser utilizados para verificar la legitimidad y la identidad del funcionario ante el que debería comparecer. La identificación de la institución y del actuante no es un simple requisito legal, sino un mecanismo de defensa del ciudadano ante los ejercicios arbitrarios de funciones y, por ende, su vulneración resulta un atentado contra las garantías del debido proceso.

SÉPTIMO: La cédula establece además que el objeto de la citación es «ser entrevistada». Sin embargo, la «entrevista» no es una diligencia de las reconocidas en la Ley del Proceso Penal y, segundo, depende de un acto volitivo del entrevistado. En lo personal, no tengo ningún interés en ser entrevistada por oficiales de la contrainteligencia, incapaces de identificarse correctamente y que no cuentan con amparo legal para hacerlo ni cumplen con las formalidades que la ley que invocan establece.

La ley regula la obligatoriedad de señalar el objeto de la citación porque sus redactores entendieron que estos detalles son indispensables para proteger los derechos del citado de posibles actuaciones arbitrarias e infundadas legalmente. Por eso, incluso si el fiscal entiende que una «entrevista» es una diligencia de investigación válida, debería entonces verificar el para qué de la misma, a qué proceso penal responde y en calidad de qué debería comparecer.

Todos esos elementos son indispensables para evaluar la legalidad de la citación e impedir que, como en este caso, las citaciones oficiales se utilicen como un mecanismo de coacción y discriminación política.

POR TANTO

DE LA FISCALÍA INTERESO: Que atendiendo a lo anteriormente expresado investigue y restablezca el quebrantamiento de la legalidad y a su vez anule la citación oficial cuya copia se acompaña como anexo.

OTROSI PRIMERO: Cualquier diligencia de notificación puede llevarse a cabo a través de la dirección electrónica siguiente: …

Matanzas, 26 de octubre de 2022

27 octubre 2022 21 comentarios 1k vistas
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Reforma

Cuba: reforma económica, derechos, protestas y cambio político

por René Fidel González García 20 septiembre 2022
escrito por René Fidel González García

En 2019, aprobada la Constitución que cambió el régimen económico, político y social del Estado cubano, un nuevo equipo de gobierno dispuso no ya solo de los amplísimos poderes que le otorgó, al menos formalmente, el diseño del poder ejecutivo resultante de la actualización de la antigua matriz de concentración de poder en la última etapa de la transición política generacional ocurrida en Cuba; sino además —sin los límites del antiguo cuerpo constitucional—, de un margen de maniobra para acometer la reforma económica.

Contaba también con un expandido catálogo de derechos y garantías constitucionales a desarrollar normativamente. El mismo no solo tenía numerosos puntos de contacto con los contenidos y demandas del proceso de cambio social que se venía produciendo en el país desde décadas anteriores, sino que había logrado conectar con las expectativas y esperanzas de transformación de la realidad que la socialización del debate y discusión del texto constitucional cubano generaría.

No era precisamente este un punto de partida escuálido, tampoco un capital político propio despreciable para el nuevo gobierno, siempre que avanzara con suficiente coherencia y celeridad.

En los siguientes meses, mientras el gobierno trabajaba en la etapa final de una prolongada sistematización y comparación de alternativas y distintas experiencias que le permitirían finalizar la elaboración y concreción de un plan de reforma económica, y también en el pronóstico y estimación de sus efectos sociales, el manejo de la conflictividad política de la población se estaba volviendo disfuncional y peor aún, contradictorio. Ocurría que desde inicios de la década de los 2000, se habían expandido y fortalecido un enjambre de blogs, publicaciones, el acceso a Internet y el uso de las redes sociales.

Lo que en el pasado había sido una gestión de la opinión pública sin apenas fisuras y capaz de imponer, en ausencia de competidores, una hegemonía mediática indiscutible, era para entonces un campo de batalla. Primero intelectuales, activistas y periodistas, y luego ciudadanos en general, encontraron ahí el dinamismo y la posibilidad de expresión, articulación e incidencia, que los espacios públicos, institucionales y políticos reconocidos legalmente, eran incapaces de proporcionar por su propio diseño, o a medida que perdían importancia y se devaluaban.

Para ese entonces, una estrategia basada en expulsiones de centros de trabajo y estudio, advertencias, multas, procesamientos penales selectivos, campañas contra plataformas digitales, acoso, decomisos de equipos, y otras formas de control político, había agotado sus posibilidades disuasorias hasta llegar a ser una rutina punitiva.

Ciertamente financiamientos provenientes de programas foráneos para el cambio del régimen político en Cuba habían estado en el surgimiento y sostenimiento de muchas de las plataformas que existían; sin embargo, la consolidación de un entorno digital que funcionaba como suerte de ágora tan plural como la sociedad cubana, y su capacidad contestataria, crítica y propositiva, fue visto como desafío insoportable, humillante y extremadamente peligroso tanto para el gobierno, como para un aparato ideológico que, ante el desafío, optó por apostar a la polarización política.                                                                     

Cuando a inicios del 2020 el ejecutivo cubano instrumentó la primera medida del plan de reforma económica, que dio en llamar reordenamiento monetario, la dinámica de polarización inducida creada como respuesta al incremento de conflictividad política era ya, de diversas formas, un fracaso. Este funcionaría en los siguientes meses como uno de los catalizadores para que se produjera en el país la compleja unión de los tiempos, demandas y exigencias, de lo político y lo económico.

Incluso hoy, tomando en cuenta el grado de penetración de la Internet y el aumento del tráfico y tamaño de las redes sociales, es muy difícil creer que, por ejemplo, un pequeño y micro-localizado grupo de artistas, activistas y académicos, opuestos en principio a la entrada en vigor del Decreto-Ley 349 y agrupados bajo el nombre de Movimiento San Isidro (MSI), hubiese llegado a ser conocido nacional e internacionalmente. Ello hubiera sido difícil sin las presiones y acosos que recibieron sus integrantes por parte de los órganos policiales y de Seguridad del Estado, y sobre todo por la inédita sobre-exposición que le dieron medios nacionales de prensa.

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Protesta de miembros del MSI contra el Decreto Ley 349. (Foto: ADN Cuba)

El antecedente más inmediato de la dinámica de polarización política inducida, había sorprendido a los lectores del Granma unos años antes, cuando leyeron atónitos, como si se tratara de una discusión entre terceros a la que eran profundamente ajenos, una serie de artículos dedicados a la existencia de una corriente de pensamiento: el centrismo, y a sus actores, los centristas.  

Aquel esfuerzo, aparentemente solitario, sirvió sobre todo para enrarecer y tensionar el ambiente político en universidades, centros de investigación e instituciones culturales; mientras se atajaba oficialmente la existencia de distintos espacios y proyectos en los que intelectuales y académicos de diferentes orientaciones estaban confluyendo.

Su nivel ideológico más alto conocido, aunque aparentemente circunscrito a una rama estratégica de la reproducción ideológica, había sido un artículo escrito por la —en aquel momento— vice-ministra primera de la Educación Superior; sin embargo, de ahí en adelante crecería en importancia una matriz comunicativa que vertería, a través de medios públicos y estructuras para-estatales con presencia en Internet y las redes sociales, acusaciones de mercenarios, contrarrevolucionarios y agentes de cambio, a cualquiera que criticara al Gobierno.

Dentro de tal matriz, la posterior exposición mediática y el sobredimensionamiento oficial de la importancia del MSI, parecía en realidad el torpe intento de construir el perfil de una oposición que pudiera ser denostado y desacreditado ante un sector de la opinión pública cuyo consumo político estaba mayormente conectado a los medios estatales y su flujo de propaganda e información. Para lograrlo se apeló a estereotipos negativos sobre aspectos raciales, sociales, morales, clasistas y culturales.

Muy poco tiempo después, cuando un grupo de artistas e intelectuales protagonizó una nutrida protesta frente al Ministerio de Cultura, a raíz del allanamiento policial de la casa en la que miembros del MSI se habían enclaustrado ante la persecución y el hostigamiento del que eran objeto, los estrategas de la polarización política redoblarían su apuesta.

Si por un lado se hicieron cotidianos diferentes tipos de presiones a intelectuales y activistas, sus familiares y vecinos; al mismo tiempo se dejaba abierta, y en algunos casos hasta se facilitaba, la migración como especie de exilio exprés no declarado. A la par, el diseño de algunos programas de televisión pretendió detener y re-encauzar la experiencia de socialización y la calidad de un debate político público que, a través de intelectuales, activistas y artistas, amenazaba con salir de los confines digitales.

Rara vez se puede apreciar con tanta nitidez la incapacidad de un adversario que cuando este apela a la vulgarización y simplificación, no solo en tanto medio de expresar o contrarrestar argumentos, sino como método para destruir la posibilidad misma del debate y lograr el empobrecimiento de la política.

El manejo reactivo, sesgado, ilógico, falaz, sarcástico, y no pocas veces banal de los acontecimientos de la realidad cubana que estos programas propusieron, no estaba sin embargo dirigido a aportar argumentos o a convencer a sus públicos potenciales. Su objetivo real pretendía conectar con destinatarios que compartían sus puntos de vista y sistema de valores, y que difícilmente repudiarían, o serían refractarios, a los medios que les eran propuestos para reafirmar sus ideas.

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El manejo reactivo, sesgado, ilógico, falaz, sarcástico, y no pocas veces banal de los acontecimientos de la realidad cubana que estos programas propusieron, no estaba sin embargo dirigido a aportar argumentos o a convencer a sus públicos potenciales. (Foto: Captura del NTV)

Que tales programas y sus presentadores, o articulistas y líderes de medios digitales y de grupos en las redes sociales, funcionaran como una versátil interfaz a través de la cual el Gobierno —y sus agencias—  manejaron frecuentemente temas, situaciones y aspectos de interés gubernamental y social, u ofrecieron informaciones y dirigieron ataques contra individuos y grupos en clave de negación plausible, sería considerado por algunos como una zona crepuscular, en la que resultaba cada vez más difícil advertir la existencia de una única dirección del flujo de influencia política.

Lo que pareció una adecuación del discurso político a los novedosos códigos de comunicación impuestos como válidos y efectivos, o acaso un bizarro trasplante de sus formas y fórmulas más empobrecedoras y básicas, o simplemente una contaminación de la política con los más viejos presupuestos del periodismo amarillista; acabó por ser un perturbador indicador de la forma de hacer política en Cuba, mucho más cuando el liderazgo actual, distaba sobremanera de las posibilidades y dotes comunicativas que caracterizaron su ejercicio durante las primeras décadas.

La antigua formación de intelectuales y pensadores de enorme prestigio nacional e internacional que durante años habían socializado ideas, perspectivas y contenidos éticos particularmente importantes por su diversidad y calado a la reflexión política e ideológica nacional, cederían paso —en un momento de glorificación de la opinión, la adulación y la falta de escrúpulos para mentir, tergiversar y fragmentar los hechos—, a personajes anodinos y desconocidos, que parecían ser, por su retórica y los recursos de que se valían, el reflejo de conocidas contrapartes mediáticas foráneas.

Bien pronto, el frenesí oportunista de extremismo y sospecha política que ellos ayudarían a desatar, estaría alcanzando y emplazando con los mismos métodos a personas que hasta hacía poco eran sus compañeros de viaje.

A no pocos de estos personajes le fueron asignados puestos culturales y académicos, además de salarios y distintos tipos de gratificaciones por su trabajo. No obstante, el saldo de empobrecimiento de la cultura y de los recursos de interacción política de la población, y el para nada despreciable resultado colateral del desarrollo de una tendencia de memeficación de la política oficial y popular, había sido hecho a costa de un dogma de Fidel Castro hasta ese momento inalterable: no reconocer nunca la existencia de la oposición.

A escasos siete meses de aplicado por el Gobierno el primer paquete del plan de reforma económica, en medio de la terrible tensión de la epidemia del Covid-19 y del cómodo realismo político de una nueva administración estadounidense —que esperó recoger sin mayor exposición los frutos de las medidas tomadas por su predecesora a costa del sufrimiento del pueblo cubano—, la población ocupó masivamente durante horas las calles de muchas ciudades y pueblos de la Isla.

Esto lo haría, en realidad, sin convocatoria ni liderazgo político alguno, pero la apuesta a la polarización, y las reacciones y dinámicas que generó, habían sido suficientemente intensas como para proporcionar a miles de personas soportes identitarios, simbólicos, e imaginarios, que supondrían al sistema político insular un serio problema para el futuro.

Un año más tarde, con el país conmovido por una estampida migratoria tan extraordinaria como inédita en la historia nacional, que muchos consideraron también resultado del desquiciante golpe que la represión a las protestas había asestado a las esperanzas de democratización de la sociedad cubana, una de las preguntas que interpelaba a la gobernabilidad y al propio funcionamiento del sistema político, no era ya qué hacer con los excluidos, sino qué harían los excluidos frente a la exclusión.

No era esta una pregunta cualquiera. Después de todo, parafraseando a Eliot Weinberger, una pregunta es siempre un anhelo articulado.

***

Este artículo es un ejercicio de los derechos y libertades reconocidos por la Constitución.

20 septiembre 2022 7 comentarios 1k vistas
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Pablo - derrotados

Los derrotados del concierto de Pablo

por Fabio M. Quintero 16 junio 2022
escrito por Fabio M. Quintero

Hubo un momento en que nos sentamos en el piso de losas, justo debajo de la ventana de la taquilla del Teatro Nacional, en círculo, con las mochilas sobre los pies y el cansancio sobre los hombros; nos sentamos como los amigos que muchos no éramos —ni somos— y en la conversación quisimos recordar una canción de Pablo que estuviera acorde al momento: ninguno pudo —no la sabíamos o quizá no existe. Yo pensé en el poeta Alberto Rodríguez Tosca y su libro de Las derrotas.

Por eso en este recuento «no habrá lamento pero habrá un gemido. Un solitario gemido de papel a la luz de dos lunas. La mía, y la vieja luna del mundo sobre cuyas laderas se acostarán hoy con la muerte los derrotados»: el anciano que salió a las cuatro de la mañana de Punta Brava y marcó delante de nosotros, que lo hizo por una vecina que lo quiere mucho y se merecía su esfuerzo; las dos señoras que aman a Pablo, que se pasan horas escuchándolo en sus casas, que tienen anécdotas de conciertos de antes de que mi madre estuviera en primaria, que se tienen que ir a las cinco para prepararle la merienda a sus nietos que regresan del Conservatorio de música; mi amigo y tocayo Fabio, que llegó a las siete de la mañana y solo tiene un pan con jamón en el estómago; la muchacha rubia que faltó al trabajo; el que labora en el INDER y llegó en un P12 (y se irá en uno) desde Fontanar; la rubia cuarentona del short rosado y corto que se indignó, como toda una derrotada, cuando la directora del Teatro Nacional intentó justificar por qué no se le podían vender más entradas al pueblo que desde la noche anterior se reunía ahí.

El concierto de Pablo Milanés, aunque es el próximo 21, comenzó el 14 para algunas personas; para otras, a las cinco de la madrugada del 15, o a las las siete de la mañana, o a las 8 y cuarto. Para un señor empezó a las cuatro de la tarde, cuando se atrevió a gritar «¡el último!», después de que hacía mucho los últimos éramos todos, los quedados.

En el Teatro Nacional, solo la mitad de una hoja impresa pegada a una de las taquillas anunciaba el evento. Las entradas comenzaron a venderse a la 1:06, por una sola ventanilla para atender a muchas personas que esperaban bajo el sol. Sobre la 1:45, una mujer que intentaba colarse, junto a un pequeño grupo de seguidores, comenzó a dar un escándalo. Protestaba a los trabajadores del teatro que trataban de organizar el barullo, e incluso a los policías. Gritaba y se contradecía en sus propósitos: primero venía a comprar entradas solo para unos amigos, luego pedía para ella.

Pablo - derrotados

Hubo un momento en que nos sentamos en el piso de losas, justo debajo de la ventana de la taquilla del Teatro Nacional, en círculo, con las mochilas sobre los pies y el cansancio sobre los hombros. (Foto: Tomada del perfil de Facebook de Luz Escobar)

En taquilla decidieron parar la venta mientras continuara la trifulca, aunque poco después se reanudó, hasta que tocó el turno a la periodista independiente Luz Escobar: por orden de la dirección del teatro hasta ahí se expederían, únicamente los asientos del segundo balcón porque el primero y la platea «ya estaban llenos». Cerca quedaron también de comprar Lynn Milanés y su esposo Hernán, que pese a ser invitados de Pablo, quería adquirir entradas para varios amigos.

Ante reclamos y gritos —también intentos de aclarar la situación por parte del yerno de Pablo— llegó Nereida López Labrada, antigua secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura y quien desde hace poco ocupa el cargo de directora del teatro. Dio una justificación como si todavía estuviera en su antiguo cargo: habló sin decir mucho y se refirió a «cantidades de entradas otorgadas a los organismos». Ante la desaprobación creciente, respondió que «esos organismos tienen trabajadores», como si los que estuviéramos haciendo la cola fuéramos vagos que no pertenecemos a esos mismos centros a los que se refería. Finalmente, cerró como cierran los que abusan del poder: «la explicación está dada».

Después de eso, se encerró en su despacho —quizá para acomodar el cuadro de Rebustillos que le habían obsequiado en horas de la mañana por su buen desempeño en la dirección del teatro.

Nadie fue capaz de darnos las cifras exactas de cuánto se había vendido en 54 minutos, por más que las exigimos. ¿Bajo qué criterio cerraron la taquilla a las dos de la tarde, si aún existían entradas dado que no pasaron más de sesenta personas?  Según la directora, el teatro tiene 2056 butacas. Si suponemos que cada uno de los que pudo comprar, se llevó cuatro entradas, ¿a dónde fueron las más de 1800 restantes? ¿No pueden los trabajadores del Teatro Nacional hacer elementales cálculos de bodega o es que ya todo estaba calculado y sopesado? ¿Cuánto para la UJC, el PCC, los ministerios y una sombra larga de organismos según la directora?

La cuarentona del short rosado y corto tuvo un ataque. De la boca le salía una baba blanquecina como de epilepsia. «¡El teatro y Pablo Milanés son del pueblo y para el pueblo! ¿Hasta cuándo los barrigones van a mandar? ¿Hasta cuándo el avasallamiento al pueblo? ¡Esto es vergüenza contra dinero, como Chibás!», discursaba enrojecida y dejó mudos a los trabajadores, la policía y un agente de la Seguridad del Estado presente. La gente a su alrededor la aplaudía como tal vez nunca en ningún sitio.

Pablo - derrotados

El yerno de Pablo pedía una salida mediante el diálogo y la comprensión. Se prometieron gestiones y llamadas, pero los minutos pasaban sin respuesta y la gente se iba y se iba, hasta que quedamos unos cuantos con hambre y sin entradas. «Resistíamos con creatividad», como pide una y otra vez Díaz Canel. ¿A qué se puede resistir si no es a uno mismo? 

A las cuatro de la tarde, una trabajadora del teatro pasó para informar que no iban a dar más entradas. Sin embargo, unos minutos antes Hernán nos había dicho que era posible que algo se resolviera. Una hora después, lograría entrar al despacho de la directora donde recibió la confirmación de que de ninguna manera se iban a vender más entradas. Para los pocos que permanecíamos luego de doce horas de cola, era reconocer, parafraseando a Pessoa, que habíamos fracasado y solo nos pasmaba no haberlo previsto. Como el portugués, en ese instante podíamos preguntarnos: ¿qué había en nosotros que pronosticase un triunfo? «No teníamos la fe ciega de los vencedores o  visión certera de los locos». 

No, no teníamos más que sed y ganas de vencer la derrota. Yo era, a la salida del teatro, poco más que el personaje literario que describe Rafael Alcides en un ensayo: «un pobre desesperado que al salir del bar volverá a ser multitud, cifra, nada, me digo, criatura que en un mundo sin respuestas sueña y cae y busca a Dios sin encontrarlo…». 

Con rabia reconozco que no puedo recordar aun nada de Pablo Milanés. Si con Borges cierra Rodríguez Tosca sus Derrotas, con Borges cerraré yo las mías (y las de unos cuantos): «Yo sé (todos lo saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece».

16 junio 2022 64 comentarios 3k vistas
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Libertad

¡Libertad!

por José Manuel González Rubines 8 junio 2022
escrito por José Manuel González Rubines

En algún sitio de la gran biblioteca que albergue la historia de estos tiempos, seguramente habrá un estante reservado a las rarezas cubanas. Puedo imaginar el asombro del investigador del futuro que se tropiece con los tuits de quien sin ser la Primera Dama asiste a recepciones de Estado y se le estropaja el corazón con apagones que no sufre; o con la canción del rapero que paralizaría Cuba —sin el más remoto éxito— con su deseo de compartir bendiciones con sus panas y andar en un lamborghini por Varadero.

Me parece ver su rostro estupefacto cuando se cruce con la noticia de que un promedio de 100 mm de lluvia en un día provocaron alrededor de 150 derrumbes en La Habana e inundaciones en muchas zonas —¿cómo resolverán el problema los habitantes de Mawsynram, en la India?—;  asimismo, le será difícil digerir que un senador de la Florida vea, con la preocupación de un gato agazapado, que en la administración Biden haya personas que podrían querer, nada más y nada menos, suavizar las medidas de aquel país contra el de sus padres.

Intuyo, sin embargo, que probablemente no se genere demasiada sorpresa en él cuando se tope con la imagen del concierto del trovador Carlos Varela, algunas de cuyas canciones fueron coreadas por enardecidos gritos de «¡Libertad!». ¿Qué propiciaría que el incidente fuera una noticia? ¿Cuál es la razón para que de un lado y otro se le dedicara tanta atención? ¿Por qué libertad se clamó a gritos aquella noche?

A lo largo de los siglos, cada generación de cubanos ha luchado por una libertad diferente. Cuando en 1959 triunfó la Revolución, el 92.9% de los habitantes había nacido durante la República, por tanto, sus luchas no eran contra un sistema esclavista y colonial, como fueron las de sus padres y abuelos del siglo XIX.

Para aquellas personas, el referente de opresión del que ansiaban liberarse era un régimen inconstitucional y asesino, que tenía sumidos a muchos en la pobreza y entregada una buena parte de la riqueza nacional al capital extranjero. Las botas de los militares golpistas del 10 de marzo debieron ser barridas, como lo habían sido las de la última generación de mambises políticos gracias a la Revolución del Treinta.

La generación que se congregó en las calles para vitorear a la Caravana de la Libertad —el nombre no es casual ni inmerecido—, estaba tan feliz por lo conquistado y segura de que sus anhelos se materializarían en un tiempo cercano o medio, que llenó de hijos las casas de Cuba. Así, para 1970 el 27.6% de la población tenía nueve años o menos (hoy en ese grupo está apenas el 10.2%). Aquel Baby Boom fue una demostración de confianza, como las oleadas migratorias posteriores lo han sido de decepción.

Libertad

¿Por qué libertad se clamó a gritos aquella noche? (Foto: Facebook / Carlos Varela)

Del mismo modo que para los cubanos del 59, los días oscuros de la esclavitud y la Reconcentración de Weyler eran historias lejanas y trascendidas, lo son el capitalismo republicano y la dictadura de Batista para el 83.5% de los actuales, nacidos durante la Revolución. De esos, el público en el concierto de Varela estaba compuesto en su mayoría por el 40.4% que ha conocido únicamente al Período Especial, pues llegó al mundo después de 1990. Entonces, ¿por qué libertad clamaron esas personas, nacidas en un socialismo supuestamente emancipador? ¿Cuáles son sus referentes de opresión?

Hace algunos días ví los instantes finales de la transmisión en que la activista Sahily González —con cuyas opiniones políticas no estoy familiarizado, pero que son tan legítimas como las de cualquier militante de la UJC, la Asociación Católica o el Partido Verde—, era parcialmente ahorcada por el más inepto de los agentes de la Seguridad del Estado. Al percibirlo con tanta nitidez, recordé la escena del Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, en que la esposa del oftalmólogo le dice al matón que nunca olvidaría su cara. Varias páginas después lo asesinó de un tijeretazo.

El hombre creado por el escritor portugués —física y moralmente ciego—, es la representación del opresor; ella, que decide matarlo aun cuando con eso trasgrede sus más asentados límites, lo hace compulsada por la necesidad de sobrevivir en libertad pese al caos que la circundaba. «Donde hay poder, hay resistencia», dice Foucault.   

Lo sucedido a la activista González es un botón de muestra. Dado que por obvio no requiere un análisis ético, cabe preguntarse desde el pragmatismo político: ¿sirve para algo? ¿Cuál es la relación costo/beneficio en acciones como esa? La represión violenta, las persecuciones, la prisión, los despidos laborales, el acoso o los linchamientos mediáticos; funcionan tan bien a largo plazo como el alcantarillado habanero con 100 mm de lluvia. La historia de Cuba tiene ejemplos sobrados que lo ilustran.

La libertad es tan intrínsecamente humana que quienes la reprimen han debido despojar primero a sus víctimas de cualquier atisbo de humanidad. Bárbaros, negros, rebeldes, gusanos, mercenarios, comunistas, maricones, ciberclarias, son algunas de las herramientas del idioma utilizadas para tal fin. La palabra es la mano que moldea el barro del pensamiento, y del mismo modo que forja la empatía en las relaciones sociales, también puede malograrla hasta el fratricidio.

Sentenciaba Rosa Luxemburgo, con el acierto de una profetisa, que «la libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por muy numerosos que sean, no es libertad en absoluto». Sin embargo, como condición inherente a los hombres, la libertad encontrará su sitio natural a cualquier precio, como río que recupera el cauce pese a la urbanización.

Los jóvenes congregados alrededor de Carlos Varela clamaban por el derecho a gritar «¡Libertad!» sin que ello constituya un acto subversivo o noticioso, y menos en un país constitucionalmente socialista, puesto que socialismo debiera ser libertad en todas sus dimensiones. Recuperar los sueños que unieron a nuestros abuelos en torno al proyecto de aquella caravana, hace más de sesenta años, no es trabajo ajeno sino de cada ciudadano. Unos pocos no pueden ser usufructuarios de lo que es de todos, pues, como dice el poeta, «la libertad nació sin dueño».

8 junio 2022 19 comentarios 2k vistas
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Año

A un año del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 20 abril 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Ayer se cumplió un año de la clausura del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). En los doce meses transcurridos hemos aprendido una lección: existe, conserva un nombre, funcionarios, sedes y estatutos; sin embargo, perdió la función que distingue a un partido político: actuar políticamente.

No le sirvió de nada al Buró Político debatir, pocos meses antes del congreso, el informe «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana». Tampoco pudo prever que en el país existían las condiciones para un estallido social, que ocurrió apenas ochenta y cuatro días después de la clausura del congreso, y, luego de ello, ha demostrado una notable incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y actuar en consecuencia.

Todavía esperamos conocer lo discutido en la reunión urgente del Buró Político celebrada el 12 de julio, cuando aún se producían acciones de protesta en el barrio de La Güinera, pero todo indica que los dirigentes de la organización quedaron totalmente descolocados ante el inédito escenario.

Jamás se ha ofrecido una declaración oficial de la dirección partidista en la que se analicen los hechos bajo un prisma político y se brinden cifras exactas de ciudades y pueblos implicados así como de participantes en las protestas. Ha sido el aparato judicial y policiaco el que ha asumido un rol que debió ser, sobre todo, político.

Ante la profunda crisis económica, política y social que existe en el país, agravada por el inmovilismo del modelo de socialismo burocrático, la situación de la pandemia y las medidas hostiles del gobierno norteamericano; hubiera sido lógico un profundo debate y replanteo de estrategias y tácticas. Ello no fue lo que ocurrió.

En su discurso como primer secretario ante el Congreso, el también presidente Miguel Díaz Canel prometió: «Continuaremos trabajando en la implementación de la Constitución y en la búsqueda de equidad y justicia social y el ejercicio pleno de los derechos humanos para alcanzar un socialismo próspero, democrático y sostenible. El éxito de esos propósitos depende de la capacidad para dialogar con nuestra población, entusiasmar y reconstruir valores (…)». Todas han sido promesas incumplidas.

El Partido parece no saber cómo actuar, qué hacer, hacia dónde ir; solo tiene algo muy claro: se aferra con todas sus fuerzas al poder. La Seguridad del Estado es su escudo, pero esa no es una actitud política. Olvídense del artículo cinco de la Constitución. Ni orienta ni dirige; si acaso resiste.

Año

La Seguridad del Estado es el escudo del Partido, pero esa no es una actitud política.

De espaldas a la política

Un Partido que vuelva la espalda a la actividad política se está auto-eliminando. La política engloba aquellas actividades orientadas ideológicamente para explicar la toma de decisiones encaminadas al logro de objetivos. La ideología es un elemento fundamental en la vida de los partidos. Es la que lo define claramente y guía su accionar.

Sus componentes son: doctrinas (creencias que considera aceptables como base de su actividad), teorías (interpretaciones de la realidad social, económica y política), plataforma (los problemas más importantes que tiene una sociedad), programas (acciones a corto y mediano plazo para resolver los problemas y conflictos) y consignas (lemas o eslóganes que lo representan).

Entre estos componentes debe existir coherencia. Por ejemplo, un partido político de tendencia liberal nunca propondrá la abolición de la propiedad privada, ya que eso sería contrario a sus creencias. De igual modo, un partido que se defina comunista no debiera implementar medidas que favorezcan la desigualdad social (como los Mercados en MLC).

Si analizamos la actividad del partido en los últimos tiempos, especialmente a partir de su 8vo. Congreso, veremos que de todos estos componentes el único claramente apreciable son las consignas (hasta los Lineamientos, discutidos durante años, fueron prácticamente desaparecidos). Pero las consignas por sí solas, enajenadas de la realidad, son objeto de burla y escarnio público, restan credibilidad a la organización y provocan la pérdida de confianza de los ciudadanos. Es así que al Partido solo le van quedando «municiones semióticas» donde antes hubo argumentos y convicciones políticas.     

Aun los partidos únicos deben tener presentes ciertas reglas generales que no es posible ignorar sin consecuencias. Precisan trazar estrategias para crear una base social que los sostenga y legitime su permanencia en el poder. Un partido único se puede mantener si existen estas condiciones: 1) control casi absoluto de la información y de la opinión pública y 2) ciertos niveles de consenso y prosperidad social, incluso en condiciones de austeridad. Puede fallar una de ellas, pero no ambas. Ninguna está presente en Cuba hoy.

Año

Un partido único se puede mantener si existen ciertos niveles de consenso y prosperidad social.

El PCC, sin embargo, no se percata de la gravedad que implica este escenario. La interrogante sería: ¿no desea cambiar o no puede hacerlo? De algún modo me referí a esa paradoja en el artículo «Cuba: el partido único ante la crisis», de hace varios meses:

No tener que negociar el poder, dar por sentado que no le será disputado, despliega a nivel político una perniciosa actitud que supone inaceptable cualquier indicio de presión social y, cuando ella ocurre, la reacción consiguiente muestra una ineptitud absoluta bajo un disfraz de temeridad.    

Esa perspectiva autoritaria se fortalece asimismo con el enfoque teleológico, mecanicista y antimarxista de la historia que asume que la revolución socialista, una vez victoriosa, no puede retroceder. Este optimismo a ultranza clausura la posibilidad del éxito a cualquier proceso de perfeccionamiento o reformas.

La falta de sensibilidad y empatía ante la pobreza y la desigualdad, el desprecio con que se ha tratado a las personas más humildes, la ferocidad del estado policial que se impuso al estado político, son muestra de su inconsistencia e ilegitimidad.     

El Partido sabe muy bien que desde hace tiempo no aspira al comunismo, ni siquiera al socialismo (Que lo diga GAESA). Nosotros también lo sabemos, aunque el aparato propagandístico continúe anclado en antiguas declaraciones de fe. De hecho, intentaron ser honestos cuando se discutía el proyecto de Constitución aprobado en 2019.

Recordemos que la comisión redactora había eliminado de los artículos del proyecto de Constitución la aspiración de llegar al comunismo, lo cual era en sí mismo un cambio trascendental en los principios de la organización que, no obstante, se mantenía en el aludido proyecto como «la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado» (Art. 5). En la versión final se decidió mantener la redacción de la Constitución de 1976. Explicaron que fueron tenidas en cuenta algunas observaciones realizadas en la consulta popular; está muy claro no obstante que solo fue en la letra, jamás en el espíritu de la ley.

Lo cierto es que en condiciones de una ciudadanía activa y cada vez más decidida a participar, con posibilidades reales de interpelar al poder y determinada a hacerlo; el único modo en que el Partido podría mantener su autoritarismo sería garantizando una mejoría evidente y en corto plazo de las condiciones de existencia de las personas, que le devuelva, al menos, una parte de la base social que ha perdido (Modelo asiático). Pero no es posible conseguir esto sin realizar cambios de naturaleza política.

El Partido se niega a dialogar, eso es evidente. ¿Qué nos ofrece entonces para que soportemos estoicamente sus imposiciones y arbitrariedades? ¿La Zona de desarrollo del Mariel? ¿Recuperar la industria azucarera que fue destruida hace décadas por decisión suya? ¿Un programa de soberanía alimentaria asesorado por un sacerdote brasileño que sugiere alimentos y hábitos inaceptables? Seamos serios.

La situación es revolucionaria, el Partido no

Estamos en presencia de una situación revolucionaria de manual: los de arriba (nunca mejor dicho) no pueden seguir administrando y gobernando como hasta ahora; y los de abajo estoy segura de que no quieren seguir soportando esos métodos de dirección (y el Partido lo sabe, por eso la Seguridad del Estado y los espacios televisivos propagandísticos han sustituido a las tesis y resoluciones, los círculos de estudio y los debates).

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Hace varios años, en el texto «Pulgas o Dragones», argumenté:

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

Presenciamos hoy el agotamiento definitivo del modelo político de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.  El estallido social del 11 de julio pudo ser un parteaguas en la historia del proceso, pero el Partido decidió atrincherarse y desafiar al propio marxismo al que jura adscribirse.

Entiéndase de una vez que sin base económica que lo sustente, no puede mantenerse ningún modelo social. No es viable en Cuba un modelo extensivo de desarrollo como el que existió durante la alianza con la URSS primero y con Venezuela después, porque la Isla no posee recursos propios y combustible en abundancia; y porque la fuerza laboral calificada y barata emigra constantemente o puede moverse a sectores donde no existan intermediarios estatales entre sus salarios y los empleadores.

El modelo intensivo de desarrollo es menos probable, porque requeriría fuentes de financiamiento para lograr una industrialización, y ello está limitado por varias razones: Cuba no se inserta en los mecanismos financieros internacionales, está afectada por el bloqueo norteamericano, es un país moroso en el pago de las deudas que contrae, desdeñó hasta hace muy poco a sus migrantes como posibles inversores (prefirió constitucionalizar a la inversión extranjera), y, para colmo de males, los sectores medios con capacidad de emprender e invertir están quemando las naves y marchándose del país en un éxodo alarmante, una verdadera sangría que complicará mucho más la situación demográfica. 

Quizás los dirigentes partidistas piensan que pueden vivir parásitos de las remesas, con un mercado cautivo, como hicieron por mucho tiempo. Malas noticias, están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos, y los que se van ahora están indignados y mucho más politizados que los que lo hicieron en las décadas del ochenta y noventa. No creo que las remesas crezcan de ahora en lo adelante.

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Están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos.

Pero tan preocupante como el éxodo constante, que apunta a record en poco tiempo, debería ser para el Partido el constatar quiénes se están quedando en Cuba. Esas son las personas que no disponen de los recursos necesarios para una travesía costosa. Esos son los pobres —que el Partido ha bautizado como vulnerables—, los que no tienen nada que perder, excepto las cadenas (Marx dixit). Esos son los presos políticos y sus familias indignadas por los atropellos. Con ellos van a tener que vérselas. Y es cierto que no están armados, pero el hambre y la desesperación son consejeros audaces.

Hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. Un año después del congreso partidista la situación es desesperada. Compatriotas de todas las edades arriesgan sus vidas para irse de la Isla. Lo hacen a través de selvas y ríos, de escenarios de guerra o resistiendo el frío invierno eslavo. Se cansaron de esperar.  

El Partido puede autoproclamarse, como hizo en el 8vo Congreso, «el alma de la Revolución», pero no lo es. Vistos los resultados a largo plazo de su gestión como «fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado», se ha comportado más bien como un arma, una muy destructiva.  

20 abril 2022 50 comentarios 4k vistas
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«Escucha tu nombre…»

por Leonardo Romero Negrín 12 abril 2022
escrito por Leonardo Romero Negrín

«Escucha tu nombre…». Así nos decía el carcelero que traía la lista de las personas que iban a ser interrogadas, trasladadas de prisión y, con suerte, liberadas.

Era curioso observar cómo los confinados en el Colectivo 6 de Ivanov —prisión denominada «Jóvenes del Cotorro»—, coreábamos esa frase cuando lo veíamos venir con su respectivo papelito entre manos, como quien ansía que su número salga en «la bolita». Es tragicómica la coincidencia que había en ello: podía salir «el fijo» (interrogatorio), «el corrido» (traslado) y el anhelado «parlé» (que anunciaba nuestra liberación).

Podía ocurrir lo mismo en la mañana, al mediodía o bien tarde en la noche. En ese momento todos hacíamos silencio. Noté que algunas personas tenían una especie de superstición y le decían al de al lado: «Shhh…Escucha tu nombre. Dale, que te vas»… porque, según afirmaban, si te lo deseabas a ti mismo no se daba.

En Ivanov existían más de diez colectivos. Algunos de hasta cincuenta personas. La mayoría solo para albergar a cientos de manifestantes del 11-J. La decepción era grande cuando el dichoso carcelero, las más de las veces, nombraba a personas que pertenecían a otro colectivo y debíamos aclarárselo una y otra vez.

Gracias a estas equivocaciones, varias amistades del barrio, o que estudiamos juntos, nos dimos cuenta de que estábamos en la misma prisión. Así me lo cuenta un socio, que dice que mencionaron mi nombre en su galera como diez veces durante esos días, y le dio un poco de calma saber de alguien cercano, pues donde le tocó no conocía a nadie.

Mientras pasaban los días fuimos inventando formas de pasar el tiempo: quitábamos el colchón e improvisábamos un tablero de ajedrez en la litera, sustituyendo las fichas de un juego de damas por papelitos y pedazos de pan viejo.

«Vienen otra vez. Escucha tu nombre»…era un reflejo condicionado. Y casi todo el mundo, religiosamente, paraba lo que estuviera haciendo. Varias personas me preguntaron por qué yo seguía conversando, mirando el techo o haciendo rústicos origamis con cualquier trocito de papel, en lugar de escuchar la lista por si me mencionaban.

Les conté que desde tres meses antes del 11-J tenía una orden de reclusión domiciliaria por haber sacado un cartel en la calle Obispo, y que por cualquier pifia iba directo a prisión preventiva. Entonces ¿qué sentido tenía albergar esperanzas si precisamente esa pifia era la mayor manifestación de los últimos tiempos en Cuba?

 «—Chama, estás embarca′o», me decían.

Por eso me preparé psicológicamente para estar ahí por un buen rato. Mínimo tres años… o cinco, los mismos con que acaban de sentenciar injustamente a Luis Robles. Debido a eso me puse a recopilar décimas, chistes, datos históricos, poesías, los refranes de las personas mayores que estaban allí, o cualquier cosa para rumiar en lo adelante.

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Protesta de Luis Robles, en San Rafael, y Leonardo Romero, en Obispo.

Alexander Hall me decía que tal vez por ser estudiantes universitarios — ¡vaya privilegio!— nos liberarían más rápido… aunque bueno…, quizás a mí no. Por eso, cuando lo vi irse en «libertad» nos dimos un abrazo que parecía confirmar mis sospechas, y en la noche dormí como si ya esa fuera mi casa. Posiblemente por ello, aún hoy mi mente sigue en una celda, con los que continúan presos, y cuando la Seguridad del Estado amenaza con volver a encerrarme, irónicamente pienso que harían justicia.

Era sábado en la tarde, estaba bañándome en el patio junto a varias personas y, mientras nos secábamos al sol, me puse a conversar con un colega acerca del fragmento de unas décimas de Jorge García Prieto y Alexis Díaz Pimienta, respectivamente, que mal empatadas dicen así:

Si algún día, a Dios le presto

Mi rostro…para no ser,

No filmen queriendo ver

El rostro que me incrimina.

Tengo un rostro que camina

Sin las piernas de volver

(…)

Ya todo está dicho: Un dedo

Vertical sobre mi boca

Los poetas tienen poca

Casa…para tanto miedo.

En medio de eso, un guardia empezó a gritar mi nombre varias veces. Salí en toalla y le pedí que revisara bien y viera si no se estaba equivocando de colectivo… que con eso no se jugaba. Me quedé perplejo cuando confirmó que me iba en libertad. Quienes estaban a mi lado, entre nostalgia y alegría, me decían: «—Dale, Físico…apúrate. No vaya a ser que se arrepientan». Cuando recogí mis cosas y le di abrazos a mis hermanos escuché que alguien dijo: «Coño, se nos va el poeta».

Entonces, mientras abrían la reja y me ponían las esposas, les aseguré que nos veríamos las caras allá afuera o aquí adentro. Recité como pude la décima para que la recordaran y no perdieran la fe. Luego agregué, a modo de despedida momentánea: «Bongó Itá Ekué Jukaratinde Akanarán Krúcoro» y «Awanañongo Sanga Bekondó», que en lenguaje abakuá quiere decir: «Somos hijos de la misma madre» y «Así vamos hacia el infinito». Como he dicho anteriormente, ahí se forjó una pequeña familia.

No pasaron dos minutos y, camino a recoger mis pertenencias, apareció el Mayor que me impidiera, días antes, terminar la consulta con el médico y hacer la denuncia que él mismo debía tramitar. Preguntó a quien me conducía que para dónde iba ese «CR» y afirmó que no podía salir de ahí. En lenguaje policial cubano, CR significa Contrarrevolucionario. Además, en mi expediente dice también que soy un «PD» (Potencial Delictivo). No digo yo si con semejantes atributos me iban a dejar salir tan fácilmente.

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Detención de Leonardo Romero el 11 de julio. (Foto: Yamil Lage/AFP)

Me asombró ver cómo discutían entre ellos ese «error» en la cadena de mando, y al escuchar que llamaron por teléfono para verificar, pensé incluso que lo hacían para joder. Pensé mal, al final me pusieron en libertad. Luego me enteré de que, en efecto, fui liberado gracias a las denuncias, firmas y apoyo de gente valiosa, a quienes agradezco. Era un costo político que no querían correr.

Le temen a los universitarios (¡Vaya privilegio!)…por eso los acosan tanto…por eso muchos quieren graduarse y no meterse en ningún lío para poder irse del país…una juventud fragmentada.

Cuento todo esto porque las personas no somos números, material gastable o un carnet de identidad en un archivo. Para los Estados somos eso, es inevitable. Pero escoger percibir la vida a través de este prisma, siendo una estadística más es, en mi opinión, la causa de tal desconexión con la realidad.

No obstante, si no nos dejan otra opción que comparar muestras estadísticas para calcular el mal menor, entonces surgen varias preguntas:

¿Por qué este «CR» y «PD» está libre y Luis Robles, por sacar igualmente un cartel, continúa preso? ¿Por qué el privilegio? ¿Por qué la injusticia?

Ya que van a condenar —si se atreven, definitivamente— a Abel Lescay a seis años… ¿qué pasa con todos los oficiales que nos golpearon y nos decían que éramos «una partía de maricones» y otras frases homófobas, ilustradas con sus bastones de goma, que por pudor y cansancio no repetiré aquí pero que quienes estuvimos, al menos en Ivanov, escuchamos en numerosas ocasiones?

No hace falta argumentar que en la prisión ilegal de  Guantánamo los presos la pasan peor, porque se sabe lo que ahí sucede, y es igual de condenable. No expliquen que en algunos países se reprimen violentamente las manifestaciones, porque también eso se conoce… Aunque para que se produzca tal represión, primero debe existir el derecho de manifestación, que en Cuba es discrecional con el fin de proteger los intereses de la cúpula en el poder. Y encima de tal carencia, sí hay represión, pues esta no se restringe únicamente a la violencia física.

Antes del 11-J bromeábamos con que en Cuba existía la represión del gato Schrödinger: (existe/ no existe).

Salvando las distancias sería más o menos así:

Si profilácticamente ponen vigilancia y amenazan a cada uno de los potenciales manifestantes, no «hará falta reprimir» una manifestación que no se producirá, por razones obvias. En consecuencia, «no son represores» (¡¿?!) y las calles, tan tranquilas como siempre. Por eso había que hacer la prueba y abrir la caja, para que fuera inevitable mirar lo que desde hace años viene sucediendo a pequeña escala y, por tanto, había pasado desapercibido.

Eso lo saben mis amistades argentinas que hace poco protestaron contra las petroleras y el FMI, por solo poner un ejemplo. Ellos al menos pueden. Aquí no se permite ni —supongamos— denunciar a los que impusieron un ordenamiento que, por más necesario que lo presenten, no lo sufren en las neveras de Punto Cero ni del reparto Siboney.

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(Foto: María Lucía Expósito)

No digan que un cartel les hace zozobrar… mejor preguntémonos por qué un simple cartel les hace zozobrar si, como afirman, «su escudo es la Razón».

Y cuando señalen que no todos los que se manifestaron eran inocentes, entonces agreguen que tampoco lo son algunos que ocupan puestos en el Consejo de Estado, los cuales no están presos pues «la continuidad» los perpetúa en sus cargos. La asimetría es evidente.

No digan que desconocen la palabra Amnistía y que los órganos de Justicia ratifican que la soberanía radica en el pueblo, cuando «el pueblo» no ha tenido la oportunidad de decidir sobre el nuevo Código Penal.

De hecho, digan. Estamos ávidos de respuestas. Expliquen, por ejemplo:

¿Por qué Fiscalía Militar tomó testimonio a solo tres personas y no se dignó a entrevistar (aunque se le pidió) a TODOS los que estuvieron, al menos, en el Colectivo 6? Porque de hacerlo hubieran verificado el caso de Freddy Beirut Matos —un anciano condenado a veinte años de cárcel—, que llegó en la noche del 15 de julio con hematomas en las costillas por los golpes que le propinaron al bajar del camión que los traía, haciéndole pasar, a él y a otros, bajo la bochornosa práctica del somatón, la misma que Humberto López, el fiscal José Luis Reyes Blanco y el coronel Víctor Álvarez del Valle pusieron en duda en televisión nacional.

Al día de hoy, hay que tener valor para desmentir eso. Y a los periodistas oficiales que quieran hacer periodismo de investigación… una vez más: «Adelante».

Siendo más específico: ¿Qué tal con quienes me detuvieron abruptamente (a solo días de ser liberado), vestidos de civil y sin identificarse, en la puerta de mi casa, delante de mi abogado y a la vista de todos mis vecinos? ¿Qué hay con quienes al llegar a la estación me amenazaron, por haber publicado mi testimonio, con frases como esta: «Parece que tú no aprendiste la lección en Ivanov y quieres que te llegue “la hora cero”»? Digan. A ver si logran explicar el motivo real de esa detención en los registros de la Estación Policial de Zanja. Simplemente no pueden. Saben que fue un proceder arbitrario, como tantos.

Repito, no somos material gastable. Las imágenes del 11-J muestran quiénes tenían palos y, acompañados por la policía, se sintieron empoderados y no dudaron en utilizarlos sin medida. Esto es para quienes pretenden argumentar que hubo agresiones por parte de los manifestantes. Doy fe de tal desproporción. Hagan el conteo si desean o, como he solicitado en reiteradas ocasiones, presenten íntegramente en televisión las grabaciones de las cámaras del Hotel Saratoga, o las que están en lo alto del edificio de la UJC Nacional, que captaron lo que sucedió frente al Capitolio, en el Parque 13 de Marzo y Máximo Gómez, respectivamente. Adelante.

«Y hay más»… como suele advertir Humberto López. ¿Qué pasa con las personas que han participado en actos de repudio, incurriendo en allanamiento de morada, daño a la propiedad e intimidación en las personas (para no hablar de desorden público)? Un caso muy claro aconteció en Arroyo Naranjo, donde reside una familia cuya cerca fue traspasada y las paredes de su vivienda cubiertas con pintura azul y frases de «Viva Fidel». Las personas que cometieron estas agresiones han sido reconocidas pero continúan impunes.

Parece que ya se olvidó a los que entraron a casa de Luis Manuel Otero, en presencia de policías, y arrancaron sus obras de la pared sin que hayan sido devueltas jamás. ¿Eso fue una orden o fue por iniciativa propia? En cualquier caso, ahí está el video de la arbitrariedad por quienes dicen representar «el orden». Un derecho tan básico como el de hacer una denuncia para reclamar sus obras también le fue negado, aunque luego le hubiesen inventado que los cuadros estaban, ridículamente, bajo investigación. Y por si fuera poco, una patrulla no le permitía, tan siquiera, salir de su domicilio. ¿Eso no son ilegalidades? ¿Hasta cuándo?

Trataré de hacerme entender mejor: ¿Qué hay de los agentes de Seguridad del Estado que acosan y someten a chantaje a familias, periodistas y en general a los que disienten del estatus quo, incluso a estudiantes de la Unión de Jóvenes Comunistas? Y esta es una jugada torpe, pues no podrán encasillar a esos estudiantes en la zona de confort de mercenarios mentirosos, el día que decidan hacer públicas sus historias. En ello han estado implicados los agentes Yordan, Denis y Darío, que podrán negarlo y acusar de difamación, pero será en vano.

¿Cómo es posible que la Seguridad del Estado impida la realización de un conversatorio feminista acerca de violencia obstétrica alegando que a este asistirían «personas y medios contrarrevolucionarios»?

¿Cuán peligroso es para el Estado que las personas aprendan a decidir sobre sus cuerpos, integridad física y psicológica?. Resulta un asunto necesario en un contexto de tanta polémica por acoso sexual y fundamentalismos. Temas vitales, como la gestación, en medio de un debate que concluirá con un plebiscito del Código de las Familias y ante una marcada tendencia a la disminución de la tasa de natalidad…y un país que envejece. No es fortuito que la inmensa mayoría de quienes deciden sobre los cuerpos policiales sean machos: la (in)seguridad del Estado y sus egos masculinos, no atendidos por la FMC.

Ya que amenazan con aplicar, a diestra y siniestra, el decreto ley 35 a periodistas y a toda aquella persona que difame o difunda noticias falsas, ¿mudarán los estudios de grabación del Noticiero de Televisión para la sala de Video-Vigilancia del Combinado del Este?

¿Qué pasa, en fin, con quienes violan reiteradamente la Constitución que dicen defender? Podrían citarse más ejemplos…Cualquiera diría que estamos a mano. Ese es el punto.

Un sistema de justicia cómplice y torcido, NO tiene moral para exigir lo que no cumple para quienes abusan del poder y quedan impunes. Es por ello que se requiere un nuevo marco legal, transparente y auditable por organismos populares y que no esté supeditado (in)formalmente a los designios del Partido. Eso, paradójicamente, estaría más cerca del control del pueblo y por el pueblo que tanto se predica sin sustento real.

Son tantas las violaciones, que quienes detentan el poder en Cuba deberían rogar por una amnistía para sí mismos, por tantos abusos sin consecuencias, y que, de concedérsele a los manifestantes (aunque le lavaría el rostro mínimamente al gobierno), al menos traería algo de tranquilidad en muchas casas.

Porque no somos material gastable. ¿O sí?

Posiblemente yo sea más culpable —según sus arbitrarias leyes—, que muchas de las personas que continúan presas. Pero soy blanco y universitario, a diferencia de los que soportan el peso de las injustas condenas y de la enorme población penal existente en Cuba. Las prisiones son un reflejo de lo que se ha hecho mal como sociedad. Es momento de pensar en ello antes que, de tanto agotamiento, voltear patrullas sea la única vía y no haya vuelta atrás.

En manos del gobierno estaría una parte de la solución. La otra parte (la más importante) está en quienes sepan, de un lado y del otro, deponer orgullos innecesarios y aceptar,  a tiempo, que nuestra ciudadanía necesita sanar.

 «La prisión acaba… la prisión de hierro… pero continúa la prisión del sueño».

«La justicia se ha hecho vieja».

Estamos a tiempo de que no quede tiempo.

Los carceleros pueden redimirse, agitar correctamente las llaves y evitar que la indignación siga teniendo, con razón, su ojo puesto en el poder asfixiante que representa una patrulla. La marginalidad debe ser entendida como consecuencia y no como causa. Un cartel podría ser un prudente llamado de atención para que no se ignoren los reclamos de la ciudadanía y prevalezca la justicia, no el odio y los extremismos… para que se empiece a sanar y subsanar errores…«a veces horrores»…

A este paso, aumentará el número de migrantes, exiliados, gente desencantada y arrepentida con un sentimiento de culpa y doble moral que hará que Cuba se quede vacía y «poblada de consignas».

Se pueden tantas cosas… pero el ruido del orgullo no deja que suceda algo que debería ser una virtud invaluable: el saber escucharnos.

Jueces, fiscales, carceleros… «Shhh… Hagan silencio…

Escuchen sus nombres».

12 abril 2022 33 comentarios 2k vistas
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