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represión

Decencia

Decencia

por Jorge Fernández Era 9 octubre 2022
escrito por Jorge Fernández Era

―No me grites, que no hay por eso más razón en lo que dices…

―¿Eso es conmigo?

―Qué va, oficial: incapaz de obstruir el buen funcionamiento de una manifestación pacífica. Solo recordaba una canción interpretada por Beatriz Márquez.

―¿No será que la tararea rememorando el aniversario cincuenta del Movimiento de la Nueva Trova? Vaya, por aquello de la canción protesta.

―La Musicalísima no surgió de ahí, pero vale la observación. Raro que el tema no haya sido censurado. No sé hasta dónde llegaría su tolerancia si me oye exclamar: «Merece que pongamos el punto ya final…».

―¡¿Punto final de qué?! Mire que «tolerancia», etimológicamente, tiene ciertas coincidencias con la palabra «tolete».

―La raíz la pone uno según su parecer.

―No se haga el sueco.

―Hacerse el sueco es compatible con el síndrome de Estocolmo.

―Y con el «Esto es el colmo» que alegan ustedes.

―Exacto. Entre las causas de ese síndrome se cita que «la pérdida total del control que sufre el rehén durante un secuestro es difícil de digerir. Se hace más soportable para la víctima convenciéndose a sí misma de que tiene algún sentido, y puede llevarla a identificarse con los motivos del autor del delito».

―Cae usted en su propia trampa. De cierta manera acepta que comete un delito parado donde está, con ese cartel que reza: «Quiero mi luz, quiero tu luz… o irme a Toulouse».

―Estoy sobre una acera ancha, no obstruyo el tráfico, no ofendo a nadie, me dirijo a usted en términos que contrastan con los cánones del presidente cuando se refiere a la «indecencia», a la «vulgaridad» para referirse a quienes claman por derechos. Y alabo la comunicación establecida: ninguno de los dos la tumba, no obstante transmitir en frecuencias diferentes.

―«La preocupación y el planteamiento honesto, el planteamiento decente en medio de una situación difícil lo aceptamos y lo atendemos», ha dicho Díaz–Canel.

―¿No leyó la línea anterior a esa? Plantea exactamente lo contrario: «No lo podemos permitir. Manifestaciones de ese tipo no tienen legitimidad».

―Cada cual cita lo que le conviene. Prefiero aquel fragmento en que el primer secretario orienta «ubicar de inmediato a las familias que quedaron sin vivienda, que no tienen ninguna solución, en lugares adecuados y con una adecuada atención».

―La cantidad de viviendas que estuvieran disponibles si el Gobierno no se hubiera dedicado a ubicar organismos desadecuados (y desubicados) en viviendas que han quedado sin familia…

―«Un huracán en pocas horas nos destruye a mayor velocidad que a la que podemos recuperarnos». También lo dice el presidente.

―Einstein no supo nada de relatividad ni conoció a Miguelito. Hay que ver la energía con que este último le mete una velocidad a la masa.

―Me estás llenando la cachimba.

―¿Con el tabaco que se perdió en Pinar?

―Con cierto individuo que merece ser convertido en picadura.

―A propósito de las cachimbas: lo de «emplear todas las pipas de que se disponga en los territorios, las especializadas, pero también otras que haya, como se hizo en Mayabeque, donde las dedicadas a distribuir otros productos se higienizaron y se destinaron para servir agua» me deja cierta duda. Que yo conozca, además de agua, en Cuba solo se embasa combustible en ellas. Mucha gente debe estar rumiando en sus estómagos más energía que un turno de la Guiteras.

―En «un país que parece abocado a superar sucesivas adversidades, sin perder la dignidad nacional ni arriar sus banderas», hay quienes, como dice el Juventud Rebelde, se parecen más a su tiempo que a su familia, y con absoluta confianza esperan, «como tantos pinareños, que lleguen a levantarles otra vez el hogar», sobre todo después que han recibido la noticia de que el Estado financiará el cincuenta por ciento de los precios de los materiales.

―La cuenta arroja que, si el Gobierno cobra los materiales con impuestos muy superiores al doscientos por ciento, ese «altruismo institucional» solo hace menos oneroso el tablazo.

―Lo importante es que en las próximas dos semanas pueda reponerse la infraestructura del sistema electroenergético en el occidente…

―…de manera que todos los consumidores reciban los apagones con normalidad.

―Mejor retírese. No todos los policías tendrán la decencia de tratarlo como lo he tratado yo, ni todos los manifestantes la de asegurarme que somos la misma cosa. No quiero cumplir con la tonelada de galletas que asegura el Tribuna se está distribuyendo por municipio, ni creo que los protestones entren en la categoría de «dejarlos mejor que como estaban antes».

―Le haré caso. A juzgar por los «ciclones de trabajo», las tormentas de voluntades» y los «huracanes de esperanzas», Ian seguirá azotando con «vientos de recuperación». Ya lo dijo Cubadebate: «Esta Revolución se hizo para la resistencia».

9 octubre 2022 6 comentarios 1k vistas
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Pavel Giroud

Pavel Giroud y la amarga verdad de El caso Padilla

por Fabio M. Quintero 6 octubre 2022
escrito por Fabio M. Quintero

Heberto Padilla no escribió versos para que otros dijeran: «qué provocación nace de la cabeza de este poeta». Tampoco escribió en su libro que «vivir la vida no es cruzar un campo», para que lo compararan con Boris Pasternak. No escribió Fuera del juego para entrar en otros juegos ni para salirse del suyo. Y si quiso todo lo contrario, también era válido.  

Como algunos escritores de su generación, fue al futuro a través de sus poemas porque le cantó al hombre arrasado por la Historia. Sentía el lamento premonitorio de lo que serían errores del sistema. Lamento agónico. Lamento bolchevique del que hablaba Nabokov. Hubo personas que lo odiaron por provocador, por querer ser un poeta maldito, por hipercrítico unos y por moderado otros. Los poderosos lo encarcelaron. Pero la mayoría lo odió por decir la verdad —al menos la suya—, esa es la poética de Fuera del juego.

«Las verdades amargas son también verdades», dijo Yevgueni Yevtushenko, poeta ruso amigo de Heberto, sobre el libro. Cincuenta y cuatro años después, el cineasta cubano Pavel Giroud (La Habana, 1972) realizó un documental sobre la verdad amarga de El Caso Padilla, proceso que se desató cuando en 1968 los jurados cubanos José Lezama Lima, José Zacarías Tallet y Manuel Díaz Martínez, junto al hispanista británico J.M. Cohen y el poeta peruano César Calvo, no aceptaron presiones de la UNEAC y le dieron el Premio Julián del Casal al poemario.

Siguieron tres años de aislamiento para Padilla hasta que el 20 de marzo de 1971, lo detuvieron a él y a su esposa, la poeta Belkis Cuza Malé, bajo la acusación de actividades contra la seguridad del Estado. Entonces, cuenta en La mala memoria, para ser liberado le tocaba protagonizar una «autocrítica» que escandalizaría al mundo.

Ocurrió a las 9 de la noche del 27 de abril, en la sala Villena de la UNEAC. Hay cartas, transcripciones, despachos de prensa, crónicas, ensayos, libros sobre lo sucedido ese día. Padilla escribió, más de dos décadas después, que toda su autoinculpación estaba recogida en la filmación del ICAIC y que un día, cuando los tiempos cambiaran, serían reveladas. En algunas cosas, los tiempos no cambiaron. Pero ese día llegó. O comenzó a llegar el 18 de septiembre del 2022, cuando en una sala de proyecciones de San Sebastián, País Vasco, España, a 7512 kilómetros de La Habana, vio la luz el documental El Caso Padilla, del cubano Pavel Giroud.

Cuba atraviesa un proceso de crisis sistémica y a un recrudecimiento de la represión a cualquier asomo de disidencia. ¿Cuál es motivo de realizar ahora este documental?

Ese recrudecimiento de la represión no fue condicionante alguna para la salida del documental. El hecho de que coincidan en el tiempo, no voy a decir que es fruto del azar, porque cada uno tiene causas comunes, pero sí escapa de mi control. Ese accionar de las fuerzas represivas en Cuba pareciese un trabajo de marketing montado por nosotros para darle vigencia a un material que está más vivo que nunca. Lo están legitimando cada día que pasa. Y no solo en lo referido a la represión, también en la obligación a auto inculparse, tal cual le hicieron hace pocos días a los periodistas del medio independiente El Toque.

Ha declarado que por razones de seguridad no puede decir quien le facilitó el betamax con la copia de 16 mm de la filmación del Caso Padilla. Pero, ¿desde cuándo está en su poder?

Más que razones de seguridad, es por estrategia. Quiero que ahora se hable de la película, no de cómo llegó a mis manos la cinta. La prueba de que ese evento se puede tragar a la película es que siempre es la primera pregunta que me hacen, aunque en tu caso, es la segunda. Ya lo contaré. Es una historia extensa y aburrida. Nadie en particular me la facilitó. Me la facilitó una situación que se dio. Lo traje conmigo de Cuba y fue aquí donde lo pude ver íntegramente.

Si hemos tardado en sacarlo a la luz ha sido porque tuvimos que proveernos de todo el amparo legal que nos permitiera hacerlo, bien fuera para revelarlo íntegramente o hacer una película con él. A veces muchos colegas hacen las cosas a lo loco, sacan una película y un simple clic la anula por violar una cadena de derechos. Teníamos que estar seguro y el hecho de esperar que se cumplieran cincuenta años formó parte de ese proceso.

¿Hasta qué punto el trasiego clandestino del discurso afecta o condiciona su trabajo con el documental?

Me gusta mucho esta pregunta. Obviamente le da valor, pero desde el principio me planteé una película que tuviera un valor cinematográfico per se más allá de la revelación del material y creo que, tras mucho trabajo, lo hemos logrado. La decisión de hacer la película y no revelar las más de tres horas que tengo en mi poder, es que tras esta segunda, solo se acercarían a ella los mismos que siempre han estado interesados en el caso. Sin embargo, una película que contextualizara el por qué ese hombre está en esa situación podría llegar a mucha más gente, que luego se enfrentaría al metraje total con más información, sin que le sonasen raros determinados nombres, publicaciones o sucesos.

En La mala memoria, autobiografía de Heberto Padilla, el escritor describe el proceso desde los antecedentes con sus visitas a la URSS y otros países socialistas, hasta lo que ocurrió luego del discurso con él y la poeta Belkis Cuza Malé, su esposa. ¿Cuánto se apoyó usted en el libro para realizar el documental?

El libro lo leí terminando la universidad, en los años noventa, recién editado, y me cautivó mucho. No lo volví a leer hasta terminado un corte de la película cercano al final, con el objetivo de precisar citas, fechas y esas cosas. Decidí no tomarlo como referencia por la misma razón por la que no quise entrevistar a nadie vinculado al caso hablándome desde el presente, con ese poder de selectividad en la memoria que nos da el tiempo y todo lo que ganamos con su paso —experiencia, sabiduría y convenientes olvidos. Ese libro, y su título es una prueba de ello, es una revisión desde la distancia.

Pavel Giroud

Pavel Giroud. (Foto: EFE)

¿Una vez vistas las imágenes, cómo interactúan con el texto de Padilla?

A mi juicio, y es importante aclarar que mi juicio está al nivel de cualquiera que no haya vivido el caso en persona, las imágenes lo validan. Vargas Llosa vio una versión sin terminar de la película y me dijo que muchas cosas que no le creía a Padilla en conversaciones posteriores, las pudo captar viendo las imágenes: mensajes, ironías… Hay un Padilla en el texto transcrito y otro en su performance. Este último se parece bastante al de su autobiografía.

¿Cómo batallar con la tentación de tener esas imágenes casi inéditas a la hora de la edición y el montaje del material?

Pensando como un cineasta que está haciendo una película y no como alguien que va desenmascarar a un régimen con una bomba audiovisual. Pasa a menudo que películas con temas potentes sobre Cuba, se convierten en un «yo acuso a la cruel dictadura» y eso es un error. Ahí entras en el terreno del panfleto. Al «malo» de una película lo define como tal el espectador, no decirle tú —muchas veces desde un cartel inicial— quién lo es. Si lo haces, estás anulando la fuerza dramática de la película. Hay que abstraerse, y es duro, lo sé.

Padilla, Fidel Castro o Cabrera Infante son en mi película personajes dramáticos. Fidel, como personaje, tiene un objetivo: conservar el poder y el control absoluto sobre su reino, pero los intelectuales están criticando demasiado sus prácticas e influyendo con su pensamiento más allá de las fronteras, por lo que ha de coger a uno de ellos como conejillo de Indias y dar un fuerte escarmiento al resto. Al final lo logra: convierte en ovejas mansas a los que como le criticaban. Ese es el arco dramático de ese personaje en mi película.

¿Toda la narrativa del documental está en el discurso de Padilla?

No. Es el material guía, pero entramos y salimos de la opresiva y calurosa sala Villena de la UNEAC constantemente.

¿Cuánto de fuerza y debilidad genera esto para el producto final?

Tal cual ha quedado la película, solo la fortalece, no la debilita nunca.

Usted habló de no querer hacer un panfleto, pero el núcleo que impulsa el material se puede leer como un panfleto en forma de burla o sarcasmo. ¿Su documental pudiera leerse como un panfleto de denuncia?

Creo que ya te la respondí arriba. Si se leyera así me sentiría muy frustrado como cineasta.

Pavel Giroud

Resulta llamativo que con tres protagonistas vivos de los hechos —Belkis Cuza, Manuel Díaz Martínez y Norberto Fuentes— con implicaciones distintas, usted optó por no entrevistarlos y colocar material de archivo de intelectuales no cubanos también relacionados al Caso, bajo la premisa de que todo recuerdo es ficción. ¿Acaso todo el Caso Padilla no es una gran puesta en escena en sí misma?

El hecho de optar por el archivo como único elemento visual y sonoro condicionó que hayan más escritores foráneos hablando del tema, aunque aparece Cabrera Infante, eso sí, hablando desde el exilio. No hay archivos cercanos a ese momento de ninguno de esos escritores vinculados al caso refiriéndose, ya no al caso mismo, ni siquiera al papel del escritor en una sociedad o a la libertad en la creación. Hay mucho de Belkis Cuza o Manuel D. Martínez, pero lejanos en el tiempo al suceso y ya eso no entraba en mi premisa.

El caso Padilla comenzó como una puesta en escena, con guion, protagonista y personajes secundarios, pero terminó siendo una leyenda gracias a su ocultación. Y está claro que todo lo oculto genera culto.

Ver la reacción y saber las declaraciones de estos intelectuales una vez se observaran en pantalla por primera vez cincuenta años después me parece material para otro capítulo… ¿Qué opina usted?

Opino que has tenido una gran idea y no estaría nada mal que la acometieras tú o cualquier otro creador. De mi parte, doy por cerrado este caso.

¿Quién era Heberto Padilla según Pável Giroud? ¿Qué pretendía —si cree que pretendía algo— con todo esto?

A pesar de considerarlo un gran poeta, no puedo verlo de otra manera que como una víctima de eso que aún llaman Revolución y ahí es donde se integra a mi universo de personajes. En mi película La edad de la peseta, una familia se separa con la llegada de la Revolución; en Omertá, la llegada de la Revolución aparta a un hombre de la vida que disfrutaba y está en una sociedad en la que no tiene cabida; en El acompañante, un joven militar es privado de sus libertades por contraer VIH y en El caso Padilla, ya sabemos. Padilla no pretendía otra cosa que salvar su pellejo. Tenía dos opciones y escogió la que muchos hubiesen elegido. Se suicidó en vida intentando salvarla.

¿Qué planes tiene con la distribución del documental para los cubanos que viven en Cuba? ¿Habrá alguna manera de verlo online próximamente? ¿Estaría dispuesto a presentarlo en el próximo Festival del Nuevo Cine Latinoamericano?

Yo creo que ya el plazo para inscribirla en el festival, venció, pero aún no siendo así, ni me lo he planteado. No soy de meterme en batallas de antemano perdidas. Lucho cuando hay una mínima posibilidad de vencer y no es el caso. De la misma manera que no quiero que el cuento de como obtuve la cinta haga que se hable menos de la película, no quiero que el ser censurado gane fuerza y se imponga a ella.

Muchos saben aprovecharse de la censura para potenciar la valía de su obra, yo prefiero no hacerlo. Hay quien ha llegado a decirme, desde su posición de derechas, que la película «es el tiro de gracia al Castrismo» y un entrañable amigo, muy de izquierdas y amante de Cuba, que «hubiera preferido haber muerto antes de haberla visto». Lo cierto es que nadie la cuestiona, ni los más furibundos amantes de la Revolución cubana que la han visto, porque estás siendo testigo del terror que hasta ahora te han contado, y cuando te cuentan algo siempre hay un margen de dudas. Aquí no hay duda posible.

Si no han sido capaces de revelar el material en cincuenta años —no sé si se conserva el negativo—, menos capaces serán de exhibir una película que lo contextualiza y lo hace comprensible a todos. Después de su paso por festivales tendrá su estreno comercial. En España ya tenemos previsto su estreno en salas a través de la distribuidora A Contracorriente Films. Luego irá a alguna plataforma con toda seguridad. En el resto del mundo están por cerrarse los acuerdos. A Cuba llegará de la misma manera en que llega la comida a la mesa: milagrosamente, pero llegará.

6 octubre 2022 32 comentarios 2k vistas
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Marginales

De humildes y marginales

por Raymar Aguado Hernández 4 octubre 2022
escrito por Raymar Aguado Hernández

Mucho pregona la propaganda oficialista aquella sentencia que Fidel pronunció en el Vedado el 16 de abril de 1961: «Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida». Ese día se esbozó, entre la efervescencia, el compromiso del nuevo gobierno con los sectores históricamente explotados, con los marginados, con los desposeídos, con los desempleados, con los humildes.

Cuentan que a los vítores de: «¡Vivan los humildes!» que lanzaba el joven líder, respondían los presentes con ensordecedores: «¡Viva!». Quizás ese momento marcó un nuevo amanecer —al menos al pálpito de la esperanza— para los millones de personas que en Cuba no tenían nada.

La Revolución, desde aquella etapa prematura, se presentó como el proceso de integración social del pobre, del obrero, del campesino; con la ilusión de encauzar su prosperidad. Sesenta y tantos años más tarde, encontramos en ruinas aquella pretensión socialista que, entre metamorfosis y cerrazones, devino un estado totalitario donde la gestión del gobierno, así como sobrados factores internos y externos, tienen sumida la Isla en una crisis económica, política y social sin precedentes.  

Los últimos días se han vestido de historia. Luego del paso del huracán Ian, se evidenció la poca preparación que tuvo la dirección del país para hacer frente a este evento meteorológico, y las serias afectaciones del sistema electroenergético tuvieron en apagón de varios días a casi toda la región (probablemente escribo mientras aún hay familias sin electricidad).

Esta situación, potenciada por el creciente rechazo popular a la gestión del gobierno, desencadenó una serie de protestas en varios lugares del Occidente, con mayor incidencia La Habana, donde la población se manifestó para reclamar su derecho al fluido eléctrico en primera instancia, pero que luego trascendió esas necesidades básicas para pedir libertad o la dimisión de las máximas autoridades del país.

La ciudad se llenó de rostros hastiados de tanta pesadumbre, mal vivir, miseria. Rostros que, al sentir el cuerpo ligero y sin miedo, tomaron las calles. El timbre metálico de los calderos percutidos se coló por cada rincón oscuro como símbolo del descontento generalizado que nos ahoga.

La avenida 51 fue plaza de esos reclamos, lo que se relata en un texto publicado en Cubadebate y firmado por Ariel Díaz. Este último, en tono inadecuadamente liviano y vejatorio, hizo gala de un elitismo banal. Desde la sarta de ofensas que profirió a sus vecinos —marginalizándolos de la planta al pelo— pretendió restar peso a que, aun sabiendo que la represión es una constante, las personas cerraran la calle y reclamaran sus derechos.

Marginales

El texto fue originalmente publicado en el perfil de Facebook de su autor, de donde lo tomó Cubadebate. Al momento de esta publicación, el post original había sido eliminado.

¿Sabrá Arielito, La Élite, que la marginalidad a que están sometidos esos sectores es consecuencia de años y años de pésima gestión gubernamental, donde siempre el más pobre y desfavorecido tiene las de perder? ¿En qué lugar aprendió, él que se autoproclama de izquierda, las falacias revolucionarias que enuncia? ¿Cómo puede un militante de la «Revolución de los humildes» menoscabar la integridad de sus compatriotas argumentando que se comportan como marginales?

La pobreza normalizada en Cuba propone escenas de desconsuelo, como algunas que con intención burlesca intentó relatar el susodicho cronista en Cubadebate. La alusión a un «paliativo», constituido por sirope y arroz amarillo «grasiento», denota el irrespeto a la población. Muchos perdieron toda su reserva alimenticia a causa del prolongado corte energético, otros tantos no podían cocinar por depender de equipos electrodomésticos.

Por tanto, el intentar suplir el desespero, luego de que es tarea titánica conseguir alimentos, dados el desabastecimiento y los precios estratosféricos del mercado, con una comida de no muy buena elaboración, y por demás a un precio que ni remotamente le corresponde —en mi barrio, Cayo Hueso, también vendieron las cajitas de arroz amarillo y sirope—, es otra vejación a la cual estuvieron sometidas las personas.

Asimismo, se establece en el texto a los «dientes de oro», «los zapatos de marca» o «el iPhone», como elementos anacrónicos en la realidad de estos individuos, incitando a un doble juicio viciado y estableciendo arquetipos que insinúan un prejuicio latente. A su vez, darle un enfoque peyorativo al reggaeton como «violentador sexual» y cuestionar tácitamente la sapiencia o nivel cultural de quienes lo consuman, además de una torpeza inefable, es una forma más de instaurar élites dentro de la sociedad.

Tomando en cuenta estadísticas publicadas por la ONEI, al finalizar septiembre del 2021 solo el 0.5% de los fondos públicos había sido destinado al sector educacional y el 1.0%, a salud y asistencia social. Estos números contrastan estrepitosamente con el 42.3% destinado a inmobiliaria y construcción hotelera. Tales cifras son testigos de la vulnerabilidad de una parte importante de la población cubana, la cual —excepto una minoría privilegiada— presenta altos índices de pobreza.

Marginales

Protestas en La Habana a causa del prolongado apagón. (Foto: El Toque)

Al mismo tiempo, la deficiente formación ofrecida en las diferentes instancias educativas, potenciadas por el adoctrinamiento, la corrupción docente, el clasismo, los privilegios de militancia, así como las precarias condiciones de los centros, incentiva el desinterés de un amplísimo sector por la superación y la posterior integración social. Tal realidad se repite en el plano laboral, donde los insuficientes salarios principalmente y otro sinfín de males, y conlleva a que las personas prefieran vías ajenas al estado — en algunos casos, la delincuencia— para sustentarse.

A su vez, las décadas de baja inversión estatal en infraestructura —según datos de la ONEI, a la construcción se dedicó hasta septiembre de 2021 el 2.0% de los fondos públicos—, como la constante migración del resto del país hacia La Habana, entre otros males, tiene a muchas personas viviendo hacinadas y en situaciones paupérrimas. Así, un sinnúmero de personas residen en ciudadelas, viviendas multifamiliares o albergues, sitios donde la propia situación contextual condiciona la marginalidad.

Lo hostil de esos medios desvirtúa la  civilidad de sus habitantes, quienes no tienen, en la mayoría de los casos, otra salida —al menos desde lo que su percepción les permite — que asumir patrones de vulgaridad, tendencias antisociales, escasa conciencia cívica, lastres de delincuencia, y por supuesto, marcada pobreza.

El individuo responde inequívocamente al entorno en que se desarrolla y es harto difícil desligarse de sesgos como los que anteriormente describo, por tanto, en estos casos, el gobierno tiene doble responsabilidad. Descreer las necesidades de estos sectores automáticamente invisibiliza un problema latente en Cuba. La insuficiencia de oportunidades que sufren estas personas los marginaliza.

Marginal, y cito textualmente a la RAE, es una persona o un grupo que vive o actúa, de modo voluntario o forzoso, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas. Es evidente, sobre todo en la capital, como estos sectores crecen en las narices del gobierno, que no muchos esfuerzos vuelca en reescribir la realidad.

Desestimar acciones como las sucedidas en la Avenida 51, bajo la retórica de que son orquestadas por el enemigo, por delincuentes, por marginales, no hace más que ridiculizar la postura gubernamental ante reclamos de la ciudadanía, toda vez que desnuda la intolerancia de la élite de poder y sus privilegiados respecto a los más vulnerables. Manifestarse es un derecho. Que el pueblo haga público su descontento no puede ser satanizado por ningún gobierno que se plantee democrático, como tantas veces se nos pinta este.

Parafraseando a Cintio Viter, esos a quienes llaman marginales, delincuentes, antisociales, irresponsables, son, en todo caso, los marginales, delincuentes, antisociales e irresponsables de la Revolución; porque, como bien señaló Fidel en aquella sentencia que recordé al principio del texto, la Revolución se hizo para ellos y no puede admitir que continúen siendo subproductos suyos.

Si existe la marginalidad en la sociedad cubana, es consecuencia del desapego gubernamental, que no logró integrar estos sectores en la dinámica a la que se aspiraba, al menos en teoría. No obstante, soy de la opinión de que la Revolución, romántica y narcisista como la conocemos, murió hace varios años, quizás al poco tiempo de nacer, sin haberse desarrollado.

El tema del clasismo y el abierto rechazo a los marginalizados —que ahora llaman vulnerables— es otro atropello contra la ciudadanía. La discriminación de estos sectores es, sin duda alguna, una falta gravísima en el esquema de gobierno que plantea la élite de poder en Cuba.

No está de más recordar que las muertes de Diubis Laurencio o Zidan Batista a manos de la policía, fueron justificadas bajo el infame argumento de que eran individuos de pésima conducta social, lacras, marginales. O lo ocurrido tras el 11 de julio, cuando trataron de opacar la manifestación más grande de los últimos sesenta años en Cuba con la falacia de que los manifestantes eran mercenarios, contrarrevolucionarios, marginales.

Yo crecí en un solar, donde ese arroz amarillo grasiento que el susodicho describe en Cubadebate era probablemente la comida más sabrosa que probáramos en toda una semana; donde mis primos —Goliats aunque sin muelas de oro—, se vieron obligados a dejar la escuela y trabajar desde los nueve años para mantenerse; mi tía, con cinco hijos, tuvo que dejar su profesión de maestra y dedicarse a limpiar pisos parar ganar más dinero. Donde mi primo, con diecitantos años y tenicitos de marca como los del texto, no tuvo la oportunidad de defenderse cuando lo llevaron preso por «peligrosidad».

En ese solar ninguno tendrá derecho a una pensión cuando esté viejo, porque siempre han trabajado por su cuenta y así intentaron malvivir. Escuchábamos reggaetón todo el tiempo y hubiéramos salido a manifestarnos para defender nuestra propia revolución: la de los marginales.  

La marginalización, la segregación, la misoginia, el machismo, la LGBTIQ+ fobia, el clasismo, así como el carácter ofensivo, son constantes en varios voceros gubernamentales, donde la retórica del bienestar social merma ante sus propias torpezas. Las últimas jornadas y los tantos desenmascaramientos, vienen a demostrar que de esa «Revolución de los humildes» ni la consigna queda.

4 octubre 2022 30 comentarios 2k vistas
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Reforma

Cuba: reforma económica, derechos, protestas y cambio político

por René Fidel González García 20 septiembre 2022
escrito por René Fidel González García

En 2019, aprobada la Constitución que cambió el régimen económico, político y social del Estado cubano, un nuevo equipo de gobierno dispuso no ya solo de los amplísimos poderes que le otorgó, al menos formalmente, el diseño del poder ejecutivo resultante de la actualización de la antigua matriz de concentración de poder en la última etapa de la transición política generacional ocurrida en Cuba; sino además —sin los límites del antiguo cuerpo constitucional—, de un margen de maniobra para acometer la reforma económica.

Contaba también con un expandido catálogo de derechos y garantías constitucionales a desarrollar normativamente. El mismo no solo tenía numerosos puntos de contacto con los contenidos y demandas del proceso de cambio social que se venía produciendo en el país desde décadas anteriores, sino que había logrado conectar con las expectativas y esperanzas de transformación de la realidad que la socialización del debate y discusión del texto constitucional cubano generaría.

No era precisamente este un punto de partida escuálido, tampoco un capital político propio despreciable para el nuevo gobierno, siempre que avanzara con suficiente coherencia y celeridad.

En los siguientes meses, mientras el gobierno trabajaba en la etapa final de una prolongada sistematización y comparación de alternativas y distintas experiencias que le permitirían finalizar la elaboración y concreción de un plan de reforma económica, y también en el pronóstico y estimación de sus efectos sociales, el manejo de la conflictividad política de la población se estaba volviendo disfuncional y peor aún, contradictorio. Ocurría que desde inicios de la década de los 2000, se habían expandido y fortalecido un enjambre de blogs, publicaciones, el acceso a Internet y el uso de las redes sociales.

Lo que en el pasado había sido una gestión de la opinión pública sin apenas fisuras y capaz de imponer, en ausencia de competidores, una hegemonía mediática indiscutible, era para entonces un campo de batalla. Primero intelectuales, activistas y periodistas, y luego ciudadanos en general, encontraron ahí el dinamismo y la posibilidad de expresión, articulación e incidencia, que los espacios públicos, institucionales y políticos reconocidos legalmente, eran incapaces de proporcionar por su propio diseño, o a medida que perdían importancia y se devaluaban.

Para ese entonces, una estrategia basada en expulsiones de centros de trabajo y estudio, advertencias, multas, procesamientos penales selectivos, campañas contra plataformas digitales, acoso, decomisos de equipos, y otras formas de control político, había agotado sus posibilidades disuasorias hasta llegar a ser una rutina punitiva.

Ciertamente financiamientos provenientes de programas foráneos para el cambio del régimen político en Cuba habían estado en el surgimiento y sostenimiento de muchas de las plataformas que existían; sin embargo, la consolidación de un entorno digital que funcionaba como suerte de ágora tan plural como la sociedad cubana, y su capacidad contestataria, crítica y propositiva, fue visto como desafío insoportable, humillante y extremadamente peligroso tanto para el gobierno, como para un aparato ideológico que, ante el desafío, optó por apostar a la polarización política.                                                                     

Cuando a inicios del 2020 el ejecutivo cubano instrumentó la primera medida del plan de reforma económica, que dio en llamar reordenamiento monetario, la dinámica de polarización inducida creada como respuesta al incremento de conflictividad política era ya, de diversas formas, un fracaso. Este funcionaría en los siguientes meses como uno de los catalizadores para que se produjera en el país la compleja unión de los tiempos, demandas y exigencias, de lo político y lo económico.

Incluso hoy, tomando en cuenta el grado de penetración de la Internet y el aumento del tráfico y tamaño de las redes sociales, es muy difícil creer que, por ejemplo, un pequeño y micro-localizado grupo de artistas, activistas y académicos, opuestos en principio a la entrada en vigor del Decreto-Ley 349 y agrupados bajo el nombre de Movimiento San Isidro (MSI), hubiese llegado a ser conocido nacional e internacionalmente. Ello hubiera sido difícil sin las presiones y acosos que recibieron sus integrantes por parte de los órganos policiales y de Seguridad del Estado, y sobre todo por la inédita sobre-exposición que le dieron medios nacionales de prensa.

Reforma

Protesta de miembros del MSI contra el Decreto Ley 349. (Foto: ADN Cuba)

El antecedente más inmediato de la dinámica de polarización política inducida, había sorprendido a los lectores del Granma unos años antes, cuando leyeron atónitos, como si se tratara de una discusión entre terceros a la que eran profundamente ajenos, una serie de artículos dedicados a la existencia de una corriente de pensamiento: el centrismo, y a sus actores, los centristas.  

Aquel esfuerzo, aparentemente solitario, sirvió sobre todo para enrarecer y tensionar el ambiente político en universidades, centros de investigación e instituciones culturales; mientras se atajaba oficialmente la existencia de distintos espacios y proyectos en los que intelectuales y académicos de diferentes orientaciones estaban confluyendo.

Su nivel ideológico más alto conocido, aunque aparentemente circunscrito a una rama estratégica de la reproducción ideológica, había sido un artículo escrito por la —en aquel momento— vice-ministra primera de la Educación Superior; sin embargo, de ahí en adelante crecería en importancia una matriz comunicativa que vertería, a través de medios públicos y estructuras para-estatales con presencia en Internet y las redes sociales, acusaciones de mercenarios, contrarrevolucionarios y agentes de cambio, a cualquiera que criticara al Gobierno.

Dentro de tal matriz, la posterior exposición mediática y el sobredimensionamiento oficial de la importancia del MSI, parecía en realidad el torpe intento de construir el perfil de una oposición que pudiera ser denostado y desacreditado ante un sector de la opinión pública cuyo consumo político estaba mayormente conectado a los medios estatales y su flujo de propaganda e información. Para lograrlo se apeló a estereotipos negativos sobre aspectos raciales, sociales, morales, clasistas y culturales.

Muy poco tiempo después, cuando un grupo de artistas e intelectuales protagonizó una nutrida protesta frente al Ministerio de Cultura, a raíz del allanamiento policial de la casa en la que miembros del MSI se habían enclaustrado ante la persecución y el hostigamiento del que eran objeto, los estrategas de la polarización política redoblarían su apuesta.

Si por un lado se hicieron cotidianos diferentes tipos de presiones a intelectuales y activistas, sus familiares y vecinos; al mismo tiempo se dejaba abierta, y en algunos casos hasta se facilitaba, la migración como especie de exilio exprés no declarado. A la par, el diseño de algunos programas de televisión pretendió detener y re-encauzar la experiencia de socialización y la calidad de un debate político público que, a través de intelectuales, activistas y artistas, amenazaba con salir de los confines digitales.

Rara vez se puede apreciar con tanta nitidez la incapacidad de un adversario que cuando este apela a la vulgarización y simplificación, no solo en tanto medio de expresar o contrarrestar argumentos, sino como método para destruir la posibilidad misma del debate y lograr el empobrecimiento de la política.

El manejo reactivo, sesgado, ilógico, falaz, sarcástico, y no pocas veces banal de los acontecimientos de la realidad cubana que estos programas propusieron, no estaba sin embargo dirigido a aportar argumentos o a convencer a sus públicos potenciales. Su objetivo real pretendía conectar con destinatarios que compartían sus puntos de vista y sistema de valores, y que difícilmente repudiarían, o serían refractarios, a los medios que les eran propuestos para reafirmar sus ideas.

Reforma

El manejo reactivo, sesgado, ilógico, falaz, sarcástico, y no pocas veces banal de los acontecimientos de la realidad cubana que estos programas propusieron, no estaba sin embargo dirigido a aportar argumentos o a convencer a sus públicos potenciales. (Foto: Captura del NTV)

Que tales programas y sus presentadores, o articulistas y líderes de medios digitales y de grupos en las redes sociales, funcionaran como una versátil interfaz a través de la cual el Gobierno —y sus agencias—  manejaron frecuentemente temas, situaciones y aspectos de interés gubernamental y social, u ofrecieron informaciones y dirigieron ataques contra individuos y grupos en clave de negación plausible, sería considerado por algunos como una zona crepuscular, en la que resultaba cada vez más difícil advertir la existencia de una única dirección del flujo de influencia política.

Lo que pareció una adecuación del discurso político a los novedosos códigos de comunicación impuestos como válidos y efectivos, o acaso un bizarro trasplante de sus formas y fórmulas más empobrecedoras y básicas, o simplemente una contaminación de la política con los más viejos presupuestos del periodismo amarillista; acabó por ser un perturbador indicador de la forma de hacer política en Cuba, mucho más cuando el liderazgo actual, distaba sobremanera de las posibilidades y dotes comunicativas que caracterizaron su ejercicio durante las primeras décadas.

La antigua formación de intelectuales y pensadores de enorme prestigio nacional e internacional que durante años habían socializado ideas, perspectivas y contenidos éticos particularmente importantes por su diversidad y calado a la reflexión política e ideológica nacional, cederían paso —en un momento de glorificación de la opinión, la adulación y la falta de escrúpulos para mentir, tergiversar y fragmentar los hechos—, a personajes anodinos y desconocidos, que parecían ser, por su retórica y los recursos de que se valían, el reflejo de conocidas contrapartes mediáticas foráneas.

Bien pronto, el frenesí oportunista de extremismo y sospecha política que ellos ayudarían a desatar, estaría alcanzando y emplazando con los mismos métodos a personas que hasta hacía poco eran sus compañeros de viaje.

A no pocos de estos personajes le fueron asignados puestos culturales y académicos, además de salarios y distintos tipos de gratificaciones por su trabajo. No obstante, el saldo de empobrecimiento de la cultura y de los recursos de interacción política de la población, y el para nada despreciable resultado colateral del desarrollo de una tendencia de memeficación de la política oficial y popular, había sido hecho a costa de un dogma de Fidel Castro hasta ese momento inalterable: no reconocer nunca la existencia de la oposición.

A escasos siete meses de aplicado por el Gobierno el primer paquete del plan de reforma económica, en medio de la terrible tensión de la epidemia del Covid-19 y del cómodo realismo político de una nueva administración estadounidense —que esperó recoger sin mayor exposición los frutos de las medidas tomadas por su predecesora a costa del sufrimiento del pueblo cubano—, la población ocupó masivamente durante horas las calles de muchas ciudades y pueblos de la Isla.

Esto lo haría, en realidad, sin convocatoria ni liderazgo político alguno, pero la apuesta a la polarización, y las reacciones y dinámicas que generó, habían sido suficientemente intensas como para proporcionar a miles de personas soportes identitarios, simbólicos, e imaginarios, que supondrían al sistema político insular un serio problema para el futuro.

Un año más tarde, con el país conmovido por una estampida migratoria tan extraordinaria como inédita en la historia nacional, que muchos consideraron también resultado del desquiciante golpe que la represión a las protestas había asestado a las esperanzas de democratización de la sociedad cubana, una de las preguntas que interpelaba a la gobernabilidad y al propio funcionamiento del sistema político, no era ya qué hacer con los excluidos, sino qué harían los excluidos frente a la exclusión.

No era esta una pregunta cualquiera. Después de todo, parafraseando a Eliot Weinberger, una pregunta es siempre un anhelo articulado.

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Este artículo es un ejercicio de los derechos y libertades reconocidos por la Constitución.

20 septiembre 2022 7 comentarios 1k vistas
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Nicolae Ceaușescu

Nicolae Ceaușescu: metamorfosis y caída de un dictador

por Mauricio De Miranda Parrondo 7 septiembre 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En los años setenta del siglo pasado circulaba un chiste, según el cual el mundo era una larga carretera que se bifurcaba en dos caminos. En un primer carro iba el presidente de los Estados Unidos. El chófer pregunta por cuál de los dos caminos tomarían y Richard Nixon responde: «siempre por la derecha». El segundo automóvil era un Zil soviético y ante la misma pregunta del chófer, Leonid Brezhnev respondió: «siempre por la izquierda». En el tercer automóvil iba el presidente rumano Nicolae Ceaușescu y ante igual interrogante indicó a su conductor: «ponga los indicadores para la izquierda, pero tome hacia la derecha».

En agosto de 1968, en ocasión de la invasión a Checoslovaquia, el presidente rumano se desmarcó del resto de los países del Pacto de Varsovia y no solo se negó a invadir aquel país, sino que condenó abiertamente la decisión de los líderes soviéticos, respaldada por Alemania Oriental, Polonia, Hungría y Bulgaria. Convocó a un mitin en el que afirmó: «La invasión a Checoslovaquia es un grave error, una gran amenaza para la paz en Europa y al futuro del socialismo en el mundo. Es completamente inaceptable que los países socialistas invadan la libertad y la independencia de otro país».

Llevaba tres años en el poder, pero a partir de allí llamó la atención de los principales líderes capitalistas, varios de los cuales visitaron la capital rumana —entre ellos Richard Nixon— y lo invitaron a realizar visitas de Estado, además de ofrecerle créditos para facilitar importaciones de maquinarias y bienes industriales.

Rumanía alcanzó un estatus parecido al que gozaba Yugoslavia desde fines de los cuarenta, cuando el régimen de Josip Broz Tito fue expulsado del Buró de Información de Partidos Comunistas y Obreros (Kominform) por su disputa con Stalin. Eran dos países comunistas «diferentes» para la política exterior de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

No importaba que sus gobernantes respectivos tuviesen poderes casi absolutos, ni que se reprimiera cualquier tipo de oposición, sino que mostraban una política exterior relativamente independiente de la Unión Soviética. En virtud de ello, se incrementaron las relaciones comerciales entre Rumanía y los países capitalistas y fluyeron hacia el país balcánico recursos financieros de préstamos que incrementaron notablemente su vulnerabilidad financiera externa a partir de la segunda mitad de la década del setenta.

Rumanía fue el primer país del Pacto de Varsovia que reconoció y estableció relaciones con la República Federal Alemana, ingresó al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio. Ceaușescu personalmente contribuyó a allanar el camino para las conversaciones entre China y Estados Unidos que condujeron a la vista de Nixon a Beijing en 1972, así como a la visita del entonces presidente egipcio Anwar El-Sadat a Israel. Mantuvo relaciones tanto con Israel como con la Organización para la Liberación de Palestina. En 1984 se negó a secundar el boicot soviético y de otros países del bloque comunista a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

Nicolae Ceaușescu

Richard Nixon y Nicolae Ceaușescu en Bucarest, 1969.

El camino al poder

Nicolae Ceauseșcu (1918-1989) nació en una familia campesina pobre en la localidad de Scornicești, a 160 kilómetros de Bucarest. A los diez años marchó a la capital y en 1932 ingresó al Partido Comunista Rumano. Pasó la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación nazi en cárceles y campos de concentración, donde estableció amistad con Gheorghe Gheorghiu-Dej, quien en 1944 asumió el liderazgo del Partido. Después de la guerra, se convirtió en un cercano colaborador del líder y ocupó importantes posiciones políticas, sobre todo cuando los comunistas se hicieron con el poder total desplazando a los demás partidos antifascistas.

A diferencia de otros países, la llamada facción «nacional» resultó más estalinista que la «moscovita» —integrada por quienes regresaron con la ocupación soviética, sobre todo en lo relativo a la colectivización forzosa de las tierras campesinas impuesta por Gheorghiu-Dej. Cuando se produjo la crítica a Stalin en la URSS, a partir del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), la dirigencia rumana se resistió a condenar abiertamente al estalinismo, aunque tampoco se enfrentó al liderazgo soviético de forma abierta, como hicieron los líderes comunistas chinos y albaneses.

Ceaușescu ascendió rápidamente en el núcleo de poder. Sin haber sido miembro de ejército alguno, recibió el grado de general y se desempeñó como viceministro de Defensa a cargo de la sección política de las fuerzas armadas entre 1950 y 1954. A partir de ese último año se convirtió en miembro del Buró Político del Partido. Al morir su mentor, en 1965, fue nombrado secretario general del Partido tras vencer en la carrera por el liderazgo a Gheorghe Apostol. En 1967 asumió también la jefatura del Estado.

Se dedicó entonces a promover a personas de su confianza en las principales posiciones del Partido y el gobierno y apartó a la mayor parte del equipo de Gheorghiu-Dej. Paulatinamente promovió a su esposa Elena hasta convertirla en la segunda persona con mayor poder.

En 1971 realizó un viaje a China, Corea del Norte, Vietnam y Mongolia. A pesar de la ruptura ideológica sino-soviética, y quizás por ella, decidió estrechar vínculos con el régimen maoísta. Al parecer, quedó impactado por el culto a la personalidad que se rendía a Mao Zedong y a Kim Il sung en sus respectivos países y decidió algo similar en Rumanía. En el apogeo de la ridiculez los medios de comunicación rumanos le llamaban «Conducator» (título que usó también el fascista Antonescu en su gobierno), «Gigante de los Cárpatos», «Gran Arquitecto», entre otros.

En el discurso pronunciado el 6 de julio de 1971 ante el Comité Ejecutivo Político del Partido Comunista Rumano (PCR), conocido como «Tesis de Julio», lanzó un llamado a «reforzar la educación marxista-leninista y la actividad político-ideológica» del Partido, que se tradujo en el incremento de la censura cultural, de la propaganda política y de los mecanismos de movilización ideológica. Todo ello se acompañó de una campaña nacionalista, en la que se intensificaba el culto a su personalidad, apoyado en el fortalecimiento de la temida Securitate.

En la medida en que reforzaban su poder autocrático y su megalomanía, se enfrascaba en proyectos faraónicos que afectaron gravemente la economía rumana. Entre ellos, la construcción del «Palacio del Pueblo», que sería la sede del Parlamento (en la actualidad aloja además al Museo del Totalitarismo). El segundo edificio público más grande del mundo requirió la mudanza obligatoria de 40.000 familias; se demolieron doce iglesias y tres sinagogas y 700 arquitectos y más de un millón de rumanos trabajaron en sus obras. Como se prohibió a sus constructores realizar importaciones, se construyeron fábricas para producir en el país aquello que era necesario de acuerdo con los diseños, aunque su producción tuviera solo aquel destino.

Nicolae Ceaușescu

Palacio del Pueblo

La crisis económica y social

En la década del setenta, el PIB de Rumanía creció a una tasa promedio anual de 9,9%, (1) favorecida por las inversiones estatales orientadas a alcanzar una industrialización sobredimensionada y a los créditos occidentales, así como a condiciones internacionales favorables derivadas del tratamiento especial que recibía debido a su política exterior independiente de la URSS. En consecuencia, creció notablemente la deuda externa del país, de 1,2 mil millones de dólares estadounidenses (USD) en 1971 a 13 mil millones en 1982.

Sin embargo, a fines de la década de los setenta empeoraron las condiciones económicas, debido al aumento de los precios de los combustibles y de las tasas de interés internacionales, lo que obligó al gobierno a solicitar una línea de crédito al Fondo Monetario Internacional. La posición financiera externa se había deteriorado mucho, especialmente debido al incremento del déficit en la balanza comercial y de la cuenta corriente de la balanza de pagos. De acuerdo a UNCTADStat (2022), el déficit en el comercio de bienes pasó de 558,4 millones de USD en 1977 a 1.551,7 millones en 1978 y a 2.064,5 millones en 1979.

Rumanía fue uno de los países socialistas más golpeados por la crisis de la deuda externa de 1981-1982, debido a que el gobierno se negó a renegociar los pagos del servicio de la misma ante sus acreedores, lo que produjo la cancelación de líneas de préstamos internacionales. Ceaușescu decidió adoptar un plan de austeridad económica para pagar la deuda en pocos años, mediante el incremento de las exportaciones —incluso de parte de la producción de alimentos usualmente destinada al consumo doméstico— y la reducción de las importaciones, de forma tal que el déficit comercial se transformara en superávit. En la práctica, ello significó el establecimiento de una situación de «cuasi-autarquía» económica, que afectó a la economía en general y al nivel de vida de la población en particular.

Las medidas de austeridad adoptadas durante los ochenta incluyeron el restablecimiento del racionamiento en la distribución de alimentos; supresión de la calefacción; cortes de energía eléctrica (de hecho, cuando había electricidad solo se permitía el uso de bombillas de 40w) y del suministro del gas natural. En marzo de 1989 se había pagado casi toda la deuda a costa de un inmenso sacrifico económico y social. A pesar de ello, no solo se mantuvieron los racionamientos de carne, huevos, leche, azúcar y otros alimentos, sino que se hicieron más estrictos. En el invierno de 1988, varios cientos de ancianos murieron debido a la hipotermia.

Del dirigente comunista independiente de Moscú y abierto a las relaciones con Occidente, Ceaușescu aparecía ahora como un dictador megalómano, despiadado y dispuesto a sacrificar a su pueblo para conservar el poder. Mientras tanto, la propaganda oficial seguía insistiendo en el «futuro promisorio del socialismo», tal y como quedó reflejado en los XIII y XIV Congresos del PCR, efectuados en 1984 y 1989.

Entre 1980 y 1989, el PIB creció solo un 1,7% promedio anual. Sin embargo, en 1987 apenas se incrementó un 0,8%; en 1988 se contrajo a -0,5% y en 1989 a -5,8%. Mientras tanto las autoridades, y muy especialmente la pareja Ceaușescu, que disfrutaban de lujos versallescos, daban muestras de ignorar las dificultades en la vida de la inmensa mayoría de los rumanos.

Las duras condiciones de vida de la población provocaron sucesivas protestas sociales. En septiembre de 1983 se produjo una huelga en siete minas de Maramures. En noviembre de 1984 ocurrió otra de los trabajadores industriales de Cluj-Napoca, así como en la fábrica de vidrio de Turda, en protesta por la reducción de salarios y de raciones de pan. En febrero de 1987 estallaron protestas de miles de trabajadores y estudiantes en la ciudad industrial de Iași y 150 obreros fueron expulsados de sus trabajos.

En noviembre de 1987, cerca de 20.000 trabajadores de la planta de Steagul Rosu, la fábrica de tractores y la hidromecánica declararon una huelga masiva en la ciudad industrial de Brasov, contra la reducción de salarios decretada por el gobierno y la propuesta de reducir 15.000 empleos. En este último caso, alrededor de trescientos participantes fueron procesados y condenados a penas entre seis meses y tres años.

Nicolae Ceaușescu

Protestas en Timișoara contra Nicolae Ceaușescu.

La caída

En marzo de 1989, seis antiguos altos dirigentes del PCR —Gheorghe Apostol, Corneliu Mănescu, Alexandru Bârladeănu, Silviu Brucan, Constantin Pîrvulescu y Grigore Răceanu— publicaron una carta abierta en la que criticaban las políticas de Ceaușescu, así como su estilo autoritario y la ausencia de democracia partidista.  Lo acusaban de traicionar al socialismo, no respetar los derechos humanos y conducir al país a un desastre. No exigían la democratización del país sino del Partido, así como el fin de las políticas represivas del régimen.

La carta fue divulgada por diversos medios occidentales, incluyendo Radio Europa Libre y la Voz de América. Todos fueron detenidos e interrogados por la Securitate, sin embargo, no se adoptaron medidas extremas contra ellos debido a que algunos mantenían vínculos con el Kremlin e incluso con la KGB y aunque Ceaușescu se había desmarcado abiertamente de las reformas de Gorbachov en la URSS, temía ser derrocado por un golpe de Estado.

El XIV Congreso del PCR, efectuado entre el 20 y el 24 de noviembre de 1989, aprobó el rumbo de la política de Nicolae Ceaușescu y lo ratificó como secretario general. Mientras, en otros países del bloque soviético comenzaba el derrumbe de sus respectivos regímenes. Con la retórica característica del socialismo burocrático, durante el congreso se convocó a modernizar la industria, especialmente la ligera y la alimentaria, y a elevar el rol del Parlamento en la conducción del país.

No obstante, la crisis económica, el deterioro del nivel de vida y la férrea represión habían ahondado la fractura del consenso político, ya evidente desde años atrás. Adicionalmente, se había desatado una campaña nacionalista contra la minoría húngara de Transilvania, debido al inicio de una corriente migratoria de estos hacia Hungría, que era el más avanzado en reformas económicas dentro del socialismo.

En diciembre de 1989 estallaron protestas en Timișoara que reclamaban la renuncia del dictador y el establecimiento de libertades cívicas, pero fueron reprimidas violentamente por la Securitate, la policía local e incluso fuerzas militares por órdenes directas de Nicolae y Elena Ceaușescu.

Para entonces, había caído el Muro de Berlín; debido a protestas populares en sus respectivos países habían renunciado Erich Honecker en Alemania Oriental, Todor Zhivkov en Bulgaria y Gustav Husak en Checoslovaquia; mientras que en Polonia Wojciech Jaruszelski gobernaba en cohabitación con un gabinete mayoritariamente de Solidaridad. En todos ellos, además de Hungría, se perfilaban elecciones libres para el año siguiente. Todo ello era conocido por la población rumana a través de las noticias difundidas por medios radiales occidentales.

La caída se produjo el 21 de diciembre, al día siguiente del regreso de Ceaușescu de una visita a Irán, para cuando estaba convocado un mitin de reafirmación del apoyo popular a su gestión. En principio fue una convocatoria típica de las escenificadas bajo el llamado «socialismo real», con banderas rojas y carteles de apoyo al PCR y al socialismo, inmensas fotos de Nicolae y Elena, y una primera fila de disciplinados apparatchiks aplaudiendo sin cesar. Pero solo ocho minutos después de comenzar el discurso del máximo dirigente, se escucharon protestas desde la parte trasera de la multitud que fueron creciendo ante la mirada atónita del dictador y de los dirigentes que ocupaban la tribuna.

Poco después, una marea humana rompió el cordón de seguridad que impedía el acceso al edificio del Partido desde cuyo balcón hablaba Ceaușescu.  Lo demás es conocido: las fuerzas armadas le retiran el apoyo, enfrentamientos en las calles entre civiles y miembros de las fuerzas de seguridad, intento de fuga de la pareja gobernante en un helicóptero, posterior captura, juicio sumario y fusilamiento. Mientras tanto se derrumbaba el viejo orden y se instauraba un gobierno provisional de un «Frente de Salvación Nacional» encabezado por Ion Iliescu, antiguo dirigente comunista defenestrado por Ceaușescu e integrado por otros dirigentes provenientes de las filar del PCR.

En Rumanía confluyeron las peores características de la crisis del socialismo: la economía en profunda crisis sin solución dentro del modelo predominante; una dirigencia que hacía caso omiso a las realidades políticas y sociales; el desprestigio del Partido Comunista y sus dirigentes; las duras condiciones de vida de la población y la imposibilidad de que la propaganda y la movilización política pudieran ofrecer esperanzas respecto a un mejor futuro inmediato. Todo esto, unido a la violencia con que se reprimían las protestas sociales y la disidencia, resultó una mezcla explosiva que condujo al derrumbe de un régimen totalitario del socialismo burocrático con derramamiento de sangre.

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(1) Cálculos del autor con base a UNCTAD (2022).

7 septiembre 2022 60 comentarios 3k vistas
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Quinquenio gris

De vuelta al quinquenio gris, persistencia de la memoria

por María Victoria Oliver 25 agosto 2022
escrito por María Victoria Oliver

La lucha por la concreción de la Revolución como proyecto fue compleja en el segundo lustro de los sesenta. Las tensiones ideológicas no solo se expresaban en el campo de la oposición, sino que incluso muchos revolucionarios se enfrentaron a la  imposición  del marxismo-leninismo como filosofía que sustentaría al modelo manifiesto del «socialismo real» implementado por la URSS y los países del campo socialista. Súmese a ello una serie de acontecimientos, como la muerte del Che en Bolivia y, años más tarde, en 1970, el fracaso de la «zafra de los diez millones».

Dadas las circunstancias económicas del país, en 1972 el gobierno cubano toma la determinación de ingresar en el CAME. Ello trajo como consecuencia, en el ámbito de la ideología, una subordinación a la hegemonía del pensamiento soviético que se contradecía con los principios enarbolados en los mismos inicios del proceso. En las Palabras a los Intelectuales, de Fidel Castro, se había establecido una especie de nudo gordiano, pues la exhortación a conformar un modelo de pensamiento artístico y literario auténtico, libre y propio; era frenada por el requerimiento constante a expresarse dentro de estrictos principios de disciplina, acatamiento y confiabilidad en todos los campos del saber, la ideología y la política.

En 1971 se celebró el Primer Congreso de Educación y Cultura. Como consecuencia del mismo, en la cultura artística se desarrolló —y no solamente entre 1970 y 1975 como muchos plantean—, lo que el ensayista cubano Ambrosio Fornet denominara quinquenio gris, período en el que, a nombre de la integridad, dignidad y moralidad ideológica de la Revolución, fueron segregados y condenados socialmente escritores y artistas de todas las manifestaciones.

Quinquenio gris

Ambrosio Fornet (Foto: Cubadebate)

Diversos escritos y análisis sobre este álgido momento de la cultura cubana, mencionan los nombres de los grandes escritores José Lezama Lima y Virgilio Piñera, como figuras que ejemplificaron, junto a muchas otras, el escarnio dado por las autoridades culturales a todos aquellos que tuvieran la condición de homosexuales. Sin embargo, la actitud de represalia asumida por los ejecutores de la política dictaminada en el Congreso, trascendió el marco de la homosexualidad —a pesar de ser este el aspecto más polémico a debate—; fueron repudiados igualmente todos aquellos cuyas actitudes se consideraron  «desviaciones ideológicas».

Se juzgaba por problemas de «diversionismo ideológico» a los que gustaban de escuchar música en inglés, fuera rock, baladas o jazz. Hallamos nombres como el de Pablo Milanés, que ya tenía un reconocimiento dentro de la música filinesca, vinculados con las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP);  correccionales donde se intentaba reformar la conducta de jóvenes que presentaran  esas supuestas desviaciones.

Allí fueron a parar religiosos de todos los credos, fundamentalmente católicos; homosexuales, delincuentes y no delincuentes. Sería un  momento propicio para saldar cuentas, saciar envidias de mediocres y pseudo-artistas y obtener reconocimientos con el fin de escalar puestos a partir de victorias pírricas.

No obstante, existe una arista del problema que por lo sensible ha sido poco abordada, y que hoy, a sesenta años de la fundación de la Enseñanza Artística, y a las puertas de someterse a referendo popular, el próximo 25 de septiembre, un nuevo Código de las Familias —que reprueba toda forma de discriminación por motivo de edad, sexo, orientación sexual, identidad de género o discapacidad; condena toda forma de violencia; aboga por la «autonomía progresiva» de jóvenes y adolescentes; otorga a los niños el derecho al protagonismo en sus relaciones cotidianas, su entorno familiar, la escuela y la comunidad; y confiere la prerrogativa a niñas, niños y adolescentes a ser tratados como sujetos de derecho—, sería conveniente retomar.

Se trata del impacto en las entonces nacientes Escuelas de Arte de aquella política cultural, autoritaria, sectaria y dogmática.

Las actitudes de franca  intolerancia de algunas de las direcciones de las Escuelas de Arte con sus estudiantes a partir de la puesta en vigor de lo declarado en el Congreso, evidenció no solo el extremismo y abuso de poder de los directivos, sino su falta de formación profesional para llevar a cabo el proceso docente educativo en un centro de esa índole; más aún, la ceguera e insensibilidad para dirigir escuelas en las cuales se formaban niños, adolescentes y jóvenes con talento artístico.

Estos tristes personajes protagonizaron los episodios más grotescos de castigos, vejaciones y expulsiones realizados en la historia de la educación cubana, ignominia que laceró y mutiló a una pléyade de futuros músicos, bailarines y estudiantes de artes  plásticas.

Es importante señalar que muchos dignos profesores pertenecientes a estos claustros defendieron a sus alumnos, lo que les trajo como consecuencia que fueran estigmatizados y consiguientemente aislados del contexto de la vida cultural de entonces; otros, por miedo a perder el puesto, o por chantaje, se vieron obligados a llevar una doble vida. 

En este proceso de «purga» desempeñó un papel fundamental la Unión de Jóvenes Comunistas que, dentro del estudiantado, sirvió como ejército de vigilancia y delación. Las actitudes juzgadas como desviaciones o diversionismo ideológico por parte de la militancia juvenil, eran informadas en asambleas de estudiantes celebradas semanalmente ante el Consejo de Escuela,  integrado por  dirigentes de organizaciones estudiantiles, militantes, profesores y el Consejo de dirección, y  en las cuales, «autocríticamente», los alumnos eran conminados a responder, delante de todo el estudiantado, de acuerdo con las acusaciones imputadas.

Quinquenio gris

1971. De la serie “Re-construcción. Quinquenio Gris”. (Imagen: Alejandro González)

Muchos adolescentes y jóvenes fueron víctimas de humillaciones y,  lo que es peor, de maltrato psicológico por simples conjeturas y malintencionada sospecha. Lo triste de ello es que muchos de aquellos  «militantes» que optaron por asumir actitudes extremistas no pasaron a las filas del PCC, otros renunciaron a esa organización, han abandonado el país o están hoy pujando por hacerlo.

De aquella realidad quedan amargas historias, como la del joven pianista matancero Fabio Hernández, al que se le auguraba un futuro profesional pleno y con el cual se ensañaron por hallarle «rasgos de homosexualidad». No solo fue expulsado de la Escuela Mártires de Bolivia, sino que le enviaron como correctivo a trabajar a una prensa en una fábrica de conformación de metales, donde generalmente, sin experiencia, el resultado podía ser la pérdida de una mano o un brazo.

Fue tanta la iniquidad y el menoscabo a su persona, y las heridas psicológicas,  que no pudo soportar y terminó suicidándose. Está el caso también de David Rodríguez de Armas, apenas un adolescente de dieciséis años, estudiante de piano de la misma escuela, reprimido por la misma causa; que un día desapareció y del cual nadie jamás volvió a tener noticias.  

¿Qué decir de la persecución a los estudiantes religiosos de todos los credos?, ¿cuántos tuvieron que  renegar de su Fe, o asistir a sus iglesias, casas de culto o templos corriendo el riesgo de ser delatados o expulsados de las escuelas? A ellos, por sus filiaciones religiosas, no se les consideraba «integrales» y, aun cuando tuvieran probado talento, no les otorgaban becas en el extranjero. Queda en mi recuerdo como docente el nombre de María Magdalena González, que obtuvo el número diecisiete en el escalafón para optar por estudios superiores y por ser metodista no le otorgaron la continuidad en la especialidad que solicitaba.

Sí, es incuestionable que cuando se fundó el Ministerio de Cultura, la política cultural intentó restañar aquellos errores, pero las heridas quedan en la memoria de toda una generación. Algunos artistas que fueron expulsados de aquellos centros docentes lograron hacer carrera en el extranjero. Otros, personas de sólida conducta social, a fuerza de talento se han impuesto y ostentan Premios Nacionales. Incluso, los hubo que por su intelecto y desempeño artístico ocuparon u ocupan cargos de dirección o técnicos; pero la marca indeleble de la injusticia permanece en cada una de sus historias de vida.

Olvidar todo eso sería imperdonable. La sociedad ha cambiado y el contexto aparenta ser diferente; no obstante, es reconocible que en medio de otras realidades aún subyacen reminiscencias de pensamientos y posiciones similares a las de aquella triste época. Ojalá  y  el nuevo Código de las Familias no sea solo el reflejo para el mundo de lo que queremos ser, mientras, en lo profundo de la sociedad, no somos ni estamos preparados para serlo. Ojalá no resulte letra muerta, y que los niños, adolescentes y jóvenes se conviertan en verdaderos sujetos de derecho, para que hechos como los que rememoro, y que sufrí, no se repitan en Cuba.

25 agosto 2022 34 comentarios 1k vistas
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victoria pírrica

La victoria pírrica del 11-J/ 2022

por Alina Bárbara López Hernández 22 julio 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Pirro, rey de Epiro, logró vencer a los romanos en una batalla en la que murieron miles de sus hombres, tantos que, según cuenta la historia, al contemplar el resultado dijera: «Otra victoria como esta y volveré solo a casa». Derrotó a la república romana en dos oportunidades, pero a costa de tal desgaste y de la desmoralización de sus tropas, que finalmente fue vencido en la batalla de Benevento y obligado a retirarse.  

Victoria pírrica ha sido denominado desde entonces un resultado que se consigue con tantas pérdidas para el bando aparentemente vencedor, que puede terminar siendo desfavorable para él. Algunas contiendas famosas clasifican bajo esta denominación: la batalla de Borodino en las guerras napoleónicas (1812), la de Jutlandia en la Primera Guerra Mundial (1916) y la primera batalla del Alamein, en la Segunda Guerra Mundial (1942), entre otras.

A las anteriores debería sumarse ahora la batalla comunicacional del 11-J de 2022, calificada por el gobierno cubano como un nuevo Girón. La psicóloga Karima Oliva resalta como un gran éxito que ese día se posicionaran la etiqueta #Cubavive y las matrices de mensajes favorables al gobierno.

victoria pírrica

Resulta toda una paradoja que sean el gobierno y su aparato de comunicación, que consideran a Internet y las redes sociales como sitios en los que se manipula la realidad cubana, los que presuman ahora de ganar sus batallas precisamente allí. Porque donde había que disuadir de la posibilidad de un nuevo estallido social era operando sobre la realidad, es decir, sobre los factores que condujeron a las protestas sociales del pasado verano. ¿No afirman que la verdad sobre Cuba no está en las redes? Entonces, ¿de qué victoria estamos hablando?  

La historia no es una obra de teatro, con ensayo general y actos bien definidos. Muchos pensaron que este 11-J se produciría en Cuba un estallido similar al del pasado año, y consideran una derrota que no ocurriera; se equivocan. Otros pueden pensar que el hecho de que no se haya producido es una victoria del Estado; también se equivocan.

Lo sucedido resulta totalmente lógico. Durante estos doce meses el Estado se blindó para desestimular cualquier manifestación en su contra. Lo hizo con normativas legales que regulan la comunicación y con un nuevo y mucho más estricto Código Penal. A nivel represivo dictó altas condenas de prisión a muchos manifestantes del 11-J, pero tampoco habilitó ninguna de las leyes constitucionales para que la ciudadanía pueda interpelarlo: derecho a manifestación y Tribunal de Derechos Constitucionales.

Y —para no dejar nada al azar—, desde días antes de la referida fecha fueron desplegados operativos y agentes de Seguridad del Estado con el fin de asegurar que los disidentes no salieran al espacio público, se les encerró en sus casas, se presionó a sus familiares y amigos; se convocó a los colectivos laborales a custodiar plazas y parques y a actividades infantiles desde horas de la mañana.

A ello hay que sumar que la sociedad cubana no tiene posibilidad legal alguna de articularse en asociaciones cívicas, sindicatos u organizaciones independientes de las admitidas por el Estado, que pudieran ser interlocutoras ante este. Presentar como una victoria el haber sobrepasado el día cero sin un nuevo estallido, es pueril. Fue así sin embargo como se anunció por dirigentes políticos, funcionarios del ministerio de Cultura y periodistas en el programa Mesa Redonda dedicado a la gran victoria… comunicacional.

Tal actitud pretende ignorar que el 11-J de 2021 acaeció por un conjunto de circunstancias, no solo presentes hoy sino mucho más potenciadas. Los que confíen en que al evitarlo en fecha fija eliminaron las condiciones para la réplica de similares acciones, pecan de ingenuos o soberbios y, en ambos casos, son políticos torpes.

Aquí habría que recordar las categorías de la dialéctica necesidad y casualidad. Un cambio en Cuba ocurrirá necesariamente, pues está ligado a lo esencial del desarrollo en unas condiciones dadas, y se abrirá paso a través de la realidad de manera inevitable: un modelo económico y sociopolítico sin posibilidades de reproducirse bajo exactas condiciones, deberá dar lugar inexorablemente a una transformación (y no solo en el ámbito de la economía). Sin embargo, el modo exacto en que esto ocurra dependerá de situaciones por lo general casuales y difíciles de predecir.

Para una gran mayoría, muchas veces silenciosa, las circunstancias deseables para tal cambio serían pacíficas y mediante un diálogo nacional. Pero el aparato gobernante ha sido refractario a aceptar a la ciudadanía como interlocutora en pie de igualdad y respeto. Su concepción anti-dialéctica de la historia —que aprecia al desarrollo como una línea recta e irreversible, y ha llegado al punto de incluir esa determinación en la Constitución—, le ha hecho creer que es posible continuar gobernando del modo tradicional, aun en medio de una era tecnológica en que ya no le es dable desconocer y acallar a la opinión pública.

Desde el mismo momento en que la gente tuvo la capacidad de erigirse como interlocutora ante el poder, lo ha hecho. Ha ocurrido paulatina pero sostenidamente. Esa es una transformación radical que torna anacrónicas las usuales prácticas políticas discriminatorias características de un modelo de Partido único en cualquier contexto; amén de los enormes y sostenidos errores en política económica y social de ese Partido en Cuba.    

La consecuencia es predecible: en un escenario como el que existe en la Isla, si se cierra la puerta al diálogo, se le está abriendo a la violencia. El Estado no puede desconocer que durante el año transcurrido, en la misma medida en que se ha naturalizado la represión por parte suya, se naturalizan la protesta social y la desobediencia por parte de la ciudadanía. Es un proceso de adaptación recíproco y una actitud que se reforzará en ambos casos mientras más se practique.

Aunque con medidas de control extremo se logró evitar un estallido de grandes proporciones, no puede ignorarse que a lo largo de estos doce meses se han suscitado diversas formas de protesta y desobediencia social difundidas y documentadas: cartas públicas a dirigentes, cacerolazos, carteles contra el gobierno y su presidente, manifestaciones motivadas por los cortes de electricidad en universidades, barrios y poblados de varias provincias; exigencias de madres ante la falta de alimentos y medicamentos para sus hijos y por fallas en el sistema de salud y de atención ciudadana; acciones de apoyo de los familiares y amigos de presos por el 11-J; y constantes argumentaciones de ciudadanas y ciudadanos en las redes sociales, donde son sometidas a crítica, con argumentos profundos y meditados e interesantes propuestas, las políticas del gobierno y la actitud de sus dirigentes.

De julio a julio, la inflación se ha desatado —con la consiguiente devaluación del salario real y la moneda nacional—, y es mayor la escasez de alimentos, medicamentos y productos de primera necesidad. Igual incremento es visible en los cortes de electricidad y las restricciones al transporte. Un punto de ostensible mejoría radica en el control de la pandemia, y aunque deben reconocerse la producción de vacunas y la campaña de vacunación organizada por el gobierno, hay que valorar también que el control de la ola pandémica se ha comportado con características similares a nivel global.

Que el número de fallecimientos por Covid sea casi nulo hoy, no indica que el sistema de salud esté en mejores condiciones para un hipotético resurgir de casos, como ya se aprecia en otros países, y más si se tiene en cuenta que desde hace meses proliferan en varias provincias cubanas los enfermos de dengue, incluso de su peligrosa variante hemorrágica.    

 Tras el estallido social del 11-J, el presidente Miguel Díaz-Canel declaró durante meses que la actual crisis no era el peor momento de un gobierno cubano después de 1959, pues la intervención por Playa Girón y el Período Especial fueron coyunturas más complicadas. Desde hace un tiempo ya no se atreve a afirmarlo. No era cierto. Todos lo sabíamos. Él también.

Veamos entonces algunas pautas que permiten explicar el contexto cubano hoy y entender la magnitud de la crisis.

Cinco pautas para interpretar el escenario actual en Cuba

1) Recordemos aquellos viejos y —dados los resultados posteriores— buenos tiempos, en que la economía insular era descrita eminentemente como exportadora de productos agrícolas, materias primas y minerales de escaso valor agregado: azúcar, cítricos, café, tabaco, ron, níquel, entre otros. La relación con el campo socialista no varió en lo esencial dicho modelo exportador, como sí lo hicieran posteriores decisiones en política económica.

En las más de tres décadas desde el derrumbe del campo socialista, se ha venido diseñando en la Isla un modelo que la ha convertido en mucho más subdesarrollada y dependiente. Aunque data de tiempos de Fidel, fue sobre todo con las reformas raulistas que esta situación se reforzó. El turismo y la venta de servicios profesionales fueron presentados como locomotoras de la economía, sin tener en cuenta que ambas son actividades susceptibles a altibajos geopolíticos y globales (económicos, políticos y sanitarios).

Cuba debe importar hoy muchos de los productos que antes se producían para consumo nacional, o se exportaban; solo le resta esperar a que vuelva el turismo, lo que al parecer demorará; y con la venta de servicios profesionales puede continuar perdiendo parte de su fuerza calificada, pues para que esta regrese al país debe existir un mínimo de prosperidad que haga deseable el retorno.  

En los noventa, la agricultura, a pesar de las grandes afectaciones y la subida de precios de muchos productos, pudo garantizar en los agro-mercados estatales ofertas estables y a precios accesibles de productos como la papa y el maíz, que, además de los huevos, se convirtieron en importantes fuentes de alimentación al alcance de todos.

El pasado año fueron informadas sesenta y tres medidas para revitalizar la agricultura, pero no se vislumbra recuperación alguna en ese sector. Según un artículo publicado en La Joven Cuba, la Isla estaría abierta a la importación de numerosos productos agrícolas provenientes de Estados Unidos si se eliminara el bloqueo —lo que sería sin dudas un aliciente para el consumidor cubano en las condiciones de desabastecimiento que hoy vivimos—; sin embargo, no hay que perder de vista que Cuba tendría muy poco que ofrecer a su poderoso vecino en ese sentido para que sea un comercio bilateral y mutuamente ventajoso. Ni cuota azucarera en su mercado podríamos exigir habido el desmontaje de la industria azucarera nacional desde hace veinte años, cuyo corolario ha sido la zafra del 2021, la peor de los últimos cien.

"Tenemos que aprovechar la demanda interna como un motor impulsor de la economía del país." @AlejandroGilF en @AsambleaCuba #CubaLegisla #PoderPopular pic.twitter.com/SNf2vC46to

— Ministerio de Economía y Planificación de Cuba (@MEP_CUBA) July 21, 2022

Cierto que tenemos muchos hoteles (una buena parte cerrados hoy) para los turistas que decidan vacacionar, aunque gestionados por cadenas francesas y canadienses. En resumen, sesenta y tres años más tarde del triunfo de enero, nos encontramos en la situación que describí en el artículo «Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos»:

Tantos años después, aquí estamos: abiertos al capital extranjero al que se presenta como tabla de salvación, con una Constitución que los invita, con su majestad el dólar rigiendo de nuevo, endeudados hasta la médula con poderosos círculos financieros internacionales. Y, lo peor, esperanzados en que el Norte retire el bloqueo y decida hacer negocios en Cuba para, posteriormente, avanzar más en las reformas y llegar a disfrutar de derechos políticos.

¿Díganme si eso no significa la victoria de un plattismo inconsciente en el imaginario social de esta nación? Es la derrota de aquella fuerte corriente de pensamiento que emergió hace un siglo. Eso sí, maquillada con un discurso político que continua siendo profundamente antimperialista. Las palabras por un lado y la realidad por otro.

2) Cuando ocurrió la debacle del campo socialista, la crisis fue profunda y abrupta; pero el país conservaba aún ciertas reservas en infraestructura y sistemas sociales que permitieron que, luego de tocar fondo, se avizoraran cambios. A ello hay que añadir que en aquel período no existían las marcadas diferencias sociales que hoy se aprecian entre personas, barrios, poblados y provincias.

El sistema de salud era muy sólido entonces, desde la atención primaria (médicos de familias situados en miles de barriadas), hasta los policlínicos y hospitales. Por eso, a pesar de múltiples problemas de salud vinculados con la crisis —como las neuritis, ocasionadas por déficits de proteínas en la alimentación—, no mostró las condiciones depauperadas que hoy se advierten.

Durante años se fue invirtiendo cada vez menos en equipamiento para la salud respecto a otras épocas. Se restringieron servicios como los de obstetricia y cirugía, presentes en casi todos municipios, que fueron concentrados en las cabeceras provinciales. Hoy faltan, desde ambulancias, hasta insumos médicos básicos en los hospitales, como guantes, jeringuillas, vendas, mercuro-cromo.

Por su parte, la industria de medicamentos resistió mejor la crisis de los noventa, en que la ausencia de medicinas no fue tan agobiante como ahora. A ello se suma la disminución durante estas décadas —a pesar de las graduaciones constantes—, de médicos, personal de enfermería, técnicos y laboratoristas; motivados por el cumplimiento de misiones en el exterior o por emigración definitiva.

El sistema de Seguridad Social en Cuba cubría a muchas más personas hasta el nombramiento/elección oficial de Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008. A partir de ahí se enfatizó en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas», pero fue especialmente entre 2016 y 2020 que la inversión en Salud y Asistencia social disminuiría en dos tercios: de 232,6 a 84,5 millones de pesos. Es alarmante que el recorte en la inversión de salud ocurriera precisamente en etapas en que los ingresos por exportación de servicios médico-farmacéuticos fueron la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo (2006-2018).

En consecuencia, aumentaron en esos años la pobreza y la desigualdad. Parámetros exitosos hasta los ochenta, como la «tasa de mortalidad», con tendencia a la disminución —aunque con un repunte durante los noventa—, comenzaron a crecer nuevamente.

3) En los últimos años el éxodo de cubanos es enorme. El modelo habitual de migración ha cambiado, especialmente tras el 11J. La actitud del gobierno convenció a muchas personas de que cualquier tipo de cambios sería obstaculizado, y la falta de confianza en el futuro se observa en el actual modelo, en que familias enteras están emigrando.

Permanecen cerradas o se venden casas porque no resta nadie del núcleo familiar que las habite. Familias a las que quedaban apenas sus ancianos —reacios a emigrar pues confiaban en el sistema de salud y en que las remesas de sus hijos y nietos garantizarían la permanencia en el sitio de sus raíces—, los están sacando de Cuba. El censo nos dirá, correspondía este año pero se ha pospuesto.

victoria pírrica

En los últimos años el éxodo de cubanos es enorme. (Foto: France24)

No obstante, esta mutación del modelo migratorio puede incidir en otro punto de cambio, pues la flexibilización por el gobierno de Biden de las medidas dictadas por Donald Trump en cuanto a los viajes a Cuba y el envío de remesas, pueden no tener los efectos esperados por el gobierno de la Isla. Nadie manda remesas a una casa vacía. La existencia de familias a ambos lados del estrecho de la Florida, es condición esencial para que exista un flujo en tal sentido. Numerosos emigrados están escogiendo gastar de una vez una buena suma de dinero costeando coyotes y viajes ilegales por medio continente, antes de seguir manteniendo a su familia en un lugar en que les resultará más caro a largo plazo.

4) El gobierno de Cuba apuesta con mucha energía por la atracción de capital externo. Incluso para industrias como la azucarera, donde esto jamás se aceptó en los noventa y se optó por desmantelarla antes que abrirla a la inversión privada. A pesar de ello, la pésima infraestructura insular, la desconfianza de los inversionistas en las garantías del gobierno a largo plazo, y la propia crisis en los países emisores de capital, entorpecen esta expectativa.

En resumen: el país no tiene fondos de acumulación, los inversores extranjeros no acuden al llamado y los potenciales inversionistas nativos se están marchando al haber sido postergados por décadas. Solo veo posible una inversión masiva de cubanos emigrados, pero por supuesto que estos exigirán transformaciones en el modelo político, que el gobierno no desea hacer.

5) Ni siquiera el entorno geopolítico regional —en que han triunfado muchos gobiernos de izquierda o progresistas, en todo caso mayoritariamente contrarios a la política hostil de Estados hacia Cuba—, puede interpretarse como punto de inflexión favorable al gobierno cubano.

La Isla ha requerido siempre de un país-pilar para salir de los momentos críticos del proceso desde 1959: la URSS en los sesenta y Venezuela en los noventa. En estos momentos ninguno de los gobiernos de la izquierda emergente en América Latina va a desempeñar ese rol. Primero, porque se trata de una izquierda que no se ha alineado con el modelo antidemocrático insular y ha hecho fuertes críticas a la represión, durante y tras el 11-J. Segundo, porque la crisis de la pandemia ha afectado a todos y Cuba resulta un socio muy costoso.

Venezuela envió durante años a Cuba grandes cantidades de petróleo que intercambiaba por servicios de variada índole: médicos y colaboradores en diversos campos, incluyendo militares. Sin embargo, la invasión de Rusia a Ucrania y el consiguiente encarecimiento de combustibles que ella ocasionó, sacaron a relucir el lado más pragmático de las administraciones norteamericana y Bolivariana.

A pesar de los iniciales pronunciamientos del gobierno de Maduro en respaldo a Putin, y de la crítica ante la violación de derechos humanos en Venezuela por parte del gobierno de Biden (que, ¡oh Maquiavelo! tampoco ha desdeñado a Arabia Saudita); el Norte ve hoy con mejores ojos a sus vecinos del Cono Sur que, casualmente, disponen de las mayores reservas petroleras en la región. Nosotros, les recuerdo, ni azúcar (que está a quinientos dólares la tonelada, dígase de paso). Y ahora, tampoco el petróleo al que estábamos acostumbrados.  

Habría mucho más por decir, sobre todo de los factores subjetivos, pero el espacio no lo permite. Que estas mínimas pautas sirvan a nuestros decisores para que lo piensen tres veces antes de proclamar un triunfo que, parafraseando al anterior primer secretario, es muy indebido. O más bien, para ser coherentes con mi argumento inicial, puede ser considerada la más reciente victoria pírrica en los anales de la historia.

22 julio 2022 29 comentarios 2k vistas
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once

Once

por Jorge Fernández Era 17 julio 2022
escrito por Jorge Fernández Era

Paso a enumerar a las autoridades partidistas del municipio Diez de Octubre los pormenores de la manifestación pacífica que el pasado lunes 11 de julio, a contrapelo de las campañas de descrédito de los medios de desinformación enemigos, se realizó en el Consejo Popular Tamarindo en apoyo a la construcción socialista y contra el golpe de Estado vandálico.

En el sector de la Policía Nacional Revolucionaria de la calle Enamorados, contiguo a la Esquina de Toyo, donde hace un año nos viraron dos carros patrulleros, emplazamos un camión que, por su tonelaje, necesita para ser volcado no menos de Alí Babá y sus cuarenta ladrones (o lumpen o escoria o apátridas…, según el apelativo ad hoc con que se desee denominarlos). Por la proporción de vigilantes respecto a transeúntes (tres a uno), ello se hacía casi imposible, pero no conviene confiarse.

En el Parque Santos Suárez, sede central de la jornada de evocación, se ofertó al público asistente panes de calabaza, masarreales de levadura torula y panetelas ebrias. En la cola situamos a varios agentes nuestros, quienes marcaron sucesivas veces y compraron tanto pan que tuvimos que abrir otro quiosco para recuperar el dinero invertido.

Espero estén ustedes al tanto del llamado hecho en las redes para salir a las calles con pulóveres comunistas, y del revuelo ocasionado por el que exhibió en Twiter el coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución. Me vi compulsado a autorizar, con ánimo de no contradecir el equilibrio de género propugnado por la política de adelanto de la mujer del Gobierno (o mejor: «propugnado por el Gobierno para el adelanto de la mujer», no quiero se interprete que me refiero a la jefa de eventos del Ministerio de Cultura), que las integrantes del bloque 11 de la Federación de Mujeres Cubanas se aparecieran en la actividad con unos pulóveres que aludían a la secretaria general Teresa Amerelle Boué. Por respeto al respeto que a ustedes les prodigo, no reproduzco aquí lo que de ella se expone en dicha prenda de vestir.

Yo sé que a algunos no les va a gustar, pero no quería perderme el reto de #SacaTuPuloverComunista, y ahora mismo este es el que tengo a mano… #Cuba #CDRCuba #SomosDelBarrio #CubaPorLaPaz pic.twitter.com/D96M6MMlOS

— Gerardo Hdez. Nordelo (@GHNordelo5) July 8, 2022

Me tomé la atribución de impedir que un grupo de trabajadores por cuenta propia instalaran un parque de diversiones conformado por aparatos con botes, carabelas y otras naves de disímiles calados que pueden sembrar diabólicas expectativas en niños y jóvenes.

Quizás sea contraproducente que el 11 de julio, Día Mundial de la Población, en un país donde esta decrece de manera acelerada por la instalación de los parques del párrafo anterior, fomentemos el aumento de la población penal, pero nos sentimos obligados a realizar las siguientes detenciones de (como dice Abel Prieto) «gente desmoralizada desde el estado fetal»:

– En la actividad infantil se promovió por los altavoces una canción muy rara que reza: «¡Protesto, protesto y vuelvo a protestar!». Por la segunda parte de esa estrofa presuponemos fue compuesta en días recientes, pues es notorio el llamado a lanzarse otra vez a la calle. Hay varios inculpados, entre ellos una maestra de la primaria de enfrente que compulsó a que sus alumnos bailaran al son de la melodía con los brazos en alto y movimientos pélvicos.

El operador de audio alega que grabó el himno sedicioso desde un disco de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, y que el tema es supuestamente de un grupo de rock nombrado Los Yoyo. Increíble la desfachatez de esta gentuza, como si uno no atinara a darse cuenta de que la susodicha agrupación alude semánticamente a la verticalidad del ir y venir de la oposición en sus anhelos subversivos.

– Un individuo de mediana edad, parado en la esquina de Zapotes y San Indalecio y con mirada insegura hacia los cuatro puntos cardinales, preguntó a una señora que rellena fosforeras (con amplia hoja de servicios como colaboradora de las fuerzas del orden) si esa era la calle San Julio. Fue conducido de inmediato por dos razones: por confundido y por canonizar subliminalmente, con ese «San Julio», la fecha que conmemoramos.

– Un sujeto que dice ser humorista, conversando con otro de similar talante, insistió en el detalle de que nació un 11 del mes 11 a las 11 y 11 horas. Lo expresó casi con orgullo, pues, según el carnet de identidad que no portaba, este año arriba a su tercera edad. Se puso pesao y tuvimos que propinarle un golpe blando.

– Una señora traía encima de su estómago, adherida con alfileres en la blusa, una enseña nacional, pérfida crítica a la soberanía alimentaria que hoy defendemos con esos panes, esos masarreales, esas panetelas… Ella insiste en que llevaba la bandera a media asta en homenaje al fallecido exprimer ministro japonés.

– A un grupo de alrededor de treinta personas les tomamos sus datos y los enviamos a casa, fianza mediante. En el clímax de la actividad política, cuando el orador de turno recordaba la construcción socialista que se hace en el Solar de las Margaritas para convertirlo, con la «operacionalización» a la que alude el presidente, en una ciudadela digna con hacinamiento decoroso («un Tamarindo al que se le incrementa su dulzor»), dichos ciudadanos comenzaron a darle vivas al 11 de julio.

A juzgar por lo escrito en el periódico Juventud Rebelde por el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba («Resulta, al menos chocante o contradictorio, cuando algunos hablan del 11 de julio del pasado año en tono de celebración»), el hecho es condenable. Pero si nos atenemos a las palabras del compañero Díaz-Canel («Si algo vamos a celebrar es esa victoria del pueblo cubano, que es una derrota más del imperialismo»), merecen un diploma de reconocimiento. Ustedes dirán.

17 julio 2022 4 comentarios 1k vistas
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