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represión

victoria pírrica

La victoria pírrica del 11-J/ 2022

por Alina Bárbara López Hernández 22 julio 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Pirro, rey de Epiro, logró vencer a los romanos en una batalla en la que murieron miles de sus hombres, tantos que, según cuenta la historia, al contemplar el resultado dijera: «Otra victoria como esta y volveré solo a casa». Derrotó a la república romana en dos oportunidades, pero a costa de tal desgaste y de la desmoralización de sus tropas, que finalmente fue vencido en la batalla de Benevento y obligado a retirarse.  

Victoria pírrica ha sido denominado desde entonces un resultado que se consigue con tantas pérdidas para el bando aparentemente vencedor, que puede terminar siendo desfavorable para él. Algunas contiendas famosas clasifican bajo esta denominación: la batalla de Borodino en las guerras napoleónicas (1812), la de Jutlandia en la Primera Guerra Mundial (1916) y la primera batalla del Alamein, en la Segunda Guerra Mundial (1942), entre otras.

A las anteriores debería sumarse ahora la batalla comunicacional del 11-J de 2022, calificada por el gobierno cubano como un nuevo Girón. La psicóloga Karima Oliva resalta como un gran éxito que ese día se posicionaran la etiqueta #Cubavive y las matrices de mensajes favorables al gobierno.

victoria pírrica

Resulta toda una paradoja que sean el gobierno y su aparato de comunicación, que consideran a Internet y las redes sociales como sitios en los que se manipula la realidad cubana, los que presuman ahora de ganar sus batallas precisamente allí. Porque donde había que disuadir de la posibilidad de un nuevo estallido social era operando sobre la realidad, es decir, sobre los factores que condujeron a las protestas sociales del pasado verano. ¿No afirman que la verdad sobre Cuba no está en las redes? Entonces, ¿de qué victoria estamos hablando?  

La historia no es una obra de teatro, con ensayo general y actos bien definidos. Muchos pensaron que este 11-J se produciría en Cuba un estallido similar al del pasado año, y consideran una derrota que no ocurriera; se equivocan. Otros pueden pensar que el hecho de que no se haya producido es una victoria del Estado; también se equivocan.

Lo sucedido resulta totalmente lógico. Durante estos doce meses el Estado se blindó para desestimular cualquier manifestación en su contra. Lo hizo con normativas legales que regulan la comunicación y con un nuevo y mucho más estricto Código Penal. A nivel represivo dictó altas condenas de prisión a muchos manifestantes del 11-J, pero tampoco habilitó ninguna de las leyes constitucionales para que la ciudadanía pueda interpelarlo: derecho a manifestación y Tribunal de Derechos Constitucionales.

Y —para no dejar nada al azar—, desde días antes de la referida fecha fueron desplegados operativos y agentes de Seguridad del Estado con el fin de asegurar que los disidentes no salieran al espacio público, se les encerró en sus casas, se presionó a sus familiares y amigos; se convocó a los colectivos laborales a custodiar plazas y parques y a actividades infantiles desde horas de la mañana.

A ello hay que sumar que la sociedad cubana no tiene posibilidad legal alguna de articularse en asociaciones cívicas, sindicatos u organizaciones independientes de las admitidas por el Estado, que pudieran ser interlocutoras ante este. Presentar como una victoria el haber sobrepasado el día cero sin un nuevo estallido, es pueril. Fue así sin embargo como se anunció por dirigentes políticos, funcionarios del ministerio de Cultura y periodistas en el programa Mesa Redonda dedicado a la gran victoria… comunicacional.

Tal actitud pretende ignorar que el 11-J de 2021 acaeció por un conjunto de circunstancias, no solo presentes hoy sino mucho más potenciadas. Los que confíen en que al evitarlo en fecha fija eliminaron las condiciones para la réplica de similares acciones, pecan de ingenuos o soberbios y, en ambos casos, son políticos torpes.

Aquí habría que recordar las categorías de la dialéctica necesidad y casualidad. Un cambio en Cuba ocurrirá necesariamente, pues está ligado a lo esencial del desarrollo en unas condiciones dadas, y se abrirá paso a través de la realidad de manera inevitable: un modelo económico y sociopolítico sin posibilidades de reproducirse bajo exactas condiciones, deberá dar lugar inexorablemente a una transformación (y no solo en el ámbito de la economía). Sin embargo, el modo exacto en que esto ocurra dependerá de situaciones por lo general casuales y difíciles de predecir.

Para una gran mayoría, muchas veces silenciosa, las circunstancias deseables para tal cambio serían pacíficas y mediante un diálogo nacional. Pero el aparato gobernante ha sido refractario a aceptar a la ciudadanía como interlocutora en pie de igualdad y respeto. Su concepción anti-dialéctica de la historia —que aprecia al desarrollo como una línea recta e irreversible, y ha llegado al punto de incluir esa determinación en la Constitución—, le ha hecho creer que es posible continuar gobernando del modo tradicional, aun en medio de una era tecnológica en que ya no le es dable desconocer y acallar a la opinión pública.

Desde el mismo momento en que la gente tuvo la capacidad de erigirse como interlocutora ante el poder, lo ha hecho. Ha ocurrido paulatina pero sostenidamente. Esa es una transformación radical que torna anacrónicas las usuales prácticas políticas discriminatorias características de un modelo de Partido único en cualquier contexto; amén de los enormes y sostenidos errores en política económica y social de ese Partido en Cuba.    

La consecuencia es predecible: en un escenario como el que existe en la Isla, si se cierra la puerta al diálogo, se le está abriendo a la violencia. El Estado no puede desconocer que durante el año transcurrido, en la misma medida en que se ha naturalizado la represión por parte suya, se naturalizan la protesta social y la desobediencia por parte de la ciudadanía. Es un proceso de adaptación recíproco y una actitud que se reforzará en ambos casos mientras más se practique.

Aunque con medidas de control extremo se logró evitar un estallido de grandes proporciones, no puede ignorarse que a lo largo de estos doce meses se han suscitado diversas formas de protesta y desobediencia social difundidas y documentadas: cartas públicas a dirigentes, cacerolazos, carteles contra el gobierno y su presidente, manifestaciones motivadas por los cortes de electricidad en universidades, barrios y poblados de varias provincias; exigencias de madres ante la falta de alimentos y medicamentos para sus hijos y por fallas en el sistema de salud y de atención ciudadana; acciones de apoyo de los familiares y amigos de presos por el 11-J; y constantes argumentaciones de ciudadanas y ciudadanos en las redes sociales, donde son sometidas a crítica, con argumentos profundos y meditados e interesantes propuestas, las políticas del gobierno y la actitud de sus dirigentes.

De julio a julio, la inflación se ha desatado —con la consiguiente devaluación del salario real y la moneda nacional—, y es mayor la escasez de alimentos, medicamentos y productos de primera necesidad. Igual incremento es visible en los cortes de electricidad y las restricciones al transporte. Un punto de ostensible mejoría radica en el control de la pandemia, y aunque deben reconocerse la producción de vacunas y la campaña de vacunación organizada por el gobierno, hay que valorar también que el control de la ola pandémica se ha comportado con características similares a nivel global.

Que el número de fallecimientos por Covid sea casi nulo hoy, no indica que el sistema de salud esté en mejores condiciones para un hipotético resurgir de casos, como ya se aprecia en otros países, y más si se tiene en cuenta que desde hace meses proliferan en varias provincias cubanas los enfermos de dengue, incluso de su peligrosa variante hemorrágica.    

 Tras el estallido social del 11-J, el presidente Miguel Díaz-Canel declaró durante meses que la actual crisis no era el peor momento de un gobierno cubano después de 1959, pues la intervención por Playa Girón y el Período Especial fueron coyunturas más complicadas. Desde hace un tiempo ya no se atreve a afirmarlo. No era cierto. Todos lo sabíamos. Él también.

Veamos entonces algunas pautas que permiten explicar el contexto cubano hoy y entender la magnitud de la crisis.

Cinco pautas para interpretar el escenario actual en Cuba

1) Recordemos aquellos viejos y —dados los resultados posteriores— buenos tiempos, en que la economía insular era descrita eminentemente como exportadora de productos agrícolas, materias primas y minerales de escaso valor agregado: azúcar, cítricos, café, tabaco, ron, níquel, entre otros. La relación con el campo socialista no varió en lo esencial dicho modelo exportador, como sí lo hicieran posteriores decisiones en política económica.

En las más de tres décadas desde el derrumbe del campo socialista, se ha venido diseñando en la Isla un modelo que la ha convertido en mucho más subdesarrollada y dependiente. Aunque data de tiempos de Fidel, fue sobre todo con las reformas raulistas que esta situación se reforzó. El turismo y la venta de servicios profesionales fueron presentados como locomotoras de la economía, sin tener en cuenta que ambas son actividades susceptibles a altibajos geopolíticos y globales (económicos, políticos y sanitarios).

Cuba debe importar hoy muchos de los productos que antes se producían para consumo nacional, o se exportaban; solo le resta esperar a que vuelva el turismo, lo que al parecer demorará; y con la venta de servicios profesionales puede continuar perdiendo parte de su fuerza calificada, pues para que esta regrese al país debe existir un mínimo de prosperidad que haga deseable el retorno.  

En los noventa, la agricultura, a pesar de las grandes afectaciones y la subida de precios de muchos productos, pudo garantizar en los agro-mercados estatales ofertas estables y a precios accesibles de productos como la papa y el maíz, que, además de los huevos, se convirtieron en importantes fuentes de alimentación al alcance de todos.

El pasado año fueron informadas sesenta y tres medidas para revitalizar la agricultura, pero no se vislumbra recuperación alguna en ese sector. Según un artículo publicado en La Joven Cuba, la Isla estaría abierta a la importación de numerosos productos agrícolas provenientes de Estados Unidos si se eliminara el bloqueo —lo que sería sin dudas un aliciente para el consumidor cubano en las condiciones de desabastecimiento que hoy vivimos—; sin embargo, no hay que perder de vista que Cuba tendría muy poco que ofrecer a su poderoso vecino en ese sentido para que sea un comercio bilateral y mutuamente ventajoso. Ni cuota azucarera en su mercado podríamos exigir habido el desmontaje de la industria azucarera nacional desde hace veinte años, cuyo corolario ha sido la zafra del 2021, la peor de los últimos cien.

"Tenemos que aprovechar la demanda interna como un motor impulsor de la economía del país." @AlejandroGilF en @AsambleaCuba #CubaLegisla #PoderPopular pic.twitter.com/SNf2vC46to

— Ministerio de Economía y Planificación de Cuba (@MEP_CUBA) July 21, 2022

Cierto que tenemos muchos hoteles (una buena parte cerrados hoy) para los turistas que decidan vacacionar, aunque gestionados por cadenas francesas y canadienses. En resumen, sesenta y tres años más tarde del triunfo de enero, nos encontramos en la situación que describí en el artículo «Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos»:

Tantos años después, aquí estamos: abiertos al capital extranjero al que se presenta como tabla de salvación, con una Constitución que los invita, con su majestad el dólar rigiendo de nuevo, endeudados hasta la médula con poderosos círculos financieros internacionales. Y, lo peor, esperanzados en que el Norte retire el bloqueo y decida hacer negocios en Cuba para, posteriormente, avanzar más en las reformas y llegar a disfrutar de derechos políticos.

¿Díganme si eso no significa la victoria de un plattismo inconsciente en el imaginario social de esta nación? Es la derrota de aquella fuerte corriente de pensamiento que emergió hace un siglo. Eso sí, maquillada con un discurso político que continua siendo profundamente antimperialista. Las palabras por un lado y la realidad por otro.

2) Cuando ocurrió la debacle del campo socialista, la crisis fue profunda y abrupta; pero el país conservaba aún ciertas reservas en infraestructura y sistemas sociales que permitieron que, luego de tocar fondo, se avizoraran cambios. A ello hay que añadir que en aquel período no existían las marcadas diferencias sociales que hoy se aprecian entre personas, barrios, poblados y provincias.

El sistema de salud era muy sólido entonces, desde la atención primaria (médicos de familias situados en miles de barriadas), hasta los policlínicos y hospitales. Por eso, a pesar de múltiples problemas de salud vinculados con la crisis —como las neuritis, ocasionadas por déficits de proteínas en la alimentación—, no mostró las condiciones depauperadas que hoy se advierten.

Durante años se fue invirtiendo cada vez menos en equipamiento para la salud respecto a otras épocas. Se restringieron servicios como los de obstetricia y cirugía, presentes en casi todos municipios, que fueron concentrados en las cabeceras provinciales. Hoy faltan, desde ambulancias, hasta insumos médicos básicos en los hospitales, como guantes, jeringuillas, vendas, mercuro-cromo.

Por su parte, la industria de medicamentos resistió mejor la crisis de los noventa, en que la ausencia de medicinas no fue tan agobiante como ahora. A ello se suma la disminución durante estas décadas —a pesar de las graduaciones constantes—, de médicos, personal de enfermería, técnicos y laboratoristas; motivados por el cumplimiento de misiones en el exterior o por emigración definitiva.

El sistema de Seguridad Social en Cuba cubría a muchas más personas hasta el nombramiento/elección oficial de Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008. A partir de ahí se enfatizó en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas», pero fue especialmente entre 2016 y 2020 que la inversión en Salud y Asistencia social disminuiría en dos tercios: de 232,6 a 84,5 millones de pesos. Es alarmante que el recorte en la inversión de salud ocurriera precisamente en etapas en que los ingresos por exportación de servicios médico-farmacéuticos fueron la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo (2006-2018).

En consecuencia, aumentaron en esos años la pobreza y la desigualdad. Parámetros exitosos hasta los ochenta, como la «tasa de mortalidad», con tendencia a la disminución —aunque con un repunte durante los noventa—, comenzaron a crecer nuevamente.

3) En los últimos años el éxodo de cubanos es enorme. El modelo habitual de migración ha cambiado, especialmente tras el 11J. La actitud del gobierno convenció a muchas personas de que cualquier tipo de cambios sería obstaculizado, y la falta de confianza en el futuro se observa en el actual modelo, en que familias enteras están emigrando.

Permanecen cerradas o se venden casas porque no resta nadie del núcleo familiar que las habite. Familias a las que quedaban apenas sus ancianos —reacios a emigrar pues confiaban en el sistema de salud y en que las remesas de sus hijos y nietos garantizarían la permanencia en el sitio de sus raíces—, los están sacando de Cuba. El censo nos dirá, correspondía este año pero se ha pospuesto.

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En los últimos años el éxodo de cubanos es enorme. (Foto: France24)

No obstante, esta mutación del modelo migratorio puede incidir en otro punto de cambio, pues la flexibilización por el gobierno de Biden de las medidas dictadas por Donald Trump en cuanto a los viajes a Cuba y el envío de remesas, pueden no tener los efectos esperados por el gobierno de la Isla. Nadie manda remesas a una casa vacía. La existencia de familias a ambos lados del estrecho de la Florida, es condición esencial para que exista un flujo en tal sentido. Numerosos emigrados están escogiendo gastar de una vez una buena suma de dinero costeando coyotes y viajes ilegales por medio continente, antes de seguir manteniendo a su familia en un lugar en que les resultará más caro a largo plazo.

4) El gobierno de Cuba apuesta con mucha energía por la atracción de capital externo. Incluso para industrias como la azucarera, donde esto jamás se aceptó en los noventa y se optó por desmantelarla antes que abrirla a la inversión privada. A pesar de ello, la pésima infraestructura insular, la desconfianza de los inversionistas en las garantías del gobierno a largo plazo, y la propia crisis en los países emisores de capital, entorpecen esta expectativa.

En resumen: el país no tiene fondos de acumulación, los inversores extranjeros no acuden al llamado y los potenciales inversionistas nativos se están marchando al haber sido postergados por décadas. Solo veo posible una inversión masiva de cubanos emigrados, pero por supuesto que estos exigirán transformaciones en el modelo político, que el gobierno no desea hacer.

5) Ni siquiera el entorno geopolítico regional —en que han triunfado muchos gobiernos de izquierda o progresistas, en todo caso mayoritariamente contrarios a la política hostil de Estados hacia Cuba—, puede interpretarse como punto de inflexión favorable al gobierno cubano.

La Isla ha requerido siempre de un país-pilar para salir de los momentos críticos del proceso desde 1959: la URSS en los sesenta y Venezuela en los noventa. En estos momentos ninguno de los gobiernos de la izquierda emergente en América Latina va a desempeñar ese rol. Primero, porque se trata de una izquierda que no se ha alineado con el modelo antidemocrático insular y ha hecho fuertes críticas a la represión, durante y tras el 11-J. Segundo, porque la crisis de la pandemia ha afectado a todos y Cuba resulta un socio muy costoso.

Venezuela envió durante años a Cuba grandes cantidades de petróleo que intercambiaba por servicios de variada índole: médicos y colaboradores en diversos campos, incluyendo militares. Sin embargo, la invasión de Rusia a Ucrania y el consiguiente encarecimiento de combustibles que ella ocasionó, sacaron a relucir el lado más pragmático de las administraciones norteamericana y Bolivariana.

A pesar de los iniciales pronunciamientos del gobierno de Maduro en respaldo a Putin, y de la crítica ante la violación de derechos humanos en Venezuela por parte del gobierno de Biden (que, ¡oh Maquiavelo! tampoco ha desdeñado a Arabia Saudita); el Norte ve hoy con mejores ojos a sus vecinos del Cono Sur que, casualmente, disponen de las mayores reservas petroleras en la región. Nosotros, les recuerdo, ni azúcar (que está a quinientos dólares la tonelada, dígase de paso). Y ahora, tampoco el petróleo al que estábamos acostumbrados.  

Habría mucho más por decir, sobre todo de los factores subjetivos, pero el espacio no lo permite. Que estas mínimas pautas sirvan a nuestros decisores para que lo piensen tres veces antes de proclamar un triunfo que, parafraseando al anterior primer secretario, es muy indebido. O más bien, para ser coherentes con mi argumento inicial, puede ser considerada la más reciente victoria pírrica en los anales de la historia.

22 julio 2022 29 comentarios 1.503 vistas
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once

Once

por Jorge Fernández Era 17 julio 2022
escrito por Jorge Fernández Era

Paso a enumerar a las autoridades partidistas del municipio Diez de Octubre los pormenores de la manifestación pacífica que el pasado lunes 11 de julio, a contrapelo de las campañas de descrédito de los medios de desinformación enemigos, se realizó en el Consejo Popular Tamarindo en apoyo a la construcción socialista y contra el golpe de Estado vandálico.

En el sector de la Policía Nacional Revolucionaria de la calle Enamorados, contiguo a la Esquina de Toyo, donde hace un año nos viraron dos carros patrulleros, emplazamos un camión que, por su tonelaje, necesita para ser volcado no menos de Alí Babá y sus cuarenta ladrones (o lumpen o escoria o apátridas…, según el apelativo ad hoc con que se desee denominarlos). Por la proporción de vigilantes respecto a transeúntes (tres a uno), ello se hacía casi imposible, pero no conviene confiarse.

En el Parque Santos Suárez, sede central de la jornada de evocación, se ofertó al público asistente panes de calabaza, masarreales de levadura torula y panetelas ebrias. En la cola situamos a varios agentes nuestros, quienes marcaron sucesivas veces y compraron tanto pan que tuvimos que abrir otro quiosco para recuperar el dinero invertido.

Espero estén ustedes al tanto del llamado hecho en las redes para salir a las calles con pulóveres comunistas, y del revuelo ocasionado por el que exhibió en Twiter el coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución. Me vi compulsado a autorizar, con ánimo de no contradecir el equilibrio de género propugnado por la política de adelanto de la mujer del Gobierno (o mejor: «propugnado por el Gobierno para el adelanto de la mujer», no quiero se interprete que me refiero a la jefa de eventos del Ministerio de Cultura), que las integrantes del bloque 11 de la Federación de Mujeres Cubanas se aparecieran en la actividad con unos pulóveres que aludían a la secretaria general Teresa Amerelle Boué. Por respeto al respeto que a ustedes les prodigo, no reproduzco aquí lo que de ella se expone en dicha prenda de vestir.

Yo sé que a algunos no les va a gustar, pero no quería perderme el reto de #SacaTuPuloverComunista, y ahora mismo este es el que tengo a mano… #Cuba #CDRCuba #SomosDelBarrio #CubaPorLaPaz pic.twitter.com/D96M6MMlOS

— Gerardo Hdez. Nordelo (@GHNordelo5) July 8, 2022

Me tomé la atribución de impedir que un grupo de trabajadores por cuenta propia instalaran un parque de diversiones conformado por aparatos con botes, carabelas y otras naves de disímiles calados que pueden sembrar diabólicas expectativas en niños y jóvenes.

Quizás sea contraproducente que el 11 de julio, Día Mundial de la Población, en un país donde esta decrece de manera acelerada por la instalación de los parques del párrafo anterior, fomentemos el aumento de la población penal, pero nos sentimos obligados a realizar las siguientes detenciones de (como dice Abel Prieto) «gente desmoralizada desde el estado fetal»:

– En la actividad infantil se promovió por los altavoces una canción muy rara que reza: «¡Protesto, protesto y vuelvo a protestar!». Por la segunda parte de esa estrofa presuponemos fue compuesta en días recientes, pues es notorio el llamado a lanzarse otra vez a la calle. Hay varios inculpados, entre ellos una maestra de la primaria de enfrente que compulsó a que sus alumnos bailaran al son de la melodía con los brazos en alto y movimientos pélvicos.

El operador de audio alega que grabó el himno sedicioso desde un disco de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, y que el tema es supuestamente de un grupo de rock nombrado Los Yoyo. Increíble la desfachatez de esta gentuza, como si uno no atinara a darse cuenta de que la susodicha agrupación alude semánticamente a la verticalidad del ir y venir de la oposición en sus anhelos subversivos.

– Un individuo de mediana edad, parado en la esquina de Zapotes y San Indalecio y con mirada insegura hacia los cuatro puntos cardinales, preguntó a una señora que rellena fosforeras (con amplia hoja de servicios como colaboradora de las fuerzas del orden) si esa era la calle San Julio. Fue conducido de inmediato por dos razones: por confundido y por canonizar subliminalmente, con ese «San Julio», la fecha que conmemoramos.

– Un sujeto que dice ser humorista, conversando con otro de similar talante, insistió en el detalle de que nació un 11 del mes 11 a las 11 y 11 horas. Lo expresó casi con orgullo, pues, según el carnet de identidad que no portaba, este año arriba a su tercera edad. Se puso pesao y tuvimos que propinarle un golpe blando.

– Una señora traía encima de su estómago, adherida con alfileres en la blusa, una enseña nacional, pérfida crítica a la soberanía alimentaria que hoy defendemos con esos panes, esos masarreales, esas panetelas… Ella insiste en que llevaba la bandera a media asta en homenaje al fallecido exprimer ministro japonés.

– A un grupo de alrededor de treinta personas les tomamos sus datos y los enviamos a casa, fianza mediante. En el clímax de la actividad política, cuando el orador de turno recordaba la construcción socialista que se hace en el Solar de las Margaritas para convertirlo, con la «operacionalización» a la que alude el presidente, en una ciudadela digna con hacinamiento decoroso («un Tamarindo al que se le incrementa su dulzor»), dichos ciudadanos comenzaron a darle vivas al 11 de julio.

A juzgar por lo escrito en el periódico Juventud Rebelde por el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba («Resulta, al menos chocante o contradictorio, cuando algunos hablan del 11 de julio del pasado año en tono de celebración»), el hecho es condenable. Pero si nos atenemos a las palabras del compañero Díaz-Canel («Si algo vamos a celebrar es esa victoria del pueblo cubano, que es una derrota más del imperialismo»), merecen un diploma de reconocimiento. Ustedes dirán.

17 julio 2022 4 comentarios 1.174 vistas
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extremismos

Radicalizaciones y extremismos post 11-J

por Mario Valdés Navia 13 julio 2022
escrito por Mario Valdés Navia

Reza un antiguo proverbio maya: «Existen tres cosas que no tienen marcha atrás: la palabra dicha, la flecha lanzada, la oportunidad perdida». Como todo momento de crisis, el 11-J pudo dar paso a soluciones encaminadas a solventar sus causas; o, en su defecto, agravar aún más la situación de partida.

La intensa forma represiva que adoptó la respuesta gubernamental al estallido popular, no solo hizo que se perdiera tal oportunidad, sino que las palabras dichas, durante y después de los acontecimientos, y las flechas lanzadas a los temporalmente vencidos —protestantes, familiares y simpatizantes—, atizaron el fuego. En el año transcurrido desde entonces, los principales efectos generados son la radicalización de defensores y opositores al Gobierno/Partido/Estado y la adopción de posturas cada vez más extremas en el espectro político.

-I-

Recién ocurridos los hechos afirmé: «Restañar las heridas de estos días y sobrepasar este momento difícil exigirá valor, mesura y tacto político al gobierno y a sus oponentes. La hora actual de Cuba es más para el diálogo y la persuasión que para las redadas y los encarcelamientos». A falta de las condiciones enunciadas, el camino escogido por el Poder sería también el de la continuidad en el empleo de sus instrumentos de violencia física: redadas, detenciones y encarcelamientos.

Además de ellas, desde el primer momento hubo otras actitudes inapropiadas que tiñeron de extremismo la respuesta gubernamental:

— Atribuir los hechos a un intento de alzamiento contrarrevolucionario acorde a un plan subversivo forjado en el exterior y coordinado a través de las redes sociales, en lugar de reconocerlo como un estallido social impulsado por causas inmediatas —incremento exponencial de los enfermos de Covid-19, alta inflación y aumento del costo de la vida como resultado de la «Tarea Ordenamiento», cortes eléctricos y mantenimiento por el gobierno de Biden de las medidas reforzadoras del bloqueo de su predecesor Trump— y mediatas: no aplicación de las reformas anunciadas tres lustros antes, sumada a la discriminación política y la falta de libertades propias del modelo de socialismo burocrático.

La posibilidad de un estallido social había sido anunciada en posts, artículos, entrevistas y ensayos, escritos dentro y fuera de Cuba; todos fueron ignorados por el Gobierno/Partido/Estado, renuente a tomar al menos medidas liberalizadoras de la economía que mitigaran las penurias de la población.

— La convocatoria del secretario-presidente Miguel Díaz Canel en comparecencia pública —donde se olvidó del Estado de Derecho proclamado en la Constitución 2019—, a que los comunistas y seguidores de la Revolución salieran a los espacios públicos a imponer el orden por la fuerza, según el antiguo lema: «La calle es de los revolucionarios».

Aunque fueron pocos los civiles que salieron a cumplir el reclamo presidencial, la respuesta de las fuerzas represivas fue airada. Al estilo de un régimen pretoriano in crescendo, tropas especiales del MINFAR y cadetes de las escuelas militares se unieron a la policía y a los agentes de Seguridad del Estado en el empleo de la fuerza.  

— La suspensión del servicio de Internet en todo el territorio para evitar que se mostrara al mundo los acontecimientos en vivo.

— El apresamiento violento y la vejación bajo custodia de manifestantes detenidos; así como el irrespeto a sus familiares, que recorrieron en su busca, durante días, estaciones de policía, hospitales y prisiones.  

Desde el lado de los manifestantes, el sentimiento más presente en aquellas jornadas fue el asombro en una doble condición: por una parte, fascinación ante su propio gesto de salir a la calle a gritar anhelos constreñidos, sin orden ni concierto; por la otra, estupefacción y temor ante el cariz que tomaron las cosas, tanto la magnitud de la protesta como la represión oficial.

No obstante la inexperiencia, espontaneidad y obstinación que marcaran la actuación de los indignados, existen principios universales que rigen la expresión del derecho ciudadano a protestar y que no deben ser ignorados si se pretende que los actos transcurran en un clima de paz. Entre ellos destaco dos que considero fundamentales: el carácter pacífico, a partir de una actitud de no violencia, principio rector de una conducta cívica; y la no internacionalización del conflicto, menos aún la apelación a una intervención extranjera.

-II-

A tenor con el principio de la no violencia, hay que reconocer que, independientemente de la justeza de los móviles que lanzaron a las calles a miles de ciudadano/as, actuaron mal los que atentaron contra coches de la policía, rompieron y saquearon tiendas en MLC y apedrearon instituciones gubernamentales —aunque el supuesto asalto al hospital de Cárdenas, tan publicitado en los primeros días, terminara siendo sobreseído y desapareciera de los medios oficiales.

Es evidente que la falta de prácticas cívicas callejeras afectó a todos los participantes. En Cuba, donde los desfiles multitudinarios solo ocurren para congratular al Gobierno/Partido/Estado, los ciudadanos no protestaban masiva y públicamente contra el régimen desde el Maleconazo de 1994, veintiséis años atrás. Pero las diferencias entre ambos hechos son notables.

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Los ciudadanos no protestaban masiva y públicamente contra el régimen desde el Maleconazo de 1994.

El 5 de agosto de 1994, miles de personas salieron a manifestarse en Centro Habana y Habana Vieja y se cometieron actos vandálicos. El clima imperante era de agudización de la confrontación política por los efectos de la crisis del Período Especial y una fuerte influencia subversiva externa, evidenciada en el fomento al secuestro de embarcaciones y aeronaves para la emigración ilegal, y otras acciones violentas que habían provocado varias muertes.

La más relevante fue el intento de secuestrar el remolcador «13 de marzo» en la bahía de La Habana, y su posterior hundimiento tras chocar con lanchas guardafronteras que le cerraban el paso. En el fatal acontecimiento murieron ahogadas treinta y dos personas —veinte de ellas infantes—, y treinta y una fueron rescatadas. La atmosfera social estaba soliviantada por ánimos de violencia.  

En 1994 la reacción gubernamental también fue reprimir violentamente las manifestaciones con grupos de respuesta rápida y policías de civil, aunque sin llegar a las sádicas golpizas del 11-J. La presencia de Fidel en el lugar de los acontecimientos terminó de aplacar los ánimos. Hubo centenares de arrestos; pero casi de inmediato fueron liberados y muy pocos llevados a juicio y encarcelados.

La Crisis de los Balseros (julio-septiembre) terminó cuando el Gobierno firmó un nuevo acuerdo con EE.UU. que amplió la emigración legal; asimismo, implementó un paquete de medidas liberalizadoras que incluían la creación del Mercado Libre Agropecuario y la ampliación de las ventas en USD.

En julio de 2021 no existía tal grado de agudización previa de la confrontación Gobierno-disidentes ni de la intromisión externa; sin embargo, se hizo evidente que los niveles de obstinación —en su acepción cubana de cansancio, agotamiento, agobio— de la ciudadanía, eran tan altos y masivos que las protestas no se circunscribieron a la capital, sino que ocurrieron en unas cincuenta y cinco ciudades y poblados a lo largo del país. En lugar del centro comercial citadino, los escenarios principales fueron poblados y barriadas pobres, que yacían en la penuria agravada por el confinamiento pandémico y los apagones, en medio de la canícula veraniega.

Por eso, y ante la ausencia en el año transcurrido de un informe público oficial sobre los hechos que aporte nuevos datos, reitero que lo ocurrido el 11-J fue una manifestación espontánea de la ira popular que ni siquiera puede catalogarse de sublevación. A contrapelo de la versión oficial, sostengo que sucedió precisamente porque no estaba planificada, ni hubo concierto entre cientos de personas, menos aún integración en un plan subversivo coordinado y dirigido desde el exterior para generar acciones de violencia a nivel nacional.

Su sesgo espontáneo y popular tomó por sorpresa a las autoridades y al propio pueblo. De otra forma, siendo el Servicio de Seguridad interna lo que mejor funciona en el país, difícilmente hubieran podido acaecer hechos como aquellos.

En los doce meses transcurridos, el Poder ha mantenido un alto nivel de represión sobre los manifestantes del 11-J. Este incluye un repertorio diverso de medidas punitivas: vigilancia y acoso a ellos y sus familiares, tratos abusivos, arrestos domiciliarios, arbitrarias detenciones y prohibiciones de salir de la casa y transitar. En octubre/noviembre, de manera extremista, el Gobierno se negó a conceder el permiso solicitado por actores de la sociedad civil para realizar una protesta pacífica en varias ciudades: la Marcha cívica por el cambio.

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A su vez, el nuevo Código Penal, aprobado en marzo de 2022, fortaleció el arsenal represivo al reformular antiguos delitos contra el Estado como delitos hacia el orden constitucional, en pos de adulterar la aplicación del derecho a la libertad de expresión política. Así, añadió figuras que admiten una amplia gama de interpretaciones extremistas por parte de las autoridades, entre ellas:

— el deliberado «uso abusivo de los derechos constitucionalmente reconocidos, con fines de subvertir el orden político, económico y social de la nación»;

— «el financiamiento de la actividad contrarrevolucionaria, subversiva o cualquier otra que no esté legalmente establecida, a través de sujetos que la realizan en nombre de un gobierno, organizaciones de carácter internacional, no gubernamentales u otras»;

En particular, fue terrible para detenidos y familiares el momento de los juicios y la proclamación de las largas condenas aplicadas a la inmensa mayoría de los más de setecientos que aún permanecían en prisión a fines de año; condenados por delitos de tan difícil probatura como la sedición.

-III-

En el contexto histórico-cultural cubano, no puede ignorarse que el principio de la no internacionalización del conflicto interno adquiere un sentido agónico. El intento de radicalizar cualquier protesta social y presentarla como evidencia de que Cuba es un Estado fallido, incapaz de mantener el orden interior, peligroso para la seguridad regional y, en consecuencia, merecedor de una intervención internacional humanitaria, debería ser inadmisible para cualquier patriota, independientemente de su sesgo ideológico.

El 11-J, la manifestación actual del viejo Síndrome de la Enmienda Platt: el mantra extremista de «la intervención humanitaria», fue repetido por diferentes agencias, políticos y cibernautas, e inundó las redes sociales. También brotó desde la Isla, unas veces por radicalismos ideológicos y otras al calor de la represión violenta y la difusión de imágenes y narraciones de los excesos cometidos.

La cuestión esencial es que el viejo conflicto entre los cubanos que —independientemente de sus ideas políticas y opinión sobre el gobierno—  defienden la independencia y soberanía nacionales, y los que apuestan por la dependencia política respecto a EE.UU., continua vivo tras siglos de existencia. Los que rechazamos el actual modelo de socialismo estatizado, burocrático y militarista, al tiempo que defendemos el derecho de la Isla a la autodeterminación y la soberanía, hemos de lidiar con este fantasma una y otra vez.

Si bien es cierto que el Gobierno/Partido/Estado lo blande como anatema frente a cualquier crítica y/o disidencia, también lo es que destruir al régimen cubano por la fuerza de una intervención militar es una variante presente en el repertorio de opciones, no solo de sectores importantes del US Goverment, sino también de muchos cubanos opositores, tanto emigrados como residentes en la Isla.

Los radicales que prefieren, antes de soportar una Cuba socialista, verla destruida, masacrada y ocupada militarmente por fuerzas extranjeras, asumen una actitud no solo extremista en lo ideológico, sino profundamente antinacional. La historia de dos siglos de luchas del pueblo cubano por constituir una república independiente, ha costado sacrificios sin parangón para venir a terminar en un holocausto cuando el modelo obsoleto de socialismo estatizado no da para más. Solo una invasión extranjera y la consecuente guerra popular de resistencia podrían reservar a este régimen fracasado un final tan heroico e inmerecido como ese.

Por demás, los que clamaron ese día por la intervención humanitaria no deben hacerse ilusiones. La prioridad del actual gobierno norteamericano es disminuir la emigración masiva ilegal y lo menos que desea es una guerra en su inestable frontera sur. El propio Bob Menéndez dejó establecido que aquel país no pretendía intervenir ni permitir un éxodo masivo. Las soluciones tendrán que ser encontradas y aplicadas entre cubanos.

extremismos

-IV-

El Gobierno/Partido/Estado debe garantizar la gobernanza y el pleno ejercicio de los derechos constitucionales a todos los ciudadanos en un entorno de civilidad. Para ello es fundamental la implementación de mecanismos legales encaminados a la organización de actos de protesta y la protección a los participantes. Si a un año del 11-J el artículo constitucional que establece el derecho a las manifestaciones públicas ni siquiera ha sido habilitado, es porque no existe voluntad estatal de aprobar normas al respecto.  

Cuando se proclamó la Constitución en 2019, el Decreto Ley del Consejo de Estado sobre derechos de manifestación y reunión —que regularía el mecanismo para la autorización y realización de manifestaciones y reuniones—, se programó para septiembre 2020. Llegada esta fecha, se planteó que no se aprobaría por la pandemia. Sin embargo, se oficializaron otras normas ligadas a la organización del aparato estatal que ni siquiera estaban en el cronograma inicial. De haber contado con un instrumento legal como este, el pueblo del 11-J quizás hubiera planteado sus demandas en un clima de libertad y tolerancia y no hubiera existido espacio para la violencia callejera y las detenciones masivas.

Por otra parte, a un año del 11-J continúan sin ejecutarse con celeridad una serie de reformas plasmadas en importantes documentos del Partido y el Estado y aprobadas por la voluntad popular. Algunas son leyes programadas por la propia Constitución 2019 y postergadas una y otra vez, como la de Reclamación de los derechos constitucionales ante los Tribunales; otras, como la creación de las mpymes, ya fueron proclamadas, pero su aplicación se dilata absurdamente, a través de un proceso que incluye la aprobación del Consejo de Ministros.

Lo más preocupante en este primer aniversario del estallido social, es que el verano 2022 promete ser aún más difícil que el anterior. La espiral inflacionaria provocada por la «Tarea Ordenamiento» ha alcanzado cifras inimaginables impulsadas por los pobres resultados productivos en las ramas agropecuaria e industrial, la caída de las importaciones y la crisis mundial provocada por la guerra en Ucrania.

La extensión imparable del uso de divisa extranjera —mediante tarjetas MLC, VISA o MASTERCARD—, introduce una distorsión en los mercados que deteriora sin freno el valor del peso cubano y, con él, de los ingresos de las familias trabajadoras. De ahí que la pobreza alcance ribetes extremos en numerosas comunidades urbanas y rurales. Recientemente, manifestaciones airadas en las redes sociales de madres y padres que reclamaban sus derechos conculcados –tanto políticos como económicos−, y la amplia aceptación social que ellas logran, muestran los altos niveles de radicalización alcanzados por amplios sectores sociales.

Ojalá las voces que claman por un diálogo nacional, por la liberalización de la vida económica, la sociedad civil y las opiniones políticas; sean más fuertes que las de los extremistas, de ambos bandos, que se atrincheran en la defensa a cualquier costo de sus dogmas anacrónicos. Es hora de organizar un gran debate nacional con la presencia del Gobierno y actores de la sociedad civil para reorientar los destinos de Cuba hacia una sociedad más plural, democrática y participativa; acorde al modo de producción mixto que se promueve y a los derechos plasmados en la Constitución 2019.

Al odio y la soberbia de los extremismos de cualquier signo político-ideológico, ha de imponerse la voluntad de la mayoría para acabar de sacar a nuestro pueblo de esta sima de odio en la que nos vamos precipitando. El país no es de un grupo particular. Sus campos y ciudades, calles y plazas, no son del Partido/Gobierno/Estado y de los que los respalden: son públicos; es decir, de todo el pueblo cubano.

13 julio 2022 17 comentarios 1.300 vistas
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Economía

La economía cubana un año después del 11-J

por Mauricio De Miranda Parrondo 11 julio 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

La economía cubana en 2022 muestra signos evidentes de debilidad. Aunque no se dispone de toda la información sobre su desempeño en 2021 —ya que no se han publicado hasta la fecha los capítulos del Anuario Estadístico relacionados con las cuentas nacionales, la agricultura, el sector externo, el turismo o las finanzas públicas—, las cifras de la industria, la agricultura y las inversiones no permiten suponer un buen desempeño.

En el mes de diciembre de 2021, el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, anunció que se esperaba un crecimiento del 2% para ese año. Sin embargo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), estimó en su Balance Preliminar de 2021 que el Producto Interior Bruto (PIB) de Cuba crecería solo un 0,5%, mientras en su informe del segundo trimestre de 2022, The Economist Intelligence Unit estimó una variación de -0,2% del PIB. Esta última entidad calculó la inflación anual en 255,2% y un balance fiscal en torno a -16,2% respecto al PIB, todo lo cual muestra un panorama macroeconómico muy negativo.

De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en 2021 el volumen físico de la producción azucarera se contrajo en 63,7% respecto a 2020, y el de la industria manufacturera no azucarera en 2,3%. La zafra azucarera de 2021/2022 cerró con una producción aproximada de 431 mil toneladas de azúcar, la más baja desde 1900, al punto de resultar insuficiente para asegurar el consumo doméstico.

Para 2022, el ministerio de Economía y Planificación anunció un crecimiento previsto del 4% que, vistos los datos anteriores, muy difícilmente se logre.

La situación actual

Más allá de las cifras, la realidad cotidiana que marca la vida de la inmensa mayoría de los cubanos es muy grave. Han regresado los largos y sistemáticos cortes de energía, que no solo provocan gran malestar en la población, sino que están ocasionando la rotura de equipos electrodomésticos que es muy difícil y costoso reparar y mucho más adquirir nuevos. Se ha agravado la escasez de alimentos y de bienes de consumo en general. Los precios de los alimentos continúan en una espiral ascendente, en tanto los ingresos obtenidos por la población a partir del trabajo resultan insuficientes para asegurar condiciones básicas de vida.

La escasez de combustible ocasiona, además de los cortes de energía, una notable reducción del transporte de pasajeros, servicio en crisis desde hace varios años. En reciente entrevista al medio digital El Toque, el doctor Omar Everleny Pérez afirmó que en La Habana solo estaba funcionando el 30% del parque automotor.

Economía

(Foto: EFE/Yander Zamora)

Aunque hasta el mes de mayo se habían recibido 811.479 viajeros, de los cuales 564.847 eran internacionales, lo que representó un 591,7% de incremento respecto al mismo período de 2021 —un año impactado aún por las restricciones de viajes causadas por la pandemia de Covid-19—, esta cifra es considerablemente inferior a la alcanzada en 2019, que ya mostraba un descenso respecto a la de 2018.

Dicho fenómeno constituye una significativa limitación a la oferta de divisas en el país. Mientras tanto, su demanda crece ante las evidencias de una nueva estampida migratoria, causada por la percepción de muchos cubanos —sobre todo jóvenes— de que no existen en la Isla opciones de prosperidad, o incluso, de satisfacer necesidades elementales para la vida moderna.

Frente a esto, el gobierno ha continuado concentrando sus inversiones en el sector inmobiliario, los servicios empresariales y de alquiler, que en 2021 recibieron el 51,2% de toda la inversión pública. En contraste con la cifra anterior, la industria no azucarera apenas recibió el 13,5%, la azucarera el 0,5%, la agricultura el 2,6%, educación el 1.0% y salud el 1,7%. De acuerdo con un informe elaborado por Ricardo Torres y Ricardo González para el Centro de Estudios Latinoamericanos (CESLA) «para 2022 las autoridades prevén construir más de 4.000 habitaciones adicionales, sin embargo el nivel de ocupación en 2021 fue de solo 11,9%, incluyendo el turismo nacional».

En esta crítica situación, se profundizan las desigualdades y la pobreza. Las familias que pueden obtener remesas en divisas tienen oportunidades que parecen negarse a quienes deben vivir por cuenta de sus salarios y pensiones. Especialmente difícil resulta la situación de los adultos mayores, dependientes de pensiones que solo pueden reproducir condiciones de pobreza extrema.

Los errores de política económica

El contexto internacional es especialmente complicado para Cuba, debido a factores como: la guerra entre Rusia y Ucrania, que ha ocasionado entre sus efectos el encarecimiento de varias materias primas esenciales, en particular combustibles, fertilizantes y alimentos; la persistencia de las principales sanciones económicas estadounidenses —aunque recientemente el gobierno de Biden desmontó algunas de las que había estipulado Trump— y el encarecimiento de los pasajes aéreos, lo que limita el movimiento de turistas; entre otros.

Sin embargo, los problemas de la economía cubana tienen un componente estructural asociado a errores de política económica de larga data no resueltos. Las autoridades han persistido en una posición inmovilista respecto a los pilares principales sobre los que pretenden conducir la economía del país, a saber: la planificación central, que se ha tornado en realidad administración centralizada, y el predominio de las empresas estatales, que en varias actividades poseen una condición de monopolio. Ello demuestra el desconocimiento de la experiencia histórica.

Economía

(Foto: Diario de Cuba)

En tal sentido, los cambios producidos han sido parciales y carentes de integralidad sistémica. Ni siquiera fueron capaces de cumplir los Lineamientos de política económica y social adoptados en el 6º Congreso del Partido Comunista y actualizados en el 7º, y jamás rindieron cuenta de ello ante la ciudadanía.

Históricamente, los principales cambios económicos se adoptan cuando el país está inmerso en crisis profundas. Así ocurrió a fines de los años sesenta, en los noventa y a inicios de la actual década. Mientras tanto, las medidas adoptadas apuntan siempre a problemas puntuales, sin tomar en cuenta adecuadamente el carácter sistémico de la economía y su relación con el nivel de consenso político de la sociedad.

La política económica implementada ha demostrado el desconocimiento de importantes postulados de la economía política marxista y de algunas reglas básicas de la ciencia económica moderna. No se ha afrontado con contundencia una transformación estructural del sistema productivo y se ha pretendido solucionar los graves problemas económicos desde la esfera de la circulación y no desde la producción.

Por otra parte, no se tuvo en cuenta adecuadamente el impacto inflacionario que tendría el incremento de la oferta monetaria resultado de una reforma de salarios y pensiones en condiciones de estancamiento productivo y escasez de oferta, con lo cual el incremento de los ingresos se ha diluido en los altos niveles de precios, produciendo un deterioro del ingreso real de la mayor parte de la población.

Los principales errores de la política económica reciente han sido:

1) el decreto que permite la creación de micros, pequeñas y medianas empresas y cooperativas no agropecuarias fue adoptado de forma tardía y con excesivas restricciones;

2) no ha existido una política para la reconstrucción y el desarrollo de la industria y la agricultura y, en el caso específico de la industria azucarera, su descalabro actual es resultado de errores de la más alta dirección del gobierno en su momento, de los cuales no ha rendido cuentas ante la sociedad;

3) no se ha producido una unificación monetaria toda vez que persiste la existencia de un mercado segmentado, en el que el uso de monedas libremente convertibles crece sustancialmente e impide al peso cubano cumplir adecuadamente con las funciones del dinero;

4) la unificación cambiaria se produjo de forma ficticia, con un tipo de cambio sobrevaluado artificialmente y al cual el banco central no puede vender las divisas extranjeras, lo que ocasiona la potenciación de un mercado informal en el que el peso cubano se deprecia sistemáticamente;

5) la política inversionista ha estimulado la deformación estructural de la economía al no priorizar el desarrollo de actividades productivas y de la infraestructura, y ha conducido a reforzar la vulnerabilidad externa; y

6) persisten los monopolios estatales en las comunicaciones, la banca y el comercio exterior, que mantienen un considerable nivel de subdesarrollo respecto al resto del mundo y funcionan con elevados costos de operación que se trasladan a los clientes y conducen a altos niveles de ineficiencia.

Economía

Aglomeración de personas ante una oficina comercial de ETECSA. (Foto: AHORA!)

La economía ineficaz y subdesarrollada y la ausencia de democracia

Los errores de política económica mencionados se cometieron a pesar de las opiniones de la mayor parte de especialistas en economía, con independencia de su lugar de residencia, cuyos criterios y recomendaciones no fueron considerados a la hora de diseñar dichas medidas. Pero, al mismo tiempo, debido al sistema político e institucional existente, no se produce una rendición de cuentas del gobierno ante la sociedad. La ineficacia de la Asamblea Nacional del Poder Popular como órgano supremo del poder del Estado —que no cuestiona ni controla la gestión del gobierno, sino que limita su papel a la aprobación unánime de cuanta medida propone el ejecutivo—, ha contribuido sustancialmente a la debilidad institucional que padece Cuba.

La Constitución de 2019 ha reforzado el carácter autoritario del régimen político, y su validez ha quedado cuestionada en los últimos tiempos ante el incumplimiento por parte de las autoridades de los derechos reconocidos por la Carta Magna. En consecuencia, no es posible que se cumpla la soberanía plena que la Ley de leyes reconoce al pueblo y que este pueda hacer valer su condición de soberano y de propietario colectivo de los medios de producción fundamentales.

Tampoco existen mecanismos legales para expresar pacíficamente el disenso o la insatisfacción por la gestión de las autoridades, ni la posibilidad real de elegir a otras, lo cual deja solo el expediente de la protesta social como mecanismo para expresar el descontento frente al desempeño gubernamental. Y este derecho, que está reconocido en países democráticos en los que los ciudadanos disfrutan de libertades políticas, es violado por las autoridades cubanas a pesar del reconocimiento constitucional de dichas libertades.

En 2021 estaban creadas las condiciones para que estallara la protesta social que finalmente se produjo los días 11 y 12 de julio, la cual fue reprimida de forma violenta por las autoridades a través de fuerzas policiales y para-policiales. Sin embargo, las causas reales de dicho estallido social persisten.

La vida cotidiana es cada vez más difícil, la precariedad en la satisfacción de necesidades materiales de la sociedad se agrava, la emigración parece ser la opción más viable para quienes no desean que su vida transcurra sin expectativas de mejoramiento, las desigualdades sociales se agrandan y ellas no resultan de las diferencias de esfuerzos productivos, sino del acceso a vínculos con el poder o a remesas desde el exterior; se refuerza el carácter parasitario del sistema económico y político y se ha incrementado el nivel de pobreza, especialmente en la población mayor y en importantes sectores de la población negra.

Mientras tanto, se han reforzado la represión contra las expresiones de descontento respecto a la gestión gubernamental y la política de exclusiones a quienes desafían al pensamiento único que pretende imponerse. La coerción social y la represión política, junto a una persistente crisis económica que eterniza la insatisfacción de necesidades elementales, constituyen una mezcla explosiva que podría volver a estallar si no se adoptan las transformaciones necesarias para encaminar al país hacia una sociedad más libre políticamente y próspera económicamente.

11 julio 2022 18 comentarios 1.600 vistas
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Pablo - derrotados

Los derrotados del concierto de Pablo

por Fabio M. Quintero 16 junio 2022
escrito por Fabio M. Quintero

Hubo un momento en que nos sentamos en el piso de losas, justo debajo de la ventana de la taquilla del Teatro Nacional, en círculo, con las mochilas sobre los pies y el cansancio sobre los hombros; nos sentamos como los amigos que muchos no éramos —ni somos— y en la conversación quisimos recordar una canción de Pablo que estuviera acorde al momento: ninguno pudo —no la sabíamos o quizá no existe. Yo pensé en el poeta Alberto Rodríguez Tosca y su libro de Las derrotas.

Por eso en este recuento «no habrá lamento pero habrá un gemido. Un solitario gemido de papel a la luz de dos lunas. La mía, y la vieja luna del mundo sobre cuyas laderas se acostarán hoy con la muerte los derrotados»: el anciano que salió a las cuatro de la mañana de Punta Brava y marcó delante de nosotros, que lo hizo por una vecina que lo quiere mucho y se merecía su esfuerzo; las dos señoras que aman a Pablo, que se pasan horas escuchándolo en sus casas, que tienen anécdotas de conciertos de antes de que mi madre estuviera en primaria, que se tienen que ir a las cinco para prepararle la merienda a sus nietos que regresan del Conservatorio de música; mi amigo y tocayo Fabio, que llegó a las siete de la mañana y solo tiene un pan con jamón en el estómago; la muchacha rubia que faltó al trabajo; el que labora en el INDER y llegó en un P12 (y se irá en uno) desde Fontanar; la rubia cuarentona del short rosado y corto que se indignó, como toda una derrotada, cuando la directora del Teatro Nacional intentó justificar por qué no se le podían vender más entradas al pueblo que desde la noche anterior se reunía ahí.

El concierto de Pablo Milanés, aunque es el próximo 21, comenzó el 14 para algunas personas; para otras, a las cinco de la madrugada del 15, o a las las siete de la mañana, o a las 8 y cuarto. Para un señor empezó a las cuatro de la tarde, cuando se atrevió a gritar «¡el último!», después de que hacía mucho los últimos éramos todos, los quedados.

En el Teatro Nacional, solo la mitad de una hoja impresa pegada a una de las taquillas anunciaba el evento. Las entradas comenzaron a venderse a la 1:06, por una sola ventanilla para atender a muchas personas que esperaban bajo el sol. Sobre la 1:45, una mujer que intentaba colarse, junto a un pequeño grupo de seguidores, comenzó a dar un escándalo. Protestaba a los trabajadores del teatro que trataban de organizar el barullo, e incluso a los policías. Gritaba y se contradecía en sus propósitos: primero venía a comprar entradas solo para unos amigos, luego pedía para ella.

Pablo - derrotados

Hubo un momento en que nos sentamos en el piso de losas, justo debajo de la ventana de la taquilla del Teatro Nacional, en círculo, con las mochilas sobre los pies y el cansancio sobre los hombros. (Foto: Tomada del perfil de Facebook de Luz Escobar)

En taquilla decidieron parar la venta mientras continuara la trifulca, aunque poco después se reanudó, hasta que tocó el turno a la periodista independiente Luz Escobar: por orden de la dirección del teatro hasta ahí se expederían, únicamente los asientos del segundo balcón porque el primero y la platea «ya estaban llenos». Cerca quedaron también de comprar Lynn Milanés y su esposo Hernán, que pese a ser invitados de Pablo, quería adquirir entradas para varios amigos.

Ante reclamos y gritos —también intentos de aclarar la situación por parte del yerno de Pablo— llegó Nereida López Labrada, antigua secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura y quien desde hace poco ocupa el cargo de directora del teatro. Dio una justificación como si todavía estuviera en su antiguo cargo: habló sin decir mucho y se refirió a «cantidades de entradas otorgadas a los organismos». Ante la desaprobación creciente, respondió que «esos organismos tienen trabajadores», como si los que estuviéramos haciendo la cola fuéramos vagos que no pertenecemos a esos mismos centros a los que se refería. Finalmente, cerró como cierran los que abusan del poder: «la explicación está dada».

Después de eso, se encerró en su despacho —quizá para acomodar el cuadro de Rebustillos que le habían obsequiado en horas de la mañana por su buen desempeño en la dirección del teatro.

Nadie fue capaz de darnos las cifras exactas de cuánto se había vendido en 54 minutos, por más que las exigimos. ¿Bajo qué criterio cerraron la taquilla a las dos de la tarde, si aún existían entradas dado que no pasaron más de sesenta personas?  Según la directora, el teatro tiene 2056 butacas. Si suponemos que cada uno de los que pudo comprar, se llevó cuatro entradas, ¿a dónde fueron las más de 1800 restantes? ¿No pueden los trabajadores del Teatro Nacional hacer elementales cálculos de bodega o es que ya todo estaba calculado y sopesado? ¿Cuánto para la UJC, el PCC, los ministerios y una sombra larga de organismos según la directora?

La cuarentona del short rosado y corto tuvo un ataque. De la boca le salía una baba blanquecina como de epilepsia. «¡El teatro y Pablo Milanés son del pueblo y para el pueblo! ¿Hasta cuándo los barrigones van a mandar? ¿Hasta cuándo el avasallamiento al pueblo? ¡Esto es vergüenza contra dinero, como Chibás!», discursaba enrojecida y dejó mudos a los trabajadores, la policía y un agente de la Seguridad del Estado presente. La gente a su alrededor la aplaudía como tal vez nunca en ningún sitio.

Pablo - derrotados

El yerno de Pablo pedía una salida mediante el diálogo y la comprensión. Se prometieron gestiones y llamadas, pero los minutos pasaban sin respuesta y la gente se iba y se iba, hasta que quedamos unos cuantos con hambre y sin entradas. «Resistíamos con creatividad», como pide una y otra vez Díaz Canel. ¿A qué se puede resistir si no es a uno mismo? 

A las cuatro de la tarde, una trabajadora del teatro pasó para informar que no iban a dar más entradas. Sin embargo, unos minutos antes Hernán nos había dicho que era posible que algo se resolviera. Una hora después, lograría entrar al despacho de la directora donde recibió la confirmación de que de ninguna manera se iban a vender más entradas. Para los pocos que permanecíamos luego de doce horas de cola, era reconocer, parafraseando a Pessoa, que habíamos fracasado y solo nos pasmaba no haberlo previsto. Como el portugués, en ese instante podíamos preguntarnos: ¿qué había en nosotros que pronosticase un triunfo? «No teníamos la fe ciega de los vencedores o  visión certera de los locos». 

No, no teníamos más que sed y ganas de vencer la derrota. Yo era, a la salida del teatro, poco más que el personaje literario que describe Rafael Alcides en un ensayo: «un pobre desesperado que al salir del bar volverá a ser multitud, cifra, nada, me digo, criatura que en un mundo sin respuestas sueña y cae y busca a Dios sin encontrarlo…». 

Con rabia reconozco que no puedo recordar aun nada de Pablo Milanés. Si con Borges cierra Rodríguez Tosca sus Derrotas, con Borges cerraré yo las mías (y las de unos cuantos): «Yo sé (todos lo saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece».

16 junio 2022 64 comentarios 2.896 vistas
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Principio

Principio y final de una verde mañana

por Gustavo Arcos Fernández-Britto 13 junio 2022
escrito por Gustavo Arcos Fernández-Britto

Acaba de terminar la IX Cumbre de las Américas, opacada mediáticamente por el divorcio de Shakira y Piqué. Poco pudieron lograr los organizadores utilizando para los discursos el magnífico Centro de Convenciones de Los Ángeles, el mismo que sirve de sede al principal evento de videojuegos del planeta.

Muy cerca de allí, en las colinas, el famoso cartel de Hollywood domina la ciudad. Pudo aprovecharse como decorado ideal para la foto final de los mandatarios, luciendo sus trajes y sonrisas, porque a fin de cuentas la Cumbre es también un show, con todas sus coreografías, sus selectos invitados, prometedoras frases, cenas y pasarelas.   

De este lado también tuvimos espectáculo. El presidente ofreció un discurso ante los representantes de la llamada sociedad civil, esa que según él no fue invitada a la cumbre. Me armé de paciencia y escuché sus palabras porque, gústeme o no su gestión, es el máximo dirigente del país en que vivo. Sé que es difícil mantener la atención pues, como ocurre con otros de su nivel, no sabe improvisar y genera frecuentemente un discurso monótono, reiterativo y poco convincente. Si ellos no parecen creer en lo que dicen, qué podemos esperar de los demás. En cuestión de oratoria la continuidad ha sido un fracaso.

Como se sabe, no fuimos invitados al evento (tampoco Nicaragua y Venezuela) y eso, como es lógico, motivó rechazo y en algunos casos solidaridad entre los países de la región. Hay tanta hipocresía y desprecio acumulados de unos hacia los otros, que realmente no me sorprendió la decisión del mandatario norteamericano, que aplica palos o zanahorias según sea el conejo.

¿Cómo puede hablarse de una comunidad si se parte de exclusiones? ¿Qué sentido tiene «castigar» a los excluidos bajo el argumento de que son «regímenes totalitarios» si los propios organizadores toman una actitud soberbia, de presiones y discriminaciones? Si el respeto a los derechos humanos, las libertades individuales o lo que algunos suelen definir como democracia, fueran realmente cuestiones cardinales a cumplir por los gobiernos asistentes, no se hubiera realizado ni la primera de ellas.  

En lo personal, no creo que este tipo de acontecimientos resuelva ninguno de los agudos problemas que nos acompañan. Alguien decía que para lo único que sirven estas grandes citas o reuniones, era para retardar el exterminio de la humanidad. Algo es mejor que nada.

Frente a las pantallas, los presidentes fruncen el ceño y se ponen serios, ofrecen sus preocupaciones y promesas bajo un estudiado guión. Luego, regresarán a sus naciones y harán lo que quieran o puedan. La mayor parte de ellos solo estará en el poder tres o cuatro años, así que mejor tomarse las cosas con calma porque, probablemente, los compromisos de unos serán anulados por los miembros de los partidos rivales.

Mientras tanto, la dura vida cotidiana de cientos de millones sigue su curso. Dialogar y prometer son cosas buenas, pasos nobles en un camino que no debe despreciarse; pero responder con políticas públicas duraderas, cercanas a las necesidades reales de los pueblos, sería mucho mejor.

La posición de Cuba resultó, como la del propio Biden, bastante ambigua. Sí, pero no. No, pero sí. Primero, protestamos cuando se dijo que no seríamos invitados. Luego, tras la mediación de López Obrador y las presiones de otros mandatarios, Biden titubeo (aún más) pero el presidente cubano expresó que de igual forma no iría aunque se cursara la invitación. Cuando quedó oficializada la absurda negativa del gobierno norteamericano, Díaz Canel y nuestra cancillería emitieron un comunicado que mostraba nuevamente su disconformidad.

Si consideramos que el evento carece de importancia y deviene en plataforma «imperial de dominación», para qué molestarse en ir y armar tanta alharaca si no somos invitados. ¡Olvídalo! Para tus intereses tienes el ALBA, la CELAC, el CARICOM, los NOAL y todas las letras del abecedario para conjugar e inventarte algunos nuevos.

Principio

Jefes de Estado de los países que forman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), en La Habana, este viernes. (Foto: Palacio de Miraflores)

Mientras ese tira y encoge ocurría, en el tablero de ajedrez político se movían otras piezas. Biden retiraba algunas de las medidas más lacerantes impuestas por Trump contra Cuba. De este lado se aprobaba la primera empresa privada de un ciudadano norteamericano en la Isla, pero, sobre todo, se liberaba a varios de los jóvenes detenidos por manifestarse el 11 de julio. No es gran cosa, pero Despacito es el tema que más se escucha en Washington y en el Comité Central         

En su discurso, Díaz Canel pide respeto hacia las posiciones o tendencias ideológicas de nuestros países como forma de ver al continente en su diversidad, lo que permitiría que cada nación se exprese como mejor entiendan sus ciudadanos. Dice que, aunque existen profundas diferencias ideológicas entre algunos estados, hay que encontrar caminos de interés común para enfrentar las crisis y la desintegración. Desde luego, hay que oponerse a toda homogeneización cultural y generar espacios para el debate y el disenso con soluciones reales, observando cómo, cada día, crecen las desigualdades, miserias y fenómenos migratorios que deben atenderse.

Eso está muy bien, pero presidente, no puede existir una demanda o modo de actuar para el resto del mundo y una deuda siempre pendiente entre nosotros mismos. Candil de la calle y oscuridad de la casa, y es que todas esas acertadas observaciones sobre los otros, pueden aplicarse, letra por letra, al contexto insular.

Hay una cuestión esencial que se llama Ética, pero era verde y se la comieron los chivos. En el discurso habitual de nuestros medios, las frases de los políticos e incluso en la Constitución de la República, se nos habla, una y otra vez, de «principios que no son negociables», una frase que ha sido más horadada aquí que la superficie lunar.

Si resulta inmoral —y así lo expresamos públicamente—, la actitud de un gobierno que tiene un doble rasero para medir sus relaciones o afinidades, no deberíamos nosotros obrar de la misma forma, porque ¿cuál sería el mensaje que estamos ofreciendo? Se dice que los gobiernos no tienen aliados sino intereses. Perfecto, entonces asúmanlo y no me hablen de honestidad, o de valores intocables que la Revolución representa.

En nuestra historia contemporánea existen ejemplos de sobra en que hemos preferido imitar al avestruz, escondiendo la cabeza cuando conviene, y eso no es lealtad sino oportunismo, aunque en ciertos espacios académicos lo llamen geopolítica. Da igual la semántica, los eufemismos o las palabras que se utilicen, a los efectos reales resulta una estrategia igual de sucia y perversa. Con observar la actual posición del país frente a la invasión rusa a Ucrania tenemos un caso.

No resulta posible examinar con rigor y honestidad situación actual de Ucrania, sin valorar detenidamente justos reclamos de Rusia a EEUU y OTAN y factores q han conducido al uso de la fuerza y la no observancia de principios legales y normas intls q #Cuba suscribe y respalda
2/5

— Bruno Rodríguez P (@BrunoRguezP) February 26, 2022

También se dice por ahí, con mucho acierto, que si no superas a tu enemigo te conviertes de alguna forma en su esclavo. Esa es precisamente una de las mayores paradojas de la Revolución cubana: romper a inicios de los sesenta el ciclo de dependencia crónica hacia Estados Unidos heredado del período republicano, para volver a caer, pasados los años, bajo su égida. Es como aquella canción de Agustín Lara:

Piensa en mí cuando sufras, cuando llores también piensa en mí, cuando quieras quitarme la vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti.  

Entre Cuba y Estados Unidos se tiende una fuerte historia de amor, pero de esas que necesita de sacrificios y dolor. Eros amordazado, lacerado. ¿Quién se ata a la cama y quién toma la fusta?  En ambos lados del estrecho de la Florida vive una comunidad dividida que no puede existir sin la otra parte. Pendientes de cada gesto, declaración o artimaña política, los cubanos están atrapados desde hace demasiadas décadas en esa telaraña, que desgraciadamente ha acabado con familias enteras, amistades y compromisos.

Se ha impuesto toda una narrativa del odio, descalificación y desmemoria que, en ciertos sectores de las dos orillas, se extremó peligrosamente en los últimos años. Muchos se han empoderado mediática o políticamente con ese drama, utilizando en apariencia el mismo sujeto de preocupación, llamado Pueblo Cubano, y así viven felices de ese cuento.

Por eso, cuando Obama y Raúl decidieron pasar la página de esa retórica de larga e inútil data, saltaron las alarmas en las mansiones de los fundamentalistas de ambos bandos, preocupados por las negociaciones y los acuerdos. Como los extremos terminan por tocarse, sucedió la curiosa situación de que, por primera vez, «los protectores de la fe» unieron sus fuerzas en el mismo bando, porque no hay nada más revolucionario para ellos que mantener el estatus quo. El bloqueo se erige como ficha clave del dominó, que lo mismo sirve para trancar que para ganar. ¡Con la dictadura castrista no se negocia! ¡Con el Imperio que nos oprime, tampoco! Y así, el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos… 

No debemos olvidar en todo esto que la Revolución surgió como proceso emancipatorio que prometía conquistas sociales y transformaciones culturales inéditas en la región. Fue el «faro de libertad» que por años encandiló a millones en todo el mundo, y también a algunos de los nuestros que se quedaron ciegos y no supieron como avivar la llama.

Entonces aparecieron los dogmas, las órdenes, los principios, porque es más fácil reproducir que hacer. Aquella imagen iniciática y rebelde tenía que ser congelada para las postales y los libros de fotos que se ofrecen a los turistas. Todos sus símbolos pasaron a ser codificados, convertidos en trapos, estatuillas, bustos, cuadros en las paredes; encapsulados en filmes, almanaques, carteles o bisutería para los mercados. La Revolución que conquistó las calles ahora solo aparece en un tshirt.

Principio

Todos sus símbolos pasaron a ser codificados, convertidos en trapos, estatuillas, bustos, cuadros en las paredes.

¡Ah!, pero es importante hablar de Martí. Díaz Canel lo sabe y dedica largos minutos de su intervención a recordar las visiones que tenía el héroe sobre las verdaderas intenciones de Estados Unidos hacia América Latina. De nuevo hay que hablar del imperio y su avaricia, viajar siglo y medio atrás para decirnos lo que todos sabemos. Cortina de humo que elude los reales problemas que importan a esa sociedad civil que lo escucha. Como él no convence a nadie, necesita apuntalarse citando a Martí. Cuando no se tiene nada que ofrecer, ofrece al maestro. Es lo que enseñan en la Escuela Superior del Partido «Ñico López».

El presidente habla de luchar contra el pensamiento hegemónico y yo digo, correcto, pero empecemos por casa. ¿O acaso el Partido no impone un pensamiento dogmático y hegemónico sobre nuestros medios? La organización tiene un control total no solo sobre ellos, sino sobre el destino del país. Son jueces y parte que copan prácticamente todos los escaños de la Asamblea Nacional, el poder judicial, el Consejo de ministros, los gobiernos locales y el Tribunal Supremo. Está detrás de cada ley y decreto. Son una ínfima minoría, pero ostentan un poder abrumador. ¡No!, la culpa de nuestros problemas no la tiene el bloqueo, ese nefasto engendro del cual ustedes mismos se sirven.

Algunos de sus cuadros han llegado a decir, sin que les tiemble la voz, que su autoridad es superior a las leyes y a la Constitución. Se muestran desafiantes, se consideran miembros de una organización eterna que vivirá durante milenios, burlándose así de la dialéctica, y de Marx, Engels y Lenin juntos. Y tales disparates debemos escucharlos con frecuencia en los discursos, leerlos en vallas públicas, en nuestras escuelas, en las consignas que se escriben y reproducen por doquier. Pretenden que el pueblo lo acepte y acate sin chistar. Si esa es la Revolución, han engañado a todos los que un día dieron su vida por ella.

¿Qué puede ofrecerle realmente este gobierno al pueblo como alternativa moral, si solo reproduce el mal que dice desterrar? No se puede cuestionar la violencia de otros gobiernos contra sus ciudadanos, si el nuestro también la ejerce contra los suyos. ¿Por qué resultan justas las demandas y marchas por mejoras salariales, laborales, estudiantiles, campesinas o de cualquier naturaleza en Chile, Colombia, México o Brasil, y contrarrevolucionarias o «financiadas por el enemigo» si se producen por similares cuestiones en Cuba? ¿Cuál es el punto de aplaudirlas en unos y rechazarlas en otro?

¿Por qué Estados Unidos (que es «el país donde crece el mal») debería respetar a las naciones y modelos sociales diferentes, si nuestro gobierno («ejemplo imperecedero de humanismo») es incapaz de hacer lo mismo con sus propios ciudadanos, y castiga severamente a todos los que piensan o desean un país diferente?

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¡Es que ni siquiera se acepta ya un debate público sobre el amplio espectro que pudieran cubrir esas diferencias! Las recientes «acciones» operadas contra la plataforma digital de izquierda Alma Mater, son reflejo de los serios problemas que tiene el Partido para procesar las críticas y análisis sobre la realidad cubana, no importa si son generados desde sus propias filas. ¿Se supone que eso sea revolucionario?

Hace rato no somos el país que decimos ser, y cada día estamos más lejos del que quisiéramos. Nuestros científicos fueron capaces de crear tres vacunas en tiempo récord, salvando con ellas miles de vidas en medio de una pandemia universal, lo cual es admirable. Nuestros políticos en cambio, con todo el tiempo y los recursos a su disposición, son incapaces siquiera de gestionar una eficaz cosecha de papas, para no hablar del azúcar, cuya última zafra fue de las peores en más de un siglo.

¿Por qué si tenemos el proyecto «más justo y humano que ha conocido la historia», cien mil de nuestros hijos lo han abandonado en un año? El presidente se refiere a los miles de migrantes que conforman ahora mismo las caravanas que avanzan por toda Centroamérica. Pero obvia el detalle de que entre ellos hay no pocos cubanos, nacidos y crecidos bajo la Revolución. ¿Locos desquiciados? ¿Suicidas? ¿Gente simple que no ve más allá de sus narices?

Ahora los nuestros comparten por un tiempo la misma suerte de hondureños, mexicanos y salvadoreños; que deben enfrentar a coyotes o traficantes, sortear la muerte cruzando ríos o selvas, dormir a la intemperie en tiendas improvisadas, aeropuertos y carreteras o en algún cayo perdido en el medio del mar, muy lejos de su patria y familias. Hay toda una tragedia humana aquí, de la que no somos ajenos pero de la que poco se habla. Ellos han empeñado sus ahorros, vendido sus casas y propiedades, sacrificado todo tipo de cosas, encontrando en la huida su única alternativa de cara al futuro.

En mayo de 1959 Fidel promulgó la Ley de Reforma Agraria, que hacía justicia al entregar la tierra a los campesinos, acabando con latifundios y empresas transnacionales. Fue un gran paso en la Revolución. Luego de seis décadas, esa tierra sigue sin producir ni satisfacer las demandas alimentarias mínimas de la población. Entrampada en su propia y extraordinaria burocracia, somos hoy una nación endeudada, ineficaz y dependiente, secuestrada por las fuerzas más conservadoras de ese Partido único. La Revolución no existe, y no por culpa de Estados Unidos, sino de ustedes que acabaron con ella.

13 junio 2022 51 comentarios 2.970 vistas
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Libertad

¡Libertad!

por José Manuel González Rubines 8 junio 2022
escrito por José Manuel González Rubines

En algún sitio de la gran biblioteca que albergue la historia de estos tiempos, seguramente habrá un estante reservado a las rarezas cubanas. Puedo imaginar el asombro del investigador del futuro que se tropiece con los tuits de quien sin ser la Primera Dama asiste a recepciones de Estado y se le estropaja el corazón con apagones que no sufre; o con la canción del rapero que paralizaría Cuba —sin el más remoto éxito— con su deseo de compartir bendiciones con sus panas y andar en un lamborghini por Varadero.

Me parece ver su rostro estupefacto cuando se cruce con la noticia de que un promedio de 100 mm de lluvia en un día provocaron alrededor de 150 derrumbes en La Habana e inundaciones en muchas zonas —¿cómo resolverán el problema los habitantes de Mawsynram, en la India?—;  asimismo, le será difícil digerir que un senador de la Florida vea, con la preocupación de un gato agazapado, que en la administración Biden haya personas que podrían querer, nada más y nada menos, suavizar las medidas de aquel país contra el de sus padres.

Intuyo, sin embargo, que probablemente no se genere demasiada sorpresa en él cuando se tope con la imagen del concierto del trovador Carlos Varela, algunas de cuyas canciones fueron coreadas por enardecidos gritos de «¡Libertad!». ¿Qué propiciaría que el incidente fuera una noticia? ¿Cuál es la razón para que de un lado y otro se le dedicara tanta atención? ¿Por qué libertad se clamó a gritos aquella noche?

A lo largo de los siglos, cada generación de cubanos ha luchado por una libertad diferente. Cuando en 1959 triunfó la Revolución, el 92.9% de los habitantes había nacido durante la República, por tanto, sus luchas no eran contra un sistema esclavista y colonial, como fueron las de sus padres y abuelos del siglo XIX.

Para aquellas personas, el referente de opresión del que ansiaban liberarse era un régimen inconstitucional y asesino, que tenía sumidos a muchos en la pobreza y entregada una buena parte de la riqueza nacional al capital extranjero. Las botas de los militares golpistas del 10 de marzo debieron ser barridas, como lo habían sido las de la última generación de mambises políticos gracias a la Revolución del Treinta.

La generación que se congregó en las calles para vitorear a la Caravana de la Libertad —el nombre no es casual ni inmerecido—, estaba tan feliz por lo conquistado y segura de que sus anhelos se materializarían en un tiempo cercano o medio, que llenó de hijos las casas de Cuba. Así, para 1970 el 27.6% de la población tenía nueve años o menos (hoy en ese grupo está apenas el 10.2%). Aquel Baby Boom fue una demostración de confianza, como las oleadas migratorias posteriores lo han sido de decepción.

Libertad

¿Por qué libertad se clamó a gritos aquella noche? (Foto: Facebook / Carlos Varela)

Del mismo modo que para los cubanos del 59, los días oscuros de la esclavitud y la Reconcentración de Weyler eran historias lejanas y trascendidas, lo son el capitalismo republicano y la dictadura de Batista para el 83.5% de los actuales, nacidos durante la Revolución. De esos, el público en el concierto de Varela estaba compuesto en su mayoría por el 40.4% que ha conocido únicamente al Período Especial, pues llegó al mundo después de 1990. Entonces, ¿por qué libertad clamaron esas personas, nacidas en un socialismo supuestamente emancipador? ¿Cuáles son sus referentes de opresión?

Hace algunos días ví los instantes finales de la transmisión en que la activista Sahily González —con cuyas opiniones políticas no estoy familiarizado, pero que son tan legítimas como las de cualquier militante de la UJC, la Asociación Católica o el Partido Verde—, era parcialmente ahorcada por el más inepto de los agentes de la Seguridad del Estado. Al percibirlo con tanta nitidez, recordé la escena del Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, en que la esposa del oftalmólogo le dice al matón que nunca olvidaría su cara. Varias páginas después lo asesinó de un tijeretazo.

El hombre creado por el escritor portugués —física y moralmente ciego—, es la representación del opresor; ella, que decide matarlo aun cuando con eso trasgrede sus más asentados límites, lo hace compulsada por la necesidad de sobrevivir en libertad pese al caos que la circundaba. «Donde hay poder, hay resistencia», dice Foucault.   

Lo sucedido a la activista González es un botón de muestra. Dado que por obvio no requiere un análisis ético, cabe preguntarse desde el pragmatismo político: ¿sirve para algo? ¿Cuál es la relación costo/beneficio en acciones como esa? La represión violenta, las persecuciones, la prisión, los despidos laborales, el acoso o los linchamientos mediáticos; funcionan tan bien a largo plazo como el alcantarillado habanero con 100 mm de lluvia. La historia de Cuba tiene ejemplos sobrados que lo ilustran.

La libertad es tan intrínsecamente humana que quienes la reprimen han debido despojar primero a sus víctimas de cualquier atisbo de humanidad. Bárbaros, negros, rebeldes, gusanos, mercenarios, comunistas, maricones, ciberclarias, son algunas de las herramientas del idioma utilizadas para tal fin. La palabra es la mano que moldea el barro del pensamiento, y del mismo modo que forja la empatía en las relaciones sociales, también puede malograrla hasta el fratricidio.

Sentenciaba Rosa Luxemburgo, con el acierto de una profetisa, que «la libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por muy numerosos que sean, no es libertad en absoluto». Sin embargo, como condición inherente a los hombres, la libertad encontrará su sitio natural a cualquier precio, como río que recupera el cauce pese a la urbanización.

Los jóvenes congregados alrededor de Carlos Varela clamaban por el derecho a gritar «¡Libertad!» sin que ello constituya un acto subversivo o noticioso, y menos en un país constitucionalmente socialista, puesto que socialismo debiera ser libertad en todas sus dimensiones. Recuperar los sueños que unieron a nuestros abuelos en torno al proyecto de aquella caravana, hace más de sesenta años, no es trabajo ajeno sino de cada ciudadano. Unos pocos no pueden ser usufructuarios de lo que es de todos, pues, como dice el poeta, «la libertad nació sin dueño».

8 junio 2022 19 comentarios 1.497 vistas
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Cristales

De oportunismos, cristales rotos y guerra cultural

por Aries M Cañellas Cabrera 2 junio 2022
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Yo soy un «blanquito», no del Vedado sino del popular Atarés, que con sus amigos «negritos» estaba en el parque de H y 21 «el día que se rompieron los cristales» —los viejos trovómanos entenderán la alusión— cuando cantaba Varela.

O en el Karl Marx, cuando la policía cercó el teatro dos cuadras a la redonda y casi ningún seguidor real consiguió entrar. Yo llevaba el pelo largo, como ahora, no era de la UJC y accedí gracias a una amiga, fanática a Varela, militante comunista e hija de dirigente, la cual también quería hacer revolución aunque no la fueran a escuchar.

Puedo escribir porque estuve desde entonces en cada concierto, y luego del «filtrado» disco Colgando del Cielo dejé de seguirlo, pues en lo personal sus letras dejaron de sorprenderme, mas esa es solo mi opinión. Escribo esta crónica, no para unirme a un debate que es en realidad un pretexto, sino porque el mismo encierra corrientes mucho más preocupantes.

No existe una cultura cubana de «los que aman y fundan» y otra «de los que odian y dividen». No es el arte un sistema categorial con parámetros, donde la calidad de una obra la dicten aspectos de otro tipo, ajenos por lo general a ella.

Carlos Varela fue y es —según pude comprobar por pura casualidad una semana antes del debatido concierto—, un artista de masas. Lo era en los noventa y lo ha seguido siendo. Cada generación lo ha descubierto y asumido desde su realidad. El sábado anterior a la presentación, estando media ciudad sin luz, un grupo pequeño de amigos nos reunimos en un paseo fluvial de Matanzas a escuchar música en una bocina: Kamankola, Frank Delgado, Moneda Dura, Varela… y ahí paró la lista, nos vimos forzados a poner canción tras canción a pedido de muchos jóvenes que iban llegando, los cuales, además, pedían les copiaran los temas.

La parcelación nociva de la cultura ya ha empezado, se percibe desde ambas aceras políticas, pero ¡ojo! mi mente mal educada enlaza gusi con tutsi, blanquito, odiador, y el resultado es tremendamente preocupante y parecido al discurso de Otaola.

La guerra cultural se está haciendo también desde adentro, creando «enemigos» que permitan, al combatirlos, alcanzar determinado estatus para algunas personas. Ya pasó en el Quinquenio Gris, cuando «escritores revolucionarios» publicaban un libro tras otro gracias a méritos no literarios, mientras los padres  de Óscar y José Cemí (1) eran silenciados.

En la creación de bandos rivales estriba el éxito verdadero de la temida penetración cultural. El problema no es el concierto de Carlos Varela, que el gobierno —muy positivamente— aprobó, aun a sabiendas de lo que podría ocurrir. El quid del asunto es que nos preguntemos por qué los que atacan desmedidamente no asistieron de manera espontánea, a título personal, sin que mediara una «tarea», y entonaran sus cantos de defensa si algo sucedía.

Porque no había que ser adivino para saber que los ánimos se caldearían, como ha ocurrido desde siempre. Como pasaba en el Karl Marx en los noventa, cuando gritábamos ¡Policía no! o ¡Política no! al final de Cuchillas en la acera y de La política no cabe en la azucarera y, al salir, nos íbamos mi amiga —que aún piensa como entonces— y yo, tranquilamente, sin discutir.

¿Éramos más tolerantes? No creo que esa sea la esencia, pienso más bien que entonces, sin celulares ni redes sociales, el oportunismo exprés no existía. Los alarmados por los gritos de ¡Libertad! ¿Serán los mismos a los que mi hija pide permiso cada 13 de marzo a las 3:15 para poner Radio Reloj, porque nuevamente lo han olvidado?

¿No es más preocupante que haya quienes se sientan atacados por el reclamo? ¿Están asumiendo entonces que era ese el sentir de todos los que ahí estaban y que ser libre es algo peligroso? ¿Entonces ellos consideran que en Cuba no hay libertad? Nadie se pone a la defensiva sin motivo.

Conozco buenos trovadores que apoyan al gobierno, amigos que, me consta, son gente franca, a los que nunca he escuchado usar términos denigrantes ni peyorativos contra los que no piensan como ellos. Conozco también buenos trovadores que no apoyan al gobierno, a los que tampoco he oído jamás usar términos denigrantes ni peyorativos contra los que no piensan igual.

El artista o intelectual que está de veras imbuido en su obra, en el afán de creación, en la búsqueda de nuevas maneras de expresar, no tiene tiempo de cazar defunciones, ni de peinar las redes localizando enemigos.

El oportunismo, en una de sus definiciones, es visto: «como la capacidad de capitalizar los errores de los demás: aprovechar las oportunidades creadas por los errores, debilidades o distracciones de los oponentes en beneficio propio» (2). Las dos últimas palabras de la cita son en estos momentos el centro del problema en Cuba.

No es oportunista aquel que defiende al gobierno, sino aquel que amparado en una supuesta defensa llega a planos estelares y comienza a recibir beneficios, aupado en el combate a terceros y no en su capacidad. Los que usan la patria de pedestal son los verdaderos enemigos. No un cantante al que hay que reconocer que siempre ha dicho lo mismo. La historia de este país, desde 1959 hasta la fecha, está repleta de «combatientes revolucionarios» que dañaron y dañan el proceso. Muchos, hoy, ya no residen en Cuba. Otros, solo buscan cristales que romper.  

2 junio 2022 23 comentarios 1.652 vistas
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