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reformas económicas

Crisis (1)

Cuba, razones de una crisis

por Alina Bárbara López Hernández 6 enero 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La pandemia de Covid-19 colocó al mundo ante una situación terrible. La crisis es global y sus consecuencias serán perdurables. Muchos argumentan, con razón, que las lecciones de esta época imprimirán cambios de toda índole a nivel mundial en las relaciones humanas, culturales, laborales y políticas.

Cuba no es una excepción. Soportar los embates de la pandemia ha tenido un costo altísimo para las personas, las familias y el Estado. Sin embargo, en nuestro caso, la epidemia encontró a la Isla en uno de sus peores momentos, tanto a nivel económico, como social y político.

En este texto examinaré los dos primeros ámbitos, en un próximo enfocaré la cuestión política. Me apoyaré para ello, sobre todo, en publicaciones del equipo de articulistas de LJC, que hemos acompañado desde nuestros análisis, con  objetividad, responsabilidad y civismo, a la sociedad cubana.

-I-

Mucho antes de que el virus apareciera, la situación en Cuba era en extremo complicada. El desgaste del modelo de socialismo burocrático es de vieja data, y —dado el más elemental sentido de discernimiento—, requería cambiarse desde que ocurrió el derrumbe del campo socialista. Tenemos treinta años de retraso. De hecho, las reformas anunciadas por Raúl Castro en julio de 2007, casi quince años atrás, ya estaban rezagadas. Por si fuera poco, su demora en aplicarse en unos casos, y su no implementación en la mayoría, generarían resultados fatales. Nuestra burocracia dirigente nunca imaginó que un murciélago pudiera ser su más implacable catalizador.

Crisis (3)

Raúl Castro en el acto por el 26 de julio en Camagüey, en el 2007.

Un artículo que escribí el último día del 2018 me permite recordar que no necesitábamos de la pandemia para ir cuesta abajo:

«Otro año concluye y con él las esperanzas de que la situación económica de los cubanos mejore. A mediados del 2017 el anterior presidente del Consejo de Estado y de Ministros explicó que la economía decrecería en el segundo semestre de ese año y aún para el primero del 2018, pero que después de esa fecha se apreciaría una recuperación en los suministros y una tendencia hacia la mejoría.

Nuestro gobierno, una vez más, ha sido incapaz de un vaticinio correcto en el corto plazo. Los pronósticos del 2018 fueron particularmente erróneos y pendulares. Si el verano comenzó con una campaña totalmente enajenada del contexto insular, donde se le pedía a la familia cubana que disfrutara Cuba con alegría; el año casi finaliza y sabemos que la economía apenas creció un 1%, y en las reuniones del presidente Díaz-Canel con el Consejo de Ministros se ha insistido en que van a disminuir todavía más las importaciones.

Diciembre, que debería ser un mes alegre, se torna sombrío. La escasez de harina ha reducido la producción de pan y existen largas colas en las panaderías; el precio de la carne de cerdo asciende por días en un mes de tradicional aumento de la demanda, y ya es exorbitante; el importe de los vegetales es tal, que parecen cosechados en invernaderos del ártico para ser vendidos en el trópico; el detergente y el aceite son acaparados, pues vox populi dice que los proveedores vietnamitas de detergente no garantizan el producto hasta que no se les pague lo adeudado, ¿será cierto?».

El 2019 no sería mucho mejor. Nuestros medios lo anunciaban, apenas comenzado, como un año «de grandes desafíos». Casi en los meses finales se produjo una semiparalización del país, denominada eufemísticamente «situación coyuntural» por el presidente Miguel Díaz-Canel. Todos sabíamos que era una crisis estructural y sistémica. 

Cuba no es ya una nación eminentemente agrícola, como fuimos durante casi toda nuestra historia, en la actualidad no logramos producir alimentos para el sustento de una población que, lejos de crecer, disminuye de manera constante; mucho menos para exportar. Aunque no éramos un país industrializado, al menos tuvimos una industria base como la azucarera, que generaba cadenas productivas, alimento para las personas y el ganado y energía renovable.

Como bien ha fundamentado el economista Juan Triana, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, la pérdida de esa industria afectó el desarrollo de diversos sectores asociados que se nutrían de ella:

«(…) además de azúcar, la industria de la caña puede producir energía, alcohol, CO2, levaduras —Torula forrajera y Saccharomyces, que nos permitiría sustituir la importación de alimento para pienso— tableros y composites de bagazo —ahora que necesitamos tanta madera para la construcción— sorbitol, bioestimulantes, productos químicos industriales, furfural y alcohol furfurílico, biofertilizantes, azospirillum, azotobacter y rizobium, compost, residuales líquidos, herbicidas, medicamentos de uso humano y animal, y alimento humano».

Crisis (4)

La decisión de desmontar la industria del azúcar fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Ruinas del Central Josefita. (Foto: José Manuel González Rubines)

La decisión de desmontar la industria del azúcar, anunciada hace dos décadas —en abril de 2002—, bajo la fórmula: «reestructuración azucarera», fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Nos convertimos, de un país exportador, en importador de azúcar.

La industria nacional, como explica el economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Universidad Javeriana de Cali, en «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», está colapsada: «Muestra de ello es que muchas empresas industriales estatales se encuentran paralizadas por obsolescencia tecnológica y/o escasez de materias primas, mientras las exiguas divisas en manos del Estado impiden las inversiones necesarias para relanzar el sector industrial».

Nuestros paisajes, llenos de cañaverales, devinieron terrenos desatendidos donde no se distinguían los sembrados ni el ganado. En un artículo aparecido en el periódico Granma en diciembre de 2002, el periodista Juan Varela Pérez informaba sobre una intervención de Ulises Rosales del Toro, entonces ministro de la Industria Azucarera, en el Parlamento:

«Varios diputados preguntaron sobre las perspectivas del MINAZ en el uso de las tierras liberadas de caña y la producción de alimentos. Para cumplir esta misión, puntualizó Rosales del Toro, se trabaja desde mayo último, junto a otros organismos e instituciones, en varios subprogramas y esperamos, dijo, emplear óptimamente los recursos disponibles en beneficio de la alimentación del pueblo».

Otra meta incumplida. La burocracia cifraría sus esperanzas en el desarrollo del turismo y en la exportación de servicios profesionales, dos rubros fluctuantes ante influencias geopolíticas y altibajos globales.

La pérdida de la preferencia electoral por algunos gobiernos de izquierda en Latinoamérica, la crisis en Venezuela y la consiguiente disminución del suministro de petróleo a Cuba, el arreciamiento de la hostilidad de los gobiernos norteamericanos y el aumento del bloqueo, junto a la pandemia de Covid-19; han demostrado que una economía eminentemente de servicios es un error garrafal para un país como el nuestro, tan dependiente de alianzas ideológicas.

En los últimos años, la estructura de inversiones en Cuba se tornó asimétrica. El turismo devoró sumas millonarias materializadas en más hoteles, ya no solo en playas sino en ciudades, cada vez más lujosos y confortables, destinados a un sector de turistas de alto nivel adquisitivo. Mientras tanto, se invertía menos en sectores claves como agricultura, salud, educación y ciencia. Se disminuían los gastos sociales y la industria de medicamentos era incapaz de sustentar las necesidades crecientes de sectores poblacionales envejecidos y estresados, en un país donde los hipertensos y los diabéticos proliferan.

Crisis (2)

(Gráfico: Pedro Monreal)

En su exhaustivo reportaje sobre la crisis de medicamentos en Cuba, el periodista José Manuel Pérez Rubines nos dice: «El Portafolio de Inversiones de BioCubaFarma 2018, último publicado, (…) propone una inversión en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel para erigir una planta con capacidad productora de 5 mil millones de unidades». No obstante, aclara que tales datos «tienen una antigüedad de tres años, por lo que habría que constatar si el proyecto de construcción de la planta productora de medicamentos se concretó».

Todo parece indicar que no se hicieron las inversiones comprometidas, pues, según cifras ofrecidas por el periodista: «en febrero de 2020, un mes antes de que se detectara el primer caso de Covid-19 en la Isla, el reporte arrojaba un faltante de 78 fármacos; en marzo, 86; en abril, 98; en mayo, 94; en junio, 85; en julio, 88; en agosto, 84; en septiembre, 93; y 80 en octubre, fecha de su última publicación».

Si bien Raúl Castro ocupó la presidencia interina del Consejo de Estado y de Ministros desde 2006 —cuando enfermara su hermano Fidel—, y lanzó su proyecto de reformas en el 2007, durante el primer acto por el 26 de julio en que fungiera como tal; no fue hasta su nombramiento/elección oficial como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008, que empezó a enfatizar en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas».

Tal proceso fue paulatino pero expedito. Si en casi todo el resto del paquete de reformas hubo pausas, aquí sí se actuó con prisas. Entre 2016 y 2020, la inversión en Salud y Asistencia social disminuiría en dos tercios: de 232,6 a 84,5 millones de pesos.

En consecuencia, aumentaron en esos años la pobreza y la desigualdad. Parámetros exitosos hasta los ochenta, como la «tasa de mortalidad», con tendencia a la disminución —aunque con un repunte durante la crisis de los noventa—, comenzaron a crecer nuevamente. En el análisis de la variación de ese parámetro en Cuba, Mario Valdés Navia explica que «entre 2007 y 2008 se produjo un salto de 4 496 fallecidos, al incrementarse de 81,927 a 86,423. Otro pico ocurrió desde 2016 al 2017, cuando la cifra de decesos escaló de 99,388 a 106,949, es decir, 7561 fallecimientos más».

A partir de entonces ha continuado en ascenso. En 2020 resultaron 112,441 muertes. Esto significó 32,779 más defunciones que en el peor año del Período Especial —1996—, cuando fallecieron 79,662 cubanos y cubanas.

Crisis (5)

Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen.

El investigador relaciona este aumento de la TM con dos aspectos: «por un lado, la falta de mantenimiento de los hospitales, reducción de servicios municipales en muchas provincias, y escasez de medicinas, insumos y equipamiento; por otra, el crecimiento de la desigualdad y pobreza en los sectores más vulnerables de la sociedad cubana».

Uno de los servicios hospitalarios afectados fue el de obstetricia. En marzo del 2019, a raíz de la celebración del X Congreso de la FMC, apunté que no se evidenció en las sesiones una preocupación real por las condiciones de las mujeres cubanas al no mencionarse siquiera:

«La desaparición de los programas de atención obstétrica en los municipios donde existían, al menos es lo que ha ocurrido en la provincia de Matanzas, y su concentración en el hospital de la cabecera provincial. Esto ha generado un gran hacinamiento, a pesar del traslado del centro para otro más amplio, y las familias que viven lejos de la ciudad deben desembolsar de la ya precaria economía doméstica para sufragar gastos de transporte».

Evidentemente en todas las provincias aconteció algo parecido, y aunque el aumento de la mortalidad infantil y maternas, dadas a conocer hace pocos días, se relacionó con muertes por Covid-19, habría que profundizar más. Las cifras muestran una mortalidad infantil de 7,6 por cada mil niños nacidos vivos. Esto indica un crecimiento de 55,1% en comparación con el año 2020 (4,9 por cada mil) y de 91,77% con el 2018 (3,9 por cada mil).

La mortalidad materna fue aún superior: 175 defunciones por cada 100 000 nacidos vivos, que significa un incremento del 341%. La pandemia influyó indudablemente, eso se conoce, pero ¿cuánto lo hizo el inicio inesperado de un parto complejo lejos de servicios especializados?, ¿cuánto se deben los niños de bajo peso al nacer o prematuridad, a la desnutrición en algunos casos y a la falta de tratamientos prenatales y vitaminas para las embarazadas?       

En el análisis de Mario Valdés, también se expone que el recorte en la inversión de salud ocurrió precisamente en etapas en que los ingresos por exportación de servicios médico-farmacéuticos fueron la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo (2006-2018). Es lógico entonces que arribe a esta conclusión: «Todo indica que una parte sustancial de estos ingresos, lejos de consagrarse a modernizar el sector sanitario, fueron destinados a la inversión en el turismo, rama que apenas cubre sus ingresos por el alto índice de valor importado que tiene por peso de producción». 

Un sector vulnerable en todos estos años fueron los asistenciados. Así lo expresa el profundo reportaje «El ordenamiento de la resistencia», de la estudiante de periodismo Karla R. Albert. En él se cita a Carmelo Mesa-Lago, economista cubano y catedrático por la Universidad de Pittsburg, que apunta que el valor de las pensiones entre 1989 y 2018, respecto a los precios, había descendido a la mitad ajustado a la inflación. ¿Cuánto representará ese valor actualmente?

En Cuba es difícil acceder a datos estadísticos sobre la pobreza, pues no existen cifras oficiales. Pero la socióloga cubana Mayra Espina, especialista en el tema, afirma que en La Habana el índice de pobreza ascendió del 6 al 20% entre 1988 y el 2002. Podemos imaginar la situación actual.

Ante esto se debió ampliar la asistencia social para proteger a la población vulnerable, sin embargo, como sostiene Karla en su trabajo, «ocurrió lo contrario»: «Entre 2006 y 2018, el gasto del presupuesto asignado a la asistencia social se contrajo de 2.2% a 0.3%, mientras que el número de beneficiarios como proporción de la población decreció de 5,3% a 1,6%».

Ello se explica mayormente, según Mesa-Lago, «por el lineamiento aprobado en el VI Congreso del PCC en 2011 que terminó la asistencia social a los asistidos con una familia capaz de ayudarles».

La ley de presupuesto para 2011 evidenció el deterioro marcado de los indicadores asistenciales entre 2009 y 2010. El número de beneficiarios se redujo en un 61% en comparación con el 2005, y como porcentaje de la población total, pasó del 5,3% al 2,1%. En el propio 2010 se recortaron 237 millones de CUP por «depuración de beneficiarios».

Los jubilados constituyen otro sector vulnerable, que fue creciendo sostenidamente ante el envejecimiento poblacional. Actualmente existen alrededor de 1,7 millones de personas en esa condición. El economista Mauricio de Miranda dedicó su artículo «Los jubilados de la Revolución» a las medidas tomadas respecto a este sector. Demuestra ahí el desfase considerable del sistema pensional cubano frente al incremento sostenido del costo de la vida y concluye que las pensiones actuales son «insuficientes e injustas» y condenan a la pobreza.

¿Cómo entender estos inmensos recortes? Entre 2009 y 2017, la normalización de la deuda externa del país —declarada como «impagable» por Fidel durante años— tuvo un elevado costo, ya que su servicio alcanzó alrededor de 23,000 millones, lo que, como concluye Valdés, «limitó objetivamente la posibilidad de elevar el monto de las inversiones y el consumo con recursos públicos».

A ello se suma que a finales de 2015 Cuba renegoció su deuda con el Club de París, congelada desde hacía más de tres décadas. Se logró la condonación de 8.500 millones y el compromiso del gobierno de desembolsar 2.600 millones en dieciocho años para acceder a créditos.

Encaminados a cumplir estas obligaciones, desde el propio 2009 comenzó una política de ajustes que contrajo al sector estatal y redujo drásticamente su presupuesto de gastos e importaciones. A la par, disminuyó la oferta de bienes de consumo en el mercado interno, en particular los alimentos, al no realizarse en la secuencia lógica las reformas concebidas y prometidas, que debían estimular a los productores nacionales a sustituir importaciones.

Al unísono, se decidieron medidas que afectaron la alimentación pública. Una de las peores fue el cierre de los comedores obreros, iniciada en 2009 y generalizada al siguiente año. Solo en sectores específicos se sustituyó por el pago de un estipendio monetario.

Tres millones y medio de personas fueron afectadas por el cierre de 24 mil comedores obreros. La mayor parte de los cubanos debió llevar sus alimentos al trabajo… si podían hacerlo. Un factor agravante fue que también en 2009 se echó por tierra una conquista obrera que había establecido la edad de jubilación laboral en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres. Desde entonces fueron aumentados cinco años en cada categoría de género. Es decir, personas más envejecidas dejaron de contar con la seguridad de su almuerzo. 

Raúl Castro había dicho en agosto de 2009, ante los diputados al Parlamento: «Hay subsidios para prestaciones sociales que son poco eficaces o, peor aún, hacen que algunos no sientan la necesidad de trabajar». Imagino que lo aplaudieron.

Apenas dos meses después, el 9 de octubre de 2009, el periodista Lázaro Barredo publicó en Granma el artículo «Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista…». Allí se quejaba de que «la Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido», y adjudicaba a la sociedad cubana una serie de «vicios o costumbres» que impedían «que nuestro proyecto socialista salga adelante», uno de ellos era: «El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo (…)».

Iniciaba la tendencia, hoy en su clímax, de culpar al pueblo por los resultados de las políticas erróneas, las pésimas decisiones y la ineptitud de la burocracia dirigente.

Muchos de nuestros políticos, y también algunas personas de buena fe, recuerdan con nostalgia el trienio del deshielo con Obama, entre 2014 y 2016, y aseguran que si al menos se quitaran las más de 243 medidas tomadas por Trump y mantenidas por Biden, la economía cubana enrumbaría un sendero exitoso. Pero las estadísticas hablan de una década perdida para la economía cubana que se extiende desde 2010 a 2020 y de un deterioro del pacto social del Estado con la ciudadanía que viene de antes. Trump asumió el poder en 2017, sería injusto atribuirle toda la responsabilidad.

-II-

Puestos entonces entre la espada y la pared, y ya en medio de la pandemia, nuestra burocracia decidió agilizar las cosas. Se habían perdido catorce años. O en realidad veintinueve. En diciembre de 2020 fue anunciada la «Tarea Ordenamiento», a comenzar en enero de 2021.

En su fugaz alocución televisiva del 11 de diciembre, sentado al lado de un silencioso primer secretario del Partido que muy pronto entregaría el mando —dudoso honor ante lo que se avecinaba— el presidente resaltó que «este proceso se propone ofrecer a los cubanos mayor igualdad de oportunidades, a partir de promover el interés y la motivación por el trabajo».

Creo innecesario enjuiciar esa declaración a la altura de los resultados que el Ordenamiento ha ocasionado. Solo citaría lo dicho al respecto por el investigador Mario Valdés: «Es penoso constatar cuánto tiempo se perdió entre los años 2011 y 2018 para reposicionar al peso cubano como divisa nacional y en qué momento tan difícil se decidió ejecutar la “Tarea Ordenamiento”».

Si la extensión de la pobreza y la desigualdad eran innegables desde antes de Trump y la pandemia; la determinación de abrir, en medio de esta crisis, comercios donde únicamente pueden adquirir productos —muchos de ellos de fabricación nacional— los poseedores de dólares y divisas, en ausencia además de otros aseguramientos en moneda nacional, ha creado un abismo de penurias, injusticia y corrupción en la sociedad cubana.

Ya el Informe Central al VIII Congreso del PCC, celebrado en abril de 2021, develó con toda crudeza que los objetivos fundacionales de la Revolución socialista molestaban a los intereses reales de la burocracia. En el artículo «La despedida de Raúl Castro» cuestioné su discurso, que mostró irritación, inflexibilidad y sobre todo, una falta tremenda de empatía.

Según Raúl en el informe: «La economía cubana en los últimos cinco años ha mostrado capacidad de resistencia frente a los obstáculos que representa el recrudecido bloqueo»; cuando debió reconocer que son las cubanas y cubanos los que hemos mostrado una heroica capacidad de resistencia, no solo contra el bloqueo, sino contra los errores, la lentitud y el dogmatismo de los que determinan la política económica en Cuba.

Convocó también a «borrar de nuestras mentes prejuicios del pasado asociados a la inversión extranjera y asegurar una correcta preparación y diseño de nuevos negocios con la capacitación del capital extranjero». Tales prejuicios fueron impuestos por la misma clase burocrática que hoy nos pide un cambio de mentalidad. Seguramente piensa que debemos borrar otras cosas, como el rechazo —del que nos enorgullecíamos—, al crecimiento de la desigualdad social.

La crítica del anciano político a la «cierta confusión» de algunos cuadros que alertaron de la «supuesta desigualdad» creada por la comercialización dolarizada en Cuba, desconoció un problema de primera magnitud que ha generado lo que Mario Valdés denominó, con amarga ironía, «un malestar general».

El modelo cubano actual, como argumenta De Miranda en su artículo «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», solo conduce a la persistencia del subdesarrollo y al mantenimiento de la pobreza generalizada. Nada diferente a eso hemos tenido en las últimas tres décadas.

-III-

El principal eslogan del presidente Miguel Díaz-Canel desde su llegada al gobierno ha sido presentarse como «continuidad». Pero claramente no se trata de continuidad respecto a los objetivos sociales fundacionales de la Revolución, sino de una prolongación del proceso de ajustes que se apartó de esos objetivos. En el momento en que fue designado como presidente del país, le dediqué un artículo, «El verdadero cambio», en el cual lo exhortaba:

«(…) rechacemos tanto las gratuidades indebidas, que no sabemos a ciencia cierta cuáles son, y aboguemos por el control y la participación de los trabajadores en las decisiones y en la gestión de los planes de producción. Abandonemos los privilegios con que vive la casta burocrática, empresarial y política, para que sintiéndose más cerca del pueblo, y en condiciones similares, se apresure en lograr resultados. En fin, más prisa y menos pausas. Ese es el verdadero cambio que necesitamos».

En el año que acaba de concluir se cumplieron treinta y cinco del anuncio del Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, veintisiete de la dualidad monetaria (en su primera temporada), veintiséis de la creación del holding Gaesa, catorce del estreno del Proceso de actualización de la economía cubana, diez de la puesta en marcha del experimento interminable de Artemisa y Mayabeque y ocho de que se aprobara el decreto de creación de la zona de desarrollo del Mariel.

Ahora será el año I de la indicación de Raúl Castro para la salvación de la industria azucarera. Nos movemos sí, pero en un enorme círculo de consignas, proyectos y planes incumplidos, en el cual se desgastan generaciones, se frustran proyectos vitales y se separan familias. Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. El círculo ha devenido órbita de extinción y para ese mal no se crean vacunas, como para la Covid-19.

Como explica Mauricio de Miranda: «El caso cubano ejemplifica la persistencia de un modelo económico con pésimos resultados en términos de prosperidad y bienestar, al punto de mantener la vida de la mayor parte de la población en constante lucha por la subsistencia cotidiana».

Crisis (6)

Igual a lo acontecido en otras experiencias del «socialismo real», en las que un partido único y antidemocrático usurpó el poder popular, la burocracia en Cuba paulatinamente se ha convertido en una clase, con modo de vida muy diferente al de la mayor parte de la ciudadanía, lo que es evidente entre sus retoños más nuevos. Con razón Mario Valdés la denominó «la burocracia conquistadora».

Es una clase que no desea perder ningún privilegio político que le impida el derecho a administrar la propiedad que legalmente se reconoce como social, pero que no logra transitar felizmente caminos de reforma, todos se van cerrando al final sin conseguir los objetivos propuestos.

La existencia de una clase de burócratas debe ser considerada también teniendo en cuenta su actitud ante la agudización de la crisis económica. ¿Cuál es su propuesta concreta para sumarse a la austeridad y al ahorro que tanto le piden al pueblo?

Es muy cierto lo que afirma en su texto «Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros…» la doctora e investigadora cubana Ivette García: «Una clase que no rinde cuentas, que no declara su patrimonio personal, que tiene un enemigo externo al que puede culpar de todo, que controla los medios, mantiene oculta su vida privada y no precisa del voto popular; no siente compromiso más que con ella misma. Puede construir un capitalismo de la peor especie y vestirse con desfachatez de socialista para la escena pública».

En Cuba existe un enorme aparato de dirección, partidista y estatal, que lejos de disminuir tiende a incrementarse. Un país empobrecido como el nuestro, cuya economía prácticamente no crece desde hace casi una década, no puede mantener tal derroche de recursos materiales y humanos al sostener dos formas de dirección, una que orienta y otra que gobierna.

No necesitamos que la doctora Mariela Castro, directora del CENESEX, nos pida más sacrificio; ni que el presidente Díaz-Canel ofrezca construir un monumento al pueblo. Precisamos que los que dirigen este país se hagan responsables de sus errores, que rindan verdadera cuenta de las finanzas públicas, que informen con transparencia de las decisiones relativas, por ejemplo, al pago de la deuda externa; y sobre todo, exigimos que sea la ciudadanía la que decida si pueden permanecer en sus cargos mediante elecciones generales y secretas para todos los altos cargos públicos.

La intención explícita de los cambios en Cuba, es que «las transformaciones que prevén los Lineamientos y el Modelo son económico-sociales, no políticas».[1] Eso precisamente ha hecho inviable a las reformas. Necesitamos transformaciones políticas, y con urgencia.

En su artículo «La realidad cubana actual y las lecciones de la historia», Mauricio de Miranda analiza cómo el derrumbe del socialismo en Europa Oriental demostró que «(…) cuando el liderazgo no está a la altura de las circunstancias; no evalúa objetivamente la realidad económica, política y social; no interpreta adecuadamente el sentir de la sociedad o de una parte de ella, se producen fracturas que conducen a protestas sociales. La represión de las mismas solo genera un agravamiento de los conflictos y estimula acciones violentas».

Una revolución, y los sacrificios que ella impone, se aceptan para cambiar y mejorar la vida de las personas. Los plazos para lograrlo no pueden ser eternos. Lo ocurrido el 11 de julio no fue, como afirma el gobierno, un golpe blando de mercenarios pagados desde el exterior, fue la reacción tardía de una parte del pueblo que no puede sufrir más los rigores de la pobreza y los ajustes de un semi-neoliberalismo con maquillaje socialista.

Fue el alarido de una ciudadanía que necesita cambios y seguridad en el futuro y que no confía en la clase burocrática que nos dirige hace demasiado tiempo. Los gritos de Libertad significan, primero que todo, libertad para elegir y sustituir a los corruptos, los ineficientes y los ineptos.

***

[1] Martha Prieto (Profesora titular de Derecho Constitucional de la Universidad de La Habana),  en la sección Controversia ¿Qué pasa con las leyes? Legislación, política y reordenamiento, en Temas, nros 89-90, enero-junio de 2017.

6 enero 2022 78 comentarios 8,8K vistas
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Chapisteo

¿Chapisteo o rediseño integral?

por Domingo Amuchastegui 18 agosto 2021
escrito por Domingo Amuchastegui

En el tiempo transcurrido desde el estallido social del 11 de julio, la dirigencia cubana ha acometido un número de cambios, mayormente en la esfera de la economía —de la agricultura en particular— sin que ninguno sugiera un rediseño integral. En buen cubano, lo que prevalece es el chapisteo, los parches por aquí y por allá, sazonados con el lenguaje habitual, sin modificar en lo esencial el modelo estatista-absolutista que ha prevalecido por más de seis décadas.

Es un paquete de sesenta y tres medidas con el fin de —según declaraciones oficiales— incrementar la producción de alimentos y satisfacer las demandas no cubiertas de productos agrícolas. Se reducen costos de insumos, electricidad y fumigación aérea, aunque muy por debajo de los anunciados en enero, cuando se promulgó el Ordenamiento.

Un lugar de primerísima importancia lo ocupa el problema de los impagos. Durante décadas el Estado ha recogido las cosechas que, tras innumerables demoras y trámites, llegan a los mercados en cantidades reducidas. Se dice ahora y se repite que «quien compra tiene que pagar de inmediato», pero el hecho real es que eso no ocurre, y los productores (campesinos privados —los más productivos—, arrendatarios y cooperativistas) deben esperar durante meses. Esto ha sido y es un problema de hace más de sesenta años. En estos momentos se adeuda a dichos productores 43 millones de pesos.

Chapisteo

El pasado mes de junio el periódico provincial de Camagüey reportó el caso de una cosecha de mancgo perdida a causa de trabas burocráticas (Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante)

Se redefine igualmente la política de precios, en productos tales como el ganado y la leche, así como de diversos productos agropecuarios. Pero, todo esto «después de cumplir sus contratos» con lo que persiste el mecanismo de Acopio, que asegura el monopolio estatal sobre todas las formas de producción y el fenómeno de los impagos: Acopio recoge cosechas y ganado, ¡pero no paga!

Por último, se anuncia que las cooperativas que no tengan posibilidad de recuperación productiva y económica serán extinguidas y sus tierras pasarán al fondo estatal en lugar de ser redistribuidas inmediatamente entre arrendatarios y particulares o entre los mismos cooperativistas. ¿O es que acaso no es una verdad irrefutable que dos tercios de la producción agropecuaria de Cuba los aporta el campesino privado, premisa que debería orientar cualquier política agraria? El panorama real lo simboliza y resume la conocida frase —originada en la derrota del rey inglés Ricardo III— de un economista cubano: «Mi reino por un boniato».

En todo momento se repiten las frases edulcoradas del optimismo oficial: «procesos de factores objetivos y subjetivos», «consolidar lo que hemos venido haciendo y proyectarnos en otras acciones», «lo mucho que tenemos todavía por hacer», «los actores económicos no cambiarán con los nuevos modelos si se continúa con las viejas prácticas», «la inversión extranjera, pese al bloqueo, continúa siendo una oportunidad que no se ha aprovechado (…)».

Se emplean una y otra vez frases como: «atrasos en todo: en buenas prácticas y concepciones en la agricultura, vivienda, en la base industrial, en la agricultura…». Pero cabe preguntarse —sesenta años después— ¿atrasos? ¿O prueba irrefutable de que el modelo no ha funcionado, ni funciona?

Todas las provincias enfrentan por igual serios problemas de incumplimiento respecto a las áreas comprometidas para la venidera zafra, lo que sugiere —de manera indiscutible— una cosecha muy por debajo de los más bajos niveles de producción de los últimos años. Salvador Valdés Mesa, vice presidente del país, exhorta a «producir azúcar con mentalidad empresarial», como si tales exhortaciones —que se repiten a diario— tuvieran efecto mágico sobre una población que vive sus peores momentos económicos y sociales.

Chapisteo (3)

Salvador Valdés Mesa, vice presidente del país, exhorta a «producir azúcar con mentalidad empresarial», como si tales exhortaciones tuvieran efecto mágico (Foto: Azcuba/IPS)

En un encuentro con economistas y contadores, donde se hicieron numerosas críticas y propuestas (no divulgadas en la prensa oficial), el presidente Díaz-Canel llegó a afirmar que: «Los problemas planteados [en dicha reunión] están expuestos en el Informe Central del 8vo Congreso del PCC y en el discurso de clausura, y ahora ustedes nos lo ratifican y apoyan». 

Nada más alejado de la realidad. La carga de críticas y propuestas realizadas en el referido encuentro —que incluye un documento de fundamental importancia suscrito por cinco economistas de renombre—, va muchísimo más allá de lo que afirma Díaz-Canel. Allí estaban presentes los economistas más críticos que, durante años, han venido planteando la necesidad de remodelar el sistema en sus aspectos esenciales.

Por otra parte, en una entrevista radial, el secretario del Partido en la provincia de Santiago de Cuba y miembro del Buró Político, Lázaro Expósito, destacaba que en su provincia existen más de 5000 hectáreas sin cultivar; y que no se cumplen las hectáreas de caña comprometidas. Calificó de inadmisible lo que está ocurriendo en la Salud Pública y los Servicios Comunales y su conclusión fue categórica: «El costo de equivocarnos puede ser muy alto».

En términos similares caracterizaba el Primer Ministro, Manuel Marrero, la situación en la provincia de Cienfuegos luego de una visita de inspección reciente. Tanto esta como Santiago, eran provincias que hasta hace apenas una década se clasificaban como ejemplos de buen funcionamiento y hoy enfrentan situaciones de extrema gravedad, cuadro que se extiende al resto del país, con casos incluso más graves como el de Matanzas

Mpymes y cooperativas no agrícolas (CNA)

Mucho se ha destacado en estos tiempos el papel que estarán llamadas a desempeñar las MPYMES y las CNA. No hay discurso o reportaje periodístico que no resalte el asunto, incluyendo sus posibilidades de interactuar con el comercio exterior. Pero muy poco se concreta hasta hoy.

¿De dónde esas MPYMES van a sacar los fondos de financiamiento o las divisas indispensables para comenzar sus proyectos? Los bancos de fomento brillan por su ausencia aún y nada se hace para viabilizar su acceso a inversiones en divisas. El manejo y circulación de dólares continúa sujeto a diversas restricciones, empezando por las remesas y cómo éstas pueden emplearse libremente.

Obligaciones de tarjetas y deducciones entorpecen su libre circulación, incluidas las más elementales de acciones de compraventa; mientras, el cambio oficial se mantiene a 24 pesos por dólar, en tanto que por debajo de la mesa el canje está 70 por uno.

Un paso positivo ha sido permitir a las MPYMES la libre contratación de hasta cien trabajadores y el anunciado impulso. Pero no se han definido con claridad qué áreas serán abiertas a las mismas. ¿Textiles y calzado; tecnologías, servicios, tenerías, mueblerías y construcciones, viviendas, otras? Muy poco o nada se ha aclarado o especificado. ¿Qué fondo de inversión y salarios supone una industria de un centenar de trabajadores? ¿Qué especificaciones se habrán de definir en materia de inversiones provenientes del exterior?

Todavía están por determinarse estas cuestiones, y así sucesivamente hasta llegar a la inversión extranjera ¿de forma directa al 100% o mediante formas de asociación en las que no tenga el Estado que reservarse el 51%? La larga carrera de fracasos en este campo es un precedente funesto. Y la inversión extranjera en forma de pequeños negocios (como hasta ahora ha prevalecido) aporta bien poco. Mientras, la industria turística se resiste todavía a pasar más allá de los contratos de administración.

Estas y otras áreas con similar o peor situación (pesca, transporte urbano y marítimo, ferrocarriles y otros) son la razón por la cual se insiste en la necesidad de un rediseño integral y no de chapisteo, parches o soluciones a medias.

De repente se descubre la conveniencia —cual gran beneficio—, de liberar las regulaciones aduaneras sobre medicamentos y alimentos. Cabe preguntarse, ¿alimentos y medicamentos nada más? ¿Y el vestuario y calzado, computadoras, televisores, etc.?

Chapisteo (4)

Lo que el Estado no pueda suministrar, normal e inmediatamente, tiene que estar exento por completo de cargas aduaneras o fiscales abusivas e irracionales. (Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate)

Un principio tiene que regir: lo que el Estado no pueda suministrar, normal e inmediatamente, tiene que estar exento por completo de cargas aduaneras o fiscales abusivas e irracionales. Desde 1978 este ha sido un tema recurrente, y ahora vemos que se aplica solo a medicamentos y alimentos. No menos súbitamente se redescubren los pagos a plazos —que nunca debieron desaparecer—, los mini-mercados particulares para expender alimentos luego de cumplir con sus cuotas de entrega al Estado y otros.

Paralelamente, el presidente Díaz-Canel ha comenzado a celebrar encuentros con jóvenes, iglesias protestantes, sectores de profesionales y otros dentro de una atmósfera muy formal y publicitada. Con énfasis se destacan proyectos de reanimación económica y cultural en los barrios que mayores contingentes aportaron a las manifestaciones del 11 de julio.

Optimismo oficial

Y mientras sigue el chapisteo, el sistema mediático trata de reforzar la imagen de respaldo internacional por parte de varios países —China, Rusia, Venezuela, Nicaragua, entre los más sobresalientes— al punto de afirmar que «el mundo se solidariza con Cuba», cuando son numerosas las condenas y críticas de gobiernos e instituciones en el mundo por la forma violenta en que el Gobierno cubano reprimió a los manifestantes. De especial importancia, han sido las condenas y críticas por parte de la Unión Europea (UE), con la que se venía fomentando diversos proyectos de cooperación y diálogo que han entrado ahora en crisis.

Por último, la cúspide del optimismo oficial fue la declaración del director de Asuntos Consulares y de Emigración del Ministerio de Relaciones Exteriores (DACRE), Ernesto Soberón Guzmán, el cual considera que las reacciones de los cubanos que residen fuera del país han sido igualmente positivas. Agregó que la mayoría de ellos «está consciente» del papel de las autoridades estadounidenses en lo sucedido y apoyan un nuevo acercamiento bilateral y el levantamiento del bloqueo/embargo de Washington a Cuba.

Esta es una prueba más de auto-engaño. La gran mayoría de esa emigración se mostró particularmente hostil al desempeño de las autoridades cubanas en el manejo del estallido social del 11 de julio, con abundantes pronunciamientos a favor de la intervención de EEUU en Cuba o alguna forma de intervención internacional humanitaria.

Queda, pues, por ver si la dirigencia cubana persistirá en el chapisteo o enderezará su rumbo hacia un rediseño integral con la premura que la crisis interna reclama.

18 agosto 2021 20 comentarios 2,9K vistas
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Reformas (1)

El 11-J y las reformas

por Mario Valdés Navia 12 agosto 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Como caudaloso surtidor de prohibiciones eliminadas y realización de reformas pendientes puede catalogarse la jornada de protestas populares del 11-J. Aunque las diversas consignas que se lanzaron aquel día expresaban pocos contenidos económicos concretos, la magnitud del estallido social parece haber influido más sobre la voluntad de los grandes decisores del país en el último mes, que los cientos de libros, artículos, cartas, posts y documentos —oficiales o no—, escritos, publicados y debatidos en la última década.

-I-

La postura oficial del Partido/Estado/Gobierno es que lo ocurrido el 11-J fue resultado de un plan larga y minuciosamente implementado por una red de mercenarios financiados por el Imperio y apoyados por el poder mediático trasnacional, que movilizó a miles de incautos y delincuentes. Los hechos niegan tozudamente esta versión. Los lemas de «Libertad», «Tenemos hambre», y «Patria y Vida», que se repitieron en varias localidades, para nada equivalen a solicitar una intervención extranjera, exterminar a los comunistas y sus simpatizantes y, ni siquiera, a destruir el socialismo, como reiteran falazmente los medios oficiales.

Precisamente la falta de demandas políticas específicas de los manifestantes y la extensión de sus protestas por medio centenar de ciudades y poblados, vía redes sociales, en un país donde pululan los informantes del gobierno, evidencian el carácter espontáneo e inesperado de lo ocurrido y la falsedad de las truculentas teorías conspirativas echadas a rodar desde el Poder. Necesidades materiales y espirituales largamente insatisfechas, incremento sustancial de los fallecidos y contagiados por la pandemia, desidia e inmovilismo burocrático ante los males de la gente de a pie, tenían que explotar de una vez y lo hicieron, tal y como muchos habíamos pronosticado dentro y fuera de Cuba.

Mientras desde el discurso mediático siguen atribuyendo la culpa del 11-J a la CIA, USAID, NED, y otros poderes imperiales; los que saben han comenzado a tomar medidas para sacar vapor a la caldera social y evitar otra explosión, de igual o mayores proporciones. No les queda otra salida, en momentos en que el antiguo expediente de abrir las puertas a la emigración masiva hacia los Estados Unidos en etapas de tensión social (Camarioca, 1965; Mariel, 1980; Crisis de los balseros, 1994) ha quedado totalmente excluido.

Reformas (2)

(…) el antiguo expediente de abrir las puertas a la emigración masiva hacia los Estados Unidos en etapas de tensión social (Camarioca, 1965; Mariel, 1980; Crisis de los balseros, 1994) ha quedado totalmente excluido. (Foto: Jose Goitia/AP)

Tanto los acuerdos migratorios vigentes, como las terminantes declaraciones al respecto hechas por altos representantes del gobierno de aquel país y de Cuba, esclarecen que no habrá intervención militar yanqui, ni apertura de fronteras a emigrantes ilegales. Somos los cubanos, en primer lugar los que vivimos en la Isla, los responsables de resolver este entuerto. Todas las declaraciones hechas por gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales coinciden en ese punto.  

-II-

Puestos a la tarea con urgencia, los decisores cubanos han reaccionado con prontitud. Lo más inmediato fue mitigar la crisis alimentaria de los humildes,  enajenados del mercado en USD, los más numerosos y beligerantes de los protestantes. De ahí las medidas encaminadas a aumentar la cuota familiar de varios productos por la vía de las donaciones, ventas controladas y la libreta de abastecimientos. A partir de agosto fueron añadidas a esta última, cantidades adicionales de arroz, pastas y huevos.

En cuanto a las reformas en sí, ya en junio el Gobierno había aprobado medidas para seguir perfeccionando —léase empoderando y/o liberando— a la empresa estatal socialista, fortalecer y consolidar las cooperativas agropecuarias (CPA), autorizar sus pares no agropecuarias (CNA) y las añoradas mpymes. Pero siempre existían suspicacias ante la reiterada postergación de normas legales que viabilicen la aplicación de las reformas, como ocurrió anteriormente con la pretendida y nunca consumada reunificación monetaria, que ha demorado la friolera de una década y aún está pendiente al extenderse la dolarización plástica.

La conmoción del 11-J, sin embargo, aceleró bruscamente la respuesta del gobierno a medidas largamente solicitadas por la población y fundamentadas por especialistas. Fruto de este esfuerzo ha sido ¡por fin! la aprobación de los decretos-leyes sobre CNA, TCP y mpymes, aunque aún no han salido en la Gaceta Oficial. Esperados infructuosamente como parte de la preparación de condiciones que debieron ser previas a la «Tarea Ordenamiento», son transformaciones bienvenidas para impulsar los emprendimientos, la ocupación de calidad y la competencia intersectorial en nuestra deprimida economía.

Asimismo, se anunció la eliminación —temporal y/o definitiva— de añejas prohibiciones. Entre ellas, la exención de impuestos aduaneros a las importaciones de insumos y materias primas por privados y cooperativos;  autorización a entidades estatales para arrendar vehículos subutilizados a otras personas jurídicas; realización privada de ventas de garaje sin licencia comercial; e importación por personas naturales, sin fines comerciales, de sistemas fotovoltaicos y otros equipos a partir de energías renovables.

Mención especial merece la decisión, tan añorada en tiempos de pandemia, crisis industrial y reducción de importaciones, de «autorizar excepcionalmente y con carácter temporal la importación vía pasajero con equipaje acompañante de alimento, aseo y medicamentos». En particular, esta medida favorecerá la satisfacción de necesidades vitales a un sector del sufrido pueblo de Cuba que se beneficia de la labor de grupos de amigos y organizaciones sin fines de lucro que han estado colaborando desde el exterior con el Estado y las familias cubanas en condiciones particularmente difíciles y costosas para hacer llegar las ayudas. A ellos en especial vaya un reconocimiento.

Para el mecanismo económico cubano, lo más significativo parecen ser dos medidas favorecedoras del incremento de la oferta agroalimentaria. La primera es la eliminación de los topes de precios, tan defendidos por sus promotores al inicio de la Tarea Ordenamiento y ahora descartados sin mucha explicación. La segunda es el fin del monopolio de la empresa estatal Acopio sobre la comercialización de la producción agropecuaria, tras casi sesenta años de probadas ineficiencia e ineficacia.

Está por ver cuándo esta decisión se complementará con la reducción significativa del encargo estatal a los productores, rubro que sigue acaparando la parte fundamental de  la producción de empresas, cooperativas y campesinos. Aun así, es un significativo paso de avance en la liberalización de las fuerzas productivas agropecuarias.

Confieso que tras ocho años de escribir sobre asuntos cubanos nunca había podido referirme a tantos cambios y reformas en menos de un mes. Como creo más en las causalidades que en las casualidades, no puedo dejar de conectar estos paliativos y reformas pendientes que nos han llegado, una tras otra, con la conmoción suscitada por lo ocurrido el 11-J y días subsiguientes.

Es de reconocer que, una vez más en la historia, el sacrificio del pueblo y el clamor de su protesta han estremecido y obligado a echar a andar al aparato burocrático estatal, anquilosado e inmovilista. Espero que este ritmo reformador se consolide como tendencia hasta lograr los niveles de empoderamiento popular, descentralización, participación y liberalización económica, social y política que merece el heroico pueblo cubano; o más temprano que tarde vendrán otros 11-J.    

12 agosto 2021 41 comentarios 3,3K vistas
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Partido único

Cuba: el Partido único ante la crisis

por Alina Bárbara López Hernández 30 julio 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Un partido político que gobierne en solitario, no compita con otra organización, ni deba presentarse a un proceso electoral para ser ratificado, pareciera tener una gran ventaja. Paradójicamente, esa prerrogativa es, al mismo tiempo, su mayor debilidad.

No tener que negociar el poder, dar por sentado que no le será disputado, despliega a nivel político una perniciosa actitud que supone inaceptable cualquier indicio de presión social y, cuando ella ocurre, la reacción consiguiente muestra una ineptitud absoluta bajo un disfraz de temeridad.    

Esa perspectiva autoritaria se fortalece asimismo con el enfoque teleológico, mecanicista y antimarxista de la historia que asume que la revolución socialista, una vez victoriosa, no puede retroceder. Este optimismo a ultranza clausura la posibilidad del éxito a cualquier proceso de perfeccionamiento o reformas.

El derrumbe del campo socialista hizo trizas muchas constituciones que lo declaraban irreversible. No es la letra en un tratado legal, sino la implicación de las personas que encuentren en ese sistema la encarnación de sus aspiraciones, y que puedan modificarlo con ese objetivo, lo que permitirá el éxito del mismo.

La presión de las mayorías desde abajo es lo que ha hecho evolucionar a los sistemas políticos de la antigüedad hasta hoy. En el modelo de socialismo burocrático de partido único no se admite la participación real y espontánea de la ciudadanía en la actividad política. Esta condición discriminatoria es la que explica que, ante el estallido social del 11 de julio, el Partido reaccionara con brutalidad, de manera policial y no política.

Partido (2)

(Foto: Adalberto Roque/Agence France-Presse/Getty Images)

En Cuba no se aprendió la lección de hace treinta años. En 2002, más de diez después de la desintegración de la URSS, un artículo constitucional declaró irreversible al socialismo, en tanto, la Constitución de 2019 estableció que el Partido es la «fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado (…)». Desde la cima de esa especie de atalaya, el Partido debió estar en mejores condiciones de divisar que en Cuba existían las condiciones para un estallido social. Pero no solo no lo estuvo, sino que ha demostrado también su incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y para actuar consiguientemente sobre ellas.

Las verdaderas causas del 11- J

Las contradicciones internas en los procesos sociales son las fundamentales y determinantes. Ese principio de la dialéctica materialista no es aplicado por el Partido a pesar de su enunciada filiación marxista. Por ello, ante el estallido social ha preferido ceñirse a una narrativa que explica los hechos en base únicamente a factores externos, reales pero no determinantes: las presiones del bloqueo norteamericano sobre Cuba, un golpe blando, una guerra de cuarta generación.

No ha existido hasta ahora un análisis profundo y autocrítico del Partido sobre sí mismo y su responsabilidad frente a la crisis. De haberlo, deberían admitir que ninguno de los hitos que en los últimos tiempos creó esperanza de cambios para transformar el socialismo desde arriba se materializó. Ellos fueron:

1. Un proceso de reformas anunciado en 2007, hace ya catorce años, que prometió —aclarando que lo haría «sin prisas»— «cambios estructurales y de concepto» que aún se esperan en la economía cubana. Y digo en la economía porque el proceso de reformas jamás incluyó la dimensión política.

2. Una Constitución aprobada en 2019 que, a pesar del debate que suscitó y del nivel de expectativas por la inclusión en ella del concepto Estado Socialista de Derecho, no aceptó planteamiento alguno que apuntara a la transformación del sistema político.

Partido (3)

3. Tres congresos del Partido: el 6to, el 7mo y el 8vo, que fueron, durante tres lustros, de más a menos en la idea de reformar al modelo. En el último de ellos, hace poco más de tres meses, prácticamente se echó un balde de agua helada sobre la ciudadanía al perpetuar la tesis del inmovilismo y no atender los graves problemas sociales y políticos que habían generado inquietud, no solo en los jóvenes sino en la sociedad toda.

Un sistema socialista que no pueda ser influido desde abajo es una entelequia, y el nuestro está atrapado en una contradicción flagrante: hemos aprobado una Constitución que no es viable pues una parte de ella tiende a sostener una situación de vulneración de libertades —concretada sobre todo en su artículo 5 que declara la superioridad del Partido único— mientras otra parte reconoce tales derechos y libertades en un Estado Socialista de Derecho.

Ningún proceso reformista exclusivamente económico es factible, pues cuando no se implica activamente a la ciudadanía como controladora de la dirección, resultados y velocidad de las transformaciones, estas corren el riesgo de ser desmanteladas o frenadas. Cuba no ha sido una excepción. La burocracia se ha convertido entre nosotros en una «clase para sí» y obstaculiza cambios y reformas que, aunque acepta en el discurso, ha ralentizado en la práctica.

Un gran conflicto irresuelto donde quiera que se entronizara el socialismo burocrático, es el de convertir la propiedad estatal en verdadera propiedad social. Esta aspiración ha sido utópica por la falta de democratización, los fallos de la participación ciudadana en las decisiones económicas y el hecho de que los sindicatos dejan de ser organizaciones que defiendan los intereses de los trabajadores. 

La actitud arrogante del Partido es propia de un modelo político que fracasó. En febrero de 1989, la revista soviética Sputnik dedicó un número al inmovilismo que caracterizara al período de Leonid Brezhnev, allí se hacían estas preguntas:

«¿Debe la dirección del Partido convertirse en un órgano especial del poder, que estará por encima de los restantes órganos? ¿Si el Comité Central es un órgano especial de poder, cómo controlarlo? ¿Se puede protestar su resolución por inconstitucional? ¿Quién responde en caso de fracasar una medida decretada? Si este órgano superior de hecho dirige al país, ¿no debe entonces todo el pueblo elegirlo?».

En este modelo político el Partido es selectivo, «de vanguardia», y no un partido popular abierto a todos, de modo que si se declara como fuerza Superior a la sociedad también se erige por encima del pueblo. Para que no fuera así, el pueblo debería poder elegir a los que encabezan al Partido, y ello no se permite. Si está por encima de todos, y no es «un partido electoral», queda fuera del control popular. Ese modelo político es el que hay que cambiar.

Los sectores más jóvenes no tienen memoria de las etapas iniciales y más exitosas en política social del proceso. A ellos, la épica revolucionaria, las evidentes transformaciones y los beneficios de las primeras décadas no les dicen nada.

Han conocido los últimos treinta años, con la secuela de pobreza, aumento sostenido de la desigualdad, proyectos de vida fallidos y expectativa por el éxodo a edades cada vez más tempranas. La llegada de internet los ha coordinado como generación, les permite contrastar opiniones, construir espacios virtuales de participación, que el modelo político les niega, y generar acciones.

Entonces hay que reconocer que las contradicciones principales que llevaron al estallido del 11-J son eminentemente políticas. Las demandas no fueron únicamente por alimentos y medicamentos o por rechazo a los cortes de electricidad. Estos pueden haber sido el catalizador, pero las consignas de «libertad» que recorrieron la isla indican la exigencia de la ciudadanía de ser reconocida en un proceso político que la ha ignorado hasta hoy.

Partido (3)

(Foto: Divergentes)

Pan, circo… y Senado

Las brutales escenas de represión contra los manifestantes, las declaraciones llamando a la violencia del recién nombrado primer secretario del Partido —después matizadas—, una reunión urgente del Buró Político al día siguiente de los hechos —de la cual nada ha trascendido— y los actos de reafirmación revolucionaria con enfoques tradicionales casi una semana después, indican que el partido quedó totalmente descolocado ante el 11-J. No obstante, aunque jamás lo reconozca ni pida disculpas, sabe que cometió un costosísimo error.

Desde sectores de la izquierda, en algunas prestigiosas figuras y organizaciones, se han levantado voces que exigen el respeto a los derechos políticos de manifestación pacífica y libertad de expresión en Cuba. Diversos gobiernos, y la Unión Europea como bloque, han criticado la violenta represión, anticonstitucional por cierto.

Ya empiezan a notarse medidas paliativas para aliviar la dramática situación de carestía: aumento, desde este mes y hasta diciembre, del arroz, un alimento básico en la canasta normada; distribución gratuita de productos donados a Cuba (granos, pastas, azúcar, y en ciertos casos aceite y cárnicos); rebaja de precios de algunos servicios de Etecsa, el monopolio de las comunicaciones.

A ellas se suma la aprobación de solicitudes de vieja data que hubieran funcionado como atenuantes de la crisis desde mucho antes: importación de alimentos y medicamentos sin restricciones y libre de cargos en la aduana; venta a plazos en las tiendas. Quizá en los próximos días se anuncien otras.

No caben dudas de que se aliviará en algo la situación, pero el Partido debe estar muy ubicado en que ninguna de esas determinaciones va a resolver el dilema cubano que es, como ya afirmé, de naturaleza política.

Quizás crean que al aplicar estos paliativos estén descubriendo nuevos caminos en la política. Se equivocan. El poeta latino Juvenal, hace miles de años, eternizó, en su Sátira X, una frase que designaba la práctica de los gobernantes de su época: «Pan y circo». Era el plan de los políticos romanos para ganarse a la plebe urbana a cambio de trigo y entretenimientos con el fin de que se despojara de su espíritu crítico al sentirse satisfecha por la falsa generosidad de los gobernantes.

Partido (4)

«Necesitamos ser el Senado, ya que el nuestro ha desaparecido de la escena política». (Foto: CubaSí)

En Cuba necesitamos pan y circo, somos un pueblo sufrido, pero —sobre todo—, necesitamos gobernar desde abajo. Necesitamos ser el Senado, ya que el nuestro ha desaparecido de la escena política. No hay una sola declaración de alguna diputada o diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en cuanto a tal, a pesar de la gravedad de los hechos violentos contra una parte del pueblo que se supone ellos representan.

Han violado el cronograma legislativo justificando la imposibilidad de reunirse en plena pandemia. No obstante, en esas mismas condiciones el Partido celebró su 8vo congreso y, luego del 11 de julio, fueron convocadas actividades masivas de apoyo al gobierno en todas las provincias.

Todavía no ha ocurrido un pronunciamiento oficial de la dirección partidista donde se analicen los hechos, se ofrezcan cifras exactas de ciudades y pueblos implicados, participantes en las protestas, personas detenidas y enjuiciadas. No le sirvió al Partido único haber analizado en el Buró Político, pocos días antes del 8vo congreso, un informe denominado: «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana». No entendieron nada de ese clima, o los que escribieron el informe no reflejaron la realidad.

El socialismo burocrático de Partido único crea una especie de demiurgo político que escapa al imperio de la ley, ya que se sitúa por encima de ella, acentúa el extremismo político y se separa de la ciudadanía. Hasta ahora todos los modelos con estas características, lejos de conducir a una sociedad socialista, han disimulado un capitalismo de Estado con rasgos de corrupción y elitismo.

Es hora de debatir sobre esto y organizarnos para cambiarlo. Ahora se puede. Como bien declaró a la prensa internacional el presidente del Tribunal Supremo Popular, en Cuba la Constitución garantiza el derecho a la manifestación pacífica.

30 julio 2021 78 comentarios 7,5K vistas
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Tiempo (1)

El tiempo y las reformas

por Mario Valdés Navia 18 junio 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Según Marx, todas las leyes económicas se podrían sintetizar en una sola: la del ahorro del tiempo. La mayoría de las categorías económicas —productividad, intensidad, acumulación, eficiencia, etc.—, tienen que ver con la disminución del tiempo. En política ocurre algo parecido, de ahí la afirmación de que las revoluciones son las locomotoras de la historia; en un tiempo breve se producen transformaciones añoradas durante años. ¿Qué ocurre entonces cuando un Gobierno/Estado/Partido pierde interés en el paso del tiempo?

Si a un ruso o a un australiano se les preguntara cuál es la época de la cosecha de los mangos en las Antillas, responderían al momento: «en mayo». Solo bastaría que supieran que los vientos alisios arrojan el agua sobre ellas a partir de este mes y que esto origina en los trópicos el inicio de la estación lluviosa. Sin embargo, la empresa estatal de Acopio se asombra todos los años de que esto ocurra. ¿Acaso más de medio siglo de monopolio sobre las compras de las cosechas frutales a los campesinos no ha sido tiempo suficiente para comprobarlo?

En su primer gran discurso, el 26 de julio de 2007, Raúl Castro prometió «cambios estructurales y de concepto» en el deprimido sector agrícola, al que consideró «clave para sustituir importaciones y reactivar la economía». Allí informó que Cuba disponía de 6. 620,00 ha. de tierra cultivable o pastos, el 55 % de ellas (3. 631,000 ha.) sin cultivar. El marabú cubría 1.139,000 ha. y había que explotarlas urgentemente. En 2011, en el VI Congreso del PCC —tras catorce años sin realizarse alguno— se informó que aún quedaba más de un millón de ha. inutilizadas. ¿No se pudieron desbrozar en cuatro años?

Tiempo (2)

En la UPPC 1ro. de Enero, de Camagüey, se descompusieron 320 cajas de mango, 128 quintales aproximadamente, por demora de Acopio en ir a buscar la fruta. (Foto: Adelante)

Este cónclave analizó el Proceso de actualización del modelo económico y social y adoptó los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Un quinquenio después, el VII Congreso creó la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, que  conduciría el proceso de Actualización. ¿A nadie se le ocurrió crearla en el VI Congreso cuando se aprobó el documento?

El 24 de febrero de 2008, al ser elegido presidente por el Parlamento, Raúl planteó la necesidad de «encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas». Han pasado trece años y decisiones fundamentales para lograrlo, demostradas desde inicios del Período Especial por especialistas e incluidas en los Lineamientos, permanecen aún sin aplicar —creación de las mpymes, por ejemplo—, o han sido tergiversadas flagrantemente, como la unificación monetaria y cambiaria, condición indispensable para las reformas.

Es penoso constatar cuánto tiempo se perdió entre los años 2011 y 2018 para reposicionar al peso cubano como divisa nacional y en qué momento tan difícil se decidió ejecutar la «Tarea Ordenamiento» (recrudecimiento del bloqueo, Covid-19,  crisis económica mundial sin precedentes). No obstante, ya va quedando poco del modelo inicial del Ordenamiento, al priorizarse algo que nadie mencionara antes: la apertura a una redolarización plástica como vía de coacción para obligar a los remesantes cubanos a enviar dinero a sus familias y amistades en la Isla burlando las sanciones de Trump.

¿Y la reforma básica, la recuperación del peso y con él de los ingresos de los trabajadores, adónde fue a parar? ¿Acaso no se podía restablecer el monopolio de nuestra divisa en el mercado interno y cambiar por ella las extranjeras a una tasa de mercado, como hacen todos los países? ¿Ningún alto decisor pudo avizorar que volver a usar la moneda del enemigo era una actitud masoquista, por no decir suicida?

En diciembre de 2020 sostuve que:

El artículo 31 de la Constitución 2019 postula: «El trabajo remunerado debe ser la fuente principal de ingresos que sustente condiciones de vida dignas, permita elevar el bienestar material y espiritual y la realización de los proyectos individuales, colectivos y sociales». ¿Cómo conjugar esto con la venta indiscriminada de bienes y servicios de primera necesidad a las familias en una moneda que no es asequible a los trabajadores mediante su trabajo honesto?

El derecho de los trabajadores a recibir por su trabajo una moneda con capacidad ilimitada para cubrir sus deudas en el territorio nacional es un derecho humano fundamental, pilar de la libre contratación en todo el mundo. Las estrategias económicas que se adopten han de reconocer y respetar ese derecho, de una vez y por todas. Nunca habrá un solo camino ante un escenario confuso, siempre habrá otras decisiones que adoptar y soluciones que buscar.

Como fruto de aquella decisión, el Banco Central de Cuba (BCC) anuncia ahora que suprime la entrada de USD a sus bóvedas porque las tiene abarrotadas, sin poder ubicarlos en cuentas en el exterior ante las sanciones de EE.UU. ¿Por qué no dar licencia a los particulares tenedores de dólares para que salgan por el mundo a hacer lo que saben y, de paso, burlar al bloqueo estadounidense que se frota las manos ante los empeños del gobierno cubano por mantener el monopolio del comercio exterior y el tráfico de divisas en manos de contadas empresas harto conocidas y sancionadas por Estados Unidos?

Tiempo (2)

El presidente derechista de Panamá, Juan Carlos Varela, visitó la Isla para anunciar visas especiales de turismo comercial para cubanos, ansiosamente esperados en la Zona Libre del Canal.

Los países del área ayudarían en ello, porque el filón de negocios es muy prometedor. Ya en 2018, en plena era Trump, el presidente derechista de Panamá, Juan Carlos Varela, visitó la Isla para anunciar visas especiales de turismo comercial para cubanos, ansiosamente esperados en la Zona Libre del Canal. En República Dominicana los comerciantes solicitan al gobierno hacer ahora una oferta similar a nuestros buhoneros (mulas) para que gasten allá sus USD físicos. ¿No es tiempo de legalizar de una vez el mercado de bienes de consumo importados que el bloqueo no puede impedir? ¿De veras cree el BCC que su disposición hará que los USD fluyan hacia sus arcas obedientemente?

El tiempo para reformar el modelo se agota, pero la historia de Cuba continuará aunque no se quiera hacerlo. Varela, el que «nos enseñó primero en pensar» antes de actuar de manera irreflexiva y condenada al fracaso, también aconsejó no persistir en los errores. En medio del recrudecimiento de la pandemia en Cuba y sus vaticinios de incremento de contagios —a pesar de la aplicación masiva de los candidatos vacunales—, es preciso incrementar la oferta del mercado interno para disminuir las colas tumultuarias y el agobio de los desesperados proveedores familiares.

Lejos de emitir comentarios insultantes en el NTV al estilo de: «no se preocupe nuestro pueblo que las tiendas en MLC no van a cerrar», es preciso ganar tiempo en las reformas y adoptar iniciativas urgentes y realistas. Una de ellas podría ser abrir el mercado interno a cadenas comerciales internacionales. Esto contribuiría a equilibrar la exhausta oferta con la demanda efectiva creciente, y si pudiera ser en pesos cubanos mejor aún.

¿Cuándo se va a enderezar la pirámide invertida de las magras inversiones cubanas? ¿Hasta cuándo se invertirá preferiblemente en el sector inmobiliario y el turismo en lugar de en la producción agropecuaria, industrial y científico-técnica? ¿Por qué gastar lo poco que tenemos en proyectos prescindibles e interminables, como el de la derivadora este-oeste en el oriente y en nuevas habitaciones hoteleras, si cada año se cubren menos las existentes? 

Al tiempo de las reformas le va quedando poco. Solo decisiones endógenas, flexibles y liberalizadoras podrán reflotar la economía y restaurar la confianza. Si la soberbia inmovilista acabó con el socialismo real europeo, entonces el tren de las reformas en Cuba no puede seguir renqueando a la espera de mejores épocas. Nuestro tiempo es este, en él tenemos que crecer y desarrollarnos con entereza y creatividad. Decía Martí: «Los fuertes prevén. Los débiles esperan la tormenta con los brazos en cruz». 

18 junio 2021 31 comentarios 4,2K vistas
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Las reformas económicas que Cuba necesita

por Consejo Editorial 21 abril 2011
escrito por Consejo Editorial

Por: David Pérez Guerra

Cuando se publique este post, ya el congreso del Partido Comunista habrá terminado. Allá se habrán debatido los cambios trascendentales que inevitablemente tendrán que ocurrir en la sociedad cubana, y los que por supuesto ya están en marcha.

No están lejos los tiempos duros del período especial. ¿Qué adulto en la actualidad no recuerda la época donde la libra de arroz valía 60 pesos o un par de modestos tenis artesanales 2000? ¿O los esfuerzos de nuestras valientes mujeres en la cocina, intentando preparar un plato de harina como única comida para sus hijos? Fueron tiempos duros. Y en gran medida, pasados.

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21 abril 2011 183 comentarios 568 vistas
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Lecciones de democracia.

por Consejo Editorial 18 diciembre 2010
escrito por Consejo Editorial
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Por: Roberto Peralo

Dedicado al 88 Aniversario de la FEU

Este mes de diciembre me ha puesto a reflexionar sobre cual es realmente el significado de la palabra democracia que tanto se ha prostituido su significado. La historia revelada por los medios de información y mis experiencias vividas esta última semana me ayudaran a compartir con ustedes mis ideas.

Los acontecimientos que demuestran los hechos, transcurren en un mismo espacio de tiempo (mes de diciembre del 2010). En un contexto histórico con puntos coincidentes, una crisis económica internacional, presentando las mismas bases en todo el mundo (Déficit Presupuestario), es decir los gobiernos se quedaron sin dinero. Esta situación tan dramática ha provocado que dichos gobiernos estén obligados a tomar medidas económicas, donde los más afectados son las capas medias y bajas de la sociedad, hablamos de los que perciben menos ingresos, pero los hechos aquí narrados, son completamente diferentes, en realidades diferentes, en economías diferentes, en países diferentes y en democracias diferentes.

Qué ha sucedido en Cuba, El gobierno cubano lanzó una propuesta de reformas económicas en la cual propone cambios en el modelo económico que hoy impera, las mismas serán aprobadas en el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, a desarrollarse en abril del 2011. Pero antes puso en consulta popular dicho documento. La participación de los jóvenes universitarios ha sido masiva y protagónica, puedo dar fe de ello.

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18 diciembre 2010 162 comentarios 559 vistas
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La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

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