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reforma política

Realidad cubana (1)

La realidad cubana actual y las lecciones de la historia

por Mauricio De Miranda Parrondo 23 noviembre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Cuba está en un punto de inflexión de su historia contemporánea. El modelo económico y político adoptado después del triunfo de la Revolución, se muestra agotado porque no ha sido capaz de conducir a la prosperidad ni a la libertad y la democracia.

A punto de cumplirse sesenta y tres años de aquel momento, la inmensa mayoría de la población debe concentrar la mayor parte de sus energías en sobrevivir bajo condiciones muy difíciles, con graves problemas para asegurar el suministro de víveres y otros bienes esenciales, severas dificultades de transporte, crítico déficit de viviendas y deplorable estado de muchas de las existentes debido a la falta de mantenimiento.

Adicionalmente, los ingresos a partir del salario resultan insuficientes para asegurar condiciones normales de vida. Esta situación es mucho más comprometida en el caso de la población jubilada.

El gobierno se ha caracterizado por no adoptar transformaciones sistémicas radicales que permitan enfrentar la crisis, perdió el tiempo que no tenía combinando «experimentos» con gran lentitud en la adopción de profundas reformas económicas, y ello condena al país a un estancamiento económico que no le permite remontar la situación que tenía antes de 1989.

Los cambios económicos se distinguen por su timidez e intentan evitar la pérdida del control político y el poder sobre el establecimiento de incentivos necesarios para el desarrollo del emprendimiento y la producción. En consecuencia, la insatisfacción crónica de las necesidades materiales de la sociedad, que ha sido persistente en la historia económica del período revolucionario, se ha agudizado notablemente.

En medio de la gravísima crisis actual, los funcionarios del gobierno persisten en un modelo económico centralizado que ha probado su ineficacia en diversas partes del mundo, tal como quedó demostrado en los casos de la Unión Soviética y sus aliados de Europa Oriental, donde tanto el sistema económico como el político implosionaron entre 1989 y 1991.

Adicionalmente se sigue insistiendo en que el actual modelo es el único posible en el «socialismo» cubano, lo cual responde tanto a atavismos dogmáticos como al interés por mantener el poder a toda costa, aunque ello conduzca a un deterioro del nivel de vida de las personas. Al parecer, apostaron a que ese deterioro, que sin dudas conlleva a una reducción del apoyo popular, no se traduciría en protestas sociales. Sin embargo, después del 11 de julio todo eso cambió.

Realidad cubana (2)

…apostaron a que ese deterioro, que sin dudas conlleva a una reducción del apoyo popular, no se traduciría en protestas sociales. (Foto: IPS)

Tres décadas es un período suficiente para extraer las lecciones necesarias y actuar en consecuencia con el fin de evitar lo que ocurrió en aquellos países. Lo más importante era crear las condiciones que evitaran el colapso de la economía y la crisis de confianza en el sistema político. Ello debió conducir a profundas reformas económicas y políticas, en cambio, la dirección cubana se decantó por la «continuidad», que bien podría traducirse en inmovilismo.

Las lecciones de la historia

Hace treinta y dos años se desplomaron, uno tras otro, los regímenes comunistas de Europa Oriental. En 1991, apenas dos años después, se desintegró la Unión Soviética (URSS). También en ellos se había producido un agotamiento del modelo económico centralizado —incluso en aquellos en los que acontecieron reformas descentralizadoras con ciertos elementos de mercado—, así como del sistema político totalitario.

En las primeras dos décadas de imposición del sistema en esos países por parte de la URSS, el crecimiento económico se produjo siguiendo un modelo de desarrollo extensivo, basado en la abundancia relativa de ciertos factores de producción, especialmente trabajo, materias primas y combustibles.

A partir de la segunda mitad de la década de los setenta, sin embargo, las condiciones cambiaron. La abundancia se transformó en escasez y se acumularon déficits comerciales en la medida que se incrementaban las relaciones económicas con países capitalistas a los cuales había poco que ofrecer, más allá de materias primas. Los déficits, a falta de inversión extranjera, comenzaron a cubrirse con deuda externa debido a la necesidad de importar tecnología y maquinarias.

A principios de los ochenta —cuando estalló la crisis de la deuda por la política de altos intereses de la Reserva Federal—, varios países socialistas europeos se vieron en severas dificultades de pagos. Prácticamente todos fueron golpeados por la crisis, pero las mayores afectaciones las sufrieron Polonia, Rumanía y Hungría. La URSS, por su parte, cargaba no solo con el fardo que representaba el creciente gasto militar, sino también con la guerra de Afganistán y el apoyo económico a Cuba, Vietnam y Mongolia.

La crisis de sus finanzas externas obligó a los gobiernos a adoptar políticas de austeridad que se reflejaron en un deterioro del nivel de vida de la población. En el primer lustro de la referida década comenzó a ralentizarse el crecimiento económico, y en los últimos años el crecimiento ya fue negativo.

Países

1981-1985

1986-1990

Alemania Oriental*

4,5

-1,8
Bulgaria 3,3 1,5
Checoslovaquia 1,7 1,3
Hungría 1,8 0,5
Polonia -0,2 -0,4
Rumanía 3,2 -1,8
Unión Soviética 4,6 4,8
*En el caso de Alemania Oriental se trata de Producto Material Neto (PMN) que era el indicador medido en el CAME. Los datos del PIB no están disponibles en la base de datos de UNCTAD.

Cuadro 1. Variación promedio anual del PIB de países socialistas europeos en los quinquenios 1981-85 y 1986-90 (porcentajes) (Fuente: Cálculos del autor con base en UNCTAD – 2021).

En términos generales, fueron incapaces de transitar a un modelo de desarrollo intensivo basado en mayor productividad de los factores y aplicación de avances científicos a la producción. Solo en la carrera espacial y en la de armamentos la URSS podía competir con Estados Unidos, a un costo excesivamente alto en términos de bienestar humano.

A lo anterior se sumaba el considerable deterioro de la capacidad movilizativa y del liderazgo de los respectivos partidos comunistas en el poder. Su control se había sustentado en una férrea represión a intelectuales, e incluso a trabajadores que en ocasiones se manifestaron contra fenómenos como la escasez de bienes de consumo, los altos precios o la presencia de tropas soviéticas en sus territorios.

En 1953, poco después del fallecimiento de Stalin, trabajadores berlineses que salieron a las calles para protestar por los altos precios y reclamar la salida de las tropas soviéticas fueron reprimidos por dichas tropas. En 1956, nuevamente ese ejército foráneo puso fin a la decisión soberana de los húngaros de declararse neutrales y cambiar el sistema de partido único por una democracia multipartidista.

Ese mismo año ocurrieron protestas de los obreros polacos en Poznan, reprimidas por las fuerzas militares polacas pero conducentes a la remoción del liderazgo comunista y su reemplazo por dirigentes más reformistas.

En 1962, en la localidad de Novocherkassk, región rusa de Rostov, los obreros iniciaron una huelga contra el aumento de las cuotas de producción impuestas por los planificadores, al tiempo que subían los precios de la carne y la leche. La misma se tradujo en una manifestación ante el comité local del Partido. Dicha protesta, duramente reprimida por el KGB y las fuerzas militares, provocó la muerte a veintiséis personas, varias decenas de heridos y centenas de detenidos, según fuentes oficiales.

Una nueva intervención militar soviética y de otros países del Pacto de Varsovia frustró, en 1968, el intento soberano de los comunistas checoslovacos de iniciar profundas trasformaciones económicas y políticas, en la intención de construir un «socialismo con rostro humano».

Finalmente, en 1980 los obreros de los astilleros de Gdansk, en Polonia, iniciaron huelgas y protestas ante el deterioro del nivel de vida motivado por las políticas del gobierno, el aumento de la inflación, bajos salarios y escasez de bienes de consumo. Crearon el sindicato paralelo «Solidaridad», que rápidamente aglutinó a miles de trabajadores en todo el país, y representó la principal organización contra el hasta entonces dominio monopólico comunista. Esto condujo a la imposición de la ley marcial, la detención masiva de los principales líderes de oposición, y el paso a la clandestinidad del sindicato independiente.

Realidad cubana (3)

Lech Wałęsa, fundador del sindicato «Solidaridad».

Ante las reformas de Gorbachov, orientadas a la reestructuración económica (Perestroika), a la transparencia informativa y eliminación de la censura (Glásnost) y a la democratización tanto al interior del Partido como de la sociedad; la mayor parte de los gobiernos comunistas advirtieron en ellas el desplome de su poder monopólico, pero esta vez no contaban con el apoyo de las fuerzas militares soviéticas porque el líder había advertido con claridad que no intervendrían en los asuntos internos de otras naciones, dando fin a la llamada «soberanía limitada».

El 7 de octubre de 1989, mientras Gorbachov acompañaba a Erich Honecker en la celebración del 40 aniversario de la constitución de la RDA, miles de berlineses del Este aclamaron al líder soviético y solicitaron reformas en su propio país. Un mes después caía el Muro de Berlín. Tal como relaté en otro artículo, meses antes miles de germano-orientales habían cruzado la frontera húngara abierta por autoridades de ese país y otros se habían asilado en la embajada de la RFA en Praga.

Los días 16 y 17 de noviembre del mismo año se produjeron masivas protestas estudiantiles en Bratislava y Praga, en ocasión de conmemorarse el asesinato del joven Jan Opletal por los nazis. Una manifestación con el beneplácito del Partido Comunista se convirtió en una reclamación para democratizar la sociedad checoslovaca. Surgió entonces el Foro Cívico, que aglutinó a intelectuales disidentes, muchos de los cuales habían sido firmantes de la Carta de los 77, y opositores al régimen comunista.

La dirigencia del Partido persistía en su posición de que exclusivamente el sistema político de partido único era válido y posible en el país. Las fuerzas armadas se negaron a atacar a la población y las huelgas se extendieron a los trabajadores, la radio y la televisión. El 27 de noviembre se produjo una huelga general y la dirección del Partido solicitó ayuda a la URSS, pero no le fue concedida. Este país también enfrentaba ya una profunda crisis en las relaciones entre nacionalidades y por los deseos independentistas de varias repúblicas.

En noviembre, asimismo ocurrieron protestas en varias ciudades búlgaras, ellas llevaron a la renuncia del veterano dirigente Todor Zhivkov.

A fines de diciembre se produjo en Rumanía el sangriento final de Nicolae y Elena Ceauçescu que puso fin a su régimen. El dirigente rumano había reprimido violentamente las protestas de Timisoara y ello no le fue perdonado por el pueblo, que había resistido las duras políticas de ajuste del gobernante encaminadas al pago de la deuda externa a partir de una reducción del gasto público, con cortes incluidos en la calefacción durante el invierno.

En todos los casos, los líderes comunistas se negaron a aceptar la necesidad de profundas reformas económicas y políticas, y no advirtieron la ruptura del pacto social ni el deterioro de la credibilidad del liderazgo de los Partidos respectivos. En aquella espiral disolutiva comenzaron a desintegrarse los Frentes nacionales en que se agrupaban las organizaciones dependientes de los partidos; reaparecieron entonces algunos partidos socialistas que habían sido obligados a fusionarse con los comunistas.

El año 1990 fue concluyente. En elecciones libres convocadas en estos países los comunistas perdieron el poder. Muchas de esas organizaciones antes de desaparecer ya eran minúsculas en membresía e influencia popular. Después de esto, como es sabido, se produjo la restauración del capitalismo en todos ellos. En algunos casos no se trató de la construcción de un Estado de Bienestar, sino de un liberalismo a ultranza donde, por cierto, muchos de los nuevos magnates y oligarcas eran antiguos jerarcas comunistas y altos oficiales de la seguridad del Estado o de las fuerzas militares.

Realidad cubana (4)

Nicolae y Elena Ceauçescu fueron fusilados.

La dirección necesaria de las reformas en Cuba

Ninguno de los países socialistas europeos, quizás con la excepción de Rumanía, tenía en 1989 las condiciones económicas que tiene Cuba hoy. Ninguno de ellos resistía sanciones económicas como las que la Isla enfrenta desde hace más de seis décadas, las cuales, sin embargo, no deberían servir de justificación para no adoptar profundas transformaciones económicas y políticas, sino todo lo contrario, estos cambios son inexcusables en las condiciones actuales para impulsar el crecimiento económico y potenciar la libertad y la democracia.

Las reformas económicas deberían orientarse a promover el emprendimiento, incentivar la producción nacional de bienes y servicios, sobre todo de aquellos que solucionan necesidades directas de la población, así como las que pudieran convertirse en fuentes de ingresos por exportaciones, estimulando así el desarrollo de los sectores privado y cooperativo, junto al estatal ya existente, circunscrito a aquellas actividades en las que su eficiencia no es resultado de una condición monopólica.

Para ello es imprescindible eliminar los actuales monopolios de la banca, el comercio exterior y el comercio doméstico, y estimular el funcionamiento de mercados abiertos y transparentes.

Las reformas políticas tendrían que encaminarse hacia la democratización de la sociedad, a promover un cambio profundo en las instituciones políticas, haciéndolas abiertas e inclusivas. Esto reforzaría los mecanismos tanto de la democracia directa como de la representativa y haría de los derechos ciudadanos el pilar fundamental de una sociedad libre.

Sería imprescindible establecer mecanismos de elección directa y entre varias alternativas, tanto de los funcionarios que ejercen funciones ejecutivas principales a nivel nacional y territorial, como de aquellos que se dedicarían plenamente a legislar. El parlamento debería ser mucho más pequeño y dedicado exclusivamente a la labor legislativa, para que cumpla realmente sus funciones y no exista como simple decorado.

Cualquier ciudadano debe tener oportunidad de ofrecer sus servicios a la sociedad en la labor de gestión política, lo que desmontaría el dañino y arcaico sistema que permite al Partido Comunista, en la práctica, colocarse por encima de la sociedad para controlarla y, al mismo tiempo, quedar fuera del control de esta. Cuba no es el país de los miembros del Partido, es el país de todos los cubanos.

El derrumbe del socialismo en Europa Oriental demostró que cuando el liderazgo no está a la altura de las circunstancias; no evalúa objetivamente la realidad económica, política y social; no interpreta adecuadamente el sentir de la sociedad o de una parte de ella, se producen fracturas que conducen a protestas sociales. La represión de las mismas solo genera un agravamiento de los conflictos y estimula acciones violentas.

El liderazgo y la vanguardia de un partido o movimiento político no se garantizan con un artículo en la Constitución, sino con el ejemplo y la capacidad real de convocatoria social; con la interpretación adecuada de las condiciones históricas para conducirse en sintonía con ellas y con la sagacidad para aplicar las lecciones que la historia les ofrece.

23 noviembre 2021 30 comentarios 5k vistas
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Partido único

Cuba: el Partido único ante la crisis

por Alina Bárbara López Hernández 30 julio 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Un partido político que gobierne en solitario, no compita con otra organización, ni deba presentarse a un proceso electoral para ser ratificado, pareciera tener una gran ventaja. Paradójicamente, esa prerrogativa es, al mismo tiempo, su mayor debilidad.

No tener que negociar el poder, dar por sentado que no le será disputado, despliega a nivel político una perniciosa actitud que supone inaceptable cualquier indicio de presión social y, cuando ella ocurre, la reacción consiguiente muestra una ineptitud absoluta bajo un disfraz de temeridad.    

Esa perspectiva autoritaria se fortalece asimismo con el enfoque teleológico, mecanicista y antimarxista de la historia que asume que la revolución socialista, una vez victoriosa, no puede retroceder. Este optimismo a ultranza clausura la posibilidad del éxito a cualquier proceso de perfeccionamiento o reformas.

El derrumbe del campo socialista hizo trizas muchas constituciones que lo declaraban irreversible. No es la letra en un tratado legal, sino la implicación de las personas que encuentren en ese sistema la encarnación de sus aspiraciones, y que puedan modificarlo con ese objetivo, lo que permitirá el éxito del mismo.

La presión de las mayorías desde abajo es lo que ha hecho evolucionar a los sistemas políticos de la antigüedad hasta hoy. En el modelo de socialismo burocrático de partido único no se admite la participación real y espontánea de la ciudadanía en la actividad política. Esta condición discriminatoria es la que explica que, ante el estallido social del 11 de julio, el Partido reaccionara con brutalidad, de manera policial y no política.

Partido (2)

(Foto: Adalberto Roque/Agence France-Presse/Getty Images)

En Cuba no se aprendió la lección de hace treinta años. En 2002, más de diez después de la desintegración de la URSS, un artículo constitucional declaró irreversible al socialismo, en tanto, la Constitución de 2019 estableció que el Partido es la «fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado (…)». Desde la cima de esa especie de atalaya, el Partido debió estar en mejores condiciones de divisar que en Cuba existían las condiciones para un estallido social. Pero no solo no lo estuvo, sino que ha demostrado también su incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y para actuar consiguientemente sobre ellas.

Las verdaderas causas del 11- J

Las contradicciones internas en los procesos sociales son las fundamentales y determinantes. Ese principio de la dialéctica materialista no es aplicado por el Partido a pesar de su enunciada filiación marxista. Por ello, ante el estallido social ha preferido ceñirse a una narrativa que explica los hechos en base únicamente a factores externos, reales pero no determinantes: las presiones del bloqueo norteamericano sobre Cuba, un golpe blando, una guerra de cuarta generación.

No ha existido hasta ahora un análisis profundo y autocrítico del Partido sobre sí mismo y su responsabilidad frente a la crisis. De haberlo, deberían admitir que ninguno de los hitos que en los últimos tiempos creó esperanza de cambios para transformar el socialismo desde arriba se materializó. Ellos fueron:

1. Un proceso de reformas anunciado en 2007, hace ya catorce años, que prometió —aclarando que lo haría «sin prisas»— «cambios estructurales y de concepto» que aún se esperan en la economía cubana. Y digo en la economía porque el proceso de reformas jamás incluyó la dimensión política.

2. Una Constitución aprobada en 2019 que, a pesar del debate que suscitó y del nivel de expectativas por la inclusión en ella del concepto Estado Socialista de Derecho, no aceptó planteamiento alguno que apuntara a la transformación del sistema político.

Partido (3)

3. Tres congresos del Partido: el 6to, el 7mo y el 8vo, que fueron, durante tres lustros, de más a menos en la idea de reformar al modelo. En el último de ellos, hace poco más de tres meses, prácticamente se echó un balde de agua helada sobre la ciudadanía al perpetuar la tesis del inmovilismo y no atender los graves problemas sociales y políticos que habían generado inquietud, no solo en los jóvenes sino en la sociedad toda.

Un sistema socialista que no pueda ser influido desde abajo es una entelequia, y el nuestro está atrapado en una contradicción flagrante: hemos aprobado una Constitución que no es viable pues una parte de ella tiende a sostener una situación de vulneración de libertades —concretada sobre todo en su artículo 5 que declara la superioridad del Partido único— mientras otra parte reconoce tales derechos y libertades en un Estado Socialista de Derecho.

Ningún proceso reformista exclusivamente económico es factible, pues cuando no se implica activamente a la ciudadanía como controladora de la dirección, resultados y velocidad de las transformaciones, estas corren el riesgo de ser desmanteladas o frenadas. Cuba no ha sido una excepción. La burocracia se ha convertido entre nosotros en una «clase para sí» y obstaculiza cambios y reformas que, aunque acepta en el discurso, ha ralentizado en la práctica.

Un gran conflicto irresuelto donde quiera que se entronizara el socialismo burocrático, es el de convertir la propiedad estatal en verdadera propiedad social. Esta aspiración ha sido utópica por la falta de democratización, los fallos de la participación ciudadana en las decisiones económicas y el hecho de que los sindicatos dejan de ser organizaciones que defiendan los intereses de los trabajadores. 

La actitud arrogante del Partido es propia de un modelo político que fracasó. En febrero de 1989, la revista soviética Sputnik dedicó un número al inmovilismo que caracterizara al período de Leonid Brezhnev, allí se hacían estas preguntas:

«¿Debe la dirección del Partido convertirse en un órgano especial del poder, que estará por encima de los restantes órganos? ¿Si el Comité Central es un órgano especial de poder, cómo controlarlo? ¿Se puede protestar su resolución por inconstitucional? ¿Quién responde en caso de fracasar una medida decretada? Si este órgano superior de hecho dirige al país, ¿no debe entonces todo el pueblo elegirlo?».

En este modelo político el Partido es selectivo, «de vanguardia», y no un partido popular abierto a todos, de modo que si se declara como fuerza Superior a la sociedad también se erige por encima del pueblo. Para que no fuera así, el pueblo debería poder elegir a los que encabezan al Partido, y ello no se permite. Si está por encima de todos, y no es «un partido electoral», queda fuera del control popular. Ese modelo político es el que hay que cambiar.

Los sectores más jóvenes no tienen memoria de las etapas iniciales y más exitosas en política social del proceso. A ellos, la épica revolucionaria, las evidentes transformaciones y los beneficios de las primeras décadas no les dicen nada.

Han conocido los últimos treinta años, con la secuela de pobreza, aumento sostenido de la desigualdad, proyectos de vida fallidos y expectativa por el éxodo a edades cada vez más tempranas. La llegada de internet los ha coordinado como generación, les permite contrastar opiniones, construir espacios virtuales de participación, que el modelo político les niega, y generar acciones.

Entonces hay que reconocer que las contradicciones principales que llevaron al estallido del 11-J son eminentemente políticas. Las demandas no fueron únicamente por alimentos y medicamentos o por rechazo a los cortes de electricidad. Estos pueden haber sido el catalizador, pero las consignas de «libertad» que recorrieron la isla indican la exigencia de la ciudadanía de ser reconocida en un proceso político que la ha ignorado hasta hoy.

Partido (3)

(Foto: Divergentes)

Pan, circo… y Senado

Las brutales escenas de represión contra los manifestantes, las declaraciones llamando a la violencia del recién nombrado primer secretario del Partido —después matizadas—, una reunión urgente del Buró Político al día siguiente de los hechos —de la cual nada ha trascendido— y los actos de reafirmación revolucionaria con enfoques tradicionales casi una semana después, indican que el partido quedó totalmente descolocado ante el 11-J. No obstante, aunque jamás lo reconozca ni pida disculpas, sabe que cometió un costosísimo error.

Desde sectores de la izquierda, en algunas prestigiosas figuras y organizaciones, se han levantado voces que exigen el respeto a los derechos políticos de manifestación pacífica y libertad de expresión en Cuba. Diversos gobiernos, y la Unión Europea como bloque, han criticado la violenta represión, anticonstitucional por cierto.

Ya empiezan a notarse medidas paliativas para aliviar la dramática situación de carestía: aumento, desde este mes y hasta diciembre, del arroz, un alimento básico en la canasta normada; distribución gratuita de productos donados a Cuba (granos, pastas, azúcar, y en ciertos casos aceite y cárnicos); rebaja de precios de algunos servicios de Etecsa, el monopolio de las comunicaciones.

A ellas se suma la aprobación de solicitudes de vieja data que hubieran funcionado como atenuantes de la crisis desde mucho antes: importación de alimentos y medicamentos sin restricciones y libre de cargos en la aduana; venta a plazos en las tiendas. Quizá en los próximos días se anuncien otras.

No caben dudas de que se aliviará en algo la situación, pero el Partido debe estar muy ubicado en que ninguna de esas determinaciones va a resolver el dilema cubano que es, como ya afirmé, de naturaleza política.

Quizás crean que al aplicar estos paliativos estén descubriendo nuevos caminos en la política. Se equivocan. El poeta latino Juvenal, hace miles de años, eternizó, en su Sátira X, una frase que designaba la práctica de los gobernantes de su época: «Pan y circo». Era el plan de los políticos romanos para ganarse a la plebe urbana a cambio de trigo y entretenimientos con el fin de que se despojara de su espíritu crítico al sentirse satisfecha por la falsa generosidad de los gobernantes.

Partido (4)

«Necesitamos ser el Senado, ya que el nuestro ha desaparecido de la escena política». (Foto: CubaSí)

En Cuba necesitamos pan y circo, somos un pueblo sufrido, pero —sobre todo—, necesitamos gobernar desde abajo. Necesitamos ser el Senado, ya que el nuestro ha desaparecido de la escena política. No hay una sola declaración de alguna diputada o diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en cuanto a tal, a pesar de la gravedad de los hechos violentos contra una parte del pueblo que se supone ellos representan.

Han violado el cronograma legislativo justificando la imposibilidad de reunirse en plena pandemia. No obstante, en esas mismas condiciones el Partido celebró su 8vo congreso y, luego del 11 de julio, fueron convocadas actividades masivas de apoyo al gobierno en todas las provincias.

Todavía no ha ocurrido un pronunciamiento oficial de la dirección partidista donde se analicen los hechos, se ofrezcan cifras exactas de ciudades y pueblos implicados, participantes en las protestas, personas detenidas y enjuiciadas. No le sirvió al Partido único haber analizado en el Buró Político, pocos días antes del 8vo congreso, un informe denominado: «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana». No entendieron nada de ese clima, o los que escribieron el informe no reflejaron la realidad.

El socialismo burocrático de Partido único crea una especie de demiurgo político que escapa al imperio de la ley, ya que se sitúa por encima de ella, acentúa el extremismo político y se separa de la ciudadanía. Hasta ahora todos los modelos con estas características, lejos de conducir a una sociedad socialista, han disimulado un capitalismo de Estado con rasgos de corrupción y elitismo.

Es hora de debatir sobre esto y organizarnos para cambiarlo. Ahora se puede. Como bien declaró a la prensa internacional el presidente del Tribunal Supremo Popular, en Cuba la Constitución garantiza el derecho a la manifestación pacífica.

30 julio 2021 78 comentarios 7k vistas
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