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País en una celda (1)

Un pequeño país tras una celda

por Leonardo Romero Negrín 11 agosto 2021
escrito por Leonardo Romero Negrín

Una vez me colé en un turno de Español-Literatura en la escuela donde mi madre impartía clases. Analizaban la frase de Martí: «ser culto es el único modo de ser libre», y, como es de suponer, el debate giraba en torno a la interpretación de qué significa ser culto para comprender en qué medida nos hace libres, y, desde luego, qué significa serlo.

Tener cultura no es conocer de cuántas pinceladas se compone la Mona Lisa. Ser culto no es sinónimo de conocimiento acumulado; ni sabiduría lo es de inteligencia. Joaquín Sabina afirmó en una ocasión que tener cultura es saber escuchar al prójimo. Esa sensación la tuve durante mi estancia en la prisión «Jóvenes del Cotorro» —más conocida como «Ivanov»—, debido a los sucesos del 11 de julio.

Allí pude apreciar que había una amplia variedad de personas compuesta por rellenadores de fosforeras, cobradores de luz, guías turísticos, estudiantes universitarios y de otros niveles de enseñanza, carretilleros, informáticos, panaderos, cantantes, plomeros, custodios, músicos, poncheros y gente desempleada. (Incluso, agentes de la Seguridad del Estado, pero esa es otra parte de esta historia).

Eso en cuanto ocupación, pues también había cristianos, masones, ateos, paleros, católicos y abakuás. Y ni hablar de sus posturas políticas… Sin dudas tuvimos mucho de qué conversar, sobre todo en medio de la incertidumbre y el miedo a no saber qué pasaría con nosotros.

Pero mi historia no comienza en Ivanov, sino en la estación policial de Zanja en la tarde del mismo 11 de julio, donde lo insólito del momento disimulaba el hambre, pues no comimos nada hasta el día siguiente por la tarde-noche. Fueron más de 24 horas sin comer. Dijeron que «no había comida para tanta gente», y no lo dudo, éramos muchos.

Al llegar a Zanja me pusieron en una celda de tres por tres metros, que no tenía techo. Entre las treinta y tantas personas me encontré a mi alumno Marcos, que había llegado minutos antes. No voy a olvidar nunca que nos abrazamos en medio de la celda y entre lágrimas le dije: «¿Tú estás loco, asere, cómo te voy a dejar solo?… tú eres mi chamaco, mi alumno. Deja el abuso».

País tras una celda (2)

Leonardo Romero Negrín

Nos reímos mucho y nos sentamos en una esquina de la celda a relajarnos. Ahí fue cuando me percaté de que me dolía una costilla. Él pudo ver que no lograba abrir del todo la mano izquierda. Habían casos similares al mío, y peores. Quien estuvo en el soleador ese día debe recordar a un muchacho con la frente ensangrentada; a un motociclista de dos metros de altura, el Harley Davidson, con un yeso en la mano; a otro con el antebrazo hinchado, etc.

De este último recuerdo su detención, porque fue minutos antes que la mía y porque mientras se lo llevaban decía: «Oye, pero no me den golpes». Aquellos que lo trasladaban le daban con la tonfa por las costillas mientras le respondían: «A ti nadie te está dando».

Eso sucedió, casualmente, debajo de la cámara del hotel Saratoga, que de hecho son dos. También está la cámara de la escuela primaria «Concepción Arenal» y las del Capitolio. Vaya, que hay múltiples ángulos para comprobar esa y otras muchas escenas. Es de esperar que se diga que las cuatro estaban rotas…

La tarde en Zanja transcurrió entre los relatos de lo que vivieron los presentes, su detención y sus opiniones acerca de lo que está pasando en Cuba. Los tópicos más comunes eran la intervención militar, el socialismo, el bloqueo, la libertad de expresión, la economía y la represión.

Hubo opiniones de todo tipo. Queríamos hablar al mismo tiempo y es de suponer que, con la adrenalina al tope y los golpes frescos, las emociones nublaban la racionalidad y no se entendía nada. Poco a poco el debate fue tomando forma y nos turnábamos para hablar y escuchar.

Pudimos dialogar entonces sobre las verdaderas implicaciones de una intervención militar y la necesidad de resolver los problemas desde aquí. Se plantearon ejemplos concretos de países donde ha ocurrido y los resultados; que en realidad era equivalente a cambiar a un abusador por otro más grande; que Cuba necesita una solución autóctona y que Estados Unidos debería ir a dar lecciones de moral al Medio Oriente. Esto no exonera en nada al gobierno de Cuba.

Incluso cité a Martí —presente todo el tiempo— y al antimperialismo preclaro con que planteó en su momento que si permitíamos que Estados Unidos nos librara de España, entonces luego tendríamos que librarnos de los Estados Unidos. También mencioné que Maceo, cuando alguien le dijo que Cuba, por fuerza de las circunstancias, llegaría a ser fatalmente una estrella más en la constelación norteamericana, respondió que ese sería el único caso en que estaría del lado de los españoles.

Y reflexionamos sobre eso. Volviendo a Martí, aclaré que él explicó que no se luchaba contra el ciudadano español sino contra el colonialismo; como mismo no se tiene nada en contra del ciudadano norteamericano sino contra el imperialismo.

De la intervención solo se ve la punta inofensiva y como una solución fácil, pero luego se va ensanchando. La otra solución es la autóctona —la difícil— la que rechaza la injerencia, no solo estadounidense; a la par que denuncia sin tapujos y sin hipocresías lo mal hecho al interior. Es una solución que en principio se torna compleja, pero a la larga…

Esto fue en cuanto a la intervención militar. De los demás temas ni hablar… volaron las horas porque hubo muchísimo debate, con visiones desde todos los puntos de vista. Así transcurrió aquella tarde y no faltó quien se sorprendiera de que en esa misma celda coincidieran varios jóvenes socialistas que no hablaban de  Mao ni de Stalin y sus dogmatismos; sino de Gramsci, Rosa Luxemburgo, Trotsky, Kropotkin, Collontai y muchos más. Conversamos de los cuadernos de Praga, del Che, del perro calor que hacía, del Covid y hasta de poesía.

País tras una celda (3)

Peter Kropotkin

Cada media hora, aproximadamente, aplaudíamos bien fuerte para que nos escucharan los familiares que estaban fuera de la estación. A alguien se le ocurrió cantar el Himno y nos contagiamos a viva voz; otros gritaban «Patria y Vida»; otros decían «Brother, qué hambre tengo».

Se me ocurrió recitar el poema de Byrne Mi bandera, que más antianexionista no puede ser, y desde luego, todo lo que recordaba de Martí. Este fue un fragmento que algunos memorizaron:

Verso, nos hablan de un Dios

Adonde van los difuntos.

Verso, o nos condenan juntos

O nos salvamos los dos.

Ya en la noche nos relajamos un poco y nos tiramos en el suelo, los treinta y pico, como podíamos. Nos pusimos a cantar el repertorio de Carlos Varela, Frank Delgado y Santiaguito Feliú: Ansias del Alba, El leñador sin bosque y Orden del día fueron los platos fuertes. Cada cual cantaba lo suyo, y no faltaron Los Aldeanos, Bárbaro el Urbano y el gran Pedro Luis Ferrer con su antológico verso: «La Habana está poblada de consignas». Creo que pocas personas durmieron. ¿Quién carajo iba a dormir después de lo que pasó?

Hubo un momento en que los universitarios allí presentes —éramos cinco— nos acercamos para conversar y había un hombre que estaba atento a todo lo que decíamos. No nos extrañó que no hablara con nadie y que a las pocas horas lo sacaran. Nunca más lo vimos.

También hubo otro caso peculiar, una persona dentro de la celda que nos aconsejaba y calmaba diciendo que seguro nos iban a poner una multica y que si no cometíamos otro error no iba a haber lío…Hay que tener cara. Ese también se fue y nadie lo vio más. Ahí mismo creamos el concurso: «detecta al seguroso». Fue muy divertido, la verdad.

Como a las 8 a.m. llegaron los instructores para empezar a trasladarnos. Ahí fue cuando nos percatamos de que se estaban complicando las cosas. Me puse a discutir con un oficial acerca de la Constitución y de los abusos y recuerdo que me decía que éramos unos «vende patrias» y otras ofensas. Entre el tumulto apareció un teniente coronel de Villa Marista que me atendió la vez anterior en que estuve detenido, y exclamó con sorpresa: «Negrín, no puedo creer que estés de nuevo en lo mismo», y acto seguido le dijo al oficial con el que me encontraba debatiendo: «Déjalo, déjalo… que él está loco, mijo». Él sabrá por qué lo dice… yo también.

Me tomaron los datos y no firmé la orden de detención: «Desorden público». (Por favor).

Luego nos pusieron en fila y nos metieron en un camión en el que permanecimos un buen tiempo con un calor terrible. La incertidumbre, la alta temperatura y la falta de aire dentro del vehículo provocaron que muchas personas pensaran lo peor. Recuerdo un muchacho muy joven que empezó a llorar y le decían que no lo hiciera. En ese momento rememoré lo que me aconsejaba mi padre en esas circunstancias: «Los hombres también tienen lagrimales. Todas las personas lo tienen y no están ahí de adorno. Llorar no te hace menos».

Le dije que lo hiciera sin líos, que era preferible llorar entre hermanos que en un interrogatorio. «Es más, ahora vamos a llorar todos aquí y me puse a recitar Abdala». (Hace poco encontré a ese muchachito. Me lo recordó y nos dimos un abrazo).

Al llegar a Ivanov nos trasladaron hacia el Colectivo 6, en el cual nos recibía un cartel que decía «Feliz 2021» con la zeta al revés. Pudimos percatarnos de que ahí había alrededor de doscientas personas o más. Enseguida intercambiamos experiencias, pues no veníamos todos de las mismas estaciones. Entre los provenientes de Zanja alguien preguntó dónde estaba Ányelo Troya.

Ahí me entero de quién era y que incluso habíamos debatido toda la tarde. Tal vez se acuerde. Tampoco supimos nada de Jose el panadero, imaginábamos que lo debían tener aislado después del violento recibimiento que le hicieran.

Una vez que entablamos relación con las caras nuevas y nos acomodamos en nuestras literas, comenzaron los turnos de reflexión y debate: «¿Caballero y la jama pa′ cuándo? ¿Familia y el agua cuándo llega? ¿No nos van a dar aseo?». Solo diré que estuvimos tres días sin bañarnos y cinco sin pasta dental. Es que apenas había un chorrito intermitente de agua que alcanzaba, si acaso, para beber. Entre tanto, el cartel del baño alertaba que «Higiene es salud». (Cómo debe haber gente haciendo esos cuentos).

Al segundo o tercer día llegaron cámaras de la televisión a filmarnos por si hubiera que dar alguna fe de vida —eso estuvo raro—, y luego llegó el teniente coronel Sándor, segundo Jefe de prisiones. Aclaró inquietudes generales, le informamos de las lesiones e indagamos por la posibilidad de ver a un médico para hacer las denuncias pertinentes.

En efecto, esa posibilidad existía. Todos hablaban de un mayor que estaba fuera de la consulta, dormido en un pupitre. Era él quien supuestamente tomaba las denuncias (que nadie se atrevía a hacer para no embarcarse porque suponíamos que nos iban a dejar más tiempo y hubo hasta quien ni quiso enseñar sus dolencias por la misma razón).

Digo supuestamente porque a mí no me la quiso tomar mientras el oficial de guardia me sacó a empujones de la consulta. Hubo gente del colectivo 6 que vio la discusión con este célebre personaje, bautizado in situ como El boniato. Hay varias historias de su cinismo y es triste que se le haya quedado el apodo de un prestigioso maestro de la potencia Izún Efó Sankobio.

De vez en cuando sacaban a personas para ser interrogadas y cuando regresaban nos enterábamos de determinadas cosas. Hubo algunos que contaron cómo les preguntaban si estaban dispuestos a borrar los videos que tenían en el móvil, y que accedieron para salir de eso.

País (4)

Las redes sociales jugaron un papel importante en que la noticia de las protestas se diseminara (Foto: Yamil Lage/AFP)

En Ivanov cada horario de comida era hora de liturgia. Bueno, en verdad, era todo el tiempo. No había momento en que no se estuviera conversando. Lo mismo de la Eurocopa, de poesía, de la vilipendiada Constitución, de música, de historia, de la preocupación de nuestras familias, de leyes de Medios y Asociaciones, de derecho penal y hasta de conquistas amorosas.

Lo mismo empezábamos a hablar de la Guerra Mundial que de los abakuás que murieron intentando rescatar a los estudiantes de medicina, o de Shúkov,  Napoleón, el papel de los masones en la guerra de independencia e incluso de machismo. A los pocos minutos, el tema era la riqueza de la cultura cubana y hasta terminamos discutiendo del tibaracón, de la fauna de Baracoa y de la posibilidad de que un puerco cruzase ese sistema montañoso.

Organizamos hasta un sindicato empírico para mantener la limpieza y pedirles cosas a los oficiales de turno, con aplausos deportivos para los voluntarios (el viejo Landy se ponía del carajo jjjj. Le cogimos mucho cariño). Hacíamos concursos de «rap vs décimas» y parodias a las canciones (basta imaginar). Nos pusimos a cantar las más conocidas de Silvio para que todo el mundo participara y hubo uno que me dijo que si yo me atrevía a cantar Ojalá. Enseguida empezaron algunas risitas por ahí… no entendí nada.

Hubo un día en que se pusieron a hablar de la guerra de Angola. Un tema espinoso que resolvimos cantando la canción de Frank Delgado que habla del tema y que varios conocían. Resultó que entonces esa se convirtió en la nana de buenas noches y un muchacho la pedía todo el tiempo.

El viernes llegó un grupo de gente nueva con lesiones, por ellos supimos que afuera la cosa seguía fea. Esa noche no se cantó Angola. Esa noche fue tensa. Esa noche hubo silencio.

Alguien que conocí en Zanja me marcó profundamente. Su nombre es Alexander Hall (tremendo muchachón). Un joven de la facultad de Historia y Filosofía; casualmente de la UJC y socialista por cuenta propia igual que yo. Con él tuve muchísimos debates y dimos tremendo cuero.

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Alexander Hall (extremo derecho) junto a Leonardo Romero Negrín (al centro) (Foto: Cortesía del entrevistado)

Hablamos bastante sobre la leyenda negra tejida alrededor de las ideas socialistas como resultado de dogmas y autoritarismos —criticados por muchísimos marxistas— y coincidimos en que derechos hoy normalizados fueron conquistados por corrientes socialistas y anarquistas como los mártires de Chicago, los sindicatos de panaderos en Argentina o los que se opusieron al régimen de Franco durante la Guerra Civil española.

También discutimos sobre la hipercentralización enferma de burocratismo que ve pérdida de poder frente a la necesidad de liberar las fuerzas productivas de manera inteligente, sin llegar al capitalismo atroz. Porque la economía debe estar en función del ser humano y no el ser humano en función de la economía.

Pasamos los días hablando de cooperativas, múltiples formas de autogestión, de economía solidaria y de dialéctica. Aprendí mucho de él. Es uno de los jóvenes más preparados que he conocido y con una comprensión del activismo antirracista que urge escuchar. Recuerdo aquella conversación sobre por qué no se sitúa a Aponte como iniciador de las luchas independentistas, o de cómo el racismo estructural es una «costra tenaz del coloniaje», presente aún.

Hice muchas amistades y nos recordamos con cariño por haber compartido los cubiertos, las penas y hasta una felpa para recoger el pelo; por fumar hasta bagazo de caña de la tabla de las literas y abrazar entre aplausos a quienes se iban, mientras se acomodaba la angustia entre los que se quedaban. Esas cosas no se olvidan.

Ivanov fue, sin dudas, una escuela. Una oportunidad para que de cientos de personas que no se conocían saliera hecha una familia muy diversa. Y de todo lo anterior pueden dar fe los que allí estuvieron.

Nadie se ofendió. Nadie maltrató ni marginó a otro por tener ideas distintas. Aprendimos a lidiar con la diferencia y, sobre todo, a escucharnos. Muchos de quienes creyeron que pensaban distinto, al nutrirse de los criterios ajenos (comprendiendo que no se tiene toda la verdad) supieron construir un conocimiento que los trascendía y vieron que al final se parecían más de lo que creían y que eran, a veces, más revolucionarios que muchos militantes del Partido.

Ya no se trataba de querer tener la razón. Se trataba de personas que necesitaban ser escuchadas a tiempo; porque esos marginales son los que construyeron el Palacio de las Convenciones para que burócratas con complejo de semidioses, que ellos no eligieron, jueguen con su destino sin que nadie los cuestione realmente.

Esos marginales son los que viven, día a día, la realidad cruda y dura y no tienen los privilegios de la casta burocrática. Esos marginales no son marginales porque quieren serlo. Esos marginales son hermanos míos. Yo soy un marginal… pero de los que quieren ser escuchados y escuchar.

Ivanov fue un pequeño país que coexistía detrás de unas rejas.

11 agosto 2021 24 comentarios 4k vistas
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Las dos caras de Brasil

por Mario Valdés Navia 9 abril 2018
escrito por Mario Valdés Navia

En 1999 salí de Cuba por primera vez y estuve casi dos meses trabajando en la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), en Recife, Brasil, donde fundé la Cátedra José Martí (CJM) e impartí docencia. Después estuve una semana en Sao Paulo, en la casa de una pareja cubana. Fue tan grata e impactante la experiencia que al regresar me dije: “Si tuviera que escoger solo un país extranjero para visitar volvería siempre a este”. Hoy, cuando conozco otros cuatro países latinoamericanos sigo pensando igual, pero prefiero el Brasil al que retorné en 2008, el de Lula presidente, lleno de esperanzas y realizaciones.

En la primera visita mis amigos del sindicato de educadores de Recife me hablaron mucho de Lula, y al visitar el sertão, la gran planicie semiárida del interior, conocí el entorno en el que creció el pequeño Luis, pues llegué a estar cerca de su casa natal, en Caetés. Aquella tierra de gente recia y hospitalaria, con una historia de sempiterna violencia, ha convertido en leyenda a la figura del más famoso jefe de los bandidos cangaceiros, Lampião –siempre acompañado de su mujer María Bonita−, lo cual no dejaba de parecerme un ajiaco entre Macondo, Robin Hood y Bonny and Clyde.

Desde que llegué a Recife disfruté de la hospitalidad y el afecto de las autoridades del Centro de Educación, de su rector, el inolvidable Joao Francisco de Souza, y conocí a un grupo de profesores, estudiantes, intelectuales y grupos de izquierda que hablaban de Cuba con respeto y cariño. En esas conversaciones siempre aparecía Lula, de un modo u otro, asociado a la expectativa de triunfo de un proyecto de Brasil libre de la tiranía neoliberal y capaz de satisfacer las necesidades básicas de millones de excluidos −hambre, desempleo, drogas, violencia urbana y rural− que convertían aquella tierra hermosa en un infierno para los pobres.

Tanto en Recife como en Sao Paulo, la belleza de la ciudad no podía ocultar la proliferación de caras famélicas, el temor a los asaltos, secuestros y el triste espectáculo de las familias de mendigos que vivían debajo de las vidrieras y a la entrada de lojas y restaurantes. En el campus del Centro de Educación pernoctaban miles de campesinos del Movimiento Sin Tierra apoyados por las autoridades universitarias y la mayoría de la población. En los noticieros de la mañana aparecían casi a diario decenas de jóvenes y adolescentes fusilados sin juicio por la Policía Militar en los barrios pobres, aunque no existía la pena de muerte.

Me llamó mucho la atención que no hubiera discusión respecto a quién sería el candidato presidencial de la izquierda, aunque tres veces se había presentado Lula y había perdido con los aspirantes de la derecha. Primero, en 1989, con el playboy Fernando Collor de Mello, ídolo de la oligarquía y los poderosos medios masivos y luego, en 1994 y 1998, con el entonces presidente, Fernando Henrique Cardoso, quien a pesar de su historial de revolucionario juvenil, enemigo de la dictadura y hombre de centro, aplicaba una severa política de ajuste neoliberal. A pesar de esas amargas derrotas, el pueblo seguía soñando con el triunfo de Lula y ya se preparaban para las elecciones de 2002, que lo convirtieron − ¡al fin!− en el primer presidente obrero de la historia brasileña. Como él mismo dijera en su toma de posesión, por primera vez obtenía un título, el de presidente de su país.

Luego supe de los cambios positivos que ocurrían en Brasil y vi a Lula, junto a Fidel, Chávez, Kirchner, Correa y Evo, encararse al imperialismo global y conformar un frente de gobiernos progresistas que darían otra faz a Nuestra América, más martiana y bolivariana. Pero no es lo mismo leer y escuchar que ver y constatar, cosa que pude hacer en el 2008, cuando regresé a Recife, invitado a los festejos por el décimo aniversario de la CJM y el VI Encuentro Internacional de Cátedras Martianas.

Estar allí y compartir con el incansable Rodriggo y su colectivo de entusiastas de la CJM me permitieron confirmar cuánto había cambiado el país. La cantidad de jóvenes y adultos que estudiaban en la universidad se había multiplicado, en las calles casi no se encontraban mendigos, y los niveles superiores de empleo y salud se apreciaban en los rostros de alegría de la mayoría de los ciudadanos. La política del PT y sus aliados de virarse hacia adentro: incrementar la producción industrial, los salarios y los créditos de consumo, habían disparado el mercado interno y atraído al capital extranjero como nunca antes, al tiempo que se pagaba la deuda con el BM-FMI.

Pero sus éxitos mayores estaban en la política social. El plan Hambre Cero liquidó la desnutrición, y la Bolsa Familia ayudó a sacar de la pobreza a más de 30 millones de habitantes. Este es el hombre que hoy pretenden condenar, encarcelar y borrar de la política para que el nuevo frente oligárquico continental se consolide aún más. Ojalá, cuando regrese a Brasil, sea al de Lula, no al de la burguesía trasnacional y el FMI.

9 abril 2018 69 comentarios 468 vistas
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Ana Belén en el tiempo

por Consejo Editorial 28 febrero 2018
escrito por Consejo Editorial

Ana Belén Montes hoy cumple 61 años encerrada en una prisión de alta seguridad. Compartimos con ustedes una versión de este texto publicado hace un año y nos sumamos a los que desean su pronta liberación.

Por: Harold Cárdenas Lema

No existen héroes perfectos. El ídolo de tu tierra siempre será aborrecido en otra, ese es el caso de Ana Belén Montes. Su historia debe explicarse en colores aunque tenga momentos de blanco y negro. Escribir del tema aún no es políticamente correcto, algunos lo evitan por discreción y otros por conveniencia. Ser un ciudadano cubano y mantenerse conscientemente al margen sin tomar partido, ser cómplice del mutismo, es demasiada cobardía.

En el Centro Médico Federal de Forth Worth, Ana Belén responde al número 25037-016. Lleva 16 años en prisión desde que fue encarcelada bajo cargos de espionaje, cuando se declaró culpable ella misma de pasar información sensible a los servicios de inteligencia cubanos. A los ojos de la ley es una espía, a los ojos de sus colegas una traidora, a los ojos de muchos cubanos una heroína. Al menos entre esta isla y su vecino del norte, la Guerra Fría nunca cambió de temperatura.

Montes era llamada “la reina de Cuba” en la DIA, la principal organización de espionaje que tiene el Departamento de Defensa. Allí, la analista superior sobre temas cubanos, era precisamente una informante del gobierno al que debía evaluar. Durante 16 años, en cada reunión, cada análisis que hacía en salas repletas de especialistas de inteligencia y expertos en lenguaje corporal, Belén tenía su corazón en otra parte. Y se le puede amar u odiar, pero hay que admirar su resolución.

Cuando la atraparon, se declaró culpable y dijo que lo había hecho porque “los cubanos eran tratados injustamente por parte de los Estados Unidos“. ¿Traidora o heroína? Este dilema tiene varias aristas pero solo una respuesta. La información que pasaba Ana Belén sobre operaciones secretas estadounidenses desde los años 80, es una traición para todo aquel que considere legítima la política exterior estadounidense en la región.

Más allá del proceso legal y de una violación de seguridad que es punible en cualquier país del mundo. Quien la quiera enjuiciar moralmente debe decidir entonces si se siente parte de la Roma moderna o si es parte de los pueblos conquistados, si eres Julio César o Vercingetorix. Si compartes el accionar militar de Estados Unidos o te parecen legítimas las acciones en su contra. Toda respuesta depende de la orilla desde donde se le mire.

Quizás las preguntas sean, ¿se puede ser estadounidense y oponerse a la política exterior del país? ¿Las acciones de Montes enaltecen o demeritan al pueblo de Lincoln? No es posible llegar a una respuesta que no sea ética pero en política internacional todo se trata de intereses, Ana Belén perjudicó los del Pentágono y benefició los de una isla pequeña. Allá la mantendrán encerrada hasta el 2023 de ser posible.

En Cuba apenas se menciona su nombre en los medios, en contraste con Estados Unidos donde se han desclasificado documentos y se han hecho programas televisivos sobre ella. Podemos suponer que las autoridades cubanas desean mantener el caso con bajo perfil, incluso se ha mencionado un posible intercambio por Assata Shakur, poco probable porque el gobierno cubano no usa a sus amigos como ficha de ajedrez.

Lo incomprensible es el nivel de desinformación que tiene el pueblo. La discreción que debe tener el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano es comprensible, en cambio el silencio en los medios nacionales es vergonzoso.

Sobre esto se escribe poco, a ninguno de los dos gobiernos conviene que se hable demasiado sobre ese otro mundo que opera en las sombras. Sobre el ajedrez de inteligencia que vienen jugando ambos países desde hace décadas, donde los ciudadanos somos peones parte de un juego mayor. El funcionario de contrainteligencia que atrapó a Montes luego escribió que la infiltración de la DIA por parte de Montes no era la excepción, sino más bien la regla, y que el servicio de inteligencia cubano tenía numerosos espías y agentes encubiertos dentro de las agencias de inteligencia estadounidenses.

Ojalá Ana Belén Montes venga a Cuba, canjeada por quienquiera que deseen los estadounidenses a cambio, en una transacción justa. Después de tantos años de cárcel no tendría mejor lugar para pasar sus días. Quizás en eso pensaba todas las veces que venció el polígrafo cuando era joven, ese debe ser su consuelo desde hace 15 años en su celda.

El día de su arresto, en el escritorio no había una sola foto familiar, solo una nota de papel. Frente a todos los funcionarios de inteligencia estadounidenses, había escrito a mano una frase de Shakespeare: “el Rey tiene conocimiento de todo lo que ellos pretenden, por intercepciones que ellos ni sueñan”. Cuánta razón tenía, cuántos secretos no sabremos nunca y cuántos silencios quedan. Ojalá Ana Belén Montes venga al país donde es una heroína anónima, aunque ya sabemos que no existen héroes perfectos, ni países tampoco.

(Publicado originalmente el 28 de Febrero de 2017)

28 febrero 2018 46 comentarios 454 vistas
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Ana Belén Montes y el tiempo

por Harold Cardenas Lema 28 febrero 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

Ana Belén Montes hoy cumple 60 años encerrada en una prisión de alta seguridad. Compartimos con ustedes su increíble historia y nos sumamos a los que desean su pronta liberación. No hay barrotes que silencien la justicia, el tiempo que ha dedicado a Cuba no será en vano.

No existen héroes perfectos. El ídolo de tu tierra siempre será aborrecido en otra, ese es el caso de Ana Belén Montes. Su historia debe explicarse en colores aunque tenga momentos de blanco y negro. Escribir del tema todavía no es políticamente correcto, algunos lo evitan por discreción y otros por conveniencia. Ser un ciudadano cubano y mantenerse conscientemente al margen sin tomar partido, ser cómplice del mutismo, es demasiada cobardía.

En el Centro Médico Federal de Forth Worth, Ana Belén responde al número 25037-016. Lleva 15 años en prisión desde que fue encarcelada bajo cargos de espionaje, cuando se declaró culpable ella misma de pasar información sensible a los servicios de inteligencia cubanos. A los ojos de la ley es una espía, a los ojos de sus colegas una traidora, a los ojos de los cubanos una heroína. Al menos entre esta isla y su vecino del norte, la Guerra Fría nunca cambió de temperatura.

Montes era llamada “la reina de Cuba” en la DIA, la principal organización de espionaje que tiene el Departamento de Defensa. Allí, la analista superior sobre temas cubanos, era precisamente una informante del gobierno al que debía evaluar. Durante 16 años, en cada reunión, cada análisis que hacía en salas repletas de especialistas de inteligencia y expertos en lenguaje corporal, Belén tenía su corazón en otra parte. Y se le puede amar u odiar, pero hay que admirar su resolución.

Cuando la atraparon, se declaró culpable y dijo que lo había hecho porque “los cubanos eran tratados injustamente por parte de los Estados Unidos“. ¿Traidora o heroína? Este dilema tiene varias aristas pero solo una respuesta. La información que pasaba Ana Belén sobre operaciones secretas estadounidenses desde los años 80, es una traición para todo aquel que considere legítima la política exterior estadounidense en la región.

Más allá del proceso legal y de una violación de seguridad que es punible en cualquier país del mundo. Quien la quiera enjuiciar moralmente debe decidir entonces si se siente parte de la Roma moderna o si es parte de los pueblos conquistados, si eres Julio César o Vercingetorix. Si compartes el accionar militar de Estados Unidos o te parecen legítimas las acciones en su contra. Toda respuesta depende de la orilla desde donde se le mire.

Quizás las preguntas sean, ¿se puede ser estadounidense y oponerse a la política exterior del país? ¿Las acciones de Montes enaltecen o demeritan al pueblo de Lincoln? No es posible llegar a una respuesta que no sea ética pero en política internacional todo se trata de intereses, Ana Belén perjudicó los del Pentágono y benefició los de una isla pequeña. Allá la mantendrán encerrada hasta el 2023 de ser posible.

En Cuba apenas se menciona su nombre en los medios, en contraste con Estados Unidos donde se han desclasificado documentos y se han hecho programas televisivos sobre ella. Podemos suponer que las autoridades cubanas desean mantener el caso con bajo perfil, incluso que se negocia un posible intercambio por Assata Shakur. Lo incomprensible es el nivel de desinformación que tiene el pueblo. La discreción que debe tener el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano es comprensible, en cambio el silencio en los medios nacionales es vergonzoso.

Sobre esto se escribe poco, a ninguno de los dos gobiernos conviene que se hable demasiado sobre ese otro mundo que opera en las sombras. Sobre el ajedrez de inteligencia que vienen jugando ambos países desde hace décadas, donde los ciudadanos somos peones parte de un juego mayor. El funcionario de contrainteligencia que atrapó a Montes luego escribió que la infiltración de la DIA por parte de Montes no era la excepción, sino más bien la regla, y que el servicio de inteligencia cubano tenía numerosos espías y agentes encubiertos dentro de las agencias de inteligencia estadounidenses.

Ojalá Ana Belén Montes venga a Cuba, canjeada por quienquiera que deseen los estadounidenses a cambio, en una transacción justa. Después de tantos años de cárcel no tendría mejor lugar para pasar sus días. Quizás en eso pensaba todas las veces que venció el polígrafo cuando era joven, ese debe ser su consuelo desde hace 15 años en su celda.

El día de su arresto, en el escritorio no había una sola foto familiar, solo una nota de papel. Frente a todos los funcionarios de inteligencia estadounidenses, había escrito a mano una frase de Shakespeare: “el Rey tiene conocimiento de todo lo que ellos pretenden, por intercepciones que ellos ni sueñan”. Cuánta razón tenía, cuántos secretos no sabremos nunca y cuántos silencios quedan. Ojalá Ana Belén Montes venga al país donde es una heroína anónima, aunque ya sabemos que no existen héroes perfectos, ni países tampoco.

28 febrero 2017 75 comentarios 597 vistas
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Segunda entrevista a Ana Belén Montes desde su celda en una prisión de Estados Unidos (I)

por Consejo Editorial 29 agosto 2015
escrito por Consejo Editorial

Ana_Belén_

Para el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, Ana Belén Montes está condenada al ostracismo y estaría en el más absoluto silencio. No se dieron cuenta que “fuerzas superiores” y no exactamente extraterrenales o esotéricas, sino solidarias, asumirían su voz para no dejarla abandonada. De tal forma que su pensamiento se está conociendo desde su celda utilizándonos como “médium” para ello. Ana nunca más estará callada. Siempre alguien en algún lugar del mundo tomará sus ideas para divulgarlas.

Es por eso que, previo acuerdo con la entrevistada y agradecido por su gentileza de ella, ponemos a disposición del lector la primera parte de esta segunda entrevista.

CN: ¿Qué piensas de esta posibilidad de dar a conocer tus ideas y pensamientos al mundo, cuando te quieren silenciar?

ABM: Lo primero es que sepan las personas que existo. Estoy aquí y no en silencio. Es una oportunidad formidable para alguien como yo que está totalmente aislada.

Lo segundo, silenciarme no será posible. Mi acto de compromiso con la Isla es un hecho imposible desconocer. La idea de entrevistarme y de hacer que mi voz se mantenga viva es una muestra de solidaridad que agradezco, ya que es importante se conozca el porqué de mi admiración por Cuba.

CN: ¿Cómo te encuentras física y psicológicamente?

ABM: Trato de mantenerme en forma física. Siempre tuve el hábito de acudir a hacer ejercicios; en este sentido cuidaba mucho de mi dieta diariamente. En eso era obsesiva. Ahora, en otras condiciones me mantengo haciendo los ejercicios. De la dieta no voy a hablar, porque en una prisión no hay mucho que escoger, que no sea lo que te dan. Como mujer acostumbraba a preocuparme por mi presencia. No se puede perder el sentido de resultar atractiva, es un don que la naturaleza nos ha permitido ejercer y nunca quise desaprovecharlo.

Psicológicamente el internamiento tiene un impacto. Lo más importante es el no poder comunicarme con ninguna persona. Es por eso que tengo mis largos monólogos. Tengo a mi favor, aunque no es lo mismo, que estoy acostumbrada a vivir sola. Y hay algo interesante. En la sociedad norteamericana uno está rodeado de gente, pero en ocasiones está muy solo. Por momentos a lo largo de la vida tuve esa vivencia. La sociedad norteamericana está llena de matices y uno de ellos puede ser la soledad “acompañada” que en ocasiones se percibe. Estoy convencida que el gobierno norteamericano quiere embotarme sensorialmente: que deje de escuchar, de sentir, de hablar, de oler, de ver y pensar. No lo van a lograr. Como todo ser humano a lo largo de mi vida he tenido mis momentos de desajustes, pero tengo la inteligencia suficiente para llamarme a capítulo y asumir el autocontrol de mis acciones. Es un reto subsistir. Otros lo han logrado. Yo también lo lograré.

Antes de ser detenida, seguí la situación de los cubanos en la Florida en septiembre de 1998 (se refiere a los cubanos que formaron parte de la llamada red “Avispa”). A ellos también quisieron quebrantarlos y se portaron con firmeza. A mí me toca hacer lo mismo.

CN: ¿Qué puedes decirnos de tus carceleros?

ABM: Hay poco contacto. Unos saben porque estoy aquí, a otros probablemente no les interesa y hacen su trabajo. Este es un lugar donde una mirada de un tipo u otra, una breve frase, determinado gesto, tienen para uno un significado que denote apoyo o rechazo y hay de todo un poco.

CN: Nos interesa retomar el tema de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.

ABM: En la entrevista anterior definí la política de Estados Unidos hacia la Isla, de hipócrita y cínica. Así la veo y así la percibe el politólogo Daniel Estulin. Hay una diferencia entre el sentido que otras personas y yo adjudicamos a las relaciones entre ambos países y el que algunos políticos del gobierno y el Congreso le dan, empezando por el presidente. De ahí que, parafraseando a Julius Fucick en su “Reportaje al pie de la horca”, les diga: “Cubanos, los he amado, estad alertas”.

Para mí es importante que la Isla esté alerta y muy atenta al desarrollo de los acontecimientos.

Muchos norteamericanos acudirán en “buena onda”, al decir de los mexicanos; otros pueden que, inducidos por la manipulación gubernamental, traten de hacer daño.

Ustedes han demostrado inteligencia, valentía y fortaleza a lo largo de décadas. Sé que no les faltara en esta oportunidad. Estados Unidos abre los brazos para abrazar a la Isla y, conociendo el pensamiento político norteamericano, este es “el abrazo de la muerte”. Ahora lo importante es que ustedes no se dejen envolver por el “cisne negro” que es el gobierno de Estados Unidos y hagan lo que han venido haciendo siempre ante las acciones del gobierno norteamericano: revertir el sentido de lo que este quiere. Así siempre le han ganado. Es increíble que dos países pequeños como la Isla y Viet Nam hayan vencido a Estados Unidos.

Es importante que en la Isla sepan que hay muchos norteamericanos honestos, aunque el sistema crea una forma de pensar que nos hace creer superiores, dueños del mundo. Por eso para que las cosas cambien realmente, tiene que venir un cataclismo político en la vida norteamericana que haga evolucionar el pensamiento, la psicología y la cultura del país, preservando lo mejor que tengamos y modificando lo perjudicial.

No está a la vista ese cambio. Pero llegará. Me siento una contribuyente a ese cambio. Hay otras personas que también lo han hecho. No pretendo darme exclusividad.

Continuará…

LJC recomienda leer la entrevista anterior.

29 agosto 2015 50 comentarios 412 vistas
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Un hombre roba un dólar de un banco para ir a prisión y obtener cobertura médica

por Consejo Editorial 1 julio 2011
escrito por Consejo Editorial

James Richard Verone, de Carolina del Norte, pasó toda su vida siguiendo las reglas y sin meterse en problemas. Trabajando como despachador para la Coca Cola por 17 años, Verone era conocido como un buen trabajador y hombre honesto.
VERONE ESPERA UNA SENTENCIA QUE LO MANTENGA EN PRISIÓN AL MENOS TRES AÑOS PARA SER TRATADO DE VARIAS DOLENCIAS FÍSICAS
Cuando fue despedido de la Coca Cola hace tres años, Verone estaba desesperado por encontrar trabajo. Eventualmente halló empleo en una tienda, cuando comenzó a notar una protuberancia en su pecho. Desarrolló artritis y síndrome del túnel carpiano, y pronto el dolor fue demasiado para soportarlo. Él se registró por discapacidad, pero el gobierno federal le negó cualquier tipo de cobertura.
Así que a principios de este mes, Verone fue hasta un banco RBC local y le dijo al cajero que él estaba robándolos por un dólar. Dijo que quería robar el banco para ir a la cárcel y obtener atención médica.
No quiso asustar a nadie. Le entregó al cajero una nota exigiendo un dólar, y atención médica. “No tuve ningún temor”, dijo Verone. “Le dije al cajero que me sentaría a esperar a la policía”.
Verone expresó que no es hombre de política. Pero que tiene mucho que decir sobre el tema de asistencia médica socializada.
Sospecha que no estaría hablando a un periodista a través de una pantalla de metal usando un traje color naranja, si esta opción estuviese disponible en Estados Unidos. “Si usted no tiene su salud, usted no tiene nada”, dijo Verone, quien tiene grandes esperanzas con su reciente encarcelación. Ha visto a varias enfermeras y tiene una cita con el médico el viernes. El escenario ideal incluiría cirugía de pie y espalda y un diagnóstico y tratamiento de la protuberancia en su pecho, expresó.
Verone dijo a la prensa local que quisiera servir en prisión lo suficiente para ser capaz de salir a tiempo para recibir los beneficios del Seguro Social que pagó durante toda su vida. Dice que no lamenta terminar tras las rejas y que no tuvo alternativa.
Entre continuar una vida con dolor y escoger la prisión, está feliz con la decisión. “Si yo no hubiera explorado todas las alternativas estaría sentado aquí diciendo, ‘me siento mal por eso’”, dijo Verone. “Escogí la cárcel”. (Tomado de Aporrea)

1 julio 2011 103 comentarios 366 vistas
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