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precios y salarios

Deudas

Las otras deudas del Estado

por Arturo Mesa 15 julio 2022
escrito por Arturo Mesa

El jueves 16 de julio del 2020, en sesión extraordinaria del Consejo de Ministros, fue aprobada la Estrategia económico-social para el impulso de la economía bajo la doctrina de que no se podía continuar haciendo lo mismo en el ámbito económico  porque de esa manera no se obtenían los resultados deseados.  Mañana se cumplirán dos años de que fuera certificada la mencionada estrategia, así como de la implementación de una serie de medidas para intentar vencer la crisis, y lo que sí resulta evidente es que hoy, veinticuatro meses después, no nos encontramos ni remotamente mejor que entonces.   

El panorama económico nacional sigue mostrando inusitado desabastecimiento,  enorme limitación productiva y precios que sobrepasan por mucho el poder adquisitivo de la gran mayoría. Es decir, la estrategia que —en medio del bloqueo y pensada para contrarrestarlo— debió marcar el inicio de una paulatina recuperación, lo único que ha dejado han sido más dudas y deudas que alegría en  la población.

Una de esas deudas radica precisamente en el propio discurso oficial; cabría recordar que al día siguiente de los anuncios, el presidente de la corporación CIMEX, Héctor Oroza Busutil, encargado de explicar el nuevo diseño monetario, explicó que «los productos de línea económica, principalmente de alimentos, aseo e higiene, se continuarían vendiendo y asegurando en la red del comercio tanto en CUP como CUC». Sin embargo, actualmente en las tiendas en CUP apenas se encuentran productos alimenticios, lo cual  genera malestar, violencia y colas,  mientras las tiendas en MLC son las únicas que muestran cierta presencia de esos productos, aunque a precios inalcanzables.

Por aquella misma fecha, el vicepresidente Salvador Valdés Mesa aseguraba que en Cuba nadie quedaría desamparado ni se tomarían medidas de choque. El uso de un lenguaje económicamente correcto resulta hoy bastante complejo y lleno de interpretaciones, pero lo cierto es que el desabastecimiento y la existencia de una moneda y un mercado inaccesibles para muchos, han llevado a situaciones de verdadero desconsuelo en un segmento de la población que carece de tales posibilidades. Asegurar que nadie quedará desamparado no es discurso aconsejable en estos momentos en una cola de dos días para adquirir un litro de aceite.

Deudas

Cola para adquirir aceite en la esquina de Toyo.

El mismo presidente Miguel Díaz-Canel, en su argumentación sobre lo que se consideraba una nueva fase estratégica, mencionó el loable objetivo de que esta se centraría en la producción de alimentos y el desarrollo de la soberanía alimentaria, para lo cual se han trazado cientos de medidas en el sector agrícola. Dos años después comprobamos que incluso el azúcar, que fue durante siglos el producto insignia de la nación, acaba de tener su peor desempeño histórico, en tanto las carnes, viandas y vegetales continúan con marcado incremento en sus precios.

Mucho más desalentador resulta escuchar los análisis de quienes se encargan de trazar la política de precios para los tan necesarios alimentos. En un texto publicado por Cubadebate —fechado el 21 de junio del 2022 y titulado «Precios estatales sin tope oficial, ¿inflar la inflación?»— Félix Granada, especialista de precios de CIMEX, detalló que importar un kilogramo de queso Gouda cuesta al país 113 CUP. No obstante, se sabe que su precio de venta ha llegado hasta los 14.75 MLC el kilogramo, lo cual dista mucho de la intención comercial de proveer un artículo y conseguir un margen lógico de ganancias.

 ¿Cuántos productos no pasan hoy por esa estrategia tan desatinada para estos tiempos? En su explicación, el directivo comenta a seguidas que muchas veces para fijar precios a producciones nacionales primero se analiza el mercado —¡entiéndase informal!— y en otros casos se valora cuánto costaría importar un producto con similar calidad al nacional para luego fijar su precio, lo cual incluiría trámites y procedimientos costosos de importación que igualmente van a parar al precio aunque el producto no pase por dichos trámites.

Los pueblos, las comunidades, los electores, desean escuchar de sus elegidos promesas concretas que involucren mejoría en sus niveles de vida y mayor acceso a empleos y alimentos. Quienes dirigen, llegan al poder gracias a esas promesas; pero dos años de gestión resulta tiempo suficiente para mostrar resultados incipientes o, al menos, esperanzadores. Ese no es el escenario que se vive en Cuba.  

En las referidas alocuciones, el presidente aseguró que se iban a mantener, «a un costo tremendo», un nivel de venta en las tiendas en CUC. Confieso que la expresión: «a un costo tremendo» me resultó tremendamente innecesaria entonces. Hoy, tras comprobar la situación de las ofertas existentes, tenemos que aceptar que lo menos criticable a la fecha fue precisamente aquella triste acotación.

Alejandro Gil, ministro de Economía, también ha hecho reiteradas afirmaciones que se constituyen en deudas. En un análisis sobre la posible solución al tema inflacionario, explicó que no se podía vender divisas para intentar reducir la tasa de cambio contra el CUP porque, de usarse esas divisas con tal objetivo, después no podría garantizarse la compra de los tan necesarios  barcos de pollo o de combustible.

En comparecencias anteriores se había anunciado que ya los bancos no podían continuar recibiendo depósitos en dólares. Si esos dólares, sea por exceso o por imposibilidad de uso, no circulan, ¿qué peligro implicaría llevarlos al mercado cambiario para reducir la inflación de la divisa, como han sido propuesto diversos economistas? También cabría preguntarse ¿cómo existe la opción de comprar el barco de pollo en dólares, como él afirmó y, sin embargo, no se puede seguir aceptando esa moneda?

Posteriormente, ante la quinta Sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional en su novena legislatura, el ministro de Economía anunció por fin la venta paulatina de divisas o MLC a «ciertos actores de la economía» que lo requieren para mejorar su gestión productiva. Dos meses después, aún la medida no se ha ejecutado, como si no estuviésemos urgidos de acciones inmediatas.

Siguiendo con el tema de las deudas, en octubre del 2021 el ministro Gil explicó, ante la Asamblea Nacional,  que de las ventas en MLC se habían utilizado más de 300 millones de dólares para surtir la red de comercio en moneda nacional. Y aquí se impone la pregunta: ¿qué significan 300 millones de dólares en materia de alimentos cuando el país requiere desembolsar anualmente más de 2000 millones con ese objetivo?

Deudas

Viceprimer ministro cubano y titular de Economía y Planificación (MEP), Alejandro Gil Fernández. (Foto: Irene Pérez/ Cubadebate)

¿Valdrá la pena realizar tal ecuación —¡con sus efectos!— por una décima parte de lo que necesita el país solamente para alimentos? ¿Es esta la única opción a mano, o la única que se ha querido ver?  ¿Se tuvo en cuenta la opinión de aquellos que no poseen dichas monedas? ¿Se podrá convencer a esas personas de que esta medida no es una terapia de choque?  

Otra de las deudas palpables, pasados dos años, se relaciona con el turismo y la cantidad de recursos dedicados al desarrollo del sector.  Al respecto, el profesor Juan Triana Cordoví  en su texto del 21 de febrero del 2022 señala que en este año, según el plan de la economía aprobado por la Asamblea Nacional, se proyecta la terminación de 4 mil 607 habitaciones nuevas para alcanzar una cifra de 84 mil 906 en el sector estatal.

Se aprobó también —nos dice el profesor— que 27 443,5 millones de pesos (el 24% de la inversión total del país) se dedicarán al turismo, a pesar de ser una industria riesgosa y requerir de inversiones en áreas de producción de alimentos para recobrar estabilidad en los precios además de una presencia más constante en tarimas.  

Para reafirmar lo erróneo de esta política, el aludido economista explica, en texto del 27 de junio pasado, que según la ONEI  la tasa de ocupación habitacional en el primer trimestre del 2022, para todo el país, fue de apenas 14%. Es decir, el 86% de la capacidad ocupacional en el sector se ha visto inutilizada o con un muy bajo nivel de retorno y, a pesar de ello, se decide continuar construyendo nuevas y lujosas instalaciones.

Tampoco se  ha esclarecido cómo se piensa reajustar el pésimo diseño que realizara la Comisión de implementación de los Lineamientos. Esto implicaría otro ordenamiento, que a la fecha no se vislumbra. La Comisión no solo no cumplió con su mandato, sino que diseñó un sistema salarial y económico causante de una inflación que hasta la fecha no se detiene, y nos coloca entre los países de más alta inflación reconocida.

A la cuantiosa deuda habría que sumar asimismo los salarios y gastos de representación que durante diez años recibieron los miembros de la Comisión para el supuesto diseño efectivo de cambios que nunca sucedieron. Entre estos anunciados cambios sobresale la eliminación de una  dualidad monetaria, que hasta la fecha se mantiene y agrava.

  Si tal comisión, en sus análisis, pensó y defendió la tesis de que la canasta básica era el punto de partida del salario —según enfatizara públicamente Marino Murillo—, hoy nuestros salarios apenas permiten acceder a otros productos que no sean alimentos y aseo y, hasta la fecha, ninguna nueva Comisión se ha expresado sobre la manera de revertir la situación. Esta parte resulta particularmente preocupante, pues se trata de una deuda contraída con la esperanza.

Otra explicación pendiente por parte de las autoridades resulta la presencia de tiendas virtuales, tipo Katapulk o Supermarket 23, que ofertan productos alimenticios desde cuentas foráneas y sacan así, de la escasa oferta de alimentos, a otros productos nacionales que se pudieran vender en la moneda de acceso común.  

Nada más pertinente para concluir este análisis que las palabras del presidente Díaz-Canel cuando alertó que no se pueden seguir aplicando medidas que aumenten la desigualdad social. Me detengo en esta frase porque resulta muy válido que un funcionario, a cualquier nivel en la escala gubernamental, sea capaz de reconocer que eso es precisamente lo que han venido promoviendo las medidas adoptadas en el plano económico. Encontrar soluciones efectivas en plazos de tiempo definidos es lo que más urge al país. Un buen ejercicio para ello sería empezar por responder estas interrogantes y deudas con el propio discurso oficial.

15 julio 2022 16 comentarios 2k vistas
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Des-ordenamiento

El des-ordenamiento monetario y la culpa que no es del totí

por Mauricio De Miranda Parrondo 10 enero 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En estos días circula un spot publicitario de la Presidencia y del Gobierno de Cuba en el que se incluyen varias frases del viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, dichas en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular del pasado mes de diciembre. En el material propagandístico expresa: «No es verdad que la causa de la inflación en Cuba es el erróneo diseño del ordenamiento monetario y el momento inadecuado en que el gobierno decidió implementarlo. No es cierto. Todo esto estuviera presente con y sin ordenamiento monetario».

Y más adelante afirma:

«Sin ordenamiento monetario tuviéramos escasez, tuviéramos pérdida de la capacidad adquisitiva del salario, tuviéramos incremento de precios porque tenemos déficit productivo. Todos esos fenómenos que son la base de la inflación no tienen su causa en el ordenamiento monetario, con independencia de que el ordenamiento monetario, y somos nosotros los primeros en reconocerlo, tiene problemas de diseño y muchos problemas en su implementación (…)».

¿Es el Ordenamiento Monetario la causa de la inflación que sufre hoy la economía cubana?

¿Qué de positivo trajo el Ordenamiento Monetario a la economía nacional?

A estas preguntas responde el viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, @AlejandroGilF. 👇 👇 👇 pic.twitter.com/1r1IM781IK

— Presidencia Cuba (@PresidenciaCuba) January 4, 2022

¿Ordenamiento o des-ordenamiento monetario?

Los dirigentes cubanos persisten en defender a toda costa lo que han llamado «ordenamiento monetario» y que en realidad solo fue una devaluación del tipo de cambio oficial del peso cubano de 2.300%, para eliminar el sistema de cambios múltiples que existía anteriormente.

En verdad, el ordenamiento monetario requería la adopción de varias acciones, a saber: 1) eliminar la dualidad monetaria con el fin de establecer la soberanía plena del peso cubano en todas las transacciones dentro del territorio nacional; 2) definir un régimen cambiario relativamente flexible para contener por esa vía ciertos choques externos; 3) erradicar los tipos de cambio múltiples, unificándolos para todas las transacciones con una tasa económicamente fundamentada en las condiciones del mercado; 4) reajustar precios, salarios y pensiones.

Sin embargo, todas estas acciones hacen parte de la esfera de la circulación, por eso resultaba necesario que antes de proceder a esa determinación —que por como fue concebida implicaría una emisión considerable de papel moneda con afectaciones al equilibrio monetario—; se garantizaran las condiciones para un incremento de la producción de bienes y servicios a partir de una profunda reforma estructural en el sistema empresarial, en el régimen de propiedad y en la autorización de actividades económicas privadas con muy escasos límites.

Es decir, antes de promover cambios imprescindibles en el sistema monetario era preciso crear condiciones para el aumento generalizado de la producción, con independencia de si esto ocurría desde el sector estatal, el privado o el cooperativo. En política económica, el orden de los factores sí altera el resultado.

Ahora bien, al margen de los problemas de secuencia —sobre los cuáles varios economistas hemos insistido—, la unificación cambiaria adoptada está muy lejos de constituir un ordenamiento monetario. En realidad, presenciamos un nuevo des-ordenamiento, que afecta no solo al sistema monetario sino a toda la economía.

Se decidió adoptar un tipo de cambio fijo de 24 pesos cubanos (CUP) por un dólar estadounidense (USD), que no reflejaba las condiciones del mercado, afectado por una escasez gravísima de dólares derivada del derrumbe del turismo y la crisis crónica de las exportaciones de bienes. Mientras tanto, el mercado informal se adecuó rápidamente a la relación entre oferta y demanda y allí el dólar se cotizó a un valor entre 35 y 40 CUP desde fines de 2020 y principios de 2021. Un año después de asumida la medida, la divisa estadounidense supera los 70 CUP.

Des-ordenamiento (2)

(Imagen: El Toque)

¿Cómo es posible realizar una reforma cambiaria sin que el sistema bancario o las casas de cambio oficiales estén en condiciones de vender la divisa extranjera? Lo que ciertamente se ha hecho es reemplazar un tipo de cambio sin fundamento económico por otro, menos separado de la realidad que el anterior, pero alejado también, lo cual no permite que cumpla con su función de puente entre la economía doméstica y la internacional, ni propicie el establecimiento de precios relativos adecuados.

En consecuencia, los precios relativos que se establecen al cambio de 24 por 1 no son reales y, por ende, se mantiene una distorsión que afecta tanto la determinación de los costos de producción, los precios domésticos de bienes que contienen insumos importados, como los precios de exportación e importación, y no permite la convertibilidad real de la moneda cubana. ¿Qué sentido tiene implantar precios ficticios en una economía? Ninguno. Pero cuando ese precio ficticio es el de las divisas, se está afectando seriamente la conexión entre la economía nacional y la economía mundial.

Además, como he explicado en otras oportunidades, al existir una brecha cada vez más grande entre el tipo de cambio oficial y el informal, siendo este último mayor que el primero, ello se traduce en una sobrevaloración artificial de la moneda nacional que afecta la competitividad de las exportaciones, encareciéndolas, y al mismo tiempo abarata, también artificialmente, las importaciones.

De forma adicional, lo que ha sido llamado «ordenamiento» por las autoridades cubanas se produjo al mismo tiempo que la adopción de una dolarización parcial de la economía, al crear un mercado que opera monedas libremente convertibles a través de depósitos bancarios, la mayor parte de los cuales provienen del exterior.

Aunque en los inicios ese mercado se reservaba para «bienes de alta gama», poco a poco se fueron incorporando alimentos y una creciente variedad de productos básicos para la vida de las familias. O sea, se volvió al expediente de los años noventa que creó la dualidad monetaria, la segmentación de los mercados y, a fin de cuentas, no solo el desorden monetario, sino que profundizó el desorden de la economía del país.

De modo que el «ordenamiento» no produjo la indispensable unificación monetaria que debería permitir que el peso cubano fuera la única moneda en circulación para realizar todas las transacciones domésticas y que, además, fuera una moneda convertible al interior del país, incluso para realizar transacciones económicas internacionales. Por el contrario, a fin de cuentas se mantuvo la presencia de monedas extranjeras en las transacciones domésticas, lo que genera incentivos perversos a los productores —inclusive a los estatales—, que prefieren dirigir su oferta hacia estos mercados, con la excusa de compensar sus costos en divisas.

Por otra parte, el reajuste de precios, salarios y pensiones a partir del «ordenamiento», se realizó sobre bases que han demostrado ser incorrectas. Nunca supimos cómo se construyó la famosa canasta básica de bienes y servicios, no sabemos cuáles bienes y servicios incluía y en qué ponderación determinan el costo de esa canasta básica.

Además de los errores técnicos evidentes, también se cometieron errores políticos, como el caso de las pensiones de jubilación establecidas por debajo del salario mínimo, sin que se tuviera en cuenta el aporte de esos jubilados a la economía nacional, las artes, la cultura, la educación, la ciencia, la producción, los servicios o a la defensa, durante el período en el que estaban en activo.

Des-ordenamiento (3)

Los jubilados recibieron pensiones muy bajas que no fueron ajustadas con las sucesivas reformas del sistema pensional. (Foto: CubaCute)

Como resultado de las inmensas distorsiones de precios y salarios acumuladas desde los años sesenta, los jubilados recibieron pensiones muy bajas que no fueron ajustadas con las sucesivas reformas del sistema pensional. Esto, además de un error político, ha sido una injusticia con este grupo de personas que por su edad resultan altamente vulnerables.

En el artículo «La economía cubana: entre la confusión y el sin sentido», expliqué que era lógico que los precios subieran cuando en un mercado afectado por una severa escasez, se incrementa la oferta monetaria como resultado de aumentos nominales de salarios y de pensiones.

Es evidente que tal incremento de precios habría sido inferior en un contexto económico diferente a la pandemia, pero la parálisis del sector productivo cubano no es un problema coyuntural sino estructural, y se relaciona con la pretensión, claramente ineficaz, de que el Estado está en condiciones de proveer todos los bienes y servicios que necesita la sociedad. Ahora, presionados por las circunstancias, parecen reconocer que no son todos sino los fundamentales, y también en eso se equivocan.

En mi opinión, nunca se debió apelar a la dualidad monetaria en la economía cubana. No fue una decisión económica ni política adecuada. Sin embargo, una vez adoptada debió ser una medida temporal. La temporalidad fue solo la circulación del dólar, reemplazado luego por el llamado peso convertible (CUC) que generó aún mayor desorden en el sistema monetario cubano, con una moneda convertible que fue perdiendo esa condición en la medida en que el emisor aumentaba su oferta sin el debido respaldo en dólares con el que supuestamente nació.

La dolarización de los gastos, pero no de los ingresos, empobreció a la mayor parte de las familias cubanas que vivían de su trabajo. Ese proceso de empobrecimiento se fue acumulando por décadas y debió ser atendido con profundas reformas estructurales.

Resulta inadmisible que después de que la unificación monetaria y cambiaria se convirtiera en un «lineamiento de política económica y social» en el 6to Congreso del PCC, no se hubiera cumplido previo al 7mo y fuera ejecutada de forma tan apresurada y chapucera apenas tres meses antes del 8vo Congreso.

También resulta inadmisible que la dirección del partido y del gobierno continúen evadiendo sus responsabilidades. Si bien considero que nunca se debió producir la dualidad monetaria, en 2011 y años inmediatos las condiciones no eran tan graves como las que debió enfrentar el país a partir de 2020, cuando además de la pandemia, se habían recrudecido las sanciones económicas de la administración Trump.

Respecto a esto último, el gobierno cubano no solo desaprovechó las posibilidades de un mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos a partir del restablecimiento del vínculo diplomático entre ambos países al final de la administración Obama, sino que reaccionó negativamente al reto que significó su visita a Cuba y sobre todo a su discurso en el Gran Teatro de La Habana.

La culpa no es del totí

En un país donde el gobierno tiene todas las palancas de la economía, si esta marcha bien sería su éxito, pero si marcha mal es su fracaso. Este es el caso.

La economía cubana marcha mal desde hace décadas. La apelación insistente a la responsabilidad de las sanciones económicas de Estados Unidos —que sin duda afectan a la economía nacional, y especialmente a las familias, pero que más allá de condenarlas no podemos evitar—; demuestra la altísima vulnerabilidad y dependencia externa del país, acrecentada tras la desaparición del denominado «campo socialista». 

En estas condiciones se ha profundizado el subdesarrollo, expresado por la incapacidad para desarrollarse. El sistema productivo ha colapsado. Las industrias tradicionales se han derrumbado y las no tradicionales no pueden despegar por dificultades de acceso a capitales, tecnología y materias primas. El país, que otrora se consideraba agrícola, no produce suficientes alimentos para la población.

Frente a esta realidad, no tiene sentido apelar a expedientes de política ni a mecanismos económicos que han demostrado ya su ineficacia. Solo resta hacerlo de una forma diferente y ello implica una audacia política de la que hasta ahora han carecido los gobernantes cubanos.

Aunque algunos dirigentes, comenzando por el presidente, han tratado de desviar su responsabilidad por los excesivos aumentos de precios atribuyéndosela a los trabajadores por cuenta propia y pequeños empresarios privados, e incluso a negligentes dirigentes empresariales estatales, y han pretendido que la solución sea la renuncia «voluntaria» de parte de las ganancias obtenidas, haciendo caso omiso una vez más a las leyes económicas; la realidad es muy diferente.

La inflación tiene razones objetivas relacionadas con el desorden económico que se arrastra desde hace décadas. La debacle productiva ha creado un shock de oferta que ya es estructural y, como afirma la teoría económica, ante la escasez de oferta la respuesta del mercado es el aumento de precios. Durante muchos años esta realidad fue enmascarada con precios fijos y mercados desabastecidos.

Si a eso añadimos un incremento de la emisión monetaria sin respaldo de oferta en los mercados, el resultado no puede ser otro que el crecimiento de los precios, es decir, una mayor inflación. A estos dos factores debemos sumar la persistencia de monopolios públicos en toda una serie de actividades productivas y de servicios, que permiten el establecimiento de precios de monopolio en mercados cautivos.

Por cierto, en la medida en que más bienes de consumo necesarios para la vida se comercialicen en las tiendas en MLC y las divisas que se obtienen en el mercado informal sean más caras, está aumentando la inflación para los consumidores cubanos. Como no se ha hecho pública la metodología de cálculo, no sabemos si estos incrementos están siendo considerados o no.

Al ministro de Economía y Planificación me gustaría decirle que el des-ordenamiento, la forma en que se produjo, el momento en que se adoptó y haberlo hecho sin una verdadera liberación de las fuerzas productivas —amarradas por el sistema de administración económica centralizada—, sí es responsable de la actual situación del país e influye decisivamente en la estampida de precios que sufre la población cubana. La culpa no es del totí, según reza el viejo proverbio.

Como he expresado en otros escritos y entrevistas a diversos medios, en el punto al que hemos llegado en Cuba no es posible realizar transformaciones económicas estructurales profundas sin producir cambios institucionales y políticos igual de profundos. Estos últimos deben orientarse hacia la democratización de la sociedad, de forma tal que esta se empodere de su destino. Dichos cambios podrían crear un ambiente adecuado para el desarrollo de la producción de bienes y servicios en mercados regulados y transparentes.

10 enero 2022 39 comentarios 4k vistas
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Valor (1)

El desprecio al valor del trabajo del cubano

por Mario Valdés Navia 6 diciembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

En mi juventud vivíamos rodeados de consignas de fuerte poder comunicativo que parecían guiarnos en el camino de la Revolución —sin dejar por ello de estar sometidas a la crítica demoledora del choteo criollo. Una de ellas rezaba: «El presente es de lucha, el futuro es nuestro». Con el tiempo comprendimos que lemas como ese son similares a la línea del horizonte, que cuanto más te acercas más se aleja. El presente de los trabajadores de hoy es el futuro de ayer, y cada día es más de lucha y menos nuestro.

Cuando las/los jóvenes que me rodean preguntan por la credulidad de mi generación, explico que divisas como esa funcionaron mucho a nivel de psicología social. Eran tiempos en que el aporte del trabajo vivo era altamente valorado como parte de la épica revolucionaria. Zafras «del pueblo», movilizaciones agrícolas y militares, sábados/domingos rojos, trabajos, horas extras voluntarias… eran tareas masivas que involucraban a diferentes generaciones y sectores sociales, movidos no solo por la coerción ideopolítica, sino también por el entusiasmo y el placer del deber cumplido.

Pero ese enfoque idealista, unido a la existencia de un contrato social típico del llamado socialismo real —igualitarismo, bajos salarios y precios, amplios fondos sociales de consumo, intercambio con el campo socialista a partir de volúmenes de productos, no de precios del mercado mundial—, afectó la percepción del trabajo como creador de valor.

Treinta años después del quiebre de aquel modelo allende los mares, todavía en la Isla algunos decisores consideran que el trabajo de sus compatriotas vale menos que similar aporte de un extranjero. Eso lastima el bolsillo y la conciencia de cubanas y cubanos y empuja a los jóvenes a la diáspora.

Valor (2)

−I−

El Gobierno/Partido/Estado acaba de anunciar otro plan de medidas, esta vez en forma de «indicación especial» del anterior primer secretario del PCC. Este se propone rescatar la agroindustria azucarera y se fundamenta en todo lo que esa bendita rama puede aportar al país en cuanto a derivados —incluyendo el azúcar, como decía el Che—, empleo y encadenamientos productivos.

Ni una palabra se pronunció en torno a la debacle que produjo la decisión de desmantelarla y vender a Japón los queridos hierros viejos como chatarra. Tampoco sobre la desastrosa Tarea Álvaro Reinoso —con perdón del sabio— y las promesas incumplidas de convertir aquellos millones de hectáreas de cañaverales en fincas productoras de alimentos.

La razón esgrimida en su momento para tal decisión, fue que mantener la obsoleta agroindustria resultaba muy costoso para el país, pues la misma era subvencionada por el presupuesto estatal. De pronto nos enteramos que el producto que vendíamos al mundo desde finales del siglo XVIII, que nos permitió importar de todo, atraer capitales nacionales y foráneos, tener tantos inmigrantes que hubo que limitar su entrada, modernizar y embellecer ciudades y poblados, y desarrollar una de las culturas más ricas e influyentes del orbe; resultaba incosteable para el propio Estado que vivía de él como fuente principal de sus ingresos.

Muchos cuestionamientos a esa fatal determinación —que rompió el espinazo de la economía y lastimó la identidad cubana—, han quedado sin respuesta en los veinte años transcurridos: ¿por qué en la época de bonanza no se modernizó la agroindustria con sus propios fondos y se acumuló tanta obsolescencia tecnológica? ¿Ante la baja cíclica de precios en el mercado mundial, qué hacían otros países afectados y/o cómo respondió Cuba en otras épocas a similares situaciones? ¿Qué se hizo luego con el fondo obtenido por la valiosa chatarra ferrosa vendida, pues ni se modernizó la industria ni se amplió el consumo de la población?

En la base de aquel enrevesado razonamiento se encontraba un inexplicable sistema en que el azúcar se contabilizaba en pesos, supuestamente equivalentes a USD, mientras el país le compraba al mundo con verdaderos USD. Sin embargo, ¿quién fue responsable de mantener tan revalorizado el peso usado por las entidades estatales, aún después de que en el mercado informal de mediados de los 90 alcanzaron los 150 pesos, y ya en el año 2000 se cambiaban oficialmente 1 a 25? ¿Los productores cubanos o los decisores del nivel central?

Valor (3)

¿Por qué en la época de bonanza no se modernizó la agroindustria azucarera con sus propios fondos y se acumuló tanta obsolescencia tecnológica?

Lo artificial de la situación empeoró más cuando en 2003 se decidió sustituir el USD por el CUC en las transacciones entre empresas estatales, al paso que se hacía una elevada centralización de los mecanismos de asignación y utilización de divisas. Entonces se distorsionaron todos los encadenamientos productivos, pues quedó a discreción gubernamental qué gastos e intercambios se harían en CUP y cuáles en CUC.

Mientras el gasto principal de las empresas —el salario—, se mantenía en CUP, los de las mercancías y servicios que demandaban los consumidores se expresaban cada vez más en CUC. Así, el salario mínimo, que fue en Cuba de cien pesos hasta 2005, representaba realmente poco más de 4 USD; mientras, el salario medio de un trabajador en el período, 282 pesos, apenas rozaba los 12 USD.

Según Marx, la magnitud ideal del salario para que haya intercambio de equivalentes entre el patrono —en el caso cubano, el Estado— y el obrero, es el valor completo de su fuerza de trabajo, cuya magnitud (salario) es la sumatoria de dinero que le permita satisfacer sus necesidades y las de su familia. Esta ley económica, que no afecta en lo más mínimo la plusvalía/ganancia del patrón, es válida en cualquier sociedad donde prevalezcan relaciones monetario-mercantiles, sean capitalistas o socialistas. No obstante, en Cuba sigue negándose tercamente y, con ella, el valor del trabajo del cubano.

-II-

Uno de los objetivos declarados de la «Tarea Ordenamiento» (TO) fue satisfacer el viejo anhelo popular, y de numerosos especialistas, de volver al reinado del peso como única moneda nacional; pero esa revalorización del salario y el consumo interno de los trabajadores y trabajadoras, es pospuesto cada día en este país. Su Némesis actual es el creciente mercado en USD, única salida probada por el Gobierno/Partido/Estado ante la crisis pandémica y las sanciones Trump/Biden. Lo cierto es que ni siquiera el estallido del 11-J pudo poner límites al negocio estrella del consorcio GAESA: la tríada viajes de emigrados/remesas/mercado interno en divisas.

Cada día brotan por todo el país nuevas tiendas en USD plásticos y surgen otras más exclusivistas: las reservadas a compras en línea desde el exterior, o las que solo admiten pagos en tarjetas VISA o MASTERCARD. Peor aún es la política de vender insumos y ofrecer créditos a los productores estatales, privados y cooperativos, en USD; lo que los obliga a ofertar la mayor parte de sus bienes y servicios en el mercado interno en USD y contrae todavía más la realización de la MN. Adicionalmente, los precios de las tiendas en USD crecen también y superan con creces los que tenían similares productos en los antiguos mercados en CUC.

Valor (4)

En este 2021, la desaparición del CUC como medio de circulación ha lastimado al consumidor en lugar de beneficiarlo. El trabajo de los cubanos es menospreciado a una tasa mayor que antes, al no poder cambiar legalmente sus ingresos en pesos por divisas, ni colocar fondos en USD directamente en tales tarjetas, que no admiten ingresos dentro de Cuba en la moneda en la cual se expresan.

Al no funcionar el cambio oficial del peso por divisas internacionales, tipo CADECA, si antes un trabajador precisaba de 25 pesos para disponer de 1 CUC/USD, hoy necesita 78 para poner el mismo USD en tarjeta magnética, y 68 para comprarlo en físico. En el supuesto de que alguien que perciba el salario medio prometido en la TO: 4237 pesos, pudiera convertirlos completamente en USD plásticos, solo alcanzaría a ingresar 54 USD. Ni hablar de los que ganen el salario mínimo: 1528 pesos, los que apenas se harían de 19 USD.

Lamentablemente el ejemplo anterior es hipotético, pues la inflación galopante del mercado en MN durante todo el 2021 lo hace inviable en la práctica. De hecho, el salario medio calculado por los diseñadores de la TO para triplicar una canasta básica (CB), ni siquiera alcanza hoy para comprarla. Teniendo en cuenta que en enero esta fue estimada en 1528 pesos y aplicándole una modesta tasa de inflación del 300% —ya que no conocemos el índice de precios al consumidor (IPC) actual—, hoy la CB rondaría los 4584 pesos por persona. Y esto solo para comprar en el magro mercado en MN.

La venta mediante tarjetas en USD de bienes de uso y consumo imprescindibles, ha venido a descolocar totalmente uno de los beneficios previstos de la TO: la recuperación del valor del trabajo, de mayor intensidad, productividad y complejidad. Nuevamente son las empresas de GAESA y los grupos de intermediarios de la economía sumergida los que se benefician de la crisis cubana, mientras el trabajador y sus familias no salen de la inopia.

Se manifiesta incluso la paradoja de que, mientras las tiendas estatales que tienen ofertas importantes solo admiten cobros en USD plásticos y tarjetas de crédito internacionales; los vendedores particulares aceptan que se les pague por bienes y servicios en USD o en MN, a precios ligeramente diferenciados a favor del tenedor de pesos.

Como señalé en el libro El manto del rey (Ediciones Matanzas, 2020, p. 85):

Es hora ya de abandonar el fallido intento de obligar a trabajadores libres y cultos a aportar toda su fuerza de trabajo al Estado a cambio de un salario real que no les alcanza para subsistir, en contra de las leyes de la economía política y de los derechos humanos más elementales. Cobrar un salario mínimo equivalente a la canasta básica y que crezca acorde al aumento del IPC no es un sueño que puede esperar a que salgamos del subdesarrollo, o a que la empresa estatal cubra determinados parámetros de eficiencia (…); es un derecho inalienable de los trabajadores, más aún en un país socialista. 

No basta con la reanimación del turismo y la venta al exterior de productos biofarmacéuticos para relanzar nuestra economía, si el uso del peso continúa circunscrito al pago del salario y los mercados normado y libre, sometido este último a una inflación de más de cuatro dígitos. Únicamente la verdadera reunificación monetaria podrá enaltecer el trabajo del cubano y devolverle su real valor, aquel que conseguirá el día que la moneda en que cobre su salario pueda servirle para saldar cualquier deuda contraída por su poseedor en el territorio nacional, como rezaron durante años los billetes.

6 diciembre 2021 33 comentarios 4k vistas
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Privado

Al privado

por Giordan Rodríguez Milanés 25 junio 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

«Nunca fue tan usada la frase al privado. La gente vende todo lo que puede», me comenta Ignacio Riverón, un instructor de música que, a falta de contenido de trabajo, labora voluntario en un centro de aislamiento de pacientes sospechosos de padecer Covid-19.

Cuando en nuestros tiempos de estudiantes nos decían: al privado [salón de profesores] te preparabas para un regaño y sabías que era la antesala de un análisis con el director de la escuela. A  mi compañera Yaquelín, de Secundaria Básica, la llevaron al privado por vender cremitas de leche durante el receso, a veinticinco centavos cada una. «Ahora esa misma vale diez pesos», sonríe Ignacio sobre una bicicleta con las gomas llenas de remiendos.

«Estas gomas son de la tienda de Carlos III en la capital», me escribe en el chat una vendedora desde Bayamo. A pesar de que los viajes interprovinciales están restringidos por la pandemia, de algún modo se las arreglan los emprendedores de la precariedad para traer los neumáticos a 800 Km del lugar donde los compraron y proponérmelos a mí, que los necesito, a 3 mil doscientos CUP. Ignoro el precio «oficial» en MLC de las gomas. Estoy dispuesto a pagarlas gracias a la contribución de varios amigos, pero no están hechas a la medida de mis llantas.

«El país no está hecho a la medida  de nadie, asere», me espeta Alejandro, un profesor recién graduado, con quien hace unos meses tuve un contencioso acerca de las tiendas en MLC. Me parecía una alternativa loable para la economía del país que las personas con acceso a divisas no tuvieran que ir a Panamá o a Rusia a realizar sus compras, que la moneda dura se quedara en casa con la venta de artículos de gama media o alta.

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Las filas para entrar a la tienda Carlos III, en La Habana, en el año 2019 (Foto: @lennierlopez)

Alejandro decía que eso «es una trampa, al final van a dolarizar la economía real y nos vamos a convertir en ciudadanos de tercera. De primera los que tienen la decisión o la información de en qué lugar van a sacar esto o lo otro y obtengan provecho de eso; de segunda los que tienen acceso a la divisa de modo lícito o no tan lícito, y de tercera, nosotros, los comemierdas que nos fuimos a la Universidad y trabajamos por un salario».

«Esta es la cola de los cien, y aquella es la cola de los mil», me dice un destacado  entrenador deportivo que, por la situación sanitaria, está reubicado como cuidador de colas. «Giordan, es lo que soy, y si no estoy de acuerdo pues, ya sabes, la ojeriza».

No entiendo:  ¿Los de a cien y los de a mil?.  «Sí, hay colas tácitas, la de los cien, o sea, la de los que te sobornan con cien pesos para que les consigas un turno; y la de los que te sobornan con mil pesos por lo mismo. Los de a mil compran motorinas, aires acondicionados, refrigeradores, los electrodomésticos que antes vendían en las TRD por los difuntos CUC». ¿Y los de a cien? «Esos compran otros artículos de higiene, comestibles, lencería y esas cosas». ¿Y los terceros?  «Los terceros, Giordan, son los que no tienen plata para sobornar, o no quieren hacerlo, y pueden pasarse tres días cuidando la cola para poder comprar lo que necesiten».

«Aquí todo el mundo revende, no sólo nosotros, los coleros profesionales», me dice Maritza. «Oye, tú no vas a mencionar mi nombre ¿verdad?, fíjate que lo mío es al privado». Tranquila, sólo me interesa conocer más o menos cómo funciona todo. «¿Funciona? En este país no funciona nada, mijito, tú mismo lo escribiste en Facebook, que me lo leyó el que me talló para que habláramos». Sonrío, porque no fue eso lo que dije exactamente, pero no me voy a poner a discutir con una fuente tan bien ubicada.

«Mira, mijo, te decía que aquí todo el mundo revende porque al que le ponen en la tarjeta un dinerito, y le dicen ahí adentro que le tocan, por ejemplo, cinco de cada cosa, pues compra las cinco y vende tres, o dos, y le saca el costo».

«¡Qué nadie se me haga el santico que pueblo chiquito, infierno grande!, y aquí veo a médicos, enfermeras, directores de escuela, ingenieros, funcionarias, o sus hijos; tú ves al chamaquito bien vestidito que se baja con la novia de porcelana de la motorina, y hace su colita en ETECSA para comprar un par de teléfonos en MLC, es el hijo del doctor tal y va a revender la mitad de su compra. Esos, y los que nos compran a nosotros, los coleros profesionales, son los que tú ves en los grupos de WhatsApp y Revolico poniendo que al privado».

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«Aquí todo el mundo revende» (Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate)

Pero habrá quienes deseen vender algo que les sobre o que no les sirva, y también lo comercialicen en los grupos de WhatsApp, me parece. «Sí, mijito, claro, pero para qué van a decir al privado, esos te dan el número y ya». Tiene lógica, sí. Bueno, por lo menos no me mencionaste a dirigentes conocidos del municipio o la provincia. «Na′, esos jamás vienen por aquí cuando hay colas. Seguro les llevan las cosas a la casa. Oye, tú no me vayas a sacar por ahí, que ya se olvidaron del Tras las Huellas TV pero en cualquier momento se vuelven a acordar, por tu madre».

Este reportaje lo escribo sobre la mesa de comer de nuestra casa. Hace tiempo que estoy por comprar un buró pequeño. Ahora vale lo menos cuatro mil CUP. Me lo dice al privado alguien que contacté desde uno de los tantos grupos de WhatsApp en los que me colé para tener una idea acerca de lo que sucede con el comercio en Cuba en tiempos de Covid-19.

«¿El comercio en Cuba?, un desastre» —me ha dicho un rato antes el ex profesor de economía y ex interventor Pedro Rodríguez Figueiras—, «pero un desastre que no comenzó con la necesaria Tarea Ordenamiento, que no han provocado nuestro coterráneo Murillo, ni la Covid-19, ni GAESA, ni siquiera Trump, ni el período especial de los noventa, ni la desaparición de la URSS»  ¿Y entonces, compay? «Esta película comenzó hace ya más de medio siglo, aquel verano de la Ofensiva Revolucionaria del 68».

Viejo —pregunto a mi padre— ¿tú te acuerdas de la llamada Ofensiva Revolucionaria del 68? «Claro, mijo, si los mecánicos de los talleres particulares tuvimos que entregarle al Estado hasta las herramientas con las que trabajábamos, que las habíamos comprado con nuestro dinero, porque pasaron a ser propiedad de todo el pueblo. Tanto fue así, que al año ya todas estaban rotas o se las habían robado de los pañoles».

Entonces me cuenta y descubro que he perdido el tiempo. Este no es el reportaje que debo escribir.

25 junio 2021 18 comentarios 3k vistas
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La reforma y el salario real

por Consejo Editorial 16 febrero 2015
escrito por Consejo Editorial

Por: Pavel Vidal Alejandro

Hasta el momento la reforma de Raúl Castro ha conseguido incrementar los ingresos de las familias cubanas que se han integrado por alguna vía, formal o informal, al trabajo por cuenta propia, a las micro y pequeñas empresas privadas (ya sea como propietarios o como empleados). Son también aquellos que han solicitado y han puesto en explotación las tierras ociosas entregadas en usufructo, o las que se han vinculado al sector cooperativo rural y más recientemente urbano. Naturalmente, no todas son historias de éxito, algunas solo han visto incrementados sus ingresos de forma transitoria, otras han hecho inversiones que todavía no se rentabilizan y varias han sufrido pérdidas netas en sus emprendimientos.

El anuario de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) reporta que en 2013 las personas vinculadas formalmente a este sector no estatal representaban el 26% del total de ocupados de la economía. Para el restante 74%, las posibilidades de ver incrementados sus ingresos han sido mucho menores, para no decir casi nulas. Aquí se ubican los empleados de las empresas estatales, los funcionarios y trabajadores del aparato estatal y de gobierno que dependen de los salarios que se asignan por el presupuesto fiscal, y los trabajadores contratados por las empresas con inversión extranjera.

En este último grupo de trabajadores contratados por empresas con capital internacional, opera la intermediación de las agencias empleadoras estatales, las cuales reciben el salario en divisas y le pagan a los trabajadores en pesos cubanos aplicando la muy sobrevaluada tasa de cambio oficial de 1 dólar estadounidense igual a 1 peso cubano. En dicha intermediación el gobierno ha venido capturando este enorme “impuesto cambiario” que obliga a las empresas extranjeras a pagar bonificaciones en divisas adicionales a sus trabajadores.

Por su parte, los salarios de los trabajadores de las empresas estatales y del sector presupuestado se controlan centralmente por el gobierno. A diferencia de la mayoría de los países, no existe en Cuba un procedimiento de indexación de los salarios que compense cada año por la inflación. Las empresas estatales no tienen prácticamente autonomía para mejorar los salarios de sus empleados, salvo en algunos casos muy puntuales y poco representativos.

Es decir, los incrementos salariales de todos los trabajadores del sector público solo ocurren cuando el gobierno lo decide centralmente. En lo que va de reforma, desde el año 2008, ello ha ocurrido de forma significativa apenas en una ocasión cuando se incrementaron los salarios en 2014 al personal de la salud. La decisión vino justificada por el hecho de que en los últimos diez años la exportación de servicios médicos representa la principal fuente de ingresos en divisas al país.

Para permitir o no incrementos salariales, el Ministerio de Economía y Planificación (MEP) tiene una regla implícita mediante la cual intenta garantizar que el salario promedio por trabajador cada año no crezca más que la productividad promedio agregada de la economía. Ello tiene un lado positivo y meritorio, pues define una meta intermedia muy efectiva para conservar una inflación baja.

Varias economías emplean reglas para controlar la inflación y sostener el equilibrio fiscal, pero por lo general toman en cuenta otros factores; por ejemplo, las perspectivas futuras de crecimiento y el estado de la economía en relación al ciclo económico. El problema de la regla del MEP no solo es que se calcule sobre los promedios simples anuales de salarios y productividad, sino que se controla a partir de los mecanismos burocráticos y centralizados asociados al plan anual.

La regla del MEP se ha convertido en uno de los factores que más limita la autonomía empresarial y el uso del salario como incentivo a la eficiencia y como mecanismo regulador del mercado de trabajo. El resultado ha sido el encadenamiento de un círculo vicioso de baja productividad y bajos salarios. Como los salarios son bajos los trabajadores se sienten poco motivados; como resultado, la productividad no crece lo suficiente para que el MEP autorice incrementos salariales.

El período que lleva la reforma de Raúl Castro no ha sido la excepción. Los bajos salarios han seguido constituyendo un obstáculo al incremento de la productividad, a lo cual se le une el incumplimiento de dos de los principales factores con que contaba el gobierno para impulsar la productividad. Se planificaba un crecimiento promedio anual del PIB del 4,4%, pero este va por 2,7%, sin contar el año 2014, en que caerá aún más. Se esperaba reducir el tamaño del sector estatal en 1,3 millones de trabajadores que se estimaban sobrantes, pero la reducción ha sido de 418.000 hasta 2013.

Las cifras oficiales de la ONEI permiten calcular que, como acumulado desde 2008 hasta 2013, la productividad ha crecido 13,6% y el salario nominal en el sector estatal lo hizo un 13,5%, lo que verifica el cumplimiento de la regla durante la reforma. Dado que los precios han aumentado un 5,8% como acumulado en este período, el resultado es un aparente incremento del salario real del 7,7% (aproximadamente sería la diferencia entre 13,5% y 5,8%).

Sin embargo, este incremento está computado sobre unos registros de inflación que no son muy confiables. Ciertamente, es probable que la inflación en Cuba sea de un dígito (menos de 10%), pues el control de los salarios y los tipos de cambios fijos son factores que contribuyen a mantener la estabilidad de los precios. Sin embargo, no es creíble la tasa de inflación promedio cada año de menos del 1% como indica la ONEI.

En una economía cuyo consumo depende en un alto porcentaje de bienes importados (en más de un 70% el consumo de alimentos), al menos se esperaría una inflación cercana a la internacional. Además, la reforma ha venido liberalizando la venta de varios productos que anteriormente se entregaban en la libreta de racionamiento, ha crecido la presencia del sector no estatal que opera con precios de oferta y demanda, y se conoce que se han producido incrementos de precios en las redes minoristas estatales que comercializan en pesos convertibles (CUC). Todo ello debería quedar mejor reflejado en las cifras de inflación de la ONEI.

La ONEI no está capturando los cambios que se están produciendo en el costo de la canasta de consumo debido a que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que utiliza no incluye los precios en pesos convertibles y debido a que tal indicador todavía tiene como base el año 1999 (mucho debe haber cambiado la estructura de gastos de las familias desde entonces). Pese a varias menciones de la ONEI de que se trabaja en mejorar la metodología, todavía se siguen reportando las cifras de inflación a partir de un IPC con una base completamente desactualizada, lo cual es sumamente perjudicial para una correcta medición del efecto de la reforma en los salarios reales; cuestión que en última instancia es lo que más le interesa a la mayoría de las familias.

Según las cifras del Fondo Monetario Internacional, en el período 2008-2013 la inflación mundial anual promedio fue del 4,4% y para los países en desarrollo fue del 6,6%. Si suponemos, por ejemplo, que la inflación anual en Cuba se ubicó en apenas un 4%, el resultado es que en el acumulado del período 2008-2013 los precios crecieron un 21,7%. Como consecuencia, tendríamos que los salarios reales como parte de la reforma no han mejorado sino que han decrecido un 8,2% (aproximadamente sería la diferencia entre 13,5% y 21,7%).

Pero aún si tomamos como ciertos los datos de inflación de la ONEI el resultado es que en 2013, el salario promedio en el sector estatal, medido en términos reales, apenas representaba un 27% del nivel de 1989.

En general, este ha sido un lastre del cual no se ha podido despegar la economía cubana y con el cual carga ahora la reforma. Lo cierto es que después de la dramática caída del poder adquisitivo de los salarios a inicio de los años noventa, el modelo cubano se ha mostrado incapaz de revertir esta situación. En un período de más de veinte años, ni las reformas de los años noventa, ni la desdolarización y centralización de las divisas, ni la ayuda recibida desde Venezuela y la exportación de servicios médicos, ni la actual reforma de Raúl Castro, han logrado tener un impacto positivo sostenido en los salarios reales.

Mirando al futuro, vemos que a partir de 2015 el gobierno cubano planifica nuevas transformaciones que tendrán implicaciones directas en los salarios.

La primera está asociada a la reforma de la empresa estatal. Se ha anunciado que las empresas estatales podrán decidir su sistema salarial e incrementar los niveles salariales de acuerdo a sus capacidades financieras. Se le permitirá destinar incluso parte del 50% de las utilidades al final del año para otorgar incentivos monetarios a los trabajadores.

De cumplirse a cabalidad dicho anuncio y no colocarse trabas a través del plan central, estarían las empresas estatales en una posición más favorable para responder a otras de las transformaciones anunciadas: la devaluación de la tasa de cambio oficial y la unificación de las monedas. La reforma monetaria, de tener impactos reales en la economía, podría convertirse en una vía para romper el círculo vicioso entre bajos salarios y baja productividad.

La tercera transformación con implicaciones salariales es la nueva política para atraer inversión extranjera. Se ha anunciado que los empleados en la Zona Especial de Desarrollo Mariel cobrarán un salario sobre la base de una tasa de cambio de 10 pesos cubanos por 1 dólar estadounidense, ello no elimina el impuesto cambiario pero lo reduce considerablemente. El gobierno también tiene previsto aplicar una tasa de cambio más devaluada que la oficial en el resto de las empresas con capital internacional que no se encuentran localizadas en el Mariel.

El incremento de salarios en el sector empresarial estatal y con capital mixto también podría beneficiar al 26% de las personas vinculadas al sector no estatal, pues constituiría un incentivo por el lado de la demanda a toda la actividad privada y cooperativa que hoy en día aprecia como uno de sus mayores obstáculos el bajo poder adquisitivo de los ingresos del cubano promedio.

Si efectivamente, con las nuevas transformaciones planificadas, se reanima la productividad y los ingresos del sector estatal y con capital mixto y ello ayuda a expandir los negocios privados y cooperativos por el impulso de la demanda, el presupuesto del Estado estaría también recibiendo mayores ingresos por intermedio de los diferentes impuestos que existen, lo cual justificaría realizar incrementos salariales además en el sector presupuestado.

En resumen, hay posibilidades de que a partir de 2015 los salarios puedan comenzar a salirse del círculo vicioso en el cual han quedado atrapados y se enlacen con círculos virtuosos de crecimiento de la productividad de la empresa estatal y expansión del sector no estatal. Ello dependerá básicamente de la implementación efectiva de dos de las reformas más complejas que tiene por delante el gobierno de Raúl Castro: la reforma monetaria y la reforma de la empresa estatal. Al mismo tiempo, ayudaría enormemente que la nueva Ley para la inversión extranjera y el portafolio de negocios de 8000 millones de dólares presentado en la Feria de La Habana atraigan las inversiones que se necesitan para mejorar la dotación de capital y tecnología de la economía cubana, dado que serían factores fundamentales en la sostenibilidad de los incrementos salariales.

(Tomado de: Cuba Posible)

16 febrero 2015 26 comentarios 338 vistas
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