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pobreza

Futuro

Dos segundos de temor y un futuro que interpela

por Julián Pérez Rodríguez 14 junio 2022
escrito por Julián Pérez Rodríguez

Mi postura política es ser madre.

Amelia Calzadilla

***

Amelia. Es ese, quizá, el nombre más repetido en las redes sociales de cubanos, aquí y allá, ahora mismo. Amelia, la muchacha que estalló. Amelia, la madre de tres niños. Amelia, la del Cerro. Amelia, la traductora. Amelia, la Mariana. Eternamente, Amelia.

Su directa, en la que comenzó quejándose por los precios de la electricidad para quienes no tienen otra forma de cocción de los alimentos y avanzó en un discurso explosivo y desafiante recorriendo las angustias que aprietan el pecho de madres y ciudadanos cubanos en general desde hace décadas, se ha vuelto LA NOTICIA. Opiniones, llamados, críticas, memes, apostillas, convocatorias, dibujos, canciones, una marejada de otras directas en las que muchos más se sacan de las entrañas sus propias pesadumbres… inundan los solares del ciberespacio.

Aunque para Cubadebate, una de las voces mediáticas del poder en la Isla, se trata de «un ejemplo de manual de lo que se llama gestión de la irritación», con el gran objetivo de «manipularte e inducirte a una respuesta emocional que no es solución», que desconoce que «el país, junto al Gobierno y el Partido, trabaja a brazo partido por salir adelante, sobreponernos, avanzar»; y que «la salida a esta situación es trabajar duro, destrabar los problemas, producir más y no cansarnos»…

Aunque para la burocracia empoderada y sus repetidores de lemas, digo, esta mujer no representa a las más esforzadas y sacrificadas madres cubanas —a juzgar por sus uñas acrílicas, una lámpara de su casa y su cuenta de electricidad de 6 mil pesos—… la gente, los vecinos del batey derruido en que se ha convertido la nación, saben lo que es genuino. Y esta madre, a no dudarlo, es tan genuina que estremece.

Con una licenciatura en Lengua Inglesa y como segundo idioma el francés, según supimos por ella misma en una segunda transmisión, Amelia escogió sin embargo —bajo el rapto tremendo de su indignación— las palabras más claras y duras. Las mejores. «¿Hasta cuándo el pueblo va a seguir pagando las comodidades de ustedes?»; «No hablen más mierda»; «Coño, vendan el país, véndanlo, véndanlo por provincias. A lo mejor a Canadá le importa. Véndanselo, para que creen trabajo, para que la gente se gane su dinero dignamente»; «La gente, cuando no trabaja, se le bota por falta de idoneidad. Y ustedes no son idóneos»; «No quiero escuchar más discursos, ni la madre de un tomate»; «Y como yo hay miles de personas, pa’ que te enteres. Y ni somos gusanos, ni recibimos dinero del Yuma…».

Así, de interpelar a los mandantes, pasó como un bólido a los mandados/agobiados /reprimidos: «Pueblo de Cuba, madre cubana […]: ¿Cuánto más vas a aguantar?»; «Ya yo no puedo más, y si tú estás como yo, que tampoco puedes más, vamos a unirnos».

Lo que sobrevino y que supongo tendrá ecos por largo tiempo, aunque la lucha diaria por la supervivencia y la vorágine de las redes tiendan al olvido inmediato, fue una llamarada, un calentón más a la olla que los de arriba pretenden mantener por el mango, para seguir cocinando su comodidad y los de adentro reventarán algún día.

No obstante, de los ocho minutos y cuarenta y dos segundos que duró el terremoto Amelia, que tanto habremos de agradecer, hay dos segundos (entre los 8:19 y 8:21 de transmisión) que me impactaron sobremanera. Son aquellos en los que pasa por detrás de la madre, como una leve sombra asustadiza, una de sus hijas. Se asoma fugazmente a la pantalla contra la cual gesticula su mamá y sigue, quizá a un rincón de la casa, tal vez a los brazos de papá o abuela; acaso a contarle a sus hermanitos.

¿Qué será de la vida de esa niña a la vuelta de cinco, diez, quince años? ¿Cuánto habrá visto ya sufrir a su mamá hasta llegar al desborde emocional de esta explosión? ¿Cómo armonizará el discurso triunfalista, que debe escuchar seguramente día a día en la escuela, y las penurias que oye conversar a sus mayores en casa?

¿Y cuando sea una adolescente, querrá estudiar en la universidad, como su madre, o simplemente irse, irse lo más pronto y lejos posible, para tener, al fin, una vida digna que no se sustente en colas, absurdos y ayudas del extranjero para poder comer, calzar y vestir?

¿Qué tiene Cuba que ofrecerle a esta pequeña? ¿Y la salud mental de su madre, que como tantas madres cubanas, sufre golpes constantemente, la acompañará incólume para verla formarse y decidir lo mejor posible su destino?

¿Y sus hermanitos, habrán pasado o pasarán sustos similares a los de ella? ¿Les amargarán su mundo, que ahora solo debería estar poblado de juegos y aventuras? ¿Necesitarán, quizá como la propia Amelia, un remanso de paz y tranquilidad (o hasta ayuda especializada) para estabilizarse entre tantas tormentas?

Son solo dos segundos. Una niña que pasa. Y un futuro, que a ella, a su familia y a nosotros —a todos nosotros— nos interpela con cara llorosa.

14 junio 2022 38 comentarios 1.160 vistas
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Revolución

Flash back o de cómo el hábito no hace una Revolución

por Gustavo Arcos Fernández-Britto 2 mayo 2022
escrito por Gustavo Arcos Fernández-Britto

-VII-

La emisión por televisión del documental Canción de barrio (Alejandro Ramírez-2014), luego de casi siete años de realizado, generó hace unos meses un intenso debate en las redes sociales sobre el triste panorama existencial que ofrecían, para sus habitantes, varias zonas de la ciudad.

Recuerdo los largos aplausos que recibió cuando fue presentado en el cine Chaplin, y también las caras de desconcierto de algunos funcionarios, que fueron invitados para un filme sobre las giras de Silvio y se encontraron con uno sobre la gente que vive en los barrios donde cantó el trovador. Hay personas que anidan en una zona de confort, una burbuja, suerte de Matrix que los sitúa en otra dimensión. Nunca entienden nada, o quizás sí, pero prefieren esconder la cabeza, como el avestruz.

Cuando fue exhibido por televisión ya habían ocurrido las manifestaciones multitudinarias del 11 de julio, que tuvieron por motivo principal la irritación ciudadana ante la inercia de las autoridades, incapaces de solucionar cuestiones elementales como el suministro de agua, la alimentación o la electricidad en sus zonas de residencia.

Lo que comenzó como una protesta local, se extendió rápidamente por todo el país, confirmando que esa sensación de abandono y cansancio no era casual o puntual. Ese día se quebró el pacto social que la Revolución había propuesto desde hace décadas a los cubanos. Confiar, resistir, creer, tener fe en que, por su acción, la vida sería… ¿más próspera y sostenible?

-VI-

Quince años antes, en el 2006, un grupo de jóvenes estudiantes de la facultad de medios audiovisuales (FAMCA-ISA) decidió realizar su ejercicio docente en los asentamientos ilegales de San Miguel del Padrón, Regla y Guanabacoa. Era importante documentar lo que allí ocurría y que los medios parecían ignorar.

Casas de madera y cartón, armadas con planchas de metal y desechos, salideros, falta de luz, rústicas letrinas y muchas otras calamidades formaban parte de la vida cotidiana allí. Un padre que se llama Fidel, nombra a su hijo recién nacido, Elián, en honor al niño rescatado en el estrecho de la Florida a fines de 1999, pero llora desconsolado ante las cámaras pues no tiene apenas dinero o trabajo para mantenerlo.

La mayor parte de los entrevistados proviene de las provincias orientales donde, según nos cuentan, no tienen oportunidades y la vida es muy dura. El documental se titulaba Buscándote Habana, fue dirigido por Alina Rodríguez y terminaba con el tema Lucha tu yuca, de Ray Fernández.

(…) el cacique mandó montones a contar

a la tribu, quiere censar

el bohío que ocupas tú, prepárale un ritual

no sea que te declaren ilegal.

 

(…) Ay trabaja, trabaja, como suda el indito

al que todavía pagan con espejitos

en las horas de ocio juega al Batos un poquito

porque está caro, muy caro

el areito

(…) Lucha tu yuca taíno, lucha tu yuca…

Revolución
Revolución
Revolución
Revolución

-V-

A finales de los años ochenta, el instituto de cine cubano (ICAIC) realizó una serie de documentales y noticieros que se adentraban en los llamados barrios insalubres que proliferaban en la capital. Poco antes, en 1986, Juan Formell y los Van Van habían lanzado su hit La Habana no aguanta más, y aunque todo el mundo lo bailaba y cantaba, el tema se percibía como un eco fiel del hacinamiento y desatención que se observaban en muchas zonas de la ciudad.

Jorge Luis Sánchez filmaría por esos años su premiado documental El fanguito (1990), donde daba voz e imagen a las angustias de los habitantes de esa comunidad, situada a orillas del río Almendares. Los pobladores, gente humilde y honesta, decían simpatizar con la Revolución, pero al mismo tiempo sentían que esta se había olvidado de ellos.  

En la URSS, Gorbachov había iniciado su Perestroika, proceso de reformas que cambiaría la historia contemporánea; en Cuba, Fidel respondía con su Período de rectificación de errores y tendencias negativas. Era evidente que el socialismo, tal cual se había entendido y —sobre todo— practicado, hacía aguas. Los sueños del futuro luminoso habían terminado para muchos.   

Por aquellos años, José Padrón realizaba varios Noticieros sobre el ruinoso estado de la vivienda en la capital. En uno de ellos aparecía el grupo Mezcla interpretando otro popular tema sobre el contaminado río Quibú, que atravesaba zonas densamente pobladas en Marianao. En algún momento, mientras el espectador contempla imágenes sombrías de casas levantadas entre aguas albañales, escuchamos lo siguiente:        

(…) en estas condiciones viven alrededor de 60 mil habitantes de la capital del país… En América Latina entre el cuarenta y el sesenta por ciento de los habitantes de las grandes ciudades viven en barrios insalubres, pero ellos no tienen una revolución socialista y nosotros sí.

Tal observación no es anecdótica. Entraña una profunda reflexión sobre el sentido del proceso de transformaciones sociales iniciado en el país a partir de 1959, que situó como centro de atención principal a los sujetos más desfavorecidos y olvidados. Infinidad de planes, proyectos y discursos se habían sucedido cada año para mantener activas las esperanzas de los ciudadanos, dispuestos siempre al sacrificio en aras de un futuro mejor para sus hijos. Y sí, se hicieron cosas, pero otras muchas, esenciales, vitales, fueron postergadas indefinidamente.   

Tres décadas después no habían sido solucionados, ni de cerca, problemas como el de la vivienda, la alimentación o el transporte. La emigración hacia el exterior continuaba y los desplazamientos de zonas rurales a urbanas resultaban indetenibles, a pesar de toda la inversión en obras sociales e industriales llevada a cabo por la dirección del país.

Como si esos casi treinta años de sacrificios, trabajo, zafras y promesas no fuesen nada, el periódico oficial del Partido nos decía en un gigantesco titular de 1987: ¡Ahora sí vamos a construir el Socialismo!

-IV-

Años antes, en 1974, la realizadora cubana Sara Gómez filmó su primera y única película de ficción, titulada De cierta manera.  Un crédito inicial nos aclara ahora que se trata de un largometraje con algunos personajes reales y otros de ficción. Rápidamente, vemos imágenes de archivo que contrastan entornos ocupados por seres que subsisten en precarias condiciones sanitarias, alternando con otros donde diferentes familias habitan nuevas urbanizaciones populares.

Un narrador ofrece información generalizada de lo que ha venido ocurriendo desde los primeros años de la Revolución. Da algunas cifras comparando el antes y el después. Se nos dice que el desamparo y la marginalidad, tan habituales en la época anterior, van siendo paulatinamente sustituidos por las obras humanas de la Revolución. Hay un mensaje esencial: no basta con mejorar las condiciones de vida de una comunidad, sino que es necesario brindar a sus habitantes oportunidades laborales y de superación profesional.

Se insiste en que las conductas delictivas, la violencia y el desaliento son generadas por el desempleo, el analfabetismo y la falta de expectativas, componentes típicos del capitalismo. Pero… ¿acaso muchas de esas cuestiones no están presentes también hoy?

El sujeto, marcado por su entorno y por ciertas prácticas culturales; el viejo conflicto entre barbarie y civilización, entre lo viejo y lo nuevo; queda retratado en una imagen en la que se distinguen modernas casas prefabricadas y, en sus portales, en plena ciudad, los propietarios crían cerdos y cabras.  

Una secuencia nos introduce en una escuela primaria de la localidad: el matutino, las flores a Martí, los pioneros sonríen en una fila. Aparece la maestra y con ella el personaje, o sea, la ficción. Se muestra sorprendida porque no imaginó que una década y media después de la Revolución, aún podían encontrarse barrios en tales condiciones de atraso.  

La película, que adquiere por momentos un tono didáctico, sigue su curso. Salta de personajes y situaciones dramáticas a reflexiones sobre la marginalidad, las prácticas religiosas afrocubanas o el machismo. En algún momento leemos un extraño texto a toda pantalla: Después del triunfo de la revolución, no existe en Cuba sector marginal alguno.

Revolución

El chovinismo, las consignas y polarizaciones —el dogma—, son actitudes consustanciales a la práctica socialista en Cuba. Cualquiera que estudie un poco los textos, discursos o leyes revolucionarias, encontrará repetidas mil veces las mismas palabras o visiones del mundo. La Revolución como fin de un camino. Ya nada puede superarla. Todo suele leerse, además, desde una lucha de contrarios, el lenguaje de la trinchera o, incluso, la guapería.

(…) el primer derecho que tiene la Revolución es su derecho a existir y contra ese derecho nada, ni nadie. (Fidel, 1961).

-III-

Sara fue una mujer inquieta y muy talentosa, que veía a la Revolución como un proceso justo, pero necesitado de perenne revisión. ¿Qué sería de ella hoy? Nunca se conformó con las historias oficiales, por eso se trasladó, en 1967, hacia la granja Libertad, un centro de reeducación para adolescentes situado en la Isla de la Juventud, donde filmaría sus documentales La otra Isla y Una Isla para Miguel.

Las ideas del hombre nuevo estaban en su apogeo, y qué mejor lugar que ese para documentar historias de vida y transformación. Allí se llevaba a cabo un experimento con jóvenes que presentaban «problemas de conducta» e inadaptación social. Los campamentos de trabajos forzados (UMAP) habían sido desmantelados, pero los ecos de esa tragedia estaban aún muy cerca.

Durante muchos años, al saco de «los marginales» fueron enviados los delincuentes y antisociales, los vagos y criminales, los enemigos de la Revolución y los críticos o disidentes ideológicos. Asimismo quedaron estigmatizados cientos de miles por su identidad sexual, el color de su piel o sus creencias religiosas.

El discurso oficial entendía que todas esas manifestaciones conformaban una «lacra social», remanente del pasado que debía ser extirpado. La reeducación, a través del trabajo y el sacrificio, era el camino.   

En los documentales de Sara encontramos por ejemplo a Fajardo, el voluntarioso instructor cultural de la granja. No cuenta con mucho apoyo y tiene que resolverlo todo por su propia gestión. Nos dice que allí todo es trabajo, pero que él trata de llevar la cultura y el teatro hacia ellos, porque siente que esos jóvenes lo necesitan. Una cosa no puede separarse de la otra.

Rafael es tenor, egresado de las primeras escuelas de arte creadas por la Revolución. Aunque interpretó algunos papeles, sintió la presión de los prejuicios raciales y la discriminación, ya que las cantantes o actrices no querían trabajar a su lado. Se trasladó a la Isla porque creía que podía purgar esa frustración trabajando por dos años en el campo. No ha olvidado el arte y sueña con representar algún día La Traviata. ¿Lo habrá conseguido? Dice que allí, la gente es diferente: no es como en La Habana, aquí hay otro tipo de conciencia.

Revolución
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Lázaro fue seminarista, es un joven educado bajo determinados principios y creencias. Cuando trabajaba en un área educativa en las montañas del Escambray conoció la muerte en el rostro del joven alfabetizador Manuel Ascunce, asesinado por bandas contrarrevolucionarias. Para él, nos dice, fue traumático, un impacto que le hizo repensar toda su existencia e ideas.

Desde ese día, entendió que la violencia era necesaria como única vía para erradicarla. Lleno de angustias y contradicciones, espirituales o profesionales, decide entrar en la granja de la Isla, para, a través del trabajo en una vaquería, encontrar el camino de la paz o el perdón para su conciencia, pues quiere ahora luchar por el hombre y su futuro.

En algún momento aparece Cacha, una profesora que nos explica cómo las muchachas tienen allí todas las libertades, salen de pase los fines de semana, van a la playa o incluso viajan a La Habana para ver a su familia. Sara le pregunta por las relaciones sexuales y los aspectos morales que pueden imponerse. Es mencionado el ejemplo de una muchacha embarazada, algo prohibido en el campamento. Se piensa aplicar un consejo disciplinario, quizás una expulsión, pero luego se llega a la conclusión de que ese bebé, será más comunista que todos nosotros juntos. 

La granja como espacio para exorcizar el mal. Lugar donde todos, incluyendo el feto de la muchacha, encontrarían su purificación absoluta. Revolución, trabajo, sacrificio, conciencia, comunismo. Todos hablan en similares términos. Como una ecuación matemática o piezas de un engranaje. Debes encajar, integrarte, sino serás desechado. ¿Y el ser humano? ¿Dónde ponemos sus miedos, sus sueños, su bondad, sus deseos íntimos, sus intereses, sus dolores y debilidades, su cultura, su familia?     

Recordé entonces un documental realizado por el ICAIC en 1960. Fue uno de los primeros rodados por esa institución. Se titulaba Torrens (dirigido por Fausto Canel), un filme auspiciado también por el Ministerio de Bienestar Social. Cerca de la capital se levantaba un centro de reeducación para menores. Como era habitual en muchos filmes de la época, el narrador marcaba las pautas. Era la voz de la… ¿sabiduría? En un momento hace la singular aseveración de que pronto desaparecerán lugares como ese porque sencillamente no habrá menores delincuentes en Cuba.

Se desgranan los argumentos de la utopía revolucionaria, que desde momentos tan tempranos intenta convencer al espectador de su valía como proyecto social. Se trazan perspectivas y comparaciones entre dos épocas, mientras observamos a los niños que antes limpiaban zapatos, trabajaban o vivían en solares y cuarterías. El régimen anterior propiciaba la miseria, las diferencias de clases y el vandalismo.

Bajo el capitalismo, se nos enfatiza, los niños no tenían oportunidades y solo unos pocos (presentados como burgueses o privilegiados) podían superarse. Ahora la Revolución ha llegado para desterrar aquel pasado, favoreciendo una educación para todos y trabajo honesto como forma primordial de vida.

Existe una retórica aquí que empieza a imponerse, pero aún no lo sabremos. Es lógico, la mayoría está demasiado entusiasmada por los cambios y promesas revolucionarias. Frenar la emigración, el desamparo; entregar tierras y viviendas; acabar con el hambre, el analfabetismo, la prostitución, la muerte, la corrupción política, el juego, la venta de nuestras riquezas al extranjero.

Hay un proyecto por construir, un país que reformar. ¡La constitución del 40 sería restaurada y con ella todas las garantías democráticas! Eso dijo Fidel en La historia me absolverá. Pero, ¡cuántas cosas se dijeron antes del 59, y después: en los sesenta, los setenta, los ochenta… !

-II-

Las películas y documentales cubanos visualizan e imaginan un país. Son testimonio de las angustias e interrogantes que han acompañado a nuestros cineastas. Hoy se hacen otros filmes, hay otras generaciones, nuevos escenarios, compromisos y sujetos: unos hombres que habitan (¿y esperan la muerte?) en una chatarrería de barcos; unos héroes de Angola que se sienten solos y abandonados; un trovador al que le hacen actos de repudio, una madre que ve partir a sus hijos; una pareja que malvive en un solar y está dispuesta a todo.

Ellos también marchan al margen de la vida, son el resultado de un sistema, un grupo de ideas que quizás abrazaron cierto día, son víctimas de ellos mismos. Relatos tristes, dolorosos pero reales. Hay muchas sombras que iluminar, revelar. Una historia oficial que valorar, sí, pero también deconstruir, repensar.

(Inserto)

En 1988, mientras estudiaba en el instituto de cine de Moscú, la película Pequeña Vera (de Vasili Pichul) causaba furor, abarrotando los cines y generando amplio debate en los medios. Fue algo inédito en el cine soviético. Su drama, situado en una familia obrera y disfuncional, seguía el despertar sexual de una joven, rodeada de padres alcohólicos y amargados. Alguien irritado protestó en el parlamento o Duma estatal preguntando por qué se rodaban películas así. Le respondieron: Ellas no son el problema. Deberíamos sentir vergüenza por aceptar vivir así tantos años.

Revolución -I-

Cuando la Revolución despertó, la pobreza y la marginalidad seguían ahí. Pretender que ella, o el socialismo, borrarían para siempre tales cuestiones por el simple hecho de existir, solo demuestra idealismo y desprecio hacia las complejas leyes y dinámicas sociales o humanas que mueven el mundo. El acceso masivo a la educación, la salud, la cultura, son pasos de gigante, pero tienen que sostenerse sobre terrenos sólidos y estables; de lo contrario, se precipitan y desaparecen. Soñar es bueno, pero tener los pies en la tierra es mejor.

A los «marginales» se les denomina hoy «vulnerables», y los medios oficiales, instigados por las autoridades, tratan el asunto como si de pequeñas o aisladas comunidades se tratase, pero ya se sabe: no hay peor ciego que… el militante que no quiere ver.

No se trata de un barrio, sino de un país y de más de cien mil cubanos emigrando en apenas un año. Son demasiados para una isla que se creyó continente. Los «marginales» ya no están en la periferia, ahora son el centro. No son delincuentes, ni son las víctimas de un sistema anterior, puesto que la mayor parte de la población cubana nació después del 59.

Sesenta y dos años son muchos para seguir eludiendo responsabilidades. Las consignas no calzan ni visten a nadie, ninguna pone un plato en la mesa. Tenemos una política económica fracasada, un proyecto de país siempre postergado, ralentizado, realizado a ratos, a medias y tambaleante. La revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, aún está por concretarse.

2 mayo 2022 42 comentarios 1.931 vistas
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Regalo

Regalo

por Jorge Fernández Era 13 febrero 2022
escrito por Jorge Fernández Era

¿Qué cómo nos sentimos, periodista? Muy emocionados. Yo misma llevo alrededor de cincuenta años viviendo aquí, si a eso se le puede llamar vivir. Que me estén arreglando mi bajareque, con baño y tejas de aluminio incluidas, es lo más grande que me podía pasar, a mí, que nunca me ha pasado nada.

Hasta libreta de desabastecimiento tengo. ¿Ya vio la bodega? Está quedando preciosa. Dígame usted en qué país se emplea en construir un establecimiento comercial más recursos que los que se venderán en él. Vecinos desagradecidos aducen lo imprudente de gastar materiales en reparar una institución como la bodega. No reparan en la cantidad de donativos que nos han hecho llegar sin costo alguno. El último incluyó un litro de aceite de una entrega millonaria que hizo el Reino Unido. Organizamos un acto de recibimiento, vino el embajador y todo. Se conmovió con la consigna que le teníamos preparada: «¡El Reino, Unido, jamás será vencido!».

Todo esto, que es un verdadero regalo, lo está haciendo Cuba, un país, como dice el Granma, de bajos ingresos. Imagínese usted, compañero periodista, cuánto no haría esta isla si le suben el salario. Hay gente que no entiende, por ejemplo, que ese café tan especial que se produce en el Escambray no sea distribuido a la población, porque no alcanza para que lo tomen los once millones que somos, y entonces haya que exportarlo para comprar ese otro tan malo al que todavía hay que echarle chícharo y otras impurezas con el fin de que llegue a los hogares y sean todas, no unas pocas, las cafeteras que se tupan, no cuelen o estallen con esas cuatro onzas mensuales.

Que los organismos centrales del Estado apadrinen a los barrios tiene a favor el nivel de insumos, que es mayor que el de un municipio por mucho que se hable del empoderamiento de estos últimos, pero tiene en contra que unos barrios salen mejor que otros, porque no es lo mismo que te toque el Ministerio de Turismo a que te impongan el grupo Azcuba, que da azcu. Es hora de que surjan mecanismos de autofinanciamiento, como el de crear paquetes turísticos para que los visitantes extranjeros vean por sí mismos cuánto se ha hecho. Recuerde en los años setenta a cuánta gente de afuera se les enseñó Alamar, un barrio vulnerable de nacimiento.

Van a poner un estanquillo para la prensa en cuanto se termine la acera. Eso le dará a este arrabal una vista de lo más chula. Pregunta usted por qué. Cuando los diarios valían solo veinte centavos, la gente marcaba desde horas antes y hasta se repartían turnos para el dominical de Rebelde. Ahora que están a peso se ven de lo más bonitos los periódicos apilonados en tongas esperando a que alguien los compre, envuelva basura o los use para otros menesteres.

Ni hablar de la revista Bohemia, que de un peso subió a diez con menos de la mitad de las páginas de antes, ni que la estuvieran haciendo con cristal de la región homónima checa. Yo, cuando quiero leer la prensa, acudo a Internet, que es más práctico, no por gusto recibo de vez en vez una recarga de Etecsa… de Texas.

Le voy a ser sincera: no he comprado el tabloide ni leído nada sobre el Código de las Familias, pero me bastó oír en la Asamblea Nacional que «la familia cubana es el basamento troncal de la sociedad». Eso de «basamento troncal» no sé qué quiere decir ni he acudido a un sexólogo para que me explique, pero no hay dudas de que la frase es contundente y cualquiera se abre y vota por el sí ante argumento semejante. Abrir las entendederas quiero decir.

Ya se trabaja por eliminar el salidero de aguas albañales de allá abajo. Mientras no se termine no podrá llamársele a este asentamiento «el barrio de los callejones que florecen», como sugirió el otro día una vecina mía que usted entrevistó. ¿Cómo llamarle así a una jurisdicción donde ha florecido la mierda durante más de veinte años? Imagino que cuando Canel expresa que la labor transformativa en los barrios es un método que debe oxigenarse se refiera a lo irrespirable del aire. Todavía cuando instalen la alcantarilla, pueda aprovecharse la materia orgánica acumulada, crezcan las matas y sus hojas hagan lo suyo en alegre intercambio con la atmósfera…

El diálogo con el pueblo es práctica constante que ha seguido el Gobierno cubano. Por aquí han pasado no solo Canel, sus guardaespaldas y esos muchachos jóvenes que caen en una guagüita horas antes, sino Marrero, Lazo, Valdés Mesa y sus respectivos grupos acompañantes. Y todos, absolutamente todos, conversan con nosotros, hablan de lo importante de las acciones emprendidas, hablan del bloqueo y sus consecuencias, hablan de lo mucho que se ha hecho hasta el presente, hablan… ¡como hablan! Por hablar ha dicho uno de ellos en vivo, en plena mesa redonda, que ellos son cubanos de a pie, que no cayeron en paracaídas, que han cogido guaguas y montado bicicletas, que han hecho colas y pasaron el periodo especial. Hay que ser Gil para afirmar algo así.

Llevo en este suburbio vulnerable como cincuenta años, ya le dije, desde que formé parte de la invasión de Oriente a Occidente, y por aquí nunca pasó un dirigente de municipio ni de provincia, mucho menos alguno de esos gobernantes indeseables que a Cuba… ¿Por qué retira la cámara?

13 febrero 2022 11 comentarios 2.353 vistas
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Alienmentación

Alienmentación

por Jorge Fernández Era 6 febrero 2022
escrito por Jorge Fernández Era

―Pregunto a los compañeros de la presidencia cómo es posible que si este proceso de consulta popular del Código de las Familias se realiza para trasladar a la norma aquello que no se ha dicho, se nos anuncie por otra parte que no está concebido para contraponer criterios.

―No sé si ha oído que este es el código de los afectos. Ante tal realidad siempre aparecen… los desafectos.

―Eso está bien, ¿no? En la escuela nos enseñaron aquello de la unidad y lucha de contrarios.

―No sé en la escuela suya, pero en la mía aprendí que hubo que luchar mucho para conseguir la unidad, no para permitir que venga ahora un contrario a difamar contra un proceso genuinamente democrático alegando que no se concibió para contraponer criterios.

―Pues lo dijo el Granma. El órgano oficial del Partido insistió en que estas asambleas serán para escuchar, asesorar y recoger las propuestas, nunca para entrar en discusión, que es lo que usted y yo hacemos ahora mismo.

―Lo nuestro es sobre cuestiones de proceder, no sobre el contenido del documento. Usted solo podrá proponer una adición, modificación o eliminación, emitida verbalmente o entregada por escrito.

―Si deseo que se modifique es porque creo que hay cosas que están mal. De hecho, considero que si el Código de las Familias es resultado de las investigaciones realizadas durante muchos años en diferentes ramas del saber, se ha quedado en las ramas, en el gajo bajito, en cuanto al tema de la alimentación.

―Explíquese.

―Me alegra que la palabra «alimentos» y sus derivaciones esté tan presente en este código, yo diría que con más regularidad de lo que está en nuestra mesa. Otro elemento digno de alabar en él es la posibilidad implícita de reclamar los alimentos con carácter retroactivo, no sé si incluye la leche que nos deben hace cuatro meses. La sociología y las visiones multidisciplinares exponen cómo va moviéndose la sociedad cubana, si es que se mueve, y también cómo se mueve la familia, ya sabemos hacia dónde.

―Precisamente por moverse del campo hacia la ciudad es que la agricultura está como está.

―Me referí a un movimiento de más alcance, pero la razón no es esa. El veinte por ciento de la fuerza productiva del país está empleada en labores agrícolas. Sin embargo, solo genera un cinco por ciento del producto interno bruto.

―Porque hay gente bruta que en vez de ponerse para el surco, anda enredada en problemas ideológicos.

―He ahí un aspecto: los problemas hidrológicos. La inmensa mayoría de nuestros campos no cuentan con regadío, a pesar de la voluntad hidráulica.

―A ver, a ver: ¿qué tiene que ver eso con el Código de las Familias?

―Mucho si nos circunscribimos al propio Código. Este pone los platos sobre la mesa cuando explica la relación que se establece entre dos personas: el alimentante y el alimentista. El alimentante es aquel que tiene la obligación de dar los alimentos y el alimentista es quien los recibe y tiene el derecho de reclamarlos. «Obligación legal de alimentos» (OLA) es la terminología que jurídicamente se emplea.

―¿Y?

―Que el artículo 77 de la Constitución indica que todas las personas tienen derecho a la alimentación sana y adecuada, y que el Estado (el alimentante) crea las condiciones para fortalecer la seguridad alimentaria de la población (la alimentista). La relación en ese aspecto entre el Estado y sus súbditos ha sido siempre muy rara, podría hablarse mejor de una «Alienmentación» en que la OLA no ha sido capaz siquiera de traer a la orilla algunos peces.

Como la noción de alimento rebasa la alimentación propiamente dicha y abarca las necesidades vitales de la persona (vestuario, vivienda, descanso, transporte…), la obligación legal de alimentos busca satisfacer esas necesidades vitales de la persona. Pasa que el Estado la busca, pero no la encuentra.

―El documento se dirige a legislar sobre todo aquello que incide en el desarrollo pleno de esa célula básica que es la familia.

―Pero existe una familia mayor, un cuerpo, que es la nación, y está enfermo. Si el mal comportamiento, el abandono, la negligencia, la desatención emocional y económica van a tener sus consecuencias efectivas en el Código de las Familias, y se declara estado de necesidad cuando la persona que da los alimentos no tiene capacidad económica suficiente para satisfacer sus propias necesidades y las del alimentista, imagínese trasladar ese conflicto a un corpus que englobe todo el país de oriente a occidente, con consecuencias jurídicas para aquellos que lo violen.

―Resuma, por favor. ¿Qué adicionaría usted al nuevo Código de las Familias?

―Que al menos se mencione que Cuba es un Estado de Necesidad.

6 febrero 2022 2 comentarios 1.829 vistas
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Fecalismo al vacío

Fecalismo al vacío

por Julián Pérez Rodríguez 16 octubre 2021
escrito por Julián Pérez Rodríguez

La frase que da título a estas líneas me la regaló el maestro Esteban Llorach en alguna de las charlas que sostuvimos y de las que tanto aprendí. Aquel día, llegaba Esteban de una de las reuniones a las que frecuentemente lo invitaban, para debatir problemas comunitarios y acciones culturales que podrían ayudar a mejorar los durísimos entornos del hacinado municipio Centro Habana.

En cierto momento de la reunión —contaba Llorach— salió el fétido tema del «fecalismo al vacío», manera en que llamaba un compañero de la presidencia a una práctica de varias familias residentes en cuarterías semiderruidas, con escasa agua y cuyos sistemas sanitarios habían colapsado. Los lugareños hacían sus necesidades fecales en una bolsa de nailon y después las arrojaban a los alrededores del edificio. La ley de gravedad y el viento cumplían su parte y al otro día, en aceras, patios, espacios comunes o plena vía pública amanecían los «fragantes» mazacotes.

El término, otra joya del lenguaje eufemístico-burocrático cubano (haya sido o no una creación original suya), me vino a la memoria luego de ver el conmovedor documental Canción de Barrio, de Alejandro Ramírez Anderson, en torno a la gira artística de Silvio Rodríguez y su grupo por sitios marginados de La Habana.

Terminado de producir en 2014, el audiovisual logra trenzar en un cuerpo palpitante, el recorrido y la música del trovador y su conjunto, los entornos golpeados de la ciudad a los que accedieron en los dos primeros años de conciertos, y la vida, la simple y estremecedora vida de la gente común que, aun en medio de mil angustias cotidianas, se deleitó con una bocanada gratis de acordes y poesía.

La realidad, ya lo han dicho grandes literatos, siempre supera a la ficción. El trozo de realidad que condensó magistralmente Ramírez Anderson en una hora y 20 minutos de imagen y sonido, estruja el alma.

Gente luchadora, «metedora de cuerpo», como dice uno de los entrevistados. Gente que coge la corriente eléctrica de donde puede cuando no se la dan. Que no tienen libreta de abastecimientos ni documentos de identidad legalizados. Que sobrenada entre tupiciones, goteras y albañales. Que construye ranchitos de madera con trozos de cajas de muerto. Que le dice a la cámara: «En este país del salario no se puede vivir: te mueres de hambre». Que se pregunta: «Si el café lo cosechamos aquí […], ¿por qué nosotros tenemos que tomar más chícharos que café?». O reflexiona: «Esto pa’ cambiarlo… esto es candela»; «la necesidad aquí es permanente».

Ancianas enjutas, niños con más guapería que tamaño, «aseres» y «aseras», que no han tenido más papeletas que vivir del invento, de la lucha. Madres con ojos gastados y una idea fija: «Cuando uno tiene un hijo es para a’lante… a lo que venga».

Y ahora hay muchos sorprendidos, o mejor, «perpletónitos» (neologismo que creó el inmortal Zumbado mezclando atónitos y perplejos) porque esos barrios, esas historias, esa pobreza y desaliento estaban ahí, esperando que les llegara algo más que el tremendísimo gesto poético de Silvio y quienes le apoyaron.

La TV nacional —que se dice pública y la pagamos todos de nuestro bolsillo— se preocupó exhaustivamente por evitarnos el «mal rato» y llevaba al menos seis años con el documental disponible sin proyectarlo. Seis años en los que —no hay que ser adivino para sospecharlo— algunas de esas pobres personas terminaron de morir lo que les restaba; otros, quizá, con temeridad y buena suerte se largaron en una balsa y llegaron a algún destino; y acaso la mayoría siguió «metiendo el cuerpo», más vieja, extorsionada y maltrecha que antes.

«He aprendido que la gente está jodida, muy jodida, mucho más jodida de lo que pensaba. Y bueno, eso es una manera de conectarse con la realidad de tu país, de seguir constatando las cosas como son», comentó Silvio en una magnífica entrevista, también de 2014. Y en el propio documental dice dudar de que esos entornos cambien, al menos radicalmente, en lo que le queda a él de vida; y que por eso la gira no va a terminar nunca.

Fecalismo (1)

«He aprendido que la gente está jodida, muy jodida, mucho más jodida de lo que pensaba. Y bueno, eso es una manera de conectarse con la realidad de tu país, de seguir constatando las cosas como son».

Ah, pero algunos perpletónitos se cuestionan todavía cómo es posible que en la Isla de los derechos, y las conquistas, y el ejemplo revolucionario de América Latina, donde no pasan dos horas sin que la TV nos ponga un programa patriótico o una cita de algún líder, donde los noticieros comienzan por lo que tuiteó o visitó o recomendó ese día el Presidente aunque caigan —literalmente— meteoritos en alguna parte del archipiélago; algunos se cuestionan, digo, cómo ese minúsculo fallo, esa breve manchita en el radiante Sol que es la patria, pudo existir sin que la viéramos y solucionáramos.

Y claro, rápido se consuelan diciéndose que no, que ya los programas sociales activados en más de 60 comunidades vulnerables —casualmente después del estallido social del 11 de julio último— deben haber colmado, con su militante abundancia, las carencias de dichos hogares.

¿Dije «estallido social»? Disculpen. Fue el mercenario corrector de textos. En verdad debí poner pequeños y aislados disturbios causados por una turba de delincuentes, de barrios conflictivos, financiados por el Imperialismo. Seguramente los mismos que ahora andan entregando carticas para marchar dizque pacíficamente el próximo 15 de noviembre. Vendepatrias y lacayos que no dejaremos circular ni en el portal de su casa, como es lógico.

Ah, pero para esos perpletónitos hay dos o tres malas noticias: Canción de barrio, con todo y su excelencia, no descubrió nada. El dinosaurio de esa miseria estaba hacía décadas allí y aún goza de una envidiable salud. En esta islita ejemplar se sigue practicando el fecalismo al vacío. Lástima que nuestros burócratas no acierten al menos a pasar en hora por las calles precisas para que del cielo les caiga la mejor muestra de lo que han hecho.

16 octubre 2021 29 comentarios 3.260 vistas
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Palabras 1

Palabras que definen

por Teresa Díaz Canals 15 abril 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Uno de los significados de la palabra melancolía es precisamente «una tendencia a la tristeza por la influencia deprimente de un lugar o de un ambiente».

Alberto Ruy Sánchez (Tristeza de la verdad)

***

¡Aquí hay que decir malas palabras!

Hace unos años, le advertí a algunos estudiantes que comenzaron a utilizar un lenguaje impropio para la academia, que en el aula no permitía que se dijeran «malas palabras». Si me hubiera podido mantener un tiempo más en la docencia, como era mi deseo, mantendría intacta esa postura, dado que para cualquier sociedad es muy importante eso que nuestro poeta José Lezama Lima denominaba «ceremonial».

Existen normas indispensables para establecer relaciones adecuadas entre los seres humanos. El civismo es el arte de la convivencia.

En mis conferencias insistí en transmitir que la ética también es una estética. Poseo el legado de haber tenido unos padres que jamás se manifestaron de manera vulgar, a pesar de que sus vidas transcurrieron en un contexto humilde. Ellos vivieron otra época, donde la decencia se acompañaba de cierta rigidez y, por tanto, de una cuota de violencia.

Recuerdo a mi madre cuando hacíamos una visita, si alguno de sus hijos hablaba en medio de la conversación de los adultos, solo tenía que abrir un poco más los ojos y enseguida entendíamos que debíamos callarnos.

En los años noventa del pasado siglo tuve que trasladarme a vivir a otro barrio del Vedado con mi hijo. Encontré allí un poco de todo: el radio o la televisión con el volumen al máximo, la apuntadora de la bolita, venta de drogas, peleas que a menudo terminaban en la estación de policía.

La sonrisa y las cavernas

Al principio de mudarme, una vecina me recomendó: «¡Aquí hay que decir malas palabras!». Se burlaba de mí cuando, después de regresar de Madrid, me aparecía con un café y le colocaba en la bandeja una servilleta traída del viaje. «¡Qué ridícula eres! Sabes muy bien que cuando pase una semana no vas a tener ningún papelito de esos» –me decía. Y era la pura verdad. Sin embargo, he mantenido esa costumbre hasta hoy.

Recuerdo mucho el consejo de esa vecina, pues en el transcurso de mi vida alguna vez he tenido que hacer uso de él.  Aunque confieso que no soy creíble en ese campo. Me respetan por otras cosas más que por gritar palabrejas.

Palabras y circunstancias

En uno de sus diarios, José Lezama Lima escribió: «Antes de sacarse los versos del alma, hay que sacarse el alma del culo». Y fue uno de los cubanos más cultos que ha engendrado este país.

Es conocida la anécdota de 1943, cuando Lezama se enfrentó –en la entrada de lo que fuera el Lyceum de La Habana, fundado por catorce mujeres en 1929– con ese otro grande de las letras que fue Virgilio Piñera, debido a la crítica que le hiciera este último en su artículo «Terribilia Meditans (II)», aparecido en la revista Poeta.

Se encontraban en los salones de esa institución, en el entreacto de un concierto con el Grupo Renovación Musical, y Lezama le gritó que le prohibía que su nombre apareciera otra vez en su «revista de mierda». Afuera soltaron piñazos, pero fue más un amago que otra cosa, debido a que Piñera esquivaba los golpes mientras algunos espectadores lo animaban: «¡Flaco, dale un ladrillazo!». Años después ambos se rieron del episodio.

Educar no es adoctrinar

Dentro de las hostilidades que por su parte padeció Piñera, está la discriminación contra su persona en la Revista Cubana, en 1959, cuyos redactores le negaron la publicación de un artículo porque reprodujo un fragmento de una obra donde se mencionaba la palabra «culo». Se alarmaron escritores como Cintio Vitier, Graciela Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, entre otros. A esto contestó Piñera: «¿Creen que aquí en el sentido cultural se puede ser decente?».

Al lado de mi casa vive un niño de un año. Algunas vecinas vienen casi a diario y le preguntan: «¿Dónde está mi “pichurri”?». Muchas veces, la palabra es dicha no en sentido figurado, sino con todas sus letras. El bebé, ante tanta insistencia, ya aprendió a tocarse los genitales cada vez que le mencionan la palabra y ello provoca la risa de los presentes.

Desde pequeño lo enseñan a naturalizar el vocablo y el gesto. Cuando ese precioso niño crezca y muestre lo que ahora es motivo de risa, otras personas lo rechazarán y comentarán que es un marginal.

Anteriormente expuse en un artículo mi criterio acerca de la publicación en el periódico Juventud Rebelde de una caricatura en primera plana de una mano haciendo la seña del órgano masculino que todos conocemos. «¡Esta es nuestra respuesta al imperialismo!»– decía el texto acompañante. Nadie rebatió esa penosa acción comunicativa, machista, vulgar, bochornosa.

En espera de algo

Ese artículo se presentó para un libro colectivo con algunos de mis colegas y cuando llegó a la editorial de la institución para la cual trabajé buena parte mi vida, fue retirado. Decidieron no incluirlo pese a haber recibido una mención especial del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en el 2015.

¿Y las malas palabras que se pronuncian hace ya mucho tiempo en las novelas cubanas? El arte no es un reflejo directo y burdo de la realidad. No me he enterado de que algún intelectual nuestro denunciara esas vulgaridades en la televisión cubana. Si lo hicieron, en una de las reuniones convocadas para cualquier cosa, el hecho es que la desfachatez continúa.

¿Y la frase reciente de celebración de una conga oriental que dice: «¡Oʼe policía, pinga!»? Aclararon que no tenía ninguna intención ideológica, por tanto, es políticamente correcta.

Cierta vez, una reconocida especialista en filología explicó en un programa televisivo que los tiempos habían cambiado y que las maneras de hablar también. Es decir, justificó lo que ocurría con el lenguaje. También un grupo de teatro en la pequeña sala El Sótano denunció en ese tiempo tal estado de cosas, pero la obra pudo verla solo un pequeño grupo de espectadores.

La inmensa minoría

El 4 de abril pasado observé en Facebook los sucesos que tuvieron lugar en el barrio de San Isidro y los debates posteriores acerca de las expresiones vulgares de algunos de sus protagonistas. Me llamó mucho la atención la declaración de uno de ellos en una entrevista que resumo: «Sí, soy un marginal. No me crié con mis padres, tengo un cuarto grado». Sus palabras me conmueven todavía.

¿Es que acaso esos muchachos salieron de la nada? ¿No son el resultado de las circunstancias en que vivieron? ¿No pueden aspirar a nada? Aspirar es, en sí mismo, vivir. Entre el lenguaje pedestre, superficial y arrogante de un joven con un mercedes Benz, me sensibilizo más por los seres de un barrio que sufre, ante una Cuba que duele. Los dolores ignorados suelen ser siempre los más terribles.  

15 abril 2021 27 comentarios 3.918 vistas
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China pobreza

China erradica la pobreza absoluta…y va por más

por Isidro Estrada 31 marzo 2021
escrito por Isidro Estrada

Mi suegra china quiere comprar un nuevo refrigerador. «Que sea de marca Siemens, con tres puertas y auto descongelación… ¡ah, búscamelo gris plateado!»– le exige con arrestos de quinceañera a su nieto informático, su habitual «representante» para compras en el abigarrado, pero siempre efectivo entramado del cibercomercio en Pekín.

Contemplo divertido el empeño que nuestra anciana despliega en el chat familiar y no puedo evitar evocarla con cincuenta y seis años menos, como la frágil veinteañera que pugnó a brazo partido por salvar su primer embarazo –mi esposa−, en tiempos en que solo disponía de agua de maíz para alimentarse ella y su bebé.  

Junto a varios millones de chinos, mi suegra ha experimentado el tránsito de la hambruna a la prosperidad relativa en poco más de medio siglo. En consecuencia, tengo que admitirlo: ¡Cómo has cambiado, China!

Apuesto a que, anodina como puede parecer, esta vivencia ilustra mejor que muchos gráficos y análisis la transformación por la que el país asiático ha atravesado, tras recorrer un prolongado camino preñado de reveses y logros, saltos y sobresaltos, siempre con un reto por delante, hasta declarar en fecha reciente que ha conseguido erradicar la pobreza absoluta. Esta afirmación me lleva a reflexionar: ¿cómo lo ha logrado, cuánto hay de cierto y/o irreversible en el anuncio y qué cabe esperar en lo adelante del llamado Gigante Asiático?

China en clave confuciana

Las cifras

En China se define el umbral de pobreza extrema tomando en cuenta a los habitantes del país que subsisten con un per cápita de 11 yuanes −o 1.70 dólares− al día. Si partimos de dicho ajuste, 98 millones 990 mil chinos habrían salido de las penurias económicas más acuciantes en los pasados ocho años, de acuerdo con el anuncio hecho por el presidente Xi Jinping, al dirigirse a las «dos sesiones» en febrero, durante las respectivas reuniones anuales en Pekín de la Asamblea Popular Nacional (APN) y la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh), máximos órganos locales legislativo y de asesoramiento, ocasión en que se abordan los temas de mayor peso para la vida en el país.

Tal empeño habría costado a las arcas nacionales la friolera de 246 mil millones de dólares, al decir de Xi, quien agregó que los beneficiados por la monumental campaña no tendrán que preocuparse en lo adelante por su vestimenta y alimentación, además de que el gobierno les garantizará atención médica, vivienda y educación. Este significa un paso gigantesco en la mejora social y supone adelantarse en casi diez años a las metas propuestas para China por el Banco Mundial, y a los Objetivos de Desarrollo sugeridos por la ONU para el planeta.

Los favorecidos del más reciente período engrosan las filas de quienes abandonaron la pobreza absoluta en China a partir de 1980. En conjunto totalizan 750 millones de personas, cifra que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) da por buena, y destaca que ella encarna las tres cuartas partes de la suma mundial en tal sentido.

Con el fin de garantizar el carácter irreversible del citado avance, el gobernante Partido Comunista de China (PCCh) propone mantener ayudas y subsidios a los sectores más vulnerables −mayoritariamente concentrados en zonas rurales− en el próximo quinquenio. Esto queda escrito en piedra por obra de las prioridades del XIV Plan Quinquenal, de 2021 a 2025, un elemento que en medio de la avasalladora reforma promercado de Pekín, reitera la supremacía del Estado como principal decisor-ejecutor de las medidas económicas.

A tal tenor, se enfatizará además en generar una multiplicidad de empleos en las zonas menos favorecidas por la prosperidad, haciendo buena la máxima china de que siempre será mejor «enseñar a la gente a pescar que regalarles pescado».

¿Todos felices con la noticia china?

Si bien prima un consenso laudatorio en casi todo el mundo respecto a este acontecimiento, no pocos cuestionan la validez del cálculo chino, ya que a diferencia de la local Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), con sus once yuanes diarios, el Banco Mundial ubica el baremo en 1.90 dólares, por poner un caso de divergencia de cálculos.

A guisa de explicación, es preciso recordar que a China la caracteriza una enorme disparidad en grados de desarrollo intrarregional. Mientras un habitante promedio de las áreas costeras surorientales −donde comenzó el proceso de reforma y apertura en los ochenta, con las zonas económicas especiales− vive con comodidades similares a un residente en Europa, muchos de sus compatriotas del centro-norte se ubican más cercanos a los desheredados que continúan arañando la tierra en procura de sustento en África. Lo mismo se aplica de una zona rural a otra. Más aun entre campo y ciudad.

China - Revolución cultural

La Revolución Cultural emprendida por Mao Tse-Tung fue traumática para China. (Imagen: Cartel de la época)

En 1978, superados los diez años de traumática Revolución Cultural (1966-1976), China vivía atenazada por el estancamiento económico. El treinta por ciento de la población se veía afectada por algún tipo de desnutrición, y tres de cada cinco menores de edad encaraban problemas de crecimiento. Para 1993, el país ya era autosuficiente en la producción de granos y otros muchos renglones alimentarios, lo que permitió eliminar los cupones de racionamiento, vigentes por dos décadas. Un año después se deshacía de los denominados certificados de cambio extranjero (FEC), que permitían a los extranjeros hacer compras en China pero quedaban por ley vedados a los nacionales, con lo cual unificó el sistema monetario bajo la égida del yuan o renminbi (moneda del pueblo).

Recién regresado a la arena política nacional tras años de purga, Deng Xiaoping, arquitecto de la reforma y apertura, percibía como un imposible el sacar de una vez de la pobreza a toda la población, de ahí que se decantara por un enfoque gradual, como parte del cual asumía que unos chinos mejorarían sus niveles de vida antes que otros. Los primeros, sostenía el llamado «pequeño gran hombre», servirían como «locomotora» del mejoramiento material para el resto del país. Esto ha ocurrido así en líneas generales, si bien la experiencia vivida desde entonces obliga a matizar.

Partamos de una realidad incuestionable: estas políticas denguistas eliminaron para siempre las cíclicas hambrunas que China padeció por más de dos mil años, hasta bien entrados los sesenta del siglo XX. Causas disímiles influían en estas reiteradas ausencias de alimentos, desde las catástrofes naturales que son harto frecuentes allí, hasta intentos humanos tan fallidos como devastadores.

Tal fue el caso del Gran Salto Adelante (1957-1962), en el cual se dieron la mano voluntarismo y empecinamiento ideológico con una férrea sequía y el cese de la ayuda soviética. ¿El resultado? Cifras millonarias de muertos por inanición entre el campesinado, más carencias extremas en las ciudades. Todavía al despuntar 1964, mi familia china y otros millones de compatriotas sufrían las consecuencias derivadas de aquella apuesta de Mao Zedong por superar a Occidente y llegar al comunismo montado en un expreso.

Cabe identificar un parteaguas en la asunción del poder político por parte de Deng Xiaoping, una vez muerto el Gran Timonel (1976), neutralizada la ultraizquierda (Banda de los Cuatro) y depuesto su último epígono en el poder, Hua Guofeng. Deng dio una señal de qué se proponía al optar por no suprimir la revuelta campesina de la aldea de Xiaogang, en la oriental provincia de Anhui.

Un grupo de labriegos de esa comuna se negó a entregar su producción al Estado, como dictaba entonces la política agraria. Firmaron con su sangre la negativa en un pliego de papel. Por fortuna para ellos, Deng estaba en la misma sintonía y les otorgó luz verde, instaló el contrato de responsabilidad familiar para los agricultores de toda China y desmembró el sistema de comunas campesinas. Comenzó así, por el campo, la era de transformación económica china, que ha desembocado en su poderío actual.

China - Deng

El ascenso al poder por parte de Deng Xiaoping marcó un punto de inflexión en la historia reciente de China. En la imagen, un cartel con su foto en la ciudad Shenzhen. (Foto: Peter Lim, AFP).

De ola en ola

Suele ser lugar común entre entendidos considerar que la reducción de la pobreza en China ha avanzado en forma de oleadas. La primera reforma denguista cubrió un exitoso lapso tras liberalizar la producción agrícola, lo que generó una disponibilidad de alimentos y otros artículos de consumo inédita hasta entonces, bonanza que duró hasta 1987. Desde ese año y hasta 1993, se produce un estancamiento en el proceso de revitalización al aflorar fenómenos desconocidos hasta entonces, como el descontrol de precios y el desempleo urbano.

Este período coincide en su comienzo con un súbito repunte inflacionario en las ciudades, factor que coadyuvó al estallido de las protestas de Tian An Men, en 1989. La represión armada que sofocó el descontento se tradujo en una súbita contracción de las expectativas reformistas, que de pronto parecieron condenadas al más estrepitoso fracaso.

Sin embargo, Deng sacó fuerzas de la flaqueza para superar el traumático episodio. Resistió las presiones y sanciones externas, por un lado; mientras por otro acallaba el vocerío que en las filas partidistas pedía un retroceso en los cambios. Tres años más tarde emprendió lo que sería la histórica «gira por el sur» del país, con la cual trasladó a sus coterráneos y al extranjero la voluntad de mantener y relanzar las reformas contra viento y marea.

Si hubiera que resaltar alguna característica de los dirigentes chinos de entonces acá, merecería la pena citar el compromiso con el curso indetenible de las reformas, por encima de cambios de estilo en la administración.

Tras la muerte de Deng, en 1997, se evidenció un descenso en el empuje de la lucha contra la pobreza, pero la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001, atestiguó un reverdecimiento de los esfuerzos, con resultados evidentes ya en 2005, cuando se informó de una reducción de un tercio en la cifra de pobres en tres años.

China Deng-Xiaoping

Los líderes de la República Popular China, desde Mao hasta Xi.

Un año antes, la administración del entonces presidente Hu Jintao anunciaba el fin del impuesto a los campesinos, vigente por más de dos milenos, y propuesto a quedar derogado en el término de un lustro. Esa medida ha actuado como un subsidio indirecto para millones de agricultores.

Hay una serie de elementos que se han derivado de, y/o han moderado el ritmo de lucha contra la pobreza en China, como el éxodo campesino a las ciudades, la complementaria urbanización del país, la creciente y amenazante brecha de ingresos rural-urbana, la existencia y necesaria transformación del hukou (permiso gubernamental que rige la ubicación domiciliar de los chinos), entre otros, pero los mismos merecerían una ponderación que de momento escapa a las posibilidades materiales de este espacio.

A modo de cierre, debe destacarse el notable espaldarazo que esta campaña ha recibido desde 2012, cuando el actual mandatario, Xi Jinping, también secretario general del PCCh, asumió como una tarea personal la búsqueda de una nación «moderadamente próspera» para 2021, lo cual se apresta a materializar en los próximos meses, como preámbulo a la consecución del denominado Sueño Chino o Revitalización Nacional. Dadas sus marcadas particularidades, el período «xiísta» también amerita un tratamiento aparte.

El porvenir aún puede reservar sorpresas, no siempre benéficas, para el desarrollo sostenible de China. De la sapiencia y buen tino de sus actuales dirigentes dependerá que los niños y adolescentes incluidos entre el casi centenar de millones de chinos recién salidos de la pobreza, se conviertan en ancianos que, a la vuelta de medio siglo, puedan encargar a sus nietos un refrigerador. Y de su color favorito.

31 marzo 2021 41 comentarios 2.975 vistas
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Madres

En la línea de lo inhabitable

por Redacción 27 febrero 2021
escrito por Redacción

La situación inhabitable de Mairiobis Zamora Hechevarría y su numerosa familia, publicada en este espacio el pasado sábado, recibió una respuesta positiva por parte del Estado y de la sociedad civil.

A continuación ofrecemos un seguimiento del asunto:

  1. Al día siguiente de la publicación de su queja, la visitaron dos trabajadoras sociales para informarle que se le entregaría un cheque por haber sido considerada su familia como núcleo vulnerable.
  2. El martes 23 de febrero la visitó un periodista del semanario provincial Girón, que amablemente conversó con ella, tomó algunas fotos y constató la veracidad de lo planteado. También le comunicó que el presidente Miguel Díaz Canel había indicado la atención a su caso.
  3. El mismo día 23, en horas de la tarde, Mairiobis se presentó en la Dirección de Trabajo y Seguridad Social, donde le fue entregado un cheque por valor de 4463 pesos. Además, se le prometió un fogón para que deje de cocinar con leña y unos colchones para sus niños. La Resolución 47, dictada por la ministra de ese organismo, favorece el apoyo monetario a familias vulnerables en dependencia del número de miembros que la compongan.

Numerosas personas, residentes dentro y fuera de Cuba, así como organizaciones religiosas, quisieron brindar su ayuda. Como resultado, recibieron hasta hoy más de 10 000 pesos, un envío de alimentos, leche en polvo y diversas donaciones de ropa para Mairiobis y los niños. Otras donaciones se esperan en los próximos días. 

Hacia todos los que se han preocupado y los que han ayudado de alguna forma, va el agradecimiento de esa familia.

(Foto: Nester Núñez)

    ***

En la línea de lo inhabitable

A nuestra sección llega el reclamo de la ciudadana Sofía Vallejo, quien escribe preocupada por el estado de deterioro e insalubridad de la casona cita en el número 757, en la calle Línea, entre Paseo y 2. La mansión de ocho dormitorios, devenida ciudadela en los años sesenta, sirve de vivienda según la remitente a 18 núcleos familiares.

El estado constructivo del inmueble es deplorable en sentido general, pero destaca el caso de la anciana Ángela. Esta señora de edad avanzada ha recurrido en varias ocasiones a las oficinas de la Dirección Municipal de la Vivienda y a Planificación Física, ambos en el municipio Plaza, para quejarse y pedir ayuda.

El cuarto de Ángela (Foto: Hilberto Nistal)

El cuarto de Ángela, quien desde hace algún tiempo ha tenido que mudarse con su hijo, sufre de una terrible filtración de agua proveniente del piso de arriba y el techo sobre su cama amenaza con caerse. No ha recibido respuesta alguna a sus múltiples pedidos de ayuda, pero aún cuando su caso requiere atención de las autoridades por tratarse de una persona de la tercera edad, el resto de los cuartos tienen una situación más o menos similar.

Por si todo esto fuera poco, la fosa de la vivienda vierte desde hace mucho tiempo su contenido putrefacto a la calle Línea, paradójicamente a solo unos metros de la oficina de Planificación Física Municipal. «¡Pronto tendremos una nueva epidemia llamada cólera!», concluye su correo la preocupada remitente.

Aguas albañales hacia la calle Línea (Foto: Hilberto Nistal)

***

Armando Celada nos escribe con una justa solicitud, pues entiende que la prohibición del ejercicio por cuenta propia a las actividades profesionales, científicas y técnicas constituye un obstáculo para los tiempos actuales, pues necesitamos de toda posibilidad de aporte al progreso y bienestar de nuestra nación.

Especifica su reclamo en un sector que otras veces ha tenido presencia en La Joven Cuba. Para él, «la legalización de las actividades de Arquitectura e Ingeniería para ejercer de forma independiente no constituye un antagonismo con las Empresas estatales existentes. No pretendemos suplantarlas. El objetivo es buscar un equilibrio donde coexistan las empresas estatales y todas las posibles formas de gestión, generando más allá del fin competitivo, un resultado palpable en la ciudad».

Vietnam, Cuba y los arquitectos

Como propuesta formula la descentralización de la arquitectura, atendiendo no solo a los grandes proyectos, sino también a la de pequeña escala que compone la ciudad. Igualmente señala que se podrían encontrar soluciones emprendedoras como aprobar asociaciones de profesionales de pequeña escala o de profesionales consultores que apoyen el actual proceso inversionista.

«Entiéndase que este reclamo más que de los profesionales surge de la propia sociedad, que a fin de cuentas, es quien nos necesita», concluye el ciudadano.

***

Cartas a La Joven Cuba, a diferencia de otras secciones de igual índole existentes en la prensa cubana, no tramita las situaciones aquí expuestas con las instancias pertinentes, solo ofreceremos el espacio para hacerlas públicas.

Para comunicarse con la sección, nuestros lectores pueden escribir al correo electrónico: cartasalajovencuba@gmail.com

27 febrero 2021 16 comentarios 2.977 vistas
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