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periodismo

Manipulación - preceptor

Comunicación, manipulación y consenso en Cuba

por Giordan Rodríguez Milanés 13 abril 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Así como Jesús invita a lanzar la primera piedra a quienes jamás han pecado, se puede retar a cualquier comunicador de este planeta a declararse libre de la intención manipuladora de sus mediaciones públicas. Todos manipulamos y, a la vez, todos somos sujetos de la manipulación expresiva.

Señalar la manipulación para descalificar a un medio o a un profesional de la comunicación, apegados a posturas ideo-políticas o doctrinas, magnifica algo que es inherente a todos los medios desde que el ser humano primitivo rasgara las primeras paredes de una cueva.

Cualquier estudioso de la comunicación lo sabe. Si digo que la Televisión Cubana manipula a sus preceptores cuando propaga extractos de discursos de Fidel Castro los días previos al VIII Congreso de Partido Comunista, no estoy diciendo nada ofensivo o descalificador. Si destaco que ETECSA le envía mensajes de textos a algunos de sus clientes, con consignas derivadas de esos discursos, tampoco estoy per se atacando a ETECSA. La manipulación ha formado parte, desde los albores de la humanidad, de nuestro instrumental comunicativo.

Ayer un conductor de la televisora granmense CNC dijo en su programa: «Hoy no podemos ocultar información». Se refería a cierto reclamo de parte de su audiencia sobre casos de «resultados de PCR inhibidos» en busca de positivos a la Covid-19. Aunque me aseguran que ni remotamente fue la intención del conductor –a quien conozco y sé que es una persona honrada–, a mí lo primero que me vino a la mente fue: ¿Ahora no ocultan información porque no se puede? Entonces: ¿Antes la ocultaban porque se podía?

Entuertos cubanos de lo político-ideológico

El lector seguramente ya habrá anticipado hacia dónde me dirijo, a otro precepto comunicacional ampliamente conocido: en los procesos de intercambios de ideas no sólo es relevante la intención manipuladora del emisor (el que inicia), sino que posiblemente sea más relevante aún, la postura interpretativa del preceptor (el que recibe el mensaje).

La potencialidad manipuladora de un mensaje no está tanto en la intención del emisor como en la postura interpretativa del preceptor. Lo resumía Faustino Oramas, el juglar holguinero apodado El Guayabero, cuando decía: «Yo pongo la cuarteta, el relajo lo ponen ustedes».

De tal modo, un preceptor común, al que le repitan que es sujeto de la manipulación, puede llegar a confundir un gazapo o un error, resultante de la incompetencia o la negligencia, con una oprobiosa trampa manipuladora. O, por el contrario, un preceptor ingenuo o tendiente al analfabetismo cultural puede creerse acríticamente cualquier idiotez o indignidad.

De hecho, en el contexto de las batallas ideo-políticas –con el uso de los símbolos– una de las más sutiles formas de manipulación de cualquiera de los  bandos es tratar de inducir en el preceptor la idea de que El Otro es peor y más antiético manipulador que uno mismo. Así se descalifica al contrario ante el preceptor que se pretenda ganar para la causa propia. 

Pero eso tiene un costo: el sacrificio de la verdad consensuada, que es aquella interpretación de la realidad que, una vez validada socialmente, permite el avance hacia lo que la mayoría ha establecido como meta.

El pan, el ruido y la democracia socialista

Si asumimos que la mayoría en Cuba ha refrendado como meta el tránsito hacia el socialismo, entonces toda forma de manipulación que atente contra nuestras verdades consensuadas, nos aleja de esa meta y nos va sumiendo en una especie de Imperio de la Estupidez Consentida. Allí el consenso no importa, sino únicamente la postura ideo-política de los actores respecto a lo que el grupo de poder político, o sus opositores, dictaminen como favorable a sus doctrinas.

En el caso de Cuba, se puede manipular en el sentido del consenso con la inclusión de todos, desde los seguidores incondicionales y acríticos hasta los hipercríticos, en aras de que los mensajes sirvan para prepararnos y modificar la realidad –resolver los problemas– en pos de la construcción socialista. También se puede manipular para distorsionar la realidad, ocultar lo que nos divide que es responsabilidad del gobierno, desde un extremo, o hiperbolizarlo desde el otro.

La pretendida totalización del arsenal simbólico cubano, en pos de la narrativa del apoyo incondicional al Estado –por un lado– o de la narrativa del fracaso absoluto, por el otro, sólo favorece a los extremos que apuestan por la fragmentación. A partir de esa convicción es que, en lo personal, he estado insistiendo en que los comunicadores profesionales públicos, en medios estatales, que supongo quieren lo mejor para Cuba, comprendan que toda manipulación a ultranza, cuyo único fin sea descalificar al otro sin atenerse a un mínimo de argumentación basada en hechos, sólo beneficia a los contrarios a la meta refrendada.

Realidad y símbolo en la guerra cultural

Va en detrimento de un sistema de valores acorde a un ser Humano crítico, inconforme, transformador, sacrificado y solidario que sería, en definitiva, el único ente social garante para alcanzar la meta del socialismo. Pero eso no significa que sea deplorable en si misma toda forma de manipulación, como ya he explicado.

 Por consiguiente es relativamente fácil lograr, a fuerza de la reiteración de un argumentun ad populis, que una multitud virtual repita que La Joven Cuba, por ejemplo, «ha cambiado sus enfoques y ya no vale nada». Lo difícil sería demostrarlo con hechos y, más que eso, modificar para bien aquellos segmentos de la realidad que mostramos desde nuestras «ópticas manipuladoras», y que los criticados parecen incapaces de resolver.

Porque se puede descalificar a este sitio, como mismo se puede descalificar al periódico Granma o a Cubadebate –ejemplos sobran. Lo complejo, lo que en mi opinión sería verdaderamente revolucionario, es aprovechar los puntos de vistas de unos y otros a favor de la construcción del socialismo, con la solución conjunta de los problemas, por encima de las diferencias de interpretación o expresión de esa realidad. Quizás esté aspirando a demasiado.

13 abril 2021 30 comentarios 3.102 vistas
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financiamiento

El dilema del financiamiento

por James Buckwalter-Arias 7 enero 2021
escrito por James Buckwalter-Arias

En las últimas semanas del año 2020 han coincidido dos dramas nacionales: uno en tierra firme norteamericana y el otro en el archipiélago cubano. Por muy diferentes motivos y de acuerdo con muy diferentes reglas políticas, los que detentan el poder han diseminado mentiras, calumnias, alegaciones infundadas –manufacturadas todas para legitimar su autoridad y su permanencia en el poder–. Se intuye que por arraigados que sean, los estados son en realidad frágiles creaciones humanas, tanto la democracia liberal y sus normas electorales por un lado, como el Estado autoritario de partido único por otro.

Con el fin de desprestigiar a los que critican los abusos del poder ejecutivo o policial contra los manifestantes pacíficos de movimientos como los de San Isidro o de Black Lives Matter –salvando las obvias distancias de todo tipo que existen entre ambos movimientos–, se han esgrimido sin fundamento los términos «mercenario», «traidor», «terrorista».

Y en el país más poderoso del mundo se alucina desde los «pasillos del poder» –the corridors of power–, con conspiraciones de un masivo fraude electoral. Dos estados postmodernos que en nada se parecen, comparten, a pesar de los contrastes, un similar desprecio por las verdades verificables, por el deber de mostrar datos, evidencias, pruebas. La verdad es lo que ellos dicten.

Podríamos suponer que para los que tenemos un pie en el continente y el otro en alguna parte del archipiélago, por una razón u otra –familiar, histórica, afectiva, profesional o ideológica– se trata de un simple accidente cósmico, algo así como la convergencia de Júpiter y Saturno que por casualidad produjo, justamente en el solsticio del 2020 el 21 de diciembre, una sola «estrella navideña», especie de ilusión óptica astronómica.

En fin, es un espectáculo digno de comentarse tal vez, motivo para levantar las cejas brevemente, pero sin trascendencia mayor para los no supersticiosos, un evento sin conexión con la realidad diaria de los seres humanos. Del mismo modo, las convulsiones contemporáneas de ambos lados del Estrecho de la Florida no guardan entre sí otra relación que la temporal. Casualidad sin causalidad.

En la superficie de la Tierra, sin embargo, o apenas debajo de esta superficie, descubrimos claras sinergias entre los dos fenómenos, vasos comunicantes entre disímiles realidades políticas: la hegemónica y relativamente próspera distopía en América del Norte y la asediada y subalterna distopía antillana. El rapero Denis Solís muestra una conciencia clara de los vasos comunicantes entre las convulsiones de ambas orillas cuando, acosado por la Seguridad del Estado cubana, declara: «¡Mi presidente es Donald Trump!».

Lo que sucede en Cuba sí tiene implicaciones para el proceso electoral en Estados Unidos y la política doméstica –implicaciones desmesuradas, desde luego, sobre todo en el sur de la Florida, estado con 29 votos en el Colegio Electoral–.

El Movimiento San Isidro (MSI) ya ha tenido repercusiones en la dinámica política de Washington y el senador Republicano Marco Rubio, por ejemplo, con los ojos puestos en la administración de Biden, esgrime los sucesos en la Isla como arma en su política de línea dura hacia Cuba. Los campos enfrentados preparan sus estrategias para los cuatro años venideros.  

Mientras tanto, al otro lado del Estrecho, el régimen descalifica a todo artista, activista o periodista independiente con etiquetas de «mercenario» o «traidor», una estrategia represiva sin justificación ni evidencia.

Es un viejo y probado mecanismo ideológico. «Al final –escribe Rafael Rojas–, la acusación misma de “mercenarios” y “terroristas” es el dato falso, entre otras razones, porque en muchos casos se elude la información precisa sobre el financiamiento externo y su penalización de acuerdo con las leyes del Estado. En un momento en que avanza la transición capitalista en Cuba, lo que se busca criminalizar no es tanto la disposición de fondos foráneos como el posicionamiento público en contra de determinadas políticas del gobierno».

A veces, el eco se escucha y se repite en el continente. Declarar desde tierra firme que todo cubano que recibe dinero del extranjero pierde legitimidad y se vuelve instrumento de la injerencia imperialista es igual de irresponsable. Pero para los que deseamos ver una sociedad civil cubana realmente independiente –independiente tanto del régimen en la Isla como del State Department estadounidense– nos resulta imposible afirmar, desafortunadamente, que no hay ninguna conexión entre los movimientos populares y el financiamiento extranjero.

Sería ingenuo decir que del millón de dólares que el Departamento de Estado acaba de destinar para Cuba, ni un dólar llegará a ningún miembro del MSI, o que el dinero otorgado por el National Endowment for Democracy para el mismo propósito no cala en este o aquel movimiento popular. No podemos insistir tampoco en que ninguno de los nuevos medios periodísticos —o ninguno de sus periodistas— ha recibido algún apoyo de los organismos estadounidenses con fines derroquistas.

Por más que quisiéramos hacerlo, no podemos afirmar de buena fe que la sociedad civil cubana constituye un sistema cerrado, insular, hermético, a prueba de injerencias extranjeras o alicientes económicos.

Aquí, desafortunadamente, todavía hace falta un aparte obligatorio. Tanto de este lado del Estrecho como del otro, la mera insinuación de la posible mala fe del gobierno «propio» que en teoría representa a los ciudadanos, provoca reacciones virulentas, acusaciones de «hacerle el juego al enemigo», de ser un «tonto útil», de abrigar «simpatías inadmisibles».

Se erigen caricaturas simplistas –la consabida falacia del hombre de paja– de quienes iniciamos un diálogo abierto y riguroso y articulamos preguntas incómodas. En la Isla son «mercenarios» o «terroristas». En el continente somos «primermundistas que abrigamos fantasías rojas», «comunistoides solapados o de pan con bistec». Dispensemos de golpe, entonces, con este simplismo.

Es posible y es urgente reconocer que ambos gobiernos, a fin de cuentas, no son ni más ni menos que eso, gobiernos, que no se rigen por las reglas ni de la ética ni del discurso racional, sino por determinados intereses estatales. Ninguno de los dos sirve de modelo al resto del mundo.

Vivimos entre «contramodelos»: uno hegemónico y relativamente próspero y otro asediado y subalterno –una economía dominante y otra subordinada en el mercado global–. Ambos gobiernos son responsables de violaciones de derechos humanos, de violencias contra los ciudadanos, de racismo sistémico, de atropellos a la dignidad humana, de campañas de desinformación, e incluso de centros de detención en los que los detenidos no han sido acusados siquiera de un delito.

Ahí está todavía el centro de detención en Guantánamo, por ejemplo, o los centros de detención en la frontera entre Estados Unidos y México. En Guantánamo acaban de recomendar la puesta en libertad de Said Salih Said Nashir, que lleva 18 años preso sin haber sido acusado nunca de ningún delito. En La Habana vemos los arrestos recientes de periodistas como Carlos Manuel Álvarez.

No se trata, insistimos, de establecer una equivalencia moral entre los dos estados, ni de sopesar los crímenes para así calibrar la relativa gravedad de las violaciones de derechos humanos allá y acá, de compaginar las interminables listas de mentiras y calumnias. Semejantes cálculos carecen por completo de sentido. Una obra dramática puede tener más de un villano. «A plague on both your houses», espeta un personaje de Romeo y Julieta.

Sintetizando entonces, debemos reconocer, sencillamente, que la sociedad civil cubana enfrenta dos adversarios estatales —uno que intenta reprimirla y otro que intenta instrumentalizar o cooptarla–. El código de ética de Periodismo de barrio, al reconocer el peligro injerencista, tal vez sirva de modelo —no sólo para la prensa sino también para las organizaciones civiles en general— al rechazar toda colaboración que no respete tanto la soberanía de Cuba como la autonomía de sus ciudadanos y organizaciones.

Código de ética

Pero en estas páginas se pretende reflexionar desde tierra firme, desde la óptica de la política estadounidense. La simultaneidad de los dramas nacionales en Cuba y Estados Unidos nos vuelve, acaso con mayor urgencia, a las preguntas de siempre, aunque en un alterado marco histórico e interpretativo: ¿Cómo debe la Administración Biden posicionarse ante lo que está ocurriendo en Cuba?

Los que, como dije anteriormente, por un motivo u otro tenemos un pie en ambos lados del Estrecho y nos comprometemos con un diálogo abierto, los que insistimos en la evidencia concreta y abogamos por los derechos civiles y sociales, por la soberanía nacional y el derecho de cada pueblo a participar en un gobierno que debe representarlos; tenemos el deber, sobre todo si vivimos y trabajamos en Estados Unidos, de preguntar sencillamente: ¿Cuál ha sido el impacto de la política estadounidense hacia Cuba?

Y ahora que por el momento el Colegio Electoral de Estados Unidos ha votado y, por lo visto, la república democrática sigue en pie, por más que trastabille: ¿Cuál debe ser la política de la nueva administración Biden, sobre todo teniendo en cuenta los últimos sucesos en el archipiélago cubano?

Aunque nada en la historia de la política de Estados Unidos hacia Cuba demuestra ni un compromiso con los derechos humanos de los cubanos ni con la soberanía de la nación caribeña, no por esto debemos dejar de clamar por una política coherente, humanitaria y de acuerdo con las normas internacionales.

No por la historia neo-imperial debemos dejar de clamar por una política que reconozca tanto los derechos humanos de los cubanos o de los estadounidenses; o de clamar por la soberanía del Estado menos poderoso. Entonces, pretendo reflexionar sobre un elemento concreto de esta política: los fondos destinados a «promover la democracia y los derechos humanos en Cuba».

Comencemos con aquellos datos verificables que pasan por alto los dirigentes en Washington y La Habana. El 24 de noviembre, el Departamento de Estado de los Estados Unidos anunció que un millón de dólares se destinaban a promover «los derechos civiles, políticos, religiosos, y laborales en Cuba». La investigación más importante que se ha hecho recientemente al respecto se titula The Cuba Money Project. ¿Cómo, concretamente, se emplea el dinero que este proyecto trae a la luz?

En auge el negocio de la democracia en Cuba*

La existencia de estas inversiones no nos permiten afirmar, como sí afirma el Estado cubano, que los activistas cubanos son mercenarios o traidores o buscavidas. Escribe Isabel Alfonso que «el 27N, tal como le han llamado a esta protesta, es, sin embargo, un movimiento de cosecha propia, resultante más bien de las propias dinámicas internas cubanas y de los procesos de liberalización asociados a la reforma económica del 2009, iniciada por Raúl Castro».

La espontaneidad de las manifestaciones y la autoctonía de los movimientos representan para la política estadounidense una oportunidad, un fenómeno social que debe instrumentalizarse, como lo demuestra claramente el anuncio del State Department del 24 de noviembre ofreciendo un millón de dólares para aumentar «los derechos civiles, políticos, religiosos, y laborales en Cuba». Como también observa Alfonso, «esta relación de interdependencia con Estados Unidos complica su legitimidad, no sólo con el Gobierno de la Isla, sino con el pueblo que mayoritariamente rechaza la intromisión de los Estados Unidos en los asuntos internos del país».

Esta intromisión no es ni minúscula ni irrelevante. El apoyo financiero estadounidense supuestamente destinado a fortalecer la sociedad civil en Cuba forma parte de una estrategia de «regime change» –estrategia que se vuelve incoherente y cínica cuando tenemos en cuenta que el embargo económico pretende provocar una sublevación popular a través del «hambre y la desesperación» de la población civil, según la propuesta original de Lester Mallory en el año 1960, Subsecretario de Estado que hizo sus cálculos desalmados en plena Guerra Fría–.

Es decir, el apoyo a algunas formas de periodismo, por ejemplo, forma parte de la misma estrategia derroquista que pretende privar de alimentos y de medios para satisfacer las necesidades básicas a los propios periodistas, integrantes del pueblo cubano, cuyos derechos civiles pretende defender. Incoherencia absoluta.

La lógica del sitio –vieja estrategia militar que se remonta al Emperador Julio César y los galos o al sitio de los romanos a los hebreos en la fortaleza Masada, en el primer siglo A.D.– no ha sido modificada ni redimida en los años subsiguientes a la implementación del embargo económico en 1961. Sesenta años de embargo han intensificado, sin dudas, las deformaciones de la economía cubana, pero no han provocado la sublevación soñada.

Nos queda, entonces, una política de «promover los derechos civiles» de aquellos a quienes también se pretende someter «al hambre y la desesperación». Queda fuera de mis conocimientos de las normas internacionales determinar si esto constituye o no un crimen de lesa humanidad.  

El hecho es que los Estados Unidos pretende a la misma vez promover los derechos civiles de los periodistas e intelectuales, mientras viola los derechos sociales de los mismos y de sus familiares, imponiéndoles una escasez, «to decrease monetary and real wages».

Cabe preguntar, además: ¿qué libertad tienen realmente los periodistas, artistas o activistas que bajo brutales condiciones económicas reciben fondos del Departamento de Estado o de instituciones como National Endowment for Democracy (NED) o United States Agency for International Development (USAID)?

No sabemos, en realidad, ni quién recibe estos fondos ni qué expectativas tienen los que los desembolsan. The Cuba Money Project aporta información vital, pero aún no disponemos de muchos datos sobre específicos proyectos subvencionados. Tracey Eaton, el autor de este proyecto, reconoce abiertamente que no sabemos a qué se destinan estos fondos. «Some programs are so secret that the recipients of funds are never disclosed». El financiamiento no es transparente.

La falta de información nos obliga a aventurar una especie de «análisis negativo». ¿Qué es lo que no se puede decir en los medios independientes –independientes con o sin comillas–? ¿Se podría publicar, por ejemplo, una denuncia frontal al bloqueo, una política destructiva —ilegal y despiadada— que el resto del mundo condena, año tras año, en las Naciones Unidas?

¿Se podría publicar, por ejemplo, una crítica del fracasado proyecto «Zunzuneo», que propuso, bajo la administración del presidente Obama y el vicepresidente Biden –que en pocas semanas asume el poder– provocar una sublevación? Tal vez no hay ejemplo más claro y reciente que ese para demostrar sin lugar a dudas que Estados Unidos emplea medios encubiertos y tecnología avanzada para crear plataformas «independientes» que sencillamente no lo son.

En el caso de «Zunzuneo», la participación de cubanos de buena fe haciendo comentarios legítimos o críticas necesarias –sin saber siquiera que participaban en un proyecto de USAID– no vuelve irrelevante el hecho de la injerencia estadounidense.

Si reconocemos los parámetros ideológicos que imponen estas publicaciones y tenemos en cuenta el bochornoso episodio del así llamado «Zunzuneo», debemos concluir por lo menos dos cosas:

  • aunque los periodistas cubanos que contribuyen a algunas de las publicaciones en línea son en su gran mayoría responsables, dedicados, y profesionales, su independencia del State Department o del  National Endowment for Democracy o de la USAID es algo que se tiene que defender de manera pública y colectiva.
  • no debemos suponer la buena fe del nuevo presidente electo, que asume su cargo en enero del 2021 sin haber reconocido nunca el papel de la Administración Obama en un complot de ciber-subversión que conllevaba posibles consecuencias violentas.

El financiamiento de Estados Unidos a algunos medios independientes cubanos, entonces, constituye un dilema. Es un error, por un lado, suponer que este financiamiento descalifica la existencia de una robusta sociedad civil de cubanos dentro y fuera de la Isla, o de valientes y brillantes escritores y activistas que asumen enormes riesgos en un sistema autoritario, arbitrario y represivo. Para los estadounidenses que lo duden, les recomiendo el documental de Isabel Alfonso, Rethinking Cuban Civil Society.

Pero también es un error suponer que las inversiones del Departamento de Estado tienen un efecto nulo o benigno en el discurso político, artístico, o periodístico en el archipiélago; que esos fondos se destinan a una libertad de expresión omnidireccional; y que los proyectos subvencionados admiten críticas a la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba –política que el mundo comprende como una violación a la soberanía de Cuba y un atentado contra los derechos humanos de su población–.

Este es el dilema, entonces, desde la perspectiva de los que residimos y trabajamos en Estados Unidos y a quienes el gobierno federal pretende representar: por un lado queremos que prospere una sociedad civil cubana y reconocemos que practicar el periodismo o la escritura requiere tiempo, estudios, esfuerzo, y dinero. Queremos que la sociedad civil cubana disponga de los recursos necesarios para escribir, publicar, diseminar ideas.

Por otro lado, los fondos de NED, USAID, y el Departamento de Estado le proporcionan al gobierno cubano el pretexto que necesita para descalificar los movimientos populares. Los fondos destinados a «apoyar» terminan deslegitimando.

Estos programas forman parte de una política de «regime change» que representa un atentado contra la soberanía cubana, una política que incluye un embargo que pretende someter la población civil a penurias, privaciones, y hambre. La política de Estados Unidos hacia Cuba desmiente los fines humanitarios, cívicos y democráticos de estos programas.

¿Es posible resolver el dilema? Si los programas de apoyo a la sociedad civil cubana pretenden tener un mínimo de legitimidad, tendrían que comenzar por desligarse por completo del Departamento de Estado y la política de «regime change».

Tendrían que poner los fondos en manos de grupos realmente independientes, organizaciones no gubernamentales que apliquen genuinos criterios periodísticos, que practiquen una transparencia en cuanto a los proyectos subvencionados y las cantidades desembolsadas, y que admitan críticas «omini-direccionales». Es decir, un periodismo independiente en Cuba necesariamente tendría que permitir críticas de la política estadounidense hacia la Isla –críticas de las violaciones de derechos humanos que implica el embargo económico y del papel injerencista de los Estados Unidos durante los últimos sesenta años–.

Finalmente, lo referido al financiamiento tendría que formar parte –apenas un inciso, en realidad– de una serie de recomendaciones a la Administración Biden y Harris que asume el poder en enero, formuladas por una especie de Cuban working group –o un network de tales grupos– y tendrían que incluir todas las recomendaciones urgentes respecto a la política estadounidense hacia Cuba, como el levantamiento del embargo económico y la libertad de los estadounidenses de viajar al archipiélago.

7 enero 2021 36 comentarios 1.371 vistas
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Nueva normalidad, viejas prácticas

por Resumen Semanal 10 octubre 2020
escrito por Resumen Semanal

¡Muy buenas! Doce provincias cubanas, más el municipio especial Isla de la Juventud, entrarán a partir del 12 de octubre en la tan ansiada “nueva normalidad”. Mientras, la reapertura gradual de La Habana duró 1 semana: se comenzará a implementar la tercera fase de recuperación en toda la ciudad. Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, las nuevas capitales pandémicas, continúan en la Fase de Transmisión Autóctona.

En otro orden de noticias, el periodista cubano Abraham Jiménez Enoa desoye las advertencias de la Seguridad del Estado y vuelve a publicar, días después de su detención, en el diario estadounidense The Washington Post.

Somos LJC y este es nuestro resumen semanal de la agenda mediática nacional.

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El presidente Miguel Díaz-Canel, así como el primer ministro Manuel Marrero Cruz comparecieron en el espacio televisivo Mesa Redonda, correspondiente al 8 de octubre, para informar -entre otros temas de actualidad- sobre  las nuevas medidas adoptadas por el país en el enfrentamiento a la COVID-19.

Cuba elimina las restricciones de salida a sus residentes y reabrirá la mayoría de sus aeropuertos

El principal cambio es la entrada a “la nueva normalidad” de todos los territorios, excepto La Habana, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila.

Marrero Cruz explicaba que en la nueva fase “se restablecería la actividad productiva y de servicios, fortaleciendo la vigilancia epidemiológica y el cumplimiento y control de las medidas higiénico sanitarias, así como otra posiciones que aseguren la protección de la salud.“

En sus canales de Telegram y WhatsApp, *LJC* replicó información sobre todas las medidas que se implementarán en la nueva fase.

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La Habana o cómo saltar del 0 al 3.

Retornemos un poco en el tiempo. El 7 de agosto, ante el incremento y la dispersión de casos en La Habana, el grupo temporal de trabajo para la prevención y control de la epidemia decidió retroceder a la capital a la fase de transmisión autóctona limitada. La ciudad volvió a cerrar, no solo para el resto de las provincias, sino también se limitó la movilidad interna. Los habaneros tuvieron que retornar al confinamiento.

Tres semanas después, las cifras de contagios por la COVID-19 no eran más halagüeñas, y la curva de contagios no invitaba al optimismo. Ante esta situación, el 1 de septiembre entró en vigor un paquete de medidas destinadas a endurecer las adoptadas el 7 de agosto. La Habana vivió un mes de confinamiento prácticamente absoluto.

El penúltimo capítulo de esta historia transcurrió el miércoles 30 de septiembre en el espacio de la Mesa Redonda. El gobierno nacional anuncia que empezarían a flexibilizar las medidas adoptadas en septiembre. Dicha flexibilización sería de forma “gradual” y la capital seguiría en la Fase de Transmisión Autóctona Limitada.

La gradualidad no duró mucho. Solo una semana después, Marrero Cruz anunciaba que La Habana entraba en la tercera fase de recuperación, la antesala de la “nueva normalidad”, la quimera de casi todos desde marzo de 2020. Al momento de escribir estas líneas, La Habana registró 20 casos en el día anterior.

La Habana, la COVID-19 y la “nueva normalidad” (II)

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La semana pasada fue noticia la detención del periodista Abraham Jiménez Enoa por hacer su trabajo. En un largo interrogatorio, según contó el periodista en su cuenta de Twitter, se le cuestionó el colaborar de forma habitual con el diario estadounidense The Washington Post. La Seguridad del Estado le advirtió sobre las consecuencias que podría tener si continuase escribiendo para dicho medio, siempre según el relato de Jiménez Enoa.

Ahora, la Seguridad del Estado no quiere que tenga esta columna, no quiere que cuente lo que yo cuento acá. Porque esos retazos de Cuba que publico cada mes, son algunos de los paisajes que el gobierno cubano quiere guardar bajo llave.https://t.co/9ogXGTE0ez

— Abraham Jiménez Enoa (@JimenezEnoa) October 5, 2020

 

Pese a las amenazas recibidas, The Washington Post en español publicaba el 4 de octubre un trabajo de opinión firmado por Abraham Sánchez Enoa, donde contaba, con mayor vuelo literario los detalles de su detención y las coacciones a las que estuvo sometido, al tiempo que reivindicaba su libertad para hacer periodismo dentro de Cuba.

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Para cualquier feedback, queja o sugerencia, recuerde que puede interactuar con nosotros en nuestro canal de Telegram: ➡️ https://t.me/lajovencuba

Somos @LaJovenCuba

10 octubre 2020 2 comentarios 502 vistas
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Del cine autónomo y otras cuestiones

por Resumen Semanal 27 septiembre 2020
escrito por Resumen Semanal

¡Muy buenas! La palabra “régimen” ya aplica también para el gobierno yanqui, a la contracultura cineasta no le convence “la independencia creativa”, Vargas Llosa sorprende al pueblo cubano y en Holguín anunciaron que se suspenderían los tests rápidos. Somos LJC, y este es nuestro resumen semanal de la agenda mediática del país.

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Añadiduras al Diccionario del Dirigente Revolucionario Cubano.

Díaz Canel estrenó en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) una palabra insospechada: “régimen”. No se refería a Corea del Norte ni a Bielorrusia ni a Turquía o a Irán, sino a Estados Unidos. “Hablamos de un régimen marcadamente agresivo y moralmente corrupto, que desprecia y ataca al multilateralismo, emplea el chantaje financiero en su relación con las agencias del sistema de Naciones Unidas y con una prepotencia nunca antes vista se retira de la Organización Mundial de la Salud, de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos”, aseguró refiriéndose a la nación norteña.

75 Aniversario @ONU_es | Intervención completa de nuestro Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, desde la cuenta de la Presidencia y el Gobierno de #Cuba🇨🇺 en la Plataforma Audiovisual cubana #PICTA.#SomosCuba #CubaInformatiza #CubaPorLaVida
👉https://t.co/Df6folDaiy pic.twitter.com/uGWVXfwtZ1

— Presidencia Cuba (@PresidenciaCuba) September 22, 2020

Durante la intervención, Díaz-Canel también pidió la democratización de la ONU para responder “de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos”. “Tanto como la solución a la pandemia, urge ya la democratización de esta indispensable Organización, para que responda de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos”, dijo el gobernante cubano.

Ante esas palabras, Morgan Ortagus, vocera del Departamento de Estado de EE.UU., expresó: “El presidente Díaz-Canel habló de democratizar a la ONU, pero no a su país”. “Él viola convenciones internacionales de trabajo que Cuba ha firmado, y sus falsas palabras sobre tratar a las personas con “dignidad” enmascaran su huella de injusticias y abusos a los derechos humanos”, escribió Ortagus en Twitter.

Las críticas del gobernante cubano a la administración Trump son compartidas por muchos de los presentes en el foro. El desconocimiento de las instituciones internacionales, la violación de las normas democráticas de su propio país y su relación con dictadores y autócratas de derecha, ha señalado al presidente de Estados Unidos como un rebelde que opera a espaldas de las normas globales. Por otra parte, los requerimientos democráticos que le hace Mortagus, no tienen en cuenta el estado de atrincheramiento y emergencia que provoca en  Cuba las sanciones que aplica su gobierno a la isla, que no han sido relajadas ni siquiera durante la pandemia.

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Al cine independiente le han surgido policías.

Todo comenzó con una entrevista a la productora Claudia Calviño para OnCuba sobre el circuito del cine independiente cubano-definido como aquel que se realiza fuera del ICAIC y el ICRT, estructuras y centros de producción audiovisual y cinematográficos del país.

Cuba nuestra: La polémica sobre el cine independiente cubano

En ella, la especialista -quien ha producido reconocidas películas dentro del cine independiente cubano, como “Melaza” o “Santa y Andrés”- decía que este no debía entenderse solo como un cine comercial, utilitario o complaciente ni como portador de los mismos valores de producción del cine financiado por instituciones públicas del Estado cubano, sino como un cine suplente de vacíos estéticos y narrativos nacionales, “como un cine muy honesto, de autor, político, un cine de guerrilla”. Además, recalcó la importancia de contar con un Fondo de Fomento, “nuestra nueva esperanza de la renovación, de las nuevas voces, temas y estéticas”.

Ante dichas declaraciones se levantó una acerada tormenta digital en redes sociales liderada por figuras establecidas del circuito independiente como Lynn Cruz o Katherine Bisquet, cuestionando a Calviño por el lado contrario de quienes suelen hacerlo de parte de los estamentos políticos nacionales. No la critican por usar la etiqueta de cine independiente y atreverse a separarse de la mano de Papá Estado, sino por no definir el cine independiente como un mundo enteramente opuesto al gobierno cubano.

Lo anterior constituye una forma de entender al cine independiente como una repetición continuada de una lengua política en fin de lograr una lengua estética (tan a los 60, al movimiento de la “épica revolucionaria”). Ante ella, llovieron contrarréplicas de figuras como Jose Luis Aparicio Ferrrera o Gustavo Arcos Brito rechazando empaques que limiten una función creadora, sobre todo si han de imponerse como un producto serializado a todos los que no entiendan el cine por el ICAIC et al. Lo importante, segun ellos, es defender la necesidad primordial del filmar, filmar, filmar y llegar a algo, a una independencia creativa, evitando así estilos, formas y catalogaciones a priori dado que, como toda etiqueta, la del “cine independiente” no es de automático líquida en valores positivos, no te da más dos puntos para un título de oro.

Julio Llópiz-Casal, artista visual, señaló que un cine no es “independiente o dependiente por sí mismo. Un cine es dependiente de algo/alguien, o independiente de algo/alguien.” La etiqueta puede ser especular -mirarse en el espejo y, si no ves al ICAIC, te la pones- y va sobre todo, apuntó, a una semántica financiera.

Más no podemos olvidarnos de Papá Estado. En este punto, la decisión iría, según Llópiz-Casal, de entender e interactuar con estructuras opresivas, canalizadoras en pos de una hegemonía política, hecho que no es obviable como no es obviable la censura aplicada tanto sobre Claudia Calviño como sobre Lynn Cruz. Por tanto el debate no habría versado de lo mismo, ni habría sido fructífero, pues “una discusión sobre ese tema no se logra ni poniendo sobre la mesa asuntos personales, ni desacreditando opiniones. Porque la mano de patadas por el culo que nos van a dar a Lynn Cruz, a Carlos Lechuga, a Miguel Coyula, a Claudia Calviño o a mí, cuando no le sirvamos al sistema, va a ser con la misma fuerza y con la misma bota”, dijo.

Carlos Lechuga, quién junto a Calviño es fundador de Cachita Films, terminó respondiendo a todos los alegatos acusatorios. Refiriendose a “Santa y Andrés”, repitió lo mismo que lleva diciendo desde el 2016: su meta era hacer y estrenar una película, no montar un perfomance ni acabar con el Festival de Cine de La Habana. Esas tareas les tocan a otros. “A mí me toca hacer cine, y a quien no le guste, su bolso con rueditas”, dijo.

Ante quienes desde la contracultura piden definiciones a su derecha a todo artista cubano, como si estuvieran en la Plaza de la Revolución, Lechuga respondió que “si tú haces tu película en tu casa con dos dólares y te crees el más independiente, es cosa tuya. Ahora bien, recalcarlo tanto y andar por ahí todo el tiempo repitiéndolo hasta el cansancio: yo sí, tú no, eso es bobería y desconocimiento. Créetelo de verdad y ya. Hay espacio para todos. No serruches el piso de los otros como un oficinista gris. Elévate. Elévate, espíritu maligno”.

Estamos en temporada de globalizaciones: nadie escapa a un vínculo, a una condicionante, a un pensamiento espurio a lo “esto no se puede/no hay dinero/no hay formas/no hay gente/nos van a partir las patas desde este o este o este lado/nos van a dar candela y tirarnos al río donde yacen los cadáveres que se echó el extremismo/ ¿Qué diría Miguel Coyula?”. Lo que sí se vuelve posible es entender -al menos en el cine o en el arte en general- la independencia como autonomía, como capacidad relativa de quién crea de signar -ante cualquier influjo externo, ante la ecuación del Valor del capitalismo o la igualdad tendiente a cero del autoritarismo- principios, valores, normas, productos y destinatarios por decisión propia, decidiendo actitudes por responsabilidad interna.

***

Para cerrar, en otro orden de noticias:

  • Sobre el desabastecimiento de alimentos en la capital -los famosos “camiones de Alquizar” no podían entrar- Julio A. Martínez Roque, Coordinador de los Programas de Alimentos del Gobierno de La Habana, reconoció en la Mesa Redonda que hubo una mala interpretación sobre la no entrada de vehículos a la ciudad, y dijo que no hay ninguna limitación para aquellos transportes que traen alimentos, para los cuales existe una flexibilización en los horarios que les permite arribar durante la noche.

Los nasobucos, los funcionarios y las multas

  • La doctora Yanelis Calviño Vega, jefa del Puesto de Dirección de Salud Pública provincial de Holguín, comentó en conferencia de prensa que debido a la ineficiencia de los resultados aportados por la aplicación de los conocidos test rápidos, en todo el país se decidió la suspensión de este control, por lo cual se ponderarán los criterios clínicos y epidemiológicos a la hora de identificar contactos y sospechosos, a partir de los positivos confirmados. Así, se adelantó al MINSAP y al venerable Durán en confirmar una noticia de gran relevancia para el país, lo cual vuelve a demostrar el valor de los medios periodísticos provinciales.
  • Mario Vargas Llosa nos ha dejado la pelota en cancha isleña. El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa afirmó en Miami que tiene la impresión de que el pueblo cubano “en cualquier momento” va a dar una “sorpresa”. Como siempre, se refirió a Cuba como una “dictadura ideológica” y, como siempre, elogió el modelo a seguir de Alemania sin mencionar la historia cubana y su relación problemática con Estados Unidos. Atilio Borón, en respuesta replicada en Cubadebate, continuó su largo idilio a distancia con Don Mario criticando no solo dichas ocurrencias sino, además, un artículo publicado el domingo 20 de septiembre de 2020 en El País donde Vargas Llosa afirmara que la cuestión de la pobreza en Latinoamérica se debe tanto a elección -los pobres eligen y los ricos dirigen- como a corrupción, más grave al parecer que en las Islas Caimán, en Bielorrusia o en un banco suizo. Borón, siempre tan efusivo, lo tachó de “imperdonable estupidez”. Ante esto, solo nos queda replicar, un dialogo acontecido en el grupo de debate de La Joven Cuba:

“Y Vargas Llosa  dijo que este año el pueblo cubano iba a dar una sorpresa.

  – Sí, sacaron picadillo por mi casa”

***

Para cualquier feedback, queja o sugerencia, recuerde que puede interactuar con nosotros en nuestro canal de Telegram: ➡️ https://t.me/lajovencuba

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27 septiembre 2020 4 comentarios 445 vistas
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orientaciones

Sin esperar orientaciones

por Yassel Padrón Kunakbaeva 21 agosto 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Para los que vivimos en Cuba, es fácil desilusionarnos de las posibilidades de cualquier actividad cívica. En lo que se refiere a mi generación, los nacidos entre finales de los ochenta y principios de los noventa, la mayoría no quiere escuchar hablar de política y menos intentar participar en la vida pública. Esto es consecuencia directa de tantos años de una política oficial encartonada y rígida, décadas en las que se ha exigido de nosotros únicamente resistencia y cumplimiento de las orientaciones.

No obstante, desde hace muchos años han aparecido alternativas a esa rutina gris, que han servido para que muchos recuperemos o aprendamos el gusto por la participación, entre las cuales se encuentran el activismo y el periodismo no institucionales.

Sí, fue necesario buscar un camino fuera de las instituciones establecidas. La vieja organización estudiantil, o la UJC, resultaron incapaces de ofrecer un camino atractivo y fecundo para los que tuvieran inquietudes cívicas, incluso en el caso de los que nos acercamos a ellas sin prejuicios y con convicción. De reunión en reunión, entre acta y acta, mientras los más pedestres problemas se quedaban sin resolver, todos fuimos aprendiendo que allí no había nada que hacer. Además, nos quedó la experiencia de lo que significa una organización internamente enferma, falta de vida, aplastada bajo su propio peso.

Muchas de las instituciones de la Revolución surgieron del maremágnum de hace sesenta años, y es evidente que en aquel momento estuvieron llenas de vida. Pero como dije en mi artículo Movimientos tectónicos, ocurrió una especie de congelamiento en el cual la lava acabó convertida en piedra. Toda la vida de una institución u organización, le viene de su nacimiento en el horno de la sociedad civil que se auto-organiza. En ese sentido, es el pueblo en su multitud de individualidades, el soberano, la única fuerza instituyente.

Al convertirse las viejas organizaciones más en un obstáculo que en una vía para el ejercicio de la actividad cívica, se hizo necesario el surgimiento de nuevas formas de auto-organización de la sociedad civil. El comienzo de este proceso puede rastrearse hasta finales de los años ochenta con el proyecto Paideia, o quizás más allá. Sin embargo, sería a partir de los años noventa cuando habría una explosión de proyectos comunitarios en todo el país, cuando comenzarían a desarrollarse nuevas formas de activismo antirracista, feminista, ecologista, etc. Muchas veces estos proyectos actuaban en espacios muy reducidos sin que pudieran ser conocidos, en una sociedad donde no existía aún Internet y donde los medios oficiales no les daban cobertura.

Este proceso continuaría en el nuevo siglo. Algunos proyectos tenían una perspectiva comunitaria, centrada en el barrio, otros tenían un objetivo más intelectual, de análisis teórico de la realidad cubana. En este sentido, no puede dejar de mencionarse la experiencia de Observatorio Crítico, con sus aciertos y desaciertos. También debe ser recordado el papel de Espacio Laical, una revista de la Iglesia Católica, en la difusión del pensamiento de una parte importante de la intelectualidad cubana.

Mi generación llega con los Lineamientos, Internet y la normalización con EE.UU.

Muchos de los viejos proyectos surgidos en décadas anteriores ya han desaparecido o se han debilitado, mientras que muchos nuevos han surgido. Se han consolidado experiencias de activismo, en los campos del feminismo, el antirracismo, la lucha por los derechos de la comunidad LGTBIQ, el ecologismo, etc. También ha aparecido una blogosfera, y en general una nueva hornada de medios de comunicación digitales no institucionales, como El Toque, OnCuba, Periodismo de Barrio y La Joven Cuba, entre otros. El periodismo fuera de las instituciones oficiales se convierte en la vía para que una nueva generación, ávida de decir muchas cosas y a su manera, pueda expresarse.

Las relaciones entre este mundo del activismo y las instituciones nunca fueron sencillas. Hubo proyectos que, por diversas razones, entre ellas haber hecho alguna clase de cuestionamiento político, fueron atacados desde la oficialidad y forzados a desaparecer. Otros fueron deliberadamente invisibilizados. Pero también ha habido experiencias de articulación efectiva, casos en los cuales las instituciones se han convertido en facilitadoras para llevar adelante esas causas, y donde muchos activistas han podido realizar su actividad bajo su manto. Estoy pensando por ejemplo en el Centro Martin Luther King, el Instituto de Filosofía o el CENESEX, que han realizado un trabajo valioso.

Siempre ha habido disposición, sobre todo entre los activistas que se ven a sí mismos en el campo de la izquierda y aún perseveran en creer que el sistema cubano es en alguna medida coherente con el proyecto socialista, para buscar articulaciones con las instituciones del Estado. Pero esto no quiere decir que esa articulación sea el único camino válido y efectivo para el activismo. Vamos a tener las cosas claras: el elemento activo en todo este escenario ha sido el impulso de los activistas que han decidido llevar adelante sus causas con o sin el Estado.

El caso de las instituciones que han sido vías efectivas para el avance de esas causas ha sido siempre un caso excepcional. En su mayoría, las instituciones solo han estado para poner trabas, obstáculos, o para cooptar los activismos y llevarlos a un punto en el que se pierda su filo crítico y se burocraticen.

Al día de hoy, la lava volcánica del impulso popular en la lucha por darle solución a los problemas de nuestra sociedad, late en el activismo y el periodismo que se hace desde fuera de las instituciones. En aquello que se hace porque sí, porque le nace de adentro a las personas, porque les quema el interior. En la medida en que algunas instituciones han logrado canalizar esa fuerza y reverdecerse, maravilloso. Pero pretender a estas alturas que es la vinculación con el Estado lo que da la llave para diferenciar una lucha auténtica de lo que es una “histeria irresponsable destinada a la manipulación”, es hacer gala de un vulgar espíritu carcelario.

Esa exigencia de pureza, de estar anotado en la nómina, solo cabe en la cabeza de los que se sienten cómodos con la rutina de cuartel y quieren que todos nos jodamos junto con ellos.

Por supuesto que en una transición socialista puesta sobre sus pies, las instituciones deberían convertirse en nada más que la sociedad civil organizada. Ese es el punto de vista socialista, por oposición al liberal. El problema es que hoy, desde la oficialidad, se comparte el punto de vista liberal de ver la sociedad civil como algo ajeno.

Para comenzar a salir de la situación a la que hemos llegado, habría que empezar por sacar adelante una nueva Ley de Asociaciones que permita que se ponga de manifiesto la verdadera estructura de la sociedad civil, una Ley de Prensa que le otorgue un espacio de legitimidad a los medios no institucionales que estén dispuestos a cumplir con la legalidad, y hace falta un trabajo político creativo que provoque un realineamiento de la sociedad civil con el proyecto socialista.

Es cierto que los proyectos surgidos fuera de la institucionalidad se han visto sometidos a otro peligro, el de ser cooptados por intereses extranjeros a través del financiamiento, muchas veces con dinero destinado por EEUU para el cambio de régimen en Cuba. Por lo general, este proceso termina teniendo un efecto similar a cuando son cooptados desde el Estado: caen en una propaganda vacía y se pierde tanto su filo crítico como su compromiso por la comunidad. Pero de este lamentable proceso no se puede sacar la conclusión de que la sociedad civil es un arma en manos del enemigo, como parece que piensan algunos teóricos de las guerras culturales.

La sociedad civil es el lugar de donde nace todo socialismo auténtico.

Dentro de este mundo fuera de las instituciones, que como decía más arriba, es donde late con más fuerza la lucha por la solución de nuestros problemas como sociedad, hay algunos proyectos de activismo o periodismo que han aceptado financiamientos de la NED o la USAID. Eso es, en muchos casos, una derrota para la Revolución. Cuando EEUU construye un fantoche de organización opositora en Cuba, sin vínculos reales con la sociedad, eso no tiene mayor trascendencia.

Pero cuando se trata de un grupo de jóvenes formados por la Revolución, que deberían compartir sus valores, y que tienen raíces dentro de la sociedad y una audiencia, se trata de una auténtica derrota en primer lugar de los que no crearon las condiciones para atraer y comprometer a esos jóvenes con el campo revolucionario.

Sin embargo, la sociedad civil no se reduce a esos grupos que han aceptado un financiamiento norteamericano, ni se la puede concebir como un arma en manos del enemigo. Tampoco se le puede exigir a la sociedad civil una disciplina partidista cuando, al revés, es el Estado el que no debería ser otra cosa que la sociedad civil organizada. Para los que sienten placer en cortar alas, debería llegar este claro mensaje: los tiempos están cambiando, y cada vez serán menos los que se sentarán a esperar que les den las orientaciones.

21 agosto 2020 64 comentarios 415 vistas
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Comunicación social en tiempos de COVID

por Consejo Editorial 11 agosto 2020
escrito por Consejo Editorial

Por: Giordan Rodríguez Milanés

Más de cien años de manipulación mediática han equiparado en la interpretación de las masas, los conceptos de información y comunicación. Incluso en alguna literatura académica, se usan indistintamente los términos medios de comunicación o medios de información.  Inexactitud no menor.

En sentido estricto, informar es emitir con éxito paquetes de datos codificados desde una fuente, y lograr encauzarlos a través de un canal hasta un receptor que posea la capacidad de decodificar esos datos y reconvertirlos, a su vez, en datos de orden diverso al original. Comunicar, en cambio, es establecer nexos de correspondencia entre la acción de un sujeto generador de información y otro sujeto con aptitud interpretante que, a su vez, se convierte en un segundo sujeto generador de información, y así progresivamente. Se puede simplificar el concepto de información y definirla como el paquete básico de datos organizados que permitirían la comunicación, con la salvedad de que, la información en sí misma, no garantiza relación de correspondencia o comunicación si no posee al menos los siguientes atributos mínimos:

  1. Ser pertinente.
  2. Ser contrastable con la realidad o la experiencia previa.
  3. Poseer relevancia semiótica, o sea, tener la potencialidad de producir significados en el otro.

Los procesos comunicativos poseen simultáneamente diversos caracteres y múltiples grados de correspondencia. Cuando se puede comprobar empíricamente que un proceso comunicativo concreto iniciado por un sujeto, con determinada intención, logra modificar a mediano o corto plazo el comportamiento de sus destinatarios en correspondencia con esa determinada intención, podemos afirmar que el proceso tiene carácter persuasivo. Hay otras formas de correspondencias no persuasivas que van desde la aceptación pasiva hasta la negación activa. Si me dicen que debo usar el nasobuco y lo entiendo, pero al final no me lo pongo, ahí hay correspondencia expresiva y aceptación pasiva porque entendí el mensaje, pero no hay persuasión porque no modifiqué mi comportamiento. Si me dicen que me tengo que poner el nasobuco y, no sólo no me lo pongo, sino que, además, intento elaborar una hipótesis en contra de la importancia de usar el nasobuco, aquí igual hay correspondencia expresiva, pero hay negación activa porque mi comportamiento va en sentido contrario a la intención del sujeto que inició el proceso. Generalmente esto último se da cuando la información carece de pertinencia en función del objetivo del sujeto emisor. Como ya el lector habrá podido seguramente apreciar, para que la información propicie comunicación y esta, a su vez, sea de carácter persuasivo, es necesario manejar una compleja gama de variables psicológicas y socioculturales que no es posible detallar en este texto.

La estructura de poder político centralizado que dirige la Comunicación Social en Cuba parece entender que existen medios o espacios informativos de tipo periodístico; y que, por otro lado, existen medios y espacios de tipo artístico que, por su función, se clasifican en divulgativos, didácticos, de orientación o de entretenimiento.  Craso error conceptual que conduce a la apreciación de que mientras más información periodística se bombardee acerca de un determinado fenómeno o proceso, mayor eficacia comunicativa se tendrá. En un contexto en que nuestros medios nos han saturado de información a través de diversos géneros periodísticos sobre la Covid-19 en Cuba y el mundo, el hecho de que, como resultado de la flexibilización de las correctas medidas de control y coerción para contener la pandemia, inmediatamente se pusiera de manifiesto la baja percepción del peligro entre un porciento no despreciable de habaneros, demuestra que el bombardeo de información periodística sobre un tema no garantiza, en si mismo, comunicación de carácter persuasivo. Porque una cosa es enterar al público, y otra, mucho más compleja e interdisciplinaria, es lograr que el público actúe en consecuencia.

Aclaro que ha existido información en espacios no periodísticos con funciones divulgativas, de entretenimientos, de orientación, etc, pero en no pocos casos ha sido incoherente con el mayor énfasis que, por mucho, se le ha dado a la de tipo periodístico, o viceversa. Y en otros, se ha presentado con poca creatividad y deficiente elaboración estética, con no pocas arengas y monólogos desde una posición de superioridad o regaño, en detrimento de resortes psicológicos y culturales de diversa índole.

El otro gran error que se está cometiendo en el manejo de la Comunicación Social en Cuba para prevenir la transmisión de la Covid-19 es la polivalencia de objetivos en los mensajes que muchas veces tienden a cancelar sus efectos. Por un lado, se dice que la Covid-19 mata y por otro, en ese mismo espacio, un titular subraya que llevamos tantos días sin lamentar pérdidas humanas. La fatal asociación de las actividades por el inicio del verano con la contención que se logró de la transmisión del virus a finales de junio. La constante yuxtaposición de nuestros logros científicos y de gestión de crisis –que no los dudo en absoluto- con la debacle que tiene armada Trump en su país. Y el peor dislate de todos, la resistencia a escalar el dramatismo y la crudeza de los mensajes preventivos por temor a un pánico social que no es propio de la idiosincrasia del cubano, más bien tendiente al choteo y con una gran resiliencia entrenada durante más de sesenta años de Revolución.

Obviamente, el retroceso de La Habana en la contención del Covid-19, tiene otras causas que trascienden el manejo de la Comunicación Social. Pero como escribí aquí mismo el pasado 23 de marzo, apenas 12 días después de la detección de los primeros casos en Cuba, y reitero ahora: la ejecución orgánica de una campaña propagandística de prevención directa sigue siendo prioridad. Una campaña dosificada, centralizada aunque tenga en cuenta las características propias de cada audiencia, con terminologías homogéneas y, sobre todo, orientada hacia un fin único: persuadir para  modificar los comportamientos riesgosos  ante la Covid-19, que va a estar entre nosotros por unos cuantos meses más y que, aun no sabemos, si el nuevo coronavirus va a mutar para peor.

La elaboración de cualquier instrumento estratégico con el objetivo de lograr determinada modificación del comportamiento social, no puede dejarse sólo en manos de las buenas intenciones de un grupo de ¨iluminados¨ por mucho conocimiento enciclopédico que tengan, o mucha preparación político-ideológica que hayan manifestado tener.

La Teoría de la Comunicación es una disciplina científica, con su propia epistemología, que interactúa y se enriquece de otras ciencias como la matemática, la psicología, la semiótica y la sociología.  Ante la crisis provocada por la Covid-19, del mismo modo que el presidente se reúne con biólogos, médicos, genetistas, matemáticos, bioestadísticos, le sugiero tenga en cuenta el acervo comunicológico cubano no sólo en el sentido del estudio de los procesos sino, sobre todo, respecto a la elaboración creativa de mensajes persuasivoss en aras de aumentar a corto plazo la percepción del peligro ante la pandemia. Ya después habrá que crear conciencia de que el mundo será otro después de este 2020, pero para eso se necesitaran otras herramientas y otro tipo de mensajes.

11 agosto 2020 7 comentarios 454 vistas
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Martí y la catequesis del Granma

por Yunior García Aguilera 13 junio 2020
escrito por Yunior García Aguilera

Ernesto Estévez Rams vuelve a motivarme a escribirle, luego de su polémica “silla voladora“. Esta vez, el Granma publica una visión particular del autor sobre la frase martiana “con todos y para el bien de todos”.

Es un derecho legítimo de Estévez Rams exponer públicamente sus opiniones. Si hubiese un decreto que le reprimiera esa libertad, yo me opondría decididamente. También es un derecho de Granma sostener su línea editorial, aunque a algunos nos parezca cada vez más fosilizada y ajena a la diversidad que caracteriza la expresión del pensamiento en la Cuba de hoy.

En mi opinión, el texto de Rams abunda en contrasentidos. Expone al inicio una visión martiana que luego intenta reducir y ajustar a su propia postura ideológica. El autor trilla la obra del Apóstol y escoge, para formular su tesis, solo la parte que le resulta cómoda.

El singular liberalismo republicano de Martí, lo hizo echar su suerte con los pobres de la tierra. Y en sus críticas a la idea socialista casi siempre mostró su empatía con políticas que atendieran las demandas de los más humildes. Pero NUNCA ignoró los peligros del funcionarismo autocrático.

En su artículo, Estévez pretende dividirnos en tres castas: los iluminados que trabajan “para el bien de todos”; los adeptos a “vilezas” que deben ser excluidos; y los que debemos hacernos a un lado para no “estorbar” a los primeros.

¿En qué casta ubica Rams a los monopolios de la Cuba actual, a la “ocupación privilegiada y pingüe” de ciertos funcionarios, a los que aspiran a reducirnos a “siervos silenciosos del Estado”?

Afortunadamente, a nuestro Martí no hay que traducirlo desde el hebreo, el arameo o el griego. Su obra no está encriptada en un lenguaje hermético que nos haga depender de eruditos o iluminados evangelizadores. TODOS tenemos la posibilidad de acercarnos a sus textos y llegar a conclusiones propias.

Por suerte, nadie ha sido designado por poderes celestiales para decidir quienes caben o no en ese “con todos” que definió el Apóstol. Y tampoco nadie, ni Rams ni el Granma, logran convencernos de desistir en nuestro derecho de expresar lo que entendemos como “el bien de todos”.

La República que soñó Martí, también fue imaginada contemplando una puesta de Sol. Y a esa NOCHE oscura, pero profunda, compleja y diversa, también le llamó Patria.

13 junio 2020 16 comentarios 315 vistas
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robada

La entrevista robada

por Giordan Rodríguez Milanés 27 mayo 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Finalmente voy a hacerle una entrevista a un girovagante, como solían llamarle Raúl Roa y Alfredo Guevara a este tipo de persona. Este Girovagante es eso, un tipo que da vueltas sobre si mismo, sin consciencia de la inutilidad de su importancia. Y le teme al poder de la palabra, por eso la entrevista es robada. En esta masa informe llamada pueblo, ha sido educado al compás del metrónomo en la restricción, el reduccionismo, la descalificación, el escarpelo político y la colectivización moralizante.

Al Girovagante hay que hacerle preguntas simples sin el más mínimo resquicio a la pluralidad o la duda porque, aferrado a su espíritu ahorrativo, el tipo sólo se permitirá el uso de dos o tres ideas propias para responderte, y muchas citas y consignas. En aras de la buena comunicación, no deben usarse palabras como “libertad,  que le espanta si se trata de respetar la ajena, o “democracia”, que suele sobresaltarle, y ni se te ocurra usar ninguna derivada de la raíz disenso. El término “participación” le produce impotencia y “diversidad” pondría su identidad sexual al borde del colapso.

Su oficina: ordenada, pulcra y bien climatizada, muestra en las paredes cuatro fotografías propagandísticas que me ubican rápidamente en los paradigmas que él espera asociemos con su comportamiento laboral y personal. “Cualquier comemierda publica un libro en este país”, me suelta de saludo el Girovagante. Me invita a sentar frente al buró sintético con ribetes de modernidad, tapizado con un cristal bajo cuya transparencia apresa sus planes de trabajo, las reuniones de sistema y las directrices. Detrás los cuadros de Fidel y Raúl, “una pequeña indisciplina que me permito”, me advierte, “porque en nuestro país no practicamos el culto a la personalidad”.

Se reclina en la silla giratoria: “La Revolución ha sido tan magnánima con los llamados intelectuales que cualquier advenedizo, sin formación universitaria ni cultura política, intenta sacar los ojos a la obra suprema que le ha dado luz”. Está vestido con prendas demasiado fosforescentes, que no contribuyen mucho al triunfo proletario. “Hay quienes se dedican a criticar a los dirigentes porque son incapaces de brillar por si mismos como escritores”, comenta sin que aun éste entrevistador haya abierto la boca.

Sonríe y se acomoda los ricitos de oro, al estilo Matojo, con un gesto casi afeminado que nada tiene que ver con el personaje. “Yo vine aquí porque me dieron una misión, una tarea, y he sido formado para cumplir disciplinadamente cualquier misión que se me encomiende. Mañana puedo estar en otro lugar, incluso puedo estar en un aula impartiendo clases de lo que me gradué en el instituto pedagógico, no tengo ningún aferramiento a este puesto”.

“¿Qué tiempo usted impartió clases después de graduado en la Universidad?” Al fin logro preguntar.

“Tiempo, no. Ni un minuto. Sólo impartí clases en los ejercicios de exámenes, y a veces ni en esos, porque siempre andaba ocupado en asuntos de mi vida como dirigente estudiantil, pero estoy dispuesto a ir a un aula o adonde se decida…”

“¿Lo decida? ¿Quién lo decida?” Estoy dispuesto a pasar a la ofensiva.

“El país, por supuesto”.

“O sea, ¿convocará un referéndum para que la gente vote si usted se dedica o no a lo que estudió en la Universidad?” El Girovagante lanza una carcajada, se inclina hacia delante, pone los codos sobre el buró y me mira como el juez al condenado:

“Tú sabes a quiénes me refiero”.

“No, no lo sé, la verdad”, le respondo mientras levanta el auricular del teléfono y marca un número. “Cuando usted dice ‘el país’ –agrego-, pienso en una metáfora geográfica de todos los cubanos que vivimos en la isla parecida al caimán. Otra cosa sería ‘la nación’, o sea: todos los cubanos vivan donde vivan y sus aportaciones culturales, creo yo”.

Ante mi andanada, mira al vacío, a un punto intermedio entre la infinitud de la materia. Espera que alguien le responda al otro lado de la línea, cuelga, y se me encara como quien escruta. Le pregunto cuándo descubrió su extraordinaria vocación para liderar procesos políticos o administrativos…

“Bueno, el problema es que yo no lograba aprender a leer ni escribir muy bien a pesar de haber llegado al tercer grado por mi buena conducta y participación en las tareas. Entonces la maestra, como incentivo, me entregó una libreta para anotar a los que llegaban tarde al matutino o hablaban en la fila hacia el comedor del semi-internado”.

¿Y logró aprender a leer y a escribir correctamente?

“Sí, claro hombre, de otra manera no estuviera aquí. Pero nunca a leer letra impresa ni a escribir otra cosa que no sean anotaciones hechas en cursiva. Para lo demás está Maritza, la secretaria”.

“Sígame hablando de su trayectoria”.

“Después, como jefe de colectivo, realicé una encomiable labor en la búsqueda y captura de comedores de guayaba, y de más está decir que desde entonces participé activamente en actos políticos y desfiles conmemorativos”.

“¿Cómo espera enfrentar su nueva tarea al frente de esta entidad?”, pregunto mientras Maritza entra con unas tazas de café.

“Pensando todo en las decisiones del país, las directrices del partido y las orientaciones del gobierno provincial”.

“¿Y el pueblo, la gente de la comunidad? ¿No pensará en ellos?” Debo confesar que el café nada tiene que ver con el de la bodega.

Justo cuando se inclina hacia adelante para comenzar a responder, el teléfono suena, el Girovagante me da la espalda y habla con alguien. Se vuelve. Está más colorado que un tomate putrefacto, y es él entonces quien pregunta…

“¿Y a ti quién cojones te mandó a entrevistarme, porque ya me avisaron de que no perteneces a ningún órgano de prensa autorizado?”

Comprendo que ha terminado la entrevista.

27 mayo 2020 16 comentarios 413 vistas
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