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Paz y gestión política del conflicto

por Ivette García González 14 julio 2021
escrito por Ivette García González

La responsabilidad del Estado con la paz ciudadana y la gestión política de los conflictos son cruciales. Cuando se ocultan, tergiversan o subvaloran los diferendos internos y la capacidad de negociación del gobierno es limitada, la situación sociopolítica tarde o temprano deriva en caos.

Es lo que ocurre hoy en Cuba, expresión de la crisis de gobernabilidad anunciada. En textos anteriores llamé la atención sobre el peligro del extremismo político, la violencia y la urgencia del diálogo nacional.

Las inéditas protestas cívicas del domingo pasado en varias ciudades del país, incluida la capital, eran previsibles. Tuvieron factores detonantes, pero sus causas son profundas. Se sumó la incitación desde el exterior y hubo incluso algunos llamados a fórmulas impensables e inaceptables como una intervención humanitaria o de los EEUU en el país.

La comparecencia del presidente de la República a las 4:00 de la tarde de ese día no pudo ser más errática. Debió llamar a la paz, impedir la represión e informar sobre acciones concretas de solidaridad con Cuba que la mayoría desconoce, pero optó por viejos mecanismos manipuladores y consignas incitando a la violencia. La del lunes fue más sosegada, pero en los mismos términos y justificando la ejercida bajo su amparo.

Protestas que eran pacíficas se complicaron desde la tarde con actos vandálicos, mayor confrontación y arresto violento de muchos ciudadanos. Las consecuencias en detalles se desconocen todavía.

Paz

Autos volcados por manifestantes durante las protestas del pasado domingo (Foto: Yamil Lage/AFP)

Algunos precedentes

La crisis estructural y sistémica se complejizó por el impacto de las sanciones trumpistas, el desabastecimiento y la carencia extrema de productos y servicios básicos. También por la falta de libertades y efectos de medidas impopulares adoptadas desde el año pasado. Todo eso ha provocado agotamiento y tensión social extremos, no gestionados con lente político. Señalo algunos ejemplos en dos ámbitos:

La pandemia:

– Se han incrementado las violaciones de derechos humanos y la represión; los encarcelamientos expandieron el fenómeno y provocaron más traumas a las familias.

– Los medios oficiales replicaron el estilo triunfalista del gobierno y apelaron a la confianza y resistencia del pueblo mientras criminalizaban toda crítica. El día antes de las protestas se registró récord con 6923 nuevos casos y 47 fallecidos; Matanzas como epicentro.

– Hubo dilación excesiva del proceso de inmunización. La producción de una vacuna propia no impedía gestionar donaciones de las ya existentes ni adscribirse al COVAX integrado por 190 países.

La situación económica:

– Las causas internas de la crisis se mantienen y muchas se agravaron en virtud de la lentitud respecto a transformaciones que son urgentes.

– Las inversiones se concentran cada vez más en servicios empresariales, actividad inmobiliaria y de alquiler incluido turismo, en detrimento de sectores prioritarios: agropecuario, salud y asistencia social.

– El país se privó de remesas por vía regular desde la sanción a FINCIMEX -empresa del sector militar sancionada por EEUU-, pero no existe explicación plausible para la negativa gubernamental de designar una entidad civil que la sustituyera para ese fin.

Medidas emergentes para una situación límite

Situaciones de emergencia demandan medidas emergentes y prueban la capacidad de negociación del gobierno. Requiere discernimiento, visión y reconocimiento de la sociedad civil como actor también en las relaciones internacionales. Las victimizaciones y atrincheramientos de gobierno y seguidores no ayudan. Tampoco criminalizar toda crítica, responsabilizar de todo a factores externos o rechazar iniciativas que no estén bajo control absoluto del Estado.

Urge la adopción de medidas tales como:

1. Detener toda forma de represión.

2. Hacer llamados conciliadores desde el gobierno para gestionar la emergencia y la solución del conflicto.

Paz (2)

Manifestantes en las cercanías del Capitolio de La Habana (Foto: Yamil Lage/AFP)

3. Reforzar medidas sanitarias y de atención a sectores vulnerables.

4. Ampliar las formas de gestionar la solidaridad. El día antes de las protestas, Cubadebate ofreció amplia información sobre el volumen de donaciones que se han recibido durante la pandemia, además de 543 ofrecimientos de más de 51 países al cierre de junio. Sin embargo, la realidad indica que no es suficiente.

El gobierno debería rebasar esquemas tradicionales y abrirse a fórmulas más acordes al escenario de emergencia y las potencialidades de la sociedad civil,  aceptar la ayuda de donde venga, no permitir la comercialización de ningún donativo y gestionar el proceso sin monopolizarlo. Dos vías serían fundamentales:

– La estatal, que se canaliza con organismos internacionales y países a través de nuestras embajadas. Entre los días 9 y 11 pasados se publicó el anuncio en 35 de las 123 existentes. Contempla donativos en efectivo y de insumos médicos (jeringuillas, máscaras, guantes, etc.).

– La sociedad civil puede complementar esos canales incluyendo ayudas en alimentos, medicamentos y otros productos básicos para las familias. Solo requerirían coordinación con el gobierno para que -como se expuso en este foro recientemente- flexibilice las medidas aduaneras y permitan los arribos con destino a organizaciones sociales, iglesias, etc. Hace más de una semana se han organizado diversas fórmulas vía Facebook, Twiter y Watsapp, definiendo puentes y redes de apoyo dentro y fuera de Cuba. Entre ellos con el Centro Memorial Martin Luther King, Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, Gran Logia de Cuba, Grupo #SOSMatanzas, facultades universitarias y también fuera de Cuba, con Caritas además de voluntarios desde México, España, Ecuador y EEUU.

5. Transparentar toda la información en los medios de comunicación incluyendo las redes sociales, contemplando procedimientos para ayudas, prioridades y normas sanitarias para la recepción.

6. Ofrecer un plazo para empezar a negociar con la sociedad civil una hoja de ruta para un diálogo nacional.

El llamado de hoy para todo cubano debe ser «no a la violencia» y por la gestión política del conflicto, que no implica desconocer ni renunciar a derechos fundamentales. El gobierno debe comprender la complejidad del momento y sus causas, los enormes factores de tensión que vive hace tiempo el pueblo, una parte no despreciable del cual tiene importantes demandas que no encuentran una canalización efectiva. Volvamos a José Martí: «La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie».

***

(Conozca la posición del Consejo Editorial de La Joven Cuba sobre los eventos del pasado domingo, 11 de julio)

14 julio 2021 117 comentarios 4k vistas
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Del odio

por Manuel García Verdecia 8 diciembre 2020
escrito por Manuel García Verdecia

Vituperios como razones y argumentos en las redes sociales, reyertas por diálogo en los sitios de opinión, pendencias entre partidos como ética política, abusos a niños, golpizas cuando no asesinatos a mujeres, tapabocas a quienes disienten, marchas pacíficas disueltas a porrazos y balas, migrantes en busca de hogar seguro dejados al azar de la intemperie, genocidios en nombre de determinada fe, crímenes raciales, gobiernos impuestos por la razón de la fuerza, guerras por intereses mercantiles disfrazados de asistencia liberadora…

Tal es, en parco resumen, el panorama de este mundo. Una energía, potente como la gravitación universal, pero perniciosa y mortífera, parece hacer girar al planeta.

No hay fuerza más destructiva que el odio. Genera entre las personas constante resentimiento, agresividad, animadversión, rencillas, guerras, ansias de aniquilar al semejante. Pero el odio no solo hace daño al otro. En primer lugar perjudica al propio odiador. Lo sume en un estado de perpetua irritación, de obnubilación que no deja actuar a la sensatez, que enturbia la comprensión, que aleja todo afecto. La persona que odia no conoce la paz interior tan necesaria para acercarse, comprender y actuar debidamente en el mundo.

Y no se trata de la ira que es una energía necesaria para proceder con fuerza ante algo que nos lesiona, pero que no deja secuelas. La ira es ocasional y enfocada a un acto, el odio es permanente y se proyecta ante todo lo que el individuo considera inconveniente. Va dirigido no a los actos de una persona sino a la persona misma, pues se ve a esta como causa de nuestras decepciones, frustraciones y derrotas. Al ser un impulso instintivo e irracional actúa de forma desproporcionada y arrasadora contra el objeto de su animadversión.

El odio es fruto de la incapacidad del individuo para la autocrítica, el diálogo y la tolerancia. La arrogancia de pretender que siempre tenemos la razón o el rencor de creer que siempre somos la víctima es lo que genera el odio. Es por eso tan necesario el autoconocimiento, el pensamiento crítico, la sensibilidad ante lo diferente, el razonamiento asistido de sensibilidad humana.

Nadie es perfecto, pero eso no nos hace peores, solo humanos. Saber y aceptar esto nos lleva a una mayor paz interior, a una constante autosuperación y a un espíritu conciliador tan necesario siempre para el equilibrio de las relaciones humanas.

Por su carácter ofuscador y agresivo, que no admite otros argumentos que los de su pasión exacerbada, el odio puede ser fruto de manipulación para tétricas misiones. Precisamente, conocedores de la pujanza demoledora de este sentimiento, muchos capos de masas humanas lo han aprovechado para azuzar a favor de sus propósitos a unos grupos de sujetos contra otros.

Es la virulencia que atizó Franco contra los republicanos, el encono que incitaron los gobernantes pretorianos contra los negros sudafricanos, la carnicería que logró desatar Hitler contra los judíos y otras minorías o el minucioso exterminio de Stalin a sus opositores, solo por citar unos casos conocidos.

El mundo solo tendrá paz cuando nos acerquemos los unos a los otros a consensuar, a compartir y cooperar. Cuando se asuma una actitud así, los bandos y partidos solo servirán para objetivos concretos, pero nunca para la anulación o eliminación del otro.

El otro diferente es solo la parte que me hace comprender que la vida es mucho más que mi yo y lo que creo, y que todos podemos convivir con cordura, comedimiento y respeto. Alejemos con autosuperación esta cualidad aciaga porque, como decía Martí: «El odio es un tósigo: ofusca, si no mata, a aquel a quien invade».

8 diciembre 2020 30 comentarios 2k vistas
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Unanimidad y la paz de los sepulcros

por Consejo Editorial 6 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Ariel Montenegro

(Este texto publicado en Febrero 2017 fue de los más leídos en el año)

En nombre de valores universales me piden prudencia a cada rato. Pero aprendí hace años que todo es cuestionable: la democracia, los derechos humanos, la evolución, el big bang o la existencia de Dios.

Ha pasado, pero es raro que el paladín de alguna causa te pida que te bajes de su tren, todo lo contrario. Te dice que te acepta, que te respeta, que lo importante es estar todos unidos.

Y eso está bien, cuando un católico, un judío y musulmán se proponen construir una casa. Pero cuando se trata de diseñar una nación, nivelar el futuro, es ingenuo (sino maquiavélico), llamar a la unidad ciega, al olvido de aquello que nos define como individuos en nombre del colectivo.

La unidad, la democracia, o la paz, por sí solas, son palabras vacías. Son, solamente, terrenos llanos sobre los que construye y lo importante es lo que se construye.

Se escuchan todo el tiempo frases como “basta ya de hablar de cubanos de allá y cubanos de aquí, todos nacimos en la misma Cuba”. Yo lo siento, pero para mí, sí existen cubanos de allá y de aquí, aunque eso no esté definido por la geografía ni por la emigración: hay en Miami muchos cubanos de aquí y en La Habana muchos cubanos de allá (no me salten al cuello todavía, es solo un recurso literario).

Ya sabemos que la Patria no es una sola cosa. Existe quien invadió por Playa Girón y se siente un patriota, existe quien todavía piensa que la URSS era un buen camino a seguir y se cree un patriota, existe quien cree que la Patria son los Van Van, Celia Cruz y las bailarinas de Tropicana (este debería ser el momento de saltarme al cuello).

Yo entiendo que no se debe llamar al divisionismo, que debe haber un lugar para todos, decoro para todos, respeto para todos. Sin embargo, creo también que uno ha de dejar siempre claro qué sociedad quiere y con quién decide caminar qué caminos y con quién, sencillamente, no camina.

Porque mañana, en nombre de la unidad, se podría ver a Ileana Ross entrando a poner flores a Martí de la mano de un pionero o se podría abrir la UMAP de nuevo; en nombre de la democracia y la libertad, podrían surgir los hospitales y las escuelas privados (a fin de cuentas, la lógica de algunos es que, si usted tiene el dinero, debería ser libre de pagar por salud y educación exclusivas). Mañana, alguien podría, en nombre de la paz, llamar a que se tolere la discriminación, la exclusión y la barbarie.

Negar nuestras diferencias es negar la lucha de clases. Quien llama a la unidad sin estar dispuesto a trabajar por ella y a hacer concesiones al otro, quien esgrime la democracia solo cuando favorece sus intereses de clase, quien aborrece el conflicto porque le conviene el status quo es o un extremista o un pillo (y a estas alturas nadie sabe qué es peor).

Los extremistas están en las puntas de la soga, arengando porque florecen en la tensión y los pillos corren de un lado a otro haciendo cosquillas a ver quién suelta primero el cabo. A ninguno les conviene que la cuerda se reviente, ninguno pregunta a los que tiran si quieren acercarse un poco.

Yo lo siento, pero si tú crees que la salud y la educación se deben cobrar, no podemos estar unidos sobre políticas sociales; si crees que la prensa en Cuba está bien y que al pueblo se le deben ocultar cosas por su propio bien y el del país, no podemos estar unidos sobre políticas de comunicación, por ejemplo.

Si eres un anexionista, un burgués, homófobo, un racista, un clasista, un xenófobo o un sexista; en esos aspectos no podemos estar unidos. Te mereces toda la dignidad, tienes todo el derecho de ejercer tu criterio, pero yo tengo el mismo que tú, y el deber conmigo mismo de hacerlo todo el tiempo y decir que creo que te equivocas.

Y si estás de acuerdo conmigo en unas cosas y otras no, deberías esperar que no pare de hablar sobre lo que nos separa porque lo que nos une ya es camino transitado. No creas que callaré para alegrarte con la unidad que te conviene.

La unidad nunca será completa, la democracia solo sirve para encontrar el mejor aproximado posible y la paz solo vale la pena cuando se basa en un consenso construido por la mayoría y meditado por todos.

De nada sirven la unanimidad, el populismo y la paz de los sepulcros.

6 enero 2018 10 comentarios 414 vistas
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La unanimidad y la paz de los sepulcros

por Ariel Montenegro 14 febrero 2017
escrito por Ariel Montenegro

En nombre de valores universales me piden prudencia a cada rato. Pero aprendí hace años que todo es cuestionable: la democracia, los derechos humanos, la evolución, el big bang o la existencia de Dios.

Ha pasado, pero es raro que el paladín de alguna causa te pida que te bajes de su tren, todo lo contrario. Te dice que te acepta, que te respeta, que lo importante es estar todos unidos.

Y eso está bien, cuando un católico, un judío y musulmán se proponen construir una casa. Pero cuando se trata de diseñar una nación, nivelar el futuro, es ingenuo (sino maquiavélico), llamar a la unidad ciega, al olvido de aquello que nos define como individuos en nombre del colectivo.

La unidad, la democracia, o la paz, por sí solas, son palabras vacías. Son, solamente, terrenos llanos sobre los que construye y lo importante es lo que se construye.

Se escuchan todo el tiempo frases como “basta ya de hablar de cubanos de allá y cubanos de aquí, todos nacimos en la misma Cuba”. Yo lo siento, pero para mí, sí existen cubanos de allá y de aquí, aunque eso no esté definido por la geografía ni por la emigración: hay en Miami muchos cubanos de aquí y en La Habana muchos cubanos de allá (no me salten al cuello todavía, es solo un recurso literario).

Ya sabemos que la Patria no es una sola cosa. Existe quien invadió por Playa Girón y se siente un patriota, existe quien todavía piensa que la URSS era un buen camino a seguir y se cree un patriota, existe quien cree que la Patria son los Van Van, Celia Cruz y las bailarinas de Tropicana (este debería ser el momento de saltarme al cuello).

Yo entiendo que no se debe llamar al divisionismo, que debe haber un lugar para todos, decoro para todos, respeto para todos. Sin embargo, creo también que uno ha de dejar siempre claro qué sociedad quiere y con quién decide caminar qué caminos y con quién, sencillamente, no camina.

Porque mañana, en nombre de la unidad, se podría ver a Ileana Ross entrando a poner flores a Martí de la mano de un pionero o se podría abrir la UMAP de nuevo; en nombre de la democracia y la libertad, podrían surgir los hospitales y las escuelas privados (a fin de cuentas, la lógica de algunos es que, si usted tiene el dinero, debería ser libre de pagar por salud y educación exclusivas). Mañana, alguien podría, en nombre de la paz, llamar a que se tolere la discriminación, la exclusión y la barbarie.

Negar nuestras diferencias es negar la lucha de clases. Quien llama a la unidad sin estar dispuesto a trabajar por ella y a hacer concesiones al otro, quien esgrime la democracia solo cuando favorece sus intereses de clase, quien aborrece el conflicto porque le conviene el status quo es o un extremista o un pillo (y a estas alturas nadie sabe qué es peor).

Los extremistas están en las puntas de la soga, arengando porque florecen en la tensión y los pillos corren de un lado a otro haciendo cosquillas a ver quién suelta primero el cabo. A ninguno les conviene que la cuerda se reviente, ninguno pregunta a los que tiran si quieren acercarse un poco.

Yo lo siento, pero si tú crees que la salud y la educación se deben cobrar, no podemos estar unidos sobre políticas sociales; si crees que la prensa en Cuba está bien y que al pueblo se le deben ocultar cosas por su propio bien y el del país, no podemos estar unidos sobre políticas de comunicación, por ejemplo.

Si eres un anexionista, un burgués, homófobo, un racista, un clasista, un xenófobo o un sexista; en esos aspectos no podemos estar unidos. Te mereces toda la dignidad, tienes todo el derecho de ejercer tu criterio, pero yo tengo el mismo que tú, y el deber conmigo mismo de hacerlo todo el tiempo y decir que creo que te equivocas.

Y si estás de acuerdo conmigo en unas cosas y otras no, deberías esperar que no pare de hablar sobre lo que nos separa porque lo que nos une ya es camino transitado. No creas que callaré para alegrarte con la unidad que te conviene.

La unidad nunca será completa, la democracia solo sirve para encontrar el mejor aproximado posible y la paz solo vale la pena cuando se basa en un consenso construido por la mayoría y meditado por todos.

De nada sirven la unanimidad, el populismo y la paz de los sepulcros.

14 febrero 2017 57 comentarios 378 vistas
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La guerra y la paz

por Redacción 3 octubre 2016
escrito por Redacción

colombia_pazUn mundo mejor es posible, uno peor también. En vísperas de un huracán, unas becas complicadas y un Donald Trump… llega el NO en Colombia. Anoche una amiga escribía en Facebook su vergüenza de colombiana por el país que van legando a sus hijos, y pedía disculpas a nombre de sus compatriotas. Si algo debería ser incuestionable en el mundo es la búsqueda de la paz, pero ya ni eso.

Parecería que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, pero no es así, la frase es injusta. Los países lo que tienen son pueblos maniatados, que han sido mantenidos en la pobreza con toda intención. Despojados de su capacidad política, manipulados para que luego tomen decisiones favorables a los poderosos y terminen creyendo que son suyas.

Ayer ganó la guerra, la desmovilización social, el manejo mediático que logró socializar el odio, ganó el rencor. Hoy no es día de lamentos sino de replantearse el camino y seguirlo, con más ganas que nunca. El mundo entero acompañó este proceso de paz, los cubanos nos sentimos orgullosos de ayudar en lo posible, las partes del conflicto encontraron el camino y el mundo lo celebró en una firma histórica.

El NO es el comienzo de una nueva vía, pero el objetivo queda claro. Cuando las opciones son la guerra o la paz, el camino a seguir es obvio. Y los colombianos no están solos.

3 octubre 2016 139 comentarios 746 vistas
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La CELAC y el traicionado exilio de Miami.

por Consejo Editorial 1 febrero 2014
escrito por Consejo Editorial

celac-cubaPor: Edmundo García

www.latardesemueve.com

@edmundogarcia65 (Twitter)

Terminó ayer con todo éxito la II Cumbre de la CELAC que sesionó en La Habana durante los días 28 y 29 del presente enero. Dejó muchas cosas positivas. Entre ellas, un documento final de 83 puntos titulado “Declaración de La Habana” que establece un marco de consenso para declarar a América Latina una zona de paz, libre de armas nucleares. También crea un compromiso para evitar que los países de la región puedan ser atacados militarmente y sus gobernantes destituidos a través de intervenciones y golpes de estado. Y alerta sobre la necesidad de evitar que algunos conflictos intrarregionales se diriman por las armas.

Precisamente esta II Cumbre confirmó a Cuba como un escenario de confianza para que países latinoamericanos puedan ventilar sus diferencias, como ocurrió con el arribo a La Habana del Presidente de Chile Sebastián Piñera y Ollanta Humala del Perú, después que el día 27 de enero la Corte Internacional de La Haya emitiera un fallo sobre nuevos límites marítimos entre los dos países.

La “Declaración de La Habana” también establece un compromiso de lucha contra la pobreza, la desigualdad y el deterioro del medio ambiente.

La presidenta de Costa Rica Laura Chinchilla, que recibió del Presidente de Cuba Raúl Castro la nueva presidencia pro témpore de la CELAC, dijo en una entrevista a Russia Today desde La Habana que la Cumbre de la CELAC demostró un amplio poder de convocatoria y capacidad para resolver problemas prácticos debido a que trabaja por la unidad respetando la diversidad política de la región y las peculiaridades de cada país.

Pero la II Cumbre de la CELAC no solo tuvo consecuencias en La Habana y el resto de los países y pueblos de América Latina; también supuso cosas para Miami. ¿Qué trajo para el menguado exilio derechista cubanoamericano? Principalmente dos cosas: fracasos y, según los propios anticubanos, nuevas traiciones.

De las fiascos de esta gente ya les hablé en un artículo publicado el pasado 23 de enero titulado “La ‘contracumbre’ a la CELAC, otro fracaso de la derecha cubanoamericana de Miami”, que pueden encontrar en la página de La Tarde se Mueve (http://latardesemueve.com/archives/1710). De las traiciones voy a

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1 febrero 2014 221 comentarios 389 vistas
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