La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto

oposicion

Partido Comunista de Cuba

Partido Comunista y responsabilidad política

por Consejo Editorial 14 abril 2021
escrito por Consejo Editorial

En los próximos días dará inicio el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba. Este cónclave será de los más importantes de cuantos ha realizado la organización en más de seis décadas de Revolución. En el umbral de este evento, la realidad política del país es preocupante, con una oposición que en su extremo incluye elementos plattistas y trumpistas en sus filas, y un partido cuyo sector más dogmático y autoritario capitaliza las decisiones en el país.

Cuba necesita un liderazgo que asuma su responsabilidad y emprenda el trabajo difícil de crear valores cívicos y democráticos en los ciudadanos.

Desde hace años se observa un proceso de degradación en el debate sobre Cuba, tanto dentro como fuera de la isla. Esto puede estar vinculado a la promoción de una nueva generación a cargos en la esfera ideo-política, donde abundan individuos que encuentran en el comisariado y la persecución a otros, la forma más rápida de acumular capital político en la estrategia de cuadros que maneja el Partido Comunista.

A esto se suma el uso de los medios masivos para una campaña permanente que solo categoriza a las personas como militantes dóciles o traidores. Hoy se exhibe en medios partidistas contenidos que por su poco profesionalismo e intolerancia eran impensables hace un lustro.

El populismo de extrema izquierda es cada vez más aplaudido por funcionarios del Estado y el Partido, la multiplicación de los asesinatos de reputación y en general la poca disposición al consenso y el diálogo, son fenómenos crecientes. Observamos cómo, con frecuencia cada vez mayor, la responsabilidad del Partido Comunista y los líderes del Gobierno ante una crisis, está siendo delegada a las fuerzas represivas del Estado.

Este extremismo no es exclusivo al Partido Comunista, el espíritu de reality show político que introdujo Trump en Estados Unidos ha calado muy bien en la política sobre Cuba que se consume en Miami. El trumpismo cubanoamericano, con sus componentes de desinformación y troleo en redes sociales, no es distinto a los métodos que hoy emplean algunos sectores dentro del gobierno cubano.

En este momento, hay fuerzas políticas aupadas por esos sectores que se esfuerzan en polarizar cada vez más la esfera pública, las redes sociales y los medios digitales. Este clima de intransigencia previo al Congreso no es saludable. Los despidos laborales y descalificaciones a voces moderadas en el país logran alienar a personas que tienen voluntad de consenso.

La violación de los derechos constitucionales de aquellos que no comparten la ideología del Partido Comunista e incluso algunos que sí, es inaceptable. Resulta irónico que nuestras autoridades, que denuncian constantemente el acoso externo de fuerzas radicales de extrema derecha, actúen del mismo modo.

Sabemos que en la Isla se viven tiempos de gran complejidad por el empeoramiento de la situación epidemiológica y la crisis económica acentuada con la pandemia. A esto se suman las sanciones del gobierno de los Estados Unidos a las cuales la nueva administración aún no ha realizado cambios, pese haber sido una de sus promesas de campaña y a las múltiples solicitudes que ha recibido, entre las cuales se encuentra la Carta Abierta, con centenares de firmas, que La Joven Cuba publicó e hizo llegar al Congreso estadounidense.

El clima político no es menos complicado ante los enfrentamientos de grupos opositores con el Gobierno. En medio de ese ambiente de crispación, la moderación es una virtud poco promovida en las filas partidistas, incluso vista como debilidad ideológica. Desde este foro hemos llamado en múltiples ocasiones al respeto de derechos fundamentales y a no subordinar la legalidad y la decencia a las agendas políticas de las fuerzas en pugna. Lamentablemente el curso ha tendido hacia la polarización.

Consideramos legítima la preocupación partidista sobre los programas de cambio de régimen del gobierno estadounidense, pero esta ha sido prostituida al utilizarse contra personas y proyectos que no participan en ellos y ridiculizada al no brindar una alternativa legal y soberana a la participación política de estos grupos.

Vemos con preocupación que el Estado y el Partido Comunista contribuyen al ambiente de polarización, al apoyar a individuos con espíritu de comisarios políticos y perseguir actores y proyectos de la sociedad civil que promueven procesos de reconciliación nacional y diálogo.

La búsqueda del consenso no debería ser acosada sino estimulada por el único partido con estatus legal en Cuba, ahí radica la diferencia entre construir un proyecto nacional exclusivamente para sus seguidores y uno donde todo el mundo cuente. Exhortamos al Partido Comunista a abrazar el camino del diálogo, la madurez y la convergencia en el próximo Congreso.

14 abril 2021 31 comentarios 5.173 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
criminalizacion

La criminalización de la política opositora

por Samuel Farber 28 diciembre 2020
escrito por Samuel Farber

Hay estados anti-democráticos que no solo reprimen la oposición política, sino que también la criminalizan, una manera muy efectiva de evitar la divulgación y discusión de las ideas políticas que divergen de la ideología en el poder.  Ese fue el caso en la Unión Soviética y sigue siendo el caso de los regímenes que adoptaron las estructuras principales del modelo soviético, tales como China, Vietnam y nuestra propia Cuba.

Es así como, bajo la dirección del gobierno cubano, los integrantes del Movimiento San Isidro (MSI) fueron detenidos por la policía bajo cargos criminales –supuestamente por haber violado «el protocolo de salud de los viajeros internacionales», adoptado por el gobierno para combatir la pandemia del COVID-19–. En realidad fueron detenidos por razones políticas, por protestar en grupo y públicamente contra la represión del gobierno hacía uno de sus integrantes. Este es un típico ejemplo de la manera en que el gobierno cubano se enfrenta a la crítica: reemplazando el lenguaje político con el administrativo policíaco.   

Cuba viene de una larga tradición latinoamericana que concede un trato especial a la conducta política y evita reducirla a la delincuencia o criminalidad común. Es por eso que esta tradición respalda el derecho al asilo político, así como la diferenciación en el trato de los presos políticos y los comunes.

La dictadura batistiana, por ejemplo, respetó el asilo político al que recurrieron cientos de cubanos opuestos a la dictadura para salvar su vida en las embajadas de países latinoamericanos. Por supuesto, hubo violaciones a ese derecho, como lo fue el caso excepcional del asalto policíaco a la Embajada de Haití, el 29 de octubre de 1956, donde fueron asesinados todos los opositores que se habían asilado. Ahí murió también a manos de uno de los asilados que tenía en su posesión un arma de fuego, el Jefe de la Policía Nacional a la cabeza de ese ataque, Rafael Salas Cañizares, uno de los esbirros más notorios de la dictadura batistiana.

En el caso de América Latina, la excepción más notable a la regla de conceder asilo fue la de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y líder de la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), quien para protegerse del gobierno peruano bajo la dictadura de Manuel Odría, se asiló en la Embajada de Colombia a principios de 1949. Haya de la Torre permaneció en esa embajada durante 5 años hasta que por fin obtuvo el salvoconducto para salir del país hacia México, aunque solo después de que la Corte Internacional de Justicia rechazó la demanda de Odría para que Colombia le entregara al líder opositor peruano.

El gobierno revolucionario cubano abandonó la tradición de conceder el asilo político cuando adoptó el modelo soviético a principios de los sesenta. Un ejemplo claro de ese viraje fue lo sucedido en la Embajada del Perú en La Habana, en abril de 1980, cuando bajo las órdenes de Fidel, las fuerzas del Estado impidieron en las afueras de la embajada, la entrada de los cubanos que querían asilarse. En un inicio solo pudieron hacerlo los que entraron por la fuerza en un encuentro armado que causó varias muertes. Eventualmente, el gobierno retiró la vigilancia de la embajada. Fue entonces que cerca de diez mil cubanos entraron en la sede diplomática demandando asilo para poder salir de la Isla, lo que hicieron a través del puerto de Mariel, entre abril y junio de 1980.     

Además de reconocer el derecho al asilo político, la tradición latinoamericana distingue entre los presos políticos y los comunes. Esta distinción ha sido reconocida también en otras partes del mundo. Por ejemplo, la Rusia zarista periódicamente concedía un cierto grado de autonomía a los presos y exilados políticos. Fue así como, durante su condena de exilio en Siberia de 1897 a 1900, Lenin pudo estudiar y escribir entre sus varias obras, «El Desarrollo del Capitalismo en Rusia». También se le permitió asesorar a los campesinos del área en cuestiones legales y preparar documentos pertinentes a sus casos.

El gobierno bolchevique continuó parcialmente esa tradición desde el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, durante la Guerra Civil de 1918 a 1920 y poco tiempo después, permitiéndole a los presos políticos que habían sido deportados a los campos de trabajo de las islas Solvetsky –anteriores al Gulag– entre otros, a conducir actividades políticas. Asimismo, reconoció el derecho de los presos políticos de izquierda –anarquistas, mencheviques y socialistas revolucionarios de izquierda– a no tener que trabajar, a organizarse y a elegir a sus representantes para negociar con los administradores de esos campos la solución a sus quejas y condiciones de vida.

La dictadura batistiana también reconoció la distinción entre presos políticos y comunes. Es bien sabido que en muchas ocasiones violó los derechos tradicionales de dichos presos, como en el caso de Fidel Castro y los Moncadistas presos de 1953 a 1955, en el llamado Presidio Modelo de la otrora Isla de Pinos. Pero en general se les respetó su condición de presos políticos con el derecho de vestirse de civiles, rehusar el trabajo forzado y reunirse dentro de la cárcel para organizar clases y otras actividades políticas, estudiadas en detalle por el historiador cubano Mario Mencía.

Esta tradición acabó cuando Fidel Castro, haciendo a un lado su propia historia, decidió no reconocer ni siquiera la categoría de preso político, mucho menos cualquier derecho tradicional que estos reclamaran por su condición política, como vestir ropa de civil y rehusar el trabajo forzado. Muchos de los presos políticos posteriores a 1959 resistieron ser tratados como presos comunes, lo que dio lugar al fenómeno de los «plantados». Estos también se opusieron a los planes de «rehabilitación», promulgados en 1964 por el gobierno con la intención de presionarlos a renunciar a sus ideas políticas a cambio de mejorar sus condiciones en la cárcel y acortar sus condenas.

Los «plantados» protestaron contra esos planes y contra sus condiciones carcelarias con huelgas de hambre y vestidos solamente con su ropa interior para evitar los uniformes de los presos comunes. Estas protestas fueron reprimidas, frecuentemente de manera brutal por los guardias carcelarios. En una de esas huelgas de hambre murió, en 1972, Pedro Luis Boitel, un antiguo líder estudiantil universitario y antibatistiano opuesto al comunismo.

El trasfondo ideológico de esas prácticas del gobierno cubano es que sólo existe un único pensamiento político legítimo. Cualquier oposición a este automáticamente implica el poner en peligro y traicionar a la Revolución y se convierte en un crimen común en el momento en que alguien actúa, aunque sea pacíficamente, para persuadir a otros cubanos de ideas diferentes u opuestas a las oficiales. La presunción de que hay un solo pensamiento político legítimo penetró desde muy temprano, todos los aspectos del discurso oficial con respecto a la naturaleza y destino de la sociedad cubana.

Por ejemplo, la lucha armada que tuvo lugar en la Sierra del Escambray en los años sesentas fue bautizada por el gobierno como una «lucha contra bandidos». La realidad es, sin embargo, que esta no fue una lucha contra bandidos, sino contra aquellos a quienes el gobierno pudiera haber calificado como contrarrevolucionarios, un término que asume la existencia de una política contrarrevolucionaria en lugar de reducir y falsificar la realidad con un término de índole criminal.

Lo curioso del caso es que, en realidad, el gobierno cubano nunca sostuvo seriamente que la del Escambray haya sido simplemente una lucha contra cuatreros, asaltantes y ladrones para quienes el término «bandidos» hubiera sido apropiado. Es irónico que la CIA, que invirtió tantos recursos en asistir y proveer ayuda material a esos grupos armados, no los vio como delincuentes comunes sino precisamente como contrarrevolucionarios. Es claro que el régimen conscientemente usó el término «bandidos» para desprestigiar y situar más allá de la política a los rebeldes del Escambray, y para legitimar cualquier tratamiento que les impusiera a ellos y a sus partidarios, como fue el traslado forzado en los años setentas, de miles de campesinos que vivían en la zona del Escambray a cientos de kilómetros al oeste después de que las hostilidades habían cesado.       

La situación contemporánea

El gobierno cubano continúa criminalizando las actividades políticas de los críticos del régimen y con mayor frecuencia lo justifica legalmente aduciendo que estas actividades son financiadas y organizadas por el imperialismo norteamericano. Así, la Ley 88 de 1999, justificadamente llamada «Ley Mordaza» por muchos, establece en el capítulo 11 la privación de libertad por un término de 3 a 8 años y/o una multa de mil a tres mil cuotas para aquellos que participen en la distribución de recursos financieros o de otra índole, procedentes del gobierno de Estados Unidos. 

En varios casos, esta acusación ha sido bien fundada con respecto a la procedencia de los recursos involucrados. Aún así, es necesario, por lo menos desde el punto de vista socialista y democrático, establecer el tipo de actividades políticas que han sido financiadas u organizadas con esos fondos. Por lo general, las actividades oposicionistas adjudicadas por los tribunales cubanos en años recientes han sido pacíficas y han consistido en la distribución de materiales impresos o de otra índole no violenta. Como tales serían consideradas completamente legales en cualquier país latinoamericano, salvo en aquellos gobernados por sistemas antidemocráticos. No son comunicaciones incitando a la violencia o tráfico de armas, son exhortaciones e ideas eminentemente políticas, dirigidas a un público del que buscan apoyo.

A la luz del carácter pacífico de estas actividades, es sumamente injusto, así como antidemocrático, que el sistema judicial cubano castigue a aquellos que han acudido a fuentes como el gobierno de los Estados Unidos para obtener los recursos necesarios para conducir este tipo de actividades políticas. Dicho gobierno es clara y contundentemente condenable por su motivación hostil a la auto-determinación de la nación cubana. Pero los disidentes y opositores que reciben esos fondos están siendo condenados en Cuba por llevar a cabo actos políticos que serían legales en cualquier país democrático.

La recepción del apoyo material del gobierno norteamericano en circunstancias donde los ciudadanos cubanos no tienen derecho a expresarse en público independientemente del gobierno, es una cuestión política que debe discutirse como tal y no castigarse a través del sistema penal. Después de todo, el gobierno cubano a través de su monopolio de medios de comunicación, puede decir todo lo que quiera contra los ataques a la soberanía del país, denunciando la intromisión de Washington en los asuntos internos de Cuba. Pero al mismo tiempo, como parte de ese monopolio, no permite que el pueblo cubano escuche y sea testigo de la defensa de los acusados contra las imputaciones en su contra, tanto en este como en todos los casos políticos.

Es una vieja práctica que Fidel instituyó en los tiempos tempranos de la Revolución cubana cuando impidió que el pueblo escuchara la defensa del Presidente Manuel Urrutia contra las graves acusaciones que el máximo líder revolucionario presentó contra él en julio de 1959.

Pero para la izquierda cubana independiente, lo más importante más allá de la defensa de los derechos políticos democráticos para todos, es que los cubanos tengan acceso a aquellos que critican al régimen cubano desde un punto de vista socialista, democrático y antiimperialista. Este es un punto de vista que, en primer lugar, se opone a la injerencia norteamericana en los asuntos internos de Cuba basada en el derecho de autodeterminación nacional.

Contra lo que arguyen muchos integrantes de la oposición de derecha, la defensa de la autodeterminación de la nación cubana no supone de manera alguna la aprobación o apoyo al gobierno cubano, sino que propala la consigna de mantener el destino de Cuba en manos de los cubanos sin permitir que otros países, mucho menos potencias imperiales, controlen a Cuba como lo hicieron en la época pre-revolucionaria.

Cuando en el año 1935 la opinión democrática internacional, sobre todo los afro-descendientes y la izquierda, apoyaron sin reserva alguna la resistencia de Etiopía contra la invasión de la Italia fascista, ciertamente no fue porque querían defender o disculpar al régimen monárquico y hasta esclavista del Emperador Haile Selassie –brillantemente descrito por el autor polaco Ryszard Kapuscinski en su obra de semi-ficción «El Emperador»–, sino para oponerse al imperialismo fascista y defender la autodeterminación de la nación etíope. 

Los gobiernos de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos, podrán proclamar que el bloqueo y la Ley Helms Burton –medidas que han empeorado las condiciones de vida de todos los cubanos en la Isla– fueron tomados en aras de la democracia y del llamado «mundo libre».  El hecho es, sin embargo, que la política exterior norteamericana persigue sus propios intereses para promover y defender su imperio, el resto es pura verborrea ideológica e hipócrita. 

Esto lo corrobora la larga trayectoria histórica de la política estadounidense con su intervención para derrocar gobiernos democráticamente electos, como el de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 y el de Salvador Allende en Chile en 1973, con la subsecuente ejecutoria asesina de Pinochet. Por supuesto, aquí hay que incluir su apoyo a la dictadura batistiana, la invasión de Playa Girón en 1961, así como las numerosas incursiones armadas y terroristas contra Cuba. Esa trayectoria imperialista también se extiende a otras partes del mundo con el apoyo de Washington a regímenes sumamente reaccionarios y antidemocráticos como la Arabia Saudita y su agresión genocida en Yemen, así como su intervención y destrucción de Iraq en los últimos treinta años.   

Es cierto que es difícil sobrevivir como opositor o disidente en la Cuba de hoy. Pero existen alternativas a la ayuda del gobierno norteamericano. Después de todo, hay más de dos millones de personas de ascendencia cubana fuera de Cuba de las que se podría recabar apoyo financiero independiente para mantener las actividades políticas de oposición en la Isla.  Eso fue lo que José Martí hizo en la década de 1890, recabando fondos de los obreros tabaqueros cubanos en la Florida.

Existe también una extensa sociedad civil norteamericana –sindicatos, iglesias, organizaciones fraternales, de derechos humanos, mujeres, gays, entre otras– la gran mayoría de las cuales operan independientemente del Departamento de Estado, la CIA, o de la Fundación Nacional Cubano Americana que actúa como vehículo de los gobiernos norteamericanos de ambos partidos.

Los grupos que siguen la vía fácil de acudir a estas agencias gubernamentales y organizaciones que las auxilian, así como a las embajadas norteamericanas, no solamente comprometen la independencia de la oposición al gobierno cubano, sino que también exhiben una fuerte tendencia a «vivir del cuento», pues al contar con los fondos no se molestan en desarrollar su propia base de apoyo y acaban con pocos partidarios tanto en Cuba como en el exterior.

28 diciembre 2020 56 comentarios 1.752 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
dialogar

Dialogar, pero no con el espejo

por Mario Valdés Navia 16 diciembre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

A inicios del 2018, ante el llamado efectuado por las autoridades a la crítica y el diálogo sobre asuntos cubanos, escribí acerca de la esterilidad de los supuestos debates entre interlocutores con similares argumentos. Actualmente, cuando muchos y diversos integrantes de la sociedad civil convocan al diálogo interno como alternativa a visiones unilaterales, que pretenden imponer sus puntos de vista cual «solución salvadora» a los problemas nacionales, considero que lo primero es convencernos de por qué es imperativo dialogar y, más aún, debatir.

En Cuba suelen confundirse los términos conversación, diálogo y debate, y no existe mucha práctica en su realización, casi siempre cargada del ritual y la doble moral que acompañan a la gobernanza burocrática. Sin pretender definirlos de manera acabada, podría decirse que conversación es un concepto más general, un intercambio de cualquier tipo entre dos o más personas, desde saludos y parabienes hasta un encuentro entre delegaciones de Estados en conflicto.

Un diálogo ocurre cuando varias personas exponen ideas sobre un tema, mientras un debate implica que coexistan posiciones contrapuestas sobre la cuestión, a tal punto que sea necesario demostrar, criticar, argüir, argumentar y replicar; siempre en un ambiente pacífico y respetuoso de las posiciones del otro. En los debates ha de primar la persuasión, mediante la exposición de evidencias científicas y el razonamiento lógico, al tiempo que se desestiman los argumentos basados en los principios de fe y autoridad.

Cuando se pretende abrir una mesa de diálogo entre partes en igualdad de condiciones, es muy importante tener claridad en los temas que serán sometidos a debate y en la representatividad de los interlocutores, quienes deben gozar de reconocida autoridad y responsabilidad para que los interesados deleguen en ellos. El objetivo final será llegar a acuerdos que contribuyan a dar solución a los tópicos debatidos con el logro del mayor beneplácito posible de todas las partes.

¿Está Cuba hoy urgida de un diálogo nacional? ¿Está el Estado/Partido/Gobierno interesado en dialogar con algún otro factor de la sociedad cubana? ¿Están los grupos que llaman al derrocamiento violento del gobierno y a la intervención extranjera interesados en sentarse a dialogar con representantes del Estado cubano? ¿Cuáles serían las partes que podrían representar a la sociedad civil cubana en una mesa de diálogo nacional? Lamentablemente no tengo respuestas acabadas para estas preguntas iniciales, pero sí puedo adelantar algunas ideas.

La postura inicial del sector más conservador del Estado/Partido/Gobierno y de los grupos disidentes apegados al gobierno de los EEUU, el incremento del bloqueo y/o proclives al terrorismo, será la de no dialogar con nadie. Ya ellos tienen su propuesta de solución y no la cambiaran, porque no quieren ceder ni un ápice de su actitud dominante −real o imaginada− a terceras partes. Durante años han protagonizado una yuxtaposición histórica que, amparada en los patrones de la Guerra Fría, convirtió cada diferencia en enfrentamiento, las disidencias en traiciones y los opositores en enemigos. Esa visión única los convierte en frenos para cualquier oferta de diálogo.

La experiencia de lo ocurrido el 27N muestra cuán fuertes son estas fuerzas y lo dispuestas que están a coaligarse, de hecho, para impedir cualquier intento honesto de dialogar. Si acceden a ello, solo lo harán con sus acólitos, de los que esperan aplausos y lealtad; nunca críticas ni propuestas alternativas. Cuando no pueden desoír a algún crítico desobediente, sus planteamientos son acallados o tomados en cuenta para elevarlos a los de arriba/los que saben, con la promesa de que en algún momento futuro sean respondidos como merecen.

Ese tradicional diálogo con el espejo ya se torna inadmisible en la Cuba actual. La actitud crítica de la sociedad cubana -lenta, pero indeteniblemente- parece haber despertado y echado a andar. La actitud de los jóvenes del 27N cayó como semillas de marabú en tierras baldías. A los mensajes y posturas solidarias de representantes del arte y la literatura de diferentes generaciones, se suman declaraciones públicas de instituciones culturales y de la sociedad civil, que llaman a la apertura de un diálogo nacional más plural e inclusivo, sobre la base de la libertad de expresión y el respeto a los derechos de todos.

Para pensar una agenda de diálogo que sea factible e inclusiva, creo conveniente que se elaboren propuestas y se argumenten medidas y demandas que beneficien al mayor número. Abogados, economistas, politólogos, historiadores, científicos, funcionarios, pedagogos, ingenieros, campesinos, escritores y artistas, obreros y empleados, cooperativistas, TCP, amas de casa, cubanos emigrados y residentes en otros países; deberían participar y argumentar sus propuestas por diferentes vías −en especial las redes sociales y plataformas digitales− para que la inteligencia colectiva se potencie y dé paso a lo que Rousseau llamó voluntad general, factor principal de cualquier transformación social.

16 diciembre 2020 26 comentarios 1.292 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
nacion

La nación fracturada

por Harold Cardenas Lema 10 diciembre 2020
escrito por Harold Cardenas Lema

Durante décadas el gobierno cubano hostigó a la oposición y la sociedad prefirió ignorarlo viendo el plattismo de muchos opositores. Este contrato social parece llegar a su fin. Un día fue suficiente para poner en crisis la legitimidad del tratamiento gubernamental a sus adversarios políticos. No fueron una huelga de hambre, el Movimiento San Isidro ni la intervención diplomática estadounidense los que quebraron el silencio ciudadano; a esos factores se les otorga demasiado crédito pero ninguno de ellos es novedoso.

Lo que rompió el pacto tácito entre la ciudadanía y el Estado —al menos parcialmente— fueron las imágenes de represión a los huelguistas de San Isidro y el sentimiento de impunidad que transmitían las acciones de las fuerzas del orden. Aunque la propaganda oficial quiera hacernos creer en el mercenarismo de los asistentes y la propaganda opositora presente los hechos como un acto de solidaridad con su causa, los ciudadanos reunidos el 27 de noviembre ante las puertas del Ministerio de Cultura reclamaron el respeto a un Estado de Derecho que los incluía a todos. También nos dividió como nunca.

En los últimos días, el Partido Comunista ha dirigido el foco de atención de los medios masivos a su disposición hacia las acciones de grupos opositores y no hacia los eventos del 27-N. Lo hace a sabiendas de que muchos —quizás la mayoría— de los asistentes, no comulgan ideológicamente con el MSI ni han recibido un centavo del gobierno federal estadounidense. Es harto evidente que la generalización irresponsable, la acusación sin pruebas y el asesinato de reputación se han convertido en prácticas comunes del Estado cubano.

La denuncia a la injerencia externa y sus aliados domésticos, ha sido siempre la zona de confort de un Partido con una audiencia cautiva que se informa principalmente a través de sus medios. A tenor con ello, orienta la controversia hacia las preferencias políticas de grupos opositores y las exhibiciones de trumpismo, terrorismo y plattismo de algunos de sus miembros; en lugar de asumir un diálogo real con los ciudadanos que se vieron representados el 27 de noviembre.

Después del avance de sectores conservadores dentro del gobierno y el Partido, hay escaso interés institucional en un debate franco sobre la relación entre el poder y la ciudadanía o el respeto a las garantías constitucionales, independientemente de preferencias políticas. El Partido Comunista se refugió en el conservadurismo como método de supervivencia, abandonando el discurso apoyado en la promoción de la crítica y el cambio de mentalidad que sostuvo años atrás. Una revolución donde la palabra de orden es continuidad en lugar de cambio, es una secta que se encamina a un suicidio político colectivo.

El legado de Trump en las instituciones cubanas

La opinión pública cubana está más marcada por la actualidad, las reacciones emocionales y la organización tribal de quienes la componen que por su memoria histórica, incluso de períodos recientes. Se siente muy lejano el 2015, cuando el radicalismo de derecha en la Florida estaba en decadencia y los nostálgicos de la Guerra Fría perdían relevancia en el Partido Comunista. La visita de Barack Obama, en 2016, renovó los ánimos de confrontación en el Partido; luego, la administración Trump llegó para reivindicar la retórica de estos ideólogos conservadores.

La creciente influencia de este sector dogmático y su monopolio actual sobre el Departamento Ideológico del Comité Central y los medios bajo control partidista de que disponen, también es resultado de la política de máxima presión sobre Cuba, que ha logrado empoderar a los personajes más radicales y silenciar cualquier análisis matizado o actor político equilibrado.

Las autoridades cubanas no se equivocan al señalar que tales eventos ocurren bajo la sombra de cuatro años de administración Trump y su formidable peso sobre la vida de la Isla, pero omiten reconocer cómo ha afectado esto a la correlación de fuerzas políticas en sus instituciones.

Varios de los analistas que el Partido ha utilizado para justificar su comportamiento de las últimas semanas, se han beneficiado de la hostilidad durante los últimos cuatro años. Los mismos que decían que Obama sería igual a Bush y “más de lo mismo”, pasaron los años de normalización de relaciones añorando la relevancia que encontraron luego con Trump y hoy buscan preservar con los conflictos domésticos.

Vale recordar que estos comisarios llegaron a escalar posiciones institucionales gracias al apoyo directo del presidente cubano, que ante un escenario internacional complejo prefirió refugiarse en la seguridad del dogmatismo criollo en lugar de dar espacio a la herejía. Hoy sus ideólogos crearon una cámara de eco que reúne a una masa incondicional de seguidores, incapaz de dialogar y retroalimentarse del resto de la sociedad.

Este radicalismo ha tenido aún más influencia en la Florida, empoderando a una derecha cubanoamericana radical que no tiene escrúpulos con provocar sufrimiento en la Isla si eso estimula el cambio político que desean. Su visceralidad y alianza con el presidente que menos ha respetado las propias normas democráticas de Estados Unidos, avivan serias dudas sobre su compromiso con Cuba. La herencia dictatorial batistiana caló hondo, particularmente en Miami. Por su complejidad y extremismo es mejor dedicarle un análisis más completo en el futuro.

La oposición doméstica

 Desde hace mucho tiempo el gobierno cubano aplica medidas punitivas a la oposición de manera impune y esta continúa brindándole razones para hacerlo. La penetración de los grupos opositores por la Seguridad del Estado cubana también es común. En un país con antecedentes de haber sufrido actos de terrorismo esto no es gratuito, pero existen pocas garantías de que tal infiltración no se utilice también como herramienta para desacreditar a sus enemigos políticos, una práctica ilegítima e incompatible con los valores de una república.

En un momento en que la ciudadanía reclama por los derechos de todos los cubanos, los opositores parecen más interesados en capitalizar el momento que en solucionar sus propias contradicciones. Es decepcionante ver a algunos de ellos competir por el protagonismo y apostar al cambio de régimen con ayuda externa como única vía para su integración en la vida política nacional. Hay un sector de la ciudadanía cubana alcanzando una dosis de civismo que trasciende lo ideológico y que no es de interés para la oposición y el Partido Comunista, más ocupados en luchar el uno contra el otro que en salvar el alma de la nación.

La oposición cubana es heterogénea, pero la mayoría de sus grupos organizados provocan dudas en cuanto a su compromiso democrático y su patriotismo. Quienes guardan silencio cuando desde sus filas alguien incita a la violencia o gritan que Donald Trump es su presidente, no son muy distintos a los republicanos que en Estados Unidos se hacen de la vista gorda ante la presencia de supremacistas blancos en su partido político y un presidente que abusa del poder ejecutivo.

Ese mutis opositor se extiende al terreno de las libertades políticas, lo que brinda poca o ninguna garantía de que un cambio de sistema en Cuba no regresaría a los numerosos militantes comunistas a la ilegalidad y persecución que sufrieron en el pasado. Despojar de libertades políticas a sus adversarios es un elemento común que identifica tanto a un sector amplio en la dirigencia del país como a muchos opositores.

Desde la izquierda y desde la derecha, la capacidad crítica y la honestidad intelectual en servicio del interés nacional es lo que puede ganar las mentes y corazones de los cubanos, algo a lo que las fuerzas en pugna no prestan mucho interés. Cada vez es más escasa la posibilidad de un diálogo que inserte a la oposición en la política nacional. Dicho proceso requeriría el cese de los programas de cambio de régimen por parte de Estados Unidos y la regulación del financiamiento a los partidos políticos en el país.

En el pasado, los comunistas cubanos participaron junto a otras fuerzas políticas en la redacción de una constitución avanzada para su tiempo, hay evidencia histórica de que tal coexistencia es posible. Por su parte, Estados Unidos debería mostrar su compromiso con la democracia y reconocer su problemática relación histórica con Cuba para, de una vez, tomar distancia de los asuntos internos de la Isla, que no son su ámbito doméstico.

Epílogo

Los sucesos recientes reflejan una sociedad en la que el rechazo al trumpismo y el plattismo de un sector opositor no se traduce más en el silencio de la ciudadanía ante una violación del Estado de Derecho y las garantías ciudadanas; pero una tormenta acecha en el horizonte. La circunstancia de acoso externo, escasez y torpe propaganda gubernamental ya muestra consecuencias que trascienden el modelo actual y amenazan dejar huella en la nación.

El fracaso del Partido Comunista en explicarle creíblemente al pueblo cubano los efectos reales de las sanciones estadounidenses han devenido en una subestimación del mismo. Para colmo, la escasa rendición de cuentas y transparencia gubernamental ha provocado una falta de empatía con las instituciones del país que tomará mucho solucionar.

El uso de los medios con fines propagandísticos y su escasa problematización de la realidad, sumado a un sistema educativo con vacíos cívicos y democráticos, nos está entregando sujetos vulnerables a cualquier tipo de radicalización, propensos a participar en un acto de repudio lo mismo en la Habana que en Miami.

El desconocimiento de las normas internacionales, la polarización política y la falta de alternativas están induciendo a una normalización de los fondos para cambio de régimen en Cuba que es preocupante para las libertades externas del país. Y si algo han condicionado cuatro años de trumpismo y el desinterés gubernamental en un diálogo nacional franco, es aumentar el abismo que hoy separa a un número considerable de cubanos. Por ahora las opiniones sobre el MSI, el 27 de noviembre y la ofensiva mediática desde ambos extremos, es un test de Rorschach perfecto para estudiar las preferencias políticas del pueblo.

10 diciembre 2020 21 comentarios 2.635 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
contextualizar

Para contextualizar la crisis

por Carlos Alberto González Carvajal 7 diciembre 2020
escrito por Carlos Alberto González Carvajal

El tema de San Isidro parece estarse enfriando poco a poco y por ello puede ser el momento para un análisis desde una perspectiva más amplia, menos emocional.

Lo primero que salta a la vista es la magnitud de la respuesta y la difusión que se le ha dado a este asunto. Creo que es lógico. Visto desde una perspectiva regional, lo vivido en los últimos días es la expresión cubana de la crisis de gobernabilidad que azota la región, agravada por la tensa situación económica y por la pandemia de Covid-19. Sin embargo, si comparamos lo sucedido en Cuba con lo que ha pasado en los últimos dos años en países como Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Chile, Perú, Guatemala y hasta en los Estados Unidos, lo nuestro resulta ridículamente pequeño.

Simultáneamente, dentro del ritmo interno de la nación, estamos en los albores de un nuevo ciclo histórico –al menos, ese es mi criterio–. Este parece ser un momento de transición en el que se están fundando las bases para el modelo que va a regir en las próximas décadas. Cada vez que algo como eso ha sucedido en los últimos 150 años, ha estado acompañado de inestabilidad social. De hecho, el actual período de cambios es hasta ahora el más tranquilo de nuestra historia.

¿Qué papel tienen en este proceso los intelectuales y artistas? Como parte integrante de la sociedad, ese gremio ha jugado un rol en la historia de la nación. Por problemas de espacio no abundo sobre el tema. Baste decir que a lo largo del proceso revolucionario, casi como en ningún otro, la intelectualidad ha estado dividida entre los que apoyaban y los que se oponían, en complejos reacomodos que tuvo momentos de mucha tensión. El más relevante de ellos fue a inicios de la década del 70, a raíz del llamado Caso Padilla y el Congreso de Educación y Cultura que generó el Quinquenio Gris. En la génesis de la actual crisis está el Decreto 349, que es visto con desconfianza precisamente porque se siente como una vuelta a las políticas de aquellos años.

Volviendo a una visión más general los sucesos de San Isidro y, especialmente, al plantón frente al Ministerio de Cultura el pasado 27 de noviembre, podrían considerarse históricos para el caso cubano. Quizás lo más cercano, guardando las obvias distancias, fue el llamado Maleconazo del 5 de agosto de 1994, hace más de veinticinco años.

A ambos sucesos los une el hecho de ser movimientos espontáneos –me refiero a la concentración del grupo de intelectuales y las manifestaciones de diferente tamaño que se dieron en la capital y en algunas provincias–; ambos tuvieron su origen en eventos ocurridos en zonas pobres de la Habana –la falsa noticia lanzada por Radio Martí de que un barco recogería a los interesados en irse del país en 1994 y la «huelga de hambre» de los miembros del MSI–; ambos ocurrieron en momentos de crisis económica, mientras se arreciaba el bloqueo y el gobiernos tomaban medidas que resultaban impopulares –es curioso como el tema de las tiendas en MLC, antes fueron TRD, aparecen en ambos escenarios–; finalmente, parece que ambos tendrán similar resultado.

En cuanto al Estado, ya lo dije: está en pleno proceso de transformación de sus estructuras institucionales y económicas; con una nueva Constitución y una apretada agenda legislativa llamada a ser implementada y, lo más importante, en medio de un proceso de cambio generacional sin precedente en los últimos sesenta años.

De cualquier modo, considero que ha logrado salir airoso de esta crisis, al tiempo que estableció un precedente importante en la relación entre los individuos y las instituciones, legitimando el diálogo entre cubanos dentro de ciertos marcos, lógicamente, como vía para resolver diferencias. Esto hubiera sido impensable en otro momento.

Incluso en los últimos procesos de consulta, ocurridos a raíz de los Lineamientos del Partido y para el proyecto de Constitución, la vía fue vertical, «de arriba hacia abajo». Esta vez ocurre en sentido inverso y eso es particularmente beneficioso para la nación y para el propio Estado, más allá de campañas internacionales –o nacionales– de descrédito que fracasan por estar enajenadas de la realidad cubana.

7 diciembre 2020 31 comentarios 1.263 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
cardumen

El aleteo de un cardumen

por Amado Gómez 28 noviembre 2020
escrito por Amado Gómez

El 27 de noviembre de 2020 será un día glorioso en la memoria de la cultura cubana –la verdadera cultura, no lo que priorizan las agendas políticas del Movimiento San Isidro o del Partido Comunista–. Será como Polvo en el Viento, la novela de Leonardo Padura que rompe records de ventas en España y no se menciona en el sistema de medios propagandísticos de izquierda y derecha que inunda la mayor isla del Caribe. Será romántico hablar de él y será inspirador regresar a él. Será como los jóvenes artistas cubanos quieran que sea.

Vamos a intentar llegar al fondo de un asunto que hasta este momento no tiene fondo. Calar los acontecimientos que han estremecido la sede central del Ministerio de Cultura de la República de Cuba en el Vedado habanero, es el objetivo de La Joven Cuba para fomentar una visión integral del contexto y los hechos.

Sobre las 20 horas del 26 de noviembre de 2020 un equipo de médicos y agentes de la Seguridad del Estado irrumpieron en la sede del Movimiento San Isidro donde se encontraban un grupo de jóvenes en huelga de hambre por la falta de garantías en el encierro de uno de sus miembros, el rapero Denis Solís.

Se llevaron a todas las personas que estaban allí con el pretexto de supuestas violaciones al protocolo sanitario de arribo al país por parte del periodista y escritor Carlos Manuel Álvarez. Sacaron a todos por la fuerza de la casa sita en Damas, No. 955, y los montaron en varios vehículos mientras un apagón de internet en la capital y en otras partes del país impedía seguir los acontecimientos.

Al cabo de 4 o 5 horas, la mayoría habían sido liberados. Ya estaban separados y dispersados, usando una excusa «sanitaria». La desarticulación del Movimiento San Isidro y su huelga de hambre fue eficiente. Digno es de reconocer que utilizar el enfrentamiento a la Covid-19 como motivo para ingresar en una casa y desalojarla, fue un pretexto inmejorable en medio de una pandemia, pero ningún chequeo profundo a un grupo de personas en contacto con otros dura tan poco tiempo, ni se hace con tal operativo policial.

La violencia ejercida contra este grupo de manifestantes mostró un método gubernamental que creíamos superado. Algunos artistas como Leoni Torres, Haydeé Milanés y Carlos Varela, publicaron en sus muros de Facebook mensajes de rechazo a la violencia ejercida por las autoridades. En paralelo, un grupo de jóvenes artistas cubanos habían visitado varias veces la sede del Ministerio de Cultura de Cuba para quejarse formalmente de los abusos de poder. Una vez enterados de los sucesos de San Isidro, con la premeditada vuelta a la normalidad del Internet, no perdieron tiempo y convocaron a una manifestación frente a la sede principal del MINCULT.

Los reunidos ya tenían su historia y no empezaron a nadar contra la corriente esa mañana. El Cardumen –así se hacían llamar– surgió desde los tristes acontecimientos acaecidos en febrero de 2020 con la Muestra Joven del ICAIC. La afiliación de cineastas involucrados o solidarizados con el desfallecer de la muestra, devino en un colegio de intereses contrarios a la censura y la marginación artística. En carta firmada el 23 de noviembre por 240 cineastas, dirigida a la AHS, a la UNEAC y al propio MINCULT, exigían a esas instituciones que mediaran en la situación del Movimiento San Isidro.

Ninguna posición firme nace de la nada. El contexto creado por la ola de violencia de la Seguridad del Estado y el cúmulo de censuras y atropellos recibidos por el gremio, les dio la fuerza a esos artistas para plantarle cara al sistema. Establecidos frente a la casona de la calle 2, entre 11 y 13, del Vedado, el grupo tenía un objetivo bien definido: hacerse escuchar. Las propuestas serían depositadas sobre la mesa del ministro y este debía emitir una respuesta inmediata a los reclamos.

11:00 a.m.: En un principio no eran más de 50, pero poco a poco llegaban y plantaban un saludo efusivo en el rostro de sus amigos. La masa era heterogénea y muy colorida. Los que tenían menos brillo en la piel vestían ligeros, el resto sudaba la gota gorda porque la sombra de los árboles del parterre no cubría a todos. Tatuajes, pitzers, tenis harapientos y gafas excéntricas configuraban el paisaje que tenía boquiabiertos a los vecinos.

3:00 p.m.: El dramaturgo Yunior García Aguilera y Camila Lobón, coordinadora del Instituto de Activismo Hannah Arendt, entraron a la sede del MINCULT para dialogar con el viceministro Fernando Rojas. Los jóvenes entraron nerviosos, pero entraron. Sus compañeros los despidieron también nerviosos, pero orgullosos.

Un aplauso colectivo generaba escalofríos y Cuba parecía estremecerse toda, desde Maisí hasta San Antonio. Hace 30 años –desde el proyecto PAIDEA– no existía un diálogo con las instituciones promovido por el gremio, mucho menos exigido por el gremio. El aleteo de «El Cardumen» empezaba a hacer historia.

Paradójicamente, quien atendió a los intrépidos artistas de PAIDEA cuando en pleno Período Especial plantearon cambios profundos en la política cultural del gobierno, fue Fernando Rojas. En aquel momento dirigente de la UJC, demostró dotes excepcionales para lidiar con las revueltas intelectuales y esa capacidad lo ha mantenido en altos cargos de la cultura por más de 25 años.

La gente pasaba y miraba a los muchachos sentados en el contén o en el muro de la reja gigante que tapiaba la sede del MINCULT. Las señoras empujaban sus gafas hacia abajo para ver en colores lo que no admitía matices de blanco o negro. Ver a cubanos en protesta ante una sede institucional de alto rango es un privilegio que no muchos han podido tener en los últimos sesenta años.

Varias manzanas a la redonda de esa cuadra de la calle 2 exhibían filas interminables de vehículos raros. Muchos tenían chapa estatal y no contaban con identificador en la puerta, algunos eran sospechosamente particulares y otros, abiertamente paramilitares. De estos últimos se bajaban personas vestidas de civil con guayaberas, pullovers de rayas o camisas a cuadros; caminaban juntos sin hablar una palabra hasta pararse en una esquina con los brazos cruzados sobre la ingle y clavaban sus ojos en la masa redentora y viril. Hasta ellos parecían asombrados.

Cuarenta y cinco minutos después salieron Yunior y Camila y todos se agruparon en torno con ansiedad. Rojas los invitó a reunirse con 40 de ellos en la cercana sala Adolfo Llauradó; los voceros del grupo propusieron un encuentro de todos los allí congregados con el ministro Alpidio Alonso Grau la próxima semana. A la masa no le sirvió ni una ni otra y empezaron a debatir qué opciones tenían.

Del debate salieron unos cuantos aplausos acompañados del grito « ¡Patio! ¡Patio!», para que los recibieran en el amplio jardín del ministerio. Uno se alteró de más e intentó posicionar la consigna: « ¡Respeten al pueblo, respeten al pueblo!» Ipso facto todos se alejaron de él y dejaron de aplaudir, lo que demostraba que el grupo quería mantenerse al margen de mensajes netamente políticos. Eso los fortalecía. Al focalizar sus reclamos en temas puntuales como el cese del acoso y el derecho al disenso, tendrían más posibilidades de ser escuchados.

El ambiente era muy tranquilo y muchos estaban sentados. Después de varias horas de pie, sin comer y a la intemperie, el cuerpo siente el cansancio. Algunos, los menos, llevaron agua o algún bocadillo. Algunos iban a comprar algo de comer o tomar y luego regresaban. Otros se fueron. La falta de experiencia en manifestaciones hizo que pocos se prepararan para largas horas en las cuales la resistencia física sería la dama a conquistar.

Sin embargo, la tendencia de la multitud era a incrementarse y solidificarse como una masa heterogénea, pero unida, como las demandas que leyeron a las 11:00 p.m. antes de que treinta representantes entraran al MINCULT para seguir el debate. Eran inclusivas y permisivas.

12:00 a.m.: Se estimaba en 300 el número de manifestantes y grandes personalidades de la cultura cubana que estaban presentes frente al MINCULT: Tania Bruguera, Julio Cesar Llópiz, Fernando Pérez, Jorge Perugorría, Carlos Lechuga, Mario Guerra, René de la Cruz y Ulises Padrón.

Fernando Pérez se paraba con la misma postura y facha que muestra José Martí en el retrato de 1891 en Jamaica: manos a la espalda, ropa cualquiera y mirada perdida.

Quitaron la electricidad en la zona y la cuadra se sumió en la total oscuridad. Los jóvenes se sentaron. La maniobra apagonera del gobierno tuvo una respuesta inmediata: con una guitarra cantaron El breve espacio, de Pablo Milanés, y hasta la frase revolución somos tú y yo fue rapeada a golpe de las seis cuerdas.

La policía política vestida de civil comenzó a internarse en el conjunto y empezaron las provocaciones. La cordura premió a la multitud y convirtieron a las canciones en el mejor antídoto para frenar la maniobra. Fueron corajudos e impenetrables, fueron cubanos de antaño.

2:00 a.m.: Los representantes salieron del ministerio y Yunior García leyó los principales acuerdos tomados:

  • Se va a abrir un canal de diálogo con las instituciones.
  • Se van a interesar por las situaciones de Denis Solís y Luis Otero Alcántara con urgencia.
  • Se va a organizar una agenda de trabajo múltiple con propuestas de temas por ambas partes –todos los temas culturales con todos los artistas cubanos–.
  • Se va a revisar la declaración de la AHS a raíz de lo acontecido con el MSI.
  • Podrán reunirse en los espacios independientes sin ser hostigados.
  • Se abre una tregua con los espacios independientes.
  • A partir del miércoles de la semana que viene el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, se va a reunir con el grupo y otros artistas que quieran incorporarse.
  • Se garantiza la dispersión total de los manifestantes sin que interfiera la policía que rodeaba el lugar.

Los representantes del grupo explicaron a los funcionarios el hostigamiento que recibe cualquier variante de arte independiente dentro de la Isla y abogaron por el cese inmediato de ese actuar gubernamental.

El grupo de manifestantes va a seguir activo y con sus integrantes conectados. El colectivo seguirá abierto al debate a través de las redes sociales para llevar propuestas concretas a los encuentros con las autoridades. Con los acuerdos tomados se elaborará un comunicado oficial para que todos puedan consultar la información.

Cuando Fernando Pérez y Jorge Perugorría atravesaban el portón de la verja del Ministerio, el grupo reunido ante ellos comenzó a cantar el Himno Nacional. Fernando se lamía el bigote mientras entonaba la histórica arenga al combate, pero sus ojos seguían igual de tristes. Hay cosas que no sanan con una simple reunión.

28 noviembre 2020 39 comentarios 1.342 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Represión, repudio y 526 cuentas falsas

por Resumen Semanal 11 octubre 2020
escrito por Resumen Semanal

¡Muy buenas! Hoy dedicaremos nuestro resumen a hablar sobre detenciones en las últimas horas a varios activistas opositores del Movimiento San Isidro. También nos referiremos a la suspensión permanente que hizo Twitter a más de 500 cuentas presuntamente falsas localizadas en Cuba y que estarían vinculadas a diversas organizaciones juveniles y gubernamentales. Somos La Joven Cuba y este es nuestro resumen semanal de la agenda pública nacional.

***

El Movimiento San Isidro vuelve a estar en el centro de la opinión pública. Varios de sus activistas denunciaron en redes sociales el acoso al que supuestamente han sido sometidos desde hace algunas jornadas, llegando a ser detenidos Luis Manuel Otero Alcántara y Anamely Ramos, dos de sus miembros más conocidos.

La escalada de represión contra el movimiento habría comenzado el jueves 8 de octubre, cuando la Policía Nacional Revolucionaria habría reprimido una acción pacífica organizada por el grupo opositor.

 

En los siguientes dos días, sus integrantes han denunciado supuestas detenciones arbitrarias, acoso y “visitas” frecuentes a su sede en La Habana Vieja. Especial repercusión ha tenido el viral video donde aparentemente se llevan detenida forzosamente a la curadora Anamely Ramos, cuando intentaba llegar a la casa del artista Luis Manuel Otero. El twittero cubano Magdiel Jorge Castro compartió el impactante video de la detención.

Para los incrédulos que todavía no comprenden que el estado de derecho en Cuba es inexistente y la Seguridad del Estado actúa totalmente al margen de la ley, hace pocos minutos acaban de llevarse detenida a Anamelys Ramos sin orden judicial ni identificación previa👇🏻#denuncia pic.twitter.com/vxhoAU8dT5

— Mag Jorge Castro🇨🇺 (@mjorgec1994) October 9, 2020

 

El Movimiento San Isidro ha denunciado que cerca de una veintena de miembros están -o han estado- detenidos en las últimas 72 horas.

El hecho más reciente de esta historia habría ocurrido ayer sábado cerca del mediodía, cuando un grupo de “espontáneos” se personaron en casa de la antes mencionada Anamely Ramos, y haciendo uso de prácticas más propias de otras épocas, tuvo lugar una suerte de mitin de repudio contra la activista.

También ayer en horas de la tarde, el perfil Guerrero Cubano – presuntamente asociado a las autoridades cubanas- denunció en Facebook a los miembros del Movimiento San Isidro calificándolos de “delincuentes”y “mercenarios”. En su acusación menciona que el movimiento es financiado desde Estados Unidos con fondos federales para cambio de régimen en Cuba, a través de una red que incluye a medios opositores y organizaciones fachadas de la CIA. Hasta ahora no tenemos constancia si desde el movimiento opositor han emitido alguna repuesta frente a dichas afirmaciones.

***

Como adelantábamos anteriormente, Twitter anunció el cierre de 526 cuentas falsas administradas por organizaciones juveniles vinculadas al gobierno cubano, entre ellas la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

La compañía se justifica en un comunicado, donde expresa que el único objetivo de esa acción es continuar construyendo el entendimiento público sobre las formas en que los actores estatales intentan abusar y socavar una conversación democrática abierta.

Aunque perseguir cuentas falsas enfocadas en la propaganda política es una práctica habitual en Twitter desde su fundación, es importante señalar el doble rasero de estas medidas. La Oficina de Difusión para Cuba de los Estados Unidos, encargada de administrar Radio y TV Martí, en 2019 admitió ante el Congreso de E.E.U.U. que está “estableciendo en la isla equipos digitales para crear cuentas en Facebook sin  identificar, para difundir información” y que “la misma estrategia se replicará en otras redes sociales” en un elaborado aparato de propaganda política contra el gobierno cubano. Hasta el momento, Twitter no ha cerrado ninguna de estas cuentas.

US Government Admits It’s Making Fake Social Media Accounts to Spread Propaganda in Cuba

***

Para cerrar, en otro orden de noticias:

* Dos semanas después, aun tiene repercusión la ofensiva de grupos fundamentalistas religiosos cubanos contra Elaine Saralegui, después de la entrevista que le concedió al periodista Oliver Zamora para la cadena Russia Today en su versión en español. Seis denominaciones cristianas lanzaron fuertes comunicados oficiales desde sus redes sociales. El pasado martes 6 de octubre, LJC publicó en su sitio web un artículo sobre el tema.

* Descemer Bueno, músico -y activista político desde hace algunas semanas, según sus propias palabras- se ha sumado a las voces que piden la liberación del preso político Silverio Portal. El cantante subió un post en su cuenta de Facebook donde pide al gobierno que “detenga su acción represiva y racista, y libere al activista y prisionero de conciencia”. Las palabras actuales del músico contrastan con su posición en años anteriores, cuando reivindicaba una postura balanceada ante la presión de grupos en la Florida respaldados por la administración Trump. Hoy Descemer es amplificado por los mismos medios y grupos que antes le reclamaban no alinearse a su agenda.

* También esta semana ha sido noticia que el gobierno cubano desmientió las informaciones que habían surgido en varios medios de comunicación no oficiales sobre la supuesta liberación de los médicos cubanos secuestrados en abril de 2019 en Kenia por un grupo terrorista. “Desmiento las informaciones circuladas sobre la  presunta liberación de los dos médicos cubanos secuestrados, Assel Herrera Correa y Landy Rodríguez Hernández”, escribió en Twitter Juan Antonio Fernández Palacios, director general de Comunicación del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Desmiento las informaciones circuladas en madrugada de hoy sobre la presunta liberación de los dos médicos cubanos secuestrados, Assel Herrera Correa y Landy Rodríguez Hernández.

Se continúan realizando ingentes esfuerzos para asegurar la liberación y regreso seguro a la Patria.

— Juan Antonio Fernández Palacios (@JuantonioFdez) October 7, 2020

Para cualquier feedback, queja o sugerencia, recuerde que puede interactuar con nosotros en nuestro canal de Telegram: ➡️ https://t.me/lajovencuba

Somos @LaJovenCuba

11 octubre 2020 13 comentarios 819 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
odio

El odio de ambos lados

por Joany Rojas Rodríguez 15 septiembre 2020
escrito por Joany Rojas Rodríguez

En días recientes se publicó en Granma el artículo El odio no es cubano, referente a ese sentimiento tan dañino y oscuro. En este caso el que a diario se proyecta en las redes y otros medios contra la Revolución Cubana. En dicho artículo se plantean preguntas que parecen sacadas de una torre de marfil, y que ignoran hechos y realidades que los cubanos de acá, muy a pesar nuestro, conocemos bien. Reacción violenta, amenaza rugiente, groseros epítetos por el solo hecho de no coincidir políticamente, son algunas de las expresiones utilizadas para referirse a los que, desde aquel lado, se manifiestan visceralmente contra nuestro sistema político y todo aquel que lo defiende.

Seamos claros. La campaña mediática contra la Revolución Cubana es brutal, ofensiva y en ocasiones ridícula. Los que la llevan a cabo no tienen límites ni escrúpulos. Muchos de los que interactúan en las redes sociales han sido víctimas de todo tipo de insultos cuando defienden posturas favorables a nuestro proyecto político. Esa es una verdad indiscutible.

Pero también lo es que de este lado también se insulta, se ofende y se degrada, y lo peor, que se suele echar en el mismo saco a todo aquel que vive allá y que cuestiona el proceso revolucionario desde cualquier punto de vista. Sí porque, como siempre nos han enseñado, quien olvida su historia está condenado a repetirla, y no podemos olvidar que aquí en Cuba también se fomentó y se fomenta el odio, aunque en el presente los matices sean tal vez más sutiles.

No podemos olvidar las tristemente célebres Brigadas de Respuesta Rápida.

En décadas pasadas estas tuvieron como misión linchamientos morales, y a veces hasta físicos, a todo aquel que quiso emigrar. Si tenemos en cuenta que la emigración es un fenómeno tan viejo como la humanidad, y que parte del deseo natural del ser humano de buscar mejores condiciones de vida, que criminalizaran tan ferozmente a quien quisiera hacerlo, al día de hoy nos parece una barbaridad.

Tampoco podemos olvidar las aún más tristemente recordadas UMAP, en las que se encerró a todo aquel que no comulgara con la “moral revolucionaria”, considerados ajenos al concepto del Hombre Nuevo, vejándose la individualidad y la dignidad humanas de todo el que sufrió semejante disparate.

Tampoco podemos ignorar la intolerancia practicada durante años por nuestro gobierno con todo aquel que se ha atrevido a criticar o cuestionar, desde un punto de vista u otro, ya sea de manera constructiva o no, el sistema imperante, en aras de la unidad a ultranza. Debemos también recordar a los artistas e intelectuales que han sido condenados al ostracismo y al silencio, por disentir o expresar sin tapujos y con transparencia sus opiniones sobre determinados temas.

Es triste, pero los hechos están ahí, y han condicionado la visión de muchos respecto a Cuba, tanto dentro como en el exterior, creando rencores y resentimientos que aún perduran en los que residen fuera del país, principalmente en Estados Unidos.

Algunos odian porque sufrieron en carne propia lo antes mencionado, otros se dejan arrastrar por el contexto, otros lo hacen sin motivos aparentes, aunque es probable que al emigrar ya llevaran dentro el germen del odio, debido a malas experiencias vividas en su país.

Sin embargo, el odio, el desprecio, el insulto, la ofensa, no son patrimonio exclusivo de quienes, desde afuera, atacan el proceso revolucionario. Si usted revisa en las redes los foros y comentarios de partidarios de la Revolución, va a encontrar pequeñas joyas de maledicencia y encono verbal. Malnacidos, mercenarios, gusanos, malagradecidos, vendepatrias, apátridas, son de los insultos y ofensas más decentes que pueden leerse. Lo peor es que reconocidas figuras públicas del gobierno han caído en esta especie de chusmería virtual que muy poco favor nos hace.

Esos adjetivos son también posturas de odio, intolerancia y desprecio.

¿Qué moral nos asiste entonces para criticar a quienes la emprenden contra nosotros desde posiciones extremistas? ¿Qué tipo de disposición al diálogo podemos enarbolar, si, incluso desde el gobierno, se alienta este tipo de comportamiento? ¿Qué decencia y qué respeto vamos a reclamar si no somos capaces de llevarlo a la práctica nosotros mismos? La Revolución tiene derecho a defenderse, es innegable, pero ello no puede convertirse en un pretexto para ofender y denigrar.

El caudal político de la Revolución no es lo que era hace treinta o cuarenta años, la miseria y las constantes escaseces, además de otros factores, han creado mucho descontento, y la reacción a eso no puede ser la misma que la de nuestros enemigos cuando ven que el poder revolucionario sigue en pie.

Más aún, si queremos que nuestros emigrados formen parte del proceso de reformas económicas que pretende llevarse a cabo, no podemos seguir echando a todos en el mismo saco, ni juzgarlos porque decidieron irse de Cuba, ni apartarlos con ofensas e insultos porque no estén de acuerdo con el socialismo como sistema político y así lo manifiesten. Pagarles a nuestros enemigos con la misma moneda es facilitarles el camino.

Hay odio, sí, pero en ambas orillas. Ya es hora que del lado de acá nos llamemos a reflexión. Si los que nos odian persisten en su retórica, allá ellos. Pero nosotros no podemos seguir ese camino. No es sano ni constructivo. Bien que lo sabemos.

15 septiembre 2020 36 comentarios 476 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto