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Puesta en escena

por Alina Bárbara López Hernández 10 enero 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

A finales de abril del 2019 se celebró el XXI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). El ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil, recién nombrado por entonces, afirmó en una intervención ante los delegados: “Para el año 2020 queremos desarrollar un plan de la economía más participativo y flexible”.

Entendí que se renunciaba a los viejos métodos informativos sobre la planificación económica y que, para variar, serían escuchados y tomados en cuenta los criterios de los trabajadores previos a la presentación del referido plan. Me equivoqué.

En los últimos días de diciembre, la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) aprobó el Plan y el Presupuesto. Inmediato a ello, la dirección nacional de la CTC convocó a los trabajadores a una discusión colectiva que se extenderá durante los meses de enero y febrero del 2020. ¿Aprobación primero y discusión después? Nada cambió, me dije.

El miércoles 8 de enero, los viceministros de Economía y de Finanzas y Precios (MFP) se reunieron con dirigentes sindicales de todo el país para explicar las novedades del plan y del presupuesto del Estado en el presente año. Seguí con atención el encuentro, el sitio Cubadebate informó acerca del mismo a través de la periodista Thalía Fuentes Puebla.

Según ella, Johana Odriozola, viceministra del MEP, expresó que el esfuerzo principal tenía “que estar dirigido a priorizar el análisis de las potencialidades y reservas, en función de incrementar las exportaciones de bienes y servicios y de esta manera aumentar los ingresos”. Odriozola enfatizó igualmente en la necesidad de un plan objetivo, atendiendo a los recursos disponibles y solicitó “una discusión menos formal y cuantitativa. Hay que hablar de indicadores de eficiencia y productividad y buscar el protagonismo de los trabajadores”. La funcionaria insistió en las medidas de ahorro y en evitar las inversiones que no sean factibles. “Es tarea de los cuadros políticos movilizar y comprometer a los trabajadores”, alegó.

Les pido a los lectores de LJC que no me pregunten cómo es posible que un plan sea objetivo, se hable en un debate sobre él de indicadores de eficiencia y productividad y, al mismo tiempo, sea una discusión menos formal y cuantitativa. Tampoco puedo responderles de qué modo compaginar el protagonismo de los trabajadores con el hecho de que estos sean movilizados y comprometidos por los cuadros políticos.

Quizás la periodista deba pasar un curso de redacción para ganar claridad en las ideas que expone, pero por mucho que leo no encuentro el sentido a esta información, y uso este término porque analizar la reunión no fue su objetivo: “Díaz-Canel, definió conceptos de la batalla económica como la fortaleza ideológica de las estructuras, dirigir y no cumplir tareas, la política de cuadros, el ahorro y evaluar estructuras, incentivos materiales y morales, e identificar trabas y soluciones”.

Lo que se informaba me llevó a una relectura del artículo “Ventrílocuos”, que dediqué al Congreso de la CTC, allí apuntaba:

No esperaba mucho del XXI Congreso de la CTC, ya lo dije. Pero no esperaba tan poco. Sobre todo no esperaba un acto de suplantación similar al que realiza un ventrílocuo en una función de circo. La burocracia puso a hablar con su discurso a una representación obrera que, cual boca de Saurón, repitió consignas y asumió compromisos que no está en sus manos cumplir: priorizar las exportaciones, autoabastecernos en los municipios, disminuir importaciones, controlar los plazos de las inversiones, lograr encadenamientos productivos…  Ni siquiera a nivel de los centros de trabajo es posible para un trabajador el control de los planes de producción; mucho menos sensato es admitir —como lo acaba de hacer la dirigencia obrera en el congreso—, que pueden arrogarse una mirada macro, que se erige incluso por encima de los ministerios y depende, por estratégica, de los más altos niveles políticos de dirección.

Al parecer, los lectores de Cubadebate piensan algo similar, vistos los escasos comentarios que dejaron al pie del artículo de Thalía Fuentes. Solo citaré tres, Orieta Álvarez Sandoval dijo: “Para discutir hay que analizar los datos. ¿Se brindarán los principales datos a los trabajadores o solo se pedirá la mejor manera de cumplir con las metas?”. Su pregunta es apoyada por José Luis Amador: “De acuerdo con usted, los detalles de la eficiencia, que es lo primero que hay que arreglar no lo pueden definir ni los obreros calificados, ni los obreros ocupacionales. Para eso hay que tener conocimientos adquiridos en la universidad (…)”; y por Landry: “Creo que lo primero que se debe hacer para que esto funcione es poner la realidad de cada empresa en la mesa de reuniones. Hacer un plan realista y no que en mes de julio se reúnan una vez más para reajustar el plan de la economía (…)”.

¿Cuánto debemos?, ¿con qué financiamiento real contamos para invertir?, ¿podemos decidir sobre las prioridades y sobre la renovación tecnológica?, ¿las acciones del gobierno norteamericano influirán en el plan o se tuvo en cuenta esa variable en la planificación del mismo?… Las preguntas son muchas y de las respuestas depende la seriedad de este proceso y no que sea una puesta en escena más para decir que los trabajadores “fueron consultados”.

Insisto en un punto: en los debates del proyecto de Constitución se resaltó la necesidad de implementar el control obrero, lo que además fue incluido en el artículo 20: “Los trabajadores participan en los procesos de planificación, regulación, gestión y control de la economía. La ley regula la participación de los colectivos laborales en la administración y gestión de las entidades empresariales estatales y unidades presupuestadas”.

Sin embargo, ni en el congreso obrero ni en esta reunión del 8 de enero, algún dirigente sindical se refirió al modo en que el artículo 20 se concretará en leyes claras y precisas, que permitan a trabajadoras y trabajadores rescatar la propiedad de los medios de producción fundamentales y tener un protagonismo real en los planes de la economía, y no uno que solo viva en el discurso y en los conceptos.

Se llegó a decir ayer jueves, en la revista televisiva Buenos días, que “el aporte de los trabajadores define el desarrollo del país”. El presidente de la República pidió a la burocracia sindical: “Este proceso de discusión del plan con los trabajadores debe aportar, convocar y conmover a cada trabajador”. Le aseguro por mi parte que estoy conmovida. La indignación también conmueve.

10 enero 2020 17 comentarios 1k vistas
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La crisálida y la mariposa

por Mario Valdés Navia 23 diciembre 2019
escrito por Mario Valdés Navia

Lo que ha ocurrido con la propiedad estatal en los gobiernos de vocación socialista es algo a lo que vale la pena volver una y otra vez. Lo primero es que es absurdo nacionalizar como un acto de fe exorcista que exige destruir el viejo sistema productivo para luego intentar elevar la producción por vías que brotarían de alguna idea luminosa de los líderes, mediante el viejo sistema de prueba/error que se usa en los juegos de azar.

Desde lo simbólico, el peligro radica en que el sentido de propiedad socialista tiende a esfumarse cuando la propiedad es de todo el pueblo, pero su forma de gestión y la apropiación de sus resultados permanecen en manos de una casta burocrática. Más aún si se pretende explotar la fuerza de trabajo de los obreros con una elevada intensidad, limitar sus derechos laborales y pagarles bajos salarios.

En ese sentido ya Trotsky había criticado a los que alimentaban el mito de la propiedad estatal como forma socialista por el solo hecho de mantener estatizada la propiedad y afirmó:

Para que la propiedad privada pueda llegar a ser social, tiene que pasar ineludiblemente por la estatalización, del mismo modo que la oruga para transformarse en mariposa tiene que pasar por la crisálida. Pero la crisálida no es una mariposa. Miríadas de crisálidas perecen antes de ser mariposas. La propiedad del Estado no es la de “todo el pueblo” más que en la medida en que desaparecen los privilegios y las distinciones sociales y en que, en consecuencia, el Estado pierde su razón de ser. Dicho de otra manera: la propiedad del Estado se hace socialista a medida que deja de ser propiedad del Estado.[1]

Que la propiedad sea estatal puede significar mucho, o poco para las clases trabajadoras. La cuestión principal es la de quien detenta el poder de hecho, no de derecho; o sea, en manos de quien se encuentra realmente esa propiedad estatizada. Es esto lo que determina las relaciones económicas y sociales y no la forma jurídica o legal que puedan presentar. En la práctica los altos burócratas se han convertido en los propietarios plenos, mientras que los restantes ciudadanos solo lo son parcialmente.

Los medios de producción pueden hallarse estatizados y seguir actuando como capital, por lo que continuarían rigiendo las leyes económicas del capitalismo, basadas en la extracción de la plusvalía máxima a los trabajadores, con una forma estatal. Frente a esto los trabajadores han aplicado fórmulas de resistencia a partir de las ventajas que les brinda su condición de productores directos, algo que la burocracia no les puede enajenar. Surge así la economía parti-estal  basada en la utilización de los medios de producción estatales en producciones particulares; el hurto de instrumentos de trabajo y materias primas y el desvío de productos terminados hacia la economía sumergida.

No obstante, la grave situación que existe con la falta de estimulación al trabajo mediante el salario es el factor que más afecta al sentido de propiedad en la economía estatal cubana. A esto se suman los relativamente elevados precios de los alimentos que diluyen el salario en las manos de los trabajadores y los obligan a buscar fuentes alternativas de recursos. De ahí la enorme proporción del ingreso familiar que se gasta en el pago de los alimentos, rasgo típico de sociedades pobres y atrasadas.

El sentido de propiedad socialista en Cuba quedó aun más en entredicho en los años 90, al llegar el capitalismo de Estado. Aunque en el discurso oficial nunca sea mencionado con ese nombre, sino por el de sus formas (empresas mixtas, asociaciones de capital, concesiones), esa mixtura entre propiedad estatal y capital trasnacional no puede catalogarse de otra forma.

Con el tiempo, Estado y monopolios extranjeros han estrechado su relación hasta llegar a conformar un extraño dúo que ya no parece ser de compañeros de viaje, sino de hermanos siameses. Un peligro para el futuro de la Revolución que se puede convertir en su contrario desde arriba.

El crecimiento del capitalismo de Estado ha puesto aún más en crisis el sentido socialista de propiedad sobre todo en la rama donde más trabajadores emplea: la del turismo, por cuanto en ella la retribución depende en gran medida de propinas, estimulaciones en divisas y posibilidades de resolver productos para revender en el mercado negro, que de una verdadera realización del individuo como trabajador socialista mediante el salario.

En las condiciones existentes de predominio burocrático, la enajenación de los trabajadores respecto a los medios de producción no es una cuestión que se resuelva con lineamientos generales, derechos constitucionales o un nuevo discurso político. Se requieren transformaciones en las relaciones de producción socialistas que conduzcan a desbancar de sus posiciones de privilegio a los actuales burócratas de nivel medio y alto, que hoy se alzan sobre los hombres y mujeres de a pie.

En la actualidad, la situación es más preocupante aún, pues la Constitución del 2019 permite el paso de los medios de producción de una forma de propiedad a otra. Por tanto, es muy importante que se hagan públicas todas las transacciones de ese tipo ya que solo así se podrá evitar que la burocracia comience a apoderarse de importantes espacios del sector público amparados por el secreto y la desinformación que tanto protegen por supuestas razones de seguridad nacional.

Solo una mayor participación real y efectiva de los trabajadores en las empresas estatales, descentralización económica y empoderamiento de los colectivos laborales contribuirán a la  conversión de la deforme crisálida estatal en la mariposa socialista: la propiedad común de los productores libres asociados.

[1] La revolución traicionada. Cap. IX. “Qué es la URSS?”, epígrafe. 1. ‘Relaciones sociales’.

23 diciembre 2019 47 comentarios 564 vistas
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El trabajo: ¿deber, derecho u obligación?

por Daniel Vega Fernandez 3 noviembre 2018
escrito por Daniel Vega Fernandez

El debate constitucional es orden del día en la sociedad cubana. Cada uno de sus tópicos ha levantado numerosas polémicas en nuestro polémico pueblo. La divulgación mediante el análisis por especialistas cualificados, muchos de ellos involucrados en la redacción constituyente, de los diferentes artículos del texto constitucional, a través de la televisión nacional, es una estrategia acertada, que sitúa la discusión en el centro del hogar cubano.

Recientemente en uno de estos espacios la decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Habana Dra.  Marta Moreno Cruz, tocaba uno de los temas a mi juicio más polémicos y comentados: El trabajo como deber, derecho u obligación en la sociedad cubana (artículo 31 capítulo II).

La doctora Moreno Cruz, argumentaba en ese espacio que no se puede conceptualizar el trabajo como una obligación sino como un deber porque “el Estado no tiene actualmente la capacidad de garantizar el empleo de cada uno de los ciudadanos aptos para trabajar”. Con todo respeto que los conocimientos jurídicos de la doctora Moreno Cruz se merecen, a este autor, ese argumento le parece sumamente torcido.

En su ensayo “El socialismo y el hombre en Cuba”, Che, nos dejó dicho “Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber social (…) basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía”. Sin embargo el propio Che, aseguraba que la socialización de los medios de producción sobre la propiedad privada no basta para provocar un cambio en los individuos, cambios que necesariamente serán largos y que no se puede aspirar a que sean completos en un corto período en los cuales el trabajo ha de ser lo que todavía es hoy, obligatoriedad compulsiva social, para transformarse en una necesidad social. Lamentablemente ese largo periodo de tiempo no ha concluido después de 60 años de historia revolucionaria.

En una sociedad socialista, donde se subsidian la Canasta Básica, la Salud Pública, la Educación, el consumo eléctrico, el consumo hidráulico, el acceso al deporte y a la cultura entre otros, el trabajo no puede ser de ninguna manera deber moral sino compulsión legal. Es un lujo que esta sociedad no puede darse si quiere sobrevivir a su propia ineficiencia y validar la viabilidad del socialismo con la práctica del día a día.

La otra cara del planteamiento de la doctora Moreno Cruz siguiendo el razonamiento lógico, sería que, entonces, para ser justos con los que se si aportan a la sociedad con su trabajo aquellos que no lo hacen, estando en plena capacidad de hacerlo, deberían pagar todos las prestaciones sociales antes mencionadas, en moneda dura y a precios del mercado mundial. Algo que sería bien difícil de asimilar por esta sociedad después de 60 años de socialismo “con todos y para el bien de todos” .

Otra distorsión en el argumento, es que el nivel de ocupación del empleo estatal, está bien lejos del pleno empleo, con notables déficits en áreas como: construcción, agricultura, servicios comunales, servicios de limpiezas en hospitales, docentes, etc. Áreas todas que no se caracterizan por la “búsqueda” que tanto menciona el personaje de Ruperto, genialmente caracterizado por el actor Omar Franco. Incluso en centros estatales con salarios por encima del promedio como el grupo Biocubafarma, donde se desempeña el autor, el pleno empleo está lejos de alcanzarse. Luego el condicionante ético de no tener empleos que repartir para poder exigir no se sostiene.

Otro enfoque a esta problemática, parte del concepto de deshacernos de actitudes paternalistas absurdas y dejar de ver al Estado como padre protector que debe garantizar el empleo a todos y no como el regulador con el deber de exigirnos que aportemos todos a lo que todos construimos.

Algunos argumentarán que experiencias anteriores como la conocida “Ley de la vagancia”, han generado malas experiencias que tienden al extremismo. El parecer del autor es que la exigencia sobre la obligación de trabajar no debe ser coercitiva o punitiva sino tributaria. Un impuesto progresivo anual por estar más de 6 meses sin empleo, ya sea en el sector privado o estatal. Una forma de que todos incluso el que vive de remesas contribuyan a los gastos sociales comunes y a cambio ganen acceso a la seguridad social. Esta idea tendría un feliz corolario, proveyendo el acceso a la seguridad social, a las amas de casa, que muchas veces por circunstancias de la vida se encuentran, repentinamente, sin pareja y sin experiencia laboral y se ven obligadas a formar parte del mercado informal.

La polémica está servida, que cada quien saque sus propias conclusiones.

3 noviembre 2018 32 comentarios 483 vistas
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Semana laboral ¿40 o 44 horas?

por Consejo Editorial 12 junio 2015
escrito por Consejo Editorial

códigodetrabajo2014

Por: Juan C. Nistal

Dijo Plutarco del difuso Licurgo en Vidas Paralelas, casi 3 milenios ha: “Porque de las cosas buenas y envidiables que Licurgo preparó a sus ciudadanos fue una, la sobra de tiempo no permitiéndoles que se dedicasen en ninguna manera a las artes mecánicas, y no teniendo que afanarse en allegar caudal, cosa que cuesta mucho cuidado y trabajo, por haber hecho la riqueza inútil y aún despreciable”. Ese ocio cómodo y punible, a costa de los ilotas, estuvo en el foco de grandes conflictos en los tiempos modernos. Disminuido por la rapacidad del capitalismo incipiente, con 16 horas diarias de duro bregar sin días de descanso, la pujanza obrera post revolución industrial logró un balance anhelado entonces, «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa». Cada festejo del primero de mayo recuerda esa victoria del movimiento obrero y su martirio.

Sin embargo, el aumento del ocio, de la sobra de tiempo griega, anda por el mundo y nosotros casi no nos hemos enterado. En Wikipedia puede leerse: “La extensión de una sociedad de consumo que requiere tiempo para las compras y el gasto en ocio ha generalizado en buena medida y en todo el mundo la semana laboral de 5 días; de lunes a viernes en los países de tradición cristiana y judía (fin de semana el sábado y domingo); de domingo a jueves en la mayoría de países musulmanes (fin de semana el viernes y sábado)”.

“Desde posiciones neoliberales se demanda el aumento del tiempo de trabajo como condición para la prosperidad -aun cuando no resuelva el problema del desempleo-; desde posiciones sindicales se demanda una reducción de la jornada de trabajo, el reparto del mismo y la consideración del tiempo trabajado total por el conjunto de la sociedad o comunidad.”

“La semana laboral habitual en la mayoría de países y trabajos se desarrolla de lunes a viernes, estableciéndose un período de descanso denominado fin de semana que comprende sábado y domingo.”

“A partir de los años 80 del siglo XX se comenzó a consolidar la jornada laboral de 5 días, tanto en el sector privado como el sector público. Siguen siendo muchos los países y trabajos donde la semana laboral es todavía de 5 días y medio, 6 días e incluso de 7 días (fundamentalmente en el trabajo clandestino, trabajo infantil y trabajos a destajo, todos ellos normalmente relacionados con la economía sumergida)”.

En negrita los contendientes, neoliberales y obreros. Parece fácil acá, falta un bando, suerte de no tener los neoliberales, la semana de 40 horas es un simpleza para nosotros, un plumazo. Error, a partir de una propuesta anterior al congreso de la CTC y del nuevo código del trabajo, se ha generalizado la semana de 44 horas o 40 horas con descuento. Los que no trabajábamos los sábados no nos sentimos aludidos, no creímos posible la generalización. Tal vez la visión corta, el exceso de localidad de los comisionados, no les permitió explorar el contexto externo y se enfocaron en las 44 horas semanales como “la mejor jornada posible”, si acaso susceptible de reordenamiento. Quizás no conocieron de otros países, mucho más arriba en la imperativa escala económica, Francia y Holanda entre ellos, con 40 horas y menos. Nadie pensó en el resultado ominoso de alargar la improductividad una hora más, sin respaldo, en virtud de una ortodoxia rancia y vana. O en el artículo 46 de la constitución: Todo el que trabaja tiene derecho al descanso, que se garantiza por la jornada laboral de ocho horas, el descanso semanal y las vacaciones anuales pagadas.

No establece ni fija la ley de leyes pero menciona, gracias a la ambigüedad de la ley, tan propicia para reinterpretaciones y reelaboraciones creativas, casi siempre del lado de quien más puede. La generalidad será necesaria pero no siempre; y a veces es improcedente. Entonces queda a la vera de la duda si de lunes a jueves estropeamos la constitución al estirar la jornada laboral hasta 9 horas. Sería bueno acudir a las enmiendas, copiar de nuestro vecino ahora es menos ominoso, y en terreno movedizo, transitorio, las enmiendas habrían de aumentar su protagonismo, para hacer las cosas más dinámicas y mejorar nuestra capacidad de reacción, siempre tarda.

El otro remarcado es la fecha del cambio: década de los 80, cuando los europeos optaron por las 40 horas, en pro de su sociedad de consumo, que para nosotros, alguien ha dicho “de sin – sumo”. No nos enteramos, nunca lo vi en la prensa. ¿Dónde estábamos? Bueno, en los 80 estábamos lactando. Éramos ya tarajalludos, nos habían salido hasta los cordales, pero estábamos lactando. Para mal, cuando la loba se sacudió no fuimos Rómulo y Remo ni levantamos algo sólido para los malos tiempos por llegar – si acaso, fuimos más remo. Y entonces, se disipó la modorra, se cayeron los dientes de leche y entramos en esa etapa infantil de los por qué. Y nos fijamos mejor en algunas interrogantes en las cuales no habíamos parado mientes o incluso, rechazado. Por qué el caballo blanco era blanco.

Por qué si son los neoliberales quienes piden más tiempo de trabajo y los sindicatos de allá, menos, no podemos los obreros de acá aspirar a la semana de 40 horas con salario completo, en la sociedad de los trabajadores. ¿Los sindicatos de acá no son de los obreros de acá? ¿sindicato y trabajadores es lo mismo o si sindicato y estado? O será lo mismo estado, sindicato y trabajadores? No, esto último no puede ser porque indica un estado idílico donde las cosas se anulan y perecen las divisiones, extraña entre los hombres, necesitados de contrapartidas. Fuera del idilio, la unidad de la diversidad puede llevar a parcializaciones o realineaciones naturales o forzadas, con la consiguiente indefinición e incuria de la funciones.

Hasta ahora, con destellos y particularidades, es cierto que el sindicato es el departamento de relaciones laborales de la administración ¿Nos representa de verdad a los trabajadores o nos interpreta – o malinterpreta- o suplanta? La diferencia clara entre esos términos no me esclarece si en las urnas me hago representar o suplantar; el mismo concepto de vanguardia juega con la suplantación si los esclarecidos no se codean con la impureza día a día. El sindicato, según los estatutos, puede representarnos, a los trabajadores. Aunque la semántica escolar y de rutina se diferencia de la legal, donde, por ejemplo, “aprobar” significa “modificar”, sinónimo no homologado por el diccionario, la intuición que para representar a alguien es necesario conocer su caso. Para representar a los trabajadores primero se ha de conocer sus aspiraciones; la organización es una asociación y no una tutela o gerencia. Si actúa por una noción o en el supuesto del mejor interés – de los trabajadores no de la administración –, sería interpretar; Y si se atiene a lo que conviene, lo correcto, sería una mera suplantación.

Entonces ¿qué ha pasado con la semana de 44 horas? Al parecer, hemos sido suplantados por el “sindicato del nivel correspondiente” y la organización obrera y según la semántica legal, eso puede suceder siempre. Porque la oposición al trabajo sabatino y a las 9 horas ha sido abrumadora. Muchos han preferido las 40 horas con descuento, sin éxito. La verticalidad impuso las 44 horas. Y el dilema no apareció en ninguna parte, ni siquiera en la mediotrónica o el órgano de los trabajadores; ha sido un acontecimiento nacional, sin eco, acallado tal vez por la discreción, gran y muchas veces, manido escudo. A pie de obra no existe la web, los blogs, y el clamor se diluye, fallo de nuestra sociedad, de su funcionamiento orgánico. El código de trabajo contempla las 2 variantes, 40 horas con descuento o 44 horas.

Pero se generalizó la semana larga, en contra de la voluntad general y para zozobra y martirio de quienes hacen la nómina. La estandarización se deshizo de la noche a la mañana, aumentó el trabajo manual – en las nóminas automatizadas -, la personalización, las variantes y los dolores de cabeza, clara evidencia de que no se asumió el cambio como un proceso integral y premeditado. ¿Para qué? El balance pronto nos lo dirá.

Pareciera una desfachatez pedir el mismo salario por menos tiempo. Pero en el trance actual de nuestra economía, debido a su propia estructuración, todavía con exceso de ocupación, en muchos objetivos es mejor cerrar que prolongar una jornada improductiva. Para una economía planificada parece más adecuado el trabajo a destajo bajo estricto control de calidad; en general, siempre hay respuesta positiva al cambio de productividad por reducción de tiempo de labor.

Por otra parte, ya se ha mencionado el estatus superior de otros con jornadas reducidas, hasta 36 y 30 horas y se ha demostrado la ineficiencia de trabajar durante tiempos prolongados, por el cansancio y la imposibilidad de concentrar la atención por largos periodos de tiempo. Además, nuestros salarios no son tan holgados como para resistir tijeretazos. Establecer la jornada de 40 horas con salario completo y aún más, la bonificación de hasta un 20 % del salario del día para quienes quedan obligados a trabajar el fin de semana, más el cierre discrecional y temporal puede ayudarnos en la coyuntura actual, sin menoscabo de la economía. No para todos vale la visión romántica y enaltecedora del trabajo, visto más bien como una necesidad imperativa y a menudo, estresante; y casi siempre limitante o autolimitante para quien se encierra en el trabajo, de una vida plena, más rica y compartida, constreñida por límites temporales no siempre justificados, que impiden hasta hacer otros trabajos. Quizás hasta hayamos de confrontar la ocupación parcial; pero, sin dudas, estamos obligados a la eficiencia meticulosa. Mientras, la semana de 40 horas en la sociedad de los trabajadores, no es imposible ni desfachatez ni utopía.

12 junio 2015 108 comentarios 790 vistas
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La fiesta de los trabajadores Matanceros (+ fotos)

por Consejo Editorial 1 mayo 2013
escrito por Consejo Editorial

 

Por: Roberto G. Peralo

El 1ro de Mayo el día internacional de los trabajadores constituye una fiesta de pueblo. Va más allá de un simple desfile o marcha, forma parte de una idiosincrasia, de sentirse obrero o simple trabajador. En nuestro sistema social somos la clase que ostenta el poder real, aunque nos faltan muchos mecanismos que empoderen aun más a los trabajadores.

Las nuevas políticas económicas y sociales que se implementan en Cuba tienen que ir encaminadas a que el obrero se sienta realmente dueño de los medios de producción. Es una deuda que aun tiene el socialismo cubano.

Comparto con nuestros lectores algunas fotos del desfile realizado en la ciudad de Matanzas.

 

desfile trabajador cubano

La verdadera clase obrera cubana, somos muchos +

 

Bandera cubana en desfile

Sin dudas es la bandera más linda que existe

 

cuentapropistas desfilando cuba

Los cuentapropistas también desfilaron.

 

1ro de mayo en matanzas

Seguimos siendo aun +

 

familia cubana en desfile

En casa al parecer no se quedó nadie.

 

Extranjeros desfilando en cuba

Amigos de Cuba también desfilaron

 

joven cuba desfilando el 1ro de mayo

El año que viene desfilo con una bandera más chiquita

 

desfile trabajadores cubanos

Arriba de ese triciclo hay un puerco asado. ¿cuál sería el destino final?

 

niña enfermera desfila

El futuro de la enfermería ya está garantizado.

 

conga cubana desfile

Un desfile que se respete no le puede faltar una conga.

 

trabajadores de cubana de aviación desfilando

¿Estarían celebrando la nueva política migratoria?

 

motivos para desfilar

Existen muchos motivos por lo que ir a esta fiesta de los trabajadores cubanos

 

trabajadores felices

Aquí había una gozadora.

 

trabajador cubano fiesta obrero 2

Los cocodrilos ganan la serie de pelota este año.

 

niños cubanos en desfile

Los futuros obreros cubanos.

 

 

jovenes en desfile cubano

Cuando pensé que el desfile se estaba acabando apareció una marea de jóvenes estudiantes y trabajadores, para cerrar por todo lo alto.

1 mayo 2013 125 comentarios 467 vistas
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