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Modelo

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La actualización de la Conceptualización

por Mario Valdés Navia 6 julio 2021
escrito por Mario Valdés Navia

El camino hacia la conceptualización del modelo cubano fue largo. Entre el 16 y el 19 de abril del 2011 se efectuó el VI Congreso del PCC, llamado de la Actualización. Tras catorce años sin convocarse —por razones nunca explicadas y que no parecieron importar mucho a militantes ni a pueblo en general— aquel cónclave analizó el ya iniciado proceso de reformas denominado Actualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista.

A pesar de que Raúl Castro afirmara en el Informe Central de aquella cita: «No me cansaré de repetir que en esta Revolución todo está dicho», en la ocasión señaló cuestiones novedosas para el discurso político cubano tradicional, como esta:

«El incremento del sector no estatal de la economía, lejos de significar una supuesta privatización de la propiedad social, como afirman algunos teóricos, está llamado a convertirse en un factor facilitador para la construcción del socialismo en Cuba, ya que permitirá al Estado concentrarse en la elevación de la eficiencia de los medios fundamentales de producción, propiedad de todo el pueblo y desprenderse de la administración de actividades no estratégicas para el país».

El enfoque más pragmático de su liderazgo se revolvía contra los anónimos «teóricos» dogmáticos y exigía una nueva fundamentación (conceptualización), más acorde con lo que postulaba desde el verano de 2009: la necesidad de remodelar la sociedad socialista cubana para hacerla sustentable.

En agosto de 2009 notificaba la decisión de: «definir con la más amplia participación popular la sociedad socialista que aspiramos y podemos construir en las condiciones actuales y futuras de Cuba, el modelo económico que regirá la vida de la nación en beneficio de nuestros compatriotas y asegurar la irreversibilidad del régimen sociopolítico del país».

En 2010 repetiría estas ideas de manera aún más acuciante. Sin embargo, cuando en 2011 se celebró el referido VI Congreso —en plena Primavera Árabe e inicios de la guerra civil y agresión yihadista internacional contra Siria—, otro sería el tono de los discursos y el carácter de las decisiones asumidas.

En lugar de debatir el marco teórico del modelo que se adoptaría, a partir de las diferentes propuestas que se venían haciendo desde inicios de los noventa, la asamblea tomó una decisión antinatural, aunque más viable para el grupo de poder hegemónico: empezar a aplicar el nuevo modelo por su dimensión práctica, los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución.

La elaboración de los mismos fue fruto del trabajo de una comisión ad hoc de especialistas y funcionarios anónimos, y complementado con el debate posterior. De ahí que en el VI congreso no solo fueran aprobados los Lineamientos, sino que se creara una «Comisión Permanente para su implementación y desarrollo», que conduciría —como supraorganismo estatal/partidista/gubernamental—, el proceso de actualización bosquejado en ellos en forma de ideales, tareas por hacer y representaciones de cómo debían ocurrir las cosas.

En el lapsus comprendido entre los congresos VI y VII —2011-2016—, se  creó otra comisión del mismo tipo para elaborar la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista, la cual, tras un período de debates partidistas y en núcleos obreros importantes, fue aprobada en el VII Congreso. Según se declarara, ella incluía: «los principios y las bases teóricas que han de regir el proceso de construcción del socialismo en las actuales condiciones de Cuba».

Realmente su contenido es altamente idealista y apologético, cifrado en el deber ser y no en las contradicciones de la realidad cubana. Su valor teórico estaba muerto antes de nacer. En lugar de constituir una Conceptualización de la Actualización, que sirviera para iluminar el camino con nuevas definiciones, principios, leyes y enfoques diferentes; se limitaba a servir de respaldo teórico a los Lineamientos antes aprobados.

Desde que se diera a conocer, se proyectó que la Conceptualización debía ser actualizada en cada cónclave posterior, algo inconcebible en un producto teórico. Las teorías no se actualizan, se sustituyen por otras en el devenir de las ciencias, sean naturales, técnicas o socio-humanísticas.

La ruptura/superación de los paradigmas teóricos anteriores es condición sine qua non en el desarrollo del pensamiento humano. Por eso Einstein inició su libro sobre la teoría de la relatividad con el famoso adagio: «Newton, perdóname por rebatir tus concepciones».

Lo ocurrido durante el trabajo previo con los documentos del VII Congreso, y su discusión posterior en el evento, superó con creces lo que sucedió en el VIII, que fue prácticamente irrelevante. En los debates de la Comisión 1 del VII Congreso del Partido —«El modelo de país que queremos»—, dedicada a la Conceptualización y presidida por Díaz-Canel, se incorporó el 88% de las 841 opiniones aportadas por los participantes. Las 104 propuestas no aceptadas fueron canalizadas hacia otras comisiones.

Como resultado de estos intercambios, se modificó las dos terceras partes del documento, en temas como: preservación y desarrollo de las conquistas sociales;  calidad de los servicios a la población; la emigración, su impacto negativo y relación con las condiciones de trabajo y salario; participación de los trabajadores y toda la población en la toma de decisiones; papel del mercado y necesidad de que sea reconocido y regulado; reconocimiento de la propiedad privada, en especial de cubanos; factores que conforman la prosperidad en nuestro socialismo y papel protagónico de la juventud.

Por el contrario, llama la atención que en el recién concluido VIII Congreso no haya existido reportaje alguno sobre debates o intervenciones referidos a la Conceptualización. Las escasas transformaciones hechas al documento indican que pocos delegados tuvieron algo que aportar, argüir o proponer.

En su versión actualizada se subraya que: «A partir del concepto de Revolución, los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución aprobados por el 6to y 7mo congresos del Partido Comunista de Cuba, han constituido la base fundamental para elaborar la Conceptualización del Modelo. Han sido consideradas también las políticas definidas como parte de su implementación».

Esta tesis desconoce que el modelo teórico —Conceptualización— es primario respecto a los Lineamientos y las políticas. Debe ser fruto de la labor de tanques pensantes,  instituciones o destacados intelectuales que produzcan teoría. Por supuesto que puede ser enriquecida por la praxis posterior, pero nunca servir de bastón a políticas adoptadas a priori.

Tras contraponer la versión de la Conceptualización aprobada en 2017 con la actualizada en 2021 —publicada hace pocos días—, se constata que el nuevo documento tiene exiguos cambios y ninguno significativo. La principal dificultad es su carácter limitado, abstracto y no totalizador, pues, como reconoce: «El Modelo abarca las esferas de la producción, distribución, cambio y consumo».  Por tanto, su campo de acción se limita a la esfera socioeconómica; en tanto la vida política y toda la superestructura de la sociedad quedan excluidas.

Esto significa que temas tan debatidos y urgidos de transformación en Cuba, como estos: empoderamiento de los trabajadores, la ciudadanía y las localidades;  democracia y participación política efectiva; y ejercicio de los derechos humanos en su totalidad; no forman parte de la Conceptualización ni de la Actualización.

En vísperas del VIII Congreso, el Buró Político analizó un «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana», que seguramente reflejó los cambios ocurridos en ese ámbito entre uno y otro cónclave.

A pesar de que fue este un período de incremento notable de la participación ciudadana en la actividad política, tanto en el escenario real como en el espacio virtual de las redes sociales; de ese documento no se publicó nada ni parece haberse tenido en cuenta a la hora de actualizar la Conceptualización. Al parecer, los que saben han olvidado, o no quieren reconocer, que «La política es la expresión concentrada de la economía».

6 julio 2021 24 comentarios 2.340 vistas
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La economía en los ciclos de la nación

por Carlos Alberto González Carvajal 12 octubre 2020
escrito por Carlos Alberto González Carvajal

Desde el inicio de las guerras de independencia, aproximadamente, cada treinta años ocurren cambios sociopolíticos de magnitud en la nación formando cinco ciclos históricos. ¿Cuál ha sido el peso de la economía en estos momentos de cambio? ¿Hasta qué punto las penurias económicas pueden mover el espíritu de la nación? ¿Qué importancia tendrá el desarrollo de las fuerzas productivas en el nuevo ciclo que recién comienza?

Durante  la  primera  mitad  del  siglo  XIX  se registró  un  significativo crecimiento económico que se apoyó en la utilización intensiva de la fuerza de trabajo esclava. Este modelo dio señales de agotamiento en la segunda mitad del siglo XIX por las contradicciones existentes entre las relaciones de producción  y la necesidad del desarrollo de las fuerzas productivas. Ese fue uno de los detonantes de las guerras libertarias, pero el objetivo fundamental era la independencia de Cuba que treinta años después se obtenía al costo de las dos terceras partes de la riqueza nacional y que la población se redujera en un tercio. La crisis económica que caracterizó el final de este ciclo fue, entonces, más que causa, consecuencia de la guerra.

Durante los primeros veintitrés años del primer ciclo republicano se registró un notable crecimiento económico (8% como promedio anual) fundamentado  básicamente en la agroindustria azucarera. Luego, de 1925-1933, el PIB disminuyó a una tasa anual de aproximadamente 7.5% y la producción azucarera declinó al 40% de ocho años antes. Esta crisis económica resultó uno de los catalizadores de la llamada “Revolución del 30”. Pero lo que determina el cambio fue el agotamiento del modelo bipartidista de liberales y conservadores, y las ansias de que se obtuviera la verdadera independencia nacional, truncada por la intervención norteamericana.

En el segundo ciclo republicano, el país vivió una bonanza económica impresionantes desde 1933-1950 , con un crecimiento económico promedio anual del 5% debido a la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, luego la curva se aplanó un poco pero se mantuvo un crecimiento  medio  anual  del  3.9%. Evidentemente no había crisis económica que explicara la revolución del cincuenta y nueve, que es el segundo cambios socio-político más importante de la historia de Cuba, solo por detrás de la independencia de España.

Después del cincuenta y nueve, se produjo un acercamiento gradual a la Unión Soviética que terminó con el alineamiento de Cuba al bloque socialista de Europa del Este. En este ciclo aun cuando se repitieron muchas de las deficiencias comunes de los países socialistas, el producto interno bruto aumentó a una tasa media anual aproximada de 4%, el país contó con mercados seguros para productos tradicionales como el azúcar, níquel y cítricos. Con la caída del campo socialista y la desaparición de la URSS terminaba este ciclo. Para que se tenga una idea de la magnitud de los acomodos recesivos baste decir que el producto interno bruto cayó 35% en términos reales en cuatro años, la formación de capital pasó abruptamente del 24% a menos del 6%;  los ingresos en la cuenta de capital se redujeron más de 10 veces (de 4  122 a 404 millones de dólares). Si las crisis de este tipo fueran suficiente para provocar cambios políticos por sí mismas este tendría que haber sido el momento, máxime en esta etapa en que arreció el bloqueo.

Durante el llamado Período Especial se emprendió un proceso de reformas estructurales e institucionales, que llevó al país “a una fase  de estabilización económica”. En este punto, Cuba estaba ante una bifurcación de caminos. Una primera opción conduciría a limitar los procesos de liberalización de la “segunda economía”, la otra era la de proseguir con las reformas. Se optó por la primera opción. Esto puede considerarse un error desde el punto de vista económico – error que estaríamos pagando en la actualidad. – Sin embargo, la apuesta desde lo político garantizó tiempo al sistema para reacomodarse a las nuevas condiciones y con la llegada al poder del general Raúl Castro se emprendió un proceso de cambios sociales graduales de gran magnitud que comenzó con un proceso de diálogo nacional y llevó a derechos básicos como la compra y venta de casas, autos… acceso a hoteles, poder poseer un celular, hasta la reactivación del trabajo por cuenta propia, ley migratoria y que concluyó con la nueva constitución. En ese sentido fue decisiva la cooperación con Venezuela. Es cierto que se creó un nuevo estado de dependencia, que es una de las causas de la actual crisis, pero incomparablemente menor que la vivida con Estados Unidos y la Unión Soviética.

En este momento el país enfrenta el peor escenario desde los noventa, debido al continuo predominio de la planificación centralizada sobre el mercado – y otros elementos distorsionantes de la economía –, la crisis venezolana, las sanciones punitivas del presidente Trump y la pandemia de COVID-19.  La actual administración tiene ante sí el reto mantener la hegemonía del Partido Comunista, para esto resulta imprescindible que cumpla el mandato popular de crear un socialismo distinto al vivido por el país hasta el momento – esto es “prospero y sostenible”.

Cuba arrastra la herencia de una economía productora de materias primas, poco diversificada, firmemente atada a un mercado único –España, Estados Unidos, la URSS, Venezuela–  dependiente de las importaciones, con una importante distorsión en el sistema monetario –aunque esto tampoco es nuevo: el peso cubano se adoptó en octubre de 1914 y el dólar americano mantuvo total vigencia hasta mucho después.– Sin embargo, existe en el país un ambiente propicio para el desarrollo de las fuerzas endógenas que tienen un enorme potencial sustentado por la inversión que en el desarrollo humano se ha hecho en los últimos sesenta años. Optar, nuevamente por mantener atadas las fuerzas productivas, posponer cambios que incluso están contenidos en la constitución, sería repetir los errores que llevaron a la desaparición de la URSS y el campo socialista, hacer lo contario sería seguir el camino de China y Vietnam, aunque en condiciones distintas. De una u otra manera, todo el potencial creado encontrará las vías para desarrollarse.

12 octubre 2020 3 comentarios 791 vistas
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cdr

Los CDR en Cuba, del entusiasmo a la fe

por Alina Bárbara López Hernández 28 septiembre 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Siempre que pienso en mi niñez me sobrecoge una dualidad emocional: las remembranzas por un pasado feliz y el convencimiento de que muchos de los errores actuales tienen su raíz en aquel tiempo. Porque mi infancia —con uso de razón y memoria afectiva—, es de los setenta, una década que, lo sabría después, se caracterizó por la asunción de un modelo de socialismo brurocratizante, que estableció condicionamientos ideológicos y atropelló todo lo que no comulgara con sus normas: desde una ley económica hasta un pensamiento crítico.

Entre los recuerdos gratos están las actividades de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Los críticos acérrimos le negarán cualquier valor a esa organización y exagerarán su componente coercitivo de vigilancia. Los más jóvenes hoy, por lo general, solo escuchan de ella una vez al año, cuando se pide la cotización o en el caso de que necesiten un aval, o comprobaciones, para optar por ciertos empleos. Porque los CDR, como otras organizaciones, ha sufrido el mismo desgaste que el proceso revolucionario.

Fueron, sin embargo, mucho más que vigilar y cotizar. Los CDR implicaban a las personas con sincero entusiasmo en actividades que tenían que ver con el ornato y la higiene de los barrios, con campañas ciudadanas de bien público, como la recogida de materias primas y las donaciones de sangre, el apoyo a vecinos necesitados y festividades llenas de alegría.

Mi padre era cederista de corazón, y en mi cuadra de Jovellanos se tomaba muy en serio todo lo que proviniera de la organización. Y no era porque alguien viniera a arengar, o a exigir; el entusiasmo no se impone por decreto, a pesar de lo que puedan creer nuestros dirigentes.

Escucho la canción dedicada al aniversario sesenta de los CDR. Como ocurre en los últimos años es de Arnaldo y su Talismán, parece ser continuidad también. Su ritmo es muy parecido a las anteriores —¿continuidad ídem?— y su letra incita a «sembrar un pedacito de fe». La escucho y recuerdo la época en que los revolucionarios tenían confianza y entusiasmo, la palabra fe se relacionaba más con las creencias religiosas, que no eran populares por entonces.

Aun cuando a los CDR se entraba al cumplir los catorce años, los niños del barrio lo considerábamos cosa nuestra. No olvido los banquitos y las sillas que los vecinos llevaban para sentarse, porque la reunión mensual era muy nutrida. Ahí se chequeaba la guardia, cumplida con regularidad. Pocos ladrones se arriesgaban, sabían que se las verían con un dúo de vecinos que cuidaban cada cuadra.

Era un período en que los emergentes Órganos del Poder Popular (PP) —nacidos en 1974 como experimento en la provincia de Matanzas— se imbricaron con fuerza con la institución barrial, que era más antigua. Los delegados del PP recibían solicitudes de los CDR, acuerdos colectivos de los vecinos, para realizar obras de mejoramiento en las vecindades. Eso garantizaba materiales de construcción, mientras la mano de obra la ponían los cederistas con su trabajo voluntario.

De este modo vi fabricar las aceras y cementar una gran explanada polvorienta, bajo una gigantesca mata de mameyes, que sirvió de área de juegos infantiles y de zona de fiestas, sobre todo de la esperada en la noche del 27 de septiembre, vísperas del 28, día de fundación de la organización en 1960.

Los que no vivieron aquel momento, que incluye la década del ochenta, pensarán en la caldosa cederista como plato típico del 28 de septiembre. Una olla colectiva que surgió treinta años atrás y a la que los vecinos aportan cada vez menos ingredientes en la medida que la crisis del período especial se tornó endémica y más aguda por las erróneas estrategias de dirección del país.

Antes no era así. Antes, cada CDR de esta Isla disponía de una cantidad de cajas de cerveza y refrescos, un enorme cake y los ingredientes para que toda persona del barrio comiera una cajita con el típico congrí, yuca y carne de puerco asada. Ello se pagaba con el fondo reunido en la cotización. Incluso así, los vecinos tributaban especies y otros condimentos.

Desde el día anterior se nos surtía de periódicos y papel de colores, tijeras y goma de pegar. Y así, entre risas y anécdotas, y bajo el control de los adultos, los niños y jóvenes paríamos metros y metros de cadenetas, abanicos de papel y otros adornos. Junto con las banderitas, se llenaban los portales y las aceras y la cuadra amanecía engalanada. Era una competencia con otros barrios que todos deseábamos ganar.

Asar la carne al ritmo de la música, entregar las distinciones —mi padre siempre era vanguardia como donador de sangre—, organizar competencias infantiles para entretener a la enorme cantidad de niños del barrio (recordemos el boom de natalidad que tuvo lugar en los sesenta, que no permitía pensar en la posibilidad de extinción actual)… todas son imágenes que conservo.

En una vecindad donde coexistían casas de buena apariencia, otras más humildes e incluso una enorme ciudadela, que todavía existe; y en la que hubo, como es normal, desavenencias entre vecinos, tales costumbres se mantuvieron incluso durante 1980, cuando se utilizaron los CDR para realizar actos de repudio a las personas que salían por el puerto del Mariel. En mi cuadra nunca tuvimos que pasar por ello.

Quizás por eso las memorias que atesoro son positivas, e igualmente por eso la organización queda tan malparada cuando la comparo con su situación actual. Los CDR son, desde hace tiempo, una estructura formal, de las muchas que aún existen, muy lejos de la confianza y el optimismo que reinaba en aquella época. No creo que sea su culpa, es parte del deterioro de un modelo de socialismo en el cual el poder dejó de ser popular —si es que realmente lo fue alguna vez—, para tornarse abiertamente burocrático.

Se pasó de la confianza a la fe.

28 septiembre 2020 17 comentarios 650 vistas
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La teoría del último impulso

por Harold Cardenas Lema 20 febrero 2020
escrito por Harold Cardenas Lema

Una última oportunidad, un plan que solucionará todo, un último impulso. El exilio cubano se aferra a la esperanza de que esta vez logrará cambiar el sistema político imperante en la isla. Mientras, el periódico Granma anuncia un cronograma legislativo que ilusiona a sus lectores. En ambas orillas existe una larga historia de exagerado optimismo y promesas con fecha de expiración, infalibles por la memoria a corto plazo de su pueblo. Decía J. R. R. Tolkien que la falsa esperanza es más peligrosa que el miedo, por eso vale señalarla.

Cuando se quiere creer en algo, es fácil hacerlo una y otra vez. Es infinita la paciencia de los que ven el NTV y Fox News. Por esa razón, no se cuestionan las promesas que hizo Trump en 2017 y que sus resultados con Cuba no vayan más allá de medidas propagandísticas para ganar votos. En la isla tampoco se habla de los lineamientos económicos y sociales vigentes, cuyo cumplimiento debería ser prioridad mediática. La atención pública tiene espíritu adolescente, siempre pasando al tema de moda.

Que un grupo político cree una narrativa optimista para energizar a sus seguidores no es nada nuevo, pero que sus dirigentes lo crean sí lo es. La estructura gubernamental cubana se emociona genuinamente con la campaña de turno. Mientras, el exilio sigue construyendo su identidad alrededor de un anticomunismo atascado en la Guerra Fría, con una memoria de Cuba paralizada en el tiempo y frecuente falta de empatía a sus compatriotas. 

Los batistianos salieron de Cuba pensando que regresarían a casa en cuestión de días. Pusieron su fe en las restricciones comerciales de Eisenhower, en la invasión y el embargo de Kennedy, así hicieron con diez presidentes más. Al derrumbarse el campo socialista sacaron las maletas para regresar a Cuba, hasta que volvieron a guardarlas. Cuando Bush incluyó a la isla en su eje del mal quizás fueron más precavidos, pero no faltó la emoción. El día que Trump anunció el regreso de la mano dura, hubo lágrimas de emoción en la Florida. A John Bolton le resultó fácil ir a Miami en 2018 y prometer a exiliados latinos que la troika de Venezuela, Nicaragua y Cuba se derrumbaría pronto, lo difícil sería lograrlo. Después de año y medio, el gobierno de Maduro está más sólido en el poder y las protestas callejeras ya no afectan a Ortega. En Cuba hay escasez pero el pueblo está lejos de una rebelión y los sectores conservadores dentro del Partido y el gobierno se posicionan cada vez mejor. 

Desde Cicerón, todo discurso político pide a sus seguidores una de dos cosas: creer en algo o hacer algo. El exilio cubano ha intentado ambas una y otra vez, aún hoy sigue depositando su fe en la voluntad del presidente estadounidense de turno en lugar de dialogar con La Habana. En la isla tampoco es muy distinto.

Los sueños de una zafra benefactora, la industria avícola que nunca existió, el sistema eléctrico infalible o un país de cultura inigualable, por lo general quedaron en eso. Tampoco fue reciprocrada la fe reciente en un proceso de reformas, en el debate nacional que dio lugar a los lineamientos y en la normalización de relaciones con el imperio de turno. Algunos sueños no se cumplieron por problemas vinculados al liderazgo del país, otros porque no habían condiciones para hacerlo, otros por zancadillas externas y algunos por azar. Sin embargo, metas impensables como el polo biotecnológico o la subsistencia durante la crisis de los 90, se hicieron realidad. Quizás la promesa mejor cumplida haya sido la de continuidad.

Hay una razón por la que siempre encontramos un plan nuevo: mantener vivo el interés público en función de la causa que se defiende. Para hacerlo es necesario ilusionar a la audiencia con un objetivo aparentemente cercano, no importa que la historia demuestre lo contrario, en política la emoción es lo que impera. La teoría del último impulso en Miami prolonga el conflicto entre ambos países y en Cuba impide una mirada a largo plazo sobre los problemas de la isla. Cuando el pathos sustituye la razón y las falsas esperanzas se vuelven moneda de cambio, debemos alertar a la opinión pública. También en un último impulso.

20 febrero 2020 34 comentarios 380 vistas
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Crónica de un meteorito

por Alina Bárbara López Hernández 23 enero 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

El 2002 aportó aires patrióticos renovados. Un año antes había comenzado la campaña en favor de la liberación de los cinco cubanos prisioneros en EE.UU. Hacía poco más de tres que en Venezuela un gobierno popular llegara al poder, y con él una prédica mesiánica en favor del socialismo que fue bautizado “del siglo XXI”. La región se inclinaría poco a poco hacia la izquierda.

Nuestro gobierno lo apostó todo a la nueva situación, que se aventuraba prometedora por la alianza económica, energética e ideológica con un país como Venezuela. Allí, un líder carismático recordaba al Fidel de los primeros años. Poco después de la toma de posesión de Chávez, se fueron abandonando aquí ciertas políticas de flexibilidad en la economía que volvió por sus fueros centralizadores. La iniciativa privada, que se abrió paso en los críticos noventa, sería frenada aunque no desapareció. La Isla se alejaba con rapidez del relativo pragmatismo que emergió, por poco tiempo, en el último lustro del XX y que generara incipientes índices de reactivación económica, confianza en encontrar una salida propia y diversificación de sus socios comerciales para no depender más de un solo país.

Los gobernantes norteamericanos no daban crédito a sus ojos. América Latina se “les iba de las manos” y Cuba parecía hallar un respaldo seguro, esta vez en la orilla izquierda del Atlántico. El gobierno de George W. Bush, arbitrario en su política exterior, encontraba ante los atentados a las torres gemelas y el Pentágono, ocurridos en septiembre del 2001, una justificación al consuetudinario belicismo norteño.

El 8 de enero del 2002 Estados Unidos comunicó a Cuba que utilizaría la Base Naval en Guantánamo como centro de detención de prisioneros de guerra de Afganistán. El 11 de enero llegaron los primeros detenidos. El mismo día, una declaración del gobierno cubano aseveraba que no habríamos de obstaculizar el traslado de prisioneros, a la vez que mostraba disposición a cooperar con los servicios de asistencia médica. La atmósfera política, no obstante, era tensa. Bush enunciaba que todo aquel que no lo apoyara era su enemigo.

A principios de mayo, un grupo de opositores encabezados por Oswaldo Payá entregó a las puertas de la Asamblea Nacional una petición suscrita por más de 11.000 personas, denominada Proyecto Varela. Esta se centraba en cinco puntos: 1) plenas garantías a la libertad de expresión; 2) total libertad de asociación; 3) amnistía para los presos políticos; 4) derecho de los cubanos a formar empresas y 5) una nueva ley electoral.

Entre el 12 y el 17 de mayo, el ex presidente norteamericano James Carter viajó a Cuba con la intensión de mejorar las relaciones entre ambos países. En una conferencia  celebrada en el Aula Magna de la Universidad de La Habana proclamó su apoyo al Proyecto Varela. Mesurado y respetuoso, no dejaba por ello de resultar inconveniente. El recuerdo de la Enmienda Platt y de una historia de relaciones desiguales entre las dos naciones, era un punto que muchos no estaban dispuestos a pasar por alto.

Tres días después, el 20 de mayo del 2002, se cumplía el centenario de la proclamación de la República en Cuba. El presidente de EE.UU. dedicó un discurso a la fecha, desde Miami, en el que exigía elecciones libres. Con su habitual retórica intrusiva, Bush sugirió hasta el momento propicio para dichas elecciones, que podrían tener lugar a  principios del 2003, cuando correspondía renovar la Asamblea Nacional del Poder Popular. A cambio, ofrecía su disposición al diálogo.

El 25 de mayo, desde Sancti Spíritus, Fidel expresaba: “Algunos ciudadanos han preguntado si yo voy a responder personalmente a Bush. Al señor Bush le vamos a responder todos. Sus afirmaciones y argumentos serán analizados uno por uno. Ya se viene haciendo concienzudamente. Nadie se impaciente. Es una tarea que lleva tiempo. Apenas estamos comenzando”.

En cambio, la respuesta vino rauda en forma de una convocatoria a reformar la constitución. Los dirigentes de las organizaciones de masas de aquellos años solicitaron sus firmas a los cubanos y cubanas para que apoyaran una iniciativa de modificación constitucional encaminada a la inclusión de un artículo en la ya remendada Constitución del 76 con el propósito de declarar irrevocable al socialismo.

El día 12 se efectuó una gran marcha en todo el país. Entre los días 15 y 18 fueron habilitados 129 mil 523 puntos de firma. Más de 106 mil puntos se situaron en viviendas, casi siempre las de los presidentes de los CDR. Casa por casa, las personas eran invitadas a firmar en grandes cuadernos colocados sobre sencillas mesas. La bandera y el escudo de la nación simbólicamente presentes.

Todavía no se exigía, como ahora, que las firmas para encaminar una iniciativa de modificación constitucional fueran registradas ante notario. No hubo debates ni explicaciones de juristas y especialistas en derecho constitucional que advirtieran a la ciudadanía qué repercusiones futuras tendría el hecho de incluir contenidos pétreos en la Ley de leyes. Ni siquiera se habló de contenidos pétreos. Fue una convocatoria política. La gente entendía que se le pedía apoyar al socialismo como sistema y firmó. En 74 horas, 8 millones 188 198 personas mayores de 16 años, según cifras oficiales, firmaron en respaldo a la iniciativa de modificación constitucional.

El 20 de junio se realizó un acto solemne, donde los dirigentes de las organizaciones de masas entregaron los libros de firmas al entonces presidente de la ANPP Ricardo Alarcón. La ANPP discutió la propuesta durante tres días y la aprobó unánimemente el 26 de junio de 2002.

Como resultado de un proceso que duró apenas un mes, a la Constitución se le adicionó un párrafo en el artículo 3 del Capítulo I que declara irrevocables el carácter socialista y el sistema político y social contenido en ella.

El artículo 137 del capítulo XV esclarecía que la Constitución podía ser reformada “excepto en lo que se refiere al sistema político, económico y social, cuyo carácter irrevocable lo establece el artículo 3 del Capítulo I, y la prohibición de negociar acuerdos bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera”.

Diecisiete años más tarde, en medio de un proceso de reforma total de la Constitución, constatamos que nuestras firmas no obstruyeron tanto la vía al capitalismo —a cuyos capitales internacionales se quiere atraer en detrimento de los nacionales—, como sí a una verdadera reforma del modelo de socialismo burocrático que, ya agotado, se ampara en los contenidos pétreos de la Constitución para eternizarse.

Los representantes de ese modelo no aceptaron numerosas propuestas generadas en la consulta popular que abogaban por un socialismo verdaderamente participativo, con mayor control sobre los cargos públicos. Los que así opinaron no rechazan la inclusión de la propiedad privada y cooperativa, pero necesitan mayor comprometimiento con el cambio y palpables resultados económicos, reforma general de salarios y unificación monetaria.

Dado que es imposible conseguir trasformaciones reales en la esfera económica y social sin formular asimismo cambios políticos, la lección es harto elocuente, y dramática: a quienes clausuramos en verdad el camino fue a nuestros hijos y nietos. Muchos de ellos no habían nacido en el 2002 o no tenían edad para firmar, pero ahora tienen que acatar una decisión que los afecta.

Otras preguntas pueden ser esenciales: ¿Cuántos de los firmantes ya no viven?, ¿cuántos viven fuera de Cuba?, ¿cuántos desean residir en otro país?, ¿cuántos, de haber sabido la implicación futura, estarían dispuestos a retirar su firma? Ahora, en tiempos de la red de redes, son indagaciones que se pueden realizar.

Lo peor de todo es que los que firmaron en el 2002 presenciaban un contexto mucho mejor que el que hoy vivimos. Ya Venezuela no es el país que parecía capitanear los cambios en América Latina, la izquierda ha sufrido un golpe tras otro y Cuba no logra que su economía se encarrile. Pero ahí está la cláusula de intangibilidad, más que como una piedra, cual un inmenso meteorito en la Constitución. Y ya se sabe que el choque con un meteorito puede resultar demoledor.

23 enero 2019 11 comentarios 1.797 vistas
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La hora del debate económico

por Miguel Alejandro Hayes 31 mayo 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Recientemente un artículo de un amigo sobre economía recibió la negativa de publicación en el blog La Pupila Insomne. Quizá la actitud asumida en ese blog con su punitiva acción olvidaba ciertas cosas, entre ellas, la importancia del tema económico para el país.

Tal hecho nos hace pensar sobre el espacio que tiene la economía en los escenarios de discusión sobre el futuro de los cubanos. ¿Se tiene idea por qué dimensiones anda el debate económico en un país como el nuestro que tanto lo necesita? Aprovecho para recordar que el último debate económico de trascendencia, ocurrió hace más de 50 años y sus protagonistas, ya fallecieron.

Me gustaría resaltar la idea de que actitudes como la que niega la publicación de este artículo hacen contribución a nuestro indiscutible estancamiento económico. En un contexto donde se habla por ahí de la lucha y el compromiso que debe tener un revolucionario, teniendo en cuenta que cada cual es revolucionario desde donde puede, ¿puede un joven intelectual cubano (mi amigo) ser más revolucionario que aportando sus ideas con una propuesta económica para el país?

¿Acaso el hermetismo político y la ignorancia generalizada también se adueñará de la economía? ¿Será verdad eso de que las decisiones económicas en nuestro país se subordinan también a las decisiones e intereses de un grupo dominante? Ya una vez lo sufrimos y no quiero que vuelva eso de que -solo un criterio económico es revolucionario-.

Ya renunciamos en Cuba en el siglo pasado a toda una camada de economistas que encontraron abrigo en la Cepal, por no alinearse perfectamente con la política económica del gobierno revolucionario. No podemos volver a tachar de contrarrevolucionario a quien  entienda que la economía socialista debe organizarse de otra forma. Todavía andan por ahí académicos y cuadros profesionales maldiciendo el modelo de autogestión de los yugoslavos. Para ellos, estos fueron “disidentes del socialismo”, cuando en realidad enriquecían la práctica socialista.

Yo recuerdo al lector, que cuando triunfó la revolución Cuba se perfiló hacia el llamado cálculo económico como forma de gestión de la economía. Los escasos conocimientos de economía política de los revolucionarios de la época, hacían que solo pudiera mirarse a la luz del modelo soviético y el Manual de Stalin. Sin embargo, un Ernesto Guevara se levantó y entendió que el socialismo no debía hacerse así, y elaboró su sistema presupuestario de financiamiento. Pero también contábamos con un Fidel que sabía apreciar la diversidad en cuanto a formas de entender la economía dentro de los revolucionarios y no saltó con una consigna -como se está estilando ahora- para desterrar al Che por su “disidencia” económica.

No se puede permitir que también prime un solo criterio económico,-o más que criterio-,  la inercia de una práctica que se convirtió en costumbre y esta en dogma. Hoy, cualquier propuesta antes esos ojos dogmáticos puede correr el riesgo de parecer inocente e incluso ser condenada, como lo fue para muchos ese sistema presupuestario del Che. Tal vez lo fuerza, pero aportó una riqueza en pensamiento y práctica revolucionaria que en Cuba no ha vuelto a repetirse.

Seguimos teniendo ante nosotros metas de aquel gran debate por cumplirse, y toda una economía que transformar en función del bienestar social. La actualización del modelo económico cubano, es una tarea de revolucionarios, y sin un debate económico no creo que sea muy fructífera. ¿Cuánto hay que tropezar para darnos cuenta que la política económica que nos guía no es ni será provechosa? ¿No va siendo hora de un nuevo debate económico?

El que vivió el Che, tuvo como escenario de origen revistas de la época, pero trascendía a pasillos, oficinas y todos los espacios políticos del país. Hoy ese debate, puede iniciarse en los medios alternativos.

31 mayo 2018 71 comentarios 225 vistas
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como

Los cambios y los cómo

por José Raúl Gallego Ramos 21 septiembre 2016
escrito por José Raúl Gallego Ramos

Hace unas semanas el Dr. Juan Triana comentaba en su columna de OnCuba la necesidad de eliminar trabas burocráticas para la aprobación de proyectos de inversión extranjera y las posibilidades de simplificar los mecanismos acompañando estas acciones con procesos abiertos y públicos de transparencia total.

Por esa fecha varios medios –ninguno de la prensa oficial cubana- publicaron que la Unión Eléctrica (UNE) de Cuba firmó un memorándum de entendimiento con la transnacional alemana Siemens para proyectos de generación, transmisión, y distribución de energía.

Al igual que muchos cubanos mis referencias sobre Siemens no pasaban de conocer algunos de sus productos y la imagen de su logo en las camisetas del Real Madrid durante varias temporadas de la era galáctica. Sin embargo bastó una pequeña búsqueda en internet para constatar que además de su amplia experiencia en el sector energético, cuenta también con un amplio historial de delitos de corrupción y sobornos para la obtención de contratos en países como Bangladesh, Venezuela, México, Rusia, Vietnam, Nigeria, China, España, Argentina e Israel. Y mi pensamiento volvió rápidamente sobre la advertencia de Triana.

En estas líneas no pretendo discutir las características del acuerdo entre Siemens y Cuba ni la integridad del mismo, puesto que no tengo la información para hacerlo. Lo que me interesa discutir realmente es por qué no tenemos la información para hacer estos análisis, por qué alguien en un buró determina que los cubanos no tienen que preocuparse por los acuerdos que firma su país y cuáles son las consecuencias de esta política para los ciudadanos y para el propio gobierno.

Constantemente desde el discurso oficial se insta, a los jóvenes principalmente, a tener los ojos abiertos, a estar atentos a las intenciones “del enemigo”, de “quienes pretenden dañar a la Revolución”… ¿y acaso las amenazas al proyecto sociopolítico cubano son solo externas? Por supuesto que no, lo reconoció hasta Fidel en la Universidad de la Habana el 17 de noviembre de 2005.

Y si alguien tiene dudas que haga memoria de la cantidad de ministros que han sido destituidos por casos de corrupción y ojalá pudiéramos tener acceso a la aún más larga lista de funcionarios que han abandonado el país con los bolsillos repletos o que han sido sobornados en el extranjero con comisiones por las compras de productos de pésima calidad que luego se pudren en las tiendas recaudadoras de divisas. Es difícil estar alerta cuando te tapan los ojos.

Un gobierno honesto es una primera garantía para evitar estas corruptelas, pero no es suficiente y la vida lo ha demostrado. No bastan con cien ojos, ni mil, sobre todo cuando esos ojos son los mismos que firman los contratos. Se necesitan contrapartes.

Tradicionalmente este papel le ha correspondido a la prensa, en su rol de “perro guardián” cumpliendo con la función de vigilancia del entorno. Sin embargo en Cuba, los medios de comunicación no juegan este papel, y no porque los periodistas no quieran, sino porque además de la excusa –hasta cierto punto real- de la persecución extraterritorial de las actividades económicas del país; la prensa, como señaló el decano Julio García Luis en su tesis doctoral, es un subsistema del sistema político, que es el que traza su política informativa y dentro de la cual no se encuentra la preocupación por estos temas. Una vez más, estamos ante el dilema de ser juez y parte.

Las pocas veces que los medios cubanos han informado sobre casos de corrupción (Los Shogunes del Cemento, el alcantarillado de Santiago de Cuba,) Es decir, que la prensa es disfuncional como sistema de alerta ante estos peligros para los ciudadanos y el propio gobierno.

Entonces, ¿de qué control social podemos hablar? El reciente Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 recoge dentro sus objetivos específicos: “Fortalecer el sistema de control interno y externo, así como el control social, la prevención y el enfrentamiento a la corrupción, el delito, las indisciplinas sociales y administrativas, el acceso a la información de la administración pública, con el propósito de garantizar la rendición de cuentas y la calidad y eficacia de las políticas públicas.” (p. 19).

Pero cómo hacer que esto pase de la retórica a la práctica, si ni siquiera los periodistas de los medios de comunicación oficiales tienen la posibilidad de un acceso abierto a las fuentes, a la información pública que no está protegida por el Decreto Ley 199 Sobre la Seguridad y Protección de la Información Oficial.

Los funcionarios se dan el lujo de rechazar una y otra vez a los periodistas porque saben que no serán expuestos públicamente por tal conducta; e incluso, hay más de una historia de colegas que han sido declarados “personas no gratas” en determinados ministerios debido a la realización de algún trabajo incómodo. Los problemas de la prensa cubana son estructurales y no se van a resolver ni con discursos, ni con congresos, ni con resoluciones que no se controlan.

Desde hace más de una década “se” dice que “se” (y remarco el impersonal) trabaja en una Ley de Prensa, Información y Comunicación. Hasta el momento se viene haciendo con muy poca información, muy poca comunicación y muy poca prensa, así que tengo serias dudas de cuáles van a ser sus resultados.

No obstante, esperaría que dicha ley no solo reconozca el derecho de cualquier ciudadano –periodista o no- de acceder a la información que indique cómo se manejan los recursos que genera con su trabajo –porque todos los cubanos pagamos impuestos, que vienen incluidos en nuestro salario-, sino que también implemente las vías para hacerlo de manera efectiva. Y no se trata solo de conocer los resultados, se trata de transparencia en todo el proceso, para poder actuar antes de que el daño esté hecho.

Los cambios a los que tiene que hacer frente Cuba para intentar reformar una economía seriamente deformada en medio de contextos internacionales complejos, no son para nada fáciles y no creo que nadie tenga la receta infalible del éxito. Es un proceso donde necesariamente se cometerán errores, a los cuales no hay que temerles siempre y cuando se tenga la disposición, la agilidad y la honestidad para rectificar a tiempo. Pero eso no puede ser una responsabilidad que se delegue en unos pocos.

El país cuenta con una cantidad enorme de profesionales altamente calificados en las más disímiles materias que pueden contribuir con sus conocimientos y su honestidad al ejercicio del pretendido control social. Tal vez hoy esto pueda parecer utópico pero todo es cuestión de práctica y de que existan realmente las condiciones –que hoy no están- para que las personas tomen partido y se preocupen por los destinos de su país, más allá de lo que pueden hacer en una rendición de cuentas local o en la discusión de un documento en un núcleo del Partido.

Más que los cambios que se están haciendo y deben hacerse en la política cubana, me preocupan sobre todo los cómo. Cualquier transformación realizada desde oficinas aisladas al escrutinio público o sin la participación ciudadana real, corre el riesgo de caer en desviaciones; y sin un control social efectivo es muy fácil que perdamos, incluso sin darnos cuenta, las cosas buenas que hemos logrado.

21 septiembre 2016 65 comentarios 450 vistas
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La Conceptualización: ¿actualización o innovación?

por Consejo Editorial 16 septiembre 2016
escrito por Consejo Editorial

http://www.nodal.am/2016/06/la-conceptualizacion-del-modelo-economico-y-social-cubano-de-desarrollo-socialista-por-alberto-rodriguez/Por: Nyls Gustavo Ponce Seoane

“Que donde estoy? en la revolución, con la revolución. Pero no para perderla, ayudándola a ir por malos caminos! Sino para poner en ella, con mi leal entender, los elementos quienes, aunque no sean reconocidos al principio por la gente de poca vista o mala voluntad, serán los que en las batallas de la guerra, y en los días difíciles y trascendentales batallas de la paz, han de salvarla.”

                                                                                            José Martí (1)

1

En estos tiempos de cambio, en Cuba, con frecuencia se dice, y afirma por todos los órdenes jerárquicos, que para destrabar las fuerzas productivas es necesario descentralizar la toma de decisiones, ya que  el centralismo in extremis que ha predominado hasta el presente, las ha frenado.

Este centralismo comienza a surgir en fecha tan temprana de la Revolución como 1960, cuando el gobierno revolucionario se vio en la imperiosa necesidad y obligación de nacionalizar las principales entidades económicas de la nación, siendo un factor decisivo en aquellos momentos para la consolidación y ulterior desarrollo de la economía y el país.

Este hecho, junto a la declaración del carácter socialista de la Revolución en 1961 que, como es lógico, se acompañó, escoltó y reforzó con el plan, método fundamental de la dirección de la economía socialista y que fue un paso más en el avance de la implantación de la centralización, que dominaría a toda la sociedad cubana.

Este proceso de centralización culminó en 1968 con la llamada ofensiva revolucionaria mediante la cual  casi se estatalizó toda la economía nacional, dando origen al monopolio estatal de la misma.

Esta estatalización de la economía, en la que el Estado aparece prácticamente como el único consignatario de la propiedad social y el encargado de gestionarla, trajo como consecuencia la centralización casi absoluta en la toma de decisiones, convirtiéndose así al centralismo en el método por excelencia para el manejo económico, político y social del país.

                                                    2

Pero la coyuntura histórica actual es distinta, los tiempos han cambiado, y lo que otrora fue impulso y fortalecimiento, ahora se ha convertido en freno y debilidad.

Es por lo que ha sido menester que se adopte por el partido y el gobierno la llamada actualización del modelo económico, político y social existente para adaptarse a estos tiempos y no sucumbir.

La actualización, basada en los denominados Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y de La Revolución aprobados en el VI Congreso del Partido, se trata hoy de complementar y apoyar con La Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano  de Desarrollo Socialista, aprobado en primera instancia por el VII Congreso del PCC y que no deja de ser una buena intención o deseo para  la construcción de un socialismo próspero y sostenible.

Sin embargo, en este tránsito hacia una nueva época de la economía socialista cubana, se mantienen factores psico-sociales objetivos y subjetivos que apuntan, por inercia, a dificultar y no lograr el principal fin que se persigue: la de la creación de un socialismo próspero y sostenible.

Así, en el ámbito subjetivo, hábitos perjudiciales como la persistencia de una mentalidad pretérita que genera la resistencia a cambiar el centralismo por la descentralización en la toma de las decisiones en la base, en las nuevas condiciones en las que hay que, por obligación, hacerlo.

Esto se manifiesta en la perjudicial espera de las orientaciones y directivas  centralizadas, “desde arriba”, para tomar decisiones y ejecutar acciones que la lógica más elemental indican ejecutar, sin esperar por nadie, lo que  dificulta al objetivo propuesto.

Desde luego, la toma de iniciativas descentralizadas en la base requiere de una mayor y profunda valoración ya que, objetivamente, muchas medidas y regulaciones burocráticas existentes, así como una planificación rígida diseñada para actividades macroeconómicas, son en realidad verdaderos obstáculos para la toma de dichas  iniciativas y las barreras para su aplicación en la economía son enormes, lo que hacen  a la sociedad disfuncional e infuncional. Son un verdadero lastre, una camisa de fuerza, a tal punto que veces  resultan absurdas.

                                                   3

Como se ve, el subjetivismo, por la fuerza de la costumbre, se ha imbricado en y con  el ámbito teórico-práctico objetivo,  como se ha reflejado también en la  propia Conceptualización.

Así, se presenta, como  premisa principal del documento, a “la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción” donde “el Estado actúa como representante del dueño” y “como representante del propietario, el Estado designa y revoca a los principales directivos del sistema empresarial, les exige, evalúa y determina los principios para la remuneración…”.

Ahora bien, este principio conceptual, tan antiguo como la propia idea socialista, no convierte al socialismo en próspero ni sostenible.

Señalado por Martí, que vivió y conoció la transición, al menos teórica, del llamado socialismo utópico al científico, cuando dejó testimoniado: “lo primero que hay que saber es de qué clase de socialismo se trata,…:–aunque bien puede verse, ahondando un poco, que todos ellos convienen en una base general, el programa de nacionalizar la tierra y los elementos de producción (2)

O cuando señaló: “…– con el plan de los socialistas, que quieren que la tierra, los instrumentos de producción, las máquinas, las fábricas, y los productos del trabajo pertenezcan en junto al pueblo todo, y sea todo entre todos y para todos producido, bajo la dirección de la comunidad cooperativa, que distribuirá los productos conforme al trabajo que cada cual haya puesto en ellos, y a las necesidades de los individuos” (3)

 Entonces, teniendo en cuenta esta concepción teórica general, inherente a todos los socialismos, que lamentablemente han fracasado, en  el presente y en las actuales condiciones bien vale preguntarse, parafraseando a Martí que, qué clase de socialismo se quiere actualizar:

¿El del modelo soviético?, ¿o el de alguno de los que existió en los países de Europa oriental? Todos ellos, por cierto, muy bien ilustrados por el Dr. José Luís Rodríguez García, en su libro” El DERRUMBE DEL SOCIALISMO EN EUROPA” (4); o, ¿audazmente intentar uno nuevo, que, sin desechar ni menospreciar algunas de las experiencias positivas  de los socialismos que existieron, se puedan alcanzar los diversos fines `propuestos?

Ante tales disyuntivas, lo lógico es aceptar la última, que debe ser la que garantice y permita a la nación obtener nuevos estímulos materiales y morales, así como nuevos impulsos para sobrevivir, seguir siendo soberana e independiente y pueda, con esa nueva fuerza, la que sostenga y aumente el significado político  de Cuba.

Eso es más que necesario en las actuales condiciones, para que la Revolución Cubana siga siendo paradigmática ante las fuerzas revolucionarias, de izquierda, progresistas e integracionistas del mundo, a las cuales  el imperialismo, con su nueva política de reajuste táctico, manteniendo sus objetivos estratégicos de cambio del sistema cubano,  trata de  confundir y dividir, para con el desencanto que pueda provocar, crear el pesimismo, la inacción y el abandono de los procesos progresistas que trata de revertir.

Eso es más que necesario para evitar que la victoria alcanzada debido a la resistencia del pueblo cubano que obligó al imperialismo a restablecer relaciones con Cuba y reconocer la ineficacia del bloqueo para doblegarnos, se convierta en pírrica.

Y es más que necesario para fortalecer la batalla de ideas y enfrentar a quienes, en las nuevas condiciones, intentan socavar y desmontar nuestra ideología y cultura.

                                                        4

Pero para lograr esto, lo nuevo, se requiere innovar. Innovar para actualizar renovando. No innovar para actualizar conservando.

Ahora bien, si por innovación, que se aplica en el ámbito de todas las ciencias (naturales, técnicas y sociales), se entiende una nueva idea, dispositivo ó método, que se diferencia de lo normal de lo que se haya empleado, se está empleando o haya prevalecido, se debe, ante los fracasos existentes y que existieron, comenzar por preguntar: ¿qué innovar de la idea y de la práctica socialista?

Es necesaria una innovación científica, basada en los hechos de la experiencia histórica, que es la que debe condicionar y conllevar a la actualización del modelo socialista.

Se debe comenzar pues con la innovación del propio principio fundamental del socialismo y por lo tanto de su implementación teórico-práctica.

La idea fundamental del socialismo, la de la de la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, con el Estado como representante del propietario, debe ser modificada e innovada, por las consecuencias prácticas perjudiciales a que ha conllevado, que son las que lo han hecho fracasar en su puesta en práctica.

¿Cuáles han sido y son los problemas que le ha generado esta idea al socialismo práctico?

Sin mucho academicismo, la sabiduría popular ya lo ha mencionado y señalado como un verdadero sofisma: “cuando Todo es de todos, nada es de nadie.”

Se constata, además, que nadie se ha sentido ni se siente dueño de esos medios de producción que se anuncian de todos, lo que acarrea como consecuencia, la desidia generalizada en el proceso productivo y político, en ese pueblo que declaran propietario.

Ello da base y fundamento, a su vez, para que se generen otros hechos y fenómenos negativos como el hurto, las sustracciones, malversaciones y desfalcos  en los que participan, de una u otra forma, una buena parte de todos los factores implicados en dicho proceso, incluyendo a los representantes del propietario designados por el Estado.

Todos estos males de corrupción, delitos e ilegalidades, que se manifiestan y pululan actualmente en el seno de nuestra sociedad, son contrarios a la naturaleza del propio sistema socialista, por lo que lo ponen de verdad en peligro de perecer, porque se puede decir que han impactado ya, de modo muy severo, no solo al ámbito económico, sino también al ideológico y al social. Es la mayor actividad contrarrevolucionaria que existe y pueda existir en estos momentos.

Entonces, para contenerla, neutralizarla y evitarla definitivamente, resulta imprescindible ser radical e ir a la raíz: que la propiedad socialista de todo el pueblo se materialice de manera más real, objetiva y concreta como la principal, sí,  pero tratando de evitar que “todo sea de todos y nada sea de nadie”, coexistiendo con las otras formas  de propiedad necesarias. Utilizando el lenguaje político común cubano es una idea que hay que “aterrizarla”, que se debe “aterrizar”.

                                                5

Desde luego que ante tal coyuntura, surge la pregunta: ¿Cómo? ¿De qué manera?

En primer lugar el principio fundamental, que existe desde hace siglos, debe quedar enunciado de otra manera, ante las nuevas circunstancias, que bien podría quedar así: “En el socialismo, la propiedad socialista sobre los medios de producción, es la propiedad  de los trabajadores sobre esos medios de producción, específicamente en sus centros laborales o empresas”.  Es ó sería la socialización objetiva, concreta de la propiedad en cada centro de trabajo.

Desde luego, para su implementación la idea debe estar fundamentada jurídicamente, de manera tal que los trabajadores sean y se sientan los verdaderos dueños de  sus medios, lo que los haría capaces y motivaría a trabajar con deseos, ahínco, eficiencia y productividad en función del cumplimiento de los planes de trabajo específicos de su empresa.

Esta sería la base principal, los cimientos en los  que se asentaría la economía nacional y su sistema socioeconómico, basado así en el poder real y verdadero de los trabajadores, en el que primaría verdaderamente las relaciones socialistas de producción al estar socializada la propiedad empresarial.

De ella se derivaría la nueva condición de los trabajadores de ser los propietarios comunes, reales, verdaderos y concretos de sus medios de producción específicos. Condición esta que debe ser garantizada a todo miembro individual de un colectivo laboral por la Constitución Socialista y otras leyes, que le deben otorgar derechos y deberes respecto a los fines, la participación en la conducción, control y cuidado de esos bienes, incluyendo la remuneración. Sentaría las premisas para liberar a los trabajadores del trabajo esclavo asalariado, tanto del Capital, como del Estado.

Véase que se tiene en cuenta las funciones que corresponden a la naturaleza tanto individual (cuestión ésta muy importante a tenerse en cuenta), como colectiva de los trabajadores  de un centro empresarial.

Se crearía así un sistema empresarial de empresas socialistas pertenecientes a sus trabajadores, que facilitaría y permitiría la acumulación originaria socialista.

En pleno ejercicio de sus derechos como dueños de sus medios de producción, los trabajadores designarían y/o revocarían a los principales directivos de su centro laboral, empresa o sistema empresarial, les exigirían, evaluarían y determinarían los principios generales de su organización.

Dada su condición de propietarios comunes reales de sus medio de producción, por ese mismo hecho, estarían motivados y prácticamente obligados a aplicar métodos participativos de dirección. Más que eso, se convertirían y serían verdaderos protagonistas.

Estaría en plena correspondencia con el socialismo del siglo XXI enunciado y proclamado por otro Comandante de Nuestra América, el bolivariano Hugo Rafael Chávez Frías, cuando enfáticamente dijo:

  • “La Democracia protagónica, más que participativa”
  • “El autogobierno”
  • “La autogestión generalizada”

Y esto no es ninguna Utopía. Es perfectamente posible si consideramos que puede ser el resultado principal de una sociedad alfabetizada y culta,  con más de un millón de graduados universitarios y que debe agrupar convenientemente  para esta tarea y su realización, de forma interactiva, a  la parte importante de la juventud más hábil en el conocimiento y a muchos de los más sabios y experimentados especialistas de cada empresa y del país.

Es propio de la naturaleza humana defender “lo mío” a capa y espada, por lo que todo esto, al mismo tiempo, sentaría las bases para el fortalecimiento, reforzamiento y el aseguramiento de la independencia, la soberanía, la seguridad y la defensa nacionales.

Nada de esto, de ninguna manera niega ni puede negar el papel que juega el Estado en esta etapa de construcción del socialismo, antes de su desaparición en el comunismo (véase V.I. Lenin en “El Estado y La Revolución”), ya que dada sus funciones y condición de orientador, controlador, regulador general de la economía del país, de ser el responsable y velar por los servicios sociales esenciales como la Educación y la Salud Pública, La Defensa. El Orden Interior y la Política y Servicio Exteriores y otros, el Estado capta y debe captar por tributo parte de las utilidades de las empresas de propiedad socialista de sus trabajadores.

La Habana, 12 de Septiembre de 2016

Referencias:

1) José Martí. Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La Habana 1964 Fragmentos, T.22, pág. 73

2) José Martí, Ídem. “Cuadernos de Apuntes”, T.21, pág.386, 1894

3) José Martí. Ididem.T.11, pág. 269. “Cartas de Martí” La Nación, Buenos Aires, 29 de septiembre de 1889.

4) José Luís Rodríguez García. ”El DERRUMBE DEL SOCIALISMO EN EUROPA”- Instituto Cubano del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014 y Ruth Casa Editorial, Panamá, 2014.

16 septiembre 2016 84 comentarios 445 vistas
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