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Arizona

Phoenix, Arizona

por Arturo Mesa 25 junio 2022
escrito por Arturo Mesa

Hicimos bien en dejar el taxi y pernoctar en aquella casa. Luego supimos que la policía entra en arreglos con taxistas para estafar a los cubanos y repartirse las ganancias. Decir que nos acomodamos en la vivienda sería una burla, pues aunque era grande y contaba con un patio inmenso, esa noche llegaron a dormir allí unas 170 personas. Lo hicieron sobre cartones, nylon o cualquier cosa que las aislara de la tierra.  

Algunos llevaban un mes o más en aquel sitio, porque habían entregado sus pasaportes y esperaban una visa humanitaria del gobierno mexicano. Sin embargo, en días anteriores se había producido un altercado en las oficinas de migración, por la demora en los papeles de unos haitianos y, como resultado, el local fue destruido. Entonces, todos los que estaban en esa casa quedaron varados. El baño se ubicaba al final del patio. Era forzoso pasar entre los cuerpos yacentes, sin orden ni espacio definido para caminar. La cola para bañarse debía hacerse desde el mediodía, y a veces, a pesar de ser la 1 y 30 de la madrugada las personas permanecían en fila.

Arizona

Aunque la casa era grande y contaba con un patio inmenso, esa noche llegaron a dormir allí unas 170 personas.

El único espacio disponible que encontramos para las mochilas fue al lado de una montaña de basura de más de dos metros de alto. Estaba formada por bolsas grandes, termopacks con restos de comida, cajas de jugo vacías y cuanta cosa era desechada por los infelices hacinados en el lugar. Naturalmente quedamos horrorizadas, porque el viaje, hasta ese momento, había resultado bien organizado y jamás pensamos encontrar tales condiciones de vida. Para colmo, en el transcurso de la madrugada siguieron arribando grupitos de personas y varios tuvieron que dormir sentados en una escalera.

A media tarde del siguiente día llegaron los jefes. Al ver que no cabían más personas ordenaron sacar la basura en una camioneta y dijeron que una parte seríamos trasladados a otra casa cercana. La siguiente cola fue para intentar clasificar entre los que iban a ser reubicados.

Fuimos conducidos a un apartamento pequeño, rentado a mexicanos, Estos hacen fortuna de todo lo relacionado con los cubanos de paso, sea alojamiento, trasportación, trámites, compras, lavandería o cambio de dólares. Dormíamos en el suelo, sobre edredones finos, hasta que algún grupo salía y heredábamos sus colchonetas. Allí estuvimos varias jornadas sin que explicaran cuándo seguiríamos avanzando. Después de  cinco o seis días nos pasaron a otra casa para unirnos antes de proseguir viaje.  

Los trayectos en auto tenían en común la enorme velocidad a que conducían aquellos chóferes durante todo el camino. No importaban las curvas, daba la impresión de que íbamos a salir volando en una de ellas. Por suerte los camiones no corrían tanto. Llegamos a un punto muy alto, por encima de las nubes, y permanecimos casi veinticuatro horas encerrados en una casa sin las condiciones mínimas para descansar, ni siquiera para caminar adentro. No había Internet y encima de eso no permitían salir a nada.

Al día siguiente nos sacaron lentamente en pequeños grupos. Comenzamos a descender las elevaciones en medio de un inusitado aumento de las temperaturas y unos preciosos paisajes laterales. Pasábamos de pueblo en pueblo, siempre de noche y corriendo para subirnos a las camionetas. Nos escondíamos todo el tiempo de la policía y dormíamos en colchonetas finas y muy usadas donde nos sorprendiera la noche.

Arizona

Sentada en ese espacio, pasé la primera noche en México.

En ocasiones, y debido a los controles migratorios, debimos permanecer en el mismo sitio por varios días. Incluso, tuvimos que dormir varias veces sobre la tierra limpia, con apenas una comida por jornada. A veces el arroz estaba crudo y no podíamos comerlo, lo que implicaba el flaqueo de nuestras fuerzas. Se extrañaba mucho el café cubano. Las pocas veces que nos dieron algo en la mañana fue café instantáneo, que para nada sustituía al nuestro.

Una madrugada, durante un largo trayecto por una montaña empinada, apareció un jaguar en medio de la carretera. Estaba a cuarenta o cincuenta metros delante de nosotros y, para colmo de males, caminó hacia las luces del auto. Justo antes de chocar con los focos se desvió e internó en la vegetación. Sheyla sintió pánico y tuve que calmarla, porque se había enterado de un caso muy ¿feo? por esos mismos lugares. Todo ocurrió en segundos.

El chófer no paró hasta más adelante para auxiliar a una camioneta de la caravana que se había averiado. Cuando contamos lo ocurrido, nos dijeron que esos animales eran frecuentes por la zona, de ahí que ningún vehículo se detenga, a no ser por un desperfecto.

La otra vivienda de seguridad resultó una casona en medio de una explanada, rodeada de pequeños árboles y con un inmenso portal. En este nos acomodamos, en el poco espacio dejado por el grupo que nos antecedió.

El baño era muy rústico. Unos palos sujetaban a un nylon grueso, que hacía la función de pared y puerta por un costado.  Dentro, una bañera llena de la que debíamos sacar agua con unos cubitos para bañarnos. A partir de la altura de los hombros aquello quedaba al aire libre, y en uno de los lados se hallaba un corral con un puerco enorme.  Muy cerca había un río, al que nadie se atrevió a entrar por lo sucio que estaba. Usábamos asimismo unas letrinas improvisadas, construidas al borde del río también con palos rústicos y grandes pliegos de nylon.

En la siguiente casa vi por primera vez un animal muy parecido a una iguana grande. Lo trajeron los albañiles que trabajaban allí. Las señoras que nos atendían lo prepararon. Algunas mujeres sintieron asco y no aceptaron comer por la noche al saber que el picadillo que nos habían dado era de iguana. Una vez cocinada yo decidí probarla y no me pareció mal, recordaba a la carne de pato. Pensé que sin haber visto al animal antes, y una vez cocinado con otras sazones, podía resultar una muy aceptable comida.

Arizona

Una vez cocinada la iguana, yo decidí probarla y no me pareció mal, recordaba a la carne de pato.

Llegar a Puebla fue lo mejor que nos pasó después de muchos días. Entramos en secreto, como siempre, a un hotel de varios pisos con habitaciones bastante confortables que tenían hasta ducha. Luego, dieron de comer y nos instruyeron en el inventario de lo que sería estrictamente necesario en el último tramo, ya que al  entregarnos en la frontera teníamos que dejar todo lo que no lleváramos puesto. Tampoco podíamos salir ni asomarnos a la calle. En la habitación dejamos varias mudas de ropa y un par de sandalias. Me consoló pensar que podían ser aprovechadas por las mujeres que limpiaban, pues muchas estaban en buen estado.

Al otro día, con la misma rapidez con que nos entraron, salimos de ese lugar. Fuimos separados en pequeños grupos de cuatro personas y llevados en taxis a una terminal cercana, donde nos entregaron boletos a nuestro nombre. Montamos un bus grande, bastante cómodo, y comenzamos un recorrido muy largo por carretera, en el que, finalmente, la bolita azul del GPS se movía hacia el Norte.

Después de un larguísimo trayecto llegamos a Guadalajara, donde nos alojaron en un motel de carretera y tuvimos que compartir habitación con dos hombres jóvenes. En ese lugar comimos y dormimos la última noche en México. Estábamos nerviosas y contentas la vez. Luego continuamos viaje por muchas horas, sin bajar más del bus hasta el último pueblo de México: San Luis Río Colorado.

Fue ahí donde, poco antes del amanecer, vimos de lejos por primera vez el famoso «muro», mientras la guagua se acercaba a lo que parecía un pueblo normal, con muchos comercios, farmacias, y almacenes a ambos lados de la calle. Un poco detrás el imponente muro, compuesto por grandes perfiles metálicos de alrededor de cinco metros de altura, tan pegados unos a otros que impiden el paso y dificultan la visibilidad hacia el otro lado. Nuestros corazones latían a prisa, ¿Llegamos?, fue la pregunta.  

Adaptados ya a las operaciones «comando», entramos apresuradamente en una casa muy rústica, en la que debíamos esperar el arribo de los demás. Alrededor de cuatro horas después dieron por teléfono la orden de sacarnos. Lo hicieron en camionetas de diez personas. El conductor manejaba por una carretera muy soleada, hablando siempre por teléfono hasta que recibió la orden de parar. Entonces indicó que bajáramos rápido y corriéramos, de prisa y sin detenernos, por la arena hasta un pequeño matorral similar al marabú.

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Estábamos esperando el próximo paso de los coyotes
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No cabíamos en la casa y montamos este campamento.
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Descansábamos donde podíamos.

Dentro del matorral había dos guías más que nos instaban a seguir corriendo pues, según dijeron, había policías por el lugar. Corrimos unos cincuenta metros hasta el borde del río, donde me percaté que fue un error haber dejado las sandalias en el hotel de Puebla. Tuve que tomar la decisión muy rápida de quitarme los tenis, llevarlos en la mano y entrar al agua solo con medias, para del otro lado volver a colocármelos, ya que nos habían explicado que no podíamos entregarnos mojados.

Del otro lado, la distancia desde el borde del río al muro de acero era de aproximadamente cuatro o cinco metros. Creyendo que aún estábamos en suelo mexicano y que para entrar a Estados Unidos había que cruzar el muro, continué corriendo descalza sobre piedrecillas por miedo a que apareciera la policía. Intentaba no perder de vista la fila de los que habían cruzado antes y que venían con nosotras en la camioneta. Los altavoces entonces nos indicaron que hacer. Fue cuando me percaté de que ya estábamos en suelo norteamericano. Solo ahí pude parar de correr… y comencé a llorar.

***

Después de haber superado los trámites migratorios, según conté en el primero de estos testimonios, llegué al aeropuerto de Phoenix. Allí esperé reencontrarme con Sheyla antes de intentar llamar a mi hermano, ya teníamos los teléfonos y pudimos comunicarnos vía WhatsApp. Realmente no tenía idea de cuál sería el siguiente paso.

Mi hermano no había podido ir a recogernos por problemas de trabajo, pero todo el tiempo estuvo al tanto de nosotras. Durante quince minutos recorrimos aquella inmensidad de aeropuerto tratando de cambiar algunos pesos mexicanos. Teníamos hambre porque no nos habían preparado para un viaje tan largo.  

Para esa fecha no había pasaje y mi hermano reservó un hotel cercano, un taxi y un Uber de comida. Pasamos la noche en el hotel. Todavía nos asustaba cada pequeño ruido, pensábamos que vendrían por nosotras. Al siguiente día volamos a Miami. Una amiga cercana nos recibió en Inmigración y condujo hasta el carro donde estaban mi cuñada y mi sobrino. Allí fue cuando me pareció despertar de aquella pesadilla, darme cuenta de que mi historia —una más—,  había sido real y que mis sueños se cumplían.    

16 Abril 2022, Río Colorado, México – Yuma, Arizona

25 junio 2022 7 comentarios 2k vistas
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Guatemala

El trayecto de Guatemala a México

por Arturo Mesa 18 junio 2022
escrito por Arturo Mesa

De aquel lodazal logramos salir luego de unas tres horas de marcha incierta, hasta que conseguimos reconectar con los organizadores gracias a las instrucciones que habían dado con anterioridad. Entre arbustos, tanto yo como los más jóvenes tuvimos que cambiarnos la ropa enfangada para poder subir al siguiente transporte.

Afortunadamente llegamos al pueblo donde extendieron nuestros salvoconductos. Comimos algo y montamos una camioneta cerrada que, tras varias horas de marcha, nos dejó en otro pueblito, en el que debíamos sacar pasaje para continuar viaje a la frontera con Guatemala. Ese día no hicimos estancia en ningún sitio y tampoco nos bañamos.  

El bus resultó grande y cómodo, ahí pudimos descansar, nos detuvimos solamente a media noche para ir al baño y comer algo en una cafetería de carretera. Un tiempo después la policía nos paró. Medio dormidos mostramos orgullosos nuestros pasaportes y salvoconductos, sin embargo, aquellos oficiales dieron a escoger entre regresarnos a varias horas de la capital o darles cada uno veinte dólares porque, según ellos, había un dato mal registrado en los documentos.  

Automáticamente, y sin ponernos de acuerdo, todos decidimos entregar el dinero. Esa no sería la única vez que fuimos detenidos. Nos asustábamos cada vez que paraba el bus y se encendían las luces, pero no exigieron más dinero, revisaban los documentos y se bajaban sin molestarnos, no obstante, el sobresalto no cedía.

Al llegar a nuestro destino pasamos a otra camioneta, pequeña y cerrada, en la que fuimos trasladados hasta el punto más cercano a la frontera con Guatemala en que se podía circular legalmente. Allí indicaron que descendiéramos por una pendiente, corta pero bastante inclinada, entre piedras y arbustos alineados a un pequeño arroyo. Tras cruzar el riachuelo, enfrentamos una loma empinada circundada por grandes piedras blancas, por donde nos explicaron que debíamos subir rápidamente.

Guatemala

Primer camión.

Cada cierto tiempo perdíamos el aliento por la falta de costumbre, sin embargo nos pedían mantener el ritmo y aconsejaban respirar por la nariz. Me detuve dos veces por breves segundos; no sé qué tiempo exactamente nos tomó llegar arriba, pudo haber sido unos treinta minutos.

Llamó nuestra atención la cantidad de mascarillas tiradas en el suelo durante todo el camino a la cima y, al llegar arriba, en un arbusto al pie del sendero, colgaban decenas de ellas como señal de que se había llegado a la meta.

Luego de un par de minutos para tomar aire, atravesamos un extenso campo. Caminamos con ritmo acelerado y sin pausas y montamos nuevamente unos carros que nos llevaron a la casa de seguridad de Guatemala. Estábamos en el país de manera ilegal, ahí no entregaban salvoconductos como en Honduras y teníamos que pasar lo más inadvertidos posible. Enseguida nos asignaron un guía que era con el único con quien debíamos comunicarnos. No podíamos siquiera pararnos en las aceras.

Cuatro mujeres fuimos ubicadas en un cuarto con un solo toma para los móviles. Inmediatamente hicimos cola para la ducha. En algún momento pedimos nos cambiaran dólares para comprar cosas que se vendían, como manzanas, uvas, chocolates y refrescos. Deseábamos igualmente lavar el cúmulo de fango en que se habían convertido nuestras prendas de vestir. Nos ofrecieron llevar a lavar la ropa en una casa cercana por una pequeña suma de dinero, aceptamos y en un par de horas ya teníamos vestuario seco y caliente.

Yo necesitaba comprar con urgencia una venda elástica, pero solo conseguí que me llevaran a la farmacia muy tarde, poco antes de reanudar viaje, y pude adquirir anti inflamatorios y analgésicos.

Guatemala

«Bodega» en Guatemala.

En esa casa fuimos bien tratados. Trajeron almuerzo y nos condujeron, con la premura de otras veces, a abordar una camioneta que nos llevó a un sitio lejano, donde montamos en transportes grandes con los que atravesaríamos Guatemala hasta llegar a la terminal de un poblado fronterizo que me recordó a los pueblos del Oeste en las películas norteamericanas.  

Allí encontramos representantes de una organización de voluntarios de ayuda al inmigrante que nos entregaron pomos con agua. Entonces los próximos guías nos montaron, de dos en dos, en bicitaxis idénticos a los de La Habana. El mío lo conducía un señor muy mayor. Si mi pierna lo hubiese permitido, Sheyla y yo nos habríamos turnado para pedalear.

El hombre nos dejó en una construcción a la que le dicen bodegas. Son en realidad casas a medio hacer, con habitaciones sin ventanas ni puertas y los suelos llenos de colchonetas de tela bastante sucias por las que han pasado miles de cubanos.

El baño quedaba afuera y no tenía  puerta. La única privacidad la proveía una cortina de saco y debíamos ir con un cubo plástico hasta una cisterna y cargar el agua para el aseo. Era un líquido de aspecto turbio, pero el calor obligaba a bañarnos incluso en esas condiciones. Allí vimos aumentar nuestro grupo. Por los alrededores no existía nada que comprar y nos aclararon que no podíamos salir. En la tarde dieron de comer y dijeron que en la noche nos sacarían.  

Al llegar el momento preciso, en total oscuridad, fuimos organizados en grupos de diez y salimos caminando por un sendero hasta el borde de un río. No permitieron encender el teléfono. Montamos en unas balsas rústicas, hechas de tablones muy gruesos amarrados sobre cámaras de camión. Eran manejadas por muchachos jóvenes que, a base de fuerza, conducían las embarcaciones hasta un sitio navegable dentro del río, para más tarde remar hasta la otra ribera. Por suerte el tramo era corto, mi rodilla estaba hinchada y necesité ayuda para subir y bajar.

Guatemala

Balsa en la que se cruza de Guatemala a México

Del otro lado nos esperaba una playa con mucha arena. Detrás de unas dunas altas aguardamos hasta que trajeron al resto de los grupos. Luego, solo con la protección de la claridad lunar, caminamos de prisa por arena, tierra y grandes peñascos. Los más lentos íbamos delante. Yo solo pensaba en cómo mi hija podría correr por ese desnivelado terreno con tan poca visibilidad.

Así llegamos a las camionetas, en total sincronización con el grupo de los que debían ir corriendo. Vi acercarse a Sheyla, me aferré a su brazo y subimos en los camiones que esperaban. Ya estábamos en México.

A ella la sentaron delante, junto a otra mujer. A mí detrás, y me correspondió cargar a una muchacha cubana que jamás había visto, por suerte era alta y muy delgada. A mi lado estaba un hombre que supuse cubano y resultó ecuatoriano. También tuvo que cargar a otro hombre, no sé de qué país. Y así íbamos, unos encima de otros, formando una masa compacta. Sudábamos y respirábamos nuestros propios olores internacionales.  

Minutos después de comenzado el trayecto, nos desviamos hacia una especie de maizal, a una buena distancia, con el objetivo de evadir alguna patrulla policial. No debíamos hablar ni salir de los carros, pero pedimos bajar las ventanillas al menos. La flaca sacó medio cuerpo y se sentó en el borde de la ventanilla, respiramos mejor todos, aunque aún estábamos muy incómodos.

Los otros hombres corrieron peor suerte: los colocaron en la parte de atrás, agachados y con las mochilas entre las piernas, muy juntos unos a otros y con una lona gruesa de nylon sobre las cabezas que le impedía respirar bien. Fueron minutos muy angustiosos. Observé a los choferes de las camionetas  reunirse a lo lejos y hablar. Supuse que si llegaba la policía nos abandonarían en medio del campo.

El tiempo se hacía infinito, no puedo precisar si pasaron treinta minutos, una hora o dos. En algún momento regresaron corriendo con la orden de continuar la marcha. De nuevo a cerrar las ventanillas y a rogar para que llegáramos rápido a donde fuese.

Luego de un recorrido bastante tranquilo pararon de pronto y dijeron que corriéramos hacia adentro de lo que parecía un campo de fútbol rodeado de matas de plátano. Enfrente teníamos una calle muy transitada. Debíamos agacharnos a cada rato cuando se veían las luces de los vehículos que circulaban por  la carretera frente al terreno.

Lo primero que hicieron en aquel sitio fue separarnos en distintos grupos, según el coyote con el que habías acordado el viaje. El grupo mío era el mayor. A la flaca la apartaron con otro grupito de menos personas. No la volví a ver nunca más, solo supe que era de Centro Habana. Tampoco encontré de nuevo al ecuatoriano.

Nos pidieron que encendiéramos los teléfonos, que habíamos apagado desde que cruzamos en la barcaza. Indicaron que formáramos una fila larga, de un ancho de dos personas, y nos dividieron en grupos de cuatro para subir a unos taxis. En ellos nos llevarían a la primera casa de seguridad de México. Para cerciorarse, nos dieron la dirección y la foto de la fachada de la casa que nos acogería.

Guatemala

Casa repleta en México.

Circulamos por una ciudad desierta pero muy iluminada. Llegamos al lugar pactado cerca de la una de la madrugada y la mujer que tenía que recibirnos se negó a hacerlo. Desde la ventana pidió que nos marcháramos, que había un operativo policial en la zona. El taxista comenzó a dar vueltas por una urbe dormida y se iba comunicando con los otros conductores sin que llegásemos a una dirección definida.

Vimos cómo dos de los taxis del grupo fueron detenidos por la policía, pero el nuestro corrió con más suerte. El chófer quiso deshacerse de nosotras en algún momento, pero le exigimos llamar a la persona que lo había contratado porque no estábamos dispuestas a quedarnos en la calle, en medio de la nada, y con patrullas dando vueltas por la zona.

Alguien se atrevió a decir el nombre mágico del coyote y el chófer recordó al instante una de sus casas y hacia allí nos condujo. Al llegar al sitio, una de nosotras se bajó y fue a averiguar, el resto permaneció en el taxi por temor a que se marchara. Penetró por un portón medio abierto y al momento salió diciendo que allí no había nadie al frente y que el lugar estaba repleto. De solo mirarnos tomamos la decisión de pernoctar en esa vivienda aunque no fuera parte de nuestra planificación.   

18 junio 2022 6 comentarios 1k vistas
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AMLO

¿Por qué AMLO debe ir a la Cumbre de las Américas?

por Arturo López-Levy 12 mayo 2022
escrito por Arturo López-Levy

En su interacción mañanera con los periodistas, tras una gira por tres países de América Central y Cuba, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció que valoraba no asistir como jefe de estado a la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, Estados Unidos. Así sería si el país anfitrión excluía a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

El mandatario explicó que México no se retiraría de la Cumbre, pero estaría representado por el canciller Marcelo Ebrard. Entre las razones que esgrimió figura el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, del cual la exclusión de la Cumbre sería la más simbólica expresión. 

Razón tiene el presidente mexicano al denunciar el bloqueo a Cuba como «indebido e inhumano». Es una guerra económica que viola hasta consideraciones humanitarias que serían protegidas en conflictos armados. En medio de la más fuerte pandemia que haya asolado al mundo, Estados Unidos ha perseguido y bloqueado transacciones financieras y donaciones de ventiladores y mascarillas por el solo hecho de que se usa el dólar.

«Es un asunto de derechos humanos —dijo AMLO— que tiene que ver con la soberanía e independencia de los pueblos y con la no intervención y con la autodeterminación de cada país». 

Cualquier observador objetivo coincidiría con el presidente de México en que el bloqueo contra Cuba no sirve a los intereses y valores de Estados Unidos, ni de los estados latinoamericanos y caribeños. A pesar de los remilgos que ahora exhiben algunos críticos mexicanos, como el embajador Arturo Sarukhan, AMLO continúa una tradición que compite con el tequila. 

AMLO

Arturo Sarukhan (Foto: El Economista)

México ha condenado el bloqueo —en esos términos— desde su establecimiento,  lo que incluye a los gobiernos de los presidentes Fox y Calderón, cuando la relación con Cuba se deterioró. Su referencia a «grupos políticos en Estados Unidos que apuestan a la confrontación y que quisieran tener rehenes a los pueblos de América Latina y el Caribe, como es el caso del bloqueo a Cuba, que es muy promovido por políticos cubanos», ha sido confirmada hasta por el presidente que firmó la ley Helms-Burton. Bill Clinton escribió en sus memorias que «fue una buena política para las elecciones de 1996», pero «un desastre en política exterior».

El costo de oportunidad de este test de liderazgo desaprobado en las relaciones Estados Unidos-América Latina, se incrementa en la actual coyuntura, precisamente por los cambios ocurridos en las relaciones hemisféricas. Justo en La Habana, capital de un latinoamericanismo radical, que insiste en una integración decimonónica sin Estados Unidos, AMLO expresó a sus amigos cubanos, en el pasaje más subvalorado de su discurso, que habría que «hacer a un lado la disyuntiva de integrarnos o de oponernos en forma defensiva (…) en vez de cerrarnos debemos abrirnos al diálogo comprometido, franco y buscar la unidad en todo el continente americano».  

¿Por qué desaprovechar ese consenso para discutir temas sustantivos de migración, pobreza, integración en salud y economía, en una cumbre hemisférica precisamente en Estados Unidos? No tiene sentido que luego de que la administración Obama sacara la política de Estados Unidos del atolladero de décadas, Biden insista en ser un Trump 2.0, excluyendo a Cuba, lo que ni siquiera intentó el magnate inmobiliario en la VIII Cumbre de Perú. 

¿Puntos o diferencias?

Todo eso es cierto, pero aun así, la diplomacia mexicana y sus aliados en el continente deben valorar las consecuencias de una ausencia presidencial, quizás secundada por unos cuantos, respecto a la Cumbre de los Ángeles. La pregunta relevante no es cómo hacer el punto retórico contra una cumbre excluyente de la que se hablará poco en un par de meses, sino cómo hacer la diferencia al usar la atención que genera dicho evento para avanzar la posición de los grupos que dentro de Estados Unidos, y específicamente dentro del Partido Demócrata, procuran levantar las sanciones contra la Isla. 

Si Biden termina por no invitarla, Cuba misma, con frío cálculo, debería exhortar a que todos sus aliados vayan a Los Ángeles, y que discutan allí, desde dentro, una estrategia de cooperación hemisférica con Estados Unidos difícil de implementar debido la cerrazón estadounidense hacia Cuba. 

EEUU continúa dando señales de que organiza una Cumbre selectiva sin todos los países del hemisferio.

Persigue, con la ilegítima exclusión, evitar un análisis verdaderamente serio sobre los problemas que tienen impacto en la vida de millones que habitan en esta parte del mundo.

— Bruno Rodríguez P (@BrunoRguezP) May 5, 2022

El tema migratorio es un ejemplo. México y otros países centroamericanos que son afectados por el tránsito de la masiva migración cubana hacia la frontera sur de Estados Unidos, deben poner sobre la mesa la responsabilidad estadounidense en tal crisis. Desde 2017, Estados Unidos ha incumplido los acuerdos firmados en 1994-1995 con Cuba, que incluían el compromiso de entregar por lo menos veinte mil visas anuales para la emigración legal cubana.

Si de «causas de raíz» de la emigración se trata, la política de bloqueo —que desde Trump incluyó restricciones a las remesas y los vuelos a las provincias de Cuba hasta para los cubano-americanos—, es una de las principales.

Para que de la cumbre trascienda una narrativa por la que Estados Unidos se comprometa a revisar cómo sus sanciones —unilaterales, ilegales y violatorias de la soberanía de Cuba y otros estados— agravan las condiciones que empujan a los cubanos a emigrar, hay que participar en la misma al mas alto nivel.

Si finalmente Biden se comprometiera a levantar las restricciones a las remesas y los viajes, y abrir la embajada en La Habana para cumplir desde 2022 y en adelante la entrega de las veinte mil visas, tal diferencia sería más importante que cualquier punto retórico contra su administración.

Otro tanto sucede con la cooperación panamericana en temas de salud. Contrario a la administración Obama, que cerró el programa de promoción de deserciones en las misiones cubanas de salud internacional, la administración Trump procuró estigmatizar la presencia de doctores cubanos salvando vidas por el mundo como «trabajo esclavo». 

Con el guiño de la anterior administración, grupos que reciben financiamiento supuestamente para promover los derechos humanos, han iniciado cínicos procesos judiciales en cortes estadounidenses contra la Organización Panamericana de la Salud (PAHO), por auspiciar tal cooperación que ha salvado vidas a cientos de miles y curado otros tantos. 

La administración Biden, en la que sirve como directora de la USAID la embajadora Samantha Powell, quién alabó en octubre de 2016 la cooperación médica estadounidense con Cuba en África Occidental; no ha dado paso alguno para relanzar en Haití, o en cualquier parte del mundo, esa «victoria de la humanidad sobre las diferencias ideológicas». Tampoco ha ido a las cortes a defender las inmunidades de PAHO, garantizadas por leyes norteamericanas.

AMLO

El presidente Obama, Samantha Power (en el centro) y Susan Rice.
(Foto: A. H./Bloomberg)

AMLO acaba de firmar con Cuba un convenio para llevar médicos en función de asistencia primaria, a áreas del sur mexicano con niveles desfavorables de salud. Otros países latinoamericanos, como Honduras, han mostrado interés en seguir estos pasos. 

Si la cumbre se convoca con el fin de lograr una estrategia continental de salud post-Covid-19, hay un espacio grandísimo para exigir un retorno a la era de Obama, no solo desde la defensa de la soberanía sino de los intereses sanitarios y los derechos humanos. Que PAHO salga protegida de la cumbre y se relance la cooperación de salud entre todos los estados hemisféricos, incluyendo Cuba, es más importante que cualquier declaración o acto gallardo, por tangible que parezca la ganancia a corto plazo. 

En lo que refiere al objetivo de promover la democracia y los derechos humanos en el hemisferio, ¿cómo han contribuido las sanciones norteamericanas contra Cuba a ese propósito? El que crea que el bloqueo se concibió o sirve a esos designios impidiendo el desarrollo de Cuba hasta en su sector privado, que compre el puente del Almendares.

Desde su esbozo durante la administración Eisenhower hasta hoy, esa política imperial fue guiada por un anticomunismo a la vez antidemocrático que, aliado con las dictaduras de derecha, solo desprestigió la causa de los derechos humanos con su doble discurso.  

¿No sería mejor aprovechar la actual coyuntura —con líderes de izquierda o progresistas en los gobiernos de México, Argentina, Bolivia, Honduras, y otros que con gusto objetarían las sanciones en la cumbre— para promover una narrativa que denuncie al bloqueo no como una promoción sino como una violación de los derechos humanos? 

¿Cuándo como ahora van a tener esos líderes una tribuna al interior de Estados Unidos? Si los gobiernos latinoamericanos que anuncian no ir, quieren hacer una diferencia, que creen un grupo de trabajo a nivel de viceministros para una campaña de relaciones públicas contra el bloqueo a propósito de la cumbre en Estados Unidos. Claro que declarar no asistir es más simple. Y fácil. 

Otro elemento a sopesar es las coyunturas políticas en Estados Unidos y México. En ambos países se avecinan elecciones presidenciales en 2024. La cumbre es el momento supremo para demostrar que AMLO y Biden pueden aparecer juntos en la comunidad de Norteamérica y cooperar con madurez. Si Biden no se eleva a ese liderazgo por cortas miras de elecciones de medio término en Florida, donde ya los demócratas están en problemas, no justifica que AMLO reaccione con una riposta irreflexiva. 

AMLO

(Foto: Alexandre Meneghini/AP)

La alternativa a Biden en 2024 no sería un «buen vecino», sino un retorno a las políticas bravuconadas de Trump o algunos de sus clones en el Partido Republicano. México, como país latinoamericano en la frontera con Estados Unidos, tiene temas de «dignidad latinoamericana» tan importantes como Cuba que avanzar ante Estados Unidos y la cumbre le brinda importantes oportunidades. 

Sería irónico que el presidente mexicano de izquierda que pudo entenderse con Trump, ponga en riesgo la posibilidad de elevar la relación amistosa que ha desarrollado con Biden en el entendimiento de que los problemas entre América Latina y Estados Unidos deben resolverse con diálogo y cooperación.

El tiempo es una de las variables más importantes en política. Hoy es difícil anticipar cómo un desaire de AMLO a Biden, por justo que parezca dada la «rémora de política intervencionista de más de dos siglos», contribuya a promover la mejor alternativa real existente para América Latina-dígase Biden- frente a sus opositores. 

En México también se complica el panorama político para 2024. Según la última encuesta del periódico Reforma, AMLO disfruta de una ventaja amplia de popularidad (62% de aprobación) frente a sus oponentes, pero se acerca al fin de su mandato sin decidir todavía su sucesor en la candidatura de MORENA. Tales elecciones siempre crean fractura, y un triunfo de la izquierda no es un hecho asegurado ante una oposición que empieza a caminar inciertamente hacia la posibilidad de candidaturas unidas al congreso, y quizás incluso a la presidencia. 

En el debate sobre política exterior mexicana se incluyen temas como la postura gallarda frente al bloqueo de Estados Unidos a Cuba, pero este no es prioridad en «la relación más compleja entre dos países», como la denominara la ex-secretaria de Estado Madeleine Albright.

La política mexicana será juzgada no por ser la mejor para EE.UU. pero tampoco para Cuba, sino por servir primordialmente a los intereses y valores de México. Cuba debe entender esto y preguntarse si no sería preferible proteger al mejor aliado que tiene en el país azteca, allanando la elección de un miembro de MORENA a la presidencia en 2024. 

AMLO

Madeleine Albright (Foto: Getty Images)

Al condicionar su asistencia en calidad de jefe de Estado en Los Ángeles a la presencia cubana, como hiciera públicamente, AMLO no ayuda a Biden a manejar la legítima objeción mexicana a una cumbre excluyente. Una aceptación norteamericana a un condicionamiento mexicano de tal naturaleza no tiene precedentes en la historia y la cultura política estadounidense. 

Es perentorio para México y América Latina, que AMLO evite el entusiasmo y la preferencia de una parte de su base política por el conflicto con Estados Unidos por mero interés en exhibir rupturas con un pasado de subordinación. La medida del triunfo de una opción soberanista en el tema Cuba no son los puntos que se declaren, sino cuánto se avance en el desmantelamiento de las sanciones inmorales, ilegales y contraproducentes. El campo decisor de ese progreso está en Estados Unidos. Es allí donde los líderes latinoamericanos no deben evadir oportunidades. 

El canciller austríaco Metternich, artífice de la gran coalición europea anti-napoleónica, definía la mediocridad diplomática como «la obsesión con obtener ganancias tangibles sacrificando oportunidades para el avance de posiciones». «Todavía no se resuelve», fue la mejor respuesta de AMLO para avanzar las posturas anti-bloqueo a la pregunta sobre si iría a la cumbre de Los Ángeles. Cada declaración de buena voluntad hacia Biden antes de la cumbre es otra flecha en el carcaj para estigmatizar el bloqueo y sus partidarios dentro de ella.

12 mayo 2022 49 comentarios 2k vistas
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Cultura Política

Fallas de la cultura política: ataques personales en lugar de argumentos

por Alexei Padilla Herrera 21 septiembre 2021
escrito por Alexei Padilla Herrera

En las semanas que sucedieron a la explosión social del 11 de julio de 2021, entre noticias de arrestos, condenas y liberaciones de participantes en las manifestaciones reportadas en todas las regiones de Cuba; la prensa oficial transmitió diversos materiales y al menos un resumen sobre el encuentro del presidente Miguel Díaz-Canel con integrantes de sectores sociales y profesionales englobados de lo que se ha dado en llamar «sociedad civil socialista».

La misma está integrada por organizaciones sociales y de masas que históricamente se han caracterizado por actuar como ejecutoras de las políticas y decisiones del Partido-Estado-Gobierno, en lugar de funcionar como espacios para materializar el control de los gobernados sobre las actividades de los gobernantes.

Esa subordinación formal y política no solo reafirma el carácter paraestatal de organizaciones como los CDR y la UPEC, sino que obliga a que sus afiliados mantengan una disciplina discursiva en la que el respeto, lamentablemente, se confunde con la sumisión. Los periodistas, por ejemplo, parecen pedir permiso para dejar de hacer propaganda partidista y vocería, en lugar de exigir las garantías legales y materiales para hacer el periodismo.

En el último encuentro público (y publicitado) que Díaz-Canel sostuvo con la crema y nata de los medios estatales y con directivos de la UPEC, los mesurados planteamientos de algunos de los comunicadores presentes habrían irritado al presidente de la República, quien en su riposta llegó a afirmar, para variar, que allí había personas confundidas.

Todo indica que el mandatario se refería a los periodistas que expusieron insuficiencias de los medios partidistas, el peso que las políticas informativas del Partido tienen tal sentido —aunque, como es sabido, ellas son un aspecto de los déficits que en materia de democracia exhibe el régimen político vigente—, los problemas económicos y sociales que agobian a la ciudadanía en general y a los sectores más vulnerables en particular.

Estas realidades, por cierto, solo comenzaron a presentarse en los medios estatales después de la muerte de un civil por el disparo de un policía durante la manifestación en el habanero barrio de La Güinera, el 12 de julio pasado.  Las imágenes de La Timba y El Fanguito llegaron al NTV, pero en un ejercicio que emula a la difunta prensa soviética.

La prensa cubana arribó allí junto a los dirigentes, no con el objetivo de informar sobre la complejidad de los problemas existentes en esas comunidades y dar a sus habitantes la oportunidad de visibilizar demandas e insatisfacciones, sino para hacernos creer que las dificultades se están resolviendo gracias, una vez más, a la Revolución, encarnada en sus abnegados decisores.

Al retomar el tema de las verdades e interlocutores que incomodan al presidente Díaz-Canel, el careo entre este y su homólogo de Uruguay, Luis Alberto Lacalle Pou, suscitado en la reciente cumbre de la CELAC, fue un ejemplo de algunas de las cosas que no se deben hacer en un debate; mucho menos si es entre jefes de estado. Una de ellas es el ataque personal.

No es necesario haber leído los principales libros y artículos del filósofo alemán Jurgen Habermas, o hacer un curso de teoría y democracia deliberativas, para entender que al ataque personal develará la pobreza y/o ausencia de argumentos de quien utilice esa táctica. Los argumentos válidos se han de responder con contra-argumentos. O sea, con propuestas racionales basadas, preferiblemente, en información real y no en convicciones religiosas o ideológicas.

En ese sentido, el gusto musical o la finalidad que se le atribuya a una canción del bando opositor, no son argumentos racionales para rebatir las críticas concretas que el presidente de Uruguay hizo al régimen político cubano. Al responder a la crítica, resaltando problemas específicos de la realidad uruguaya, Díaz-Canel —o sus asesores— aplicó el tercer principio de la propaganda: «la transposición», que consiste en atribuir al adversario los males que este te imputa.

Se trata de una táctica discursiva que intenta crear una cortina de humo para desviar la atención y anular el argumento del adversario sin discutir siquiera su veracidad. Dicha táctica, eficiente en época de la Guerra Fría para captar y mantener la lealtad de seguidores acríticos, resulta precaria en tiempos de la sociedad de la información.

A los ojos de la opinión pública mundial —seguidores acríticos aparte—, Lacalle Pou emitió su opinión presidencial sobre una realidad que, obviamente, no conoce a profundidad y desde una posición política y clasista contraria al socialismo. Nada de ello es ilícito o inapropiado. Sí lo es, sin embargo que, ante algunas verdades incómodas, el presidente cubano no consiga controlar su irritación y, en lugar de más argumentos, acuda al ataque ad hominen para defender su trinchera ideológica. Un parapeto desde el cual se intenta imponer una versión idealizada, a la medida del Partido, sobre la realidad social cubana.

Antes de juzgar los exabruptos de Díaz-Canel —entre los que se encuentra el llamado al enfrentamiento violento de las protestas del 11 de julio—, debemos entender que el presidente no es solo un cuadro destacado del PCC, sino también hijo natural de una cultura política que —aquí y acullá, antes y después de la Revolución—, ha visto en la intransigencia, la intolerancia, el irrespeto a la legalidad, la falta de empatía y la legitimación de la violencia; valores incorporados al quehacer político.

Esa cultura política, la conocida susceptibilidad de los altos dirigentes cubanos a las críticas de su gestión, y la inexperiencia o incapacidad de debatir con el adversario, pueden conducir a escenas como las referidas, o a otras tan vergonzosas y risibles como la protagonizada por la ex secretaria general de la UJC, Sucely Morfa, en 2015, durante la Cumbre de las Américas en Panamá.

De la misma forma que la canción Patria y Vida pudo haber musicalizado el descontento social y político, y quién sabe si contribuido a movilizar a los más jóvenes, que ocuparon las calles para expresar su malestar, demandas, necesidades y esperanzas; la jugada de Lacalle Pou consiguió demostrar que lo políticamente incorrecto (irrespeto, intolerancia, ninguneo, ataques personales) puede ser un trofeo que se disputan tanto la extrema derecha de Trump, Bolsonaro y Orbán, como la izquierda autoritaria (real o disfrazada).

Mientras recibía las imágenes del careo entre presidentes y muchos cuestionaban el magro desempeño discursivo del máximo dirigente cubano; funcionarios del MINREX y de otras instituciones se fueron a las redes sociales a denominar a Lacalle de lacayo y repartir descalificaciones y ofensas que dicen más de quien las emite y menos del aludido.

Fue, permítaseme la metáfora, como una pandilla de barrio corriendo para auxiliar a su líder. Una actitud que evidencia la institucionalización de los asesinatos de reputación y lo que el politólogo Rafael Hernández solía llamar ciberchancleteo.

21 septiembre 2021 26 comentarios 3k vistas
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México: cabalga la esperanza

por Yassel Padrón Kunakbaeva 2 agosto 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

En medio del paisaje desolador que ofrece la izquierda latinoamericana, la reciente victoria de López Obrador en las elecciones mexicanas viene a ser como un soplo de aire fresco. AMLO, como cariñosamente se le conoce, le recuerda al mundo que bajo el subsuelo histórico del país azteca fluye lava volcánica, una fuerza explosiva que ya ha dado a luz vibrantes revoluciones como la de 1910, y que ha parido líderes como Benito Juárez, Pancho Villa, Emiliano Zapata o Lázaro Cárdenas. Es la lava de las ansias de liberación, en una sociedad donde se ha hecho endémica la injusticia social. En México impera, desde hace siglos, una desigualdad que encumbra a algunos mientras condena a las mayorías a una vida de ignorancia, pobreza y enfermedades.

La victoria de AMLO el 1ro de julio demuestra, en primer lugar, la crisis absoluta de los partidos y de la política tradicional en México. El PRI y el PAN no podrían estar más desacreditados, ante una sociedad que se desangra por la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad, las violaciones a los derechos humanos, el asesinato de periodistas y líderes sociales, la pobreza extrema, etc. Solo MORENA, el partido creado por López Obrador, podía mostrarse como la fuerza del cambio, al no estar mezclado en la inmensa montaña de suciedad de la vieja política.

Es cierto que, para asegurarse la entrada al gobierno, AMLO hizo algunas concesiones a los viejos poderes, y eso ha hecho que muchos se cuestionen hasta qué punto su propuesta puede ser considerada de izquierda. El tabasqueño en persona ha reconocido el apoyo a su candidatura por parte de los empresarios del norte del país. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estas concesiones han sido necesarias para tranquilizar a una parte de la burguesía mexicana. No se trata de oportunismo: la experiencia de los procesos de izquierda en el siglo XXI muestra que no es prudente un radicalismo apresurado. Si lo que se quiere es ayudar a los más desfavorecidos, es mejor intentar no comenzar con todos los vientos en contra.

Para conocer la verdadera política de AMLO será necesario esperar a su toma de posesión en diciembre. Después de todo, la coalición Juntos Haremos Historia ganó en 31 de los 32 estados y también tendrá mayoría en el legislativo. El nuevo gobierno tendrá la fuerza suficiente para acometer profundas reformas en las instituciones y en la sociedad. Una fuerza que hace mucho tiempo no tenía ningún gobierno mexicano.

Algunos se han creado la falsa impresión de que el nuevo presidente se propone como misión principal una guerra contra los narcotraficantes. Eso no es para nada exacto si se entiende esa guerra en la forma tradicional, como una gigantesca operación policial en la que se aniquila a los carteles. El enfoque de AMLO sobre la droga no es represivo sino preventivo. Él sabe que el uso indiscriminado de las armas puede empeorar aún más la situación, por lo que se dispone a atacar el problema por sus causas, combatiendo la pobreza y la corrupción institucional.

Bajo este nuevo gobierno, es probable que se creen políticas sociales más amplias, que permitan redistribuir algo de la riqueza en ese rico país. Existe un plan muy ambicioso para generar empleos, lo cual podría ayudar a muchas familias a poner el pan sobre la mesa. Tal vez más adelante AMLO nos sorprenda con algunas medidas más radicales. Sin embargo, tampoco vale la pena esperar milagros. Seis años es muy poco tiempo para arreglar un país tan deteriorado.

De lo que sí no caben dudas es de que la victoria de AMLO en México es una excelente noticia para la izquierda latinoamericana. Todo el panorama geopolítico se va a conmocionar con la llegada de este nuevo contingente de apoyo, en un momento tan necesario. Lo cual incluye, por supuesto, las relaciones entre América Latina y el vecino del norte. En todo momento, López Obrador va a intentar mantener buenas relaciones con EUA, evitando un conflicto que puede afectar mucho a su país. Pero, tratándose de Donald Trump, eso va a salir muy bien o muy mal, y si al multimillonario se le ocurre querer humillar de nuevo a México entonces va a saber lo que es un rival a su altura. El tabasqueño va a ser un hueso duro de roer.

Por otro lado, es casi seguro que el México de López Obrador tendrá excelentes relaciones con Cuba. Si ese país mantuvo buenas relaciones con la isla bajo otros gobiernos, cómo no va a ser en condiciones de sintonía ideológica. Esta es una oportunidad que Cuba no debería perder para fomentar relaciones económicas con uno de los países de mayor PIB en el área. Las inversiones mexicanas podrían ser un elemento decisivo en el despeque de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel.

Soñando un poco más lejos, lo que ha ocurrido en México podría ser el primer paso hacia una recomposicion del bloque de la izquierda latinoamericana. Si Lula de algún modo lograra ganar las elecciones en Brasil, entonces la izquierda podría recuperar sus posiciones estratégicas y poner a la derecha en su lugar. Un fortalecimiento del bloque también podría ayudar a resolver la crisis venezolana. La patria de Bolívar necesita hoy de verdaderos aliados, que no se dediquen solo a aplaudir sino que la ayuden a encontrar un camino para solucionar el problema de la inflación.

Es cierto que siempre existe la posibilidad de que AMLO sea derrotado o de que nos decepcione. Pero es la misma solidez de su trayectoria la que nos ayuda a despejar dudas. El tabasqueño ha sido firme como una roca durante años. Es muy improbable que ahora se convierta en un corrupto y se venda al narco. Es improbable que se baje los pantalones con los americanos. Del mismo modo, es muy difícil que México colapse financieramente bajo su gobierno: él siempre ha sido bueno con las cuentas. Se trata de un político con integridad y tiempo de carretera, dos cualidades que pocas veces van de la mano.

Con AMLO, una nueva esperanza cabalga por México. Lleva un sombrero en bandolera, dos revólveres y una cinta de balas cruzada sobre el pecho. Para los que creían que se trataba tan solo de un país servil, dominado por narcotraficantes, aquí les va una lección. México se pone en pie.

2 agosto 2018 27 comentarios 336 vistas
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Lecciones de estabilidad

por Osmany Sánchez Roque 24 mayo 2017
escrito por Osmany Sánchez Roque

El anticomunismo visceral es un camino seguro al ridículo. Justificar que el comunismo, la izquierda, los socialistas, etc. son lo peor del mundo se ha convertido modus vivendi para muchas personas que se han visto obligadas a desarrollar la capacidad de manipular los hechos para alcanzar sus objetivos.

Hace poco el periódico El Nuevo Herald nos deleitaba con un artículo que puede ilustrar todo lo anterior. Bajo el título “López Obrador avanza en México, gracias a Trump” el periodista Andrés Oppenheimer alertaba sobre el peligro que significaba para los Estados Unidos que López Obrador alcanzara la presidencia de México en las elecciones de 2018.

Para desarrollar su punto, Oppenheimer acude al tristemente célebre ex canciller de México Jorge Castañeda que afirma: “Lo que Trump y su gente no parecen entender es que el interés primordial de Estados Unidos en México durante los últimos 100 años ha sido la estabilidad de México. Estados Unidos ha tenido el extraordinario lujo de no tener que preocuparse por su vecino del sur desde los días de Pancho Villa”, agregó Castañeda. “Trump lo puede echar todo por la borda, y ayudar a elegir a López Obrador”.

Es alucinante. Según datos de la ONU hoy México es el segundo país del mundo en muertes violentas, solamente superado por Siria que se encuentra desde hace años envuelto en una guerra, sin embargo, para los anticomunistas viscerales, hoy México es un país estable, pero eso puede cambiar si López Obrador alcanza la presidencia.

Decapitaciones, fosas comunes, tráfico de drogas, secuestros, prostitución en las escuelas, violaciones, asesinatos de periodistas, regiones enteras controladas por los carteles de la droga y sin embargo lo consideran un país estable.

Solo un dato. En los últimos 17 años han sido asesinados 103 periodistas en México. El 99 por ciento de los casos sigue sin resolverse.

Cuando en una entrevista López Obrador critica la decisión de México de unirse a la cruzada contra Nicolás Maduro y el gobierno de Venezuela y además dice que el gobierno mexicano debería mantenerse apegado al principio de “no intervención” entonces Oppenheimer apunta que esa es “la muletilla utilizada por todas las dictaduras del mundo para defenderse de críticas del extranjero”.

Cierra Oppenheimer con una joya:

“Mi opinión: Es hora de que Trump se retraiga de los disparates que dice constantemente sobre México, y desactive la bomba de tiempo que ha puesto en marcha en ese país. De lo contrario, Trump será responsable de ayudar a elegir a un presidente izquierdista en México, cuyas políticas populistas ahuyentarán a los inversores, empobrecerán al país, y harán aumentar la inmigración ilegal y el tráfico de drogas a Estados”. Unidos.

Leer estas cosas y a esta gente nos deja las cosas más claras. En el 2010 acusaban a Gadaffi de violar los derechos humanos en Libia y apoyaron la intervención militar. En nuestra área geográfica los blancos eran Cristina Kirchner y Dilma Roussef, pero hoy no dicen una palabra sobre el retroceso social que se lleva a cabo en esos países por las políticas neoliberales de Macri y el impuesto y corrupto Temer.

Hoy la lucha de los familiares de los 43 desaparecidos de Ayopzinapa no es mencionada por la prensa corporativa, tampoco las mujeres violadas y asesinadas, los decapitados, los pobres, etc. Si llegara López Obrador a la presidencia, veremos la misma matriz informativa que hoy con Venezuela.

A los cubanos esto nos deja la lección de lo que se considera un país “normal” y “estable”.

24 mayo 2017 135 comentarios 359 vistas
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A propósito de los juegos panamericanos

por Consejo Editorial 10 noviembre 2011
escrito por Consejo Editorial

Por Jesús López Martínez

 Como desde hace cuarenta años, Cuba volvió a ocupar el segundo lugar por países en los Juegos Panamericanos celebrados en Guadalajara, México. En 1991 ocupó el primer lugar ayudado por el incremento de medallas que siempre tiene el país sede.

 Me cuento entre los escépticos que consideraban imposible obtener ese resultado. Mi escepticismo tenía como base lo siguiente:

–          La crisis estructural que afecta al mundo capitalista incide en nosotros doblemente, de la misma forma que afecta a los demás países y se incrementa por el bloqueo que EU democráticamente (la ONUacaba de aprobar por vigésima ocasión una resolución pidiendo que se levante) nos impone. Ello  implica afectaciones en la participación de competencias en el exterior, no contar con sofisticados y costosos implementos deportivos, etc.

–          Brasil, uno de los países con más fuerza económica en estos momentos, dedica recursos importantes al deporte teniendo en cuenta que será sede de una olimpiada próximamente.

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10 noviembre 2011 206 comentarios 401 vistas
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Julio Antonio Mella: la lucha continúa

por Consejo Editorial 27 septiembre 2011
escrito por Consejo Editorial

Mella nos enseñó que la ortodoxia es uno de los mayores peligros de una Revolución, preferimos ser como él: poco ortodoxos.

Por: Harold Cárdenas Lema

Dicen que antes de morir ves pasar toda tu vida ante tus ojos, espero sea cierto, así tendríamos al menos algo de perspectiva sobre el mundo que vamos a abandonar y cuál ha sido nuestra huella en él. Tengo 25 años y 10 meses de vida, la misma edad que tenía Mella cuando murió asesinado en el DF mexicano. Un cuarto de siglo parece mucho pero en realidad es bastante poco tiempo en una vida. Si hiciera un balance de cuál sería mi legado a mi muerte quedaría muy insatisfecho, no es el caso de Julio Antonio Mella.

Mella vivió una vida multifacética, creó organizaciones y órganos de prensa revolucionarios por doquier, conoció a varias de las principales figuras del universo comunista de la época y de una u otra manera todos los que le conocieron tuvieron que tomar partido a su favor o en su contra. Con sólo 20 años hizo una huelga de hambre que movilizó el país a su favor (cosa rara en la época tratándose de un comunista) y obligó al tirano Machado a liberarlo y sufrir así una derrota pública, posiblemente la primera hasta entonces.

Si tuviera algo que criticarle, creo que sería precisamente lo que más admiro de él, su espíritu de sacrificio y total entrega a la causa revolucionaria, que por una parte lo convirtió en un adversario formidable y por otra lo llevó a descuidar a su familia y de manera indirecta su esposa e hija, quienes tendrían que sufrir las mismas penurias económicas que él. Mella tuvo que enterrar en un cementerio mexicano a un hijo que le nació muerto, tuvo que cavar la tumba él mismo y obviar cualquier tipo de funeral por carecer de fondos suficientes, todos sus bienes estaban  dedicados al Partido.

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27 septiembre 2011 129 comentarios 469 vistas
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