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El estajanovismo: ¿verdad o mentira?

por Consejo Editorial 7 abril 2019
escrito por Consejo Editorial

Ayer escuché en la radio la palabra estajanovista y tomé nota mental de investigar sobre su origen. Según la RAE, que es lo primero que debemos consultar cuando de palabras hablamos, el estajanovismo es el método ideado para aumentar la productividad laboral, propio de sistemas socialistas, basado en la iniciativa de los trabajadores. Esta palabra se suele usar para referirnos a formas de trabajo sin descanso, buscando la productividad y con cierta obsesión por hacer más y más. Su origen está en la Unión Soviética, como apunta ya la propia palabra.

El movimiento obrero conocido como estajanovismo, comenzó a mediados de la década de 1930 y buscaba el aumento de la productividad por el propio convencimiento de los trabajadores, por su propia iniciativa y sin que intervinieran otro tipo de alicientes para aumentar el ritmo y el tiempo de trabajo. Dentro de ese movimiento, que en sus inicios no se llamaba estajanovismo, destacó el minero Alekséi Stajánov, que sería el que acabaría dando nombre al movimiento y origen a la palabra que ha llegado hasta nuestro idioma. Por cierto, es el tipo de la derecha en la foto que está al comienzo del texto.

Nacido en 1906, consiguió destacar por encima de todos en agosto de 1935, cuando esa idea de la búsqueda de la productividad por parte de los propios trabajadores comenzaba a fomentarse en la Unión Soviética. Stajánov trabajó de forma tan efectiva, concentrada y productiva que consiguió, tan sólo en ese día, el 31 de agosto de 1935, extraer más de 100 toneladas de carbón. Era más de 14 veces el volumen de extracción habitual.

La propaganda incitaba a los trabajadores a no decaer en esa forma de trabajo y poco después otros pozos superaron los números del de Stajánov. La idea se extendió a todas las industrias, más allá de la minería. Tanto es así que se crearon conferencias para analizar cómo aumentar la producción y se formaba a los trabajadores para que fueran cada vez más y más productivos.

La propaganda, como siempre en estos casos, fue clave, así que deberíamos tomar con cierta prudencia los números de extracción de carbón que se atribuyen a Stajánov e incluso los que se atribuyen a otros pozos mineros, que llegan a varios cientos de toneladas en un solo turno de trabajo. Por supuesto, Stajánov fue un ejemplo al que se ocupó el gobierno de poner en primera línea. A partir de aquel 1935 su carrera fue hacia arriba y tuvo diferentes cargos, tanto en las propias minas, como en el Ministerio de la Industria del Carbón, siendo también diputado.

La Unión Soviética le otorgó varias medallas, reconocimientos y órdenes. El último domingo de agosto era un día dedicado al minero de carbón, precisamente en su honor por aquel gran día de agosto de 1935. En 1970, siete años antes de su muerte, fue nombrado Héroe del Trabajo Socialista.

No sé ustedes, pero después de leer todos los reconocimientos del párrafo anterior, yo soy cauto y no sabría decir cuánto del mito de Stajánov es cierto y cuánto es propaganda, aunque con seguridad destacó en su trabajo. Fue un hombre productivo pero quizás sólo para los intereses del gobierno.

En 1985 The New York Times publicó un artículo que aseguraba que la hazaña de Stajánov había estado organizada por el Partido Comunista y que el minero había recibido ayuda. Todo por aumentar la moral y tener un ejemplo que enarbolar. The Times también publicó un artículo en esa línea y hasta el periódico soviético Pravda, afirmó en 1988 que los logros de Stajánov habían sido inflados.

Lo que no puede negarle nadie a Stajánov es que el estajanovismo es un epónimo en su honor, y no todo el mundo puede decir que ha dado lugar a una palabra derivada de su nombre, fuera con razón o sin ella.

Tomado de: Curistoria

7 abril 2019 7 comentarios 528 vistas
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Sospechas y consecuencias

por Harold Cardenas Lema 6 junio 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

La descalificación como método en el debate político no funciona. Apelar al insulto en lugar de dirimir diferencias en el terreno del pensamiento, es un facilismo peligroso que puede envilecer a quien lo practica. Esta práctica es común en la esfera pública cubana. Donde hay más sospechas que confianza, más miedo que conocimientos y más acusaciones que construcción colectiva. La intención de polarizar el debate público cubano, quizás buscando eliminar posiciones ambiguas, está provocando daños colaterales. Es lo que sucede cuando a los expertos en sospechas y disidencias, que también son necesarios, se les confunde con la vanguardia y se pone las instituciones a su disposición.

El terreno donde mejor se expresa esta lucha es el periodismo. Los medios digitales sobre Cuba son diversos y presentan nuevos escenarios, incluso algunos de ellos nacen en otras geografías o son subvencionados con recursos foráneos. Que el ejercicio periodístico se realice con fondos extranjeros o cobrando por publicidad, presenta preguntas que deben ser abordadas con madurez, sin ingenuidad ni esquizofrenia.

Como colaborador que fui en uno de esos medios, siempre tuve la duda de si los acusadores sabían algo que yo no conocía, o era la costumbre de encontrar subversión en cada esquina. Pero alguien está siendo irresponsable, ya sea por generar dudas sin fundamento o teniendo información que demuestra esas sospechas y no compartirlas con la opinión pública, permitiendo que muchos jóvenes sean utilizados por un lado y presionados por el otro. Que se pongan las cartas sobre la mesa para aclarar si hay o no jugada de engaño. Porque acusar a todo y a todos como un deporte es encender odios gratuitos.

A este paso corremos el peligro de que la palabra “subversión” sea el grito de “bruja” de esta época y terminemos quemando inocentes en la hoguera. Estos jóvenes merecen una mejor explicación que la promesa de una posible subversión, pero el camino fácil es presionarlos sin explicaciones. Lo difícil es entender que simultáneo a las presiones, nuestros funcionarios estrechen relaciones con los representantes de los mismos países acusados de subvertir, al parecer a ese nivel todo está claro, al nuestro es que existen dudas.

El método utilizado para provocar la sospecha, es la descalificación y adjetivación. A muchos de estos medios y proyectos habría que hacerle preguntas válidas, pero desconocer diferencias entre ellos, crear perfiles falsos en la web para ataques personales, implicar instituciones en rencillas y altercados virtuales, crear un grupo desinformado y ciego que vea esto como una tarea en vez de una práctica política, es fatal. Tomar ese rumbo, el de las hogueras entusiastas y la polarización, puede irse de las manos fácilmente.

Las ideas, correctas o incorrectas, no se matan ni se atacan, al discrepar con ellas deben superarse con otras mejores. Institucionalizar la descalificación como recurso, o permitir que individuos utilicen a instituciones cubanas para agendas personales, es peligroso. De igual manera, responder a los ataques usando el mismo lenguaje, encender odios en sentido contrario o evitar tomar partido en momentos de definiciones, alimenta esas sospechas.

Hoy la derecha se hace tan recalcitrante en el mundo, que respiramos aliviados cuando un socialdemócrata llega a primer ministro o un banquero francés es presidente, nos han movido la línea. En Cuba y para no quedarnos atrás, hacemos lo mismo, poniendo la izquierda en una posición tan extrema que es difícil cumplir con el parámetro. Comenzamos entonces a dejar fuera a muchos que, según lo expresado por Fidel en Palabras a los Intelectuales, tendrían un lugar dentro de la Revolución, y una vez más se les margina. Construyendo más enemigos y rencores, que al parecer tenemos pocos.

Así desde La Joven Cuba vimos cómo nos movieron la línea, mientras seguíamos publicando lo mismo o quizás menos atrevidos que antes, para los jueces nos hacíamos más peligrosos. La aguja se ha ido moviendo, al punto de que un fanático puede presentarse como modelo de revolucionario y el que permanezca en su lugar puede encontrarse en el “centro” de un día para otro, aunque ese no sea su lugar ni su posición política.

Solo puedo hablar por nosotros, que llevamos años buscando acompañar a las instituciones y organizaciones políticas del país. Viendo dentro de ellas la lucha entre quienes apoyan y quienes sabotean, viendo el cambio de mentalidad pospuesto. Lo irónico es que mientras más puertas se cierran dentro, más ventanas se abren desde fuera, y renunciamos a usarlas. La estrategia de los dogmáticos es ponerte en el precipicio, deseando que resbales y caigas en la derecha, para decir que desde el inicio eras un suicida. A menudo esto esconde miserias humanas peores que el dogma, como disfrazar de ideología las rencillas personales o buscar protagonismo a costa de otros.

El mejor desinfectante contra sospechas y disidencias es poner las cartas sobre la mesa. Que los medios y proyectos asuman posiciones políticas claras y el Estado haga públicas sus razones para tanta desconfianza, que brinde información para saber si la descalificación es el método de un grupo u orientación, para saber si detrás de las acusaciones hay algo real o no. Quizás así podamos diferenciar lo peligroso de la esquizofrenia. Porque será difícil construir una democracia socialista mientras unos van a la garganta de los otros, mientras el debate degenera en ofensas y descalificaciones, mientras todos intentan dar lecciones de ética a conveniencia.

Por lo pronto, lo único seguro en Cuba son los procesos cíclicos de contracción y distensión política. Cuando la aguja regrese a su estado natural comenzaremos una vez más a reconocer errores cometidos, comprobar entonces quién era realmente enemigo y quién no. Ojalá la sospecha no termine fracturando la unidad, generando demasiados daños colaterales y abriendo heridas que luego no tengamos cómo cerrar. Ojalá.

6 junio 2017 77 comentarios 303 vistas
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¿Estás vivo o muerto?

por Consejo Editorial 9 febrero 2012
escrito por Consejo Editorial

Por: Marlon Enrique García

No siempre basta comprobar el pulso o los latidos del corazón para determinar si una persona está viva, ya que hay personas que están muertas en vida. Tampoco basta con comprobar el brillo de la mirada, porque mucha gente ha sabido falsear ese brillo y aparentar que viven.

Vivir es haber encontrado, y por tanto entregarse, no a un sentido de vida, sino al verdadero sentido de esa vida. Llamémosle a esto vocación. La vocación es la fuerza vital para vivir la vida. Para encontrarla es necesario ejercitar el discernimiento, entiéndase, evaluar y diagnosticar de entre todos los atractores (tentativas o tentaciones, cosas que me atraen) cual es el que va bien con mi vida.

Este discernimiento no se hace por el método prueba y error, tan de moda hoy, sino que se trata de la capacidad de saber desde la primara vez y para siempre que se ha tomado la elección correcta. Ya que se trata de erigir el proyecto de mi vida, errar es, muchas veces, morir (vivir con tibieza, sin sentido o con un sentido falso).

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9 febrero 2012 99 comentarios 229 vistas
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