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Extremismo y manipulación

Extremismo político y manipulación. Análisis en un día

por Ivette García González 14 agosto 2021
escrito por Ivette García González

La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica porque destruye los cerebros.

Noam Chomsky

***

Un día y dos acontecimientos pueden ejemplificar el extremismo y la manipulación política en los medios oficiales cubanos. El día es el cuatro de agosto; los sucesos, las protestas del 11-J y la convocatoria de la UJC a la caravana del jueves cinco.

El extremismo político supone la ubicación espacial de las opiniones en los puntos más alejados del ámbito social de consenso. Se identifica según ideologías, métodos y procedimientos, aun cuando sea distinto el ideario político.

En Cuba ha tenido raíces institucionales durante más de medio siglo, por eso ha impregnado a la sociedad, es complejo y difícil de solucionar. Hoy se ha transnacionalizado y sus discursos sirven para justificar e incitar a la violencia y, dentro de Cuba, para mantener el poder y legitimar la represión. Con tales fines, intentan reforzar/confrontar al poder creando —que no formando—, la opinión pública.

El fenómeno mediático es global. La manipulación busca «controlar sutilmente (…) a la sociedad, impidiendo que sus opiniones y actuaciones se desarrollen natural y libremente». Sus mecanismos se facilitan en Cuba porque el Partido/Gobierno tiene el monopolio de los medios masivos y libertad en las redes sociales.

Aquí se verifican las estrategias definidas por Noam Chomsky y las cinco reconocidas como más usadas en lo político: estrategia de la distracción; dirigirse al otro como criatura de poca edad; utilizar la emoción más que el raciocinio; mantener al otro en la ignorancia y la mediocridad, y enredar, confundir y movilizar con el uso del lenguaje.

No se trata de izquierda/derecha, capitalismo/socialismo; se trata del poder. Por eso, prácticas registradas en Guatemala, Chile y otros países —criminalización de las protestas sociales y lavado de imagen de las fuerzas represivas y judiciales, por ejemplo— también se perciben en Cuba.

Medios oficiales y política

La televisión cubana es la máxima expresión negativa en ese ámbito. El cuatro de agosto exhibió, en horario estelar, el programa Las razones de Cuba con el audiovisual «Detrás de la guerra del golpe blando». El mismo aparece en la plataforma Youtube y motivó ciento veinticuatro comentarios.

El material presenta una fuerte carga de violencia y victimización para condicionar «respuestas» políticas. Reproduce matrices de opinión oficiales que van desde el negacionismo hasta el extremismo político en diversas formas. Su énfasis apunta a los peligros del «enemigo» y la posible intervención, lo que omite declaraciones hechas por la parte contraria de la emigración y el gobierno estadounidense. 

Según el programa, el 11-J fue parte de un golpe blando desde EEUU y una operación de redes sociales que, además, amplificó lo ocurrido. A tenor con esto, las causas se presentan externas y lo señalado como crisis interna también obedece a ellas. 

En el minuto 9.11 (de 14.37) se presentan convenientemente supuestas evidencias de vínculos terroristas en EEUU-protestantes en Cuba. Los mensajes de WhatsApp no tienen fecha y los testimonios muestran contactos posteriores al 11-J. Intentan infundir temor/indignación en los receptores, demostrar el condicionamiento externo y convencer del peligro para la soberanía.   

Con toda intención se ocultan las posturas moderadas y se focalizan en las del extremo, tanto en las de dentro del país como del exterior. Solo presentan imágenes de actos vandálicos para criminalizar la protesta, justificar la represión, desviar la atención, manipular y conseguir apoyos.   

En los comentarios se reproducen los códigos del material, acompañados de consignas y minimizando la represión en Cuba frente a la de otros países. Se ofende y descalifica a los emigrados que opinan sobre la Isla. De ellos aparecen críticas a medios oficiales, a la manipulación y la dependencia a las remesas.

Adicionalmente, Granma y Cubadebate merecen un comentario.

El órgano oficial del PCC publicó ese día dos textos de interés político: uno de Iroel Sánchez y otro basado en una entrevista a Teresa Amarelle, secretaria general de la FMC y miembro del Buró Político del Partido.  

El primero, con estilo triunfalista, manipula los hechos del 11-J y los equipara con el Maleconazo. De ese modo, criminaliza las protestas, exalta la figura de Fidel y valoriza la convocatoria de la UJC. Los seis comentarios al texto lo respaldan con expresiones extremistas y consignas tradicionales.

El segundo sigue igual línea, pero enfocada en ratificar que «las mujeres cubanas siempre estarán al lado de la Revolución» y que son una ONG «pero eso no quiere decir que estemos en contra del Gobierno ni de la dirección de la Revolución (…)».

Cubadebate por su parte, divulgó información sobre la marcha de las investigaciones ante las protestas del 11-J. Este texto se dirigió a calmar ansiedades populares, mostrar el supuesto buen manejo de las detenciones y procesos penales, y valorar las quejas y denuncias del pueblo como expresión de confianza en la Fiscalía.

La convocatoria de la UJC en otros medios

Sus consignas reprodujeron prácticas de manipulación que intentan aparentar legitimidad y mayoría y vestir el lenguaje político con estrategias retóricas y «frases humo» que juegan bien con la psicología de las masas y son efectivas para convocar.

Extremismo y manipulación

Telesur replicó la convocatoria y la presentó con dos objetivos: 1) contra la subversión y el golpe blando y 2) «para agradecer» la solidaridad con Cuba; sin embargo, no aparecieron reacciones. El mayor impacto que tuvo ocurrió en medios independientes e internacionales y también en las redes sociales, donde fue severamente criticada.

En Twitter, de los cincuenta comentarios, solo dos fueron de respaldo. Los otros indicaban la irresponsabilidad e incoherencia de realizar ese acto en medio del pico de contagios por Covid-19.

Así sucedió también en Facebook. Aunque en la página UJC NACIONAL no se puede observar porque es privada, se compartió en el grupo Utopía revolucionaria donde recibió diecisiete comentarios críticos.

Lecturas críticas para el cambio

Lo examinado sugiere una insuficiente capacidad del Partido/Gobierno para manejar la crisis y la urgencia de eliminar el extremismo político y la manipulación en el discurso oficial.

Se necesita democratizar el espectro mediático. La subordinación al poder político convierte a los medios en sus voceros. Estos concentran o distribuyen, según convenga, las estrategias de manipulación de las masas; reproducen y saturan con mensajes del mismo cariz y funcionan como factores de movilización política.

Lo reflejado en este análisis sugiere igualmente reflexionar sobre algunos presupuestos:

1.- Se perdió frescura, vitalidad y espontaneidad popular en apoyo al gobierno. Las organizaciones articuladas con este, incluyendo a la UJC, se atribuyen una irreal representación nacional. Y padecen los mismos síntomas: burocratización, separación de sus bases, subordinación acrítica al gobierno y reproducción de tácticas, métodos y estilos caducos.

2.- Amén de campañas del exterior, cada vez más cubanos dentro y fuera de Cuba perciben que el Estado y los medios mienten, desinforman, manipulan, tuercen derechos, no socializan reclamos populares sino mensajes de interés del gobierno y mantienen un estilo triunfalista nocivo para el país. Ellos y el discurso oficial viven y muestran otra Cuba.

3.- Hoy priman la falta de inteligencia política y valoración del contexto para encarar los desafíos del disenso y la fractura de la sociedad cubana. Lo examinado evidencia la poca capacidad del Partido/Gobierno y organizaciones afines, para calcular el costo político de la represión, el voluntarismo y la incoherencia. La convocatoria a la caravana fue errática y pudo rectificarse. Cuba estaba rompiendo récord de contagiados y fallecidos por Covid-19 en esos días y los que han seguido.

El derecho a la comunicación no es de medios ni gobiernos, es de los pueblos. No habrá solución al problema de Cuba si no se encara en su real dimensión; si no se enfoca la mirada hacia adentro; si se sigue pretendiendo engañar a todo el mundo todo el tiempo, y si se continúan estimulando desde el poder el extremismo político y la manipulación que tanto dañan al país.  

Para contactar a la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

14 agosto 2021 64 comentarios 4,1K vistas
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Manipulación - preceptor

Comunicación, manipulación y consenso en Cuba

por Giordan Rodríguez Milanés 13 abril 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Así como Jesús invita a lanzar la primera piedra a quienes jamás han pecado, se puede retar a cualquier comunicador de este planeta a declararse libre de la intención manipuladora de sus mediaciones públicas. Todos manipulamos y, a la vez, todos somos sujetos de la manipulación expresiva.

Señalar la manipulación para descalificar a un medio o a un profesional de la comunicación, apegados a posturas ideo-políticas o doctrinas, magnifica algo que es inherente a todos los medios desde que el ser humano primitivo rasgara las primeras paredes de una cueva.

Cualquier estudioso de la comunicación lo sabe. Si digo que la Televisión Cubana manipula a sus preceptores cuando propaga extractos de discursos de Fidel Castro los días previos al VIII Congreso de Partido Comunista, no estoy diciendo nada ofensivo o descalificador. Si destaco que ETECSA le envía mensajes de textos a algunos de sus clientes, con consignas derivadas de esos discursos, tampoco estoy per se atacando a ETECSA. La manipulación ha formado parte, desde los albores de la humanidad, de nuestro instrumental comunicativo.

Ayer un conductor de la televisora granmense CNC dijo en su programa: «Hoy no podemos ocultar información». Se refería a cierto reclamo de parte de su audiencia sobre casos de «resultados de PCR inhibidos» en busca de positivos a la Covid-19. Aunque me aseguran que ni remotamente fue la intención del conductor –a quien conozco y sé que es una persona honrada–, a mí lo primero que me vino a la mente fue: ¿Ahora no ocultan información porque no se puede? Entonces: ¿Antes la ocultaban porque se podía?

Entuertos cubanos de lo político-ideológico

El lector seguramente ya habrá anticipado hacia dónde me dirijo, a otro precepto comunicacional ampliamente conocido: en los procesos de intercambios de ideas no sólo es relevante la intención manipuladora del emisor (el que inicia), sino que posiblemente sea más relevante aún, la postura interpretativa del preceptor (el que recibe el mensaje).

La potencialidad manipuladora de un mensaje no está tanto en la intención del emisor como en la postura interpretativa del preceptor. Lo resumía Faustino Oramas, el juglar holguinero apodado El Guayabero, cuando decía: «Yo pongo la cuarteta, el relajo lo ponen ustedes».

De tal modo, un preceptor común, al que le repitan que es sujeto de la manipulación, puede llegar a confundir un gazapo o un error, resultante de la incompetencia o la negligencia, con una oprobiosa trampa manipuladora. O, por el contrario, un preceptor ingenuo o tendiente al analfabetismo cultural puede creerse acríticamente cualquier idiotez o indignidad.

De hecho, en el contexto de las batallas ideo-políticas –con el uso de los símbolos– una de las más sutiles formas de manipulación de cualquiera de los  bandos es tratar de inducir en el preceptor la idea de que El Otro es peor y más antiético manipulador que uno mismo. Así se descalifica al contrario ante el preceptor que se pretenda ganar para la causa propia. 

Pero eso tiene un costo: el sacrificio de la verdad consensuada, que es aquella interpretación de la realidad que, una vez validada socialmente, permite el avance hacia lo que la mayoría ha establecido como meta.

El pan, el ruido y la democracia socialista

Si asumimos que la mayoría en Cuba ha refrendado como meta el tránsito hacia el socialismo, entonces toda forma de manipulación que atente contra nuestras verdades consensuadas, nos aleja de esa meta y nos va sumiendo en una especie de Imperio de la Estupidez Consentida. Allí el consenso no importa, sino únicamente la postura ideo-política de los actores respecto a lo que el grupo de poder político, o sus opositores, dictaminen como favorable a sus doctrinas.

En el caso de Cuba, se puede manipular en el sentido del consenso con la inclusión de todos, desde los seguidores incondicionales y acríticos hasta los hipercríticos, en aras de que los mensajes sirvan para prepararnos y modificar la realidad –resolver los problemas– en pos de la construcción socialista. También se puede manipular para distorsionar la realidad, ocultar lo que nos divide que es responsabilidad del gobierno, desde un extremo, o hiperbolizarlo desde el otro.

La pretendida totalización del arsenal simbólico cubano, en pos de la narrativa del apoyo incondicional al Estado –por un lado– o de la narrativa del fracaso absoluto, por el otro, sólo favorece a los extremos que apuestan por la fragmentación. A partir de esa convicción es que, en lo personal, he estado insistiendo en que los comunicadores profesionales públicos, en medios estatales, que supongo quieren lo mejor para Cuba, comprendan que toda manipulación a ultranza, cuyo único fin sea descalificar al otro sin atenerse a un mínimo de argumentación basada en hechos, sólo beneficia a los contrarios a la meta refrendada.

Realidad y símbolo en la guerra cultural

Va en detrimento de un sistema de valores acorde a un ser Humano crítico, inconforme, transformador, sacrificado y solidario que sería, en definitiva, el único ente social garante para alcanzar la meta del socialismo. Pero eso no significa que sea deplorable en si misma toda forma de manipulación, como ya he explicado.

 Por consiguiente es relativamente fácil lograr, a fuerza de la reiteración de un argumentun ad populis, que una multitud virtual repita que La Joven Cuba, por ejemplo, «ha cambiado sus enfoques y ya no vale nada». Lo difícil sería demostrarlo con hechos y, más que eso, modificar para bien aquellos segmentos de la realidad que mostramos desde nuestras «ópticas manipuladoras», y que los criticados parecen incapaces de resolver.

Porque se puede descalificar a este sitio, como mismo se puede descalificar al periódico Granma o a Cubadebate –ejemplos sobran. Lo complejo, lo que en mi opinión sería verdaderamente revolucionario, es aprovechar los puntos de vistas de unos y otros a favor de la construcción del socialismo, con la solución conjunta de los problemas, por encima de las diferencias de interpretación o expresión de esa realidad. Quizás esté aspirando a demasiado.

13 abril 2021 30 comentarios 3,4K vistas
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platon

Las Redes de Platón

por Alejandro Muñoz Mustelier 18 noviembre 2020
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

La percepción de la realidad es una de las preocupaciones vigentes del ser humano. La cantidad de realidades posibles y la capacidad o incapacidad del individuo para percibirlas en su justa medida son las principales interrogantes en este sentido. Lo cierto es que, si bien siempre ha sido asunto de filósofos y pensadores, la contemporaneidad ha insertado al resto de la ciencia en la cuestión: psicólogos, neurólogos, físicos y sociólogos.

Es un hecho científico que entre nuestra interpretación de la realidad y la realidad en sí, media nuestra subjetividad. Por eso cada cual la aprecia con matices propios, lo que no significa que todo ser humano perciba su realidad particular y viva en un mundo imaginario –quizás sí frente a un cuadro de Miró, pero no en asuntos de la vida diaria–.

La ciencia y la filosofía han llegado a consensos respecto al tema y todo el mundo contento: he ahí la realidad, y he aquí las subjetividades que le dan sus tonalidades individuales. Pero ¿qué pasaría si cada individuo tuviera la capacidad de generar realidades concretas, todos los días, todos los minutos? ¿Y qué pasaría si esas realidades generadas por un individuo fueran irreconciliables con las del otro? ¿Y si multiplicáramos las contradicciones entre realidades por algún número entre dos y siete mil millones?

Si bien la religión –al menos en Occidente– tuvo su milenio de fama en la explicación de la realidad, hoy el tema lo llevan los tecnócratas, ejecutivos y políticos, porque esta es una fuente de poder inagotable y debe estar al día su explotación. Para su diseño se han basado en los errores del pasado y han aprendido que no hay que intentar explicar una realidad conveniente a base de mentiras o eufemismos, porque ocurre una singularidad: indefectiblemente, la sociedad termina cansándose de esa «realidad impuesta».

Los nuevos administradores han aprendido a usar la misma singularidad en un diseño fresco: no explican la realidad, sino que inducen a cada cual a crear la suya propia. Sí, nadie se revela ante su propia creación. Ya este concepto andaba rondando al ser humano desde la Caverna de Platón, aunque quizás la saga de La Matrix, por contemporánea, sea la obra que mejor se aviene a nuestra actualidad, con la excepción de que en esta cada individuo tiene su propia Matrix, hecha por él mismo.

Si las máquinas de la película de los hermanos Wachowski tuvieran este diseño, otro gallo hubiera cantado para los héroes de la cinta –un gallo mecánico quizás–.

Nada ni nadie puede competir en materia de interactividad y generación instantánea de opiniones con las amistosas plataformas de las redes sociales y sus interfaces tan cómodas. Nadie, ni la televisión, ni la radio, ni el cine, ni los periódicos –aunque sean digitales–. De hecho, estos medios clásicos tienen sus propios espacios dentro de esas redes sociales. Ellas, tanto como los motores de búsqueda, están escritos con algoritmos inteligentes, idóneos para seguir los gustos e intereses de los usuarios, y son capaces de crear complejos perfiles psicológicos en pos de ofrecer a la gente una experiencia más rápida y personalizada.

He aquí un término a tener en cuenta: personalizada. Hasta ahora ha sido sinónimo de comodidad y contra él nadie puede levantar la voz, porque lo personalizado es bueno, tan bueno que responde a los intereses de uno mismo, y quién mejor que uno en materia de intereses. Pero ese asunto de la personalización llega a extremos de, incluso, personalizar las noticias y toda la información recibida del mundo exterior. Casi parecen preguntar: «¿Qué te gustaría que fuera verdad?».

Si eres seguidor de las tendencias culinarias, pues tus motores de búsqueda y tus redes sociales –que parecen algo distinto, pero no lo son tanto– inundarán tu computadora o teléfono con información relativa a estas cuestiones. No obstante, si además eres vegano y alguna vez expresaste tu preocupación ante el daño que causa el consumo de carne, pues muchas de las publicaciones que verás responderán a esta inquietud. No importa la veracidad, el caso es que resulta de tu interés y ahí te va.

Entonces se habrá creado a tu alrededor una muralla de información, una realidad diseñada por ti y ajustada a tus intereses de la que no puedes defenderte. En el ejemplo anterior no hay mayor daño que una dieta incompleta, porque la carne es buena –lo dicen algunas de las páginas de Facebook que sigo–.

Otro cándido ejemplo, casi una reducción al absurdo, es la renacida teoría del terraplanismo. Si buscas información sobre el tema, los algoritmos empezarán a enviártela y a sugerirte páginas, sitios y especialistas en la materia. Abrir estos enlaces implica que la cantidad de información que recibirás en el futuro sobre el tema sea mayor. Al cabo del tiempo estarás inmerso en un mar de fundamentos terraplanistas, y como reza un dicho muy cubano, el roce hace el cariño.

En este ejemplo el daño es que pudieras creer en una teoría que incluso en el medioevo era bastante tonta. La Tierra es esférica –esto no lo leí en Facebook–, lo veo cada día, a la vieja usanza, mirando por la ventana libre de Microsoft que hay en el cuarto.

Pero hay ejemplos actuales que lamentablemente no son tan cándidos. Para los seguidores de Trump resulta un enigma inexplicable el hecho de que uno de los presidentes más populares y bonachones de la historia de Estados Unidos, el hombre que estaba a punto de acabar con todos los problemas de la nación, el sincero, el fuerte, el amigo de los afroamericanos, no ganara las elecciones. Las miles de páginas de Facebook y perfiles de Twitter, los cientos de canales en Youtube que les fueron sugeridos a los seguidores del casi expresidente, les mostraban a un hombre así.

Por otra parte, también presentaban a un contrincante más que demócrata y también magnate, izquierdista, listo para poner fin a la libre empresa americana y dejar entrar a todos los enemigos del país, acercando a la nación al socialismo y con ello a la destrucción. Es el enfoque que este tipo de usuarios consume y a la vez genera en las redes, en una especie de retroalimentación que nada tiene que ver con la realidad.

Pero la personalización es mucho más precisa de lo que pensamos si vamos a lo particular: los votantes de Trump en Miami, específicamente dentro de la comunidad cubanoamericana, han dibujado su realidad con elementos auténticos, porque Biden, además, es comunista, tiene vínculos con los Castro y con Maduro, y todo es una conspiración para llevar a «América» el virus de las dictaduras, la escasez y la falta de libertad. Para ellos eso es real, lo ven todos los días en sus dispositivos móviles o en las pantallas de sus computadoras. Es la realidad.

Tampoco están equivocados los afroamericanos que culpan al casi expresidente de todo el racismo que los maniata como seres dignos, a pesar de que el racismo en ese país es sistémico e histórico. Ellos también ven a Trump desde sus pantallas como la encarnación de toda discriminación. Para ellos es real.

El tema entonces radica en cuántas realidades hay: parece ser que una por habitante, a gusto del usuario. Los efectos de esta personalización están siendo muchos y devastadores, porque a pesar de todas estas realidades personalizadas, existe una legítima que se va perdiendo de vista. Pero quizás el efecto más terrible sea la polarización, la constancia casi bíblica de que «Yo tengo la razón, porque todo lo que es audible o visible desde la pantalla lo está gritando». ¿Es que no lo ven? ¿Son ciegos?

De la polarización, de la necesidad de defenderme de esa otra gente que está tan equivocada, surge la violencia, los rifles de asalto y una bala reveladora que al final explica que la muerte no puede ser personalizada, es una realidad invariable y para siempre. Todo esto ya lo hemos visto en una misma nación, y ahora, por vez primera, las elecciones son asumidas como una guerra civil, desplegando la Guardia Nacional y tapiando las vidrieras de los negocios.

Nunca antes en la historia estuvimos tan polarizados y tan seguros de nuestra realidad. Nunca hubo tantas facciones políticas, sexuales, deportivas, culinarias y filosóficas chocando, temblando de rabia por la mera existencia de la realidad del otro, tan equivocado. Por supuesto que las redes sociales no son la simiente de todo el mal, son sólo una herramienta bien calibrada que puede exacerbar la polarización y el extremismo.

Quienes diseñaron estas redes quizás no tenían otro propósito que la comunicación y la concordia, y para eso sirven también, porque en ellas hay una utilidad que puede potenciar el desarrollo de la sociedad. Pero quienes las administran ahora mismo tienen un solo objetivo, ajeno a la política, la sexualidad, la culinaria: aumentar el tiempo que pasamos en ellas, porque cada segundo les genera dinero. Por eso, nos hacen sentir cómodos, que el mundo que vemos ahí sea lo más parecido a nosotros posible.

Entonces es muy fácil hundirnos en esa realidad personalizada, como prisioneros en la Caverna de Platón, luchando a muerte por imponer nuestro criterio sobre qué cosa es esa sombra que se mueve en la pared, sin reparar en el hecho de que, curiosamente, esa sombra se mueve a la par de nosotros.

18 noviembre 2020 8 comentarios 979 vistas
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lenguaje

Antídotos contra la manipulación del lenguaje

por Ivette García González 23 octubre 2020
escrito por Ivette García González

I

El debate entre cubanos es difícil cuando de «revolucionarios» y «contrarrevolucionarios» se trata, como se vio en los comentarios a mi texto anterior. Ello resulta de la carga emotiva que implican la manipulación política del lenguaje y nuestra idiosincrasia, que en cierta medida es de pasiones extremas. Intentaba clarificar los términos porque en Cuba se usan como «talismanes» y «mordaza» respectivamente, a pesar de que su verdadero y original significado es muy claro. En consecuencia, se enrarece el debate, se obstaculizan y condicionan —por censura  o autocensura— los comportamientos de compatriotas honestos y se ahoga la contribución que podemos hacer a un nuevo proyecto de país y de socialismo.

Esto es muy grave porque la Patria y la Revolución son de todos y constituyen parte del imaginario social de los cubanos. No se trata de una noción idílica, sino de una anclada en la realidad pasada o presente. Cornelius Castoriadis, intelectual griego con una vasta experiencia en estudios antropológicos y sociopolíticos, indica que el imaginario «no es imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada de figuras/formas/imágenes», es una mezcla de significaciones sociales, donde los valores, las creencias, ideas, símbolos y subjetividades se integran para conformar lo cultural y el universo simbólico.

Quien tiene el poder político está en capacidad de ejercer gran influencia sobre los imaginarios sociales. Su control, reproducción, difusión y manejo asegura un impacto sobre las mentalidades, conductas y actividades individuales y colectivas; también permite canalizar las energías e influir en las elecciones colectivas, sobre todo en situaciones complejas. Todas las revoluciones tienen un imaginario que, más o menos vivo e influyente, se expresa en referentes, palabras para nombrar las cosas, valores, en fin, un tesoro que identifica a la sociedad con una parte de su historia.

Por supuesto, cuando el poder se apropia del control de los medios y la enseñanza, tiene más incidencia en la creación de ese imaginario, porque son instrumentos de presión, de inculcación de valores y creencias. En sistemas restrictivos de la democracia, el dominio pasa por: posesión de los medios de comunicación masiva, uso de la propaganda más que de la información y argumentación y manipulación/restricción del lenguaje.

Cuando la práctica de invadir los medios de comunicación y la escuela con mensajes de interés político e ideológico se prolonga en el tiempo y se hace sistemática, los efectos son nefastos. Es un dominio perverso, se calcula que las posibles disidencias solo llegarán a un número reducido de personas y que las reacciones durarán poco porque el que hace la crítica puede ser marginado, no cuenta con medios suficientes para hacerse oír, puede estar sometido al poder abrumador de la propaganda y también, sentirse acosado por toda suerte de presiones y chantajes.

II

Todo lo anterior ocurre por tres razones básicas.

1.- El lenguaje es también cultura, filosofía, pensamiento e ideología, y tiene un peso extraordinario en política. El «hecho del lenguaje» es una multiplicidad de hechos, más o menos coherente y coordinada, que al penetrar mayoritariamente en la sociedad se convierte en hegemónica. En el sentido de Gramsci, la hegemonía existe cuando la gente acepta la dominación no por la fuerza sino por el convencimiento político, moral e intelectual. Se puede lograr cuando el poder (sociedad política) consigue alianzas con los sectores sociales (sociedad civil).

A pesar de las contradicciones y disidencias que siempre existen, la Revolución cubana construyó magistralmente esa hegemonía entre finales de los años cincuenta y los sesenta del pasado siglo. Pero esa no es una patente vitalicia; los tiempos y las circunstancias cambian, y la gente también. Para mantenerla se requiere una retroalimentación permanente del consenso; y este puede erosionarse y perderse cuando se fractura en la sociedad civil y empieza a construirse una contra-hegemonía que tendrá inevitablemente serios efectos en lo político.

2.- El riesgo es muy alto en ese ámbito por el peso de la manipulación del lenguaje y los intereses del poder. Lo que, en principio, distorsiona la función de la política, que debiera ser trabajar por configurar la vida humana del modo más adecuado posible. Lamentablemente, a veces se ha llegado a ver como el arte de engañar y seducir, mejorar la imagen propia y desfigurar la ajena y guardar las apariencias para ganarse el apoyo de las masas. La ideología no es inocente, el uso reiterado de términos con mucha carga emotiva y que siempre aluden a posiciones extremas, como los mencionados al inicio, condiciona nuestro pensamiento, nos atrapa e incluso orienta la conducta de las personas.

3.- Los diversos usos y el peso que tienen los esquemas mentales, que se alimentan y manipulan de muchas maneras en el escenario político. Estamos acostumbrados a pensar en base a ellos, como pares de conceptos que focalizan posiciones extremas: arriba/abajo, libertad/norma, revolución/contrarrevolución, interno/externo, revolucionario/contrarrevolucionario. Estos suelen ir unidos en nuestra vida y desempeñan una función decisiva. Cuando desde las instancias de poder se abusa de ellos, el efecto es muy nocivo a escala social. Implica que las personas se mantengan pasivas y siempre en los extremos, sin matices ni opciones intermedias. Por tanto, se afecta su libertad creativa.

La fuerza y efectos de los medios de comunicación y la educación en manos del Estado son apabullantes en Cuba. Hace años, una serie de estudios demostró que el cubano que emigra se muestra saturado y rechaza lo político. Al que permanece en Cuba no le ocurre lo contrario, de hecho, son realidades conectadas. La práctica reiterativa e invasiva a través de esas vías consigue sus propósitos por un tiempo, a veces por un largo tiempo, pero termina convirtiéndose en un boomerang.

III

Lo anterior implica que es preciso sanear en el país el terreno del debate acerca de lo político. Como resulta imposible reducir el alcance y la parcialidad de los medios de comunicación, los ciudadanos debemos apertrecharnos de algunos antídotos:

1.- Conocer los ardides de la manipulación y estar alertas, perder el miedo y matizar el sentido de las palabras. Esto último es vital, porque quien manipula hace justo lo contrario: rechaza los matices, no argumenta con hechos sino con frases, consignas y esquemas mentales para controlar el pensamiento de los demás. En Cuba, ese ejercicio manipulador puede ser o no voluntario y no siempre desde el poder. Como sus efectos se han expandido tanto en la sociedad, muchas veces se repiten palabras y consignas que pueden ser desarmadas solo cuestionándole al otro su significado en el contexto en que la emplea y obligándolo a matizar.

2.- Aprender y ejercitar el pensar con rigor y estar en condiciones de exigirlo a los demás, analizando el contenido de las palabras y el contexto, procurando argumentaciones de hondo calado. Cuando las circunstancias se manifiestan de modo acelerado y el discurso que las acompaña también lo es, se logra que la gente no tenga tiempo de pensar, de reflexionar sobre cada uno de los temas. El único antídoto es tomarse un tiempo, no dejar que circunstancia y discurso dominen su mente.

3.- Saber manejar los esquemas mentales. No tomar ni la realidad ni los conceptos como dilemas, sino como ámbitos, lo que impide atarse a posiciones extremas. Si tenemos que escoger en Cuba entre uno y otro —el primero (revolucionario) que se atribuye al gobierno como expresión máxima de la «Revolución» y el segundo como su contrario (contrarrevolución/contrarrevolucionario)— caemos en la trampa. Es lo mismo del «conmigo o contra mí», sin matices. Pero si se observan como ámbitos, la relación entre esos conceptos no tiene por qué ser rígida, aparecen los matices. Depende del pensamiento y la creatividad de quienes reciben el mensaje.

Vale tanto para afirmaciones como para preguntas. Cuando estas se plantean sobre la base de la manipulación a través de los esquemas mentales, distorsionan las respuestas y no promueven reflexión ni debate, solo ayudan a polarizar los criterios o silenciar los inconvenientes. Por tanto, el éxito de aquella sentencia de Stalin[1] respecto a la utilidad de las palabras para la dominación del pueblo por el Estado, depende de nuestra capacidad para asumir los términos fuera del marco de los esquemas mentales.

4.- Ejercitar la creatividad en todos los órdenes, lo que implica activismo, compromiso, implicarse en el mundo inmediato que nos rodea, colaborar con movimientos que se consideren de ayuda al progreso y al bienestar general. La creatividad es herramienta clave para la evolución personal. Como ha expresado López Quintás:«El hombre creativo tiene recursos para evitar que lo reduzcan a un mero repetidor (…) el que se acostumbra a pensar con rigor no acepta fácilmente el uso estratégico de los términos, el planteamiento astuto de las cuestiones, la movilización de procedimientos de dominio fácil».

Necesitamos socializar antídotos contra la manipulación. Descomponer el significado de palabras «talismanes» y «mordazas» como estas, matizarlas e interrogar directamente sobre sus significados al discurso y a quienes las emplean. De lo contrario, los términos y esquemas mentales penetran con toda su carga emocional en nuestras mentes y conducen al estado de fascinación que conviene al ejercicio manipulador. Cuando eso ocurre, las personas aceptan todo lo que venga con esa carga casi sin darse cuenta, tal vez por aquello que alguien dijo una vez: «Salirse del rebaño siempre ha sido durísimo y, sobre todo, salirse sin tener otro rebaño al que ir».

[1] «De todos los monopolios de que disfruta el Estado, ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario».

23 octubre 2020 27 comentarios 1,9K vistas
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palabras

Maniobrando con las palabras

por Consejo Editorial 30 septiembre 2020
escrito por Consejo Editorial

“Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir, detrás de todas las frases (…) los intereses de una u otra clase.” V.I. Lenin

En su definición más elemental, el lenguaje es la capacidad de los seres humanos de expresar pensamientos y sentimientos a través de la palabra, sea oral o escrita. Como está articulado con la realidad, las experiencias de vida y la conducción de los procesos en cada país, en el terreno político es capaz de llevar tanto a la guerra como a las acciones más altruistas.

Ocurre porque como decía Eugenio de Bustos «El lenguaje político, como todo lenguaje, no es inocente. Intenta siempre, de alguna manera, mover al oyente en una dirección determinada, manipular nuestra conciencia». Por tanto está asociado al poder y la construcción de una hegemonía, que será más efectiva en la medida que el grupo dominante logre que su visión sea asimilada por los demás como lo natural, como parte de la cultura.

No es un fenómeno nuevo ni de poca monta. Con razón, al referirse a América Elvira Ramos escribió que “España vino con la espada, la cruz y la lengua”, creo que justo en ese orden. Sin embargo, a lo largo del siglo XX se fue expandiendo e imponiendo su uso como mecanismo de manipulación sociopolítica para confrontar ideológicamente y dominar. Una suerte de violencia simbólica desde las estructuras de poder. Hoy prevalece y es más peligroso porque reproduce sus prácticas y vicios que terminan por generalizarse en la sociedad.

La gente asimila y reproduce esos discursos a escala social, unos inconscientemente por fuerza de repetición a través de diferentes vías, y otros porque consideran que ciertos objetivos superiores o circunstancias los imponen. Estos últimos pueden llegar a ser un sector amplio que termina por contribuir a esa violencia psicológica sobre los demás. Numerosas palabras y expresiones pasan a ser parte del sentido común al aceptarse como algo indiscutible.

En esa nube se asumen la justificación de que otros están peor, que el país estuvo peor en otra época, o que no es momento para esos temas, etc. Las consecuencias son muchas. Es nocivo cuando la opinión individual se sale del común aceptado por el poder y sus colaboradores, porque la persona se torna más vulnerable a ser aislada y reprimida.

La manipulación de las palabras, de acuerdo con Manuel Secco, “es la cirugía más o menos hábil a que con frecuencia se somete a las palabras desvirtuando su sentido auténtico y poniéndolas al servicio de intereses concretos.” En política, se resaltan las palabras bonitas y altisonantes, consignas, presupuestos dados por priorizados y relevantes. Se apela al sentimiento, mientras se esconde, minimiza, o tuercen los hechos con determinados fines, el primero, asegurarse consenso.

Hoy la manipulación no está tanto en lo que se dice como en lo que no se dice, por eso es importante identificar la nube de palabras o las llamadas “frases humo”. Son ideas irrefutables, que nunca quieren decir algo y que la gente no puede poner en valor, pero que son aceptadas por la mayoría. Entre ellas: “lo más importante es la libertad”, “hay que cambiar el mundo”, “todos somos amantes de la libertad”, “un mundo mejor es posible”, etc.

Se trata de una distorsión de los hechos que busca someter la voluntad del otro, manejar a las personas a través de mecanismos psicológicos para lograr determinados fines. Presupone esconder la realidad, enmascararla u oscurecerla para lograr el consenso. Como las palabras están muy asociadas a la movilización de las conciencias, el control de los aparatos de producción y difusión de ideología (medios de comunicación, religión, enseñanza, cultura) otorga un gran poder. También está muy ligada a la demagogia, de ahí el apoyo popular que han tenido no pocas dictaduras durante mucho tiempo.

Acaso 1984, una de las novelas clásicas del siglo XX escrita por el británico George Orwel, seudónimo de Erick Blair, sea una muestra extrema del fenómeno que él sitúa en esa fecha, 35 años después de haber sido publicada. Es desgarradora y refleja la preocupación del autor por el futuro. Orwel aprovecha y reproduce en parte, experiencias propias en las sociedades capitalistas y las dictatoriales como la fascista y la stalinista.

En la sociedad futura de “1984” el aparato gubernamental estaba compuesto por cuatro ministerios. El de la verdad se ocupaba de las noticias, la educación, los espectáculos y las artes; el de la paz se encargaba de la guerra; el del amor dedicado a mantener la ley y el orden y el de la abundancia que era el responsable de la economía. Todos esos nombres eran contrarios a la realidad. De hecho los rasgos que principalmente caracterizaban a ese país imaginado eran: la escasez crónica, la existencia de una oligarquía imposible de desplazar del poder y la manipulación del lenguaje.

Este último sería tan importante que ocuparía todos los ámbitos, usaría poderosos aparatos mediáticos y aseguraría crear un “lenguaje doble” o “neolengua”, que era en definitiva la comunicación social basada en la mentira.

Aunque es ficción, la novela es una lección de los enormes riesgos que entraña el fenómeno para la humanidad. Cuanto más se manipula el lenguaje en política, más se deteriora la democracia, la que incluso se puede hacer inviable toda vez que depende de la transparencia. Cuando se logra mantener por mucho tiempo esa práctica en el discurso oficial, los medios de comunicación y la enseñanza sin que las personas se percaten, la gente incorporan palabras y expresiones a la vida cotidiana y a los comportamientos humanos institucionales y privados con diversa intensidad y diferencias según el contexto y el grupo del cual forman parte.

Hace años el tema está sobre la mesa en múltiples foros y textos. Hace dos años se publicó incluso un sui géneris Diccionario de Nicolás Sartorius dedicado al tema a partir de la experiencia española.

La sociedad se impregna del uso tóxico del lenguaje.

El caso es que con el tiempo la sociedad se impregna de eufemismos y de las llamadas palabras tabú, mordaza y talismanes. Las tabú son aquellas que evitamos usar porque socialmente son mal vistas. Se han fijado en las mentes con un significado negativo y sirven para atacar y criticar: reaccionario, intolerante, cerrado, intransigente, fundamentalista, conservador, conciliador, radical. Sin embargo, todas pueden estar bien o mal, depende del significado con que se las use.

Las llamadas palabras mordaza se usan para atacar al rival. Son las que al pronunciarlas silencian al otro. En tanto calificativos negativos hacia la persona, también sirven para neutralizar reacciones políticas positivas y solidaridad hacia ella, ayudan a aislarla y que renuncien a sus propósitos. Estas son muy dañinas porque obstaculizan cualquier debate y provocan no pocas veces el arrinconamiento del que disiente. Su empleo evidencia que no hay voluntad sincera de entendimiento. Algunas de ellas son: lacayo, pequeño burgués, fascismo/fascista, racista, machista, mercenario, homófobo.

Las talismanes son casi mágicas, vocablos que en cierto tiempo adquirieron un significado tal que nadie optaba por llevarle la contraria, palabras con significado positivo, fácil de recibir, que sirven para explicar todo, que seducen, fascinan a los demás y arrastran a otras. Algunas antiguas permanecen y otras son más nuevas: libertad, a la que se asocian autodeterminación, soberanía, autonomía, democracia. Se ha dicho que  esas palabras sirven para encandilar a la gente, primero iluminan pero luego enceguecen. En todo caso siempre necesitarían explicarse porque nada existe en absoluto.

Los eufemismos pueden ser positivos porque suponen el uso de un lenguaje correcto, palabras más aceptadas por la gente, menos agresivas, por ejemplo, discapacitado por minusválido. Pero también se emplean con frecuencia en sentido manipulador. En política se hace muchas veces para ocultar la verdad o maquillarla, para decir sin usar palabras tabúes. En vez de describirse de forma simple y directa la realidad, se hace de forma ambigua, empleando la mentira, o por lo menos ocultando la magnitud de los hechos.

Quien discursa necesita explicar algo a la gente, que no es conveniente que se conozca y que no es positivo, por tanto emplea un lenguaje abstracto. El receptor no se entera de la realidad, solo a veces alcanza a percibir algo, cuando puede leer entre líneas, porque investiga o porque tiene conocimientos.

Así, las palabras o calificativos directos se sustituyen por otras dulcificadas, más aceptables por quienes escuchan. Algunas de ellos son: desaceleración, crecimiento negativo/desaceleración económica transitoria/ periodo de dificultades/ por “crisis”; error interpretativo en lugar de “fraude”; regulación de plantilla/regulación de empleo/dimensionamiento a la baja del empleo en lugar de “despido”; evaluación competitiva de los salarios por “rebaja de salarios”; técnicas de interrogación mejoradas por “tortura”; territorios no autónomos por “colonias”; potencias administradoras por “potencias coloniales”.

Ocurre en cualquier país y cualquier idioma, tal vez la riqueza del castellano ofrezca más posibilidades. El filósofo Alfonso López Quintás tiene un interesante estudio al respecto.

El grado de toxicidad que el uso manipulador del lenguaje genera en la sociedad, depende de la permanencia, en el lenguaje oficial, de ideas que provocan inmovilismo, estancamiento o retroceso, además de efectos psicológicos diversos. Mientras más cerrado y controlado es el país, más contagia y perdura ese uso y reproducción de las palabras con esas características a escala social. Algunas evidencias de tal estado de cosas son:

1.- Reducción gradual del lenguaje. La mayoría habla más o menos igual y empleando consignas que ayudan a eludir hechos y argumentos, al mismo tiempo que facilitan convocatorias.

2.- El miedo extendido al empleo de determinadas expresiones, conductas y comportamientos disonantes de la norma oficial. Fomenta la continuidad de dichas prácticas y la percepción de indefensión en los ciudadanos. La gente deja de pensar, pierde la noción de que controla su propia vida y se vuelve más vulnerable a la dominación.

3.- El uso de lenguaje de combate, que en principio pudo corresponder a una real situación bélica, pero que luego sirve para compulsar a las masas, al tiempo que mantiene la mente condicionada a un escenario de extremos.

4.- La presencia y el recurso de un enemigo, culpable de lo que ocurre en el país. Es el llamado “sesgo de etnogrupo”, que implica dividir la sociedad en un “nosotros” y un “ellos”. Todo lo que hagan los otros está mal hecho y si no,  es porque tuvieron ayuda o lo favorecieron las condiciones del momento. Todo lo que hagamos nosotros está bien y si no lo hemos hecho bien ha sido por las circunstancias. Cuando se consigue que haya un “nosotros” y un “ellos” la partida está ganada.

La descalificación del otro, o de la intención de los otros, es muy válida en la geopolítica mundial, porque donde hay ese “otro” que es externo, se entiende que el disidente está trabajando para ese otro. Este elemento es muy coherente con los recursos del nacionalismo en nuestro tiempo: el victimismo y la superioridad nacional supuesta. El discurso nacionalista siempre hace referencia a los agravios de “los otros” y a la idea de la superioridad de sí mismo frente a quienes lo han agraviado.

5.- El secretismo en la comunicación de asuntos públicos, bajo el supuesto de no dar información al enemigo o cualquier otro pretexto. Se expande hasta llegar a extremos de autocensura por parte de funcionarios públicos. De ahí el peligro de “lo que no se dice” en el discurso.

7.- Empobrecimiento del humor o su arrinconamiento a espacios inevitables y reducidos. Parece simple, pero el sentido del humor preocupa mucho a quienes manipulan porque quita fuerza a las palabras altisonantes, hace que la gente se fije en hechos y no en palabras y ayuda a que las personas pierdan el miedo.

Además de antiguo, el recurso de manipular a las masas a través del lenguaje se emplea en los más diversos países y sistemas, lo mismo en la España de José Luis Rodríguez Zapatero, que en la URSS de José Stalin o la Alemania de Adolf Hitler. Tal vez el repertorio de los países de habla hispana sea más abundante por la riqueza misma de la lengua castellana, pero la naturaleza y los fines son los mismos.

Es imprescindible que nos entendamos…..

Por tanto tampoco es un fenómeno ajeno a Cuba. Por un lado fue languideciendo desde comienzos de los años 70 del pasado siglo, incluso en el plano de las ciencias sociales, la tradición cubana de la polémica y la crítica. Por  el otro, cada vez se percibe más en la dinámica discursiva la facilidad con que, lo que podría ser un debate sustancioso, deriva hacia acusaciones desproporcionadas, a veces frenéticas e intolerantes, de lo cual no solo es responsable el fenómeno descrito. Se usan incluso expresiones y palabras que son del mismo castellano que hablamos todos,  pero que unos y otros las emplean con un significado y muchas veces una intención diferente.

Así, en la sociedad cubana también se han asumido y generalizado términos y expresiones de todas las variantes identificadas, algunas propias y otras venidas de lejos: palabras tabú (censura, transición, pobreza, disidente, demagogia), mordaza (contrarrevolucionario, hipercrítico, quintacolumna, elitista, gusano, mercenario, cuestionar), talismanes (revolución, justicia social, pensar como país) y eufemismos (periodo especial por “crisis”, trabajadores disponibles / interruptos por “desempleo”, sectores vulnerables por “pobres”, revolución en la educación por “crisis” en la educación, actualización por “reforma”, cambios por “transición”).

El acceso a internet, en las condiciones de Cuba, abrió un importante espectro para el debate fuera del control del gobierno, lo cual ha pluralizado el debate. Pero también ofreció un espacio mediático donde no se tiene que dar la cara, aparecen perfiles falsos y las personas son capaces de expresar lo que no dirían frente al otro.

Por otro lado quien pierde el monopolio de la comunicación social se resiste a tener una contrapartida, por lo cual genera sus mecanismos contestatarios que muchas veces llegan contaminados de los elementos tóxicos descritos. Los linchamientos mediáticos de políticos, escritores, disidentes y no disidentes, están en los dos extremos de la confrontación ideológica. Las redes sociales se han vuelto el espacio predilecto para eso. Y todo eso se lleva a cabo manipulando el lenguaje.

Lo que está ocurriendo es muy peligroso. Cercena las mejores intenciones de promover un futuro mejor para el país. Cuba tiene una enorme cantidad de problemas por resolver y está en un momento particularmente difícil. Se juntan ahora: el agotamiento de un modelo de sociedad que apenas con algunas reformas nos ha conducido hasta el 2020; el cambio generacional en el liderazgo político; las limitaciones que hemos padecido y padecemos para insertarnos con ventajas en la esfera internacional; y el cansancio e incertidumbre que predomina en amplios sectores de la población como consecuencia de tantas crisis y carencias, sin contar el particular y negativo escenario que nos ha impuesto, como al resto del mundo, la pandemia del Covid 19.

Es imprescindible que nos entendamos y cultivemos un debate razonado, respetuoso y constructivo. Un escenario que no arrincone al que disienta ni linche a nadie. Si hoy no participamos en el diseño y construcción del proyecto de país –parafraseando a José Ortega y Gasset- otros lo harán por nosotros, y probablemente contra nosotros.

Urge clarificar los discursos, alejarlos de cualquier residuo o viso de manipulación y enfrentar el debate desde el pensamiento con valentía política. Cada día es más difícil manipular a la gente. Tampoco es útil pasar al otro extremo, la negación de todo. Es importante ser consciente del problema que enfrentamos y apercibirnos también de estos problemas tomando en cuenta las ventajas y desventajas de la sociedad cubana actual. Enfrentar todas las formas de manipulación del lenguaje desde la crítica, la argumentación y el sentido positivo y  propositivo que conviene a Cuba.

El tema es complejo y muy amplio. Sin embargo, con seguridad resultará útil razonar y debatir acerca de términos y expresiones generalizadas en la Cuba de hoy y que atraviesan todos los debates. Las palabras talismanes “revolución” y “revolucionario” y sus respectivos antónimos, que en nuestro patio funcionan como palabras mordaza, podrían ser un buen comienzo.

30 septiembre 2020 23 comentarios 1,7K vistas
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La juventud ingenua y manipulable

por Harold Cardenas Lema 12 octubre 2016
escrito por Harold Cardenas Lema

Cada generación sueña con crear su propio legado, dejarle un mejor país a los hijos, realizarse políticamente. Convertir la Revolución Cubana en patrimonio de otros, postergar el relevo generacional y ponerle cauces estrechos a la participación juvenil, tiene un precio que se paga en emigración y apatía.

Los programas para cambio de régimen en Cuba ven a los jóvenes como el sector más vulnerable a la manipulación, la apuesta más segura con vista al futuro. Esta visión simplista ignora el sistema de valores que se ha formado en este país. Incluso formados entre las presiones de un período “especial” de crisis nacional, en el ADN de la juventud cubana laten principios tales como la solidaridad y la distribución justa de la riqueza, incompatibles con un modelo de país neoliberal.

Por su parte, cada generación ha considerado históricamente que su sucesora “está perdida”. No son extraordinarios los problemas de comunicación entre los jóvenes y sus padres y abuelos, incluso es norma mundial. Aunque nuestro discurso político exprese confianza, es evidente que existen reservas hacia la juventud, algunas merecidas, las provocadas por la influencia externa y otras muy gratuitas. El efecto que tuvo la diferencia generacional y el papel que jugaron los más mozos en el derrumbe soviético, sigue siendo un trauma que lastra la confianza en nosotros.

Nos ha tocado pagar por los planes de subversión enfocados en la juventud y los pecados cometidos en otras experiencias socialistas.

A los estudiantes actuales, con alto nivel de instrucción, se les sigue hablando como si fueran los mismos jóvenes del 59. El interés por brindarles herramientas políticas con frecuencia termina convertido en papilla ideológica, en actitudes paternalistas que fracasan una y otra vez en conectar con los sectores juveniles.

Ocurre a menudo que la narrativa oficial nos reduce al papel de “continuadores” en vez de legar una revolución para hacerla nuestra, y lograr conquistas propias, lo que disminuye mucho el atractivo y la identificación con el proyecto socialista. A esto se suma una visión simplista y reductora de nuestra capacidad intelectual, descalificando argumentos porque “les queda mucho por aprender” o convirtiendo el término joven en sinónimo de ingenuidad y error.

No creo que la Generación del Centenario esté interesada en que sea vea la Revolución como una obra suya exclusivamente, pero ese es el mensaje que llega a muchos jóvenes.

La juventud cubana es similar a la del resto del mundo, tan ingenua y manipulable como cualquiera, incluso más saludable y preparada que muchos de sus vecinos. La subestimación de sus capacidades solo conduce a hipotecar el futuro. El paternalismo con que se nos trata, dentro y fuera de nuestras fronteras, es una burla a la inteligencia colectiva que ha logrado La Revolución Cubana.

Como nuestros padres y abuelos en su tiempo, evitamos la confrontación siempre pero no venimos de un pueblo cobarde. No admitimos que se nos impongan recetas foráneas ni hacemos concesiones de soberanía, pero tampoco somos herramientas dóciles. El mesianismo es inherente a una juventud comprometida, menospreciarlo es ignorar su capacidad revolucionaria y entregarla a los enemigos políticos.

Hoy no existen menos jóvenes revolucionarios que hace medio siglo, pero quizás estemos fallando en facilitarles un espacio de realización política como generación. El reto es crear ese camino dentro del Socialismo, lo antes posible.

Un movimiento político hacia la derecha no será nunca revolucionario, por más que nos intenten robar el término. Cerrar los ojos ante los avances de sectores neoliberales dentro del país tampoco es una opción. Por eso es importante ayudar a las fuerzas revolucionarias en la juventud, que no necesariamente son las más obedientes. Recuperar la capacidad de movimiento politico sin depender rígidamente de estructuras verticales, basados en principios ya establecidos.

Sería poco marxista creer que esta será la última revolución en la historia de Cuba, no sé cuándo será la siguiente, pero de seguro será encabezada por los jóvenes, por su cuenta y en sus propios términos. Ojalá sea la superación y continuidad de esta, pero si queremos llegar allí, un poco de comprensión y confianza no vendrían mal.

12 octubre 2016 128 comentarios 597 vistas
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