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Las urgencias pospuestas: bienestar animal

por Giordan Rodríguez Milanés 13 noviembre 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Es el 3 de mayo del 2017 en Manzanillo, Cuba. Un joven encierra a un perrito en un cajón. El perrito aúlla. El joven toma una botella de combustible. Su ayudante mira la cámara con estúpida satisfacción. Encienden una cerilla y prenden al animalito. Publico una nota sobre el deleznable suceso en mi muro de Facebook.  Sólo provoca que una legión de comunicadores virtuales me llenaran el chat de «advertencias constructivas» porque «estás exagerando en tu obsesión por desacreditar a tu ciudad y a tu Revolución. Y estás publicando algo que no puedes probar».

El 5 de mayo del 2017, llego a casa y me encuentro con varios compañeritos de Secundaria Básica de mi hija que miran un teléfono. Dos adolescentes lloran y un chico exclama: «Son unos p… esos tipos». Mi hija abraza a nuestro perro Pombo que no entiende la escena, que quiere jugar, y lamer, y correr como hace siempre que llegan los muchachos con su algarabía. Pero esta vez no hay júbilo, sino miradas de dolor y rabia. 

«Mira esto papá, mira esta mierda» –creo que es la primera vez que La Caro se atreve a decir una obscenidad en mi presencia. Me enseñan en video al perrito que corre envuelto en llamas. Uno de los perpetradores hizo el macabro audiovisual.

Esa noche La Caro duerme abrazada a Pombo. Enriquito, un niño de siete años vecino de la Calle Ancha donde ocurrió el hecho, tampoco quiso soltar a su perro Tobías. «Yo creo que mi hijo nunca se va a recuperar de la impresión» -me cuenta una madre.

El perrito asesinado es sepultado en silencio por su dueño: «¿Qué podía yo hacer? Soy un hombre viejo. Ellos dijeron que mi perro les había matado una gallina. Y la policía dijo que no había por donde juzgar a esos tipos».

Decido subir el video a las redes, más que para probar mi nota, para llamar la atención acerca de la crueldad contra los animales en Cuba. Se volvió viral. La radio local transmite un reportaje que, si bien condena tímidamente el hecho, se concentra más en mostrar que la mayoría de nuestros infantes aman los animales y los cuidan. El programa Haciendo Radio, de Radio Rebelde, fue más profundo e incisivo, y sus periodistas enfatizaron acerca de la necesidad de que la sociedad condene esos actos.

Los perpetradores fueron detenidos. Uno de ellos estaba con libertad bajo palabra y fue devuelto a un centro penitenciario. Otro fue únicamente multado por indisciplina social. «Ninguno pudo ser juzgado y condenado por el acto en sí mismo porque en Cuba no hay una legislación que lo permita» –me explicó una ex fiscal, defensora del bienestar animal. 

Como resultado de aquellos sucesos, tuve mis primeros contactos con el Movimiento Cubano en Defensa de los Animales (CEDA), más que una organización, la integración de muchas organizaciones, micro-organizaciones e individualidades. Según me cuenta Valia Rodríguez, una de sus activistas y coordinadora, «CEDA surgió en Mayo del 2016, como un proyecto social y humanitario».

Tiene como pilares «la esterilización de animales domésticos, predominantemente callejeros, como un modo ético de disminuir superpoblaciones en las calles, la adopción responsable, y la educación de la sociedad, con énfasis en niños y jóvenes, en temas relacionados con la tenencia responsable y la lucha contra el maltrato y la violencia hacia los animales».

Una organización como CEDA hubiera sido la adecuada para promover, integrada a la institucionalidad estatal, un proyecto de intervención sociocultural en la zona donde se produjo la quema del perrito. Lo propuse públicamente. Lo conversé con quienes me aplicaron una especie de «profilaxis ideológica» para que no volviera a subir a las redes sucesos como ese. Nunca hubo respuesta. Según Valia Rodríguez, a raíz del suceso aquí narrado, enviaron cartas a Raúl Castro, Primer Secretario del PCC y a Miguel Díaz-Canel, entonces presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

Pero CEDA no es la única organización en Cuba que ha abogado por el bienestar animal. En el reportaje Sin ley y sin voz, publicado en 2006 en la revista Juventud Técnica, por el periodista José Leonardo Vela Mayo, se asegura que: «Tanto la Comisión Nacional de Bienestar Animal (…), como ANIPLANT (Asociación Cubana para la Protección de Animales y Plantas) se oponen al enfrentamiento entre cualquier tipo de animales».

En 1988, cada una presentó al Ministerio de la Agricultura (MINAGRI) dos proyectos de ley que fueron engavetados. Como resultado de la consulta para la aprobación de una nueva constitución en 2018, las autoridades gubernamentales solicitaron información a los animalistas y se les hizo llegar un anteproyecto a través de un grupo denominado Protección de Animales de la Ciudad (PAC). Tampoco hubo respuesta inmediata, aunque a través de la prensa se anunció que un decreto-ley de Bienestar Animal se incluiría en el cronograma legislativo de la Asamblea Nacional para el 2020.

De tal modo, para Adriana, una protectora de Ciego de Ávila, «en nuestro país el proceso de elaboración del decreto-ley de bienestar animal ha transcurrido sin la aprobación de la experiencia del colectivo animalista de la isla». Cuenta además que «se ha reunido una comisión integrada por veterinarios, juristas, especialistas del CITMA, Higiene y Epidemiología, y zoológico, entre otros, coordinada por el Ministerio de la Agricultura, el cual –paradójicamente– en este caso además es parte interesada como parte del maltrato animal».

¿Por qué Adriana se refiere al MINAGRI como «parte del maltrato animal»? La clave pudiera aparecer en el artículo ya citado de Juventud Técnica: «Las lidias (de gallos) casi llegaron a desaparecer del territorio cubano hasta que, hace más de una década, el Comandante Guillermo García Frías creó el primer criadero de gallos finos regulado por el Estado». También aclara: «Hoy la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna, perteneciente al Ministerio de la Agricultura, supervisa los enfrentamientos que se realizan en las vallas autorizadas de cada provincia».

Todo ello está amparado en la Resolución 255/2006 del MINAGRI, que establece que «la cría y prueba de gallos de lidia tiene su fundamento en la tradición cultivada de la isla». Una descendiente de un muy reconocido gallero del municipio de Yara, me comenta que su padre entiende que la lidia de gallos es un símbolo de la valentía de los cubanos, una tradición fundada en nuestro patriotismo. «Esas «gunajás» –refiriéndose a las peticiones de protección para los animales– nos pueden debilitar» –afirma el gallero.

Otro contencioso no menos importante existe entre el Centro de Higiene y Epidemiología, subordinado al Ministerio de Salud Pública (MINSAP), y los animalistas. Se cuentan por decenas las denuncias públicas contra los procedimientos despiadados de los trabajadores del llamado «zoonosis» que, como única opción para el control de perros y gatos callejeros, usan la captura y posterior sacrificio.

Después de una marcha realizada por protectores de los animales en La Habana, a la que se sumaron prominentes personalidades como el cantautor Silvio Rodríguez, y una protesta frente a la sede de zoonosis en La Habana, se estableció un compromiso por parte de esa institución de trabajar en conjunto con animalistas para evitar procedimientos lesivos. Pese a ello, las recogidas y sacrificios de callejeros en las provincias han continuado haciéndose en muchos casos sin honrar ese compromiso.

Los animalistas comprenden la necesidad de regular la población de animales vagabundos por razones higiénicos-sanitarias, pero para CEDA, la solución está en la esterilización y en la educación que promueva la responsabilidad de los protectores y cuidadores, no en el sacrifico.

He aquí lo que parecen ser, visto de modo apriorístico, las principales contradicciones entre los animalistas y el gobierno. ¿Son insalvables? Por supuesto que no. Si el gobierno y sus instituciones aceptaran un diálogo sostenido y sistemático con las organizaciones que protegen a los animales en Cuba, si unos y otros se despojaran de los recelos mutuos que pudieran sentir y, sobre todo, si ni unos ni otros asociaran sus respectivas posturas a condicionamientos ideo-políticos que no son pertinentes, podrían llegar a una conciliación en aras del fomento y la educación del bienestar animal.

Lo que pueden hacer en conjunto instituciones estatales y el movimiento animalista cubano es mucho, muchísimo más, que la aprobación de una Ley de Bienestar Animal, de la cual, a un mes de finalizarse el año en que se anunció su aprobación, apenas se conoce una convocatoria con temas publicada por el MINAGRI, cuyos funcionarios públicamente dan indicios, aunque no lo digan de forma clara, de que no prohibirán las lidias de gallos, lo cual parece una burla.

Y sobre eso, sobre lo que pueden hacer juntos para evitar perritos quemados en plena calle, y niñas y niños durmiendo abrazados a sus mascotas debido a la brutal impresión a que fueron sometidos, volveré próximamente.

13 noviembre 2020 25 comentarios 715 vistas
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La Isla y el filtro animal

por Ely Justiniani Pérez 2 septiembre 2020
escrito por Ely Justiniani Pérez

Ciento cuarenta cadáveres. Manuel Litran los tendió uno a uno sobre el asfalto hasta que en la carretera Magny-Cours los cuerpos se mezclaron con el horizonte. Entonces el fotógrafo capturó el escenario: aquel cementerio de perros que podría interpretarse también como el fruto de la infinita arrogancia humana.

La imagen, publicada en 1980 en la revista Paris Match, contenía a todos los canes sacrificados en las perreras de la capital francesa durante solo dos días, luego de que sus dueños los abandonaran a su suerte para irse de vacaciones. “La foto de la vergüenza”, no era más que el reflejo de una fórmula repetida cada verano, una que desgraciadamente aún sucede.

Manuel Litran/Paris Match

El abando de mascotas, el daño físico, la caza furtiva, la reproducción forzada y la experimentación científica con roedores o simios, son solo algunas de las tantas expresiones de crueldad en un mundo cada vez más violento, donde los animales son blancos fáciles. El maltrato animal no es exclusivo de un país o una época. Existió y persiste. Comenzó el día en que los humanos nos creímos con mayor privilegio sobre el planeta que la golondrina, el leopardo o el delfín.

Pese a esto, hace varios años se viene legislando sobre dichas cuestiones desde todas las latitudes. También en América Latina se han visto cambios significativos en el marco jurídico debido a las exigencias populares. 

En algunos países de la región, las penas por abandono o maltrato derivado en la muerte del animal oscilan entre costosas multas y privación de libertad de uno a cinco años. Brasil fue el primer país de la región en convertir a un animal en sujeto de derecho, mientras que Paraguay y Argentina fueron pioneros, desde 1953, en aprobar leyes que contemplaban la represión a los actos de crueldad a las especies, tanto domésticas o domesticadas, como silvestres o exóticas en cautividad. Medidas similares fueron introducidas en la legislación hondureña a partir de 2017.

En Colombia y Bolivia las multas por actos de crueldad y violencia cuestan hasta 60 salarios mínimos y de uno a tres años de carcel. México propone hasta 5 años de prisión a quien participe de alguna manera en peleas de perros, y hasta 9 años a quien dañe, mate o comercialice con determinadas especies salvajes. Estas sentencias se incrementan si el infractor es un funcionario del gobierno. Perú procede de manera similar en estos casos, y además sanciona a quien venda productos de consumo animal que estén falsificados, corrompidos o dañados, poniendo en peligro la vida, salud o la integridad física de los mismos.

Chile, desde 2009 aplica medidas para la tenencia responsable de mascotas y diseñó un registro de cría y venta de animales de compañía. Por su parte, Costa Rica, en 2014, prohibió las peleas de perro y desde 2017 aprobó una Ley para el Bienestar Animal que devino en el fin de la caza deportiva y el cierre de los zoológicos estatales. Ese mismo año, Guatemala declaró inadmisibles la experimentación en animales para fines cosméticos, la explotación de los mismos en circos y la zoofilia, actividades que también son vedadas en la República Dominicana.

Algunas naciones latinoamericanas como Ecuador o El Salvador, no comprenden al animal como un ser sintiente, sino como mueble, cosa o pertenencia de los humanos, o se centran solamente en proteger a los animales de compañía. No obstante, en casi todos es una constante la prohibición de actos de crueldad, la creación de refugios, la mención de derechos y obligaciones de los ciudadanos para con sus mascotas o rebaños, así como las regulaciones para la transportación, cría, caza y comercio. 

Aunque los combates entre animales son vedados en casi todos los países, las peleas de gallos y corridas de toros o espectáculos animales constituyen una excepción en las actividades prohibidas en algunas naciones, por considerarse parte del patrimonio cultural, no obstante, existe una tendencia cada vez mayor a reducir o eliminar estas prácticas. No siempre lo tradicional es hermoso o correcto.

La aprobación o aplicación de leyes que amparen a los animales no constituye una fórmula instántanea para erradicar el maltrato, pero se traduce en la voluntad política del gobiernos para con estos o para atender a un pueblo que cada vez ejerce mayor presión en búsqueda de respeto hacia otros seres sintientes. El marco social está cambiando. Hoy, cualquier Estado que pretenda seguir una línea progresista sin falsedades, debe abarcar políticas que velen, entre otras cosas, por la protección ambiental y el bienestar de los animales. No hay progreso con impunidad.

DERECHOS DE LOS ANIMALES: UN TEMA PENDIENTE EN CUBA

Mahatma Gandhi expresó que “la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que son tratados sus animales”. Cuba tiene, en este sentido, una moral bastante disociada. Si bien existen normativas referentes al trato y cuidado de los animales para el consumo o los que habitan en áreas protegidas, desde hace varios años la agenda pública demanda la aplicación de un sistema integral de leyes enfocado en la protección de todas las especies, y que penalice los actos de crueldad contra ellos.

La Isla llega bastante rezagada a la legislación relativa a los animales en el continente,  y no hace precisamente una entrada triunfal. En un contexto donde ya se viene hablando de estos seres como sujetos de derecho, capaces de experimentar felicidad y dolor, el país apunta a la adopción de disposiciones que enfocan el bienestar animal desde las necesidades y deberes de los ciudadanos, sin tener en cuenta realmente los intereses de los animales, y no se ha publicado de manera detallada el destino que tendrán los animales utilizados para el trabajo, consumo o experimentación. 

Actualmente se elabora un proyecto de ley que, según Maria Gloria Vidal Rivalta, presidenta del Comité Nacional de Bienestar Animal de Cuba, “contempla a casi todas las especies e incluye el derecho a la atención, cuidados y protección, el no sometimiento a actos crueles y, en caso de ser necesaria la muerte, su realización de manera instantánea, indolora y sin generar angustia. Además, se prohíben explícitamente las peleas o enfrentamiento entre todas las especies, se regula la comercialización de animales vivos y se estipulan sanciones como multas y privación de libertad en casos puntuales para quienes incumplan con lo reglamentado”.

Representantes del Ministerio de Agricultura y el Centro Nacional de Sanidad Animal han informado a medios oficiales del país que la aprobación de esta nueva política tendrá lugar en noviembre próximo. Aunque la comisión encargada de elaborar el documento está integrada por 42 especialistas del sector estatal y asociaciones oficialmente aprobadas, se extrañan en este grupo a activistas, creadores y responsables de refugios, protectores y representantes de organizaciones que desempeñan una ardua labor animalista a pesar de no ser reconocidos por el Estado Cubano y transitar por un camino muchas veces escabroso para el desarrollo de su trabajo.

Con anteroridad a este, dos proyectos similares habían sido expuestos al Ministerio de Agricultura en 2003 y 2007. El primero fue rechazado por no cumplir con las cuestiones técnicas necesarias, y el segundo, ya mejor elaborado en estos aspectos, también recibió la negativa para su presentación a la Asamblea Nacional. Los motivos reales de este rechazo solo se notificaron de manera informal y sin ofrecer ningún argumento, lo que conduce a entender que el impedimento fue la total ausencia de interés y conocimiento sobre el tema por parte de los encargados de revisar dicha propuesta. Se espera que triunfe la regla universal de vencer a la tercera y que este proyecto que se construye llegue a mejor término.

Las propuestas de cambios arriban en un marco en el que paradójicamente las organizaciones de Flora y Fauna del país dialogan sobre la amplificación de vallas estatales de gallos; un contexto donde el crecimiento de la actividad turística previa a la Covid-19 devino en aumento de la explotación no controlada a los caballos en función de los paseos de los visitantes, y donde, ante recientes crisis de combustible y transporte, el presidente de la República ha llamado a intensificar el uso de los medios de tracción animal y la fuerza animal para la producción agrícola.

En los últimos años Cuba ha sido blanco de varias críticas por no cumplir con la obligatoriedad de adaptar leyes de carácter internacional al sistema jurídico interno. Si bien pertenecemos a la Organización Mundial de Sanidad Animal (OEI) desde 1972 -lo que presupone la adopción de sus principios y estatutos-, la legislación referente a los animales en la Isla ha permanecido petrificada por décadas.

Uno de los ejemplos más ilustrativos de la incoherencia con las normas de instituciones foráneas a las que estamos afiliados, es el Programa Nacional de Prevención y Control de Rabia, vigente desde 1997, y llevado a cabo por el departamento de Zoonosis del Ministerio de Salud Pública. Dicho programa, a pesar de su importancia en la prevención de enfermedades, se centra solo en gatos, perros y mangostas y aplica métodos que distan mucho de los estipulados a nivel mundial para la captura, manipulación, trato, alojamiento y muerte de los animales.

Los sacrificios que lleva a cabo Zoonosis en un plazo de tres días, si no es reclamado el animal, se han realizado a través de métodos inadmisibles a nivel mundial como la electrocución, la cámara de gas y el evenenamiento por estricnina, que es ahora la sentencia de moda.

En un mundo que aboga por la eutanasia para animales de compañía solo en cuestiones necesarias y a través de métodos rápidos y compasivos, el mejor amigo del hombre y alguno que otro felino atrapado por zoonosis mueren en instalaciones precarias de Cuba después de varias horas de sufrimiento, convulsiones y en medio de la sinfonía de horror de muchos aullidos.

Por otra parte, el sistema educativo y los medios de comunicación carecen de estrategias que sensibilicen a los ciudadanos sobre su relación con los animales, y muchas veces las personas encargadas de su manejo, o de hacer cumplir determinadas leyes, no son precisamente los que más se conmueven ante estos temas.

¿Y DESPUÉS DE LA LEY?

El secretismo tradicional solo nos ha dejado ver el nuevo proyecto a través de una persiana, por lo que aún no podemos afirmar si las próximas medidas serán lo suficientemente abarcadoras, pero no cabe duda de que las leyes representan un instrumento primordial en la resolución de los problemas, cuando no son letra muerta.

No obstante, más allá de lo jurídico y el impulso gubernamental necesario, se requiere de conciencia social y un cambio real en nuestra cultura de relación con los animales. Se necesita un mayor concurso de los ciudadanos en el rescate, esterilización y adopción de animales domésticos, más gente que cree, apoye o colabore con los refugios en la medida de sus posibilidades.

De poco servirá un país lleno de reglas si no están llenas sus calles de personas capaces de sentir empatía por los más débiles y denunciar las manifestaciones de crueldad, o si no están llenas las escuelas y casas de maestros y padres que enseñen a las generaciones a ser piadosas. 

También nuestros medios y profesionales de la comunicación deberían ser portadores de mensajes de bien público que muestren a los animales como seres capaces de sentir, y que denuncien la violencia hacia ellos, que es también la antesala de la violencia social.

Las instituciones veterinarias requerirán de especialistas y ténicos más altruistas, y por supuesto, de que se les garantice mejores condiciones de trabajo y un mayor suministro de medicamentos que hasta ahora no se producen o importan en cantidades suficientes, y solo se pueden adquirir en el mercado negro, sin garantías de calidad.

Quien decida tener una mascota debe ser respaldado ante casos de robo o daño por parte de terceros, pero también debe responder ante su sufrimiento, el daño que este pueda infligir a otros, y sus desechos en las áreas públicas.

Los funcionarios encargados de la venta, distribución e importación de aquello que consumimos, así como las normativas que regulen estas actividades, deberían priorizar que los productos comercializados en el país sean libres de crueldad animal: dígase rechazar la circulación maquillajes y cremas que sean testadas en animales, o evitar la compra-venta de alimentos cuyos productores no cumplan con procedimientos de sacrificio indoloro y cría o tenencia en condiciones adecuadas.

Reza un dicho que “si quieres conocer realmente a alguien, debes mirar la forma en la que trata a un camarero, a un anciano, a un niño y a un animal”. Los animales son, sin dudas, filtros para reconocer a las buenas personas. Cubanos y cubanas aun debemos trabajar nuestra sensibilidad para con estos seres que no tienen voz. El hecho de que puedan sentir debería ser motivo suficiente para garantizarles una vida con decoro.

Un intento por dibujar nuestra relación actual con los animales no distaría mucho de aquella terrible imagen de Manuel Litrán en la Francia de 1980, y no creo que una imagen patria tan nefasta sea algo que debamos permitir. Borremos el horror y transformemos esta nación en una de las que verdaderamente velan por los animales; que las nuevas leyes no sean una mera excusa para salir de la lista de los que no protegen. Hagamos de Cuba un país de mejores personas.

2 septiembre 2020 6 comentarios 747 vistas
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