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LGBTIQ+

disidentes sexuales

Cuerpxs Negrxs disidentes sexuales

por Alberto Abreu Arcia 7 abril 2022
escrito por Alberto Abreu Arcia

Uno de los grupos menos visibilizados por los estudios sobre vulnerabilidad, desventaja social y marginalidad en Cuba es la población LGBTIQ+ y, dentro de la misma, el segmento compuesto por lxs disidentes sexuales negrxs. El presente artículo se basa en entrevistas y observaciones, formales e informales, que desde hace algunos años he venido realizando en diferentes espacios.

A través del mismo me acerco, desde una mirada interseccional, a las relaciones entre disidencia sexual, clase y la raza como articulación de varios sistemas de opresiones, donde confluyen procesos y dinámicas históricas de exclusión, marginalización y vulnerabilidad que posibilitan que un grupo social llegue a ejercer una dominación con consecuencias reales sobre otro(s) grupos(s).

Ser negrx y disidente sexual es asistir a una doble o triple discriminación. Incluso al interior de los mismos colectivos LGBTIQ+ en los que concurren y se reproducen prácticas, prejuicios y estereotipos racialmente discriminatorios que imperan en la sociedad y se relacionan con la sexualidad de las personas negrxs.

Tal situación coloca a este grupo en una posición de vulnerabilidad particular y pone al descubierto el carácter interseccional de las opresiones. Al respecto comenta Raúl Soublett, coordinador general del Proyecto Alianza Afro-cubana: «Vemos las diferentes formas de discriminación hacia los sectores más vulnerables en la sociedad, y nos damos cuenta de lo que sufren los afrodescendientes dentro del propio colectivo LGBTIQ».

En el ámbito académico cubano, específicamente en los circuitos consagrados a estudios sobre género, sexualidad e imaginarios del deseo no heteronormativo; llama poderosamente la atención su voluntad por construir cuerpxs y sujetxs desracializados.

Dicha actitud es perfectamente coherente con los ademanes de expulsión del cuerpo negrx de los discursos historiográficos, antologías, cartografías, genealogías, y otras prácticas académicas e intelectuales encargadas de historiar cómo se han delineado las subjetividades no heteronormativas, los territorios del deseo diferente en la nación cubana y su rol en el diseño de un concepto de ciudadanía y sujeto nacional más plural e inclusivo.

disidentes sexuales

(Foto: EFE)

En todos estos actos arqueológicos consagrados a la escritura de una memoria colectiva de la disidencia sexo-genérica en Cuba, las experiencias históricas de trans, lesbianas, locas, bi, gay, travestis, pajaritas, butch, drag King… negrxs, se leen desde el vacío. Lo que pone en evidencia la responsabilidad del arte, la literatura y las ciencias sociales en la producción de un conocimiento que se desprende de representaciones descentradas, precarias y/o abyectas de las negritudes.

De igual forma, tales silencios y ejercicios de tachadura se reproducen al interior de los movimientos políticos afrodescendientes y los llamados estudios afroamericanos o afro-latinoamericanos, y en los conclaves académicos destinados a la institucionalización de este campo de estudios, sus publicaciones científicas, y demás intentos por diseñar una cartografía política del campo de las negritudes. En dichos ámbitos somos percibidxs como una amenaza.

Agustín Laó-Montes, en su imprescindible Contrapunteos afrodiaspóricos: Cartografías políticas de nuestra afroamérica,  reconoce que la mayoría de los análisis de la diáspora africana tienden a marginalizar las consideraciones de género y sexualidad. Y reflexiona que esta absoluta ausencia de un análisis de la lógica sexual y las economías libidinales inscritas en los discursos de la diáspora en general y de las trayectorias Afro-diaspóricas en particular, implican una urgente necesidad de erotizar la teoría crítica y el análisis histórico.

Por estas razones, el presente análisis marca una diferencia radical respecto a los archivos del deseo e imaginarios de la disidencia sexogenérica en la Isla, que se piensan —teórica, conceptual y metodológicamente—, como un  espacio occidental y profundamente blanco.

 «La invisibilización se da bajo la lógica de que lo que no se ve no existe y lo que no existe no tiene derecho», afirma Héctor Miguel Salinas en su provocador ensayo Políticas de disidencia sexual en América Latina. La invisibilidad inferioriza y estigmatiza. Ratifica construcciones que sitúan a los grupos incivilizados en posiciones de subalternidad social entre sí. Es una práctica profundamente desacreditadora.

Paradójicamente, esos ejercicios de borramiento casi siempre terminan generando las condiciones para que estas identidades colectivas tachadas puedan convertirse en identidades políticas e iniciar luchas por su legitimidad y reconocimiento.

Lo hasta aquí expuesto ayuda a entender por qué, más allá de su naturaleza interseccional, lxs afrodisidencias sexuales se construyen a partir de una serie de negociaciones con los códigos, imaginarios y representaciones del mundo no heteronormativo blanco. Sobre todo en los gays siempre está presente la disyuntiva de estar con personas negras pero sin ser visiblemente marica, o vivir la experiencia con gentes blancas más abiertas al tema LGBT pero también racistas.

Cuenta el poeta y afrodisidente sexual Julio Mitjans, que en una ocasión, en sus años de adolescencia, un joven blanco al que miraba insistentemente le increpó: «—no mires tanto que aquí los negros y los blancos no llevan el mismo paso». «Yo ni siquiera pensaba en algo erótico solo miraba su camisa de botonadura ciega». Luego, suavizando la aspereza de su voz le dijo: «por lo menos tú no tienes ñata ni bemba». A partir de entonces, «supe que por ser negro tendría problemas también en mis relaciones de pareja».

disidentes sexuales

Julio Mitjans (Foto: El Palenque)

A partir de sus vivencias, Mitjans estima que en la población LGBTIQ+ los arquetipos de belleza que rigen son totalmente eurocentristas: «Los patrones de belleza que compartían mis amigos no tenían en cuenta a los negros, para ellos debía tener rasgos cuasi griegos».

La intelectual trans Mel Herrera, en su ensayo «El trauma de las subalternas: amor romántico desde una perspectiva trans y decolonial», relata una experiencia similar: «Recuerdo que cuando pensaba en el amor, además de imaginar que era una niña cisgénero, imaginaba que era blanca y que tenía romance con muchachos apuestos y blancos. Me atravesaban varias cuestiones entonces: la negación identitaria, la negación del amor heterosexual y el racismo internalizado».

Se pregunta entonces: « ¿cómo no desear relacionarme con hombres blancos si los hombres negros han sido construidos como maltratadores por naturaleza, violentos, agresores sexuales, vulgares, atrasados, salvajes?».  

Uno de los correlatos derivados de las historias que cuentan Mitjans y Mel, es cómo las identidades no heteronormativas blancas se construyen desde lugares de privilegio donde la afrodisidencia sexo-genérica deviene otredad desvalorizada, y criminalizada, que se desenvuelve en escenarios hostiles. Es precisamente en ese punto cuando esta última, dada su condición afrodiaspórica, trasciende y desestabiliza las construcciones binarias que el proyecto colonial de la modernidad occidental hizo de la feminidad, la masculinidad, y la heterosexualidad.  

Al respecto comenta Mel: «Las imposiciones/restricciones de género y a la sexualidad, y la estratificación racial que Occidente impuso desde el período colonial, nos convirtieron en identidades, cuerpos y territorios subalternos. Somos las subalternas y hemos crecido con ese trauma desde la infancia. Es un trauma ancestral».

A propósito de estas prácticas destinadas a excluir las afrodisidencias sexo-genéricas de los territorios del deseo y la disidencia sexual, observa Mitjans: «los negros no existimos en su imaginario. Esa omisión siempre ha sido un síntoma de otras omisiones, síntoma de un sutil desprecio: un negro siempre viene con muchos problemas aunque haya terminado la universidad».

Esta problemática que denuncia Mitjans viene a ser apuntalada por la representación, plena de estereotipos racistas injuriosos, que construyen los medios de comunicación masiva sobre las personas afrodescendientes. Y subraya este poeta afrocubano, miembro del grupo literario El Palenque, que se trata una cadena de significaciones peyorativas y degradantes la cual configura un «valladar que es casi imposible superar», por cuanto coloca a estas personas:

(…) en la imposibilidad de acceder a la movilidad social, el negro un ser nacido para el estancamiento, una noria que absorbe a más de una generación en la familia negra y si eres gay peor, la omisión del cuerpo negro en el universo gay se torna en un proceso de re victimización porque el que dialoga contigo, el compañero de la comunidad LGBTIQ, reproduce los patrones o códigos de  belleza  de la heteronormatividad blanca aunque seas una margarita que se ha abierto paso desde la tierra en primavera.

 A su juicio, la población LGBTIQ+ no negra reproduce los mismos prejuicios raciales, exclusiones y dispositivos de la dominación heteropatriarcal blanca.

Lo que me interesa poner de manifiesto en esta lectura cruzada de los textos de Mel Herrera y Mitjans, es cómo dichas prácticas, destinadas al silenciamiento e invisibilidad de los cuerpxs de las afrodisidencias sexo-genéricas en los estudios académicos cubanos, son resultado de la reproducción de un sentido común racista, que tiene su anclaje en estructuras del saber y en producciones simbólicas y de conocimientos eurocéntricas y racializadas.

disidentes sexuales

Mel Herrera (Foto: ADN Cuba)

Como pueden ver, el entrecruzamiento: género-color de la piel y disidencia sexual, ensancha estas brechas de equidad, discriminación  y  desventaja social. Ser un disidente sexual negrx es entrar en un territorio donde se entrecruzan diversas opresiones. No por casualidad se encuentran entre lxs más expuestos a la violencia policial, para quienes ser negro y maricón es la última carta de la baraja: quienes peor visten, lxs tenidos como vulgares  y de menos nivel de instrucción, quienes viven en condiciones de marginalidad y pobreza pues en su mayoría provienen de familias de bajos recursos que carecen de patrimonio heredado.

La crisis económica de los noventa, y las sucesivas reformas que a partir de entonces se han implementado en alguna medida por parte del estado cubano, provocaron un incremento de la diferenciación socioeconómica; es decir  un ensanchamiento de las diferencias en el ingreso y en el acceso a bienestar. Ello se refleja en la existencia de una clase media, o lo que algunos autores, —como Mayra Espina («Reforma y emergencia de capas medias en Cuba»)—, denominan «capa», para designar el proceso de formación en Cuba de una franja socio-estructural media.

Este fenómeno también ha impactado al interior de la población LGBTIQ+, donde lxs afrodisidentes sexuales resultaron lxs menos favorecidos. De ahí su escasa presencia en el sector emergente de la economía y en otras formas alternativas de ingreso económico, como las remesas. Están subrepresentadxs en el trabajo por cuenta propia y en espacios laborales estatales ventajosos, y sobrerrepresentadxs en las ocupaciones elementales no calificadas.

En el caso de lxs transexuales, travestis y transgéneros negrxs, configuran un grupo profundamente desfavorecido, porque no solo tienen que lidiar con la vulnerabilidad familiar y social, la dificultad para conseguir empleo, la imposibilidad por razones de bulling, etc., de lograr acceso pleno a todos los niveles de enseñanza. Por estas razones, terminan viviendo del mercado informal, aceptando empleos no calificados o en el trabajo sexual, donde son víctimas frecuentes de violencia de género.

A lo anterior, súmese que muchxs residen en comunidades muy marginales, jerarquizadas por la violencia, así como por códigos, elementos conductuales y de supervivencia basados en estereotipos sobre la masculinidad negra, donde realmente tienen que imponerse sino, literalmente, lxs expulsan del barrio. 

Norma Guillard Limonta, psicóloga, activista lesbiana y afrofeminista, explica que, dada «la procedencia de esta población en su mayoría de la pobreza, de la zona de dificultades, de los barrios marginales», la sociedad interactúa con ella partiendo de una serie de estereotipos que refuerzan la imagen de «que somos diferentes, semi analfabetas, bajo salario, disponibles para cualquier trabajo, sumisión, obediencia, objeto sexual, potencia de prostituta, buena en la cama». Por estas razones, cualquier intento de transformación desde el interior de ese grupo vulnerable tiene que enfrentar las dificultades y resistencias que implica transformar ese imaginario.

Para Guillard Limonta —quien fuera coordinadora del grupo OREMI de lesbianas—, el gran costo que implica ser una mujer negra, se agrava «si además es lesbiana». Por el hecho de que es «más evidente la diferencia de lucha contra la opresión patriarcal con relación a la blanca, pues se le suma además que deben luchar contra el dominio colonial a nivel mental, por la historia marcada de la esclavitud y por ende con el racismo».

Por último, deseo compartir una idea que fue tomando forma a partir de los criterios que han emergido en este texto. Tiene que ver con la moda del concepto enfoque interseccional (no por azar fueron las afrofeministas norteamericanas, miembros de Combahee Rive Collective en la Declaración de 1978, las primeras en acuñarlo antes de que se hiciera teoría en la academia crítica).

De nada sirve apropiarse del mismo si no partimos del razonamiento de que tanto el género como la raza son construcciones culturales que responden a una filosofía higienista, enunciadas desde la blanquitud hegemónica y legitimadas en complicidad con las Ciencias Sociales y sus narrativas historiográficas.

En las voces de Mel Herrera, Julio Mitjans y Norma Guillart Limonta, hay una demanda explícita a las Ciencias Sociales sobre el hecho de que no basta emplear el enfoque o concepto interseccional si no se deconstruye ese episteme de la modernidad/colonial que nos inventó como negrxs, maricas, tortilleras, indias, y que todavía sobrevive al interior de las Ciencias Sociales latinoamericanas en su manera de entender y explicar nuestros procesos como negrxs y disidentes sexuales.

Un episteme que, desde su colonialidad del ser, nos impuso un arquetipo de belleza, sexualidad, masculinidad que históricamente han devenido prácticas discriminatorias, exclusiones y lenguaje de odio; que refuerzan condiciones de desigualdad, re-funcionalizan realidades sociales y sistemas de opresión y afectan directamente a lxs afrodescendientes, mujeres, disidentes sexuales, etc.

***

Este texto es parte del proyecto «Desigualdad, pobreza y sectores vulnerables en Cuba». Puede participar en él, enviándonos recomendaciones, testimonios, comentarios, al  correo jovencuba@gmail.com, con el asunto «Proyecto – desigualdad».

7 abril 2022 11 comentarios 1.045 vistas
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Misoginia, homofobia y otros demonios, ¡anteriores al pecado original!

por Maximiliano Trujillo Lemes 11 enero 2022
escrito por Maximiliano Trujillo Lemes

Carlos Marx aseguraba que toda la vida espiritual de la sociedad estaba determinada por la vida material; y por una y otra concebía lo que definió como conciencia social y ser social respectivamente.

Entre los marxistas dogmáticos, tales consideraciones condujeron a afirmar durante décadas que la espiritualidad social era un puro derivado de las condiciones materiales de vida de una sociedad historiadamente determinada. Procurando contrarrestar esas interpretaciones positivistas y dogmáticas, Federico Engels, colega y amigo de Marx, hizo algunas precisiones al respecto:

«(…) el desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todos lo demás efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre, en última instancia». [1]

No hay contradicción entre ambos pensadores a la hora de entender la compleja relación entre espiritualidad y condiciones materiales de existencia dentro de una sociedad determinada, pero el segundo sí intentó poner coto a interpretaciones agónicas. ¡Penosamente no tuvo éxito!, la dogmatización del marxismo caló mucho más entre no pocos de sus acólitos que las interpretaciones dialécticas y renovadoras. Ello se evidencia en el omnipresente marxismo-leninismo de origen estalinista, que hasta hoy se niega a morir no obstante los daños que ha generado.

Desde estas aseveraciones me empeño en afirmar que todo juicio de valor en torno a una tradición de pensamiento, construcción espiritual o texto «sagrado», a los que procure endilgárseles toda responsabilidad, o incluso parte de ella, referida a determinadas conductas o actitudes humanas, requiere siempre ser ponderado.

Muchos aseguran que el machismo, la misoginia, la homofobia y sus derivados —y otras muchas discriminaciones en torno a lo «humano diferente»—, tienen sus causas dentro de la cultura occidental, en la tradición judeo-cristiana y sus textos de fe. Pero en ese aserto, porque en alguna medida es un aserto, hay no pocos errores.

La tradición judeo cristiana, en muchos de sus creadores e intérpretes, comete el pecado de la discriminación por herencia más que por invención; por la influencia que tuvieron las culturas previas donde nacieron y se formaron, vinculadas a los múltiples influjos que en ellos ejercieron sus predecesores.

Misoginia (3)

(Imagen: Cronica.com.mx )

Según algunos exégetas liberales de la Biblia, en dichos textos las tendencias discriminatorias sobre mujeres, homosexuales, extranjeros u otros grupos, estuvieron relacionadas también a las condiciones epocales en las que vivieron judíos y cristianos durante el largo período en que este libro fue escrito, tendencialmente los siglos IX a.n.e y el II d.n.e.

Afirman varios autores, que cuando hubo mermas en las poblaciones judaicas, las condenas a prácticas sexuales que atentasen contra la procreación se hicieron más evidentes que cuando no. Por tanto, la Biblia no es un libro unívoco a la luz de las interpretaciones que de ella se pueden hacer desde las ciencias modernas. ¡La Biblia contiene muchas Biblias!

Súmese a ello que la cultura patriarcal es hija del fin del matriarcado y aparece en el período en que, sobre la base de la primera gran división social del trabajo —separación de la ganadería y la agricultura—, empezaron a desarrollarse con relativa rapidez las fuerzas productivas de la sociedad, el intercambio regular, la propiedad privada y la esclavitud.

A medida que la ganadería y la agricultura progresaban, se fueron convirtiendo gradualmente en propiedad del hombre el ganado y los esclavos obtenidos a cambio de este, y los hijos empezaron a ser asumidos por vía patrilineal. Esto posibilitó al varón, no solo el control sobre los hijos, sino además sobre la madre.

El patriarcado también se vincula a la época en que el ser humano se hizo sedentario, inició la agricultura y, por tanto, se produjeron los excedentes de producción y acumulación de bienes. Esto condujo inevitablemente a la generación de la propiedad privada y a lo que ella conlleva: necesidad de defender el territorio y de mano de obra para trabajar en los campos.

Al respecto asegura el propio Engels:

 «El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas de la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida». [2]

Descubrimientos recientes en arqueología, o las conjeturas de la etnología o la antropología, no han desmentido en lo fundamental esta aseveración, lo que indica que judíos y cristianos heredaron ese cuadro real y simbólico de dominación o exclusión. Similar ocurre con las llamadas minorías sexuales, y ello revela que la culpa es anterior al mito del «pecado original».

Tal situación vuelve a demostrar que ningún culpable tiene toda la responsabilidad, en tanto la culpa hay que explicarla en sus contextos históricos. Parte significativa de la Ilustración francesa tuvo un agónico sesgo anticlerical. Hay quienes aseguran que entre sus cultores materialistas hubo posturas ateas, es decir, procuraron romper con la indiscutible influencia que la catolicidad tenía en los desatinos del llamado ancien regime. Pero jamás cuestionaron el sesgo ideológico de la subordinación femenina al varón, o la justificación espiritual aristotélica de la legitimidad de la esclavitud. Una esclavitud que en las colonias era extemporánea. Por tanto, la negación siempre fue limitada.

Aclárese que esa actitud marcó el ateísmo que luego caracterizó algunos movimientos revolucionarios de los siglos XIX y XX —y sus respectivas cosmovisiones teóricas—, de las que no escapó cierto marxismo. Ello se reflejó en actitudes y posturas, la mayoría sin ninguna lectura o interpretación bíblica, para justificar credos y discursos: ¡continuaron considerando como subalternas a las mujeres y discriminando a lo que hoy se define como minorías sexuales! A estas últimas las enjuiciaban como desviaciones morales generadas por el capitalismo. ¿Fueron víctimas de la tradición? Es posible, pero entonces no se puede ocultar que, en ese orden, fueron muy poco revolucionarios.

Existe en la narrativa cubana de fin de siglo, la presunta anécdota de que los fundadores de El Caimán Barbudo quisieron abrir su primer número en contraportada con un desnudo de Julio A. Mella fotografiado por su controversial compañera Tina Modotti. Según Jesús Díaz, la UJC no lo permitió, quizás sobre el supuesto moral que los héroes son impolutos. Era la segunda mitad de los sesenta y el país vivía la ebullición de transformaciones, pero el conservadurismo moral parecía infranqueable, actitud también poco revolucionaria. 

Han sido los movimientos cívicos promovidos por esos grupos humanos —mujeres, y colectivos LGBTIQ+— y su presión política, sobre todo dentro del capitalismo central, los que han conseguido mover la balanza en favor de sus derechos, y no exactamente las políticas públicas que se generaron en el entorno de los regímenes de «socialismo real» en el siglo XX, todo lo contrario.

De este juicio de valor pueden excluirse tendencialmente las mujeres, que sí, en muchas de esas sociedades socialistas, y hasta su extinción, lograron conquistas significativas, pero no todas las necesarias. Por ejemplo, la violencia contra las mujeres no era infrecuente en países como Rumanía, Albania o algunas Repúblicas Soviéticas de la periferia, por citar ejemplos. 

En Cuba, donde las féminas conquistaron algunos derechos después de 1959, se discutió durante décadas, y se discute hoy en nuevas circunstancias, el problema de la igualdad de derechos de ellas, agravado en el caso de negras, mestizas u otros grupos pretéritos. Tal asunto tocó la literatura, el cine o el teatro en no pocas ocasiones, y muchas veces el debate social obligó a la reflexión académica a poner el dedo sobre la llaga una y otra vez, recuérdense los casos de Retrato de Teresa o Hasta cierto punto, de Pastor Vega y Tomás Gutiérrez Alea respectivamente, en décadas sucesivas.

Aquí, sin interpretaciones bíblicas o justificaciones desde esos textos sagrados, algunos aún rememoran que en ciertas esferas del Partido, sobre todo en los años setenta, si una esposa era infiel, este órgano político obligaba a elegir al esposo entre su militancia y la esposa; lo que nunca ocurría al revés. ¡No hablemos de las minorías sexuales!, el caso UMAP, que no es el único, habla por sí mismo y está lleno de episodios de dolor, de mucho dolor.  ¡Todo ello justificado en la llamada entonces moral socialista!MisoginiaPor tanto, sí hay que procurar abrir el debate para que la justicia gane en el próximo referéndum sobre el Código de las familias en Cuba, pero en las reflexiones que lo acompañen es prudente mirar la multicausalidad de los prejuicios y no detenerse tendencialmente en una o dos. Las posturas o lecturas sesgadas de cristianos, islámicos y judíos sobre sus libros sagrados, no son las únicas responsables de nuestros atavismos morales. En este camino no muchos pueden mirar al lado, la responsabilidad es históricamente extensísima.   

Soy de los que opina que los derechos no deberían plebiscitarse, con que se legislen bastaría. Las mayorías no siempre tienen de su lado la razón y no siempre se suman a los carros de la justicia, llevan no pocas veces consigo, en sus mentalidades, el lastre de los que las han dominado por siglos.

***

[1]Federico Engels: «Carta a W. Burgius, Breslau, Londres, 25 de enero de 1894» en Marx y Engels, Obras escogidas, T. Único, Editorial Progreso, Moscú, 1975, p.731.

[2][2] Federico Engels: El origen de la familia la propiedad privada y el estado, en Marx y Engels, Obras escogidas, T. Único, Editorial Progreso, Moscú, 1975, pp. 513-514.

11 enero 2022 20 comentarios 1.508 vistas
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Familia

La familia, el CENESEX y los medios del Estado

por Giordan Rodríguez Milanés 17 mayo 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

El 4 de mayo de 2021, el sitio web Cubadebate publicó el artículo «Jornada contra la homofobia y la transfobia, otro paso en un camino de derechos». En él se aludía a una conferencia de prensa en la cual interviniera Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y Diputada a la Asamblea Nacional. Se circunscribía a la referida jornada con el proceso de discusión del código de familia que se avecina, referéndum mediante.

Los comentarios de los foristas en el artículo de marras, indican que estamos aún lejos de una comprensión consensuada de la necesidad de pasar de la hetero-normatividad tradicional a una basada en el otorgamiento de todos los derechos a todos los tipos de familia. La doctora Mariela Castro planteó, según Cubadebate, que: «debemos trabajar también en la creación de conciencias, en la creación de conocimientos de modo que no sigan atravesados por diversos prejuicios en torno a la orientación sexual, los diferentes tipos de familias entre otros».

Esa conciencia no la puede lograr únicamente el CENESEX, menos sin contar con el concurso sistémico de los medios de comunicación estatales y la prensa, las instituciones educacionales y de la cultura artística. Hoy solo me voy a detener en el análisis del modo en que los medios se han proyectado hacia este sensible asunto.

Rutas del nuevo conservadurismo

Es una práctica del ICRT y la prensa, marcar determinados temas para que se enfaticen editorialmente en los territorios. Por ejemplo: la comparecencia diaria del doctor Durán, los twitts del Presidente de la República, cualquier publicación del periódico Granma relativa a la subversión político-ideológica o la Guerra de Cuarta Generación; serán inmediatamente replicados por los sitios webs de emisoras y televisoras territoriales y sus páginas oficiales en redes sociales.

Un análisis de los temas reproducidos en medios estatales de tres provincias de Cuba: Pinar del Río, Granma y Villa Clara, nos muestra que el 4 de mayo, tales medios y sus páginas oficiales en redes sociales, no solo no reprodujeron la reseña, sino que ni siquiera hicieron la más mínima referencia a ella.

Únicamente en la página web de la emisora Radio Guamá, de Pinar del Río, se alude a «una batalla cubana contra la homofobia y la transfobia» y se listan actividades virtuales a ser realizadas por motivo de la jornada, no obstante, no hay una convocatoria explícita ni enfática a sus lectores.

En un artículo publicado por el sitio web de la CMHW, emisora provincial de Villa Clara, se informa sobre la visita de Mariela Castro a Santa Clara como parte de la jornada, y se mencionan las acciones contra la discriminación en las escuelas cubanas. No se aborda, sin embargo, la polémica respecto a la inclusión del matrimonio igualitario en el Código de Familia.

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

Activistas, lideresas y líderes granmenses de proyectos defensores del matrimonio igualitario y los diversos tipos de familia, me confirman el monitoreo de contenidos que hiciera durante el mes de abril a los programas de orientación a la familia en las emisoras Radio Bayamo y Radio Granma de Manzanillo. ¡Ni una sola vez fueron invitados a dialogar sobre el tema en pugna!

¿Qué campaña de concienciación es esa en la cual los contenidos favorecedores de su comprensión no se reproducen en los medios territoriales del país? ¿Descuido? ¿Alguien tenía que dar la indicación y no lo hizo?

El viernes 13 de mayo, en el espacio cinematográfico La Séptima Puerta, del canal Cubavisión, el crítico Rolando Pérez Betancourt presentó el filme Desobediencia, en el que aparece íntegramente una secuencia erótica lésbica. Sin embargo, menos de veinticuatro horas después, en el programa Espectador Crítico del Canal Educativo, presentado por la doctora Magda Resik, fueron mutiladas dos escenas similares de la película Ammonite. ¿Por qué en un canal sí y en otro no?  ¿Acaso no responden a la misma política de programación vigente?

Una nota de disculpa aclara que la censura de las escenas «no responde a una postura institucional». ¿A qué responde entonces? De acuerdo a la nota, aparecida en redes sociales y no en el propio canal —al menos hasta ahora—, se trató de: «la decisión de la asesoría del programa».

Si los asesores son los encargados de velar por el cumplimiento de la política de programación en los colectivos de los espacios de las emisoras y televisoras estatales cubanas: ¿Podemos suponer que la censura se debió a un conato de indisciplina de alguien que no comprende la expresión artística del homo-erotismo? ¿Qué medidas tomó la dirección del ICRT para que, eventualmente, no sigan ocurriendo tales dislates?

Una demanda para Danay Suárez

Por otro lado, en ese mismo Canal Educativo disfrutamos la gala por la jornada en horas de la noche del domingo 15 de mayo. O sea: ¿Cómo es coherente con la necesidad de concienciar el que ayer alguien censure y hoy promueva?

A propósito del Día Mundial de las Familias, observé una publicación en la página oficial de Facebook de Radio Granma, emisora municipal de Manzanillo, cuyo texto hablaba de familias en plural, pero lo acompañaba la imagen de una familia tradicional. ¿Por qué? ¿Por descuido? ¿Por apego a una forma convencional de mostrar la familia cuando el Estado está abogando por reconocer todas sus variantes, y afirma promover el matrimonio igualitario?

Al menos una periodista de esa emisora compartió la referida publicación en su página personal de Facebook, con un par de citas bíblicas defensoras de la denominada familia original. Luego la retiró.

Una crónica sobre la familia, publicada por la periodista Denia Fleites en el propio órgano, se refiere también a una, la suya, de tipo «original», —ya sabemos que la crónica periodística puede ser un género personalísimo— con foto incluida, y tampoco se abordan otros tipos de familia.

En una entrevista realizada el 11 de mayo a una funcionaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en la televisora provincial de Granma, se detallaron las actividades que se realizarían en saludo al Día Internacional de las Familias. Los ejes temáticos divulgados abarcaron desde la familia en el enfrentamiento a la Covid hasta su participación en el programa de alimentos. No hubo alusión a una sola actividad encauzada a la educación en aras del reconocimiento de todos los tipos de vínculos familiares. ¿Es que la promoción de todas las modalidades de familia no le compete a la FMC de Granma? ¿No lo tienen como prioridad?

La cara oculta del ICRT

Un artículo del sitio web del periódico La Demajagua, difundido el 15 de mayo, si bien incluye que el nuevo Código de Familia pretende reconocer: «el matrimonio y la unión de hecho, como un derecho, sin discriminación de cualquier persona»; reduce la familia a: «la encargada de la renovación de la fuerza de trabajo, del cuidado de los niños y los ancianos y, a la vez, deviene unidad económica productiva». Como vemos, se centra en el activismo de la FMC y evade abordar la postura del CENESEX respecto al asunto sobre el cual parece no haber consenso en la sociedad cubana.

He aquí apenas una muestra de que los puntos de vista de periodistas y comunicadores estatales, al menos, están divididos en relación con el reconocimiento jurídico de todos los tipos de familia y, por ende, del matrimonio igualitario. ¿De qué modo van a lidiar la presidencia del ICRT y los consejos de dirección de emisoras y televisoras territoriales, con los comunicadores prejuiciados o apegados a la norma de la familia patriarcal y hetero-normada? ¿Van a prohibirles que aborden el tema honradamente? ¿Van a obligarles a que reflejen la postura del CENESEX? ¿Cómo se prepara el ICRT para la confrontación ideológica que implicará la discusión y el referéndum del nuevo Código de Familia?

Que el ICRT responda esas preguntas quizás no sea una prioridad para Mariela Castro. Según OnCuba, además de lo que nos dice Cubadebate, la diputada  también declaró en la conferencia de prensa del 4 de mayo, que hay que estar: «muy atentos de que no se repita el mismo error metodológico de cuando la Constitución, que daba una idea de que había mucha gente en contra del artículo 68 cuando en realidad no era así». Igualmente agregó, al referirse a su participación como diputada en las discusiones sobre el artículo 68: «pude apreciar que la mayoría de las personas están a favor de reconocer los derechos de las personas LGTBIQ+, sobre todo en la opción que incluye el matrimonio».

Tal vez por esa seguridad de la directora del CENESEX, se considere innecesario que el ICRT y la prensa de los territorios —no me estoy refiriendo a los medios nacionales—  sean coherentes. ¡Quién sabe!

17 mayo 2021 33 comentarios 2.532 vistas
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LGBTIQ

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

por Yasmin Silvia Portales Machado 6 octubre 2020
escrito por Yasmin Silvia Portales Machado

No me gusta hablar del pueblo, ni que me hablen (o escriban) de él o por él. Cada vez que sale el término mi mente se desvía. ¿Qué pueblo? ¿El enérgico y viril? ¿El disciplinado y sacrificado? ¿El hambriento y manipulable? ¿El de Regla, el de Morón, el de Moa, el de Mantua? ¿Qué coño es, por fin, “el pueblo”? Evito hablar del “pueblo” de Cuba, porque creo que, tal como andan las cosas, pocas personas pueden invocarle legítimamente, y en contadas circunstancias. Nuestros representantes estatales cuando están en la Asamblea General de la ONU, ¿tal vez?

Prefiero referirme a la nación –que es imaginaria y real–, porque la nación es el espacio político compartido por quienes pertenecen a un territorio. La nación es más que “la tierra que pisan nuestras plantas” –la nación es sus residentes y sus migrantes–, y ciertamente es más que sus pueblos –la nación es su idioma, su historia, sus artes, su cocina–. Dentro de la nación (mal) conviven sus habitantes, sus comunidades imaginarias, se desarrollan luchas de poder y se intenta entender qué somos como variedad específica de la humanidad: la cubanensis.

Antes de exponer mis argumentos quiero compartir tres certezas. Como las certidumbres absolutas son escasas en política y sociología, son extremadamente valiosas. Quiero celebrarlas.

Primera Certeza: Cuba es un Estado laico. Lo dice el artículo quince la Constitución. Explica la RAE –entidad por encima de toda sospecha de filiaciones comunistas– que el adjetivo “laico” viene del latín tardío “laĭcus”, y este del griego “λαϊκός” (laïkós); propiamente “del pueblo”. La segunda acepción del vocablo es la que aquí interesa “Independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico. Enseñanza laica.”

Segunda Certeza: La nación cubana nunca tuvo una sola religión. Digo nunca a propósito: antes de ser república, como colonia, ya había en Cuba diversidad de credos.

Tercera Certeza: La población cubana nunca se compuso solo de personas heterosexuales y cisgénero. Esto es redundante, pero me gusta recordarlo. Llegan tarde quienes quieren expulsarnos de la nación. La Inquisición trató, la comisión para cumplir los Acuerdos del Primer Congreso de Educación y Cultura de 1971 trató, los ministerios de Salud Pública, Fuerzas Armadas, Educación y Educación Superior trataron, el Instituto de Historia de Cuba trató. Aquí seguimos.

Las personas LGBTIQ+ cubanas somos parte de la nación por nacimiento y nuestra ciudadanía responde a los mismos criterios que el resto de Cuba (Título IV de la Constitución).

La argumentación que sigue parte de esas tres “Certezas” y reflexiona sobre la legitimidad del reclamo de algunas agrupaciones religiosas cubanas al Estado cubano. Su objetivo –manifiesto, explícito, confeso- es que sus visiones específicas sobre la sexualidad, la familia, la salud pública y la educación definan el marco legislativo nacional.

Empecemos porque Cuba es un Estado laico. Es diferente de “ateo”, y MUY diferente de “confesional”. Nuestra ley de leyes explica que “las instituciones religiosas y asociaciones fraternales están separadas del Estado y todas tienen los mismos derechos y deberes. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración” (art. 15). La laicidad del Estado implica, entonces, que la Iglesia Ortodoxa Griega sea atendida por las instituciones estatales con el mismo respeto que la Asociación Yoruba de Cuba, o el colectivo budista.

Hay algo más en el atributo laico. A partir de la incorporación del adjetivo, el Estado adquiere la obligación de legislar para normalizar los marcos de ejercicio de las diversas religiones o credos, de modo que se puedan ejercer con seguridad -que nadie les ataque o discrimine- y para que esas prácticas no violen otras leyes, la letra o espíritu de la Constitución y los Acuerdos o Declaraciones internacionales de las cuales el Estado es signatario. En breve: el ejercicio de un credo no es excusa para la violación de la ley o de los derechos de otras personas. Para eso serviría una “Ley de Cultos”, que nos urge -como muchas otras.

Hago énfasis en la obligación del Estado porque algunas personas entienden que el debate es entre dos visiones contrapuestas del mundo. Una que se autodenomina defensora del “verdadero” mensaje bíblico, del cual emana toda posibilidad de entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Otra que afirma que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la obligación del Estado a garantizar una vida libre de discriminaciones para toda su ciudadanía, son los criterios para el entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Creer que se trata de que ambas partes expongan sus posiciones y convenzan al público, a la nación, ignora por completo la responsabilidad del Estado como mediador de las demandas, y garante de derechos para TODA la ciudadanía. No hay que convencer a nadie: el Estado es laico, así que no puede ser definido por las reglas de ninguna religión, no importa cuán popular sea, ni cuánto tiempo lleve en el país -por cierto, las iglesias evangélicas cubanas no pueden reclamar primacía en ninguno de los dos criterios.

Pastor Adrian Pose, paladín de la “derecha conservadora” en Cuba y defensor de Donald Trump.

Al Estado corresponde regular cómo se define y reconoce a la familia en Cuba, cuánto control tienen las personas sobre su cuerpo, cómo se castigan la discriminación, la incitación a la violencia, y la colaboración con otras naciones para promover agendas políticas específicas. Le corresponde al Estado porque el acceso a los derechos garantizados en la Constitución no es algo sujeto a debate. El debate fue el referéndum constitucional.

Aunque en su momento los cambios en el texto constitucional, a partir de los debates públicos, reflejaron criterios irregulares sobre qué opiniones populares atender, es un hecho que la Constitución de 2019 moderniza profundamente la legalidad cubana.

Desde el 10 de abril de 2019 tenemos la garantía constitucional de que el ejercicio de los derechos es “imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente” (art. 41), y de que nadie puede ser objeto de discriminación “por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición… lesiva a la dignidad humana” (art. 42).

Frente a la claridad de la Ley de leyes, el intento de algunas denominaciones evangélicas por justificar su empeño en que el Estado no reconozca los derechos de las personas LGBTIQ+ y sus familias no solo es discriminatoria, es simplemente un ataque frontal a la nación cubana.

En esa línea, invocar la tradición nacional de machismo, homofobia y transfobia, las políticas estatales de persecución contra personas LGBTIQ+ en otros países autodenominados socialistas, o la importancia del credo evangélico entre amplios sectores de la población, solo evidencia que la intensión de estas agrupaciones religiosas no es garantizar las condiciones para la praxis de su culto, sino la intervención activa en el espacio público para imponer políticas públicas de carácter conservador y confesional.

No se trata de tener simpatía por las personas LGBTIQ+, se trata de comprender que ese grupo no tiene respeto por la soberanía nacional y acepta cualquier tipo de apoyo para impulsar sus ideas.

3/ Las 7 denominaciones son: Asociación Convención de Cuba Occidental, Convención de Cuba Oriental, Iglesia Buenas Nuevas en Cuba, Iglesia Evangélica Bethel en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asamblea de Dios, Iglesia Metodista en Cuba, Liga Evangélica de Cuba. pic.twitter.com/dns6qmVqXd

— El Bohío Mío (@ElBohioMio) September 15, 2020

Hay tanto compromiso entre el liderazgo de estos grupos religiosos por la transformación legal y política de Cuba en un estado confesional evangélico, que no dudan en asociarse a proyectos cuyo único objetivo es destruir al Estado cubano. Es de público conocimiento que la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC) recibe apoyo material de Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba (ECHO Cuba), dirigida por Teo Babún, que recibe recursos del Departmento de Estado y la Agency for International Development (USAID) para “promover la democracia en Cuba”.

En el caso específico de los dineros para la AIEC, el objetivo es dar una voz fuerte a la comunidad cristiana, de modo que alcance a todas las personas posibles: intervenir en las políticas públicas del país. De ahí que tuvieran la capacidad material para coordinar una campaña nacional contra el matrimonio igualitario a lo largo de 2018, que llevó al gobierno a posponer la definición del matrimonio a través de una nueva votación, supuestamente en 2021, sobre el nuevo Código de Familias, en gestación prolongada al menos desde 2009.

El puerto cubano de “Con mis hijos no te metas”

Llama la atención que, a pesar de la abundante información sobre las intenciones de intervención pública de estos grupos evangélicos conservadores, las intenciones explícitas de varios por hacer Cuba confesional (#MakeCubaGodlyAgain es una etiqueta popular en ese círculo) y el documentado vínculo monetario entre la AIEC y la USAID el gobierno cubano, tan rápido para señalar, perseguir y castigar a otras personas o entidades críticas de su desempaño, deje que estos grupos se expresen y actúen.

¿Qué pasa? ¿Dónde están la combatividad revolucionaria frente a la ocupación del espacio público de manera coordinada por entidades no estatales, algunas con documentado financiamiento de una potencia extranjera?

No es extraño que Teo Babún haga conversatorios en Facebook Live para explicar cómo los grupos religiosos que asesora y financia son “una fuerza social emergente” en Cuba.

Debate sobre grupos religiosos en Cuba, auspiciado por organizaciones conservadoras, un medio opositor cubano y con la participación especial de John Barza, administrador de la USAID.

Mientras todo esto ocurre, la ciudadanía de las personas LGBTIQ+ se desarrolla a contrapelo. No porque el Estado la reconozca, sino porque las personas encuentran caminos para reconocerse, dialogar, actuar. Desde que, en 2008, el CENESEX empezara a organizar cada mayo jornadas para celebrar el Día Mundial de Lucha Contra la Homofobia, hasta que la etiqueta #LaMarchaVa se hiciera viral en mayo de 2019, muchas cosas han cambiado, para bien y para mal.

#LaMarchaVa culminó en el “11M” la primera marcha política exitosa de la comunidad LGBTIQ+ cubana. Claro que la consciencia y el compromiso de lucha contra la discriminación no aparecieron en la primavera a inicios del siglo XXI. Hay una historia de presencia, persecución, resistencia, solidaridad y perseverancia, tan antigua como la de la nación.

Nuestra ciudadanía es real. No tenemos que pedir perdón a nadie por existir. En cambio, tenemos derecho a exigir la garantía de nuestros derechos. La libertad religiosa, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, son valiosos elementos del nuevo contrato social de Cuba, firmado en 2019. No son, no pueden ser, amparo para el discurso de odio y la promoción de agendas políticas que nieguen el reconocimiento de derechos para una parte de la población o la pérdida de derechos ya conquistados.

Repito, esto no es asunto de convencer al público de quién tiene la razón. Quienes sienten orgullo de llamarse fundamentalistas tienen toda la libertad de serlo. Su fe no les da derecho a dictar cómo hacen sus familias, disfrutan sus cuerpos, o expresan su amor el resto de las personas de la nación.

No acepto sus reglas del juego.

Miro al Estado, mi garante.

Las personas LGBTIQ+ esperamos la respuesta legal del Estado y también espera, ¿por qué no decirlo esta vez?, el pueblo de Cuba.

6 octubre 2020 34 comentarios 627 vistas
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11m

II Declaración de la Plataforma 11M

por Consejo Editorial 5 octubre 2020
escrito por Consejo Editorial

En días recientes, seis denominaciones cristianas (Convención Bautista de Cuba Occidental, Convención Bautista de Cuba Oriental, Iglesia de la Biblia Abierta en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asambleas de Dios, Iglesia Metodista en Cuba y Liga Evangélica de Cuba), la mayoría de ellas pertenecientes a la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas (AIEC), han publicado en sus perfiles de redes sociales declaraciones oficiales.

Estos documentos han tenido cuatro objetivos fundamentales:

  • Reaccionar contra la pastora Elaine Saralegui luego de la entrevista ofrecida al medio Russia Today.
  • Reclamar acceso a los medios estatales de comunicación (apelando a los artículos 15 y 42 de la Constitución).
  • Definir los principios fundamentalistas que rigen sus comunidades.
  • Oponerse a los derechos de la comunidad LGBTIQ+ cubana.

Las expresiones de odio manifestadas en diversas plataformas sociales por miembros de grupos cristianos fundamentalistas, contra la pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) Elaine Saralegui y el activista Adiel González, evidencian la urgencia de una ley de culto que regule estas manifestaciones de violencia en el espacio público; en concordancia, además, con las garantías que la Constitución promete a toda la ciudadanía, incluyendo a las personas LGBTIQ+.

No es la primera vez que estos grupos cristianos arremeten contra las luchas de activistas por los derechos sexuales; del mismo modo en que disienten de la voluntad política del Estado por la ampliación y reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+, mientras descartan los principios de igualdad y no discriminación de la Constitución cubana.

Es preocupante el auge del fundamentalismo religioso que intenta imponer su agenda conservadora con financiamientos de organizaciones estadounidenses, relacionadas a la actual administración del presidente Donald Trump. La NED y la USAID han donado miles de dólares para subvencionar las actividades de estos grupos en los últimos años, lo que consta en sus declaraciones contables públicas.

 El Estado cubano no se ha pronunciado al respecto con la misma energía con que lo ha hecho frente a otras organizaciones de la sociedad civil. El Estado cubano no ha respondido a los ataques y desacreditaciones de estas denominaciones cristianas contra quienes impulsan políticas públicas a favor de las personas LGBTIQ+ desde puestos gubernamentales. Sin embargo, ha respondido cuando los cuestionamientos a personas en cargos públicos e instituciones estatales provienen de activistas o personas no religiosas, acusándoles de mercenarismo, de ser personas manipuladas y confundidas al servicio de una potencia extranjera.

La Constitución, recién aprobada en el 2019, en su artículo 15, reconoce que la República de Cuba es un Estado laico. Las instituciones religiosas quedan separadas del aparato estatal y, por consiguiente, la carta magna no otorga privilegios que favorezcan a alguna creencia religiosa sobre otras. Además, garantiza el ejercicio de la libertad religiosa, al igual que protege el disfrute de este derecho.

Es pertinente aclarar que no se ha privilegiado a una institución religiosa específica por encima de otra con la entrevista en cuestión, ya que la entrevista la realizó una cadena extranjera acreditada en Cuba, la cual se reserva el derecho de entrevistar a quien desee.

Es necesaria una ley de culto que regule y penalice los intentos de invisibilizar, interferir, obstaculizar o negar  los derechos de las personas, y que constituya un marco jurídico e institucional para el ejercicio de la libertad religiosa en la sociedad. El derecho a la libertad de religión no debe contradecir el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con identidades y sexualidades no cisheteronormativas.

Plataforma 11M denuncia cualquier acto de violencia e insta a las instituciones pertinentes a tomar parte en la protección de los derechos de todas las personas. A su vez, insta al gobierno a la discusión de las agendas políticas antiderechos promovidas por parte de comunidades religiosas cubanas que se sustentan en dogmas y fundamentalismos.

El cumplimiento del principio de laicidad reconocido en la Constitución debe brindar protección a creyentes, no creyentes y al propio Estado. Su garantía radica en que las políticas que el Estado implemente, o diseñe, no se vean influenciadas u obstaculizadas por la fe religiosa de ningún grupo, y debe garantizar a las iglesias que el Estado no interfiera en sus creencias, siempre que sus creencias no amenacen los derechos del resto de la ciudadanía.

Por todas estas razones, Plataforma 11M insiste en la inclusión, dentro del cronograma legislativo, de una ley de culto que regule las crecientes manifestaciones públicas de conservadurismo político que se gestan dentro de estos grupos religiosos, sin que se coarte el derecho de cada persona a profesar su fe y creencias religiosas.

5 de Octubre de 2020.

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5 octubre 2020 14 comentarios 633 vistas
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El Dios fundamentalista no habla queer

por Resumen Semanal 26 septiembre 2020
escrito por Resumen Semanal

¿Lo viste? Russia Today nos ha recordado que en Cuba todavía habemus fundamentalismo religioso.

 ¿Lo leíste? Si quieres ser pastora y lesbiana mejor abstente de opinar, de irle en contra a los “textos garrotes” y a quienes en nuestro país pretenden impedir que se apruebe el matrimonio igualitario y después irle en contra al aborto y al “Estado neo-marxista”.

 ¿Te enteraste? Mejor que te calles, maricón/tortillera/trans o cualquiera de la comunidad LGTBIQ, que acá está EchoCuba financiando iglesias evangelicas con dinero yanqui. Y si hablas muy alto desde el Cenesex se te puede acusar de “garrapatilla” o de ser parte de la “mafia matancera”.

¡Muy buenas! Somos La Joven Cuba y este es nuestro resumen semanal de la agenda pública nacional. Hoy dedicaremos nuestro resumen a hablar sobre una entrevista a Elaine Saralegui que irritó a la comunidad fundamentalista cubana, a las iglesias de la Alianza Evangelica que campan rampantes y a lo delicado que resulta, en medio de una nueva ola del neo-integrismo cristiano en Latinoamérica, el creer en un Dios rosado.

***

Oliver Zamora Oria de seguro no se esperaba, cuando empezó su entrevista de 25 minutosa con la activista social y pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) Elaine Saralegui, pregúntadole sobre el concepto errado de “ideología de género”, que Russia Today tuviera tanta audiencia en la comunidad religiosa fundamentalista cubana.

 

Saralegui, que en la entrevista habló de como en Cuba dicha comunidad- basada en preceptos políticos de la derecha conservadora- empleaba una interpretación de los textos bíblicos como “textos garrotes” empleados no solo para condenar a la comunidad LGTBIQ sino también para atentar contra conceptos ancilares de la soberanía nacional, provocó la ira de iglesias integrantes de la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas, cuya respuesta no se ha hecho esperar- si bien, curiosamente, no en conjunto, al menos por ahora.

La Liga Evangélica Cubana abrió fuego con un comunicado público, señalando que no se consideraba “de izquierda ni derecha”, sino “Cristocéntrica”, reafirmando creer, eso sí, “en la interpretación literal de la Biblia, su carácter infalible e inerrante”. Además, rechazó cualquier alegación de que estuviesen dividiendo a la sociedad cubana -a pesar de defender concepciones, como veremos más adelante, que atentan no solo contra la hegemonía política imperante en el país (que siempre será discutible), sino contra los cimientos del pacto social que nos fundamenta como nación- y se arropó en el papel de víctima, apuntando su carencia de un espacio mediático permanente en los medios de difusión masiva del establishment cubano -del cual también carecen los medios periodísticos independientes, los activistas no institucionales y, sí, la comunidad LGTBIQ cubane.

Este comunicado dio pie a disimiles reacciones fundamentalistas, como parte de la ya en curso campaña en contra del referendo al Código de la Familia, donde se incluirá el derecho al matrimonio igualitario.

La Iglesia Metodista en Cuba, la Convención Bautista Occidental, la Convención Bautista Oriental , la Iglesia Buenas Nuevas, la Iglesia Evangélica Betel, la Liga Evangélica y las Asambleas de Dios, parte del entramado pilar de la comunidad religiosa fundamentalista cubana, son las que actualmente lideran en nuestro país la ofensiva anti-LGBTIQ, dado que son las que crearon y pusieron el recurso para la campaña del “Diseño Original”, originada como respuesta a la inclusión, en el Proyecto de Constitución, de un artículo 68 respaldando el matrimonio igualitario.

Estas iglesias, que conforman la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas -creada el 11 de junio de 2019 y “enfocadas en la unidad y la defensa de la doctrina y los principios bíblicos comunes”- reclaman la concentración de propiedades, el acceso a los medios de comunicación y la posibilidad de utilizar los principios religiosos para impulsar políticas públicas. Usando a la “ideología de género” como defensa, también contemplan entre sus intenciones impedir la educación “por parte del Estado” a los menores de edad.

Además, le reclaman al Consejo de Iglesias Cubano emplear lenguaje inclusivo y su “alto nivel de compromiso” con la gubernatura nacional y sus estamentos políticos/partidistas, “aún por encima de los intereses de la iglesia y su rol como voz profética, lo cuál les hace obedecer a los hombres antes que a Dios”.

En sus perfiles en redes sociales, estas iglesias y sus líderes simpatizan públicamente con el “sionismo cristiano”, constatan su admiración por figuras de extrema derecha como Jair Bolsonaro y Donald Trump y difunden contenido mediático sobre lugares del planeta donde se ha “derrotado a la ideología de género”. Pero ya han recibido respuestas.

No creamos que toda la comunidad religiosa cubana comparte al mismo grado o en lo absoluto preceptos fundamentalistas. La “Iglesia Verdad y Refugio Inclusivo de Cuba”, aun teniendo un corte teológico distinto a la ICM, emitió un comunicado público donde remarcaba lo triste de “encontrar como personas, incluso cristianos, usan el nombre de Dios para rechazar, segmentar e incluso dañar física y emocionalmente a diferentes comunidades, entre ellas resaltamos (sic) la LGBT+”.

“Quizá, no nos toque en esta generación ver la aceptación de las iglesias más conservadoras, pero por eso, si debemos ser, un parteaguas de lo que es ser un verdadero cristiano LGBT…”, dijeron.

Elaine Saralegui es una pastora y activista social perteneciente a la ICM. Dicha iglesia, que considera a todas las personas iguales a los ojos de Dios sin importar su orientación sexual, es vanguardia dentro de Cuba en tanto el papel progresista posible de su comunidad religiosa. Surgió en 2012, cuando un grupo escindido de la Primera Iglesia Bautista de Matanzas comenzó “Somos”, parte de un proyecto mayor llamado “Abriendo Brechas de Colores”, para apoyar a las personas con orientaciones sexuales no heterosexuales. Dicho proyecto llevaría a cabo un fuerte trabajo de activismo social y teológico que lo llevó a recibir, en 2015, al obispo fundador de la Iglesia Metropolitana de la Comunidad Troy Perry, quien expresó que el grupo seguía los mismos principios que su denominación y sugirió que Cuba tuviera su propia ICM. Elaine Saralegui, mujer lesbiana, se convirtió así en su primera pastora.

***

Para cerrar, en otro orden de noticias:

  • Guillermo Carmona, director del equipo Industriales, demandó respeto para sus jugadores durante una conferencia de prensa en Santiago de Cuba, en la cual destacó que están siendo tratados como “culpables de la pandemia por venir de La Habana”. El mánager garantizó el cumplimiento por parte de los miembros de su equipo de los protocolos establecidos por los responsables del campeonato nacional de pelota y señaló que han pasado todos los test rápidos y pruebas PCR sin haber dado un solo caso de positivo al coronavirus. “Nos miran como si fuéramos otra cosa, como si fuéramos culpables de la pandemia, porque por supuesto venimos de La Habana. No piensan que estos muchachos llevan más de un mes fuera de su casa y alejados de sus familias. Exijo respeto para mis peloteros”, dijo Carmona en la conferencia de prensa.

“Hasta ahora nos ha tocado jugar lejos de casa y   tenemos que decir que la acogida no ha sido la esperada. Dondequiera que llegamos nos tratan como si fuéramos bichos raros, solo porque venimos de La Habana”, añadió el director de Industriales y resaltó que todos los miembros del equipo han cumplido estrictamente con las medidas sanitarias.

  • Varios músicos cubanos mostraron el viernes su respaldo a Alexander Abreu, director de la agrupación Havana D’Primera, luego de que este denunciara haber recibido mensajes de agravio e incluso amenazas de muerte en su teléfono móvil y redes sociales.

Durante una conferencia de prensa a medios extranjeros, organizada por el Ministerio de Cultura de Cuba (MINCULT), César Pupy Pedroso (Pupy) expresó: “En 1999 a Los Van Van les pasó algo parecido o peor, Los Van Van están ahí y no les ha pasado nada, lo que hay es que seguir haciendo música de la buena, seguir complaciendo al pueblo, eso es lo que le preocupa a ese tipo de gente”.

Elito Revé comentó que “Para todos los artistas que representamos a Cuba esas ofensas a Alexander es feo, mucho más en medio de la pandemia cuando tenemos que reflexionar cómo vamos todos a salir de esta situación cada uno desde su labor, los médicos, los artistas, todos”.

El Ministro de Cultura, Alpidio Alonso, se refirió en Twitter a la rueda de prensa, diciendo que “Dignidad frente a ignominia. Vergüenza contra dinero: Artistas cubanos rechazan campaña de odio lanzada desde Miami”.

Dignidad frente a ignominia. Vergüenza contra dinero: Artistas cubanos rechazan campaña de odio lanzada desde Miami. https://t.co/wCkOlAp9D7 pic.twitter.com/pGrIB9dKuM

— Alpidio Alonso Grau (@AlpidioAlonsoG) September 19, 2020

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26 septiembre 2020 19 comentarios 1.520 vistas
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Crónica de una muerte anunciada

por Yasvily Méndez Paz 26 enero 2019
escrito por Yasvily Méndez Paz

Hace unas semanas la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba dio a conocer los resultados de la consulta popular realizada durante más de dos meses para el debate público del proyecto constitucional. Tuvimos la certeza de que el artículo 68 fue el que más polémica generó y que el nuevo texto no se referirá al matrimonio como la unión entre dos personas; en cambio, utilizará el término «cónyuges», más neutral y menos comprometido políticamente. La comisión redactora propuso que el concepto de matrimonio recibiera tratamiento diferido mediante una ley posterior, «como forma de respetar todas las opiniones».

Disímiles mensajes se han hecho eco en la red de redes. Mariela Castro, directora del CENESEX, aludía que «la sustitución de personas por cónyuges… mantiene la posibilidad de que todas las personas podamos acceder a la institución matrimonial» y afirma «que no hemos cedido ni cederemos a los chantajes fundamentalistas y retrógrados que se oponen políticamente al proyecto emancipador de la Revolución Cubana». No me quedan dudas de que en Cuba existen personas comprometidas y con conocimiento en la temática, pero considero que debía haberse realizado un sondeo de opinión preliminar, antes de decidir o no incluir esta temática como parte del proyecto constitucional.

La inclusión del artículo 68 expresaba un mensaje simbólico para el pueblo de Cuba. Nuevos tiempos exigen cambios de políticas, y en este caso, denotaba la voluntad del máximo órgano legislativo y sus miembros de dotar a la comunidad LGBTI de derechos jurídicos que condujeran a niveles superiores de equidad y respeto social; sin embargo, en la política no podemos ser ingenuos, los cambios realizados en relación con el artículo 68 representan un retroceso en la proyección inicial, aunque utilicemos palabras sabias y alentadoras para expresarlo.

El proceso de consulta popular sobre el proyecto de Constitución actuó como un medidor que mantuvo expectante a quienes nos preocupamos por este tema y sus posibles consecuencias. Sin necesidad de apelar a oráculos para vaticinar el futuro, los actuales cambios constitucionales con respecto a la temática podían predecirse. A juzgar por los debates desatados en centros de trabajo, barrios, escuelas, entre otras instituciones públicas, los prejuicios homofóbicos que persisten en la sociedad cubana actual y la labor proselitista desplegada por el fundamentalismo religioso, el artículo 68 del proyecto constitucional representaba la «crónica de una muerte anunciada».

Desde que se dio a conocer públicamente el artículo 68 en el proyecto constitucional, un grupo de iglesias protestantes iniciaron una campaña contra el matrimonio igualitario. Frases como: «Estoy a favor del diseño original, la familia como Dios la creó» fueron utilizadas como eslogan de la campaña, e incluso, colocadas mediante carteles en las puertas de casas e instituciones vinculadas a esa labor proselitista. Un estudiante me comentaba que algunos estuvieron dispuestos a hacer ayunos, convocar marchas y predicar sobre el pecado que representaba el matrimonio entre personas de un mismo sexo, una de las razones que esgrimieron para justificar las consecuencias que se generarían- como votar en contra de todo el proyecto-  si el máximo órgano legislativo de la República de Cuba aprobaba el tema como estaba concebido.

Para ser justos, las campañas del fundamentalismo religioso no quedaron impunes; muchos cubanos y cubanas se unieron para contrarrestar sus mensajes. Sin embargo, los resultados alcanzados nos demuestran que todavía debemos hacer más para desterrar los prejuicios homofóbicos que actúan como muros de contención simbólicos, psicológicos y culturales contra las ideas revolucionarias del proyecto emancipador cubano.

No crean los fundamentalistas religiosos y los homofóbicos que han obtenido un éxito rotundo; Mariela Castro tiene razón cuando plantea que «la nueva fórmula… borra el binarismo de género y heteronormatividad con el que estaba definido el matrimonio en la Constitución de 1976». Debemos apoyar el proyecto emancipador de la sociedad cubana el 24 de febrero de 2019 con un SÍ, pues el nuevo texto constitucional permite una brecha jurídica para generar cambios futuros en relación con la temática.

Resulta necesario concientizar que la lucha por los derechos jurídicos de la comunidad LGBTI no atañe solamente a sus miembros y seguidores. En los marcos actuales de Cuba, se ha convertido en una lucha política; no es posible generar transformaciones emancipadoras que modernicen el Estado cubano, si no se le da solución definitiva a este problema que involucra a toda la sociedad. Aristóteles preconizaba que «el sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice»; debemos generar estrategias certeras desde la teoría, educación y praxis política, para encauzar correctamente la lucha por la aprobación de un Código de Familia inclusivo, que dote a la comunidad LGBTI de los derechos jurídicos que se merecen.

26 enero 2019 3 comentarios 392 vistas
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develando

Develando el género: un debate contemporáneo

por Yasvily Méndez Paz 23 septiembre 2018
escrito por Yasvily Méndez Paz

A lo largo de la historia, en las sociedades patriarcales se han establecido etiquetas sociales que limitan las potencialidades humanas en función de su adecuación de género. En la humanidad ha predominado el cacicazgo masculino; el hombre constituyó el sujeto histórico dominante y la mujer se convirtió en la dominada. Mediante la dicotomía de lo masculino-femenino se adjudican valores con significaciones antagónicas que, junto a otras categorías como estatus social, raza, nacionalidad, sexualidad, agudizan los niveles de discriminación presentes en las relaciones de poder.

En la red persisten criterios en torno a estos temas, pero han mostrado ambigüedades que suscitan las siguientes interrogantes; ¿cuáles son los orígenes de género y sexualidad? ¿Cuál es su utilidad para el logro de una sociedad más inclusiva? ¿Qué rol debe ocupar la familia, instituciones educativas y culturales, medios de comunicación, poder eclesiástico, el gobierno y la ciencia en la deconstrucción de patrones tradicionales de género y sexualidad?

Durante la segunda mitad del siglo XX ocurría un hecho sin precedentes; movimientos feministas anglosajones develaban los estudios de género. Estereotipos sociohistóricos asignados a hombres y mujeres -junto a roles, identidades y espacios de socialización- fueron planteados como construcciones culturales, desvirtuándose el carácter «natural» e «inamovible» con que se habían enmarcado hasta ese momento. Parafraseando a Simone de Beauvoir «No se nace mujer: se llega a serlo»; ser mujer/hombre y lo femenino/masculino no dependen de la biología per se, obedecen a patrones socioculturales y educativos que pueden cambiar bajo los efectos del ser humano.

Como expone Reina Fleitas «el género devino entonces un concepto que se refería a construcciones o pautas culturales que habían incidido en la formación de una identidad femenina subordinada, mientras el sexo quedaba para explicar los procesos biológicos diversos del ser mujer frente a los del hombre, los cuales atenido a su carácter natural no determinaban diferencias de posición social». No se trataba de ignorar las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, sino que el mal considerado «sexo débil» no continuara en condiciones de «utillaje».

A medida que se profundizaban los estudios de género, aparecían otros problemas que complejizaban las concepciones teóricas y la sexualidad mereció espacios diferenciados de análisis. La teoría queer– término cuyos significados que se ajustan a este particular «extraño», «raro», «invertido», «tarado», «desviado»- fue muy útil para que la comunidad LGBTI de los años 90 llamara la atención sobre la existencia de una sexualidad que había sido considerada «pecaminosa» o «criminal» al transgredir la visión social basada en la heteronormatividad (normas establecidas donde se impone un modelo hegemónico heterosexual). Siendo Judith Butler una de sus principales representantes, se partía del presupuesto que si el género y la sexualidad eran construcciones socio-históricas y culturales, la liberación sexual era posible.

En Cuba, si bien la familia, instituciones educativas y culturales, medios de comunicación, poder eclesiástico, el gobierno y la ciencia han representado canales expeditos para legitimar y reproducir visiones tradicionales al respecto; no se pueden obviar los cambios evidenciados en los últimos tiempos. Ello resulta plausible pues constituyen vías certeras en la aplicación de acciones educativas y culturales, fundamentales para influir en el imaginario social y que se adopten posiciones a favor de las denominadas «sexualidades periféricas».

En el caso del poder eclesiástico, las Iglesias de la Comunidad Metropolitana (ICM) han actuado como contraparte a posturas tradicionales adoptadas dentro de la Iglesia Católica y otros devotos de la fe cristiana. Un estudiante me comentaba las manifestaciones públicas adoptadas por algunos «extremistas», que utilizan a Dios como «fachada» para esconder posiciones homofóbicas. Le preocupa que esos hechos recientes sean analizados como estados de opinión y presionen a la sociedad cubana y el gobierno, cuando en realidad no todos los católicos y cristianos asumen actitudes tan «retrógradas».

Sus preocupaciones pueden tener fundamento, a juzgar por criterios que persisten en algunos «corrillos políticos». Al interior del Partido Comunista de Cuba (PCC) coexisten varias posiciones; algunos consideran a los integrantes de la comunidad LGBTI como personas de «dudosa moral»; otros reconocen la necesidad de respetar sus derechos, pero no creen que deban ser centro de atención del gobierno ante problemas más concretos; existen casos que deciden no expresar sus opiniones quizás como resultado de una «educación machista»; y otra posición aboga por el amparo jurídico de sus derechos y que expresen su sexualidad sin ser objeto de tabúes y manifestaciones de discriminación.

Esperemos que enfoques políticos anclados en el tiempo no se interpongan; remover construcciones sociohistóricas y culturales sobre género y sexualidad, aprehendidas y reproducidas socialmente, pudiera conducirnos a posiciones más acertadas en la sociedad cubana. Resulta insoslayable «tirar de los hilos» para motivar a una reflexión colectiva; ¿sojuzgar, limitar?… consensuar y tolerar, verdaderas claves para el debate contemporáneo.

23 septiembre 2018 9 comentarios 468 vistas
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