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juventud

Largo camino

Un largo camino a Yuma

por Arturo Mesa 21 mayo 2022
escrito por Arturo Mesa

Mi nombre es Irma. Tengo cincuenta años y estoy cansada. Cansada de  promesas, mentiras  y  consignas. Cansada de esconderme y esperar por el momento preciso para avanzar. Y cansada también de tanto correr desde que aquel señor, luego de exactamente treinta días con sus noches, diera la orden final: «¡Corran ahora!». Yo miré en ese momento a mi hija —mi única consigna era: Todo el sacrificio por sus veinticinco años—, y al río que se abría fraternal frente a nosotras, y me lancé a correr.

Serían las once de la mañana cuando mis pies descalzos se lanzaron al agua sin que me importaran los guijarros del río, ni  la humedad, ni el fango que se mezclaba con los dedos. Corrí, no recuerdo cuánto, creo que hasta reí en alguna ocasión cuando la vi a mi lado, corriendo feliz hacia el resto de su vida. No debía parar pero lo tuve que hacer para recobrar el aliento y, pocos segundos después, la escuché decir «¡Vamos, mami!» y seguimos en carrera desenfrenada hacia la entrada, hacia cualquier uniformado que hablase con acento norteño.   

No sabía qué esperar de todo aquello, por eso corría para no pensar, hasta que en algún momento su voz me dijo: «Ya, mamá. Ya llegamos. No hay que correr más». Quise voltearme a mirar ese último trozo de recuerdo, pero a ese pasado reciente le tenía tanto miedo, de hecho le tengo miedo aún. Tantos días huyendo, escondidas de tantas cosas. ¡Fue mucho lo que tuvimos que dejar atrás! Pero mi país ya no era un lugar que nos garantizara un futuro.

Llegamos a una gran entrada a lo largo del muro. Supuse eran periodistas los que nos tiraban fotos allí. Había autos y claro, los militares. Intenté no doblarme, a pesar del dolor en el vientre y la agitación en el pecho de tanto correr. Traté de mantenerme erguida al entrar a ese nuevo país, pero las palpitaciones eran fuertes. Nadie vino por mí, nadie me tocó, y allí estuve hasta que por mis medios me repuse, dispuesta a ponerle fin al sufrimiento y enfrentar lo que viniese.

Atrás quedaban mi casa, mis gatos, mis amigos y la escasa familia que me restaba luego que la mayor parte decidiera irse también; unos a España y otros a los mismos Estados Unidos.  Atrás  mi vida, mis títulos, mi oficina, mis sueños, mi país. Conmigo, mi hija. ¡Qué más! Mis piernas, mis sueños de madre. Delante, todo el futuro, una gran incógnita y un militar con cara y voz de militar. ¿Lloré? Puede ser.

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Dolió mucho tener que botar la mochila y las pocas pertenencias que llegaron conmigo hasta acá, pero era el precio por abrir un nuevo capítulo en nuestras vidas. Exigían entrar solo con la ropa puesta, el teléfono y cualquier cosa que cupiera en una pequeña bolsa de nylon de 20 x 20 centímetros.

Mostramos  los  pasaportes para que tomaran los datos principales y nos dieron de esas comidas para emergencias. Vino un jeep por nosotras, una especie de furgoneta para presos, con mallas en las ventanas y más militares. Unos pocos minutos de travesía duró el primer viaje en suelo estadounidense, hasta que llegamos al centro.  

Cuando vi la explanada y las carpas comencé a creer que la decisión había sido correcta y que habíamos triunfado en el empeño. Hasta ese momento no había pensado en ello.  La opción de la salida nos había llegado sin tiempo y las decisiones tuvieron que tomarse con premura: vender algunas cosas, dejar contactos, pensar en mi ciudad y mi gente o mejor, aprender a olvidar a mi ciudad y mi gente. ¿Para cuándo el retorno?  

Allí nos dieron otra vez de comer y de beber. Revisaron lo que traíamos en las bolsitas y nos inscribieron en listados. Solo unas pocas cosas permitieron entrar al país. Tomaron fotos de nuevo, huellas, datos del pasaporte y dirección a declarar. Éramos prisioneros y como tal nos trataron; algunos oficiales de forma más profesional, otros menos, pero, prisioneros al fin,  ese sentimiento fue de los que primero me sacudió. Yo, mujer universitaria, madre, trabajadora, escoltada por militares, presa; es algo que nunca concibes y  te perturba aunque lo esperes.

Nos llevaron a unas carpas de nylon anchas y grandes, cubiertas de colchonetas muy limpias, la hielera, le decían. Debíamos permanecer ahí. Hombres a un lado y mujeres al otro. Dos filas, yo detrás de mi hija, con miedo a una separación. Quedamos separadas, ella para un lado y yo para otro. El siguiente miedo se cumplió. No estaría conmigo.

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El frío adentro era intenso y las luces no se apagaban, quizás por eso me parecían más brillantes y molestas, o quizás por los días que llevábamos de monte en monte, de luna en luna.   

En aquel lugar traté de dormir, a pesar de la luz y de las veces que venían a higienizarlo. Debíamos salir cada vez que lo hacían. Volvieron a darnos meriendas y comida. No teníamos los móviles y perdí el control del tiempo, también las ganas de saber. Cuando la supervisión fue menor logré pasarme a la carpa de mi hija. Dormimos durante varias horas y me sentí con algo más de fuerzas. No sabía cuánto tiempo íbamos a permanecer allí. Las historias que nos contaban hablaban de un día, tres, una semana y hasta diez.

En la mañana vinieron por nosotras. Más controles y preguntas. Entre ellas, quiénes deseaban recibir la vacuna Pfizer. Yo tuve miedo, no hacía mucho había terminado mi ciclo con la Abdala y me negué. Nos colocaron unos grilletes electrónicos que no debíamos quitar nunca, ni para bañarnos. Para mantenerlos funcionando siempre era necesario cambiarle las baterías dos veces al día. Entonces me dieron unos papeles y pude leer que estaba en Yuma, jamás imaginé que realmente existía una ciudad con el nombre con el que llamábamos a los extranjeros en mi país.  

 A la sazón llegó un autobús y resurgió el nerviosismo de otra  separación. Yo salí primero, nos llamaron por una lista, todo muy bien organizado. A ella la nombraron quince minutos después para abordar otro transporte. El vehículo era muy cómodo y nos condujo en una travesía que se extendió por unas cuatro horas, para la que no nos prepararon. Tuve hambre, pero más me afectaba el deseo de dar con mi hija, ¿en dónde nos habríamos de encontrar? Era mi pregunta.

El bus se detuvo en otro campamento improvisado. Nos instalaron en carpas, estas a cielo abierto, y nos hicieron exámenes de Covid. Mientras esperábamos por el resultado llegó el que trasladaba a mi hija y tuve la tranquilidad de saber que nos llevaban al mismo lugar.  Luego nos condujeron hasta el  aeropuerto de Phoenix, Arizona.

Entonces comprendí que aunque luego vendrían las tensiones de reencontrarme con mi hija, cambiar el dinero mexicano que ya no servía para nada, comprar comida y dormir aquella noche en una ciudad desconocida, para luego hacer una larga travesía de un extremo al otro del país; podía sentirme verdaderamente libre y en menos de veinticuatro horas lo fui.  

La pesadilla que habíamos vivido desde el 16 de marzo del 2022, podía quedar atrás. Ahora quiero encontrar a mi hija, a mi familia, y contar la historia.

***

Este texto narra una historia real contada al autor por su protagonista, quien ha pedido que se respete su identidad.

21 mayo 2022 22 comentarios 959 vistas
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Penélope

Las Penélopes cubanas

por Maylan Álvarez 5 marzo 2022
escrito por Maylan Álvarez

Para Dalia, deshojada

***

El único suelo firme en el Universo  es el suelo en que se nació.

O valientes o errantes, o nos esforzamos de una vez,

 o vagaremos echados  por el mundo, de un pueblo en otro.

 José Martí

***

Cuando el miércoles pasado despedí a mi hijo, reclutado para iniciar el Servicio Militar Obligatorio, algo en mí cambió de sitio. Durante dieciocho años he tratado de armarlo con herramientas que solo tienen que ver con el amor, la dignidad, el respeto a sí mismo (y sobre todo, a los demás), las ganas de ser útil, siempre insistiéndole en que el trabajo no se come a nadie. Verlo partir ha quebrantado otro fragmento de mi ya frágil alma.

No niego que por momentos pensé en apelar a la objeción de conciencia al servicio militar, escudándome en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos. Lo haría por razones éticas, provenientes de la mujer de paz que pregono ser y que enarbolo como un estandarte antimilitarista: me opongo siempre al uso de armas y estoy en contra de cualquier tipo de violencia. Hace muchos años que me declaré un ser de armonía, a favor del diálogo, de pactar con el contrario. De evitar a toda costa los daños colaterales. Soy poeta, además.

De acuerdo con lo dispuesto en la Ley no. 75 de la Defensa Nacional, que establece el Servicio Militar por los ciudadanos, mi hijo partió a la previa por no sé cuántos días. Después lo conducirán a otra unidad y durante un año, aproximadamente, estará a merced de cuanta actividad militar establecida en la ley tenga que cumplir.

Lo mejor de todo es que regresará a mí, a su novia, a nuestra familia, cuando le notifiquen su baja. Emprenderá la universidad y el tiempo en «el verde», «vestido de aguacate», si Dios lo permite, trasmutará en anécdotas, o en mensajes a los amigos que conoció en el reclutamiento. En fin, todo quedará atrás, como el agua pasada, que no mueve molinos.

Pero como madre, como cubana, hay una zona en mí que no reposa. Porque por estos días otras madres, otras cubanas, han despedido a sus hijos, a sus nietos, a sus esposos, y lo peor de ello es que no tendrán jamás la certeza del tiempo que les tomará el reencuentro. Y la partida no es para el Servicio Militar, ni mucho menos. De hecho, entraña mar, o cielo, otros cielos; quizás menos azules que nuestro cielo, pero más despejados.

Hablamos de la emigración —debí poner la palabra en mayúscula, negrita y cursiva. Lo preocupante es que se comenta mucho más de este fenómeno puertas adentro, en los barrios, en las paradas, en los centros de trabajo, que las referencias que encontramos en los medios oficiales de comunicación.

Todos los días me entero de alguien del reparto, o un amigo de un amigo, o algún amigo que se fue, no está y no me queda ni su ausencia. Internet es un hervidero de historias de viajes, diarios de carretera, fotos de quienes hasta se atreven a cruzar, solos o acompañados por la familia en pleno (léase esposas embarazadas o lactantes), el pantanoso y peligrosísimo Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá; o el siempre bravo, río Bravo del Norte.

Conozco de primera mano toda la travesía del sobrino de una amiga. En Cuba lo despidió, simbólicamente, el 28 de enero. Me asegura que vivió junto a él, desde una apk de su teléfono, el traslado en avión hasta Nicaragua. Alguien lo esperaba en el país de los volcanes y de ahí, junto a otros cubanos y sus respectivos coyotes, inició el periplo que incluyó la extorsión a retenes en Honduras y la llegada a Guatemala, siempre con el susto a flor de piel. Carreteras desconocidas, otra cultura, dinero insuficiente y mucho soborno. Menos mal que el idioma compartido en las Américas ha cumplido su rol.

Le digo a mi amiga, a través del humo de su cigarro, si no en plan consolación al menos como una vendita sobre la llaga, que casi todos llegan. Que he escuchado cuánto se ayudan los unos a los otros, sin importar la nacionalidad. Que la emigración hermana, cuando el visado responde a la penuria compartida.

Penélope (2)

Imagen promocional de Clandestina basadas en el inhóspito trayecto migratorio de los cubanos. La marca pidió disculpas dado que la campaña ofendió a muchos internautas. (Foto: Twitter)

Nunca pudo abordar el avión que lo conduciría de Cancún a la frontera con los Estados Unidos. Ahora mismo, el sobrino de mi amiga está preso en el Instituto Nacional de Migración de México, un órgano técnico de la administración pública federal, dependiente de la Secretaría de Gobernación, ampliamente criticado ante el mundo por su perfil policíaco, infiltrado por el crimen organizado, que favorece la ilegalidad y la corrupción y tolera los abusos cometidos por servidores públicos y delincuentes. Si esta información es cierta o no, ya son muchos los que la conocen y replican, y cuando el río suena…

Al sobrino de mi amiga lo conducen fuera de su celda una hora al día para que tome el sol. Las llamadas a la familia son de apenas cinco minutos. Nadie le da información cuando pide hablar con los superiores, alguien al mando. Allí, explica en escuetos mensajes, son cientos y cientos de inmigrantes en su misma situación: ilegales.

Por las cuentas y los cuentos de mi amiga, este riesgoso viaje tiene el valor de diez mil dólares. Ella me confiesa que tiene ganas de meter las manos por la apk de su teléfono y ayudar de alguna manera a su sobrino. Solo le queda aguardar. A ella y a otro grupo enorme de mujeres cubanas, que vieron partir a sus seres y solo esperan por ese soplo de vida entre llamada y llamada telefónica. Las Penélopes cubanas, con mucho de mártir, pero poca certidumbre.

Se va haciendo cotidiano el hecho de la migración en Cuba, no por ello menos doloroso. Menos agresivo. Escucho comentarios que van desde la impericia de algunos al admitir que se irían hasta en una caja de cartón de ser posible, hasta lo impropio de asegurar que solo en Cuba se quedan los que no tienen el dineral que implica la travesía.

Jamás pondría en tela de juicio a los padres que someten a sus hijos a semejante viaje ante lo incierto: oficiales de migración, selvas, ríos a cruzarse en la madrugada. Pero «algo» mayor está sucediendo y a ese «algo» no se le está dando la cara. Sobre ese «algo» no se está hablando y tampoco veo la solución a corto, ni mediano plazo. No escucho datos, ni fuentes confiables oficiales, de cuántos cubanos están viajando día a día más allá de nuestra isla. Más allá del suelo firme en que se nació.

Y la batalla personal por el Edén soñado se ha convertido en otro eje temático, paralelo a las escaseces, a la precariedad con la que muchos están lidiando. Y es preocupante, muy preocupante. Porque en situaciones así, salen a la superficie las mejores posturas de los hombres, pero también la mezquindad.

Creo entonces que definitivamente y a no muy largo plazo, la familia cubana saldrá muy lastimada. En ese edificio con seguridad, cuartos espaciosos, cocina para mil comensales y salidas de emergencia que es la familia, comienzan a resquebrajarse los cimientos. En muchos núcleos ahora mismo falta algún miembro y otros pronto se despedirán. Y atrás quedan los más ancianos, los desvalidos, los albañiles que forjaron los cimientos. Todos conocemos casos donde la familia en pleno vive fuera de Cuba y alguien se encarga de «los viejos» para quedarse a posteriori con la casa.

Repito que jamás pondría en tela de juicio el actuar de ningún semejante. Me remito a los hechos, tal cual los vemos a diario, más de lo que deseamos. El desespero impele a los seres humanos a la búsqueda de todo tipo de soluciones y la piel va quedando en el camino. Para nadie es un secreto que existen comunidades de cubanos en los más disímiles países de todos los continentes. De seguro que de aquí a unos añitos, los nativos australianos aprenderán a comer el congrí con mucha grasa y chicharrones de puerco, o las familias costeras en Surinam prepararán tamales para los almuerzos del domingo.

Posdata: Como una Penélope más esperaré a mi hijo, para apapacharle entre las telas de mi amor. Ojalá otras Penélopes cubanas puedan dejar de tejer también.

5 marzo 2022 14 comentarios 1.641 vistas
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CUBA-IGLESIA

La Cuba del futuro

por Julio Pernús Santiago 17 marzo 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

La «Cuba del futuro» es una frase atribuida al destacado director de cine Fernando Pérez para referirse a los casi quinientos jóvenes concentrados frente al Ministerio de Cultura el pasado 27 de noviembre para reclamar derechos de forma pacífica. El director de películas como Suite Habana e Insumisas dijo: «En esta acción pacífica frente al MINCULT, percibo el inicio de un nuevo lenguaje que le hace falta a la cultura cubana y a este país».

Ese día frente al Ministerio de Cultura se dieron cita algunos jóvenes laicos católicos y sacerdotes. Este artículo busca responder a la pregunta de por qué estaban ellos allí.

A raíz de la irrupción del internet en Cuba, se ha visibilizado la pluralidad de voces que luchan porque sus demandas de diferente índole –religiosas, de clase, género, raza, ambientalistas, ideológicas, artísticas– sean escuchadas por las instancias decisoras de la nación. Para entender el fenómeno, debe volverse a 1959 cuando inició el período denominado por muchos teóricos, como el sociólogo Juan Valdés Paz, «Revolución en el poder».

En cierta ocasión, el fallecido cardenal cubano Jaime Ortega me compartió una anécdota sobre una conversación que sostuvo en la década de los ochenta con el Papa Juan Pablo II, actualmente considerado santo por la Iglesia. Ortega le aseguró que la Revolución cubana era un proceso irreversible y el Sumo Pontífice le respondió que lo único irreversible en el mundo era Dios.

Cuba-Iglesia

El cardenal cubano Jaime Ortega y el Papa Juan Pablo II (Foto: Palabra Nueva)

En esa ocasión el debate permaneció en una esfera cuasi-religiosa, pero la idea defendida por el cardenal cubano y otros destacados intelectuales católicos, como monseñor Carlos Manuel de Céspedes o los laicos Raúl Gómez Treto, Juan Emilio Friguls, Enrique López Oliva y Wafrido Piñera, tiene elementos válidos, pues parte de que es imposible borrar o invisibilizar la historia que coronó el proceso revolucionario de 1959.

Es una corriente de pensamiento católico que considera como justicia social la derrota de Fulgencio Batista, luego de haber usurpado el poder mediante un golpe de Estado y establecer una dictadura en Cuba. No creían pertinente refutar la idea de la validez de la Revolución, sino que aceptaban su legado. Sus pedidos van en pos de cómo se puede hacer más democráticas las instituciones vigentes en el país.

Pero como todo proceso histórico, la realidad revolucionaria en el poder legitimó su propio camino a través de métodos que sustituyeron de diversas formas – no exentas de errores– a las instituciones que de la sociedad civil de la Cuba anterior e inmediatamente posterior a 1959. En su lugar, se crearon instituciones y organizaciones adscritas a la ideología de los viejos cuadros del Partido Socialista Popular (PSP) con una gran dependencia a la URSS. Es un proceso de institucionalización de la Revolución que se consolidó con la aprobación Constitución de 1976.

Lo que empezó a suceder hace varios años fue que esas instituciones «revolucionarias» comenzaron de a poco a perder su capacidad de aglutinar las bases sociales, producto a un desgaste sistemático de su estructura y tocadas también por la prolongada crisis económica que ha vivido el país con mayor fuerza desde la década del 90 y en la actualidad por la COVID 19.

Nuevos tiempos en Cuba

Entonces en el país ha surgido una nueva generación de cubanas y cubanos que ven cómo sus intereses religiosos, políticos, sociales y culturales, desbordan la institucionalidad tradicional y sus demandas van enfocadas en hacer más democráticas esas instituciones. Es ahí, en la búsqueda de procesos más inclusivos dentro de la institucionalidad existente, donde se puede ubicar la filosofía de los nuevos grupos de participación social católica como Pensemos Juntos o Areópago Cubano.

Una Iglesia en aguas turbulentas

Deben diferenciarse el surgimiento de estos espacios –en su mayoría virtuales– de articulación con inspiración católica de otras organizaciones emanadas de la misma espiritualidad, como Convivencia que tiene un perfil vinculado a pensar la política. No por esto carecen sus agendas de puntos en común.  

Ilustro con un ejemplo mi planteamiento: muchos de los nuevos grupos de inspiración católica que desde la Doctrina Social de la Iglesia intentan generar una voz para dialogar con diversos actores de la sociedad civil, estatales e independientes, no tienen entre sus postulados y objetivos el enfrentamiento al proyecto ideo-político de la Revolución.

Muchos de sus integrantes –destaco la diversidad de sus miembros– reconocen el legado histórico de ese proceso en Cuba. También un número considerable de ellos está en contra del bloqueo/embargo impuesto por los Estados Unidos.

Como expresó el fallecido Obispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice, durante la visita del Papa Juan Pablo II a esa ciudad oriental, es necesario «no confundir la Patria con una Ideología». La guerra civil que logró el triunfo de 1959 tuvo como artífices a muy diversos sectores de la población, entre los cuales, por supuesto, se cuentan numerosos católicos –vale mencionar, al laico José Antonio Echeverría o al Comandante/Sacerdote Guillermo Sardiñas.

Estos grupos de católicos, en su mayoría jóvenes, no deben ser encuadrados –como casi ningún otro grupo– dentro de la dicotomía «Revolución/Contrarrevolución». Si bien tienen demandas dentro del espectro político, muchas están vinculadas con el desbordamiento del cauce institucional que el sistema político ofrece para su representación.

El plano educativo puede demostrar esto: si se le pregunta a algún joven católico si está a favor de que la educación sea gratuita y universal, la respuesta seguramente será afirmativa. Sin embargo, esa persona que ha sido formada en el sistema educativo socialista probablemente se cuestiona el por qué sus hijos no pueden ser educados dentro de un currículo escolar que incluya religión –en un sentido amplio– y tenga una menor carga ideológica.

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La Iglesia Católica cubana ha incursionado en algunos proyectos educativos. (Foto: Palabra Nueva)

La Conferencia Episcopal Cubana en su último Mensaje de Navidad pidió «que no tengamos que esperar a que nos den desde arriba lo que podemos y debemos construir nosotros mismos desde abajo». Estos movimientos que vinculan tanto a consagrados como a laicos en su mayoría menores de 40 años, se han solidarizado con otros grupos de la sociedad civil, como el 27N o los periodistas independientes, en pos de dar un impulso a temas sociales –desarrollo económico, raza, medio ambiente, clases, libertad religiosa– que tienen escasos canales oficiales para formular propuestas desde la pluralidad.

Para construir una Cuba mejor

En los espacios que pretenden impulsar debe primar la igualdad política y social, entendida como «la libertad política con capacidad de auto-organización, de contestación, de creación y de participación respecto a las decisiones estatales, con poder de decisión de los ciudadanos/trabajadores sobre los procesos que afectan sus vidas; y por igualdad social, el despliegue de la justicia social, la lucha por la eliminación de la desigualdad y la pobreza, y no alguna clase de igualitarismo represivo».

Desde la lectura de la carta «He visto la aflicción de mi pueblo», escrita por sacerdotes y laicos y firmada por más de 700 personas, se vislumbra una visión de lo político como un mapa de la singularidad de cada uno de los actores sociales de nuestro país. Para el documento, lo político debe abogar por que el dialogo con los sectores opuestos a la visión del futuro de Cuba que tiene el Partido/Gobierno, no sea representado como un escenario de confrontación y el odio, sino de conciliación y amor.

Aunque parezca utópico, dentro de los mensajes entre líneas del documento puede leerse la convocatoria para que la institución oficial abogue conscientemente por su democratización. Esto le daría también participación a sectores no afines a la ideología del Partido Comunista, que podrían empezar a sentirse representados por ella.

Entre los grandes desafíos de estos espacios está el descubrir cuáles son los niveles de comunicación que desean manejar con respecto a otros actores. Es sabido que el modo en que nos comunicamos implica siempre una propuesta relacional. ¿Qué tipo de vínculo pretendemos crear –amistoso, competitivo, paternalista, etcétera–?

El Papa Francisco y la reforma moral de la Iglesia

Por el momento, el primer paso sería definir una estructura sólida de articulación y también localizar los horizontes a los que se desea llegar, paso complejo pues estamos hablando de procesos en construcción donde aún no existe un consenso sobre cuál será el rol de cara al futuro.

Otros desafíos para esos grupos católicos son los de pensar desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia cada acción a ejecutar, valorar el poder convocador de la oración –como expresión espiritual del movimiento–; saber poner el acento en las palabras precisas para que sin faltar a la verdad, se puedan construir espacios tangibles de diálogo.

Igualmente debe definirse la naturaleza de la relación a forjar con otros actores, basado en el respeto a las diferencias. Los líderes de esos procesos, muchos de ellos aún sin definir claramente, deben darle la importancia justa a su credibilidad y coherencia para evitar que sean vistos solo como movimientos clericales. Es clave dar desde estas plataformas ejemplos de solidaridad, donde laicos y consagrados se unan para construir en Cuba la verdadera amistad social.

Si se intentara describir esta nueva generación de jóvenes católicos sería bueno dibujarlos como sujetos entrenados en el arte de vivir entre fronteras, sobre todo por el desafío generacional que representa para sus familiares de mayor edad o con militancia dentro del sistema oficial, sus demandas y deseos de participar en la construcción de «la Cuba de futuro». Son muchachas y muchachos sin entrenamiento político y dispuestos a reescribir su historia desde una espiritualidad cristiana cultivada en los deseos de apostar por el bien.

Para muchos, lo que presenciamos es solo un entusiasmo juvenil católico cubano, pero si se leen con detenimiento las acciones realizadas, se da cuenta de la profundidad de los principios que las guían. Es esperanzador ver la dimensión espiritual de sus gestos, pues no tienen como centro el alcanzar beneficios materiales. Sus palabras parecen gritar que no hay evangelización sin los deseos de transformar para bien el mundo.

Para ellos, la acción de construir la justicia social en nuestra nación no encuentra sentido y finalidad en la sola aceptación y transmisión de un contenido conceptual, sino que implica necesariamente la transformación hacia la democracia verdadera. Esta democracia no es la que se queda en lo discursivo de las estructuras de poder que marginan y matan la otredad de la persona y la sociedad. Esa Cuba del futuro soñada por ellos huele a esperanza.

17 marzo 2021 37 comentarios 3.046 vistas
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paradojas

Paradojas de la juventud cubana

por Yassel Padrón Kunakbaeva 6 mayo 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

El filósofo alemán Ernst Bloch utilizó la palabra “asincronicidad” para referirse a la coexistencia, en un mismo tiempo y una misma sociedad, de diferentes formas de concebir la realidad que se suponen correspondientes a épocas diferentes. Es una categoría que muy bien se podría utilizar para Cuba, donde coexisten a la vez una realidad de Guerra Fría, y un sector de la sociedad que a nivel subjetivo ha dejado atrás ese paradigma, al sentir que este ya no responde a sus necesidades. Esta asincronicidad ha sido bien retratada en una conocida frase, esa de que actualmente hay muchas Cubas dentro de una misma Cuba.

Esta contradicción entre épocas que coexisten se hace especialmente traumática en lo que se refiere a las generaciones más jóvenes. Muchos de sus representantes se sienten ajenos al discurso del socialismo cubano, manifiestan rechazo a la propaganda oficial y buscan refugio en paradigmas de la cultura de masas globalizada y postmoderna. Sin embargo, esto no debería ser leído de forma simplista como un fracaso de la Revolución, o un avance de ideas conservadoras dentro de Cuba. Más bien se trata del resultado lógico de un éxito parcial.

El modelo de socialismo de Estado burocratizado que vio la luz en la URSS, principalmente de la mano de Stalin, ha sido descrito por Isaac Deutscher como un socialismo de analfabetos. Su modelo de sociedad, en el que esta es vista como una gigantesca fábrica en la que los cuadros del Estado dirigen todos los procesos, resultó ser eficaz para sacar a millones de personas de la pobreza, darles educación, etc., pero no para crear sujetos emancipados.

Esto tiene una explicación muy simple: en un primer momento lo que necesita toda persona es un grupo de condiciones mínimas que dignifiquen su vida, un techo, una escuela, un hospital, y cualquier sistema que le garantice eso será perfecto para ella; acto seguido, una vez satisfechas esas necesidades, esa persona querrá ser sujeto de la cultura, de la política, tener voz en las decisiones de la comunidad, y entonces chocará con ese mismo Estado, para el cual ella no debe ir nunca más allá de ser una pasiva estadística.

En Cuba se aplicó una versión del socialismo de estado burocratizado, el socialismo para analfabetos.

La experiencia cubana tuvo menos acento en el productivismo y la disciplina pero la misma pretensión de tutelaje eterno de la sociedad por parte de un Estado paternalista. Como era de esperar, los resultados han sido semejantes. Se ha logrado la hazaña de garantizar servicios sociales para todos durante décadas, lo cual ha permitido que los cubanos seamos como promedio más informados y saludables que la media latinoamericana.

Sin embargo, este modelo de Estado se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo material y espiritual de quienes no están en una situación de precariedad, sino que se encuentran en capacidad para hacer un aporte desde su creatividad, tanto a la economía como a la cultura y la política.

Entonces tenemos la paradoja de que el propio éxito de la Revolución se vuelve en su contra. El Estado, con sus servicios sociales, es el creador de sujetos que entran en contradicción con él. Dicho de otra manera, el mismo Estado al cual los individuos le deben parte de su bienestar, se convierte para estos en fuente de frustración.

Esta contradicción explota de manera particular en los jóvenes, que no vivieron el primer momento de expansión de bienes y garantías sociales, que consideran todo esto como un derecho dado por la naturaleza, y que se encuentran existencialmente en el segundo momento, el del sistema como obstáculo al desarrollo del individuo.

Lo que aquí se ve es el resultado de intentar construir una sociedad superior recurriendo a paradigmas obsoletos. En esta prehistoria del socialismo en la que vivimos, todo se ha querido resolver con paliativos y parches. Tanto el modelo de la gran fábrica como el del Estado-Padre pertenecen a épocas superadas del capitalismo, si no a un pasado más remoto.

Nunca ha existido un modelo de empresa socialista, solo camisas de fuerza administrativas para maniatar el mercado. Estos paliativos que en un primer momento resuelven problemas, se convierten en cascarones vacíos que son barridos por la historia, pues no dan a luz un nuevo principio de realidad.

El ideal marxista de que desaparezca la separación entre el Estado y la sociedad civil ha sido sistemáticamente malinterpretado. La idea original era que el Estado se disolviera en la forma de sociedad civil organizada, y hasta cierto punto se puede afirmar que en los primeros años de la Revolución Cubana la cosa iba por ahí. Sin embargo, desde entonces ha llovido mucho, y la ecuación se ha resuelto a favor del Estado. De un modo macabro, el ideal terminó justificando la petrificación de la sociedad civil bajo un paradigma de lo que es el Estado nada liberador.

Frente a lo que tenemos actualmente, es preferible defender la autonomía de la sociedad civil.

Esto nos lleva a las paradojas de la consciencia en los jóvenes cubanos. No es que en Cuba no haya jóvenes progresistas: por el contrario, tras sesenta años de Revolución Cubana, la mayoría de los jóvenes están de acuerdo con la universalidad de los derechos sociales, el aborto, la igualdad de género, e incluso se manifiestan en contra de las prácticas imperialista en el plano internacional.

La paradoja está en que no ven al Estado cubano como una fuerza progresista, al percibirlo como un obstáculo a su desarrollo individual, tanto económico como espiritual. Incluso a muchos que agradecen los beneficios sociales, les cuesta defender un Estado que tiene prácticas estalinistas, sobre todo en el modo de tratar a críticos y opositores.

Y aquí es donde está la tragedia, porque la Guerra Fría sigue existiendo, aunque algunos no quieran vivir en ella. El bloque de poder que se opone al gobierno cubano, o sea, el de las oligarquías latinoamericanas y la plutocracia norteamericana, es tan reaccionario y fascista que el gobierno cubano aparece como un aliado objetivo, casi una coraza protectora. Muchos no quieren verlo de este modo, porque estas elucubraciones de la geopolítica son algo lejano, y lo que se percibe existencialmente es al Estado como barrera, pero no por ello deja de ser real.

Para los jóvenes cubanos, esos a los que la Revolución ha hecho inteligentes, sanos y preparados, y que son los que se encuentran más representados en las redes sociales, el capitalismo liberal es muy atractivo. Es normal que así sea, porque el liberalismo postula una autonomía de la sociedad civil y del individuo que no encuentran en la sociedad que se ha construido en Cuba. Pero olvidan muchas cosas. Olvidan que no existe ese capitalismo abstracto y hermoso, sino formas reales de capitalismo que pueden ser desastrosas.

Es triste, porque parece que estamos en un proceso indetenible. Una parte importante de la juventud cubana cada vez más abraza los ideales del liberalismo, seducida por plataformas y formas de manipulación de la conciencia, sin darse cuenta de la catástrofe que sería que Cuba se rindiera en su pulso con el capitalismo realmente existente. Y muchos de los que perciben que hay valores positivos en la Revolución Cubana, se encuentran desmoralizados, sin argumentos para defender un Estado que no deja atrás su modelo burocratizado, y que se encuentra por debajo de las expectativas existenciales de toda una generación.

La mayor crisis del socialismo real es su falta de imaginación.

Todas las revoluciones han caído por no ser lo suficientemente radicales. Pero esto nos lleva a otro problema: ¿acaso se le puede exigir imaginación a un Estado que se bate todo el tiempo a la defensiva, entre bloqueos, deudas, desabastecimiento y ahora pandemias? No parece muy realista.

Esto me hace pensar que el bloqueo ha tenido otro impacto deseable para nuestros enemigos: aunque no ha logrado la rendición por hambre, ha sido efectivo en mantener al socialismo cubano como un prehistórico y nada liberador socialismo de guerra. Les basta sentarse a esperar, para ver cómo los mecanismos que creamos para defendernos nos destruyen desde adentro.

Analizar hoy lo que está pasando dentro de la mente de los jóvenes cubanos, equivale a asomarse al futuro. Los tiempos no están como para optimismos, y ninguna solución va a caer del cielo.

6 mayo 2020 34 comentarios 505 vistas
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Llegamos a 5 millones de visitas

por Consejo Editorial 20 enero 2020
escrito por Consejo Editorial

El 2020 es un año de aniversario cerrado para este blog. Se cumple en unos meses su primera década en el espacio digital. Hoy, además, acabamos de arribar a los cinco millones de visitas. Sabemos que esta es una cifra engañosa, no desde la estadística sino desde la cercanía con los lectores, que ha sido varias veces superior.

Ya sea a través de listas de distribución de correos, de boletines electrónicos o de personas que residían fuera de Cuba y enviaban los artículos a sus amigos cuando aún Internet por datos móviles era una aspiración, de un dispositivo de almacenamiento a otro; por cualquiera de estas vías, LJC fue potenciando un espacio de análisis y debate sobre la realidad insular que se echa de menos en la prensa y los medios oficiales. Representa diversas perspectivas y enfoques acerca del devenir de este país, que tienen en común la aspiración de una Patria independiente y próspera.

Contamos con seguidores fieles entre compatriotas de dentro y fuera, jóvenes y personas de la tercera edad, profesionales o no. Nuestra relación con ellos es cercana, porque además de los foros abiertos al debate, intercambiamos mediante nuestros correos personales. Así han surgido amistades entrañables, temas sugeridos e, incluso, colaboraciones de artículos.

Los creadores de este espacio fueron Harold Cárdenas, Osmany Sánchez y Roberto Peralo. En el camino se han sumado otras voces, no siempre coincidentes en todo, pero dialogantes, respetuosas, propicias al intercambio. Nos identifica como género fundamental el artículo de opinión. Los temas que abordamos son amplios: económicos, históricos, políticos, ideológicos, con enfoque de género, sociales y culturales en su más amplia acepción.

En este doble aniversario, el equipo de LJC se dirige a los lectores:

Harold Cárdenas:

Creamos LJC en 2010, de noche, en una universidad, porque era la única forma de conexión a Internet que teníamos y era esa la hora en que se accedía a WordPress. Este año cumplimos una década con el doble de integrantes que había inicialmente y publicando cada día. Hemos tenido mejores y peores relaciones con el Estado (algunos funcionarios insisten en injuriarnos), medios de oposición nos han acusado de militares escribiendo en un búnker y luego de oficialistas, pero los suscriptores por correo electrónico son miles y ya alcanzamos los 5 millones de visitas. Fundamos LJC cuando yo tenía 24 años, hoy tengo 34, hasta ahora sigue siendo la obra de mi vida. Tenga eso en mente quien crea que este proyecto va a desaparecer en fecha cercana o que mi presencia en él es negociable. Muchos han intentado callar a LJC desde distintas posiciones políticas y razones, toca decirles como dijera Aponte a Guiteras antes de dar su vida, muy cerca de donde fundamos este proyecto: «antes de rendirnos, nos morimos».

Mario J. Valdés:

Mis placeres intelectuales eran dar clases y escribir sobre Martí e historia de Sancti Spíritus. Los asuntos cubanos me abrumaban, y colmaban muchas conversaciones, pero no sabía cómo influir sobre ellos hasta descubrir LJC. Más que un blog, es todo un medio de comunicación donde compartir puntos de vista sobre la realidad de la Isla y el mundo desde perspectivas de izquierda, críticas y novedosas. Que tengamos cinco millones de visitas y muchos nos lean, promocionen y discutan por otras vías, es un placer y un compromiso inmensos por el que vale la pena seguir aquí.

Yassel Padrón:

El socialismo no se trata solo de que los pobres y los agobiados reciban su pedazo de pan, sino también de que cada cual pueda hablar con la dignidad de su propia voz. Eso es algo que han ocultado desde hace mucho tiempo los partidarios de un modelo de socialismo de Estado, en el cual se menosprecia el derecho a la libertad de expresión.

Los sectarios y los censores se merecen una piedra con la que romperse los dientes al masticar. La Joven Cuba, entre aciertos y desaciertos, ha intentado cumplir con esa misión histórica.

Alina B. López:

Conocí a los editores de La Joven Cuba mientras trabajaba en la Universidad de Matanzas. Me mantuve por mucho tiempo como una lectora no muy sistemática del blog y rechacé con amabilidad sus solicitudes de colaboración. Consideraba un poco presuntuoso el convencimiento de aquellos muchachos en que los medios digitales eran la vía para proponer una transformación de la sociedad y la política cubanas. Discrepé con Harold muchas veces, casi le sermoneaba, al insistir en que los medios que la gente consumía masivamente debían encabezar las transformaciones, que todos no podían navegar por Internet y que el tradicional periódico o los noticiarios televisivos tendrían que asumir una postura más crítica y activa, exigida incluso por el gobierno.

El blog LJC cumplirá una década en el 2020; yo también cumplí cada uno de esos años y he dejado atrás mi actitud anterior. Hoy estoy convencida de que el número de cubanos que accede a Internet se incrementa, y he renunciado a la esperanza de un cambio inmediato en nuestros medios de prensa, que parecen vivir en un aislamiento casi absoluto respecto a la realidad. Constaté también que saludables costumbres como la polémica, y la contrastación de ideas son normales en la blogosfera. Desde el 2017 me incorporé al equipo de LJC y creo que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Gracias a mis colegas del equipo y a los lectores.

Gabriela Mejías:

Descubrí La Joven Cuba por esas casualidades de la vida, cansada de consumir noticias del acontecer nacional sin análisis. Se convirtió en un ritual que, café por medio, solía leer a las mañanas. Sin conocer su historia ni a sus integrantes, me veía reflejada en sus sentires. Una Cuba joven, mixtura de críticas contemporáneas y apegos a antiguos fundamentos, innegociable. Me acerqué a este equipo con el objetivo de aportar una mirada con perspectiva de género y me recibieron con los brazos abiertos. Sigue siendo una aventura, en la que los vítores y las querellas contra mentes retrógradas, nos muestran el termómetro de una Cuba que no para de crecer. Gracias por la confianza a las personas que nos leen y acompañan en este viaje de debate; en el intento de cambiar todo lo que debe ser cambiado.

Giordan Rodríguez:

Mis maestros de la radiodifusión me enseñaron que lo más importante es el perceptor: el oyente en aquel caso, el lector aquí en LJC. Pero que uno no debe caer en la trampa de reducir el perceptor al grupo que, con mayor insistencia, llama al programa, hace peticiones o emite sus puntos de vista. Todos son importantes, y necesarios. Tanto los que habitualmente escriben en nuestro fórum como los que leen, y discrepan o asienten en silencio.

Hace uno días estuve en el cumpleaños  de un amigo economista  donde había una doctora, un oficial retirado del MININT, un funcionario de la aduana, una cocinera de una unidad militar, un ex capitán de la extinta Flota Cubana de Pesca, un diseñador gráfico, una enfermera… Todos eventualmente leían LJC y, de diversos modos, me hicieron saber que el blog se lee en sus ámbitos de relaciones. Y esa es una victoria de este espacio, de quienes lo siguen, y hasta de quienes no quisieran “tocarlo ni en canciones”. Muchas gracias.

20 enero 2020 36 comentarios 577 vistas
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Juventud revolucionaria vs filosofía de la parálisis

por Alina Bárbara López Hernández 18 diciembre 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La generación del treinta no lo fue solamente por la diferencia cronológica con sus predecesores. Lo que la convirtió en una generación fue su carácter transgresor, pues, como afirmara con acierto Joel James Figarola era un grupo en proceso de fractura generacional con quienes habían detentado “el monopolio político del mambisado” y sus principios rectores: caudillismo y dependencia: “al desembridarse de la guía de los viejos caudillos, rechazar la instrumentación por la cual esta se realizaba y romper con la ascendencia mágica de unos y otros sobre la política cubana, los hombres del 25 están cometiendo el acto de toma de conciencia, reafirmación propia y definición de posibilidades y deberes más importantes en toda nuestra historia republicana”.[1]

Mucho tuvieron que batallar para rechazar la “ascendencia mágica” de aquellos hombres que, en verdad, fueron los líderes de una revolución independentista, pero que ya, tras años de desgaste, habían envejecido, y con ellos una retórica discursiva inoperante que condujo al país a un callejón sin salida.

La juventud debía romper con el control absoluto del grupo de poder que dirigía la política en Cuba, pero para ello debía despedazar también su discurso monopolizador de la verdad. Lo primero fue lograr medios de expresión propios, que reflejaran sus aspiraciones, promovieran el debate en torno a sus inquietudes —culturales y cívicas— y gestaran aptitudes de pluralidad y contrastación de ideas como vías para encauzar las transformaciones que necesitaba Cuba. Actitudes como la Protesta de los Trece, grupos como el Minorista, publicaciones como Venezuela Libre —después América Libre—, Social, Avance, Política, entre otras, serían las encargadas. Sobre la necesidad de transparencia informativa se pronunciaba en 1928 Revista de Avance: “La conciencia de un pueblo no puede madurar si se le tiene de continuo sujeta a una tutela, ni mejorará su salud porque se le prescriban dietas de información. Tenemos que cultivar nuestra facultad de discriminar, y para ello es menester que se nos permita acceder al mayor volumen posible de elementos de juicio —justos o errados, bien o mal intencionados”.[2]

La segunda barrera a destruir para definirse como generación sería la filosofía epocal. La generación del treinta se había formado bajo la influencia teórica e ideológica del Positivismo, corriente filosófica que desempeñó en nuestro continente una función progresista, dada su confianza en el desarrollo de las ciencias, la cultura y la sociedad; el énfasis en el papel de la educación; y su apego a las concepciones del liberalismo. Sin embargo, había un elemento que la tornaba conservadora; era su concepción del desarrollo, que estuvo signada por la casi reverencial admisión de una especie de fatal e inexorable destino humano hacia el progreso, que hacía innecesaria la ruptura violenta del orden. En momentos de crisis económica, cada vez mayor dependencia al capital norteamericano, y gran corrupción política, el Positivismo había agotado sus propuestas.

No obstante, como veremos, la ruptura no estaría libre de errores. El rechazo a los viejos políticos y a su visión positivista de la sociedad cubana se llevó a extremos, con la manifestación entre los nuevos intelectuales de una respuesta filosófica marcada por el pesimismo y el apoliticismo. Esta emergió, más que como una corriente, cual un conjunto de tendencias y posiciones que tuvieron como característica común el espiritualismo o irracionalismo. Sus propuestas se basaban en la búsqueda de la espiritualidad; en ideas románticas sobre las culturas autóctonas del continente americano; en rescatar la sensibilidad, el misticismo, la belleza y la emotividad. Fue loable su interés en recuperar al hombre como centro de las inquietudes filosóficas, su humanismo, y los aportes que realizaron a la teoría de los valores y a la axiología en general. A estas concepciones se debió el rescate del pensamiento martiano y su verdadera difusión en Cuba.

La Revista de Occidente, dirigida por el filósofo español José Ortega y Gasset, fue responsable de la difusión en Cuba de esas ideas, en gran parte provenientes de Alemania. Particularmente, la influencia de la obra de Hermann Keyserling (Livonia, 1880–Austria, 1946), fue notoria en esta etapa. Ese filósofo y ensayista fue una de las personalidades más distinguidas de la cultura europea de su época. Se interesó en las ciencias naturales y efectuó un periplo alrededor del mundo en 1911, del que resultó su obra más célebre, Diario de viaje de un filósofo (1925), que describía sus visitas por Asia, América y Europa del Sur, y establecía comparaciones entre pueblos, culturas y filosofías. El pensador alemán se había convertido en un crítico del materialismo occidental, al que oponía como disyuntiva más atractiva la búsqueda de la perfección interior, tan propia de las filosofías orientales. El artículo “Hermann Keyserling, universitario”, publicado en Revista de Avance planteaba:

[…] No debemos esperar la reforma de los factores externos. El mal, la decadencia, está en nosotros mismos. La lucha debe entablarse contra nosotros mismos […] La revolución debe operarse en cada uno de nosotros; no en cada grupo, en cada clase […] La perfección interior se traduce mejor en individualidades que en multitudes.

[…] Nosotros no somos agnósticos. Necesitamos un nuevo mito, nuevas creencias. Nuestra fe no se limita a simples afanes científicos. Buscamos algo más hondo, más vital […]  Necesitamos nuevas concepciones religiosas y éticas […] debemos tender a la perfección interior de cada uno de nosotros. Despertemos nuestro yo interior.[3]

El desencanto por la república de generales y doctores, al combinarse con la idea de que lo “lo explicativo va predominando sobre lo agitador”, y de que el progreso debía entenderse como cosa  “hacia dentro” y no como el despliegue de las fuerzas externas —según afirmara Medardo Vitier en una reseña—[4], se convertía de este modo en una filosofía de la parálisis. Ciertamente, no existe nada tan conservador, tan sutilmente desmovilizador para las sociedades en crisis, necesitadas de cambios estructurales y de transformaciones profundas; que la apelación a un cambio de mentalidades, al rescate de valores o a la defensa de mitos y conceptos. Esto sería invertir el axioma materialista de que las personas piensan de acuerdo a como viven, y sugerir que transmutar las formas de pensamiento es suficiente para una evolución de la vida material de las sociedades.

La influencia de esas tesis se descubre en intelectuales progresistas como Waldo Frank, ensayista norteamericano y amigo del pensador marxista peruano José Carlos Mariátegui, que lo recomendara a la intelectualidad de la Isla durante la visita del primero, a fines de 1929. El norteamericano impartió tres conferencias en la Institución Hispano Cubana de Cultura; entretanto, los avancistas fueron excelentes anfitriones, le dedicaron un almuerzo y publicaron en su revista el mensaje a la juventud cubana:

Aceptad vuestra entera generación como un punto de transición, como una crisis de prueba, como un estado embrionario. […] Vivid hondamente, secreta, voluntariosa, astuta, nutriciamente, como ha de vivir el embrión. Conoceos a vosotros mismos, cultivaos, haceos mejores: preservad la semilla de la acción heroica, que está en vosotros. No la dejéis perecer porque no haya llegado aún su hora de alzarse al sol. Si persistís en vuestra vida embrionaria durante otra generación, Cuba nacerá por vosotros […]. Y, sobre todo, no exijáis resultados. Los resultados están en el mañana. Vosotros sois el hoy […].[5]

Algunos aceptaron esta propuesta. En cambio, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, Gabriel Barceló, Raúl Roa, Antonio Guiteras, Juan Marinello, y otros intelectuales revolucionarios decidieron ser el hoy y no el mañana de su tiempo. Porque para convertirse en una generación no se puede esperar al futuro.

[1]Joel James Figarola: Cuba 1900-1928. La República dividida contra sí misma, Arte y Literatura, La Habana, 1976, p. 265.

[2]  “Directrices”, Revista de Avance, no. 24, 15 de julio de 1928, p. 171.

[3] Jorge Núñez Valdivia: “Hermann Keyserling, universitario”, Revista de Avance, no. 13, 15 de octubre de 1927, pp. 12-13 y 25.

[4] Medardo Vitier: “El mundo que nace [de] El conde de Keyserling”, Revista de Avance, no. 19, 15 de febrero de 1927, pp. 57-58.

[5] “A la juventud cubana”, Revista de Avance, no. 42, enero de 1930, pp. 5-6.

18 diciembre 2019 21 comentarios 403 vistas
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Cuestión de condiciones

por Miguel Alejandro Hayes 13 septiembre 2019
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Un máster. Un doctorado. ¡Un diploma!

Aquí no se pronuncia toda la dimensión de la inconformidad si no se cuenta con el aval de “persona apta para pensar”, y que varía según el área del saber. Primero, hay que tener el porvenir seguro, luego, a criticar con la valentía de magnitud nunca conocida en otros tiempos.

No pocas de las figuras –dentro o fuera del país— que en el presente tienen sabias y doctas reflexiones críticas –incluso radicales y opositoras—, en el pasado miraron para otro lado y callaron a conciencia ante una injusticia; o se pronunciaron en contra de lo mal hecho solo hasta que les fue permitido; o dieron charlas y repitieron sin creerlo el bodrio ideológico desfasado que tocaba decir; o luego de enseñar a sus alumnos dónde estaba el mal, dijeron en público que solo había bien –quizá antes hubo un regaño en una mesa con un oficial o funcionario—; o tomaron un carné a pesar de rechazar la carga de desprestigio reflexivo que le veían; o defendieron los más positivos e indigeribles dogmas marxistas-leninistas.

Todo ello, en lo que esperaban a publicar sus libros; o a que les llegara el (los) viaje(s) que podían obtener; o a dictar magistrales conferencias; o a recibir reconocimientos institucionales; o a obtener sus títulos y grados.

Tampoco es raro ver además cómo cada año se gradúan jóvenes que no aguardan tanto y en cuanto pueden –en dependencia de sus metas y de cuando se sientan en condiciones—, dicen lo que realmente piensan y que no lo hicieron antes porque querían terminar de estudiar y superarse “tranquilos”. Estos son de los que menos esperan, pero funcionan bajo la misma lógica.

Tal vez por eso, el pedido democrático para el sistema político cubano –que no es oposición, sino que es algo asumido desde la misma izquierda en su absoluta mayoría—, es de poco impacto y visto como lo que su propio sostén muestra, una fantasía de la “intelectualidad que siempre está en las nubes”.

Y es que, ¿cómo creer en ideas cuyos defensores no la siguen hasta las últimas consecuencias, que luchan luego de tener asegurada la carta bajo la manga que permita en caso de que salgan mal las cosas, ir a alguna universidad, centro o empleo “intelectualmente digno” fuera del país, o adentro, pero auspiciado desde fuera?

Esperar a ser formalmente un intelectual, no parece ser una actitud de pureza revolucionaria, y pone en duda si aquello en lo que se deposita la energía es en verdad necesario, en la medida que solo se combate desde ciertos espacios de resguardo profesional que se construyen. Claro está que algunos ni con doctorados y honores se atreverán a decir, pero el silencio no convierte al murmullo en grito.

Ello no quita que sea importante desde el punto de vista de la correlación de fuerzas, el papel que ejercen esas voces desde su condición de intelectual con su crítica –y desde la oposición, algunos— al hacerle contrapeso a los excesos partidistas. Lo que señala que una parte no despreciable de la acción política se concentra en la intelectualidad. Por otro lado, que esta se nutre –no en su totalidad y a lo mejor ni siquiera en su mayoría— del sujeto que, esperó a tener su patente por si se complicaba, que no jugó todas sus cartas, que si ahora sale o lo sacan del juego, no será su fin.

Así pudo verse en la reciente recogida de firmas digitales para apoyar el documento en el que se condenaba la discriminación por ideología política en las universidades cubanas. Ahí, salvo rarísimas excepciones, las personas sobre las que caía el peso principal de la misiva y que públicamente anunciaron el apoyo con su rúbrica, eran ya posicionadas y consagradas en sus respectivos campos, cuyo futuro ya es difícil tronchar porque son “alguien en la vida”.

No se trata de que en ese sector esté la mayor radicalidad y valor para expresarse, sino que ahí se reúnen los que poseen determinadas garantías profesionales –comparados con otros— para actuar.

Firmaron estudiantes universitarios, claro. Pero no era conveniente según la auto-percepción de estos, hacerlo saber en la web. De la misma forma, a otros tantos pupilos les hubiese gustado colaborar, o participar críticamente en el debate actual a través de sus redes, pero ellos también esperan a obtener el aval que los certifica como verdaderos profesionales para dar su grito al viento.

Así, la actividad –y no tiene que ser revolucionaria— cívica del criterio, de participar conscientemente en el debate público y en las dinámicas discursivas de mantener/modificar el pacto social y que es propia de los jóvenes –y que en nuestro país hay una larga tradición de ello— deberá conservarse para “cuando se pueda”.

La edad promedio de rebeldía la hemos desplazado hacia pasados los cuarenta. El joven cubano rebelde de hoy, ejercerá la suya cuando duplique su edad y ya tenga un máster, un doctorado, ¡un diploma!

(Tomado de La Trinchera)

13 septiembre 2019 35 comentarios 493 vistas
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Una red para conectarlos a todos

por Yassel Padrón Kunakbaeva 19 agosto 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

En las últimas semanas, las redes sociales en Cuba han estado calientes con un tema en particular: SNET. Probablemente muchas personas, sobre todo de las generaciones más adultas, no sepan lo que es SNET, y nunca lo hayan oído mencionar, pero para que se hagan una idea, se trata de un proyecto que a lo largo de más de 15 años ha logrado reunir alrededor de veinte mil jóvenes, trabajando juntos y colaborando. Desde el 29 de julio pasado, la puesta en vigor de un grupo de Resoluciones del Ministerio de las Comunicaciones (MINCOM) puso a SNET al borde de la desaparición, y eso desencadenó una serie de acciones y respuestas, las cuales fueron politizadas desde diferentes posiciones.

Hemos sido testigos de un nuevo round en la lucha entre el Estado y la oposición por ganar la hegemonía sobre los movimientos de la sociedad civil.

¿Qué es SNET?

SNET, cuyas siglas son una abreviatura de Street Network (la red de la calle), es una intranet construida de manera artesanal, y que abarca gran parte del territorio de La Habana. Surgió de manera espontánea, ante la falta de conectividad existente, con el fin de jugar videojuegos en red y de compartir información interesante. Desde entonces ha crecido exponencialmente, convirtiéndose en una de las mayores experiencias de autogestión en el siglo XXI cubano.

La red se caracterizó en sus inicios por el carácter descentralizado. Fueron surgiendo en diferentes sitios redes independientes, que encontraron luego el modo de interconectarse. Para llevar a cabo la conexión, los mismos usuarios fueron consiguiendo los equipos necesarios: los AP, los equipos Ubiquiti, nanos y cables. Se fueron desarrollando a medida que entró tecnología más moderna. Con el tiempo, se hizo habitual ver cables a galope sobre calles y edificios:

Los cables de SNET conectando a miles de cubanos.

SNET llegó a ser más que una red. Con el tiempo, se convirtió en una parte fundamental en la vida de muchas personas. Los amantes de los videojuegos pudieron interactuar entre sí en tiempo real desde cualquier lugar de la capital. También pudieron compartir en foros y descargar series. A través de la red han surgido amistades duraderas e incluso relaciones de pareja. Un auténtico fenómeno de masas.

Por supuesto, no todo ha sido color de rosa. Una vez que se consolidaron los principales pilares (puntos centrales de conexión) y se oficializó el pago de una contribución, SNET se centralizó. Hubo pugnas de poder entre los diferentes administradores, la red se dividió en dos, y hubo altercados desagradables, con el problema del dinero en el fondo.

Sin embargo, hay que reconocer que SNET siempre fue fiel a algunos de sus principios fundacionales: uno de ellos, no compartir información relacionada ni con política, ni con pornografía.

El conflicto

El 29 de julio de 2019 entraron en vigor las resoluciones 98 y 99 del MINCOM. Estas habían sido promulgadas algunas semanas antes, como parte del proceso de informatización de la sociedad cubana. Entre otros puntos, las resoluciones implicaban una serie de normas para la creación y utilización de redes particulares, llevando un nuevo orden a un mundo que hasta ese momento había estado en la alegalidad. Los días en los cuales SNET podía crecer de manera silvestre llegaron a su fin.

Entre los puntos más impopulares de las resoluciones, estuvo la imposibilidad de utilizar un cableado que pasara por encima de las calles, ni siquiera tratándose de pequeñas entrecalles, así como las limitaciones a la potencia de los equipos, que solo podrían tener como máximo una potencia de 100 mW. Ambas medidas golpeaban al corazón de SNET: su capacidad para conectar a los usuarios.

Para que pueda entenderse: al no poder pasar cables sobre las vías públicas muchas personas no podrían conectarse aunque la red pasara por el frente de su casa. Pero lo peor era lo de la potencia máxima de los equipos, pues con una potencia tan baja como la que planteaba la resolución, resultaría imposible mantener conectados los distintos nodos de SNET. El paradigma que contenían las resoluciones era el de una multitud de pequeñas redes privadas sin fines de lucro y desconectadas entre sí.

Ante estas resoluciones, desde el primer momento la Administración de SNET comenzó a buscar alternativas. Fue entonces cuando prepararon algunos documentos con propuestas para modificar las resoluciones, así como con posibles salidas que permitieran la supervivencia de la red, las cuales fueron entregados al ministerio. Sin embargo, en un primer momento, la respuesta del MINCOM fue escueta y gélida: iban a analizar los documentos entregados.

En la mañana del 9 de agosto se llevó a cabo una reunión entre las autoridades del ministerio y algunos administradores de SNET. En esa reunión no se llegó a un entendimiento. La actitud de los funcionarios del ministerio no fue la mejor, simplemente se les informó a los administradores que las resoluciones iban a ser aplicadas y que aquellos que no las acataran recibirían actas de advertencia. No se planteó ningún tipo de colaboración. Por el contrario, se les notificó que los Joven Club sustituirían a la red en la oferta de servicios de conexión, para lo cual comenzarían a realizarse pruebas piloto.

El resultado de esa desafortunada reunión fue la convocatoria, por parte de los administradores de SNET de una reunión en las afueras del Ministerio de Comunicaciones para el sábado 10 de agosto, para protestar por las resoluciones e intentar abogar por una solución. A partir de ese momento comenzaron a calentarse las redes sociales. Al haber una manifestación pública de rebeldía, el problema de SNET comenzó a entrar en el radar de los diferentes actores interesados en fomentar o apaciguar cualquier desestabilización en Cuba.

Durante la mañana del sábado, muchos jóvenes llegaron a las afueras del Ministerio de las Comunicaciones. Fue solo una pequeña fracción de los miles de personas conectadas. Aun así, eran suficientes. Varios funcionarios del ministerio dieron la cara, intercambiaron con los jóvenes y se comprometieron con encontrar una solución.

Los medios oficiales cubanos nada contaron sobre lo que allí ocurrió. Sin embargo, parte de la oposición, que en los últimos años ha ganado en versatilidad y capacidad de respuesta, estuvo allí esa mañana. El medio opositor 14 y medio fue el primero en cubrir in situ lo ocurrido aquel día.

Estrategias cruzadas

A partir del sábado 10 de agosto, el problema de SNET se convirtió en una prioridad para varios grupos de la oposición cubana. Para nadie es un secreto que su estrategia en los últimos años consiste en acercarse a otras luchas auténticas de la sociedad cubana, para cooptarlas y así darle una base social a su activismo contra el sistema y el Estado cubanos. Esa táctica ya les salió bien el 11 de mayo con el movimiento LGTBIQ, en lo que probablemente haya sido su mayor victoria en los últimos años.

La oposición se dio cuenta inmediatamente que, si lograba hegemonizar la lucha de SNET, iba a tener acceso a una base social de miles de jóvenes cubanos de todos los estratos sociales. Era un manjar muy suculento. Por ese motivo, comenzaron a darle cobertura a la lucha, entraron a sus grupos de Facebook, crearon grupos de WhatsApp, e incluso encontraron aliados entre los más intransigentes de los usuarios de SNET. Violándose una de las reglas fundacionales de la red, se volvió habitual en ciertos grupos mezclar la lucha por la existencia de SNET con mensajes contra el sistema.

Frente a esa estrategia, vale reconocer que el Estado y el MINCOM actuaron de una manera cualitativamente superior a como se actuó en los sucesos del 11 de mayo. El mismo domingo 11 de agosto hubo otra reunión entre funcionarios y administradores de la red, en la que se llegó a un nuevo acuerdo: las resoluciones no se verían modificadas, pero se trabajaría de conjunto con SNET para pasar parte de sus servicios e infraestructura a la nueva red que crearían los Joven Club de Computación. Se les ofreció a esos administradores la posibilidad de convertirse en colaboradores de los Joven Club y recibir un salario por ello y se les hizo saber las ventajas de la nueva red, que abarcaría a todo el país y contaría con fibra óptica.

En un primer momento, la respuesta de los administradores de SNET no fue unitaria. Mientras los del Cerro aceptaron la nueva realidad y comenzaron a trabajar codo con codo en las pruebas conjuntas con los Joven Club, los de otros lugares se declararon en rebeldía y convocaron otra reunión frente al MINCOM para el sábado 17. En el fondo, seguían doliendo los aspectos más ásperos de las resoluciones, el tema del cableado y de la potencia máxima. Unido a que no todos los usuarios viven cerca de un Joven Club.

Nada podía ser más del gusto de la oposición que la convocatoria a otra manifestación pública. Es por eso que redoblaron esfuerzos en la creación de un clima de opinión favorable a la desestabilización. Los grupos de WhatsApp tuvieron un papel fundamental.

Por otro lado, la injerencia de personas de la oposición que reciben dinero de los fondos norteamericanos para el cambio de régimen, le dio un motivo al Ministerio del Interior para intervenir y hacer fuertes llamados a varios administradores para que se abstuvieran de cualquier manifestación contra el gobierno. Como en todo conflicto, siempre paga algún inocente.

Lo importante es que, al mismo tiempo que esto ocurría, el MINCOM se acercó a los diferentes pilares de SNET y logró atraer hacia su propuesta a los administradores. La solución negociada, por encima de las imposiciones. Se le dio la posibilidad a los que gestionaban SNET de participar en la construcción de la nueva red de los Joven Club. Colaboración como respuesta a la confrontación.

Al final, los grupos opositores se quedaron sin base social, y ya para el sábado la reunión pública no era recomendada por la inmensa mayoría de los administradores de la red. Algunos fueron de todas formas, por intransigencia, o porque no se enteraron de los cambios de posición de los administradores, pero fueron recibidos en el interior del Ministerio de Comunicaciones y se conversó con ellos con tranquilidad.

Lo cierto es que, durante la semana previa al 17 de agosto, la mayor parte de los administradores de SNET se pusieron a trabajar con los Joven Club, poniendo a punto los servidores y añadiendo servicios. El viernes 16 de agosto apareció un artículo en el sitio oficial del MINCOM en el que Pedro Ernesto Pérez, conocido en la red como “Doom”, explicó algunas de sus impresiones sobre el proceso, y explicó que se continúa buscando alternativas para que, dentro de los marcos de las resoluciones, no se quede nadie desconectado. Entre esas alternativas está la conexión a través de puntos wifi de Joven Club, ubicados en diversas instituciones del MINCOM. También informó que se están transfiriendo a la nueva red los principales juegos y servicios de SNET.

Esta vez el Estado ganó la partida.

Los reprimidos

Desde el sábado por la mañana, Twitter no descansó: pudieron verse imágenes y audios de la actuación de la Seguridad del Estado, que hizo un fuerte despliegue para evitar que muchas personas salieran de sus viviendas y pudieran ir a la manifestación pública frente al MINCOM. Sin embargo, el grueso de los que sufrieron la represión ese día, no fueron muchachos de SNET.

El Estado intentó retener un espectro diverso de personas, algunas que  ya han roto sus lanzas contra el sistema cubano, a las que no les importa aceptar apoyo norteamericano para realizar sus actividades y otras que son víctimas colaterales, medios independientes que, sin ser parte de la oposición pagada, por muchos motivos cayeron dentro del mismo saco.

Entre otras cosas, impidieron la cobertura que podían haber realizado El Toque, El Estornudo, 14 y Medio, ADN Cuba, etc. Medios con distintas características pero interesados en cubrir un conflicto que se politizaba más y el Estado tenía su propio interés en no-cubrir.

En otros artículos he criticado la fobia a las manifestaciones públicas que tienen las autoridades encargadas de mantener el orden en Cuba. Sin embargo, esta vez quiero plantear otros elementos.

Primero, aquellos que reciben dinero o algunos beneficio de instituciones internacionales comprometidas con la estrategia de cambio de régimen en Cuba, no deberían sorprenderse de que la contrainteligencia la considere un peligro y se ocupe de ella. Por lo tanto, no deberían hacer una noticia de eso. Los que no reciben fondos de Estados Unidos a menudo se ven atrapados en el fuego cruzado, algo que solo puede evitarse con altas dosis de responsabilidad política y  un periodismo que los distinga de la propaganda opositora.

Segundo, que el hecho de que un medio sea alternativo (LJC incluida) no lo convierte en bueno. En ese sentido, me gustaría saber cuántos de los que hoy son sufridos y comprometidos disidentes protestarían contra la pérdida de derechos sociales que implicaría una restauración capitalista en Cuba.

Por último: me consta que algunos en el mundo de los medios independientes lo único que buscan es un espacio para de manera legítima expresar sus puntos de vistas divergentes. Y que al Estado, y sobre todo los elementos más conservadores de la burocracia, lo que le conviene es poder meter a todo el mundo en el mismo saco. Pero por eso, lo primero debe ser la lucha por un espacio de legitimidad dentro de la sociedad cubana para los medios independientes, y eso empieza por tomar una posición radicalmente antimperialista (que no es lo mismo que antinorteamericana), tanto en la teoría como en la práctica.

Para terminar, la red

Quisiera decir, para concluir, que me parece muy bueno que haya primado la colaboración entre SNET y los Joven Club. Sin embargo, tal y como están escritas las resoluciones, si se aplicaran hoy a rajatabla la inmensa mayoría de los usuarios de SNET quedarían desconectados. Mi recomendación es que, si de verdad existe una voluntad de dar una alternativa a los que durante tanto tiempo construyeron SNET, no se aplique la resolución en tanto no se vayan creando las condiciones para conectar a todos. No sería nada bueno que, al final de esta historia, el resultado fueran miles de jóvenes desconectados.

Para contactar con el autor: yasselpadron1@riseup.net

* Nota de los Editores: Con el afán de ser precisos en nuestra descripción de la sociedad civil cubana y lo ocurrido respecto a SNET, este texto ha sido corregido y ampliado respecto al original.

19 agosto 2019 29 comentarios 374 vistas
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La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

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