La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto

izquierda crítica

Izquierda

2023, por el despegue de las izquierdas en Cuba

por Mario Valdés Navia 4 enero 2023
escrito por Mario Valdés Navia

El año que comienza debería ser trascendental para Cuba. Exactamente cien años atrás, en 1923, iniciaron organizaciones y acciones que harían de la década del veinte del pasado siglo un período crítico de nuestra historia, especialmente por haber potenciado a la izquierda insular. La FEU (fundada en diciembre de 1922), la Protesta de los Trece, seguida de la Falange de Acción Cubana, el Grupo Minorista y la eclosión de otros movimientos y partidos de ahí en lo adelante (entre ellos el Comunista, en 1925), dieron lugar al llamado despertar de la conciencia nacional; aunque un somero vistazo a lo acontecido desde 1902 demuestre que, en realidad, la conciencia nacional nunca estuvo dormida.

Hablar de izquierdas y derechas es mucho más complejo en la actualidad, porque ambas posturas suelen hibridarse como parte del fin de las dicotomías binarias de que habla Bauman en su teoría de la modernidad líquida. En sus proyectos sociopolíticos, las derechas se vuelven más populistas y las izquierdas más moderadas.

Uno de los tropos extendidos para distinguirlas desde el punto de vista social, es el símil de la llave de paso: la izquierda afloja, la derecha aprieta. Mas, como no siempre es así, y en las dos concepciones políticas se ubican por todo el mundo regímenes autoritarios/dictatoriales (A) y libertarios/democráticos (L), se ha extendido el empleo de escalas para clasificar el ámbito político de los individuos en cuadrantes combinados: Izquierda Autoritaria, Izquierda Libertaria; Derecha Autoritaria, Derecha Libertaria.

En Cuba la dificultad es mayor aún, porque el Poder omnímodo del Gobierno/Partido/Estado se presenta a sí mismo, no como una opción de izquierda, sino como LA IZQUIERDA. En concordancia con ese mito, a todos sus oponentes los engloba en las filas de una supuesta derecha mercenaria y pro-imperialista, trátese lo mismo de la Fundación Cubano-Americana que de grupos centristas, trotskistas, o anarquistas.

¿Desde cuando existen izquierdas y derechas en Cuba? ¿Puede haber una sola voz de la izquierda si es la del grupo hegemónico en un partido comunista que detenta el poder absoluto? ¿Valdría la pena que aflorara una tendencia crítica en la sociedad cubana que sirviera de alternativa a hombres y mujeres de izquierda ante el monopolio del poder ejercido por los históricos?

Izquierda

¿Valdría la pena que aflorara una tendencia crítica en la sociedad cubana que sirviera de alternativa a hombres y mujeres de izquierda ante el monopolio del poder ejercido por los históricos? (Foto: Lobo Suelto!)

-I-

En el siglo XIX, el calificativo de izquierda no había prendido en los sectores radicales del movimiento revolucionario, aun cuando sus diferencias con la derecha nacionalista eran evidentes, sobre todo entre la emigración revolucionaria. Anarcosindicalistas, socialistas e independentistas radicales se enfrentaban a conservadores y patronos en los marcos de un movimiento de liberación nacional/social concebido por Martí como partero de una nueva república democrática, basada en el trabajo libre y la búsqueda de la mayor justicia social posible.  

El Delegado del PRC, en sus frecuentes intervenciones y artículos, modelaba ante aquellos patriotas los perfiles de la república a que se aspiraba. En particular, insistía en la exclusión del autoritarismo como forma de gobierno y en el respeto a las opiniones diversas sobre los problemas del país. Opuesto a la gestación de una sociedad autoritaria aseguraba:

¡Que los pueblos no son como las manchas de ganado, donde un buey lleva el cencerro: y los demás lo siguen!: más bello es el valle, rodeado de montañas, cuando lo pasea, en grupos pintorescos, encelándose y apaciguándose, el ganado airoso y libre. Si se desgrana un pueblo, cada grano ha de ser un hombre. La conversación importa; no sobre el reglamento interminable o las minimeces que suelen salirles a las asociaciones primerizas, sino sobre los elementos y peligros de Cuba, sobre la composición y tendencias de cada elemento, sobre el modo de componer los elementos, y de evitar los peligros.

En la propia Europa los comunistas eran poco dados a usar el término izquierdista, que con el estalinismo llegó a tacharse de pequeñoburgués. En cambio, cuando en 1923, en el seno del partido Bolchevique surgió una facción informal dirigida por Trotsky, no dudaron en llamarla Oposición de Izquierda. La misma sería liquidada en 1927, y sus miembros asesinados, encarcelados o deportados.

Por aquella etapa en Cuba la denominación de izquierda era grata a muchos grupos progresistas. Cuando surge el minorismo, en sus versiones habanera y matancera, sus integrantes no dudarían en proclamarse de izquierda, aunque luego varios de ellos renegaran. Asimismo, organizaciones filo-comunistas no integradas al PC adoptarían esta designación, como Ala Izquierda Estudiantil, creada en 1931 por Raúl Roa, Emilio Barceló, Pablo de la Torriente Brau y Carlos Prío.

Igualmente, al surgir una facción trotskista dentro del PC llamada Oposición Comunista de Cuba (1932), contraria a la política sectaria de clase contra clase y a los métodos burocráticos, de inmediato se adhirió a la Oposición de Izquierda Internacional. Uno de sus dirigentes más destacados fue Sandalio Junco, orador negro, amigo de Mella y Guiteras, asesinado en el ayuntamiento de Sancti Spiritus por un comando comunista aliado a la policía batistiana local.

En 1933, cuando los trotskistas cubanos denunciaron la traición de los comunistas a los obreros (denominada eufemísticamente: error de agosto) en la conducción de la huelga revolucionaria contra Machado, su célebre manifiesto «¡Al pueblo de Cuba! ¡A todos los estudiantes!» apareció firmado por la Alianza Estudiantil de Izquierda de La Habana.

Durante la República, numerosas agrupaciones, movimientos y personalidades del campo cultural también se reconocieron como de izquierda. Marcados todos por sus nexos directos con el pueblo y la creación de un arte y literatura ligados a los problemas del país y las posiciones de los sectores populares.  

Izquierda

Raúl Roa fue uno de los fundadores del Ala Izquierda Estudiantil en 1931. (Foto: Jack de Nijs / Anefo / commons.wikimedia.org)

-II-

Al triunfo de la Revolución, diferentes opciones de izquierda ocupaban espacios en la sociedad civil. Además de los movimientos revolucionarios M-26-7 y DR-13-3 y el PSP, otras tendencias como ortodoxos, jóvenes católicos, agraristas, anarquistas, guiteristas y trotskistas, unidos a una inmensa cantidad de gente sin partido pero de profunda raigambre cívica y patriótica, engrosaron las filas de los integrados al proceso de transformaciones liderado por Fidel.   

En los años sesenta el término izquierdista se utilizaba asiduamente en el discurso político. Así, el Congreso Cultural de La Habana (1968) reunió a más de quinientos intelectuales de izquierda e historiadores de setenta países, entre ellos prominentes científicos sociales (Ralph Miliband, EJ Hobsbawm), personalidades literarias caribeñas y latinoamericanas (Aimé Césaire, Julio Cortázar, Mario Benedetti), escritores europeos famosos (Michel Leiris, Jorge Semprún, Arnold Wesker), junto a políticos de esa tendencia provenientes de EE.UU., Europa, Asia y África.

Como el congreso se centró en el tema del antiimperialismo desde una perspectiva política, económica, y cultural, transcurrió en una atmósfera de tolerancia y diálogo donde todas las presentaciones y resoluciones propuestas fueron recogidas sin interferencias. Socialistas, guevaristas, maoístas, trotskistas, católicos revolucionarios e intelectuales de la denominada Nueva Izquierda europea, compartieron con una mínima representación de los países del llamado campo socialista y los anfitriones cubanos.

Fue el último acto de la etapa realmente izquierdista de la Revolución Cubana. Desde entonces, la Isla se sujetó ideológicamente a la URSS y fue tachado de antisovietismo y diversionismo ideológico todo lo que se diferenciara de esa postura. Según Fernando Martínez Heredia:

«(…) se hicieron fuertes en esa etapa la burocratización generalizada, la formalización y ritualización, el autoritarismo, el seguidismo, la formación de grupos privilegiados, la supresión de todo criterio diferente al considerado oficial, el reino de la autocensura, la simulación y otros males. Un “marxismo-leninismo” —trágico uso del nombre de uno de los más grandes luchadores por la libertad del siglo XX— dogmático, empobrecedor, dominante, autoritario, exclusivista, fue impuesto y difundido sistemáticamente, en el preciso momento en que crecía tan bruscamente el nivel de preparación de los niños y jóvenes cubanos, que es difícil encontrar en el mundo un ejemplo igual obtenido en el plazo de una generación. Las maneras soberbias y la aparente ocupación absoluta del lugar de la ideología por aquel tipo de marxismo fueron engañosas; en esos años se echaron las bases de la futura indiferencia o aversión que tenía que provocar esta situación».

En consecuencia, la fusión de la dictadura militar original con las formas de gobernanza propias del modelo estatista y burocrático del llamado socialismo real,  ignoraron cualquier otra posición de izquierda que no fuera la defendida por el Gobierno/Partido/Estado, única posible.

Los frutos de la decadencia y crisis ideopolítica y moral que trajera consigo tal situación, saltan a la vista en nuestros días. En las actuales condiciones de agudización de la crisis del modelo estatizado y burocrático de socialismo, y crecimiento del pauperismo y la desesperación de los sectores populares, no queda otra opción a los que sigan profesando honestamente un pensamiento de izquierda, patriótico, solidario y antimperialista, que aplicar sus energías a la reforma radical del sistema y la creación de una sociedad verdaderamente libre y democrática.

Las diferencias y celos que amenazan a los frentes de izquierda a lo largo de la historia cubana y mundial, han de ser superados en pos de una verdadera confederación nacional de agrupaciones de izquierda. El pueblo de Cuba debe saber que los hombres y mujeres de estas tendencias están a su lado en la lucha por superar la crisis crónica en que nos encontramos y reorientar los destinos nacionales con el concurso y participación de todas las cubanas y cubanos dignos.   

Como decía Martí: «La Patria es ara, y no pedestal» de nadie. Por tanto, es inaceptable que determinadas familias e individuos que se arroguen ser de izquierda, anden disfrutando desde el poder del usufructo privado de los frutos de la obra colectiva de tantas generaciones, mientras las mayorías gimen en la inopia y la desesperanza.  

La Patria es de todos los hijos que la quieran bien, no importa si ideológicamente son de derecha, izquierda, o centro. Luchemos porque en este 2023 nada ni nadie pueda secuestrar los destinos de la nación en pos de supuestos objetivos y consignas ideológicas anacrónicas, que ya de izquierda guardan muy poco, carecen de contenidos reales y se concentran en ridículos reclamos mítico-religiosos al apelar a la fe y la esperanza como única solución.

4 enero 2023 23 comentarios 1k vistas
5 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Alternativa

Una alternativa para Cuba: democracia política y económica

por Samuel Farber 21 febrero 2022
escrito por Samuel Farber

Sobre las reformas económicas del gobierno y las propuestas de sus críticos

Las reformas económicas en Cuba deben ser analizadas tanto en términos económicos como de sus consecuencias sociales y políticas, especialmente respecto al impacto que tienen sobre la igualdad, integración social y solidaridad de la sociedad cubana, elementos esenciales para construir una alternativa democrática superior al sistema que impera en la Isla.

Es precisamente esa dimensión socio-política la que tiende a estar ausente de los análisis y propuestas generados en respuesta al fracaso de las reformas gubernamentales. Un ejemplo es la idea de abolir el monopolio estatal del comercio exterior y permitir que los cubanos importen mercancías sin límite y sin ninguna injerencia estatal.

Tal y como ha sido formulada, esta propuesta asume el laissez faire del mercado como única alternativa al monopolio estatal del comercio exterior. Lo que omite es que tal política, inevitablemente, acabaría favoreciendo los intereses y preferencias de quienes detentan el poder económico, lo que incluye a muchos personeros del presente régimen, y malgastaría las ya escasas divisas en la importación de bienes suntuarios para el uso personal de sus familias —aparatos electrodomésticos, joyas, pinturas, muebles—, que poco contribuirían al desarrollo económico de la Isla pero que sí auspiciarían de manera significativa la desigualdad.

Ciertamente, la política de importación del presente régimen no es menos injusta y arbitraria que la política económica de laissez faire, especialmente cuando favorece a ciertos sectores de la economía, como el turismo, a costa, por ejemplo, de la agricultura. Pero existe una tercera alternativa, más equitativa que el monopolio estatal y que el dominio del laissez faire, pues propone la regulación transparente del comercio exterior basada en el establecimiento de prioridades, mediante un proceso de discusión y debate democrático inclusivo para el uso de las divisas.

Desde un punto de vista igualitario y que busca la integración social, la prioridad debiera ser la importación de productos e insumos para la alimentación, salud y educación de la población, que también contribuyan al desarrollo económico del país. Estas prioridades se aplicarían tanto a las importaciones del gobierno como a las de entidades privadas.

De hecho esta fue, en sus rasgos más generales, el tipo de política que trazó el Banco Nacional de Cuba en 1959, el primer año de la Revolución en el poder. (Aunque como en aquella época la economía estaba principalmente en manos privadas, se desarrollaron modos muy efectivos para socavar las reglas establecidas por el Banco Nacional, como el caso típico de los proveedores extranjeros que falsificaban las facturas de importación para facilitar la fuga legal de capitales.)

Alternativa (2)

Acto de nombramiento de Ernesto Che Guevara como presidente del Banco Nacional de Cuba, el 26 de noviembre de 1959. A su izquierda Felipe Pasos, presidente saliente, y a su derecha, Cepero Bonilla y Regino Botti.

El problema de los subsidios

Otras propuestas de reforma económica se enfocan en los subsidios que los cubanos reciben desde los años sesenta a través de la libreta de racionamiento. Aunque el gobierno ha estado reduciendo los artículos incluidos en esa libreta, sigue basándose en el mismo principio que rigió el subsidio desde sus orígenes: lo que se subsidia son los productos, no las personas. Las voces críticas del gobierno han abogado por el principio opuesto, o sea, por subsidiar a las personas y no los productos.

Obviamente, hay cierta racionalidad económica en este último principio, dado que al limitar el subsidio a personas de bajos recursos se reduce el gasto innecesario. Pero cuando se establece un ingreso límite por debajo del cual se concede esta asistencia, tarde o temprano aquellos que por sus ingresos quedan por encima de ese límite pero que aun así siguen estando al borde o cerca de la pobreza, acaban por resentir a los que reciben el subsidio.

Esto ha sido fuente de un gran problema político en los Estados Unidos, donde la derecha política y cultural se ha valido de ese resentimiento para propiciar un clima de desprecio por los llamados welfare recipients (personas pobres que reciben asistencia social). Tal desprecio tiene un aspecto racial muy importante. Porque si bien la mayoría absoluta de los receptores de asistencia social han sido blancos, son los afroamericanos y latinoamericanos quienes, por ser mucho más pobres, han estado desproporcionadamente representados en las filas de la asistencia, lo que se ha usado para desacreditar al welfare, alegando que está exclusivamente dedicado a mantener a esas minorías étnico-raciales.

Ese resentimiento racial fue usado por el gobierno neoliberal del presidente demócrata Bill Clinton (1993-2001) para reducir dramáticamente el programa de welfare y extender a su favor el apoyo político de los estratos bajos de las clases medias, especialmente entre los blancos. En contraste, Social Security —programa universal de pensiones federales para todos los jubilados— cuenta con el vasto apoyo de la población norteamericana y casi todos los presidentes y políticos, demócratas y republicanos, se presentan como sus grandes defensores.

Una posible alternativa en Cuba, tanto a la cobertura universal de subsidios como al establecimiento de un nivel específico de ingresos que divide a los subsidiados de los no subsidiados, pudiera ser el establecimiento de una escala de subsidios inversamente proporcional a los ingresos. Esto sería mucho más equitativo y políticamente deseable, dado que una clara mayoría de la población obtendría beneficios de los programas en cuestión.

El problema de la gratuidad

Dirigentes del régimen, como Raúl Castro, han propuesto eliminar las gratuidades al defender el ahorro en la prestación de servicios sociales. El problema con el enfoque de Raúl Castro, y de la mayoría de los que lo apoyan dentro y fuera del gobierno, es que frecuentemente analizan la gratuidad como un problema en sí mismo, independiente y aparte de la baja productividad y escaso crecimiento económico, y que a veces la conciben —aunque no explícitamente—como un mal social y hasta ético.

Es obvio que una economía que no crece, tiene baja productividad y subsidia la mayoría de los artículos que produce y de los servicios que presta; va hacia la bancarrota. Pero la otra cara de esa misma moneda es que, a medida que el nivel de crecimiento y productividad de la economía aumenta, se hace materialmente posible el mantenimiento y aún la expansión de las gratuidades.

Esto no quiere decir que los beneficiarios deban aceptar pasivamente que el gobierno use una baja en la economía como pretexto para recortar las gratuidades: es el gobierno, que ha sido en gran parte responsable de la situación económica actual, quien debe solucionar el problema de la crisis económica, pero no a costa de los más necesitados. Una política igualitaria y democrática debe apoyar tanto la expansión de las gratuidades a medida que el país se vuelva más próspero, como la resistencia de los que más dependen de esas gratuidades a que se las quiten cuando la economía se contrae.

Nada de esto tiene que ver con la noción oficialista de «las conquistas que la Revolución le ha dado» a los cubanos, como si estos fueran el objeto en vez del sujeto de la Revolución. A la luz de esa entelequia oficialista, uno se pregunta quién o quiénes son los sujetos que constituyen «la Revolución» si no son los mismos beneficiarios. A no ser que los ciudadanos sean vistos como personas que deben estar agradecidas al poder paternalista que utiliza «la Revolución» lo mismo como bandera que como escudo.

A diferencia de la sociedad y economía capitalista, al centro de la cual se hallan la mercancía y las relaciones sociales anti-solidarias de competencia que surgen de esta; una política igualitaria y democrática deriva de una visión general que pone al centro la igualdad, solidaridad e integración sociales. Desde ese punto de vista, la gratuidad no es un mero hecho económico, sino además un bien común que promueve la igualdad y la solidaridad, y que hay que mantener y expandir con todo el cuidado que estos bienes gratuitos requieren.

Como la experiencia política y las ciencias sociales han demostrado, la gente va a apreciar, cuidar y especialmente a defender dichos bienes, cuando estos son resultado del debate y decisiones adoptadas consciente y democráticamente por ellos mismos, más que cuando son impuestos desde arriba.

Alternativa (3)

Cartel propagandístico en centros de salud cubanos.

  Más allá de las reformas económicas: una democracia socialista

Las políticas económicas del gobierno y de sus críticos, derivan de una visión general de la sociedad que cada uno de ellos considera deseable. Son visiones variadas que conforman un conjunto de modelos socio-económicos. Dos de estos son particularmente preocupantes por el tipo de sociedades anti-democráticas que representan.

El primero —del que deriva la perspectiva de una parte de los críticos del sistema, y en privado de un buen número de funcionarios del gobierno—, propone el modelo sino-vietnamita, basado en un sistema político unipartidista ligado a un sistema económico que combina empresas estatales con un poderoso sector capitalista.

En China, el sector capitalista ha sido ampliamente respaldado y hasta cierto grado dirigido por la banca estatal. Esto se ha acompañado por la represión a cualquier expresión de sindicalismo independiente, tanto en el sector privado como del estado, además de la expropiación de la tierra a gran parte del campesinado mediante la fuerza y sin compensación justa, con el propósito de expandir la industria y promover la urbanización.

No en balde hasta el propio gobierno ha tenido que reconocer como fenómeno crónico las miles de protestas obreras y campesinas que ocurren año tras año en el país contra la arbitrariedad y represión gubernamentales. Vale hacer notar que las organizaciones oficiales obreras y campesinas, funcionan en estos conflictos como agentes del gobierno y no como órganos de defensa de sus miembros.  

Dada la composición económica y política actual en Cuba, la transición hacia el modelo sino-vietnamita muy posiblemente sería encabezada por los militares, quienes de hecho ya participan de lleno y han establecido y desarrollado sus redes en el mundo internacional de negocios a través de la corporación GAESA, que maneja y dirige todas las empresas lucrativas de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias).

El segundo modelo, que comparten muchos críticos de derecha dentro y fuera de la Isla, propone el establecimiento de una Cuba capitalista neoliberal, plattista e inevitablemente dictatorial dada la muy probable resistencia obrera y popular a la implementación de sus planes. Implantar un modelo así, desde arriba, sin apoyo popular significativo, tendría que contar, o bien con la anuencia de una buena parte de la poderosa burocracia cubana, lo que requeriría que la incorporen como socia en la nueva clase gobernante; o bien con una ocupación militar de los Estados Unidos, probablemente disfrazada de intervención humanitaria.  

Alternativa (4)

Estructura del sistema empresarial del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. (The Havana Consulting Group – 2018)

El peligro que estas dos visiones y sus variantes implican respecto a la democracia y autodeterminación de Cuba, se vuelve cada vez más real a medida que la situación económica empeora, lo que abre el camino a esas políticas en la Isla. Por ello es importante que la nueva izquierda cubana desarrolle una visión coherente del modelo de sociedad que propone como alternativa a las otras, que a su vez le sirva como estrategia para organizar sus planes y actividad política y tratar de obtener apoyo y echar raíces fuera de los círculos académicos e intelectuales donde muchos nos movemos. 

A continuación presento varios puntos sobre esa visión —que solamente cubren parte de la realidad cubana— y que quisiera someter a debate con los lectores de estas páginas.

Estas propuestas son muy controvertidas, dado que abogan por una alternativa al «mercado libre», generalmente visto como si fuera inherente a la naturaleza humana, en vez de un producto histórico como lo explica Karl Polanyi en su clásico La Gran Transformación. Es por eso que me concentraré en cuestiones de índole económica en el espacio disponible.

Se trata de una visión que propone una sociedad socialista que tiene como meta la democracia, tanto política —libertad de organización y respeto al derecho ciudadano—, como económica —control democrático de las decisiones sobre la economía nacional. Es una meta que solo se puede realizar en una economía cuyas «alturas dominantes» pertenezcan a un sector público sujeto a: 1) un sistema de fiscalización (control obrero) con sindicatos independientes que tienen el derecho de huelga, y 2) una planificación económica transparente y democrática que incorpore a todos los cubanos, que auspicie una economía sostenible y consciente de los peligros ecológicos que confronta el país.

Mediante su participación democrática en la toma de decisiones en sus centros de trabajo, los obreros cubanos implementarían los planes democráticamente adoptados a nivel nacional por los representantes de la población en general. Estos mecanismos son clave para promover la solidaridad social como alternativa a una economía de mercado libre, regida por el principio de la ganancia, la competencia y el individualismo desenfrenado.

Esta economía también daría cabida a los trabajadores por cuenta propia, a las cooperativas genuinamente independientes y a la pequeña empresa privada —aunque no a las llamadas empresas medianas que pueden emplear hasta 100 trabajadores, lo que las convertiría en empresas esencialmente capitalistas— en todos los sectores económicos, lo que incluiría a profesionales como arquitectos e ingenieros, al dotarlos no solo de personalidad jurídica, sino también de la posibilidad real de obtener créditos bancarios y ayuda técnica gubernamental para sus proyectos.

Habría unas pocas excepciones a esta última regla, como el ejercicio de la medicina, que debería permanecer como un servicio público y no privado, con el fin de evitar un sistema médico para los ricos y otro, inferior, para los pobres. Es necesario aclarar aquí una confusión muy extendida en Cuba según la cual los servicios médicos son gratuitos. En realidad, no lo son. Los paga la ciudadanía a través de impuestos, directos y/o indirectos, o a través de la asignación que el estado hace del presupuesto nacional, que es producto del trabajo de la ciudadanía misma.

Es un método mediante el cual cada persona paga indirectamente por recibir atención médica en lugar de pagar directamente a quien le rindió el servicio. También funciona como un método para distribuir los costos del sistema de salud a través de toda la población y evita, por ejemplo, que los pacientes más enfermos estén obligados a pagar cifras astronómicas para poder sobrevivir.

Alternativa (5)

Karl Polanyi

Pero en contraste con la situación actual, que obliga al personal médico a reponer los costos de su educación profesional trabajando para el estado el resto de sus vidas profesionales, el sistema aquí propuesto limitaría la obligación del personal médico al servicio social cubano de tres años (similar a México).

Terminado el servicio social, los nuevos médicos podrían trabajar tanto directamente para el estado como para organizaciones sin fines de lucro de la sociedad civil, como sindicatos y asociaciones vecinales, provisto que la atención a los pacientes sea sufragada, en última instancia, por el erario público. Además, el estado estaría obligado a respetar el derecho de este personal a organizar sindicatos y asociaciones profesionales independientes para negociar con el gobierno su salario y condiciones de trabajo.

Es muy posible que esto resulte en un aumento de salarios del personal médico, lo que no sería exigir mucho dados los bajos sueldos que perciben, y además sería justo, si se valora el largo período de educación y entrenamiento requeridos para ejercer la medicina. El aumento salarial también serviría como incentivo para que el personal médico decida permanecer en la Isla en lugar de ejercer lo que en una sociedad democrática sería su derecho: la libre entrada y salida del país, y no una mera concesión del gobierno como actualmente.

De entre todos los bienes comunes, aparte de los servicios de la salud, sobresale la educación, especialmente la educación pública. El énfasis en la educación pública se debe a que no solo provee la instrucción para trabajar y vivir dignamente, sino que también forja en el alumnado valores educacionales, científicos, y especialmente democráticos en un ambiente de respeto a los derechos de las minorías, sin atropellos y sin culto a la violencia y a la muerte. Es por eso que la asistencia a la escuela pública debería ser obligatoria, por lo menos a niveles primarios y secundarios. Nada de esto impide que los padres puedan enviar a sus hijos a instituciones privadas para que en su tiempo libre reciban, por ejemplo, clases de religión si así lo desean.      

Queda por tratar la inversión de empresas extranjeras en Cuba, que por lo general es privada. Es un tipo de inversión que quedaría fuera del control del estado, de las «alturas dominantes de la economía». No cabe duda de su necesidad visto el avanzado proceso de descapitalización del país. Habría que crear un sistema especial para este tipo de empresas, que tome en cuenta el sistema de fiscalización o control obrero, así como la existencia de sindicatos libres.

Para no repetir los abusos del gobierno y del PCC, estas empresas contratarían directamente a sus trabajadores en lugar de hacerlo a través del estado, y estarían obligadas a observar las leyes laborales, lo que incluiría los contratos colectivos de trabajo que establecen derechos, como el de antigüedad, y otras disposiciones, que en los Estados Unidos son denominadas «acción afirmativa» y cuyo objetivo es combatir la discriminación racial y de género.

Alternativa (6) El mercado y la planificación

Es obvio que en esta economía democrática socialista el mercado desempeña un rol; como en el caso del trabajo por cuenta propia, las cooperativas y la pequeña empresa privada, y más aún en las relaciones mercantiles en el comercio internacional, en el que inevitablemente una economía abierta como la cubana estaría involucrada. De hecho, la planificación socialista en un país como Cuba sería en efecto un intento de contrarrestar, o por lo menos balancear, lo que de otra manera sería el inevitable predominio absoluto del mercado internacional.

Esto es especialmente necesario para evitar el histórico monocultivo, o su equivalente en el sector de servicios. De otra manera llegaríamos —si no es que hemos llegado ya—, a la realidad de que «sin turismo, no hay país», al igual que en otra época el conocido hacendado José Manuel Casanova proclamó que «sin azúcar, no hay país». Sin embargo, el hecho de que el mercado funcione en una economía no significa inevitablemente que domine el funcionamiento de esa economía.

Aquí es pertinente citar la distinción que el economista socialista británico Pat Devine hace  —en su libro Democracy and Economic Planning. The Political Economy of a Self-Governing Society—, entre el intercambio en el mercado, donde una mercancía se intercambia por dinero (dependiendo de la oferta y la demanda de dicha mercancía) y lo que él llama las «fuerzas del mercado», que determinan el patrón de inversión, el tamaño relativo de diferentes industrias y la distribución geográfica de la actividad económica; o sea, determinan la dinámica de la economía.

Estas «fuerzas del mercado» se pueden controlar mediante la planificación del funcionamiento de las «alturas dominantes» de la economía, controladas por el sector público. Devine describe esa planificación como un proceso de coordinación y negociación abierta y transparente entre las empresas públicas y los varios sectores económicos, sujeto a mecanismos democráticos de control obrero y popular.

Esta planificación, democrática y transparente, se presenta como alternativa al capitalismo, a la planificación burocrática e ineficiente de la economía en Cuba, y también al llamado «socialismo de mercado», un modelo de autogestión obrera que tuvo cierto apoyo entre los disidentes del este de Europa antes del colapso del bloque soviético, y que algunos cubanos están actualmente proponiendo para la Isla.

El «Socialismo de mercado»

El «socialismo de mercado» propone la autogestión obrera en el marco de una economía de empresas autosuficientes que compiten entre sí.  Es un modelo similar al que Josip Broz, Tito, estableció en la desaparecida Yugoslavia en los cincuenta y que fue desmontado en los setenta. Conforme a él, la autogestión se limitaba al control obrero de la planificación y producción de sus empresas. Pero la planificación a nivel nacional estuvo a cargo de la burocracia que operaba al estilo soviético, aunque después de 1965 fue abolida, abriéndole paso al mercado como regulador económico a nivel nacional.

El modelo de control obrero tuvo éxito a nivel local, en el sentido que aumentó la producción y productividad de los obreros. Sin embargo, debido a que las empresas competían entre sí, y especialmente en la ausencia de una planificación nacional después de 1965, el modelo también produjo desempleo, altibajos muy pronunciados en la actividad mercantil de la economía, una gran desigualdad salarial, y diferencias económicas entre las repúblicas yugoslavas que favorecieron a las regiones económicamente más avanzadas del norte.   

La falta de poder de los trabajadores yugoslavos para decidir algo más allá de lo que sucedía en sus propios centros de trabajo, propició en ellos actitudes parroquiales: concentrados exclusivamente en el manejo de su empresa, no tenían motivos para apoyar la inversión en otros centros de trabajo. No es difícil predecir el impacto negativo de un sistema así en Cuba, con el continuo empobrecimiento que existe, por ejemplo, en el sureste de la región oriental, donde los cubanos negros son mayoría.

Como señala Catherine Samary en su libro Yugoslavia Dismembered, este sistema fue impotente para resolver los problemas económicos generados tanto por el plan burocrático, antes de 1965, como por el dominio del mercado después. La ausencia de democracia política en el sistema unipartidista, encabezado por Tito y su partido Liga de Comunistas, y de control democrático sobre la economía, socavó cualquier posibilidad de solidaridad; las relaciones de mercado a nivel nacional fragmentaron aún más a la clase obrera. El principio del fin de la economía del socialismo de mercado ocurrió en la década del setenta, con la intervención del Fondo Monetario Internacional para saldar la deuda exterior de 20 mil millones de dólares que la economía yugoslava había generado.

Alternativa (7)

Josip Broz

Planificación capitalista

La planificación nacional de la economía tiene una mala reputación debido a su gran fracaso en la antigua Unión Soviética y en Cuba. Ese fracaso ha sido atribuido a la planificación en sí. Pero esta atribución ignora que la planificación en esos países acaeció dentro de un sistema político unipartidista, controlado por una burocracia que establece desde arriba lo que se produce, cómo y cuándo, sin la participación ni la información real de los que producen y administran a nivel local y que verdaderamente conocen lo que sucede en los centros de trabajo.

Es ese contexto político de la planificación el que llevó al fracaso económico de la Unión Soviética y a las crisis económicas en Cuba. Lo que las voces críticas de la planificación también ignoran es que ella también existe dentro de las grandes empresas capitalistas. Es, por ejemplo, un aspecto integral del funcionamiento de las gigantescas corporaciones norteamericanas que emplean a millones de personas, desde las más modernas, como Amazon y Microsoft, hasta las más tradicionales como United Airlines y General Motors.

Asimismo, desconocen que en países capitalistas avanzados que son políticamente democráticos, la planificación ha sustituido exitosamente al mercado como instrumento principal para dirigir la economía en tiempos de guerra. Y que esa planificación confrontó y resolvió problemas en el proceso de planificación que, como veremos más adelante, habían sido considerados irresolubles. Todo esto pone en duda la aseveración de que la planificación económica a nivel nacional no funciona independientemente del sistema político dentro del cual existe.

Un ejemplo de planificación nacional que abarcó tanto el sector privado como público de una economía capitalista es la Gran Bretaña de la Segunda Guerra Mundial. Este país, a diferencia de los Estados Unidos, sufrió en su territorio numerosas bajas y daños materiales como resultado de agresiones aéreas, no solo en la capital sino también en ciudades con grandes concentraciones industriales, como Coventry. Pat Devine describe la vida económica del Reino Unido durante esos años no como resultado del funcionamiento del mercado, sino de decisiones administrativas respecto a qué y dónde producir.

Ello no quiere decir que hubiera un plan único que cubriera toda la economía; sino un conjunto de planes sectoriales entrelazados más o menos coherentemente, producto de un complejo proceso de negociación entre diferentes firmas y sectores económicos.

Las únicas decisiones que afectaron a la economía como un todo concernieron a la distribución de recursos entre varias categorías de usuarios —militares, consumo doméstico, exportación— que no requerían un conocimiento detallado de lo que sucedía dentro de cada uno.

Hubo también planificación de la mano de obra que trabajaba para la industria privada y para el sector público. Esta operó a través de una serie de encuestas, llevadas a cabo a partir de 1941, cuyos resultados fueron la base sobre la que se formularon los cálculos de la mano de obra necesaria. Regiones con excedentes y déficits de mano de obra tuvieron que cooperar entre sí, aunque resultó más eficiente llevar el trabajo a la gente que promover el movimiento en gran escala de trabajadores de una región a otra.

Alternativa (8)

La planificación incluyó hasta la agricultura, donde una política de subsidios a los granjeros fue combinada con las instrucciones del War Agricultural Executive Committee (Comité Ejecutivo Agrario de Guerra) que decidía qué debía cultivarse en diferentes regiones, y hasta tenía la autoridad de incautar las tierras en ciertos casos. Un resultado notable de esa política agraria fue que, entre 1939 y la primavera de 1940, la tierra cultivada en Gran Bretaña aumentó en 1.7 millones de acres. En 1940 y 1941, la campaña para arar (plough up) los campos tuvo éxito en aliviar la escasez de alimentos que ya no se podían importar debido a la guerra.

De acuerdo a Pat Devine, las empresas tuvieron que cooperar para no solicitar más mano de obra de lo que sus contratos justificaban, a pesar de que las sanciones por no cumplir con las metas de producción fueron generalmente mayores que las de solicitar más trabajadores que los necesarios.

Esta cuestión es importante, dado que el acaparamiento de recursos y mano de obra por parte de los gerentes industriales y agrícolas constituyeron una de las contradicciones principales estudiadas por el economista húngaro János Kornai en lo que llamó «economías de escasez» (shortage economies) en los países del bloque soviético.

La necesidad de cooperación sugiere que en la vida real no existe una brecha irreparable entre la economía y el resto de la vida política y social. En otras palabras, son muchas veces los factores supuestamente extra-económicos los que pueden determinar el éxito de este tipo de economía de guerra, como también pudiera ser el caso en una sociedad donde la autogestión democrática en la economía afecta notablemente la motivación de los trabajadores que participan en ella con el entusiasmo, esfuerzo y cuidado que es razonable esperar de personas que tienen un considerable poder de decisión y responsabilidad en sus centros de trabajo.

Es también obvio que cualquier iniciativa para establecer control obrero en la economía tendría que estar basada en un movimiento obrero dispuesto a luchar para obtener esa y otras conquistas. La tasa de ganancia para el capital fue negociada con el gobierno, generalmente a un nivel más bajo que antes de la guerra. Pero la enorme demanda garantizada por la creciente producción bélica aseguró una tasa de utilización industrial de cerca del cien por ciento, sin precedentes en la historia del capitalismo británico. Eso aumentó muchísimo la cantidad total de ganancias de los capitalistas, aunque no necesariamente la tasa de ganancias.

Los ingresos de la población ascendieron, en parte porque hubo poco desempleo debido a la economía de guerra, y la resultante presión inflacionaria fue contenida a través de impuestos, ahorro obligatorio, control de precios y racionamiento. La salud pública mejoró notablemente respecto a las condiciones de trabajo. El sistema riguroso de racionamiento de guerra tuvo éxito porque los británicos más pobres pudieron comer más y de manera más saludable que antes de la guerra. Si bien el nivel y estándar de vida decayó, los bienes disponibles fueron distribuidos con más equidad, aunque ese tipo de distribución temporal no alteró las desigualdades fundamentales de la sociedad británica, que después de todo siguió siendo una capitalista.

Alternativa (9)

Como consecuencia de la movilización militar y laboral provocada por la guerra, la economía británica cambió rápidamente del desempleo prevalente en los años treinta a la escasez de mano de obra de los cuarenta. Hubo una dramática y extendida conversión de la planta industrial a propósitos bélicos, como en los casos de las industrias automovilística y aeronáutica que comenzaron a producir aviones de guerra, tanques, y municiones, entre otros productos de guerra.

El gobierno de coalición presidido por Winston Churchill cooptó a los líderes sindicales con el claro propósito de evitar conflictos laborales, más que nada las huelgas. Con la creación del National Arbitration Council (Consejo Nacional de Arbitraje), las huelgas se volvieron prácticamente ilegales, clara evidencia de la naturaleza clasista de la coalición gubernamental, que de plano estableció la desconfianza a los obreros en los centros de trabajo como guía general de conducta.

Aun así, la política laboral del gobierno de coalición propició un aumento de los sindicalizados y mayor poder local de los obreros en los centros de trabajo. Esto se reflejó en las huelgas importantes que ocurrieron en los últimos años del conflicto bélico en astilleros, fábricas de refacciones y maquinarias, y entre los mineros. Ellas fueron frecuentemente organizadas por comités de base sindicales, en vez de por los líderes nacionales de los sindicatos británicos, cooptados por el gobierno.

Pat Devine estima que el sistema de planificación económica nacional operó razonablemente bien en Gran Bretaña, dependiendo en gran medida del consentimiento, buena fe, y cooperación honesta con las autoridades, todo en aras del éxito contra el nazismo. Según su análisis, en ese país se dieron las dos condiciones necesarias para una planificación coherente: información y motivación adecuada. Como sabemos, esos dos factores generalmente han brillado por su ausencia en Cuba, igual que ocurrió en los países del bloque soviético en Europa.

Por otra parte, no hay dudas de que la democracia política británica decayó durante la guerra, ya que se introdujeron limitaciones a las libertades civiles, como la censura militar de la correspondencia y en medios de comunicación. El mero hecho de la coalición gubernamental establecida al inicio de la contienda entre los dos partidos más importantes (Conservadores  y Laboristas), con el apoyo externo del pequeño Partido Liberal, y la cancelación de elecciones en el período, eliminó temporalmente la posibilidad de alternancia en el poder que define a la democracia parlamentaria.

Pero, a pesar de la guerra y la ausencia de elecciones, Gran Bretaña no se convirtió en una dictadura civil o militar. De hecho, poco después de terminada la guerra, el Partido Laborista ganó decisivamente las elecciones de 1945, derrotó a Winston Churchill y al Partido Conservador e instaló en el poder un gobierno que realizó reformas importantes, sobre todo en el área de salud, con la inauguración en 1948 del National Health Service (NHS), una versión de la medicina socializada.

Alternativa (10)

Winston Churchill

Hasta ahora ese sistema de salud pública disfruta de amplio apoyo político en Gran Bretaña, a pesar de las dificultades producidas por la pandemia de Covid y de los cambios y reducciones que el NHS ha sufrido en las últimas décadas a manos de las políticas neoliberales, tanto del Partido Conservador como del Laborista.

Finalmente, queda por aclarar por qué la economía de mercado parece ser incompatible y de hecho ha sido puesta a un lado por los gobernantes en tiempos de guerra —aún en el Reino Unido, cuna del capitalismo industrial. 

Hay muchas razones para ello, pero más que nada se debe a la tendencia inevitable de las grandes corporaciones capitalistas a aumentar su tasa de ganancias por todos los medios posibles, lo que choca con las necesidades de una economía de guerra, que depende de la previsibilidad de la producción bélica y del control de costos de los insumos, que de otra manera se dispararían en un mercado «libre», especialmente cuando confronta una situación de escasez, tanto de armamentos como de artículos de consumo.

Las economías de guerra también tienden a eliminar por todos los medios el malgasto sistemático de recursos que caracteriza al capitalismo «normal». Un ejemplo es el desempleo crónico. Como la economía capitalista «normal» se organiza en base a la competencia, que produce «ganadores» y «perdedores», hay un lapso significativo de tiempo antes de que estos últimos puedan conseguir empleos alternativos; mientras tanto, están desocupados y no contribuyen ni a su bienestar individual ni a la economía nacional. Es este tiempo perdido el que impide que la economía de mercado funcione adecuadamente en tiempo de guerra, debido a que puede conllevar a demoras de insumos bélicos que conviertan una victoria en derrota.  

Nada de esto quiere decir que no haya habido malgasto —las guerras constituyen por definición un malgasto catastrófico de seres humanos y recursos económicos— en las economías de guerra capitalista y que hayan sido óptimamente eficientes. Solamente una economía planeada racionalmente, basada en el control democrático ejercido por los trabajadores y la sociedad en general, en asociación estrecha con técnicos y científicos, puede aspirar a esa meta.

Desde el punto de vista de la izquierda crítica cubana, lo más importante es saber que la planificación económica a nivel nacional no solo es deseable, sino posible. Los grandes problemas y contradicciones de la planificación burocrática al estilo soviético y cubano, no son relevantes y mucho menos agotan las posibilidades de un plan racional y democrático para nuestro país.

21 febrero 2022 17 comentarios 2k vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
atilio boron

Atilio Borón y su defensa de las izquierdas autoritarias

por Andrés Kogan Valderrama 9 febrero 2022
escrito por Andrés Kogan Valderrama

A propósito de la farsa judicial llevada a cabo por Daniel Ortega y Rosario Murillo, luego de que comenzaran los juicios contra opositores políticos en Nicaragua, como el de la ex guerrillera sandinista Dora María Téllez —acusada de conspirar contra la integridad nacional—, no se han hecho esperar las críticas a tales medidas represivas.

Algunas de ellas han sido las realizadas por la futura ministra de Relaciones Exteriores de Chile, Antonia Urrejola, así como por el propio presidente electo Gabriel Boric, quienes han manifestado en reiteradas oportunidades su rechazo a las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua, tildándolo de una vergüenza.

En el caso del presidente Boric, su condena al terrorismo de Estado de parte del gobierno nicaragüense y de tantos otros, como su defensa irrestricta a los derechos humanos —sean donde sean: Chile, Colombia, Cuba, Israel, Estados Unidos, Rusia, China o Venezuela—, lo han hecho blanco de descalificaciones de sectores fanáticos, tanto de un lado como de otro.

Por ejemplo, desde un punto del espectro no le ha perdonado que se refiera de manera crítica a lo que pasa con los gobiernos de izquierda autoritarios de la región. De esa forma le estaría haciendo el juego a la derecha y a los Estados Unidos, plantea cierta intelectualidad progresista.

Quizás uno de los personajes que más ha contribuido a desacreditar cualquier cuestionamiento a las izquierdas autoritarias, ha sido el sociólogo argentino Atilio Borón, quien en reiteradas ocasiones pareciera actuar más como un vocero de algunos gobiernos que como un pensador crítico proveniente de las Ciencias Sociales.

Un ejemplo de ello es lo señalado recientemente por Borón, luego de que el presidente Boric planteara que la experiencia política venezolana ha fracasado, lo que se evidencia con la diáspora de millones de venezolanos que ha traído una crisis humanitaria sin precedentes a nivel regional.

Frente a esto, la respuesta vía twitter del sociólogo argentino, cargada con un tono de superioridad intelectual, fue la siguiente: «Presidente inexperto necesita clases de historia de A. Latina, colonialismo cultural, imperialismo y relaciones internacionales. Profesores presentarse en Palacio de La Moneda, Santiago, Chile, a partir del 11 de Marzo. Traigan material de lectura y ármense de paciencia».

URGENTE: presidente inexperto necesita clases de historia de A. Latina, colonialismo cultural, imperialismo y relaciones internacionales. Profesores presentarse en Palacio de La Moneda, Santiago, Chile, a partir del 11 de Marzo. Traigan material de lectura y ármense de paciencia. pic.twitter.com/7ZEuKJMqvr

— Atilio Boron (@atilioboron) January 22, 2022

Es una lamentable respuesta de Borón, que deja entrever un tufillo estalinista digno de manual de quienes han defendido dogmáticamente a sistemas de opresión que solo han beneficiado a una casta en el poder.

No es de sorprender entonces que Borón en el año 2017 llegara al extremo de decir, luego de las protestas en Venezuela aquel año, que «la única actitud sensata y racional que le resta al gobierno del presidente Nicolás Maduro es proceder a la enérgica defensa del orden institucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución y restaurar la normalidad de la vida social».

En otras palabras, hizo un llamado explícito al terrorismo de Estado en Venezuela, de la misma manera que lo han hecho sectores de derecha en países como Chile o Colombia, donde se han construido a un enemigo interno para justificar la represión y la violación a los derechos humanos.

Ciertamente no se puede omitir el histórico intervencionismo de Estados Unidos en la región, tampoco que las enormes reservas de petróleo de Venezuela son estratégicas para sus prácticas imperiales; pero de ahí a decir que detrás de cualquier crítica política a eses gobiernos, está la CIA o la inteligencia estadounidense es un razonamiento típicamente lineal y dicotómico.

Borón no tienen ningún problema tampoco en justificar lo realizado por Ortega y Murillo en Nicaragua, a pesar de que la dictadura nicaraguense, a diferencia de la venezolana, sí pactó con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Es un gobierno patriarcal contrario a derechos básicos de las mujeres, a quienes prohíbe cualquier tipo de aborto, por ejemplo.

Esto lo han entendido, en buena hora, varios referentes del Partido Comunista de Chile. Camila Vallejo, Karol Cariola e incluso Daniel Jadue, han condenado la persecución política y las políticas de terror de Ortega-Murillo. Mientras Atilio Borón ha señalado que lo hacen para quedar bien frente a la opinión dominante y para ganar votos provenientes de la derecha.

Por suerte, existen muchas voces críticas en la región contra ese relato conservador de izquierda de Borón, el cual solo simplifica procesos políticos mucho más complejos y niega la posibilidad de cuestionar lo que realmente importa, que es la concentración del poder político y económico, más allá de las ideologías que se profesen y el lugar en donde se encuentren.

Una de nuestras voces, Eduardo Galeano, en el año 2013 alertaba en una entrevista sobre la necesidad de recuperar el sentido de las palabras. Lo hacía luego de que el régimen de Daniel Ortega prohibiera el aborto terapeútico en Nicaragua, que había sido legalizado anteriormente durante décadas por gobiernos de derecha en casos de peligro de salud de la mujer y violaciones. «Estamos todos locos», señaló en aquel entonces.

9 febrero 2022 29 comentarios 2k vistas
4 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Causa (1)

Llamamiento a la solidaridad por la causa de los presos políticos del 11 de julio en Cuba. El caso del joven artista Abel Lescay

por Lisbeth Moya González 2 diciembre 2021
escrito por Lisbeth Moya González

Las manifestaciones del 11 de julio significaron para Cuba un gran cambio. Por primera vez, desde 1959, los cubanos salieron a manifestarse a las calles en diferentes provincias del país por muchas razones, pero sobre todo por el descontento popular que han generado la crisis económica y la gestión de la burocracia.

Si bien es cierto que las sanciones estadounidenses afectan la economía, al analizar Cuba no se puede pasar por alto el fenómeno burocracia y la falta de participación popular en la política. El disenso es castigado fuertemente y de eso dio muestras el gobierno el 11 de julio. Su reacción a todo tipo de disenso, incluso al de izquierda, es tildar a los ciudadanos de «contrarrevolucionarios», «políticamente confundidos» o «mercenarios pagados por el gobierno norteamericano».

El fenómeno Archipiélago fue ejemplo de ello. Se trata de una plataforma que tras los sucesos del 11-J buscaba establecer un diálogo nacional, más allá de condicionamientos ideológicos, y que convocó a una marcha pacífica para el 15 de noviembre. Este proyecto político fue dando muestras de un apoyo a la derecha mediante las proyecciones públicas y el posicionamiento de algunos de sus miembros.

Lo notable en sí, en el caso de este análisis, no es Archipiélago, sino el tratamiento que le dio el gobierno a este tipo de disenso. Nuevamente se usaron los medios de comunicación, sin derecho a réplica, para demeritar de todas las formas posibles a los principales organizadores e intentar probar sus vínculos con el gobierno norteamericano. La marcha fue desautorizada bajo la alegación de que el socialismo es irrevocable constitucionalmente y que las intenciones de esa protesta eran derrocarlo.

No obstante, una de las cuestiones más preocupantes es que en el fin de semana en que se realizaría la marcha, se repitió en Cuba de manera masiva uno de los capítulos más negros de su historia: volvieron los «actos de repudio», eventos organizados por el poder político para con gritos, improperios y todo tipo de violencia verbal, atacar el espacio más privado de los que disienten: la familia, el hogar.

Imagínese despertar con una turba de gente frente a su casa que le grita «contrarrevolucionario» y más, con un acto político organizado en su puerta, en su barrio, frente a sus hijos y padres. Eso fue algo habitual y bochornoso en la Cuba de los años 80, de lo que muchas veces se ha dialogado, algo de lo que muchos cubanos viven avergonzados, y que se repite hoy, con la estridencia de las redes sociales por medio. 

En este contexto el gobierno pretende evitar que sea denunciada una cuestión crucial: Cuba se abre a la liberalización de una economía estadocéntrica. El «ordenamiento monetario», medida anunciada para afrontar la crisis, que desde antes de la Covid-19 era notable, llegó en un momento de escasez y con matices nada ventajosos para el pueblo. Se trata, de hecho, de una segregación económica que ha llevado a los cubanos a la desesperación por la falta de productos básicos y la inflación.

El ordenamiento eliminó el CUC, la moneda fuerte que circulaba en Cuba desde 1994, pleno Período Especial, para dar paso a la Moneda Libremente Convertible (MLC), así como a cualquier divisa internacional altamente cotizada en el mercado negro.

Al anunciar la «Tarea ordenamiento», el ministro de Economía Alejandro Gil aseguró que a la par de los comercios en MLC, el resto de las tiendas continuaría comercializando todo tipo de productos necesarios en pesos cubanos, pues precisamente las nuevas tiendas tenían como finalidad recaudar divisas extranjeras para abastecer las ventas en pesos cubanos. En la práctica eso no ha ocurrido. Las tiendas a las que tienen acceso los cubanos que no poseen MLC están desabastecidas y cada día son menos. Conseguir productos básicos es una odisea y a pesar de la subida de salarios, el dinero no alcanza porque el proceso inflacionario es descomunal.

No sorprende entonces que ante semejante situación, agravada por la Covid-19, la imposibilidad de disenso y participación popular y el repetitivo discurso político que de manera burda manejan los dirigentes cubanos en los medios de comunicación para legitimar el proceso; la gente saliera a las calles.

La palabra izquierda es tabú en Cuba. Gran parte de la población asume como socialismo o izquierda al discurso y las prácticas que el gobierno sostiene. Se trata de una ciudadanía descontenta, con muy poca preparación política, pues los planes de estudio desde edades tempranas están centrados en el adoctrinamiento político a conveniencia del poder, y no en el desarrollo del conocimiento y el raciocinio en condiciones de libertad.

No es un accidente entonces que el 11 de julio la gente saliera a las calles. No eran mercenarios, no eran seres confundidos. Eran personas exhaustas respondiendo a contradicciones objetivas.

Causa (2)

No eran mercenarios, no eran seres confundidos. Eran personas exhaustas respondiendo a contradicciones objetivas. (Foto: Ramon Espinosa/AP)

Ese día salió a la calle gente contraria a las ideas de izquierda, sí, pero salió también el pueblo trabajador y marginado, la gente a la que la izquierda debe representar, las bases sociales a las que la izquierda debería llegar. Ese día salieron igualmente defensores del gobierno, jóvenes de la llamada «izquierda oficial», personas privilegiadas por el sistema en su mayoría.

En medio del caos, la violencia de ambas partes afloró. Eran manifestantes desarmados contra todos los cuerpos represivos del Estado y esos otros privilegiados o viejos defensores acríticos, armados con palos y respaldados por la policía.

El gobierno cubano afrontó una gran crisis de gobernabilidad, y sería injusto no tener en cuenta en este análisis la exhaustiva propaganda anticomunista norteamericana, que desde las redes sociales ha calado hondo en el imaginario del cubano. Pero las causas internas del estallido social están ahí, latentes en el devenir diario de las ciudadanas y ciudadanos de esta isla. Esas causas continúan sin resolverse y cada día se agravan más, debido a lo que significó para los manifestantes y sus familiares el 11 de julio.

Hasta el día de hoy, el grupo de trabajo sobre detenciones por motivos políticos de la plataforma de la sociedad civil cubana Justicia 11J, ha documentado 1271 detenciones en relación con el referido estallido social. De estas personas, al menos 659 siguen en detención. Se ha verificado que cuarenta y dos han sido condenadas a privación de libertad en juicios sumarios y ocho en juicios ordinarios. Ya se conoce la petición fiscal de 269 personas que esperan entre uno y treinta años de sanción.

La figura de «sedición» ha sido utilizada para imponer sanciones al menos a 122 personas, según informa dicha plataforma que se ha encargado de contabilizar y sacar a la luz la situación de los involucrados, debido a que no existen cifras oficiales disponibles.

El 11 de julio fue el punto más álgido de la represión al disenso en Cuba. Históricamente existía el acoso sistemático de los órganos de la Seguridad del Estado a quienes disentían a lo largo y ancho del espectro político; también se documentaban casos de expulsiones de centros de estudio o trabajo por cuestiones ideológicas y muchas otras evidencias por el estilo. No obstante, el 11 de julio la represión fue ejercida en el cuerpo de los manifestantes.

Tal es el caso del joven músico y poeta Abel Lescay, quien tras manifestarse en la ciudad de Bejucal fue arrestado esa noche en su casa. Este proceso es particular, porque fue conducido a la estación de policía desnudo y sufrió Covid-19 durante el arresto. Él actuó pacíficamente, no atentó contra ningún tipo de propiedad, a pesar de lo cual la Fiscalía le acusa de los siguientes cargos: desacato a la figura básica, desacato a la figura agravada y desorden público. Por todos ellos solicitan una condena de siete años de prisión.

Causa (3)

Al joven músico y poeta Abel Lescay le solicitan una condena de siete años de prisión.

Lescay es estudiante del Instituto Superior de Arte (ISA) y podría perder su carrera en caso de ser declarado culpable. Será juzgado el 5 y 6 de diciembre en el Tribunal Provincial de Mayabeque.

Casos como este acontecen en Cuba en estos días, situaciones absurdas e inconcebibles. Cuando hablo de estos temas con integrantes de la izquierda de otros países, resulta inaudito que a alguien le exijan semejantes condenas por salir a ejercer el derecho a manifestación. «Si es así estaríamos todos eternamente en la cárcel», me comentó un amigo argentino.

Escribo estas líneas llena de temor, aun sabiendo lo que significan en cuanto a repercusiones para una militante de la izquierda alternativa que vive y trabaja en Cuba. Escribo estas líneas porque la dicotomía principal de una militante de izquierda en Cuba es tener claro a quiénes se enfrenta y en qué contexto. Si bien tenemos como socialistas la misión de luchar contra el imperialismo en el mundo, si bien estas palabras podrían ser instrumentalizadas por otras causas, en Cuba ya no podemos callar, porque se trata de las vidas de muchas y muchos. Se trata del derecho a disentir y existir con dignidad.

Llamo a la militancia de izquierda internacional y a quienes lean este texto a no dudar en indagar y apoyar la causa de los presos políticos en Cuba. Convoco a la solidaridad internacional con Abel Lescay, porque solo así seremos escuchados. La izquierda, a pesar de sus matices y diferencias, debe pensarse como una en el mundo ante este tipo de atropellos. No podemos pensar al opresor solamente como un burgués, la burocracia también oprime. No me canso de decirlo: «Socialismo sí, Represión no».

2 diciembre 2021 31 comentarios 2k vistas
6 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Lingua (1)

Hacia una lingua franca de izquierdas

por James Buckwalter-Arias 30 noviembre 2021
escrito por James Buckwalter-Arias

El 3 de noviembre, anticipando la marcha cívica concertada para el 15 de ese mes en Cuba, el Congreso de Estados Unidos aprobó la resolución H.Res.760 «Expresando solidaridad con los ciudadanos cubanos que se manifiestan pacíficamente por las libertades fundamentales, condenando los actos de represión del régimen cubano y pidiendo la liberación de los ciudadanos cubanos detenidos arbitrariamente».

El documento, de unas cinco o seis páginas, se atiene escrupulosamente a los principios consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. No exagera ni falsifica. Describe los hechos ocurridos tras las protestas de julio, cita detenciones, la falta de debido proceso para los acusados, la violencia policial, la interrupción de servicios de internet por parte del gobierno en las horas claves de la protesta. Expresa solidaridad con los reprimidos, condena represores, exhorta al régimen a respetar la libre expresión y el debido proceso de los ciudadanos cubanos en la marcha concertada para el 15 de noviembre. ¿Cómo explicar entonces que cuarenta congresistas Demócratas hayan votado en contra de esta resolución?

La explicación esgrimida por los hardliners y congresistas cubanoamericanos que se aliaron con Trump y apoyaron sus medidas contra Cuba es la que ofrece el Republicano de la Florida, Mario Díaz Balart, al aducir los votos negativos como prueba del extremismo del liderazgo del partido Demócrata: los votos negativos muestran «how extreme the leadership in the Democratic Party is».

Los Demócratas del ala izquierda o «progresista», según la vox populi cubanoamericana, son simpatizantes abiertos o solapados del «régimen castrista». Y para quien lo dude, ahí están las declaraciones que hizo en febrero del 2020 el entonces candidato frontrunner Bernie Sanders elogiando los logros de la Revolución Cubana. Conversando con Anderson Cooper en el programa 60 Minutes, Sanders defendió declaraciones que hiciera en los años ochenta en las que celebró, por ejemplo, la campaña de alfabetización en Cuba a comienzos de los sesenta.

Y ahora, ante las flagrantes violaciones de derechos humanos en Cuba, cuarenta congresistas Demócratas votaron en contra de una resolución que expresa solidaridad con los manifestantes y condena la violencia represiva y los procesos judiciales sumarios, severos y arbitrarios. Para muchos cubanoamericanos la evidencia es irrebatible: esos congresistas «progres» son en realidad simpatizantes del «régimen castrista», izquierdistas nostálgicos tal vez, cuyas visiones románticas de una alternativa al capitalismo salvaje los ciegan a la realidad autoritaria, represiva, violenta, del gobierno cubano.

Sin embargo, la declaración que el congresista Jim McGovern, de Massachussetts, publicó en Twitter para justificar su voto negativo merece nuestra atención por varias razones. Si lo que afirma es una simple coartada de una izquierda nostálgica y cómplice, debe ser posible identificar errores lógicos, ofuscaciones, tergiversaciones y falta de consistencia a la hora de hablar de los derechos humanos. «Expreso mi solidaridad con el pueblo de Cuba y condeno el uso de fuerza excesiva contra manifestantes pacíficos», afirma el congresista, «pero rechazo la falsa elección que presenta H.Res.760 al no reconocer el papel de los E.E.U.U. al contribuir al sufrimiento de los cubanos de a pie».

I stand in solidarity with the people of Cuba & condemn the Cuban government’s excessive use of force against peaceful protesters. But I reject the false choice H. Res. 760 presented by not acknowledging the role the U.S. plays in contributing to the suffering of ordinary Cubans. pic.twitter.com/Ns5BZJw5mJ

— Rep. Jim McGovern (@RepMcGovern) November 3, 2021

Como Bernie Sanders en su entrevista en 60 Minutes, McGovern también condena sin ambages la represión, la fuerza excesiva y la falta de libertades civiles. Afirma, sencillamente, que es una hipocresía —«It is hypocritical»— condenar al gobierno cubano sin reconocer el papel de Estados Unidos y las medidas de Trump, hoy adoptadas por Biden, que existen para agudizar la crisis humanitaria y así desestabilizar el régimen. «Si el Congreso y la administración Biden sinceramente pretenden expresar solidaridad con los ciudadanos cubanos, debemos eliminar las crueles sanciones y regulaciones que han ocasionado dolor y daño para los cubanos de a pie, a sus familias, a las pequeñas empresas independientes» (Traducción del autor).

Las afirmaciones del representante McGovern no son novedosas para los que hemos seguido y participado en los debates formales e informales de las últimas décadas sobre la relación entre Cuba y Estados Unidos. Pero en estas afirmaciones tan familiares, insisto, no resulta fácil identificar errores lógicos, tergiversaciones, ofuscaciones.

Es verdad que los congresistas que promovieron con más fervor la resolución 760 se niegan a reconocer que las sanciones de Estados Unidos hacia Cuba, condenadas por casi el mundo entero año tras año, constituyen a su vez una violación de los derechos humanos de los cubanos. Al defender medidas que agudizan la crisis humanitaria, en realidad estos congresistas defienden tácitamente un crimen de lesa humanidad, según el Estatuto de Roma. El Artículo 7, inciso k de ese documento, identifica como crimen de lesa humanidad: «Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física».

Pero la importancia de la declaración o speech act del representante McGovern en este clave momento histórico —en el que de hecho la gobernabilidad de ambos países está en juego— no consiste en su condena a ambos gobiernos violadores de los derechos humanos de la población civil cubana, pues las respuestas de estos gobiernos, si se dignasen a responder, son predecibles e insuficientes. La lógica oficialista de ambos polos es casi inamovible; pero nuestra propia respuesta no lo es.

Lingua (2)

McGovern junto a Fidel Castro.

La importancia de la declaración, propongo, consiste en su manera de aludir, de manera intencional o no, a la fisura ideológica entre los que nos consideramos «de izquierda», sobre todo entre los que vivimos en Estados Unidos y damos por sentado que la política hacia Cuba ha sido de corte neocolonial, los que reconocemos que la evidencia histórica muestra que el objetivo de Estados Unidos, por lo menos desde el año 1960, ha sido el cambio de régimen en Cuba.

Igualmente, a los que creemos que este objetivo se ha colocado siempre por encima del bienestar, la salud, y la vida misma de los cubanos de a pie, que la política estadounidense hacia Cuba y América Latina nunca ha sido impulsada por una preocupación, ni por la democracia, ni por los derechos humanos; sino por intereses económicos y geopolíticos, y que en el caso de Cuba esta política ha tenido como objetivo declarado imponer «hambre y desesperación» en una población civil, como propuso Lester Mallory en un memorándum del 1960 hoy desclasificado, para «provocar el derrocamiento del gobierno».

Para expresarlo de otra manera, la encrucijada ideológica de este momento de crisis política y humanitaria en Cuba, y el rechazo de cuarenta congresistas Demócratas a una resolución aparentemente sencilla y noble, no existe para los polos ideológicos de los oficialismos de Washington y La Habana, pero sí existe la encrucijada para los que nos consideramos «de izquierda» y que aún no hemos logrado desarrollar una lingua franca coherente entre nosotros mismos.

No hemos encontrado una manera consistente de emplear términos como solidaridad, derechos humanos o soberanía como monedas aceptadas por las izquierdas críticas de ambos lados del Estrecho de la Florida, o entre los diferentes grupos que en Estados Unidos nos dirigimos hacia nuestro propio gobierno para denunciar su cruel e ilegal política exterior hacia Cuba. No hallamos una manera de denunciar a nuestro propio gobierno y de solidarizarnos, a la misma vez, con la izquierda crítica cubana que se dirige a su gobierno para también denunciar encarcelamientos por motivos políticos, vigilancia, acoso y traumáticos actos de repudio auspiciados por el régimen.

Queriendo o no, el representante McGovern nos recuerda con su declaración nuestro propio proyecto incompleto, nuestro propio discurso inconsistente, nuestra propia incapacidad de emplear términos claves de modo claro y comprensible. Pero reconocer y conversar abiertamente nuestros límites puede constituir una oportunidad.

Si bien el discurso de izquierdas en Estados Unidos no ha logrado hablar de manera lúcida y consistente del proceso político cubano, ni ha conseguido emplear de manera responsable términos como solidaridad o derechos humanos, urge en este momento volver a intentarlo o, cuando menos, identificar un mínimo vocabulario compartido. Es difícil precisar los contornos de la brecha o la incoherencia que, insisto, aqueja a los que rechazamos tanto el totalitarismo como al neoimperio. Esa brecha se abre por nuestra incapacidad de reconciliar dos críticas meridianamente legítimas, que en realidad, lejos de contradecirse, se complementan.

Es como si ante el Escila y el Caribdis del imperio y el totalitarismo —adoptando aquí la metáfora empleada en un reciente artículo por Alina B. López Hernández— creyéramos que nuestra única opción es elegir el enemigo mayor, el más monstruoso, y dedicar todas nuestras energías a esa batalla.

Hemos aceptado que luchar contra dos monstruos simultáneamente es una locura, un sinsentido, que los que mencionamos siquiera las sanciones o las medidas unilaterales coercitivas de Estados Unidos «le hacemos el juego a la dictadura», y que los que nos atrevemos a aludir la represión y la violencia del régimen cubano «le hacemos el juego al imperio». Pero debemos reconocer que al aceptar la dicotomía, y al elegir un monstruo u otro, terminamos contendiendo entre nosotros, debatiendo cuál de los dos es el verdadero, el más peligroso, el más destructivo. Y esto también es una locura, un sinsentido.

El 15 de noviembre anticipado en la resolución de los congresistas estadounidenses pasó de modo anticlimático. No hubo protestas masivas ni choques violentos. Yunior García se fue a España y los voceros oficialistas, en Washington y La Habana, sacaron las conclusiones predecibles. Para los dogmáticos enfrentados solo existe un monstruo, o Escila o Caribdis, o «la dictadura» o «el imperio», de uno u otro lado del Estrecho.

Lingua (3)

Yunior García se fue a España y los voceros oficialistas, en Washington y La Habana, sacaron las conclusiones predecibles. (Foto: EFE)

La marcha cívica fracasó, dicen unos, porque fue un espectáculo teatral montado desde lejos por un neo-imperio que sueña no solo con el colapso del gobierno cubano sino también con la descalificación de cualquier proyecto político o ideológico que debilite el Washington consensus y la hegemonía estadounidense.

Del otro lado se afirma que la marcha cívica no pudo realizarse por la campaña de intimidación, la vigilancia organizada, la posibilidad real de violencia física y la inexistencia de un Estado de Derecho capaz de velar por el debido proceso y los derechos humanos.

A mi juicio, la segunda explicación es la más contundente: no salieron manifestantes el 15 de noviembre por el miedo a la violencia y a la cárcel y por la ausencia de un debido proceso y un Estado de Derecho. A pesar de ello, también debemos reconocer que la oposición en Estados Unidos hizo todo lo posible —y siempre lo hará— por instrumentalizar las insatisfacciones y extremar la crisis política en la Isla por vía de financiamientos, asesoría logística, campañas mediáticas, medidas diseñadas para intensificar el hambre y la desesperación. Y también puede ser que el respaldo y el entusiasmo expresados en Washington y Miami hayan servido para deslegitimar la marcha a los ojos de muchos cubanos.

Por supuesto, el régimen cubano adoptó la mentalidad de plaza sitiada, utilizó los medios que monopoliza y propició la organización de actos o mítines de repudio a los que verbalizaron críticas y demandas legítimas y urgentes. Los que promovieron la resolución H.Res.760, especialmente los cubanoamericanos trumpistas, se sentían decepcionados el 15 de noviembre al no ver la confrontación durante tantos años soñada, desatado el caos y la crisis de gobernabilidad —crisis que con el nuevo dirigente del Partido Republicano también se cierne, por cierto, sobre la república estadounidense.

Para Mario Díaz Balart o María Elvira Salazar, por ejemplo, el hambre y la desesperación y la violencia sufridas por el pueblo cubano e intensificadas por las medidas estadounidenses son el precio mínimo a pagar por el triunfo geopolítico y la restauración de un estado cliente o satélite, con gobierno y economía política que asuman como modelo al gobierno y la economía política de Estados Unidos y que supediten la soberanía cubana a los intereses estadounidenses.

No van a evolucionar ni alterarse el discurso y la estrategia de Mario Díaz Balart y María Elvira Salazar, por un lado; ni los de Miguel Díaz Canel y Bruno Rodríguez, por el otro. Pero el discurso y la estrategia de los que creemos en la existencia de dos monstruos a ambos lados del Estrecho sí puede responder de manera creativa a los últimos sucesos, a la coyuntura histórica; buscar nuevas formas de solidaridad, una lingua franca, coherente, que comprenda los derechos humanos como un todo y no cual menú del que eligen los mandatarios según sus objetivos geopolíticos del día.

¿Es posible para la izquierda en Estados Unidos, entonces, la izquierda democrática y anti-imperialista, dirigirse a su propio gobierno para denunciar la política exterior que también denuncia el mundo entero, solidarizándose a la misma vez con la «nueva izquierda crítica» en Cuba que identifica Samuel Farber, y desmarcándose asimismo de «la derecha plattista y revanchista»?

¿Es posible denunciar una política estadounidense que pretende privar a Cuba de «dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno», como recomendaba Lester Mallory, sin «hacerle el juego al régimen» que también cita incansablemente el memorándum de Mallory?

Lingua (4)

Lester D. Mallory

Se trata de una faena política de enorme complejidad, pero la declaración del representante McGovern apuesta a que sí. Es posible. Sin embargo, las declaraciones aisladas son insuficientes, así como lo son estos ensayos especulativos, las exploraciones teóricas y los estudios académicos. La comunidad discursiva posible, que comparta una lingua franca y que la emplee de manera consistente, organizada, masiva, no la desarrollamos ni periodistas ni académicos trabajando solitariamente en nuestras respectivas laptops o compartiendo en las redes sociales.

Disputarle a la derecha neo-imperial que agudiza la crisis humanitaria en Cuba el derecho a emplear el término solidaridad, por ejemplo, o disputarle al régimen el derecho a emplear el término soberanía en un país monopolizado por su partido único y en que el disenso se reprime; sí son proyectos discursivos colectivos que requieren plataformas de comunicación, estrategias compartidas, coordinación, tesón.

Tal vez en Estados Unidos WOLA (Washington Office on Latin America) es la organización que mejor articula la posición doblemente crítica contra totalitarismo y neo-imperio. Su declaración del 4 de noviembre criticando la resolución H.Res.760, Condemning Cuba on Repression Doesn´t Mean being oblivious of What´s Wrong with U.S. Policy, representa probablemente la postura más coherente y contundente.

No obstante, crear una lingua franca de izquierdas, un discurso coherente de derechos humanos que se pueda «hablar» de manera inteligible a ambos lados del Estrecho, que se pueda utilizar para speak the truth to power (decirle la verdad al poder) ante un régimen represivo o ante una superpotencia injerencista, ya no es obra de organizaciones oficiales ni de congresistas, sino una tarea colectiva, horizontal, de base o de grassroots.

No es solamente, o siquiera principalmente, una tarea académica o intelectual, sino social, política: utilizar los medios digitales tan bien manipulados por los gobiernos de Washington y La Habana para elaborar estrategias y apoyo mutuo de base, establecer y desarrollar nuevas coaliciones y llegar a crear una lingua franca de izquierdas, democrática, anti-imperialista y anti-estalinista.

30 noviembre 2021 39 comentarios 2k vistas
2 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Kohan (1)

Néstor Kohan y las gafas oscuras de cierta izquierda

por Alina Bárbara López Hernández 25 noviembre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Un empresario chileno residente en Cuba, Rodrigo González Hidalgo —que divide el tiempo entre su restaurante privado y el activismo político a favor del gobierno y es conocido en redes sociales como Rodrigo Huaimachi— conversa con Néstor Kohan, filósofo argentino, sobre la obra de este último y sus muchas consideraciones relativas a la realidad insular.

El espacio en que tertulian es La Manigua, un canal en Telegram proverbial por su extremismo, vulgaridad e incluso misoginia en el tratamiento a cualquier persona que disienta de las políticas oficiales. Esta larguísima conversación, revisada y enriquecida por Kohan según se aclara, fue publicada luego en tres partes por los sitios La pupila insomne y Cubadebate (I y II).

Podría creerse que el intercambio con un académico que cuenta con varios libros publicados y amplio currículo, mejoraría los estándares habituales de La Manigua; sin embargo, no solo no ocurrió eso, sino que, por el contrario, el invitado se sintió allí como pez en el agua.

Kohan y la razón calumniosa

La Filosofía es una ciencia y, como tal, debe fundarse en evidencias. Para discurrir sobre cualquier aspecto de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, sus tres enormes ámbitos, los filósofos deben partir de constataciones. Kohan se niega a ello y acude entonces a una perniciosa costumbre que Gastón Baquero denominó hace tiempo: «La injuria como razonamiento».

Usar la calumnia para desacreditar a colegas que profesan otros puntos de vista, es un hábito que ha sentado cátedra entre algunos intelectuales a los que el tema Cuba les funciona como escudo para defender dogmas desafiados por la historia. En agosto pasado, Atilio Borón, otro gurú de la izquierda, utilizó su cuenta en Twiter para acusar de contrarrevolucionarios a tres intelectuales cubanos invitados por la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires al panel «A un mes de las protestas del 11 de julio». Ni siquiera tuvo en consideración que era su propia universidad, donde también labora Kohan, la que organizaba el debate.

Panel s/Cuba en Sociales/UBA: 3 expositores muy contrarios a la Revolución, ninguno a favor. No me parece. Para colmo utilizaron imagen de una manifestante castrista; se dieron cuenta y ahora la cambiaron. No quiero juzgar intenciones pero son 2 graves errores. Cuba no los merece pic.twitter.com/MV1r0HOHBd

— Atilio Boron (@atilioboron) August 10, 2021

Como bien afirma el profesor e investigador cubano Alexei Padilla, al referirse a este tipo de estrategias en su artículo «Fallas de la cultura política: ataques personales en lugar de argumentos»:

No es necesario haber leído los principales libros y artículos del filósofo alemán Jurgen Habermas, o hacer un curso de teoría y democracia deliberativas, para entender que el ataque personal develará la pobreza y/o ausencia de argumentos de quien utilice esa táctica. Los argumentos válidos se han de responder con contra-argumentos. O sea, con propuestas racionales basadas, preferiblemente, en información real y no en convicciones religiosas o ideológicas.

En la referida entrevista, además de hablar de sí mismo, sus libros e influencias formativas, Kohan se dedica a diagnosticar lo que entiende como la disidencia cubana. Y ahí hace de la calumnia un arte. En su diatriba sobre lo que bautiza «izquierda gelatinosa» o «izquierda muy suavecita», «con demasiadas comillas», —y motivado por la insistencia del entrevistador—, dedicó un espacio a enjuiciar a La Joven Cuba, portal de análisis que coordino desde hace un año y en el que escribo con sistematicidad desde hace cuatro.

Al respecto expresa: «No lo he leído mucho y te confieso que no me interesa detenerme allí. Porque lo poquito que leí era de bajísima calidad. No me interesa perder el tiempo leyendo pasquines de ese tipo».

No nos lee, pero inexplicablemente, y sin evidencias, nos cataloga como «Pasquín de ignorantes», y es así que pregunta, retóricamente indignado: «¿Vale la pena perder el tiempo con semejantes chapucerías?», para responder de inmediato: «Cada persona decidirá. Yo no pierdo el tiempo leyendo charlatanes y ventrílocuos del imperialismo».

No importa que LJC esté integrado por un equipo de prestigiosos intelectuales con doctorados y maestrías en ciencias históricas, filosóficas, pedagógicas, económicas, en relaciones internacionales y periodismo; junto a un enorme grupo de colaboradores respetados y con sólidos currículos. Tampoco interesa a Kohan que los análisis que allí se hacen, con los que puede discreparse por supuesto pues no son infalibles, ni lo pretenden, se distinguen por ser fundamentados y respetuosos.

Mucho menos reconoce que somos un medio de izquierda que sostiene una postura socialista y antimperialista. Llegados al punto de la razón calumniosa, ya no se trata de leer para objetar, analizar argumentos para desmontarlos; nada de eso, con ofender y acusar es suficiente, y en ello, nadie lo dude, Kohan es un maestro.

No todos comparten, por suerte, criterios tan absolutos. LJC ha crecido sólida y sostenidamente en visitas, y en lo que va de 2021 tenemos más que en los dos años anteriores juntos. De esos lectores, una enorme cantidad vive dentro de Cuba. Sentimos defraudar a Kohan con estas noticias.

Kohan (2)

Néstor Kohan (Foto: Álvaro Valero)

La manera en que se refirió a mí en la conversación es toda una paradoja. Porque que un argentino diga de un texto que posee «un nivel de arrogancia» y «un grado de petulancia» que le «generó vergüenza ajena», es tremendamente irónico y me hizo sonreír recordando la vieja expresión: «un conejo diciéndole orejón a un burro». Y perdonen tantos amigos que allí tengo (mi querida María por sobre todos), pues sé que con la idiosincrasia gaucha hay tanto arquetipo como con los cubanos, de los que se afirma que somos todos excelentes bailadores, cuando desgraciadamente muchos, como es mi caso, no sabemos mover un pie.

Pasaré también por encima de otros agravios, algunos muy serios, e indudablemente no descenderé al nivel de Kohan, no hay que exagerar. Me interesa más cuestionar su actitud científica y ética.

Kohan es impreciso cuando se refiere a una tesis que he manejado en varios textos y fundamentado a lo largo de muchos años de estudio: el histórico carácter antimarxista del Partido Comunista, en cuanto a que da la espalda al método dialéctico materialista y maneja un discurso ideológico que, al convertirse en ideología de Estado, ha instrumentado como mecanismo de dominación sobre toda la sociedad; ello ni siquiera es exclusivo del comunismo cubano.

He investigado durante más de treinta y cinco años la historia del Partido Comunista, especialmente desde su legalización en 1938; defendí un doctorado sobre el pensamiento político de Juan Marinello, intelectual que presidió esa organización entre 1939 y 1959; tengo tres libros y gran cantidad de ensayos y artículos publicados en los que sustento de diversas maneras esta tesis, y soy miembro correspondiente de la Academia de Historia de Cuba. A pesar de eso, Kohan solo asevera que ha leído una «declaración en el Facebook de la directora o la subdirectora» de LJC donde:

Adoptó un fragmento que tenía no más de tres o cuatro renglones del año setenta y pico, creo que era de 1975 o 1976. Entonces tomó un documento aislado (absolutamente descontextualizado, violentando las reglas elementales de la hermenéutica) del partido cubano y extractó tres o cuatro renglones.

Y a partir de allí dedujo (¡vaya a saber uno con qué reglas lógicas!) como conclusión general que este partido… no único, diría yo, sino partido unificado, que se ha nutrido de corrientes muy diferentes (que siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos…quien conozca Cuba y haya participado de un debate político en Cuba, sabe perfectamente que esas corrientes siguen vivas, están unidas y articuladas, por suerte el imperialismo no logró fragmentarlas, ¡por suerte! como sí logró en otros países y por eso cayeron derrotados, pero evidentemente siguen vivas esas tradiciones que conviven, ¿verdad?); entonces esta editora de La Joven Cuba afirma que el partido cubano “jamás ha sido marxista”. ¡Jamás! Cuando leí eso… no sabía si reír o llorar. ¡Pero qué nivel de ignorancia! ¡Qué grado de petulancia! Quiero creer que escribe eso por ignorante, arrogante y soberbia, no porque recibe dinero del imperialismo. ¡Quiero creer eso! Y si en realidad escribe eso para quedar bien con sus “mecenas” y “patrocinadores”, incluyendo a su jefe de redacción que opera desde Estados Unidos…. lo dejo provisoriamente a un costado. Me quedo exclusivamente con el contenido de lo que afirma, para poder analizarlo.

No sé si agradecer a Kohan el beneficio de la duda, al menos quiere creer que escribo por ignorancia y no porque reciba «dinero del imperialismo». Otros intelectuales no han tenido esa suerte. Hace poco, en un mensaje de correo electrónico dirigido a una larga lista de personas, se refirió al respetado historiador y jurista cubano Julio César Guanche como un «farsante rentado». Realmente preocupa esa manía difamatoria, parece síntoma de inestabilidad mental, con todo respeto.

Kohan (3)

Julio César Guanche (Foto: OnCubaNews)

Pero volvamos a lo esencial. Mientras yo cito textualmente a Kohan y pongo acá los enlaces a la entrevista para que pueda ser leída, él no se preocupó por hacer lo mismo en mi caso, como es usual entre académicos e intelectuales. Admite que apenas leyó algo que escribí en Facebook, sin precisar siquiera qué texto está enjuiciando, y se permite afirmaciones infundadas, sin una revisión crítica de mis publicaciones o de mis ideas. «Si no te gusta el mensaje mata al mensajero», parece su máxima favorita.

Además de sus falencias éticas, es evidente también una escasa solvencia en el terreno de la historia de Cuba, pues afirma sin ruborizarse que las tres corrientes que conformaron al PCC en 1965, «siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos» dentro de esa organización política. Únicamente pido a Kohan que demuestre esta enunciación, de lograrlo merecería, mínimo, el Premio Nacional de Historia.

La intención del argentino de presentar al Partido Comunista como una organización que se caracteriza por su democracia interna y es representativa de las corrientes de pensamiento de izquierda en la Isla, es desafiada constantemente por la realidad y va de la mano con su marcado ataque a cualquier postura crítica sobre el Partido y Estado cubanos, venga de cualquier punto del espectro ideológico.

¿Es esto sui géneris en Kohan o es propio del enfoque de una parte de la izquierda que, cuando se trata de Cuba, gusta confundir gobierno con Revolución y poder de la clase burocrática con poder popular?

Las gafas negras

En 1985, siendo una veinteañera estudiante de Marxismo e Historia, vi la película argentina La historia oficial. Tras el fin de la dictadura, una profesora sospecha que su pequeña hija adoptiva fue arrancada a una madre desaparecida durante esa sangrienta época. El guión, la fotografía, las actuaciones, son inolvidables. El filme, incluso, obtuvo el premio Oscar de ese año a la mejor cinta extranjera.

La extensa escena inicial muestra a la profesora que transita en su auto, lo parquea y camina entre la multitud para llegar a su trabajo. Unas ancianas vestidas de blanco desfilan con carteles, otras personas miran desde aceras y autos. Ella, encarnada por la excelente actriz Norma Aleandro, grande en el papel, se coloca unas gafas oscuras, simbólicas, y continúa su camino ajena a una realidad que en poco tiempo cambiará su vida.

Kohan (4)

Así, con unas enormes gafas negras, me represento a ese sector de la izquierda al que pertenece Néstor Kohan y que se denomina amigo de Cuba, cuando en realidad prefiere no mirar lo que de verdad está ocurriendo. Acepta por buena la narrativa del gobierno y el aparato ideológico porque contribuye a su leyenda y los mantiene en una zona de confort ideológico.

Es la izquierda que no entendió el mensaje cuando implosionó el socialismo en Europa Oriental y todavía sueña con que este modelo burocratizado, mal llamado socialista, es funcional porque ha sobrevivido tres décadas más en una pequeña islita. Como dijo una psicóloga cubana a la que admiro por su valor y coherencia: «para que ellos se sientan bien, nosotros tenemos que sacrificarnos».

Afirmar que todo el disenso que existe en Cuba, desde el pensamiento crítico sobre el gobierno hasta la manifestación del 11-J, se deben a una agenda financiada desde el extranjero, y que es resultado exclusivo de «una operación comunicacional», es, primero, negar de plano el conflictivo sustrato económico y sociopolítico existente en el país, y segundo, acusar con etiquetas difamatorias a un pueblo sufrido y estoico como el nuestro. En Cuba, la falta de libertad al que piensa diferente respecto al gobierno, no tiene que ver con la ideología, sino con el poder y con la falta de democracia para ejercerlo.

Pocos pueblos han resistido los rigores de años de sacrificios y carencias sin reaccionar. Eso es lo raro, eso es lo que debiera estudiar la izquierda. Y no generalizo, me refiero al sector que prefiere expresar fidelidad al gobierno cubano en lugar de ser fieles, ideológicamente, a las necesidades de las capas más humildes, y científicamente, al rigor que ofrece el método de la dialéctica materialista para analizar procesos sociales.

Esa es la izquierda que denuncia una terapia de choque en sus países y no es capaz de identificarla en la denominada «Tarea Ordenamiento», reforma de precios y salarios aplicada acá, que hizo crecer los segundos en una proporción mucho menor que los primeros, adsorbiendo en poco tiempo el salario real y deprimiéndolo nuevamente en medio de la crisis y carestía actuales; que no se atreve a mencionar la polarización y las desigualdades sociales aparejadas a la semi dolarización del comercio y los servicios en Cuba, donde único se hallan determinados productos básicos para la vida cotidiana.  

Son los supuestos amigos que, ante denuncias de atropellos y violencia ejercidos por parte del estado cubano a su ciudadanía: amenazas, retenciones arbitrarias, despidos de empleos por motivos ideológicos, violación de derechos constitucionales, numerosos presos políticos, condenas desmedidas, y otras evidencias; nos piden compararnos con sus desaparecidos y sus asesinados por las dictaduras militares, o, en el mejor de los casos, arguyen no contar con pruebas y aceptan entonces la versión oficial. 

Es el sector de una izquierda dogmática que escoge entre condenar al imperialismo de los Estados Unidos y su injerencismo hacia Cuba o criticar al gobierno cubano por no ser el Estado Socialista de Derecho que estipula su Constitución; sin entender que es posible y necesario hacer ambas cosas; que eso es lo justo, lo ético y lo coherente.

No es la primera vez que Kohan actúa como una especie de as en la manga al que nuestro aparato ideológico oficial acude, presentándolo como voz autorizada de la izquierda, para dirimir controversias ideológicas internas. Ya lo hizo antes, cuando denunció como una conspiración de Soros y su Open Society al fenecido proyecto Articulación Plebeya, que mucho antes del 11-J pretendió ser un espacio facilitador de debates en la sociedad cubana.

Considero que su tendencia a la calumnia y a la descalificación gratuitas, su desprecio por las normas éticas y su ignorancia de la realidad cubana, lo convierten, efectivamente, en fiel representante de cierto sector de la izquierda, acrítico y complaciente, que se coloca gafas oscuras y sigue su camino porque prefiere no mirar lo que en verdad está ocurriendo en Cuba.

25 noviembre 2021 75 comentarios 4k vistas
24 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Izquierda (1)

Carta a las izquierdas críticas

por Carolina Barrero 11 noviembre 2021
escrito por Carolina Barrero

En unos días será 15 de noviembre y muchos de ustedes se preguntan si habrán de marchar. Algunos ya lo habrán decidido; otros, sofocarán las noches repasándolo. Es una pregunta que a nadie deja indiferente, es la pregunta en el aire.

La calle ha sido siempre el lugar de la izquierda. Es en las calles, y en el espíritu de protesta, de donde proviene la esencia de la izquierda, y donde la izquierda es; no en las parrafadas tiesas de los burócratas, ni en el discurso hueco de los demagogos. En La Revolución Rusa. Un examen crítico, Rosa Luxemburgo escribía en 1918:

(…) con la represión de la vida política en el conjunto del país, la propia vida muere en todas las instituciones públicas, se convierte en una apariencia de vida en la que queda solo la burocracia como elemento activo. La vida pública se adormece paulatinamente, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de cabecillas del partido (…). Entre ellos, lleva en realidad la voz cantante solo un puñado de cabezas pensantes. (…) Una dictadura, en definitiva; pero no la dicta- dura del proletariado, sino la dictadura de un puñado de políticos.[1]

Si algo es común a esa diversidad de pensamiento que llamamos izquierda es la preocupación por la persistencia de la hegemonía, de cualquier forma de hegemonía, y la defensa de los oprimidos, de las minorías, de los sin poder.

El poder en Cuba ha tejido una narrativa unívoca y polarizada, que segrega las ideas de unos sobre otros; un poder osificado y retráctil, que ha perdido el pulso a la realidad de las personas. No digo los ciudadanos, no digo el pueblo, digo las personas, porque socialismo, en tanto tal, significa mirar sobre lo humano; no entiende de socialismo quien nunca ha sido capaz de ponerse al servicio de los otros por encima de la comodidad y el bienestar personal.

Una cosa irrumpe el período implacable de esa persistencia hegemónica. Es eso que Nietzsche llama el impulso de la vida y que Arendt define como libertad: «lo que usualmente permanece intacto en las épocas de petrificación y ruina predestinada es la facultad de la libertad en sí misma, la pura capacidad de comenzar, que anima e inspira todas las actividades humanas y constituye la fuente oculta de la producción de todas las cosas grandes y bellas.»[2]

El embargo es cierto, pero también son ciertas, sin embargo, la vulneración constante de nuestras libertades y derechos por parte de las autoridades. No hay ninguna causalidad entre estas dos cosas. Como tampoco sirve de excusa para disculpar la mala gestión de la administración y la ineficiencia de la burocracia. Poder gobernar es, en primera instancia, asumir responsabilidad.

Lo más hermoso de este año ha sido constatar que las posiciones más críticas, las más duras, han venido del pensamiento de izquierdas. De una izquierda plural y viva, efervescente, que retoña y crece en el interior de una autocracia que se dice comunista.

El 15 de noviembre no marcharemos bajo el influjo de ninguna ideología, marcharemos contra el autoritarismo, por la liberación de los que hoy están injustamente presos, por la libertad y por el derecho común. Cada uno lo hará defendiendo sus ideas, porque no existe manera  real de caminar si no es junto al que piensa diferente.

Muchas veces he imaginado una marcha así. Una caminata de carteles distintos. Uno podría ser de la Luxemburgo, otro de Chaplin, otro de Maxwell, y otro quizás, de Leonardo da Vinci. La única manera de ser iguales existe en la pletórica diferencia. Son los hombres quienes protagonizan [los milagros], los hombres quienes por haber recibido el doble don de la libertad y la acción pueden establecer una realidad propia.[3]

Nos vemos el 15. Por la potencia de lo humano, por la injusticia y el dolor de los oprimidos, por la fuerza incontenible de la poesía.

Noviembre 11 de 2021.

***

[1] Luxemburgo, Rosa. La revolución rusa, un examen crítico. Caracas, Fundación Editorial el perro y la Rana, 2017, pp 65-66.

[2] Arendt, Hannah. ¿Qué es la Libertad? Publicado originalmente en Revista: Zona Erógena. Nº 8. 1991.

[3] Ibídem.

11 noviembre 2021 49 comentarios 3k vistas
5 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Izquierda

Desde la izquierda crítica cubana

por José Alejandro Esteve Santos 12 octubre 2021
escrito por José Alejandro Esteve Santos

Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla.

Frantz Fanon

***

El socialismo, más que un fin, es un camino, un tránsito que no tiene sentido si no es con libertad. Y «libertad —decía la extraordinaria Rosa Luxemburgo— solo para los que apoyan al gobierno, solo para los miembros de un partido, por numeroso que este sea, no es libertad en absoluto. Libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa diferente». Así también lo creyó José Martí cuando escribió en sus «Escenas mexicanas»: «siempre es desgracia para un país que la libertad sea un partido».

Renovando fuerzas

Los únicos actores políticos y sociales legales en Cuba —tradicionalmente declarados de izquierda—, en su atadura a la esclerótica burocracia se han ido derechizando conforme esta ha persistido en su obliteración estalinista. Tras largos años de dependencia y subordinación, las fuerzas de izquierda perdieron su autonomía. A medida que fue quedando atrapada al ensamblaje estatal se produjo un proceso de desarticulación y, en ese hermetismo atemporal y acrítico, se gestó un fenómeno que no se describe mejor sino a través de la popular certeza de que no existe nada más conservador que un revolucionario aferrado al poder.

Frente a esta situación de larga data, ha germinado una nueva izquierda desde la sociedad civil. Una joven corriente heterodoxa con las teorías crítica latinoamericana y decolonial como nuevos paradigmas, y vindicativa del rico pensamiento revolucionario cubano e internacional. Una izquierda comprometida y consciente, que se niega a que el creciente descontento social sea capitalizado por agendas más centradas en sustituir las formas que en revolucionar plenamente la ecuación formato-contenidos.

Definiendo la ruta

La única alternativa viable para salir de la grave situación política, económica y social que vive Cuba es la democratización profunda de la sociedad. Socialismo también es redistribución del poder. Es indispensable que la gente tenga poder para decidir y gestionar su futuro sin que una nomenclatura burocrática marque las agendas, los ritmos y los tiempos. Identificar a la Revolución con la casta dirigente —pensaba Trotski— es traicionar a los trabajadores. La fórmula tiene que ser, diseñar y construir la nación desde abajo en un plebiscito constante. La lucha por la democracia es cuestión intrínseca de la lucha por el socialismo.

Izquierda (2)

León Trotski

La izquierda crítica, si bien defiende la democracia y la total garantía de libertades para el ejercicio del derecho, también considera impostergable honrar las deudas con los sectores empobrecidos y marginados. La transformación de la realidad de estos «preteridos» tiene que ser una prioridad, no un resorte para el impulso de los intereses políticos de siempre.

Claramente, no es posible redistribuir riqueza sin crearla. El propio Marx aseveraba que esto solo conduce a la socialización de la miseria y la reproducción del caos. Sin embargo, tampoco una fórmula neoliberal basada en la acumulación/desposesión puede solucionar las profundas y añejas grietas del país. El desarrollo económico, por sí solo, no conduce al bienestar de todos. Un sistema que tenga como base la igualdad de derechos y la colaboración entre todos los ciudadanos, estructura un desarrollo con justicia social.

La izquierda crítica, siendo coherente con estos fundamentos, en el momento presente debe encauzar y centrar su lucha, que es la de todos, en exigir y demandar el fin a los privilegios de la burocracia y la corrupción política, para asegurar una redistribución justa del precario patrimonio colectivo y un gobierno transparente, con verdadera vocación de servicio público; la socialización real y desmilitarización de las propiedades estatales, con el fin de posibilitar la autogestión y el control popular, potenciando así su misión pública.

También el respeto y garantías inmediatas a los derechos de asociación y sindicalización, huelga y manifestación pacífica, cómo vías de empoderar a la sociedad civil en defensa de sus derechos laborales y ciudadanos frente a los actores que acumulan poder, —dígase burocracia y capital—, y a la pétrea subordinación paraestatal de los existentes sindicatos y organizaciones.

En la aspiración de una sociedad justa, la izquierda debe batallar por equilibrar y asegurar cuotas de poder para todos. Son indispensables en tal sentido los derechos a la información, a la libertad de pensamiento, conciencia y expresión. Es fundamental el logro de la independencia y socialización de los medios de comunicación cómo garantía para un ejercicio contra-hegemónico y popular del periodismo, encaminado a la búsqueda de la verdad.

Reivindicando a Mella, la izquierda crítica tiene que reclamar autonomía universitaria, pues solo el autogobierno de las universidades genera las condiciones para superar y evitar el adoctrinamiento y la enseñanza bancaria, en favor de una educación superior libre y liberadora.

Izquierda (3)

Activista por los derechos LGBTIQ+ es detenido por la policía mientras participaba en una marcha independiente en mayo de 2019. (Foto: Ernesto Mastrascusa / EFE)

No es posible cambiar una realidad que se niega, sea parcial o totalmente. Se debe reconocer la persistencia de los racismos, la LGTBI-fobia, la desigualdad y violencia de género, cómo fenómenos de significativa incidencia en la desigualdad social, y abogar por su erradicación mediante la educación y la legislación. Urge concretar programas con enfoque de equidad social, que estimulen y protejan el acceso al sistema educativo y laboral, para interrumpir y terminar los ciclos de marginación de sectores históricamente afectados por el colonialismo cultural.

La izquierda crítica se posiciona ante todas las asimetrías de poder. Son ineludibles tanto el cese de la criminalización a la disidencia y la vulneración de sus derechos, la liberación inmediata de los presos de conciencia imputados de delitos comunes; como la oposición, rechazo y condena al imperialismo en cualquiera de sus manifestaciones y orígenes, eso es, el repudio a la política hostil y coercitiva estadounidense y a la injerencia rusa y china.

En definitiva, la izquierda crítica contra-hegemónica y decolonial cubana, tiene que articular esfuerzos en cristalizar una nueva arquitectura para el poder, que tenga como premisas impedir su concentración y fraguar un metabolismo más sano con el eje central en el componente ciudadano. El socialismo se va haciendo realidad en la medida en que el individuo se va liberando de la opresión, ya sea económica o burocrática. La primera condición para conseguirlo es la concientización colectiva. Lo que no toma forma en la conciencia humana, no lo hace en el constructo social.

Ante el peligro siempre presente de la traición, las contra-revoluciones políticas, la prostitución de los principios, el vaciamiento de los paradigmas y la derechización de las tradicionales fuerzas de izquierda en la región, es válido recordar a Trotski y su pronunciamiento de 1936, en el prólogo a La Revolución traicionada: «mientras la revolución es la locomotora de la historia, los regímenes reaccionarios —especialmente regímenes totalitarios como el estalinista— actúan como un gran freno para la conciencia humana».

La nueva izquierda cubana no se puede quedar en el cuestionamiento y el debate, la situación demanda una actitud propositiva y resolutiva; una izquierda con agenda propia que construya. Frente a las disyuntivas políticas actuales, un camino: ni burocratismos ni bloqueos: ¡Socialismo y libertad!

12 octubre 2021 35 comentarios 4k vistas
16 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...