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Guerra Fría

Bisontes

Acorralados como los bisontes

por Mario Valdés Navia 11 enero 2023
escrito por Mario Valdés Navia

En medio de los preparativos para la Guerra Necesaria, José Martí reflexionaba sobre el riesgo que corrían los revolucionarios al aislarse del movimiento real y efectivo de la sociedad humana y su rica diversidad. Tal valoración sobre los ácratas de entonces, es extensiva a otros casos: «Anarquistas: los bisontes: acorralarse como los bisontes, en cerco contra el resto del mundo: la dicha no está en eso, sino en que el bisonte pasee en paz y respetado por esta vida».

En nuestros días, el que un país o agrupación política queden aislados del movimiento económico, social, científico y cultural del mundo es prácticamente una condena a la extinción. Durante las conclusiones de su histórica visita a Cuba en 1998, el Papa Juan Pablo II recomendó: «Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba». En saco roto cayeron esas palabras.

Hasta 2017, «sin prisa pero sin pausa», se adoptaron medidas que parecían apuntar tímidamente a la transformación endógena del modelo socialista y una mayor apertura al exterior. Como canto de cisne, el amplio proceso de análisis y aprobación de la Constitución, durante 2018, marcó la culminación de este reformismo centralizado.

Desde entonces se ha impuesto el inmovilismo abierto o encubierto, con medidas aparentemente prometedoras, pero condenadas a priori por su trabazón, inoperancia y lentitud. A lo que se sumarían posteriormente contramedidas demoledoras que muestran la voluntad nefasta del Gobierno/Partido/Estado de no compartir el poder de forma alguna.

¿Cuándo empezó Cuba a ser una rara avis para el resto del mundo? ¿Por qué las dirigencias insisten en el carácter único, exclusivo y particular de los procesos cubanos? ¿Acaso es conveniente la confrontación permanente con lo que hace el resto de la humanidad?

-I-

La huida de Batista y el fracaso del golpe de Estado fraguado por el alto mando de su ejército, dejaron a la oposición tradicional, instituciones de la sociedad civil y organizaciones que luchaban contra la tiranía, ante una situación de facto: el Poder había pasado directamente del dictador al triunfante Ejército Rebelde, comandado por Fidel. Por mucha propaganda que se hiciera sobre el flamante Gobierno Revolucionario Provisional (GRP) creado en Santiago de Cuba el mismo 1ro de enero de 1959, esto quedaba claro para todos.

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Constitución del primer gobierno provisional revolucionario de la República de Cuba, suceso que tuvo lugar en la biblioteca de la Universidad de Oriente. (Foto: Periódico Trabajadores)

La Isla de la Libertad se convirtió en foco de atracción para la izquierda mundial, politólogos y periodistas. Parecía que un horizonte de sucesos felices y prometedores brotaría de aquella revolución de jóvenes y campesinos que había derrotado al poderoso aparato represivo de la tiranía batistiana.

Lo real fue que en el trienio 1959-1961 se consolidó una dictadura militar revolucionaria que ejerció el poder sin cortapisas hasta 1976, cuando se metamorfoseó en el Estado socialista de tipo soviético que aún perdura. Un somero recuento de esos años así lo confirma.

Ya las primeras leyes del GRP facultaban al Consejo de Ministros (CM) para crear nuevos órganos y autoridades en provincias y municipios. Se nombraron tres Comisionados para cada instancia, pero veinticinco días después se orientó que solo uno ejerciera tales atribuciones. Nunca más hubo alcaldes y concejales electos democráticamente.

Tras el remplazo de José Miró Cardona como primer ministro, Fidel asumió el cargo con la condición de «tener el control directo de la política general». A solo dos meses del triunfo, la dictadura revolucionaria estaba consolidada y las transformaciones prometidas podrían comenzar sin fuerzas opositoras internas, de cualquier signo político, legalmente organizadas.  

Unos meses más tarde, el conflicto surgido entre el presidente Urrutia y Fidel se zanjó cuando el segundo recobró el premierato por aclamación popular. Entonces Osvaldo Dorticós, del M-26-7, fue nombrado presidente. Nunca más se habló de elecciones libres.

Desde el inicio, ese gobernar sin oposición fue un rasgo particular de la Revolución que terminó por volverse en su contra. Su existencia hizo posible cualquier tipo de aberración y desvío respecto a los programas y proyectos previamente diseñados, y fortaleció el voluntarismo de la dirigencia.

Así ocurrió desde que se firmó la Primera Ley de Reforma Agraria y, para aplicarla, se creó el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), que actuaría como poder paralelo al gobierno central. Aunque no estaba en la ley, las tierras que no se entregaron a campesinos o cooperativas pasaron a propiedad del Estado (44% del total), y constituyeron las llamadas Granjas del Pueblo, embrión de los latifundios estatales que enseñorearían los campos cubanos desde entonces.

A partir de la Reforma Agraria, la agudización del conflicto con EE.UU. fortaleció la peligrosa lógica de golpear más fuerte ante cada medida punitiva del gigantesco rival. En el entorno de la Guerra Fría, este pulso con una de las superpotencias arrojaba inexorablemente al pequeño país en brazos de la otra.

Para vencer al enemigo externo se hizo tábula rasa de las anteriores formas de expresión política: elecciones multipartidistas, manifestaciones no gubernamentales y huelgas fueron prohibidas hasta hoy.

En febrero de 1960 fue impedida una manifestación anticomunista; nunca más se permitieron manifestaciones de ninguna índole. Ese mes visitó Cuba el viceprimer ministro de la URSS, Anastas Mikoyán. Recorrió el país y se adoptaron importantes acuerdos comerciales para canjear azúcar por petróleo, cereales y maquinarias. Según El Diario de la Marina la visita había «definido los campos».

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Anastas Mikoyán durante su visita a Cuba. (Foto: Ara)

Las posturas se radicalizaban hasta los extremos. En abril, el subsecretario de Estado adjunto para los asuntos interamericanos aconsejó aplicar el embargo/bloqueo para frenar la Revolución: «El único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución, es a través del desencanto y el desaliento, basados en la insatisfacción y las dificultades económicas». Hoy es el más largo de la historia.

En junio, Fidel llamó traidores a los contrarios a la Reforma Agraria y planteó que no habría elecciones hasta que no se consolidara la Revolución. Asimismo, se instauró la pena de muerte para las actividades tenidas por contrarrevolucionarias.

Desde 1960 iniciaron expediciones para gestar movimientos revolucionarios en países latinoamericanos como Panamá y República Dominicana. Ambas fracasaron, pero pusieron de manifiesto que Cuba socialista no se quedaría de brazos cruzados ante los gobiernos que no la reconocieran, fueran democracias o dictaduras.

La Isla no solo se aisló del mundo occidental por el bloqueo, también por decisiones propias de claro sesgo ideológico. Su retiro del Banco Mundial, en 1960, se basó en que la política económica de dicho organismo distaba «de ser efectiva» para el proceso de desarrollo y expansión de nuestra economía, que estaba siendo encauzada por su gobierno «de acuerdo a un plan definido».

Entre 1960-1962, coincidiendo con la agudización del conflicto con EE.UU., que incluyó la aún vigente prohibición del gobierno de ese país a sus ciudadanos de visitar Cuba, salieron del país unos 200,000 exiliados de clases medias: profesionales, directivos y técnicos. Seis décadas después, esta cifra de emigrantes cubanos ha sido superada por la del último año, solo hacia los EE.UU.  

En 1961 se definieron también los aspectos autoritarios de la nueva sociedad en otros ámbitos. En el campo cultural, la polémica en torno a la libertad de creación se solventó cuando Fidel, en sus Palabras a los Intelectuales, definiera de forma amenazantemente discrecional la actitud del GRP ante los problemas del arte y la literatura: «Dentro de la revolución todos los derechos. Contra la revolución ningún derecho».

En educación y deportes se extendió igualmente el modelo soviético. La reforma universitaria instituyó las asignaturas de Filosofía Marxista (Materialismo Dialéctico e Histórico) y Economía Política como obligatorias para formar/adoctrinar a los alumnos de todas las carreras. Por decreto, el profesionalismo fue, supuestamente,  erradicado del deporte.

En conflicto permanente con EE.UU., aislada del consenso interamericano y aliada con países socialistas de Europa Oriental, África y Asia; a Cuba le esperaban años de aislamiento respecto a su entorno regional americano. No obstante estas peculiaridades internas, su lugar y papel en el ámbito internacional hasta los años noventa no fueron aislacionistas.

Con un rol activo en el Movimiento de Países No Alineados, y relaciones económicas con naciones occidentales (España, Francia, Italia, UK), algunas latinoamericanas (México, Argentina, CARICOM), Japón e incluso filiales de compañías estadounidenses en terceros países; la Isla mostraba cierta propensión occidentalista poco común entre los países socialistas –excepto Yugoslavia y Rumania.

El cuadro cambiaría con el derrumbe del sistema socialista a inicios de los noventa, cuando la Isla quedó como uno de los dos remanentes del socialismo estatizado en el mundo.

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Fidel Castro conversa con líderes de los NOAL. (Foto: Alai)

-II-

La crisis del Período Especial fue la gran oportunidad perdida para reinsertar a Cuba en los circuitos económicos internacionales post Guerra Fría en momentos en que aún se expandía la globalización. De la mano del turismo, productos biofarmacéuticos derivados de la caña, y el níquel; unidos a la autogestión empresarial, inversión extranjera e incipiente actividad de los sectores privado y cooperativo, parecía que el país podría encontrar su camino en el mapa económico global.

Para ello había que efectuar las reformas pertinentes en su modelo y abrir cauces a libertades democráticas y a la participación activa de la sociedad civil. Pero el espejismo del ALBA y el ansia centralizadora del grupo hegemónico del Gobierno/Partido/Estado, cerrarían paso a los nuevos proyectos y, peor aún, pondrían fin a muchos de los existentes desde los noventa en los sectores interno y externo.

El paso voluntarista a una economía sui generis en el planeta, de espaldas al mercado y sustentada en grandes contratos gubernamentales con países afines ideológicamente, terminó por obnubilar la mirada y se creyó que el maná de los contratos profesionales podría llevar al país a la anhelada prosperidad.

Unido a ello, la entrega de los sectores más rentables de la economía a GAESA, oligopolio de origen militar y alta rentabilidad, conseguida a partir de la explotación del mercado cautivo de la Isla y los nexos con el exilio, hicieron que los sectores tradicionales de la economía y los servicios fueran abandonados a su suerte, al priorizarse las inversiones en el sector inmobiliario en detrimento del resto.

El hecho de que ningún otro país haya experimentado con tales políticas económicas no pareció preocupar a los grandes decisores criollos. Cuando se despertó del ensueño y se comprobó que la economía no funcionaba sin caña de azúcar, infraestructuras e industrias nacionales, ya no había fondos de inversión para reanimarlos. La decisión de desarrollar un nuevo modo de producción remesista-importador gestionado por GAESA, algo sin parangón en el mundo, hundió todavía más en la inopia a los sectores populares y destruyó los demás renglones económicos y sociales.

¿Puede continuar el Gobierno/Partido/Estado experimentando con formas de gobernanza probadamente ineficaces e ineficientes, propias del anacrónico socialismo estatizado y burocrático, las mismas que causan la ruina del país y la huida de sus habitantes? No es posible condenar a nuestros hijos y nietos a vivir acorralados como los bisontes en un lugar detenido en tiempos del socialismo real y la Guerra Fría, mientras el mundo gira a su alrededor cada vez más rápidamente.

11 enero 2023 11 comentarios 1,7K vistas
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Medidas unilaterales

Medidas unilaterales coercitivas, extremismo y retórica

por Observatorio sobre el Extremismo Político 4 noviembre 2022
escrito por Observatorio sobre el Extremismo Político

Las medidas unilaterales coercitivas de Estados Unidos contra Cuba, conocidas como bloqueo o embargo, han marcado no solo los vínculos de la Isla con su vecino del norte, sino también su política interna y relación con otros países. Durante más de sesenta años ha tenido variaciones y generado reacciones diversas en las comunidades cubanas de dentro y fuera. ¿Cuál es la historia de esta política? ¿Qué afectaciones ocasiona? ¿Qué argumentos esgrimen a favor y en contra los diferentes sectores?

Una política con más sesenta años

Las sanciones económicas surgieron como represalia a la nacionalización de empresas extranjeras por parte del naciente Gobierno Revolucionario, tras la negativa de las refinerías estadounidenses establecidas en Cuba de procesar crudo proveniente de la Unión Soviética. Desde entonces, los gobiernos norteamericanos las han mantenido más allá de periodos de tensiones y distensiones.

Desde el año 1960 la administración de Eisenhower empezó a reducir la cuota azucarera que Estados Unidos compraba a Cuba, la cual queda totalmente suspendida en 1961 con John F. Kennedy. En 1962, bajo la Ley de Comercio con el Enemigo, Kennedy aprueba el Decreto presidencial 3447 que restringía las exportaciones e importaciones entre ambos países.

Pese a que, como en un inicio, también durante la Guerra Fría las medidas buscaban generar carencias con el fin de dañar la estabilidad interna de Cuba, la entrada de la Isla en 1972 al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), que ofrecía ventajas como la tasa de cuota fija, generó un espacio de inserción que minimizaba los daños. No obstante, con el colapso del campo socialista y la desintegración de su mecanismo económico, la situación se precarizó, por lo que la derogación del bloqueo se convirtió en una prioridad para la política exterior de la nación antillana.

La desaparición de la URSS, además, redujo el interés geopolítico que Cuba había generado para los Estados Unidos, y si bien el gobierno de Washington se acercó a sus homólogos declarados socialistas como China y Vietnam, el mercado cubano no era atractivo como el de estos para constituir un incentivo determinante. Por otro lado, contribuir a la falta de prosperidad en la Isla resultaba conveniente para demostrar el fracaso del socialismo como modelo a nivel de narrativa política.

Por ello, en el periodo la política se recrudeció y adquirió un carácter extraterritorial. En 1992 el Congreso norteamericano aprobó la Cuban Democracy Act o Ley Torricelli, que autorizaba al presidente de Estados Unidos a imponer sanciones a los países que mantuvieran relaciones comerciales o financieras con Cuba.

Además de los mencionados, otro factor de peso en el mantenimiento de las sanciones económicas contra Cuba radica en la presión que ejerce parte de la comunidad de cubanoamericanos residentes en Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno norteamericano, en diferentes momentos ha tomado decisiones no respaldadas por dichos grupos. Prueba de ello fue el regreso de Elián González o la flexibilización de las sanciones en la época del presidente Barack Obama.

En treinta ocasiones la Asamblea de las Naciones Unidas ha aprobado una resolución que rechaza las medidas unilaterales coercitivas, con apoyo mayoritario de países no necesariamente cercanos al gobierno cubano. En la más reciente votación solo tuvo la oposición de Estados Unidos e Israel, y la abstención de Brasil y Ucrania.

Entre los 185 votantes en contra de las mencionadas medidas se encuentran administraciones de derecha como la de Uruguay o Ecuador, que han criticado en varias ocasiones al gobierno en la Isla, por tanto, su voto no debe ser asumido como una señal de apoyo al sistema político cubano, sino como una condena a una medida extraterritorial que afecta intereses económicos de los demás países.

Medidas unilaterales

Entre afectaciones y justificaciones

Desde el inicio de la crisis de los noventa, durante el llamado Período Especial, y con más fuerza en la actualidad, se ha vuelto medular el debate sobre la incidencia de las sanciones en la situación cubana y cuál es el papel de otras problemáticas internas como la ineficiencia de la gestión gubernamental, la corrupción o las fallas en la planificación económica.

Debe tenerse en cuenta que Estados Unidos es un mercado natural para Cuba, por la cercanía geográfica y por ser la potencia hegemónica de la región. Pueden citarse ejemplos de cómo las medidas extraterritoriales desaniman a gobiernos y empresas extranjeras a establecer relaciones comerciales con la Isla. Multas a bancos por procesar transacciones o el impedimento a navíos de tocar puerto norteamericano si entraban en territorio cubano antes, son solo algunas de las más aplicadas.

No obstante, también debe señalarse que en los últimos años han tenido lugar  excepciones en cuanto a la implementación de las medidas del bloqueo, lo cual ha permitido que el gobierno cubano pueda comprar con pago al contado diversos productos básicos de la agricultura norteamericana. También en los últimos meses han aumentado las compañías que se les autoriza volar a la Isla. A pesar de esto, las mercancías cubanas siguen vetadas en el mercado norteamericano, también remesas y viajes están sujetas a las intencionalidades de la administración de turno.

Además de las afectaciones económicas, estas medidas unilaterales coercitivas  inciden directamente en la política interna de Cuba. Constituye una excusa del gobierno no solo para justificar ineficiencias, sino para evadir la implementación de un sistema de transparencia para las organizaciones estatales, al tener que ocultar sus vínculos comerciales con empresas extranjeras para evitar la persecución de activos por parte de Estados Unidos

 Múltiples posturas en las comunidades políticas cubanas

Si se exploran medios de comunicación y redes sociales pueden encontrarse diversas posturas, las más evidentes son: 1. posición pro gobierno cubano que intenta achacar todos los problemas nacionales a la existencia de las medidas; y 2. la postura clásica de la oposición tradicional que exige un aumento de las sanciones o minimiza sus impactos.

Sin embargo, más allá del binarismo antes mencionado, también es posible apreciar a defensores del Estado cubano que, si bien reconocen las trabas que representan las medidas para Cuba, consideran que debe contrarrestarse con la búsqueda de soluciones para el desarrollo, en lugar de esgrimirse de manera reiterada como  la justificación por excelencia para  los problemas de la nación.

De igual forma, opositores al gobierno solicitan una flexibilización de las medidas que afectan directamente a las familias cubanas —como las remesas o los viajes— aunque se consideran reticentes o escépticos ante su levantamiento total por temor a fortalecer al Estado cubano.

Por otro lado, también es visible dentro de sectores de la oposición considerar la mayoría de las sanciones como una política fallida, que no ha sido capaz de derrocar al gobierno de la Isla y, por el contrario, le ha dado justificaciones para mantenerse en el poder pese a su incapacidad para generar bienestar social.

La ineficiencia del también llamado embargo ha sido un criterio compartido no solo por figuras públicas, sino en parte significativa de la comunidad cubanoamericana. Una encuesta aplicada por la Universidad Internacional de la Florida en 2022 constató que un 68% de los cubanos residentes en Miami-Dade County cree que esta política no ha funcionado; sin embargo, un 57% apoya su continuidad.

Al segmentar la muestra por afiliación a partidos, se observa  una marcada tendencia de los demócratas a no suscribir su mantenimiento, al contrario de los republicanos, independientes y no ciudadanos. En otras partes de la citada encuesta se refleja que los emigrados, si bien apoyan medidas de presión contra el gobierno en la Isla, se muestran a favor de la venta de alimentos, medicinas y otras políticas que mejoren el bienestar del pueblo cubano.

El mantenimiento por parte de una administración extranjera de sanciones que afectan el normal desenvolvimiento de la economía cubana, desoyendo además el criterio de organizaciones internacionales y la mayoría de los países, constituye una muestra de extremismo político que incide directamente en el entendimiento entre ambos gobiernos y dificulta la solución no violenta de los problemas en la Isla. El respeto a la autodeterminación de los pueblos es un principio esencial en las relaciones internacionales y su violación provoca conflictos que afectan, sobre todo, a la sociedad civil.

4 noviembre 2022 48 comentarios 1,9K vistas
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EE.UU.

Cuba, EE.UU. y anacronismos pos Guerra Fría

por Mabel Torres 1 agosto 2022
escrito por Mabel Torres

El bloqueo de Estados Unidos (EE.UU.) a Cuba emerge como leitmotiv en los 109 mil 884 kilómetros cuadrados de este archipiélago. El tema no escapa a ningún discurso político doméstico: aparece en vallas de las carreteras, en los spots de televisión, en libros escolares, en los titulares de la prensa estatal e independiente… Los cubanos parecemos almorzar y comer bloqueo, vivir y morir bajo su mantra.

Carlos Alzugaray conoce bien los hilos con los que se conduce esta política de uno y otro lado. Como ex diplomático cubano, desde 1961 ha representado al país en Argentina, Bélgica, Etiopía, Bulgaria y Japón. Asimismo, se desempeñó como asesor del canciller entre 1992 y 1994 y embajador de Cuba ante la Unión Europea. Máster en Diplomacia y Doctor en Ciencias Históricas, ha sido investigador invitado en el Programa Cuba de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore; en el Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, ambos en EE.UU., y en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia.

Avalado como especialista en las relaciones Cuba – EE.UU., es también autor de dos libros sobre esta temática. Aunque se retiró del cuerpo diplomático en 1996, permanece activo en el ámbito académico y editorial. Actualmente imparte conferencias, escribe artículos sobre política internacional y se encuentra en proceso de edición de su obra Diplomacia imperial y Revolución, Premio Ensayo Casa de las Américas en 2013. A sus 79 años apuesta por que una normalización con EE.UU. puede ser posible, así como la construcción de una Cuba más plural y democrática.  

En un artículo publicado en OnCuba, usted plantea que la Isla supuso un tema priorizado en la agenda de política exterior de la Casa Blanca entre 1960 y 1980. ¿Puede decirse que después de la Guerra Fría lo concerniente a Cuba quedó relegado a un asunto de lobby y estrategias electorales?

En la política exterior de EE.UU. influyen muchos factores, pero siempre resultan determinantes las élites del poder. El interés por Cuba en el siglo XIX fue geopolítico, los padres fundadores dijeron: «esto es nuestro». En 1902, EE.UU. logró lo que quería mediante el modelo «plattista» de la República, pero eso acabó con el triunfo de la Revolución. Por ello, no es de extrañar que en el propio 1959 se determinó no negociar con el Gobierno Revolucionario y poner en vigor una serie de medidas para lograr su derrocamiento.

En sus inicios la posición de Cuba se movió a tres niveles. Primero se buscó un acuerdo para que la Casa Blanca aceptara los cambios, lo cual fracasó porque EE.UU. no estaba interesado en negociar. Ahí surgió la idea del «cambio de régimen», que ha prevalecido a lo largo de los años y es la que existe ahora.

Cuba no tuvo otra opción que apelar a la resistencia y, más tarde, al desafío. Sin embargo —aunque no se reconoce explícitamente— este reto frontal al imperialismo, más conocido como la Revolución Tricontinental, fracasó con el asesinato del Che en Bolivia, para re-emerger de otra forma en la década de los setenta cuando Cuba envió tropas a África y apoyó los procesos revolucionarios en América Central.

Después de esa frustración de 1967-1968, Cuba se alió con la Unión Soviética (URSS), pacto muy conveniente para el país, que además coincidió con la ruptura del aislamiento diplomático en América Latina y el Caribe. La membresía y liderazgo de Cuba dentro del Movimiento de Países No Alineados ayudaron a frustrar las políticas de Washington en el plano diplomático.

EE.UU.

Cuba acogió por primera vez la sede una Conferencia Cumbre del MNOAL en 1979. (Foto: Arnaldo Santos/Granma)

Con el fin de la Guerra Fría se resolvieron tres problemas que EE.UU. reclamaba como obstáculos fundamentales para normalizar las relaciones: la alianza con la URSS, la presencia de tropas cubanas en África y el apoyo a movimientos revolucionarios centroamericanos después del triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua. Sin embargo, no se pudo avanzar.

En 1989 Washington vetó toda negociación con La Habana. Sobrevinieron las leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996), que codificaron el bloqueo e hicieron imposible su levantamiento por decisión ejecutiva. La política de «cambio de régimen» por medio de «medidas coercitivas unilaterales» quedó consolidada como centro de las acciones de Estados Unidos contra Cuba.

Hoy el panorama con el vecino no ha cambiado porque a nivel simbólico continuamos representando un desafío: el gobierno que no consiguen derrocar. Sin embargo, estoy seguro que los departamentos de Estado y de Defensa concuerdan en que conviene más a los intereses norteamericanos fomentar la cooperación entre gobiernos a través de un proceso de normalización, como acordaron Raúl Castro y Barack Obama en 2014.

Los cambios introducidos por Obama fueron históricos, pero el gobierno cubano los calificó de insuficientes. ¿Cree que se desaprovechó la oportunidad de un mayor acercamiento en ese entonces?

Es cierto que fueron insuficientes, pues las leyes apuntadas impedían ir muy lejos, pero también Cuba desaprovechó las ventajas que significaba la política de Obama porque no hubo consenso al respecto. Un sector dentro del gobierno lo percibió como una amenaza. El dogmatismo ideológico anuló muchas iniciativas que hubieran consolidado la apertura, mientras la burocracia frenaba los cambios aprobados. La excepción fue el MINREX, que viabilizó los avances en materia diplomática y avanzó en los contactos acordados con el Departamento de Estado.

El poco avance en materia económica tuvo su causa también en la ralentización de la reforma aprobada en el VI Congreso del Partido, en 2011. De haberse concretado los cambios que ahí se proponían, la normalización hubiera transitado por caminos más promisorios en lo económico.

Se temía que la atención de EE.UU. al emergente sector privado abriera un espacio de vulnerabilidad. Ya hoy ello se hubiera visto de otra forma, porque cada vez se acepta más al sector privado como lo que son: patriotas que se han quedado a echar para adelante este país. A la mayoría no le interesa el poder político, sino espacios de participación para prosperar en lo personal. Representan un sector al que el gobierno debería escuchar, como al fin parece estar haciendo.

Y no creo que la posición de Obama implicara eso que se ha designado con justeza como «cambio de régimen» que, por ejemplo, ha sido la política de Trump y ahora la de Biden. En su discurso en La Habana, Obama afirmó: «Nosotros no tenemos la capacidad ni la intención de cambiar el régimen en Cuba». Y ello es coherente con su política general de negociar con los adversarios. Esa fue su mayor virtud, aunque aquí haya quien le atribuya los más siniestros motivos.

Las promesas electorales de Joe Biden y su anterior desempeño como vicepresidente de la administración Obama apuntaban a un posible retorno de la normalización de las relaciones. ¿Por qué no ocurrió?

La no aplicación de esa política tiene un nombre y un apellido: el senador demócrata de origen cubano Bob Menéndez, aunque también ha influido el equipo de «guerreros fríos» que está alrededor del presidente. No es una camarilla de modernizadores como fueron los colaboradores más cercanos de Obama.

¿Pueden haber mediado los sucesos del 11 de julio en que este cambio de política no se concretara?

Nadie esperaba las manifestaciones del 11 de julio. Fue un estallido popular dado que el país había tocado fondo. Un año después no tenemos un informe de la Fiscalía General que diga cuántas personas salieron a las calles ese día y cuántas lo hicieron pacíficamente, porque en efecto, el gobierno acepta que hubo manifestantes pacíficos. Ello nos obliga a suspender el juicio sobre si fue «un golpe vandálico estimulado desde el exterior» —como afirma el gobierno ahora— o una manifestación pacífica de descontento popular. Probablemente, la verdad contenga elementos de ambas explicaciones.

A algunos manifestantes pacíficos no se les han seguido procesos judiciales, pero la imagen que queda es la de persecución y posterior acoso —que muchos consideramos arbitrario e ilegal— por parte de órganos designados para proteger la seguridad y mantener el orden. A eso contribuyó el artificio de «Patria y Vida» de Yotuel, invitado a la Cumbre de las Américas. Indudablemente, la imagen que se ha proyectado al exterior ha sido negativa y sirvió de excusa para que Biden mantenga muchas de las medidas dictadas por Trump.

Hay dos conceptos que deberían promoverse en nuestra sociedad: cultura cívica y esfera pública. La protesta pacífica pública debe formar parte de lo lícito y no ser reprimida injustamente. Debemos buscar la igualdad política de todos los ciudadanos y desterrar prácticas como la prisión domiciliaria por cuestiones políticas o los mítines de repudio. Creo en una esfera pública plural en la que los medios de comunicación expongan de manera crítica las problemáticas del país.

¿Cuánto han afectado las sanciones durante la pandemia?

Mucho. Han sido totalmente crueles y punitivas. Han hecho estragos en la actividad financiera y económica del gobierno cubano, con efectos muy negativos para la ciudadanía. Además, golpearon brutalmente al sector emprendedor al limitar la actividad turística.

La política es perversa porque —no nos engañemos— el recrudecimiento de las medidas coercitivas buscaba un estallido como el del 11 de julio, pero a fin de cuentas solo ha servido para que el gobierno cubano se libre de culpas. El gran costo del bloqueo se ubica en el plano político porque estimula la mentalidad de estado de sitio como factor justificante de la represión.

¿Qué implicaciones tiene la exclusión de Cuba una vez más de la última Cumbre de las Américas?

La inclusión de Cuba en las Cumbres de las Américas fue un reclamo desde sus inicios, pero especialmente desde el 2005, en la de Mar del Plata, Argentina. No fue hasta 2015 en Panamá, donde Washington, obligado por el resto de la región, tuvo que aceptar la inclusión de Cuba, que volvió a ser excluida con la llegada de Biden al poder.

La de Los Ángeles este año tenía como temas centrales salud y migraciones. En ambas esferas, todos los países le reconocen a Cuba un papel fundamental. Sin embargo, la administración Biden, que basa su política exterior en una visión global muy similar a la que tenía EE.UU. durante la Guerra Fría, se propuso no invitar a países con modelos políticos diferentes a los cánones de la «democracia liberal».  

Aun cuando la crisis migratoria que enfrentamos está causada por la situación económica del país, no se puede obviar que las facilidades brindadas por EE.UU. para los cubanos estimulan este fenómeno. Debido a que Washington cerró los servicios consulares en La Habana, con la excusa de los oscuros «incidentes acústicos», se puso un alto al mecanismo de emigración legal aprobado por ambos gobiernos desde 1994-1995.

Aunque Cuba siempre ha preferido negociar la solución a los conflictos migratorios con EE.UU. por la vía bilateral, la situación actual lo convertía en un tema regional, que muchos países querían negociar en el marco de la Cumbre.

¿Pudiera interpretarse la exclusión de Cuba y las más recientes medidas de Biden como una especie de contradicción o es parte de la misma política?

La posición de Biden es una vuelta al pasado y, paradójicamente, significa seguir una directriz que se parece más a la de administraciones republicanas. Por añadidura, implica aceptar la cancelación de la política de Obama, de la cual Donald Trump se ufanó cuando firmó su Directiva sobre Cuba en junio del 2017 en Miami.

Mi pronóstico es que en el largo plazo la realidad obligará a Biden o a cualquier presidente demócrata a buscar una postura más cercana a la de Obama, a pesar de la política interna. Por una sencilla razón: no logrará nada de lo que se propone. En el orden interno, Biden tampoco va a perder mucho. Los demócratas ya tienen perdida la Florida y, es un hecho que va más allá del tema Cuba.

Lo que más complejiza el panorama es que la Isla no es una prioridad para EE.UU., salvo por el tema migratorio. Claro, si los republicanos vuelven a controlar la Casa Blanca en el 2024, podemos esperar que busquen aplicar nuevas medidas coercitivas, pero ya quedarían pocas opciones.

EE.UU.

Mi pronóstico es que en el largo plazo la realidad obligará a Biden o a cualquier presidente demócrata a buscar una postura más cercana a la de Obama, a pesar de la política interna. (Foto: Mabel Torres/LJC)

¿Hubiera sido la Cumbre una especie de precedente para sentarnos a hablar de otros asuntos?

A partir de los acuerdos migratorios del 95, se mantuvieron conversaciones sobre el tema cada seis meses. El diálogo en torno a otras cuestiones como la seguridad aérea y la colaboración meteorológica nunca desapareció. En varias ocasiones el gobierno cubano intentó expandir estas conversaciones hacia otras temáticas como el medio ambiente o la lucha contra el terrorismo, pero siempre enfrentó reticencias, hasta que llegó Obama. El interés nacional de EE.UU. no debe ser otro que tener relaciones normales con la Isla. Por el lado cubano, el gobierno pudiera intentar acercar posturas con los emigrados y otorgarles mayores derechos y garantías.

Mucho se habla de los beneficios que recibiría Cuba de no existir un clima hostil con EE.UU., pero, ¿qué ventajas pudieran esperar el gobierno y el pueblo estadounidenses de una normalización con Cuba?

A nivel comercial, nuestra cercanía geográfica supone una gama de beneficios mutuos. Hay tres rubros de exportación cubanos que tendrían mercado en EE.UU.: el níquel, el tabaco y el ron. Los que probablemente más réditos obtengan sean los relacionados con el turismo: compañías aéreas, tour operadores y empresas hoteleras, además de que el ciudadano americano podría visitar Cuba con normalidad. Asimismo, el lobby agrícola o las empresas que manejan remesas se beneficiarían de una relación normal.

La colaboración en la industria disquera, cinematográfica o el deporte tendría un efecto muy positivo en la proyección internacional de nuestros artistas y atletas, quienes podrían firmar contratos sin mediaciones políticas. Esa experiencia puede extenderse al resto de empresas estadounidenses que tengan interés en los recursos humanos con que contamos, por ejemplo, los jóvenes que trabajan en el área de la programación y las ciencias informáticas.

El bloqueo significa el acceso vedado a un mercado muy poderoso, lo que limita las posibilidades de muchos sectores que ni siquiera hemos comenzado a explorar. Hay determinados círculos en EE.UU. que saben esto y quieren un cambio que les permita obtener ganancias.

¿Cómo vislumbra el escenario de las relaciones Cuba-EE.UU. en el futuro?

Las relaciones pueden mejorar de dos formas. La primera —y mi preferida— sería que la situación económica de Cuba alcanzara cierta prosperidad a nivel individual y colectivo a pesar de las sanciones. En ese panorama no deberíamos nada a nadie y nuestra posición a la hora de negociar estaría por encima de cualquier chantaje. Lo que describo me parecía muy posible hace unos años, pero ahora lo veo bastante utópico.

La otra posibilidad sería que en la élite de EE.UU. predominara una corriente racional que no percibiera la relación con el vecino desde el conflicto o la dominación. El escenario ideal incluye ambos factores, desde uno y otro gobierno.

Necesitamos sentar bases de confianza mutua y desterrar los estereotipos en torno a los cuales ha sido construida la relación cubano-americana: como la idea miamense de la venganza contra Cuba. EE.UU., como gran potencia, seguirá estando ahí. El camino para los cubanos será hallar una forma civilizada de convivencia sin hacer concesiones inaceptables para nuestra dignidad y autodeterminación como pueblo.

A corto plazo soy pesimista por primera vez en mucho tiempo, aunque sigo apostando por que una relación de cooperación es posible. Creo en los seres humanos y en la voluntad de lograr consenso. Por eso, a largo plazo soy optimista, aun cuando temo que no lo veré. Lo podemos lograr si Cuba toma el camino de la prosperidad, incluso con el bloqueo en vigor.

1 agosto 2022 61 comentarios 2,4K vistas
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Extremismo - Ucrania

Los extremismos izquierdistas y la invasión a Ucrania

por Mario Valdés Navia 17 marzo 2022
escrito por Mario Valdés Navia

La invasión rusa a Ucrania ha provocado un nuevo cisma de las izquierdas a nivel mundial. Puestas nuevamente ante el espejo de sus propios errores/horrores, los individuos, grupos, partidos y movimientos que profesan posturas de este tipo podrían ser ubicados en dos grandes vertientes.

Por un lado, los que denuncian la decisión de Putin, admiran la resistencia del pueblo ucraniano y claman por la paz, sin dejar de condenar los cantos de sirena de Occidente al inducir a Ucrania a confrontar radicalmente a Rusia con la promesa de admitirla en la Unión Europea y la OTAN y ser garantes de su seguridad.

Del otro, los radicalizados extremistas, que apoyan al agresor imperial y sueñan con la victoria de las armas rusas sobre los supuestos nazis ucranianos al precio que sea necesario. Al análisis de estos pseudo-izquierdistas, renegados confesos del principio de no intervención y poseídos por la enfermedad infantil del extremismo en el izquierdismo, nos dedicaremos hoy.

-I-

La dicotomía izquierda-derecha suma más de dos siglos de existencia desde que surgiera —como tantos otros símbolos políticos— en el crisol de la Revolución Francesa. Por entonces, los partidarios y los adversarios del veto real a la futura Constitución ocuparon asientos, respectivamente, a derecha o izquierda de Luis XVI en las sesiones de la Asamblea Nacional.

Extremismo - Ucrania

Las sillas de la derecha las ocuparon los fieles a la monarquía y las de la izquierda los que pedían menos poder para el rey Luis XVI. (Imagen: Getty)

Con el tiempo, en cada país apareció un sector derechista, defensor del orden, autoridad, unidad nacional, religión, tradición y liberalismo económico; apoyado por terratenientes, campesinos y grandes intereses financieros. Por otra parte se consolidaban las diversas izquierdas, defensoras de las libertades individuales, gobiernos democráticos, mayor presencia estatal y apoyo a las reclamaciones de los sectores populares. Como tendencia, sus líderes representaban a industriales y comerciantes, capas medias, intelectuales y trabajadores de la ciudad y el campo.

Al crecer, los movimientos obrero, socialista y comunista abrazaron muchas de las posiciones de la izquierda; pero pronto el autoritarismo y el dogmatismo hicieron mella en estas alianzas. El totalitarismo estalinista y la Razón de Estado soviética acabaron por abrir un abismo de incomprensiones y suspicacias entre los comunistas y el resto de las izquierdas a nivel mundial.    

En América Latina, donde las revoluciones burguesas y la independencia económica quedaron truncas, los movimientos de izquierda asumieron conjuntamente las luchas en defensa de la libertad y justicia sociales con la consolidación de la soberanía nacional ante el acecho de las grandes potencias, en particular los Estados Unidos. Desde inicios del siglo XX, ser de izquierda en esta región es sinónimo de antimperialismo, solidaridad continental y rechazo a la intervención armada extranjera.

Al nacer como república, tras la ocupación militar estadounidense y la imposición de la Enmienda Platt, el antimperialismo pasó a la genética de las tendencias de izquierda cubanas. En estas posturas influyeron decisivamente el pensamiento de José Martí y la ideología del PRC, frustradas por las maquinaciones de los sectores patrióticos conservadores y la intervención estadounidense.

De hecho, en la Cuba republicana las posturas contrarias a la intervención, la injerencia o el predominio de los intereses imperialistas estadounidenses marcaron el discurso de los políticos de izquierda y derecha con diversas gradaciones y matices, no exentos de demagogia política. Un caso peculiar fue el de los comunistas cubanos, pues en la medida en que se extendía el mito estalinista de la Unión Soviética como faro y guía de la revolución mundial, la Razón de Estado soviética se fue imponiendo al principio antimperialista.

Extremismo - Ucrania

(Foto: El Estornudo)

El enfrentamiento de los comunistas al Gobierno de los Cien Días, el más antimperialista del período republicano, y en particular a Tony Guiteras y La Joven Cuba, constituyó un símbolo del daño que infligía su extremismo pro-soviético al fortalecimiento de la izquierda revolucionaria.

-II-

Aunque llenas de matices individuales, las visiones de los partidarios izquierdistas de la invasión rusa pueden dividirse, a grosso modo, en cuatro categorías: pragmáticos oficialistas; rusófilos/nostálgicos de la URSS; fans de Putin; y antiestadounidenses radicales.

– Pragmáticos oficialistas: Siguen a pie juntillas las posiciones del Gobierno/Partido/Estado ante este conflicto, únicas que aparecen en los medios oficiales. Su motivación principal es la lealtad incondicional al grupo de poder y a lo que siguen llamando La Revolución. Otras causales son: el compromiso de vida con el empleo estatal que los ata; y el síndrome del miedo a la libertad, cuestión esta que no se cura solo con argumentos.

Si bien la actitud oficial de Cuba coincide muchas veces con la de gobiernos autocráticos, que responden no a supuestos procesos revolucionarios, sino a camarillas plutocráticas que se han apoderado de las economías nacionales en su beneficio; es lamentable que hombres y mujeres que se consideran de izquierda puedan aceptar, y hasta apoyar, la contradictoria postura oficial de «condenar la guerra sin criticar la invasión».

Es incoherente que el gobierno y sus acólitos justifiquen la agresión arguyendo que Rusia se sentía amenazada. Por motivos como ese estallarían guerras en casi todo el mundo, ya que muchos países se sienten amenazados por algún vecino incómodo.

Extremismo - Ucrania

(Imagen: María Pedreda)

– Rusófilos/nostálgicos de la URSS: Estos no dejan de ver en Rusia la continuidad de los buenos y viejos tiempos de la CCCP. Perciben a la resistencia ucraniana como las divisiones SS y a las tropas rusas como el Ejército Rojo, que marcha gloriosamente desnazificando el país.

Siguiendo la lógica de tres décadas de hermanos en la construcción del socialismo y el comunismo —expresada en el respaldo a las invasiones soviéticas a Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979)—, apoyan al agresor por preferir el imperialismo ruso al estadounidense/OTAN. Sus argumentos se caracterizan por una deshonestidad que apela a la mentira desfachatada y a ridículas aseveraciones.

Una de ellas es que Rusia existe donde quiera que haya poblaciones que hablen mayoritariamente ruso. Este razonamiento, típico del expansionismo estadounidense decimonónico, abre las puertas a Francia para reclamar el Quebec canadiense, a México para expandirse a los estados del medio oeste norteamericano y, a Cuba, para anexar el condado de Miami Dade.

La más burda de las afirmaciones de estos rusófilos es el mantra humillante de que «Cuba no puede morder la mano que la sostiene», como si la Rusia de Putin sostuviera económicamente a Cuba cual hiciera la URSS de Brehznev y, en cualquier caso, habría que cuestionar si vale la pena vender los principios éticos por el apoyo interesado de un imperialista sobre otro.

Por demás, tratar de identificar la actitud de Putin hacia Cuba con la de antiguos dirigentes comunistas soviéticos es risible. No solo porque este acaba de justificar su agresión con el argumento mendaz de que Lenin y los bolcheviques despedazaron a Rusia cuando crearon la URSS, sino porque su gobierno abandonó los últimos lazos con Cuba cuando llegó al poder.

– Fans de Putin: decidí denominar a este grupo de manera tan poco científica porque las razones de que haya izquierdistas cubanos deslumbrados con un ultraderechista como Putin, escapan de los campos de la Politología y la Historia y deben ser analizadas por psicólogos y sociólogos como una patología.

Desde el punto de vista histórico, olvidaron muy pronto que sin aviso previo Putin ordenó el cierre y desmantelamiento de la base radioelectrónica de Lourdes (1964-2001) de la que se servía no solo Rusia, sino Cuba para conocer los movimientos militares estadounidenses en tiempo real.

Extremismo - Ucrania

Foto manipulada de Vladimir Putin con el traje de Zar de Rusia. (Imagen: Urgente24)

Desde entonces, su gobierno congeló los nexos económicos y no los retomó hasta 2014, ya en la nueva Guerra Fría, cuando buscaba aliados en Latinoamérica y era vox populi el deshielo entre Cuba y EE.UU. Al visitarnos en julio —pocos meses antes que Barack Obama—, Putin condonó la vieja e impagable deuda con la URSS, abriendo así las posibilidades para un acuerdo con el Club de París; sin embargo, los ansiados y prometidos capitales rusos no volvieron, y menos aún la ayuda estatal.

En lo político, Putin ha difundido una imagen de supermacho (hombre de armas, especialista en artes marciales, amante de la naturaleza, admirado por las mujeres, amigo de las artes y los deportes), que puede atraer a determinadas personas necesitadas de un arquetipo masculino fuerte. Solo los extremistas que tienen la prepotencia y el caudillismo como valores, pueden seguir los pasos del nuevo zar en su pretensión de rehacer, a como dé lugar, un imperio ruso aún más fuerte.

– Antiestadounidenses radicales: en lo ideo-político, es esta la categoría que más me preocupa, tanto por su extensión como por lo enrevesado de sus argumentos. Es que los extremismos izquierdistas beben asiduamente en los charcos del dogmatismo y la ortodoxia. Esto les permite sentirse seguros en una zona de confort desde la cual, como auténticos veladores de la fe, lanzan anatemas contra cualquiera que consideren adversario, confundido o, peor aún, renegado de sus doctrinas exactas y, por tanto, infalibles y eternas.

Así, algunos izquierdistas en Cuba se conmueven ante los sufrimientos del pueblo ucraniano y la agresión a su soberanía, pero al final piensan: «Si los ucranianos están apoyados por EE.UU., nuestro enemigo histórico durante doscientos años, mi lugar está con sus enemigos, por bien que me caigan los defensores». En otras palabras: «El enemigo de mi enemigo es mi amigo».

El olvido de la historia y la falta de ética de este razonamiento lo hacen insostenible y despreciable. En lo histórico, basta con recordar la conformación de los Aliados para derrotar al Eje, o la colaboración cubana con el gobierno de Bush para garantizar la seguridad de la prisión en Guantánamo, a inicios de la guerra contra el terrorismo de Al Qaeda.

El pensamiento crítico no puede asumir como práctica común la dicotomía  de cualquier problema político en pares antagónicos (bien/mal; imperialismos buenos/malos; guerras justas/injustas), porque los problemas complejos no pueden ser resueltos de manera simplista. Sus respuestas y propuestas de solución también han de ser complejas.

El imperialismo, la agresión armada y la ocupación por la fuerza de regiones y países enteros para imponer gobiernos títeres preferidos por las grandes potencias, no puede ser una causa defendida por hombres y mujeres de izquierda; mucho menos si, por ser cubanos, han consagrado sus vidas a la defensa de la independencia nacional ante su poderoso y amenazante vecino.    

Los auténticos lemas de la izquierda han de ser: «Manos fuera de Ucrania», «Paren la guerra ya», «Conversaciones, no combates». Cada día que pasa, Rusia y Ucrania se acercan más a la derrota mutua, y el mundo al holocausto nuclear. No hay espacio para extremismos, dogmatismos y estereotipos en este momento crucial; solo para exigir el fin de las hostilidades, retirada del agresor, conversaciones, compromisos y concesiones mutuas y un tratado internacional que garantice la independencia y seguridad del valiente pueblo ucraniano. 

17 marzo 2022 61 comentarios 2,6K vistas
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Rusia-Ucrania

Rusia-Ucrania: raíces y escenarios

por Domingo Amuchastegui 9 febrero 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

El actual conflicto entre Rusia y Ucrania estremece al mundo por su peligrosidad y complejidades, que se agigantan ante la injerencia sostenida y desplegada por EE.UU. Los medios saturan sus espacios informativos con noticias cada vez más alarmantes. Pareciera que estamos a punto de una monumental debacle mundial. Examinemos el caso lo mejor posible.

Raíces

Existen no pocos elementos que, históricamente hablando, ayudan a comprender la formación y expansión de la lengua, cultura, identidad y múltiples nexos psicosociales del mundo eslavo y de su núcleo protagónico principal: Rusia y la lengua rusa, desde su formación inicial en torno el siglo IX. Su corazón nace en Novgorod y Kiev —en lo que conocemos como El Rus—, y en especial a partir de este último enclave de urbanización, poder, expansión y unificación; hasta que, siglos más tarde, su primacía se desplaza hacia la región y ciudad de Moscú. Desde Alexander Nevski hasta la conocida novela Taras Bulba, así se conforma la Rusia moderna.

Entre los siglos XIII y XVI el Imperio Mongol (La Horda Dorada), se había enseñoreado sobre las tierras rusas —eran tiempos en que Ucrania, Bielorrusia y otros estados que hoy encontramos en los mapas no existían ni remotamente—, pero con su derrota a manos de los príncipes rusos, las amenazas e invasiones desde el este cesaron. Culminó entonces la unificación de Rusia y, a partir de aquí, —como hicieron todos los imperios de esos siglos— se inició su expansión por Asia Central, Siberia y las costas e islas del Extremo Oriente, y en dirección al Mar Negro.

No obstante, desde el siglo XVIII en adelante, fueron las monarquías y poderes imperiales de Europa Occidental los que, una y otra vez, atacaron e invadieron el espacio geoestratégico ruso. Desde Federico el Grande hasta Napoleón Bonaparte; desde los suecos, lituanos y fineses hasta la gran coalición de Gran Bretaña-Francia-Imperio Otomano que pugnaron, inútilmente, por despojar a Rusia de Crimea, un espacio de suma importancia para la economía rusa, dado su acceso al Mar Negro con puertos que no se congelan.

Luego vinieron —una vez más desde el occidente europeo—, los devastadores episodios de la primera y la segunda Guerras Mundiales. Razones de sobra para que la Rusia zarista del pasado, la URSS de su tiempo y la Rusia de hoy; hayan tenido y tengan enorme desconfianza hacia los desplazamientos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), bloque militar que desde los 90 del siglo pasado ha venido «reclutando» nuevos miembros del finado campo socialista hasta lograr colocarse a las puertas de Ucrania.

Este territorio (Ukrainía en sus orígenes) era identificado por un término que indicaba en lengua rusa: tierras fronterizas o zonas distantes hacia el oeste. Solo en el siglo XVIII comienza a emerger cierta corriente de identidad propia —como parte de las tendencias paneslavistas de la época— en oposición a la opresión zarista. Y cristaliza como Estado, con fronteras cambiantes durante años, en los inicios del poder soviético, tras 1917.

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Manifestación ucraniana por la independencia en Khreshchatyk, en marzo de 1917.

En la década de los 90 del siglo XX, los primeros gobiernos de Kiev se resistieron a las tentaciones y ofertas para sumarse a la OTAN y alterar con ello el espacio inmediato de Rusia en sus fronteras occidentales. Estas delimitan hoy con las repúblicas bálticas (Lituania, Letonia y Estonia), Polonia, Bulgaria, Rumanía y Moldavia, y varios países del Cáucaso. Todos ellos miembros de la OTAN, hostiles a Rusia y con gobiernos que no pocos observadores caracterizan como neoconservadores y hasta fascistoides.

A lo interno, luego de 1991, Ucrania atravesó por un proceso similar al de otras ex-repúblicas soviéticas, identificadas por etapas iniciales en que las viejas estructuras del Partido y el gobierno de la época soviética dominaron la escena política —no pocos transformados en grandes magnates u oligarcas—, echando mano a sus recursos para perpetuarse en el poder.

En Ucrania eso estuvo simbolizado por los presidentes Leonid Kuchmá y Víktor Yanukóvich hasta mediados de la primera década del presente siglo, enfrentados a una creciente ola de descontento y protestas, donde confluían oleadas de generaciones jóvenes de muy diversas filiaciones (desde pro-fascistas seguidores de Stepan Bandera, el mayor y más sanguinario colaborador de los ocupantes nazis; junto a nuevos grupos socialdemócratas, socialcristianos, comunistas y otros).

Dicha situación se conjugaba con un intenso proceso de entrenamiento, asesoría y financiamiento en el terreno, por parte de las grandes potencias europeas y, en especial, de EE.UU. (Departamento de Estado, USAID, y otras instituciones públicas y privadas), que les aportaron más de sesenta y cinco millones de dólares, de acuerdo a medios de prensa de Europa Occidental.

Bajo el efecto de los diversos factores apuntados, el primer gobierno ucraniano, presidido por Víktor Yanukóvich, sería puesto en jaque por las dinámicas de confrontación y cambios. Esto culminó en una renovación del proceso político y electoral sobre nuevas reglas. Le llamarían «La revolución naranja» por el color que identificaba a los opositores.

De ahí emergió como ganador la figura de Víktor Yuschenko, que inició los tanteos para un desplazamiento total hacia Occidente, dio los primeros pasos de asociación con la Unión Europea y coqueteó con la posterior iniciativa de sumarse a la OTAN. A ello daría continuidad el siguiente presidente, Petró Poroshenko, que fue derrotado por el actual mandatario, Volodymyr Zelensky, en medio de un flujo y reflujo de partidos, bloques y alianzas de gran inestabilidad.

A Poroshenko en particular, le correspondió enfrentar las tendencias separatistas del oriente del país (zona del Donbáss) como reacción a sus inclinaciones pro-occidentales/OTAN y a la ruptura con el Patriarcado Cristiano de Moscú, al reforzar el papel de la Iglesias ucraniana y su crecientes nexos con el Papado.

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Petró Poroshenko (Foto: Financial Times)

¿Por qué el oriente del país? Por una diversidad de factores de identidad, lengua, nexos económicos y demográficos, de profundo sentido de pertenencia, que hacen a esa zona proclive a enlazarse con Rusia desde los tiempos de la emperatriz Catalina de Rusia. Y para no olvidar el rol de la lengua rusa y sus muy diversas connotaciones, una breve anécdota: un tiempo atrás, la conocida encuestadora Gallup aplicó un instrumento en Ucrania, pero antes preguntó a los encuestados en qué idioma preferían contestar, si ucraniano o ruso. El 83% escogió el ruso.

Todo esto desembocó en los conocidos episodios bélicos acaecidos en la zona del Donbáss (2013-2014), que culminaron en la autodeterminación de las repúblicas de Lugansk y Donetsk, y su separación del gobierno de Kiev.

Tal desenlace fue consagrado por los Acuerdos de Minsk (2013-2014) —pactados entre Rusia, Ucrania y la Organización de Seguridad y Cooperación Europea (OSCE); respaldados mediante una declaración de apoyo por Francia, Alemania y Rusia—, que continúan pendientes de materialización hasta que no se produzca una solución efectivamente concertada para su puesta en práctica.

Durante semejante conflicto, Rusia decidió apoyar a los separatistas de Luhansk y Donetsk, y avanzar sobre Crimea, donde se hallan los puertos y bases de Sebastopol y Odessa, incorporados unilateralmente a Ucrania en los años 50 bajo la égida de Nikita Jruschov.

Fue a partir de esta coyuntura que EE.UU. y la UE aplicaron sanciones múltiples a Rusia desde el 2014, e impulsaron —como nunca antes— la captación de Ucrania para las filas de la OTAN, sobre todo con el beneplácito del nuevo presidente, Volodymyr Zelensky. Paralelo a ello, el despliegue de fuerzas y medios militares de la OTAN en Ucrania y Estados vecinos se incrementarían a ritmo diario.

Tienen al mundo en vilo, tan preocupados como cuando la famosa Crisis de Octubre de 1962. Washington lleva meses anunciando la invasión rusa a Ucrania para justificar sus propias acciones agresivas. El nudo gordiano o meollo del conflicto en su etapa actual descansa en un tema crucial: ¿se suma o no Ucrania a la OTAN?

Preguntémonos: ¿hay razones de sobra o no para que Rusia se alarme y despliegue medidas defensivas apropiadas, tanto militares como político-diplomáticas? La dirigencia rusa ha reiterado que la incorporación de Ucrania a la OTAN es una amenaza directa a su seguridad y a la de su espacio geoestratégico.

¿Es necesario o no que exista una zona de neutralidad, un espacio de eventual contención, una suerte de Estado-tapón (buffer state, como se identifica en inglés), que separe y aleje a los potenciales contendientes? ¿Exageran los rusos, juegan a la guerra o asumen una postura justificada? ¿Qué razones o justificaciones pueden ser aceptables para colocar la OTAN a las puertas de Moscú?

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Volodymyr Zelensky durante la toma de posesión de su cargo como presidente (Foto: EPA-EFE)

Ninguna. Ya han avanzado de sobra en los últimos treinta años y nadie en su sano juicio se explica por qué un bloque militar de tal envergadura, el único en su tipo a escala mundial, sobrevivió injustificadamente al fin de la primera Guerra Fría —pues ya andamos de lleno en la segunda— con el colapso de la URSS. Hoy esa OTAN asedia en su totalidad las fronteras de Rusia.

Invito a los lectores a que revisen un mapa con el sistema de bases militares norteamericanas en el mundo y vea lo que ahora pretende en las narices mismas de Rusia para que comprueben con creces lo que planteo.

Escenarios

Los llamados politólogos, en especial los norteamericanos, son muy dados a la «construcción» de escenarios posibles, a especular de manera argumentada en qué posibles direcciones puede derivar el conflicto actual; o sea, ¿qué puede ocurrir o no?  Siguiendo su estilo, propongamos algunos:

1. El conflicto desemboca en una confrontación, limitada o generalizada, con el empleo de medios nucleares. Altamente improbable debido a sus devastadoras consecuencias para ambas partes. Hasta hoy ha prevalecido la más plena conciencia de que tal conflagración plasmaría la teoría post-era nuclear e implicaría la Destrucción Mutua Asegurada (DAM o MADen inglés).

2. Tendencia a apaciguarse y negociar un arreglo (similar al desenlace del 2013-2014). Mucho más probable ahora, pues en Europa se abre paso un estado de conciencia contrario a forzar la expansión de la OTAN, teniendo como promotores a Francia y Alemania, que impulsan activamente un desenlace negociado. A lo que se suman duelos verbales y posibles negociaciones en el ámbito de la ONU.

No puede olvidarse que ambos países son piezas clave dentro de la OTAN. El propio Zelenski parece estar  moderándose y llamó en días recientes a «no crear pánico entre la población», agregando que «No consideraba ahora la situación más tensa que antes. La gente en el exterior cree que hay una guerra. Este no es el caso».

En dirección similar se ha pronunciado el presidente de Croacia, Zoran Milanovic, que criticó el proyecto norteamericano de incorporación de Ucrania a la OTAN y con ello de «desestabilizar la situación geopolítica de la región». Dicho mandatario ordenó el retiro de tropas croatas en Polonia, acusó a su propio primer ministro, Andrej Plenkovic, de «ser un agente de Ucrania»,  y apuntó a un ángulo válido cuando afirmó: «Esto no tiene que ver con Ucrania o Rusia, sino con las dinámicas de la política interna de EE.UU.».

No se puede pasar por alto que la administración Biden busca contrarrestar los efectos de descrédito como consecuencia de su desastroso manejo de la retirada de Afganistán, mientras que Trump y sus partidarios procuran capitalizar los beneficios de semejante desastre.

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Presidente de Croacia, Zoran Milanovic (Foto: EPA-EFE)

3. La actual situación económica tiende a empeorar y con ello se refuerza el segundo escenario. Brevemente: a. El pánico al que bien alude Zelensky, agrava el deterioro económico de Ucrania desde hace dos años y mantiene alejada a la inversión extranjera; b. Las operaciones económicas —comercio e inversiones— de la UE en Rusia (en especial de Alemania y Francia) comprenden operaciones enormes; c. Un porciento muy elevado de la seguridad energética de Europa Occidental —máxime ahora que comienzan a desmantelarse las plantas de energía atómica en Alemania—depende de los suministros de gas y petróleo de Rusia.

¿Arriesgar todo esto por las maniobras de Washington de forzar la entrada de Ucrania en la OTAN? No parece que le beneficie a los principales actores económicos de Europa Occidental y los rumbos que deban impulsar o no en contra de Rusia.

4. El gobierno de Zelensky —asumiendo el eventual apoyo de EE.UU, indirecto o directo— decide avanzar militarmente sobre los separatistas de Lugansk y Donetzk —los que contarían seguro con apoyo, directo o indirecto, de Rusia—, a fin de recuperar dichos territorios.

Se origina un conflicto local limitado, cuyo desgaste obligaría a las partes a regresar a los esquemas de negociación definidos en los Acuerdos de Minsk como punto de partida con vistas a un arreglo más abarcador y viable. Escenario que cuenta con muchas probabilidades, pero que cede terreno a la esfera político-diplomática que propugnan Francia y Alemania, ahora con la incorporación de la ONU como marco negociador auxiliar.

5. Un incremento en escala hacia un conflicto local generalizado que involucre directamente las fuerzas militares convencionales de Kiev y Moscú, y que eventualmente incluya también fuerzas convencionales limitadas de la OTAN (países miembros fronterizos con Ucrania), configurándose un conflicto con muchas similitudes al de la desintegración de Yugoslavia en los 90 del siglo pasado y en algunos aspectos a aquellos que se desarrollaron en las repúblicas del Cáucaso en la misma década. Escenario probable en caso de fracasar los procesos de negociación y mediación.

6. Viraje interno en Ucrania. Los servicios de Inteligencia británicos han denunciado que Moscú alienta una suerte de giro político interno en Kiev. Parecen descubrir el agua tibia. No puede omitirse que en Ucrania la oposición a Zelensky, en número y fuerza, es todavía apreciable (no solo de partidarios pro-rusos), incrementada por el rechazo creciente a un conflicto militar y al deterioro económico en ascenso.

¿Cómo se refleja esto en el seno de las fuerzas armadas ucranianas? Alrededor de ello hay un sinfín de especulaciones y rumores, pues los militares ucranianos saben perfectamente que sucumben en caso del escenario (5). Todo esto puede repercutir muy negativamente para Zelensky, y la combinación de tales elementos bien pudiera dar lugar a choques políticos de envergadura, que precipiten la caída de Zelensky y produzcan un vuelco político que rechace la opción de sumarse a la OTAN y avancen hacia nuevos desenlaces pactados.

No creo que tengamos que esperar mucho para conocer cuáles de los escenarios anteriores prevalezca o se combine. Imposible olvidar que EE.UU. está en un año de elecciones de medio término, donde se define el control del congreso, y Biden se ubica en una situación política en extremo precaria que lo obliga a tratar de salir lo mejor parado posible de este conflicto.

9 febrero 2022 27 comentarios 2,7K vistas
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Mundo

Unión con el mundo, no con una parte

por Mario Valdés Navia 20 enero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

La agudización del conflicto entre Rusia y EE.UU. por la expansión de la OTAN hacia el este y el destino incierto de las conversaciones entre ambas potencias para resolverlo, han puesto de nuevo sobre el tapete la posibilidad de un despliegue de cohetes rusos en esta área geográfica. De nuevo, porque esta Rusia es la heredera de aquella CCCP que en 1962, en plena Guerra Fría, instalara proyectiles nucleares en Cuba —aprovechando el riesgo de agresión directa de los Estados Unidos a la entonces llamada Isla de la Libertad— para equilibrar la balanza nuclear global ante la amenaza de cohetes estadounidenses situados en Turquía.

No es gratuito el revuelo político y mediático que causó en todo el mundo, a excepción del Gobierno cubano y su prensa oficial, la respuesta ambivalente del jefe de la delegación rusa en las conversaciones con Estados Unidos a una pregunta al respecto. La Crisis de Octubre/de los Misiles/o del Caribe, cumple este año su aniversario sesenta y ningún ser humano en su sano juicio —del que excluyo a los extremistas de ambos bandos—, desearía que se repitiera un escenario como aquel que puso a gran parte de la humanidad, incluida Cuba, ante su peor amenaza de extinción violenta.

Aunque algunos se asombren de las reacciones de alarma en gran parte de la sociedad civil cubana, el asunto no es como para que metamos la cabeza en la arena. Primero, porque ya pasamos por eso en 1962 y sabemos cómo finalizó: un acuerdo entre los dos grandes para retirar sus respectivos misiles y una promesa verbal al pequeño de que no habría invasión del ejército regular de los Estados Unidos; pero nada de terminar los ataques terroristas, acoso político y diplomático, bloqueo económico y base de Guantánamo.   

Segundo, porque en la larga historia de relaciones de la nación cubana y sus instituciones representativas con el expansionista vecino del Norte —desde la República de Cuba Libre en Armas hasta el actual gobierno socialista—, hay toda una tradición de roces y choques por razones bilaterales, como le ocurre a todos los países pequeños situados en la periferia de poderosos imperios, que no vale la pena exacerbar por intereses de terceros.

Si alguien profundizó en el tema del conflicto Cuba-EE.UU., cuando aún no éramos república, fue José Martí. De él analizaremos varios juicios que pueden ayudarnos a entender cuál debiera ser la posición actual de Cuba ante esta «pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos».[1]

Mundo (2)

El viceministro de Exteriores ruso, Sergei Riabkov, se ha referido a la presencia militar en América Latina en una entrevista con la cadena RTVI. (Foto: Thomas Peter / fotografía de Pool vía AP, Archivo)

-I-

En aquella época de fines del siglo XIX, el Apóstol advirtió a nuestros pueblos de América sobre la necesidad de prepararse para enfrentar el peligro mayor que se avecinaba: la intervención de los Estados Unidos. De ahí que otorgó rango de ley sociológica a esta generalización: «Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos». (19, 365)

En las Bases del Partido Revolucionario Cubano quedó definido que los patriotas cubanos aspiraban a constituir: «una nación capaz […] de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señalan». (1, 279) Tal pretensión era el clímax de la lucha incesante de Martí contra las pretensiones estadounidenses de apoderarse de la América Hispana que alcanzó primeros planos con la Conferencia Panamericana (1889) y la Conferencia Monetaria. (1891)

Martí comprendió que la política expansionista de los Estados Unidos no se limitaba a la tradicional intervención político-militar, sino que concebía también la de tipo económico. De ahí su verdadera intención al celebrar tales encuentros internacionales: juntar a los países latinoamericanos en una unión continental bajo su hegemonía económica.

Por ello advierte sin ambages:

Jamás hubo en América, de la independencia para acá, asunto que requiriera más sensatez, que obligue a la mayor vigilancia, que pida examen más claro y minucioso que la invitación que los Estados Unidos, poderosos, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios por América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para coordinar una liga contra Europa y cerrar los negocios con el resto del mundo (6, 46). 

Martí percibió con agudeza que el proyecto de integración regional que los nunca generosos Estados Unidos intentaba ensayar en Latinoamérica implicaba un nuevo sistema de colonización. Ante esta coyuntura postuló cuál era la mejor política a seguir para los «pueblos menores»:

El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América (…). La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. (6,160)

Por eso, más que aprovechar en nuestro beneficio las contradicciones interimperialistas, el Apóstol exhortaba a la unidad latinoamericana y al desarrollo urgente de sus países como valladar ante el avance de los yanquis. En 1891 declaró: «el deber urgente de Nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento» [frente] «al desdén del vecino formidable, que no la conoce». (6, 22)

Percibía la lucha entre ambas Américas como un peligro en ciernes que aún era posible conjurar mediante una política sabia y emprendedora. Fue en este contexto histórico, fortificado con el presumible avance económico de la región al terminarse las obras del canal interoceánico, que madura en el pensador cubano la idea de una república antillana, libre y fuerte, que sirviera a Nuestra América «de pórtico y guarda».

No obstante, la visión de Martí sobre Estados Unidos no fue jamás  antinorteamericana, pues, al mismo tiempo, es crítica con los defectos y entusiasta con los aspectos positivos y novedosos de aquel inmenso país, su cultura y grandes personalidades. En una sentencia define su posición al respecto: «Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting», (1,231) contraponiendo dos símbolos: el popular presidente, salvador de la Unión y liberador de esclavos, y el famoso aventurero expansionista, que intentara arrebatarle el Estado de Chihuahua a México.

Mundo (3)

Estatua de José Martí en Ybor City, Estados Unidos.

-II-

En la tercera década del siglo XXI mucho ha cambiado el mundo: durante la pasada centuria los Estados Unidos establecieron su hegemonía a nivel americano y mundial, y ahora pelean por conservarla ante la amenaza de potencias emergentes como China y Rusia, dueñas de arsenales nucleares. Los países pequeños debemos tener sumo cuidado y proteger nuestros intereses nacionales al navegar en aguas batidas por las colas de esos monstruos furiosos. 

El propio Martí aseveró: «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras» (6, 16) y también: «No se debe exagerar lo que se ve, torcer, ni callar […] Lo primero, en política, es esclarecer y prever». (22,256)

Con ese espíritu analicemos la actual coyuntura mundial y los riesgos y beneficios que puede reportar para Cuba, sin caer en extremismos ni idealizaciones.

Rusia no es la URSS y sus pretensiones hegemónicas no poseen un alcance similar. Aunque tiene un territorio inmenso y sus fuerzas armadas son poderosas, su economía no está ni entre las diez primeras del mundo y marcha a la zaga en muchos aspectos de la ciencia y la tecnología. Una exacerbación de las tensiones con Estados Unidos y la OTAN no les sería favorable bajo ningún concepto. Difícilmente provocarían a esos rivales con el envío de una importante fuerza militar —ni hablar de cohetes nucleares— al otro lado del Atlántico, lo cual provocaría una reacción militar segura de tan poderosos contendientes.

En cambio, el espacio vital ruso llega hasta el este de Ucrania, de modo que harán todo lo necesario para evitar que el Donbass sea recuperado por Kíev y convertido en una plataforma de emplazamiento de cohetes que apunten al corazón de su territorio. Es más plausible que invadan Ucrania a que instalen armas en Cuba y Venezuela. El gobierno y pueblo cubanos no pueden dejarse llevar por el espejismo de una sombrilla nuclear rusa; si la URSS no pudo sostenerla cuando estaba casi a la par con Estados Unidos en la carrera nuclear, menos podría hacerlo Rusia en este momento.

Mundo (4)

Muñecas de madera rusas tradicionales del presidente ruso Vladimir Putin y el presidente estadounidense Joe Biden en una tienda de souvenirs en Moscú. (Foto: Pavel Golovkin / AP)

Cuba tiene mucho por hacer en la reforma económica y política del país con el fin de encontrar una senda propia, con o sin bloqueo estadounidense, como para involucrarse en un enfrentamiento entre poderes imperiales. Liberar la actividad económica en todos los sectores (estatal, cooperativo, privado e inversión extranjera) hará más fuerte a Cuba que cualquier compromiso con una potencia de segundo orden como Rusia.

El bloqueo estadounidense afecta despiadadamente a la Isla, pero su poderío militar destruyó a Vietnam por diez años y luego lo bloquearon durante veinte más (1976-1996). Sin embargo, cuando la reforma Doi Moi demostró que el país se desarrollaba con sus propias fuerzas, el interés económico hizo que los EE.UU. retiraran el bloqueo y se convirtieran en uno de sus principales socios económicos.

Si Cuba reemprendiera el camino del crecimiento podría aspirar a una mayor y más provechosa relación económica con la otra gran potencia actual: China, país socialista a su manera, pero renuente a subvencionar las eternas pérdidas cubanas por el mal funcionamiento de su aparato económico.

Cuando Cuba se abra a su propio pueblo —emprendedor, creativo y trabajador como pocos—, sin monopolios ineficaces ni burocracias parasitarias; y sus empresas puedan unirse libremente al mundo de los negocios internacionales, la sombrilla económica la protegerá con más seguridad que cualquier alineamiento con potencias mundiales que requieran de su apoyo coyunturalmente.   

[1] José Martí: «Nuestra América», Obras Completas, 28 tomos, editorial Ciencias Sociales, 1975-1978, T6, p. 15. Todas las referencias son de esta edición, por lo que solo se consignará entre paréntesis el tomo y la página.

20 enero 2022 57 comentarios 4,K vistas
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Cuba

Reinserción internacional de Cuba ante una nueva Guerra Fría

por Domingo Amuchastegui 13 mayo 2021
escrito por Domingo Amuchastegui

Si duda de la afirmación de que nos enfrentamos a una nueva guerra fría, realice una lectura cuidadosa de los principales medios internacionales y de publicaciones especializadas. Podrá comprobar entonces que —desde diferentes ópticas— dicha hipótesis domina en la actualidad las más variadas interpretaciones.

Esto parece irrefutable cuando se examinan las crecientes tensiones y conflictos que van desde Bruselas a Moscú, del Ártico al Mar Negro, desde el Cáucaso hasta el Medio Oriente, a lo largo y ancho de Asia Meridional y Oriental, bordeando las fronteras terrestres y marítimas de China y sus vecinos. En todos ellos se aprecia la gravitación directa de EEUU desde la OTAN, que hoy toca a las fronteras de Rusia, e incluso, una renovada alianza —al estilo de la fenecida OTASO— que pretende enfrentar los países de la región a las supuestas amenazas chinas.

Hacia dónde y cómo

¿Cómo encaja la minúscula Cuba en este nuevo contexto? Muy lejos estamos de la Crisis de los Cohetes o de la base de submarinos soviéticos en Cienfuegos… ¿Busca acaso el gobierno de La Habana comprometerse en alguno de esos conflictos en alianza con Rusia o China? ¡Ni remotamente!

Los esquemas de estrechas relaciones económicas de La Habana con Moscú —en franca declinación desde hace décadas— y Beijing —con preocupante disminución en los últimos diez años—, nada tienen que ver con las espacios geoestratégicos antes mencionados. Habrán áreas de convergencia político-diplomática en la agenda internacional —la presencia de China y Rusia como miembros permanentes del Consejo de Seguridad constituye un importante capital para la Isla—, pero nada que sirva para imaginar o fabricar «teorías conspirativas» de que Cuba responda a alguna de estas órbitas.

Relaciones Cuba-EEUU desde un nuevo enfoque

La sensible reducción de tales relaciones económicas abarca grandes deudas no resueltas hasta hoy, y consecuentemente, una perceptible disminución en materia de créditos y financiamientos diversos, además de notables recortes en la esfera del comercio bilateral. De la considerable lista de proyectos acordados con ambos países, en los que Cuba cifraba grandes esperanzas, han quedado engavetados o descartados muchos, desde ferrocarriles hasta explotaciones mineras y petroleras, hotelería y otros.

Salvo áreas muy específicas —como la biotecnología en China—, es difícil identificar hoy la materialización de grandes proyectos por parte de Rusia y China en Cuba, o incrementos comerciales de alguna importancia. Cifras recientes indican que apenas diez de los sesenta proyectos acordados con Rusia serán ejecutados, en tanto que el comercio con la nación oriental se ha recortado en un 40%.

De aquí se desprende que la búsqueda de inversiones, tecnologías avanzadas y nexos comerciales, tenga que priorizar a Europa Occidental, donde descansa, además, el grueso de la deuda externa de Cuba con el Club de París. En menor medida, algunos mercados asiáticos como Japón —que a inicios de 1970 llegó a ser el segundo socio comercial de Cuba— y Corea del Sur, pendiente de un reconocimiento diplomático, pueden ofrecer eventualmente oportunidades de importancia.

Paradójicamente, un novedoso espacio de reinserción para Cuba lo es ya el mundo Árabe —no en sus viejas relaciones de colaboración con Argelia, Palestina o Siria en determinadas áreas— y en particular las monarquías de la península Arábiga, con las cuales las relaciones de cooperación se han incrementado como nunca antes. No ha sido ni es así en los países de América Latina y el Caribe, a excepción de la frágil y cambiante relación con Venezuela, o un posible giro político en Brasil.

Cuba no está actualmente en condiciones de sumarse a espacios de conflicto, si exceptuamos el caso de Venezuela. Tampoco es factible algo que la involucre en confrontaciones de mayor envergadura situadas en latitudes distantes. La Isla procurará consolidar y ampliar su activa participación en la agenda y prácticas multilaterales —y la legitimidad que esta le ofrece— que promueve la ONU; continuará fomentado las posibilidades que ofrecen los programas de cooperación y asistencia brindados por diversos países con los cuales tiene relaciones normales, y que bastante le ayudan hasta hoy.

Bloqueo norteamericano y reforma económica en Cuba

Una aproximación similar reforzará en dos direcciones hemisféricas (CELA, CARICOM y Cumbre de las Américas), en especial con los países donde la llamada «oleada rosada» facilita nexos relativamente más estrechos, aunque no en los planos comerciales o de inversión directa, con excepción de Caracas y Brasilia.

Otro espacio geoestratégico que tendrá que explorar en el cercano plazo, son sus controversiales posibilidades en EEUU con Biden —cosa que cada día se presenta más improbable— o con la administración que salga vencedora en el 2024, condicionado a un desmantelamiento previo del diseño de guerra económica aplicado por Trump y hasta ahora mantenido por Biden.

En tal sentido, esto le permitirá aminorar —no suprimir, posibilidad que quedará para un futuro impredecible— el sostenido impacto del pasado embargo y de la actual guerra económica que posibilite en parte una discreta mejoría de los nexos entre ambas economías. Ello incluirá todo el espectro de colaboración y confianza mutua derivado de los acuerdos suscritos al final de la administración Obama.

Nadie venga a argumentar ahora que esto tiene sabor a «claudicación». Cuba no está en las proximidades de Singapur o en los mares de China, tampoco en Gibraltar o los Balcanes. Forma parte integral del hemisferio americano y habitamos a noventa millas de EEUU, donde se encuentran radicados casi un millón de cubanos y sus descendientes, cifra que tiende al aumento.

El más simple ejemplo lo constituyen los costos de transportación desde los puertos chinos o rusos a los de EEUU en el Golfo de México. Podrá parecer muy alejado este escenario, pero el mismo se ve propiciado por muchos de los principales aliados de Washington (Canadá, México y la UE), que en cierta medida pueden contribuir a algún nivel de normalización. Repito lo que he argumentado en otras ocasiones: bien pudiera Washington extraer algunas experiencias positivas del Diálogo Político y de Cooperación entre la Unión Europea y Cuba.

Todo, menos derechos humanos: las sanciones de EEUU contra Cuba

Esta eventual normalización parcial incluirá, inevitablemente, el factor de la población cubano-americana en tres planos diferentes: a) remesas, b) un comercio interfamiliar que propicie alivio significativo y promueva niveles de comercio informal (ineludible en las acondiciones actuales), c) atraer los primeros proyectos de inversión directa de parte de esos cubano-americanos con la debida autorización de EE.UU.

Debería ser en estos espacios, condiciones, límites, potencialidades y agendas diferentes; en las que el gobierno de La Habana se reinserte ante un escenario donde las tendencias dominantes de guerra fría en la escena mundial gravitan considerablemente en cualquier proceso de toma de decisiones. Mucho más perentorio es para un país escaso de recursos, sin una economía de escala ni relaciones económicas balanceadas de su sector externo.

Los dirigentes cubanos han reconocido en años recientes las costosas y fatales experiencias de concentrar la mayor parte de sus relaciones económicas con un solo país. De los errores se aprende, y esto deberá trazar una pauta importante en la reinserción internacional de la Isla.

Limitantes en esta reinserción

Cuatro limitantes sobresalen por su importancia en viabilizar o no este proceso de reinserción:

1. Resulta necesario e impostergable el rediseño integral del probadamente inoperante modelo económico.

2. El discurso oficial en Cuba presenta la actual legislación sobre inversión extranjera (IE), el modelo simbolizado por la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (ZEDM) y la Cartera de Inversiones diseñada para potenciales inversionistas, como las mejores credenciales para atraer una IE que ahora acepta como componente estratégico de su desarrollo.

Lo real es que —además de la guerra económica ya mencionada— la legislación actual sigue siendo percibida como muy restrictiva e incompleta; que la ZEDM dista mucho de producir lo que se esperaba y debe: un proyecto de exportación hacia la región y más allá. Si la ZEDM aspira a seguir «el camino de Shenzhen» y la Cartera de Inversiones no cumple sus objetivos por los mismos factores, además de las propuestas de inversiones que en los últimos 25 veinticinco años las autoridades cubanas han rechazado por aferrarse a sus fórmulas monopolizadoras y restrictivas.

3. Después de la exitosa renegociación de su deuda externa y del inicio satisfactorio de sus pagos, La Habana entra en un nuevo proceso de impagos, subsecuentes intereses incrementados, penalidades y pérdida casi total de sus posibilidades de crédito. Esto coloca a las autoridades cubanas en una situación en extremo precaria desde el punto de vista de las finanzas internacionales.

4. Finalmente, y no por ello menos importante, Cuba persiste en su obstinado rechazo a cualquier nivel de colaboración, asociación o membresía con el sistema financiero internacional (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y, a escala regional, con el BID). Dicha situación refuerza y prolonga su singular condición de paria financiero en el mundo real.

La suma de estos factores coloca a Cuba en una situación desventajosa y perjudicial y en un grado extremo de vulnerabilidad, para hacer frente y alcanzar la efectiva reinserción internacional en el complejo marco de una nueva guerra fría.  

13 mayo 2021 27 comentarios 3,4K vistas
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Celebración imprudente

por Alina Bárbara López Hernández 24 julio 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En 1949 Carlos Rafael Rodríguez, uno de los dirigentes del Partido Comunista de Cuba —desde 1944 Socialista Popular—, calificaba al ideal social de la Juventud Ortodoxa como “socialismo subjetivo”. Estas eran sus razones: “aunque el socialismo a que dicen aspirar es un socialismo verdadero, solo se dirigen a él subjetivamente (…) El socialismo parece considerarse como la conclusión de un proceso evolutivo, parlamentario, que ha de gravitar naturalmente, una vez que se conquiste la libertad nacional”.[1]

Sin embargo, cuatro años después, y ya bajo la dictadura batistiana, eran los comunistas los que parecían tomarse de manera muy subjetiva la posibilidad de reaccionar de manera radical ante la violación de la Constitución del 40. Al menos eso es lo que puede colegirse si se compara la actitud de algunos representantes de ambas organizaciones un día como hoy, pero sesenta y seis años atrás.

El 24 de julio de 1953, mientras un grupo de personas, mayoritariamente de la Juventud Ortodoxa, se dirigía a la granja Siboney, cercana a Santiago de Cuba, desde la que irían a asaltar el cuartel Moncada, y a varios de ellos apenas les quedaban cuarenta y ocho horas de sus cortas vidas; la plana mayor de la organización comunista almorzaba en un céntrico restaurante santiaguero para celebrar el cumpleaños 45 de Blas Roca Calderío, su secretario general.

La dirección del Partido de la entonces provincia de Oriente lo había organizado todo. Rita Vilar, hija de César —en aquellos momentos un alto dirigente del PSP—, en su testimonio a Newton Briones le dice: “Esto da una idea de lo desvinculado que estaba el Partido con el hecho de tanta relevancia que estaba por producirse. Si no nunca se les hubiera ocurrido reunir a la crema y nata del Partido en Santiago, donde Fidel estaba a punto de asaltar el Moncada”.[2]

Ese mismo día Noticias de Hoy, órgano oficial del PSP, anunciaba el onomástico con los habituales elogios y adjetivos desmesurados que habían copiado los comunistas nativos del tratamiento a Stalin en la URSS, aunque, desde luego, sin referirse al almuerzo en cuestión:

Hoy cumple un año más de vida Blas Roca, Secretario General del Partido Socialista Popular de Cuba, el máximo guía del proletariado y del pueblo cubano, el estratega de la lucha de nuestras masas por la paz, el progreso, la independencia nacional y el socialismo. El nuevo aniversario de su vida de trabajo y de lucha, de estudio y de combate, será celebrado por las masas del partido de los pobres, de los humildes, de los patriotas y de los justos, con una gran jornada en favor del fortalecimiento ideológico suyo, de la conquista de nuevos combatientes, soldados del partido de la Paz y de la Libertad, con tareas en favor del desarrollo de la prensa popular y revolucionaria, con nuevas victorias contra los enemigos de Cuba, de la humanidad y del progreso. El homenaje, así, será adecuado a la grandeza sencilla y sabia del gran dirigente (…) Hoy saluda con cariño y respeto al gran dirigente popular y obrero, (…) perspicaz y certero de las masas, levantando en su honor sus banderas de triunfo y ratificándole su decisión de combatir sin tregua a los enemigos de Cuba, de la clase obrera, del pueblo, de la paz, de la humanidad. ¡Loor al gran intérprete y orientador de los problemas y necesidades de las masas! ¡Larga vida desea Hoy al guía certero de la lucha por la Liberación Nacional y el Socialismo![3]

La celebración festiva del 24 de julio se producía en un contexto internacional poco halagüeño para los comunistas del área. Eran momentos en que la guerra de Estados Unidos contra Corea se interrumpe por la firma de un armisticio —refrendado al siguiente día del asalto al Moncada—, que exacerbaba la política anticomunista del macartismo en el país norteño; se vivía un período de agudización constante de tensiones con el recién nacido campo socialista europeo: la Guerra Fría; en Chile, donde los comunistas habían sido miembros de la Cámara y el Senado igual que los de Cuba, se había promulgado la Ley maldita de 1948, que proscribió su participación política.

Paradójicamente en Cuba, tras un año y cuatro meses del golpe de estado de Batista, ocurrido en marzo de 1952, los comunistas seguían siendo un Partido legal y publicaban su diario haciendo propaganda en favor del socialismo.

De hecho, la idea de que Batista diera un golpe de estado había sido barajada por los propios comunistas que, dada la política represiva del gobierno de Prío en su contra, veían en el cuartelazo una vía de escape. A quienes piensen que esta afirmación es falsa, les recomiendo la lectura del extenso artículo: “El madrugón del 10 de marzo tuvo un largo proceso de gestación”, publicado el 15 de marzo de 1952 en Noticias de Hoy y firmado por Blas Roca y Juan Marinello. Este fue el análisis que hiciera la Comisión Ejecutiva Nacional del PSP sobre el golpe de estado, en sesión extraordinaria celebrada dos días antes, como se explica allí. Ciertamente se muestran contrarios a la toma del poder de facto, pero las razones que esgrimen son francamente interesadas:

La dirección ortodoxa rechazó nuestra exhortación para que, sin pactos, formulara un programa popular e hiciera un llamamiento a Batista para que facilitara la derrota del gobierno. Esto, de haberse hecho, le hubiera quitado el pretexto a Batista que le sirvió para reagrupar los mandos militares a su alrededor, el pretexto de que los ortodoxos, de ganar, los perseguirían con más saña que Grau o Prío.[4]

La frase “que facilitara la derrota del gobierno” no puede ser más clara. Los comunistas en verdad pretendían una especie de golpe de estado de frente único, que no fue lo que ocurrió. Y, según evidencias, continuaron proponiendo un acercamiento a Batista, con el cual habían mantenido excelentes relaciones como parte de la Coalición Socialista Democrática, que fue el gobierno constitucional de este país entre 1940 y 1944.

El historiador Newton Briones me facilitó un dato interesante. Al parecer, la dirección del PSP utilizó como enviado a Raúl Lorenzo, que era ministro de comercio de Batista, para ser la persona que hablara con el general sobre un acercamiento mayor con el Partido. Batista dio la respuesta, dijo no, pero lo consultó con los norteamericanos y no lo aprobaron. Lorenzo se marchó de Cuba en 1959, pero después regresó y Newton tuvo la oportunidad de entrevistarlo, el 23 de septiembre de 1998 en La Habana.

¿Mentía Lorenzo? es posible, cualquier testimonio corre ese riesgo. No obstante, la contrastación de fuentes permite razonar que los comunistas cubanos no sentían una gran presión del dictador hasta 1953. La desdichada casualidad de estar en Santiago en el momento menos oportuno les jugó una mala pasada, a partir de esa fecha fueron ilegalizados y prohibida la publicación de su órgano oficial. Debe ser por eso que defendieron “a capa y espada”, como dice Newton, no estar inmiscuidos en los sucesos del Moncada. Pero esa es otra historia que será contada muy pronto.

[1] Carlos Rafael Rodríguez: “El pensamiento de la juventud ortodoxa,” Letra con filo, t. I, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1983, p. 73.

[2] Newton Briones Montoto: Una hija reivindica a su padre, entrevista a Rita Vilar, Ruth Casa Editorial, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2011, p. 64.

[3]S/A: “Cumpleaños de Blas Roca”, Noticias de Hoy, La Habana, viernes 24 de julio de 1953, pp. 1 y 8.

[4] En Noticias de Hoy, La Habana, sábado 15 de marzo de 1952, pp. 1 y 4

24 julio 2019 4 comentarios 862 vistas
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