La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto

Gerardo Machado

Guiteras (1)

Guiteras y los socialismos vernáculos*

por Rafael Rojas 24 noviembre 2021
escrito por Rafael Rojas

En los mismos años en que se extendía la ola revolucionaria en Centroamérica y el Caribe hispano, en Cuba se producía un amplio y heterogéneo movimiento social y político contra la dictadura de Gerardo Machado. Este general de la Guerra de Independencia de 1895, que había sido alcalde de Santa Clara durante la primera ocupación norteamericana de la Isla, entre 1898 y 1902, y que durante las primeras décadas republicanas había militado en el Partido Liberal, llegó a la presidencia en 1925.

Como José Miguel Gómez y Alfredo Zayas, otros dos líderes liberales, Machado había participado en un levantamiento armado contra el conservador Mario García Menocal en 1917, y su campaña presidencial, bajo la consigna de «agua, caminos y escuelas», logró el apoyo de los elementos más renovadores del liberalismo cubano. Sin embargo, en 1927, con apenas dos años de gobierno, Machado propuso reformar la Constitución de 1901 para asegurar una prórroga de poderes por dos más, con el fin de ganar tiempo y preparar su reelección.

Aprovechó la reforma para reforzar su poder por medio de la extensión del período presidencial a seis años, la eliminación del cargo de vicepresidente, el aumento de las iniciativas de ley por parte del ejecutivo y la creación de un Consejo de Estado. El proyecto de reforma constitucional, que sería aprobado por un congreso constituyente, se vio ligado desde un inicio a las relaciones bilaterales con Estados Unidos, toda vez que Machado lo incorporó a la agenda de un viaje a Washington, en abril de 1927, donde lo expuso al presidente Calvin Coolidge. En esa visita, Machado habría planteado al gobierno de Estados Unidos la idea de derogar la Enmienda Platt.

Las primeras reacciones contra el reeleccionismo de Machado provinieron del propio Partido Liberal que lo llevó al poder. Carlos Mendieta Montefur, coronel de la última guerra de independencia, envió una carta abierta al presidente en la que le pedía no violar «las prácticas de la democracia ni las más rudimentarias de la equidad y la justicia». Y advertía: «acuérdate que no has escalado el poder para conculcar las libertades sino para mantenerlas con todo vigor patriótico. Vuelve los ojos hacia el pasado reciente de nuestra República y hojea el libro de la experiencia, cuyas páginas se han escrito con sangre de hermanos».

Machado respondió con una frase que denotaba la subestimación de la nueva generación por la vieja: «nada es más perjudicial a la salud de la República que lanzar a la juventud universitaria, inexperta, cándida y tan llena de ideales hermosos…, a campañas políticas interesadas y fogosas».

Uno de los primeros posicionamientos contra la reforma constitucional provino, precisamente, de los jóvenes del Directorio Estudiantil Universitario, organización a la que entonces pertenecía el líder estudiantil Antonio Guiteras Holmes. En un manifiesto a la opinión pública, en abril de 1927, los miembros del Directorio afirmaban que la prórroga de poderes era un «atentado a las libertades y a la soberanía del pueblo cubano» y que la promesa de una derogación de la Enmienda Platt no debía aceptarse a cambio de la instauración de una dictadura. En 1927 Guiteras no creía necesaria una reforma constitucional en Cuba, sobre todo si la misma servía para perpetuar a Machado.

Guiteras (2)

El presidente de Estados Unidos Calvin Coolidge, a la izquierda, junto a Elvira Machado, esposa de Gerardo Machado, y este, a la derecha, junto a la esposa de Coolidge, Grace, en La Habana en 1928. (Foto: Associated Press)

Al final, la reforma constitucional se aprobó en 1928, pero sin la prórroga inmediata de poderes, por lo que el presidente se presentó a la reelección aquel año. Sin embargo, la idea de un sexenio machadista, que se extendería de 1929 a 1935, molestaba profundamente a varios sectores de la población y provocó la radicalización de la juventud opositora. La gran movilización juvenil, que arrancaría en 1930 y sacudió a los sectores tradicionales de la primera República cubana, fue el punto de partida de una transformación profunda de la sociedad y el Estado sin la que es imposible comprender el proceso revolucionario posterior.

Unos años después del manifiesto de 1927, siendo miembro de Unión Revolucionaria, Guiteras cambia de posición y piensa que Machado debe ser reemplazado por un «gobierno provisional», llamado a crear «un régimen en concordancia con las nuevas orientaciones político-sociales que han aparecido en el mundo desde que fue redactada la Constitución de 1901, que asegura para Cuba vida libre de opresiones nacionales y de injerencias extrañas».

Su valoración de la Constitución de 1901 continuaba siendo positiva, no obstante, ahora contemplaba la necesidad de una reforma profunda desde el gobierno, que colocara a Cuba en el panorama de las izquierdas revolucionarias y populistas de la región.

El gobierno provisional, a su juicio, debía durar solo dos años, luego de los cuales se organizaría un plebiscito y se haría un censo para convocar elecciones a un nuevo congreso constituyente. Aquel primer programa guiterista proponía, entre otras medidas de beneficio social, la nacionalización de los servicios públicos (ferrocarriles, ómnibus rurales y urbanos, compañías de expreso, cables, telegrafía sin hilos, teléfono, alumbrado eléctrico, gas y agua).

Además de esos pasos en la dirección de un reforzamiento del papel económico del Estado, en sintonía con las tesis keynesianas y de la London School of Economics, Guiteras suscribía elementos del reformismo agrario mexicano y centroamericano, mediante leyes contra el latifundio, la extensión del sufragio universal, directo y secreto, para hombres y mujeres mayores de veintiún años, la autonomía del poder judicial y de la educación universitaria.

Con esa claridad programática a sus veintitantos años, no es raro que el joven graduado de Farmacia en la Universidad de La Habana se convirtiera en una de las figuras centrales del nuevo gobierno revolucionario. La Revolución cubana del 33 fue muy heterogénea, pero tuvo tal vez en Guiteras el punto de intersección de todas sus corrientes políticas: los comunistas partidarios de la línea soviética, los socialistas antiestalinistas de tendencia anarquista o trotskista, los nacionalistas revolucionarios de izquierda, los nacionalistas revolucionarios de centro o de derecha, los populistas cercanos a las posiciones del APRA y los viejos liberales y conservadores de las primeras décadas republicanas.

La Revolución contra Machado hizo emerger un espectro de asociaciones y partidos que, creados antes o durante la dictadura, transformaron el sistema político insular: Partido Comunista de Cuba (PCC), Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), Directorio Estudiantil Universitario (DEU), Ala Izquierda Estudiantil, Unión Revolucionaria, Partido Bolchevique Leninista, Unión Nacionalista, Partido Liberal, ABC….

Entre sus líderes se encontraban miembros de los viejos partidos Conservador y Liberal, como Mario García Menocal, Miguel Mariano Gómez, Carlos Mendieta Montefur y Roberto Méndez Peñate, que se levantaron en armas en 1931 contra Machado; militantes comunistas como Rubén Martínez Villena, que organizó las principales huelgas del movimiento obrero; líderes universitarios como Ramón Grau San Martín, Carlos Prío Socarrás o Eduardo Chibás; periodistas como Sergio Carbó, o intelectuales como Joaquín Martínez Sáenz, Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Juan Andrés Lliteras, fundadores del ABC, un partido catalogado erróneamente como «fascista» por buena parte de la historiografía oficial cubana.

Guiteras (3)

Sergió Carbó (2-izq.), de blanco, en una foto junto a Ramón Grau San Martín (izq.), Fulgencio Batista (cent.) y otros políticos y militares cubanos en 1933. (Foto: latinamericanstudies.org)

La conspiración del partido Unión Nacionalista había arrancado desde fines de los años veinte, y prueba de su heterogeneidad fue la aproximación a la misma de Julio Antonio Mella y otros jóvenes de izquierda. Los conspiradores, viejos revolucionarios del XIX, buscaron apoyo en Washington y Nueva York y organizaron una expedición del Havana Yacht Club a Río Verde, Pinar del Río, en el verano de 1931.

Otro grupo, que también logró soporte en Estados Unidos —encabezado por los tenientes Emilio Laurent y Feliciano Maderne, y apoyado por jóvenes políticos como el ya citado Sergio Carbó, Lucilo de la Peña y Carlos Hevia—, desembarcó en Gibara, provincia de Oriente. Ambas sublevaciones fueron rápidamente neutralizadas por el ejército de Machado y sus principales líderes, encarcelados, aunque pocos meses después los amnistiaron.

El ABC surge justo en el verano de 1931, a partir de una lectura crítica del fracaso de aquellas revueltas armadas. Sus líderes eran Martínez Sáenz, Mañach, Ichaso y Lliteras; respaldados por intelectuales y políticos de la misma generación como Emeterio Santovenia, Carlos Saladrigas, Ramón Hermida, Gustavo Botet, Orestes Figueredo, Juan Pedro Bombino… Algunos, como Bombino y Figueredo, provenían del Directorio Estudiantil; otros, como Mañach, derivaban del Grupo Minorista desde la década anterior.

La identidad juvenil del movimiento se tradujo en una valoración sumamente crítica del rol de la generación anterior, que, a su entender, había logrado la independencia pero era incapaz de encabezar la construcción de una república moderna en el siglo XX, abierta al nuevo repertorio de derechos sociales de la ciudadanía.

La perspectiva generacional y el concepto político de la «juventud», en el espacio latinoamericano, habían marcado todo el itinerario de la izquierda no comunista: el movimiento estudiantil de Córdoba, la lucha por la autonomía universitaria, la Revolución Mexicana, José Vasconcelos, Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA… Varias corrientes de la Revolución del 33, en Cuba, como el DEU, el Ala Izquierda, ABC y La Joven Cuba, comparten ese proceso de invención conceptual de la juventud como sujeto político.

El «Manifiesto-programa» del ABC, que comenzó a circular en 1932, planteó el asunto de una manera precisa. Luego de señalar que la aspiración de la nueva «organización» —también llamada «movimiento», raras veces «partido»— era la «renovación integral de la vida pública cubana», es decir, no solo «acabar con el régimen tiránico» de Machado sino «también remover las causas que lo han determinado, y mantener efectivamente organizada a la opinión sana del país en una fuerza permanente para la realización y defensa de los intereses nacionales», Mañach, Martínez Sáenz, Ichaso y Lliteras explicaban:

El ABC es característicamente un movimiento de juventudes, porque la evolución nacional en los últimos treinta años ha demostrado que una gran parte de los males de Cuba se derivan de que la generación del 95 ha secuestrado para sí la dirección de los asuntos públicos, excluyendo sistemáticamente a los cubanos que alcanzaron la plenitud civil bajo la República. Después de cumplir, gloriosamente, su misión histórica, la conquista de la independencia, esa generación tuvo que servir de puente entre la Colonia y la República. Pero desde sus primeros pasos en su gestión republicana, puso de manifiesto su falta de aptitud para la labor civil de organizar y defender el nuevo Estado. Impedida, por el mismo empeño libertador, de adquirir la preparación doctrinal y técnica necesaria; fatigada de la tensión política; minada por las rivalidades y el espíritu de caudillismo que toda guerra de emancipación naturalmente engendra, esa generación no ha sabido, ni en el Poder ni en la Oposición, organizar las defensas de la nacionalidad. Dominó, sin embargo, de tal modo el sistema político nacional, que los jóvenes admitidos en el mismo, han sido únicamente los que se mostraron dispuestos a aceptar sus condiciones y contagiarse de sus vicios, estableciéndose así una selección a la inversa: la selección de los peores.

Estos jóvenes revolucionarios reiteraban que aquella generación estaba «políticamente liquidada» y que era preciso «sustituirla» porque podía «imputársele el fracaso de la primera etapa republicana» de Cuba. Tal visión se hallaba sumamente extendida entre los diversos grupos y asociaciones antimachadistas, incluso entre los comunistas, aunque la ortodoxia doctrinal del marxismo-leninismo los llevara a negar o subestimar el conflicto generacional, frente al conflicto de clases, al que consideraban determinante en una sociedad moderna.

En diversos escritos de Mella, Martínez Villena o Marinello, es detectable la idea de que la generación del 95 había traicionado los ideales de soberanía y justicia. Sin embargo, algunos como Martínez Villena o el intelectual de izquierda Raúl Roa, que no militaba en el Partido Comunista, juzgaron severamente el manifiesto del ABC. Su principal crítica era al método de lucha violenta de la organización, que definían como «terrorista», pero también cuestionaban la importancia que el programa daba a la «pequeña propiedad» dentro de la reforma agraria.

Guiteras (4)

Julio Antonio Mella

Hay algunas continuidades entre el ABC, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y el guiterismo —corriente socialista no comunista impulsada por Antonio Guiteras Holmes, dentro de la propia Revolución de 1933— ignoradas por la historiografía marxista-leninista, debido al cúmulo de dogmas y prejuicios frente a la izquierda nacionalista revolucionaria.

Desde que Guiteras rompe con los sectores que hegemonizaron la Revolución del 33, evidenció una visión crítica de las generaciones mambisas y un celo conceptual en torno a la idea de Revolución, que rápidamente lo distinguió de otros líderes de aquel proceso. En su conocido artículo «Septembrismo», publicado en abril de 1934 en Bohemia, reconocía la importancia del cuartelazo del 4 de septiembre por poner fin al gobierno «débil e impopular» —«por la mediocridad que caracteriza a todo gobierno de concentración»— y «mediatizado» de Céspedes.

También se oponía a quienes rechazaron sus decretos —«martillazos que rompían lentamente la máquina gigantesca que ahogaba al pueblo de Cuba»—, ya que «nuestro programa no podía detenerse simple y llanamente en el principio de la no intervención». Se refería, desde luego, a Batista, y también a líderes civiles como Sergio Carbó, que mencionaba por su nombre —y a Guillermo Portela y Porfirio Franca, que no mencionaba— como reacios al cambio. Pero no a José Miguel Irisarri o Ángel Alberto Giraudy, miembros del gabinete progresista de fines de 1933, que se incorporarían en 1934 a La Joven Cuba.

Aunque no cuestionaba públicamente a Grau San Martín, su compañero en el Gobierno de los Cien Días, y hasta reconocía que su actitud no había sido «estéril», Guiteras partía de una distinción entre verdaderos y falsos revolucionarios, que suponía una mirada crítica hacia las derivas políticas de la última generación mambisa en la política republicana. El «fracaso» de su breve gobierno progresista era la prueba de que «una revolución sólo puede llevarse adelante cuando está mantenida por un núcleo de hombres identificados ideológicamente, poderoso por su unión inquebrantable».

Había, sin embargo, semejanzas evidentes entre este concepto de Revolución, en el que se combinaban cohesión política y flexibilidad ideológica, y el de Batista, quien monopolizaría el uso oficial del término en Cuba hasta los años cincuenta.

En septiembre de 1934, a un año de la revolución del 4 de septiembre, decía Batista, en tono filosófico:

Cuando al hombre se sustrae de la rutina, de la costumbre de seguir lo trillado, le sucede como al niño al comenzar su colegio: todo al principio le azora y le sobrecoge; pero pronto atempera su espíritu al ambiente y se adapta a las nuevas formas de vida. Las revoluciones provocan siempre, al estallar, inquietudes y dudas; porque abren amplios paréntesis de incógnitas en la vida de los hombres. No hay que confundir a los movimientos revolucionarios reformadores con las simples revueltas. Estas son pasajeras; los efectos de aquéllos son permanentes o evolucionan. Cuando la marcha de los pueblos se estanca, los cambios se imponen.

Batista reiteraba una serie de núcleos discursivos de toda la tradición nacionalista revolucionaria: la distinción entre revolución y revuelta; la idea de la revolución permanente y la tesis de que, al menos en la historia de Cuba, cada revolución se originaba en el desencanto con una promesa previa de cambio revolucionario. Lo reiteraba más adelante, en el mismo texto, cuando aseguraba que en la primera República cubana, de 1902 a 1933, se habían anquilosado «castas y divisiones que dieron al traste con los ideales de nuestros mambises».

Guiteras (5)

Fulgencio Batista saluda a Sumner Welles, durante una visita a Washington en 1938. (Foto: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos)

También compartía el meollo del nacionalismo revolucionario al identificar aquel estancamiento republicano con la «supeditación» de «nuestra república a los grandes intereses de factura extranjera, así como de los de raras influencias nacionales subordinadas a los anteriores».

Para Guiteras y sus seguidores era preciso entonces contraponer, al campo semántico de ese concepto oficial, otra manera de asumir y socializar el término Revolución. El Programa de La Joven Cuba es un documento donde no solo se lee esa resemantización, sino los contactos discursivos que establece dicho programa con otros movimientos de la izquierda nacionalista latinoamericana de los años treinta.

El Programa de La Joven Cuba

Para empezar, Guiteras iba más a fondo que Batista y, otra vez en sintonía con los programas del ABC y el PRC(A), cuestionaba la condición nacional de Cuba en 1934. No es que fuera una neocolonia, es que no era una nación, «a pesar de reunir todos los elementos indispensables para integrar una nación».

El Programa de La Joven Cuba, publicado como panfleto en octubre de 1934, en la imprenta del periódico habanero Ahora, es uno de los documentos más profundos de la literatura revolucionaria en América Latina. Los historiadores coinciden en que en la redacción del documento, firmado por el «Comité Central» de la organización, no solo intervino Guiteras, sino abogados vinculados al gobierno de Grau, como Irisarri y Giraudy, y el escritor y periodista Antonio María Penichet, incorporados luego a la corriente septembrista y a la breve experiencia de la asociación secreta TNT.

La profundidad ideológica del texto está directamente relacionada con la propuesta de agregar a las «unidades física, demótica, policial e histórica» de la nación cubana —ya existentes—, una «unidad funcional» —inexistente— que sería necesaria para «rebasar el estado colonial». Ese proceso, según La Joven Cuba, únicamente podría lograrse por medio del «Socialismo»: «para que la ordenación orgánica de Cuba en nación alcance estabilidad, precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del Socialismo».

Frente al nacionalismo revolucionario hegemónico u oficial que trataba de impulsar Batista, el guiterismo proponía una visión radicalizada del cambio, introduciendo el concepto de «Socialismo», con mayúscula. No obstante, esa radicalización mantenía claras distancias con el socialismo de tipo comunista y, a la vez, no renunciaba a procedimientos propiamente reformistas, toda vez que se asumía como continuidad del programa de gobierno emprendido entre el 4 de septiembre de 1933 y el 15 de enero de 1934.

El «Estado socialista», decían los guiteristas, no era «construcción caprichosamente imaginada» o «mera utopía individual o hipnosis colectiva», sino una «deducción racional basada en las leyes de la dinámica social». Los términos son muy parecidos a los del lenguaje de los partidos comunistas latinoamericanos, pero el programa mostraba claras diferencias.

En ningún momento La Joven Cuba suscribía la doctrina del «marxismo-leninismo» ni elogiaba al proyecto soviético. Tampoco proponía la creación de un partido único o la estatalización de la economía. El programa defendía la «nacionalización o municipalización» de servicios públicos y, a la vez, el «fomento de la pequeña industria» privada.

Muy en la línea de la Revolución Mexicana, especialmente en su versión cardenista, los guiteristas proponían una reforma agraria que concediera tierras al campesinado pobre, nacionalizara los litorales y el subsuelo y creara granjas agrícolas cooperativas y estatales; pero sin desmantelar la red empresarial que operaba la industria, el comercio, la agricultura y la banca.

Las reformas previstas por La Joven Cuba incluían una amplia extensión de derechos sociales básicos a la población, pero también un reordenamiento del aparato de justicia y un combate permanente a la corrupción y la malversación de fondos públicos. En términos políticos se contemplaba una reforma electoral que hiciera efectivo el voto de cada persona mayor de 18 años y concediera el derecho al sufragio de las mujeres.

Guiteras (6)

Antonio Guiteras

En política exterior, suscribían las premisas del antimperialismo, rechazaban todos los tratados y convenios internacionales que perjudicasen a la nación, desconocían la deuda externa y llamaban a la convocatoria inmediata de un «Parlamento de América», integrado por «representantes de las asociaciones de productores, sindicatos de empleados y trabajadores y colegios de profesionales de todos los países de América».

¿A qué sonaba este reformismo radical, que mezclaba antimperialismo y panamericanismo y que apostaba a una diplomacia desde la sociedad civil, antes que desde el Estado? Definitivamente no al comunismo de los partidos aliados a Moscú, sino al aprismo peruano y chileno, al cardenismo mexicano y, en menor medida, a los nacientes populismos varguista y peronista en Brasil y Argentina.

Los referentes doctrinales de Guiteras y La Joven Cuba se movían entre Ariel y Motivos de Proteo, de José Enrique Rodó; La verdadera revolución social, del anarquista francés Sebastian Faure; los estudios críticos sobre la Revolución rusa de Volin y Archinov y lecturas frecuentes de la izquierda vasconcelista y aprista como Tolstoi, Tagore y Barbusse.

En una conocida entrevista con el aprista Enrique de la Osa para la revista Futuro, Guiteras expresaba: «es preciso reconocer que mucho han contribuido a crear ese espíritu antimperialista las organizaciones que como el APRA mantienen el propósito fundamental» del antimperialismo.

Entre 1934 y 1935, las diferencias entre el nacionalismo revolucionario de izquierda y el comunismo cubano se profundizaron. En la documentación del Segundo Congreso del Partido Comunista, celebrado en Santa Clara el 21 de abril de 1934, el guiterismo aparece catalogado como una corriente «izquierdista de la burguesía terrateniente», aliada de Grau San Martín y el PRC, Sergio Carbó y el Nacionalista Revolucionario; a pesar de las conocidas críticas de La Joven Cuba a estos líderes y partidos.

Desde marzo del 34, en unas «Directivas» del PCC a los obreros se había llamado a «desenmascarar» al guiterismo. Ahora se reiteraba la exhortación, ya que, a juicio de los comunistas, la estrategia huelguista e insurreccional de La Joven Cuba podía atraer a su «campaña demagógica» a sectores del movimiento obrero y campesino.

En un momento en que el comunismo latinoamericano transitaba hacia las tesis del «frente amplio» antifascista, impulsadas desde el Comintern por Jorge Dimitrov, en Cuba el frentismo comunista se presentaba reacio a la alianza con guiteristas, trotskistas, anarquistas y apristas.

No se mencionaba al APRA, por cierto, en aquellos documentos, pero en Cuba existía una organización ligada al movimiento de Haya de la Torre, que colaboró con Guiteras y los auténticos en la huelga de marzo de 1935 y otras acciones revolucionarias.

Guiteras (7)

Víctor Raúl Haya de la Torre

En una carta de Guiteras a sus colaboradores exiliados en Estados Unidos, el líder hablaba del proyecto de crear un frente común entre auténticos, apristas y guiteristas en marzo de 1935, para respaldar la huelga general contra el gobierno de Carlos Mendieta Montefur, convocada por el movimiento estudiantil. El propósito de aquella alianza era conectar la huelga con una insurrección armada, un curso de acción que desaconsejaban el Partido Comunista y la Confederación Nacional Obrera.

Guiteras murió en choque armado con un contingente del ejército de Batista en el fuerte El Morrillo, al norte de Matanzas, cuando se disponía a salir de Cuba rumbo a México, con el propósito de organizar una expedición revolucionaria. En México, un grupo de exiliados guiteristas bien relacionados con las redes internacionales de la izquierda aprista, buscaba apoyo de Francisco J. Múgica y del propio presidente Lázaro Cárdenas. Las fricciones entre aquellos revolucionarios cubanos y la izquierda comunista prosoviética fueron muy parecidas a las que experimentaron los partidarios de Haya de la Torre en Perú, los cardenistas en México y los peronistas en Argentina.

La Joven Cuba fue vista como amenaza por la derecha batistiana y por la izquierda comunista. La cúpula de la dirigencia prosoviética cubana acusaba a los guiteristas de sostener, como los trotskistas, que la Revolución en Cuba sería imposible mientras no se produjera antes una Revolución en Estados Unidos.

En la práctica, las cosas fueron al revés: los guiteristas organizaron una insurrección, mientras los comunistas asumieron la opción más ortodoxa del frente amplio y pactaron con Batista desde fines de los años treinta. El partido comunista, entonces llamado Unión Revolucionaria Comunista, se alió con Batista en la elección de la Asamblea Constituyente de 1939 y formó parte de su gobierno entre 1940 y 1944.

Durante el giro reformista de los comunistas latinoamericanos, que se oficializó con la estrategia de los frentes amplios establecida en el VII Congreso del Comintern en el verano de 1935, aquellos socialismos vernáculos latinoamericanos y caribeños, conectados a diversas corrientes de la izquierda populista y nacionalista, adquirieron un importante protagonismo. La iniciativa de la Revolución, dentro de la izquierda regional, se desplazó entonces a movimientos y organizaciones que se distanciaban de las premisas gradualistas del comunismo ortodoxo.

***

*Fragmento del capítulo «Variantes del nacionalismo revolucionario», del libro El árbol de las revoluciones. Ideas y poder en América Latina (Madrid, Turner, 2021).

24 noviembre 2021 20 comentarios 6k vistas
15 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Guiteras

Tony Guiteras: ¿un rojo contra rojos?

por Aries M Cañellas Cabrera 8 mayo 2021
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Antonio Guiteras Holmes —que hoy cumple ochenta y seis años de su muerte en combate—, se erige como una de las figuras más importantes del complejo proceso que fue la Revolución del Treinta. En el mismo confluyeron varias opciones ideológicas y políticas en un diapasón que no logró, o buscó, la unidad de acción entre las distintas fuerzas actuantes.

Dentro de dicha pluralidad, Guiteras será portador de una línea de acción que lo situó rápidamente en contraposición con el Partido Comunista de Cuba (PC) y, a la vez, le impidió formar parte de ninguna de las organizaciones políticas ya establecidas.

El PC, surgido en 1925, tenía durante esa etapa una estructura ambigua, en la cual la figura pública era Rubén Martínez Villena, que no será nombrado jamás secretario general; mientras, los nombres descollantes dentro de la organización en aquel momento eran Jorge Vivó, Joaquín Ordoqui y Blas Roca.

La organización se subordinaba a la línea de la Internacional Comunista y se hallaba bajo la tutela del Partido Comunista de los Estados Unidos y del Buró del Caribe. Ambos tutelajes le imprimieron una línea de acción que ha sido sumamente cuestionada, por cuanto la limitó en determinados modos de actuación y en la toma de ciertas decisiones.

Cuando de nombres se trata

Tony Guiteras, por su parte, era portador de una ideología socialista, había utilizado la opción armada como medio de obtener el poder, a la vez que no ponía reparos a la posibilidad de colaboración con diversas tendencias. Al ser llamado a formar parte del gobierno de Grau, como secretario de Gobernación, accedió pues, como diría después en su artículo «Septembrismo»: «(…) el Poder, imposibilitado de hacer la Revolución, no significaba nada para nosotros. Su único objetivo en nuestras manos era la de instrumento para hacer la revolución (…)».

Es evidente que no deseaba el poder en sí mismo, sino como vía para lograr el conjunto de transformaciones que consideraba necesarias para Cuba. Consecuente con esta idea, toda su labor en el Gobierno de los Cien Días estuvo encaminada a ello.

Las acciones y medidas emprendidas durante su cargo estuvieron encauzadas a conseguir una verdadera revolución dentro de la sociedad cubana. Cuando se analizan, junto al artículo «Septembrismo» y al Programa de Joven Cuba, se pueden constatar inmediatamente determinadas coincidencias con el ideario revolucionario y marxista.

Guiteras estaba consciente de que lo primero que se debía alcanzar era la verdadera independencia del país pues: «(…) la estructura económica cubana es un aparato que no sirve a necesidades colectivas de dentro, sino a rendimientos calculados por y para los de afuera». (Programa de Joven Cuba). Eso era lo que la imposibilitaba, a su juicio, para ser considerada una nación y consecuentemente desarrollar una verdadera revolución.

Una antigua conversación

Antonio Guiteras y el socialismo

Para él, toda intención de cambio debía partir del freno de la injerencia norteamericana y de la creación de un Estado que respondiera a las necesidades de las masas populares y se estructurara conforme a los postulados del socialismo. Según su criterio, la orientación del gobierno debía ser hacia el socialismo de Estado, y así lo fundamenta en su Manifiesto no publicado, de diciembre de 1933.

Su concepción de una revolución socialista consideraba tanto los factores objetivos como los subjetivos, que en el caso de Cuba pasaban por la ya mencionada posición anti-injerencista y antimperialista que permitiera desarrollar las fuerzas productivas y la estructura económica; así como una conciencia colectiva correspondiente al nuevo estatus, todo lo cual debía obtenerse a través de sucesivas etapas preparatorias.

El socialismo de Estado debía crearse con el objetivo de llegar a tener en sus manos toda la riqueza expropiada a los personeros del machadato, para evitar que se reprodujera la dependencia económica propia de la economía burguesa. Esto permitiría la independencia económica de Cuba, sobre la cual se debía erigir la independencia política.

Las ideas socialistas se confirman en su concepción del Estado y las características y funciones que consideraba debía cumplir el Gobierno. Al igual que Marx, Guiteras razonaba que era preciso un Estado centralizado para lograr la revolución proletaria. También creía necesaria una vanguardia política que violentara la reproducción esperable de la vida social, sin descartar la existencia de una organización de amplia base, como fue Joven Cuba.

Guiteras 2

Portada de la biografía de Antonio Guiteras, escrita por su hermana Calixta

Debido a su criterio de que era impostergable atender las insuficiencias inmediatas de la realidad cubana, es que consideró oportuno evitar las huelgas, con el fin de conseguir una normalización que desarmara los argumentos del gobierno estadounidense para no reconocer al formado en la Isla el 10 de septiembre y evitar así una posible intervención militar. Es también la razón por la cual se opuso a la creación en Cuba de «soviets», que no entendía acordes a nuestras condiciones.

En su lugar, propuso la fundación de granjas colectivas y cooperativas agrícolas, a partir de la distribución de tierras a familias que las requirieran. Junto con ellas se debían entregar los productos y equipos necesarios para producir, así como un subsidio que les permitiera subsistir en espera de las cosechas.

Las producciones agrícolas no se limitarían al cultivo de la caña de azúcar, sino incluirían renglones que facilitaran la eliminación del monocultivo, a la vez que potenciaran la producción de alimentos de forma tal que abarataran sus precios.

Encaminados a ello, sus decretos durante el Gobierno de los Cien Días —así como los diferentes acápites de reformas contenidos en el Programa de Joven Cuba— estaban enfocados en la independencia política y económica de Cuba y la igualdad entre sus ciudadanos.

No obstante la evidente posición socialista sostenida por Tony Guiteras, sus acciones no fueron aprobadas por el PC; antes bien, serían criticadas y en ocasiones tergiversadas. Las diferencias entre ambas perspectivas se debían más a la confrontación de tácticas y estrategias que de ideales.

El PC atendía más a las orientaciones recibidas del Buró del Caribe que a la realidad cubana. En los primeros días del gobierno Grau-Guiteras, el Partido, a través de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), propuso un frente de unidad, pero tal iniciativa fue rechazada por Grau, reacio a los comunistas. El resultado fue que el PC tildara de plano injustamente al nuevo gobierno como defensor de intereses pronorteamericanos, «burgués-terrateniente» —o «burgués-latifundista»—y demagógico.

Calixta Guiteras, una mujer guapa

Esto se debió a que el PC no fue capaz de distinguir entre las tres vertientes que se encontraban presentes en el gobierno y lo combatió en bloque, como si fuera homogéneo, sin distinguir la postura de izquierda de Guiteras quien jamás pronunció o tomó medida alguna de carácter anticomunista.

En reiteradas ocasiones intentó atraer a los miembros del PC a integrarse a su programa, como cuando los conminó a formar parte de la Infantería de Marina o de la Fuerza Armada Revolucionaria y de la Guardia Rural que planeaba crear con el objetivo de contar con un cuerpo armado que se enfrentara al ejército batistiano. En todos los casos su propuesta fue rechazada por los comunistas.

Aun habiendo resistido esta sorda oposición, Guiteras nunca reprochó de manera pública a los comunistas el no poder contar con un apoyo que era tan necesario para la consecución de sus objetivos, tanto durante el Gobierno de los Cien Días como posteriormente.

Su actitud derivaba de un pensamiento estratégico, pues estaba convencido de que la base social que agrupaba el Partido debía ser una aliada natural con la cual concertar alianzas futuras. Dicha certidumbre fue evidente después de constatar cómo el gobierno fue perdiendo base social a medida que arreciaban las contradicciones con la CNOC y el PC.

Siguiendo la doctrina martiana de que «hay cosas que para lograrse han de andar ocultas», Guiteras no vaciló un instante en hacer concesiones tácticas para mantener a flote las posibilidades revolucionarias en un medio hostil y complejo.

Tal postura táctico-estratégica fue resultado de una adecuación cabal de la teoría a la praxis cubana. Y esto nos hace pensar más en Guiteras como un revolucionario que logró una recepción armónica de ciertas ideas marxistas y martianas, próximas al pensamiento de Mella; en tanto el Partido Comunista era portador de un marxismo dogmático, de orientación soviética, que había recibido a través de su relación con la Internacional Comunista.

8 mayo 2021 6 comentarios 4k vistas
1 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Nombre

Sin nombre

por Newton Briones Montoto 19 marzo 2021
escrito por Newton Briones Montoto

He leído con verdadero interés el artículo de Alina Lopez Hernandez, «Cuando de nombres se trata». Recomendaría posponer el tema para otra ocasión más calmada, ahora existen asuntos importantes como para detenerse en el nombre de una institución.

Sobre la experiencia de aquel proceso, conocido como «Gobierno de los cien días», se ha escrito mucho, y mientras más leo descubro nuevas facetas. Entre sus encantos está el beneficio de permitirnos discernir en los asuntos actuales.

Asediados por su majestad, la pandemia, y otros virus iguales o más dañinos, nunca antes hemos necesitado de tanta luz como ahora. Los ejemplos de la historia pasada pueden nutrirnos, no solo para saber más sino para aplicarlos. Buenas intenciones con una estrategia equivocada son iguales a nada. En la vida se tropieza con obstáculos, frente a ellos surgen otros caminos a seguir; solo uno es el mejor, el estratega es el que lo encuentra.

Comparar lo que hicieron los actores de aquella época del 33, puede ayudarnos para esta del 2021. Siempre que converso de asuntos de estrategia, viene a mi memoria el ejemplo llevado a la práctica por Fidel. En el año 58, los rebeldes tomaron prisioneros a soldados norteamericanos de la base de Guantánamo. Fidel los mandó a soltar, no era conveniente luchar a la vez contra Batista y contra EEUU.

 El gobierno de Gerardo Machado, para mantenerse en el poder, comenzó a arrastrar más problemas de los que podía resolver. Su primer gran error consistió en volverse a postular por segunda vez para presidente. Aquel hecho acaparó la atención nacional y de ello derivó una división interna: los que estaban a favor de su reelección y los que no.

Cuba-Machado

El dictador Gerardo Machado en la portada del Time del 19 de enero de 1931.

Después, sin ser invitado, apareció el problema económico; igual a como emergió la pandemia en la actualidad. Durante el segundo período presidencial de Machado, Cuba sufrió el impacto de la crisis mundial de 1929, la cual provocó un duro impacto: brusca caída del precio del azúcar de 1.23 centavos por libra en 1930 hasta 0.57 en 1932; imposibilidad de acceder a préstamos internacionales; rebaja de hasta el 60% de los sueldos de empleados y funcionarios públicos, que conformaban una clase media urbana.

Mientras, la amplia clase media rural, particularmente los colonos, sufrían un drástico descenso de las condiciones de vida, completando los elementos suficientes para sucumbir.

La ceguera política que acompaña en ocasiones a los que están en el poder, impidió que Machado viera más allá de donde era recomendable para resolver la situación existente. Una huelga de trabajadores en los ómnibus de La Habana, motivada por una disposición abusiva del jefe del Distrito Central, Pepito Izquierdo, se convirtió en el chispazo necesario para producir la inevitable explosión social. Ellos deseaban alcanzar ciertos objetivos de índole económica.

Sin embargo, ya para el día 5 de agosto la huelga se había convertido en una poderosa ofensiva política contra Machado. Cuando el presidente trató de rectificar, concediendo beneficios a los opositores, ya era tarde.

El 12 de agosto de 1933, Machado partió en un avión para ponerse a salvo de la furia desatada en su contra. Al frente del país quedó un oscuro funcionario, hijo del Padre de la Patria. El 4 de septiembre, en los cuarteles del habanero Campamento Militar de Columbia, las clases, soldados y sargentos se enfrentaron a los oficiales con el fin de exigir pagos atrasados y mejores condiciones de vida.

Gobierno

Carlos Manuel de Céspedes (hijo)

Ante la falta de autoridad de los oficiales por la huida de Machado, las clases lograron su objetivo. Se convertirían en una fuerza tanto militar como política. Le pidieron al presidente Carlos Manuel de Céspedes su renuncia y este accedió. Un gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, profesor de la facultad de Medicina a quien los estudiantes fueron a buscar a su casa, ocupó el cargo de presidente.

El conflicto es el motor de la historia, y en este caso comenzaron a aparecer los protagonistas de la nueva cinta por rodar. Welles, embajador de los EE.UU., quería restaurar la hegemonía estadounidense que tanto habían disfrutado. Un embajador norteamericano era considerado un gobernador en Cuba.

El Partido Comunista, acompañado por la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y por el Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera (SNOIA) y otros grupos de izquierda, recibían orientaciones del Buró del Caribe, situado en los EEUU. Grau y Guiteras querían beneficiar a las masas con leyes más justas y modernizar el país.

Fulgencio Batista, jefe del ejército, ascendido de sargento a coronel, defendía su posición, aunque todavía no había dado los pasos convenientes para afianzarse. Esperaría el momento para obtener la ayuda del Norte. Batista no continuaba adelantando su posición ante el temor de que los antiguos militares del gobierno de Machado pudieran convertirse en sus jueces. Sin embargo, tenía una estrategia bien pensada para ocupar el poder. Y lo logró.

La memoria histórica del Directorio Revolucionario 13 de Marzo

Un pasaje descrito en el libro Estado y revolución en Cuba, publicado en el 2010 por la editorial de Ciencias Sociales, del investigador canadiense Robert Whitney, arroja mucha luz sobre la época. Hasta ese momento, a los obreros cubanos se les negaba ser contratados para trabajar en su país. La élite comercial española solo contrataba a sus coterráneos, en tanto, los obreros nativos sufrían desempleo. Este horror había resistido durante treinta años de república, porque el mercado de trabajo no estaba controlado por los diferentes gobiernos.

Cuando Grau propuso la Ley del cincuenta por ciento para resolver la injusticia, muchos en el gobierno se opusieron, incluso el propio Guiteras, por temor a la reacción de los comerciantes españoles. Aunque señaló que, si se aprobaba, él la apoyaría. La nacionalización del trabajo era una medida popular, defendía los derechos de los obreros. Durante décadas, las compañías azucareras habían traído cientos de miles de trabajadores desde Haití y Jamaica. Pero nacionalizar el trabajo significaba desafiar a las compañías azucareras.

La CNOC amenazó con una huelga general contra el gobierno. El 21 de diciembre, veinte mil personas marcharon hasta el Palacio Presidencial para respaldar la ley de nacionalización. El gobierno recibió la aprobación y en el ánimo de muchos quedó la sensación de que había hecho modestos avances. Los decretos que transformaron prácticas coloniales recibieron un reconocimiento popular a pesar de las tensiones y presiones de aquel momento.

No obstante la acción combinada del binomio Grau-Guiteras, en enero de 1934 el gobierno cesó. Guiteras murió al tratar de salir de Cuba por El Morillo y en 1944 Grau resultó electo presidente. Una comparación de lo que debió ser y no fue la encontramos en los hombres de aquella época. Batista, de origen muy humilde y pobre de solemnidad, murió millonario en España. Grau, de cuna rica y con una fortuna heredada de su madre, murió pobre y en Cuba.

19 marzo 2021 21 comentarios 3k vistas
2 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Nuestra época y la de Pablo

por Alina Bárbara López Hernández 28 noviembre 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

“¿Qué es la época de Pablo para los cubanos de hoy?”, preguntaba Fernando Martínez Heredia en un ensayo.[1] Es cierto que también afirmaba: “La historia no vuelve nunca de cualquier manera, la memoria histórica nunca es inocente”.[2] Pero a la memoria histórica hay que entrenarla, pues desde los mecanismos del poder, que incluyen a la historia oficial, a veces se escoge lo que es preferible rememorar.

En ese ejercicio de recuperación, especie de adiestramiento para evitar el alzheimer de Clío –la musa de la historia—, ninguna fuente es tan útil como los epistolarios. Elías Entralgo los denominaba “literatura de soliloquio y confesión” y consideraba que revelan, mejor que otros documentos, el carácter y la personalidad de una figura, pues a través de las cartas se podía lograr un “desahogo del ánimo”. Aseveraba que con su lectura “no solo podemos reconstruir el itinerario espiritual de la personalidad (…) sino también la topografía cultural y moral de la época”.[3]

Cartas cruzadas es la recopilación de la correspondencia, activa y pasiva, de Pablo de la Torriente Brau que se generó entre abril de 1935 y agosto de 1936.[4] Este fue su segundo exilio neoyorquino y coincide con el declinar de la Revolución del Treinta en Cuba. El joven revolucionario, comunista por convicción, aunque no por militancia, vive el drama del desarraigo cultural, el clima hostil, la pobreza, el alejamiento de la familia y los amigos y… lo peor, el convencimiento de que había que empezar desde cero a impulsar la lucha por la liberación.

Debemos este libro a Víctor Casaus, director del Centro Pablo, que compiló las misivas, prologó el texto, elaboró las notas que ayudan a los lectores a identificar figuras, publicaciones y hechos; y lo principal, dio una estructura peculiar a su propuesta al presentarla como un espacio donde se entrecruzan existencias. Su pretensión fue que se acercara en lo posible a la vida, donde “mueren y nacen gentes, hay alegrías y tristezas y combates y miserias y esperanzas, como en una novela, o mejor, como en la vida misma que estas cartas en su diálogo evocan”.[5]

Martínez Heredia valoró el conjunto de cartas reunidas por Casaus como una “formidable colección”.[6] Sin dudas es así. Con su lectura emerge ante nosotros una época verdaderamente difícil para un revolucionario, o al menos para uno que se mantenía fiel a la idea de que la revolución era necesaria. Que para él no era la que había derrotado a Machado sin demoler estructuras semicoloniales, y tampoco la que encabezaba el Partido Comunista, con una estrategia desacertada y una ideología dogmática que presentaban como la única vía posible. Fue aquel un período de desconcierto, pues el campo de los conflictos y las distancias de Pablo con el Partido Comunista se fue ahondando, no así su convencimiento de que era impostergable una transformación radical de la sociedad.

Un intercambio epistolar es significativo en el conjunto. Se trata de las misivas cruzadas entre Pablo y su mejor amigo, Raúl Roa, en diciembre de 1935. Ambos eran simpatizantes de la línea del Partido Comunista, aunque sin ser miembros, no obstante, sus cartas permiten ilustrar uno de aquellos momentos en que el camino partidista se hacía confuso. A Pablo le preocupaban algunos acercamientos del Partido hacia sectores políticos no revolucionarios y los argumentos débiles que manejaba para hacerlo. “Porque yo creo que la dialéctica también tiene moral”, escribió. “Para nosotros la dialéctica debe ser una espada flexible: flexible, pero de acero. Y siempre una espada”.[7]

Por ello funda en el exilio otra estructura para la lucha, la Organización Revolucionaria Cubana Antimperialista (ORCA), de izquierda, clandestina e insurreccionalista. No logran sostenerla y ese intento fallido define su destino: se va a España a contrapelo de las opiniones de Roa y otros compañeros. De allá no regresará.

Pero nadie muere totalmente si fue tan coherente como Pablo. Su voz resonante, su sentido del humor, su fuerza inquebrantable, su espíritu invencible y su desafío a contrarrevolucionarios, seudorrevolucionarios y oportunistas, son traídos de vuelta por esas cartas cruzadas, que, como bien alega su compilador: “están atravesadas por el viento magnífico, áspero y luminoso de la revolución, porque los hombres que hablan en ellas estaban buscando, en tiempos muy difíciles, el camino para llevarla adelante, en medio de «la torrentera» de la historia de que habla Roa”.[8]

Ese tiempo difícil nos acerca a Pablo, pues nuestra época también tiene sus propias torrenteras, y las experiencias de alguien que supo ser consecuente en circunstancias adversas es hoy un testimonio invaluable. Recomiendo entonces la lectura de este libro, que narra el fracaso de una revolución y transmite el aliento necesario para empezar otra.

[1] Fernando Martínez Heredia: “Pablo y su época”, La revolución cubana del 30. Ensayos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

[2] Ibídem, p. 1995.

[3] Elías Entralgo: “La paradoja histórica de Luz y Caballero”, prólogo al Epistolario de José de la Luz y Caballero, Editorial de la Universidad de La Habana, 1945, p. XXII.

[4] Pablo de la Torriente Brau: Cartas cruzadas, Ediciones La memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, (segunda edición), 2012.

[5] Víctor Casaus: “Prólogo”, Op. Cit., p. 27.

[6] Op. cit., p. 187

[7] Citada por Fernando Martínez Heredia en: Op. cit, pp.183-184.

[8] Víctor Casaus: “Prólogo”, Op. Cit., p. 27.

28 noviembre 2019 19 comentarios 521 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Antonio Guiteras: el héroe verdadero

por Consejo Editorial 25 junio 2013
escrito por Consejo Editorial

200px-Antonio_Guiteras_Holmes Por: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)

El 8 de mayo de 1935 un venezolano le dice a un cubano en la costa de la bahía de Matanzas: “antes de rendirnos nos morimos…”, la respuesta del otro no se hizo esperar: “nos morimos”. Instantes después caían de un disparo al corazón y otro en la cabeza Antonio Guiteras Holmes y Carlos Aponte. Guiteras tenía 28 años en ese momento.

Otro revolucionario que compartió con Antonio Guiteras bastantes similitudes fue Julio Antonio Mella. Estas iban más allá del nombre que compartían, ambos de madre norteamericana con raíces irlandesas, hablaron primero el inglés que el español. El primero con un abuelo considerado héroe de la independencia en República Dominicana, el segundo con un tío fusilado por contrabandear armas a Cuba y un tío-abuelo irlandés de pasado heroico.

Resulta irónico que el pequeño Tony las primeras palabras que pronuncie sean “I want to go out”, él que en el futuro será calificado por la revista Time como “el más antinorteamericano y antimperialista”.

Su vida es increíble, financia la lucha contra Machado robando el Banco Mercantil de Holguín y asaltando la Audiencia Provincial de Oriente en busca de armas. Una especie de Robin Hood cubano incapaz de quedarse con un centavo, de hecho, esa sencillez será emblemática en su futuro como ministro.

Durante el Gobierno de los 100 Días dirigió tres ministerios a la vez: Guerra, Marina y Gobernación. Su papel fue clave para los avances populares que tuvieron lugar bajo el gobierno de Grau, fue mayormente incomprendido por parte de la izquierda y en especial por el movimiento comunista. Antonio Guiteras pasó su ministerio fumando constantemente, alimentándose de café con leche y durmiendo en el sofá de su oficina, evitando constantemente que le dijeran doctor.

Cuentan que en el momento más agudo de las relaciones Cuba-Estados Unidos, un sargento desde Guantánamo llama a Guiteras a su oficina y le pregunta qué hacen si los marines desembarcan por la Base Naval. Antonio le pregunta cuantos hombres tiene y él responde que 125 y dos ametralladoras, el ministro le responde claramente: “¿Y usted me pregunta semejante cosa? Al primer marine yanqui que desembarque ábrale fuego sin pensarlo mucho”. Nunca desembarcaron los yanquis.

El embajador Sumner Welles va al hospital de Columbia a ver a visitar heridos y allí coincide con Guiteras, de alguna forma amenazó con un desembarco norteamericano y el ministro le respondió que tenía 10 minutos para abandonar el cuartel o lo arrestaba inmediatamente. Welles, insultado, reclamó que era embajador y era imposible arrestarlo, Guiteras le respondió que como los Estados Unidos no habían reconocido el gobierno de Grau no podía ser embajador alguno, y por si le quedaba alguna duda: “ya han transcurrido tres minutos del plazo”.

Guiteras tenía fama de incorruptible, cuentan que en medio de una huelga de electricistas ante una empresa norteamericana, el yanqui administrador de la compañía va a su casa y le ofrece medio millón de pesos si le ayudaba, el joven le mira fijamente y le dice: “yo he conocido hombres valientes, pero usted es más que ninguno”, enseguida lo expulsó, bastante bien salió el individuo.

Entre enero y julio de 1934 Guiteras vivió oculto en la Habana, aunque no había orden legal en su contra, era obviamente el enemigo público número uno. En una ocasión que iba en automóvil, un policía lo detiene y va a inspeccionarlo, cuando se acerca encañona al gendarme y le dice: “¿a quién está buscando? ¿A mí?”, el policía pidió disculpas y retrocedió sin hacer mucha resistencia. En otra ocasión cuando la casa donde estaba fue rodeada por los soldados, salió caminando muy amoroso tomado de la mano de la novia.

Aunque tenía la convicción de no dejarse coger vivo nunca, como demostraría en el futuro, cuando delataron la casa en que se encontraba en el Vedado, la policía entró por la puerta y Guiteras comenzó a bajar del segundo piso usando una sábana que se rompió, se partió el tobillo en la caída. Trató de huir pero lo tomaron preso rápidamente, lo encarcelaron, su asesinato parecía inminente pero por falta de pruebas lo tuvieron que dejar ir y se volvió a esfumar.

Conoce en esos días a Carlos Aponte, un venezolano que tenía un pasado aventurero en las luchas contra-hegemónicas por América Latina, simpatizan de inmediato. El sudamericano; a decir de Pablo de la Torriente, “odió y amó con la turbulencia de una juventud frenética”, había acompañado a Mella cuando la huelga de hambre y fue padrino de su hija Natacha, marchó a Nicaragua y allí se convirtió en capitán y hombre de confianza de Sandino, viajó por toda América. Cuando llegó a Estados Unidos a ver a su madre, ella le preguntó cuánto dinero traía y él dijo: “los revolucionarios no traemos dinero”. Luego lamentaría: “esos malditos gringos me han cambiado a mi vieja”. Aponte regresa a Cuba y es entonces que ve al ex-ministro sentado en el piso conversando con sus amigos, escribirá de él: “con este gallo, compay, me voy a cualquier parte”. La vida los conduciría al Morrillo primero y luego a la inmortalidad.

Los aires cambiaron en el seno del partido comunista, si en septiembre arremetían contra Tony y le llamaban “el tipo más peligroso”, después de proclamada la táctica del frente popular en la Conferencia con los Partidos Comunistas de América Latina, los cubanos reciben indicaciones de acercarse a Guiteras y su organización Joven Cuba. Ya es demasiado tarde, la muerte le espera muy pronto.

Luego de su asesinato en el Morrillo, sus restos fueron robados del cementerio de Matanzas por El Viejo, un miembro de Joven Cuba. Tres décadas estuvieron en una pequeña caja en el sótano de la casa de El Viejo en Marianao, no importó que Batista le ofreciera 50 000 dólares, no los entregó y no es hasta 1970 que llegan a manos del entonces Ministro del Interior de Cuba.

El delator que provocó la muerte de Guiteras recibió por su acción 40 000 pesos y un ascenso a capitán de corbeta. Un año exactamente después de la muerte de Antonio, un grupo de Joven Cuba le hizo un atentado con bomba que le costaría la vida. La traición se pagaba caro.

Al comienzo de la revolución encabezada por Fidel, muchas de las ideas y los seguidores de Guiteras se unieron a la lucha, luego del triunfo fue muy confuso todo pues resultaba muy difícil justificar la actitud del movimiento comunista hacia el joven revolucionario, la madurez política de los años posteriores iría sanando lentamente esta herida.

Es paradójico que en el Museo de la Revolución se conserve el traje de Guiteras, para un hombre que tan poco respeto sentía por las prendas de vestir eso no significaría simbolismo alguno. Pablo de la Torriente dijo sobre Guiteras: “ningún héroe es verdadero si no es más grande en la muerte que en la vida”. Tenía razón, hoy es cada vez más grande.

25 junio 2013 50 comentarios 732 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

El traidor

por Consejo Editorial 22 mayo 2013
escrito por Consejo Editorial

revolucion-33Por: Harold Cárdenas Lema * (harold.cardenas@umcc.cu)

Esta es la historia de un luchador en la Revolución del 30, un individuo de reconocida valentía en la lucha clandestina, del Ala Izquierda Estudiantil, de un militante del Partido Comunista (PC), de un miembro luego del ABC. José Aurelio Soler Lezama fue todo eso, pero sobre todo, era un traidor.

Desde estudiante se destacó por su audacia en el enfrentamiento a la autoridad del dictador Gerardo Machado, sus compañeros lo conocían como el joven que estaba en primera fila a la hora de enfrentarse a la policía. Esas actividades lo obligaron a exiliarse un tiempo en Nueva York, su peregrinación en el exterior sería el comienzo del fin.

Posiblemente fue en Estados Unidos donde comenzó su adicción a las drogas, el alcohol y las prostitutas, o puede ser que comenzara esa vida nocturna desenfrenada en La Habana a su regreso en 1930, lo cierto es que Soler caía por el agujero de Alicia sin encontrar fondo. Quizás fue esto lo que aprovechó la policía del régimen para convertirlo en delator, en chivato de sus propios compañeros de lucha, quizás una de sus primeras delaciones fuera la de Pablo de la Torriente y Raúl Roa. En todo caso, su destino ya estaba marcado y sus días comenzaban a contarse aceleradamente.

Cuando las sospechas de las continuas delaciones de las casas de seguridad del PC comienzan a caer sobre él, sus amigos no lo quieren creer por su comportamiento arriesgado frente a las fuerzas del orden. Finalmente el PC lo expulsa y cambia la dirección de las casas que servían de protección a sus militantes.

Es apresado, irónicamente, en el Castillo del Príncipe junto a Pablo de la Torriente Brau. Al salir de prisión integra el ABC y su valor en las calles de la capital es meritorio, lo describen como “loco, imprevisible, tenía la mirada extraviada”, aún entonces continúa delatando a otros compañeros y engrosando la lista numerosa de aquellos que perdieron la vida por sus confidencias.

Su vida resulta cuanto menos contradictoria porque la valentía no caracteriza precisamente a los traidores. Cuando cae la dictadura de Machado se encuentran sus denuncias en la Policía Judicial, tiene los días contados, el DEU ofrece mil pesos por José Soler vivo o muerto. Al final lo encuentran en casa de su tío, un compañero lo ve detrás de una cortina y aunque Soler iba armado y pudo disparar, prefiere entregarse a sabiendas de que en esa decisión le iba la vida.

Pablo de la Torriente narra los acontecimientos: “tenía un revólver en la mano pero lo entregó sonriente (…) en ningún instante intentó ocultar sus delitos”. Soler le dice a la multitud de cientos de jóvenes del DEU y miembros del ABC que se encuentran presentes que reconoce sus crímenes y “mi muerte debe servir como ejemplo”. Algunos se echan a llorar, la situación se antoja patética pero la justicia luego de la caída de Machado no va por cauces judiciales, aún no se han creado tribunales ni comparecen testigos, ha corrido mucha sangre universitaria y obrera por las calles de la Habana a manos de esbirros y delatores. Son días en que la multitud, de diversa composición social e ideológica, actúa con mano propia.

Pidió a los presentes que no arrastraran su cuerpo por las calles por respeto a su madre, con una serenidad pasmosa (que contrastaba con la tensión de los presentes) predijo que su tumba sería visitada en el futuro, “como una lección eterna a los traidores”. El jurado ahí constituido votó por fusilarlo, le propusieron el suicidio y él se negó, “los traidores debían ser ejecutados” según sus propias palabras.

Solicitó un fusilamiento de frente y él mismo dar la orden de fuego, Pablo de la Torriente describe a los fusiladores como “emocionalmente quebrados”. Luego de los disparos, llega la noticia de que algo importante estaba ocurriendo en el campamento de Columbia, un desconocido sargento Fulgencio Batista estaba liderando una conspiración de sargentos contra el Ejército. Los miembros del DEU se marchan apresuradamente y el cuerpo queda allí, solo. Soler tuvo razón después de todo, fue una lección eterna a los traidores.

*Con datos tomados del libro “Tony Guiteras. Un hombre guapo” del autor Paco Ignacio Taibo II.

Nota: La historia cubana suele estudiarse de manera viciada, los personajes históricos son juzgados respecto a la posición que tomaron a partir del triunfo de la Revolución en 1959 y los acontecimientos se utilizan a menudo para fundamentar una u otra posición ideológica post 1959.

La Joven Cuba inaugura este espacio para abordar tópicos de interés en el pasado, cuando estemos Tras las Huellas de la Historia, tratemos de ajustarnos al contexto del que se trate. En la Revolución del 30 aún no existían muchas de las polémicas actuales, nuestra perspectiva debe valorar los hechos tales como son en la época, y en todo caso, servirnos como coordenadas para comprender las actuaciones posteriores de los individuos y organizaciones políticas.

22 mayo 2013 19 comentarios 1k vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Antonio Guiteras y el Gobierno de los “Cien Días”.

por Consejo Editorial 9 mayo 2013
escrito por Consejo Editorial

 

 

Antonio_Guiteras Por Edu

Desde que comencé a escribir en mi blog, ha sido una de mis mayores aspiraciones dar a conocer los hechos más significativos de la gloriosa historia de la tierra que me vio nacer. Y hoy, es uno de esos días que el pueblo de Cuba no debería pasar por alto. Un 9 de septiembre, asumía las riendas de la nación el “Gobierno de los Cien Días”; aquel que fue signado por la obra de una de las figuras imprescindibles en el devenir histórico de la Nación Cubana, el bravo Antonio Guiteras Holmes.

Desde que vio la luz en una familia vinculada indisolublemente a la historia de la ciudad de Matanzas, la familia Guiteras – Gener, el pequeño Tony escuchaba a sus mayores hablar sobre el martirologio de su tío José Ramón Guiteras, quien fue fusilado en Matanzas, cuando con solo 18 años, fue apresado por las tropas españolas cuando intentaba incorporarse a las tropas mambisas. También supo que en la lejana Irlanda, un tío abuelo suyo, John Walsh, encabezó un levantamiento en contra de la corona británica.

Aunque nació en Filadelfia el 22 de diciembre de 1906, y su madre Marie Therese Holmes era norteamericana; su padre Calixto Guiteras supo inculcarle el amor a la tierra cubana, de manera tal que Tony nunca se sintió perteneciente como ciudadano a otra nacionalidad que no fuese la cubana. La educación recibida de su familia, trajo como consecuencia que al iniciar el bachillerato, el joven se vinculara a partir de entonces a las luchas por cambiar el estado de las cosas en beneficio del pueblo cubano.

Ya en su etapa de estudiante de la Universidad de la Habana, no le fueron ajenas las acciones de Julio Antonio Mella en relación con las luchas por la reforma Universitaria. En tal sentido, apoyó al líder comunista en su huelga de hambre, y formó parte del movimiento popular que obligó al tirano Gerardo Machado a levantar las falsas acusaciones de terroristas que pesaban sobre Mella.

Su incorporación en 1927 a las filas del Directorio Estudiantil Universitario, lo proyecta como una figura política de relevancia nacional. Durante su enfrentamiento a la tiranía Machadista, fue uno de los jóvenes revolucionarios que se afiliaron a la corriente más antiimperialista dentro de todas las tendencias políticas que luchaban por derrocar al “Asno con Garras”.

Fue partidario decidido del empleo de la lucha armada para alcanzar el triunfo revolucionario. En 1932, decepcionado de los viejos caudillos que manejaban oportunistamente las organizaciones izquierdistas, funda la Unión Revolucionaria (UR), organización que agrupó a los revolucionarios que compartían sus métodos de lucha. Estos, sus compañeros de armas, fueron llamados desde entonces Guiteristas.

Ya fundada la UR, Guiteras redacta el “Manifiesto al pueblo de Cuba”, donde expone su  programa unitario, que pretendía agrupar a todas las fuerzas antimachadistas, en torno al derrocamiento por la vía armada de la tiranía. En un fragmento del Manifiesto, Guiteras expone que: “sólo la fuerza de la unión de todos los hombres —aunque posean diferentes tendencias políticas— envueltos en la lucha, por lograr un régimen de libertad y justicia, podría lograr el triunfo de una verdadera Revolución”.

Al ocurrir la caída del tirano Machado, debido al movimiento militar revolucionario de los sargentos del 4 de septiembre, Guiteras es nombrado, por el gobierno emergido del movimiento militar revolucionario del 4 de septiembre (La Pentarquía), como gobernador de la provincia de Oriente. Pesó en esa decisión el enorme prestigio de Tony como jefe militar y revolucionario.

Pero la apoteosis de su accionar revolucionario tuvo lugar cuando fue llamado para integrar el Gabinete de Ministros en el gobierno de los Cien Días, que sustituyó a la Pentarquía, por una propuesta de uno de los pentarcas, Jose Miguel Irisarri. En el gobierno de los Cien Días ocupó en primeramente el cargo de Secretario de Gobernación, desde el cual adoptó leyes y medidas en favor del pueblo trabajador, que afectaron seriamente los intereses del gobierno norteamericano en Cuba. Posteriormente asumió las Secretarías de Guerra y Marina. Las medidas firmadas por Tony Guiteras desde su posición en el gobierno de los Cien Días fueron:

  1. Creación de la Secretaría de Trabajo.
  2. Implantación de la jornada laboral de 8 horas.
  3. Establecimiento del jornal mínimo.
  4. Depuración de los organismos estatales.
  5. Reparto de tierras y desarrollo de proyectos de colonización
  6. Proclamación de la autonomía universitaria.
  7. Realización de la convocatoria para realizar una Asamblea Constituyente.
  8. Promulgación de la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad.
  9. Reducción del precio de la energía eléctrica.
  10. Intervención y Nacionalización de la Compañía Cubana de Electricidad, empresa de capital predominantemente norteamericano.

Relatan algunos de sus biógrafos que el mismo Guiteras expresó: “… tengo la satisfacción de haber llevado a la firma del presidente Grau, los decretos que atacaban más duro al imperialismo yanqui.”

El gobierno de los 100 días, fue frustrado y derrocado, como resultado de las conspiraciones ejecutadas desde la embajada yanqui, con la complicidad de los altos mandos del Ejército, encabezados por el futuro sátrapa, que llenaría de sangre, horror y muerte el suelo sagrado de la Patria; el sargento devenido Coronel Fulgencio Batista. Surgió en la historia de Cuba, el gobierno conocido como Mendieta (figura decorativa) – Caffery (embajador yanqui) – Batista (hombre fuerte del imperialismo). Guiteras fue obligado a pasar a la clandestinidad, desde donde fundó la organización “La Joven Cuba”, la cual en su programa de lucha proclamaba: “para que la ordenación orgánica de Cuba en Nación alcance estabilidad, precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del Socialismo”.

Hasta su caída en combate, ocurrida muy cerca de nuestra Universidad, en el antiguo fortín colonial llamado El Morrillo, el 8 de mayo de 1935, Antonio Guiteras Holmes, luchó con todas las fuerzas de su preciosa existencia, porque nuestra Patria quedase libre de las ataduras imperiales de nuestro vecinos del norte, y que el pueblo cubano alcanzase el estado de bienestar que merecía y merece, por haber luchado tan duramente por su derecho a la felicidad. Que este artículo sea un sencillo, pero sincero homenaje de un cubano de estos tiempos, que se siente heredero de la vida y la obra del héroe inmortal.

9 mayo 2013 79 comentarios 1k vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Julio Antonio Mella: la lucha continúa

por Consejo Editorial 27 septiembre 2011
escrito por Consejo Editorial

Mella nos enseñó que la ortodoxia es uno de los mayores peligros de una Revolución, preferimos ser como él: poco ortodoxos.

Por: Harold Cárdenas Lema

Dicen que antes de morir ves pasar toda tu vida ante tus ojos, espero sea cierto, así tendríamos al menos algo de perspectiva sobre el mundo que vamos a abandonar y cuál ha sido nuestra huella en él. Tengo 25 años y 10 meses de vida, la misma edad que tenía Mella cuando murió asesinado en el DF mexicano. Un cuarto de siglo parece mucho pero en realidad es bastante poco tiempo en una vida. Si hiciera un balance de cuál sería mi legado a mi muerte quedaría muy insatisfecho, no es el caso de Julio Antonio Mella.

Mella vivió una vida multifacética, creó organizaciones y órganos de prensa revolucionarios por doquier, conoció a varias de las principales figuras del universo comunista de la época y de una u otra manera todos los que le conocieron tuvieron que tomar partido a su favor o en su contra. Con sólo 20 años hizo una huelga de hambre que movilizó el país a su favor (cosa rara en la época tratándose de un comunista) y obligó al tirano Machado a liberarlo y sufrir así una derrota pública, posiblemente la primera hasta entonces.

Si tuviera algo que criticarle, creo que sería precisamente lo que más admiro de él, su espíritu de sacrificio y total entrega a la causa revolucionaria, que por una parte lo convirtió en un adversario formidable y por otra lo llevó a descuidar a su familia y de manera indirecta su esposa e hija, quienes tendrían que sufrir las mismas penurias económicas que él. Mella tuvo que enterrar en un cementerio mexicano a un hijo que le nació muerto, tuvo que cavar la tumba él mismo y obviar cualquier tipo de funeral por carecer de fondos suficientes, todos sus bienes estaban  dedicados al Partido.

Continuar leyendo

27 septiembre 2011 129 comentarios 463 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • 2

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...