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Detalles

Detalles

por Jorge Fernández Era 27 febrero 2022
escrito por Jorge Fernández Era

Cumplo con la encomienda de informar al Ministro lo que se ha hecho en el hotel desde hace tres años tras analizar las preclaras palabras del presidente en un tuiter de junio de 2019: «Trabajemos en el sentido de instalar la eficiencia y la cultura del detalle como prácticas de vida que favorezcan despojarnos de la inercia, la indolencia, las trabas, la burocracia, la falta de sensibilidad e inquietud revolucionarias, la chapucería, las demoras en las respuestas».

Toda instalación ―ya sea de eficiencia y cultura del detalle, o de turismo como esta― lleva su complejidad. No obstante, tras el cierre por la pandemia, nos dimos a la tarea de reacondicionarla. A falta de financiamiento, retiramos los bombillos de las luminarias de las áreas comunes para cubrir aquellas que por el desgaste se habían fundido en las habitaciones. La oscuridad total de la piscina ―en uso gracias a que las fuentes no tienen agua― fue suplida por un bombillo gigante que nos distribuyó el Partido del territorio, destinado originalmente a la Plaza de la Revolución provincial.

Imposibilitados de cubrir la enorme demanda que significan las tres mesas bufet y los cinco restaurantes temáticos, decidimos reabrir el hotel con dos de las primeras y un par de los segundos, estos últimos por reservación y a media máquina. De las dos mesas bufet en funcionamiento, una, la más grande, cobija los requerimientos gastrointestinales del ochenta por ciento de los clientes, la mayoría cubanos. No puede imaginar la aceptación de la cola del helado, pues mantiene con vida una tradición ancestral de nuestro pueblo.

Algunos optan incluso por invertir el orden de consumo y eligen comenzar por el postre, so peligro de que este no alcance ni para la mitad del público asistente. Los más vulnerables, incluidos ancianos que casi no pueden valerse por sí mismos, tienen la posibilidad de optar por una amplia gama de ensaladas de vegetales.

La segunda mesa bufet atiende a un sector turístico de excelencia, conformado casi en su totalidad por viajeros rusos, susceptibles de crecer si Cuba continúa dispuesta a establecer relaciones con cualquier nueva república que nos Donetsk mercancías desde cualquier Lugansk del mundo. Para estos hemos reservado el único bloque de habitaciones al que pudimos hacerle una reparación capital, con un mobiliario de primerísimo confort. La superficie destinada para este sector ―identificado con una manilla dorada, para diferenciarla de la verde que posee el vulgo― cuenta con una piscina propia con jacuzzi a la que por razones obvias no puede acceder el resto de los hospedados.

Trabajemos en el sentido de instalar la eficiencia y la cultura del detalle como prácticas de vida que favorezcan despojarnos de la inercia, la indolencia, las trabas, la burocracia, la falta de sensibilidad e inquietud revolucionarias, la chapucería, las demoras en las repuestas pic.twitter.com/8yLAfyJevi

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) June 16, 2019

Este detalle ha tenido una aprobación increíble entre los nacionales, pues rescata viejas prácticas discriminatorias que el hipercriticismo y la mala memoria han desterrado al olvido. Ellos, conscientes de que no es lo mismo pagar en moneda dura que en nuestro maltrecho peso nacional, hacen caso omiso a dicho inconveniente y disfrutan del hotel cual si estuvieran en la calle sufriendo de las carencias cotidianas, esas que nos alejan de la tentación de contagiarnos con el «síndrome de la buena vida» que presupone el gulag cinco estrellas de los rusos.

Fui testigo de la integridad moral con que una pareja criolla perdió más de una hora de su estancia reclamando les cambiaran el inservible televisor y les entregaran un mando que no existía cuando les fue entregada la habitación, conscientes de que en su barrio el ciclo de reclamación y reparaciones se dilata por meses, y entendiendo, como señala Díaz-Canel, que «la belleza del peor momento está en el tamaño de los desafíos» …y en el tamaño de las tres cucarachas que asesinaron en el baño durante su estancia.

Hemos hecho eco del llamado perenne al ahorro de recursos y decidimos eliminar la perniciosa práctica que dictaba el cambio, en hoteles de superior categoría como este, de toallas, sábanas y alfombras, así como la reposición de los artículos de aseo. Somos ―menciono esto con el orgullo proletario que embarga al colectivo― la primera institución cuatro estrellas del Mintur que pone en práctica una investigación del recién inaugurado Observatorio Científico del Comercio Interior.

Su tesis de maestría demuestra que con un jabón de 5 cm de diámetro y 2,8 cm de altura ―es decir, un cilindro de 55 centímetros cúbicos, la mitad del volumen de un Nácar― pueden bañarse durante tres jornadas dos personas, no importa si la playa o la piscina obliguen a hacerlo varias veces al día.

Otro de los estudios de los que somos pioneros es aquel que fija que la edad promedio de los clientes gira en torno a los 40, 50 y 60 años, por lo que hemos decidido, a tenor con la seguridad de que dicho grupo etario pasó por escuelas en el campo, de no limpiar jamás debajo de las camas, detalle que trae remembranzas de sus tiempos de cuarteleros a la mayoría de los compatriotas que nos eligen para pasar sus vacaciones, esos que, «venciendo tropezones, van de la realidad a la quimera», como bien ha poetizado el primer secretario.

Todas y cada una de dichas iniciativas no son más que el intento de ―sigo citando al guía― «afianzar el socialismo en el corazón de los cubanos», rescatar detalles del folclor que no hacen sino salvar nuestra cultura.

27 febrero 2022 12 comentarios 2k vistas
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pan

El pan, el ruido y la democracia socialista

por Giordan Rodríguez Milanés 14 enero 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Tras su llegada a Granma como Primer Secretario del PCC, hace más de 20 años, una de las primeras tareas que se impuso Lázaro Expósito Canto fue resolver los groseros problemas de calidad de las producciones en la mayoría de las panaderías y dulcerías de la provincia. A principios del tercer milenio, las quejas de la población eran tantas que, como en la canción, se agolpaban unas a otras y ningún cuadro resultaba capaz de solucionar las causas. Pero Expósito con una energía admirable se propuso resolver el problema.

Los trabajadores de los medios de prensa y comunicación con alguna responsabilidad podíamos ser llamados a cualquier hora del día, la noche, la madrugada. «Te van a recoger a tal hora» –nos decían. Pronto aprendimos que eso significaba que Lázaro incluía tu equipo de trabajo en uno de sus recorridos que casi nunca eran en el municipio donde residías.

Por ello, en un viejo disco duro aún tengo grabaciones de audio de las «tánganas» del Primer Secretario en panaderías con pésimas condiciones higiénicas, violaciones de todo lo que se podría violar en el proceso de elaboración de alimentos, voces justificativas de los cuadros responsables de la supervisión, en fin…

En el año 2000 me desempeñaba como jefe del Departamento de Arte y subdirector de Cultura en Manzanillo. Como parte de mis funciones, debía participar cada lunes en una reunión gubernamental que le llamaban «de reanimación sociocultural».  Comenzaba a las seis de la tarde y a veces duraba hasta las once de la noche. Alguien propuso que cada organismo participante garantizara «con sus recursos» una meriendita.

El lunes que le tocó a la Empresa de Gastronomía, llegaron unas pizzas rebosadas de queso, con el aceite chorreante, tan gruesas como un director de Acopio. Presidía Leonardo Tapia Garcés, Primer Secretario del PCC en esa época en el municipio, quien elogió la calidad de las pizzas y preguntó como de soslayo si las habían horneado especialmente para nosotros. Le respondieron que nada de especial, que estaban cocinadas según la norma técnica, que eran las mismas que le vendían a la población en la ventanilla y el salón.

Tapia Garcés nos dijo que comiéramos, él degustaría la suya cuando se enfriara. Llamó a su chofer y le dijo algo al oído. Al cabo de un rato, llegó el chofer con dos pizzas más compradas en la ventanilla de la pizzería. Nada que ver estas con la que había guardado el secretario para «comérsela fría». Aquello sólo generó una reflexión acerca de la cantidad de quejas sobre el establecimiento. No le costó el puesto a nadie.

Un amigo médico me contó hace poco que cuando él llegó a ser director de un importante hospital provincial, asumió como normal lo exiguo y desabrido de la comida a los profesionales de guardia y se lo achacaba a la escasez propiciada, entre otras causas, por el bloqueo imperialista. Pero una noche en su oficina, se puso a revisar las normas técnicas para la elaboración de los platos al personal bajo su cargo y quedó anonadado.

Entonces llamó a los responsable del abastecimiento, revisó contratos con proveedores, mandó a auditar al almacén, «y descubrimos tantas barbaridades y desvíos, y violaciones, que mejor ni te cuento. Y lo peor fue cuando comencé a “ver” para qué casas y tipos de actividades iban muchos de los productos desviados».

Es por lo menos una falacia decir que el aumento del precio del pan como resultado de la denominada Tarea Ordenamiento ha hecho que la población se queje de su mala calidad.

Los cubanos llevamos decenas de años quejándonos no sólo de la mala calidad del pan, sino también de los pésimos servicios gastronómicos y comerciales en general, de la mala presentación de los productos en muchos agro-mercados sin distinción entre los de primera, segunda y tercera en cuanto a precio; del modo en que, en no pocas ocasiones, se trasladan productos cárnicos en camiones abiertos o coches tirados por caballos desde los centros de elaboración hasta las unidades. Y de un montón de problemas e ineficiencias más.

Que durante los primeros días de este enero muchos clientes hayan renunciado a pagar un peso por el pan de la cuota –la salvación del desayuno de cientos de miles de hogares cubanos–, lo que demuestra es la acumulación de malestares por la mala gestión de los gobiernos municipales en la resolución de los principales planteamientos de sus electores. Así de simple.   

A cualquier persona que diga que la gente se queja por la mala calidad del pan ahora porque le han subido el precio, lo remito a los archivos pasivos –si existen– que guardan las actas de las asambleas en los municipios de este país.

Lo que descubrirán los pondrá de frente a algo que tampoco ha provocado la Tarea Ordenamiento, ni provocarán los necesarios e ineludibles cambios que precisa la gestión socioeconómica en Cuba –que no sólo económica–: la realidad de alguien sudoroso, honrado, que va de aquí para allá y de allí para acá, que no cobra un centavo por lo que hace, que la mayoría de las veces termina su «mandato» avergonzado por la sensación de haberle fallado a la gente a la cual le ha pedido sacrificio, participación y paciencia. Ese alguien es el delegado de circunscripción.

Quitémonos con absoluta honestidad cualquier condicionamiento o prejuicio ideo-político. Pensemos con sinceridad y buen juicio en todo lo que nos falla en la praxis de nuestro sistema democrático –hablo del nuestro, no me remito a ningún otro–, cuando veinte años después de aquellos recorridos madrugadores de Lázaro Expósito por las panaderías y dulcerías de Granma, escuchamos de un comunicador que el actual Primer Secretario del PCC «se ha reunido con los panaderos de Bayamo y Manzanillo». ¿Y todos los demás funcionarios políticos y gubernamentales de ahí para abajo a quienes el pueblo les paga, a qué se han estado dedicando? Se preguntó mi padre septuagenario y me dejó sin respuesta.

Hace solo un fin de semana me abordaron varios vecinos de un local ubicado en las calles Saco y José Miguel Gómez, en Manzanillo, rentado por el gobierno municipal a través de la Empresa de Gastronomía para el funcionamiento de un centro recreativo. La causa, tan recurrente y añeja como la mala calidad del pan: las molestias provocadas por la música a altísimos decibeles.

Un problema menor si se compara con el reto de ordenar la economía del país. Un problema legislado y recontra legislado. Tratado infinidad de veces en la prensa estatal. Discutido también un montón de veces en reuniones y asambleas de rendición de cuentas de los delegados a sus electores.  Así se los hago saber y pregunto:

–¿Ya hablaron con su delegado de circunscripción? ¿Qué hace? ¿Dónde está?

–Supongo que cansado, agotado como nosotros, de que nadie nos haga caso.

14 enero 2021 35 comentarios 2k vistas
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practicas

Las malas prácticas

por Giordan Rodríguez Milanés 24 junio 2019
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Uno sospecha que el problema de los servicios deficientes en Cuba, trasciende el tipo de gestión de quienes lo brindan –si es de origen estatal, cooperativo o privado-, y se ha convertido en fenómeno cultural, resultante de una sostenida mala formación educacional y una gestión empresarial fácilmente corruptible.

Dos pizzerías particulares hay en la calle Mártires de Vietnam, cercanas al parque Céspedes de Manzanillo. En una te dan las buenas horas, te atienden con profesionalidad, sirven el agua correctamente y te hacen sentir cliente. En la otra, hay una mesera joven y bonita, sí, que enseña casi la mitad de su espalda y viste ropa moderna. Ni siquiera te da las buenas horas, deja varios minutos a dos clientes a la espera de pagarle,  y no se disculpa cuando al fin se ocupa de ellos.

En  el restaurante Palermo el servicio suele ser de excelencia. La música en el salón es adecuada y a un correcto volumen. En una ocasión, vi a la capitana cambiarle un plato ya servido a un cliente porque se percató de que no tenía la cantidad normada, y se deshizo en disculpas. Apenas a unos metros, en otro restaurante estatal, te tratan como si estuvieras en el comedor de una prisión de máxima seguridad, y tuvieras que agradecerles que te atendieran a pesar de que estás pagando. Por supuesto, monumental sería mi dislate si fuera a generalizar a partir de la experiencia en dos pizzerías.

Conocido como Luisito, el actual administrador de Palermo durante años fue el director de la escuela de gastronomía en Manzanillo. Me comenta que, más allá de la formación que reciben los futuros gastronómicos, la cuestión esencial radica en que llegan a ese centro con malformaciones propias del sistema educacional y la familia, y una distorsión de la vocación de servicio provocada  por un igualitarismo social aún prevaleciente. José Antonio Blanes, gastrónomo manzanillero escogido para atender a Fidel Castro cuando visitaba Manzanillo, me comentó que: “si no se fomenta  la vocación de servicio y el respeto por el cliente, poco se logra con la enseñanza de la técnica”.

En los municipios, la mayoría de los dueños de las “paladares” o cafeterías privadas, prefieren contratar muchachas jóvenes, bonitas o de cuerpos despampanantes, aunque no tengan la más mínima idea de cómo se sirve una mesa. Los que se saben con clientes seguros –como los que tienen “convenios” con los choferes de Ómnibus Nacionales, Transtur y camiones privados, en Taguasco y la salida de Jiguaní por ejemplo-, ni siquiera se preocupan por el porte y aspecto de quienes sirven. Te tratan casi como en el comedor de un campamento agrícola con altísimos precios que estás obligado a pagar, porque los choferes no paran en ningún otro lugar.

La carencia de una competencia verdadera por prestar buen servicio, es la resultante de una persistente escasez de productos y la inexistencia de un mercado mayorista en el país. De tal modo, el que más vende no es el que con más calidad presta el servicio o haga mejor marketing. El que más vende es el que tiene mejores “contactos” más o menos “legales”, para acceder a las materias primas y mantenerse más tiempo abierto al público.

Las malas prácticas en el abastecimiento y la distribución, han generado una cultura de  la especulación. Resulta común que, en la mayoría de las unidades gastronómicas, una parte importante de los productos, en vez de destinarse al servicio, sea vendida directamente a revendedores ilegales o cuentapropistas.

Un gastrónomo camagüeyano me confiesa: “le pasamos un porciento de la ‘búsqueda’ al balancista (el que distribuye los productos semi-elaborados y las materias primas) de la empresa. De esa plata, le hacemos llegar a los directivos. Si no hacemos eso, sólo te asignan lo justo para que más o menos prestes servicios, y arréglatelas. Si, por ejemplo, te entregan lo necesario para que vendas 500 raciones de pollo frito, el balancista da por sentado que tú venderás al menos 100 ‘por debajo de la manga’, o sea: sin elaborar ni prestar servicio pero al mismo precio que si lo hubieras hecho, y que te ahorrarás el aceite, por lo que tienes que darle una parte de esa ganancia sino, ‘nananina’.“

Sin embargo hay quienes, a pesar de todo, se respetan y esfuerzan por respetar al cliente, o al menos lo tratan con deferencia y cortesía. Ese es el caso de Cancio, el capitán de salón del Cabaret “Costa Azul” de Manzanillo, y su equipo. O de Vilma Poveda, la maitré del restaurante Bienmesabe, en La Habana.

Las causas determinantes, entonces, no parecen ser la precariedad económica que padecemos por la doble tenaza del bloqueo imperialista y el bloqueo interno recientemente reconocido por Díaz-Canel. Si consideramos que este era un país que antes de 1959 tenía un índice de analfabetismo superior al 30 porciento, con apenas estudiantes y graduados universitarios.

Un país sin escuelas de gastronomía o turismo, con monocultivo, dependiente de Estados Unidos y con gobernantes que saqueaban el erario. Aquel país poseía altos estándares en la prestación de servicios y el comercio -altos estándares aunque no podía pagar la mayoría-, entonces no parece haber relación directa entre la precariedad económica y la calidad de los servicios.

Además, al revisar la cobertura de prensa realizada al proceso de rectificación de errores convocado por Fidel en los años 80, fácilmente nos percatamos de que en la época de mayor bonanza económica, con soporte del CAME, teníamos los mismos problemas en el comercio y la gastronomía.

La convivencia entre diversas formas de gestión, en un contexto en el que el Estado continúa como monopolio proveedor, no garantiza en sí misma que bajen los precios ni aumente la calidad del servicio. Los precios bajarán en correspondencia con el aumento de la mentalidad productora, la distribución menos burocratizada y la eliminación de la mentalidad importadora y especuladora en los ministerios relacionados con los servicios. Y en las actuales generaciones de cubanos, simultáneamente, habría que agregar a la educación cívica y formal, el respeto por el cliente y la calidad.

24 junio 2019 12 comentarios 408 vistas
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De viaje por casi toda Cuba

por Jesús López Martínez 8 junio 2016
escrito por Jesús López Martínez

Como publiqué en un post, recientemente estuve en la provincia de Guantánamo. Cuando a las diez de la noche del primer día de estancia en aquella provincia pregunté a un compañero de la Universidad cómo se llegaba al centro de la ciudad, me orientó el lugar donde podía tomar un ómnibus y al decirle que quería ir caminando, me dijo: son más de dos kilómetros y me indicó el camino.

En ninguno de los países que he visitado -son tres- los profesores que han sido mis anfitriones me han dejado salir a la calle en horario nocturno: Me han dicho cosas como estas: “¡Solo en la calle en horario de la noche en la calle, Ud. Está loco! ¡No, no, tú no sabes a lo que te expones!”

Y en otro caso me lo han prohibido. Pero todas las noches me fui para el centro de Guantánamo y regresé al filo de la media noche y siempre muy tranquilamente, con el lógico calor guantanamero de esta etapa. Los más jóvenes fueron a centros recreativos y cabarets y al día siguiente solo tenían que lamentar las horas que habían dejado de dormir, digo, si eso se puede lamentar.

Desde Matanzas hasta Cajobabo, el último de los lugares visitado, hay más de mil kilómetros. Solo vi tres casas con techo de guano (claro que hay más, esas son las que vi), pero si no guardamos algunos bohíos en los museos, las nuevas generaciones no van a conocerlos.

En lugares tan lejanos de la capital del país como Cajobabo, Imías, San Antonio, puedes ver los consultorios del médico de la familia como los de La Habana o Matanzas, el restaurant del Sistema de Atención a la Familia donde por 25 CUP al mes, le dan alimentación a las personas de la tercera edad que no tienen a nadie más en la casa durante el horario del día, o una base de campismo como las del Litoral Norte de La Habana o de Matanzas.

Te pones a hablar con una persona de una imagen muy sencilla y en la conversación te percatas que es graduada de la universidad o un Dr. en Ciencias, como un joven profesor de Baracoa que expuso en mi comisión. O que la persona no es graduada en la universidad, pero tiene conocimientos de ramas importantes de las ciencias o que ha viajado por todo nuestro país.

Durante una conversación con una médica de la familia supe que “cogen la misma lucha” que las de aquí con las embarazadas, que cuando no vienen a la consulta las van a buscar a la casa, que cerca de la fecha del parto las ingresan en el hogar materno para evitar complicaciones y le exigen que lleven el niño a consulta mensualmente durante el primer año de vida.

Durante el viaje puedes comer por 25 o 30 CUP en diferentes lugares y sales satisfecho/a. Claro, no tienen la fama de La Guarida habanera, pero en la paladar de Marta en Taguasco se precian de darte a conocer las importantes personas que han tenido el gusto de atender.

También vi casas que están en mal estado constructivo, en la paladar de Claribel en Guáimaro los dependientes no tienen ninguna cultura gastronómica, faltaba la bandera en el monumento de Playita de Cajobabo, pero no pude ver ningún niño sin zapatos, ni deambulando por las calles en horario de clases y pregunté en varios lugares y no pude conseguir ningún analfabeto para conversar con él.

8 junio 2016 49 comentarios 467 vistas
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Gastronomía estatal “por la izquierda”

por Consejo Editorial 28 noviembre 2014
escrito por Consejo Editorial

1-Leyda-ok1-op-755x490Por: Leyda Machado

 

La Rusa no conoce otro oficio, no tiene experiencia en otro campo laboral pues ha trabajado como gastronómica desde que tiene 16 años, y ya acumula otros 30 tras mostradores desde entonces. Por eso a esta mujer no le es ajeno ningún secreto de su negocio: ni los enrevesados papeleos del almacén, ni las recurrentes variantes para engrosar listas de productos y bolsillos.

A la Rusa no le gusta hablar de robo porque asegura que “desde el mostrador es poco o nada lo que se puede robar”, pues los productos tienen que estar en exhibición con los precios, algo que siempre revisan los inspectores que cada cierto tiempo visitan las cafeterías estatales. “Si encuentran problemas con los precios la multa es segura, aunque con la mayoría eso se puede arreglar con 20 o 30 dólares”.

El tema de los precios no es rentable. Alterarlos es azuzar a los inspectores que vienen como buitres a festejar con el cadáver descompuesto. “Cambiarlos es muy riesgoso, por el tema de las inspecciones, por eso lo mejor es colar mercancía por la izquierda”.

La Rusa cuenta que en este sentido hay otras áreas donde el robo es más directo, como en la elaboración de alimentos y las ventas a granel, pues de un huevo hacen dos tortillas, o de una hamburguesa sacan dos; además del peso, pues nunca se da el gramaje correcto en las carnes. Aunque la “falta” de menudo para dar el cambio es otra práctica frecuente.

“Pero lo más normal es comprar varios productos con nuestro dinero y venderlo aquí un poco más caro para tener la ganancia”, asegura. Según cuenta el mecanismo es simple: buscan en los mercados los productos más baratos y luego venden en las cafeterías al precio establecido en ellas, que es mayor.

“Por ejemplo, un pomo de refresco nos cuesta entre 25 y 30 CUP, y aquí está a 1.55 CUC (38.75 CUP, al cambio actual); o cuando algunos productos (refresco enlatado Ciego Montero) entra en moneda nacional al precio de 10 pesos (CUP) no lo ponemos así, sino que lo vendemos en divisa (CUC) en 55 centavos —13.75 CUP”, explica.

De igual manera existen proveedores habituales, “puntos” que llevan mercancía fresca y de buena calidad a bajos precios. “Los mismos carreros (así se conoce a quienes transportan la mercancías en los camiones de las empresas estatales) muchas veces traen más productos y nos los venden directo a los dependientes para colarlos entre los de la venta”.

Sin embargo, La Rusa reconoce también que en este negocio cada quien tiene su propia parcela. Los administradores no se meten con los dependientes, porque ellos mismos reciben la mercancía y tienen sus variantes, pero de alguna manera todos tiene su “búsqueda”. “Eso sí, cada turno de dependientes trae su propia mercancía para vender, no es algo que se haga en grupo”.

Cuando se habla del control La Rusa apenas sonríe. Su mundo está podrido hasta los cimientos, es un ciclo continuo de sobornos que mantiene las cosas tal y como están. Existe una estructura inviolable y aceptada: los dependientes sobornan a los inspectores, y los administradores “pasan todos los meses un melón” a los directores de unidades básicas para mantener el puesto y garantizarse impunidad en el control.

“No hay excepciones. No importa que sean de la Dirección Estatal de Comercio (DEC), del Departamento de Inspectores Supervisores (DIS), o de Salud Pública… todos entran en arreglos con nosotros y la única forma de tenerlos lejos de este lugar es pagando lo que te piden en cada visita”.

Pero habrá alguna clave, algunas frases para comunicarse sin caer en evidencia, ¿no?

“Para nada, aquí todos están tan embarrados que ya nadie se cuida. Llegan, detectan las deficiencias y te piden el dinero, ese es su negocio”.

En gastronomía todos se conocen, y todos han encontrado su espacio para suplir los bajos salarios (un dependiente apenas cobra 250 CUP al mes), de una manera u otra. “Dicen que ahora nos van a pagar según lo que vendamos, no sé qué pasará con eso, porque la verdad es que el tema del abastecimiento es bastante malo”, razona La Rusa, a quien hace mucho tiempo el salario dejó de importarle.

Tomado: http://oncubamagazine.com/a-fondo/gastronomia-estatal-por-la-izquierda/

28 noviembre 2014 42 comentarios 317 vistas
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