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El dilema del financiamiento

por James Buckwalter-Arias 7 enero 2021
escrito por James Buckwalter-Arias

En las últimas semanas del año 2020 han coincidido dos dramas nacionales: uno en tierra firme norteamericana y el otro en el archipiélago cubano. Por muy diferentes motivos y de acuerdo con muy diferentes reglas políticas, los que detentan el poder han diseminado mentiras, calumnias, alegaciones infundadas –manufacturadas todas para legitimar su autoridad y su permanencia en el poder–. Se intuye que por arraigados que sean, los estados son en realidad frágiles creaciones humanas, tanto la democracia liberal y sus normas electorales por un lado, como el Estado autoritario de partido único por otro.

Con el fin de desprestigiar a los que critican los abusos del poder ejecutivo o policial contra los manifestantes pacíficos de movimientos como los de San Isidro o de Black Lives Matter –salvando las obvias distancias de todo tipo que existen entre ambos movimientos–, se han esgrimido sin fundamento los términos «mercenario», «traidor», «terrorista».

Y en el país más poderoso del mundo se alucina desde los «pasillos del poder» –the corridors of power–, con conspiraciones de un masivo fraude electoral. Dos estados postmodernos que en nada se parecen, comparten, a pesar de los contrastes, un similar desprecio por las verdades verificables, por el deber de mostrar datos, evidencias, pruebas. La verdad es lo que ellos dicten.

Podríamos suponer que para los que tenemos un pie en el continente y el otro en alguna parte del archipiélago, por una razón u otra –familiar, histórica, afectiva, profesional o ideológica– se trata de un simple accidente cósmico, algo así como la convergencia de Júpiter y Saturno que por casualidad produjo, justamente en el solsticio del 2020 el 21 de diciembre, una sola «estrella navideña», especie de ilusión óptica astronómica.

En fin, es un espectáculo digno de comentarse tal vez, motivo para levantar las cejas brevemente, pero sin trascendencia mayor para los no supersticiosos, un evento sin conexión con la realidad diaria de los seres humanos. Del mismo modo, las convulsiones contemporáneas de ambos lados del Estrecho de la Florida no guardan entre sí otra relación que la temporal. Casualidad sin causalidad.

En la superficie de la Tierra, sin embargo, o apenas debajo de esta superficie, descubrimos claras sinergias entre los dos fenómenos, vasos comunicantes entre disímiles realidades políticas: la hegemónica y relativamente próspera distopía en América del Norte y la asediada y subalterna distopía antillana. El rapero Denis Solís muestra una conciencia clara de los vasos comunicantes entre las convulsiones de ambas orillas cuando, acosado por la Seguridad del Estado cubana, declara: «¡Mi presidente es Donald Trump!».

Lo que sucede en Cuba sí tiene implicaciones para el proceso electoral en Estados Unidos y la política doméstica –implicaciones desmesuradas, desde luego, sobre todo en el sur de la Florida, estado con 29 votos en el Colegio Electoral–.

El Movimiento San Isidro (MSI) ya ha tenido repercusiones en la dinámica política de Washington y el senador Republicano Marco Rubio, por ejemplo, con los ojos puestos en la administración de Biden, esgrime los sucesos en la Isla como arma en su política de línea dura hacia Cuba. Los campos enfrentados preparan sus estrategias para los cuatro años venideros.  

Mientras tanto, al otro lado del Estrecho, el régimen descalifica a todo artista, activista o periodista independiente con etiquetas de «mercenario» o «traidor», una estrategia represiva sin justificación ni evidencia.

Es un viejo y probado mecanismo ideológico. «Al final –escribe Rafael Rojas–, la acusación misma de “mercenarios” y “terroristas” es el dato falso, entre otras razones, porque en muchos casos se elude la información precisa sobre el financiamiento externo y su penalización de acuerdo con las leyes del Estado. En un momento en que avanza la transición capitalista en Cuba, lo que se busca criminalizar no es tanto la disposición de fondos foráneos como el posicionamiento público en contra de determinadas políticas del gobierno».

A veces, el eco se escucha y se repite en el continente. Declarar desde tierra firme que todo cubano que recibe dinero del extranjero pierde legitimidad y se vuelve instrumento de la injerencia imperialista es igual de irresponsable. Pero para los que deseamos ver una sociedad civil cubana realmente independiente –independiente tanto del régimen en la Isla como del State Department estadounidense– nos resulta imposible afirmar, desafortunadamente, que no hay ninguna conexión entre los movimientos populares y el financiamiento extranjero.

Sería ingenuo decir que del millón de dólares que el Departamento de Estado acaba de destinar para Cuba, ni un dólar llegará a ningún miembro del MSI, o que el dinero otorgado por el National Endowment for Democracy para el mismo propósito no cala en este o aquel movimiento popular. No podemos insistir tampoco en que ninguno de los nuevos medios periodísticos —o ninguno de sus periodistas— ha recibido algún apoyo de los organismos estadounidenses con fines derroquistas.

Por más que quisiéramos hacerlo, no podemos afirmar de buena fe que la sociedad civil cubana constituye un sistema cerrado, insular, hermético, a prueba de injerencias extranjeras o alicientes económicos.

Aquí, desafortunadamente, todavía hace falta un aparte obligatorio. Tanto de este lado del Estrecho como del otro, la mera insinuación de la posible mala fe del gobierno «propio» que en teoría representa a los ciudadanos, provoca reacciones virulentas, acusaciones de «hacerle el juego al enemigo», de ser un «tonto útil», de abrigar «simpatías inadmisibles».

Se erigen caricaturas simplistas –la consabida falacia del hombre de paja– de quienes iniciamos un diálogo abierto y riguroso y articulamos preguntas incómodas. En la Isla son «mercenarios» o «terroristas». En el continente somos «primermundistas que abrigamos fantasías rojas», «comunistoides solapados o de pan con bistec». Dispensemos de golpe, entonces, con este simplismo.

Es posible y es urgente reconocer que ambos gobiernos, a fin de cuentas, no son ni más ni menos que eso, gobiernos, que no se rigen por las reglas ni de la ética ni del discurso racional, sino por determinados intereses estatales. Ninguno de los dos sirve de modelo al resto del mundo.

Vivimos entre «contramodelos»: uno hegemónico y relativamente próspero y otro asediado y subalterno –una economía dominante y otra subordinada en el mercado global–. Ambos gobiernos son responsables de violaciones de derechos humanos, de violencias contra los ciudadanos, de racismo sistémico, de atropellos a la dignidad humana, de campañas de desinformación, e incluso de centros de detención en los que los detenidos no han sido acusados siquiera de un delito.

Ahí está todavía el centro de detención en Guantánamo, por ejemplo, o los centros de detención en la frontera entre Estados Unidos y México. En Guantánamo acaban de recomendar la puesta en libertad de Said Salih Said Nashir, que lleva 18 años preso sin haber sido acusado nunca de ningún delito. En La Habana vemos los arrestos recientes de periodistas como Carlos Manuel Álvarez.

No se trata, insistimos, de establecer una equivalencia moral entre los dos estados, ni de sopesar los crímenes para así calibrar la relativa gravedad de las violaciones de derechos humanos allá y acá, de compaginar las interminables listas de mentiras y calumnias. Semejantes cálculos carecen por completo de sentido. Una obra dramática puede tener más de un villano. «A plague on both your houses», espeta un personaje de Romeo y Julieta.

Sintetizando entonces, debemos reconocer, sencillamente, que la sociedad civil cubana enfrenta dos adversarios estatales —uno que intenta reprimirla y otro que intenta instrumentalizar o cooptarla–. El código de ética de Periodismo de barrio, al reconocer el peligro injerencista, tal vez sirva de modelo —no sólo para la prensa sino también para las organizaciones civiles en general— al rechazar toda colaboración que no respete tanto la soberanía de Cuba como la autonomía de sus ciudadanos y organizaciones.

Código de ética

Pero en estas páginas se pretende reflexionar desde tierra firme, desde la óptica de la política estadounidense. La simultaneidad de los dramas nacionales en Cuba y Estados Unidos nos vuelve, acaso con mayor urgencia, a las preguntas de siempre, aunque en un alterado marco histórico e interpretativo: ¿Cómo debe la Administración Biden posicionarse ante lo que está ocurriendo en Cuba?

Los que, como dije anteriormente, por un motivo u otro tenemos un pie en ambos lados del Estrecho y nos comprometemos con un diálogo abierto, los que insistimos en la evidencia concreta y abogamos por los derechos civiles y sociales, por la soberanía nacional y el derecho de cada pueblo a participar en un gobierno que debe representarlos; tenemos el deber, sobre todo si vivimos y trabajamos en Estados Unidos, de preguntar sencillamente: ¿Cuál ha sido el impacto de la política estadounidense hacia Cuba?

Y ahora que por el momento el Colegio Electoral de Estados Unidos ha votado y, por lo visto, la república democrática sigue en pie, por más que trastabille: ¿Cuál debe ser la política de la nueva administración Biden, sobre todo teniendo en cuenta los últimos sucesos en el archipiélago cubano?

Aunque nada en la historia de la política de Estados Unidos hacia Cuba demuestra ni un compromiso con los derechos humanos de los cubanos ni con la soberanía de la nación caribeña, no por esto debemos dejar de clamar por una política coherente, humanitaria y de acuerdo con las normas internacionales.

No por la historia neo-imperial debemos dejar de clamar por una política que reconozca tanto los derechos humanos de los cubanos o de los estadounidenses; o de clamar por la soberanía del Estado menos poderoso. Entonces, pretendo reflexionar sobre un elemento concreto de esta política: los fondos destinados a «promover la democracia y los derechos humanos en Cuba».

Comencemos con aquellos datos verificables que pasan por alto los dirigentes en Washington y La Habana. El 24 de noviembre, el Departamento de Estado de los Estados Unidos anunció que un millón de dólares se destinaban a promover «los derechos civiles, políticos, religiosos, y laborales en Cuba». La investigación más importante que se ha hecho recientemente al respecto se titula The Cuba Money Project. ¿Cómo, concretamente, se emplea el dinero que este proyecto trae a la luz?

En auge el negocio de la democracia en Cuba*

La existencia de estas inversiones no nos permiten afirmar, como sí afirma el Estado cubano, que los activistas cubanos son mercenarios o traidores o buscavidas. Escribe Isabel Alfonso que «el 27N, tal como le han llamado a esta protesta, es, sin embargo, un movimiento de cosecha propia, resultante más bien de las propias dinámicas internas cubanas y de los procesos de liberalización asociados a la reforma económica del 2009, iniciada por Raúl Castro».

La espontaneidad de las manifestaciones y la autoctonía de los movimientos representan para la política estadounidense una oportunidad, un fenómeno social que debe instrumentalizarse, como lo demuestra claramente el anuncio del State Department del 24 de noviembre ofreciendo un millón de dólares para aumentar «los derechos civiles, políticos, religiosos, y laborales en Cuba». Como también observa Alfonso, «esta relación de interdependencia con Estados Unidos complica su legitimidad, no sólo con el Gobierno de la Isla, sino con el pueblo que mayoritariamente rechaza la intromisión de los Estados Unidos en los asuntos internos del país».

Esta intromisión no es ni minúscula ni irrelevante. El apoyo financiero estadounidense supuestamente destinado a fortalecer la sociedad civil en Cuba forma parte de una estrategia de «regime change» –estrategia que se vuelve incoherente y cínica cuando tenemos en cuenta que el embargo económico pretende provocar una sublevación popular a través del «hambre y la desesperación» de la población civil, según la propuesta original de Lester Mallory en el año 1960, Subsecretario de Estado que hizo sus cálculos desalmados en plena Guerra Fría–.

Es decir, el apoyo a algunas formas de periodismo, por ejemplo, forma parte de la misma estrategia derroquista que pretende privar de alimentos y de medios para satisfacer las necesidades básicas a los propios periodistas, integrantes del pueblo cubano, cuyos derechos civiles pretende defender. Incoherencia absoluta.

La lógica del sitio –vieja estrategia militar que se remonta al Emperador Julio César y los galos o al sitio de los romanos a los hebreos en la fortaleza Masada, en el primer siglo A.D.– no ha sido modificada ni redimida en los años subsiguientes a la implementación del embargo económico en 1961. Sesenta años de embargo han intensificado, sin dudas, las deformaciones de la economía cubana, pero no han provocado la sublevación soñada.

Nos queda, entonces, una política de «promover los derechos civiles» de aquellos a quienes también se pretende someter «al hambre y la desesperación». Queda fuera de mis conocimientos de las normas internacionales determinar si esto constituye o no un crimen de lesa humanidad.  

El hecho es que los Estados Unidos pretende a la misma vez promover los derechos civiles de los periodistas e intelectuales, mientras viola los derechos sociales de los mismos y de sus familiares, imponiéndoles una escasez, «to decrease monetary and real wages».

Cabe preguntar, además: ¿qué libertad tienen realmente los periodistas, artistas o activistas que bajo brutales condiciones económicas reciben fondos del Departamento de Estado o de instituciones como National Endowment for Democracy (NED) o United States Agency for International Development (USAID)?

No sabemos, en realidad, ni quién recibe estos fondos ni qué expectativas tienen los que los desembolsan. The Cuba Money Project aporta información vital, pero aún no disponemos de muchos datos sobre específicos proyectos subvencionados. Tracey Eaton, el autor de este proyecto, reconoce abiertamente que no sabemos a qué se destinan estos fondos. «Some programs are so secret that the recipients of funds are never disclosed». El financiamiento no es transparente.

La falta de información nos obliga a aventurar una especie de «análisis negativo». ¿Qué es lo que no se puede decir en los medios independientes –independientes con o sin comillas–? ¿Se podría publicar, por ejemplo, una denuncia frontal al bloqueo, una política destructiva —ilegal y despiadada— que el resto del mundo condena, año tras año, en las Naciones Unidas?

¿Se podría publicar, por ejemplo, una crítica del fracasado proyecto «Zunzuneo», que propuso, bajo la administración del presidente Obama y el vicepresidente Biden –que en pocas semanas asume el poder– provocar una sublevación? Tal vez no hay ejemplo más claro y reciente que ese para demostrar sin lugar a dudas que Estados Unidos emplea medios encubiertos y tecnología avanzada para crear plataformas «independientes» que sencillamente no lo son.

En el caso de «Zunzuneo», la participación de cubanos de buena fe haciendo comentarios legítimos o críticas necesarias –sin saber siquiera que participaban en un proyecto de USAID– no vuelve irrelevante el hecho de la injerencia estadounidense.

Si reconocemos los parámetros ideológicos que imponen estas publicaciones y tenemos en cuenta el bochornoso episodio del así llamado «Zunzuneo», debemos concluir por lo menos dos cosas:

  • aunque los periodistas cubanos que contribuyen a algunas de las publicaciones en línea son en su gran mayoría responsables, dedicados, y profesionales, su independencia del State Department o del  National Endowment for Democracy o de la USAID es algo que se tiene que defender de manera pública y colectiva.
  • no debemos suponer la buena fe del nuevo presidente electo, que asume su cargo en enero del 2021 sin haber reconocido nunca el papel de la Administración Obama en un complot de ciber-subversión que conllevaba posibles consecuencias violentas.

El financiamiento de Estados Unidos a algunos medios independientes cubanos, entonces, constituye un dilema. Es un error, por un lado, suponer que este financiamiento descalifica la existencia de una robusta sociedad civil de cubanos dentro y fuera de la Isla, o de valientes y brillantes escritores y activistas que asumen enormes riesgos en un sistema autoritario, arbitrario y represivo. Para los estadounidenses que lo duden, les recomiendo el documental de Isabel Alfonso, Rethinking Cuban Civil Society.

Pero también es un error suponer que las inversiones del Departamento de Estado tienen un efecto nulo o benigno en el discurso político, artístico, o periodístico en el archipiélago; que esos fondos se destinan a una libertad de expresión omnidireccional; y que los proyectos subvencionados admiten críticas a la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba –política que el mundo comprende como una violación a la soberanía de Cuba y un atentado contra los derechos humanos de su población–.

Este es el dilema, entonces, desde la perspectiva de los que residimos y trabajamos en Estados Unidos y a quienes el gobierno federal pretende representar: por un lado queremos que prospere una sociedad civil cubana y reconocemos que practicar el periodismo o la escritura requiere tiempo, estudios, esfuerzo, y dinero. Queremos que la sociedad civil cubana disponga de los recursos necesarios para escribir, publicar, diseminar ideas.

Por otro lado, los fondos de NED, USAID, y el Departamento de Estado le proporcionan al gobierno cubano el pretexto que necesita para descalificar los movimientos populares. Los fondos destinados a «apoyar» terminan deslegitimando.

Estos programas forman parte de una política de «regime change» que representa un atentado contra la soberanía cubana, una política que incluye un embargo que pretende someter la población civil a penurias, privaciones, y hambre. La política de Estados Unidos hacia Cuba desmiente los fines humanitarios, cívicos y democráticos de estos programas.

¿Es posible resolver el dilema? Si los programas de apoyo a la sociedad civil cubana pretenden tener un mínimo de legitimidad, tendrían que comenzar por desligarse por completo del Departamento de Estado y la política de «regime change».

Tendrían que poner los fondos en manos de grupos realmente independientes, organizaciones no gubernamentales que apliquen genuinos criterios periodísticos, que practiquen una transparencia en cuanto a los proyectos subvencionados y las cantidades desembolsadas, y que admitan críticas «omini-direccionales». Es decir, un periodismo independiente en Cuba necesariamente tendría que permitir críticas de la política estadounidense hacia la Isla –críticas de las violaciones de derechos humanos que implica el embargo económico y del papel injerencista de los Estados Unidos durante los últimos sesenta años–.

Finalmente, lo referido al financiamiento tendría que formar parte –apenas un inciso, en realidad– de una serie de recomendaciones a la Administración Biden y Harris que asume el poder en enero, formuladas por una especie de Cuban working group –o un network de tales grupos– y tendrían que incluir todas las recomendaciones urgentes respecto a la política estadounidense hacia Cuba, como el levantamiento del embargo económico y la libertad de los estadounidenses de viajar al archipiélago.

7 enero 2021 36 comentarios 1k vistas
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José Daniel Ferrer y la UNPACU: ¿vive del cuento la oposición cubana?

por María Isabel Alfonso 31 enero 2020
escrito por María Isabel Alfonso

José Daniel Ferrer, líder de la organización opositora Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), permanece prisionero desde el 1ro de octubre de 2019 en Santiago de Cuba. El Secretario de Estado de los Estados Unidos Mike Pompeo ha denunciado su encarcelamiento desde su cuenta de Twitter y en múltiples documentos emitidos por el Departamento de Estado. El Parlamento Europeo por su parte aprobó el 28 de noviembre pasado una resolución que solicita su liberación inmediata. Numerosos grupos de derechos humanos han pedido también su excarcelación, apuntando a arbitrariedades en el proceso de detención, tales como la incomunicación forzosa con su familia por más de 72 horas y la falta de un debido proceso en que se presuma su inocencia.

El gobierno cubano a su vez ha declarado que Ferrer es “agente asalariado al servicio de los Estados Unidos.”

Pero según datos ofrecidos por los medios oficiales cubanos y por sus propios compañeros de la UNPACU, Ferrer no ha sido apresado esta vez por su accionar político, sino por secuestro y acciones lesivas hacia un miembro de la organización que dirige.

Obama, Trump y los derechos humanos en Cuba

Cuando el Presidente Barack Obama anunció el 17 de diciembre del 2014 el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, muchos estimaron que los hechos marcaban el cierre de una era.

La administración Trump, sin embargo, ha dado un giro en reverso a estos avances, motivado probablemente por las mismas razones que provocaron el escándalo de Ucrania: supeditar los intereses nacionales y regionales a las elecciones del 2020.

Cuba ha sido una pieza más dentro de su macabro diseño de mandato. El caso Ferrer, un buen pretexto para activar la base cubano-americana de la Florida, quien se ha creído el teatro macartista de la administración.

El patrón de intervención de los Estados Unidos en los asuntos domésticos de Cuba ha atravesado numerosas etapas. Si bien fue la CIA la que en las primeras décadas se ocupó de intentar subvertir el régimen cubano con ataques tanto frontales como encubiertos, es el Departamento de Estado quien lo hace ahora a través del empoderamiento de la oposición, con estrategias de financiamiento.

Estas adquirieron perfil y relevancia sobre todo a partir de la Commission for Assistance to a Free Cuba (CAFC), creada por la administración Bush (W.) en el 2003, cuyo reporte con idéntico nombre recomendó un presupuesto de $20 millones anuales “hasta que la dictadura [dejara] de existir”, presupuesto conformado por el dinero de los contribuyentes (taxpayers). Hasta la fecha, se calcula que se han invertido alrededor de $200 millones en programas de cambio de régimen.

Pero el gobierno de Estados Unidos ha sido miope a la hora de entender muchos de los procesos de la sociedad civil cubana, la cual, como intento demostrar en el documental Rethinking Cuban Civil Society, es mucho más que la oposición, puesto que está conformada por un complejo entramado de individualidades e institucionalidades que, con grados varios de autonomía y pujanza, tratan de (y logran, muchas veces) provocar cambios con mucha más eficacia y legitimidad que la oposición financiada.

Algunos de estos quedaron incorporados en el cronograma legislativo aprobado a fines de 2019. El nuevo paquete de leyes incluye derechos y garantías constitucionales tales como una nueva y muy necesitada Ley de Asociaciones, un nuevo Código Penal, un nuevo Código de Familia, una Ley de Protección Animal y una Ley de Medio Ambiente, y una Ley de Empresas, entre otras.

Pendientes quedan una ley de aborto, la ley de matrimonio gay, y sendas leyes en contra del racismo y en contra la violencia de género.

Retos para Cuba

Queda por ver el alcance y eficacia de estas leyes. Pero más allá de ello, Cuba necesita de un cambio en el espíritu detrás de las mismas. Las leyes proveen garantías a derechos; no enseñan cómo actualizar comportamientos democráticos y plurales. El Estado debería aceptar y promover toda iniciativa sensible que, teniendo como presupuesto el compromiso con la soberanía nacional y el fin del bloqueo, busque promover la entrada de Cuba en un imaginario del siglo XXI afín a los estándares democráticos internacionales. Una plataforma de pensamiento crítico como la de Cuba Posible, constituida por cubanos “que [diferían] del punto de vista oficial, pero que [ponían] a Cuba y el interés público por encima de cualquier otra consideración” dejó de existir como resultado de los múltiples mecanismos de presión y estigmatización a que sus autores fueron expuestos, aun cuando se declaraban comprometidos a hacer propuestas diferentes, “no desde la perspectiva de la confrontación, sino de la conciliación.”

Pareciera que estuviéramos regresando al “quinquenio gris”, cuando intelectuales y artistas incluso comprometidos con el proceso revolucionario –como los de Ediciones El Puente—, serían estigmatizados por su supuesta falta de lealtad a la Revolución.  Tal es el caso de la expulsión hace tres años de la Universidad de Oriente del Doctor René Fidel González García, quien recibió una sanción que le impide trabajar en cualquier otro centro de enseñanza superior en la Isla, tan solo por publicar en sitios de izquierda “no oficiales.”

Un caso de mayor alcance publicitario es quizás es la desaparición del personaje Facundo Correcto –el típico apparatchik— de Vivir del cuento.  Aunque el director de Cubavisión ha expresado que Andy Vázquez, actor que interpreta a Facundo, no ha sido sancionado, lo cierto es que Vázquez no forma parte del elenco ya, como consecuencia de su sátira sobre el caos en el mercado de Cuatro Caminos.

Censuras como estas, así como las presiones cotidianas a periodistas independientes, quienes incluso declarándose contrarios a las estrategias de financiamiento de Washington, se les impide a ratos hasta salir de sus casas, son comportamientos que ya no deberían tener cabida en la Cuba actual.

El caso Ferrer

Pero si bien criminalizar a todo el que disiente y critica es signo de poca madurez política, santificar a Ferrer solo porque disiente, también lo es.

El 27 de noviembre, el Noticiero Estelar de la Televisión Cubana proyectó un material filmado con cámara oculta, que muestra a Ferrer dándose golpes violentos en su cabeza contra una mesa. Segundos después, al entrar otra persona al recinto, el opositor dice que lo han golpeado. Aparece también Ferrer con su familia, y recibiendo atención médica. En todas las secuencias, aparece sin camisa, puesto que se niega a ponerse el uniforme de prisionero. El reportaje incluye un Facebook live de un ex integrante de la UNPACU, quien asevera que Ferrer lo secuestró y golpeó por desacuerdos acerca la organización. Las manipulaciones del material son evidentes; pero los hechos, son incuestionables.

Un video de otra ex miembro de la UNPACU, Meleidys Gómez, publicado en diciembre en Youtube, hace explícito que Ferrer y su hermano Luis Enrique Ferrer usan a su conveniencia  los fondos que la UNPACU recibe de los Estados Unidos: “Está bueno ya de estar engañando a grandes funcionarios de esta nación” [Gómez reside ahora en Miami]. “Yo no sé cómo esos funcionarios se dejan manipular y utilizarse de ti (sic)… Son unos mentirosos.” Continúa explicando que “del exilio salió una ayuda” para que ella reconstruyera su vivienda (supuestamente allanada por la Seguridad del Estado). ¿Cuánto ustedes me entregaron, Luis Enrique? ¡Yo lo perdí todo (…)! ¿Cuándo tú o tu hermano dijeron vamos a ayudar a Meleidys? Esto es para que el exilio me contacte. Yo estoy dispuesta dar declaraciones a donde sea, a las Naciones Unidas, a donde sea…”

Otros miembros de la Unión Patriótica han declarado en las redes sociales que son testigos tanto de la personalidad violenta de Ferrer como de su malversación de los fondos provenientes de los EEUU. Ferrer mismo reconoció haber golpeado a otro ex-colega de la Unión Patriótica en 2017, tal como se muestra en un video publicado el pasado mes de diciembre por otro miembro de la organización. Según el blog Cuba Money, solo en el 2016, la UNPACU recibió $99,431 del Departamento de Estado para “el avance de la democracia y los derechos humanos.”

No hay duda de que tanto la falta de un debido proceso como el posible carácter improcedente de filmar a un reo y de hacer pública la filmación, son procederes no afines a los estándares internacionales. Falla también el periodismo en sus funciones al ser medio de propaganda en lugar de  un relator objetivo.

Sin embargo, el financiamiento a programas de cambio de régimen es también una flagrante violación de estándares; los Tweets de Pompeo, su más chapucera certificación.

Cuba necesita cambios, y rápido. El financiamiento de la oposición interna desde los EEUU dentro de un panorama de asimetría creciente, lejos de promover la apertura y el pluralismo, los paraliza.

(Una versión de este artículo se publicó en The Conversation)

31 enero 2020 61 comentarios 848 vistas
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Castigar y proteger

por Alina Bárbara López Hernández 4 diciembre 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

…Quien verdaderamente vive,

no puede dejar de ser ciudadano y partisano.

La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida.

 Por eso odio a los indiferentes

Antonio Gramsci

En el segundo mes de 2019 los cubanos que vivimos en la Isla nos dimos nueva Ley de Leyes. Una mayoría significativa votó en el plebiscito a favor de la Constitución. Si fue por lealtad o inercia, por convicción o indiferencia, por idealismo o tedio —que de todo hubo—, ello no es lo determinante.

La consecuencia verdaderamente importante fue la aprobación de un tratado legal que obliga a todos a cumplirlo; pero que también protege los derechos declarados de todos. Aun de los que no votaron; o de los que votaron en contra.

Aquí no valen excepciones, el respeto a la ley y la protección legal incluyen igualmente al sector denominado oposición. Nuestro gobierno intenta una actualización de la economía desde hace varios años. He dicho siempre que en Cuba se impone del mismo modo una actualización de la política. A ello agrego que tales cambios deberán incluir las relaciones y el tratamiento que se da a la oposición.

El 20 de diciembre de 2010, el periodista Fernando Ravsberg, por entonces corresponsal de BBC Mundo en La Habana, daba a conocer un cable revelado por WikiLeaks. El Jefe de la Oficina de Intereses en aquella fecha, Jonathan Ferrar, calificaba a miembros de la disidencia isleña como: “personalistas, sin arraigo social y excesivamente preocupados por el dinero”. Esta crítica evidencia los canales de financiamiento desde el gobierno norteamericano al menos a una parte de los opositores en Cuba.

¿Es legal que Cuba intente protegerse de una oposición financiada desde otro país?

Para responder esta pregunta tomemos una hipótesis de partida. Imaginemos que la embajada cubana en Estados Unidos comience a recibir ciudadanos norteamericanos descontentos con el sistema de ese país —por ejemplo, a algunos de los simpatizantes socialistas que han proliferado allá en los últimos tiempos—; les entregue sumas de dinero y apoye una campaña para promoverlos en acciones contra su gobierno. ¿Cuál sería la actitud de la administración norteamericana?

Algunos fundamentarán que en el Norte la oposición es admitida como parte consustancial de la cultura política; cierto, sin embargo, no es así cuando se trata de una oposición financiada por otro país. El juicio político que se le sigue hoy al presidente Donald Trump, parte del supuesto delito de utilizar una potencia extranjera, Ucrania, para inclinar a su favor la rivalidad partidista con el Partido Demócrata de cara a las elecciones 2020. Y todavía se intenta comprobar si Rusia intervino indirectamente apoyando a Trump en las elecciones del 2016.

Cuando ocurrieron el estallido anti-neoliberal en Ecuador y los enfrentamientos internos en Bolivia, se pretendió vincular a Cuba como instigadora de acciones en esas naciones. Esto quiere decir que cualquier país se protege siempre de ser rehén de las decisiones emanadas en otros.

En el caso de la Isla, con mayor razón, la hostilidad tradicional de las administraciones norteamericanas, potenciadas por el actual presidente, le confiere absoluta validez a una legislación que penalice a quienes se presten a recibir financiamiento de EE.UU. para oponerse al gobierno.

Ha quedado respondida la interrogante: sí, es legal que Cuba intente protegerse de una oposición financiada desde el exterior. Resulta inexplicable entonces la actitud vergonzante del aparato de inteligencia cubano, que prefiere recabar pruebas de delitos comunes y no denunciar —y presentar las pruebas correspondientes, por supuesto—, el verdadero delito: aceptar dinero de una nación extranjera para subvertir el orden político. El proceso que se sigue contra José Daniel Ferrer se ha perdido en inexplicables vericuetos para intentar encausarlo como preso común. ¿Por qué se actúa de esa forma?

Mas, ya sea en un proceso por delitos comunes o de otra índole, todos los ciudadanos cubanos deberán estar protegidos por la ley. Debe existir una orden judicial para el arresto, se debe permitir acceso a un abogado y contactos con la familia e incluso, si no es un terrorista o un asesino peligroso, toda persona puede responder al proceso en libertad.

El inadecuado tratamiento de este caso resulta preocupante. No solo porque con ello se incumple la legislación, sino también porque se ignoran razones de naturaleza estratégica. ¿No se percata nuestro gobierno de la necesidad de procurar una correcta imagen al interior y al exterior?

En una relación sumamente hostil con EE.UU.; en un entorno regional que ha variado en los últimos tiempos, pues América Latina ya no es zona de paz y algunos gobiernos de nuevo signo político han deshecho importantes convenios económicos y alianzas estratégicas; en una crisis financiera y un evidente retroceso económico que no tiene nada de coyuntural; es crucial para Cuba un acercamiento con la Unión Europea.

Empezaban a apaciguarse ciertas controversias con el bloque del Viejo Continente por el tema de los Derechos Humanos. La decisión de definirnos en la Constitución como un Estado Socialista de Derecho fue bien acogida. Europa es hoy, geopolíticamente hablando, un aliado nada desdeñable. No solo ha condenado al bloqueo contra Cuba, sino que ha mostrado indicios claros de acercamiento e incita a sus países miembros a invertir en la Isla en tiempos en que es impostergable encontrar socios comerciales y financieros fieles, que se arriesguen a sortear las oscilaciones de nuestra economía.

Desconociendo estas razones de peso, se dieron a conocer imágenes que son contraproducentes por la carga de mediocridad y de burla que contienen. ¡Qué contundencia si se hubiera logrado grabar los momentos en que Ferrer recibió dinero norteamericano, o en que al menos se refiriera a este asunto! Qué mesa ni qué mesa…

Porque no es solo la economía lo que ha retrocedido. ¿Qué ocurre con nuestros órganos de inteligencia? Tenidos por muchos entre los mejores del mundo, parecen jovencitos inexpertos en un juego peligroso por lo que supone esta época, en que las redes sociales visibilizan, a través de fotos y videos, su actuación.

Apostados a las puertas de determinadas viviendas para impedir el libre movimiento de personas que no están sujetas a proceso legal alguno —lo que se ha hecho no solo para intimidar a opositores, sino para evitar que se asista a lugares donde se pueden generar tensiones, como ocurrió con SNET— o saliendo de hogares donde han ido a “conversar”; son retratados, las chapas de sus motos o autos reveladas y, a veces, incluso los nombres, apellidos, seudónimos y cargos en el aparato de inteligencia. Si los fundadores del antiguo G-2 resucitan, creo que se suicidan de la vergüenza.

En un artículo anterior me refería a la existencia entre la ciudadanía de “una masa crítica que no está de acuerdo con el socialismo de modelo burocrático que tenemos, pero tampoco con la política hegemónica y agresiva del gobierno de Donald Trump. Que rechaza por igual al tipo de oposición pro-norteamericana y a las reacciones de abuso, anticonstitucionales del Minint y la Policía contra dicha oposición”.

Sería bueno reflexionar con prudencia si las tácticas gubernamentales en el tratamiento a la oposición no están generando una simpatía hacia ella que hasta ahora le costaba ganar con sus propuestas políticas.

Si la ley no se aplica por igual a todas las personas, en mi opinión, la Constitución del 2019 va en camino a ser lo que se dice que fue la del 40: “de letra muerta”. Para que seamos un Estado Socialista de Derecho deben cesar los atropellos para-judiciales: detenciones arbitrarias por pocas horas y sin orden de un juez, impedimento para viajar fuera del país a personas que no están sujetas a proceso legal, golpizas desmedidas a opositores que se manifiestan pacíficamente, incluso cuando ese es un derecho que otorga nuestra Constitución.

En lugar de que los agentes estén posando para la cámara, deberían trabajar encubiertos, con profesionalidad. Su fin sería descubrir la conspiración opositora y su financiamiento para subvertir el orden político. E insisto en la obtención de pruebas, pues aquí se ha arraigado la tendencia a acusar de mercenarismo y oposición a cualquiera que explicite críticas abiertamente, y este no es el cuento de “Viene el lobo”.

El ministro de relaciones exteriores de Cuba denunció el 26 de noviembre, según Prensa Latina, “que la embajada norteamericana en Cuba, y particularmente [Mara] Tekach se concentró en los últimos meses en el fallido propósito de reclutar mercenarios, promover la división y la confusión entre la población de la isla”.

Si el propósito de reclutar mercenarios fue fallido, eso demuestra que no todos los cubanos están dispuestos a conspirar contra el gobierno bajo el ala de los EE.UU. No obstante, el tratamiento inadecuado y violatorio de la legislación que internamente se da a la oposición en Cuba, también crea “división” y “confusión”. Es hora de meditar, esto no es una cuestión de fuerza sino de legalidad. La Ley para castigar y la ley para proteger. A todos. También a la oposición.

4 diciembre 2019 85 comentarios 950 vistas
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Lo novedoso

por Alina Bárbara López Hernández 23 julio 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Luego del debate en el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) sobre la nueva política de comunicación que se instituirá, me gustaría aportar algunos criterios. La situación de la prensa cubana es incoherente en muchos aspectos. La Constitución vigente norma la existencia del PCC como Partido único; sin embargo, dada la enorme cantidad de órganos oficiales de prensa que posee el mismo, pareciera que debe coexistir en un escenario interno de extrema hostilidad ideológica, lo que es desmentido por las declaraciones de nuestros dirigentes patentizando su confianza en el apoyo del pueblo a la Revolución.

Además del periódico Granma, existe un órgano oficial del Partido en cada provincia, para un total de quince, y prefiero ser cautelosa pues ignoro si en las provincias experimentales de Artemisa y Mayabeque también se establecieron. A todas luces es innecesaria esa abundancia de órganos que no difieren mucho entre sí, pero lo peor es que cada uno es financiado por el presupuesto del Estado, es decir por todos y cada uno de nosotros. ¿Es justo que un país con una situación económica tan compleja como Cuba deba derrochar en proporción semejante, a pesar de que los requerimientos al ahorro son constantes en el discurso político?

Se comenta que la nueva política de comunicación atenderá el tema de la financiación de los medios al buscar alternativas que generen ingresos por vía de la publicidad y el patrocinio, sin que ello signifique la retirada del presupuesto estatal. Me parece excelente que empecemos por casa a dar ejemplo de prudencia en los gastos, pero no debemos pensar que ello es una novedad, sino el rescate de un modo de hacer.

Al reivindicar como propia la raíz marxista del primer Partido Comunista, debemos recordar que su órgano oficial fue el diario Noticias de Hoy, cuya aparición data de mayo de 1938.[1] Este no incurrió en la puritana costumbre implementada por sus sucesores que consideraron una blasfemia mezclar ideología y publicidad. El viejo periódico comunista se subvencionaba por diversos medios: por suscripción popular en menor medida —mediante la venta de “certificados de ayuda”, por valor mínimo de cinco pesos—, y por publicar anuncios de productos y servicios, especialmente de empresarios y profesionales cubanos.

La búsqueda de financiamiento a través de publicidad y patrocinio no es novedosa.

Entre los productos que más se anunciaban mencionaremos Cerveza  Tropical, Cerveza Guinnes Cabeza de Perro, Cerveza Cristal, Maltinas Tivoli y Trimalta, Cigarros Trinidad y Hno., Tabacos “La Marca”, Camisas Perro, Ropa de hombres “El Zorro”, Amplificadores LA-UZ, Jarabe anticatarral Majín, Fenaspirina…

Por su parte, la gama de servicios que se divulgaba era muy amplia, algunos ejemplos son: Casa Ruiz: Compra y venta de muebles; Tiendas como “El Encanto” “La Internacional” y “Fin de siglo”; Salón de Barbería de Rogelio Suárez; Basilio Casanova: Sastre Modelista; Ópticas Iglesias y Royalt; Panadería y Dulcería La Guarina; Cooperativa de Ómnibus; Unión Latina: Cía de Seguros; Fotos Lorenz; Distribuidora Dalia: de las revistas Carteles, Bohemia, Vanidades y Cinema. Por si fuera poco, también anunciaban la Lotería Nacional.

Aunque al inicio no tenía medios técnicos propios, los ingresos obtenidos le permitieron al diario tener su propio taller de impresión, ubicado en Desagüe números 108 y 110, Apartado No. 2422, Dirección Telegráfica: Noti–Hoy, Habana.[2] Noticias de Hoy se dirigía a un público amplio, su  precio era de dos centavos y tenía dos ediciones diarias, una en la mañana y otra vespertina, con cierre a las 3 P.M. Comenzó con un total de diez páginas, y osciló entre ocho y doce hasta 1946, cuando permaneció con esta última cifra. El 10 de marzo de 1940 iniciaron la publicación de un suplemento cultural denominado Magazine de Hoy, con impresión policromática de gran calidad.

Noticias de Hoy era un medio próspero y sostenible, con publicidad incluida.

Todo esto nos permite afirmar —con una terminología al uso—, que Noticias de Hoy fue una publicación “próspera y sostenible”. Y lo fue sin dejar de defender su ideología y de enfrentarse y criticar los males de aquella época.

La ideología no está reñida con la publicidad, es más, si la empresa privada en el capitalismo no opuso reparo alguno en anunciarse en la prensa comunista, considero que la prensa comunista del socialismo no debe oponerse a que los cuentapropistas utilicen sus espacios. Esto debería instrumentarse tanto en el Granma como en los periódicos de todas las provincias. En todos los casos se podría mantener un apoyo del presupuesto estatal para los mensajes y campañas de bien público, pero la mayor parte de los egresos serían asumidos por las propias publicaciones.

Lo novedoso sería un marco legal que proteja a los periodistas y les permita acceso a toda la información que sea de interés público.

Esta ojeada al pasado permite constatar que lo novedoso en la política de comunicación no sería la admisión de la publicidad y el autofinanciamiento de la prensa. La real novedad tendrá que derivarse de la protección legal y laboral a los periodistas y profesionales de la comunicación que ejercen su trabajo. Debiera ser la existencia de normativas que les permitan acceder a la información sin pasar por tantos filtros oficiales que, a fin de cuentas, la obstaculizan. Se debe reconocer el anonimato de sus fuentes como es habitual en otros contextos, incluso en el nuestro que consiente el anónimo como fuente de investigación. Deben determinarse con claridad los asuntos objeto de censura, pero estos deben ser mínimos: la entrada a objetivos militares y el uso de documentos de seguridad nacional, entre los pocos que pudieran constituirse en barreras a una indagación periodística.

Todo lo anterior es una quimera sin que se recoja en un marco legal y sea refrendado en la nueva Constitución. Habrá que esperar en consecuencia a que sea concluido el proceso que generará la nueva Ley de leyes para saber en verdad si el término novedosa se pueda adjudicar a la política de comunicación que se debatió en el congreso de la UPEC.

[1]En 1953 desapareció, como resultado de la ilegalización del Partido Comunista y su consiguiente persecución, para reaparecer en 1959, así se mantuvo hasta 1965, cuando se funde con Revolución y Adelante para dar paso a Granma.

[2]Yinela Castillo y Lisset Hevia: Op. Cit.

23 julio 2018 22 comentarios 403 vistas
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financia

Quién financia LJC

por Harold Cardenas Lema 29 junio 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

Este blog es financiado por los Estados Unidos. No es broma ni doble sentido, es un hecho. Al igual que el inicio de la segunda guerra de independencia fue financiado en parte por estadounidenses, al igual que las armas del Ejército Rebelde venían de arsenales norteños. Como es costumbre cada cierto tiempo, hoy hacemos público el funcionamiento del blog y de paso les cuento cómo me gano la vida, para algunos no será una sorpresa.

Hace días alguien me preguntó en una fiesta cuál es mi trabajo. Titubeé dos segundos que debieron parecer un siglo, mencioné un documental y mi colaboración con una revista estatal, pero el interlocutor seguía esperando respuesta. Hasta hoy me provoca vergüenza decir cómo me gano la vida, solo lo saben mis amigos más cercanos y la familia, hasta hoy.

Soy graduado de Estudios Socioculturales en la Universidad de Matanzas, muy cercano a Varadero. En mis años de estudiante y siendo profesor no ganaba más de veinte dólares al mes, sin saber vender un alfiler ni habilidad para negocios, solo tenía conocimientos. Así encontré un trabajo parcial e inestable que ha perdurado en el tiempo: guía de turismo.

Desde los veintitantos años viajé la mitad del país en autos clásicos, conocí personas de todas partes, y debí estudiar mucha historia regional. En lugar de estar sentado en una oficina o dedicarme solo a la academia, los días libres son mostrándole mi país a los visitantes. Hoy la mayoría de los visitantes son de Estados Unidos, y pagan LJC sin saberlo.

En realidad no hay mucho que sostener, en comparación con otros proyectos digitales, nuestros gastos son mínimos. Para el dominio del blog y otros gastos online siempre pedimos ayuda a los amigos que viven fuera y realizan los pagos con tarjeta de crédito que para nosotros son imposibles hacer desde Cuba. La solidaridad de varias personas, algunos por amistad y otros por apoyo a la Revolución, han sido imprescindibles.

No fue hasta inicios de este año que propuse a mis compañeros utilizar fondos personales para sostener el blog, teníamos gastos pendientes que no podíamos poner sobre hombros amigos, era nuestro turno asumirlos. Teníamos planificado un cambio de imagen que no pudimos hacer hasta reunir los fondos necesarios. Hubo que comprar una plantilla en Wordpress, un diseñador nos hizo la nueva imagen por un precio de ganga, y otros gastos que quizás sean necesarios en el futuro para editar la web que utilizamos actualmente.

¿Quién financia La Joven Cuba? El turista estadounidense que visita el país (ya podrán perdonarme cuando vean que desaparezco por días), los amigos de la Revolución que hemos conocido a través del blog y el trabajo gratuito de sus editores. LJC es un espacio de participación política, de apoyo al proyecto socialista cubano apelando a la crítica contra sus enemigos y sus propias limitaciones. Por estas razones hoy seguimos resistiéndonos a la idea de crear un mecanismo económico alrededor nuestro, la militancia no se paga.

A continuación y aprovechando que hoy llegamos a los 3 millones y medio de visitantes, compartimos nuestras estadísticas desde el inicio del proyecto:

 

29 junio 2017 89 comentarios 1k vistas
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EEUU aumenta el financiamiento a ciberdisidentes para la subversión en Cuba

por Consejo Editorial 30 junio 2012
escrito por Consejo Editorial
Los mercenarios sin dinero no caminan

Los mercenarios sin dinero no caminan

Estados Unidos ha aumentado los fondos para dotar a ciberdisidentes aliados a Washington de tecnología y financiamiento para el cambio de régimen en Cuba, revela una carta del Departamento de Estado al Congreso que publica hoy el diario El Nuevo Herald.

La carta, con fecha del 26 de abril, detalla el plan para invertir 20 millones de dólares aprobados para los programas de subversión en Cuba durante el año fiscal que termina el 30 de septiembre.

El dinero será administrado por tres entidades del Departamento de Estado: la Oficina de Latinoamérica y el Caribe (LAC) de la USAID; la Oficina de la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo (DRL); y Asuntos del Hemisferio Occidental (WHA).

Esta carta se hace pública dos días después de la decisión de los países del ALBA de expulsar a la USAID de sus territorios, por constituir “un factor de perturbación que atenta contra la soberanía y estabilidad política” de estos países. El Consejo Político del ALBA solicita a los jefes de estado y gobierno del bloque “la inmediata expulsión en sus países de la USAID”.

El objetivo de este fondo público de 20 millones de dólares no es beneficiar al

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30 junio 2012 174 comentarios 448 vistas
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