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educación

Maestro (1)

Lecciones para un maestro inmoral

por Raymar Aguado Hernández 7 enero 2022
escrito por Raymar Aguado Hernández

A mi madre y a Martí por ser mis mejores maestros.

***

«Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo».

José de La Luz y Caballero

-I-

Siempre he cargado con el sueño y la esperanza de llegar a ser maestro, un buen maestro. Tengo, desde que nací, la figura de mi madre quien hace más de cuarenta años ejerce el magisterio. Recuerdo su abnegación en el tiempo que impartió clases en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de donde salía caída la noche después de enseñar todo el día. Casi siempre yo la acompañaba.

La miraba como ejemplo de profesora, aún lo es. Encontraba el alba revisando trabajos para continuar el día siguiente impartiendo clases, siempre solidaria con los estudiantes y colegas. Esto, sin obviar su vida social y familiar, que nunca fue fácil, hostil más bien. Las precarias condiciones de vivienda que padecíamos, en un cuartucho inventado, sin baño, sin ventanas, sin privacidad, sin la mínima condición para poder ser llamado hogar; fueron momentos complejos.

Mi madre no es la mejor profesora, ni la más brillante, ni puede ser denominada una catedrática; pero sí es una excelente educadora, no solo por sus ansias de superación, que la llevaron a alcanzar el título de Master en Ciencias de la Educación en 2009 —por cuestiones de salud no ha emprendido la marcha para alcanzar el Doctorado—, sino por lo cercana, dedicada y generosa que es con sus alumnos, por el hecho de saberse constructora de parte del futuro. No se podía esperar menos de alguien que se formó leyendo a Martí y Varona.

Ojalá llegue a ser un educador del calibre de mi madre. Ojalá todos los maestros cubanos lleguen a tener el calibre de mi madre. Ojalá ese maestro de Matanzas hubiera conocido a mi madre.

Maestro (2)

Enrique José Varona

-II-

Recuerdo mi etapa de estudiante primario como un momento espléndido dentro de mi formación, potenciado por el influjo de los maravillosos profesores que tuve. Octavita Caboverde Tamayo, Lázaro Cáceres y Leonor Pérez Castillo — que vive orgullosa de llevar el nombre de la madre de Martí—, son los que más hondo calaron en mí y en cientos de muchachos que, por cursos y cursos, formaron.

Todos los años el 23 de octubre «la profe Leo», a quien desde su cansada voz se le nota todo el dinamismo que aún tiene, llama para felicitarme y hace más de diez años no soy su alumno. Y es que ser maestro va más allá de las asignaturas y la pedagogía, serlo requiere de humanismo y sensibilidad, de la máxima expresión de la bondad espiritual del ser, y de entrega, sobre todo eso, entrega y compromiso.

Nunca olvidaré el día que llegaron del municipio de educación buscando propuestas de «alumnos ejemplares» para entregarles la réplica del anillo de Martí. Octavita sabía que yo no era uno de esos «alumnos ejemplares», pues siempre tuve problemas con la asistencia y puntualidad, y un poco en la disciplina; pero me sabía merecedor de ese honor por encima de muchos de esos «ejemplares».

Enseguida se paró de su silla y con la voz y postura impositivas que la caracterizaban, planteó que no, que ese anillo le tocaba a los niños que realmente conocían, estudiaban y disfrutaban la obra del Apóstol, que en su clase, ese premio se le otorgaría no al más ejemplar, sino al más martiano; y así sucedió. El premio se discutió en concurso. No solo lo gané en mi escuela, sino en todo el municipio Playa. Eso fue en el 2009, si mal no recuerdo, actualmente llevo el anillo colgado a un hilo en mi cuello, y ahí estará.

Cursé el quinto y sexto grados en la UIE (Unión Internacional de Estudiantes, Calle 4 esquina 13, Vedado), escuela en la cual Lázaro, o mejor, Lachy, como le decíamos sus alumnos, fue mi profesor guía. En el grupo sexto C agruparon, luego de terminar el cuarto grado, a varios de los alumnos con problemas académicos para que compartieran aula con algunos de los mejores según sus resultados. Esta estrategia comúnmente se aplica en el sistema educacional cubano.

A mí, por llegar último a la escuela, me unieron a la lista de ese grupo que era el único con plazas libres. Ahí compartía docencia con «lo mejor y lo peor» de la escuela, como lo definían algunos de los profesores más recalcitrantes; solo sé que mis compañeros eran maravillosos y de todos me llevé una enseñanza y un recuerdo mágico.

Tres de ellos, más de una vez, fueron atendidos por menores, como coloquialmente conocíamos a las personas encargadas de monitorear el  desarrollo de alumnos con problemas académicos y de disciplina, y más de una vez le propusieron a la directora del centro y a Lachy la opción de trasladarlos a una «escuela de conducta».

Él, firme en su posición, negó siempre esa posibilidad a pesar de las múltiples presiones, defendió constantemente la idea de que era su labor formar a esos muchachos a cualquier costo y que enviarlos a una escuela de conducta no haría más que potenciar las deformaciones que les ocasionaron su medio social y familiar. Pero sobre todo, supo mirar dentro de esos muchachos, conocer sus bondades, saberlos niños y futuros hombres, más que sus estudiantes.

Actualmente mantengo comunicación con dos de esos antiguos compañeros de aula, ambos lograron terminar su doce grado y enrumbar su vida laboral. Siento un total orgullo de saberlos mis amigos, todo gracias a que Lachy, el profesor calvo y loco que nos encendió el amor por la historia, la ciencias y el deporte, se supo responsable de nuestro futuro y bienestar. 

Maestro (3)

José de la Luz y Caballero

-III-

La historia de Cuba está estructurada en gran cuantía por el papel de constructores y formadores que asumieron muchos en su posición de maestros. No hubiera llegado Martí a ser nuestro Apóstol sin aquel «enamorado de la belleza» que fuera Mendive, ni este hubiera poseído su fervor patrio sin «el silencioso fundador» que fue Luz y Caballero; que tampoco pudiera haber llegado a convertirse en ese «noble anciano» sin la prédica y atenciones de su tío José Agustín. El maestro es savia y guía, tanto de la mente como del espíritu. Y cada alumno, para su maestro, debe ser tanto un tesoro como una responsabilidad.

Estremecieron a media Cuba las actuaciones de Osvaldo Doimeadiós (en Inocencia, de Alejandro Gil, 2018) y de Alina Rodríguez (en Conducta, de Ernesto Daranas, 2014) ejemplificando lo que es un maestro y cómo se debe a sus pupilos.

En el primer caso, el profesor intransigente defendió hasta el final la inocencia de sus alumnos y hasta se dispuso a compartir celda con ellos, de donde solo salió luego de la liberación de un grupo. Destrozado y valiente se manifestó ante la arbitrariedad militar que clamaba por la sangre de sus estudiantes. Derrumbado quedó al ver asesinados a ocho de ellos.

En el segundo caso nos encontramos con una experimentada gladiadora de las aulas de La Habana Vieja y su contexto social: la pobreza, la marginalidad, la desesperanza. Carmela, nombre de la protagonista, conoce tanto a sus alumnos como las condiciones de vida de estos. Sabe entenderlos, los estudia, la estremecen y la hacen llorar, pero con un brazo firme los educa y los encamina por la senda del bien. Ni menores, ni la policía, ni sus superiores, tienen más potestad que ella sobre lo que pasa en su clase, ella es maestra y sus alumnos son su responsabilidad; son parte de su vida, porque sabe que más de un futuro está en sus manos. Carmela lucha, porque sabe cuál es su deber.

Como mismo impactaron en las personas estas películas y sus escenas, inspiradas en nuestra realidad histórica y contextual, estremeció a Cuba hace algunos meses la noticia de que un niño de solo quince años había sido presuntamente entregado a las autoridades (órganos represivos más bien) por su propio profesor.

Cobarde es el calificativo más elegante que merece esa persona al que nunca más se le debería llamar maestro. ¿Cargos? Ni pregunté. ¿Culpabilidad? No me interesa. ¿Motivos? No los necesito. Ese adolescente fue detenido en un centro de menores por el simple hecho de portar ropa blanca el 15 de noviembre del año pasado, una arbitrariedad. Y lo peor, fue entregado por ese encargado de gran parte en su formación.

La peor bajeza ética que puede cometer un profesor es renegar de sus alumnos. El peor lastre moral que puede cargar un formador es eximirse de la responsabilidad para con sus estudiantes. Si el maestro cree que existe algo negativo en el actuar de sus alumnos, lo menos que puede hacer es mirarse a sí y tratar de encontrar los fallos que propiciaron que obviando su prédica, dicho estudiante tome un rumbo, a su criterio, errado.

La inmoralidad, la falta de entrega, el adoctrinamiento y la escasez ética en muchos de los nuevos encargados de las aulas cubanas, están convirtiendo el futuro de Cuba en una incertidumbre total, donde el miedo, el «cumplimiento», la aprobación de los superiores y el sálvese quien pueda pesan más que el derrotero hacia un porvenir digno.

Mestro (4)

La maestra Carmela, personaje de la película Conducta interpretado por Alina Rodríguez, conoce tanto a sus alumnos como las condiciones de vida de estos.

-IV-

Actualmente estudio el segundo año de la carrera de Psicología en La Universidad de La Habana, trabajo como gestor y productor artístico, me desempeño como crítico de arte y pretenciosamente como analista de temas sociales, público en varios medios; realmente parecería que voy encaminado en esa única vía. Pero cada día me paro frente a la nada a buscar los destellos de ese maestro que en un futuro pretendo ser. Cada día miro dentro de mí y encuentro los mil retazos de todos los que ayudaron en mi formación; a muchos los admiro, a otros los detesto, profesores inmorales y sin dignidad sobraron en mi devenir estudiantil.

Me pregunto si realmente seré yo digno de cargar el blasón de honor que lleva consigo el papel del maestro. Pero asumiré el reto, por eso me preparo, para desde mi posición contribuir a la formación ético-cultural del país que sueño. Porque al igual que Luz «antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres —reyes y emperadores—, los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral».

Y como niño que aún me siento, pedí para este 6 de enero sentir a mi madre, esa que siempre fue mi Rey Mago, darme de sus manos la savia del buen maestro.

7 enero 2022 16 comentarios 2,8K vistas
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Enseñanza

¿Habitantes o ciudadanos?: el papel de la enseñanza

por Ivette García González 8 junio 2021
escrito por Ivette García González

«Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo».

José de la Luz y Caballero

***

Alguien ha dicho que en Cuba tenemos habitantes, no ciudadanos. Quizás exagere, pero la falta de valores cívicos y morales es hoy síntoma alarmante. Un complejo fenómeno relacionado con la enseñanza, la familia y el contexto que nos daña como pueblo y obstaculiza la transformación del país.  

Según cifras del 2012, el 86.54 % de los cubanos está escolarizado, el 33.67% con nivel preuniversitario y superior. Somos una sociedad altamente instruida, pero instrucción no es educación. Instruir alude a conocimientos. Educar implica, además, formar desde la infancia valores cívicos: conciencia de deberes y derechos ciudadanos, libertad, responsabilidad, solidaridad, humildad, respeto a las diferencias, justicia, tolerancia, igualdad y equidad. Es preparar para la vida al propiciar conductas sociales positivas que se transmitan generacionalmente.

En toda sociedad es clave el modelo educativo, que establece los fines y objetivos básicos de la educación. Desde 1959 la Revolución realizó una reforma integral de la enseñanza, y fue establecido un nuevo modelo educativo que ha tenido sucesivos perfeccionamientos. Por encima de la noción democrática del ciudadano pleno, se impuso la pedagogía soviética.

Sombras en el camino

El proceso de enseñanza aprendizaje se subordinó a lo político ideológico y enunció la visión del «hombre nuevo».[1] Cuatro rasgos fueron esenciales y a largo plazo nocivos:   

1.- La enseñanza estatizada como estrategia del Partido/Estado/Gobierno con fines instructivos y políticos desde edades tempranas, cuando el niño es más instintivo y permeable. Tal línea se argumentó en varios congresos del PCC.[2]  

2.- Separación de los niños del seno familiar, incluso desde el círculo infantil, durante algunos años. Ello condujo a la disociación de lo familiar y de la comunidad, a la despersonalización.

3.- Predominio de la enseñanza tradicional o «bancaria», como la llamara el pedagogo brasileño Paulo Freire (1921-1997). El maestro es percibido como portador y el educando como receptor. En consecuencia, se inducen el pensamiento reproductivo y la memorización, los que promueven individuos dóciles.

4.- Desconocimiento o subvaloración de la Educación Cívica, que era un valor patrimonial de la Pedagogía cubana. Primero se subestimó y luego se circunscribió al llamado «Ciclo político ideológico».

Enseñanza 3

Paulo Freire

¿Resultados inesperados?  

Varias generaciones de cubanos nos formamos en ese sistema de enseñanza que favoreció la educación continua, masiva y gratuita. Sin embargo, tales rasgos fueron perjudiciales para el ciudadano y la sociedad.

La enseñanza conductista enseñoreó el «Principio de autoridad» de raíz escolástica, apegado a la concepción e ideología de los gobernantes. El mecanicismo, el hábito de sustituir argumentaciones o reforzar ideas usando citas de dirigentes y clásicos consagrados por ellos, su empleo cotidiano en el aula y en la investigación, que lo establecía hasta para el ordenamiento bibliográfico, es apenas una muestra.   

El desarraigo familiar y comunitario facilita la masificación del individuo, lo vuelve fácilmente manipulable. Se le instruyó y educó para acompañar y servir a la Revolución = Partido/Estado/Gobierno/Líder. La calidad de las personas se mediría entonces por la instrucción y la fidelidad al poder.

Virgilio Toledo ha descrito cuatro etapas a través de las cuales se van cimentando los efectos nocivos en la persona: 1) Indiferencia (por el aislamiento de la familia y localidad); 2) Memorización (los métodos favorecen repetición de conceptos, eslóganes y consignas); 3) Comportamiento acrítico (aversión y miedo a disentir, a opinar diferente, pues la crítica se percibe como inusual, cuestionable, negativa y perjudicial); 4) Despersonalización (la persona va involucionando y convirtiéndose en un repetidor de eslóganes y actitudes, un autómata dirigido desde fuera de su conciencia).[3]

Enseñanza 4

Las llamadas «Escuelas al campo» vinculaban el estudio con el trabajo en actividades agricolas.

Lamentablemente, no hubo espacio a otro pensamiento marxista como el de Paulo Freire por ejemplo, uno de los más grandes pedagogos del siglo XX. En su Pedagogía del oprimido[4], él privilegiaba una cultura dialógica desde el aula para la reflexión, la problematización de la realidad, la crítica, socialización y liberación. A pesar de su vocación martiana y revolucionaria, no encontró oídos receptivos en Cuba.

El parteaguas de los 90 y la actualidad

El sistema educacional en Cuba se ha deteriorado desde los años noventa. No solo materialmente, sino por falta de maestros, de calidad, y por la persistencia del mismo modelo educativo, con más efectos negativos por el contexto y ciertos cambios en el modelo pedagógico. A fines de los ochenta se reconoció el desconocimiento del pensamiento pedagógico anterior a 1959. Se rescató la Educación Cívica para quinto y noveno grados, pero se mantuvo el peso de lo político ideológico en esa asignatura.

En los encuentros nacionales de Educación Cívica de 1995, 1999 y 2000, se identificó como principal dificultad la falta de preparación del claustro. Se compararon los contenidos de la asignatura del quinto grado con los existentes en el año 1944. La «ausencia de conceptos fundamentales en la formación de una cultura democrática desde edades tempranas» fue constatada. No obstante, todavía se identifican, en Ecured y a nivel de doctorados en Ciencias Pedagógicas, los mismos fines para la Educación Cívica.

El resultado no puede ser otro. Hemos sido instruidos y adoctrinados, no educados en y para la libertad. Vivimos saturados de lo político, careciendo de valores morales y cívicos, lo cual se revela en el inmovilismo, intolerancia, incomunicación, toxicidad del lenguaje y violencia en sus diversas formas. En lugar del civismo, predominan: silencio, retraimiento, inconformidad mal expresada o canalizada, indiferencia ante la injusticia y extremismo político.

Eso explica, por ejemplo, que apenas ahora la Constitución sea un tema entre nosotros, que todavía existan mítines de repudio y que alguien grite «¡abajo los derechos humanos!».

Enseñanza 2El desconocimiento de los derechos y la relación clientelar impuesta por el Estado, ha derivado en sentimientos de gratitud que llegan a veces al absurdo y se mantienen en amplios sectores, aun en ausencia de los beneficios que alguna vez se tuvieron. Es parte de nuestro daño antropológico.

Urge una educación cívica que responda a esta problemática en todos los niveles de enseñanza. Ella debería acompañarse del estímulo a la sociedad civil para que genere proyectos encauzados al empoderamiento ciudadano. Lograrlo es vital si queremos que el diálogo inclusivo y la negociación para la solución de los problemas de Cuba, sustituyan a la intolerancia y el extremismo que hoy nos lastran como pueblo y entorpecen la transformación del país.

Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

***

[1] Algunos recordamos todavía Poema Pedagógico, de Antón Makárenko (1888-1939), nombre que asumió un contingente de maestros cubanos en escuelas primarias internas. Salvando la diferencia de matices, la prefiguración del hombre nuevo se encuentra en textos soviéticos y para el caso cubano en el legado del Che. Ver: «La Pedagogía soviética»; de Mirella del Pilar Vera-Rojas: «A manera de historia: regularidades de la pedagogía Soviética – Dialnet (unirioja.es)», 2015; y de Ernesto Guevara su carta al uruguayo Carlos Quijano, cuyo texto titulado «El Hombre Nuevo (unam.mx)», aparece publicado en Latinoamérica. Cuadernos de cultura latinoamericana, no. 20, México, 1978, con un excelente preámbulo.

[2] En el III Congreso del PCC (1986) Fidel expresó: «Al comunista hay que empezar a formarlo desde que es pionero, desde que está en el círculo infantil (…). Y el Estado socialista tiene todo: círculo, educación, todos los niveles de la educación, hasta la universitaria, lo tiene todo. ¿Puede o no puede hacerse?», Fuente: Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de los consejos de Estado y de Ministros, en la clausura de la sesión diferida del Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en el teatro Carlos Marx, el 2 de diciembre de 1986, año del XXX aniversario del desembarco del Granma.

[3] Virgilio Toledo: Daño antropológico y derechos humanos en Cuba, Edit. Hispano Cubana, España, 2009.

[4] Paulo Freire fue maestro, filósofo y pedagogo. La primera edición de su obra fue en 1968 y luego tuvo otras. Tiene una vigencia reconocida, ha sido una de las más estudiadas a nivel mundial con traducciones a más de veinte idiomas. Forma parte del currículo de varias universidades latinoamericanas. Véase: Pedagogía del oprimido, Tierra Nueva, Montevideo, 1970.

8 junio 2021 42 comentarios 4,2K vistas
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Palabras 1

Palabras que definen

por Teresa Díaz Canals 15 abril 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Uno de los significados de la palabra melancolía es precisamente «una tendencia a la tristeza por la influencia deprimente de un lugar o de un ambiente».

Alberto Ruy Sánchez (Tristeza de la verdad)

***

¡Aquí hay que decir malas palabras!

Hace unos años, le advertí a algunos estudiantes que comenzaron a utilizar un lenguaje impropio para la academia, que en el aula no permitía que se dijeran «malas palabras». Si me hubiera podido mantener un tiempo más en la docencia, como era mi deseo, mantendría intacta esa postura, dado que para cualquier sociedad es muy importante eso que nuestro poeta José Lezama Lima denominaba «ceremonial».

Existen normas indispensables para establecer relaciones adecuadas entre los seres humanos. El civismo es el arte de la convivencia.

En mis conferencias insistí en transmitir que la ética también es una estética. Poseo el legado de haber tenido unos padres que jamás se manifestaron de manera vulgar, a pesar de que sus vidas transcurrieron en un contexto humilde. Ellos vivieron otra época, donde la decencia se acompañaba de cierta rigidez y, por tanto, de una cuota de violencia.

Recuerdo a mi madre cuando hacíamos una visita, si alguno de sus hijos hablaba en medio de la conversación de los adultos, solo tenía que abrir un poco más los ojos y enseguida entendíamos que debíamos callarnos.

En los años noventa del pasado siglo tuve que trasladarme a vivir a otro barrio del Vedado con mi hijo. Encontré allí un poco de todo: el radio o la televisión con el volumen al máximo, la apuntadora de la bolita, venta de drogas, peleas que a menudo terminaban en la estación de policía.

La sonrisa y las cavernas

Al principio de mudarme, una vecina me recomendó: «¡Aquí hay que decir malas palabras!». Se burlaba de mí cuando, después de regresar de Madrid, me aparecía con un café y le colocaba en la bandeja una servilleta traída del viaje. «¡Qué ridícula eres! Sabes muy bien que cuando pase una semana no vas a tener ningún papelito de esos» –me decía. Y era la pura verdad. Sin embargo, he mantenido esa costumbre hasta hoy.

Recuerdo mucho el consejo de esa vecina, pues en el transcurso de mi vida alguna vez he tenido que hacer uso de él.  Aunque confieso que no soy creíble en ese campo. Me respetan por otras cosas más que por gritar palabrejas.

Palabras y circunstancias

En uno de sus diarios, José Lezama Lima escribió: «Antes de sacarse los versos del alma, hay que sacarse el alma del culo». Y fue uno de los cubanos más cultos que ha engendrado este país.

Es conocida la anécdota de 1943, cuando Lezama se enfrentó –en la entrada de lo que fuera el Lyceum de La Habana, fundado por catorce mujeres en 1929– con ese otro grande de las letras que fue Virgilio Piñera, debido a la crítica que le hiciera este último en su artículo «Terribilia Meditans (II)», aparecido en la revista Poeta.

Se encontraban en los salones de esa institución, en el entreacto de un concierto con el Grupo Renovación Musical, y Lezama le gritó que le prohibía que su nombre apareciera otra vez en su «revista de mierda». Afuera soltaron piñazos, pero fue más un amago que otra cosa, debido a que Piñera esquivaba los golpes mientras algunos espectadores lo animaban: «¡Flaco, dale un ladrillazo!». Años después ambos se rieron del episodio.

Educar no es adoctrinar

Dentro de las hostilidades que por su parte padeció Piñera, está la discriminación contra su persona en la Revista Cubana, en 1959, cuyos redactores le negaron la publicación de un artículo porque reprodujo un fragmento de una obra donde se mencionaba la palabra «culo». Se alarmaron escritores como Cintio Vitier, Graciela Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, entre otros. A esto contestó Piñera: «¿Creen que aquí en el sentido cultural se puede ser decente?».

Al lado de mi casa vive un niño de un año. Algunas vecinas vienen casi a diario y le preguntan: «¿Dónde está mi “pichurri”?». Muchas veces, la palabra es dicha no en sentido figurado, sino con todas sus letras. El bebé, ante tanta insistencia, ya aprendió a tocarse los genitales cada vez que le mencionan la palabra y ello provoca la risa de los presentes.

Desde pequeño lo enseñan a naturalizar el vocablo y el gesto. Cuando ese precioso niño crezca y muestre lo que ahora es motivo de risa, otras personas lo rechazarán y comentarán que es un marginal.

Anteriormente expuse en un artículo mi criterio acerca de la publicación en el periódico Juventud Rebelde de una caricatura en primera plana de una mano haciendo la seña del órgano masculino que todos conocemos. «¡Esta es nuestra respuesta al imperialismo!»– decía el texto acompañante. Nadie rebatió esa penosa acción comunicativa, machista, vulgar, bochornosa.

En espera de algo

Ese artículo se presentó para un libro colectivo con algunos de mis colegas y cuando llegó a la editorial de la institución para la cual trabajé buena parte mi vida, fue retirado. Decidieron no incluirlo pese a haber recibido una mención especial del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en el 2015.

¿Y las malas palabras que se pronuncian hace ya mucho tiempo en las novelas cubanas? El arte no es un reflejo directo y burdo de la realidad. No me he enterado de que algún intelectual nuestro denunciara esas vulgaridades en la televisión cubana. Si lo hicieron, en una de las reuniones convocadas para cualquier cosa, el hecho es que la desfachatez continúa.

¿Y la frase reciente de celebración de una conga oriental que dice: «¡Oʼe policía, pinga!»? Aclararon que no tenía ninguna intención ideológica, por tanto, es políticamente correcta.

Cierta vez, una reconocida especialista en filología explicó en un programa televisivo que los tiempos habían cambiado y que las maneras de hablar también. Es decir, justificó lo que ocurría con el lenguaje. También un grupo de teatro en la pequeña sala El Sótano denunció en ese tiempo tal estado de cosas, pero la obra pudo verla solo un pequeño grupo de espectadores.

La inmensa minoría

El 4 de abril pasado observé en Facebook los sucesos que tuvieron lugar en el barrio de San Isidro y los debates posteriores acerca de las expresiones vulgares de algunos de sus protagonistas. Me llamó mucho la atención la declaración de uno de ellos en una entrevista que resumo: «Sí, soy un marginal. No me crié con mis padres, tengo un cuarto grado». Sus palabras me conmueven todavía.

¿Es que acaso esos muchachos salieron de la nada? ¿No son el resultado de las circunstancias en que vivieron? ¿No pueden aspirar a nada? Aspirar es, en sí mismo, vivir. Entre el lenguaje pedestre, superficial y arrogante de un joven con un mercedes Benz, me sensibilizo más por los seres de un barrio que sufre, ante una Cuba que duele. Los dolores ignorados suelen ser siempre los más terribles.  

15 abril 2021 27 comentarios 4,7K vistas
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Maestros-años

Los maestros y los años que el ordenamiento no paga

por Giordan Rodríguez Milanés 12 marzo 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Vive en una casa modesta en un poblado rural a 12 km de Manzanillo. En su sala hay pocos adornos: un cartel enmarcado de Fidel Castro con una frase dedicada a los educadores y un rótulo de reconocimiento a nombre del Sindicato de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte. También hay una foto familiar y un trofeo al mejor profesor en un concurso de conocimientos. Tiene nombre y apellidos, como todos, pero varias generaciones de sus amigos y alumnos le llaman, sencillamente, «el Profe».

«Al triunfo de la Revolución, mis padres eran maestros normalistas. Mi madre, sin aula. Cumplí ocho años en plena Campaña de Alfabetización. Mi padre era una especie de coordinador en la zona de Vicana hasta Pilón, y mi mamá atendía una escuelita por Cienaguilla. Yo sabía leer y escribir, sumar, restar,  multiplicar, dividir, así que mi madre me ponía a que la ayudara con los desventajados, mientras ella misma me daba las clases correspondientes a mi grado en otro momento. Así que puede decirse que soy maestro desde los ocho años», cuenta.

Probablemente, el padre de «el Profe» haya sido uno de los beneficiados con el reconocimiento que el Gobierno Revolucionario hizo al pago por antigüedad de los maestros, un viejo reclamo sindical de los pedagogos cubanos logrado hace años y suprimido con la aprobación de la Tarea Ordenamiento.

«El Profe» ahora tiene 69 años acumulados y no ostenta muchas cosas materiales. «A los 65 me jubilé, pero antes del año solicitaron mi regreso por el déficit de profesores de matemáticas y ahí estuve hasta el curso pasado».  Los que alguna vez se sentaron en su aula saben que pueden acudir a su casa a cualquier hora, no sólo para aclarar dudas relacionadas con su asignatura, sino con cualquier otra ciencia exacta, historia o cultura política.

Los jubilados de la Revolución

Yamilet[1] es una antigua alumna de «el Profe». «Quería estudiar medicina, creo que por el embullo de andar con bata blanca, pero un día llegaron pidiendo gente para un curso emergente de profesores de secundaria básica, él me miró, y levanté la mano. Entonces, a estudiar a en una escuela pedagógica y luego a un aula, a pasar pena, como decía yo. Después hice la licenciatura».

Tanto Yamilet como «el Profe», tenían altas expectativas con el presumible aumento de salario que acompañría a la Tarea Ordenamiento. «Claro que se hablaba y se habla de salario entre nosotros los llamados “valientes”[2]. Más que hablar, se especulaba, si nos subirían esto o lo otro. Pero nunca ese fue un tema discutido en las asambleas sindicales, ni alguien nos consultó qué expectativas teníamos con la Tarea Ordenamiento, ni cómo pensábamos que podría afectarnos. Ese nunca fue un tema de nuestras asambleas sindicales ni reuniones ni claustros».

Jamás pasó por la cabeza de Yamilet –y probablemente por la de ninguno de los jóvenes profesores–, que fueran a ganar lo mismo que los maestros con más años de ejercicio. «Por muy valientes que seamos nunca tendremos más experticia ni habremos aportado más a cambio de menos que gente como “el Profe”», asegura ella con una mezcla de orgullo e insatisfacción.

Un artículo publicado en el periódico Granma el pasado 3 de enero, hacía referencia a la emisión del 30 de diciembre del espacio Mesa Redonda, en la cual la Ministra de Trabajo y Seguridad Social, Martha Elena Feitó Cabrera, explicó que «se priorizó el incremento de los salarios de los graduados superiores, lo cual supera el aumento por años de servicio». La funcionaria agregó que «se trata también de estimular a los maestros para que, los que no tengan nivel superior, continúen sus estudios».

***

Carmen Luisa, quien trabajara durante veinte años como jefa de Recursos Humanos en un municipio de Holguín y ahora lo hace en una Universidad, comenta sobre lo planteado por la ministra.

– «Ser graduado de Nivel Superior ha sido un requisito para ser maestro en Cuba. El déficit en algunas provincias donde existen otras fuentes más atractivas de empleo a profesionales ha obligado a convocar a cursos emergentes en un momento determinado, o a graduar maestros de primaria de Nivel Medio para que, mientras trabajan, terminen su formación; no para que se queden en el Nivel Medio».

«Donde ha ocurrido así ha sido por una distorsión de la política y el trabajo. Ocurre mayoritariamente en la Educación Primaria, en la cual más que conocimientos profundos de la asignatura, se necesita amor y herramientas pedagógicas. En menor medida ha pasado también en algunas provincias en Secundaria Básica. Sin embargo, no es una tendencia ni una problemática generalizada como para que determine la implantación de un determinado sistema de pago».

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«En la Educación Primaria más que conocimientos profundos de la asignatura, se necesita amor y herramientas pedagógicas». (Foto: Ramon Espinosa/AP Photo)

«¿Cómo se estimula entonces la permanencia, en la enseñanza preuniversitaria y en la propia secundaria, en un sector en el cual ya de por sí, hay una tendencia a que los más preparados lo abandonen en busca de mejores condiciones de trabajo? En provincias como Granma o Guantánamo no hay problemas, pues más bien “exportan” profesores, pero ¿en Holguín, Ciego de Ávila, Matanzas o La Habana? Cuando un profesor llega a la cima de la escala salarial actual, ¿cómo se estimula a que se quede si no es con el pago de la antigüedad?».

– En la mencionada comparecencia de la Ministra de Trabajo, según lo reseñado por el periódico Granma, esta acotó: «Lo que está establecido es que cualquier ahorro en el fondo de salario se retira por el Ministerio de Finanzas y Precios. Aquí ese fondo salarial que se ahorra, se va a otorgar a los que mejor desempeño y resultados tengan». A ello Carmen Luisa, desde su visión en la base, responde:

«¿Mediante qué criterios de calidad del desempeño se va a aplicar esa estimulación del ahorro salarial? Además, con todo el respeto por la ministra, ahí hay un craso error conceptual. ¿Se ahorra salario en una entidad presupuesta? No. Decir eso es un error».

«En una entidad presupuestada se inejecuta salario, que es otra cosa. Y esa inejecución es un indicador que va en detrimento de la calidad. Porque si un profesor falta, por la razón que sea, justificada o no, otro profesor tiene que suplirlo y eso lo sobrecarga y va en contra de la calidad del proceso docente. Si no están las plazas completas en una escuela, por las razones que sean, se tiene que usar a alguien sub-calificado para paliar la situación o sobrecargar al capacitado, y eso va también en detrimento de la calidad. Entonces, ese enfoque no favorece la calidad».

«Quizás el MINED tenga pensada alguna metodología para el fomento de la calidad docente-educativa desde la remuneración económica, a partir del ahorro del fondo de salario, como ha expresado la Ministra de Trabajo y Seguridad Social, ¿no cree?», le pregunto a Carmen Luisa

Los Veteranos de la Revolución ante la Tarea Ordenamiento

«Puedo asegurarle que en la Educación General, Politécnica y Laboral ni siquiera tienen claro, después de muchos de años de supuesto estudio y análisis, qué relación habrá entre la evaluación anual del profesor y su remuneración. Tampoco hay hasta este momento un instrumento jurídico administrativo que pueda aplicarse en el sentido que explica la Ministra de Trabajo. El MINED no tiene claridad en cómo va a fomentar las jerarquías profesionales, así de simple. Ha llegado la Tarea Ordenamiento y no parece que hubieran pensado en el asunto».

– «¿Y en el Ministerio de Educación Superior qué sucede?», pregunto nuevamente.

– «En la enseñanza universitaria el profesor tiene al menos el cambio de categoría como incentivo. Se supone que a medida que pasa el tiempo y el profesional gana en experiencia, puede ir aumentando de categoría y, por consiguiente, mejorará su salario. El problema radica en cuando llega a la máxima categoría: ¿cómo se distingue entonces? Pues si quiere ganar más, tiene que aceptar un puesto como jefe, y ni todo el mundo quiere serlo, ni debería ser necesario que todos lo tuvieran que ser para mejorar su estatus económico. Sucede de manera similar si se dedica a la investigación».

– «Pero usted y sus colegas seguramente tuvieron la oportunidad antes de plantear esas inquietudes», le comento a Carmen Luisa.

– «No, en eso se equivoca. Siendo especialista con más de 30 años de experiencia en el área de desarrollo laboral, jamás me preguntaron mi opinión antes de que comenzara la Tarea Ordenamiento. Sí pedían muchos informes, cifras, una y otra vez. Cifras harto conocidas, por cierto. Todos los años, lo mismo durante no pocos cursos. Pero ni en reuniones de trabajo, ni en asambleas sindicales, escucharon mi opinión. Esa es la verdad».

***

Cuando «el Profe» conoció la opinión de Yamilet, su antigua alumna, sobre él, sobre los maestros ya ancianos, sonrió con satisfacción. «No siempre los años garantizan clases con toda la “pureza metodológica” que se exige. Sobre todo porque algunos metodólogos y directivos “de nuevo tipo” creen que hay un solo modo de impartir las clases. Pero Yamilet tiene razón cuando se refiere al valor del ejemplo personal».

En 1993 había en Cuba unos trescientos mil maestros, según un discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro en un evento de Pedagogía. Fidel llegó a plantear que se podría dar una especie de año sabático a los docentes como estímulo por su labor ya que había suficientes.

El ordenamiento de la resistencia

El Período Especial no sólo golpeó la economía, sino también las prioridades de muchos profesionales. Para 1994 el éxodo hacia el turismo, el trabajo por cuenta propia y la economía informal era tan preocupante, que se ratificó y mejoró el pago por antigüedad como un incentivo para que los maestros permanecieran en el sector, incentivo que, como se ha demostrado, nunca fue suficiente. Las circunstancias que propiciaron el éxodo no han cambiado, más bien se han agudizado con más opciones dentro y fuera de Cuba. «¿Por qué eliminar entonces el incentivo?», se pregunta «el Profe».

Actualmente vive de su chequera, que no es muy holgada, porque ni siquiera le permitieron volver al aula este curso aduciendo que esta provincia no lo necesita. Ve pasar la guagua que lleva a los muchachos con el uniforme de la escuela pedagógica y se recuerda a él hace cincuenta años. Ve a otros casi tan jóvenes como ellos que son sus profesores y recuerda a sus maestros, todos personas maduras de quienes emanaban un respeto impresionante. «Aquel que forma maestros no puede ser igual que cualquier otro pedagogo. Y eso es algo que tampoco se distingue ni se estimula en el MINED».

***

Nota del autor: Hace poco tiempo, un accidente de tránsito arrebató la vida a diez jóvenes profesores granmenses, de los denominados «Valientes», que regresaban de La Habana a sus municipios en una guagua de Ómnibus Nacionales. Les fueron entregadas medallas y distinciones post morten a sus familiares. Sirva este texto también como un modo de honrar su legado. Algunos de ellos, estoy seguro, hubieran podido ser como «el Profe».

***

[1] Algunos entrevistados para este trabajo solicitaron cambiar sus nombres y no decir su municipio de residencia por temer a la repercusión de sus declaraciones.

[2] Así le llaman a los jóvenes que salieron de sus provincias a impartir clases en La Habana para cubrir fundamentalmente el déficit de maestros de Secundaria Básica.

12 marzo 2021 19 comentarios 4,K vistas
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Una voluntad política que no existe

por Giordan Rodríguez Milanés 13 enero 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

En el gimnasio se quema energía, se suda, y se ríe de las ocurrencias de dos o tres típicos chivadores que ponen a discutir a “messísticos” y “cristiánicos. La algarabía nos llegaba desde la esquina; frente a un consultorio del médico de la familia; los perros contendientes ni siquiera gruñían; se miraban dispuestos a despedazarse mutuamente. Uno es color chocolate, el otro es negro y tiene una banda blanca sobre el pescuezo.  En la esquina de la contienda, delimitaban el espacio unas decenas de personas de todas las edades. Había quienes alentaban el combate y se divertían con la furia y el dolor de los canes, y quienes lo censuraban y murmuraban.

“Deberían encerrar en una jaula con un mastín furioso a los dueños”, comentó una estudiante de medicina.

Aquella tarde, hace tres años, me fijé en uno de los dueños de los perros en lidia. Un joven de unos 25 años, con quien varias veces había conversado en el propio gimnasio. Joven muy respetuoso, que siempre me había tratado de usted. Una vez me contó su drama en el servicio militar, y entonces no me pareció que pudiera dedicarse a este asunto de las peleas de perros. El de él, parecía ser el perro negro, con el listón blanco, que aullaba pues el otro lo atenazaba. El muchacho lo halaba por una pata mientras los del bando contrario le aplicaban una palanca a la mandíbula del vencedor, hasta hacerlos soltar.

Un anciano pasa y comenta: “Una vez llamé a la policía y me dijeron que enseguida vendrían, pero nunca aparecieron”, susurra como si se disculpara consigo mismo.  “Puro, le hubieras dicho que se trataba de una pelea de vacas, enseguida hubieran mandado la Brigada Especial”, y se ríe el dueño del perro ganador mientras se aleja. Ahora, en el año 62 de la Revolución que nos haría mejores seres humanos, estoy frente a una escena similar en un barrio de la ciudad, sobre calles de tierra y rodeado de casuchas denominadas “llega y pon”.  Alguien me hace notar que tenemos una hermosa vista de la bahía, y “qué buen lugar fuera este si estuviera más o menos urbanizado, con buenas casas y opciones culturales. Con un buen nivel de vida no se dedicarían a estas barbaridades”. Pero no estoy tan seguro. Hace tres años vi la pelea de perros en una esquina del populoso y pavimentado Barrio de Oro, a menos de un kilómetro de la estación central de la policía, a una cuadra de la vivienda de un funcionario del PCC provincial de Granma, a menos de trescientos metros de un preuniversitario, una sala de deportes de combate, una plaza llamada ‘de la cultura’.

“Es difícil caerle arriba a eso”, me dice un jefe de sector de la PNR ya retirado. “Ya sabes que no hay una ley contra el maltrato animal. Si no hay evidencia ni testimonio de las apuestas, y casi nunca las hay porque ellos tienen una especie de omertá, lo más que podemos hacerles es ponerle una multa por indisciplina social o llevarlo a que los tribunales le impongan una sanción leve, si son reincidentes”.

El CEDA hace unas semanas denunció las peleas de gallo en un centro turístico en plena Habana. Seguramente, quienes visitan el lugar y se solazan con las aves despedazándose unas a otras, no son personas de barrios marginales de “llega y pon” y calles sin pavimentar.

Conocí hace años en Yara, municipio de Granma, a un criador de gallos de lidia. Antes había impartido la asignatura de biología en un preuniversitario. Fundador de aquel plan de becas en Las Veguitas donde se vinculaba el estudio con el trabajo. El exprofesor se vanagloriaba de preparar los gallos para contiendas en vallas estatales, en las cuales se divertían algunos de los luchadores históricos por el triunfo revolucionario. No se apostaba, según me contó el criador. Tampoco a él le faltaba alimento para las aves, ni recursos de todo tipo para desarrollar su actividad y vivir sin penurias. Nunca supe de dónde sacaba el financiamiento si no era de las apuestas, como aseguraba.

De tal modo, las problemáticas relacionadas con el maltrato y la crueldad contra los animales en Cuba, merecen un acercamiento que traspase la visión reduccionista que asocia la marginalidad con la violencia y la mala entraña. Lo confirma el testimonio de un entrenador de perros de pelea, graduado de veterinaria en una universidad cubana. Se trata de alguien que, alguna vez, recibió esa carga de formación humanista, altruista, solidaria, que se supone nos aporte a cada cubano el paso por nuestro sistema educacional hasta el alma mater. Nos pone la mirada en el substrato social de quienes preparan los animales, los enfrentan y/o apuestan en esas carnicerías: ¿Son pobres? ¿Son siempre personas de bajos recursos económicos? ¿Son sujetos ajenos a las influencias de los aparatos ideológicos del Estado?

Las respuestas a esas preguntas nos conducen a dilucidar si nos basta con que El Presidente de la República haya reconocido, en su discurso ante la Asamblea Nacional, la necesidad de una Ley contra el Maltrato de los Animales o de Bienestar Animal. ¿Será aplicable y efectiva esa ley con una PNR sin un órgano especializado en delitos contra el bienestar animal? ¿Será aplicable y efectiva esa ley sin que nuestro sistema educacional incorpore temas y prácticas relacionadas con la protección de los animales?

En todo caso: ¿Habría que esperar la aprobación de la ley para que los ministerios de Educación, Educación Superior, Cultura, Agricultura, Turismo, del Interior, Salud Pública y el ICRT, comiencen a ejecutar acciones coordinadas, desde sus respectivos ámbitos de influencia, para  que cambiemos una percepción antropo-centrista de nuestra relación con los animales? Por supuesto que no.  El largo camino institucional para el fomento de una educación animalista en Cuba, más allá de los ingentes y sacrificados esfuerzos del CEDA, pasa por la voluntad política del PCC y del gobierno. Una voluntad política que no resuelve un discurso, o una frase, del Presidente de la República. Una voluntad política que no veo. Una voluntad política que, a pesar de que los juegos de azar y las apuestas están prohibidos en Cuba desde 1959, jamás ha podido evitarlos.

13 enero 2020 9 comentarios 671 vistas
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Reforma del Plan de Estudios: ¿optimización o neo-anacronismo?

por Consejo Editorial 9 noviembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Recuerdo que a inicios de mi (ya distante) segundo año de la carrera de Economía irrumpió en el aula un profesor con unos folletos. Se fueron repartiendo de adelante hacia atrás; uno por mesa. Nadie sabía de qué se trataba. Al examinar el documento, se veía en letras tamaño de fuente 24 un cartel que decía “Pagina 12”, seguido por lo que parecía ser un breve artículo de apenas dos páginas.

Mientras nos invitaban a leer aquel artículo, el profesor nos preguntaba sobre las asignaturas que nos gustaría quitar de la carrera. Pensé lo irónico de la pregunta a la par que trataba de leer sobre algo relacionado a “protestas de los estudiantes en Argentina” motivadas aparentemente por inconformidades en los modelos de enseñanza universitaria. Rápidamente pensé que se trataba de una charla rutinaria donde confirmaríamos lo afortunados que somos los estudiantes cubanos de nuestros planes de estudio.

No se trataba de eso. Debíamos debatir sobre cómo podría ser nuestra carrera con un año menos de estudio. Cuando caí de golpe en la situación intenté escuchar los argumentos sobre la necesidad de tales cambios: -Muchas carreras universitarias en otros países duran apenas tres años. Nosotros los cubanos, “debemos ir a la par del mundo”; nuestro gobierno gasta mucho en cada estudiante por año, y reducirle uno sería un gran ahorro para el país-.

El artículo de la “Página 12” resultó ser sobre estudiantes de economía que querían conocer economía marxista; se interesaban por saber la historia y las críticas a esos estáticos modelos pseudomatemáticos que les inoculaban bajo el nombre de “Economía”. Se les ofrecía una cajita de herramientas; ellos querían hacer su propia caja… una reforma.

¿Cuáles son las causas de este fenómeno en otros países? ¿Cómo es que realmente estamos organizando para acortar a 4 años las carreras? ¿Qué efecto podría tener para la enseñanza universitaria a largo plazo? ¿Qué participación real está teniendo el estudiantado en esta decisión? Ninguno de estas interrogantes fue analizada.

Con el paso de los meses y la ajetreada vida, aquello fue quedando atrás. El debate pasó al olvido de las cosas a largo plazo; mas, la reducción de los años de estudio de carreras universitarias es un futuro inmediato. La discusión sobre la reorganización de lo que será el “Plan E” de estudio de la continúa.

Es un hecho que los planes de estudio suelen responder a necesidades precisas de cada sistema político-económico. Si determinado país necesita un tipo de profesional que se dedique a una actividad específica, no se le enseña toda la dimensión de la ciencia asociada, sino los conocimientos muy específicos que necesita aplicar; prima la especialización por encima de la generalización.

La tendencia mundial es reducir los planes con miras a formar profesionales cada vez con mayor celeridad y especialización. Es una necesidad puesto que la especialización es una fuente esencial de productividad. Así, se puede estudiar una carrera por cada perfil específico que pueda tener una ciencia en general, el estudiante solo aprende lo que le interesa y le sea útil, mientras que el sistema obtiene lo que necesita. Pero no estoy seguro que este sea nuestro caso.

Nuestro plan solo parece interesarse en formar el mismo perfil de profesional integral en menos años académicos, reduciendo los costos de los estudios universitarios. El mismo programa por carrera comprimido en cuatro años para todo el país. Tendremos la misma cajita en menos tiempo; el mismo recorrido a mayor velocidad. La especialización no es la meta sino responder a las prioridades del país: ahorrar, invertir menos en la educación.

Cabe entonces la tan necesaria interrogante… ¿El plan E de estudios responde en su concepción a una seria optimización de nuestras fuerzas productivas? ¿Contempla los requerimientos materiales y metodológicos necesarios para la actualización del “Sistema Socialista” que intenta construirse? En algún punto estas preguntas deberían responderse o al menos ser tomadas en cuenta, no sea que en lugar de optimizarnos caigamos en un nuevo e inútil anacronismo.

9 noviembre 2017 36 comentarios 357 vistas
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Los maestros en Cuba…acaba un curso… ¿y para el otro?

por Consejo Editorial 23 julio 2015
escrito por Consejo Editorial

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Por: Osmany Sánchez (jimmy@umcc.cu) En Twitter: @JimmydeCuba

Un compañero de trabajo me mira con cara triste y me dice que está “embarca´o”, que empieza septiembre como Jefe de Departamento. Otro pide la baja para salir por tres años a un contrato de trabajo. Dos ejemplos de la realidad de los profesores universitarios. El primero muestra las contradicciones que se viven en Cuba, donde una promoción es vista como un “embarque” en lugar de una aspiración. El segundo es un profesor que se aleja de su familia durante tres años para poder resolver sus problemas económicos.

La realidad es que muchas veces los cargos no están en manos de los más capacitados sino de los que asumen por responsabilidad partidista o por amistad.

Desde la apertura migratoria son muchos los docentes que han abandonado las aulas universitarias y si el éxodo de profesores afecta a la educación superior, el hecho de que muchos de ellos sean doctores lo hace más grave. Son muchas las deudas acumuladas durante años en este sector y otras que se añaden en los últimos tiempos.

Sobre el éxodo de profesores hay un dato que me parece importante resaltar. El sector de educación es una fuente de dirigentes y si eso pudiera considerarse un reconocimiento a la preparación de esta fuerza laboral y su prestigio, no lo es cuando esos profesores convertidos en dirigentes, no regresan luego al magisterio.

La profesión de educador en Cuba se realiza por amor, no por incentivos económicos, por eso hay que tener mucho tacto al tomar ciertas decisiones. Si eliminar las cartas para la adquisición de carros, tuvo un costo político enorme, más daño hizo la explicación de las razones que lo motivaron. Si un profesor universitario vende su carro para poder comprar una casa y dejar de vivir con sus suegros -a veces varias generaciones en una casa- qué daño puede hacer eso a nuestro proyecto social.

Debieron preguntarse por qué un profesor universitario se ve obligado a vender su carro, algo tan ansiado para cualquier persona.

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23 julio 2015 197 comentarios 466 vistas
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CUBA Y VENEZUELA

por Consejo Editorial 16 junio 2015
escrito por Consejo Editorial

ViviLnk

Por Jesús López Martínez (Director de Extensión Universitaria de la Universidad de Matanzas)

En la República Bolivariana de Venezuela se ha desarrollado la  maestría en Agroecología y Desarrollo Endógeno que, como parte del convenio Cuba-Venezuela,  imparten profesores de la Universidad de Matanzas   en el estado de Cojedes. De 25 alumnos de matrícula inicial, han defendido su tesis 16 y otros seis deben hacerlo en el transcurso del año 2015.

El pasado sábado realizó su defensa exitosamente el Licenciado Eloy Andrés Rosales Moreno, con la presencia  de la MSc. Gisela Josefina Quiñones López, académica de Misión Sucre en este estado y la Dra. C. Marisela Millet Duperey. asesora por la parte cubana de la propia Misión. Se encontraban presentes profesores de la universidad matancera, maestrantes ya graduados,  estudiantes, familiares y amigos.

Fue recordado solemnemente el Dr. C. Rolando Hernández Prieto, inspirador y coordinador de la Maestría,  quien lamentablemente falleció en fecha reciente.

El General de Ejército Raúl Castro en la Cumbre de de las Américas realizada recientemente en Panamá, expresó:.  “los cubanos sabemos lo que están sufriendo los venezolanos porque fue lo mismo que nos hicieron a nosotros”. Hoy contra nuestros hermanos desarrollan una guerra económica que busca provocar el malestar en las familias venezolanas por la escasez de productos y la inestabilidad de los precios; se intenta inducir un enfrentamiento con Guyana para crear un pretexto que justifique  la agresión de las potencias imperialistas; tratan de estimular la violencia mediante el apoyo y financiamiento de bandas; crean una campaña internacional para supuestamente defender los derechos humanos y la libertad de expresión,  y otras recetas puestas en práctica en otros momentos.

Es verdad que han creado descontento en algunas personas, pero muchos venezolanos y venezolanas se preparan militarmente para si el imperialismo se equivoca y agrade la patria de  Bolívar darle su merecido y la mayoría expresan: “hay dificultades, pero hay que echar pa’lante y defender lo que hemos alcanzado”.

Culminado el acto de defensa, el joven venezolano José Araujo, interpretó piezas musicales de Alí Primera y Silvio Rodríguez, como una expresión más de la hermandad entre ambos pueblos.

Si no fuera por la Revolución Bolivariana, los maestrantes venezolanos que en su inmensa mayoría son personas muy humildes,  nunca hubieran hecho una maestría, pero si no hubiera sido por la Revolución Cubana, los profesores cubanos que imparten esa figura de postgrado, el 70 % Dr. en Ciencias, es muy difícil que siquiera hubieran sido graduados universitarios.

Porque hemos sufrido las agresiones del imperialismo y sabemos lo que representa una Revolución, puede Venezuela seguir contando con la solidaridad de las cubanas y los cubanos.

&

ViviLnk

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16 junio 2015 42 comentarios 391 vistas
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