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disidencia

Terrorismo de Estado (1)

¿Terrorismo de Estado en Cuba?

por Ivette García González 14 diciembre 2021
escrito por Ivette García González

El término «terrorismo de Estado» pareciera inaplicable o exagerado para el caso cubano, sobre todo para quienes apoyan acríticamente al gobierno, ignoran lo que ocurre en el país, o se basan en la «proporcionalidad» comparando nuestra realidad con otras experiencias. Sin embargo, conviene examinar el tema con rigor y tomar nota de un contexto que puede afectar mucho más a la ciudadanía.

Todavía respiramos el aire del Día Internacional de los Derechos Humanos. Cuba parecía tranquila y la víspera únicamente Juventud Rebelde publicó una noticia. El viernes, el tema se trató con la habitual referencia a los éxitos del gobierno a pesar del bloqueo. La mayoría de las personas en la Isla y quienes en el mundo acceden a Cubavisión Internacional quizás solo vieron eso.

No obstante, fue una reedición del contraste entre la Cuba real y la virtual. La dirigencia cubana parece confiar en que si no habla de algo, ese algo no existe, o, en que si lo presenta con falsedades a la ciudadanía, toda ella, o al menos la mayoría, le creerá.

La aparente tranquilidad resulta de la ola represiva del gobierno desde julio, cuando ocurrieron las protestas sociales. Así se logró también impedir la proyectada manifestación del 15-N. No es simple represión del disenso, es un verdadero estado de terror que permanece.

Terrorismo de Estado (2)

La aparente tranquilidad resulta de la ola represiva del gobierno desde julio, cuando ocurrieron las protestas sociales. (Foto: AFP)

-I-

El terrorismo de Estado no ha sido definido por ningún instrumento internacional. No obstante, de acuerdo con el jurista y profesor Raúl Carnevali Rodríguez, expresa un «contexto especial» donde «el uso de la violencia en contra de su población la realiza el propio Estado, ya sea a través de organismos propios o de grupos paraestatales, es decir, los que —sin formar parte del aparato institucional— cooperan en este propósito».

Desconocer cómo se gesta e instala en tanto práctica política —pues ante los ojos de la ciudadanía no se muestra en toda su crudeza— es algo que debe evitarse.

Un excelente análisis sobre el fenómeno lo ofrece la historiadora chilena Ximena Vanessa Goecke en un texto del 2014, basado en la experiencia de dictaduras que existieron en el Cono Sur de América Latina.

En la génesis, «la defensa de la nación» necesitaba hacerse a partir de una lógica de guerra. Detrás de ella estaba en definitiva la confrontación entre las tendencias proclives al cambio y las orientadas supuestamente «a promover el orden y la paz social», que realmente significaba el continuismo de la razón despótica.

En consecuencia, el conflicto se asumía como «una lucha por la sobrevivencia, lo que suponía necesariamente la búsqueda del exterminio del opositor, como única forma válida de asegurar la supresión de toda amenaza». Esa lógica, en un Estado militarizado y dogmático, justificaba la aplicación de violencia política dirigida desde el aparato estatal contra la población civil «reduciendo el número de bajas posibles».

De tales experiencias se derivan algunas «regularidades del terrorismo de Estado»: 

1. El miedo como un «recurso ordenador»[1] válido. La violencia estatal, organizada y sistemática, se despliega con acciones preventivas y otras represivas focalizadas.

2. La prácticas represivas y disciplinadoras se ejecutan por aparatos estatales (policiales, militares, judiciales y administrativos), y paraestatales, con respaldo o encubrimiento estatal. Sus ejecutores actúan muchas veces en plena ilegalidad, sin seguir protocolos de detención ni reconocer los hechos, a veces sin identidad, clandestinamente y siempre con garantizada impunidad.

3. Los detenidos eran llevados a prisiones clandestinas y tratados con toda suerte de vejámenes, agresiones físicas y psíquicas, ya fuera durante horas, días, semanas, meses o años.

4. Dado el control estatal de las fuentes de información, tales prácticas luego se acompañan de «un juego continuo de negación de la verdad, de ocultamiento». Al mismo tiempo, difusión de hechos para generar rumores que infundan miedo en las personas y así conseguir «la paralización de toda movilización ajena a los intereses del Estado».

El saldo de tal política[2] es «una población de víctimas a la que se ha despojado (cuando no de la vida) de la libertad, de la integridad corporal, de la identidad, del honor, de la seguridad, de los vínculos familiares, de la camaradería y del proyecto vital».

-II-

En diciembre del 2020 Cuba festejó el Día de los Derechos Humanos, y la Subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, Amnistía Internacional (AI) y Human Rights Watch (HRW) expresaban preocupaciones y críticas al gobierno por lo que ocurría en esa materia en la Isla.

En la actualidad el gobierno sigue ufanándose de sus «conquistas», mientras, las voces críticas se han multiplicado dentro y fuera de Cuba. Recientemente, más de cuarenta organizaciones internacionales de distintas ideologías y perfiles, además de organismos internacionales, manifestaron preocupación y condenaron las violaciones en tal sentido. 

La Comisión Justicia 11-J —iniciativa cívica ante la falta de información y transparencia de las autoridades— ha realizado un trabajo significativo desde el estallido. Una labor minuciosa de investigación pública, identificación de menores de edad, adultos mayores, detalles de las detenciones, maltratos físicos y psicológicos recibidos durante las detenciones y encarcelamientos; todo eso gracias a la ayuda de la ciudadanía y los familiares de las víctimas. Cuba, como ha demostrado el Grupo de Trabajo, se ha convertido en el país de la región con más presos políticos.

Por su parte, el Informe Mundial 2021, treinta y una edición de la revisión anual de Human Rights Watch acerca de las prácticas y tendencias de derechos humanos durante el año anterior en más de cien países, contiene un registro altamente negativo sobre Cuba. Se ratifica también lo manifestado en un informe del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ): la Isla tiene el «clima más restringido para el ejercicio del periodismo de América».

Las personas que quieran acercarse al país real, deben procurar los medios independientes y las redes sociales. Comprobarían que este 10 de diciembre correspondía denunciar y reclamar al gobierno por las violaciones cometidas. Incluso las del mismo día, cuando activistas y periodistas independientes fueron impedidos de salir de sus casas, hubo detenciones arbitrarias, cortes de internet selectivos y otras acciones represivas.

Varias iniciativas cívicas se difundieron en esa fecha por organizaciones y plataformas, en forma de comunicados, reclamos por los presos políticos, el boicot a la Bienal de La Habana y otras.

EL TOQUE dedicó un programa al tema, que fue moderado por el abogado Eloy Viera Cañive. Intervinieron periodistas independientes, se informó acerca de investigaciones sobre violencia de género y otras arbitrariedades atinentes a los derechos humanos.

Bajo el título «Hablan las familias de los Presos Políticos en Cuba»,  se realizó un evento en línea que contó con los testimonios de diecisiete familias que han decidido denunciar a pesar de las amenazas oficiales. Fue organizado con el apoyo de CubaSpaces y varios canales de Youtube.

También hubo exposiciones del Movimiento San Isidro, que tiene a varios jóvenes presos, la Comisión Justicia 11J, abogados sobre diversos temas relacionados y promotores de proyectos internacionales para apoyar a presos y activistas con sus familias. Particularmente conmovedores e indignantes resultaron los testimonios sobre los menores de edad. El gobierno los mantiene presos violando los estándares de la Convención internacional de los derechos del niño, de la cual Cuba es signataria.

Los nombres no lo dicen todo, pero permiten identificar procesos y extraer lecciones. El Terrorismo de Estado aplica al caso cubano, aunque se hagan las adecuaciones al contexto, como las tuvo el modelo estalinista copiado hace décadas. Pueden ser diferentes las magnitudes y algunos rasgos, pero el fenómeno es evidente. Conviene identificarlo y tomar las debidas precauciones antes de que sea tarde.

Estos procesos represivos, organizados con toda intencionalidad desde el Estado, pueden agudizarse ante otras protestas sociales, que —visto el deterioro de la situación económica y la poca eficacia de las medidas gubernamentales— no se pueden descartar como posibles.  

Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

***

[1] El concepto lo formuló hace años el sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas en “Tras la violencia y el miedo, la democracia: notas sobre el terror político en América Latina”, Sistema, n° 132/133, 1996, tal como menciona en su artículo Ximena Vanessa Goecke. 

[2] La profesora Ximena Vanessa suscribe la valoración de E. Lira y E. Weinstein en: Psicoterapia y Represión Política, Siglo XXI, México, 1984, pág. 5.

14 diciembre 2021 72 comentarios 2.659 vistas
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Boris Kagarlitsky

Boris Kagarlitsky, coherencia frente al despotismo

por Armando Chaguaceda 2 octubre 2021
escrito por Armando Chaguaceda

Un tribunal acaba de condenar al sociólogo marxista Boris Kagarlitsky a diez días de cárcel. La policía lo arrestó el miércoles pasado, cuando se dirigía a su cátedra en la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas de Moscú. El delito fue compartir en redes sociales contenido ilegal; nada más y nada menos que información sobre la convocatoria del Partido Comunista (KPRF) a protestas —no permitidas— contra los resultados de las recientes elecciones parlamentarias.

Recordemos que durante una atípica jornada de tres días (del 17 al 21 de septiembre), los electores rusos acudieron a elecciones legislativas. Desde entonces, el KPRF se ha negado a reconocer los resultados oficiales de la votación electrónica en Moscú, donde las boletas en línea impulsaron a varios candidatos oficiales sobre los opositores.

En respuesta al fraude —demostrado por expertos rusos— los candidatos, militantes y simpatizantes del Partido Comunista organizaron pequeñas protestas el 20 y 25 de septiembre. Ello provocó una amplia represión policial, que incluyó intimidaciones contra los abogados del partido e intentos de allanamiento de sus oficinas.

Conozco a Kagarlitsky —y su obra— desde hace bastante tiempo. Su trayectoria es un digno ejemplo de activismo cívico, pensamiento crítico y compromiso progresista con los derechos de los trabajadores, la justicia social y la democracia política. En los años setenta, Boris estudió crítica teatral en el Instituto Estatal de Artes Escénicas, hasta que fue expulsado por «actividades de disidencia» en 1980. Su trabajo como editor y colaborador de publicaciones del samizdat, entre 1978 y 1982, le valieron dos años de prisión por actividades «antisoviéticas».

Boris Kagarlitsky (2)

Conteo de votos en la ciudad de Moscú como parte de las elecciones legislativas (Foto: Artyom Geodakyan / TASS ).

Tras su liberación, publicó en Occidente su primer libro: The Thinking Reed: Intellectuals and the Soviet State From 1917 to the Present, merecedor del Deutscher Memorial Prize en 1988. Esa obra, enriquecida y ampliada, con el nombre Los intelectuales y el estado soviético, apareció en 2006 bajo el sello argentino Prometeo. Fue precisamente al leerlo, en la feria del libro de Buenos Aires, que entré en contacto con la vida y obra del intelectual y activista ruso. Iniciamos entonces una relación profesional que perdura, con colaboraciones suyas para publicaciones que he coordinado.[1]

Al iniciar la Perestroika, Boris pudo culminar sus estudios de Artes Escénicas, en 1988; año en que se convirtió en coordinador del Frente Popular de Moscú. Esta organización aprovechó la apertura de la glasnost para auto-organizar fuerzas de izquierda ajenas a la oposición nacionalista, a la disidencia liberal y a la nomenklatura comunista. En 1990 fue elegido diputado al Consejo Municipal de Moscú y miembro de la comisión ejecutiva del Partido Socialista de Rusia.

Cuando ocurrió la disolución de la Unión Soviética, Kagarlitsky fundó, con otros colegas, el Partido del Trabajo. En octubre de 1993, durante la crisis constitucional de septiembre-octubre —que culminara con el bombardeo sangriento al parlamento ruso— fue arrestado por su oposición al presidente Borís Yeltsin. Posteriormente, el Consejo Municipal de Moscú desapareció bajo la nueva constitución de Yeltsin.[2]

Además de por su sostenido activismo, la vida de Borís Kagarlitski es la de un prolijo y riguroso académico, gestor institucional e intelectual público. Entre 1994 y 2002, fue investigador asociado del Instituto de Estudios Políticos Comparativos de la Academia de Ciencias de Rusia. Obtuvo el doctorado en 1995 con una tesis titulada Acciones colectivas y políticas laborales en la Rusia de los años noventa. Ha trabajado como profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Moscú, la Escuela de Ciencias Económicas y Sociales de la referida ciudad y el Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia.

Actualmente dirige el Instituto de Globalización y Movimientos Sociales, institución académica que el Ministerio de Justicia de Rusia, en su creciente razzia contra toda forma de autonomía social, intelectual y mediática, designó como «agente extranjero» en 2018.

Boris Kagarlitsky

Kagarlitski fue arrestado por su oposición al presidente Borís Yeltsin.

Kagarlitski escribe sólidos análisis sobre la vida política y socioeconómica de Rusia, especialmente sobre la situación de la izquierda y los movimientos sociales en el país. Además de en reconocidos medios de la izquierda internacional (Weekly Worker, Znet, International Socialism y Green Left Weekly), sus ideas han aparecido en publicaciones progresistas de habla hispana, como Nueva Sociedad y Sin Permiso. Se ha convertido en un referente para comprender, al margen de lugares comunes, la realidad de la Rusia postsoviética.

Estos eventos nos recuerdan algunas cosas que a menudo —metidos en nuestras parroquias y dogmas—, olvidamos. La primera es que la naturaleza política (y la composición de clase de sus élites) de los regímenes autocráticos actuales es adversa a cualquier forma de organización, acción y pensamiento autónomo de los sectores populares.

A despecho de las propagandas nacionalistas, que identifican un Estado fuerte y antiliberal con la defensa del socialismo, en realidad asistimos a proyectos políticos en que la inserción en el capitalismo global se produce de la mano de grupos de poder oligárquicos. Mucho mercado con poca república; bastante Estado pero poca ciudadanía. Tal parece ser la fórmula hoy en Rusia, China, Turquía o Egipto. Y, por supuesto, en Cuba.

En el plano analítico, las lógicas estratégicas (medios/fin) del capitalismo y la democracia divergen. El capitalismo expande sus medios (creación y captura de mercados) para conseguir, de modo concentrado, su objetivo económico (acumulación de ganancia). La democracia expande, simultáneamente, medios (sujetos, instituciones y derechos) y fines (participación individual, autogobierno colectivo) en la regulación de la convivencia política. En esto, es claro, difieren.

Pero si concebimos al Estado como el terreno donde se cristalizan las constelaciones de poder político  —y económico—, entonces la posibilidad de sustituir o contener a quienes nos desgobiernan resulta clave para acotar la explotación capitalista. Y eso solo es posible, de modo estable y protegido, en democracias.

Claro que esas democracias existen desde la asimetría —de recursos varios—  de sujetos que ejercen sus derechos sociales, civiles y políticos. Su ejercicio está variablemente habilitado en dependencia de las capacidades estatales y las orientaciones ideológicas de cada gobierno. No hay casos perfectos, ni rutas únicas. Sin embargo, en los regímenes autocráticos todos los derechos están severamente restringidos y, en casos límite, suprimidos. Prevalece allí una lógica oficial que quiere imponer una categoría de «semiciudadanos» —consumidores, peticionarios— y, a veces, de simples súbditos.

Boris Kagarlitsky (3)

Oscar Figuera, Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela (PCV), ha denunciado los intentos de criminalización que sufre el PCV por parte del Gobierno.

En las contiendas políticas de esos regímenes, socialmente conservadores y políticamente reaccionarios, la suerte de los marxistas y socialistas críticos es tan comprometida como la de los intelectuales y opositores liberales. Lo que el Kremlin hace hoy con los comunistas rusos, lo hizo hace unos meses Miraflores con sus pares venezolanos. No pocos sindicalistas, activistas comunitarios y profesores de clara raigambre izquierdista han sido criminalizados en ambos países.

También ocurre en Nicaragua, donde la razzia contra movimientos campesinos, organizaciones de mujeres y grupos ambientalistas ha sido noticia; generando denuncias desde la izquierda democrática internacional. Para no hablar de China, donde el gobierno acaba de disolver al mayor sindicato de profesores de Hong Kong y persigue a agrupaciones políticas socialdemócratas, trostkistas y diversos círculos de marxismo crítico locales.

Cuando estudiaba en la universidad, una de mis mejores profesoras iniciaba su curso de Historia Contemporánea de Europa con la siguiente frase: «la lucha por la democracia es parte integral de la lucha por el socialismo». Convertida en objetivo general, tal sentencia guió nuestras discusiones a lo largo del semestre. Allí descubrimos cómo, sin libertad política, la justicia social se reduce a una caricatura de dádiva que perpetua la postración de los subalternos.

El modelo soviético es ejemplo de ello. Pero también aprendimos que sin justicia social, la democracia degenera —como demostró la Rusia postcomunista— en oligarquización espuria, con los poderosos de siempre reproduciendo su dominio, ahora bajo el mantra neoliberal. Y es que así como la condición humana es un ente complejo —con demandas y necesidades varias, de sustento, cobijo y dignidad— también lo son esa suerte de constelaciones de organización y acción que llamamos sociedad y Estado. Atravesados por relaciones varias de dominación y emancipación.

Termino por donde empecé, con palabras del propio Boris Kagarlitsky. En una entrevista reciente, el pensador ruso realizó un diagnóstico realista sobre el ambiente de estancamiento y represión en su país. Reconoció la fuerza de la represión de estado y su efecto en amplios segmentos de la ciudadanía. Pero acabó señalando «tenemos todas las razones para esperar que la gente se rebele contra el orden existente».

Su propia suerte, forjada en sucesivas resistencias al socialismo real, el neoliberalismo y el putinismo, es el mejor ejemplo de lo que significan el pensamiento crítico y la coherencia intelectual y moral ante el poder autocrático.

¡Libertad para Boris Kagarlitsky¡

***

[1] Ver dossier «La Rusia de Putin», revista ISTOR, Año XV, No 63, 2015, Centro de Investigación y Docencia Económicas

[2] Kagarlitski relató aquellos eventos en el libro Ruedas cuadradas: cómo se descarriló la democracia rusa.

2 octubre 2021 27 comentarios 2.047 vistas
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La criminalización de la política opositora

por Samuel Farber 28 diciembre 2020
escrito por Samuel Farber

Hay estados anti-democráticos que no solo reprimen la oposición política, sino que también la criminalizan, una manera muy efectiva de evitar la divulgación y discusión de las ideas políticas que divergen de la ideología en el poder.  Ese fue el caso en la Unión Soviética y sigue siendo el caso de los regímenes que adoptaron las estructuras principales del modelo soviético, tales como China, Vietnam y nuestra propia Cuba.

Es así como, bajo la dirección del gobierno cubano, los integrantes del Movimiento San Isidro (MSI) fueron detenidos por la policía bajo cargos criminales –supuestamente por haber violado «el protocolo de salud de los viajeros internacionales», adoptado por el gobierno para combatir la pandemia del COVID-19–. En realidad fueron detenidos por razones políticas, por protestar en grupo y públicamente contra la represión del gobierno hacía uno de sus integrantes. Este es un típico ejemplo de la manera en que el gobierno cubano se enfrenta a la crítica: reemplazando el lenguaje político con el administrativo policíaco.   

Cuba viene de una larga tradición latinoamericana que concede un trato especial a la conducta política y evita reducirla a la delincuencia o criminalidad común. Es por eso que esta tradición respalda el derecho al asilo político, así como la diferenciación en el trato de los presos políticos y los comunes.

La dictadura batistiana, por ejemplo, respetó el asilo político al que recurrieron cientos de cubanos opuestos a la dictadura para salvar su vida en las embajadas de países latinoamericanos. Por supuesto, hubo violaciones a ese derecho, como lo fue el caso excepcional del asalto policíaco a la Embajada de Haití, el 29 de octubre de 1956, donde fueron asesinados todos los opositores que se habían asilado. Ahí murió también a manos de uno de los asilados que tenía en su posesión un arma de fuego, el Jefe de la Policía Nacional a la cabeza de ese ataque, Rafael Salas Cañizares, uno de los esbirros más notorios de la dictadura batistiana.

En el caso de América Latina, la excepción más notable a la regla de conceder asilo fue la de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y líder de la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), quien para protegerse del gobierno peruano bajo la dictadura de Manuel Odría, se asiló en la Embajada de Colombia a principios de 1949. Haya de la Torre permaneció en esa embajada durante 5 años hasta que por fin obtuvo el salvoconducto para salir del país hacia México, aunque solo después de que la Corte Internacional de Justicia rechazó la demanda de Odría para que Colombia le entregara al líder opositor peruano.

El gobierno revolucionario cubano abandonó la tradición de conceder el asilo político cuando adoptó el modelo soviético a principios de los sesenta. Un ejemplo claro de ese viraje fue lo sucedido en la Embajada del Perú en La Habana, en abril de 1980, cuando bajo las órdenes de Fidel, las fuerzas del Estado impidieron en las afueras de la embajada, la entrada de los cubanos que querían asilarse. En un inicio solo pudieron hacerlo los que entraron por la fuerza en un encuentro armado que causó varias muertes. Eventualmente, el gobierno retiró la vigilancia de la embajada. Fue entonces que cerca de diez mil cubanos entraron en la sede diplomática demandando asilo para poder salir de la Isla, lo que hicieron a través del puerto de Mariel, entre abril y junio de 1980.     

Además de reconocer el derecho al asilo político, la tradición latinoamericana distingue entre los presos políticos y los comunes. Esta distinción ha sido reconocida también en otras partes del mundo. Por ejemplo, la Rusia zarista periódicamente concedía un cierto grado de autonomía a los presos y exilados políticos. Fue así como, durante su condena de exilio en Siberia de 1897 a 1900, Lenin pudo estudiar y escribir entre sus varias obras, «El Desarrollo del Capitalismo en Rusia». También se le permitió asesorar a los campesinos del área en cuestiones legales y preparar documentos pertinentes a sus casos.

El gobierno bolchevique continuó parcialmente esa tradición desde el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, durante la Guerra Civil de 1918 a 1920 y poco tiempo después, permitiéndole a los presos políticos que habían sido deportados a los campos de trabajo de las islas Solvetsky –anteriores al Gulag– entre otros, a conducir actividades políticas. Asimismo, reconoció el derecho de los presos políticos de izquierda –anarquistas, mencheviques y socialistas revolucionarios de izquierda– a no tener que trabajar, a organizarse y a elegir a sus representantes para negociar con los administradores de esos campos la solución a sus quejas y condiciones de vida.

La dictadura batistiana también reconoció la distinción entre presos políticos y comunes. Es bien sabido que en muchas ocasiones violó los derechos tradicionales de dichos presos, como en el caso de Fidel Castro y los Moncadistas presos de 1953 a 1955, en el llamado Presidio Modelo de la otrora Isla de Pinos. Pero en general se les respetó su condición de presos políticos con el derecho de vestirse de civiles, rehusar el trabajo forzado y reunirse dentro de la cárcel para organizar clases y otras actividades políticas, estudiadas en detalle por el historiador cubano Mario Mencía.

Esta tradición acabó cuando Fidel Castro, haciendo a un lado su propia historia, decidió no reconocer ni siquiera la categoría de preso político, mucho menos cualquier derecho tradicional que estos reclamaran por su condición política, como vestir ropa de civil y rehusar el trabajo forzado. Muchos de los presos políticos posteriores a 1959 resistieron ser tratados como presos comunes, lo que dio lugar al fenómeno de los «plantados». Estos también se opusieron a los planes de «rehabilitación», promulgados en 1964 por el gobierno con la intención de presionarlos a renunciar a sus ideas políticas a cambio de mejorar sus condiciones en la cárcel y acortar sus condenas.

Los «plantados» protestaron contra esos planes y contra sus condiciones carcelarias con huelgas de hambre y vestidos solamente con su ropa interior para evitar los uniformes de los presos comunes. Estas protestas fueron reprimidas, frecuentemente de manera brutal por los guardias carcelarios. En una de esas huelgas de hambre murió, en 1972, Pedro Luis Boitel, un antiguo líder estudiantil universitario y antibatistiano opuesto al comunismo.

El trasfondo ideológico de esas prácticas del gobierno cubano es que sólo existe un único pensamiento político legítimo. Cualquier oposición a este automáticamente implica el poner en peligro y traicionar a la Revolución y se convierte en un crimen común en el momento en que alguien actúa, aunque sea pacíficamente, para persuadir a otros cubanos de ideas diferentes u opuestas a las oficiales. La presunción de que hay un solo pensamiento político legítimo penetró desde muy temprano, todos los aspectos del discurso oficial con respecto a la naturaleza y destino de la sociedad cubana.

Por ejemplo, la lucha armada que tuvo lugar en la Sierra del Escambray en los años sesentas fue bautizada por el gobierno como una «lucha contra bandidos». La realidad es, sin embargo, que esta no fue una lucha contra bandidos, sino contra aquellos a quienes el gobierno pudiera haber calificado como contrarrevolucionarios, un término que asume la existencia de una política contrarrevolucionaria en lugar de reducir y falsificar la realidad con un término de índole criminal.

Lo curioso del caso es que, en realidad, el gobierno cubano nunca sostuvo seriamente que la del Escambray haya sido simplemente una lucha contra cuatreros, asaltantes y ladrones para quienes el término «bandidos» hubiera sido apropiado. Es irónico que la CIA, que invirtió tantos recursos en asistir y proveer ayuda material a esos grupos armados, no los vio como delincuentes comunes sino precisamente como contrarrevolucionarios. Es claro que el régimen conscientemente usó el término «bandidos» para desprestigiar y situar más allá de la política a los rebeldes del Escambray, y para legitimar cualquier tratamiento que les impusiera a ellos y a sus partidarios, como fue el traslado forzado en los años setentas, de miles de campesinos que vivían en la zona del Escambray a cientos de kilómetros al oeste después de que las hostilidades habían cesado.       

La situación contemporánea

El gobierno cubano continúa criminalizando las actividades políticas de los críticos del régimen y con mayor frecuencia lo justifica legalmente aduciendo que estas actividades son financiadas y organizadas por el imperialismo norteamericano. Así, la Ley 88 de 1999, justificadamente llamada «Ley Mordaza» por muchos, establece en el capítulo 11 la privación de libertad por un término de 3 a 8 años y/o una multa de mil a tres mil cuotas para aquellos que participen en la distribución de recursos financieros o de otra índole, procedentes del gobierno de Estados Unidos. 

En varios casos, esta acusación ha sido bien fundada con respecto a la procedencia de los recursos involucrados. Aún así, es necesario, por lo menos desde el punto de vista socialista y democrático, establecer el tipo de actividades políticas que han sido financiadas u organizadas con esos fondos. Por lo general, las actividades oposicionistas adjudicadas por los tribunales cubanos en años recientes han sido pacíficas y han consistido en la distribución de materiales impresos o de otra índole no violenta. Como tales serían consideradas completamente legales en cualquier país latinoamericano, salvo en aquellos gobernados por sistemas antidemocráticos. No son comunicaciones incitando a la violencia o tráfico de armas, son exhortaciones e ideas eminentemente políticas, dirigidas a un público del que buscan apoyo.

A la luz del carácter pacífico de estas actividades, es sumamente injusto, así como antidemocrático, que el sistema judicial cubano castigue a aquellos que han acudido a fuentes como el gobierno de los Estados Unidos para obtener los recursos necesarios para conducir este tipo de actividades políticas. Dicho gobierno es clara y contundentemente condenable por su motivación hostil a la auto-determinación de la nación cubana. Pero los disidentes y opositores que reciben esos fondos están siendo condenados en Cuba por llevar a cabo actos políticos que serían legales en cualquier país democrático.

La recepción del apoyo material del gobierno norteamericano en circunstancias donde los ciudadanos cubanos no tienen derecho a expresarse en público independientemente del gobierno, es una cuestión política que debe discutirse como tal y no castigarse a través del sistema penal. Después de todo, el gobierno cubano a través de su monopolio de medios de comunicación, puede decir todo lo que quiera contra los ataques a la soberanía del país, denunciando la intromisión de Washington en los asuntos internos de Cuba. Pero al mismo tiempo, como parte de ese monopolio, no permite que el pueblo cubano escuche y sea testigo de la defensa de los acusados contra las imputaciones en su contra, tanto en este como en todos los casos políticos.

Es una vieja práctica que Fidel instituyó en los tiempos tempranos de la Revolución cubana cuando impidió que el pueblo escuchara la defensa del Presidente Manuel Urrutia contra las graves acusaciones que el máximo líder revolucionario presentó contra él en julio de 1959.

Pero para la izquierda cubana independiente, lo más importante más allá de la defensa de los derechos políticos democráticos para todos, es que los cubanos tengan acceso a aquellos que critican al régimen cubano desde un punto de vista socialista, democrático y antiimperialista. Este es un punto de vista que, en primer lugar, se opone a la injerencia norteamericana en los asuntos internos de Cuba basada en el derecho de autodeterminación nacional.

Contra lo que arguyen muchos integrantes de la oposición de derecha, la defensa de la autodeterminación de la nación cubana no supone de manera alguna la aprobación o apoyo al gobierno cubano, sino que propala la consigna de mantener el destino de Cuba en manos de los cubanos sin permitir que otros países, mucho menos potencias imperiales, controlen a Cuba como lo hicieron en la época pre-revolucionaria.

Cuando en el año 1935 la opinión democrática internacional, sobre todo los afro-descendientes y la izquierda, apoyaron sin reserva alguna la resistencia de Etiopía contra la invasión de la Italia fascista, ciertamente no fue porque querían defender o disculpar al régimen monárquico y hasta esclavista del Emperador Haile Selassie –brillantemente descrito por el autor polaco Ryszard Kapuscinski en su obra de semi-ficción «El Emperador»–, sino para oponerse al imperialismo fascista y defender la autodeterminación de la nación etíope. 

Los gobiernos de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos, podrán proclamar que el bloqueo y la Ley Helms Burton –medidas que han empeorado las condiciones de vida de todos los cubanos en la Isla– fueron tomados en aras de la democracia y del llamado «mundo libre».  El hecho es, sin embargo, que la política exterior norteamericana persigue sus propios intereses para promover y defender su imperio, el resto es pura verborrea ideológica e hipócrita. 

Esto lo corrobora la larga trayectoria histórica de la política estadounidense con su intervención para derrocar gobiernos democráticamente electos, como el de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 y el de Salvador Allende en Chile en 1973, con la subsecuente ejecutoria asesina de Pinochet. Por supuesto, aquí hay que incluir su apoyo a la dictadura batistiana, la invasión de Playa Girón en 1961, así como las numerosas incursiones armadas y terroristas contra Cuba. Esa trayectoria imperialista también se extiende a otras partes del mundo con el apoyo de Washington a regímenes sumamente reaccionarios y antidemocráticos como la Arabia Saudita y su agresión genocida en Yemen, así como su intervención y destrucción de Iraq en los últimos treinta años.   

Es cierto que es difícil sobrevivir como opositor o disidente en la Cuba de hoy. Pero existen alternativas a la ayuda del gobierno norteamericano. Después de todo, hay más de dos millones de personas de ascendencia cubana fuera de Cuba de las que se podría recabar apoyo financiero independiente para mantener las actividades políticas de oposición en la Isla.  Eso fue lo que José Martí hizo en la década de 1890, recabando fondos de los obreros tabaqueros cubanos en la Florida.

Existe también una extensa sociedad civil norteamericana –sindicatos, iglesias, organizaciones fraternales, de derechos humanos, mujeres, gays, entre otras– la gran mayoría de las cuales operan independientemente del Departamento de Estado, la CIA, o de la Fundación Nacional Cubano Americana que actúa como vehículo de los gobiernos norteamericanos de ambos partidos.

Los grupos que siguen la vía fácil de acudir a estas agencias gubernamentales y organizaciones que las auxilian, así como a las embajadas norteamericanas, no solamente comprometen la independencia de la oposición al gobierno cubano, sino que también exhiben una fuerte tendencia a «vivir del cuento», pues al contar con los fondos no se molestan en desarrollar su propia base de apoyo y acaban con pocos partidarios tanto en Cuba como en el exterior.

28 diciembre 2020 56 comentarios 1.693 vistas
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Estados Unidos falsea redes sociales de Cuba

por Consejo Editorial 13 febrero 2019
escrito por Consejo Editorial

Por: Ben Norton

Estados Unidos ha acusado repetidamente a los gobiernos ruso e iraní de utilizar las redes sociales para difundir la “desinformación” y fomentar el caos. Bajo la presión del gobierno de EE. UU. las grandes corporaciones tecnológicas han prohibido un gran número de cuentas bajo la acusación (falsa, en algunos casos) de ser troles rusos e iraníes.

Sin embargo, al mismo tiempo el gobierno de EE. UU. hace exactamente aquello de lo que acusa a sus enemigos: la Oficina de Transmisiones de Cuba de los Estados Unidos (OCB) está creando secretamente cuentas de redes sociales falsas para inspirar disensión y diseminar en Cuba propaganda de derecha, pro-estadounidense y pro-capitalista.

Durante la Guerra Fría, el gobierno de EE. UU. intentó asesinar al líder cubano Fidel Castro más de 600 veces. Washington emprendió también una guerra de información simultánea. Durante décadas, Estados Unidos ha mantenido un elaborado aparato de propaganda con el objetivo de derrocar el gobierno socialista de Cuba.

En su informe de justificación presupuestaria ante el Congreso del 2019 -que fue publicado por primera vez en Miami New Times– la Junta de Gobernadores de Radiodifusión (BBG, por sus siglas en inglés) del gobierno de EE. UU, reveló que “se están estableciendo equipos digitales en la isla para crear cuentas locales de Facebook no identificadas y así diseminar información”.

Este organismo del gobierno de Estados Unidos señaló cómo “estas páginas nativas aumentan las posibilidades de aparecer en las noticias de los usuarios de Facebook cubanos”.

Y no es solo Facebook donde el gobierno de Estados Unidos creará cuentas. “La misma estrategia se replicará en otras redes sociales preferidas”, agregó BBG.

La oficina de propaganda dijo que “continuará atrayendo audiencias en Internet usando Facebook Live y YouTube como canales de distribución hacia Cuba, ya que el régimen comunista ha sido cauteloso de no bloquear estos canales populares”.

Dicho de manera más directa, el gobierno de los EE. UU. está creando cuentas falsas en Facebook y YouTube dentro de Cuba y se está esforzando para presentar estos perfiles como “locales”, para difundir más efectivamente su propaganda entre los cubanos como si fuera algo orgánico.

“Trabajar con periodistas independientes cubanos y alentar a los ciudadanos a  generar contenido en la isla para las plataformas de OCB sigue siendo una de nuestras prioridades principales”, explica el organismo del gobierno de EE. UU. “Como el servicio Wi-Fi se ha expandido en Cuba y un número considerable de cubanos ahora usan Facebook y otras webs, la presencia de OCB en las redes sociales ha aumentado”.

Propaganda semanal para un 11% de los cubanos 

La Oficina de Transmisiones para Cuba (OCB) tiene actualmente 117 empleados y un presupuesto anual de $28.1 millones. Estima que su audiencia es de 1 millón de personas.

La OCB, con sede en Miami, Florida, dirige la emisora Radio y Televisión Martí, junto con el sitio web Martínoticias.com. Estos medios publican informes extremadamente partidistas que tienen un sesgo conservador muy claro, y brindan grandes plataformas para líderes de derecha en América Latina, no solo de Cuba, sino también de Venezuela y más allá.

La OCB también celebra anualmente en Miami la Conferencia por la Libertad de Internet en Cuba.

Este organismo gubernamental afirma que sus transmisiones de propaganda “llegan a un 11,1% de los cubanos semanalmente con audio, video y contenido digital entregados por radio, televisión satelital, online y paquetes digitales”.

También afirma que el 96% de su audiencia dice que la propaganda del gobierno de Estados Unidos “les ayuda a formarse opiniones sobre eventos actuales y la mayoría de los usuarios comparten y recomiendan a otros la información que obtienen”.

Distribuyendo propaganda en DVD y memorias flash dentro de Cuba

La Junta de Gobernadores también revela en su informe de 2019 que su Oficina de Transmisiones para Cuba distribuye propaganda en DVD y memorias flash dentro de Cuba, para aquellos que no tienen acceso a Internet.

“Para evitar el bloqueo de las señales de TV Marti, OCB está incrementando dramáticamente la distribución de DVD’s y unidades USB con sus contenidos, alterando radicalmente su estrategia de distribución para evitar tratar con cantidades masivas de contenido entrando a la isla”, señala el informe.

“Ahora el contenido se descarga una vez dentro de la isla, se copia en la isla y se distribuye de inmediato. Anteriormente, la información se descargaba en otro lugar y se llevaba. Mucho de eso fue interceptado en la frontera antes de llegar a la audiencia prevista”, continuó la OCB. “Esta optimización de la cadena de suministro de contenidos de OCB aumentará su disponibilidad en la isla diez veces al mismo nivel de costo”.

El gobierno de Estados Unidos tiene una larga historia de campañas de propaganda  en el mundo

Esta no es la primera vez que el gobierno de Estados Unidos ha sido denunciado por manipular las redes sociales para difundir propaganda. Y estas operaciones de propaganda estadounidenses no se limitan a China.

La Junta de Gobernadores de Radiodifusión señaló en su informe que sus esfuerzos de propaganda están dirigidos hacia audiencias “en Rusia y su periferia, China, la República Popular Democrática de Corea, Irán y Cuba”.

El gobierno de Estados Unidos ha usado durante mucho tiempo las redes sociales para sembrar la discordia en Cuba en particular. En 2014, se reveló que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), el brazo gubernamental de poder blando (soft power) aparentemente “humanitario”, había creado una aplicación falsa similar a Twitter llamada ZunZuneo para provocar disturbios dentro de Cuba.

En enero de 2018, el Departamento de Estado anunció la creación de una Fuerza de Tareas de Internet en Cuba para intentar socavar el gobierno socialista de La Habana.

Los medios estatales cubanos condenaron esta nueva iniciativa como un intento de “subvertir el orden interno de Cuba”. El periódico Granma del gobierno cubano escribió: “En el pasado, Washington ha usado frases como ‘trabajar por la libertad de expresión’ y ‘expandir el acceso a internet en Cuba’ para encubrir planes desestabilizadores”.

Y en 2011, The Guardian también reveló que el gobierno de los EE. UU. estaba creando falsas cuentas “títeres” en las redes sociales para difundir propaganda y manipular la opinión pública.

Tomado y traducido de: The Real News Network

13 febrero 2019 9 comentarios 375 vistas
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Cuba plural

por Osmany Sánchez Roque 9 enero 2019
escrito por Osmany Sánchez Roque

La llamada “disidencia” cubana es uno de los grupos más desprestigiados de la historia. El propio gobierno norteamericano reconoce que están desconectados de la sociedad, que solo piensan en las visas y el dinero. A pesar de toda la maquinaria mediática que tienen detrás, no han logrado en todos estos años debilitar al gobierno cubano. Ahora hacen campaña para que la nueva constitución no sea aprobada porque dicen que en Cuba no hay pluralidad.

Es imposible que no exista pluralidad en un país donde millones de personas participan y opinan con total libertad sobre documentos tan trascendentales como la propuesta de lineamientos económicos o la propia constitución. Cientos de miles de intervenciones y opiniones demuestran lo plural de nuestra sociedad, lo que sucede es que para los “disidentes” solo hay pluralidad cuando se elige la opción del capitalismo y en el caso de Cuba el capitalismo tercermundista, como todos los países del área. porque es el que nos tocaría, no el noruego o el canadiense.

Muy contentos están ahora con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, al que llaman demócrata y luchador por los derechos humanos. Es curioso que critiquen a Cuba por tener un solo partido y por blindar constitucionalmente al país contra el capitalismo, cuando ellos demuestran que si tomaran el poder algún día no dejarían piedra sobre piedra en Cuba. ¿Exagero? Verán que no.

El demócrata Bolsonaro ha declarado una verdadera cruzada contra el comunismo y la izquierda en general. Ha afirmado que hará una limpieza a fondo en Brasil y acabará con “los marginales rojos”, que serían “borrados del país”. Entre sus propuestas está la de tipificar como terroristas al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y al Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST). Como de tal palo tal astilla, el diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, dijo que “basta con un soldado y un cabo para cerrar el Superior Tribunal Federal (STF)”

Pero hay más. El propio Eduardo Bolsonaro presentó el proyecto de ley Nº 5358/16 que propone criminalizar la apología al comunismo y el fomento a la lucha de clases y condenaría a penas de dos a cinco años de cárcel y multas a quien “comercialice o distribuya símbolos de propaganda que utilicen la hoz y el martillo, o cualquier otro medio de divulgación favorable al comunismo.”

Los cubanos ya vivimos esto cuando Cuba era “libre y democrática” pues en Cuba existía el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC) que bastantes jóvenes asesinaron durante la dictadura de Batista, la misma etapa añorada por los “disidentes” y sus patrocinadores.

No son solo los Bolsonaros los demócratas, también la diputada Ana Carolina Campagnolo pide que se permita que los estudiantes puedan denunciar a los profesores que expresen opiniones críticas sobre el presidente electo. Han llegado al extremo de sembrar odio contra las ideas del eminente pedagogo brasileño Paulo Freire cuyo legado quieren expurgar en las escuelas de ese país.

A esto debemos sumarle las amenazas de Bolsonaro a los medios de prensa que lo criticaron durante la campaña.

¿Es Cuba un país plural? Depende del cristal con que se le mire. Para los que creen que pluripartidismo significa democracia y que el imperio de medios de comunicación esté en manos de unos pocos significa libertad de prensa, definitivamente no lo es. Para la gran mayoría de los cubanos sí. Pensar que la revolución se ha mantenido durante sesenta años sin el apoyo del pueblo es un gran absurdo. Basta conocer solo un poco de la historia de Cuba para saber que cuando un gobierno no ha sido aceptado, fue sacado del poder. Machado y Batista son dos ejemplos.

Nadie que se defina como revolucionario puede estar de acuerdo, ni tangencialmente, con el discurso de la contrarrevolución cubana. Ellos podrán simular querer lo mismo que nosotros, pero habría que ser muy ingenuo para creerles.

Hoy nos toca aprobar la constitución y seguir construyendo un país cada día mejor. Podemos tener discrepancia con uno o varios aspectos, pero la constitución es para todos. El momento de opinar ya pasó y lo aprovechamos. No empleemos más palabras que las necesarias, digamos por lo claro que daremos el sí a la nueva constitución. #YoVotoSi

9 enero 2019 106 comentarios 413 vistas
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Las listas del Camaján

por Osmany Sánchez Roque 16 junio 2018
escrito por Osmany Sánchez Roque

Si algo ha caracterizado a la llamada “disidencia” cubana es la falta total de escrúpulos a la hora de manipular la realidad cubana. No importa si son personas sin la menor credibilidad, igual siguen recibiendo dinero y atención mediática como es el caso del farsante Elizardo Sánchez Santa Cruz, alias El Camaján.

Su trabajo es confeccionar las listas de los supuestos presos políticos en Cuba en las que incluía por ejemplo a Ernesto Cruz León, un terrorista salvadoreño que por dinero vino a poner bombas en Cuba. Igual la lista la integran deportistas famosos, cantantes, escritores del siglo XIX, en fin, que si de poner nombre se trata pue a poner nombres.

En la más reciente lista resaltan varios nombres de “presos políticos” vamos a ver solo el ejemplo de Elías Pérez Bocourt a quien El Camaján señala que está preso por “intento de piratería”

Aparentemente Pérez Bocourt intentó secuestrar un yate para salir del país y entonces lo acusaron a 30 años de cárcel, por eso ahora la “disidencia” reclama su libertad, pero ¿Cuál es la verdad?

El 9 de enero de 1992 Elías Pérez Bocourt junto a un grupo de personas armados de dos machetes,  una daga fabricada de una bayoneta, una navaja y una llave de extensión intentaron secuestrar una embarcación en la base náutica de Tarará.

El resultado es conocido por todos, cuatro jóvenes asesinados en lo que se conoce como el crimen de Tarará. ¿Es Elías Pérez Bocourt un prisionero político o simplemente un asesino que cumple su condena?

16 junio 2018 27 comentarios 442 vistas
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Antes que nos roben la paz

por Osmany Sánchez Roque 1 junio 2018
escrito por Osmany Sánchez Roque

He dicho varias veces que no me tomo en serio la llamada “oposición” cubana. Este grupo de personas solo proponen sumarse a la industria del resentimiento político cuyo objetivo es destruir lo construido, regresar al pasado y nada más. Usan dinero para eventos a los que nadie va, viajes que son más turismo que otra cosa y movilizaciones a las que nadie se suma, poco serios y muy serviles a intereses extranjeros estos señores. Quien lo dude puede consultar en Internet quiénes los invitan/apadrinan y llegarán a la misma conclusión.

En otras ocasiones he bromeado incluso con algunas de sus denuncias (Mentiras y chapapotes y ¿Estamos locos los cubanos?) como dije antes es difícil tomarlos en serio y todo lo convierten en un sainete para ganar dinero, como declaró Jonathan Farrar, entonces jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Esta vez sin embargo veo una noticia que creo que no debemos pasar por alto porque ya tenemos antecedentes de provocaciones y medios esperando para la campaña mediática.

En un documento llamado “Desobediencia y Rebeldía” un grupo de estos “desconectados de la realidad de su país” como los definiera Jonathan Farrar, proponen traer a Cuba los mismos métodos de lucha que emplea la derecha en Venezuela y ahora en Nicaragua.

Uno de ellos plantea: “Nosotros creemos que la línea debe ser la misma que ha tenido la oposición venezolana en Soy Venezuela, lo mismo que estamos viendo en Nicaragua y el grupo de personas que están diciendo allí que se tiene que acabar el régimen…”. Agregó luego que “El cómo es el pueblo en la calle, ese es el objetivo, acudir a la desobediencia y a la rebeldía del pueblo…”

Es obvio que esto es un absurdo más, pero esta vez muy grave porque no podemos olvidar que en Venezuela los llamados “opositores pacíficos” quemaron vivas en las calles a varias personas solamente por parecer chavistas. La cuestión entonces no es que puedan hacer lo mismo en Cuba porque no será así, sino sus intenciones.

Ciudadano quemado vivo por la oposición venezolana por sospecha de ser chavista

Si ven bien quemar viva a una persona en las calles, quemar medios de transporte, universidades y hasta círculos infantiles (como hicieron en Venezuela) entonces ¿cuál es su propuesta para el futuro de Cuba si alguna vez tomaran el poder?

Entre los firmantes del documento hay unos cuantos vinculados a la violencia contra Cuba, los mismos que viven añorando el regreso a la Cuba de antes de 1959 con su pobreza y su Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC). Esos son los paladines de la democracia, los que cuando gobernaban en la isla no dudaron en reprimir y asesinar a quien fuera un estorbo.

La “oposición” hasta hoy no ha dado muestras de que debamos tomarla en serio, pero cuando convocan a la violencia, quizás sea momento para hacerlo. Porque echar por tierra los sacrificios de un pueblo y ser cómplice del bloqueo que lo agobia es una cosa, pero desestabilizar y alterar la paz nacional, ya son otros cinco pesos. Así que tomemos un minuto y valoremos en serio qué hacer antes que nos roben la paz nacional.

1 junio 2018 30 comentarios 253 vistas
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A ese hombre hay que respetarlo

por Miguel Alejandro Hayes 20 marzo 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Cuando un cubano que vive en Cuba va a buscar un nuevo trabajo en el sector estatal, que es el que ofrece la mayoría de los empleos en nuestra sociedad, tiene que pasar determinados procesos. Dentro de estos, está el de las llamadas verificaciones. ¿Son verdaderos diagnósticos en aras de velar por una correcta contratación o un anacronismo heredado de épocas más dogmáticas?

Si bien es cierto que el proceso no se da en muchas ocasiones de la manera ideal, sí juega un papel importante en la contratación del ciudadano. Durante el proceso, en los CDR se debe buscar información sobre su comportamiento en el  barrio. Si es buen vecino, si hace las guardias, si tiene una actitud político-ideológica correcta, es parte de lo que se averigua. ¿Cuál es el origen de semejante cosa? ¿Por qué se mantiene en nuestra sociedad? ¿Para qué sirve?

Todo empezó en épocas de euforia revolucionaria, -de paranoia e ignorancia diría yo-, donde el que no estaba con el proceso, es decir, el que verbalmente no expresaba su simpatía, era rechazado. Nuestra sociedad en su política, no podía convivir con esas personas. Solo podíamos construir el socialismo, se pensaba, con quienes estuvieran de acuerdo. ¿Es esa una concepción correcta?

No todo el que vive en el capitalismo está perdidamente convencido de que el capitalismo es el último estadio social y el más avanzado. Incluso, muchos extranjeros del capitalismo del primer mundo vienen a decirnos a los cubanos ‘’el paraíso’’ que tenemos, y según ellos es mejor, pero viven en ese capitalismo y regresan a él. El hecho de que vivan ahí, es lo que fortalece al capitalismo, y aunque digan que les gusta Cuba, todo su aporte es este, y solo contribuyen al proceso de construcción socialista con ahorros vacacionales.

Digo esto porque tiene que quedar claro, quién aporta a una sociedad y quién no. Marx afirmó que un sistema se valida cuando las mejores mentes trabajan para él. Eso llevado a un plano más amplio, nos conduce a pensar que se fortalece una sociedad que suma, socializa, logra incorporar individuos, no excluirlos. Al capitalismo en los marcos de estado nación, le importa que produzcan y consuman, solo quien atente contra esto representa un enemigo.

Debemos aprender alguna de esas cosas. No tiene que ser una persona simpatizante de la máxima dirección del país y de las políticas que se llevan a cabo, para que aporte a la sociedad su trabajo. Si lo excluimos, lo estamos privando del derecho laboral, incitando a la tan condenada “disidencia” y la sociedad pierde el aprovechamiento de una capacidad productiva más.

Siempre habrá quien haga uso oportunista del gastado recurso de “la plaza sitiada”, y plantee que posturas como las defendida en este post van contra la tradición revolucionaria. Sin embargo, el más puro pensamiento revolucionario, el de Ernesto Guevara, pudiera responder ante el rechazo y la negación de empleo a quien no apoya al gobierno:

“De tal manera que hay que reconocer la realidad actual, y reconocer que hay una cantidad, una determinada categoría del pueblo de Cuba que no está con la revolución, que no tiene mucha simpatía o que no tiene ninguna simpatía, pero como individuos que venden su trabajo o su fuerza de trabajo durante determinadas horas, que percibe un sueldo, y que si lo dejan tranquilo, con su mujer y sus hijos, su forma de educarlos, él se queda en su casa. A ESE HOMBRE HAY QUE RESPETARLO.” (1 p. 171)

Bibliografía

  1. Borrego, Orlando. El camino del fuego. La Habana : Imagen Contemporánea, 2011.
20 marzo 2018 116 comentarios 307 vistas
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