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Seguridad (1)

Asalto a la seguridad

por José Manuel González Rubines 13 enero 2022
escrito por José Manuel González Rubines

Hace algunas semanas, un ladronzuelo poco talentoso se metió en nuestro patio. Escogió qué llevarse, pero la curiosidad fue más fuerte que su pragmatismo y se asomó a la ventana tras la cual yo estaba sentado. Huyó, lo perseguimos y escapó. Esa madrugada alivió el dolor de su derrota con el éxito en otros patios vecinos. Ninguna de las víctimas formuló denuncia, aunque todos conocíamos su identidad.

«Solo en Tras la huella detienen a los delincuentes. ¡Ah, pero si en lugar de un robo, el “delito” fuera gritar alguna consigna contra el gobierno, ahí sí lo buscan hasta debajo de la tierra!», me dijo alguien con quien comenté el suceso, quizás haciendo gala de un pesimismo exacerbado.

Mientras en el programa referido —cuya última temporada nos ha traído actuaciones pésimas y situaciones inverosímiles—, todos son informantes, y los delincuentes confiesan tras una mirada de los uniformados; en la vida cotidiana se han vuelto peligrosamente frecuentes los asaltos, robos y hechos violentos de mayor calado.

Un texto publicado hace pocos días en Cubadebate, bajo el título «Cibermentiras en motorinas», arroja algo de luz sobre las denuncias de actos delictivos vinculados a esos populares medios de transporte. Según el autor, que cita a «fuentes oficiales» nunca referenciadas —el link remite a una nota del Ministerio del Interior en la que no hay datos concretos—, entre enero y noviembre de 2021 fueron resueltas 281 denuncias de robo de motorinas. Párrafo seguido, asegura que «el país tiene esclarecido el 60% de los hechos violentos con intenciones de apoderarse ilegalmente de motos eléctricas».

A partir de estos números podemos conjeturar la cantidad de denuncias totales relacionadas a robos de ciclomotores eléctricos: 468, más de una por día. Suponiendo que esa cifra se traduzca además en unidades robadas, las autoridades han recuperado y devuelto a sus propietarios el 40% de ellas —186 de esos medios, dice el texto.

De los datos, señalo algo importante: remiten exclusivamente a denuncias formuladas en torno a hechos delictivos con ciclomotores eléctricos, por tanto, constituyen una pequeña parte. ¿Cuántos crímenes de otra índole se cometen anualmente en Cuba? ¿Cuántos se solucionan? ¿Qué condenas reciben sus perpetradores? ¿Qué cantidad de delitos no llegan nunca a una estación de policía? 

Para un brasileño, un mexicano o un ecuatoriano, tales números parecerán irrisorios, comparados con los niveles de violencia habituales en esos y otros países de Latinoamérica. Sin embargo, a los cubanos nos alarma constatar cómo en nuestro entorno la inseguridad ha aumentado en los últimos meses, en proporción directa al agravamiento de la crisis económica —algo que asimismo sucedió en los noventa, durante la primera temporada del Período Especial— y derivada de la incapacidad, desinterés y/o falta de recursos de las autoridades para resolver delitos comunes.

Ejemplo de esto último es el hecho de que en muchos pueblos y barrios cubanos no exista prácticamente presencia policial que custodie las calles. En contraste, otros sitios, considerados políticamente estratégicos, son lugares de reunión permanente de los agentes del orden.

El Parque de la Libertad, en el corazón de Matanzas, es de esos puntos a los que se les tiene especial cariño. Cada noche, cuando las calles de la urbe quedan vacías —más temprano que en otras localidades, no olvidemos que a la bella Atenas de Cuba le apodan también la ciudad dormida—, decenas de policías, militares y agentes de la Seguridad del Estado ocupan ese y otros espacios del centro con fines protectores/disuasorios; mientras locaciones más alejadas, como el Parque René Fraga, son el reino de atracadores y otros delincuentes.

A ello se suma el que nuestra justicia tiende con frecuencia a ser en exceso benévola con los autores de delitos comunes, a quienes, mediante este o aquel vericueto legal, se les rebajan las condenas casi hasta lo risible. Situación que contrasta, por ejemplo, con las exorbitantes sanciones solicitadas para algunos manifestantes del 11 de julio de 2021, superiores en muchos casos a los quince años a los que, en 1953, un tribunal de Santiago de Cuba condenara a Fidel Castro por el asalto al Cuartel Moncada.

Por otro lado, la nota del MININT, y sobre todo el aludido texto de Cubadebate, muestran una tendencia preocupante, tanto o más que la creciente inseguridad: la politización de cualquier denuncia ciudadana y la negativa de su validez, por tratarse, supuestamente, de campañas contra el gobierno (casi siempre usan los términos Revolución o Socialismo) lanzadas desde «sitios cibermercenarios».

El propio Ministerio del Interior reconoce que «en algunos casos, se demuestra que son sucesos ocurridos en años anteriores o noticias falsas», lo que implica que una parte de ellos son ciertos. Las fake news no constituyen un problema que atañe únicamente a Cuba, pero la mejor manera de cortarles el paso es con información suficiente, veraz y transparente, un bien no común por estos lares.

Seguridad (2)

Podemos conjeturar la cantidad de denuncias totales relacionadas a robos de ciclomotores eléctricos: 468, más de una por día. (Foto: Archivo CN360)

Catalogar cualquier noticia como campaña enemiga y falaz —conste que no soy ingenuo: sé que las hay— es, no solo un recurso ideológico gastado ante el cual la mayoría de nosotros pasa página, sino un desconocimiento de las capacidades que adquiere la ciudadanía gracias a las redes sociales y de las funciones del periodismo en la sociedad.

Que las realidades pueden construirse por los medios es algo sabido, pero es imprescindible que tengan su base en la vida de la gente. Un danés no protestará por la carencia de medicamentos o por la suciedad en Copenhague, de la que leyó, si cuando llega a su farmacia puede comprar cuanto necesita y la ciudad se muestra a sus ojos tan limpia y radiante como de costumbre.

Ver enemigos en lugar de un ejercicio de ciudadanía o periodismo —bien o mal intencionado, pero periodismo al fin—, es como lanzarse contra molinos pensando que son gigantes: un acto de locura y, en el caso de un Estado, de soberana torpeza e ineptitud.

La seguridad y la tranquilidad no son recursos de marketing para vender a los turistas, sino preciadas garantías de las que los ciudadanos disfrutamos. La educación y el buen trabajo de las fuerzas del orden —cuya función es velar porque las leyes se cumplan— son los caminos para mantener a raya ese animal que amenaza con desbocarse.

En este largo bregar por aguas turbulentas, con timoneles no siempre diestros, hemos perdido cosas muy valiosas. Ojalá sentirnos seguros en nuestras casas y calles no sea una de ellas.

13 enero 2022 17 comentarios 2k vistas
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Rey del queso (1)

El Rey del queso y los «equívocos lamentables»

por José Manuel González Rubines 7 septiembre 2021
escrito por José Manuel González Rubines

Las modas son fugaces, van y vienen y las mayorías las olvidan al poco tiempo, cegadas por el atractivo de lo cambiante y nuevo. Esa es su esencia: cambiar constantemente de forma tal que cuando empiecen a naturalizarse o a aburrir, ya tengan su adecuado sustituto.

Antes de que en el NTV fuera tendencia hablar de artistas e intelectuales y de los miles de cubanos mercenarios, y de sus chats privados de WhatsApp o Telegram —moda esta que también parece haber pasado—, cada noche esperábamos que de alguna provincia llegara el reporte del Tras la Huella que defenestraba a empresarios ilegales y presuntos delincuentes de diverso tipo —todos del sector privado, nunca del estatal.

Algo de esos episodios ya lejanos ha vuelto a encender el debate público, a menos de quince días de la reunión entre el presidente de la República y los periodistas de medios estatales en la cual la transparencia fue un tema central, debido a un ejercicio de malabarismo periodístico ejecutado por el medio provincial El Artemiseño sobre el caso del llamado rey del queso, Raúl Abreu Gómez. El análisis de lo sucedido nos ofrece valiosísimas claves.

La historia empezó el 10 de julio de 2020, cuando «fuerzas combinadas del Ministerio del Interior con la colaboración de nuestro pueblo» —según reporte del periodista José Luis Guía que ocupó tres minutos del noticiero estelar—, registraron la finca Santa Ana, en el municipio de Caimito, donde detectaron una bien montada fábrica de queso.

Como parte del operativo, al delincuente, cuyo rostro asustado apareció en dos ocasiones, le fueron decomisados «316 litros de leche, dos pesas, cántaras, 140 litros de cloro, moldes, 353 libras de queso, tanques de procedencia industrial de acero níquel, una maquina selladora de nylon, y otros recursos».

Entre los delitos cometidos se encontraba el haber incumplido con la entrega de leche al Estado, algo que ratificó ante cámara Omar León Placeres, subdirector provincial de la Agricultura en Artemisa. También se constató un consumo ilegal de electricidad, por lo que debió pagar la nada despreciable suma de 368 mil 639.60 CUP.

De acuerdo con la 1er teniente Dailyn Valdés Pérez, instructora penal de delitos económicos de la UPIC de la provincia: «el enfrentamiento a hechos de esta naturaleza tiene gran importancia debido a que la afectación va directo al presupuesto del Estado, pero también a la población».

Así terminó la primera parte: a Raúl Abreu Gómez se le volvió la vida un queso —o un yogurt, según el derivado lácteo que se prefiera— por supuesta actividad económica ilícita.

Rey del queso

Raúl Abreu en un fragmento del reportaje aparecido en el NTV donde se reseña el registro a su finca.

El caso resurgió el 31 de agosto, con la publicación en la página ocho de El Artemiseño del reportaje «El sueño de Raúl va a renacer». Allí conocimos que a quien 417 días atrás se había presentado en televisión nacional como un posible delincuente cuya actividad afectaba al pueblo y al presupuesto del Estado, era realmente un ingeniero químico, Máster en Ciencias en Ingeniería en Procesos Biotecnoló­gicos y trabajador durante diez años en el Polo Científico. Para más señas, provenía de una familia de larga estirpe socialista.

También nos enteramos de que «equívocos lamentables llevaron a que las autorida­des policiales del municipio» efectuaran el registro y que en el proceso «sobraron amarguras ante tantos comentarios injustos». Supimos igualmente que, contrario a lo que afirmara el subdirector provincial de la Agricultura en Artemisa y según el propio Raúl, sí cumplía con la entrega de leche al Estado, con treinta mil litros anuales en los últimos tres años.

Finalmente, «en camino a recuperar todos los medios de su propiedad, Raúl se apresta a una suerte de renacer humano y laboral». ¡Felicidad plena! Resuena en los oídos del lector el aria Nessun Dorma de Turadot: «Al amanecer venceré. // ¡Venceré! ¡Venceré!».

Como si no existieran ya suficientes contradicciones entre el reportaje del NTV y el de El Artemiseño, este último publicó, el pasado 4 de septiembre, una nota editorial en respuesta a los comentarios recibidos. En ella se afirma que Raúl Abreu «enfrentó en 2020 un proceso investigativo por actividades económicas ilícitas, al incurrir en conductas que constituían delito» —no tengo idea de dónde quedaron los «equívocos lamentables» y los «comentarios injustos».

Además, con tono quejumbroso, el medio de la occidental provincia denunció que: «Como es común en medio de la guerra mediática que enfrentamos, esas interpretaciones [las realizadas acerca del manejo del caso] fueron manipuladas tendenciosamente por medios y voceros privados al servicio del desmontaje del orden institucional cubano, que presentaron el hecho como una completa injusticia».

Rey del queso (2)

Después de recorrer esta saga, es inevitable tener más preguntas que respuestas. ¿El «reportaje» de El Artemiseño será toda la satisfacción que se ofrecerá a un ciudadano cuya imagen fue seriamente dañada en televisión nacional en un horario estelar? ¿Acaso no corresponde al espacio del NTV publicar un reportaje en el cual, con el mismo entusiasmo con que calificara el hecho un año atrás, aclare los pormenores del proceso del que finalmente parece haber salido ileso Raúl Abreu? ¿No merecen él y su familia otro tipo de reparación por los daños materiales y psicológicos infligidos en más de un año de proceso investigativo después del registro de julio de 2020?

Mirando hacia el otro lado, ¿qué se hará con quienes incurrieron en el delito de difamación —agravado por el hecho de haberlo hecho a través de un medio de difusión masiva—, al mentir sobre este hombre, que pasó de victimario a víctima en unos meses? ¿Cuántos más de los muchos casos de actividad económica ilícita y otros delitos divulgados por aquellos días terminaron siendo «equívocos lamentables»? ¿No tenemos derecho a saber el final de aquellos capítulos que involucraron a personas y familias afectadas en su honor, economía y psiquis?

Respecto a lo sucedido en torno a El Artemiseño y al texto en cuestión, estamos ante un caso agravado de lo que pudiéramos llamar el Síndrome de Esa-no-es-mi-pincha. Suena raro, pero lo denomino así para remitir a uno de los momentos más virales de la reciente reunión de los periodistas con el presidente: aquel en el que Cristina Escobar reclamó que la prensa carga ancestralmente con los errores de instituciones u organismos que le son ajenos.

En este particular, el medio ha ejecutado un acto de malabarismo periodístico en el intento de reivindicar a una persona afectada por el mal proceder del Ministerio del Interior. Aun cuando no lo exonere de responsabilidad por tanta opacidad y contradicciones, actúa como atenuante el hecho de que sean conocidas cuántas influencias y mediaciones extraperiodísticas han intervenido en cada capítulo de la lamentable saga.

Rey del queso (3)

Presupongo la buena intención del periódico. Entiendo su ánimo al no hacer hincapié en detalles del proceso. No obstante, el decir-sin-decir, el contar una historia llena de vacíos, incoherencias y eufemismos, es un ejercicio lamentable que deja más sinsabores que satisfacciones.

Asimismo, salta a la vista que se ha vuelto moda culpar por todo a «la guerra mediática que enfrentamos». El trabajo del periódico ha sido cuestionado sencillamente porque es cuestionable. Aquello que se publica, desde un artículo hasta un like en Facebook, lo es potencialmente y los emisores debemos asumirlo. Nuestros públicos no son lobos de mar en un acuario para aplaudir con sus aletas a la orden del entrenador.

De los diferentes problemas que intervienen en este caso, uno fue corregido: los emprendedores cubanos cuentan — ¡finalmente!— con el marco regulatorio que les permite constituir micros, pequeñas y medianas empresas. El emprendimiento y la eficiencia no deben penalizarse por ningún motivo, todo lo contrario. Hombres como Raúl Abreu tienen el potencial y el conocimiento para dirigir exitosamente procesos productivos, por lo que deberían ser promovidos en el lugar de algunos burócratas que solo conocen de papeles.

Queda aún pendiente lo referido al accionar de los órganos del Interior, cuyo deber es velar por el cumplimiento de la legalidad establecida, pero siempre respetando los derechos y la dignidad de los ciudadanos. También está por nacer un sistema de prensa pública capaz de satisfacer las necesidades de información de la gente, con veracidad, transparencia y profundidad, apegada al servicio a la ciudadanía y no a institución alguna.

Un amigo, al conocer todo esto, me recordaba del refranero popular que rectificar es de sabios. Es cierto, una rectificación, aunque insuficiente, siempre resulta satisfactoria. Sin embargo, un estado y sus instituciones públicas no pueden rectificar constantemente políticas y prácticas erradas, porque tras cada equivocación, arbitrariedad o exceso hay personas y familias que sufren los daños.

Rectificar es de sabios; equivocarse demasiado, de ineptos.

7 septiembre 2021 23 comentarios 3k vistas
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Las dos orillas del periodismo

por Consejo Editorial 21 junio 2013
escrito por Consejo Editorial

 

 

titulo 11212282 Por: Pascual Serrano*

Si a la hora más imprevista llegan a tu casa dos policías encapuchados para detenerte porque eres un fotógrafo de prensa que te dedicas a hacer fotos en las manifestaciones, es que no vives en una democracia. Eso es lo que sucedió el 22 de mayo en Madrid con los periodistas Raúl Capín y Adolfo Luján.

El primero de ellos, colaborador habitual de Mundo Obrero, fue acusado de un delito de atentado contra agentes de la autoridad en las protestas del pasado 23 de febrero y el asedio al congreso del 25 de abril. La acusación contra de Adolfo Luján es de calumnias contra los órganos públicos, en concreto por “divulgar en redes sociales e Internet que los policías de paisano lanzan objetos y provocan actos violentos” para justificar las cargas policiales y detenciones.

Su detención no solo muestra la represión de las autoridades españolas y su desesperación ante la difusión de documentos que muestran la violencia contra manifestantes. Ha servido para dejar en evidencia el papel de los grandes medios de comunicación, esos que tanto esgrimen la libertad de expresión cuando se trata de Venezuela o de Cuba. El primer detalle es que el procedimiento se inicia a partir de la publicación en medios de comunicación de acusaciones contra estos periodistas durante las movilizaciones y protestas contra el gobierno español. Capín apareció señalado en varias ocasiones en informaciones de los diarios ABC, El Mundo y La Razón. El pasado 17 de abril, el primero de ellos publicaba tres imágenes del fotoperiodista con el rostro pixelado en una información titulada “La Policía investiga a radicales que se infiltran en protestas como fotógrafos”1. El texto señalaba que los supuestos “fotoperiodistas infiltrados” “golpean a agentes, los insultan y se enfrentan a los verdaderos fotógrafos”. Días antes, las portadas de El Mundo y La Razón identificaban a Capín en un escrache como manifestante. Sin embargo, un vídeo del colectivo Tomalatele difundido tras la detención mostró cómo un agente le quitaba el brazalete que le identifica como reportero gráfico.

La detención fue clamorosamente ignorada en los medios comerciales. Preguntada desde twitter, la presentadora del programa de LaSexta Más vale tarde que nunca y vicepresidenta de la Federación Española de Asociaciones de Periodistas (FAPE), Mamen Mendizabal, respondió por esa misma vía “íbamos a contarlo cuando ha llegado el atentado de Londres”2. Parece que no se le pudo encontrar espacio en un magazín que dura 120 minutos. La explicación de la periodista al día siguiente fue todavía más surrealista: “ha sido una decisión tomada por lo que nos ha dicho la federación española de periodistas”. No se comprende que esa asociación decida los contenidos de una televisión privada, ni que ella hable de la asociación en tercera persona siendo la vicepresidenta. En cualquier caso, efectivamente, esta federación, cuya línea siempre respondió al establishment de la profesión y al empresariado, no hizo en ningún momento ninguna declaración ni protesta sobre el asunto. Mientras desde los movimientos sociales y el periodismo alternativo se levantaban voces de indignación, la FAPE se dedicaba en esas fechas a emitir una nota de prensa criticando a los grupos políticos que no apoyaban las subvenciones a la prensa3 .

Curiosa fue también la reacción de la estrella periodística Ana Pastor. Tan informada y preocupada ella por los medios ecuatorianos cuando entrevista a Rafael Correa, aparece en twitter preguntando “Alguien me puede informar de cuáles son los cargos contra los fotoperiodistas y cuáles son las pruebas?” Pero qué periodismo es ese en el que la periodista de la CNN sale a la corrala de la red a ver si alguien le cuenta algo. Deberá preguntar a la policía, a la delegación del gobierno, a los abogados de los detenidos… A no ser que sólo quiera dar la apariencia de que se interesa. Apariencia solo, porque ya nunca volvió a hacer referencia a las detenciones.

Mientras tanto, los medios alternativos (Rebelión.org, Diagonal, Mundo Obrero…), medios cooperativos como Eldiario.es y La Marea, el Sindicato de Periodistas4, compañeros de profesión5 y miles de ciudadanos a través de las redes sociales denunciaron el atentado a la libertad de expresión. Lo sucedido con Raúl Capín y Adolfo Luján muestra dos cosas: que la libertad de expresión es una cosa y lo que dicen defender grandes medios y algunas asociaciones de periodistas es otra, y que la aparición de un verdadero periodismo no neutral, que se compromete con las luchas de los ciudadanos y denuncia la represión, preocupa cada vez más a los gobiernos neoliberales.

Publicado en:

http://www.visionesalternativas.com/index.php/component/content/article/99-portada/22441-las-dos-orillas-del-periodismo

* Pascual Serrano es periodista. Autor del libro Contra la neutralidad (Península)

21 junio 2013 67 comentarios 756 vistas
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