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Cultura

Celia Cruz /
Cultura

Celia Cruz, un indiscutible símbolo de cubanía

por Jaime Masó Torres 16 julio 2023
escrito por Jaime Masó Torres

Para tratar de entender los pasos de una artista de talla universal como Celia Cruz (1925-2003), es imprescindible, a 20 años de su fallecimiento, detenerse en ciertos pasajes de la historia cubana ocurridos después de 1959. Me ahorraré los datos biográficos ya conocidos y todo lo que significa en la historia musical de la isla caribeña.

Celia Cruz

El 5 de septiembre de 1961, en la clausura del Congreso Nacional de Alfabetización, realizada en el Teatro Chaplin[1], Fidel Castro da claras señales de las leyes que implementaría el naciente gobierno relacionadas con la salida y regreso a Cuba de varias personas. Con un lenguaje directo, el líder guerrillero utiliza términos como «miserables», «lame botas» y «traidores a la patria» para referirse a aquellos profesionales que decidieron abandonar el país luego del triunfo revolucionario.

Han pasado cinco meses de la invasión por Playa Girón y son evidentes los intentos de Estados Unidos de derrocar al nuevo sistema. La isla empieza a experimentar otro ritmo en todos los órdenes.

Tres meses después de aquel discurso, el Consejo de Ministros aprueba una Ley[2] mediante la cual normaliza la salida de los ciudadanos del país, así como su regreso, y determina la forma en que serán ocupados los bienes, muebles e inmuebles de quienes abandonan la isla.

Suscrita por Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la República de Cuba, las normativas iban dirigidas a aquellas «personas pertenecientes a clases afectadas por las medidas revolucionarias», que con «imperdonable desdén por la patria» dejaban el país, y establecía un término de regreso del cual quedaban excluidos los miembros del cuerpo diplomático, de misiones diplomáticas, económicas y culturales del país.

Celia Cruz está fuera de Cuba cuando se ponen en vigor esta y otras medidas en la Isla, y la toman por sorpresa, como a otros artistas. A partir de ese momento la Guarachera comienza a vivir (y a sufrir) un limbo migratorio, que la obliga a tomar nuevas determinaciones hasta su establecimiento definitivo en tierras estadounidenses.

¿Encontraría Celia en Cuba el mismo clima artístico de siempre? ¿Por ser artista tenía que entender de política y aceptar por obligación el nuevo orden? ¿Merecía por eso, como muestra de castigo, el rechazo y las descalificaciones a las que fue sometida? ¿Dejó Celia de ser cubana? ¿Atentó Celia contra la seguridad nacional de Cuba?

Women's History Month: Celia Cruz, Queen of Salsa | University of Arkansas

Tomado de: University of Arkansas

No encontramos otro ejemplo de artista cubano que en más de cinco décadas haya despertado tantas pasiones encontradas como es el caso de Celia. Por muy increíble que parezca, mencionar su nombre en la Cuba de hoy provoca rechazo en determinados grupos afines a un gobierno que ―ajustándonos a la verdad― apostó por enterrar su leyenda entre los cubanos.

Durante más de cuarenta años, seguidores de La Guarachera de Cuba dentro y fuera del país, han reclamado a las instituciones culturales de la Isla que se reivindique su figura, y se le otorgue el puesto que por derecho propio le pertenece.

No es nada desconocido: Celia Cruz sigue siendo una artista castigada por el silencio oficial, una especie de mal necesario para avivar tensiones y un ejemplo histórico de censura.

Celia Cruz

La popularidad de Celia Cruz

Nótese: antes, durante y después de 1959 Celia está considerada entre las primerísimas figuras del arte nacional cubano. La prensa de la época, especialmente la revista de espectáculos Show, se desborda en elogios ante la intérprete reconociéndola como «la gran vedette cubana», «la fabulosa Celia Cruz», «la mejor voz afro del país» o «mujer sensacional».

Fiel a las normas editoriales de entonces, la mencionada revista recalca en notas y reportajes el dinero que gana Celia en sus presentaciones en el exterior. En el resumen anual de 1959, por ejemplo, la califican como «zafra de dinero y de viajes». Para entonces ya Celia ha cantado en Nueva York, ha recibido homenajes en ciudades como Panamá y Caracas, tiene disco de oro, varias películas filmadas, trofeos y reconocimientos al más alto nivel[3].

Celia Cruz

Por tanto, creer o insinuar que Celia Cruz «se hizo» o «la hicieron» famosa una vez rotas sus relaciones con el poder político cubano; manifestar públicamente que «aprovechó la oportunidad que le ofrecían los mercaderes del mal para despotricar de la Revolución, a cambio de su promoción a gran escala»[4] es, cuando menos, una falta total de respeto y una muestra de ignorancia por parte de quien sostenga disparatada tesis.

Sobre Celia Cruz, dos necesarias opiniones

Rosa Marquetti y Pedro de la Hoz, son dos respetados conocedores de música cubana. Ambos, desde la musicografía y el periodismo, respectivamente, han escrito sobre algunas de las figuras y sucesos más relevantes del panorama sonoro cubano.

Marquetti Torres es autora, entre otros, del libro Celia en Cuba (1925-1962), publicado en 2022, donde se acerca a la formación y consolidación musical de la intérprete. La minuciosa investigación revela datos inéditos y sucesos de la artista muy poco conocidos.

Por su parte, De la Hoz está considerado como uno de los más prestigiosos periodistas contemporáneos, especializado en la promoción y crítica musical. También es autor de varios libros, entre ellos, Como el primer día, donde entrevista a una veintena de relevantes figuras del arte insular.

Resulta importante escuchar estas voces, y aunque difieren es sus puntos de vista, ambos reconocen el legado y la trascendencia de la cantante cubana más conocida internacionalmente.

«Siempre he dicho que las medidas tomadas en los primeros meses del triunfo de la Revolución y que afectaron en gran medida a los artistas y músicos consagrados hicieron imposible que éstos comprendieran el sentido de justicia social que proclamaba esa misma Revolución», sostiene Rosa Marquetti (RM) y acto seguido añade:

«En Celia Cruz actuaron otros hechos que la afectaron muchísimo. Si en algún artista cubano su postura política fue coherente y genuina, fue en Celia: su postura política contraria a la Revolución Cubana y al gobierno de Fidel Castro tuvo como motivación central la actitud hostil hacia ella reflejada en la negativa a concederle el permiso de entrada al país para asistir a los momentos finales y al funeral de su madre Catalina Alfonso “Ollita”, que enfrentaba un cáncer terminal. Este hecho, sumado a la censura decretada posteriormente contra su música y su figura, marcaron para siempre la relación de Celia con el gobierno cubano posterior a 1959», señala.

Evalúa Rosa Marquetti que el racismo, clasismo, la misoginia y la subestimación han caracterizado el tratamiento que algunos políticos, desde La Habana, han dado a la posición frontal de Celia en este sentido, presentándola como una suerte de marioneta manejable.

Celia Cruz, Queen of Salsa ¡Azúcar! | New York Latin Culture

Tomado de: New York Latin Culture

«Quienes trazaron y han alimentado esa “versión oficial” imaginan a una Celia Cruz maleable, influenciable, carente de inteligencia y criterio propios, de información y cultura personal, de personalidad y sagacidad, cuando su propia vida demostró todo lo contrario. Visto en perspectiva, Celia tenía motivos suficientes para declararse contraria al gobierno de Fidel Castro, a quien responsabilizaba de sus dos grandes pesares, de los que nunca logró recuperarse: la imposibilidad de estar junto a su madre en el momento final, y la supresión de su figura no solo de los medios de difusión, sino también de la historia de la música cubana declarada como oficial», asevera.

Para Pedro de la Hoz (PDH) la grandeza artística de Celia Cruz rebasa los tópicos de los posicionamientos políticos.

«Ella es y será por su obra, por su talento, por sí misma, y nadie debe instrumentalizar su legado. Rachmaninov no es mejor ni peor si el que escucha sus conciertos para piano y preludios admire o denigre del poder soviético. Lo mismo sucede con Celia», apunta.

A ambos entrevistados les pregunté: ¿La histórica negativa por parte del poder político de Cuba contra la figura de Celia Cruz ha sido del todo exitosa? ¿Cree en una futura (y posible) rectificación?

Aquí sus respuestas:

PDH:

—No caeré en una trampa retórica. ¿Es posible hablar de «histórica negativa» o de «poder político» en bloque, sin fisuras? Me gustaría hablar de personas concretas y operadores inertes en el caso de Celia, cuyo silencio nunca ha podido ser absoluto. La censura daña y distorsiona, a corto y largo plazo. Pero no impide que las cosas ocupen su lugar. Celia tiene el suyo, su jerarquía es irreductible. 

RM:

—El caso de Celia Cruz demuestra con creces que cuando un artista es genuino y genial, cuando su conexión a nivel popular es fuerte y propicia que el pueblo se reconozca en ese arte, cualquier intento de manipular esa relación espontánea, de mutuo reconocimiento y sustento «artista-público», resulta ineficaz visto desde una perspectiva histórica, cultural y social.

«Puedes silenciarla en los medios masivos de difusión que tú, gobierno, controlas; puedes impedir que sus grabaciones recorran un camino comercial a través de los canales, que tú, gobierno, controlas, pero no puedes impedir que su música sea escuchada, compartida, pasada de mano en mano, disfrutada, bailada, admirada. Mucho menos cuando esa artista lleva su éxito a escala universal y para colmo, se autoasigna la responsabilidad de ser de Cuba, la voz, y de llevar a Cuba con ella a los más recónditos rincones del planeta.

Celia Cruz: quién heredó el patrimonio de La Reina de la Salsa | Celebs | FAMA | MAG.

Tomada de: Mag

«Personalmente, me encantaría que rectificaran, pero no albergo esperanzas, vistos y comprobados tantos episodios recientes de atrincheramiento ideológico irracional, repitiendo el mismo modus operandi una y otra vez a lo largo de varias décadas. Pienso también en la incapacidad de algunos decisores para apartarse de ciertos condicionamientos racistas y clasistas que me hacen pensar, que no le perdonan a la negrita nacida en un solar de Santos Suárez, no solo haber tenido libre albedrío para elegir y decidir, sino también haber llegado a ser quien es y ser la cubana más universalmente conocida y reconocida».

20 años sin Celia

El 14 de diciembre de 2003 falleció el guitarrista, cantante y compositor Compay Segundo. El periódico Granma, en su edición del martes 15 de julio, lo califica con toda justeza como «la voz del son trovadoresco», e informa que el Comandante en Jefe envió una ofrenda floral como homenaje al legendario músico.

El 16 de julio muere Celia Cruz. En La Habana se ha celebrado el pleno extraordinario del Comité Central del Partido donde es propuesto el compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez a miembro del Buró Político «por su tenacidad y sistematicidad en el trabajo, el espíritu autocrítico y su constante vinculación con el pueblo».

Para el día 17 y en sorprendente gesto, el órgano del Comité Central del Partido anuncia la muerte de La Guarachera de Cuba. Quien en los primeros años de la Revolución acaparaba grandes titulares en periódicos y revistas cubanas, la artista latina que difundió como pocos la música cubana a escala mundial, recibiría en pago el siguiente obituario:

Celia Cruz

[1]http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-la-clausura-del-congreso-nacional-de-alfabetizacion-en-el-teatro Consultado el 13 de julio de 2023.

[2] Periódico “Revolución”, miércoles 6 de diciembre de 1961, p.2.

[3] Para conocer más sobre la impresionante carrera de Celia Cruz en la isla, sugerimos leer “Celia en Cuba (1925-1962)” de Rosa Marquetti Torres. Desmemoriados, 2022. Disponible en Amazon.

[4] “Celia Cruz otra vez o da capo para un debate anunciado”, por Oni Acosta en La Jiribilla. Publicado el 10 de septiembre de 2020. Visto en: http://www.lajiribilla.cu/celia-cruz-otra-vez-o-da-capo-para-un-debate-anunciado/

16 julio 2023 6 comentarios
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cultos
Ciudadanía

Ser cultos es el único modo de ser libres

por Esther Suárez Durán 29 diciembre 2020
escrito por Esther Suárez Durán

Creo oportuno hacer de inmediato dos aclaraciones: la primera, esta réplica no ha podido aparecer donde debería, en este caso, en el sitio web Cubaescena –Portal de las Artes Escénicas cubanas– que publicó el artículo al cual he de referirme a continuación. Dicho sitio no me permite ejercer allí mi derecho a réplica. Agradezco a La Joven Cuba (LJC) su respetuosa y fraterna acogida.

La segunda: me gustaría presentar ante quienes no la conozcan a la colega Roxana Pineda, autora del texto que motiva esta réplica. Es graduada de la especialidad de Teatrología por la Facultad de Arte Teatral del Instituto Superior de Arte (ISA).

Hace varias décadas añadió a este camino, la actuación y la dirección teatral y es, además, Directora General de su agrupación artística radicada en la ciudad de Santa Clara.

El texto de su autoría, al cual por fuerza me referiré, se titula «Querida Esther», y el mío, el cual toma Roxana para desarrollar su diatriba, fue publicado en este sitio, en la tarde del día 15 del mes en curso bajo el título «La envergadura de este otro 27 de noviembre».

La envergadura de este otro 27 de noviembre

Aunque el texto de Roxana aparece con fecha de publicación 17 de diciembre en Cubaescena, lo encontré, navegando por el sitio, el pasado día 22. Nadie me había hablado del mismo y hasta el momento en que lo leí, no contaba con comentario alguno.

Me encuentro entre los que piensan que cada quien tiene el derecho a formarse una opinión y a expresarla. A «derecho» me gustaría incluso añadir el término «deber». Es decir, el derecho y el deber de hacer partícipe de su opinión a los demás.  Por lo tanto, dejo así establecido que la colega Roxana es dueña de pensar lo que le parezca, pero a la hora de suponer el pensamiento del otro sí entiendo que está en la obligación y necesidad de argumentar su conclusión.

Para quien me está leyendo ahora y no conoce el texto producido por Roxana solo expresaré que sus dos primeros párrafos están dedicados a evocar brevemente sus tiempos de estudiante en el ISA y a elogiar mi desempeño allí como joven docente, entre otros miembros del claustro. En efecto, en ese entonces yo era Profesora Adjunta de dicha institución a la par que trabajaba como especialista en la Dirección de Teatro y Danza del Ministerio de Cultura.

En el párrafo tercero de su escrito el tono cambia. Comienza a aludir al artículo de mi autoría que apenas dos días antes LJC había publicado, aunque sin hacer mención explícita al mismo. Plantea sus acuerdos y sus disonancias y, mientras leo, el asunto cobra mayor interés para mí dado que soy de las personas que gusta de las opiniones adversas siempre que estas se hallen fundamentadas.

Dichas opiniones me enriquecen, me brindan nuevas perspectivas, retan mi pensamiento e imaginación, pero sucede que, en este punto, Roxana pone en mis declaraciones intenciones ajenas a mis valores y principios.  

Comienza a emplear una dinámica retórica muy antigua y peligrosa –por su aparente ambigüedad– para quien se escoja como rival. Expresa desde afirmaciones que enuncia como propias, aquello negativo que está, según ella, manifestado en lo ajeno, que sería, en este caso, mi discurso.

Se mueve de este modo en el párrafo tercero, también en el quinto hasta que ya en el sexto se dirige abiertamente a mí y me interpela y mezcla a los actores de los sucesos de San Isidro con los otros grupos de jóvenes y personas de mayor edad que acudieron a SU Ministerio –el de Cultura– el pasado 27 de noviembre.

Solo debo ratificar –porque pienso que ha sido expresado con nitidez– que:

    1. Nada tengo que ver con la idea de «plantar» –cito a Roxana en su párrafo tercero– «una guerra abierta a las instituciones de la cultura cubana». Eso sí, como miles de cubanos de buena voluntad, creo firmemente en la necesidad de hacer más eficiente la institucionalidad con que hasta la fecha contamos, toda vez que es tarea de primer orden la calidad del ejercicio institucional, sin desconocer que otras formas asociativas habrán de emerger para colaborar a responder las demandas acumuladas y crecientes de la sociedad.

Con relación al comportamiento del Ministerio ante la presencia de quienes voluntariamente acudieron el día 27 a sus puertas, pienso que ese era un escenario que la institución no había modelado y, tal como expresé en mi anterior artículo, hubo dilación en la respuesta. No son especulaciones de mi parte –véase el párrafo siete de su texto–, son hechos comprobados.

    1. Resulta obvio cuáles son los sujetos y los temas de mi artículo «La envergadura de este otro 27 de noviembre».

El texto que me corresponde tiene por sujeto a los jóvenes, artistas o vinculados con el arte; y a algunos colegas de mayor edad, de profesiones relacionadas con el arte que les acompañaron: varios de ellos, sus familiares; varios de ellos, sus amigos; varios de ellos, sus maestros. No muevo mi lente de la imagen precisa que he decidido enfocar para realizar mejor el análisis pertinente.

Algunos han escrito de otras zonas y de otros sujetos de esos días. Si Roxana quiere escribir su artículo, decir sus opiniones, que lo haga. Le asiste –en mi consideración– todo el derecho, pero le ruego que para ello no pretenda usarme, tergiversando la intención de mis palabras. Grandes riesgos encierra confundir la decencia y el decoro con otros rasgos que todo el que me conoce sabe que no me van. Podría hablar de una temprana –7 años de edad– visible y sostenida trayectoria política o de una obra artística y al servicio del arte curiosamente muy diversa, donde historiadores y críticos serios encuentran hitos y, lo más importante. Ha sido también mi obra inseparable de los mejores valores humanos y alimentada y alimentando la cultura propia, solo que la moda es el autobombo y el alimento del ego y yo tengo una seria dificultad para seguir las modas.

De todas formas insisto, leo y vuelvo a leer tratando de hallar en las palabras de Roxana ecos de las mías que hayan provocado lo que allí escribe en sus párrafos sexto y séptimo. Hablo en específico de que los actores del hecho de este noviembre de 2020 hayan buscado o establecido alguna relación con el significado que tiene para todos nosotros aquel 27 de 1871. Regreso a algunos participantes, a otras personas al tanto, pero sucede que la cronología de los acontecimientos siguió otra lógica, atendió a otros motivos y de resultas la fecha del 27 –viernes, por cierto– es una real coincidencia.

Lo que tiene que quedar claro en todo esto, pienso yo, es que los sujetos sobre los cuales me centro –y no lo hago por gusto, pues los escojo para conseguir el mejor análisis de la situación–, los jóvenes que acuden a la más alta institución cultural del país, necesitan que se detenga la espiral de la cultura de la fuerza; que cualquier tipo de expresión de violencia simbólica y real ceda paso absoluto a la cultura del diálogo, y la justicia y la legalidad que rigen en nuestra nación.

Si no somos capaces de entender esto, nos estamos perdiendo el valor esencial del gesto y el llamado particular que hace esta generación, con la compañía de representantes de otras generaciones. No culpo a Roxana. En efecto, como casi todo fenómeno o proceso de valor, este se muestra difícil de leer, sobre todo si insistimos en imponerle visiones o concepciones ajenas, por ser las nuestras desde antes y hasta ahora, porque miramos desde afuera, y porque tenemos que leer con inmediatez esto nuevo que sucede. También, porque los nuevos cubanos, nuestros hijos y nietos, nos están retando a hacer política a la altura de la Cuba y el mundo de este siglo; a hacer política de socialismo cubano con Martí y Fidel a la cabeza, entre otros egregios nombres. A hacer política con todos, compañeros, con todos para buscar el bien de todos.

    1. Los diálogos son valiosos porque sin ellos se lastima el tejido político, no existe modo de producir los consensos, ni de crecer y crear. Cuando no se producen, su lugar lo ocupan la hostilidad, el enquistamiento, y, eventualmente, la guerra. Ese es el valor supremo de una postura dialogante, más allá de su sensatez, de su riqueza. Cuba, que es decir en este caso su Gobierno y Partido, ha sabido abrir, mantener y favorecer diálogos en muy disímiles y difíciles condiciones a nivel de política internacional y de relaciones económicas con otras zonas e instituciones en el mundo.

Lo escribí en el artículo que Roxana mal emplea y lo ratifico: hablé de un diálogo condicionado, pero ¿lo referí como un elogio o es que ya Roxana no puede leer el español claro y directo, sin eufemismos ni vericuetos? Dije, y me cito: «a partir del comunicado del Ministerio de Cultura suspendiendo el diálogo al cual se le habían puesto condiciones». Entonces, confieso que me gustaría entender de qué habla Roxana al respecto en su párrafo séptimo.

    1. En los párrafos que siguen en su texto –octavo, noveno y décimo– mi colega se centra en ella misma –lo ha hecho parcialmente antes, sobre todo en el párrafo cuarto, aunque sin dejar de aludirme, puesto que es este un texto dirigido a mí–, y completa lo que sería toda una declaración de principios.
    2. En fin, si mi colega deseaba o necesitaba hacer una declaración tal, no creo preciso haberme mezclado en ello, puesto que nada de lo que dice guarda relación crítica con el artículo a mi firma que ya he referido.
    3. Lamento que haya empleado un recurso infortunado: me refiero al título de «Querida Esther» y a los primeros párrafos donde elogia mi ejercicio docente en el ISA y todo pretende disfrazarse de algo dicho desde una posición de respeto, hasta que la pluma toma confianza y, en buen cubano diríamos «coge vapor». Ya a la altura del párrafo seis la postura es, para decirlo con fineza, a lo menos desafiante.

Semejante argucia solo se vuelve contra quien la usa, en el ámbito de sus lectores, y contra el órgano que se presta a tal cosa, mientras la institución que él representa blasona –por cierto, desde la misma página y en la misma fecha– la necesidad de reconocer las jerarquías artísticas e intelectuales. El mismo órgano que, al solicitarle yo a su webmaster el derecho de réplica en su espacio, me ha respondido, en correo electrónico del propio día 22 a las 16:45: «Pensamos que lo puedes hacer en la misma publicación donde salió el texto que dio origen a la respuesta de Roxana Pineda. Saludos».

Como muestra de los tiempos interesantes que vivimos –para los cientistas sociales y los artistas, escenarios de privilegio–, período este en que se yuxtaponen cambios generacionales, culturales, sociales en el tejido de la nación que, a su vez, necesitan de formas de pensar y hacer la política; hace apenas unos días se realizó en el Instituto de Investigación Cultural «Juan Marinello» –por cierto, una de nuestras instituciones– un taller sobre la democracia. El salón estaba colmado de jóvenes.

Cada vez advienen estaciones mejores. El derecho a réplica es un derecho ciudadano, me corresponde hacer uso de él en el mismo espacio que ha dado lugar a la necesidad de la misma para que sus lectores tengan la ocasión de confrontar las diversas versiones. Eso también es cultura. Y en efecto, hay que ser cultos para ser libres.

29 diciembre 2020 31 comentarios
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facundo
Cultura

La condena de Facundo

por Giordan Rodríguez Milanés 6 enero 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Aquel personaje de Claro, del segmento “Dale Taller” del programa Deja que yo te cuente, había desaparecido aún antes de su creación. El juicio comenzó cuando quedó inconclusa aquella polémica en el periódico Hoy entre Alfredo Guevara y Blas Roca. La argumentación de su sentencia las entresacan quirúrgicamente de las palabras de Fidel Castro a los intelectuales, convertidas en anatema por los extremistas y reduccionistas de siempre: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”.

¿Estaba Andy Vázquez poniendo a Facundo contra la Revolución cuando hizo el video cuyo referido fueron los sucesos de Cuatro Caminos? ¿O estaban poniendo en riesgo a la Revolución aquellos que organizaron mal todo aquel asunto de la inauguración del famoso mercado, o aquellos que debían evitar que el enemigo –ellos mencionaron al enemigo—, malograra la tan, pero tan publicitada inauguración?

Esas son las preguntas que nos tenemos que responder los cubanos del 2020, para entender no solo lo sucedido a Andy Vázquez, sino también a Yasel Porto hace unos meses; al personaje de Claro, hace unos años: a Enrique Arredondo con aquella morcilla en Alegrías de Sobremesa, que castigaba a un niño a una semana de muñequitos rusos.

Georgina Mendoza Cedeño era una radialista manzanillera con más de cuarenta años de experiencia. Durante ese tiempo había formado generaciones de realizadores desde su círculo de interés de locución infantil; multipremiada en festivales nacionales de la radio; fundadora de la Brigada Hermanos Saíz y la UNEAC; directora de programas y locutora de radio con evaluación de primer nivel; había sido jefa de programación y directora de Radio Granma con magníficos resultados durante su gestión. Justo cuando su programa Para ti, mujer tenía el mayor índice de audiencia de la radio en la provincia de Granma, Georgina recibió en su casa al esposo de su hija, residente en Chicago, y a otro cubano residente en Estados Unidos de quien se enamoró. El Partido municipal de Manzanillo no podía soportar aquello, y presionó a Pedro Espronceda Figueredo –compañero de filas y de la emisora de toda la vida de Georgina—, para que no solo le quitara la dirección de aquel popular programa, sino además la jubilara “forzosamente”.  Varios meses estuvo Georgina en su casa sin cobrar un centavo, sin dejarla ni siquiera pisar los estudios de la emisora a la que le había dado prácticamente toda su vida, hasta que le llegó la chequera. Nunca el ICRT le dio una respuesta a la UNEAC. Se limitaron a entregarle una distinción, dos años después, en la gala por el 80 aniversario de la radio manzanillera, que este servidor tuvo el privilegio de escribir y dirigir.

¿Qué sustento legal tuvo la jubilación forzosa de Georgina Mendoza?

Ninguno.

¿Qué sustento legal tiene el “descanso” que le han dado al personaje de Facundo Correcto, según las palabras del director de Cubavisión?

Ninguno.

Para los chicos del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC, que en definitiva son los que dirigen la radio y la televisión en Cuba, sin embargo, ambos casos, y todos los anteriores, tienen un sustento ideopolítico que no pueden permitirse cuestionar más allá de determinados límites: el mito del cuadro infalible forjado por la Revolución. Con el tiempo y el peso determinante del decurso histórico, han tenido que aceptar que un cuadro o dirigente puede equivocarse, corromperse e incluso, traicionar, pero solo como individualidad.

El problema de Facundo es que, más allá de una relación generalizadora con la realidad, la concretó con los acontecimientos de Cuatro Caminos. El problema de Andy Vázquez es el mismo de Georgina Mendoza: entender que todos somos cubanos vivamos donde vivamos, y que lo mismo puede actuar para –o enamorarse de, como Georigina—  los “cubanos de Miami (…) también a los asilos de ancianos de Cuba. (…) a Canadá, y también a las escuelas primarias de Cuba donde los niños se vuelven locos de contentos. (…) A Punta Cana, y lo llevo a los hospitales el Día del Médico”, según ha declarado en Facebook Luis Silva, lo cual es extensivo a Andy Vázquez y Facundo. Ese albedrío inherente a la condición humana, y el arte, los chicos del Departamento Ideológico y los directivos del ICRT, no lo pueden entender ni mucho menos, aceptar. Es por ello que Enrique Ubieta, por ejemplo, le comenta en Facebook a Luis Toledo Sande, según Arturo Chang: “en realidad se le rescindió el contrato, no fue sancionado (no es lo mismo), ni expulsado de la TV y no por su más reciente video miamense que a lo largo del tiempo ha realizado utilizando un personaje e incluso el nombre de Vivir del Cuento, todo sin autorización de la TV cubana”.

Más allá de que el comentario de Ubieta contradice el del director de Cubavisión que plantea que al personaje de Facundo “solo se le ha dado un descanso”, o sea: tampoco habla de rescindir contrato. Es un hecho que la Televisión Cubana no tiene derechos exclusivos sobre Vivir del Cuento, y no parece haber ninguna cláusula de exclusividad de ninguno de los personajes a favor de la Televisión Cubana. De tal modo, no hay ningún sustento legal para rescindir o “poner a descansar”. Tampoco es, como se ha visto, que el sustento legal le interese mucho a los que castigaron a Enrique Arredondo; desaparecieron a Claro o jubilaron forzosamente a Georgina Mendoza. Ya lo dijo quien lo dijo: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”. Y para los censores el albedrío del artista, evidentemente, está contra la Revolución.

6 enero 2020 42 comentarios
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Navidad
Ciudadanía

Navidad a la cubana

por Consejo Editorial 25 diciembre 2019
escrito por Consejo Editorial

En el año 335 el papa Julio I sugirió que el nacimiento de Jesús fuera celebrado ese día, nadie tenía idea de la fecha real. Desde entonces más de 2 billones de personas en más de 160 países celebran la Navidad. Los cubanos, creyentes o no, también tienen razones para celebrar.

Para empezar, en esta fecha de 1725  nació Esteban Salas, sacerdote y compositor de música religiosa. Según Alejo Carpentier, Salas es el compositor cubano de música clásica más antiguo del que se hayan rescatado obras. Si necesitamos otra razón para celebrar el día, en 1926 nació Enrique Jorrín, el creador del chachachá. Casi podríamos decir que La Engañadora es una canción de Navidad.

Si esto no le convence de celebrar este día, porque no es usted una persona religiosa y no piensa gastar en regalos por una festividad impulsada por tiendas de países desarrollados, páselo con su familia. El regalo de Juan Pablo II a todos los cubanos en 1998 fue  el 25 de diciembre como día feriado… y después de un año de coyuntura, bien que lo merecemos. Feliz Navidad o 25 de Diciembre, como quieran llamarle, pero páselo bien con los suyos. Ya nos veremos con nuevos textos y nuevos autores en el 2020.

25 diciembre 2019 5 comentarios
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escoger
Ciudadanía

Normalmente no podemos escoger a nuestros enemigos

por Giordan Rodríguez Milanés 9 julio 2019
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Carlos Manuel de Céspedes intentó que algún gobierno de los Estados Unidos apoyara a Cuba en su lucha contra el colonialismo español. Presionado por algunos camagüeyanos anexionistas, llegó a comisionar a un hombre de su confianza para que explorara la posibilidad de que la Unión reconociera la causa cubana e, incluso, llegara a considerarla un estado de la Unión —aunque no lo fuera— como un mecanismo expedito para derrotar la metrópoli española. Algunos contemporáneos alertaron a Céspedes acerca de las implicaciones que tal maniobra tendría para la incipiente nacionalidad cubana a lo que el Padre de la Patria respondió:

“Una vez idos los españoles, expulsamos a los otros”.

Pero los estadounidenses tenían otros planes. No les interesaba guerrear con España sino esperar que Cuba cayera por su propio peso de fruta madura. No tardó Céspedes en percatarse de los verdaderos intereses del vecino. Aquello que Céspedes concluyó como resultado de su propia ingenuidad política, Ernesto Guevara lo definió con su: “Al imperialismo, ni un tantico así”.

La historia demuestra que solo los agresores pueden escoger a sus enemigos. Los que se defienden, jamás. Lo mismo que los amerindios no tuvieron alternativas ante la llegada de los conquistadores europeos, que a los africanos les fue impuesta la barbarie de la esclavitud, los gobiernos de los Estados Unidos le han impuesto a este país una confrontación ya histórica: bloqueo o embargo –como quieran llamarle—, atentados terroristas, persecución financiera, son hechos irrefutables que sólo se niegan a aceptar las mentes calenturientas de odio o congeladas por la ignorancia o derramadas sobre las conveniencias espurias.

El abusador necesita de la cooperación del abusado para consumar su obra de maltrechos. Hernán Cortés aprovechó las diferencias entre los aztecas y las tribus sometidas por, o contrarias a estos, para derrotar a Moctezuma. Los españoles por si solos jamás lo hubieran hecho.

Los negreros europeos usaron a los africanos de tribus rivales para cazar esclavos y alentaban las diferencias étnicas y culturales en las dotaciones para mantenerlos bajo control. Los nazis aprovechaban las diferencias ideopolíticas y antropológicas en los campos de concentración, para mantener bajo control a la población recluida.

Cuando un oprimido mordisquea la zanahoria que le brinda su opresor, y cree que con ello obtendrá las ventajas necesarias para saciar su hambre antes y mejor que sus semejantes, ese oprimido se convierte en aliado de su propio dueño. Tal es el falso ímpetu de algunos compatriotas, como el del burrito que avanza hacia la golosina que le pone al alcance su propia carga, y nunca la obtiene.

No hay que ser ni medianamente racional para darnos cuenta de que, cada error cometido por determinada estructura gubernamental o política cubana, fortalece el afán depredador de los más acérrimos e inescrupulosos adversarios de la Revolución Cubana. La pregunta es:

¿Por qué se siguen cometiendo estos errores?

El decreto 370, promulgado la semana anterior, vuelve a mostrarnos letra jurídica ambigua y oscura en el inciso que obliga a personalidades jurídicas y naturales a hospedar sus sitios webs en proveedores nacionales. Enseguida hay una reacción de los que vimos ahí una limitación al derecho que cada cual tiene de difundir información personal no lesiva para los demás, del modo y con los soportes que estime más convenientes.

Entonces acelera la maquinaria descalificadora de todo lo proveniente de Cuba. Produce en toda su gama que va, desde el choteo más contumaz, hasta los análisis en medios y redes de “expertos” y cubanólogos de la carreta. El dislate concreto sirve de referido en aras de alcanzar la zanahoria, y el burrito avanza con su triste rol de sicario virtual sobre su lomo.

Tiene la Patria de Martí un enemigo histórico que no escogió, y que no podemos soslayar. Y tenemos fabricantes de zanahorias y golosinas que, acaso sin saberlo, cooperan con el abusador, alimentan al oprimido vuelto instrumento del opresor. Hay que superar de una vez ese síndrome de la jutía y el avestruz manifiesto cada vez que un organismo –como el MICON, en este caso—, ostenta superficialidad, poco análisis de las consecuencias y falta de seriedad, al pasarse meses trabajando en la promulgación de un decreto para tener que rectificarlo al otro día en Twitter. Hay que pasar, de equivocados y reactivos, a certeros y proactivos, sobre todo, cuando esas equivocaciones son perfectamente evitables con un poco de cuidado, cultura del detalle y oído a la participación popular.

Ha de llegar el día en que aquel que calafeteó mal la trinchera, responda públicamente por su desidia o negligencia. El día en que sepamos, con nombre y apellidos, quién fue el que trajo la barredora de nieve, escribió una norma jurídica ambigua, desbarató un restaurante estatal en perfecto estado para reconstruirlo a un costo millonario… Ese día estaremos siendo como proyecto social menos vulnerable a la descalificación y las sistemáticas distorsiones de nuestra realidad porque, si bien uno no puede escoger al enemigo que lo agrede, sí puede evitar defenderse atado de manos y pies por la estupidez de los propios, aprovechada por quienes, nacidos cubanos, ponen sus ambiciones por encima de la Patria, y se convierten en los patéticos peones del enemigo.

9 julio 2019 28 comentarios
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2018Historia

La tuya, guárdatela

por Consejo Editorial 26 febrero 2018
escrito por Consejo Editorial

El uso de la palabra “burguesa” con fines sectarios es uno de los lastres que arrastra cierta academia norteamericana. Pero tiene una dimensión todavía más perniciosa: el ahistoricismo. Llevado al terreno de la cultura cubana, ello da pábulo a la idea de que los hombres que auspiciaron/hicieron la independencia eran burgueses, blancos, machistas y paternalistas. No se trata, simplemente, de mencionar un hecho, por lo demás con bastante más determinaciones internas de las que suponen, sino de una crítica de una ceguera descomunal.

Desconocer que, al margen de cualquier limitación que  les veamos, con todo lo que ha llovido desde la segunda mitad del siglo xviii a hoy, sus protagonistas y portavoces nos legaron una cultura y una nación forjadas al cabo de dos guerras de independencia y de un intento fallido por lograrla. La primera frustrada por contradicciones internas en el campo insurrecto; y la segunda por una intervención militar a partir de esos “lazos de singular intimidad” delineados antes y después de que el presidente McKinley pronunciara su mensaje sobre el estado de la Unión (1899).

Sin embargo, este último elemento suele difuminarse en ciertos textos/discursos académicos, siendo –como lo es– una de las fuerzas que componen y profundizan la conciencia nacional a partir de las sucesivas frustraciones del ideal independentista, la enajenación del patrimonio propio durante la era republicana y las políticas implementadas por los poderes establecidos al otro lado del Estrecho.

Lo cierto es que al lanzar la pedrada contra una potencia colonial, todos esos personajes burgueses, blancos, machistas y paternalistas, que no operaron en el vacío, sino en un contexto histórico-cultural especifico, nos legaron la idea de una Cuba libre. Considerar entonces al nacionalismo cubano –ya desde aquel principio– como una fuerza opresiva no constituye sino una expresión de liviandad.

Resultado de la imposición de un marco teórico previo que, al final del día, termina reproduciendo a su manera el clásico etnocentrismo y funcionando como un dogma: ni escucha, ni dialoga, ni en última instancia conoce o se abre para conocer. Con demasiada facilidad los constructos sobre los que se sustentan sus actores –y también sus alumnos, muy bien entrenados para internalizarlos– desdibujan las fronteras entre ciencias sociales e ideología, dos dominios con áreas de tangencia, pero de naturaleza distinta.

Una de las expresiones de este fenómeno consiste en la renuencia a aceptar cualquier factualidad si contraviene de alguna manera lo que dictaminan sus espejuelos, muchas veces conformados por enfoques “liberadores”, pero que reproducen problemas y perspectivas válidos en otros contextos que se tratan de imponer tabula rasa allí donde no necesariamente caben. Al chocar con el proceso de construcción y desarrollo de la nación cubana, hacen eso que los psicólogos llaman una proyección, movida que supone aceptar a priori artefactos no avalados por la evidencia.

Aparecen entonces incorporadas a su discurso ciertas verdades incontestables. Una de ellas, por ejemplo, consiste en decir que en Cuba se prioriza la figura de Antonio Maceo como militar desconociendo o dejando a un lado su pensamiento. Esto, para apuntalar la idea de que todavía acciona el racismo heredado de la Colonia, magnificado por la República y continuado, a pesar de todo, después de 1959. Una verdad de Perogrullo. Sin embargo, no importa que se les diga que hasta el propio periódico Granma enfatice que el General “tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo”, tras la conocida sentencia de José Martí.

De manera similar, por ese camino puede llegarse a la idea de que hoy se coloca en un bajo perfil a Nicolás Guillén por su condición racial, olvidando entre otras cosas que su estatus de Poeta Nacional lo obtuvo justamente después de la Revolución.

Desde luego, sigue habiendo sitio para abundantes ideas no sometidas a comprobación previa, pero repetidas y recicladas en clases y actividades docentes. Recuerdo ahora mismo tres: la primera, a diferencia de lo que sostienen ciertos estudios, la palabra “pachanga” no designa ningún movimiento de resistencia racial underground de los tempranos años sesenta, sino una mezcla de son montuno y merengue de la Orquesta Sublime, muy popular en la Cuba de 1959 en los Jardines de La Tropical. Denota fiesta, bulla, alegría, entusiasmo, lo cual dio pie para que Ernesto Che Guevara hablara de un “socialismo con pachanga” y Gabriel García Márquez de “una pachanga fenomenal”.

La segunda: las subidas al Pico Turquino no tenían como propósito “purificar a los jóvenes de su pasado burgués”, sino eran símbolo y homenaje a la Generación del Centenario, que no por gusto colocó un busto de bronce de José Martí en el punto más alto de la geografía nacional en 1953. La tercera: la “Balada de los dos abuelos”, del propio Guillén, no constituye “una apología que oculta a todas las mujeres negras violadas por sus amos blancos”, sino un discurso poético sobre dos componentes centrales de la identidad cubana.

El problema consiste en que cuando llega la hora de posesionarse frente a esas formulaciones, los exponentes de ese discurso echan a volar con bastante facilidad epítetos de “esencialismo”, es decir, acusan a los cubanos de algo que nadie con dos dedos de frente validaría: que somos son los únicos capacitados para entender Cuba y su cultura. Y, por tanto, nos inculpan de erigirnos en monopolizadores de una verdad con mayúsculas.

Pero el solo hecho de afirmarlo supone desconocer los aportes de otro tipo de academia al conocimiento sobre Cuba en los Estados Unidos. Y, sobre todo, perder de vista un punto central: se trata, en esos casos, de estudios serios, razonados, concienzudos, documentados y persuasivos en su argumentación, no de ideologemas que se quieren imponer como un cartabón a la realidad monda y lironda.

Hay viajeros, cualquiera sea su signo, que llegan a la Isla a comprobar lo que ya saben de antemano, y a hacer si viene al caso su propio touchdown a la hora de relacionarse con el Otro. En esos casos, que por fortuna no son todos, valdría la pena acudir a lo que escribió alguna vez Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.

26 febrero 2018 20 comentarios
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2018

Las celebridades tontas

por Consejo Editorial 21 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Los cubanos nos educamos con influencias de muchos lugares del mundo, la mayoría de países occidentales. Pero algunas de las celebridades que llegan a nuestro país e influyen en nuestra cultura, son francamente estúpidas. Aquí un pequeño resumen de frases célebres de famosos, como para escoger nuestros paradigmas un poco más cerca de casa:

Britney Spears: “Realmente nunca he querido ir a Japón. Simplemente porque no me gusta comer pescado. Y sé que eso es muy popular en África…”

David Beckham: “Definitivamente quiero que mi hija sea cristianizada, pero todavía no sé en qué religión…”


Justin Bieber: “No entiendo los partidos políticos pero lo que sea que tienen en Korea, es malo…”

Arnold Schwarzenegger: “No entiendo como pueden llamarme anti-latino cuando he hecho cuatro películas en México…”

Cristina Aguilera: “¿Entonces dónde van a celebrar el Festival de Cannes este año?”

Donald Trump: “tengo todas las mejores palabras…” “Tengo buenas relaciones con los negros. Siempre he tenido una gran relación con los negros…”

21 enero 2018 10 comentarios
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2017Política

Los detractores correctos

por Consejo Editorial 4 julio 2017
escrito por Consejo Editorial

Tomar partido en Cuba tiene un precio. La moda es evitar la política, hacer relaciones públicas en ambas orillas y esquivar definiciones. Romper esa norma implica un castigo, ya sea improvisando una respuesta a Luis Alberto García o criticando a Buena Fe. Cualquier apoyo al socialismo debe pagarse y el escarmiento debe ser público. Existe una industria atenta a desmontar los símbolos que surjan en esta orilla, a replicar los argumentos del lado de acá, que funciona con sistematicidad sospechosa. Hoy leo una crítica a Buena Fe y veo que el asunto no es ellos ni sus canciones, detrás hay más política que arte.

Hay que tener buena memoria. Recordar grupos evitando cantar en la Tribuna Antimperialista para no buscarse problemas con los vecinos al otro lado de las banderas, y Buena Fe tocando ahí. Recordar los conciertos suspendidos por defender sus ideas fuera, que hasta Posada Carriles fue a una manifestación en su contra en Miami, y ese mismo día empezaron tocando “Cuba va”. Solo la memoria ayuda a entender la necesidad de castigar esos pecados, nunca la cultura marginal que se extiende en el país, eso es parte del plan.

Leyendo a sus últimos detractores reconozco emisarios de una tendencia pasivo-agresiva que teme definirse, se siente más cómoda entre el sarcasmo y la ironía, prefiere regodearse en la escritura que meditar en el resultado de ella. Más que crítica de arte u opinión modesta, parecen líneas de fanáticos de sí mismos. Escribiendo desde lejos, aunque estén cerca, son los paladines del desarraigo. Cada día vemos un episodio nuevo de esta vieja guerra cultural, tan vieja que a veces se olvida que es guerra. Entonces dan ganas de abrazar a Israel o Luis Alberto, por tener los detractores correctos.

4 julio 2017 117 comentarios
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