Para tratar de entender los pasos de una artista de talla universal como Celia Cruz (1925-2003), es imprescindible, a 20 años de su fallecimiento, detenerse en ciertos pasajes de la historia cubana ocurridos después de 1959. Me ahorraré los datos biográficos ya conocidos y todo lo que significa en la historia musical de la isla caribeña.
El 5 de septiembre de 1961, en la clausura del Congreso Nacional de Alfabetización, realizada en el Teatro Chaplin[1], Fidel Castro da claras señales de las leyes que implementaría el naciente gobierno relacionadas con la salida y regreso a Cuba de varias personas. Con un lenguaje directo, el líder guerrillero utiliza términos como «miserables», «lame botas» y «traidores a la patria» para referirse a aquellos profesionales que decidieron abandonar el país luego del triunfo revolucionario.
Han pasado cinco meses de la invasión por Playa Girón y son evidentes los intentos de Estados Unidos de derrocar al nuevo sistema. La isla empieza a experimentar otro ritmo en todos los órdenes.
Tres meses después de aquel discurso, el Consejo de Ministros aprueba una Ley[2] mediante la cual normaliza la salida de los ciudadanos del país, así como su regreso, y determina la forma en que serán ocupados los bienes, muebles e inmuebles de quienes abandonan la isla.
Suscrita por Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la República de Cuba, las normativas iban dirigidas a aquellas «personas pertenecientes a clases afectadas por las medidas revolucionarias», que con «imperdonable desdén por la patria» dejaban el país, y establecía un término de regreso del cual quedaban excluidos los miembros del cuerpo diplomático, de misiones diplomáticas, económicas y culturales del país.
Celia Cruz está fuera de Cuba cuando se ponen en vigor esta y otras medidas en la Isla, y la toman por sorpresa, como a otros artistas. A partir de ese momento la Guarachera comienza a vivir (y a sufrir) un limbo migratorio, que la obliga a tomar nuevas determinaciones hasta su establecimiento definitivo en tierras estadounidenses.
¿Encontraría Celia en Cuba el mismo clima artístico de siempre? ¿Por ser artista tenía que entender de política y aceptar por obligación el nuevo orden? ¿Merecía por eso, como muestra de castigo, el rechazo y las descalificaciones a las que fue sometida? ¿Dejó Celia de ser cubana? ¿Atentó Celia contra la seguridad nacional de Cuba?

Tomado de: University of Arkansas
No encontramos otro ejemplo de artista cubano que en más de cinco décadas haya despertado tantas pasiones encontradas como es el caso de Celia. Por muy increíble que parezca, mencionar su nombre en la Cuba de hoy provoca rechazo en determinados grupos afines a un gobierno que ―ajustándonos a la verdad― apostó por enterrar su leyenda entre los cubanos.
Durante más de cuarenta años, seguidores de La Guarachera de Cuba dentro y fuera del país, han reclamado a las instituciones culturales de la Isla que se reivindique su figura, y se le otorgue el puesto que por derecho propio le pertenece.
No es nada desconocido: Celia Cruz sigue siendo una artista castigada por el silencio oficial, una especie de mal necesario para avivar tensiones y un ejemplo histórico de censura.
La popularidad de Celia Cruz
Nótese: antes, durante y después de 1959 Celia está considerada entre las primerísimas figuras del arte nacional cubano. La prensa de la época, especialmente la revista de espectáculos Show, se desborda en elogios ante la intérprete reconociéndola como «la gran vedette cubana», «la fabulosa Celia Cruz», «la mejor voz afro del país» o «mujer sensacional».
Fiel a las normas editoriales de entonces, la mencionada revista recalca en notas y reportajes el dinero que gana Celia en sus presentaciones en el exterior. En el resumen anual de 1959, por ejemplo, la califican como «zafra de dinero y de viajes». Para entonces ya Celia ha cantado en Nueva York, ha recibido homenajes en ciudades como Panamá y Caracas, tiene disco de oro, varias películas filmadas, trofeos y reconocimientos al más alto nivel[3].
Por tanto, creer o insinuar que Celia Cruz «se hizo» o «la hicieron» famosa una vez rotas sus relaciones con el poder político cubano; manifestar públicamente que «aprovechó la oportunidad que le ofrecían los mercaderes del mal para despotricar de la Revolución, a cambio de su promoción a gran escala»[4] es, cuando menos, una falta total de respeto y una muestra de ignorancia por parte de quien sostenga disparatada tesis.
Sobre Celia Cruz, dos necesarias opiniones
Rosa Marquetti y Pedro de la Hoz, son dos respetados conocedores de música cubana. Ambos, desde la musicografía y el periodismo, respectivamente, han escrito sobre algunas de las figuras y sucesos más relevantes del panorama sonoro cubano.
Marquetti Torres es autora, entre otros, del libro Celia en Cuba (1925-1962), publicado en 2022, donde se acerca a la formación y consolidación musical de la intérprete. La minuciosa investigación revela datos inéditos y sucesos de la artista muy poco conocidos.
Por su parte, De la Hoz está considerado como uno de los más prestigiosos periodistas contemporáneos, especializado en la promoción y crítica musical. También es autor de varios libros, entre ellos, Como el primer día, donde entrevista a una veintena de relevantes figuras del arte insular.
Resulta importante escuchar estas voces, y aunque difieren es sus puntos de vista, ambos reconocen el legado y la trascendencia de la cantante cubana más conocida internacionalmente.
«Siempre he dicho que las medidas tomadas en los primeros meses del triunfo de la Revolución y que afectaron en gran medida a los artistas y músicos consagrados hicieron imposible que éstos comprendieran el sentido de justicia social que proclamaba esa misma Revolución», sostiene Rosa Marquetti (RM) y acto seguido añade:
«En Celia Cruz actuaron otros hechos que la afectaron muchísimo. Si en algún artista cubano su postura política fue coherente y genuina, fue en Celia: su postura política contraria a la Revolución Cubana y al gobierno de Fidel Castro tuvo como motivación central la actitud hostil hacia ella reflejada en la negativa a concederle el permiso de entrada al país para asistir a los momentos finales y al funeral de su madre Catalina Alfonso “Ollita”, que enfrentaba un cáncer terminal. Este hecho, sumado a la censura decretada posteriormente contra su música y su figura, marcaron para siempre la relación de Celia con el gobierno cubano posterior a 1959», señala.
Evalúa Rosa Marquetti que el racismo, clasismo, la misoginia y la subestimación han caracterizado el tratamiento que algunos políticos, desde La Habana, han dado a la posición frontal de Celia en este sentido, presentándola como una suerte de marioneta manejable.

Tomado de: New York Latin Culture
«Quienes trazaron y han alimentado esa “versión oficial” imaginan a una Celia Cruz maleable, influenciable, carente de inteligencia y criterio propios, de información y cultura personal, de personalidad y sagacidad, cuando su propia vida demostró todo lo contrario. Visto en perspectiva, Celia tenía motivos suficientes para declararse contraria al gobierno de Fidel Castro, a quien responsabilizaba de sus dos grandes pesares, de los que nunca logró recuperarse: la imposibilidad de estar junto a su madre en el momento final, y la supresión de su figura no solo de los medios de difusión, sino también de la historia de la música cubana declarada como oficial», asevera.
Para Pedro de la Hoz (PDH) la grandeza artística de Celia Cruz rebasa los tópicos de los posicionamientos políticos.
«Ella es y será por su obra, por su talento, por sí misma, y nadie debe instrumentalizar su legado. Rachmaninov no es mejor ni peor si el que escucha sus conciertos para piano y preludios admire o denigre del poder soviético. Lo mismo sucede con Celia», apunta.
A ambos entrevistados les pregunté: ¿La histórica negativa por parte del poder político de Cuba contra la figura de Celia Cruz ha sido del todo exitosa? ¿Cree en una futura (y posible) rectificación?
Aquí sus respuestas:
PDH:
—No caeré en una trampa retórica. ¿Es posible hablar de «histórica negativa» o de «poder político» en bloque, sin fisuras? Me gustaría hablar de personas concretas y operadores inertes en el caso de Celia, cuyo silencio nunca ha podido ser absoluto. La censura daña y distorsiona, a corto y largo plazo. Pero no impide que las cosas ocupen su lugar. Celia tiene el suyo, su jerarquía es irreductible.
RM:
—El caso de Celia Cruz demuestra con creces que cuando un artista es genuino y genial, cuando su conexión a nivel popular es fuerte y propicia que el pueblo se reconozca en ese arte, cualquier intento de manipular esa relación espontánea, de mutuo reconocimiento y sustento «artista-público», resulta ineficaz visto desde una perspectiva histórica, cultural y social.
«Puedes silenciarla en los medios masivos de difusión que tú, gobierno, controlas; puedes impedir que sus grabaciones recorran un camino comercial a través de los canales, que tú, gobierno, controlas, pero no puedes impedir que su música sea escuchada, compartida, pasada de mano en mano, disfrutada, bailada, admirada. Mucho menos cuando esa artista lleva su éxito a escala universal y para colmo, se autoasigna la responsabilidad de ser de Cuba, la voz, y de llevar a Cuba con ella a los más recónditos rincones del planeta.
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Tomada de: Mag
«Personalmente, me encantaría que rectificaran, pero no albergo esperanzas, vistos y comprobados tantos episodios recientes de atrincheramiento ideológico irracional, repitiendo el mismo modus operandi una y otra vez a lo largo de varias décadas. Pienso también en la incapacidad de algunos decisores para apartarse de ciertos condicionamientos racistas y clasistas que me hacen pensar, que no le perdonan a la negrita nacida en un solar de Santos Suárez, no solo haber tenido libre albedrío para elegir y decidir, sino también haber llegado a ser quien es y ser la cubana más universalmente conocida y reconocida».
20 años sin Celia
El 14 de diciembre de 2003 falleció el guitarrista, cantante y compositor Compay Segundo. El periódico Granma, en su edición del martes 15 de julio, lo califica con toda justeza como «la voz del son trovadoresco», e informa que el Comandante en Jefe envió una ofrenda floral como homenaje al legendario músico.
El 16 de julio muere Celia Cruz. En La Habana se ha celebrado el pleno extraordinario del Comité Central del Partido donde es propuesto el compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez a miembro del Buró Político «por su tenacidad y sistematicidad en el trabajo, el espíritu autocrítico y su constante vinculación con el pueblo».
Para el día 17 y en sorprendente gesto, el órgano del Comité Central del Partido anuncia la muerte de La Guarachera de Cuba. Quien en los primeros años de la Revolución acaparaba grandes titulares en periódicos y revistas cubanas, la artista latina que difundió como pocos la música cubana a escala mundial, recibiría en pago el siguiente obituario:
[1]http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-la-clausura-del-congreso-nacional-de-alfabetizacion-en-el-teatro Consultado el 13 de julio de 2023.
[2] Periódico “Revolución”, miércoles 6 de diciembre de 1961, p.2.
[3] Para conocer más sobre la impresionante carrera de Celia Cruz en la isla, sugerimos leer “Celia en Cuba (1925-1962)” de Rosa Marquetti Torres. Desmemoriados, 2022. Disponible en Amazon.
[4] “Celia Cruz otra vez o da capo para un debate anunciado”, por Oni Acosta en La Jiribilla. Publicado el 10 de septiembre de 2020. Visto en: http://www.lajiribilla.cu/celia-cruz-otra-vez-o-da-capo-para-un-debate-anunciado/