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Cubadebate

Paradigmas

Paradigmas

por Jorge Fernández Era 23 octubre 2022
escrito por Jorge Fernández Era

―¿Me pregunta para qué la cité? Así será lo pendiente que vive de los asuntos de su hijo.

―Son cosas de la edad.

―Cuando yo tenía la de él, brindaba ya mi aporte voluntario en múltiples tareas que la patria convocaba, lo que constituía una importante fuente para la formación de valores.

―¿Con cinco años? No me diga.

―Créalo. Formé parte entonces de las Fuerzas de Acción Pioneril (FAPI), compuestas por cientos de miles de pioneros, hoy tristemente desaparecida.

―Con esas siglas estaban destinadas a desaparecer. Cualquiera interpretaba que eran las fuerzas armadas de ese lugar al que solemos mandar a tanta gente.

―Craso error, señora. Si existieran, no estuvieran las cosas como están. Ayudarían a la organización de pioneros a «preparar a los niños no solo en el estudio, sino como seres educados, decentes, revolucionarios y patriotas».

―¿Mi hijo no lo es?

―Tengo mis dudas. Ayer protagonizó un conato de huelga por la escasez de libretas. Pretendía enrolar a sus compañeritos.

―Lo habré compulsado yo sin proponérmelo. Hablé pestes tras regresar de gastarme en el estanquillo cuatrocientos pesos por cinco cuadernos de cuarenta hojas cada uno. ¿Le parece eso decente, revolucionario y patriota?

―Las pañoletas azules y rojas de nuestros infantes son símbolo de un presente que les abre puertas al futuro.

―Mi futuro es este. No lo soñé para que una libreta costara ochenta pesos. Si mi hijo es pionero «moncadista», debe estar dispuesto a asaltar fortalezas.

―«Cometemos errores, son parte del proceso», ha dicho Con Filo. «Superarlos es una condición para el avance. El día en que nuestras dificultades no sean un motivo de superación, entonces seremos un estado fallido. Mientras tanto, somos una sociedad que se construye».

―Para que un ciclón la tumbe.

―Es cuestión de paradigmas. El de su hijo no es el mismo que el de Liam Ernesto.

―¿Ese quién es?

―Un chama de solo cuatro años, citado por Cubadebate porque «escogió camisa, botas y sombrero para protegerse del sol y preguntó qué le tocaría llevar». «Él sabe que los mayores están en un trabajo voluntario, igual que hacía el Che, a quien le debe parte de su nombre». «No podía quedarse atrás. Así que comenzó a juntar cuanto gajo y yerba encontró fuera de lugar». «Hasta piensa en lo que le va a decir a su papá cuando le pregunte cuando lo llame: “lo hago por Cuba”». Una foto suya con una rama a cuestas inundó las redes.

―¿Con cuatro años una rama? ¿Nadie lo ayudó? Los zangandongos tienen más suerte.

―Ya veo por dónde viene. El mensaje desestabilizador emplea «las tecnologías de la informatización y las comunicaciones, las redes sociales», «provocando un daño neuronal irreversible». Lo dijo la Mesa Redonda.

―¿La Mesa Redonda habla de «daño neuronal irreversible»?

―Agrega que el primer paradigma del golpe blando es «tratar de desgastar por todas las tácticas posibles a la población, haciendo que empiece a hablar mal de su propio gobierno».

―Es lo normal, ¿no? Hablar del desgobierno propio y no del ajeno debía ser uno de nuestros paradigmas. ¿El de mi niño, según usted, es ese muchachito del que me hablaba?

―Exacto. Liam Ernesto, un «gigante de cuatro añitos», «no es de los que se entretienen durante mucho tiempo jugando con los dinosaurios que tanto le gustan».

―¡Pues mi hijo sí! Tiene que aprender que existieron los dinosaurios, que un día cayó un meteorito y…

―Evítele esos relatos catastróficos y vandálicos. Mejor léale «Mujer rural como una Caperucita Verde», de una periodista de Trabajadores: «Como si hubiera salido de un pasaje del cuento infantil de Caperucita, pero no roja…

―¡¿No roja?!

―…viste las tonalidades de los retoños y lleva una capucha de igual color; en medio del campo recién sembrado, donde se divisa hasta el infinito, pienso, siento que no teme a un lobo feroz». «La Caperucita Verde está justo delante de mí, serena y alegre, aunque también un “lobo” la aceche: la responsabilidad de dirigir, con otro cambio de estructura, a un colectivo de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Granja no. 2».

―Reviva las FAPI, sí… y écheselas encima.

23 octubre 2022 13 comentarios 1k vistas
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Experimento

Experimento social y régimen de Cuba

por Ivette García González 11 octubre 2022
escrito por Ivette García González

El tipo de régimen existente en Cuba sería tema de debate tan controversial como útil, pero es de los perjudiciales silencios en la Isla. Es lógico, hace más de medio siglo somos un experimento social totalitario demasiadas veces reciclado desde arriba y sin horizonte a la vista.

Nuestra neolengua ha emanado de manipulaciones, extremismos y pensamiento binario fomentados institucionalmente. Domina la propaganda, incluso con insultos a la inteligencia. Casi todos hemos sido víctimas. Señalo apenas dos ejemplos:

1) Dirigentes y medios oficiales repiten que somos revolución y socialismo y el gobierno su encarnación; de ahí las convenientes derivaciones extremas de revolucionario y contrarrevolucionario, pero ni se argumentan ni soportan contraste alguno con la ciencia y la realidad.

2) Sustentar —como hizo Cubadebate—, que no somos dictadura porque miles de personas van a la Plaza el 1º de mayo y nadie protesta a pesar de la «poca policía», puede engañar solamente a extraños o fanáticos. Se conocen los métodos del gobierno para lograr tales resultados —entre ellos presiones laborales y control de los sindicatos— y que junto a policías uniformados, cientos de agentes de civil controlan a los ciudadanos antes, durante y después de los desfiles.

Podría objetarse también a este argumento que disponer de cotas de apoyo popular no es sinónimo de buen gobierno, ni de estabilidad política o paz social. Sobran ejemplos, las dictaduras casi siempre tienen apoyos, además, regímenes totalitarios tan diferentes como Italia, Alemania y la URSS los tuvieron y dejaron para la historia desfiles espectaculares.

Detrás de esas puestas en escena suele existir un drama social y político que el poder invisibiliza. De Cuba menciono tres realidades camufladas tras el último desfile, que solo han empeorado desde entonces: 1) más de mil presos políticos; 2) represión contra sus familiares y cientos de ciudadanos por expresarse en disonancia con el poder; y 3) apenas dos días antes del acto en la capital un activista clamó —como  intentaron otros que enfrentan cárcel, exilio o insilio— por la libertad de los presos políticos y el derecho de todos los cubanos a participar en la vida política.

Experimento

-II-

No es lo que afirme el discurso oficial y sus seguidores, porque los conceptos nacen de la realidad, no a la inversa; tampoco es lo mismo «opinión» que «ciencia constituida». Desde diversas ramas de ella el modelo cubano ha sido identificado con autocracia, autoritarismo, dictadura y totalitarismo. 

Intente el lector marcar Verdadero o Falso en rasgos de cada uno de esos regímenes políticos y se sorprenderá con las coincidencias, aunque le duela y le ponga mil peros y matices. Sin embargo, ninguna como la última de esas definiciones resume las esencias y evolución del experimento cubano.

El totalitarismo tiene un poco de todos ellos pero se distingue. Al igual que dichas modalidades antidemocráticos, ha mutado —aunque las sociedades no siempre se percatan— desde sus orígenes en los años veinte-treinta del siglo pasado y sus modelos clásicos, estudiados por la filósofa alemana-estadounidense Hannah Arendt.

Aun con sus adaptaciones a tiempos, escenarios y culturas, el modelo totalitario cuenta con rasgos básicos que han trascendido: un gran líder que es incuestionable; Partido e ideología únicos; no se admiten una sociedad civil independiente ni oposición; Estado fuertemente centralista, con carácter monopólico u oligopólico y desmedido sector público, que facilita dirigir y controlar las mayorías; fuertes y múltiples mecanismos de control social; sociedad ideologizada; febril propaganda política, censura, control de los medios de comunicación y manipulación de la opinión pública; movilización extensa, pérdida de poder real del Parlamento y control policial con fuerzas represivas altamente especializadas. 

Cuando tal sistema de dominación se prolonga demasiado y empiezan a subvertirse sus elementos distintivos, inicia un ciclo de quiebre del modelo. Prevalecen la crisis, el aferramiento de la clase política al poder, la represión multiplicada y ciertos ajustes en variantes consideradas postotalitarias.

Experimento

Paramilitares armados de estacas reprimiendo a manifestantes pacíficos. (Foto: Reuters)

-III-

La Revolución cubana —una de las más importantes del siglo pasado—, derivó modelo verticalmente dirigido desde los años sesenta. Se fue moldeando con ciertos rasgos autoritarios y sobre todo autocráticos hasta dejar configurado el experimento totalitario mediante la  «dictadura del proletariado». La nueva modalidad de dictadura emanaba del «socialismo real» al estilo de la URSS. Como allá y en otras partes donde se implantó sería realmente «sobre el proletariado»; o «de la burocracia», con poder vertical y absoluto desde la cúpula del Partido.

Cierto que un gran peso lo tuvieron el protagonismo y la personalidad de Fidel Castro como líder. Su aparente indefinición ideológica, que negó inicialmente la comunista, y determinados rasgos de la tradición caudillista latinoamericana, le permitieron incluso restringir con rapidez  —contando con amplio apoyo popular y de sus núcleos cercanos—, derechos políticos, libertades civiles y mínimos democráticos. Todo bajo el manto de una transformación radical revolucionaria por y para los humildes.

Sin embargo, otros factores también confluyeron para determinar ese resultado:

  • Las circunstancias específicas de Cuba en plena Guerra Fría.
  • La existencia de una sociedad agotada y fracturada por años de dictadura batistiana.
  • Los efectos positivos de las primeras medidas revolucionarias para las grandes mayorías.
  • El contexto de euforia inicial propio de las revoluciones.
  • La hostilidad de los EE.UU. y el recurso del enemigo externo y la unidad en torno al gobierno para defender la soberanía.
  • La emigración y los fracasos de quienes intentaron revertir el triunfo o evitar el desenlace que ya suponían.

Líder y élite estuvieron por encima de las leyes y sin control democrático durante más de treinta años. Se renunció al pluralismo político, separación de poderes y elecciones libres. Asimismo, bajo el manto de la unidad se estableció el control cada vez más totalizante del Estado sobre la sociedad. Proceso que contempló la propiedad, institucionalidad, medios y organizaciones políticas, sociales y de masas.

Los quince años que Cuba vivió bajo una insólita provisionalidad sirvieron para articular un nivel de consenso —acompañado de depuración del disenso o lo que podría serlo— que permitiera institucionalizar el régimen totalitario. El impulso final se produjo entre 1968, con la Ofensiva Revolucionaria —cuyo alcance se puede comprender volviendo al discurso de Fidel—,  y 1976 con la nueva Constitución. 

Amplios sectores de la ciudadanía lo aceptaron, atrapados en el contexto antes descrito o creyendo que era el mejor, o tal vez el único camino para el futuro soñado que el liderazgo prometía. Varias generaciones nacimos en él y parecía que era, aun con problemas, el mejor de los mundos posibles y garantía de la trilogía Patria-Revolución-Socialismo. Sin dudas, al experimento le faltó siempre el «consentimiento informado».

Experimento

-IV-

Ha pasado más de medio siglo. La persistencia del modelo, la muerte de Fidel y la crisis estructural y simbólica que vive el país desde los años noventa, explican nuestro «post-totalitarismo», que atendiendo a las variantes del politólogo español Juan Linz, está entre «congelado» y «maduro».

El régimen está estancado por envejecimiento, falta de reacción de la élite partidaria que ha perdido capacidad de articular consensos y, al parecer, también por la purga de quienes intentan reformarlo. Junto al desgaste, se incrementa el debate público con voces disonantes al poder, que a pesar de la represión encuentran eco en parte de la ciudadanía.

Las aspiraciones de amplios segmentos del pueblo son incompatibles con el modelo totalitario que la clase política cubana defiende hace décadas sin llamarlo por su nombre. Entre ellas, las profundas transformaciones que requiere la economía y los reclamos insatisfechos de democracia y respeto a la sociedad civil independiente. Frente a eso se plantan la orgullosa defensa del poder unificado; la altiva pose de Raúl Castro y su negativa a ciertas reformas; el incremento de la represión y la impunidad, ahora respaldados con el nuevo Código Penal.

Superar el totalitarismo, tan bien establecido en Cuba, es difícil pero no imposible. Por un lado, se ha deteriorado el discurso del enemigo externo y del bloqueo como causante de todos los males, asimismo ocurre con la proclamada superioridad del Partido, o del disenso visto íntegramente como mercenario y contrarrevolucionario, y con la tesis de que el tipo de socialismo que existe es el único modo de preservar la soberanía.

Por otro, aunque los métodos para manejar la situación son similares a los de hace décadas, la crisis actual es más profunda y estructural, el desgaste del modelo es también simbólico; el contexto es muy diferente y más complejo —nuevas generaciones incluidas—, y ya no está el líder.

Hemos sido un experimento social sin real consentimiento informado. Las generaciones y problemáticas actuales son resultado de eso. La historia no vuelve atrás pero siempre abre oportunidades, mejor decir como Miguel de Unamuno: «Procuremos más ser padres de nuestro futuro que hijos de nuestro pasado». 

Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

11 octubre 2022 51 comentarios 2k vistas
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Futuro

Dos segundos de temor y un futuro que interpela

por Julián Pérez Rodríguez 14 junio 2022
escrito por Julián Pérez Rodríguez

Mi postura política es ser madre.

Amelia Calzadilla

***

Amelia. Es ese, quizá, el nombre más repetido en las redes sociales de cubanos, aquí y allá, ahora mismo. Amelia, la muchacha que estalló. Amelia, la madre de tres niños. Amelia, la del Cerro. Amelia, la traductora. Amelia, la Mariana. Eternamente, Amelia.

Su directa, en la que comenzó quejándose por los precios de la electricidad para quienes no tienen otra forma de cocción de los alimentos y avanzó en un discurso explosivo y desafiante recorriendo las angustias que aprietan el pecho de madres y ciudadanos cubanos en general desde hace décadas, se ha vuelto LA NOTICIA. Opiniones, llamados, críticas, memes, apostillas, convocatorias, dibujos, canciones, una marejada de otras directas en las que muchos más se sacan de las entrañas sus propias pesadumbres… inundan los solares del ciberespacio.

Aunque para Cubadebate, una de las voces mediáticas del poder en la Isla, se trata de «un ejemplo de manual de lo que se llama gestión de la irritación», con el gran objetivo de «manipularte e inducirte a una respuesta emocional que no es solución», que desconoce que «el país, junto al Gobierno y el Partido, trabaja a brazo partido por salir adelante, sobreponernos, avanzar»; y que «la salida a esta situación es trabajar duro, destrabar los problemas, producir más y no cansarnos»…

Aunque para la burocracia empoderada y sus repetidores de lemas, digo, esta mujer no representa a las más esforzadas y sacrificadas madres cubanas —a juzgar por sus uñas acrílicas, una lámpara de su casa y su cuenta de electricidad de 6 mil pesos—… la gente, los vecinos del batey derruido en que se ha convertido la nación, saben lo que es genuino. Y esta madre, a no dudarlo, es tan genuina que estremece.

Con una licenciatura en Lengua Inglesa y como segundo idioma el francés, según supimos por ella misma en una segunda transmisión, Amelia escogió sin embargo —bajo el rapto tremendo de su indignación— las palabras más claras y duras. Las mejores. «¿Hasta cuándo el pueblo va a seguir pagando las comodidades de ustedes?»; «No hablen más mierda»; «Coño, vendan el país, véndanlo, véndanlo por provincias. A lo mejor a Canadá le importa. Véndanselo, para que creen trabajo, para que la gente se gane su dinero dignamente»; «La gente, cuando no trabaja, se le bota por falta de idoneidad. Y ustedes no son idóneos»; «No quiero escuchar más discursos, ni la madre de un tomate»; «Y como yo hay miles de personas, pa’ que te enteres. Y ni somos gusanos, ni recibimos dinero del Yuma…».

Así, de interpelar a los mandantes, pasó como un bólido a los mandados/agobiados /reprimidos: «Pueblo de Cuba, madre cubana […]: ¿Cuánto más vas a aguantar?»; «Ya yo no puedo más, y si tú estás como yo, que tampoco puedes más, vamos a unirnos».

Lo que sobrevino y que supongo tendrá ecos por largo tiempo, aunque la lucha diaria por la supervivencia y la vorágine de las redes tiendan al olvido inmediato, fue una llamarada, un calentón más a la olla que los de arriba pretenden mantener por el mango, para seguir cocinando su comodidad y los de adentro reventarán algún día.

No obstante, de los ocho minutos y cuarenta y dos segundos que duró el terremoto Amelia, que tanto habremos de agradecer, hay dos segundos (entre los 8:19 y 8:21 de transmisión) que me impactaron sobremanera. Son aquellos en los que pasa por detrás de la madre, como una leve sombra asustadiza, una de sus hijas. Se asoma fugazmente a la pantalla contra la cual gesticula su mamá y sigue, quizá a un rincón de la casa, tal vez a los brazos de papá o abuela; acaso a contarle a sus hermanitos.

¿Qué será de la vida de esa niña a la vuelta de cinco, diez, quince años? ¿Cuánto habrá visto ya sufrir a su mamá hasta llegar al desborde emocional de esta explosión? ¿Cómo armonizará el discurso triunfalista, que debe escuchar seguramente día a día en la escuela, y las penurias que oye conversar a sus mayores en casa?

¿Y cuando sea una adolescente, querrá estudiar en la universidad, como su madre, o simplemente irse, irse lo más pronto y lejos posible, para tener, al fin, una vida digna que no se sustente en colas, absurdos y ayudas del extranjero para poder comer, calzar y vestir?

¿Qué tiene Cuba que ofrecerle a esta pequeña? ¿Y la salud mental de su madre, que como tantas madres cubanas, sufre golpes constantemente, la acompañará incólume para verla formarse y decidir lo mejor posible su destino?

¿Y sus hermanitos, habrán pasado o pasarán sustos similares a los de ella? ¿Les amargarán su mundo, que ahora solo debería estar poblado de juegos y aventuras? ¿Necesitarán, quizá como la propia Amelia, un remanso de paz y tranquilidad (o hasta ayuda especializada) para estabilizarse entre tantas tormentas?

Son solo dos segundos. Una niña que pasa. Y un futuro, que a ella, a su familia y a nosotros —a todos nosotros— nos interpela con cara llorosa.

14 junio 2022 38 comentarios 1k vistas
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Kohan (1)

Néstor Kohan y las gafas oscuras de cierta izquierda

por Alina Bárbara López Hernández 25 noviembre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Un empresario chileno residente en Cuba, Rodrigo González Hidalgo —que divide el tiempo entre su restaurante privado y el activismo político a favor del gobierno y es conocido en redes sociales como Rodrigo Huaimachi— conversa con Néstor Kohan, filósofo argentino, sobre la obra de este último y sus muchas consideraciones relativas a la realidad insular.

El espacio en que tertulian es La Manigua, un canal en Telegram proverbial por su extremismo, vulgaridad e incluso misoginia en el tratamiento a cualquier persona que disienta de las políticas oficiales. Esta larguísima conversación, revisada y enriquecida por Kohan según se aclara, fue publicada luego en tres partes por los sitios La pupila insomne y Cubadebate (I y II).

Podría creerse que el intercambio con un académico que cuenta con varios libros publicados y amplio currículo, mejoraría los estándares habituales de La Manigua; sin embargo, no solo no ocurrió eso, sino que, por el contrario, el invitado se sintió allí como pez en el agua.

Kohan y la razón calumniosa

La Filosofía es una ciencia y, como tal, debe fundarse en evidencias. Para discurrir sobre cualquier aspecto de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, sus tres enormes ámbitos, los filósofos deben partir de constataciones. Kohan se niega a ello y acude entonces a una perniciosa costumbre que Gastón Baquero denominó hace tiempo: «La injuria como razonamiento».

Usar la calumnia para desacreditar a colegas que profesan otros puntos de vista, es un hábito que ha sentado cátedra entre algunos intelectuales a los que el tema Cuba les funciona como escudo para defender dogmas desafiados por la historia. En agosto pasado, Atilio Borón, otro gurú de la izquierda, utilizó su cuenta en Twiter para acusar de contrarrevolucionarios a tres intelectuales cubanos invitados por la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires al panel «A un mes de las protestas del 11 de julio». Ni siquiera tuvo en consideración que era su propia universidad, donde también labora Kohan, la que organizaba el debate.

Panel s/Cuba en Sociales/UBA: 3 expositores muy contrarios a la Revolución, ninguno a favor. No me parece. Para colmo utilizaron imagen de una manifestante castrista; se dieron cuenta y ahora la cambiaron. No quiero juzgar intenciones pero son 2 graves errores. Cuba no los merece pic.twitter.com/MV1r0HOHBd

— Atilio Boron (@atilioboron) August 10, 2021

Como bien afirma el profesor e investigador cubano Alexei Padilla, al referirse a este tipo de estrategias en su artículo «Fallas de la cultura política: ataques personales en lugar de argumentos»:

No es necesario haber leído los principales libros y artículos del filósofo alemán Jurgen Habermas, o hacer un curso de teoría y democracia deliberativas, para entender que el ataque personal develará la pobreza y/o ausencia de argumentos de quien utilice esa táctica. Los argumentos válidos se han de responder con contra-argumentos. O sea, con propuestas racionales basadas, preferiblemente, en información real y no en convicciones religiosas o ideológicas.

En la referida entrevista, además de hablar de sí mismo, sus libros e influencias formativas, Kohan se dedica a diagnosticar lo que entiende como la disidencia cubana. Y ahí hace de la calumnia un arte. En su diatriba sobre lo que bautiza «izquierda gelatinosa» o «izquierda muy suavecita», «con demasiadas comillas», —y motivado por la insistencia del entrevistador—, dedicó un espacio a enjuiciar a La Joven Cuba, portal de análisis que coordino desde hace un año y en el que escribo con sistematicidad desde hace cuatro.

Al respecto expresa: «No lo he leído mucho y te confieso que no me interesa detenerme allí. Porque lo poquito que leí era de bajísima calidad. No me interesa perder el tiempo leyendo pasquines de ese tipo».

No nos lee, pero inexplicablemente, y sin evidencias, nos cataloga como «Pasquín de ignorantes», y es así que pregunta, retóricamente indignado: «¿Vale la pena perder el tiempo con semejantes chapucerías?», para responder de inmediato: «Cada persona decidirá. Yo no pierdo el tiempo leyendo charlatanes y ventrílocuos del imperialismo».

No importa que LJC esté integrado por un equipo de prestigiosos intelectuales con doctorados y maestrías en ciencias históricas, filosóficas, pedagógicas, económicas, en relaciones internacionales y periodismo; junto a un enorme grupo de colaboradores respetados y con sólidos currículos. Tampoco interesa a Kohan que los análisis que allí se hacen, con los que puede discreparse por supuesto pues no son infalibles, ni lo pretenden, se distinguen por ser fundamentados y respetuosos.

Mucho menos reconoce que somos un medio de izquierda que sostiene una postura socialista y antimperialista. Llegados al punto de la razón calumniosa, ya no se trata de leer para objetar, analizar argumentos para desmontarlos; nada de eso, con ofender y acusar es suficiente, y en ello, nadie lo dude, Kohan es un maestro.

No todos comparten, por suerte, criterios tan absolutos. LJC ha crecido sólida y sostenidamente en visitas, y en lo que va de 2021 tenemos más que en los dos años anteriores juntos. De esos lectores, una enorme cantidad vive dentro de Cuba. Sentimos defraudar a Kohan con estas noticias.

Kohan (2)

Néstor Kohan (Foto: Álvaro Valero)

La manera en que se refirió a mí en la conversación es toda una paradoja. Porque que un argentino diga de un texto que posee «un nivel de arrogancia» y «un grado de petulancia» que le «generó vergüenza ajena», es tremendamente irónico y me hizo sonreír recordando la vieja expresión: «un conejo diciéndole orejón a un burro». Y perdonen tantos amigos que allí tengo (mi querida María por sobre todos), pues sé que con la idiosincrasia gaucha hay tanto arquetipo como con los cubanos, de los que se afirma que somos todos excelentes bailadores, cuando desgraciadamente muchos, como es mi caso, no sabemos mover un pie.

Pasaré también por encima de otros agravios, algunos muy serios, e indudablemente no descenderé al nivel de Kohan, no hay que exagerar. Me interesa más cuestionar su actitud científica y ética.

Kohan es impreciso cuando se refiere a una tesis que he manejado en varios textos y fundamentado a lo largo de muchos años de estudio: el histórico carácter antimarxista del Partido Comunista, en cuanto a que da la espalda al método dialéctico materialista y maneja un discurso ideológico que, al convertirse en ideología de Estado, ha instrumentado como mecanismo de dominación sobre toda la sociedad; ello ni siquiera es exclusivo del comunismo cubano.

He investigado durante más de treinta y cinco años la historia del Partido Comunista, especialmente desde su legalización en 1938; defendí un doctorado sobre el pensamiento político de Juan Marinello, intelectual que presidió esa organización entre 1939 y 1959; tengo tres libros y gran cantidad de ensayos y artículos publicados en los que sustento de diversas maneras esta tesis, y soy miembro correspondiente de la Academia de Historia de Cuba. A pesar de eso, Kohan solo asevera que ha leído una «declaración en el Facebook de la directora o la subdirectora» de LJC donde:

Adoptó un fragmento que tenía no más de tres o cuatro renglones del año setenta y pico, creo que era de 1975 o 1976. Entonces tomó un documento aislado (absolutamente descontextualizado, violentando las reglas elementales de la hermenéutica) del partido cubano y extractó tres o cuatro renglones.

Y a partir de allí dedujo (¡vaya a saber uno con qué reglas lógicas!) como conclusión general que este partido… no único, diría yo, sino partido unificado, que se ha nutrido de corrientes muy diferentes (que siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos…quien conozca Cuba y haya participado de un debate político en Cuba, sabe perfectamente que esas corrientes siguen vivas, están unidas y articuladas, por suerte el imperialismo no logró fragmentarlas, ¡por suerte! como sí logró en otros países y por eso cayeron derrotados, pero evidentemente siguen vivas esas tradiciones que conviven, ¿verdad?); entonces esta editora de La Joven Cuba afirma que el partido cubano “jamás ha sido marxista”. ¡Jamás! Cuando leí eso… no sabía si reír o llorar. ¡Pero qué nivel de ignorancia! ¡Qué grado de petulancia! Quiero creer que escribe eso por ignorante, arrogante y soberbia, no porque recibe dinero del imperialismo. ¡Quiero creer eso! Y si en realidad escribe eso para quedar bien con sus “mecenas” y “patrocinadores”, incluyendo a su jefe de redacción que opera desde Estados Unidos…. lo dejo provisoriamente a un costado. Me quedo exclusivamente con el contenido de lo que afirma, para poder analizarlo.

No sé si agradecer a Kohan el beneficio de la duda, al menos quiere creer que escribo por ignorancia y no porque reciba «dinero del imperialismo». Otros intelectuales no han tenido esa suerte. Hace poco, en un mensaje de correo electrónico dirigido a una larga lista de personas, se refirió al respetado historiador y jurista cubano Julio César Guanche como un «farsante rentado». Realmente preocupa esa manía difamatoria, parece síntoma de inestabilidad mental, con todo respeto.

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Julio César Guanche (Foto: OnCubaNews)

Pero volvamos a lo esencial. Mientras yo cito textualmente a Kohan y pongo acá los enlaces a la entrevista para que pueda ser leída, él no se preocupó por hacer lo mismo en mi caso, como es usual entre académicos e intelectuales. Admite que apenas leyó algo que escribí en Facebook, sin precisar siquiera qué texto está enjuiciando, y se permite afirmaciones infundadas, sin una revisión crítica de mis publicaciones o de mis ideas. «Si no te gusta el mensaje mata al mensajero», parece su máxima favorita.

Además de sus falencias éticas, es evidente también una escasa solvencia en el terreno de la historia de Cuba, pues afirma sin ruborizarse que las tres corrientes que conformaron al PCC en 1965, «siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos» dentro de esa organización política. Únicamente pido a Kohan que demuestre esta enunciación, de lograrlo merecería, mínimo, el Premio Nacional de Historia.

La intención del argentino de presentar al Partido Comunista como una organización que se caracteriza por su democracia interna y es representativa de las corrientes de pensamiento de izquierda en la Isla, es desafiada constantemente por la realidad y va de la mano con su marcado ataque a cualquier postura crítica sobre el Partido y Estado cubanos, venga de cualquier punto del espectro ideológico.

¿Es esto sui géneris en Kohan o es propio del enfoque de una parte de la izquierda que, cuando se trata de Cuba, gusta confundir gobierno con Revolución y poder de la clase burocrática con poder popular?

Las gafas negras

En 1985, siendo una veinteañera estudiante de Marxismo e Historia, vi la película argentina La historia oficial. Tras el fin de la dictadura, una profesora sospecha que su pequeña hija adoptiva fue arrancada a una madre desaparecida durante esa sangrienta época. El guión, la fotografía, las actuaciones, son inolvidables. El filme, incluso, obtuvo el premio Oscar de ese año a la mejor cinta extranjera.

La extensa escena inicial muestra a la profesora que transita en su auto, lo parquea y camina entre la multitud para llegar a su trabajo. Unas ancianas vestidas de blanco desfilan con carteles, otras personas miran desde aceras y autos. Ella, encarnada por la excelente actriz Norma Aleandro, grande en el papel, se coloca unas gafas oscuras, simbólicas, y continúa su camino ajena a una realidad que en poco tiempo cambiará su vida.

Kohan (4)

Así, con unas enormes gafas negras, me represento a ese sector de la izquierda al que pertenece Néstor Kohan y que se denomina amigo de Cuba, cuando en realidad prefiere no mirar lo que de verdad está ocurriendo. Acepta por buena la narrativa del gobierno y el aparato ideológico porque contribuye a su leyenda y los mantiene en una zona de confort ideológico.

Es la izquierda que no entendió el mensaje cuando implosionó el socialismo en Europa Oriental y todavía sueña con que este modelo burocratizado, mal llamado socialista, es funcional porque ha sobrevivido tres décadas más en una pequeña islita. Como dijo una psicóloga cubana a la que admiro por su valor y coherencia: «para que ellos se sientan bien, nosotros tenemos que sacrificarnos».

Afirmar que todo el disenso que existe en Cuba, desde el pensamiento crítico sobre el gobierno hasta la manifestación del 11-J, se deben a una agenda financiada desde el extranjero, y que es resultado exclusivo de «una operación comunicacional», es, primero, negar de plano el conflictivo sustrato económico y sociopolítico existente en el país, y segundo, acusar con etiquetas difamatorias a un pueblo sufrido y estoico como el nuestro. En Cuba, la falta de libertad al que piensa diferente respecto al gobierno, no tiene que ver con la ideología, sino con el poder y con la falta de democracia para ejercerlo.

Pocos pueblos han resistido los rigores de años de sacrificios y carencias sin reaccionar. Eso es lo raro, eso es lo que debiera estudiar la izquierda. Y no generalizo, me refiero al sector que prefiere expresar fidelidad al gobierno cubano en lugar de ser fieles, ideológicamente, a las necesidades de las capas más humildes, y científicamente, al rigor que ofrece el método de la dialéctica materialista para analizar procesos sociales.

Esa es la izquierda que denuncia una terapia de choque en sus países y no es capaz de identificarla en la denominada «Tarea Ordenamiento», reforma de precios y salarios aplicada acá, que hizo crecer los segundos en una proporción mucho menor que los primeros, adsorbiendo en poco tiempo el salario real y deprimiéndolo nuevamente en medio de la crisis y carestía actuales; que no se atreve a mencionar la polarización y las desigualdades sociales aparejadas a la semi dolarización del comercio y los servicios en Cuba, donde único se hallan determinados productos básicos para la vida cotidiana.  

Son los supuestos amigos que, ante denuncias de atropellos y violencia ejercidos por parte del estado cubano a su ciudadanía: amenazas, retenciones arbitrarias, despidos de empleos por motivos ideológicos, violación de derechos constitucionales, numerosos presos políticos, condenas desmedidas, y otras evidencias; nos piden compararnos con sus desaparecidos y sus asesinados por las dictaduras militares, o, en el mejor de los casos, arguyen no contar con pruebas y aceptan entonces la versión oficial. 

Es el sector de una izquierda dogmática que escoge entre condenar al imperialismo de los Estados Unidos y su injerencismo hacia Cuba o criticar al gobierno cubano por no ser el Estado Socialista de Derecho que estipula su Constitución; sin entender que es posible y necesario hacer ambas cosas; que eso es lo justo, lo ético y lo coherente.

No es la primera vez que Kohan actúa como una especie de as en la manga al que nuestro aparato ideológico oficial acude, presentándolo como voz autorizada de la izquierda, para dirimir controversias ideológicas internas. Ya lo hizo antes, cuando denunció como una conspiración de Soros y su Open Society al fenecido proyecto Articulación Plebeya, que mucho antes del 11-J pretendió ser un espacio facilitador de debates en la sociedad cubana.

Considero que su tendencia a la calumnia y a la descalificación gratuitas, su desprecio por las normas éticas y su ignorancia de la realidad cubana, lo convierten, efectivamente, en fiel representante de cierto sector de la izquierda, acrítico y complaciente, que se coloca gafas oscuras y sigue su camino porque prefiere no mirar lo que en verdad está ocurriendo en Cuba.

25 noviembre 2021 75 comentarios 4k vistas
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Editorial sobre el Telegram de LJC

por Consejo Editorial 28 septiembre 2020
escrito por Consejo Editorial

Ejercitar públicamente el derecho a la opinión implica de manera automática aceptar el hecho de caer bajo la lupa del escrutinio. Es ya casi un hábito para La Joven Cuba, adaptada a la vigilancia constante, que cualquier falta desate un aguacero de críticas, constructivas algunas y calumniosas otras. Irónicamente, a LJC se le aplica la lupa que mencionaba Galeano haciendo referencia al proyecto socialista cubano: magnifican errores y minimizan aciertos.

En días pasados, en uno de nuestros artículos incurrimos en un error, algo que aunque es común en cualquier medio de comunicación –por ejemplo, Granma debió corregir un texto esta semana–, no es frecuente en nosotros dado el celo con el que trabajamos. Por esa equivocación ofrecimos públicamente disculpas, tanto el autor del texto en cuestión como el equipo de LJC, costumbre poco habitual en medios cubanos. También en fecha reciente, han despertado comentarios negativos en diferentes espacios sobre algunos debates ocurridos en nuestro grupo público de Telegram, LJC-Grupo de debate.

Aunque se ha descontextualizado el contenido de muchos de esos comentarios y otros se han exagerado, reconocemos que en algún momento ha fallado la moderación en ese foro de Telegram. Se tomarán las medidas pertinentes para regular el espacio, con el fin de que sea reflejo genuino del espíritu moderado, reflexivo y serio que hemos intentado imprimirle a nuestro trabajo.

Además, ofrecemos disculpas a quienes se han sentido ofendidos por dichos comentarios, marcados muchos de ellos por la ligereza. Descalificar personas o instituciones es una práctica que merece nuestra total desaprobación. La dinámica que seguimos es la de promover la confluencia de ideas y posturas, siempre que estas tiendan a buscar el mejoramiento de nuestro país.

Dicho esto, consideramos importante señalar algunos ejemplos de la manipulación a la que antes hicimos referencia. Cuando en uno de los comentarios, un forista –recordemos que es un grupo público- señaló a Cuba como una dictadura, nuestro editor lo contradijo y argumentó que tales discursos sólo provocan más radicalización. Esto fue sacado de contexto, exagerado y utilizado como una prueba en su contra. Es evidente que se trata de una campaña de descrédito –basada en la desinformación y motivada por objetivos turbios- cuando intercambios informales entre foristas se le intentan atribuir a LJC, aunque la mayoría del equipo ni siquiera es parte de ese grupo.

El uso de fragmentos de nuestro foro como herramienta descalificadora, puestos a disposición de un público que en su mayoría no está familiarizado con ese espacio, es un acto burdo de manipulación. Que se utilice un medio digital como Cubadebate para legitimar este tipo de altercados, es muestra de cuánto ha degenerado el debate público no sólo en redes sociales sino en los medios a disposición del Estado y el Partido en el país.

La adjetivación, lamentablemente, es cosa común en marcos cerrados. LJC también tiene en su poder capturas de pantalla donde quienes hoy nos denuncian en redes sociales y medios partidistas, denigran a intelectuales, artistas y diplomáticos cubanos con calificativos muy bajos. Sin embargo, nos negamos a circular esas conversaciones privadas. La espiral de las descalificaciones no lleva a nada bueno y deseamos romperla.

En los últimos cuatro años, la administración Trump ha apoyado emprendimientos digitales de origen cubano con escasos o inexistentes estándares periodísticos y a numerosos activistas en redes sociales que utilizan la descalificación y la desinformación entre sus métodos. LJC también ha sido víctima de este sector reaccionario, con repetidas amenazas a su editor.

Grupos en Cuba, impotentes ante esa marea digital y limitados en sus medios para afectar seriamente a sus atacantes foráneos bien pertrechados, han imitado algunas de estas prácticas y la han emprendido –como ahora con LJC– contra proyectos nacionales que sí se encuentran bajo su radio de acción. Es un nefasto ciclo de bullying digital en el que medios pagados por una potencia global -Estados Unidos- presionan a un país pequeño –Cuba-, y algunos funcionarios de este han decidido hacer lo mismo con los medios que le estorban, muchas veces incurriendo en la injusticia y la falta total de ética.

Regresando a nuestro espacio en Telegram, la mayoría de los foristas allí asumen términos y giros coloquiales para comunicarse entre ellos, algo que puede ser utilizado –y fabricado– contra LJC. Es responsabilidad nuestra acompañar entonces a los foristas, promoviendo una cultura que permita debatir con argumentos y no con injurias. En cierta ocasión la anterior primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, Susely Morfa, manifestó que había que utilizar las mismas armas que el enemigo en la batalla ideológica. Era ese tipo de armas las que se estaban usando en nuestro grupo de Telegram, algo que no se repetirá, pues LJC no coincide con tales actitudes.

Agradecemos a nuestros críticos por su ejercicio. Con él, señalan deficiencias que pasamos por alto, ayudan a seguir mejorando nuestros servicios y ampliando nuestra audiencia. Reiteramos que se tomarán las medidas necesarias para que una situación de este tipo no vuelva a suceder, inspirados en la idea guevariana de “trabajar por nuestro perfeccionamiento interno como una obsesión casi, como una impulsión constante; cada día analizar, analizar honestamente qué hemos hecho, corregir nuestros errores y volver a empezar el día siguiente”.

Nuestro Telegram en seis meses tiene 900+ seguidores en su canal oficial y 200+ en su espacio de debate, es relativamente joven pero se le exige un nivel de moderación al nivel de otros medios con mayores recursos materiales. Cambiaremos lo que sea necesario y buscaremos los medios para estar a la altura. También seguiremos ejerciendo la crítica como el ejercicio del criterio que es, para intentar “desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella”. A continuación, adelantamos algunas reglas que implementaremos en nuestro foro de debate de Telegram, donde la opinión de los foristas no debe ser atribuida a nuestro proyecto, pero agradeceremos la colaboración de todos en señalar cualquier violación ética.

Reglas para debatir en el foro público de Telegram LJC-Grupo de debate:

  1. Los debates en el grupo estarán enfocados en los temas políticos, sociales, económicos y culturales que son objeto de atención de La Joven Cuba y otros que sean interés de los miembros, siempre que no se alejen de esas categorías.
  2. Los foristas deberán respetar ante todo la diversidad de criterios, aun cuando estos difieran de la opinión propia. La ubicación en el espectro político, la filiación o no a cualquier tendencia, no puede ser motivo para atacar una opinión.
  3. El foro no será lugar para descalificar personas, instituciones o medios. El ejercicio de la crítica debe estar regulado por la ética y el respeto.
  4. No debe editorializarse en el foro. La exhibición exclusiva de preferencias políticas sin participar en los debates que tengan lugar y los contenidos compartidos, no será permitida.
  5. Los administradores del grupo velarán por el cumplimiento de estas reglas de convivencia. A ellos podrá dirigirse quien desee comentar o reportar algo referido a La Joven Cuba y sus espacios.

Puede acceder a nuestro canal de Telegram en el siguiente link: https://t.me/lajovencuba

28 septiembre 2020 51 comentarios 948 vistas
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nacion

La nación insultada

por Giordan Rodríguez Milanés 15 septiembre 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Teresa Melo me insulta desde Cubadebate. Jamás yo la ofendería a ella. Y digo “me ofende” porque si, visto con honradez, me ajusto perfectamente al sujeto que describe en su nota Mi Humilde Gratitud, publicada el pasado 12 de septiembre. No tengo un trabajo estable en Cuba (podría explicar las causas pero no viene al caso), me sobra tiempo para criticar (y efectivamente critico) y no guardo ningún sentimiento de gratitud por dirigente alguno.

Soy un desagradecido, uno de esos parásitos “carente de sentimiento y sentido común y conocimiento”. También fui de los primeros en burlarme del ministro de la industria alimentaria. Tuve que escoger entre la burla y la indignación que me provocaron los disparates. Escogí la burla y la aritmética que, a pesar de mi condición de “figurín diletante y susurrador”, según Teresa, aprendí en mi lejano cuarto grado.

Pero nada justifica un agravio contra Teresa Melo ni otra persona agradecida de este país.

Nada lo justifica. Ni siquiera que no sea la primera vez (y estoy seguro no será la última) que a los críticos nos descalifiquen en un medio de prensa pagado por el pueblo. Eso lo hemos visto con Leopoldo Ávila escribiendo para Verde Olivo, con Miguel Barnet en Granma pidiendo que dejemos la política en su “cuartel general” y hasta con un profesor de física que usa a José Martí para conminarnos a que no estorbemos.

Condenaré siempre cualquier demonización, asesinato de la reputación o linchamiento mediático contra Teresa Melo, Mariela Castro o cualquier otra persona. Soy categórico: no acepto el abuso. Y no lo acepto aun cuando Mariela Castro, por ejemplo, comparta un post de Facebook donde Antonio Rodríguez Salvador considera a Harold Cárdenas “una personalidad victimista” que puede resultar paranoide, y otras lindezas. O que un montón de blogs (también financiados por el pueblo) le llamen despectivamente “el becario” a nuestro editor. O aunque Marcos Cristo dedique todo tipo de epítetos a la doctora Alina B. López y este servidor, sin tener el valor de mencionar nuestros nombres o discutir de frente nuestras diferencias, como le he pedido a él y a otros.

¿Quiere alguien insulto mayor y más irrespetuoso que llamarle mercenario a cualquiera, con absoluta ligereza y sin presentar evidencia alguna? ¿Quiere alguien insulto mayor que dejar sin trabajo a un profesor universitario, doctor en ciencias, por publicar en Rebelión y en este sitio? Ante esto, los memes y las burlas a un ministro parecen cosas de niños aunque no lo sean. En realidad son expresión del descontento de un segmento de nuestra sociedad en una proporción cada vez más creciente que, aunque algunos lo evadan, va a llegar el momento que ningún agradecimiento va a evitar la explosión social.

Hay que romper de una vez el círculo vicioso que legitima el escarnio.

Y no hay que hacerlo sólo por Teresa Melo, o por Paquita de Armas sobre quien un músico y sus seguidores han bombardeado vulgaridades y groserías sin tener en cuenta que esta señora es una persona mayor. Hay que rescatar la decencia perdida, aprender a disentir desde el respeto porque incluso la burla, la sátira y el sarcasmo, precisan un mínimo de dignidad para no convertirse en manifestación de lo peor de nosotros mismos.

Hay que romper ese círculo vicioso por Cuba, por la nación que somos todos nosotros: los agradecidos y los críticos, con sustento y sin sustento, los que dicen ser revolucionarios y viven como oligarcas y también por los que no dicen que sean revolucionarios y comparten con el proletario ese trozo de pan que el ministro asegura tiene más calidad que en muchos otros países. Porque a una nación que no se respeta a si misma, no la respeta nadie.

15 septiembre 2020 48 comentarios 734 vistas
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beggars

At the beggars table

por René Fidel González García 1 marzo 2020
escrito por René Fidel González García

With the title ‘Cubanidades’, the Argentinean political expert and philosopher Atilio Borón has published an article which intends to explain ‘what Cuba is and what the mystery of the rebellious island is’.

One may agree or not with many of his statements, made without much desire to seek depth and, in my opinion, with an intimate sense of admiration for the Cuba which has received him for years as a friend and a left-wing scholar. But the following immediately attracted my attention in the text, since it’s one of the ideas that remains editorially highlighted in its reproduction by the Cubadebate website, and because I was surprised to find it as part of the proposed explanation:

‘Cuba is a fine table with rice and black beans, fried green bananas, slices of pork, roast lamb, lobsters and fish stuffed with shrimp. There are tamales on the casserole and yucca with garlic sauce, pork cracklings and lemon too. And there are also soups that bring you back to life, delicious ice creams, incredibly sweet desserts and an elixir called coffee. Cuba is mojitos, piña coladas; and to round off the banquet and find delight without end there are exquisite rums and incomparable cigars, which are unique in the entire world.’

‘Is this a left-wing intellectual?’, a colleague has asked in the social networks. The worst part is that, indeed, as an intellectual he is left-wing, as is the Cuban medium which immediately replicated his text, or the professionals which will set out tomorrow to highlight other portions of the article and the sensibilities of those who may react to what can be seen as something halfway to being a credible idea within the coarse and fatuous promotional flyer of an improvised tour operator, or as an insult to the people which has built and upholds with sacrifice, patience and incredible everyday nobility the rest –and more– of what’s described in the article; but can never be seen as an argument to explain what Cuba is and what the mystery of its rebelliousness might be.

I don’t know either if they will give us a moralizing and stern speech early in the morning, or at noon, as it happens at times, or if they will keep quiet in their social media profiles, waiting for the next opportunity to demand the full weight of the Law falls on criminals, or on anyone left without a drop of power while they see that very Law being trampled and mocked once and again as in an atrocious spell, as an inexorable curse by those who do have power.

What I do know and frightens me isn’t the opinion of a scholar, ill-suited to our reality, yet coherent with the mirages caused by the formalities of protocol, or with the capacity of his own pocket. What alarms me is that there may exist –and ultimately become empowered among us– a new left, so obsessed and happy about the beauty of its things, that it can end up believing that we may mistake our poverty and prosperity –the Cuban qualities which may coexist in our struggles, failures and successes, in our dreams– with their vanities.

‘Welcome to the beauty!’, they seem to be saying without shame or humility to the hundreds of thousands of impoverished and lonely old people who can have lunch and dinner thanks to the protection guaranteed by the State, to the millions who anxiously stand in long lines for vile ground meat or rationed eggs, because that’s their fundamental and above all most democratic source of protein. For them, and for the majority, Cuba hasn’t been a ‘delight without end’, not before and not now, and that’s why our metaphorical David isn’t small.

If feel that, as a society, we are enthusiastically and flippantly entering –others may long be fully enjoying it already– a time of cynicism, in which reality would be conceived as a consumer product, so that those who cannot really escape it may get to do so.

We are in dire need that once again the heroes of good may rise from among us; the heroes of decency and honesty, those that the other Cuba, the one made up by the great people, encourages with the injustices that befall it, and when the small people are at their most arrogant.

We must take note of the dangerous ethical decline that’s taking place, of the political and social conservatism which now emerges connected to economic power, or with the hidden and shameful desire for power, in order to prosper and make rich through our misfortunes. We must understand the deep roots and the expansion of the culture, the values and the practices of that successful fringe, and of the way in which they have infiltrated our institutions and managed, for now, to corner ethics and civic responsibility.

Of that ethical decline, of those sustained exercises of opportunism and cowardice, profitable and exploited by them, we shall expect the worst evils. But we must never forget that the beggars table is also political, as dignity is virtue.

(Translated from the original)

1 marzo 2020 1 comentario 667 vistas
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Caso cerrado

por Consejo Editorial 30 mayo 2014
escrito por Consejo Editorial

portada-cubaperiodistas-upec-cubaPor: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)

El lunes 26 de mayo de 2014 el sitio oficial de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) publicó una nota donde informaba los resultados de una investigación realizada sobre un lamentable acto de violencia policial. Este “caso” fue denunciado en La Joven Cuba con anterioridad y finalmente podemos hacer balance de lo sucedido. Vayamos por partes.

Comienzo destacando los resultados de la comisión de trabajo que estudió el tema y aplaudo lo publicado en la nota. En todo caso me hubiera gustado saber cuestiones tales como: ¿qué medidas se tomarán con los responsables? ¿Quién cometió la alteración del orden público: las fuerzas del orden o la afición matancera? Estos son algunos cabos sueltos pero no demeritan el trabajo de una comisión que se nota fue serio. Un último detalle al respecto, la próxima vez deberían publicar una nota aclarando que el tema está en proceso de investigación para no dar una imagen de pasividad, hace tiempo aprendí que no se trata solo der ser sino también hay que parecer.

El modelo de prensa cubano nació en el

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30 mayo 2014 111 comentarios 466 vistas
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