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Crisis económica

Hubiera (1)

¿Y si no hubiera que sacarle presión a la caldera?

por José Manuel González Rubines 26 noviembre 2021
escrito por José Manuel González Rubines

En noviembre de 2018, cuando todavía el coronavirus —y su consecuente crisis— no habían asomado por el lejano Wuhan, una amiga emigró a Chile. «Aquí no voy a tener nada y la vida se nos va a pasar esperando una mejora que nunca llega. No quiero vivir sobreviviendo», me dijo tras decidirse, con la tinta de su título de ingeniera industrial aún fresca.

Salió de La Habana en un vuelo a Georgetown, capital de Guyana. Atravesó el país, cruzó la frontera con Brasil por la zona de Roraima y, con rumbo sur, llegó a la ciudad de Manaos, en plena selva amazónica. Siguió hacia el suroeste en ómnibus hasta los límites orientales del Perú, se internó en la nación inca y entró a Chile desde el norte. Por aquellos días esa era la ruta de moda, la habían tomado ya cientos de personas antes que ella y cientos más la recorrerían en los meses posteriores.

En Santiago intentó buscarse la vida —una veces con más éxito que otras— hasta que en agosto pasado, acompañada de su novio, hermana, cuñado y un sobrino de tres años, emprendió el camino hacia el norte, a perseguir el «sueño americano».

Junto a un grupo de cubanos recorrieron Perú y cruzaron a Colombia, donde atravesaron la peligrosa selva del Darién, al norte. Esto los convierte en parte de los 100 mil migrantes que han hecho similar itinerario este año, y al niño, en uno de los casi 19 mil infantes que cruzaron la región selvática en 2021, según Unicef. Se internaron en Centroamérica por Panamá, siguieron a Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y el enorme México.

A nado cruzó mi amiga el Río Bravo una mañana, con su ropa en una bolsa negra de basura. Llegó al otro lado y aún espera en un centro de detenciones de Georgia a que las autoridades norteamericanas decidan cuál será su destino. Su hermana, cuñado y sobrino entraron casi un mes después, por la zona de Mexicali, al oeste, y aguardan lo mismo.

Durante el enorme trayecto de miles de kilómetros y casi tres meses, algunos enfermaron de neumonía, sufrieron hambre, fatigas, extorsiones de las autoridades y/o de las mafias, y probablemente otras vejaciones que no contarán. Pero llegaron. Ahora son parte de los casi 15 mil cubanos que han atravesado la frontera sur de Estados Unidos en los últimos tres meses. Tuvieron más éxito que otros, cuyos cadáveres abonan las plantas del Darién o alimentaron a los peces de las aguas caribeñas que rodean la Isla, en esa «maldita circunstancia» de la que hablara Virgilio.

Hubiera (2)

Migrantes en Darién. (Foto: Defensoría del Pueblo – Panamá)

No obstante, creer que quienes único emigran en Latinoamérica son los cubanos es desconocer uno de los más grandes problemas que enfrenta la región. Crisis económica, violencia y falta de oportunidades son algunas de las causas más representativas que llevan a los latinos a moverse hacia otros lugares del continente —Argentina, Chile y Brasil sobre todo— y a América del Norte.

En el caso cubano la migración ha sido un fenómeno constante. Aun cuando desde el siglo XIX existían flujos, sobre todo hacia Estados Unidos, el país pasó de receptor a emisor de migrantes. En 2019, la Oficina del Censo de los Estados Unidos calculó que vivían en ese país 1.359.990 nacidos en la Isla.

En este número incide la aplicación de la Ley de Ajuste Cubano, vigente desde 1966, y la política de Pies Secos/Pies Mojados, que estimuló la migración ilegal y fue eliminada en los últimos tiempos de la administración Obama. Si a esa cifra se agregan las estimaciones de la División de Población de Naciones Unidas de mediados del mismo año, los compatriotas residentes en otros lares superan el millón 600 mil —un 14% de la población.

Hace unos días, con el anuncio del libre visado para cubanos a partir del 22 de noviembre, que hiciera el Ministerio de Gobernación de Nicaragua, se cuece la próxima oleada migratoria, que quizás sea más masiva que las anteriores.

La crisis de la Covid-19, el panorama internacional adverso —sanciones de Estados Unidos y recesión mundial—; así como la precariedad económica sostenida durante años, arreciada por la Tarea Ordenamiento y sus tremendos costos sociales, condicionan que no sean muchos los que esperan que «el año próximo sea mejor». Si le sumamos el cierre de la Embajada de Estados Unidos en La Habana y la imposibilidad de recibir visados para ese país de forma normal, queda preparado el escenario.

Si para nuestros compatriotas atravesar toda Latinoamérica, desde Chile hasta México, resultaba una alternativa «viable», imaginemos cuán tentador les parecerá poder subir desde Nicaragua, a solo tres paradas —Honduras o El Salvador, Guatemala y México— de la ansiada frontera con «el Norte revuelto y brutal». ¿Cuántos miles no se aventurarán? ¡Qué felices estarán las mafias y las pandillas de recibir a los desesperados cubanos que se marchan en desbandada!

Para Nicaragua la medida no debe representar un problema, sobre todo teniendo en cuenta que quien no pretenda emigrar a Estados Unidos, puede ir a comprar a Managua. La idea debe ser más que atractiva para la economía nica, dado que las reexportaciones a Cuba desde la Zona Libre de Colón (ZLC), la mayor del continente y situada en el Caribe panameño, sumaron la jugosa cifra de 335.5 millones de dólares en el 2018, según la administración del emporio comercial.

Hubiera (3)

Del lado cubano también es un negocio de ganar/ganar: quien se vaya y llegue, mandará remesas y todos sabemos que eso «sí lo queremos, sí lo necesitamos». Asimismo, como dijera en su canción Fuera el dúo Buena Fe —espero haber entendido la letra y no formar parte de la pléyade de «anormales» que eran muchos de sus fans—, hay que «sacarle presión a la caldera cada cierto tiempo». ¡¿Y cuándo ha habido más presión aquí que en el último año?!

No es esta una práctica nueva en Cuba, como han señalado numerosos analistas. Boca de Camarioca, Mariel, la Crisis de los Balseros, son otras temporadas de la misma serie que está grabando sus nuevos capítulos en las colosales filas frente a las oficinas de la aerolínea Copa.

Lo que se olvida en estos cálculos políticos, como de costumbre, es que quienes se lanzan a la aventura de recorrer tierras extrañas y peligrosas no son números para engrosar estadísticas, sino personas. Así como las generaciones de mis abuelos y mis padres vieron marcharse a muchos de los suyos, a la mía le ha tocado lo mismo.

Que irse a cualquier precio sea la única opción para muchos es algo que, lejos de ser estimulado por alianzas y decisiones turbias, demuestra fracturas y carencias tan profundas como las aguas del golfo donde miles de los nuestros encontraron reposo. «El último que se vaya que apague el Morro», ratifica una frase que pretende ser jocosa y que resulta tristísima. La muerte en el camino o en los mares, así como el desarraigo de sentirse extranjero, no puede ser el destino eterno de una parte de este pueblo. ¿Y si no hubiera que sacarle presión a la caldera?

26 noviembre 2021 28 comentarios 3.274 vistas
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Realidad cubana (1)

La realidad cubana actual y las lecciones de la historia

por Mauricio De Miranda Parrondo 23 noviembre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Cuba está en un punto de inflexión de su historia contemporánea. El modelo económico y político adoptado después del triunfo de la Revolución, se muestra agotado porque no ha sido capaz de conducir a la prosperidad ni a la libertad y la democracia.

A punto de cumplirse sesenta y tres años de aquel momento, la inmensa mayoría de la población debe concentrar la mayor parte de sus energías en sobrevivir bajo condiciones muy difíciles, con graves problemas para asegurar el suministro de víveres y otros bienes esenciales, severas dificultades de transporte, crítico déficit de viviendas y deplorable estado de muchas de las existentes debido a la falta de mantenimiento.

Adicionalmente, los ingresos a partir del salario resultan insuficientes para asegurar condiciones normales de vida. Esta situación es mucho más comprometida en el caso de la población jubilada.

El gobierno se ha caracterizado por no adoptar transformaciones sistémicas radicales que permitan enfrentar la crisis, perdió el tiempo que no tenía combinando «experimentos» con gran lentitud en la adopción de profundas reformas económicas, y ello condena al país a un estancamiento económico que no le permite remontar la situación que tenía antes de 1989.

Los cambios económicos se distinguen por su timidez e intentan evitar la pérdida del control político y el poder sobre el establecimiento de incentivos necesarios para el desarrollo del emprendimiento y la producción. En consecuencia, la insatisfacción crónica de las necesidades materiales de la sociedad, que ha sido persistente en la historia económica del período revolucionario, se ha agudizado notablemente.

En medio de la gravísima crisis actual, los funcionarios del gobierno persisten en un modelo económico centralizado que ha probado su ineficacia en diversas partes del mundo, tal como quedó demostrado en los casos de la Unión Soviética y sus aliados de Europa Oriental, donde tanto el sistema económico como el político implosionaron entre 1989 y 1991.

Adicionalmente se sigue insistiendo en que el actual modelo es el único posible en el «socialismo» cubano, lo cual responde tanto a atavismos dogmáticos como al interés por mantener el poder a toda costa, aunque ello conduzca a un deterioro del nivel de vida de las personas. Al parecer, apostaron a que ese deterioro, que sin dudas conlleva a una reducción del apoyo popular, no se traduciría en protestas sociales. Sin embargo, después del 11 de julio todo eso cambió.

Realidad cubana (2)

…apostaron a que ese deterioro, que sin dudas conlleva a una reducción del apoyo popular, no se traduciría en protestas sociales. (Foto: IPS)

Tres décadas es un período suficiente para extraer las lecciones necesarias y actuar en consecuencia con el fin de evitar lo que ocurrió en aquellos países. Lo más importante era crear las condiciones que evitaran el colapso de la economía y la crisis de confianza en el sistema político. Ello debió conducir a profundas reformas económicas y políticas, en cambio, la dirección cubana se decantó por la «continuidad», que bien podría traducirse en inmovilismo.

Las lecciones de la historia

Hace treinta y dos años se desplomaron, uno tras otro, los regímenes comunistas de Europa Oriental. En 1991, apenas dos años después, se desintegró la Unión Soviética (URSS). También en ellos se había producido un agotamiento del modelo económico centralizado —incluso en aquellos en los que acontecieron reformas descentralizadoras con ciertos elementos de mercado—, así como del sistema político totalitario.

En las primeras dos décadas de imposición del sistema en esos países por parte de la URSS, el crecimiento económico se produjo siguiendo un modelo de desarrollo extensivo, basado en la abundancia relativa de ciertos factores de producción, especialmente trabajo, materias primas y combustibles.

A partir de la segunda mitad de la década de los setenta, sin embargo, las condiciones cambiaron. La abundancia se transformó en escasez y se acumularon déficits comerciales en la medida que se incrementaban las relaciones económicas con países capitalistas a los cuales había poco que ofrecer, más allá de materias primas. Los déficits, a falta de inversión extranjera, comenzaron a cubrirse con deuda externa debido a la necesidad de importar tecnología y maquinarias.

A principios de los ochenta —cuando estalló la crisis de la deuda por la política de altos intereses de la Reserva Federal—, varios países socialistas europeos se vieron en severas dificultades de pagos. Prácticamente todos fueron golpeados por la crisis, pero las mayores afectaciones las sufrieron Polonia, Rumanía y Hungría. La URSS, por su parte, cargaba no solo con el fardo que representaba el creciente gasto militar, sino también con la guerra de Afganistán y el apoyo económico a Cuba, Vietnam y Mongolia.

La crisis de sus finanzas externas obligó a los gobiernos a adoptar políticas de austeridad que se reflejaron en un deterioro del nivel de vida de la población. En el primer lustro de la referida década comenzó a ralentizarse el crecimiento económico, y en los últimos años el crecimiento ya fue negativo.

Países

1981-1985

1986-1990

Alemania Oriental*

4,5

-1,8
Bulgaria 3,3 1,5
Checoslovaquia 1,7 1,3
Hungría 1,8 0,5
Polonia -0,2 -0,4
Rumanía 3,2 -1,8
Unión Soviética 4,6 4,8
*En el caso de Alemania Oriental se trata de Producto Material Neto (PMN) que era el indicador medido en el CAME. Los datos del PIB no están disponibles en la base de datos de UNCTAD.

Cuadro 1. Variación promedio anual del PIB de países socialistas europeos en los quinquenios 1981-85 y 1986-90 (porcentajes) (Fuente: Cálculos del autor con base en UNCTAD – 2021).

En términos generales, fueron incapaces de transitar a un modelo de desarrollo intensivo basado en mayor productividad de los factores y aplicación de avances científicos a la producción. Solo en la carrera espacial y en la de armamentos la URSS podía competir con Estados Unidos, a un costo excesivamente alto en términos de bienestar humano.

A lo anterior se sumaba el considerable deterioro de la capacidad movilizativa y del liderazgo de los respectivos partidos comunistas en el poder. Su control se había sustentado en una férrea represión a intelectuales, e incluso a trabajadores que en ocasiones se manifestaron contra fenómenos como la escasez de bienes de consumo, los altos precios o la presencia de tropas soviéticas en sus territorios.

En 1953, poco después del fallecimiento de Stalin, trabajadores berlineses que salieron a las calles para protestar por los altos precios y reclamar la salida de las tropas soviéticas fueron reprimidos por dichas tropas. En 1956, nuevamente ese ejército foráneo puso fin a la decisión soberana de los húngaros de declararse neutrales y cambiar el sistema de partido único por una democracia multipartidista.

Ese mismo año ocurrieron protestas de los obreros polacos en Poznan, reprimidas por las fuerzas militares polacas pero conducentes a la remoción del liderazgo comunista y su reemplazo por dirigentes más reformistas.

En 1962, en la localidad de Novocherkassk, región rusa de Rostov, los obreros iniciaron una huelga contra el aumento de las cuotas de producción impuestas por los planificadores, al tiempo que subían los precios de la carne y la leche. La misma se tradujo en una manifestación ante el comité local del Partido. Dicha protesta, duramente reprimida por el KGB y las fuerzas militares, provocó la muerte a veintiséis personas, varias decenas de heridos y centenas de detenidos, según fuentes oficiales.

Una nueva intervención militar soviética y de otros países del Pacto de Varsovia frustró, en 1968, el intento soberano de los comunistas checoslovacos de iniciar profundas trasformaciones económicas y políticas, en la intención de construir un «socialismo con rostro humano».

Finalmente, en 1980 los obreros de los astilleros de Gdansk, en Polonia, iniciaron huelgas y protestas ante el deterioro del nivel de vida motivado por las políticas del gobierno, el aumento de la inflación, bajos salarios y escasez de bienes de consumo. Crearon el sindicato paralelo «Solidaridad», que rápidamente aglutinó a miles de trabajadores en todo el país, y representó la principal organización contra el hasta entonces dominio monopólico comunista. Esto condujo a la imposición de la ley marcial, la detención masiva de los principales líderes de oposición, y el paso a la clandestinidad del sindicato independiente.

Realidad cubana (3)

Lech Wałęsa, fundador del sindicato «Solidaridad».

Ante las reformas de Gorbachov, orientadas a la reestructuración económica (Perestroika), a la transparencia informativa y eliminación de la censura (Glásnost) y a la democratización tanto al interior del Partido como de la sociedad; la mayor parte de los gobiernos comunistas advirtieron en ellas el desplome de su poder monopólico, pero esta vez no contaban con el apoyo de las fuerzas militares soviéticas porque el líder había advertido con claridad que no intervendrían en los asuntos internos de otras naciones, dando fin a la llamada «soberanía limitada».

El 7 de octubre de 1989, mientras Gorbachov acompañaba a Erich Honecker en la celebración del 40 aniversario de la constitución de la RDA, miles de berlineses del Este aclamaron al líder soviético y solicitaron reformas en su propio país. Un mes después caía el Muro de Berlín. Tal como relaté en otro artículo, meses antes miles de germano-orientales habían cruzado la frontera húngara abierta por autoridades de ese país y otros se habían asilado en la embajada de la RFA en Praga.

Los días 16 y 17 de noviembre del mismo año se produjeron masivas protestas estudiantiles en Bratislava y Praga, en ocasión de conmemorarse el asesinato del joven Jan Opletal por los nazis. Una manifestación con el beneplácito del Partido Comunista se convirtió en una reclamación para democratizar la sociedad checoslovaca. Surgió entonces el Foro Cívico, que aglutinó a intelectuales disidentes, muchos de los cuales habían sido firmantes de la Carta de los 77, y opositores al régimen comunista.

La dirigencia del Partido persistía en su posición de que exclusivamente el sistema político de partido único era válido y posible en el país. Las fuerzas armadas se negaron a atacar a la población y las huelgas se extendieron a los trabajadores, la radio y la televisión. El 27 de noviembre se produjo una huelga general y la dirección del Partido solicitó ayuda a la URSS, pero no le fue concedida. Este país también enfrentaba ya una profunda crisis en las relaciones entre nacionalidades y por los deseos independentistas de varias repúblicas.

En noviembre, asimismo ocurrieron protestas en varias ciudades búlgaras, ellas llevaron a la renuncia del veterano dirigente Todor Zhivkov.

A fines de diciembre se produjo en Rumanía el sangriento final de Nicolae y Elena Ceauçescu que puso fin a su régimen. El dirigente rumano había reprimido violentamente las protestas de Timisoara y ello no le fue perdonado por el pueblo, que había resistido las duras políticas de ajuste del gobernante encaminadas al pago de la deuda externa a partir de una reducción del gasto público, con cortes incluidos en la calefacción durante el invierno.

En todos los casos, los líderes comunistas se negaron a aceptar la necesidad de profundas reformas económicas y políticas, y no advirtieron la ruptura del pacto social ni el deterioro de la credibilidad del liderazgo de los Partidos respectivos. En aquella espiral disolutiva comenzaron a desintegrarse los Frentes nacionales en que se agrupaban las organizaciones dependientes de los partidos; reaparecieron entonces algunos partidos socialistas que habían sido obligados a fusionarse con los comunistas.

El año 1990 fue concluyente. En elecciones libres convocadas en estos países los comunistas perdieron el poder. Muchas de esas organizaciones antes de desaparecer ya eran minúsculas en membresía e influencia popular. Después de esto, como es sabido, se produjo la restauración del capitalismo en todos ellos. En algunos casos no se trató de la construcción de un Estado de Bienestar, sino de un liberalismo a ultranza donde, por cierto, muchos de los nuevos magnates y oligarcas eran antiguos jerarcas comunistas y altos oficiales de la seguridad del Estado o de las fuerzas militares.

Realidad cubana (4)

Nicolae y Elena Ceauçescu fueron fusilados.

La dirección necesaria de las reformas en Cuba

Ninguno de los países socialistas europeos, quizás con la excepción de Rumanía, tenía en 1989 las condiciones económicas que tiene Cuba hoy. Ninguno de ellos resistía sanciones económicas como las que la Isla enfrenta desde hace más de seis décadas, las cuales, sin embargo, no deberían servir de justificación para no adoptar profundas transformaciones económicas y políticas, sino todo lo contrario, estos cambios son inexcusables en las condiciones actuales para impulsar el crecimiento económico y potenciar la libertad y la democracia.

Las reformas económicas deberían orientarse a promover el emprendimiento, incentivar la producción nacional de bienes y servicios, sobre todo de aquellos que solucionan necesidades directas de la población, así como las que pudieran convertirse en fuentes de ingresos por exportaciones, estimulando así el desarrollo de los sectores privado y cooperativo, junto al estatal ya existente, circunscrito a aquellas actividades en las que su eficiencia no es resultado de una condición monopólica.

Para ello es imprescindible eliminar los actuales monopolios de la banca, el comercio exterior y el comercio doméstico, y estimular el funcionamiento de mercados abiertos y transparentes.

Las reformas políticas tendrían que encaminarse hacia la democratización de la sociedad, a promover un cambio profundo en las instituciones políticas, haciéndolas abiertas e inclusivas. Esto reforzaría los mecanismos tanto de la democracia directa como de la representativa y haría de los derechos ciudadanos el pilar fundamental de una sociedad libre.

Sería imprescindible establecer mecanismos de elección directa y entre varias alternativas, tanto de los funcionarios que ejercen funciones ejecutivas principales a nivel nacional y territorial, como de aquellos que se dedicarían plenamente a legislar. El parlamento debería ser mucho más pequeño y dedicado exclusivamente a la labor legislativa, para que cumpla realmente sus funciones y no exista como simple decorado.

Cualquier ciudadano debe tener oportunidad de ofrecer sus servicios a la sociedad en la labor de gestión política, lo que desmontaría el dañino y arcaico sistema que permite al Partido Comunista, en la práctica, colocarse por encima de la sociedad para controlarla y, al mismo tiempo, quedar fuera del control de esta. Cuba no es el país de los miembros del Partido, es el país de todos los cubanos.

El derrumbe del socialismo en Europa Oriental demostró que cuando el liderazgo no está a la altura de las circunstancias; no evalúa objetivamente la realidad económica, política y social; no interpreta adecuadamente el sentir de la sociedad o de una parte de ella, se producen fracturas que conducen a protestas sociales. La represión de las mismas solo genera un agravamiento de los conflictos y estimula acciones violentas.

El liderazgo y la vanguardia de un partido o movimiento político no se garantizan con un artículo en la Constitución, sino con el ejemplo y la capacidad real de convocatoria social; con la interpretación adecuada de las condiciones históricas para conducirse en sintonía con ellas y con la sagacidad para aplicar las lecciones que la historia les ofrece.

23 noviembre 2021 30 comentarios 3.613 vistas
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El accidentado trayecto de los mecanismos económico-financieros

por Mario Valdés Navia 3 noviembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Estudiar economía en Cuba es cómo aprender a hablar mandarín para una beca en China y que, en el último minuto, te la cambien para Suecia. Las leyes y categorías propias de ese ámbito son negadas continuamente por su instrumentación en políticas y tienden a expresarse mejor en la economía sumergida que en la oficial.

El rechazo a usar categorías mercantiles provoca que en la información oficial se incluyan las hectáreas sembradas, pero no el precio del producto y sus oscilaciones en el mercado; la cantidad de toneladas a cosechar, nunca las suministradas por la empresa Acopio a los mercados minoristas, ni las ganancias de productores y comerciantes; el crecimiento de la productividad, pero no de los salarios; la migración interna de los trabajadores, sin mencionar los ingresos potenciales de cada sector; etc. A los entrevistados es de mal gusto preguntarle por sus ingresos, como si solo se esforzaran por ganar diplomas.

Releer el acápite «Los errores cometidos», del Informe Central al I Congreso del PCC (1975), provoca en el lector un constante deja vú. Recordemos que algunos de los deslices señalados entonces fueron: falta de productividad por desvinculación del salario y los resultados del trabajo, desestímulo al ahorro, menosprecio de la ley del valor y las relaciones monetario-mercantiles, y exceso de mecanismos administrativos y materiales en la gestión y control de la economía. Tras un viaje azaroso de marchas y contramarchas, todos sobrevivieron hasta el día de hoy. Analicemos someramente el camino recorrido por los mecanismos económico-financieros desde entonces.

Mecanismos (2)

Fidel Castro en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.

-I-

El Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE) adoptado en 1976 sobre la base del cálculo económico soviético, tenía como uno de sus principios la extensión del uso de métodos económico-financieros y de la ley del valor en la gestión económica. Durante una década, esta tendencia fue in crescendo a partir de los conceptos de contabilidad, estadística y mecanismos económico-financieros en versión del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).

La ciudadanía tornó a valorar en alto grado categorías económicas como: monto del salario, estabilidad del mercado (normado y complementario), ganancia empresarial y sus formas de distribución, ahorro productivo y familiar, política de inversiones del Estado, empleo del presupuesto y otras que penetraron en el discurso y la praxis. No obstante, se arrastraron limitaciones doctrinales y fenómenos del idealismo ultraizquierdista de los sesenta que nunca fueron superados.

Entre ellos: prevalencia de los indicadores físicos ante los financieros; pleno empleo como constante económica indiscutible; dependencia de la economía empresarial de decisiones centralizadas; no uso de las tasas de interés bancario para regular el crédito, el ahorro y la inversión; conversión del voluntarista impuesto de circulación en fuente principal del presupuesto nacional; menosprecio de instrumentos fiscales para gestionar el gasto público.

A esto se suma la prohibición a la población de emplear mecanismos básicos de la economía mercantil: compra-ventas a plazos, uso de chequeras y tarjetas de crédito, intereses bancarios estimulantes, índice de precios al consumidor, correlación salario-inflación, etc.

Con el proceso de Rectificación de errores y tendencias negativas (RETN, 1986-1990) y su lema: «¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!», el mecanismo económico tipo CAME se desmontó bruscamente para implantar uno propio, nunca modelado ni explicado, salvo supuestas innovaciones parciales —contingentes obreros, más estímulos morales, suspensión del pago de la deuda externa, prejuicios contra lo no estatal». Los avances anteriores basados en mecanismos económico-financieros, fueron catalogados de retorno al capitalismo y nuevamente minimizados y/o proscriptos.

 

Mecanismos (3)

En 1990, al declararse el Período Especial, ya la RETN se había encargado de desmontar los fundamentos del modelo estatista-burocrático tipo soviético, pero no para establecer un socialismo de mercado como el de los chinos (1976) y vietnamitas (1986), sino para hacerlo aún más centralizado y vertical con el renacimiento de muchas prácticas anti-mercantiles del período idealista supuestamente superado.

La profundidad de la crisis trajo consigo sin embargo, a partir de 1993/94, un conjunto de transformaciones descentralizadoras que revalorizaron la autonomía empresarial, interés material, mercado libre agropecuario. Ellas abrieron las puertas a un mayor vínculo con el mundo a través del comercio, inversión extranjera, turismo, descentralización del comercio exterior, apertura de zonas francas y, sobre todo, la dolarización económica y apertura a las remesas. Pero ni así, los mecanismos económico-financieros fueron puestos en el centro de la política económica.

Aunque la tímida liberalización había logrado reanimar la economía entre 1999-2004; la llegada de Chávez al poder y el inicio de la relación preferencial con Venezuela, generó una acelerada involución hacia formas autoritarias y centralizadoras de gestión. Las asociaciones mixtas fueron reducidas y eliminados los negocios inmobiliarios extranjeros; se disminuyó el número de empresas cubanas autorizadas a operaciones directas de comercio exterior y revivió la animosidad hacia el trabajo privado.

La mayor prueba de la falta de visión económica fue la decisión de desmantelar gran número de centrales azucareros y su industria acompañante (2000-2001), y vender los hierros viejos como chatarra al mejor postor, sin que se explicara nunca dónde fueron a parar los millones de USD obtenidos de golpe. La industria azucarera, pilar de la identidad nacional, vencedora de numerosas crisis durante su secular historia y una de las más diversificadas y prometedoras a nivel mundial, sufrió un golpe del que jamás se ha repuesto. ¡Los mecanismos de formación de precios eran tan antieconómicos, que la industria que sostenía al país con sus ventas al exterior aparecía como subsidiada por este!

A mediados de la primera década del siglo XXI, se acrecentó el voluntarismo en el empleo de los mecanismos económicos. En 2004 se informó que el PIB cubano «reevaluado» recuperaba el nivel de pre-crisis gracias a un nuevo método de cálculo que incluía el monto de los servicios sociales gratuitos, más una tasa de ganancia, y los subsidios en precios a la población.

La polémica suscitada adquirió dimensión internacional y disminuyó la credibilidad en las cifras oficiales cubanas, pues el método adoptado no utilizaba la metodología de la ONU aceptada por el resto del mundo. En la calle se decía que la economía crecía en las estadísticas, pero no en el consumo de las familias.

Ese año se inició una ola de apagones por fallas en las termoeléctricas, obsoletas y faltas de mantenimiento. Sin una visión a largo plazo del proceso inversionista, la crisis de generación no se resolvió, solo se solventó temporalmente mediante la sustitución de equipos electrodomésticos obsoletos por modernos, cambio de bombillos incandescentes por ahorradores, promoción de fuentes alternativas de energía, y reducción de pérdidas en la trasmisión y distribución de electricidad con la rehabilitación de las redes eléctricas.

Mecanismos (4)

Fidel Castro en el Palacio de Convenciones, en la implementacipon de los programas energeticos. (Foto: Ismael Francisco/Cubadebate)

El factor principal fue soslayado, pues en lugar de invertir en la reposición de termoeléctricas, que son más eficientes y funcionan con crudo cubano, se compraron costosas plantas de refuerzo pico y de generación descentralizada (grupos electrógenos) que se distribuyeron por todo el país. En consecuencia, la compra de costosas fuentes secundarias solo dilató la modernización del sector, multiplicó los gastos por importación de combustibles y generó los actuales apagones. 

Una de las medidas trascendentales de entonces fue la extensión, selectiva y paulatina, del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial (SPE), una experiencia de administración nacida en las empresas militares que lograra éxitos en los indicadores fundamentales de producción. Su método de gestión se basaba en el cálculo económico, descentralización de la gestión empresarial y mecanismos que contribuyeran al aumento de la eficiencia; una especie de vuelta al defenestrado SDPE, pero limitado al seno de las FAR.

En el SPE, los mecanismos económicos se modificaban y eran supeditados a las decisiones del Alto Mando, no a las exigencias de la economía nacional. De ahí que, cuando se pretendió generalizarlos a la economía civil, la tarea no diera resultados y cayera en el olvido.

Desde 2004, las exportaciones de servicios profesionales de alto valor agregado sobrepasaron al turismo, tanto en el PIB como en las exportaciones. Pero estaban  liderados por los de tipo social (Educación y Salud), impulsados internamente por la demanda de los programas de la Batalla de ideas y desde el exterior por los programas de mejoramiento social de Venezuela y otros países del progresismo latinoamericano nucleados en el ALBA (Brasil, Ecuador, Bolivia, etc.).

En aquel período de bonanza en la balanza de pagos, lejos de incentivarse el empleo de mecanismos financieros, proliferaron medidas administrativas que perjudicaron la marcha natural de los procesos económicos. Entre ellas, la creación de los Comités de asignación de divisas y de la Cuenta Única de ingresos del Estado, para que este dispusiera nuevamente de fondos en divisas según su arbitrio.

Esta decisión marcó el fin de la relativa autonomía financiera de las empresas, que ahora recibirían asignaciones estatales de divisas, no según las necesidades de sus ciclos económicos, sino a tenor de la voluntad y disponibilidad estatal en el momento de la entrega.

Una de las disposiciones más perjudiciales de entonces fue la reevaluación arbitraria del CUP con relación al CUC, y la reevaluación de este último frente al dólar —con una increíble tasa de cambio de 1×1— y otras monedas convertibles. Esto encareció las exportaciones y abarató artificialmente las importaciones, contribuyendo así  al crecimiento de la voluntad importadora. Agricultura, industria e infraestructura se vieron perjudicadas por la falta de inversiones y cayeron en una espiral descendente que aún persiste.

El fin de la Batalla de ideas, la crisis del 2008, los problemas de Venezuela y el repliegue de los gobiernos de izquierda en varios países latinoamericanos, dio al traste con el espejismo de una economía de servicios basada en encargos gubernamentales, no en demandas del mercado.

El andar zigzagueante de las reformas económicas durante casi tres lustros se explica, entre otros factores, por la demora en extender y potenciar el uso de mecanismos económico-financieros y dado el predominio de criterios administrativos y político-ideológicos en la conducción de los procesos económicos.

Con o sin bloqueo estadounidense, no estaríamos en esta catástrofe económica si se hubieran potenciado dichos instrumentos con el mismo empeño que se puso en organizar magnos eventos políticos; redactar documentos programáticos; crear todopoderosas comisiones que han demostrado ser buenas para nada; aprobar normas legales intrascendentes y echar atrás decisiones liberalizadoras respecto al trabajo privado y cooperativo.

Abrir mayores espacios a los emprendimientos productivos de cualquier signo, con agilidad y menos trabas burocráticas; descentralización económica y territorial; desmontaje de retrancas administrativas inexplicables que han frenado el funcionamiento de la economía por largos períodos y siguen ahí (doble moneda, OSDE, Acopio, etc.); pueden ser medidas que contribuyan a poner la economía sobre sus propios pies y superar el largo y tortuoso camino de los errores cometidos.  La política es expresión concentrada de la economía, pero no se hace economía con criterios y modos político-militares, sino con mecanismos económico-financieros de probada eficacia universal.

3 noviembre 2021 64 comentarios 2.669 vistas
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Tarea Ordenamiento (1)

La «Tarea Ordenamiento», del diseño a la realidad

por Mauricio De Miranda Parrondo 30 octubre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

La sesión de la Asamblea Nacional de Cuba del pasado 27 de octubre dedicó buena parte de su jornada a cuestiones económicas, entre las que destacan: el informe de la marcha de la economía hasta el 30 de septiembre del año en curso, el informe de la liquidación presupuestal de 2020, así como los resultados de la llamada «Tarea Ordenamiento». Para nadie es un secreto que existen cuestionamientos muy fuertes en diversos sectores de la población respecto a la situación del país y sus perspectivas inmediatas.

En este análisis me concentraré en las intervenciones del ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil y del diputado Marino Murillo, quien dirigió la llamada «Comisión de Implantación y Desarrollo de los Lineamientos», recientemente desactivada. Ambas muestran la grave crisis que enfrenta el país, centran sus causas en el bloqueo y la pandemia y carecen de la necesaria autocrítica ante errores causados por la primacía de concepciones dogmáticas y voluntaristas en la conducción de la economía.

Llama la atención que a pesar de que el país vive la mayor crisis económica de los últimos treinta años, que se ha traducido en un cuestionamiento creciente no solo del modelo económico sino también del sistema de gobierno; ningún diputado realizara interpelación alguna a los informes presentados y estos se aprobaran — lamentable tradición en este órgano del sistema político cubano—, por unanimidad.

Ello pone en entredicho la naturaleza misma de lo que es un parlamento, pero, al mismo tiempo, demuestra la inmensa brecha existente entre las instituciones del Estado y el pueblo al que dicen representar, que es, según la Constitución, en quien reside la soberanía.

Los problemas del modelo económico y del sistema de gobierno

El gobierno cubano ha continuado apostando por un modelo de administración centralizada de la economía, a pesar de la innumerable cantidad de experiencias que muestran su fracaso.

La economía insular, casi desde el inicio del período revolucionario, fue dirigida con altas cotas de voluntarismo, en muchas ocasiones sin tomar en cuenta el funcionamiento objetivo de las leyes económicas. Tal estilo es responsable de una grave acumulación de errores en política económica que han tenido impacto nocivo en el desempeño de la economía y, en consecuencia, en el bienestar de la sociedad.

El sistema socialista realmente existente se desplomó hace treinta años y, como resultado de ese fracaso, la mayor parte de los países en los que se produjo restauraron el capitalismo; con inmensos costos sociales en unos casos o con mejores resultados en otros. Mientras en algunos emergieron sistemas democráticos, en otros se impusieron regímenes autoritarios, incluso con esquemas supuestamente multipartidistas.

En China y Vietnam, las reformas orientadas hacia el mercado lograron una mayor prosperidad, gracias al acelerado crecimiento económico y aumento del bienestar de la sociedad. En la práctica, esto significó el desarrollo de un capitalismo de Estado donde la naciente y muy poderosa burguesía nacional ha aceptado la tutela y protección del Estado dirigido por Partidos Comunistas, consintiendo, clientelismo mediante, sus reglas de juego políticas.  

A pesar de que en esos países existen grupos sociales que reclaman la democratización, no han logrado constituirse en alternativas políticas viables debido a la inmensa capacidad de represión que conserva el poder, pero también porque una parte considerable de la sociedad prospera económicamente y no siente la necesidad de cuestionar a sus gobiernos.

El caso cubano ejemplifica la persistencia de un modelo económico con pésimos resultados en términos de prosperidad y bienestar, al punto de mantener la vida de la mayor parte de la población en constante lucha por la subsistencia cotidiana. Al mismo tiempo, se pretende inmutable un sistema de gobierno autoritario y totalitario, que reclama una pretendida unidad monolítica muy lejos de representar su realidad política.

En consecuencia, se ha agrandado la fractura de la sociedad ante la incapacidad manifiesta de la dirección política para producir cambios estructurales urgentes y profundos, y dada la permanencia de difíciles condiciones de vida que afectan a la inmensa mayoría.

Mientras tanto, los dirigentes continúan responsabilizando del desastre económico a la política de los sucesivos gobiernos estadounidenses. No cabe dudas de que las sanciones económicas, incluso incrementadas en los últimos tiempos, agravan las dificultades económicas de Cuba, especialmente por su excesiva vulnerabilidad externa que tiene carácter estructural y se ha reforzado últimamente como resultado de errores de política económica y de estrategia de desarrollo por parte del gobierno.

De una economía basada en exportaciones de productos primarios, Cuba pasó a una cimentada en exportaciones de servicios profesionales y turísticos; pero los sectores que antes exportaban dichos bienes, en lugar de sostenerse, se han desplomado o estancado. Lejos de la deseable diversificación productiva, se ha persistido en una alta concentración de la capacidad exportadora. Todo esto ha ocurrido en ausencia de políticas industriales y agrícolas orientadas al fomento de aquellos sectores productivos.

Las reformas económicas adoptadas en los últimos treinta años han sido poco sistemáticas, carentes de enfoque estratégico y dirigidas, esencialmente, a evitar que el colapso económico provoque el político. Se trata de mantener a toda costa el control del Estado sobre el mayor espacio posible de la economía con el fin de conservar el control social. Por eso se interrumpen cuando el peligro del colapso pasa y de alguna forma se recupera una senda de crecimiento, así sea escaso.

A pesar de que, durante estos años, diversos economistas y otros científicos sociales hemos abordado críticamente disímiles cuestiones relacionadas con la política económica y social, la dirigencia política ha hecho caso omiso a la mayor parte de estos análisis. Desconociéndolos, han persistido en mantener inamovible el mecanismo económico centralizado, que les permite disfrutar el monopolio del poder político.

Profundos y fructíferos debates de los parlamentarios suscitó el punto del Informe sobre la marcha de la economía hasta el 30 de septiembre del año 2021, presentado previamente por el diputado @AlejandroGilF en la @AsambleaCuba. #PoderPopular #CubaLegisla pic.twitter.com/Kb9bpyznpo

— Asamblea Nacional Cuba (@AsambleaCuba) October 27, 2021

Los problemas del «ordenamiento»

Incluso cuando desde los años noventa varios economistas comenzamos a insistir en los efectos nocivos de la dualidad monetaria y la multiplicidad de los tipos de cambio, la dirección del país optó por aquel sistema, resultado del cual una parte considerable de la población quedó marginada de la posibilidad de obtener ingresos en divisas, en tanto de manera creciente sus gastos, hasta en necesidades básicas, debían realizarse en moneda extranjera. Mientras tanto, los ingresos por el trabajo resultaban cada vez más insuficientes para asegurar la vida cotidiana.

En tales circunstancias, el propio Estado comenzó a ofrecer bienes y servicios en divisas extranjeras o en los signos de valor creados para representarlas —el llamado peso convertible (CUC)— a los que podían acceder solo quienes obtenían parte de sus ingresos en esa moneda, o los que recibían remesas provenientes del exterior. En ese contexto se mantuvieron ausentes las necesarias transformaciones de los sistemas productivos, únicas que verdaderamente podían sacar al país de su postración económica.

Durante la primera década del siglo XXI se manifestaron escasos cambios en los mecanismos económicos, entre los que vale mencionar la entrega de tierras ociosas en usufructo a campesinos y la ampliación del trabajo por cuenta propia, que por sus excesivas restricciones mantenía a casi todos los profesionales fuera de esas oportunidades.

En la retórica oficial se habló entonces de «actualización del modelo socialista cubano», cuando debió plantearse un profundo cambio estructural del sistema económico, orientado al funcionamiento de mercados regulados pero transparentes, al tiempo que se propiciara la autonomía económica y operativa de las empresas estatales.

El objetivo principal de la estrategia económica debió orientarse a potenciar el emprendimiento empresarial y fomentar la aparición de empresas privadas y cooperativas, sin restricciones que contribuyeran al crecimiento de la producción de bienes y servicios.

Sin embargo, el dogmatismo ideológico de los decisores, el temor a perder el control sobre la sociedad y la ausencia de democracia real del sistema político, que impedía a la ciudadanía ejercer presión sobre sus gobernantes, paralizó los escasos intentos de reforma en una nueva suerte de estancamiento. Para distraer, se seguía apelando a consignas ideológicas cada vez más cargadas de propaganda y menos de contenido político real.

Por todos es sabido que en 2016, al realizarse el 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), únicamente se había cumplimentado el 21% de los Lineamientos de política económica y social adoptados en el 6to. Congreso de 2011. Entre los que dormían el sueño de los justos estaba la unificación monetaria y cambiaria.

En ningún momento el Comité Central saliente hizo un análisis autocrítico ante el órgano supremo del Partido que dice ser la vanguardia de la sociedad cubana. Tampoco ese Congreso pidió cuentas al Comité Central por el incumplimiento de su mandato. En aquel período, lejos de endurecerse las sanciones económicas de Estados Unidos, se había anunciado el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.

El socialismo es la única explicación de que hayamos sobrevivido al cerco feroz y genocida sin renunciar a desarrollarnos. #ACubaPonleCorazón @MEP_CUBA https://t.co/zRPnhivERL Via @Granma_Digital

— Alejandro Gil Fernández (@AlejandroGilF) October 29, 2021

Tuvo que llegar esta terrible pandemia, con su despiadado impacto sobre tantas familias por las pérdidas humanas sufridas, y con efecto devastador sobre la economía cubana, para que las autoridades reaccionaran y decidieran hacer lo que se necesitaba desde muchos años antes, cuando el país no se encontraba en una situación crítica, agravada además por el endurecimiento de la política de la administración Trump.

Las graves cifras mostradas por el ministro de Economía en su informe, son resultado de problemas estructurales generados por la acumulación de años de errores de política económica cometidos por la dirección política, sin que la sociedad tuviera los mecanismos para producir un debate abierto, en condiciones de una verdadera democracia socialista, actualmente inexistente. A ellas se suman los indudables efectos negativos del agravamiento de las sanciones económicas y de la pandemia.

A pesar de que desde el podio de la Asamblea Nacional se defendió el diseño de la «Tarea Ordenamiento» y se lamentó que la realidad no se hubiera ajustado al mismo —como si alguna vez esto fuera posible y no a la inversa—, lo cierto es que la referida Tarea fue mal diseñada y adoptada en el peor momento posible. Pretender transformaciones en la esfera de la circulación que afectaban variables como: tipos de cambio, salarios, pensiones y precios; sin producir antes los cambios necesarios en la esfera de la producción, constituyó un grave error de política económica y muestra de idealismo económico y político.

Varios economistas lo advertimos entonces, porque sabíamos que al producirse una devaluación, aumentarse los salarios y las pensiones, necesariamente tendrían que dispararse los precios. La única forma de lograr que el incremento de precios no superara el aumento de la cantidad de dinero en circulación, debía ser a través del crecimiento de la producción de bienes y servicios, una verdadera quimera en medio de la parálisis del turismo y de la vieja crisis que arrastran los sectores industrial y agropecuario.

La opción en aquel momento era desatar los nudos que mantienen atadas a las fuerzas productivas —tal y como repiten  tanto distintos funcionarios sin que las medidas adoptadas por ellos se orienten en realidad a tal propósito.

Para conseguir ese objetivo era imprescindible, en principio: una inmensa reforma en el sistema de producción y ventas del sector agropecuario que erradicara la ineficiencia generada por el sistema estatal de acopio; permitir el desarrollo, sin restricciones más allá de las que amenazaran la seguridad nacional, de empresas privadas y cooperativas en los sectores de producción y servicios; eliminar el monopolio del comercio exterior; y otorgar al sistema empresarial estatal la autonomía económica, financiera y de gestión para que participara en un mercado regulado pero transparente, en condiciones de igualdad con los sectores privado y cooperativo.

No he propuesto privatizar las empresas estatales, pero lo que resulta necesario es convertirlas en verdaderamente socialistas por su contenido, estableciendo mecanismos de rendición de cuentas y control social de su actividad y gestión.

Tarea ordenamiento (2)

Cuando la economía no era capaz de responder adecuadamente desde el lado de la oferta, se declaró una unificación cambiaria mediante una devaluación del 2300% del tipo de cambio oficial. (Foto: ACN)

Todo esto debió hacerse antes de la reforma de salarios, pensiones y precios; no obstante, fue ocho meses más tarde, con muchísimas restricciones y coincidiendo con el peor momento de la pandemia en cuanto a nivel de contagios y muertes, que se aprobaron las micro, pequeñas y medianas empresas, y las cooperativas no agropecuarias.

En ese tiempo, cuando la economía no era capaz de responder adecuadamente desde el lado de la oferta, se declaró una unificación cambiaria mediante una devaluación del 2300% del tipo de cambio oficial. Tal decisión desconocía que la escasez de divisas extranjeras, como resultado de la abrupta caída de los ingresos por exportaciones de bienes y servicios, había conducido a la aparición de un mercado paralelo en el que el dólar estadounidense se cotizaba a valores superiores al establecido por las autoridades económicas.

La adopción voluntarista de un tipo de cambio inferior al que reconoce el mercado —sin la posibilidad de influir en él, por la incapacidad de ofrecer la moneda extranjera al tipo de cambio oficialmente establecido—, condujo a una nueva sobrevaluación de la moneda nacional y al establecimiento de una nueva paridad artificial, lo que produjo inmensas distorsiones en la economía. Entre ellas pueden mencionarse el encarecimiento artificial de las exportaciones y el abaratamiento artificial de las importaciones, todo lo contrario de lo que necesitaba la economía cubana en términos de sus relaciones comerciales externas.

Adicionalmente, desde el punto de vista monetario, la única forma de producir el reajuste de salarios, pensiones y precios en un contexto de parálisis económica, era emitiendo dinero sin respaldo, lo cual es en esencia una decisión inflacionaria. También en esto falló el diseño. Se previó un valor de la canasta de bienes y servicios de referencia de 1.528 pesos, a partir del cual se establecerían los niveles mínimos de pensiones de jubilación. Sin embargo, la realidad ha mostrado que ya en marzo del presente año dicho valor había aumentado a 2.348 pesos, y en agosto a 2.821, siendo notablemente superiores estos incrementos en La Habana y las provincias orientales.

De tal forma, los pensionados que perciben la jubilación mínima tienen ingresos que representan el 54,2% del costo básico de la vida; mientras que el salario mínimo representa el 74,4% de ese nivel.

En resumen, las dificultades actuales que atraviesa la sociedad cubana resultan fundamentalmente de los errores de diseño, de los problemas de secuencia, de las inconsistencias, e insuficiencias y falta de sistematicidad de las reformas adoptadas.

Como ciudadano yo esperaría una actitud autocrítica y no justificativa de un gobierno que se autodenomina revolucionario, insiste en resaltar las razones externas y en no reconocer las que se deben a sus yerros. Y de hacerlo —que hasta ahora nada indica que vaya a ocurrir—, esperaría que esto signifique un verdadero debate democrático nacional que lleve al replanteamiento de la estrategia económica y del sistema institucional hacia una verdadera democracia que empodere realmente al ciudadano con la soberanía que le reconoce la Constitución. No veo otro camino.

30 octubre 2021 34 comentarios 4.573 vistas
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Escila (3)

Mirar y tener miedo de ver: los «deambulantes»

por Teresa Díaz Canals 28 octubre 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«El primer esfuerzo de la vida es elaborar conchas»

La poética del espacio, Gaston Bachelard

***

Antes de hablar, hay que escuchar

Hace unos días tuve necesidad de trasladarme hasta La Habana Vieja. En el camino me dirigí a la parada del P5 ubicada en J y 23. Mientras esperaba el ómnibus observé que un señor canoso y con barba blanca, que portaba un bastón, se agachó para recoger un minúsculo pedazo de pan tirado en la calle y se lo comió sin pensarlo dos veces.

Al ver esa impactante acción fui detrás de él. Se introdujo en un pequeño parque que se encuentra detrás del restaurante Siete Mares. Llegué allí y me sorprendió encontrar a otras tres personas con el mismo estatus del hambriento «deambulante». En Cuba son denominados así las personas que en otros países se nombran «sin techo», «vagabundos», «indigentes», «pordioseros» o «mendigos».

Cuando comenzó la pandemia informaron por la televisión que a ese tipo de personas las habían protegido y que los atendían muy bien. Existe una contradicción entre lo que afirma la prensa y las declaraciones de los «buzos», como también les dicen, pues generalmente rastrean comida y otros objetos en los contenedores de basura.

Es cierto que existen albergues para ellos, sé de uno que radica en Las Guásimas, pero la versión de los beneficiarios de esos alojamientos es que la comida está podrida, que no existe una buena atención y, sobre todo, que los maltratan. La conclusión de aquellos con los que he tenido oportunidad de conversar es que se está mejor en la calle que en esos hospedajes. El señor del bastón me dijo: «estuve siete meses allí y me fui. En ese lugar te pueden hasta matar».

Deambulantes (2)

En Cuba son denominados así las personas que en otros países se nombran «sin techo», «vagabundos», «indigentes», «pordioseros» o «mendigos».

Se comprende que no todos los que están en tales condiciones son personas pacíficas, decentes, incapaces de hacer daño a sus iguales. Imagino que clasificarlos de acuerdo a sus condiciones no sea una práctica. Sin embargo, la manera en que nos ocupamos del otro, especialmente de su dolor y sufrimiento, es lo que nos hace mejores o peores, lo que nos torna en seres humanos o monstruos.

Todo indica que esos establecimientos son percibidos más bien como almacenes de piltrafa humana, de gente repugnante que no merece la más mínima consideración. Allí —además de condiciones materiales adecuadas— deberían tener médicos, psicólogos, sociólogos y trabajadores sociales; en fin, un equipo competente de especialistas y personal de apoyo que contribuya a paliar sus acuciantes problemas individuales.

Cuántas décadas se necesitaron en este país para que, en el contexto de una visita Papal, una monja pudiera expresar ante el mundo sus estremecedores sentimientos hacia seres humanos abandonados en una institución irónicamente nombrada La Edad de Oro. Solo por el dolor esparcido por esa hermana mejoraron —como por arte de magia— las condiciones de esa instalación, que siempre debió constituir modelo de humanismo y respeto a personas requeridas de extremada atención.

Una de las «deambulantes» del parque fue la que más conversó, costumbre todavía vigente en algunos cubanos. «Yo tengo casa, pero tengo un hijo alcohólico que me vendió todas mis pertenencias, además, otro familiar me arrancó muchas cosas de la casa para la de él, ahora se me moja completa y por eso estoy aquí. Allí no puedo estar, pero es de mi propiedad». Es una ilusión soñar en volver a su morada, como el pájaro vuelve al nido, a su choza-nido. Imaginarse una casa, aunque precaria, hace nacer en nosotros un ensueño de seguridad.

Estoy consciente de que algunos de ellos venden sus posesiones, otros las juegan y eso trae terribles consecuencias cuando pasa el tiempo. Habría que hacer un estudio sociológico para averiguar cuántas familias han arrojado de su seno a uno de sus miembros, las razones, las alternativas a ese tipo de conflictos. ¿Cuántos derrumbes provocan deambular en esta Cuba de hoy?

deambulante

Estrellita, la «deambulante» que un día descubrí cerca de mi casa.

Conocí de una tesis de Diploma sobre este importante tema en el Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, pero esos estudios, que pudieran contribuir a algo más que a extender un título universitario, terminan por lo general engavetados. Ello no es responsabilidad absoluta de la academia.

Existe también un audiovisual de hace años, pero no fue políticamente correcto exhibir algo que la sociedad se empeña en ignorar. Los que tienen que resolver esas necesidades básicas no se interesan en lo que dicen las ciencias sociales. Y, por otra parte, está presente el grave problema de la vivienda en Cuba, jamás resuelto; promesa siempre incumplida, aplazada, postergada.

El mismo día de mi presencia en aquel parque, leí la declaración de un jurista y pensé en la distancia abismal que se ha abierto respecto a la situación nacional en muchos de nuestros profesionales, incluyendo los políticos. No conozco al señor, por tanto descarto toda posibilidad de que esté impulsado por el afán de hacer frases. Las palabras fueron las siguientes: «De eso se trata, de que los olvidados, los desamparados, los excluidos, la masa inmensa, inabarcable de los pueblos oprimidos de este mundo esperan de nosotros que no entreguemos la bandera. ¡Por ellos debemos de resistir!».

Sería bueno preguntarle al funcionario y especialista si esos individuos que comen de los contenedores de basura, que caminan en harapos y que nacieron en esta tierra, no entran en las categorías de «olvidados», «desamparados» y «excluidos». Espero que no me acusen de mentir y a esos infelices, que apenas hablan, no los detengan acusados de mercenarios o vendidos al imperialismo. 

Pienso también en Estrellita, la «deambulante» que un día descubrí cerca de mi casa. La interrogué y no supo explicar bien, tiene trastornos psíquicos, pero eso sí, me confesó acerca del albergue: «no se puede estar ahí». Lleva tres décadas viviendo en la calle, tiene 72 años y es natural de Matanzas. Convivió con un señor mayor en el Vedado, este murió y los herederos la desalojaron. Tiene hermanas, pregunté por qué no vivía con ellas: «mi única familia verdadera es mi madre y ya no está».

deambulante (2)

Anciano que encontré una vez en 23 y 26 dedicado a recoger botellas plásticas vacías. Cuando me dirigí a él me aclaró: «soy deambulante, estuve treinta años preso».

Me contó un vecino que ella dormía hace unos años debajo de un camión destartalado con un amigo, en Nuevo Vedado. Un día el jefe de sector de la PNR de esa zona los expulsó, esa fue la solución del policía y la respuesta institucional al desamparo. No podían deambular en ese espacio, tendrían que ir a otro lugar más humilde.

También dijo mi amigo que una vez observó que el ómnibus encargado de recogerlos —cuando hay interés en que no estén a la vista— la localizó, y fue testigo de que la obligaban a subir por la fuerza. Estrella se negó rotundamente y él intervino para que no la violentaran más. Habló con ella hasta que la convenció.

Otro caso es el del anciano que encontré una vez en 23 y 26 dedicado a recoger botellas plásticas vacías. Cuando me dirigí a él me aclaró: «soy deambulante, estuve treinta años preso». Le hice la misma pregunta respecto a un albergue, su respuesta fue similar: «no, en el albergue no se puede vivir». El Estado debería prever que una persona que pase esa cantidad de años en prisión, es muy posible que ya no pueda disponer de un espacio propio para habitar cuando sea excarcelado. Tal vez sí y tal vez no.

Uno de los deambulantes que sobrevivió a la Covid-19 fue dado de alta. El chofer encargado de trasladarlo lo llevó hasta el puente de la Lisa, ese era su rincón. ¿Será difícil a los taxistas distribuir a estos seres humanos, si es que sanan, por toda la Isla? Esas personas sin hogar aprendieron que sus casas, sus formas y sus esfuerzos más inmediatos, son ellos mismos. Como los caracoles, fabrican la dura consistencia de sus conchas.

A los funcionarios vinculados con esta tragedia les diría que compadecer es proteger física y simbólicamente. Les pediría que liberen los cerrojos que aprisionan el fondo oculto y esencial que impide ver y alcanzar al fin la verdad, la auténtica realidad.

28 octubre 2021 20 comentarios 2.401 vistas
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Revolución (1)

Revolución, socialismo y democracia

por Mauricio De Miranda Parrondo 23 octubre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

La sociedad cubana vive un proceso de cambios que, al parecer, no está siendo interpretado adecuadamente por la dirigencia política. Después de más de sesenta años desde el triunfo de la Revolución, el país es menos próspero económicamente; menos equitativo; más dependiente de las condiciones externas; con menor capacidad productiva; inmensas extensiones de tierra, otrora sembradas de caña o frutales, son pasto de marabuzales; varias de sus industrias, incluida la azucarera, padecen de un estancamiento crónico; edificios de viviendas o partes de ellos se desploman por falta de reparaciones; el sistema educativo se resiente dado el deterioro de sus edificaciones, la escasez relativa de maestros, escasa producción de libros y baja cobertura y calidad del acceso a Internet; y el de salud enfrenta una grave escasez de medicamentos e implementos médicos, además del deterioro de muchos hospitales.

En ese mismo tiempo, la mayor parte de los gobiernos estadounidenses ha pretendido interferir, con acciones directas o socavadas, en los asuntos internos de la Isla, imponiendo sanciones económicas que aunque en teoría se dirigen al gobierno, afectan principalmente a la población.   

El discurso oficial se ha basado en todo momento en la tesis de la «fortaleza sitiada» como argumento para explicar la difícil situación económica del país y a no asumir su responsabilidad en los errores cometidos en materia de política económica durante más de seis décadas, al tiempo que pretende asociar a esa idea cualquier disenso interno, denunciado como resultado de acciones enemigas desde el exterior.

Mientras tanto, el consenso mayoritario que caracterizó el respaldo al Gobierno Revolucionario en los primeros años se ha deteriorado notablemente. Ello se explica debido a la ineficacia de sus políticas económicas, que se traducen en un empeoramiento del bienestar; así como por el anquilosamiento de un sistema político que responde cada vez menos a las expectativas de importantes sectores de la sociedad, especialmente a gran parte de las jóvenes generaciones.

A lo largo de más de seis décadas, ha sido persistente la sangría migratoria, principalmente de jóvenes y profesionales que buscan otras opciones de vida al no encontrarlas en su país de origen. Pero también han emigrado quienes por una u otra razón sienten frenadas sus oportunidades de desarrollo, consecuencia de las sostenidas políticas de exclusión adoptadas por distintas esferas de poder.

Revolución (2)

El consenso mayoritario que caracterizó el respaldo al Gobierno Revolucionario en los primeros años se ha deteriorado notablemente. (Foto: Yamil Lage/AFP)

En franco desafío a la realidad, desde las estructuras del poder y sus medios de propaganda se mantiene un discurso ideológico esclerosado, que intenta sacralizar conceptos como Revolución o Socialismo para inscribirlos en piedra, y de paso, pretende que su propia definición de tales conceptos sea la única aceptable. A tenor con esto allanan peligrosamente el camino al rechazo total, por parte sobre todo de las jóvenes generaciones.

La Revolución

De manera insistente, la propaganda oficial y los principales líderes presentan la Revolución como fenómeno político perenne por más de seis décadas.

Desde el punto de vista etimológico, revolución significa un cambio profundo — generalmente violento—, de las estructuras políticas, sociales y económicas de un país. El destacado matemático, economista, historiador y revolucionario francés Nicolás de Condorcet afirmaba que «la palabra revolucionario puede aplicarse únicamente a las revoluciones cuyo objetivo es la libertad». Y precisamente él padeció la represión jacobina.

La francesa fue una revolución burguesa inspirada en los valores de «libertad, igualdad y fraternidad» contra los privilegios feudales y la opresión monárquica. Sin embargo, el uso frecuente de la guillotina resultó luego contradictorio a esos valores. La rusa fue una revolución proletaria, dirigida por no proletarios que actuaron en su nombre, y que en lugar de la «dictadura del proletariado» instauraron la dictadura de un partido, el bolchevique, que devino dictadura personal y más tarde dictadura de una casta burocrática.

La Revolución cubana fue inspirada en el restablecimiento de la democracia, y en el logro de la igualdad y la justicia social. Una vez en el poder, su liderazgo abandonó el ideal democrático y encaminó el país hacia un sistema socialista, para lo cual utilizó herramientas ya ensayadas en otras experiencias internacionales, a saber: la confiscación no solo de la gran propiedad capitalista nacional y extranjera, sino también de los pequeños negocios privados, las grandes extensiones de tierra, la nacionalización de la banca y del comercio exterior, entre otras medidas.

Como resultado, se produjeron transformaciones sociales de gran calado. El acceso universal y gratuito a la educación y la salud para todos los ciudadanos fueron indudables conquistas. El énfasis en el desarrollo de ambos servicios sociales fue en sí mismo una revolución en la Revolución.

Como proceso, tuvo un fuerte componente nacionalista al expropiar las grandes empresas extranjeras, especialmente estadounidenses, lo cual se tradujo en un enfrentamiento abierto con el vecino del Norte, que llevó a la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales y a la imposición del embargo. Todo este fenómeno, en el contexto de la Guerra Fría, facilitó los contactos del liderazgo revolucionario con el gobierno soviético, a través del entonces Partido Socialista Popular.

Revolución (3)

Pero ninguna revolución es eterna. Deja de serlo cuando se institucionaliza. A partir de entonces ya no se producen cambios profundos y se convierte en un sistema. Esta realidad pone en solfa la insistente dicotomía insular entre revolucionarios y contrarrevolucionarios.

¿Pueden ser revolucionarios los que defienden un status quo que, por demás, pretenden eternizar? ¿Son revolucionarios quienes limitan las libertades políticas? ¿Merecen el calificativo de contrarrevolucionarios los que pugnan por cambios sociales y políticos en pro del establecimiento de libertades políticas y de un sistema democrático?

El socialismo

El «socialismo real» se ha caracterizado por el establecimiento de una identidad entre estatización y socialización de los medios de producción. En Cuba se aplicó siguiendo la tradición establecida por la URSS y transmitida a los demás países en que se impuso este sistema. Tal identidad parte del argumento de que si el «Estado es de todo el pueblo», el dominio de la propiedad estatal significa que es de todo el pueblo.

En los países del «socialismo real», en lugar de «dictadura del proletariado» se estableció la dictadura de un partido y, dentro de él, la dictadura de «un puñado de políticos», como escribiera Rosa Luxemburgo respecto a la revolución bolchevique. En algunos casos o etapas históricas, dichos modelos han combinado el autoritarismo con la autocracia.

Esto ha impedido la transición hacia el «Estado de todo el pueblo» del que hablaban Marx y Engels en la supuesta etapa socialista del modo de producción comunista. De ahí que la estatización de los medios de producción no llegara a significar, en realidad, una socialización de los mismos, porque los supuestos propietarios colectivos de dichos medios, es decir, la sociedad en su conjunto, carece de los mecanismos para incidir o controlar la gestión de esa propiedad, la cual queda en manos de la burocracia.

Los hipotéticos dueños de los medios de producción carecen de mecanismos efectivos para hacerse valer, pues no poseen la posibilidad de influir en su gestión, de elegir a los gobernantes y gerentes de forma directa, ni de establecer controles sobre los mismos, revocándolos cuando su desempeño sea incorrecto. En consecuencia, no existen razones objetivas para concretar su condición de propietarios y ello genera, en la mayoría de los casos, el desinterés por los resultados de la producción.

En el caso específico de las empresas estatales cubanas, los gerentes han debido ceñirse a las directrices de autoridades superiores en los ministerios y, más recientemente, en las Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE), nuevo eslabón en la cadena de decisiones que limita la autonomía de las empresas. Finalmente, las OSDE y los ministerios deben regir su actividad por el Plan de la Economía Nacional, que tiene un carácter directivo y centralizado.

La crítica a la eficacia de este mecanismo no es nueva. En la URSS y demás países de su órbita fueron advertidos en varios momentos de la historia, tanto por académicos marxistas como por dirigentes políticos, lo cual llevó a profundos debates y a la adopción de disímiles intentos de reformas económicas. Estos debates se centraban en el papel del mercado y de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo.

Revolución (4)

János Kornai (Foto: MTA/SZIGETI TAMÁS)

Destacan los trabajos de Evsei Liberman, Ota Šik, János Kornai, Wlodzmierz Brus, Czeslaw Bobrowski, Edvard Kardelj, Charles Bettelheim, Paul Baran, Paul Sweezy y Leo Huberman, entre otros. Ello dio paso a algunas reformas económicas, tales como la «autogestión yugoslava» desde los años cincuenta; el «nuevo mecanismo económico húngaro», adoptado tras la invasión soviética de 1956 y que fue evolucionando lentamente hasta los años ochenta; las reformas polacas entre fines de los cincuenta y durante los sesentas; las tímidas reformas «de Kosyguin» en la URSS, en la segunda mitad de los sesenta; y los intentos de reformas de Dubček en Checoslovaquia en 1968, a los que puso fin la invasión de cinco países del Pacto de Varsovia.

Los problemas inherentes a la falta de realización de las relaciones socialistas de producción no fueron resueltos en ninguno de los casos. Por esas y otras razones, el «socialismo real» no pudo evitar la crisis que provocó su hundimiento a fines de los años ochenta.

En Cuba, durante la mayor parte del proceso, las decisiones se han adoptado con un alto nivel de centralización, especialmente durante el mandato de Fidel Castro. Sin embargo, en los setenta, la adopción del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE) significó una esperanza de mejoramiento de los mecanismos de planificación económica, con determinado grado de descentralización de las decisiones.

Este sistema, que no resolvía los problemas de eficiencia que arrastraba el país desde la estatización de la mayor parte de la economía, tampoco pudo funcionar a plenitud y fue abortado por el llamado Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, a mediados de los ochenta.

En resumen, en Cuba, como en otros países del «socialismo real», no han podido desarrollarse las relaciones socialistas de producción debido a la escasa socialización de los medios de producción, formalmente en manos de todo el pueblo pero en realidad controlados por la burocracia, que no se siente obligada a rendir cuentas de su gestión económica y política, porque el sistema de gobierno resulta vertical desde el centro de poder hasta la base de la sociedad y posee un inmenso déficit democrático.

La democracia

Constitucionalmente, Cuba es un «Estado socialista de derecho» y rige en él una «democracia socialista». Ya se ha explicado que su carácter socialista es cuestionable ante la ausencia de una verdadera socialización de los medios de producción. La ausencia de democracia real es la razón principal que limita que los supuestos propietarios de los medios de producción puedan controlar la gestión de su supuesta propiedad.

Revolución (5)

Esta Constitución le niega el derecho a las próximas generaciones de cubanos a decidir el sistema en que desean vivir, lo cual solo puede ser catalogado de absurdo. (Imagen: Alfredo Martirena Hernández / Cubahora)

Los ciudadanos cubanos somos los únicos latinoamericanos imposibilitados de elegir por sufragio universal, directo y secreto al presidente y vicepresidente de la República; tampoco poseemos derecho a elegir de forma directa a los mandatarios provinciales y municipales; no disponemos del derecho a elegir a los diputados a la Asamblea Nacional entre varias alternativas, sino que nos enfrentamos a una lista única que responde a las decisiones del Partido Comunista de Cuba, único legal y al que se le asegura un carácter dominante en la sociedad, haga lo que haga, trabaje bien o mal, da igual.

Esto es lo más cercano al «derecho divino» del absolutismo dieciochesco. En el centro de poder se decide quiénes serán los «candidatos»; se determina quién promueve y a quién es necesario remover; se nombran diputados que representan a municipios que ni siquiera conocen y a quienes no rinden real cuenta.

En tales condiciones la sociedad, formada por los supuestos propietarios colectivos de los medios de producción, asume un rol pasivo. Solo es consultada en condiciones excepcionales, en referéndums donde solo se hace propaganda de la opción que promueve el gobierno y no de otras.

Para colmo, desde 2002 se colocó un apéndice a la Constitución de 1976, luego incorporado a la de 2019 en el artículo 4, que establece que «el sistema socialista que refrenda esta Constitución es irrevocable», mientras, en el artículo 229 se insiste en que el carácter irrevocable del sistema no es reformable.

Con esa formulación resulta difícil probar el carácter marxista de los fundamentos ideológicos del sistema, puesto que con unas cuantas lecturas básicas donde Marx aborda las cuestiones relacionadas con el materialismo histórico —e incluso con un conocimiento elemental sobre las lecciones que demuestra la historia misma—, es perfectamente posible advertir que no existe ni ha existido sistema alguno que pueda ser catalogado de inmutable o irrevocable.

La realidad es mucho más rica que las sentencias grabadas en piedra. Pero lo más grave es que esta Constitución le niega el derecho a las próximas generaciones de cubanos a decidir el sistema en que desean vivir, lo cual solo puede ser catalogado de absurdo.

Como ha podido verificarse últimamente, el reconocimiento que la Constitución hace de una serie de derechos a la ciudadanía está siendo negado, tanto por autoridades administrativas como por mecanismos legales, lo cual deja claramente en entredicho al sistema legal del país.

En este contexto resultan evidentes una serie de contradicciones internas, tanto en el sistema político como en el económico, que conducen a la necesidad de una profunda transformación de ambos, a tono con los cambios de época y de la sociedad.

23 octubre 2021 59 comentarios 2.853 vistas
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Aunque tenga que practicarse la libertad

Aunque tenga que practicarse la libertad

por René Fidel González García 22 octubre 2021
escrito por René Fidel González García

Desde el año 1959 nunca antes se había mentido en Cuba por tantos y por tan diversas cuestiones. Se ha hecho desde el gobierno, desde las instituciones, desde la prensa; y se ha hecho con tal frecuencia, impunidad y solapamiento, y cabe precisar tan burdamente, que ya ni siquiera extraña se haga, o quién lo hace, o sobre qué se hace, o por qué. Estas cuatro variaciones de la recepción de un mismo hecho, son significativas desde todo punto de vista porque expresan un vacío.

Mentir, sin embargo, en cualquiera de las formas en que se haga, es solo un atajo hacia la ilusión de cambiar la realidad, u ocultarla, no de transformarla. En política, tal cosa es un despropósito que lidia siempre afanosamente contra las percepciones de la realidad de los ciudadanos y se traduce con demasiada frecuencia en la pérdida de la credibilidad pública. No es la mentira, aunque algunos lo crean, un recurso renovable, mucho menos cuando es capitalizada, como ha venido ocurriendo, por una persona, o una asociación política.

El sistema cubano está diseñado de tal modo que expresar la opinión de los ciudadanos sobre el prestigio y credibilidad de políticos y funcionarios —o la posibilidad de criticarles, emplazarles o enjuiciarlos directamente— es una práctica desactivada o expuesta a medidas punitivas y no incide —sino en casos extraordinarios— en la selección o renovación de aquellos. Dicho diseño, llegados a un punto, empieza a funcionar como un acumulado negativo y una deriva para el funcionamiento y la legitimidad del propio sistema. Ese punto ha sido ya traspasado.

No ocurre tal cosa sin que se dañe la gobernabilidad de un país. La calidad de la comunicación y la confianza política de los ciudadanos en sus gobernantes y en la gestión del conjunto institucional que conforma un sistema político, no es ciertamente un indicador de la capacidad de los ciudadanos para hacer valoraciones y comprender la realidad, pero es el primer criterio a tener en cuenta para el diagnóstico de una sociedad que experimenta una crisis política y conocer su envergadura.

Toda crisis política contiene en su origen una fractura de la credibilidad entre interlocutores, pero cuando se expande a la sociedad —sus clases y grupos sociales—,  entonces se vuelve una muy seria y difícil interpelación a todas las certezas que la hacen funcionar como una comunidad de destino, o de interlocución.

Aunque tenga que practicarse la libertad (2)

Esa fragilidad de las certezas sociales y políticas se expresará en Cuba, en el corto y mediano plazo, en la aceleración e intensidad de dinámicas diversas y al mismo tiempo interconectadas, como: el absentismo en los procesos políticos institucionalizados y su deficiente calidad, la desnacionalización de los proyectos de vida y profesionales, las migraciones reactivas, la fuga de capitales, también en la inhibición de la inversión —nacional o extranjera— y el incremento de la corrupción.

La inseguridad e incertidumbre sobre el futuro que experimentan los individuos en esa situación impactará en los ya alarmantes índices de natalidad, suicidio y violencia doméstica y de género; en la degradación del cuidado de individuos vulnerables al interior de las familias y las instituciones; en el aumento del alcoholismo y la infelicidad; en el debilitamiento de la solidaridad y en la emergencia de la impiedad y la intolerancia social.

Este es un cuadro que se complejiza exponencialmente y se vuelve perverso al interior de la crisis económica y pandémica que embate hoy directamente contra la población y la capacidad de funcionamiento de las instituciones; sobre todo por su potencial para hacer retroceder el grado de civilización alcanzado por la sociedad cubana.

Si la desintegración social es siempre un patrón que acompaña el retroceso civilizatorio experimentado por una sociedad, su decadencia —la de sus valores e ideas, su puesta en práctica y estructuras— es un proceso diferente pero que produce inexorablemente su propia cultura y formas de hacer política. La política —y los políticos— de la decadencia son siempre paradójicos, es una contradicción que se afirma y se niega a sí misma. 

Antes, pero sobre todo después de la Constitución de 2019, apunté desde este mismo medio la existencia —y peligrosidad— de una situación de anomia que en Cuba describía la contradicción entre las metas culturalmente legítimas de los ciudadanos y los medios institucionales para lograrlas.

Recuerdo que en el último año que impartí la asignatura Sociología de la Democracia en la Universidad de Oriente, expliqué a mis estudiantes la secuencia que desde algunas perspectivas teóricas podía seguir la anomía, esto es: innovación, ritualismo, retraimiento y rebelión.

Lejos estaba de suponer que la situación de anomia que originaba la disfuncionalidad de muchas de nuestras instituciones en aquel entonces para dar curso y propiciar las demandas del proceso de cambio social y político en curso en el país desde antes del proceso constituyente, sería relanzada o agravada por la postergación y en la práctica desactivación de la Constitución y el Estado de Derecho que ella proponía.

Las marchas que ocurrieron en el verano de 2021 han sido interpretadas hasta ahora de muchas maneras. La mayoría de los análisis realizados intentaron constreñirlas a un acontecimiento que, aunque extraordinario, tuvo una duración muy limitada. Sin embargo, lo ocurrido —y sus causas—  son parte de procesos que continúan emergiendo de lo social a lo político, de lo privado a lo público, y se expresan a través de un disenso político muy complejo y dinámico que no puede ser medido exactamente por la cantidad de personas en las calles, ni por sus comportamientos, ideas expresadas o aparente facilidad con que fueron contenidas y reprimidas.

La posibilidad que ello ocurriera, e incluso su capacidad de traducirse en protestas públicas, no era algo desconocido para el actual gobierno.

El impacto y costo en términos de empobrecimiento y estratificación social instantánea de la población que implicaba la reforma económica iniciada en el 2020, no solo estaba prevista como consecuencia inmediata por sus planificadores y decisores, sino perfectamente asumida después de más de una década de sistemática reducción de las inversiones y gastos públicos como un riesgo de gobernabilidad a enfrentar.

Por otra parte, los debates y propuestas realizadas en consulta popular, en particular las expectativas creadas entre la ciudadanía por la provisión de derechos y libertades que había hecho el texto constitucional de 2019, fueron lo suficientemente contradictorios e inquietantes para las élites del aparato gubernamental y político cubano como para que ignorasen que esta vez el disenso iba a expresarse a través de ejercicios de derechos constitucionales.

De hecho, la secuencia de sucesos previos a las masivas protestas —más allá de ser subestimados y simplificados por muchos desde sesgos y paradigmas de análisis disfuncionales—, indicaba con intensidad que el proceso de formación, apropiación y despliegue de la identidad ciudadana, como identidad política de los cubanos a partir de prácticas individuales y colectivas auto determinadas y auto organizadas, no había hecho más que expandirse y alcanzar importancia.

Tales prácticas fueron auto referenciales y sirvieron para inducir y canalizar en muchos de los individuos involucrados —y en otros que las conocieron—  cambios en su autoestima política, expectativas e ideales de justicia y concepciones de lo que debe ser el buen gobierno; así como para aportar experiencias de participación que eran ensayos de discusión, negociación y acuerdo en un contexto de pluralidad y diferencia de intereses.

Todo parece indicar también, pese a las escuetas y endebles explicaciones oficiales, que los repetidos intentos de muchos ciudadanos desde la aprobación de la Constitución de 2019 para usar derechos como el de Queja y Petición, o acceder a la vía judicial para proteger derechos y libertades ante violaciones de funcionarios y el Estado, aunque infructuosos, jugaron un papel importante en que el desarrollo legislativo de estos fuera retardado.

En paralelo, el Gobierno empezaría una carrera contra el tiempo con la emisión de otras normas que le permitieran blindarse ante este desafío, al tiempo que devaluaba, y de hecho enajenaba, en la cultura y prácticas de las instituciones públicas, también desde los medios de comunicación, los valores, principios y contenidos de la nueva Constitución cubana que estaban siendo apropiados por los ciudadanos.

Quizás la clave para entender algunos de estos procesos y el momento actual de crisis política, o sea, la contradicción que plantea el bloqueo de los medios institucionales y de los recursos que proporcionan, entre otros, los derechos y libertades constitucionales para alcanzar las metas legítimas de los ciudadanos, pueda estar —sobre todo si se tiene en cuenta la actual fluidez y acortamiento temporal de la sucesión de las etapas de anomia— en qué hacer con los disensos.

No es posible, por lo menos para mí, explicar en pocas líneas cómo fue que el gobierno cubano acabó optando, ante el aumento de la conflictividad política, por hacer uso de sus extendidas facultades discrecionales para ir contra el Derecho vigente, o para interferir en su aplicación, como demuestran —por solo poner dos ejemplos anteriores a las manifestaciones— los casos de Karla Pérez y Luis Robles. La primera, impedida de entrar a su país después de ser privada cuatro años antes del derecho a la educación; el segundo, procesado y condenado por escribir y alzar en solitario un cartel con demandas de tipo político en una locación habanera.

Las reacciones que generaron estos hechos, el primero de ellos en el plano internacional, y en el caso de Robles el hecho de que fuera protegido de la policía por la población, debieron servir como advertencia. Si actos de este tipo, o responsabilizarse gubernamentalmente con ellos, tuvieron un costo internacional cada vez más sensible, inéditamente, el gobierno estaba siendo conminado a someterse al Estado de Derecho por una parte de la población.    

Subestimar la existencia de disensos, su complejidad y diferentes tipos, fundiéndolos en un todo homogéneo; así como seguir ignorando que el grado de legitimidad y funcionabilidad de cualquier sistema político, su eficiencia misma, se mide precisamente por la manera en que logra encauzarlos con el fin de producir los consensos necesarios para el funcionamiento de una sociedad; es ya un gatillo de rebelión en Cuba.

Aunque tenga que practicarse la libertad (3)

En definitiva, más que la conservación del poder de un grupo, o tendencia política, es esa y no otra, la finalidad y función práctica de todo sistema político como condición de la civilización, el orden y estabilidad en una sociedad.

Ningún sistema político ha sobrevivido nunca a la erosión o pérdida a escala social de tres consensos fundamentales: 1) sobre sus reglas de funcionamiento, 2) sobre los medios instrumentales para lograr dentro de él los objetivos políticos de los ciudadanos, y 3) sobre la eficacia, coherencia y credibilidad de sus mecanismos de representación política. Tampoco a su incapacidad para transformarse y hacerse inclusivo.

Los consensos políticos pueden ser alcanzados, incluso re-articulados y conservados durante mucho tiempo a partir de la existencia y socialización de marcos normativos que definan la validez, factibilidad, deseabilidad y límites de los objetivos políticos de cada ciudadano en una sociedad. Pero nunca, o por lo menos no definitivamente, a través de la inducción a polarización política de la población, de la incoherencia y contradicción que supone el abuso de poder, el silencio administrativo y la arbitrariedad selectiva por parte de funcionarios e instituciones públicas. Y menos desde la violación y desconocimiento de los derechos y libertades reconocidas, o del intento de privatizarlos y monopolizarlos políticamente.

La negación de que los ciudadanos intenten cambiar las cuestiones que afectan su vida cotidiana —esto es: lograr alcanzar sus metas y aspiraciones, porque existen legalmente, han sido creadas, son aceptadas, accesibles y funcionales las condiciones y medios políticos, sociales y jurídicos para conseguirlos—; entraña además una consecuencia que es también una responsabilidad. Se proporciona con ello un medio idóneo para que se vuelvan opacos y confusos tanto los actores como los objetivos políticos, económicos y sociales que pueden resultar indeseables y peligrosos para el conjunto de valores, intereses y aspiraciones en una sociedad.

Las élites políticas y gubernamentales defienden sus privilegios de función, sus lujos y predominio político exclusivo mediante complejas relaciones endogámicas, mientras obran en silencio para, llegado el momento, funcionar a plena capacidad y abiertamente como élites económicas. Pero no se puede desconocer tampoco que, entre las reivindicaciones de derechos y libertades, entre afanes de justicia y democracia postergada, bracea igualmente en Cuba —aunque haga todo por invisibilizarse— una derecha que irascible y venal, hija espuria de la arbitrariedad y el despotismo, devota de la cultura de cancelación política, intenta capitalizar el momento para su sueño de revancha en el poder.

Aunque distinta, no es menor la responsabilidad de aquellos místicos del sectarismo y del poder desde sus periferias, que, en santuarios institucionales o académicos, ofrecen coartadas e intentan hacer creer que existe un dilema para los ciudadanos en Cuba en relación al ejercicio de los derechos y libertades constitucionales. Ellos intentan convencer de que la reivindicación del Estado de Derecho es una elección entre el Gobierno y el Derecho.

No se trata de ser profetas del desastre. Nos esperan tiempos difíciles. Pero es imposible creer que la concesión de derechos económicos y civiles, o su instrumentación práctica, podrá impedir, retardar o hacerse a costa del ejercicio de los derechos políticos que resultan necesarios para la democratización de la sociedad cubana.

Ese proceso está contenido, se quiera o no, en el ADN mismo de las nociones de República y de Estado de Derecho, y en el catálogo de libertades y garantías que establece ahora la Constitución. Y es ya esta contradicción, entre lo que somos y lo que podemos ser como sociedad política, el nudo gordiano que hay que cortar de una vez.

Nos queda el desafío enorme de construir y hacer entre todos y para ello los aprendizajes de una cultura democrática. Pero de algo se puede estar seguro, los derechos serán practicados, aunque tenga que practicarse la libertad.

                                                                      ***

Este artículo es un ejercicio de los derechos y libertades que consagra la Constitución de la República de Cuba.

22 octubre 2021 41 comentarios 2.194 vistas
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Política económica

Política económica y reinserción internacional de la economía cubana

por Mauricio De Miranda Parrondo 15 octubre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Hace unos días publiqué en este medio un artículo que analizaba la inserción internacional deficiente de la economía cubana y la medida en que esta había profundizado el subdesarrollo del país.

En esencia, el patrón de especialización internacional de Cuba ha pasado de depender de la producción y exportación de pocos bienes primarios con exiguo valor agregado, y de un cuasi único comprador de esos bienes y suministrador principal de productos industriales y materias primas; a una alta dependencia de las exportaciones de servicios turísticos y profesionales. En el caso de estos últimos, que constituyen el principal ingreso de divisas, existe una gran concentración en un país receptor que enfrenta una gravísima crisis económica y un no menos importante cuestionamiento político internacional.

Con la destrucción, por obsolescencia y parálisis, de la industria nacional, el desplome de la azucarera y los graves problemas del sector agropecuario; la economía insular es en la actualidad más vulnerable y subdesarrollada que hace cuarenta años, cuando se benefició de la asistencia económica soviética.

Por estas razones, el mejoramiento de la inserción internacional de Cuba —que es imprescindible para su desarrollo dada la condición de economía abierta—, pasa necesariamente por una profunda reestructuración de la economía, que reduzca su excesiva dependencia externa respecto a una serie de bienes industriales y agrícolas que se pueden producir por sectores nacionales; al tiempo que se apunte a un mejoramiento de la calidad de esa inserción.

Motivado por el espacio, en el anterior artículo no pude adelantar ideas que generaran debates sobre lo que considero debe hacerse para reinsertar la economía cubana en la economía mundial de forma más eficiente. Aquí fundamento algunas.

Política económica (2)

El mejoramiento de la inserción internacional de Cuba, pasa necesariamente por una profunda reestructuración de la economía, que reduzca su excesiva dependencia externa respecto a una serie de bienes industriales y agrícolas. (Foto: Granma)

Impulsar la producción nacional para sustituir importaciones

En Cuba no existe acumulación de capital suficiente para asegurar una reconversión tecnológica y productiva de la industria nacional y del sector agropecuario. Entre 2016 y 2020, la variación promedio anual del sector agropecuario ha sido de -6,1%; la pesca -2,7%; la minería -5,9%; la industria azucarera -8,7%; y la industria manufacturera, excepto la azucarera, -5,8%.

Podría asumirse que dichas cifras se ven afectadas por la pandemia, sin embargo, esta solo ha agravado una tendencia que ya se manifestaba en el sector productivo cubano con anterioridad a la crisis sanitaria. De acuerdo con los cálculos realizados a partir de los datos de la ONEI, entre 2016 y 2019 la variación promedio anual del producto del sector agropecuario fue de -1,2%; pesca -2,5%; minería -5,9%; industria azucarera -8,1% e industria manufacturera, excepto la azucarera, -3,4%. Claramente, no se trata de una crisis coyuntural sino estructural del sector de producción de bienes.

Esto explica la excesiva dependencia de Cuba a las importaciones, no solo de maquinarias y equipos, sino de alimentos, bienes de consumo, materias primas y bienes intermedios en general. Revertir este escenario es posible  únicamente si se adoptan medidas que estimulen el crecimiento de la producción doméstica.

La capacidad de ahorro interno bruto del país es muy limitada. Entre 2016 y 2018 —últimos años informados por la ONEI en este indicador— el promedio ha sido apenas un 12% del PIB, a todas luces insuficiente para impulsar la inversión doméstica. La opción que queda entonces es la inversión procedente del exterior.

La última Ley de inversión extranjera y los sucesivos portafolios de oportunidades de negocios para inversionistas foráneos no se han traducido en un incremento sustancial de la llegada de capitales con propósitos productivos distintos al turismo o la minería.

Las cifras de flujos de capitales no son publicadas en los Anuarios Estadísticos. En el programa televisivo cubano Mesa Redonda del 18 de junio de 2020, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, afirmó que «a pesar del recrudecimiento del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a nuestro país, se verifica un incremento del monto de IE respecto a períodos anteriores, pero aun resulta insuficiente para las necesidades de desarrollo del país».

No obstante, ni una sola cifra ha sido informada y, como tampoco se publica la cuenta de capital y financiera de la balanza de pagos, es imposible hacer cálculos.

Cuba tiene dificultades que le impiden convertirse en un lugar atractivo para la inversión extranjera directa (IED). Pueden mencionarse: inseguridad jurídica; inestabilidad y falta de credibilidad en las políticas económicas; excesiva discrecionalidad en la aprobación de los proyectos inversionistas; inconvertibilidad real de su moneda nacional en las actuales circunstancias; inmenso subdesarrollo de su infraestructura, especialmente en el campo de las telecomunicaciones; monopolio del comercio exterior y del sistema bancario, así como subdesarrollo y escasa capacidad de crédito de fomento en este último; entre otras.

Política económica (3)

Cuba tiene dificultades que le impiden convertirse en un lugar atractivo para la inversión extranjera directa (IED). (Foto: Ricardo López Hevia)

El país carece de incentivos suficientes para que empresas industriales o agrícolas del mundo establezcan sucursales con el objeto de incorporar la producción nacional a cadenas productivas internacionales. Esto, a pesar de que cuenta con una fuerza de trabajo con niveles de instrucción que posibilitan asegurar una buena capacidad de aprendizaje.

En ello influyen tanto las sanciones económicas estadounidenses como los excesivos controles gubernamentales sobre los mercados y la actividad económica en general. Como quiera que el levantamiento de las sanciones depende del Congreso de los Estados Unidos, mucho puede hacerse internamente para eliminar las enormes trabas que limitan el funcionamiento de mercados transparentes.

Una opción podría ser la inversión procedente de cubanos que residen fuera del país. Existen antecedentes del efecto positivo que han tenido sobre las economías de China y de Vietnam las inversiones de sus ciudadanos residentes en el exterior. Sin embargo, el gobierno de la Isla sigue limitando los derechos políticos de los cubanos que viven en otras naciones y mantiene arcaicas «categorías migratorias» con derechos diferentes.

Los recientes decretos-leyes que regulan el funcionamiento de micros, pequeñas y medianas empresas, excluyen la posibilidad de que cubanos que viven fuera puedan crearlas, lo que llevaría a algunos a pedir a residentes que actúen en su nombre, evidenciando la inseguridad jurídica que predomina en la creación de negocios dentro de la Isla.

El sector privado y cooperativo tienen la potencialidad de desarrollar actividades industriales, agrícolas y de servicios que podrían generar empleo, sustituir importaciones y eventualmente insertarse en cadenas productivas globales o establecer posibilidades exportadoras.

Eliminar los monopolios del comercio exterior y la banca

El monopolio estatal del comercio exterior entorpece el desarrollo de actividades comerciales a empresas privadas y cooperativas, porque las obliga a actuar en el mercado internacional a través de una organización estatal que cobra tarifas de monopolio por sus servicios, lo que excluye otras opciones en un clima de competencia sana y trasparente.

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El monopolio estatal del comercio exterior entorpece el desarrollo de actividades comerciales a empresas privadas y cooperativas. (Foto: Radio Cubitas – ICRT)

El monopolio de la banca es una limitación al desarrollo del crédito de fomento, debido a que el Estado carece de los recursos necesarios para asumirlo. Autorizar el establecimiento de bancos extranjeros permitiría el acceso de capitales frescos que podrían financiar actividades productivas y de servicios. Para ello sería necesario que los bancos comerciales puedan funcionar con total autonomía bajo las regulaciones del Banco Central.

Todo esto requiere, sin embargo, del funcionamiento de un sistema monetario realmente convertible.

Establecer la convertibilidad real del peso cubano

Como he explicado en varias oportunidades, la denominada «Tarea Ordenamiento» fue mal formulada y aplicada a destiempo. No garantiza la soberanía del peso cubano en las transacciones domésticas, porque se mantiene un segmento del mercado operando en divisas convertibles en depósitos bancarios; el tipo de cambio establecido no refleja las condiciones del mercado y está sobrevalorado, lo cual tiene un efecto nocivo a la competitividad de las exportaciones.

Además, es un  tipo de cambio artificial debido a que el Banco Central no es capaz de honrarlo mediante la venta de divisas; favorece el funcionamiento del mercado negro, en el que existe un diferencial amplio respecto al tipo oficial; llevó a un ajuste artificial de precios y salarios que mantienen una brecha considerable respecto al costo de la vida; y ocurrió en medio de la peor crisis económica de las últimas tres décadas.

La convertibilidad real de la moneda permitiría la conexión de la economía nacional con la internacional, y establecer precios relativos que expresaran la competitividad real de las empresas en el escenario mundial.

En las actuales condiciones, lo más realista sería establecer un tipo de cambio flexible, de manera que el mercado cambiario funcionara de forma transparente y en pesos cubanos se realicen todas las transacciones domésticas, con curso forzoso y fuerza liberatoria ilimitada dentro del territorio nacional. Ello eliminaría la actual segregación de mercados, que limita a parte considerable de la población, impedida a acceder a bienes para los que necesita una moneda con la cual no le pagan.

Gestionar la reincorporación de Cuba a los organismos financieros internacionales

En realidad, la situación de la economía cubana es tal que requiere de una especie de Plan Marshall. El país carece de fuentes internas de acumulación para afrontar el desarrollo económico y ya no tiene un aliado «especial» que le transfiera recursos por consideraciones políticas. Sin embargo, es claro que necesita de la importación de ahorro desde otros países —preferiblemente a través de la inversión— o desde organismos financieros internacionales, no solo para afrontar su desarrollo, sino para asegurar su sobrevivencia en medio del complejo escenario vigente.

Esto nos lleva a la necesidad de que Cuba gestione su reingreso a organismos multilaterales de crédito, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, por solo mencionar los más importantes. Para lograrlo es imprescindible negociar con Estados Unidos, porque su poder de veto impediría cualquier opción, y ello implicaría una diplomacia proactiva, orientada a la negociación y al restablecimiento pleno de relaciones entre ambos países, basadas en el respeto a la soberanía nacional.

La actual situación de Cuba es muy poco propicia para un paso de esta naturaleza, no obstante, no he querido dejar de señalar aquellos aspectos que considero esenciales para reinsertar, de forma más eficiente, nuestra economía en la economía mundial.

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