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Crisis económica

Crisis (1)

Cuba, razones de una crisis

por Alina Bárbara López Hernández 6 enero 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La pandemia de Covid-19 colocó al mundo ante una situación terrible. La crisis es global y sus consecuencias serán perdurables. Muchos argumentan, con razón, que las lecciones de esta época imprimirán cambios de toda índole a nivel mundial en las relaciones humanas, culturales, laborales y políticas.

Cuba no es una excepción. Soportar los embates de la pandemia ha tenido un costo altísimo para las personas, las familias y el Estado. Sin embargo, en nuestro caso, la epidemia encontró a la Isla en uno de sus peores momentos, tanto a nivel económico, como social y político.

En este texto examinaré los dos primeros ámbitos, en un próximo enfocaré la cuestión política. Me apoyaré para ello, sobre todo, en publicaciones del equipo de articulistas de LJC, que hemos acompañado desde nuestros análisis, con  objetividad, responsabilidad y civismo, a la sociedad cubana.

-I-

Mucho antes de que el virus apareciera, la situación en Cuba era en extremo complicada. El desgaste del modelo de socialismo burocrático es de vieja data, y —dado el más elemental sentido de discernimiento—, requería cambiarse desde que ocurrió el derrumbe del campo socialista. Tenemos treinta años de retraso. De hecho, las reformas anunciadas por Raúl Castro en julio de 2007, casi quince años atrás, ya estaban rezagadas. Por si fuera poco, su demora en aplicarse en unos casos, y su no implementación en la mayoría, generarían resultados fatales. Nuestra burocracia dirigente nunca imaginó que un murciélago pudiera ser su más implacable catalizador.

Crisis (3)

Raúl Castro en el acto por el 26 de julio en Camagüey, en el 2007.

Un artículo que escribí el último día del 2018 me permite recordar que no necesitábamos de la pandemia para ir cuesta abajo:

«Otro año concluye y con él las esperanzas de que la situación económica de los cubanos mejore. A mediados del 2017 el anterior presidente del Consejo de Estado y de Ministros explicó que la economía decrecería en el segundo semestre de ese año y aún para el primero del 2018, pero que después de esa fecha se apreciaría una recuperación en los suministros y una tendencia hacia la mejoría.

Nuestro gobierno, una vez más, ha sido incapaz de un vaticinio correcto en el corto plazo. Los pronósticos del 2018 fueron particularmente erróneos y pendulares. Si el verano comenzó con una campaña totalmente enajenada del contexto insular, donde se le pedía a la familia cubana que disfrutara Cuba con alegría; el año casi finaliza y sabemos que la economía apenas creció un 1%, y en las reuniones del presidente Díaz-Canel con el Consejo de Ministros se ha insistido en que van a disminuir todavía más las importaciones.

Diciembre, que debería ser un mes alegre, se torna sombrío. La escasez de harina ha reducido la producción de pan y existen largas colas en las panaderías; el precio de la carne de cerdo asciende por días en un mes de tradicional aumento de la demanda, y ya es exorbitante; el importe de los vegetales es tal, que parecen cosechados en invernaderos del ártico para ser vendidos en el trópico; el detergente y el aceite son acaparados, pues vox populi dice que los proveedores vietnamitas de detergente no garantizan el producto hasta que no se les pague lo adeudado, ¿será cierto?».

El 2019 no sería mucho mejor. Nuestros medios lo anunciaban, apenas comenzado, como un año «de grandes desafíos». Casi en los meses finales se produjo una semiparalización del país, denominada eufemísticamente «situación coyuntural» por el presidente Miguel Díaz-Canel. Todos sabíamos que era una crisis estructural y sistémica. 

Cuba no es ya una nación eminentemente agrícola, como fuimos durante casi toda nuestra historia, en la actualidad no logramos producir alimentos para el sustento de una población que, lejos de crecer, disminuye de manera constante; mucho menos para exportar. Aunque no éramos un país industrializado, al menos tuvimos una industria base como la azucarera, que generaba cadenas productivas, alimento para las personas y el ganado y energía renovable.

Como bien ha fundamentado el economista Juan Triana, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, la pérdida de esa industria afectó el desarrollo de diversos sectores asociados que se nutrían de ella:

«(…) además de azúcar, la industria de la caña puede producir energía, alcohol, CO2, levaduras —Torula forrajera y Saccharomyces, que nos permitiría sustituir la importación de alimento para pienso— tableros y composites de bagazo —ahora que necesitamos tanta madera para la construcción— sorbitol, bioestimulantes, productos químicos industriales, furfural y alcohol furfurílico, biofertilizantes, azospirillum, azotobacter y rizobium, compost, residuales líquidos, herbicidas, medicamentos de uso humano y animal, y alimento humano».

Crisis (4)

La decisión de desmontar la industria del azúcar fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Ruinas del Central Josefita. (Foto: José Manuel González Rubines)

La decisión de desmontar la industria del azúcar, anunciada hace dos décadas —en abril de 2002—, bajo la fórmula: «reestructuración azucarera», fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Nos convertimos, de un país exportador, en importador de azúcar.

La industria nacional, como explica el economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Universidad Javeriana de Cali, en «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», está colapsada: «Muestra de ello es que muchas empresas industriales estatales se encuentran paralizadas por obsolescencia tecnológica y/o escasez de materias primas, mientras las exiguas divisas en manos del Estado impiden las inversiones necesarias para relanzar el sector industrial».

Nuestros paisajes, llenos de cañaverales, devinieron terrenos desatendidos donde no se distinguían los sembrados ni el ganado. En un artículo aparecido en el periódico Granma en diciembre de 2002, el periodista Juan Varela Pérez informaba sobre una intervención de Ulises Rosales del Toro, entonces ministro de la Industria Azucarera, en el Parlamento:

«Varios diputados preguntaron sobre las perspectivas del MINAZ en el uso de las tierras liberadas de caña y la producción de alimentos. Para cumplir esta misión, puntualizó Rosales del Toro, se trabaja desde mayo último, junto a otros organismos e instituciones, en varios subprogramas y esperamos, dijo, emplear óptimamente los recursos disponibles en beneficio de la alimentación del pueblo».

Otra meta incumplida. La burocracia cifraría sus esperanzas en el desarrollo del turismo y en la exportación de servicios profesionales, dos rubros fluctuantes ante influencias geopolíticas y altibajos globales.

La pérdida de la preferencia electoral por algunos gobiernos de izquierda en Latinoamérica, la crisis en Venezuela y la consiguiente disminución del suministro de petróleo a Cuba, el arreciamiento de la hostilidad de los gobiernos norteamericanos y el aumento del bloqueo, junto a la pandemia de Covid-19; han demostrado que una economía eminentemente de servicios es un error garrafal para un país como el nuestro, tan dependiente de alianzas ideológicas.

En los últimos años, la estructura de inversiones en Cuba se tornó asimétrica. El turismo devoró sumas millonarias materializadas en más hoteles, ya no solo en playas sino en ciudades, cada vez más lujosos y confortables, destinados a un sector de turistas de alto nivel adquisitivo. Mientras tanto, se invertía menos en sectores claves como agricultura, salud, educación y ciencia. Se disminuían los gastos sociales y la industria de medicamentos era incapaz de sustentar las necesidades crecientes de sectores poblacionales envejecidos y estresados, en un país donde los hipertensos y los diabéticos proliferan.

Crisis (2)

(Gráfico: Pedro Monreal)

En su exhaustivo reportaje sobre la crisis de medicamentos en Cuba, el periodista José Manuel Pérez Rubines nos dice: «El Portafolio de Inversiones de BioCubaFarma 2018, último publicado, (…) propone una inversión en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel para erigir una planta con capacidad productora de 5 mil millones de unidades». No obstante, aclara que tales datos «tienen una antigüedad de tres años, por lo que habría que constatar si el proyecto de construcción de la planta productora de medicamentos se concretó».

Todo parece indicar que no se hicieron las inversiones comprometidas, pues, según cifras ofrecidas por el periodista: «en febrero de 2020, un mes antes de que se detectara el primer caso de Covid-19 en la Isla, el reporte arrojaba un faltante de 78 fármacos; en marzo, 86; en abril, 98; en mayo, 94; en junio, 85; en julio, 88; en agosto, 84; en septiembre, 93; y 80 en octubre, fecha de su última publicación».

Si bien Raúl Castro ocupó la presidencia interina del Consejo de Estado y de Ministros desde 2006 —cuando enfermara su hermano Fidel—, y lanzó su proyecto de reformas en el 2007, durante el primer acto por el 26 de julio en que fungiera como tal; no fue hasta su nombramiento/elección oficial como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008, que empezó a enfatizar en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas».

Tal proceso fue paulatino pero expedito. Si en casi todo el resto del paquete de reformas hubo pausas, aquí sí se actuó con prisas. Entre 2016 y 2020, la inversión en Salud y Asistencia social disminuiría en dos tercios: de 232,6 a 84,5 millones de pesos.

En consecuencia, aumentaron en esos años la pobreza y la desigualdad. Parámetros exitosos hasta los ochenta, como la «tasa de mortalidad», con tendencia a la disminución —aunque con un repunte durante la crisis de los noventa—, comenzaron a crecer nuevamente. En el análisis de la variación de ese parámetro en Cuba, Mario Valdés Navia explica que «entre 2007 y 2008 se produjo un salto de 4 496 fallecidos, al incrementarse de 81,927 a 86,423. Otro pico ocurrió desde 2016 al 2017, cuando la cifra de decesos escaló de 99,388 a 106,949, es decir, 7561 fallecimientos más».

A partir de entonces ha continuado en ascenso. En 2020 resultaron 112,441 muertes. Esto significó 32,779 más defunciones que en el peor año del Período Especial —1996—, cuando fallecieron 79,662 cubanos y cubanas.

Crisis (5)

Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen.

El investigador relaciona este aumento de la TM con dos aspectos: «por un lado, la falta de mantenimiento de los hospitales, reducción de servicios municipales en muchas provincias, y escasez de medicinas, insumos y equipamiento; por otra, el crecimiento de la desigualdad y pobreza en los sectores más vulnerables de la sociedad cubana».

Uno de los servicios hospitalarios afectados fue el de obstetricia. En marzo del 2019, a raíz de la celebración del X Congreso de la FMC, apunté que no se evidenció en las sesiones una preocupación real por las condiciones de las mujeres cubanas al no mencionarse siquiera:

«La desaparición de los programas de atención obstétrica en los municipios donde existían, al menos es lo que ha ocurrido en la provincia de Matanzas, y su concentración en el hospital de la cabecera provincial. Esto ha generado un gran hacinamiento, a pesar del traslado del centro para otro más amplio, y las familias que viven lejos de la ciudad deben desembolsar de la ya precaria economía doméstica para sufragar gastos de transporte».

Evidentemente en todas las provincias aconteció algo parecido, y aunque el aumento de la mortalidad infantil y maternas, dadas a conocer hace pocos días, se relacionó con muertes por Covid-19, habría que profundizar más. Las cifras muestran una mortalidad infantil de 7,6 por cada mil niños nacidos vivos. Esto indica un crecimiento de 55,1% en comparación con el año 2020 (4,9 por cada mil) y de 91,77% con el 2018 (3,9 por cada mil).

La mortalidad materna fue aún superior: 175 defunciones por cada 100 000 nacidos vivos, que significa un incremento del 341%. La pandemia influyó indudablemente, eso se conoce, pero ¿cuánto lo hizo el inicio inesperado de un parto complejo lejos de servicios especializados?, ¿cuánto se deben los niños de bajo peso al nacer o prematuridad, a la desnutrición en algunos casos y a la falta de tratamientos prenatales y vitaminas para las embarazadas?       

En el análisis de Mario Valdés, también se expone que el recorte en la inversión de salud ocurrió precisamente en etapas en que los ingresos por exportación de servicios médico-farmacéuticos fueron la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo (2006-2018). Es lógico entonces que arribe a esta conclusión: «Todo indica que una parte sustancial de estos ingresos, lejos de consagrarse a modernizar el sector sanitario, fueron destinados a la inversión en el turismo, rama que apenas cubre sus ingresos por el alto índice de valor importado que tiene por peso de producción». 

Un sector vulnerable en todos estos años fueron los asistenciados. Así lo expresa el profundo reportaje «El ordenamiento de la resistencia», de la estudiante de periodismo Karla R. Albert. En él se cita a Carmelo Mesa-Lago, economista cubano y catedrático por la Universidad de Pittsburg, que apunta que el valor de las pensiones entre 1989 y 2018, respecto a los precios, había descendido a la mitad ajustado a la inflación. ¿Cuánto representará ese valor actualmente?

En Cuba es difícil acceder a datos estadísticos sobre la pobreza, pues no existen cifras oficiales. Pero la socióloga cubana Mayra Espina, especialista en el tema, afirma que en La Habana el índice de pobreza ascendió del 6 al 20% entre 1988 y el 2002. Podemos imaginar la situación actual.

Ante esto se debió ampliar la asistencia social para proteger a la población vulnerable, sin embargo, como sostiene Karla en su trabajo, «ocurrió lo contrario»: «Entre 2006 y 2018, el gasto del presupuesto asignado a la asistencia social se contrajo de 2.2% a 0.3%, mientras que el número de beneficiarios como proporción de la población decreció de 5,3% a 1,6%».

Ello se explica mayormente, según Mesa-Lago, «por el lineamiento aprobado en el VI Congreso del PCC en 2011 que terminó la asistencia social a los asistidos con una familia capaz de ayudarles».

La ley de presupuesto para 2011 evidenció el deterioro marcado de los indicadores asistenciales entre 2009 y 2010. El número de beneficiarios se redujo en un 61% en comparación con el 2005, y como porcentaje de la población total, pasó del 5,3% al 2,1%. En el propio 2010 se recortaron 237 millones de CUP por «depuración de beneficiarios».

Los jubilados constituyen otro sector vulnerable, que fue creciendo sostenidamente ante el envejecimiento poblacional. Actualmente existen alrededor de 1,7 millones de personas en esa condición. El economista Mauricio de Miranda dedicó su artículo «Los jubilados de la Revolución» a las medidas tomadas respecto a este sector. Demuestra ahí el desfase considerable del sistema pensional cubano frente al incremento sostenido del costo de la vida y concluye que las pensiones actuales son «insuficientes e injustas» y condenan a la pobreza.

¿Cómo entender estos inmensos recortes? Entre 2009 y 2017, la normalización de la deuda externa del país —declarada como «impagable» por Fidel durante años— tuvo un elevado costo, ya que su servicio alcanzó alrededor de 23,000 millones, lo que, como concluye Valdés, «limitó objetivamente la posibilidad de elevar el monto de las inversiones y el consumo con recursos públicos».

A ello se suma que a finales de 2015 Cuba renegoció su deuda con el Club de París, congelada desde hacía más de tres décadas. Se logró la condonación de 8.500 millones y el compromiso del gobierno de desembolsar 2.600 millones en dieciocho años para acceder a créditos.

Encaminados a cumplir estas obligaciones, desde el propio 2009 comenzó una política de ajustes que contrajo al sector estatal y redujo drásticamente su presupuesto de gastos e importaciones. A la par, disminuyó la oferta de bienes de consumo en el mercado interno, en particular los alimentos, al no realizarse en la secuencia lógica las reformas concebidas y prometidas, que debían estimular a los productores nacionales a sustituir importaciones.

Al unísono, se decidieron medidas que afectaron la alimentación pública. Una de las peores fue el cierre de los comedores obreros, iniciada en 2009 y generalizada al siguiente año. Solo en sectores específicos se sustituyó por el pago de un estipendio monetario.

Tres millones y medio de personas fueron afectadas por el cierre de 24 mil comedores obreros. La mayor parte de los cubanos debió llevar sus alimentos al trabajo… si podían hacerlo. Un factor agravante fue que también en 2009 se echó por tierra una conquista obrera que había establecido la edad de jubilación laboral en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres. Desde entonces fueron aumentados cinco años en cada categoría de género. Es decir, personas más envejecidas dejaron de contar con la seguridad de su almuerzo. 

Raúl Castro había dicho en agosto de 2009, ante los diputados al Parlamento: «Hay subsidios para prestaciones sociales que son poco eficaces o, peor aún, hacen que algunos no sientan la necesidad de trabajar». Imagino que lo aplaudieron.

Apenas dos meses después, el 9 de octubre de 2009, el periodista Lázaro Barredo publicó en Granma el artículo «Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista…». Allí se quejaba de que «la Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido», y adjudicaba a la sociedad cubana una serie de «vicios o costumbres» que impedían «que nuestro proyecto socialista salga adelante», uno de ellos era: «El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo (…)».

Iniciaba la tendencia, hoy en su clímax, de culpar al pueblo por los resultados de las políticas erróneas, las pésimas decisiones y la ineptitud de la burocracia dirigente.

Muchos de nuestros políticos, y también algunas personas de buena fe, recuerdan con nostalgia el trienio del deshielo con Obama, entre 2014 y 2016, y aseguran que si al menos se quitaran las más de 243 medidas tomadas por Trump y mantenidas por Biden, la economía cubana enrumbaría un sendero exitoso. Pero las estadísticas hablan de una década perdida para la economía cubana que se extiende desde 2010 a 2020 y de un deterioro del pacto social del Estado con la ciudadanía que viene de antes. Trump asumió el poder en 2017, sería injusto atribuirle toda la responsabilidad.

-II-

Puestos entonces entre la espada y la pared, y ya en medio de la pandemia, nuestra burocracia decidió agilizar las cosas. Se habían perdido catorce años. O en realidad veintinueve. En diciembre de 2020 fue anunciada la «Tarea Ordenamiento», a comenzar en enero de 2021.

En su fugaz alocución televisiva del 11 de diciembre, sentado al lado de un silencioso primer secretario del Partido que muy pronto entregaría el mando —dudoso honor ante lo que se avecinaba— el presidente resaltó que «este proceso se propone ofrecer a los cubanos mayor igualdad de oportunidades, a partir de promover el interés y la motivación por el trabajo».

Creo innecesario enjuiciar esa declaración a la altura de los resultados que el Ordenamiento ha ocasionado. Solo citaría lo dicho al respecto por el investigador Mario Valdés: «Es penoso constatar cuánto tiempo se perdió entre los años 2011 y 2018 para reposicionar al peso cubano como divisa nacional y en qué momento tan difícil se decidió ejecutar la “Tarea Ordenamiento”».

Si la extensión de la pobreza y la desigualdad eran innegables desde antes de Trump y la pandemia; la determinación de abrir, en medio de esta crisis, comercios donde únicamente pueden adquirir productos —muchos de ellos de fabricación nacional— los poseedores de dólares y divisas, en ausencia además de otros aseguramientos en moneda nacional, ha creado un abismo de penurias, injusticia y corrupción en la sociedad cubana.

Ya el Informe Central al VIII Congreso del PCC, celebrado en abril de 2021, develó con toda crudeza que los objetivos fundacionales de la Revolución socialista molestaban a los intereses reales de la burocracia. En el artículo «La despedida de Raúl Castro» cuestioné su discurso, que mostró irritación, inflexibilidad y sobre todo, una falta tremenda de empatía.

Según Raúl en el informe: «La economía cubana en los últimos cinco años ha mostrado capacidad de resistencia frente a los obstáculos que representa el recrudecido bloqueo»; cuando debió reconocer que son las cubanas y cubanos los que hemos mostrado una heroica capacidad de resistencia, no solo contra el bloqueo, sino contra los errores, la lentitud y el dogmatismo de los que determinan la política económica en Cuba.

Convocó también a «borrar de nuestras mentes prejuicios del pasado asociados a la inversión extranjera y asegurar una correcta preparación y diseño de nuevos negocios con la capacitación del capital extranjero». Tales prejuicios fueron impuestos por la misma clase burocrática que hoy nos pide un cambio de mentalidad. Seguramente piensa que debemos borrar otras cosas, como el rechazo —del que nos enorgullecíamos—, al crecimiento de la desigualdad social.

La crítica del anciano político a la «cierta confusión» de algunos cuadros que alertaron de la «supuesta desigualdad» creada por la comercialización dolarizada en Cuba, desconoció un problema de primera magnitud que ha generado lo que Mario Valdés denominó, con amarga ironía, «un malestar general».

El modelo cubano actual, como argumenta De Miranda en su artículo «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», solo conduce a la persistencia del subdesarrollo y al mantenimiento de la pobreza generalizada. Nada diferente a eso hemos tenido en las últimas tres décadas.

-III-

El principal eslogan del presidente Miguel Díaz-Canel desde su llegada al gobierno ha sido presentarse como «continuidad». Pero claramente no se trata de continuidad respecto a los objetivos sociales fundacionales de la Revolución, sino de una prolongación del proceso de ajustes que se apartó de esos objetivos. En el momento en que fue designado como presidente del país, le dediqué un artículo, «El verdadero cambio», en el cual lo exhortaba:

«(…) rechacemos tanto las gratuidades indebidas, que no sabemos a ciencia cierta cuáles son, y aboguemos por el control y la participación de los trabajadores en las decisiones y en la gestión de los planes de producción. Abandonemos los privilegios con que vive la casta burocrática, empresarial y política, para que sintiéndose más cerca del pueblo, y en condiciones similares, se apresure en lograr resultados. En fin, más prisa y menos pausas. Ese es el verdadero cambio que necesitamos».

En el año que acaba de concluir se cumplieron treinta y cinco del anuncio del Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, veintisiete de la dualidad monetaria (en su primera temporada), veintiséis de la creación del holding Gaesa, catorce del estreno del Proceso de actualización de la economía cubana, diez de la puesta en marcha del experimento interminable de Artemisa y Mayabeque y ocho de que se aprobara el decreto de creación de la zona de desarrollo del Mariel.

Ahora será el año I de la indicación de Raúl Castro para la salvación de la industria azucarera. Nos movemos sí, pero en un enorme círculo de consignas, proyectos y planes incumplidos, en el cual se desgastan generaciones, se frustran proyectos vitales y se separan familias. Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. El círculo ha devenido órbita de extinción y para ese mal no se crean vacunas, como para la Covid-19.

Como explica Mauricio de Miranda: «El caso cubano ejemplifica la persistencia de un modelo económico con pésimos resultados en términos de prosperidad y bienestar, al punto de mantener la vida de la mayor parte de la población en constante lucha por la subsistencia cotidiana».

Crisis (6)

Igual a lo acontecido en otras experiencias del «socialismo real», en las que un partido único y antidemocrático usurpó el poder popular, la burocracia en Cuba paulatinamente se ha convertido en una clase, con modo de vida muy diferente al de la mayor parte de la ciudadanía, lo que es evidente entre sus retoños más nuevos. Con razón Mario Valdés la denominó «la burocracia conquistadora».

Es una clase que no desea perder ningún privilegio político que le impida el derecho a administrar la propiedad que legalmente se reconoce como social, pero que no logra transitar felizmente caminos de reforma, todos se van cerrando al final sin conseguir los objetivos propuestos.

La existencia de una clase de burócratas debe ser considerada también teniendo en cuenta su actitud ante la agudización de la crisis económica. ¿Cuál es su propuesta concreta para sumarse a la austeridad y al ahorro que tanto le piden al pueblo?

Es muy cierto lo que afirma en su texto «Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros…» la doctora e investigadora cubana Ivette García: «Una clase que no rinde cuentas, que no declara su patrimonio personal, que tiene un enemigo externo al que puede culpar de todo, que controla los medios, mantiene oculta su vida privada y no precisa del voto popular; no siente compromiso más que con ella misma. Puede construir un capitalismo de la peor especie y vestirse con desfachatez de socialista para la escena pública».

En Cuba existe un enorme aparato de dirección, partidista y estatal, que lejos de disminuir tiende a incrementarse. Un país empobrecido como el nuestro, cuya economía prácticamente no crece desde hace casi una década, no puede mantener tal derroche de recursos materiales y humanos al sostener dos formas de dirección, una que orienta y otra que gobierna.

No necesitamos que la doctora Mariela Castro, directora del CENESEX, nos pida más sacrificio; ni que el presidente Díaz-Canel ofrezca construir un monumento al pueblo. Precisamos que los que dirigen este país se hagan responsables de sus errores, que rindan verdadera cuenta de las finanzas públicas, que informen con transparencia de las decisiones relativas, por ejemplo, al pago de la deuda externa; y sobre todo, exigimos que sea la ciudadanía la que decida si pueden permanecer en sus cargos mediante elecciones generales y secretas para todos los altos cargos públicos.

La intención explícita de los cambios en Cuba, es que «las transformaciones que prevén los Lineamientos y el Modelo son económico-sociales, no políticas».[1] Eso precisamente ha hecho inviable a las reformas. Necesitamos transformaciones políticas, y con urgencia.

En su artículo «La realidad cubana actual y las lecciones de la historia», Mauricio de Miranda analiza cómo el derrumbe del socialismo en Europa Oriental demostró que «(…) cuando el liderazgo no está a la altura de las circunstancias; no evalúa objetivamente la realidad económica, política y social; no interpreta adecuadamente el sentir de la sociedad o de una parte de ella, se producen fracturas que conducen a protestas sociales. La represión de las mismas solo genera un agravamiento de los conflictos y estimula acciones violentas».

Una revolución, y los sacrificios que ella impone, se aceptan para cambiar y mejorar la vida de las personas. Los plazos para lograrlo no pueden ser eternos. Lo ocurrido el 11 de julio no fue, como afirma el gobierno, un golpe blando de mercenarios pagados desde el exterior, fue la reacción tardía de una parte del pueblo que no puede sufrir más los rigores de la pobreza y los ajustes de un semi-neoliberalismo con maquillaje socialista.

Fue el alarido de una ciudadanía que necesita cambios y seguridad en el futuro y que no confía en la clase burocrática que nos dirige hace demasiado tiempo. Los gritos de Libertad significan, primero que todo, libertad para elegir y sustituir a los corruptos, los ineficientes y los ineptos.

***

[1] Martha Prieto (Profesora titular de Derecho Constitucional de la Universidad de La Habana),  en la sección Controversia ¿Qué pasa con las leyes? Legislación, política y reordenamiento, en Temas, nros 89-90, enero-junio de 2017.

6 enero 2022 78 comentarios 6.014 vistas
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Des-ordenamiento (3)

Meditaciones de un jubilado que no sabe nada de economía

por Rodolfo Alpízar Castillo 5 enero 2022
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Inflación generalizada e inflación no generalizada

Recientemente el ministro de Economía reconoció que en Cuba hay inflación, pero no generalizada; para ello se apoya en el argumento de que los servicios de electricidad, agua y gas, según sus palabras, no «siguieron incrementando los precios» después del aumento inicial.

Seguramente por un lapsus, no mencionó que el «aumento inicial» de esos servicios alcanzó límites imposibles de sobrepasar sin provocar un estallido social.

También olvidó que fueron tantas las quejas sobre el precio de la electricidad en los primeros meses de 2021 que la empresa se vio obligada a readecuarlo, si bien lo mantuvo elevado.

Al lapsus podemos sumar otro: No mencionó que el costo del servicio de transporte colectivo estatal se elevó cinco veces, pues de cuarenta centavos pasó a dos pesos.

Y no recordó que el precio de algo tan vital como el pan normado se multiplicó por veinte: Pasó de cinco centavos a un peso. Hoy, el viejito que con cinco centavos podía comer un pan al día debe pagar veinte veces más por ese mismo pan (en otros términos: Con lo que antes comía un pan durante veinte días ahora solo come pan un día).

Y es sabido que esos no fueron los únicos incrementos en los precios al consumidor realizados por empresas del Estado. No por cuentapropistas o revendedores.

Tales aumentos, por lo visto, no entran en el concepto «inflación generalizada» del ministro. Según su opinión, la inflación padecida por los cubanos es «no generalizada». Afirmar otra cosa es técnicamente incorrecto. O manipulación enemiga.

Esa «inflación no generalizada», explicó también, es culpa de las indisciplinas de nosotros, los ciudadanos, porque vendemos o revendemos caro, o pagamos lo que nos venden o revenden caro, o «no somos combativos» y no denunciamos a quienes incrementan de manera abusiva los precios.

¿Es el Ordenamiento Monetario la causa de la inflación que sufre hoy la economía cubana?

¿Qué de positivo trajo el Ordenamiento Monetario a la economía nacional?

A estas preguntas responde el viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, @AlejandroGilF. 👇 👇 👇 pic.twitter.com/1r1IM781IK

— Presidencia Cuba (@PresidenciaCuba) January 4, 2022

Pasando por alto los llamamientos al amor, a la labor de convencimiento político y al control ciudadano como armas para combatir los altos precios, realizados por los diputados que «opinaron» sobre las palabras del ministro, queda demostrado que la actual situación inflacionaria es culpa nuestra, no del gobierno, y si no se revierte es porque somos conniventes con coleros, revendedores y oportunistas. Moraleja: Tenemos lo que nos merecemos.

Pero el ministro y los diputados nos ilustran y nos exhortan a cumplir la obligación ciudadana de combatir la inflación. Debemos agradecerles la preocupación.

(No sé por qué encuentro aquí similitud con el llamado a «convencer» a los vecinos de los bateyes y a los trabajadores cañeros de la necesidad de «salvar» la producción azucarera. Fueron ellos quienes convirtieron las maquinarias en chatarra y los campos de caña en marabuzales; corresponde ahora exhortarlos a que reviertan la situación).

El ministro mencionó además algo que no hay que ser especialista para entender y nadie osará discutirle: Aumentar los salarios no es la solución, pues acarrearía un incremento mayor de los precios. La inflación es un círculo vicioso que se rompe con eficiencia productiva (que la producción de bienes implique menos gastos) e incremento en la oferta de mercancías. Esto es: eficiencia productiva y equilibrio entre oferta y demanda, no aumento de salarios, es la solución.

Némine discrepante.

¿Y qué hay con los jubilados?

Un elemento relacionado con los salarios y pasado por alto en las menciones a la inflación es el de las pensiones por jubilación.

Supongo que el ministro no ignora que la jubilación NO es un favor, NO es una dádiva, NO es una deferencia, NO es una prebenda que el Estado otorga generosamente a un segmento de la población que, por razones de edad, ya no produce bienes o servicios.

La pensión por jubilación, él debe saberlo, es el resultado de una parte del trabajo que el Estado no le retribuyó a la persona mientras fue productiva, parte que atesoró en sus arcas y administró según sus conveniencias. Si gestionó con eficiencia los fondos, los dilapidó, o no supo emplearlos de manera adecuada, es responsabilidad del Estado, no de quien alcanza la edad de jubilación.

Jubilado (2)

La pensión, en esencia, es la devolución al trabajador de una parte de lo entregado por él al Estado en préstamo durante décadas.

Esa pensión, en esencia, es la devolución al trabajador de una parte de lo entregado por él al Estado en préstamo durante décadas, y que el Estado usó bien o mal durante ese tiempo (es algo similar, aproximadamente, a lo que hace un banco con el dinero que se deposita en una cuenta).

En otras palabras, la pensión es una obligación del Estado, no hay que darle más vueltas.

(Aclaro que esta es una manera esquemática de presentar la formación de los fondos de jubilación a partir de la realidad cubana; hay variantes según los países).

Es costumbre de los gobiernos, cuando realizan reajustes económicos, descuidar los efectos de sus medidas sobre el sector de los pensionados por jubilación. El gobierno cubano no fue la excepción al aplicar la «Tarea Ordenamiento»: Después de calcular (durante más de diez años) las condiciones económicas del país, los supuestos costos de la llamada «canasta familiar», etc., llegó a la conclusión de que los jubilados pueden vivir con menos de un salario mínimo, ¡y hasta les sobra!

Retomando la idea inicial, al igual que ocurre con los salarios, incrementar las pensiones a los jubilados es, además de innecesario, contraproducente, pues llevaría a un nuevo aumento de esa inflación que, como nos avisa el ministro, no es culpa de cómo y cuándo se puso en práctica «el ordenamiento», sino de nuestra indisciplina y de la falta de control popular.

Pienso que esta ecuación la puedo entender: Aumentarme la pensión significa el riesgo de incrementar la inflación. Por tanto, en lugar de quejarme por no poder comprar un par de zapatos, arreglar una gotera del techo o comprar una golosina para mi nieto, debo ser consciente y eliminar esos gastos superfluos.

Pero ocurre que, mientras el ministro nos advierte sobre las consecuencias negativas de realizar aumentos de salario (y, por carácter transitivo, de las pensiones por jubilación), al mismo tiempo autoriza aumentar las pensiones a los jubilados de los cuerpos armados, en virtud de sus extraordinarios aportes al país.

Es la parte de la ecuación que no entiendo. ¿Será que los jubilados de los cuerpos armados son tan escasos que aumentarles la pensión no es estadísticamente significativo? Pero sabemos que eso no es cierto. ¿Entonces? ¿Debo pensar que en Cuba unos jubilados son más iguales que otros?

Jubilado (3)

¿Será que los jubilados de los cuerpos armados son tan escasos que aumentarles la pensión no es estadísticamente significativo? (Foto: Alejandro Ernesto/EFE)

Hago una salvedad: No encuentro mal que se aumente la pensión a los jubilados de los cuerpos armados. Pero considero inadmisible que el aumento tenido por perjudicial a la economía si se aplica a un sector de la población no lo sea cuando se aplica a otro. Además de económicamente incomprensible, lo siento como la imposición artificial de una división entre cubanos. Y eso no lo admito.

Está visto: Soy un jubilado que no sabe nada de economía.

Adenda

Existen fórmulas, usuales en buena parte del mundo, para contribuir a hacer más llevadera la vida de los jubilados, pero en Cuba no se aplican, nadie sabe la razón. Parlamento y sindicatos, los encargados de exigir explicaciones al gobierno, guardan silencio al respecto en presencia de los ministros.

Entre esas fórmulas se encuentran (no son las únicas; esto es solo una indicación de lo que se puede y debe hacer en Cuba):

Disminución del precio del transporte público para personas en edad de jubilación.

Disminución del precio de entrada a espectáculos culturales y recreativos, teatros, museos, exposiciones, etc., para personas en edad de jubilación.

Disposición de un día semanal de entrada gratuita a museos y exposiciones, así como a determinados espectáculos, para niños y personas en edad de jubilación (de modo que los abuelos puedan llevar a sus nietos con ellos).

Nota: Escribo «en edad de jubilación», sin especificar, porque nuestros burócratas son capaces de exigir una constancia de que la persona está jubilada, aunque tenga noventa años.

5 enero 2022 34 comentarios 3.706 vistas
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Malestar (1)

El Estado de malestar general

por Mario Valdés Navia 4 enero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

En los años de la segunda postguerra, los traumas del conflicto bélico, el auge del keynesianismo, la presión del movimiento obrero, el triunfo de la socialdemocracia en varios países y la competencia con el naciente sistema socialista; hicieron proliferar en Occidente la idea de que podrían lograrse sociedades con un Estado de Bienestar General. Serían naciones donde el capitalismo, regulado por una mayor intervención del Estado en la economía, uniría a su tradicional eficiencia la existencia de amplios servicios y garantías sociales que beneficiarían a las mayorías.

Los países escandinavos, gobernados por partidos socialdemócratas, marcaron la pauta en este modelo. Otros (RFA, Francia, Países Bajos…) aplicaron políticas similares; mientras, EE.UU. vivía el sueño dorado de la era Eisenhower, cuando parecía que el American dream podría extenderse a la mayoría de la población. Ni siquiera el reflujo neoliberal de los años 70-90 pudo liquidar todas aquellas conquistas populares.

Por su parte, en la URSS y los países del campo socialista europeo, aunque más pobres económicamente, también se evidenciaron beneficios sociales a partir del desarrollo extensivo acelerado de sus economías.

Malestar (2)

(Imagen: M.Gortynskaya)

Al incorporarse a este modelo, Cuba se benefició con tales efectos, amparada por una cuantiosa ayuda económica y —a pesar del ya existente bloqueo estadounidense—, con la posibilidad de comerciar con el resto del mundo, incluidas filiales de empresas yanquis en terceros países.

La debacle del Período Especial, la extensión del bloqueo al plano internacional con las leyes Torricelli y Helms-Burton, y las erróneas políticas internas que demoraron reformas necesarias y desaprovecharon oportunidades de relanzar la economía cubana en momentos más favorables; han destruido el viejo modelo sin que se aplique un proyecto integral para reformarlo acorde con las actuales condiciones. El resultado ha sido la incubación de un verdadero Estado de Malestar General. 

-I-

De aceptar el discurso oficial, desde hace mucho tiempo la economía cubana parece moverse en medio de factores siempre negativos, tanto naturales como humanos. Madre Natura, que parecía bendecirnos en clima y geografía, ahora nos es contraria: si llueve las siembras se atrasan, si no llueve es imposible sembrar; el fenómeno El Niño trae ciclones, La Niña envía sequías y polvo del Sahara. Antes éramos un dechado de recursos naturales, ahora resulta que carecemos de ellos y debemos vivir de los servicios.

No obstante, es en la economía donde no nos favorece ninguna coyuntura, según explican los que saben: cuando baja el precio del petróleo, el país se afecta porque gasta más, pero si aumenta también, porque exporta derivados que ingresan menos; si el precio del azúcar disminuye es preciso desmantelar la industria azucarera, pero cuando sube ya no tenemos azúcar ni derivados para exportar; si el valor del USD aumenta, nos cuesta más importar, en tanto si baja, nuestras exportaciones se derrumban. «Algo huele mal en Dinamarca», diría el rey Lear.

Respecto a la política económica, es evidente que las medidas que se conciben, casi siempre desconocen factores que los decisores —al parecer distraídos con tantos aspectos a evaluar—, suelen pasar por alto y al final nos pasan factura colectiva. A ellos en su amor propio, pero fundamentalmente al pueblo que queda a la espera de lo prometido.

Es como si la economía se empeñara en moverse según sus propias leyes e hiciera caso omiso a las decisiones de los iluminatti. El malestar ciudadano debiera dirigirse a los enredos del mercado, no cargar contra los ocupadísimos cuadros que desgastan sus neuronas buscando las mejores soluciones para el país. Un ejemplo evidente es el de la circulación monetaria.

-II-

Hasta los años noventa, en momentos en que el USD estaba prohibido, algunos se lo agenciaban para comprarlos a siete pesos y llevarlos a la rusa del barrio con el objetivo de que les comprara regalos en las diplotiendas. Luego se declaró su libre circulación y, cuando vinimos a ver, el gobierno de los Estados Unidos, en lugar de estar feliz con nuestra decisión, nos puso trabas para usarlos en el comercio internacional. Así que los sacamos del mercado interno y fueron multados con un gravamen del diez por ciento, para que nos respeten.

Los criticones afirmaron que eso espantaría al turismo latinoamericano y cubanoamericano y que los inversionistas pondrían el grito en el cielo, pero nuestro CUC soberano se adueñó de la circulación, aunque algunos dijeran que no era más que una ficha para cubanos que representaba un USD sobrevalorado. Peor aún, la sabia decisión transitoria —apenas duró dieciocho años— de utilizar una doble tasa de cambio: 1×1 para las empresas estatales y 1×25 para la población, llegó a ser calificada por los francotiradores como disparate que alteraría todo el funcionamiento económico y arruinaría la producción nacional.

Cuando se decidió eliminar esa situación y devolver su lugar al peso cubano mediante la «Tarea Ordenamiento» (TO), esos mismos que desde hacía años querían eliminar el CUC insistieron en provocar el malestar general, argumentando que este era el peor momento, cuestionando que no lo hicieran antes y porfiando que se debió haber fomentado primero la producción para luego hacer cambios en la circulación. Solo gracias a la labor de explicación y comprometimiento de los que llevaban más de una década obligados a viajar por el mundo estudiando experiencias de circulación monetaria en los cinco continentes, fue que logró convencerse a la población incrédula de las ventajas que recibiría.

Por desgracia, durante su ejecución varios factores impredecibles provocaron malestar en amplios sectores de la población, que ciertos exagerados tildan de generalizado: una pandemia que asolaba al mundo hacía un año y se había hecho la vencida en nuestro país; la demora del presidente Biden en cumplir su palabra empeñada como candidato de aflojar las medidas de Trump contra Cuba, algo nunca visto en la política de aquel país; y la inflación, que estalló desde que se difundieron los nuevos precios de la TO y no frena por muchos llamados de las máximas autoridades a que se detenga.

Menos mal que siempre se dejó abierta la posibilidad de que algunas personas pudieran comprar artículos —primero de alta gama y luego de media, baja y bajísima— en un novedoso mercado, único en el mundo, donde no se utiliza el USD, sino la tarjeta magnética en MLC.

Aunque algunos aseveren que es una nueva forma de dolarización, simplemente porque las tarjetas están nominalizadas en USD, lo cierto es que ni siquiera se pueden cargar con la moneda enemiga, que abarrota las bóvedas de nuestros bancos. Únicamente es posible hacerlo con otras divisas de países capitalistas que sí nos estiman, lo cual encarece el envío de remesas por los que se fueron y permite dejar mayor cantidad de bienes para el mercado en pesos, alias CUP.

Malestar (3)

El problema mayor para el Gobierno/Partido/Estado, es que el malestar ha tomado cuerpo en múltiples formas de crítica, rechazo y disidencia interna que recorren, cual fantasmas, diferentes estratos sociales y se manifiestan en variadas formas: huelgas de choferes y cocheros, reclamos a autorizar profesiones libres (guías turísticos, arquitectos, ingenieros), protestas de artistas e intelectuales contra decisiones y reglamentos, (27N),  plataformas ciudadanas en redes sociales (Articulación Plebeya, Archipiélago).

La mayor expresión del malestar general fue la sublevación de los obstinados del 11-J, entonces escribí:

Frente a los brotes espontáneos de protesta popular, la respuesta del Partido/Estado/gobierno fue de pura continuidad: ninguna concesión, cero diálogo con los participantes; mucho tonfazo y detenciones. El secretario-presidente, en comparecencia pública donde se olvidó del Estado de Derecho proclamado en la Constitución 2019, llamó a los seguidores de la Revolución a salir a imponer el orden por la fuerza bajo el lema La calle es de los revolucionarios.  

Ahora el malestar se amplifica ante las extensas penas de prisión que se están imponiendo a los protestantes, al añadirse a los cargos iniciales de escándalo público y desacato el muy grave de sedición, y considerarlos como miembros de un complot internacional jamás demostrado. Esta artimaña judicial entristeció numerosos hogares cubanos en este fin de año y levanta otra bandera de lucha para el 2022: la de la libertad de los presos políticos, injustamente castigados por participar en una protesta pacífica.

Ojalá este sea un año de reconciliación y diálogo para Cuba, donde el sentido de malestar e inconformidad ceda paso a un proyecto de país más aglutinador, democrático y participativo; que dé cabida a todos los cubanos y cubanas, dentro y fuera de la Isla, aunque haya mucho que luchar todavía para lograr este sueño.  

4 enero 2022 43 comentarios 3.009 vistas
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2021

¡Adiós, 2021!

por Consejo Editorial 31 diciembre 2021
escrito por Consejo Editorial

Estimados lectores:

¡Finalmente hemos llegado al último día de este largo 2021! Que ha sido un año difícil, lo sabemos; que 2022 probablemente también lo sea, lo imaginamos. Pero aunque este 31 de diciembre no todas las familias cubanas puedan estar juntas, o falte el tradicional lechón asado en muchas mesas, lo importante es que, efectivamente, ¡aquí estamos a pesar de los obstáculos!

En este día de cierre, nuestro equipo quiere agradecer a sus lectores por el acompañamiento fiel, el apoyo cálido, la crítica oportuna, los encuentros y desencuentros. A todos —lectores, colaboradores, críticos y simpatizantes, compatriotas— les deseamos que 2022 traiga salud, prosperidad, lucidez y paz. Nosotros aquí seguiremos.

Reciban un afectuoso abrazo,

Equipo editorial de La Joven Cuba

***

Ponemos a su disposición este listado con los veinte textos más leídos del año:

Un alarido – Leonardo Padura

Abusos a manifestantes en Cuba: necesidad de una Comisión de Verdad y Reconciliación – Consejo Editorial

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr. – Consejo Editorial

Estallido social en Cuba: las señales ignoradas – Alina Bárbara López Hernández

Los jubilados de la Revolución – Mauricio De Miranda Parrondo

Testimonio desde la Zona Roja – Redacción de LJC

«Nunca vamos a renunciar al derecho a conquistar nuestros derechos» – Redacción de LJC

Yunior García Aguilera o el valor de la coherencia – Alina Bárbara López Hernández

Partido único y democracia en Cuba – Ivette García González

Las tribulaciones del dólar en Cuba – Mauricio De Miranda Parrondo

El caballo de Troya de la burocracia – Alina Bárbara López Hernández

Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros… – Ivette García González

Leonardo y yo – Norma Normand Cabrera

Ideología y derechos humanos. El caso de Luis Manuel Otero Alcántara – Alina Bárbara López Hernández

Los culpables – Alina Bárbara López Hernández

Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos – Alina Bárbara López Hernández

Interpelación sobre la democracia – Ivette García González

Palabras que devoran las palabras – Gustavo Arcos Fernández-Britto

La hoguera de San Isidro – José Manuel González Rubines

«Yo soy cubano» – José Manuel González Rubines

31 diciembre 2021 34 comentarios 2.028 vistas
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Nación (1)

Mensaje a la nación

por Jorge Fernández Era 26 diciembre 2021
escrito por Jorge Fernández Era

Culmina el 2021 y es la hora del recuento, es decir, de volver al cuento de hacer posible lo imposible. Me dirijo a mis compatriotas, yo, que no me dirijo ni a mí mismo, para hacer el balance de un año en el que comenzamos decreciendo en un 13,4 % ―tanto, que si marcábamos en una cola nadie nos veía― y terminamos en dadivosa, caritativa, espléndida, para no decir franca recuperación.

Las tensiones con que hemos enfrentado la ejecución del presupuesto ―ejecutado con todas las garantías judiciales―, han tenido del otro lado de la balanza la reafirmación de nuestros mecanismos democráticos. Lo constatamos ayer en la elección de esas dos muchachitas para que integraran el Consejo de Estado. Para próximos periodos de sesiones tendremos en cuenta no dejar de un día para otro el anuncio de los resultados de votaciones tan reñidas como estas, donde cada candidata tuvo que luchar en batalla campal contra su propio yo.

Cuántos paisanos habrán renunciado a dormir sufriendo la posibilidad de que alguna de ella no fuera elegida para ocupar esa responsabilidad, cuántas uñas dilapidadas por no demorar un poco la comida de nuestros diputados tras la riqueza e intensidad de los análisis.

Entre los objetivos priorizados del Plan de la Economía 2022, buscamos avanzar hacia un proceso de estabilización macroeconómica, y en eso no habrá problema alguno, pues no creo que pueda caerse más bajo. Recuperaremos el papel del peso cubano, convirtiéndolo en pulpa. Que nadie piense que dicho mazacote lo emplearemos para aliviar el déficit de libretas de abastecimiento y control de productos alimenticios, pues estas, como venimos prometiendo hace décadas, desaparecerán definitivamente y serán sustituidas por un software incorporado a los móviles que permitirá seguir en vivo las veleidades de la entrada a la bodega de los productos que presenten ciertas dificultades.

El Sistema Electroenergético Nacional tocó fondo también en el 2021, pero vamos en camino de transformar la matriz energética de un país que no puede darse el lujo de desaprovechar la porquería que se habla y se come en reuniones, foros, encuentros y congresos y que puede ser convertida en electricidad.

En cuanto a la inflación galopante y contumaz, debemos desterrar el concepto de que la tarea Ordenamiento fue la culpable. ¿No entienden que hay gente mala, muy mala, esperando a que uno se preocupe por ustedes, los oriente y hasta les ponga los productos en las tiendas, para comprarlos y que se pierdan, a pesar de los precios que les ponemos nosotros?

Ya se imparten indicaciones a los especialistas del Ministerio de Comercio Exterior para que prioricen la adquisición de papel celofán en los mercados internacionales. Con el papel celofán podremos retomar la producción de caramelos, que incentivará a su vez las visitas al Parque Lenin, las matrículas en los círculos de interés de Pedagogía de su Palacio de Pioneros, la graduación de más profesores emergentes y un mejor proceso educativo para que nuestra población cuente con armas lingüísticas en pos de convencer amorosamente a los vendedores de que renuncien a un determinado nivel de ganancia.

Esa no se la sabían ni Adam Smith ni David Ricardo, dos de los exponentes de la economía clásica inglesa de los siglos xviii y xix, cuando plantearon la interacción entre comercio y crecimiento económico y la ley de los rendimientos decrecientes.

Claro que para encumbrar la producción de caramelos, chocolates, durofríos y otras golosinas se requiere de la elevación de la producción azucarera, la que nos hemos empeñado en salvar parando en seco un declive del que son responsables las bandas contrarrevolucionarias que desde los sesenta colmaron de ceniza los campos con la quema de los cañaverales, y los gobiernos de turno que en la fallida República le antecedieron. La Dirección Nacional de los CDR ha tenido el tino de convocar a la creación en los barrios de pequeños trapiches impulsados por los que hoy pierden su tiempo jugando dominó a la vera de la tolerancia pública.

Con esa innovación y muchas otras hemos enfrentado este difícil año a base de ciencia y de conciencia. Comparto en este mensaje a la nación el parecer de un periodista que ha dicho que los logros de Cuba son comparables o tal vez de un alcance histórico superior a los del decisivo año 1961, cuando se declaró el carácter socialista de la Revolución. ¡Podrán nuestros enemigos cuestionar la Revolución, podrán dudar de nuestro socialismo, pero no podrán poner en solfa jamás nuestro carácter!

Es tanto el interés por mi llamado a ser innovadores, que ese propio periodista ha escrito, refiriéndose al reciente periodo de sesiones de la actual legislatura, sobre «la aprobación de leyes que atienden los problemas de hoy y que se hacen carne en la población». ¿Cuánto no pudiéramos lograr si convertimos en Combinado Cárnico al Palacio de las Convenciones? El próximo 2022, para envidia de las economías en desarrollo, Cuba crecerá un cuatro por ciento.

¿Imaginan ese incremento hecho carne? De ahí que como parte de la bienaventuranza con que llegará enero será inaugurado ―en conjunción poética de lo que significa esta batalla por un sistema de gobierno de ciencia e innovación y lo triunfante del año que concluye― el Instituto Superior de la ANIR Victoria de Waterloo.

Se acaba el año, es cierto, como se han acabado el café, el aceite, los cigarros, la carne de puerco… El año se acaba, ¡pero no lo hará nuestra voluntad de racionarlo para que alcance equitativamente!

26 diciembre 2021 33 comentarios 2.705 vistas
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Mensaje navideño

Mensaje navideño

por Consejo Editorial 25 diciembre 2021
escrito por Consejo Editorial

Queridos lectores:

Aun cuando en no todos los casos la fe religiosa es el centro de la celebración de este día, la Navidad es en Cuba, como en casi todo el mundo occidental, una fecha para encuentros entre familia y amigos.

La de 2021 es especialmente difícil, tanto como el año que la ha precedido. En las mesas de muchos cubanos escaseará el buen alimento, así como habrá no pocas sillas vacías. En estos meses hemos visto partir a personas muy queridas, cuyas pérdidas ensombrecen ese espíritu navideño; también las carencias económicas que nos acechan hacen que cada vez esté más lejos el ideal de vida digna y medianamente confortable con el que todos soñamos.

Nuestro equipo quiere mostrar su cercanía con las familias de los presos políticos que hoy añoran estar juntas, así como con aquellas que desde la zozobra esperan tener noticias del hijo que ha emigrado. Igualmente, queremos agradecer a los científicos, médicos, enfermeras, personal de salud y colaboradores que durante todo el año no han abandonado sus puestos de trabajo ni se han rendido ante el dolor.

Pese a que hoy vivimos días difíciles, no perdamos la esperanza en un futuro mejor para nuestra Patria, construido con todos y para el bien de todos. Reunámonos en estos días a celebrar la vida, tomemos un descanso de tantos sinsabores y preparémonos para empezar un 2022 que, sin lugar a dudas, vendrá lleno de sorpresas. ¡Aquí seguiremos!

Con mucho cariño los abraza,

Equipo de La Joven Cuba

25 diciembre 2021 31 comentarios 1.695 vistas
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Economía cubana (1)

La economía cubana: entre la confusión y el sin sentido

por Mauricio De Miranda Parrondo 20 diciembre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

A partir de lo visto en el recién concluido III Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), resulta claro que la dirigencia política del país insiste en conducir la economía cubana con criterios ideológicos voluntaristas que demuestran su confusión respecto a las leyes objetivas de la economía y el sin sentido que genera despreciar y vulnerar esas leyes.

Hemos pasado por esto varias veces y los resultados han sido siempre los mismos: el fracaso. ¿Cuál es el objetivo de insistir en lo que ya se ha demostrado que no funciona? Pareciera que a falta de creatividad y sentido común, insisten en revitalizar círculos viciosos que han afectado severamente el desempeño de la economía nacional desde los años sesenta del pasado siglo hasta hoy.

El problema de la inflación

La inflación es el aumento de precios de los bienes y servicios que componen la «canasta» del «consumidor promedio» de un país, y se mide como un índice de precios respecto a un período base. Lo usual es que se calcule mensualmente, como valor acumulado del año, y también interanual respecto al mismo período del año precedente.

En general, los economistas preferimos que se creen las condiciones para que los precios mantengan una relativa estabilidad, usando los recursos de las políticas monetaria y fiscal. En ocasiones, un incremento «moderado» de los precios puede estimular a los productores a producir más para aprovechar ese diferencial. Pero la historia económica indica que la inflación «galopante» o la hiperinflación destruyen la capacidad adquisitiva de la población y el tejido productivo, pues deterioran la demanda y, en consecuencia, poseen un efecto recesivo.

Economía cubana (2)

La teoría económica demuestra que cuando se establece un precio por vía administrativa, por debajo del que sugiere el equilibrio entre la oferta y la demanda, la oferta desaparece y se produce escasez de bienes. Entonces la inflación no se manifiesta en el mercado formal sino en el informal, hacia el cual se canalizan los bienes escasos a precios superiores.

Esa es precisamente la secuela que tienen los «topes» de precios en la actualidad, y también el efecto que tuvieron los precios administrados estatalmente en los años sesenta, cuando no se tenían en cuenta los costos de producción ni las condiciones del mercado.

Durante muchos años no se calculó la inflación en Cuba. En la crisis de los noventa se evidenció que aunque los precios oficiales no fueron aumentados, los productos que se vendían por esa vía representaban una fracción baja y decreciente de las necesidades de subsistencia de la población; sin embargo, en los mercados informales los precios siguieron un curso que estuvo determinado por el tipo de cambio informal del dólar con el peso cubano. Eso está volviendo a ocurrir, pero no solo en los mercados informales sino también en aquellos en los que se desarrollan actividades económicas no estatales.

El primer secretario del Comité Central abogó por hacer un llamado a los empresarios privados y cooperativos a «renunciar a parte de las ganancias sin caer en pérdidas» para bajar los precios, y de nuevo convocó «al pueblo», esta vez a consumar un «control popular» sobre los precios.

¿Realmente cree Díaz-Canel que de esa forma se combate la inflación? No, así se oprime una vez más al productor y el resultado será la caída de la producción, que es todo lo contrario de lo que se necesita.

Por su parte, Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación, hizo referencia en el Pleno partidista al tema de la inflación, emplazando a combatir a «las personas inescrupulosas que aprovechándose del escenario de escasez que está viviendo el país, intentan vivir de eso y hacerse ricos a costa de las necesidades del pueblo y no lo podemos permitir». A lo anterior añadió que «la fortaleza del socialismo que nos da y la autoridad moral para enfrentar eso lo tenemos que tener siempre presente y es el combate de este momento».

Haciendo gala de la escasa autocrítica a la que la dirigencia cubana nos tiene acostumbrados, el ministro insistió en que el problema no era el «Ordenamiento». No se ha admitido que la llamada «Tarea Ordenamiento» se realizó a destiempo, dejando pasar muchas oportunidades, en el peor momento posible y cuando existían muy pocas posibilidades de que la oferta de bienes y servicios reaccionara a la recesión.

Tampoco reconoció que el tipo de cambio utilizado no tuvo asidero alguno con la realidad y resultó de colocar un tipo de cambio «deseado» en lugar de tener en cuenta las condiciones del mercado cambiario. La economía no puede ser «forzada» a aceptar el tipo de cambio que los gobernantes consideran conveniente establecer.

Cuando se adoptan medidas como las tomadas por el gobierno, el mercado les recuerda que siempre existe la válvula de la informalidad, y eso es lo que está pasando en la economía. Quienes diseñaron el proceso y quienes lo aceptaron —que son miembros del aparato institucional del Partido, el Gobierno y la Asamblea Nacional—, pretendieron que los mercados podían ser dominados por sus voluntades; y está más que demostrado que eso no es posible.

La inflación actual

Una explicación sencilla de la teoría cuantitativa del dinero, afirma que el equilibrio monetario en un mercado existe cuando la oferta monetaria es igual al nivel de precios multiplicado por el nivel de transacciones (lo cual se traduce en el nivel de ingreso o del producto de una sociedad). Si se incrementa la oferta monetaria en condiciones de estancamiento económico, o incluso de recesión, no existe otra cosa que pueda pasar que no sea el incremento de los precios. Eso es lo que ocurrió en Cuba.

Habría resultado similar de producirse el reajuste de salarios y pensiones antes, pero las circunstancias serían otras si previo a ese proceso se hubiera estimulado la producción, lo que implicaba desatar los nudos que frenan el desarrollo de las fuerzas productivas en el país. Eso debió ser lo primero, y había que hacerlo mucho tiempo antes. El escenario de la crisis agravada por la pandemia fue el peor de los momentos posibles.

Economía cubana (3)

Marino Murillo, uno de los ideólogos del ordenamiento

No obstante, hasta el momento nadie ha respondido por esos errores. No lo han hecho las direcciones del Partido elegidas en el 6to, 7mo y 8vo congresos; ni los gobiernos existentes desde entonces. Y ellos son responsables máximos de tales fallas, conjuntamente con los diputados a la Asamblea Nacional en las diversas legislaturas, por permitirlas sin cuestionamientos.

La moral y la ética que algunos dirigentes exigen al pueblo, debería llevarlos a asumir sus responsabilidades políticas por estos yerros. Al mismo tiempo, la inteligencia y el sentido común debiera conducirlos a análisis objetivos y a la adopción de medidas necesarias y urgentes, en lugar de continuar insistiendo en un enfoque ideológico que no conduce a otro lugar que no sea a un callejón sin salida.

No dudo que algunos productores, en su afán de lucro, «aprovechen» las condiciones del mercado escuálido y desabastecido de Cuba para obtener ganancias extraordinarias. Pero estoy seguro de que la mayoría simplemente está reaccionando a la realidad de sus condiciones objetivas.

El ministro al menos reconocía que determinados productores requerían insumos en divisas y debían comprarlas en el mercado informal a un precio varias veces el oficial —que está lejos de las condiciones del mercado— por lo cual eso se traslada a los precios. ¡Y es lógico que así sea! Ello no lo hace inmoral ni muestra una ética expoliadora, sino es el resultado de la acción objetiva de las leyes de la economía.

Adicionalmente, el gobierno sigue sin reconocer el daño moral causado a su imagen y a la del PCC con el establecimiento y posterior expansión de las tiendas en monedas libremente convertibles (MLC). Con esta medida se ha apelado al mismo expediente, segregacionista y rentista, que caracterizó el surgimiento del mercado en las llamadas shopping de los años noventa. Se apela a una dolarización de los costos de los consumidores y los productores privados sin que se dolaricen sus ingresos.

La inflación actual en Cuba es hija de la escasez estructural en los mercados de bienes y servicios. El sector productivo no es capaz de reaccionar a las necesidades de la demanda por múltiples factores. Entre ellos cabe mencionar las restricciones persistentes al desarrollo de negocios privados en una serie de sectores; las limitaciones del sector agropecuario en el acceso a los mercados; la obsolescencia tecnológica de la mayor parte de las industrias; los precios de monopolio de muchos servicios, entre ellos los tecnológicos y de telecomunicaciones; las restricciones al desarrollo de dichos servicios mediante un clima de competencia; el subdesarrollo de los sistemas de transportes, comunicaciones e infraestructura; pero sobre todo, la escasa capacidad de ahorro e inversión de la economía doméstica.

Eliminar la dolarización o dolarizar/euroizar toda la economía

Soy partidario de que Cuba conserve su moneda nacional. El establecimiento del peso en 1914, aunque atado al curso del dólar, fue una muestra de soberanía. Sin embargo, en las actuales condiciones el peso cubano carece de soberanía en todas las transacciones dentro del territorio nacional, debido a la decisión del gobierno de captar divisas frescas mediante tiendas en las que solo se venden productos en MLC.

Economía cubana (4)

Las primeras monedas cubanas fueron acuñadas en 1915.

Eso ha llevado incluso al restablecimiento de relaciones inter-empresariales que se denominan en moneda extranjera. Esta simple decisión es factor decisivo para la depreciación de la moneda cubana en el mercado doméstico, y debilita la tan cacareada soberanía que el gobierno dice defender.

Resulta inmoral y éticamente cuestionable que la sociedad cubana deba depender de transferencias desde el exterior para satisfacer necesidades elementales de la vida cotidiana. El carácter rentista del Estado, acostumbrado a exprimir por diversos mecanismos extractivos, se traslada a la sociedad en su conjunto y ello debilita el emprendimiento y la productividad.

No es posible continuar con la situación actual, que es una reedición de la que existía a inicios de los noventa. ¿Qué hacer? O toda la economía se expresa en pesos cubanos, a una tasa que se corresponda con las condiciones del mercado, o reconocemos de una vez y por todas que la soberanía nacional se ha deteriorado al punto de requerir que nuestra moneda deje de ser la que funcione en la economía del país y reemplazarla por otra que, debido a las circunstancias de enfrentamiento persistente con el vecino del Norte, podría ser el euro.

Para ello resultaría necesario un acuerdo con la Unión Europea, tal como han hecho Montenegro y Kosovo. Pero un acuerdo implicaría no solo una disciplina monetaria y fiscal, sino también una serie de condicionamientos políticos.

Yo preferiría defender la moneda nacional, no por prurito nacionalista o patriotero, sino porque contar con la soberanía monetaria permite que el tipo de cambio sirva de válvula de escape a los desequilibrios internacionales. Si la economía mantiene su vocación deudora respecto al mundo, la devaluación reflejará esa realidad, pero, si por el contrario, fuéramos capaces de crear condiciones para que la inmensa iniciativa empresarial y capacidad de emprendimiento de los cubanos, aun reprimidas, florezcan en condiciones de libertad —con regulación pero sin control—, podríamos prosperar económicamente, lo cual debe traducirse también en bienestar social.

Control popular sobre la gestión del gobierno, no sobre los precios

No es posible esperar un cambio fundamental hacia la prosperidad en las condiciones actuales de Cuba si no se democratiza nuestra sociedad. A estas alturas es imposible desligar las transformaciones estructurales de la economía sin realizar modificaciones estructurales en las instituciones políticas que apunten a una democratización real.

Los principales obstáculos frente a esas necesidades son: la persistencia del dominio político de un partido único, no democrático en su vida interna, que controla a toda la sociedad siendo minoritario y que en su gestión ha estado lejos de constituir una verdadera vanguardia de la sociedad; la exclusión de la crítica y la oposición a la gestión del gobierno, tildada de mercenaria cuando simplemente es resultado de los sucesivos yerros de una dirigencia que desconoce las realidades objetivas de la vida contemporánea y se niega a rendir cuentas ante la sociedad, como debería; un sistema institucional que no responde a las necesidades y demandas de la sociedad aunque insistan en no reconocerlo.

Esa realidad puede ser cambiada desde el poder o desde la sociedad, o desde ambos. Sin embargo, para empezar, valdría la pena que las autoridades abandonen su confusión y el sin sentido de sus medidas.

20 diciembre 2021 44 comentarios 4.415 vistas
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Inversiones (1)

Inversiones 1991-2021: aperturas y apreturas

por Mario Valdés Navia 2 diciembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

En un post anterior analicé sucintamente el devenir de las inversiones en Cuba hasta 1990 para comprender por qué durante dos siglos (1790-1990) su economía estuvo entre las principales de la región caribeña y a la cabeza del mundo en algunas ramas, fundamentalmente la azucarera.

De las preguntas iniciales de aquel texto, dos quedaron pendientes: ¿Por qué ahora Cuba consume, ahorra e invierte proporcionalmente cada vez menos? ¿Existen posibilidades actuales de ejecutar un proceso inversionista más eficaz que permita retomar la ruta del crecimiento y desarrollo y elevar el consumo social e individual?

Las responderé ahora, analizando el tratamiento de las inversiones en los ciclos de apertura−apretura ocurridos en estas tres décadas.

1991-1998: Apertura

Para comprender mejor las particularidades del proceso inversionista insular es preciso recordar tres aspectos desarrollados en el anterior artículo: la eliminación violenta de la pequeña producción durante la Ofensiva Revolucionaria de 1968 convirtió a Cuba en el país más estatizado del mundo; tras la zafra de los Diez Millones y el ingreso al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), las inversiones se orientaban fundamentalmente hacia el sector azucarero y la creación de grandes industrias basadas en tecnología e importaciones del campo socialista; el voluminoso fondo de acumulación del período 1970-1990 apenas trajo beneficios sustentables para la economía, con la honrosa excepción de la industria médico-farmacéutica.

A estos se añadiría, en 1990, la precaria situación en que quedó Cuba tras la desaparición del socialismo europeo. La debacle económica demandaba reajustar todo el modelo de socialismo estatizado y burocrático —ya en crisis desde mediados de los ochenta— y sustituirlo por uno mixto, donde el Estado, aunque conservara los medios de producción fundamentales, renunciara a sus ineficaces monopolios en todas las ramas económicas, flexibilizara la planificación centralizada y abriera espacios al sector privado, cooperativo y a la inversión extranjera.

Desde 1993-1994, especialistas cubanos y extranjeros fundamentaron esta propuesta, pero casi todas sus ideas fueron rechazadas y/o ignoradas. No obstante, ante la necesidad apremiante de inversiones, en 1992 se aprobó una nueva Ley de la inversión extranjera que priorizaba aquellas que incrementaran la exportación de bienes y servicios y la sustitución efectiva de importaciones.

Al unísono, se ejecutó una reestructuración económica que incluía el fomento del turismo, despenalización del uso del USD, descentralización del comercio exterior, creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), e inauguración de zonas francas. Igualmente ocurrió una relativa liberalización de la actividad económica interna, con la apertura de mercados agropecuarios y de productos industriales que auspiciaban la inversión directa del ahorro privado y parte de las remesas familiares.

En 1997, coincidiendo con la celebración del V Congreso del PCC, era evidente que la economía se recuperaba y se confiaba en crecer por nuestros propios medios, descentralización económica mediante. Sin embargo, no se avanzó más en el campo de las reformas; por el contrario, se volvió a la planificación centralizada a través de balances materiales y comenzó a retrocederse en los principales aspectos en que se había innovado y avanzado.

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Intervención de Fidel Castro en el V Congreso del Partido. (Foto: Granma)

1999-2008: Apretura

Dos acontecimientos concomitantes determinarían sobremanera en la centralización estatal de la política inversionista a partir de 1999: la instauración del gobierno de Chávez en Venezuela y el inicio de la Batalla de ideas. Ante la nueva fuente de ingresos que se abría para el Estado, las asociaciones mixtas fueron reducidas, eliminados los negocios inmobiliarios extranjeros y comprimido el número de empresas cubanas autorizadas a operaciones directas de comercio exterior.

En las relaciones comerciales externas, el intercambio diversificado alcanzado con países de diferentes zonas geográficas se concentró en Venezuela y China. A pesar de ello, las inversiones de esos países nunca llegaron a ser trascendentes para la economía cubana ni el consumo popular.

Con el primero se estableció un importante programa estratégico de complementación/integración económica dentro de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Su núcleo era la exportación de servicios profesionales de alto valor agregado, sobre todo en salud y educación, a cambio de petróleo. En 2006 representaban el 28% de las exportaciones totales de la Isla, mayor que la exportación de níquel y el turismo. Venezuela invirtió fuertemente en la ampliación de un complejo petroquímico conjunto en Cienfuegos, pero la crisis petrolera y otras dificultades económicas hicieron casi inoperante la gigantesca instalación.

Por su parte, China emprendió negocios conjuntos en agricultura, telecomunicaciones, biotecnología, turismo e industria ligera; pero muchos cerraron sin terminar y su aporte al PIB fue escaso. En la industria electrónica se trabajó para producir en Cuba equipos de aire acondicionado, lavadoras, refrigeradores y equipos de computación, con el objetivo de sustituir importaciones y, a su vez, exportar hacia el mercado latinoamericano y caribeño;  a pesar de ello, su contribución al consumo nacional y la exportación fue casi nula.

En 2005, la debacle del obsoleto sistema eléctrico nacional provocó la llamada revolución energética, dotada de un ambicioso fondo de inversiones a partir de los ingresos del momento. Contemplaba la modernización de los sistemas de transmisión, instalación de nuevos equipos, y ahorro del consumo energético de la población por dos vías: sustitución de equipos de tecnología derrochadora, y elevación sustancial de las tarifas, penalizando a los mayores consumidores.

No obstante, al priorizar las soluciones urgentes —compra de costosos grupos electrógenos, generalización de bombillos ahorradores de vida limitada— y no las fundamentales —construcción de modernas centrales energéticas y cambio del paradigma de generación hacia fuentes renovables—, su efecto no fue sostenible en el tiempo y ahora se vuelve a padecer roturas, detenciones y falta de capacidad generadora, incluso en medio de la parálisis económica por la pandemia.

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Fidel Castro en el Palacio de Convenciones, en la implementación de los programas energéticos. (Foto: Ismael Francisco/Cubadebate)

2009−2010: Apertura

La falta de crecimiento suficiente y el estallido de la crisis económica mundial en 2008, obligó al gobierno cubano a reducir drásticamente su presupuesto e importaciones y anunciar planes para aligerar gastos con la eliminación de servicios gratuitos y subsidios. Para compensar al consumo, se emitieron licencias a vendedores de alimentos y se transfirieron pequeños servicios y producciones al régimen cooperativo. No obstante, la mayoría de estas medidas solo legalizaban actividades que ya se efectuaban en la economía sumergida y pesaban poco en el crecimiento real del PIB.

En 2010 se tomó la decisión de ampliar el trabajo por cuenta propia en el país y parecía que se aceleraban las reformas. Los gobiernos municipales recibieron instrucciones de trazar planes de desarrollo económico que incluyeran cooperativas y pequeños negocios. Al tiempo, se suavizaban regulaciones para la construcción y mejora de viviendas, abrían mercados municipales donde los agricultores adquirirían insumos hasta ahora asignados por el Estado, se liberó la venta de materiales de construcción y la creación de pequeñas industrias en cooperativas agrícolas. Con el objetivo de atraer inversiones extranjeras en futuros campos de golf y marinas de lujo, se aumentó de cincuenta a noventa y nueve años el plazo de derechos de usufructo de tierras para proyectos turísticos.

El Gobierno anunció que eliminaría más de 500.000 empleos públicos y autorizaría unos 250.000 pequeños negocios en el plazo de seis meses; además de crear 200.000 empleos no estatales y autorizar a pequeños empresarios a contratar mano de obra y alquilar locales estatales. En diciembre,  Raúl proclamaba un ultimátum ante la Asamblea Nacional: «O rectificamos o nos hundimos». Sin embargo, la energía reformista duró poco.

2011−2020: Apretura

La Primavera Árabe de 2011, cuando la ira popular —bajo el lema «Sí se puede»— provocó la caída de los gobiernos pro-occidentales de Túnez y Egipto,  Khadafi en Libia y el inicio de la guerra civil/agresión yihadista contra Siria; repercutió en Cuba. El grupo de poder hegemónico sintió temor a ceder demasiado en sus posiciones de privilegio ante los emprendedores protoburgueses cubanos. En consecuencia, la marcha de las reformas se ralentizó; el crecimiento del ahorro y la inversión internas tendrían que esperar tiempos mejores.

Aunque ese año se celebró el VI Congreso del PCC («Actualización»), se adoptaron los Lineamientos y comenzó a entrar al país, a través de las remesas, una cantidad inmedible de fondos para invertir en negocios privados; el Gobierno/Partido/Estado cerró las puertas al ahorro interno y apostó a un caballo perdedor: la inversión extranjera directa (IED).

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Según el periódico Granma, en 2020 la Zona Especial de Desarrollo Mariel atrajo inversión extranjera directa por un monto superior a 730 566 millones de dólares. (Foto: Ricardo López Hevia)

Desde entonces, la inversión nacional en las esferas de la industria y la agricultura descendería proporcionalmente. A la par, creció sin cesar la inversión en el sector inmobiliario, sobre todo en la creación de nuevas capacidades hoteleras, marinas y campos de golf gestionados por el holding militar GAESA.

Con las trabas burocráticas, las leyes sui generis de Cuba para la contratación de trabajadores y las presiones estadounidenses, la IED no ha alcanzado jamás el nivel necesario para impulsar el crecimiento económico, estimado en unos 2200 millones anualmente. Ni parece que lo hará en breve plazo.

Ni siquiera mejoró el panorama con la inauguración de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM), la más importante inversión extranjera efectuada desde el triunfo de la Revolución. Construida por el conocido grupo brasileño Odebrecht, con la inversión de unos 900 MUSD, se pretendió convertirla en uno de los complejos portuarios más importantes de Cuba y el Caribe.

Sin embargo, los resultados del proceso inversionista en el sector productivo eran a todas luces insuficiente en aquel período de relativa bonanza. Así, entre 2010-2013, la producción nacional de leche apenas sobrepasaba algo las 600,000 toneladas —solo 12% de origen estatal—, la mitad de lo producido en 1989; de ahí que se importaran 500,000 anualmente.

En 2014 se aprobó una nueva ley, que daba mayores garantías jurídicas y facilidades a los inversores extranjeros y les permitió actuar en todas las áreas de la economía, salvo las instituciones armadas, salud, educación, y medios de comunicación. Además, les redujo el impuesto al 15% de sus ganancias, con la posibilidad de repatriar todo el excedente.

Ese año, no solo Raúl Castro y Barack Obama re-establecieron relaciones tras medio siglo de Guerra Fría; también Putin visitó Cuba, firmó acuerdos comerciales y Rusia condonó el 90% de la deuda, principalmente de la época soviética, unos 35,000 millones de rublos. El 10% restante sería invertido en proyectos conjuntos en la Isla. Asimismo lo hicieron Japón, que eximió el 80% de unos 1400 MUSD, y México, que exoneró el 70% de su deuda de 478 MUSD.

A finales de 2015, Cuba renegoció su deuda con el Club de París, congelada desde hacía más de treinta años, cuando era de 7,000 MUSD. Se logró un acuerdo favorable: condonación de 8.500 MUSD y el compromiso del gobierno cubano de desembolsar 2.600 MUSD en un plazo de dieciocho años para acceder a créditos.

A pesar de estas dispensas, entre 2009 y 2017 la normalización de la deuda externa del país tuvo un elevado costo, ya que su servicio alcanzó una cifra cercana a los 23,000 MUSD, que limitó objetivamente la posibilidad de elevar el monto de las inversiones y el consumo con recursos públicos.

Con la llegada de la Covid-19 en 2020, todos los ingresos del país se redujeron a la vez que crecían los gastos del enfrentamiento a la pandemia. No obstante, el incremento de inversiones en la creación de nuevas capacidades para el turismo continuó su tendencia ascendente.

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(Gráfico: Pedro Monreal)

2021…: ¿Apertura o apretura?

Para lograr un proceso de desarrollo sostenible, Cuba requiere elevar su ritmo de crecimiento económico entre 5 y 7% anualmente, lo cual exige tasas de inversión de entre 20 y 25% del PIB. Al estar contraído el ahorro empresarial y limitada la inversión privada, cooperativa y extranjera, los montos continúan siendo insuficientes.

La crisis pandémica y los efectos adversos sobre el consumo que ha originado la «Tarea Ordenamiento», serán superados en la medida en que la economía vuelva a normalizarse; pero los factores que han limitado el ahorro y la inversión requieren de cambios estructurales, entre ellos: la adopción definitiva del peso cubano como moneda nacional; creación de bancos de inversiones para industria, agricultura y sectores emergentes; incremento de las tasas de intereses de los bancos cubanos para favorecer el ahorro; facilidades a la inversión de cubanos de la Isla y residentes en el exterior; contratación directa de trabajadores nacionales por empresarios extranjeros; autorización a las empresas de todo tipo a importar y exportar libremente.

Fundamentalmente, es preciso reorientar la inversión pública hacia los sectores productivos nacionales deprimidos y lograr restablecer la proporcionalidad, en detrimento del exagerado monto destinado a la construcción de hoteles e inversiones inmobiliarias. No hay cabida para nuevas apreturas, es hora de abrir sendas al ahorro y la inversión de todas las fuentes posibles.

Solo así, la política inversionista podrá concretar posibilidades efectivas a la reanimación económica nacional en el plazo de nuestras vidas y atraerá capitales, nacionales y extranjeros, en aras de incrementar la producción, el consumo interno y las exportaciones en todas las ramas de la economía.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com 

2 diciembre 2021 18 comentarios 2.032 vistas
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