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Crisis económica

Mercado cambiario (2)

El mercado cambiario informal en Cuba y los problemas del des-ordenamiento monetario

por Mauricio De Miranda Parrondo 25 enero 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Tal y como habíamos previsto algunos economistas, el peso cubano continúa en una estampida devaluacionista en el mercado informal de divisas, que se ha agravado a partir del inicio del 2022. Mientras, el tipo oficial se mantiene en el valor ficticio de 24 pesos (CUP) por un dólar.

De acuerdo con la tasa representativa del mercado informal que calcula El Toque, el 24 de enero de 2022 el euro ya se vendía a 105 CUP, el dólar en efectivo a 99 y el dólar en depósitos en cuentas (MLC) a 97.

El gráfico muestra una tendencia ascendente en el precio de las principales divisas que se comercializan en el mercado informal cubano. Adicionalmente, se ha borrado la brecha entre el dólar en efectivo (USD) y el dólar en depósitos. También se observa que mientras en el mercado internacional un euro (EUR) se cotiza a 1,13 USD, en el mercado informal cubano se cotiza a 1,06. Estas dos situaciones son ilustrativas de una preferencia del público hacia el dólar en efectivo.

Desde el comienzo de la llamada «Tarea Ordenamiento» se apreciaban distorsiones en el mercado informal de la Isla. De hecho, la principal distorsión es su existencia misma, ante el error de las autoridades económicas del país de establecer una tasa de cambio ficticia entre el USD y el CUP, debido a la incapacidad del Banco Central de ofrecer la divisa extranjera al precio fijado.

Mercado cambiario (1)

(Fuente: El Toque)

Posibles razones de corto plazo

Como es sabido, la «Tarea Ordenamiento» comenzó a funcionar el 1ro de enero de 2021, un tiempo después de establecidas las tiendas en monedas libremente convertibles (MLC), es decir, en condiciones de una re-dolarización parcial del mercado. Ya desde antes había reaparecido el mercado cambiario informal, debido a que no existía oferta oficial de monedas extranjeras. Esta situación, unida a la decisión de abrir las referidas tiendas, dinamizó el mercado informal en el que las divisas comenzaron a incrementar su valor expresadas en CUP.

Al principio, el USD efectivo tenía un valor ligeramente superior al de los depósitos en cuentas, porque la mayor parte de los cubanos con activos en la moneda estadounidense prefería mantenerla en efectivo y solo depositar lo que fuera necesitando paulatinamente.

Cuando el gobierno cerró la posibilidad de depositar USD efectivos en las cuentas MLC, comenzaron a aparecer transacciones que involucraban dólares en depósito y los mismos empezaron a mostrar una cotización superior a la del efectivo, lo que se explica por el uso que podía dársele para adquirir bienes que solo se comercializan en las tiendas establecidas a estos efectos. Las necesidades de bienes llevaron a una preferencia por la liquidez expresada en depósitos y no en efectivo de la moneda estadounidense.

De igual forma, después de ciertas distorsiones entre el precio del euro y del dólar, el mercado informal se estabilizó y comenzó a reflejar aproximadamente la relación entre ambas monedas que existe en los mercados internacionales.

No obstante, desde comienzos de año, cuando se revitalizó en cierta medida el movimiento de pasajeros y nuevas posibilidades de emigración, pareció desatarse una mayor demanda de efectivo de la divisa estadounidense. Si esto es así, significa que el peso cubano podría continuar depreciándose, sobre todo si no se verifica un incremento del turismo o de las remesas que entran al país por canales no institucionales.

Desde que se aplicó el llamado «Ordenamiento» era evidente que, debido a las condiciones en las que se implementó esta medida, la moneda nacional iría perdiendo valor frente a las divisas extranjeras. Ello es necesario explicarlo, no solo a partir de razones coyunturales y de corto plazo como las expresadas, sino por las que atañen a la concepción misma del proceso adoptado junto a una re-dolarización parcial del mercado.

Razones relacionadas con la concepción de la medida

Como he expresado en otras oportunidades, la dolarización de la economía en los noventa fue una decisión errada de política económica. Desde esa época opiné que era necesario eliminar la dualidad monetaria, porque además de segmentar mercados y no permitir el establecimiento de canales adecuados para la formación de precios relativos —debido a la existencia de tipos de cambio múltiples y de desconexión de los mercados que funcionaban en monedas distintas—, se generaba una significativa exclusión de la mayor parte de la población para acceder al mercado en el que solo se vendían productos en la divisa estadounidense y después en los llamados pesos convertibles (CUC), que muy rápidamente dejaron de serlo en realidad.

A esto debemos añadir que al existir un mercado al que se accedía únicamente con monedas distintas a la del país, ello repercutía en que se desvalorizaba la moneda nacional, que perdió demanda incluso dentro de las fronteras insulares. Además, la dolarización en la economía cubana, como también he manifestado anteriormente, ha sido una dolarización de los gastos, cada vez mayores por la parálisis de la producción nacional, mientras los ingresos no estaban dolarizados. Ante tal escenario era lógica una erosión sistemática y creciente del poder adquisitivo de la población. Es decir, la dualidad monetaria ha tenido efectos nocivos tanto desde el punto de vista económico como político.

Con el reemplazo del dólar por los CUC en la circulación interna, el Estado cubano captó toda la moneda estadounidense que circulaba y pudo contar con los recursos para influir en el mercado cambiario, en el que la moneda nacional se apreció relativamente en comparación con la situación del mercado informal durante el llamado Período Especial y se logró una relativa estabilidad cambiaria.

Sin embargo, la indisciplina financiera del gobierno cubano, unida al incumplimiento de su compromiso de mantener solo una cantidad de CUC en circulación que representara su relación de paridad con el USD; les llevó a emitir más unidades monetarias que las respaldadas por dólares estadounidenses en las reservas del país, con lo cual se sobrevaloró el peso convertible (formalmente valía más de lo que debía), haciendo que la tasa de cambio de paridad se alejara de la realidad.

A pesar de lo anterior, mientras el Banco Central estuvo en condiciones de asegurar el precio del CUC, y por tanto de la divisa estadounidense, a una tasa de cambio de 24-25 pesos cubanos, el mercado cambiario mantuvo una relativa estabilidad.

Mercado cambiario (3)

Tipo de cambio – 24/enero/2022

Cuando se decidió la «Tarea Ordenamiento», el país enfrentaba la más severa crisis económica desde el llamado Período Especial. Dos factores externos han agudizado las condiciones económicas: 1) la drástica reducción de ingresos en divisas provocada por la caída del turismo y 2) el endurecimiento de las sanciones económicas de Estados Unidos adoptadas por la administración Trump. No obstante, la economía cubana ha sido afectada por errores de política económica, entre los que pueden mencionarse:

1) Lentitud en la adopción de las reformas, algunas de las cuales estaban consignadas en los Lineamientos de la Política Económica y Social adoptados en 2011, incumplidos y luego «actualizados» en 2016.

2) Ausencia de reformas estructurales que condujeran al incremento de la producción de bienes y servicios.

3) Restricciones al desarrollo de las fuerzas productivas impuestas por el mantenimiento de un alto nivel de centralización de las decisiones económicas.

4) Medidas contraproducentes de intervención estatal con topes de precios en bienes y servicios provistos por trabajadores por cuenta propia.

5) Vaivenes en la política respecto a este grupo de trabajadores.

6) Incapacidad del país para atraer suficientes recursos de inversión extranjera en actividades de producción.

El verdadero ordenamiento monetario debió significar la unificación de los tipos de cambio en uno económicamente fundamentado a partir de las condiciones del mercado; debió asegurar la unificación del sistema monetario en torno a una moneda nacional soberana en todas las transacciones dentro del territorio nacional, es decir, como ya he afirmado, garantizarle al peso cubano un curso legal forzoso y una fuerza liberatoria ilimitada en el mercado doméstico.

Por el contrario, la llamada «Tarea Ordenamiento» no significó la unificación adecuada del tipo de cambio, sino que estableció uno lejano a las condiciones que ya mostraba el mercado, en el que la escasez de divisas había conducido a la desaparición del mercado cambiario oficial y a la potenciación de uno informal donde la devaluación del peso era mucho mayor a la reconocida oficialmente.

Esto convirtió, de plano, a la tasa oficial en ficticia y sobrevaloró de nuevo a la moneda nacional por su tipo de cambio oficial, al tiempo que la misma se desplomaba en el mercado informal y verdaderamente existente.

Mercado cambiario (4)

(Foto: dreamstime)

Tampoco eliminó la dualidad monetaria, porque se ha producido una re-dolarización parcial del mercado debido a la coexistencia de tiendas en MLC, en las que se vende una serie creciente de productos inexistentes en las escasas tiendas que expenden en pesos cubanos. Desde el momento en que esto ocurre la moneda nacional pierde valor real, porque con ella no se pueden adquirir todos los bienes y servicios ofertados en el mercado nacional.

Tal y como ocurrió en los años noventa, poco a poco diversos servicios y una serie importante de bienes, incluso básicos, han comenzado a ofrecerse en el mercado que opera en divisas, por lo que la dolarización avanza a expensas del uso del peso cubano. Esta situación es una razón adicional para que la moneda cubana se deprecie, simplemente porque con ella no es posible satisfacer todas las necesidades de consumo doméstico.

Las autoridades solo han apelado a expedientes ya usados que ahora generan, nuevamente, desproporciones en el mercado e inequidad en la sociedad. Toda esta situación gravita significativamente sobre la inflación que, como varios economistas sostenemos, constituye un duro impuesto a los sectores más vulnerables.

Desafortunadamente, no se ha hecho pública la metodología de cálculo de la canasta básica de bienes y servicios a partir de la cual se mide la inflación. La Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) solo ha mencionado en su informe sobre el Índice de Precios del Consumidor (IPC) que cuenta con 298 bienes y servicios, los que representan el 90% del gasto de los hogares. Sin embargo, en los últimos meses se ha hecho cada vez más evidente que en el mercado en pesos únicamente es posible obtener una parte de los bienes precisos para satisfacer las necesidades más elementales de la población.

La ONEI acaba de publicar que la inflación interanual en 2021 ha sido un 77,33% (en comparación con diciembre de 2020). Por su parte, The Economist Intelligence Unit, en su informe sobre la economía en el último trimestre de 2021, estimó la inflación en 740%. Sería interesante conocer cómo refleja la ONEI —y si lo hace—, los cambios de precios en pesos motivados por la devaluación en el mercado informal; porque si consideran el tipo oficial, entonces estarían subvalorando la inflación real.

Un simple ejemplo ilustrativo de cómo influye el comportamiento del mercado informal de divisas en la inflación, se verifica al analizar el precio en pesos de un bien, como el pollo, que se vende en tiendas en MLC. Aunque su precio se mantenga fijo en 6 USD el kilo, si ese pollo se compró el 24 de enero de 2021 (usando la tasa del mercado informal publicada por El Toque, de 45 CUP por USD-MLC) y el comprador debió adquirir esos 6 USD en el mercado informal, tuvo que destinar para ello 270 CUP.

En cambio, ese mismo kilo de pollo, el 24 de enero de 2022, un año después, representa 582 CUP. Es decir, el precio en pesos de un kilo de pollo ha aumentado 2,15 veces en un año por efecto de la devaluación en el mercado informal.

Si consideramos las pensiones mínimas de los jubilados, un kilo de pollo hoy le representa a una de estas personas ¡el 38,1% de sus ingresos! Entonces, las opciones son: destinar una parte mayor de los exiguos ingresos para comprar un alimento básico, o depender de la ayuda familiar desde el exterior. Lo que sí resulta claro es que ese nivel de pensión, así como también los niveles mínimos —e incluso bajos— de salario son insuficientes para vivir.

Mercado cambiario (5)

(Imagen: Observatorio cubano)

Lo que podría hacerse desde la Economía para corregir estos problemas

Sin duda hay mucho por hacer en materia económica en Cuba. Para empezar resulta imprescindible una reforma estructural que apunte a:

1) remover, por ineficiente, el modelo de administración centralizada de la economía, permitiendo el despliegue de las relaciones monetarias y mercantiles;

2) liberar las fuerzas productivas eliminando una serie de restricciones que aun subsisten en el desarrollo de la producción de bienes y servicios por parte de los sectores privado y cooperativo;

3) crear un adecuado clima de negocios con un marco jurídico trasparente que genere incentivos estables y suficientes, tanto al emprendimiento a nivel nacional como en forma de inversión directa extranjera; y

4) eliminar monopolios estatales que combinan altos precios con gran ineficiencia. El análisis de estas y otras medidas requiere de un espacio adicional al presente.

Finalmente, con relación al rol del peso cubano en la economía nacional, el desarrollo del mercado informal de divisas y la segmentación persistente asociada a la re-dolarización parcial, considero indispensable lo siguiente:

1) adoptar un tipo de cambio flexible del peso cubano respecto a las principales divisas internacionales que refleje las condiciones del mercado;

2) recuperar, con un tipo de cambio económicamente fundamentado, el mercado cambiario formal, bajo la conducción del Banco Central y con la participación de las demás instituciones del sistema bancario y financiero;

3) eliminar las tiendas en monedas libremente convertibles y todo tipo de oferta de bienes y servicios en estas monedas dentro del territorio nacional, permitiendo la plena soberanía del peso cubano para cualquier transacción.

Estas medidas no solucionan todos los problemas, ni eliminarán la inflación porque este fenómeno es el resultado de una excesiva emisión de dinero circulante sin respaldo en la oferta de bienes y servicios. Sin embargo, si se adoptan cambios radicales en los mecanismos de funcionamiento de la economía de forma tal que aumente la producción de bienes y servicios, la sustitución de importaciones con producción nacional podría contribuir a disminuir el efecto de la devaluación en la formación interna de los precios y, al mismo tiempo, esta podría estimular la competitividad de la producción doméstica.

El llamado «Ordenamiento» no ha sido tal. Debido a una medida adoptada a destiempo y con graves problemas de diseño y secuencia, se han generado otros, entre los cuales están: la incertidumbre cambiaria, la desvalorización del peso cubano por su escasa soberanía y, lo peor, se ha creado una nueva forma de exclusión económica de parte considerable de la población cubana que carece del acceso a divisas para satisfacer necesidades básicas. En consecuencia, los errores de política económica se agravan ante un error político que socava los fundamentos sociales que sustentaron, en su momento, el ideal revolucionario.

25 enero 2022 32 comentarios 3.580 vistas
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Seguridad (1)

Asalto a la seguridad

por José Manuel González Rubines 13 enero 2022
escrito por José Manuel González Rubines

Hace algunas semanas, un ladronzuelo poco talentoso se metió en nuestro patio. Escogió qué llevarse, pero la curiosidad fue más fuerte que su pragmatismo y se asomó a la ventana tras la cual yo estaba sentado. Huyó, lo perseguimos y escapó. Esa madrugada alivió el dolor de su derrota con el éxito en otros patios vecinos. Ninguna de las víctimas formuló denuncia, aunque todos conocíamos su identidad.

«Solo en Tras la huella detienen a los delincuentes. ¡Ah, pero si en lugar de un robo, el “delito” fuera gritar alguna consigna contra el gobierno, ahí sí lo buscan hasta debajo de la tierra!», me dijo alguien con quien comenté el suceso, quizás haciendo gala de un pesimismo exacerbado.

Mientras en el programa referido —cuya última temporada nos ha traído actuaciones pésimas y situaciones inverosímiles—, todos son informantes, y los delincuentes confiesan tras una mirada de los uniformados; en la vida cotidiana se han vuelto peligrosamente frecuentes los asaltos, robos y hechos violentos de mayor calado.

Un texto publicado hace pocos días en Cubadebate, bajo el título «Cibermentiras en motorinas», arroja algo de luz sobre las denuncias de actos delictivos vinculados a esos populares medios de transporte. Según el autor, que cita a «fuentes oficiales» nunca referenciadas —el link remite a una nota del Ministerio del Interior en la que no hay datos concretos—, entre enero y noviembre de 2021 fueron resueltas 281 denuncias de robo de motorinas. Párrafo seguido, asegura que «el país tiene esclarecido el 60% de los hechos violentos con intenciones de apoderarse ilegalmente de motos eléctricas».

A partir de estos números podemos conjeturar la cantidad de denuncias totales relacionadas a robos de ciclomotores eléctricos: 468, más de una por día. Suponiendo que esa cifra se traduzca además en unidades robadas, las autoridades han recuperado y devuelto a sus propietarios el 40% de ellas —186 de esos medios, dice el texto.

De los datos, señalo algo importante: remiten exclusivamente a denuncias formuladas en torno a hechos delictivos con ciclomotores eléctricos, por tanto, constituyen una pequeña parte. ¿Cuántos crímenes de otra índole se cometen anualmente en Cuba? ¿Cuántos se solucionan? ¿Qué condenas reciben sus perpetradores? ¿Qué cantidad de delitos no llegan nunca a una estación de policía? 

Para un brasileño, un mexicano o un ecuatoriano, tales números parecerán irrisorios, comparados con los niveles de violencia habituales en esos y otros países de Latinoamérica. Sin embargo, a los cubanos nos alarma constatar cómo en nuestro entorno la inseguridad ha aumentado en los últimos meses, en proporción directa al agravamiento de la crisis económica —algo que asimismo sucedió en los noventa, durante la primera temporada del Período Especial— y derivada de la incapacidad, desinterés y/o falta de recursos de las autoridades para resolver delitos comunes.

Ejemplo de esto último es el hecho de que en muchos pueblos y barrios cubanos no exista prácticamente presencia policial que custodie las calles. En contraste, otros sitios, considerados políticamente estratégicos, son lugares de reunión permanente de los agentes del orden.

El Parque de la Libertad, en el corazón de Matanzas, es de esos puntos a los que se les tiene especial cariño. Cada noche, cuando las calles de la urbe quedan vacías —más temprano que en otras localidades, no olvidemos que a la bella Atenas de Cuba le apodan también la ciudad dormida—, decenas de policías, militares y agentes de la Seguridad del Estado ocupan ese y otros espacios del centro con fines protectores/disuasorios; mientras locaciones más alejadas, como el Parque René Fraga, son el reino de atracadores y otros delincuentes.

A ello se suma el que nuestra justicia tiende con frecuencia a ser en exceso benévola con los autores de delitos comunes, a quienes, mediante este o aquel vericueto legal, se les rebajan las condenas casi hasta lo risible. Situación que contrasta, por ejemplo, con las exorbitantes sanciones solicitadas para algunos manifestantes del 11 de julio de 2021, superiores en muchos casos a los quince años a los que, en 1953, un tribunal de Santiago de Cuba condenara a Fidel Castro por el asalto al Cuartel Moncada.

Por otro lado, la nota del MININT, y sobre todo el aludido texto de Cubadebate, muestran una tendencia preocupante, tanto o más que la creciente inseguridad: la politización de cualquier denuncia ciudadana y la negativa de su validez, por tratarse, supuestamente, de campañas contra el gobierno (casi siempre usan los términos Revolución o Socialismo) lanzadas desde «sitios cibermercenarios».

El propio Ministerio del Interior reconoce que «en algunos casos, se demuestra que son sucesos ocurridos en años anteriores o noticias falsas», lo que implica que una parte de ellos son ciertos. Las fake news no constituyen un problema que atañe únicamente a Cuba, pero la mejor manera de cortarles el paso es con información suficiente, veraz y transparente, un bien no común por estos lares.

Seguridad (2)

Podemos conjeturar la cantidad de denuncias totales relacionadas a robos de ciclomotores eléctricos: 468, más de una por día. (Foto: Archivo CN360)

Catalogar cualquier noticia como campaña enemiga y falaz —conste que no soy ingenuo: sé que las hay— es, no solo un recurso ideológico gastado ante el cual la mayoría de nosotros pasa página, sino un desconocimiento de las capacidades que adquiere la ciudadanía gracias a las redes sociales y de las funciones del periodismo en la sociedad.

Que las realidades pueden construirse por los medios es algo sabido, pero es imprescindible que tengan su base en la vida de la gente. Un danés no protestará por la carencia de medicamentos o por la suciedad en Copenhague, de la que leyó, si cuando llega a su farmacia puede comprar cuanto necesita y la ciudad se muestra a sus ojos tan limpia y radiante como de costumbre.

Ver enemigos en lugar de un ejercicio de ciudadanía o periodismo —bien o mal intencionado, pero periodismo al fin—, es como lanzarse contra molinos pensando que son gigantes: un acto de locura y, en el caso de un Estado, de soberana torpeza e ineptitud.

La seguridad y la tranquilidad no son recursos de marketing para vender a los turistas, sino preciadas garantías de las que los ciudadanos disfrutamos. La educación y el buen trabajo de las fuerzas del orden —cuya función es velar porque las leyes se cumplan— son los caminos para mantener a raya ese animal que amenaza con desbocarse.

En este largo bregar por aguas turbulentas, con timoneles no siempre diestros, hemos perdido cosas muy valiosas. Ojalá sentirnos seguros en nuestras casas y calles no sea una de ellas.

13 enero 2022 17 comentarios 2.465 vistas
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Arrumacos

Arrumacos

por Jorge Fernández Era 9 enero 2022
escrito por Jorge Fernández Era

―¿A qué viene el llanto?

―Calibro que, a pesar de que el nuevo año contiene tantos 2, tú y yo somos cada vez menos marido y mujer.

―No empieces con la candanga. Consideraré que has vuelto con las lecturas de Corín Tellado.

―No hace falta, en la prensa hay todo un acervo de poesía inigualable. Cuando entraste al cuarto había leído lo siguiente: «El calendario que ya dejamos atrás tuvo más de una cortapisa. Un golpe, un susurro crispado, una galerna. Es como si el 2020 hubiese aojado a su sucesor. Cuando miramos atrás a esta añada carnívora podemos reafirmar cuán fuerte es el gen que nos habita».

―¿Añada carnívora? No recuerdo un fin de año más herbívoro que este.

―Prosaico que eres. Al periodista le espanta igual que a mí despertar un día sin «degustar los labios que queremos». «Habrá a quienes el 2021 les impuso lecciones, les agolpó dudas, les arrebató afectos, les sorprendió descarnados». «Aunque a veces nos esté permitido agorar un poquito», salimos de esos doce meses «con el perfume inconfundible de la esperanza acumulada», «y la esperanza (este verso es estupendo) sigue intacta, está de moda como en su instante primigenio, por una sencilla e invencible razón: es la materia de la cual hemos probado estar dichosamente hechos, y rehechos, construidos y rearmados». «Levita en colas, conversaciones de esquina y hasta en los intermedios de los arrumacos de pareja».

―Poéticamente hablando, ¿qué demonios quiere decir «arrumaco»?

―Es una carantoña, zalamería o halago que se hace a una persona para conseguir algo de ella, manifestado con caricias, gestos o palabras… Más o menos lo que hace rato no utilizas conmigo. Mucho menos puede hablarse de «intermedios» en actos que han dejado de ser plurales.

―Se dice fácil cuando hay tiempo de leer periódicos, mientras tu marido, para ponerte un plato en la mesa, a golpe de inventos, culmina un año «rotundamente barroco», como dice ese periódico, con «interesantes pinceladas de nuestra existencia que se quedan plasmadas en el lienzo temporal de doce meses».

―La comida, siempre la comida… «Las heroicidades y dolores de las generaciones anteriores deberán alimentarnos siempre, circular como marea por nuestras venas con sus dimensiones de enseñanzas y orgullo». Son páginas escritas «con las acciones y el romanticismo de personas humildes, capaces de preferir el sacrificio antes que riquezas y comodidades».

―¿Lo dices tú?

―No, el periodista. Debías leerlo, a ver si se te pega lo de ser como la Revolución: «eternamente joven, desafiante, inteligente, romántica, con la vitalidad del renacer constante, sin obviar la experiencia y la fortaleza, un manantial de atrevimientos», a pesar de «una esencia consumista, con lo material en lo más alto».

―Date en el pecho de que a pesar de que en las tiendas no hay ni esencias consumistas, a la hora del cuajo yo no dejo de poner el material en lo más alto.

―Pero no das pasos firmes para organizar, como Cuba, tus potencialidades, «en medio de la vorágine, bailando como tan magníficamente sabemos hacer debajo de la lluvia o contra el viento». El país «se prepara incluso para lo que todavía no vemos ni tocamos»… Que me lo digan a mí, que ya no veo ni toco.

―Mejor cállate.

―«Muchas veces (esto es atronadoramente bucólico) va calladamente, porque mantenerse o ascender son suertes no ruidosas, mientras que las caídas suelen dar tirones muy fuertes y llenos de estridencias». Cuando de pronto un bien nos falta, la carencia nos dota de «una fuerza sentipensante».

―Carencia ni carencia. En ese frío no falta nada gracias a este que está aquí.

―Ya te definiste: frío. Haces que no «sintamos pensando o pensemos sintiendo», que «se carezca de gritos que se hacen esperar».

―Y que molestan a los vecinos.

―«El cubano resiste y persiste en sus anhelos», «dice “voy a mí” con un manojo de puros sueños mientras no se duerme ni se entretiene en preguntar por el monumento que tanto merece».

―Como no sea el monumento que le hicieron al Comandante en Cumanayagua, muestra de la «ilustración socialista», con «tarja de bronce y el resto de hormigón y ferrocemento, materiales simples, pero imperecederos». Ese «brazo enérgico que emerge de la tierra, cuya mano semiabierta sostiene un lápiz que dibujara sueños hechos realidad al cabo de los años, apuntando todo al suroeste»…

―…es sugerentemente erótico.

9 enero 2022 6 comentarios 2.407 vistas
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Crisis (1)

Cuba, razones de una crisis

por Alina Bárbara López Hernández 6 enero 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La pandemia de Covid-19 colocó al mundo ante una situación terrible. La crisis es global y sus consecuencias serán perdurables. Muchos argumentan, con razón, que las lecciones de esta época imprimirán cambios de toda índole a nivel mundial en las relaciones humanas, culturales, laborales y políticas.

Cuba no es una excepción. Soportar los embates de la pandemia ha tenido un costo altísimo para las personas, las familias y el Estado. Sin embargo, en nuestro caso, la epidemia encontró a la Isla en uno de sus peores momentos, tanto a nivel económico, como social y político.

En este texto examinaré los dos primeros ámbitos, en un próximo enfocaré la cuestión política. Me apoyaré para ello, sobre todo, en publicaciones del equipo de articulistas de LJC, que hemos acompañado desde nuestros análisis, con  objetividad, responsabilidad y civismo, a la sociedad cubana.

-I-

Mucho antes de que el virus apareciera, la situación en Cuba era en extremo complicada. El desgaste del modelo de socialismo burocrático es de vieja data, y —dado el más elemental sentido de discernimiento—, requería cambiarse desde que ocurrió el derrumbe del campo socialista. Tenemos treinta años de retraso. De hecho, las reformas anunciadas por Raúl Castro en julio de 2007, casi quince años atrás, ya estaban rezagadas. Por si fuera poco, su demora en aplicarse en unos casos, y su no implementación en la mayoría, generarían resultados fatales. Nuestra burocracia dirigente nunca imaginó que un murciélago pudiera ser su más implacable catalizador.

Crisis (3)

Raúl Castro en el acto por el 26 de julio en Camagüey, en el 2007.

Un artículo que escribí el último día del 2018 me permite recordar que no necesitábamos de la pandemia para ir cuesta abajo:

«Otro año concluye y con él las esperanzas de que la situación económica de los cubanos mejore. A mediados del 2017 el anterior presidente del Consejo de Estado y de Ministros explicó que la economía decrecería en el segundo semestre de ese año y aún para el primero del 2018, pero que después de esa fecha se apreciaría una recuperación en los suministros y una tendencia hacia la mejoría.

Nuestro gobierno, una vez más, ha sido incapaz de un vaticinio correcto en el corto plazo. Los pronósticos del 2018 fueron particularmente erróneos y pendulares. Si el verano comenzó con una campaña totalmente enajenada del contexto insular, donde se le pedía a la familia cubana que disfrutara Cuba con alegría; el año casi finaliza y sabemos que la economía apenas creció un 1%, y en las reuniones del presidente Díaz-Canel con el Consejo de Ministros se ha insistido en que van a disminuir todavía más las importaciones.

Diciembre, que debería ser un mes alegre, se torna sombrío. La escasez de harina ha reducido la producción de pan y existen largas colas en las panaderías; el precio de la carne de cerdo asciende por días en un mes de tradicional aumento de la demanda, y ya es exorbitante; el importe de los vegetales es tal, que parecen cosechados en invernaderos del ártico para ser vendidos en el trópico; el detergente y el aceite son acaparados, pues vox populi dice que los proveedores vietnamitas de detergente no garantizan el producto hasta que no se les pague lo adeudado, ¿será cierto?».

El 2019 no sería mucho mejor. Nuestros medios lo anunciaban, apenas comenzado, como un año «de grandes desafíos». Casi en los meses finales se produjo una semiparalización del país, denominada eufemísticamente «situación coyuntural» por el presidente Miguel Díaz-Canel. Todos sabíamos que era una crisis estructural y sistémica. 

Cuba no es ya una nación eminentemente agrícola, como fuimos durante casi toda nuestra historia, en la actualidad no logramos producir alimentos para el sustento de una población que, lejos de crecer, disminuye de manera constante; mucho menos para exportar. Aunque no éramos un país industrializado, al menos tuvimos una industria base como la azucarera, que generaba cadenas productivas, alimento para las personas y el ganado y energía renovable.

Como bien ha fundamentado el economista Juan Triana, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, la pérdida de esa industria afectó el desarrollo de diversos sectores asociados que se nutrían de ella:

«(…) además de azúcar, la industria de la caña puede producir energía, alcohol, CO2, levaduras —Torula forrajera y Saccharomyces, que nos permitiría sustituir la importación de alimento para pienso— tableros y composites de bagazo —ahora que necesitamos tanta madera para la construcción— sorbitol, bioestimulantes, productos químicos industriales, furfural y alcohol furfurílico, biofertilizantes, azospirillum, azotobacter y rizobium, compost, residuales líquidos, herbicidas, medicamentos de uso humano y animal, y alimento humano».

Crisis (4)

La decisión de desmontar la industria del azúcar fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Ruinas del Central Josefita. (Foto: José Manuel González Rubines)

La decisión de desmontar la industria del azúcar, anunciada hace dos décadas —en abril de 2002—, bajo la fórmula: «reestructuración azucarera», fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Nos convertimos, de un país exportador, en importador de azúcar.

La industria nacional, como explica el economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Universidad Javeriana de Cali, en «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», está colapsada: «Muestra de ello es que muchas empresas industriales estatales se encuentran paralizadas por obsolescencia tecnológica y/o escasez de materias primas, mientras las exiguas divisas en manos del Estado impiden las inversiones necesarias para relanzar el sector industrial».

Nuestros paisajes, llenos de cañaverales, devinieron terrenos desatendidos donde no se distinguían los sembrados ni el ganado. En un artículo aparecido en el periódico Granma en diciembre de 2002, el periodista Juan Varela Pérez informaba sobre una intervención de Ulises Rosales del Toro, entonces ministro de la Industria Azucarera, en el Parlamento:

«Varios diputados preguntaron sobre las perspectivas del MINAZ en el uso de las tierras liberadas de caña y la producción de alimentos. Para cumplir esta misión, puntualizó Rosales del Toro, se trabaja desde mayo último, junto a otros organismos e instituciones, en varios subprogramas y esperamos, dijo, emplear óptimamente los recursos disponibles en beneficio de la alimentación del pueblo».

Otra meta incumplida. La burocracia cifraría sus esperanzas en el desarrollo del turismo y en la exportación de servicios profesionales, dos rubros fluctuantes ante influencias geopolíticas y altibajos globales.

La pérdida de la preferencia electoral por algunos gobiernos de izquierda en Latinoamérica, la crisis en Venezuela y la consiguiente disminución del suministro de petróleo a Cuba, el arreciamiento de la hostilidad de los gobiernos norteamericanos y el aumento del bloqueo, junto a la pandemia de Covid-19; han demostrado que una economía eminentemente de servicios es un error garrafal para un país como el nuestro, tan dependiente de alianzas ideológicas.

En los últimos años, la estructura de inversiones en Cuba se tornó asimétrica. El turismo devoró sumas millonarias materializadas en más hoteles, ya no solo en playas sino en ciudades, cada vez más lujosos y confortables, destinados a un sector de turistas de alto nivel adquisitivo. Mientras tanto, se invertía menos en sectores claves como agricultura, salud, educación y ciencia. Se disminuían los gastos sociales y la industria de medicamentos era incapaz de sustentar las necesidades crecientes de sectores poblacionales envejecidos y estresados, en un país donde los hipertensos y los diabéticos proliferan.

Crisis (2)

(Gráfico: Pedro Monreal)

En su exhaustivo reportaje sobre la crisis de medicamentos en Cuba, el periodista José Manuel Pérez Rubines nos dice: «El Portafolio de Inversiones de BioCubaFarma 2018, último publicado, (…) propone una inversión en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel para erigir una planta con capacidad productora de 5 mil millones de unidades». No obstante, aclara que tales datos «tienen una antigüedad de tres años, por lo que habría que constatar si el proyecto de construcción de la planta productora de medicamentos se concretó».

Todo parece indicar que no se hicieron las inversiones comprometidas, pues, según cifras ofrecidas por el periodista: «en febrero de 2020, un mes antes de que se detectara el primer caso de Covid-19 en la Isla, el reporte arrojaba un faltante de 78 fármacos; en marzo, 86; en abril, 98; en mayo, 94; en junio, 85; en julio, 88; en agosto, 84; en septiembre, 93; y 80 en octubre, fecha de su última publicación».

Si bien Raúl Castro ocupó la presidencia interina del Consejo de Estado y de Ministros desde 2006 —cuando enfermara su hermano Fidel—, y lanzó su proyecto de reformas en el 2007, durante el primer acto por el 26 de julio en que fungiera como tal; no fue hasta su nombramiento/elección oficial como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008, que empezó a enfatizar en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas».

Tal proceso fue paulatino pero expedito. Si en casi todo el resto del paquete de reformas hubo pausas, aquí sí se actuó con prisas. Entre 2016 y 2020, la inversión en Salud y Asistencia social disminuiría en dos tercios: de 232,6 a 84,5 millones de pesos.

En consecuencia, aumentaron en esos años la pobreza y la desigualdad. Parámetros exitosos hasta los ochenta, como la «tasa de mortalidad», con tendencia a la disminución —aunque con un repunte durante la crisis de los noventa—, comenzaron a crecer nuevamente. En el análisis de la variación de ese parámetro en Cuba, Mario Valdés Navia explica que «entre 2007 y 2008 se produjo un salto de 4 496 fallecidos, al incrementarse de 81,927 a 86,423. Otro pico ocurrió desde 2016 al 2017, cuando la cifra de decesos escaló de 99,388 a 106,949, es decir, 7561 fallecimientos más».

A partir de entonces ha continuado en ascenso. En 2020 resultaron 112,441 muertes. Esto significó 32,779 más defunciones que en el peor año del Período Especial —1996—, cuando fallecieron 79,662 cubanos y cubanas.

Crisis (5)

Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen.

El investigador relaciona este aumento de la TM con dos aspectos: «por un lado, la falta de mantenimiento de los hospitales, reducción de servicios municipales en muchas provincias, y escasez de medicinas, insumos y equipamiento; por otra, el crecimiento de la desigualdad y pobreza en los sectores más vulnerables de la sociedad cubana».

Uno de los servicios hospitalarios afectados fue el de obstetricia. En marzo del 2019, a raíz de la celebración del X Congreso de la FMC, apunté que no se evidenció en las sesiones una preocupación real por las condiciones de las mujeres cubanas al no mencionarse siquiera:

«La desaparición de los programas de atención obstétrica en los municipios donde existían, al menos es lo que ha ocurrido en la provincia de Matanzas, y su concentración en el hospital de la cabecera provincial. Esto ha generado un gran hacinamiento, a pesar del traslado del centro para otro más amplio, y las familias que viven lejos de la ciudad deben desembolsar de la ya precaria economía doméstica para sufragar gastos de transporte».

Evidentemente en todas las provincias aconteció algo parecido, y aunque el aumento de la mortalidad infantil y maternas, dadas a conocer hace pocos días, se relacionó con muertes por Covid-19, habría que profundizar más. Las cifras muestran una mortalidad infantil de 7,6 por cada mil niños nacidos vivos. Esto indica un crecimiento de 55,1% en comparación con el año 2020 (4,9 por cada mil) y de 91,77% con el 2018 (3,9 por cada mil).

La mortalidad materna fue aún superior: 175 defunciones por cada 100 000 nacidos vivos, que significa un incremento del 341%. La pandemia influyó indudablemente, eso se conoce, pero ¿cuánto lo hizo el inicio inesperado de un parto complejo lejos de servicios especializados?, ¿cuánto se deben los niños de bajo peso al nacer o prematuridad, a la desnutrición en algunos casos y a la falta de tratamientos prenatales y vitaminas para las embarazadas?       

En el análisis de Mario Valdés, también se expone que el recorte en la inversión de salud ocurrió precisamente en etapas en que los ingresos por exportación de servicios médico-farmacéuticos fueron la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo (2006-2018). Es lógico entonces que arribe a esta conclusión: «Todo indica que una parte sustancial de estos ingresos, lejos de consagrarse a modernizar el sector sanitario, fueron destinados a la inversión en el turismo, rama que apenas cubre sus ingresos por el alto índice de valor importado que tiene por peso de producción». 

Un sector vulnerable en todos estos años fueron los asistenciados. Así lo expresa el profundo reportaje «El ordenamiento de la resistencia», de la estudiante de periodismo Karla R. Albert. En él se cita a Carmelo Mesa-Lago, economista cubano y catedrático por la Universidad de Pittsburg, que apunta que el valor de las pensiones entre 1989 y 2018, respecto a los precios, había descendido a la mitad ajustado a la inflación. ¿Cuánto representará ese valor actualmente?

En Cuba es difícil acceder a datos estadísticos sobre la pobreza, pues no existen cifras oficiales. Pero la socióloga cubana Mayra Espina, especialista en el tema, afirma que en La Habana el índice de pobreza ascendió del 6 al 20% entre 1988 y el 2002. Podemos imaginar la situación actual.

Ante esto se debió ampliar la asistencia social para proteger a la población vulnerable, sin embargo, como sostiene Karla en su trabajo, «ocurrió lo contrario»: «Entre 2006 y 2018, el gasto del presupuesto asignado a la asistencia social se contrajo de 2.2% a 0.3%, mientras que el número de beneficiarios como proporción de la población decreció de 5,3% a 1,6%».

Ello se explica mayormente, según Mesa-Lago, «por el lineamiento aprobado en el VI Congreso del PCC en 2011 que terminó la asistencia social a los asistidos con una familia capaz de ayudarles».

La ley de presupuesto para 2011 evidenció el deterioro marcado de los indicadores asistenciales entre 2009 y 2010. El número de beneficiarios se redujo en un 61% en comparación con el 2005, y como porcentaje de la población total, pasó del 5,3% al 2,1%. En el propio 2010 se recortaron 237 millones de CUP por «depuración de beneficiarios».

Los jubilados constituyen otro sector vulnerable, que fue creciendo sostenidamente ante el envejecimiento poblacional. Actualmente existen alrededor de 1,7 millones de personas en esa condición. El economista Mauricio de Miranda dedicó su artículo «Los jubilados de la Revolución» a las medidas tomadas respecto a este sector. Demuestra ahí el desfase considerable del sistema pensional cubano frente al incremento sostenido del costo de la vida y concluye que las pensiones actuales son «insuficientes e injustas» y condenan a la pobreza.

¿Cómo entender estos inmensos recortes? Entre 2009 y 2017, la normalización de la deuda externa del país —declarada como «impagable» por Fidel durante años— tuvo un elevado costo, ya que su servicio alcanzó alrededor de 23,000 millones, lo que, como concluye Valdés, «limitó objetivamente la posibilidad de elevar el monto de las inversiones y el consumo con recursos públicos».

A ello se suma que a finales de 2015 Cuba renegoció su deuda con el Club de París, congelada desde hacía más de tres décadas. Se logró la condonación de 8.500 millones y el compromiso del gobierno de desembolsar 2.600 millones en dieciocho años para acceder a créditos.

Encaminados a cumplir estas obligaciones, desde el propio 2009 comenzó una política de ajustes que contrajo al sector estatal y redujo drásticamente su presupuesto de gastos e importaciones. A la par, disminuyó la oferta de bienes de consumo en el mercado interno, en particular los alimentos, al no realizarse en la secuencia lógica las reformas concebidas y prometidas, que debían estimular a los productores nacionales a sustituir importaciones.

Al unísono, se decidieron medidas que afectaron la alimentación pública. Una de las peores fue el cierre de los comedores obreros, iniciada en 2009 y generalizada al siguiente año. Solo en sectores específicos se sustituyó por el pago de un estipendio monetario.

Tres millones y medio de personas fueron afectadas por el cierre de 24 mil comedores obreros. La mayor parte de los cubanos debió llevar sus alimentos al trabajo… si podían hacerlo. Un factor agravante fue que también en 2009 se echó por tierra una conquista obrera que había establecido la edad de jubilación laboral en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres. Desde entonces fueron aumentados cinco años en cada categoría de género. Es decir, personas más envejecidas dejaron de contar con la seguridad de su almuerzo. 

Raúl Castro había dicho en agosto de 2009, ante los diputados al Parlamento: «Hay subsidios para prestaciones sociales que son poco eficaces o, peor aún, hacen que algunos no sientan la necesidad de trabajar». Imagino que lo aplaudieron.

Apenas dos meses después, el 9 de octubre de 2009, el periodista Lázaro Barredo publicó en Granma el artículo «Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista…». Allí se quejaba de que «la Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido», y adjudicaba a la sociedad cubana una serie de «vicios o costumbres» que impedían «que nuestro proyecto socialista salga adelante», uno de ellos era: «El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo (…)».

Iniciaba la tendencia, hoy en su clímax, de culpar al pueblo por los resultados de las políticas erróneas, las pésimas decisiones y la ineptitud de la burocracia dirigente.

Muchos de nuestros políticos, y también algunas personas de buena fe, recuerdan con nostalgia el trienio del deshielo con Obama, entre 2014 y 2016, y aseguran que si al menos se quitaran las más de 243 medidas tomadas por Trump y mantenidas por Biden, la economía cubana enrumbaría un sendero exitoso. Pero las estadísticas hablan de una década perdida para la economía cubana que se extiende desde 2010 a 2020 y de un deterioro del pacto social del Estado con la ciudadanía que viene de antes. Trump asumió el poder en 2017, sería injusto atribuirle toda la responsabilidad.

-II-

Puestos entonces entre la espada y la pared, y ya en medio de la pandemia, nuestra burocracia decidió agilizar las cosas. Se habían perdido catorce años. O en realidad veintinueve. En diciembre de 2020 fue anunciada la «Tarea Ordenamiento», a comenzar en enero de 2021.

En su fugaz alocución televisiva del 11 de diciembre, sentado al lado de un silencioso primer secretario del Partido que muy pronto entregaría el mando —dudoso honor ante lo que se avecinaba— el presidente resaltó que «este proceso se propone ofrecer a los cubanos mayor igualdad de oportunidades, a partir de promover el interés y la motivación por el trabajo».

Creo innecesario enjuiciar esa declaración a la altura de los resultados que el Ordenamiento ha ocasionado. Solo citaría lo dicho al respecto por el investigador Mario Valdés: «Es penoso constatar cuánto tiempo se perdió entre los años 2011 y 2018 para reposicionar al peso cubano como divisa nacional y en qué momento tan difícil se decidió ejecutar la “Tarea Ordenamiento”».

Si la extensión de la pobreza y la desigualdad eran innegables desde antes de Trump y la pandemia; la determinación de abrir, en medio de esta crisis, comercios donde únicamente pueden adquirir productos —muchos de ellos de fabricación nacional— los poseedores de dólares y divisas, en ausencia además de otros aseguramientos en moneda nacional, ha creado un abismo de penurias, injusticia y corrupción en la sociedad cubana.

Ya el Informe Central al VIII Congreso del PCC, celebrado en abril de 2021, develó con toda crudeza que los objetivos fundacionales de la Revolución socialista molestaban a los intereses reales de la burocracia. En el artículo «La despedida de Raúl Castro» cuestioné su discurso, que mostró irritación, inflexibilidad y sobre todo, una falta tremenda de empatía.

Según Raúl en el informe: «La economía cubana en los últimos cinco años ha mostrado capacidad de resistencia frente a los obstáculos que representa el recrudecido bloqueo»; cuando debió reconocer que son las cubanas y cubanos los que hemos mostrado una heroica capacidad de resistencia, no solo contra el bloqueo, sino contra los errores, la lentitud y el dogmatismo de los que determinan la política económica en Cuba.

Convocó también a «borrar de nuestras mentes prejuicios del pasado asociados a la inversión extranjera y asegurar una correcta preparación y diseño de nuevos negocios con la capacitación del capital extranjero». Tales prejuicios fueron impuestos por la misma clase burocrática que hoy nos pide un cambio de mentalidad. Seguramente piensa que debemos borrar otras cosas, como el rechazo —del que nos enorgullecíamos—, al crecimiento de la desigualdad social.

La crítica del anciano político a la «cierta confusión» de algunos cuadros que alertaron de la «supuesta desigualdad» creada por la comercialización dolarizada en Cuba, desconoció un problema de primera magnitud que ha generado lo que Mario Valdés denominó, con amarga ironía, «un malestar general».

El modelo cubano actual, como argumenta De Miranda en su artículo «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», solo conduce a la persistencia del subdesarrollo y al mantenimiento de la pobreza generalizada. Nada diferente a eso hemos tenido en las últimas tres décadas.

-III-

El principal eslogan del presidente Miguel Díaz-Canel desde su llegada al gobierno ha sido presentarse como «continuidad». Pero claramente no se trata de continuidad respecto a los objetivos sociales fundacionales de la Revolución, sino de una prolongación del proceso de ajustes que se apartó de esos objetivos. En el momento en que fue designado como presidente del país, le dediqué un artículo, «El verdadero cambio», en el cual lo exhortaba:

«(…) rechacemos tanto las gratuidades indebidas, que no sabemos a ciencia cierta cuáles son, y aboguemos por el control y la participación de los trabajadores en las decisiones y en la gestión de los planes de producción. Abandonemos los privilegios con que vive la casta burocrática, empresarial y política, para que sintiéndose más cerca del pueblo, y en condiciones similares, se apresure en lograr resultados. En fin, más prisa y menos pausas. Ese es el verdadero cambio que necesitamos».

En el año que acaba de concluir se cumplieron treinta y cinco del anuncio del Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, veintisiete de la dualidad monetaria (en su primera temporada), veintiséis de la creación del holding Gaesa, catorce del estreno del Proceso de actualización de la economía cubana, diez de la puesta en marcha del experimento interminable de Artemisa y Mayabeque y ocho de que se aprobara el decreto de creación de la zona de desarrollo del Mariel.

Ahora será el año I de la indicación de Raúl Castro para la salvación de la industria azucarera. Nos movemos sí, pero en un enorme círculo de consignas, proyectos y planes incumplidos, en el cual se desgastan generaciones, se frustran proyectos vitales y se separan familias. Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. El círculo ha devenido órbita de extinción y para ese mal no se crean vacunas, como para la Covid-19.

Como explica Mauricio de Miranda: «El caso cubano ejemplifica la persistencia de un modelo económico con pésimos resultados en términos de prosperidad y bienestar, al punto de mantener la vida de la mayor parte de la población en constante lucha por la subsistencia cotidiana».

Crisis (6)

Igual a lo acontecido en otras experiencias del «socialismo real», en las que un partido único y antidemocrático usurpó el poder popular, la burocracia en Cuba paulatinamente se ha convertido en una clase, con modo de vida muy diferente al de la mayor parte de la ciudadanía, lo que es evidente entre sus retoños más nuevos. Con razón Mario Valdés la denominó «la burocracia conquistadora».

Es una clase que no desea perder ningún privilegio político que le impida el derecho a administrar la propiedad que legalmente se reconoce como social, pero que no logra transitar felizmente caminos de reforma, todos se van cerrando al final sin conseguir los objetivos propuestos.

La existencia de una clase de burócratas debe ser considerada también teniendo en cuenta su actitud ante la agudización de la crisis económica. ¿Cuál es su propuesta concreta para sumarse a la austeridad y al ahorro que tanto le piden al pueblo?

Es muy cierto lo que afirma en su texto «Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros…» la doctora e investigadora cubana Ivette García: «Una clase que no rinde cuentas, que no declara su patrimonio personal, que tiene un enemigo externo al que puede culpar de todo, que controla los medios, mantiene oculta su vida privada y no precisa del voto popular; no siente compromiso más que con ella misma. Puede construir un capitalismo de la peor especie y vestirse con desfachatez de socialista para la escena pública».

En Cuba existe un enorme aparato de dirección, partidista y estatal, que lejos de disminuir tiende a incrementarse. Un país empobrecido como el nuestro, cuya economía prácticamente no crece desde hace casi una década, no puede mantener tal derroche de recursos materiales y humanos al sostener dos formas de dirección, una que orienta y otra que gobierna.

No necesitamos que la doctora Mariela Castro, directora del CENESEX, nos pida más sacrificio; ni que el presidente Díaz-Canel ofrezca construir un monumento al pueblo. Precisamos que los que dirigen este país se hagan responsables de sus errores, que rindan verdadera cuenta de las finanzas públicas, que informen con transparencia de las decisiones relativas, por ejemplo, al pago de la deuda externa; y sobre todo, exigimos que sea la ciudadanía la que decida si pueden permanecer en sus cargos mediante elecciones generales y secretas para todos los altos cargos públicos.

La intención explícita de los cambios en Cuba, es que «las transformaciones que prevén los Lineamientos y el Modelo son económico-sociales, no políticas».[1] Eso precisamente ha hecho inviable a las reformas. Necesitamos transformaciones políticas, y con urgencia.

En su artículo «La realidad cubana actual y las lecciones de la historia», Mauricio de Miranda analiza cómo el derrumbe del socialismo en Europa Oriental demostró que «(…) cuando el liderazgo no está a la altura de las circunstancias; no evalúa objetivamente la realidad económica, política y social; no interpreta adecuadamente el sentir de la sociedad o de una parte de ella, se producen fracturas que conducen a protestas sociales. La represión de las mismas solo genera un agravamiento de los conflictos y estimula acciones violentas».

Una revolución, y los sacrificios que ella impone, se aceptan para cambiar y mejorar la vida de las personas. Los plazos para lograrlo no pueden ser eternos. Lo ocurrido el 11 de julio no fue, como afirma el gobierno, un golpe blando de mercenarios pagados desde el exterior, fue la reacción tardía de una parte del pueblo que no puede sufrir más los rigores de la pobreza y los ajustes de un semi-neoliberalismo con maquillaje socialista.

Fue el alarido de una ciudadanía que necesita cambios y seguridad en el futuro y que no confía en la clase burocrática que nos dirige hace demasiado tiempo. Los gritos de Libertad significan, primero que todo, libertad para elegir y sustituir a los corruptos, los ineficientes y los ineptos.

***

[1] Martha Prieto (Profesora titular de Derecho Constitucional de la Universidad de La Habana),  en la sección Controversia ¿Qué pasa con las leyes? Legislación, política y reordenamiento, en Temas, nros 89-90, enero-junio de 2017.

6 enero 2022 78 comentarios 6.212 vistas
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Des-ordenamiento (3)

Meditaciones de un jubilado que no sabe nada de economía

por Rodolfo Alpízar Castillo 5 enero 2022
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Inflación generalizada e inflación no generalizada

Recientemente el ministro de Economía reconoció que en Cuba hay inflación, pero no generalizada; para ello se apoya en el argumento de que los servicios de electricidad, agua y gas, según sus palabras, no «siguieron incrementando los precios» después del aumento inicial.

Seguramente por un lapsus, no mencionó que el «aumento inicial» de esos servicios alcanzó límites imposibles de sobrepasar sin provocar un estallido social.

También olvidó que fueron tantas las quejas sobre el precio de la electricidad en los primeros meses de 2021 que la empresa se vio obligada a readecuarlo, si bien lo mantuvo elevado.

Al lapsus podemos sumar otro: No mencionó que el costo del servicio de transporte colectivo estatal se elevó cinco veces, pues de cuarenta centavos pasó a dos pesos.

Y no recordó que el precio de algo tan vital como el pan normado se multiplicó por veinte: Pasó de cinco centavos a un peso. Hoy, el viejito que con cinco centavos podía comer un pan al día debe pagar veinte veces más por ese mismo pan (en otros términos: Con lo que antes comía un pan durante veinte días ahora solo come pan un día).

Y es sabido que esos no fueron los únicos incrementos en los precios al consumidor realizados por empresas del Estado. No por cuentapropistas o revendedores.

Tales aumentos, por lo visto, no entran en el concepto «inflación generalizada» del ministro. Según su opinión, la inflación padecida por los cubanos es «no generalizada». Afirmar otra cosa es técnicamente incorrecto. O manipulación enemiga.

Esa «inflación no generalizada», explicó también, es culpa de las indisciplinas de nosotros, los ciudadanos, porque vendemos o revendemos caro, o pagamos lo que nos venden o revenden caro, o «no somos combativos» y no denunciamos a quienes incrementan de manera abusiva los precios.

¿Es el Ordenamiento Monetario la causa de la inflación que sufre hoy la economía cubana?

¿Qué de positivo trajo el Ordenamiento Monetario a la economía nacional?

A estas preguntas responde el viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, @AlejandroGilF. 👇 👇 👇 pic.twitter.com/1r1IM781IK

— Presidencia Cuba (@PresidenciaCuba) January 4, 2022

Pasando por alto los llamamientos al amor, a la labor de convencimiento político y al control ciudadano como armas para combatir los altos precios, realizados por los diputados que «opinaron» sobre las palabras del ministro, queda demostrado que la actual situación inflacionaria es culpa nuestra, no del gobierno, y si no se revierte es porque somos conniventes con coleros, revendedores y oportunistas. Moraleja: Tenemos lo que nos merecemos.

Pero el ministro y los diputados nos ilustran y nos exhortan a cumplir la obligación ciudadana de combatir la inflación. Debemos agradecerles la preocupación.

(No sé por qué encuentro aquí similitud con el llamado a «convencer» a los vecinos de los bateyes y a los trabajadores cañeros de la necesidad de «salvar» la producción azucarera. Fueron ellos quienes convirtieron las maquinarias en chatarra y los campos de caña en marabuzales; corresponde ahora exhortarlos a que reviertan la situación).

El ministro mencionó además algo que no hay que ser especialista para entender y nadie osará discutirle: Aumentar los salarios no es la solución, pues acarrearía un incremento mayor de los precios. La inflación es un círculo vicioso que se rompe con eficiencia productiva (que la producción de bienes implique menos gastos) e incremento en la oferta de mercancías. Esto es: eficiencia productiva y equilibrio entre oferta y demanda, no aumento de salarios, es la solución.

Némine discrepante.

¿Y qué hay con los jubilados?

Un elemento relacionado con los salarios y pasado por alto en las menciones a la inflación es el de las pensiones por jubilación.

Supongo que el ministro no ignora que la jubilación NO es un favor, NO es una dádiva, NO es una deferencia, NO es una prebenda que el Estado otorga generosamente a un segmento de la población que, por razones de edad, ya no produce bienes o servicios.

La pensión por jubilación, él debe saberlo, es el resultado de una parte del trabajo que el Estado no le retribuyó a la persona mientras fue productiva, parte que atesoró en sus arcas y administró según sus conveniencias. Si gestionó con eficiencia los fondos, los dilapidó, o no supo emplearlos de manera adecuada, es responsabilidad del Estado, no de quien alcanza la edad de jubilación.

Jubilado (2)

La pensión, en esencia, es la devolución al trabajador de una parte de lo entregado por él al Estado en préstamo durante décadas.

Esa pensión, en esencia, es la devolución al trabajador de una parte de lo entregado por él al Estado en préstamo durante décadas, y que el Estado usó bien o mal durante ese tiempo (es algo similar, aproximadamente, a lo que hace un banco con el dinero que se deposita en una cuenta).

En otras palabras, la pensión es una obligación del Estado, no hay que darle más vueltas.

(Aclaro que esta es una manera esquemática de presentar la formación de los fondos de jubilación a partir de la realidad cubana; hay variantes según los países).

Es costumbre de los gobiernos, cuando realizan reajustes económicos, descuidar los efectos de sus medidas sobre el sector de los pensionados por jubilación. El gobierno cubano no fue la excepción al aplicar la «Tarea Ordenamiento»: Después de calcular (durante más de diez años) las condiciones económicas del país, los supuestos costos de la llamada «canasta familiar», etc., llegó a la conclusión de que los jubilados pueden vivir con menos de un salario mínimo, ¡y hasta les sobra!

Retomando la idea inicial, al igual que ocurre con los salarios, incrementar las pensiones a los jubilados es, además de innecesario, contraproducente, pues llevaría a un nuevo aumento de esa inflación que, como nos avisa el ministro, no es culpa de cómo y cuándo se puso en práctica «el ordenamiento», sino de nuestra indisciplina y de la falta de control popular.

Pienso que esta ecuación la puedo entender: Aumentarme la pensión significa el riesgo de incrementar la inflación. Por tanto, en lugar de quejarme por no poder comprar un par de zapatos, arreglar una gotera del techo o comprar una golosina para mi nieto, debo ser consciente y eliminar esos gastos superfluos.

Pero ocurre que, mientras el ministro nos advierte sobre las consecuencias negativas de realizar aumentos de salario (y, por carácter transitivo, de las pensiones por jubilación), al mismo tiempo autoriza aumentar las pensiones a los jubilados de los cuerpos armados, en virtud de sus extraordinarios aportes al país.

Es la parte de la ecuación que no entiendo. ¿Será que los jubilados de los cuerpos armados son tan escasos que aumentarles la pensión no es estadísticamente significativo? Pero sabemos que eso no es cierto. ¿Entonces? ¿Debo pensar que en Cuba unos jubilados son más iguales que otros?

Jubilado (3)

¿Será que los jubilados de los cuerpos armados son tan escasos que aumentarles la pensión no es estadísticamente significativo? (Foto: Alejandro Ernesto/EFE)

Hago una salvedad: No encuentro mal que se aumente la pensión a los jubilados de los cuerpos armados. Pero considero inadmisible que el aumento tenido por perjudicial a la economía si se aplica a un sector de la población no lo sea cuando se aplica a otro. Además de económicamente incomprensible, lo siento como la imposición artificial de una división entre cubanos. Y eso no lo admito.

Está visto: Soy un jubilado que no sabe nada de economía.

Adenda

Existen fórmulas, usuales en buena parte del mundo, para contribuir a hacer más llevadera la vida de los jubilados, pero en Cuba no se aplican, nadie sabe la razón. Parlamento y sindicatos, los encargados de exigir explicaciones al gobierno, guardan silencio al respecto en presencia de los ministros.

Entre esas fórmulas se encuentran (no son las únicas; esto es solo una indicación de lo que se puede y debe hacer en Cuba):

Disminución del precio del transporte público para personas en edad de jubilación.

Disminución del precio de entrada a espectáculos culturales y recreativos, teatros, museos, exposiciones, etc., para personas en edad de jubilación.

Disposición de un día semanal de entrada gratuita a museos y exposiciones, así como a determinados espectáculos, para niños y personas en edad de jubilación (de modo que los abuelos puedan llevar a sus nietos con ellos).

Nota: Escribo «en edad de jubilación», sin especificar, porque nuestros burócratas son capaces de exigir una constancia de que la persona está jubilada, aunque tenga noventa años.

5 enero 2022 34 comentarios 3.751 vistas
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Malestar (1)

El Estado de malestar general

por Mario Valdés Navia 4 enero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

En los años de la segunda postguerra, los traumas del conflicto bélico, el auge del keynesianismo, la presión del movimiento obrero, el triunfo de la socialdemocracia en varios países y la competencia con el naciente sistema socialista; hicieron proliferar en Occidente la idea de que podrían lograrse sociedades con un Estado de Bienestar General. Serían naciones donde el capitalismo, regulado por una mayor intervención del Estado en la economía, uniría a su tradicional eficiencia la existencia de amplios servicios y garantías sociales que beneficiarían a las mayorías.

Los países escandinavos, gobernados por partidos socialdemócratas, marcaron la pauta en este modelo. Otros (RFA, Francia, Países Bajos…) aplicaron políticas similares; mientras, EE.UU. vivía el sueño dorado de la era Eisenhower, cuando parecía que el American dream podría extenderse a la mayoría de la población. Ni siquiera el reflujo neoliberal de los años 70-90 pudo liquidar todas aquellas conquistas populares.

Por su parte, en la URSS y los países del campo socialista europeo, aunque más pobres económicamente, también se evidenciaron beneficios sociales a partir del desarrollo extensivo acelerado de sus economías.

Malestar (2)

(Imagen: M.Gortynskaya)

Al incorporarse a este modelo, Cuba se benefició con tales efectos, amparada por una cuantiosa ayuda económica y —a pesar del ya existente bloqueo estadounidense—, con la posibilidad de comerciar con el resto del mundo, incluidas filiales de empresas yanquis en terceros países.

La debacle del Período Especial, la extensión del bloqueo al plano internacional con las leyes Torricelli y Helms-Burton, y las erróneas políticas internas que demoraron reformas necesarias y desaprovecharon oportunidades de relanzar la economía cubana en momentos más favorables; han destruido el viejo modelo sin que se aplique un proyecto integral para reformarlo acorde con las actuales condiciones. El resultado ha sido la incubación de un verdadero Estado de Malestar General. 

-I-

De aceptar el discurso oficial, desde hace mucho tiempo la economía cubana parece moverse en medio de factores siempre negativos, tanto naturales como humanos. Madre Natura, que parecía bendecirnos en clima y geografía, ahora nos es contraria: si llueve las siembras se atrasan, si no llueve es imposible sembrar; el fenómeno El Niño trae ciclones, La Niña envía sequías y polvo del Sahara. Antes éramos un dechado de recursos naturales, ahora resulta que carecemos de ellos y debemos vivir de los servicios.

No obstante, es en la economía donde no nos favorece ninguna coyuntura, según explican los que saben: cuando baja el precio del petróleo, el país se afecta porque gasta más, pero si aumenta también, porque exporta derivados que ingresan menos; si el precio del azúcar disminuye es preciso desmantelar la industria azucarera, pero cuando sube ya no tenemos azúcar ni derivados para exportar; si el valor del USD aumenta, nos cuesta más importar, en tanto si baja, nuestras exportaciones se derrumban. «Algo huele mal en Dinamarca», diría el rey Lear.

Respecto a la política económica, es evidente que las medidas que se conciben, casi siempre desconocen factores que los decisores —al parecer distraídos con tantos aspectos a evaluar—, suelen pasar por alto y al final nos pasan factura colectiva. A ellos en su amor propio, pero fundamentalmente al pueblo que queda a la espera de lo prometido.

Es como si la economía se empeñara en moverse según sus propias leyes e hiciera caso omiso a las decisiones de los iluminatti. El malestar ciudadano debiera dirigirse a los enredos del mercado, no cargar contra los ocupadísimos cuadros que desgastan sus neuronas buscando las mejores soluciones para el país. Un ejemplo evidente es el de la circulación monetaria.

-II-

Hasta los años noventa, en momentos en que el USD estaba prohibido, algunos se lo agenciaban para comprarlos a siete pesos y llevarlos a la rusa del barrio con el objetivo de que les comprara regalos en las diplotiendas. Luego se declaró su libre circulación y, cuando vinimos a ver, el gobierno de los Estados Unidos, en lugar de estar feliz con nuestra decisión, nos puso trabas para usarlos en el comercio internacional. Así que los sacamos del mercado interno y fueron multados con un gravamen del diez por ciento, para que nos respeten.

Los criticones afirmaron que eso espantaría al turismo latinoamericano y cubanoamericano y que los inversionistas pondrían el grito en el cielo, pero nuestro CUC soberano se adueñó de la circulación, aunque algunos dijeran que no era más que una ficha para cubanos que representaba un USD sobrevalorado. Peor aún, la sabia decisión transitoria —apenas duró dieciocho años— de utilizar una doble tasa de cambio: 1×1 para las empresas estatales y 1×25 para la población, llegó a ser calificada por los francotiradores como disparate que alteraría todo el funcionamiento económico y arruinaría la producción nacional.

Cuando se decidió eliminar esa situación y devolver su lugar al peso cubano mediante la «Tarea Ordenamiento» (TO), esos mismos que desde hacía años querían eliminar el CUC insistieron en provocar el malestar general, argumentando que este era el peor momento, cuestionando que no lo hicieran antes y porfiando que se debió haber fomentado primero la producción para luego hacer cambios en la circulación. Solo gracias a la labor de explicación y comprometimiento de los que llevaban más de una década obligados a viajar por el mundo estudiando experiencias de circulación monetaria en los cinco continentes, fue que logró convencerse a la población incrédula de las ventajas que recibiría.

Por desgracia, durante su ejecución varios factores impredecibles provocaron malestar en amplios sectores de la población, que ciertos exagerados tildan de generalizado: una pandemia que asolaba al mundo hacía un año y se había hecho la vencida en nuestro país; la demora del presidente Biden en cumplir su palabra empeñada como candidato de aflojar las medidas de Trump contra Cuba, algo nunca visto en la política de aquel país; y la inflación, que estalló desde que se difundieron los nuevos precios de la TO y no frena por muchos llamados de las máximas autoridades a que se detenga.

Menos mal que siempre se dejó abierta la posibilidad de que algunas personas pudieran comprar artículos —primero de alta gama y luego de media, baja y bajísima— en un novedoso mercado, único en el mundo, donde no se utiliza el USD, sino la tarjeta magnética en MLC.

Aunque algunos aseveren que es una nueva forma de dolarización, simplemente porque las tarjetas están nominalizadas en USD, lo cierto es que ni siquiera se pueden cargar con la moneda enemiga, que abarrota las bóvedas de nuestros bancos. Únicamente es posible hacerlo con otras divisas de países capitalistas que sí nos estiman, lo cual encarece el envío de remesas por los que se fueron y permite dejar mayor cantidad de bienes para el mercado en pesos, alias CUP.

Malestar (3)

El problema mayor para el Gobierno/Partido/Estado, es que el malestar ha tomado cuerpo en múltiples formas de crítica, rechazo y disidencia interna que recorren, cual fantasmas, diferentes estratos sociales y se manifiestan en variadas formas: huelgas de choferes y cocheros, reclamos a autorizar profesiones libres (guías turísticos, arquitectos, ingenieros), protestas de artistas e intelectuales contra decisiones y reglamentos, (27N),  plataformas ciudadanas en redes sociales (Articulación Plebeya, Archipiélago).

La mayor expresión del malestar general fue la sublevación de los obstinados del 11-J, entonces escribí:

Frente a los brotes espontáneos de protesta popular, la respuesta del Partido/Estado/gobierno fue de pura continuidad: ninguna concesión, cero diálogo con los participantes; mucho tonfazo y detenciones. El secretario-presidente, en comparecencia pública donde se olvidó del Estado de Derecho proclamado en la Constitución 2019, llamó a los seguidores de la Revolución a salir a imponer el orden por la fuerza bajo el lema La calle es de los revolucionarios.  

Ahora el malestar se amplifica ante las extensas penas de prisión que se están imponiendo a los protestantes, al añadirse a los cargos iniciales de escándalo público y desacato el muy grave de sedición, y considerarlos como miembros de un complot internacional jamás demostrado. Esta artimaña judicial entristeció numerosos hogares cubanos en este fin de año y levanta otra bandera de lucha para el 2022: la de la libertad de los presos políticos, injustamente castigados por participar en una protesta pacífica.

Ojalá este sea un año de reconciliación y diálogo para Cuba, donde el sentido de malestar e inconformidad ceda paso a un proyecto de país más aglutinador, democrático y participativo; que dé cabida a todos los cubanos y cubanas, dentro y fuera de la Isla, aunque haya mucho que luchar todavía para lograr este sueño.  

4 enero 2022 43 comentarios 3.130 vistas
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2021

¡Adiós, 2021!

por Consejo Editorial 31 diciembre 2021
escrito por Consejo Editorial

Estimados lectores:

¡Finalmente hemos llegado al último día de este largo 2021! Que ha sido un año difícil, lo sabemos; que 2022 probablemente también lo sea, lo imaginamos. Pero aunque este 31 de diciembre no todas las familias cubanas puedan estar juntas, o falte el tradicional lechón asado en muchas mesas, lo importante es que, efectivamente, ¡aquí estamos a pesar de los obstáculos!

En este día de cierre, nuestro equipo quiere agradecer a sus lectores por el acompañamiento fiel, el apoyo cálido, la crítica oportuna, los encuentros y desencuentros. A todos —lectores, colaboradores, críticos y simpatizantes, compatriotas— les deseamos que 2022 traiga salud, prosperidad, lucidez y paz. Nosotros aquí seguiremos.

Reciban un afectuoso abrazo,

Equipo editorial de La Joven Cuba

***

Ponemos a su disposición este listado con los veinte textos más leídos del año:

Un alarido – Leonardo Padura

Abusos a manifestantes en Cuba: necesidad de una Comisión de Verdad y Reconciliación – Consejo Editorial

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr. – Consejo Editorial

Estallido social en Cuba: las señales ignoradas – Alina Bárbara López Hernández

Los jubilados de la Revolución – Mauricio De Miranda Parrondo

Testimonio desde la Zona Roja – Redacción de LJC

«Nunca vamos a renunciar al derecho a conquistar nuestros derechos» – Redacción de LJC

Yunior García Aguilera o el valor de la coherencia – Alina Bárbara López Hernández

Partido único y democracia en Cuba – Ivette García González

Las tribulaciones del dólar en Cuba – Mauricio De Miranda Parrondo

El caballo de Troya de la burocracia – Alina Bárbara López Hernández

Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros… – Ivette García González

Leonardo y yo – Norma Normand Cabrera

Ideología y derechos humanos. El caso de Luis Manuel Otero Alcántara – Alina Bárbara López Hernández

Los culpables – Alina Bárbara López Hernández

Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos – Alina Bárbara López Hernández

Interpelación sobre la democracia – Ivette García González

Palabras que devoran las palabras – Gustavo Arcos Fernández-Britto

La hoguera de San Isidro – José Manuel González Rubines

«Yo soy cubano» – José Manuel González Rubines

31 diciembre 2021 34 comentarios 2.106 vistas
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Nación (1)

Mensaje a la nación

por Jorge Fernández Era 26 diciembre 2021
escrito por Jorge Fernández Era

Culmina el 2021 y es la hora del recuento, es decir, de volver al cuento de hacer posible lo imposible. Me dirijo a mis compatriotas, yo, que no me dirijo ni a mí mismo, para hacer el balance de un año en el que comenzamos decreciendo en un 13,4 % ―tanto, que si marcábamos en una cola nadie nos veía― y terminamos en dadivosa, caritativa, espléndida, para no decir franca recuperación.

Las tensiones con que hemos enfrentado la ejecución del presupuesto ―ejecutado con todas las garantías judiciales―, han tenido del otro lado de la balanza la reafirmación de nuestros mecanismos democráticos. Lo constatamos ayer en la elección de esas dos muchachitas para que integraran el Consejo de Estado. Para próximos periodos de sesiones tendremos en cuenta no dejar de un día para otro el anuncio de los resultados de votaciones tan reñidas como estas, donde cada candidata tuvo que luchar en batalla campal contra su propio yo.

Cuántos paisanos habrán renunciado a dormir sufriendo la posibilidad de que alguna de ella no fuera elegida para ocupar esa responsabilidad, cuántas uñas dilapidadas por no demorar un poco la comida de nuestros diputados tras la riqueza e intensidad de los análisis.

Entre los objetivos priorizados del Plan de la Economía 2022, buscamos avanzar hacia un proceso de estabilización macroeconómica, y en eso no habrá problema alguno, pues no creo que pueda caerse más bajo. Recuperaremos el papel del peso cubano, convirtiéndolo en pulpa. Que nadie piense que dicho mazacote lo emplearemos para aliviar el déficit de libretas de abastecimiento y control de productos alimenticios, pues estas, como venimos prometiendo hace décadas, desaparecerán definitivamente y serán sustituidas por un software incorporado a los móviles que permitirá seguir en vivo las veleidades de la entrada a la bodega de los productos que presenten ciertas dificultades.

El Sistema Electroenergético Nacional tocó fondo también en el 2021, pero vamos en camino de transformar la matriz energética de un país que no puede darse el lujo de desaprovechar la porquería que se habla y se come en reuniones, foros, encuentros y congresos y que puede ser convertida en electricidad.

En cuanto a la inflación galopante y contumaz, debemos desterrar el concepto de que la tarea Ordenamiento fue la culpable. ¿No entienden que hay gente mala, muy mala, esperando a que uno se preocupe por ustedes, los oriente y hasta les ponga los productos en las tiendas, para comprarlos y que se pierdan, a pesar de los precios que les ponemos nosotros?

Ya se imparten indicaciones a los especialistas del Ministerio de Comercio Exterior para que prioricen la adquisición de papel celofán en los mercados internacionales. Con el papel celofán podremos retomar la producción de caramelos, que incentivará a su vez las visitas al Parque Lenin, las matrículas en los círculos de interés de Pedagogía de su Palacio de Pioneros, la graduación de más profesores emergentes y un mejor proceso educativo para que nuestra población cuente con armas lingüísticas en pos de convencer amorosamente a los vendedores de que renuncien a un determinado nivel de ganancia.

Esa no se la sabían ni Adam Smith ni David Ricardo, dos de los exponentes de la economía clásica inglesa de los siglos xviii y xix, cuando plantearon la interacción entre comercio y crecimiento económico y la ley de los rendimientos decrecientes.

Claro que para encumbrar la producción de caramelos, chocolates, durofríos y otras golosinas se requiere de la elevación de la producción azucarera, la que nos hemos empeñado en salvar parando en seco un declive del que son responsables las bandas contrarrevolucionarias que desde los sesenta colmaron de ceniza los campos con la quema de los cañaverales, y los gobiernos de turno que en la fallida República le antecedieron. La Dirección Nacional de los CDR ha tenido el tino de convocar a la creación en los barrios de pequeños trapiches impulsados por los que hoy pierden su tiempo jugando dominó a la vera de la tolerancia pública.

Con esa innovación y muchas otras hemos enfrentado este difícil año a base de ciencia y de conciencia. Comparto en este mensaje a la nación el parecer de un periodista que ha dicho que los logros de Cuba son comparables o tal vez de un alcance histórico superior a los del decisivo año 1961, cuando se declaró el carácter socialista de la Revolución. ¡Podrán nuestros enemigos cuestionar la Revolución, podrán dudar de nuestro socialismo, pero no podrán poner en solfa jamás nuestro carácter!

Es tanto el interés por mi llamado a ser innovadores, que ese propio periodista ha escrito, refiriéndose al reciente periodo de sesiones de la actual legislatura, sobre «la aprobación de leyes que atienden los problemas de hoy y que se hacen carne en la población». ¿Cuánto no pudiéramos lograr si convertimos en Combinado Cárnico al Palacio de las Convenciones? El próximo 2022, para envidia de las economías en desarrollo, Cuba crecerá un cuatro por ciento.

¿Imaginan ese incremento hecho carne? De ahí que como parte de la bienaventuranza con que llegará enero será inaugurado ―en conjunción poética de lo que significa esta batalla por un sistema de gobierno de ciencia e innovación y lo triunfante del año que concluye― el Instituto Superior de la ANIR Victoria de Waterloo.

Se acaba el año, es cierto, como se han acabado el café, el aceite, los cigarros, la carne de puerco… El año se acaba, ¡pero no lo hará nuestra voluntad de racionarlo para que alcance equitativamente!

26 diciembre 2021 33 comentarios 2.731 vistas
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