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contrarrevolución

trampa

La trampa

por Alina Bárbara López Hernández 17 diciembre 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Escuché ayer a Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y a la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, dirigirse a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) que sesiona en su último encuentro del año. Ambos citaron palabras de Fidel Castro pronunciadas en los sesenta y en los noventa. La esencia de las citas era resaltar que los derechos en Cuba son solo para los revolucionarios, jamás para los contrarrevolucionarios.

No es raro que nuestros dirigentes citen a Fidel descontextualizándolo y lo traigan a escenarios donde sus ideas son improcedentes. Tampoco es noticia que Fidel tuviera esos criterios. Nos parezcan bien o mal, como todo líder carismático no se detenía a meditar si lo que expresaba era «políticamente correcto»; intentaba arrastrar a la opinión pública con su oratoria encendida, su habilidad para presentar argumentos y hacer que las personas confiaran en él.

No me extraña igualmente el uso manipulador de los términos revolucionario y contrarrevolucionario. La colega Ivette García González ha dedicado varios artículos («Maniobrando con las palabras»; «Es hora de definir lo revolucionario»; «Antídotos contra la manipulación del lenguaje») a mostrar que son palabras talismán o palabras mordaza, encaminadas a modelar una forma de pensamiento y, sobre todo, de conducta. Si alguno de nosotros hubiera propuesto en los años sesenta, setenta u ochenta… que debíamos abrirnos a las inversiones de capital extranjero, o admitir la propiedad privada en pequeños y medianos negocios, o que era un derecho viajar libremente sin pedir permiso al gobierno; habríamos sido ubicados ipso facto en la categoría de contrarrevolucionarios.

Lo verdaderamente paradójico fue que las referidas intervenciones recibieran entusiastas aplausos de los diputados de la ANPP; de la misma Asamblea que aprobó una Constitución que norma la existencia de un Estado Socialista de Derecho y el disfrute de derechos para todos los ciudadanos y ciudadanas. A Fidel nunca lo hubieran colocado en esa situación. Jamás habría concordado con la aprobación de una Constitución tan osada. Lo suyo no era la hipocresía. «Al pan, pan y al vino, vino». Con él nunca tuvimos un Estado Socialista de Derecho. Como no lo tuvo ninguno de los países del desaparecido socialismo real. Aunque, si reflexionamos bien, tampoco lo tenemos con la Asamblea.

La Asamblea está aprisionada en un contrasentido. Ella misma —en el afán de presentar una Constitución más avanzada que su predecesora— se fabricó una trampa de la que no es posible escapar. En su disposición decimosegunda, la propia Constitución la obliga a habilitar esos derechos en un plazo de dieciocho meses. Pero tal lapso ha sido incumplido y no se informa a la ciudadanía en qué momento se consumará el mandato legal.

En consecuencia, nuestro Parlamento actualmente no solo está en actitud de desacato de la Constitución, sino que aplaude a dos funcionarios —uno de ellos, presidente del cónclave—, que sostuvieron una actitud contraria a lo refrendado por el 86 % de la población cubana.

Cada día constatamos en las redes sociales el modo en que se constriñen las libertades al que piensa diferente respecto al gobierno y se atreve a decirlo. Vemos violentadas a personas que desean ejercer su derecho a pensar y expresarse: expulsadas de las universidades, detenidas en sus domicilios sin que se les haya encausado, impedidas de moverse por las calles, con agentes de la Seguridad del Estado que les amenazan y pueden detener sin que exista una orden legalmente emitida que lo permita.

La conclusión a la que arribo es que hemos aprobado una Constitución que no es viable. Una parte de ella tiende a sostener una situación de vulneración de libertades —concretada sobre todo en su artículo 5— y otra parte reconoce tales derechos y libertades en un Estado Socialista de Derecho, concepto que es definido como: «la concepción del Estado que refleja que su estructura y funcionamiento se rigen por el acatamiento a lo establecido en la Constitución de la República y en el resto de las disposiciones normativas que conforman el ordenamiento jurídico».

Esta contradicción evidente, y sin solución posible, fue una preocupación que explicité en mi artículo «El talón de Aquiles», allí analizaba que:

(…) el aludido artículo 5 declara que el Partido trabaja, entre otras cosas por «desarrollar valo­res éticos, morales y cívicos» en los cubanos. ¿Qué valor cívico puede ser más importante que el respeto a la Constitución de la República? Empezar haciéndolo por casa sería una cuestión de principios, por ello, en lugar de ubicarse por encima de la Ley de leyes, y no permitir que ella le establezca pautas al Partido —como afirmara enfáticamente uno de los comisionados—, el PCC debería ser el primero de todos en subordinarse a los preceptos constitucionales.

Cuando se discutió el proyecto de Constitución en consulta popular, en el preámbulo se reafirmaba la novedad del concepto de Estado Socialista de Derecho, al explicar que el mismo fue incorporado «a fin de reforzar la institucionalidad y el imperio de la ley, dentro de ello la supremacía de la Cons­titución». Pues nada de esto se ha cumplido. ¿Qué hacer entonces? ¿Puede declararse inoperante a una Constitución?

Para contactar con la autora: alinabarbara65@gmail.com

17 diciembre 2020 61 comentarios 3.850 vistas
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dialogos

Diálogos, desasosiegos y esperanza

por Arturo López-Levy 14 diciembre 2020
escrito por Arturo López-Levy

El sábado 5 de diciembre tuvo lugar un diálogo entre funcionarios del Ministerio de Cultura y algunos artistas e intelectuales en Cuba. No se sabía aún el resultado del diálogo y ya chillaban las redes sociales con cubanos molestos que decían no haber sido representados por los reunidos allí, a quienes llamaron traidores y otros epítetos. Un número equivalente asegura que no estuvo representado tampoco por el Movimiento San Isidro ni por los que fueron al MINCULT el 27 de noviembre, quienes afirman no ser los mismos del 5 de diciembre, ni compartir con estos sus pliegos de demandas.

Totalitarios descontentos con el totalitarismo

Esa coincidente exigencia, con tirios y troyanos pidiendo que alguien represente a todos, es un síntoma de cuán totalitaria es la cultura política cubana. Sorprende el encono con el que, reclamando derecho a la disidencia, se descalifica al que tiene una opinión diferente a favor o en contra del gobierno sin reparar en el principio de que la unidad para ser auténtica viene después de la diversidad. Se reclaman diálogos en abstracto, condenando a los que dialogan en concreto. Se busca la solución total y se descalifica la gradualidad y las curas parciales. Demasiada gente con enojo, insiste en exigirle a los demás que digan lo que ellos quisieran decir.

El pluralismo es lo natural. Los cubanos -de hecho, las personas en general- tienen opiniones diferentes porque miran desde distintas perspectivas y experiencias. «Cuando muchos piensan igual -decía Voltaire- es porque pocos están pensando». La pluralidad en la sociedad civil y en la sociedad política puede ser bien o mal manejada, pero lo que no puede negarse es que es.

En una cultura republicana, nadie tiene la responsabilidad de representar a todos. El derecho a la libre expresión, interpretado como virtud republicana, implica el ejercicio del criterio, con respeto y lealtad al interés público (rēs pūblica), para defender los valores, paradigmas e intereses propios. No los de todos, no los de los demás, los propios. La pugna contra el diálogo del sábado entre el Ministerio de Cultura y algunos artistas e intelectuales es expresión de totalitarios descontentos con el totalitarismo. A quien se sienta insatisfecho –cuéntese este autor entre ellos– pues busque formas de diálogo efectivo que lo represente. Tanta gente que dice que se debe dialogar con los del MSI, aunque no están de acuerdo con su agenda o sus halagos a Trump, ¿por qué no van y se los dicen?, ¿no sería un diálogo más productivo?

En política no se dialoga ni se negocia como hobby. Tan importante como lo que se discute es aquello que une a los que dialogan. Quién negocia se sienta a la mesa para obtener un mejor resultado que el optimo alternativo a negociar –en teoría de negociación de conflictos se llama BATNA, las siglas de Best Alternative To a Negotiated Agreement–. Es lógico, útil y profesional establecer precondiciones y que el primer diálogo sea sobre cómo dialogar.

La posición de Fernando Rojas de no negociar con quienes reciban dinero de los fondos de cambio de régimen aprobados bajo secciones de la Ley Helms-Burton es lógica para un nacionalista. Un diálogo abierto a todas las fuerzas patrióticas, incluso las que discrepan del paradigma comunista, es una necesidad del país plural, pero también lo es la defensa de la soberanía. De allí hacia atrás, donde comienza la defensa del unipartidismo perpetuo, termina el interés nacional.  Salvo que su objetivo fuese correr el reloj hasta el 20 de enero y poner a dormir a los congregados sin usar la fuerza, ilógico fuera que se dejara negociar en el Ministerio de Cultura a aquellos que celebran sanciones de profundo impacto negativo para la población cubana.

Una postura patriótica y flexible por parte de los interlocutores del viceministro hubiese sido tomarle la palabra, salir del Ministerio de Cultura y pedir ante la prensa concurrente el fin inmediato e incondicional del bloqueo/embargo contra Cuba, proclamando su rechazo a toda intervención o financiamiento a favor de un cambio de régimen impuesto desde fuera. Perdieron la oportunidad, demostrando que, en política, estaban boxeando por encima de su peso.

Uno de los ponentes pontificó lo lamentable de haber tenido que esperar a leer el libro «Tumbas sin sosiego», del historiador Rafael Rojas, para entender la historia de Cuba. Cada uno tiene sus poetas preferidos, pero no se empieza bien si en lugar de defender el pluralismo se viene a imponer preferencias controversiales.

«Tumbas sin sosiego» tiene la misma orientación teleológica que critica. Lo que cambia es el destino. Si para la historia oficial todo parece ser un antecedente de la Revolución, en «Tumbas sin sosiego» toda aspiración a una Cuba moderna termina con el liberalismo occidental. Es su derecho pensar así, como es el nuestro determinar desde una matriz martiana, actualizada por las experiencias socialdemócratas nórdicas y la de estados desarrollistas en el Este de Asia, que hay otras modernidades más allá del liberalismo.

Para Rojas, la prominencia del nacionalismo frente a los designios imperiales en la narrativa histórica dominante en la sociedad política cubana desde la Segunda República –por lo menos desde 1940– es por lo menos lamentable. Nadie tiene la obligación de aceptar ese juicio ni de colaborar a la deconstrucción de una narrativa nacionalista que entendemos justa, correcta y conveniente. Una cosa es pedir diálogo y otra, demandar la rendición de los oponentes en lo que el profesor cubano residente en México pinta como una guerra civil intelectual por la memoria.

Al margen de lo que cada quien piense de las tumbas, para desasosiego de los vivos que no aceptan la posición anti-bloqueo como condición para dialogar, es un hecho que el rechazo a negociar con los cubanos preferidos de la injerencia foránea ha sido bien acogido en la historia de Cuba –rechazo a la Enmienda Platt, la «cuentecita» le llamaba Máximo Gómez; a la mediación de Sumner Welles en 1933 y a la norteamericana en 1959, «Esta vez los mambises entrarán a Santiago», como dijo Fidel Castro a las puertas de la ciudad. El nacionalismo con justicia social es en la política cubana una zona de legitimidad como resultado de haber logrado en la comunidad de naciones, un respeto que nunca lograron sus alternativas.

Por el filtro antibloqueo –es razonable esperarlo– tendrá que pasar quien aspire a entablar un diálogo con el gobierno. El terreno político para una oposición leal desde el patriotismo no se construye desde el anticomunismo, que busca re-litigar la revolución, sino desde una visión posrevolucionaria no comunista que acepta el hecho consumado, pero se propone superarlo. Si Cuba tuvo una revolución sin democracia pluralista, ahora se trata de llegar a esa democracia sin una nueva revolución.

Frente al maximalismo revolucionario y contrarrevolucionario, el proyecto post-revolucionario invoca la aceptación de mínimos y estándares internacionales –debido proceso, soberanía estatal y derechos humanos, Estado de derecho, evolución– que imponen límites a la actuación de todos. Tales límites son un problema para revolucionarios y contrarrevolucionarios, que por identidad invocan la intransigencia como virtud. No entienden de lógicas realistas y quieren la libertad total y el cielo por asalto.

El problema es que, como decía Juan Bautista Alberdi, «los países como los hombres no tienen alas, hacen su jornada a pie, paso a paso».  Para algunos de los congregados frente al Ministerio de Cultura, en particular los del Movimiento San Isidro y la prensa dependiente del financiamiento norteamericano a los programas de cambio de régimen como Diario de Cuba, cualquier limite o precondición que exija el respeto a la soberanía nacional, tal y como la entiende el derecho internacional, es inaceptable. Tampoco entienden de límites y pactos parciales, los revolucionarios para los cuales Cuba es una causa, una gesta ante cuyo altar toda libertad es secundaria. El diálogo es cuando más una tregua o un espacio no para intercambiar o transar, sino para convertir al retrasado.

Frente a esas posturas, con invocaciones incluso al Zanjón y Baraguá, los que acudieron al diálogo del sábado aparecen no solo con principios y apegos al credo nacionalista, sino también más pragmáticos y realistas. No hay que compararlos con dios, sino con lo que han logrado las alternativas intransigentes, es decir, nada.

La moderación es el espíritu de Cuba 

Las personas que leen lo que escribo saben donde me ubico. Explicar de nuevo mis simpatías nacionalistas, republicanas y socialdemócratas seria redundante y descortés. El problema con la Revolución cubana no es su legitimidad histórica o si fue necesaria; el tema es que Cuba no es una causa revolucionaria, es un país soberano, con un Estado que debe respetar los derechos de todos.

La prioridad, por encima de cualquier ideología, debe ser encontrar la mejor forma de dar comida, transporte y casa a la mayoría posible de ciudadanos con la mayor equidad. Está en el interés nacional cubano tanto mantener las conquistas de la Revolución –incluyendo la capacidad de decir «no» a Estados Unidos cuando toque– como desarrollar una vibrante economía mixta y una sociedad política con respeto a la pluralidad ideológica de sus ciudadanos. En otros lugares, he explicado la utilidad del concepto «Casa Cuba», promovido por monseñor Carlos Manuel de Céspedes para pensar un tránsito gradual a una república soberana, con separación de poderes, elecciones democráticas y oposición leal. 

El problema no es manejar la diversidad cultural sino la diversidad política. Dialogar con artistas e intelectuales jóvenes es un complemento, pero nunca un sustituto a la necesidad de pensar la política cubana de modo tal que quepan tantas diferencias como sea posible sin debilitar el interés nacional. Dentro del respeto al interés público y la soberanía del país, el gobierno cubano debe conversar con todos y para el bien de todos. Mientras más cubanos estén dentro de ese espacio de deliberación, supongo que el resultado puede ser potencialmente mejor.

Ningún artista es en virtud de su arte representante de las opiniones políticas de la nación toda. Los que fueron al MINCULT el 27 de noviembre o los que hablaron después con el Ministro de Cultura son tan representantes del pueblo de Cuba como los primeros cien nombres de la guía telefónica de Santa Clara. Nadie ha votado por ninguno, ni representan a una asociación en la que otros hemos participado, competido o apenas expuesto nuestras opiniones políticas, eligiéndolos nuestros representantes. El hecho de que alguien sea una cantante lírica, o un dramaturgo, o una artista plástica, o un trovador, no le otorga representatividad o conocimiento especializado para resolver los problemas de la economía o la política del país.

A esta hora, cuando la generación histórica que hizo la Revolución sale de la escena, es difícil entender de donde emana la soberbia del Partido Comunista al ubicarse como depositario exclusivo de la soberanía nacional. Primero, porque partido viene de parte. Segundo, porque el estado deplorable de la economía, las cifras de emigrados y deseosos de emigrar, y el nivel de desencanto y crítica a los privilegios inmerecidos y la corrupción, deberían llamar la atención de los que en las élites políticas e intelectuales apuestan por un futuro desde valores patrióticos.

De conjunto con un gobierno que ha manejado la pandemia de Covid-19 con relativa eficiencia y ha apoyado meritoriamente a otros países, se ven en los videos compartidos en las redes sociales y hasta en la Mesa Redonda, a múltiples funcionarios sin capacidad de convencer, con fundamentos de segunda y tercera categoría.

El bloqueo norteamericano es un problema fundamental, pero también lo es la ineficiencia, la corrupción, y la desidia de políticas gubernamentales. Basta ver los casos de profesores declaradamente socialistas, separados de sus aulas por expresar mínimas disidencias, para dudar de la capacidad del sistema político de lidiar con los retos políticos de una reforma económica y una apertura a flujos de información inevitables.

Cada día es más difícil confiar en que el actual sistema pueda sacar a Cuba de la crisis. Por lo menos se necesita una estructura donde lo no comunista quepa, no como ciudadano de segunda, sino con capacidad para ejercer el gobierno, ser voz en el parlamento, administrador en lo municipal y regional. En un sistema que asume la supuesta sabiduría del PCC y su competencia a priori, la doble moral y el conformismo vician inevitablemente el proceso de deliberación, participación y toma de decisiones. Aunque ese Estado/Partido aparezca poderoso, es prisionero de sus propios miedos. Lo que décadas atrás fue una unidad políticamente persuadida o maniobrada, hoy se construye sobre el falso cimiento de imponer coyundas hasta dentro de lo patriótico.

Sin el carisma excepcional y el manejo de crisis de Fidel Castro, con una población de profesionales preparados dentro y fuera del país, la falta de pluralidad política institucionalizada y el miedo a cambios urgentes es –para los intereses nacionales– peligrosa. Río que no encuentra cauce se desborda.

Si el gobierno no tiene compromiso democrático en sus políticas, la oposición no lo tiene ni en el corazón ni en su cabeza. Hasta para discutir derechos humanos, un tema que debía ser no partidista, estas tribus políticas se empeñan en despojarlo de tal carácter. Si en la Mesa Redonda de la TV cubana se habla de los derechos humanos como un derecho a construir el socialismo, en el artículo «¿Cuánto cuesta la desobediencia en Cuba?», publicado en El Toque, se afirma la falsedad de que, «sin importar qué país incluye este tipo de regulaciones sobre los símbolos nacionales, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las considera a todas como una vulneración a la libertad de expresión». ¿Cuándo fue eso? ¿Donde tomaron ese curso de derecho internacional?

La oposición declarada, en su construcción actual, incluyendo el MSI, contiene una tendencia plattista dominante. A varios intelectuales jóvenes que protestaron ante el MINCULT les quedó grande el diálogo. Exigiendo homenajes a un grupo de poca monta en la cultura cubana como Paideia, terminaron entre las tenazas binarias del gobierno que los descolocó y la presión maximalista del Movimiento San Isidro.

De un tiempo a esta parte se ha vuelto una «gracia» de algunos opositores tomar los símbolos nacionales para choteo y «performances». Antes de pedir los jóvenes artistas que les enseñen «Paideia» –vaya nombrecito griego para un grupo cultural cubano–, seria bueno que conocieran que en El Jíbaro –narró Orestes Ferrara– por poco se caen a tiros cubanos y estadounidenses en 1898 a propósito de lo que el General José Miguel Gómez consideró un ultraje a la bandera cubana.

Entre los partidarios de esa oposición en el exterior, que han firmado varias cartas, el compromiso con la libertad de expresión es ambiguo. Condenan y alertan contra la violencia «estatal», mientras son incapaces de decir algo como grupo contra los reiterados incidentes de violencia y actos de repudio que la derecha radical ha montado en Miami, o mencionar el bloqueo como lo que la comunidad internacional lo ha calificado desde 1992: «ilegal, inmoral y contraproducente». No hace veinte años, sino apenas una semana atrás, hubo violencia respaldada por el alcalde de Miami contra la libertad de expresión de Edmundo García. No hay acto de repudio gallardo ni amenaza buena de muerte contra la libertad de expresión, ni en Cojímar ni en la Calle 8.

Existe en la Isla y en la emigración, una Cuba para la cual la «moderación», como decía Martí, es su espíritu. Es posible demandar a la vez mayor pluralidad política que la permitida por el monopolio comunista mientras se defiende desde el corazón la bandera de la estrella solitaria y desde el conocimiento el pensamiento independentista y democrático de José Martí, que es «el Delegado» que ya Cuba escogió, para citar a Cintio Vitier en polémica con Rafael Rojas. La disposición de los congregados ante el MINCULT a cantar el Himno de Bayamo es un buen comienzo para pensar un rumbo propio entre la Escila de la soberbia totalitaria y la Caribdis del plattismo sumiso. Allí va la esperanza.

14 diciembre 2020 27 comentarios 2.191 vistas
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primavera

La primavera, the spring is coming

por Alejandro Muñoz Mustelier 4 diciembre 2020
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

Vivimos en un verano casi eterno, por lo que el significado de la palabra primavera nos importa poco. Aquí las cosas no florecen, ni reverdecen los campos, ni brota la hierba después de hibernar por meses porque la naturaleza exuberante es una condición perpetua.

Tampoco en el Medio Oriente ha habido primaveras, pero la semiótica universal dicta que esa estación es el renacimiento de todo y, por demás, a cualquier renacimiento en cualquier lugar le toca ese alias, sea lo que sea que renazca –una guerra civil, la anarquía– y sea para quien sea que renazca –una monarquía, un consorcio, un estado extranjero–. Pero, ¿cuánto toma en concretarse una «primavera» y cómo se logra?

Primero es necesario el frío del invierno, en forma de insatisfacciones populares y deseos incumplidos: de la felicidad nunca surgen los cambios, no hacen falta ni son deseados. Ese es ya un panorama existente aquí y muchas acciones que de él pueden derivarse suelen ser aprovechadas para el diseño de una buena «primavera», aunque sus objetivos nada tengan que ver con esta.

Por ejemplo, la manifestación pacífica del pasado 27 de noviembre a las puertas del Ministerio de Cultura fue una acción legítima cuyo objetivo no era fomentar el caos, sino el diálogo con las autoridades. Por ello, debe permanecer limpia en la mente de todos los actores políticos y sociales de la Isla. Aunque por desgracia este y otros ejercicios democráticos muchas veces sufren de incomprensión gubernamental y son tenidos como oportunidades por parte de proyectos ajenos a los de los demandantes. En cualquier caso, no dejan de ser ejercicios genuinos.

Luego hace falta un dios y su pensamiento y palabra. Digamos en este caso, Gene Sharp, fundador de la Institución Albert Einstein para la «democratización del planeta» a través de la acción no violenta –así de peregrino y absoluto–. Este gran «democratizador», politólogo y escritor estadounidense, que se especializó en «primaveras» y otras estaciones transitorias, sugiere, como una deidad que crea en tiempo récord, sólo cinco días para la implantación de «primaveras» una vez definido el país «invernal». Y así reza su génesis:

El día uno dijo: «Háganse las acciones para generar malestar social en el país». Muy fácil, casi lógico porque para ello se usan los problemas reales existentes, por lo cual la credibilidad de dicha promoción resulta muy verosímil para casi todos los ciudadanos. Es necesario aquí asegurarse de que hayan graves problemas en la sociedad. En el caso de Cuba, primero con la puesta en práctica de todo tipo de sanciones económicas y financieras, y segundo, aprovechando los problemas domésticos como la escasez, el burocratismo, las malas políticas económicas y la improductividad.

Hay que decir que entre los problemas domésticos y los importados desde la injerencia, muchas veces hay una relación simbiótica, aunque no absoluta. Las legítimas insatisfacciones de los ciudadanos en este y otros sentidos, su derecho a reclamar pacíficamente de la forma en que entiendan que serán escuchados, es materia que puede usarse en la construcción de la estación deseada.

El día dos creó –o se robó– los reclamos por la libertad de expresión, la democracia; además de las acusaciones de totalitarismo, violencia política y policial. Vio que eran buenas acusaciones y las montó en las redes sociales, esas que actualmente son tenidas por millones de usuarios como medios de información y donde el término libertad de expresión, por ejemplo, pasó de ser un reclamo justo para llegar a semánticas absurdas.

La creación de grupos y comunidades es algo muy atractivo para el público, por lo cual las redes se esfuerzan en un proceso de retroalimentación donde el usuario recibe las noticias u opiniones que reafirmen sus propias posturas. He aquí el aislamiento casi total de la realidad que pueden proporcionar, ya que en el mundo actual –y en el que fuere– la realidad no es monocromática, sino compleja.

Según un estudio conjunto de la Compañía Estudio de Comunicación y de la Agencia Servimedia, es en Facebook donde se construyen mayor número de comunidades, pero es en Twitter, por su naturaleza, donde las noticias falsas se difunden con más rapidez, con un 70% de retuits más que las noticias veraces. Para colmo, son las noticias falsas de carácter político las que cuentan con mayor facilidad para su difusión, alcanzando al doble de usuarios en una tercera parte del tiempo.

Al tercer día creó la lucha activa por cambios políticos y sociales, la promoción de manifestaciones y protestas violentas, la amenaza a las instituciones porque no bastan en la búsqueda de la «primavera» las noticias falsas y las redes sociales. Debe haber un consenso de lo que es bueno y lo que no, del sentido común, por supuesto, de lo razonable y de lo incorrecto, –si se quiere, lo demoníaco–, para despertar «ideales puros de reivindicación» en sectores como la juventud, por ejemplo, edad que por su naturaleza es dada a las causas justas.

La percepción de lo común y lo razonable es trabajada entonces desde la narrativa de los medios de difusión masiva occidentales –en este caso–, a saber: cómo debe ser un país, una casa, un modo de vida, unas costumbres. Entonces, cualquier cosa que no coincida con esa narrativa, con esa semiótica de lo correcto, pues está mal y debe ser cambiado.

Al cuarto día creó la ingobernabilidad y las operaciones de guerra psicológica. Se responsabiliza al gobierno por los enfrentamientos físicos, editando y tergiversando videos y fotos, o poniendo como la generalidad aquellas acertadas.

En la imposición de algunas «primaveras», sobre todo en el Medio Oriente, se han llegado a difundir fotos de otros momentos y otras latitudes sin el más mínimo reparo. Uno de los informes del Departamento de Defensa de Estados Unidos, asegura que «…la percepción es tan importante para el éxito como el evento mismo. (…) al final del día, la percepción de lo que ocurrió importa más que lo que pasó realmente».

No es necesario que la trampa de la multimedia funcione por mucho tiempo, sólo basta el suficiente para que se cree un estado de opinión pública al que se adhieran personalidades internacionales de la cultura, el deporte y la misma política, como influencers defendiendo la marca de un producto que no han comprado.

El día quinto, por fin con las enredaderas subiendo por las paredes de las instituciones gubernamentales, supo que la «primavera» ya casi estaba ahí. Entonces creó términos, como «renuncia del presidente», y vio que eran bueno. Y mantuvo la presión en las calles, y vio que también era buena. Y con una guerra civil prolongada en pleno apogeo y el aislamiento internacional del país, llamó a la intervención militar y, de nuevo, vio que era buena. Y dijo: «Hágase la primavera». Y la «primavera» se hizo.

Este camino de cinco días ha sido descrito, con otro nombre por supuesto, por su propio creador, Gene Sharp, en libros y artículos y se ha aplicado en muchos países con resultados muy interesantes. Hasta hoy es casi infalible.

La Institución Albert Einstein, fundada por Sharp, ha sido acusada de haber estado detrás de las llamadas revoluciones de colores que tuvieron lugar en varios países exsoviéticos, y con repercusión en las «primaveras» árabes. Se ha seguido con relativo éxito en Latinoamérica: Venezuela-2002, Bolivia-2008, Honduras-2009, Ecuador-2010, y así, como una lista de olimpiadas en la que compite un solo atleta.

Ahora vemos este modelo de «primavera» en Cuba, en su «segundo día». Ojalá no llegue al tercero. He aquí que los reclamos –justos a mi entender– de reformas a muchas de las políticas estatales, no deben tomar posición alrededor de un «golpe suave», ni luchar en una guerra prefabricada, y sí, lo digo, pagada, donde esos reclamos más que ser protagonistas, son las armas con las que se librará una batalla tras la cual estarán los mismos reclamos sin satisfacer y otros nuevos.

Se ha visto cómo muchos de los ciudadanos que siguen sosteniendo reclamos y reformas se han desmarcado de las agendas ajenas, y esto es positivo; otros no logran discernir la diferencia entre exigir sus derechos al gobierno y la increíble aventura de «disentir», apoyada en la autocomplacencia social que ofrecen las redes.

Y en pos de evitar este «golpe suave» como la brisa, también es comprensible que la semiótica gubernamental dé un cambio profundo, más allá de los eslóganes esquemáticos y las arengas públicas; más allá de accidentalmente unir a quienes protestan por derechos justos y a quienes tienen la agenda de Nerón y quieren ver todo esto arder; más allá de no poder dominar todavía el escenario de las redes –que ahora mismo es El Escenario–; más allá de los uniformados en las calles –que por arte de Facebook se multiplican–.

Una «primavera» caribeña no es una opción viable, por nuestro fuero, por nuestra historia, por las rencillas acumuladas durante décadas a los dos lados del Estrecho de la Florida –porque es de ilusos creer en una guerra estrictamente nacional–, y porque nunca la palabra «primavera» tuvo tantas comillas a su alrededor.

4 diciembre 2020 65 comentarios 2.002 vistas
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edad

La edad del Capitán

por Teresa Díaz Canals 3 diciembre 2020
escrito por Teresa Díaz Canals

En los días de todos los días, […] el sincerismo cunde como calamidad irracional, tonta, grosera. Qué lejos este sincerismo de la confesión de amigo a amigo, o hecha a la propia soledad, musitada casi, balbuceada, apenas expresada, pero necesaria y recibida como un don de la gracia, pues el nacimiento del conocimiento entre dos personas es tan misterioso que requiere su desarrollo como un contrapunto de artesanía y de lo inefable.

José Lezama Lima. Revelaciones de mi fiel Habana, 1949

La panelista soy yo

Todavía no salgo de mi asombro. ¿Por qué debo escribir para hacer aclaraciones de lo que el sábado 28 de noviembre de 2020 dije en un evento denominado «Cambio de Época»? Uno de los expositores de aquel encuentro organizado por el Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela, con el tema «Superar la modernidad», elaboró un documento con sus puntos de vista y lo ha publicado de manera extensa a toda la Universidad de La Habana, en su blog, en Facebook, en el Tribunal Nacional de Filosofía; esto para mí no hubiera tenido la más mínima importancia si no hubiera aparecido una foto con mi nombre.

Cada persona tiene derecho a escribir lo que entienda de un acto en el que estuvo involucrado, eso es muy válido. No obstante, para exponer sus ideas hizo la siguiente declaración: «No estoy de acuerdo con la “panelista”». Pero lo que más perplejidad me ha provocado es que no hizo alusión a mis argumentos. No estoy de acuerdo con ella y seguidamente expresó el colega su discurso con respecto a los acontecimientos ocurridos recientemente en La Habana sobre el caso San Isidro.

Lo que dije

Como el profesor Carlos Delgado ya expuso la estructura de la conferencia, solo me referiré a lo que tuve la oportunidad de presentar ese día. Haré un breve resumen de algunas cuestiones, donde intervine por diez minutos y ello me ha servido para circular por vía digital sin haber tenido la más mínima intención de protagonismo. A continuación el resumen:

  • Muerte Histórica: La unidad de una sociedad se marca en la unidad del tiempo. Escribió María Zambrano en 1951 que la muerte en la historia sucede de varias maneras, como en la vida personal, pero le lleva la ventaja de ser visible, mientras que en la muerte de la persona lo que más nos interesa queda sustraído a nuestros ojos, es decir, desaparece el soporte material. Pero lo que me interesa resaltar aquí no es el significado de la muerte de una persona. En la Historia se suele llamar a la muerte, «decadencia». En el momento en que lo más importante de la cultura y de la vida de una etapa histórica, lo que le da aliento, se convierte en pasado, aparece lo que se denomina discontinuidad. El pensamiento que define lo que va a ser, especifica al mismo tiempo la muerte de lo que fue.
  • Lo que llamamos pueblo es el recipiente del pasado en un perpetuo presente. Él representa la persistencia, la prolongación, el lugar donde recae la creencia de una minoría. Pero ese pueblo no es inerte, en determinados momentos participa en los momentos de creación. Mientras dura esa participación entre el pueblo y esa minoría directora, se vive desde el presente al futuro. Cuando las creencias fundamentales se hacen pasado, se rompe la participación entre el pueblo y la minoría directora.

 ¿Y cuáles son los signos de estos tiempos? Es muy difícil desentrañar el sentido del tiempo en que vivimos.

La edad del Capitán

Estamos acostumbrados a pensar que «todo tiene una solución», me dijo hace varios días por teléfono una amiga que es matemática. Esa frase es parte de una explicación que me dio y que yo comencé a escuchar con cierto desgano. Tenía que escribir una ponencia para el referido panel denominado «Superar la posmodernidad», reto complejo que me tuvo preocupada por lo que supone sentarse al lado de dos prestigiosos filósofos.

Resulta que la pedagoga hizo un experimento con 3 o 4 estudiantes de 4to, 5to y 6to grado de una escuela primaria. En total serían alrededor de 10 a 12 alumnos.  Los puso a resolver un problema de lo que en teoría se denomina «La edad del capitán» y que cobró auge en la década de los 80 del pasado siglo. El ejemplo que usó fue el siguiente, aplicándolo al ámbito rural: Un campesino tiene 48 vacas y 12 ovejas. ¿Qué edad tiene el campesino? Los niños de inmediato comenzaron a reflexionar y a darle respuesta al ejercicio, acostumbrados como están a que toda pregunta debe recibir una respuesta. La mayoría contestó que el campesino tenía 60 años. Fueron pocos los que le expresaron a la maestra que les dio datos de una cuestión y les preguntó sobre otro tema. La especialista confirmó cómo nuestros niños le daban mayor importancia a responder porque suponían que si les hacían una pregunta, pues la misma debía tener una respuesta y, sencillamente, la respuesta era que no tenía solución porque el problema era irracional.

En medio de esa anécdota, la especialista nombró a los autores de esa teoría y mencionó como uno de sus precursores a Gaston Bachelard. Quedé más motivada todavía, un matemático que devino filósofo, fenomenólogo, el cual apuntó: «Cuando se trata de un verdadero trabajo intelectual el campo a explorar es mucho más vasto. Es entonces cuando se accede al error positivo, al error normal, al error útil». El gran teórico añadió: «Confesemos nuestras tonterías para que nuestro hermano reconozca las propias […] Con respecto al mundo de las ciencias sociales, rompamos juntos con el orgullo de las certidumbres generales, con la avidez de las certidumbres particulares».

El espacio intermedio del mundo llamó Hannah Arendt cuando expresó «estamos tan unidos a otros y a la vez, tan separados». También hay algo que quisiera subrayar en esta pensadora alemana: se distanció de los que consideraba «filósofos profesionales», que se subían a las nubes, pues a veces cuando bajan de ella sus intervenciones pueden lindar con el peor de los errores. No es lo mismo soledad que aislamiento: lo primero implica diálogo consigo mismo. No fue una casualidad que Martin Heidegger avalara a Hitler y tiene que ver con la reducción de la pluralidad de voces a un único discurso.

En La Joven Cuba (LJC) tuve la oportunidad de publicar hace solo unos meses un pequeño escrito titulado «La verdad del cambio»:

«En este año de 2020, en el mes que se conmemora la aparición de la Virgen de la Caridad, le imploro que nos ayude al verdadero cambio. Que el valor trabajo reaparezca y que se convierta en un resorte de competitividad para el desarrollo del talento y el bienestar. Que ilumine a los decisores para que perciban que la salvación de un pueblo es antes personal y social, que política».

Me parece imprescindible una idea de José Martí dirigida a su hijo:

«Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti» -aquí expresé que esa «fe en ti», yo la interpretaba hoy como la fe en la juventud cubana actual-.

Punto, con esas palabras martianas concluí mi breve intervención.

Debido a una pregunta del público presente que no puedo reproducir, pues, a diferencia del profesor que hoy me interpela en las redes, yo no grabé, expresé que los jóvenes de San Isidro y los que estuvieron ante el Ministerio de Cultura tenían inquietudes y experiencias que tal vez nosotros no tuvimos. En los dos casos, esas personas, atendiendo a los postulados de la Constitución cubana, tenían derecho a expresar sus opiniones, a decir libremente sus inquietudes, pese a que los puntos de partida de algunos eran diferentes.

Puse algunos ejemplos: no es lo mismo vivir en San Isidro, que en Nuevo Vedado o Miramar. Además, puse el ejemplo de cómo algunas prácticas de los esclavos en el siglo XIX cubano hoy nos parecerían reprobables, como el disimulo. Ante la cantidad de horas que eran obligados a trabajar en los ingenios, los esclavos simulaban que trabajaban. Huir hacia el monte fue otra práctica, al final nos legaron el cimarronaje. Hoy sentimos orgullo del cimarronaje intelectual.

También aludí a la necesidad de tener en cuenta una ética de la compasión, donde las nociones éticas fundamentales no sean ni el bien, ni el deber, ni la dignidad, sino el sufrimiento y la sensibilidad por el dolor de los demás.

Ante una intervención de mi colega de que esos jóvenes debían de ser tolerantes, añadí que la tolerancia debía de partir de ambas partes. Esas fueron, en esencia, mis palabras.

Lo que no dije, pero también pienso

No podía robar un tiempo que ya no teníamos en la mencionada actividad. Siempre es así en programas de este tipo. ¿Por qué la tolerancia debe ser de ambas partes? Una vez viajé a la ciudad de Holguín con los ideológicos del Minint que hicieron un evento en ese lugar. Me pasaron la invitación desde la institución para la que trabajé por cuarenta años y acepté. Debía hablar sobre el tema del civismo en Cuba. El respeto fue tremendo, me sentí muy halagada.

Años después, en el tiempo que cuidaba a mis padres y por ello me levantaba de madrugada –4:00 a.m. – para lavar sábanas, bañarlos, darles el desayuno, etc., ese mismo profesor que hoy me involucra en una actitud «sospechosa», me citó para la publicación de un libro sobre Pensamiento Sociológico Cubano. Me dijo: «Si vienes después de las 10, pierdes la oportunidad de entregarlo». Esa oportunidad no podía perderla, él me brindó esa tremenda posibilidad.  Lo que él no supo nunca fue que estuve a punto de caer presa.

A las 9:30 a.m. logré alquilar un carro para un viaje de 5 minutos. El almendrón que tomé fue interceptado por la policía no sé por qué motivo, sencillamente el policía quería revisar los documentos del chofer. Con toda la calma del mundo le dijo a este último que bajara y estuvo interrogándolo. Yo no podía más de la impaciencia al pensar que el trabajo de mucho tiempo, en condiciones extremadamente difíciles por mi papel de cuidadora, se volvería nada por una llegada tarde.

«Por favor –le pedí al agente del orden–, usted no ve que hay personas en este país que tienen que trabajar». «Se hubiera levantado más temprano» –me contestó muy cínicamente. Me subió toda la ira del mundo al pecho, sentí que era demasiado, no pude más: « ¡Qué clase de hijo de puta es usted!». No tenía ni la más mínima idea sobre las consecuencias de la palabra desacato.

Fue una falta de respeto infinita, una falta de profesionalismo tremenda. Era para que el policía me hubiese pedido perdón. Me hizo bajar del carro, tuve que entregar el carnet de identidad, me estaban chequeando por la planta y me iban a llevar para la estación por «desacato». Tenía que entregar mi libro a las 10:00 a.m. Me eché a llorar sin que me costara ningún trabajo, el stress del cuidado de mis padres me tenía siempre alterada. El agente me dejó ir ante el llanto.

Cuestiono los desmanes policiacos de estos días: impiden que una persona salga de su casa, día y noche en extrema vigilancia, actos de repudio bochornosos. Eso, profesor, es puro estalinismo. ¿Por qué el filósofo no ve estos detalles? Se han puesto a pensar cómo se sentiría un ser humano cuando lo atacan de esa manera. ¿Hay derecho a cometer ese acto terrible de violencia?

Ahora se habla de «golpe blando», pero ¿y la «dura realidad» que este pueblo ha sufrido durante décadas esperando un bienestar que nunca llega? Estremece la realidad, estremece: colas para comprar pollo vigiladas por militares, escaneo de carnets. Este es ahora el sentido de la vida cubana: ¿qué sacaron en las tiendas?

Los catedráticos se asombran de las vulgaridades, de comportamientos inadecuados. Y sí, la ética es un estilo, no una obediencia a la norma, sino la forma de entrar en relación con ella. El que tiene estilo no es el que cumple la norma, sino el que en cada momento trata el deber desde una situación. Apelo a José Lezama Lima: «Es muy peligrosa la reacción ante los excesos halagadores, pues suelen engendrar náuseas y sofocos».

Estimo que hay otras formas de mancillar la bandera de una nación –con esto, aclaro, no coincido con tirarme arriba el símbolo nacional de ninguna forma, ni tan siquiera como pullover– como es promover la desunión entre los cubanos dividiéndolos entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, hacer florecer el estatismo burocrático, mantener un único discurso, forzar la unanimidad y un pensamiento anquilosado, darle golpes a mujeres por diferencias políticas. Eso es también, mi amigo, cagarse en nuestra bandera.

No hay nada más reaccionario que los revolucionarios profesionales, porque creen poseer o hasta encarnar la esencia de la revolución, por lo que frustran cualquier esperanza de que se reconozca lo nuevo y hasta lo declaran contrarrevolucionario. La delegación de poder no puede dejar al pueblo fuera de juego. Pudiera decir muchas cosas más, pero ya estoy más calmada.

Ahí está mi respuesta, sin ánimo de polémica, de confrontación. Soy una simple ciudadana de este país, tal vez una profesora que siempre hablará sola. 

3 diciembre 2020 74 comentarios 2.027 vistas
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LJC en la industria del porno

por Dolores Ibárruri 1 agosto 2019
escrito por Dolores Ibárruri

Mientras hacía mi tesis de grado hace muchos años –no diré cuántos para que no adviertan mi edad— averigüé que el famoso Paquete Semanal es distribuido por cinco grandes paqueteros que se encargan de armarlos con el contenido que decidan y una red lo hace circular por toda Cuba.

Que si el paquete se conforma desde la UCI –Universidad de Ciencias Informáticas— y de ahí sale a los repartidores; que si se bajan los contenidos desde “los canales” que se alcanzan con grandes antenas proporcionadas por “el enemigo”; que ese mismo “enemigo” paga el Internet a quienes arman el Paquete; que si se aprovecha la conexión desde los trabajos en oficinas estatales –entre otros mitos que prefiero dejar en el imaginario popular—, afloraron como posibles maneras de distribuirlo, durante la extensa investigación que se prolongó casi un año.

Pero eso no es lo que más me quedó. Al entrevistar a uno de esos grandes paqueteros y preguntarle sobre en qué se basaba él para estructurar y depurar el contenido que ponía –al menos en el suyo— me dijo:

—Mira mami menos pornografía y contrarrevolución yo pongo de todo. No quiero problemas. Tú no ves que si pongo algo de eso me tumban el negocio. Yo no quiero lío’ con nadie. Yo aquí tranquilito en lo mío.

Desde 2017 la revista La Joven Cuba (LJC) se distribuía a través del Paquete pues no todo el mundo podía tener acceso a Internet y sus creadores consideraron este como un espacio más para llegar al público lector interesado en temas sociales y políticos cubanos analizados y contados por la juventud del país.

El año pasado dejaron de salir porque se quedaron sin recursos y sin colaboradores suficientes para generar tantos contenidos. Entonces, LJC se quedó solo con su página web.

Hace algunos días estaba comentando con un amigo y me dijo que necesitaban volver a entrar en el Paquete, hoy que tienen un grupo más grande de colaboradores y que pueden sostenerlo.

Soy una persona a la que se puede llamar “apolítica”. No me gusta ni un poco meterme en esos temas pues considero que es maravilloso conservar amistades. Tengo como principio no hablar de religión ni de política con ningún amigo para no perderlo. Lo mío es la literatura. Pero me pareció buena idea ayudarlo con el tema de su (re)inclusión en el Paquete.

Antes de salir a lucharle un puesto a la revista, leí algún que otro artículo, solo por saber qué era lo que debía defender por mi amigo.

Cuando llegué al mismo gran paquetero al que había entrevistado durante la tesis me dijo:

—Mira, ni me hables de esa gente. Tengo orientaciones de no poner nada de esa revista aquí.

—Pero y eso por qué. ¿Dónde está el problema?

—Ni idea. Pero mi respuesta es no. Tú no ves que vinieron algunos funcionarios a advertirme y me dijeron que no.

—Chico, pero tú no me decías que lo único que no ponías en el Paquete era porno o contrarrevolución.

Me fui y me quedé pensando en por qué la revista ya no podía salir en el Paquete. Volví sobre los textos. Leí y releí todo lo que pude de la web y por más que intenté comprender no pude. Sigo sin ver la contrarrevolución por ninguna parte.

Espero que los que estén detrás de la LJC tengan mucho éxito en la industria del cine XXX.

1 agosto 2019 16 comentarios 529 vistas
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noticias

Noticias de fin de año

por Osmany Sánchez Roque 13 diciembre 2018
escrito por Osmany Sánchez Roque

Estos meses de fin de año han sido de malas noticias para la contrarrevolución cubana. La rectificación de las medidas relacionadas con el trabajo por cuenta propia (TCP), internet en los celulares o la -al fin- presencia de los principales dirigentes del país en las redes sociales y en la Mesa Redonda ha sido como un mazazo para aquellos que ven la manipulación de la realidad cubana como su único objetivo.

Hace pocos días un cubano residente en el exterior me preguntó vía Facebook que cómo veía a Cuba. Le respondí que no tan bien como queremos la mayoría ni tan mal como desea una minoría. Si tuviera que darle una calificación, diría que está “en avance” y eso es lo importante, que avance, rectificando lo que tenga que rectificarse como en el TCP o dando la cara y explicando a la población como en el Decreto Ley 349.

De todos los acontecimientos recientes, lo que más los ha golpeado sin lugar a dudas es el regreso de miles de médicos cubanos de la misión Más Médicos en Brasil. A la contrarrevolución no le interesa el bienestar de los médicos cubanos, de hecho, apoyan el bloqueo que afecta a todos los cubanos y por supuesto menos les interesa la salud de millones de pobres en Brasil. Lo único que les importa es descargar su odio y de paso vivir de eso.

Desde Miami han desplegado una intensa campaña para lograr que no regresen a Cuba la mayor cantidad de médicos posibles desde Brasil, de hecho, lograron que su ahora colaborador y flamante presidente de ese país les ofreciera el asilo político al que decida quedarse. Llegaron a decir que no menos de la mitad se quedarían y como siempre los cálculos le han salido mal.

Se entiende que califiquen a los médicos cubanos como “esclavos” porque jamás entenderán que alguien pueda viajar a miles de kilómetros de su casa para salvar vidas humanas, arriesgando su vida como en el caso de los que lucharon contra la epidemia del ébola en África.

Aquí quiero hacer una acotación. ¿Es la motivación económica lo único que mueve a los médicos cubanos a cumplir una misión en el extranjero? Antes de responder esa pregunta hay que ir al contexto, porque a diferencia de otros países, la carrera de medicina en Cuba no es elitista, no acceden a ella solo aquellos que provienen de una familia adinerada o los que corren con la suerte de obtener una beca. En Cuba para estudiar medicina, basta con tener vocación y aprobar las pruebas de ingreso a la universidad.

No están exentos entonces los médicos de los problemas económicos comunes en nuestro país y las misiones médicas constituyen una vía para poder satisfacer esas necesidades. Esa es una realidad tan grande como el corazón de nuestros médicos, porque nadie que actúa solamente por dinero puede lograr el reconocimiento que ellos han alcanzado en los lugares donde han actuado.

Al gobierno cubano le corresponde actuar con serenidad y entender que muchos de los que hoy no regresan es porque formaron una familia en Brasil y eso no necesariamente significa romper con la revolución cubana. Desde Miami intentarán manipularlos con promesas, desde Cuba no se puede hacer otra cosa que respetarles su decisión y dejarles las puertas abiertas por si algún día deciden regresar e incorporarse al sistema de salud cubano.

Cada buena noticia para los cubanos que quieren un país cada día mejor es una mala noticia para los que no tienen otro objetivo que regresar a la Cuba de antes del 59 o para los que creen que el capitalismo tercermundista que nos tocaría sería capaz de resolver todos nuestros problemas.

La dirección del país se enfrenta a una gran deuda acumulada, deuda que no es posible revertir en poco tiempo, pero sin dudas las noticias de fin de año son halagüeñas. Las predicciones dicen que el 2019 será un año difícil y esa frase la vengo escuchando desde hace mucho tiempo, pero me gusta ver el vaso medio lleno.

Cámbiese lo que tenga que ser cambiado y todo tiempo futuro será mejor.

13 diciembre 2018 48 comentarios 433 vistas
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pequeñoburguesa

La reacción pequeñoburguesa

por Alexis Mario Cánovas Fabelo 17 febrero 2017
escrito por Alexis Mario Cánovas Fabelo

La involución de la Europa del Este ha hecho un daño terrible al avance del movimiento obrero y popular en el mundo, por ello los marxistas-leninistas tenemos la OBLIGACIÓN de cumplir el papel de vanguardia de la clase obrera, que por solo ser dueña de su fuerza de trabajo, es la portadora del germen de la nueva sociedad.

Los comunistas, tienen la tarea permanente de organizar, movilizar, capacitar en la Teoría Científica, para concientizar y dirigir las luchas de la clase obrera y el pueblo, defendiendo la independencia política y  la hegemonía del proletariado; prepararlos para la revolución, desplegando formas de organización y lucha, que confluyan en acciones revolucionarias de masas, donde se estén configuradas las condiciones para una situación revolucionaria; y según las condiciones específicas de cada país, pasar a la lucha revolucionaria directa donde las condiciones objetivas han madurado.

Es la forma combativa en que se expresa el internacionalismo proletario, la solidaridad de clase, y con las luchas revolucionarias en progreso.

Desde que surgen como clases está el enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado, que fue MEDIOCRIZADO por la acción ¡TRAIDORA! de la pequeña burguesía, utilizada muy bien por Oliverio Cromwell para aplastar al Partido de los Cavadores, del naciente proletariado inglés, logrando que la Revolución Burguesa no fuera tan revolucionaria.

Esa función pequeñoburguesa fue denunciada, por la Teoría Científica Marxista y, de forma magistral, por Marx en la “CRÍTICA AL PROGRAMA DE GOTHA”.

Federico Engels, en su obra “Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas” demostró que “no es el Estado el que condiciona y regula la sociedad civil, sino ésta la que condiciona y regula el Estado, y de que, por tanto, la política y su historia hay que explicarlas por las relaciones económicas y su desarrollo, y no a la inversa.”

Marx y Engels demostraron que cuando el Proletariado logra la derrota de la burguesía, destruye su Estado Capitalista, y construye el  Estado PROLETARIO, diferente a los anteriores, por ser su PODER DE ABAJO HACIA  ARRIBA, porque arrebata la propiedad mal habida a la burguesía, y la pasa a los trabajadores, VERDADEROS DUEÑOS de esas riquezas, por ser sus creadores…

Comienzan el Período de Tránsito, que Lenin esclareció que TIENE QUE SER, en forma de CAPITALISMO MONOPOLISTA DE ESTADO, y prepararlos a dirigir su destino, ESTRUCTURANDO EL CUERPO LEGAL QUE HAGA EFICIENTE LA ECONOMÍA Y TODA LA VIDA SOCIAL.  Esta direccionalidad hacia la sociedad sin clases antagónicas perjudica las aspiraciones de la pequeña burguesía de ser burgueses, por ello, sirven incondicionalmente a los burgueses y al imperialismo internacional. Por ello los teóricos del proletariado desmantelar sus ardides traicioneros.

Desde los inicios de la lucha proletaria surgieron las divergencias internas y las discusiones acerca de la línea a seguir en la construcción del socialismo. Pero, la práctica estimula la teoría, y las dificultades desataron un sinfín de debates ideológicos que escindió el Partido Socialdemócrata ruso en dos: los Mencheviques, con enfoque radicalmente pequeño burgués, y los Bolcheviques mayoritariamente Marxista-Leninista, con pugnas internas entre dos bandos revisionistas, que Lenin mantenía controlados mediante sus esclarecidos postulados teóricos.

Cuando se toma el poder, de 1917 a 1921 fue imprescindible implantar la “economía de guerra”, y las orientaciones de Lenin, ya grave, los revisionistas deformaron; traicionando la alianza obrero-campesina. Una vez derrotadas la contrarrevolución externa e interna, en 1920, Lenin esclareció que había que hacer el Período de Tránsito en forma de Capitalismo Monopolista de Estado; lo que fue saboteado desde el primer momento; desapareciéndolo en 1928, a 4 años de su muerte y que lo endiosaran los oportunistas.

A partir de ese momento SE IMPUSO, antes de tiempo, ese “socialismo” IRREAL que concluyó en su INVOLUCIÓN, y en el desprestigio de las concepciones que lo argumentaron.

Esto lo logran después del atentado que se le preparó a Lenin, en 1918, escalando al poder real la pequeña burguesía, deformando las órdenes del líder enfermo, y los postulados teóricos Marxista-Leninistas.

Se inició así una verdadera guerra contra los defensores de la pureza de la Teoría Revolucionaria, encabezada por Stalin. Comenzaron por discrepancias de enfoques, hasta que, al afectar intereses de oportunistas, terminaron en muertes, como la de Mijaíl Frunze, “por una sobredosis de cloroformo durante una operación estomacal”, el 31 de octubre de 1925.

Se impuso la “unión” de las excolonias a la Rusia Soviética, que fue criticado por Lenin en 4 artículos titulados “Sobre la autonomización, o el mal llamado problema de las nacionalidades”, donde narra el choque de Stalin y Dzerzhinski con el médico Sergó Ordzhonikidze, (conocido como “El Lenin del Cáucaso”, la figura más destacada de los bolcheviques en Georgia), porque este defendió, hasta pasar a los puños, el derecho democrático para determinar la unión.

Dirigiendo Ordzhonikidze los Sóviet Militares del 12º y 14° Ejército Rojo se derrota al ejército de Denikin, y se tomó Oriol, Donbass, Járkov entre otros territorios. Por sus indiscutibles méritos se le ascendió a miembro del Politburó en 1926. Hasta que hacia 1936 Stalin comenzó a cuestionar su lealtad… En las memorias de Jrushchov, se recoge que “Ordzhonikidze había confesado a su amigo Mikoyán; la noche anterior de que apareciera muerto; que ya no podía soportar más lo que estaba ocurriendo en el partido, específicamente el asesinato arbitrario de sus miembros.”

Después de la INVOLUCIÓN, muchos casos similares han sido develados en los países de la Europa del Este, que Esa guerra contra el pensamiento verdaderamente Marxista-Leninista sobrepasó el territorio soviético, presionando a través de la Internacional “comunista”, involucrando a ciudadanos de otras naciones.

Así fue, en México, el atentado a León Trotsky por 20 hombres armados dirigidos por el pintor David Alfaro Siqueiros, que se frustró. Asesinato que luego se ejecutó por el español, Ramón Mercader, clavándole un piolet en la cabeza, aprovechando que el confiado líder le dio la espalda para aprovechar la luz de la ventana.

“Claman que porque la Unión Soviética colapsó, el comunismo ha muerto.

“Menea su cabeza.

“¿Saben estos idiotas qué es el comunismo? ¿Creen que un sistema gobernado por un matón que asesina a sus compañeros revolucionarios es comunismo? ¡Scheisskopfen!”

MARX EN EL SOHO de Howard Zinn. (Historiador social estadounidense.)

17 febrero 2017 78 comentarios 326 vistas
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El ejército invisible

por Harold Cardenas Lema 22 septiembre 2016
escrito por Harold Cardenas Lema

La mayor amenaza para el proyecto socialista está en sí mismo, lo dijo Fidel en 2005 y pocos prestaron atención, demasiado ocupados en aplaudir. Hoy son pocos quienes advierten sobre el ejército invisible de cubanos que día a día van renunciando a la Revolución. Cada uno de ellos es un fracaso nuestro, por nuestra incapacidad para implicarlos, por las torpezas de algunos y las impotencias de otros sin poder hacer algo al respecto. Así mueren las revoluciones cuando no se hace algo al respecto.

Mientras se conforma este ejército, los nuestros ni siquiera se dan por enterado, preocupados por lo que haría el enemigo con tal reconocimiento. Algunos deciden postergar el problema, negarlo o atacar al mensajero de las malas noticias. ¿Cómo combatir entonces lo que no se quiere ver? ¿Lo que solo se recoge en las encuestas de opinión del pueblo? Y es que el carácter invisible de este ejército no se debe a un camuflaje especial fabricado en la CIA sino a nuestra propia ceguera.

Quizás nuestra situación sea un gran experimento social, al estilo de El Señor de las Moscas, donde nos han encerrado para que terminemos en pugna entre nosotros mismos. Aunque no sea así, van logrando un resultado parecido. La mayoría de nuestros errores son provocados por las deformaciones naturales de un país bajo asedio y en constante estado de guerra. Eso es lo que ha tenido Cuba durante 57 años, un Socialismo de Guerra.

Ahora que aumenta la brecha social, la tecnocracia desideologizada se hace visible, la producción ideológica revolucionaria se paraliza, los nuevos ricos y la cultura marginal van imponiendo nuevos estilos de vida, vemos un ring en el que no se puede boxear sin guantes. El contexto no está a favor de las fuerzas de izquierda, en Cuba ni en América Latina en sentido general, nos quieren convencer de que ser revolucionario ya no es cool. ¿Nos robaron esa herejía o la regalamos nosotros?

Son tantas las contradicciones que el pueblo muestra señales de cansancio, a pesar del triunfalismo mediático. El triste papel que le ha sido asignado a la prensa, la ausencia de liderazgos necesarios, el atolladero económico, la imposición de un esquema estrecho (y aburrido) sobre qué es la lucha revolucionaria y la incapacidad de reconocer la situación actual, son semillas de las que brota el ejército invisible.

Por su parte, militar por cuenta propia en el ejército del socialismo también tiene un costo. En La Joven Cuba hemos acompañado el proceso revolucionario, apoyándolo desde la crítica y la alternatividad. Pero algunos creen que todo aquello que no venga por la vía institucional, no rinda cuentas verticalmente, no entre en el sistema de trabajo centralizado y planificado, lo que no cumpla estos parámetros es una amenaza. Y así nos han tratado a menudo, sin mucho éxito gracias a las fuerzas revolucionarias dentro de las instituciones, en la estructura estatal.

El punto es que responder al llamado que hizo Raúl sobre señalar lo mal hecho y participar en la construcción del futuro, ha tenido un precio y lo tiene para todo el que lo intenta en sus puntos más álgidos. Es muy difícil enfrentarse a la apatía y el desaliento bajo los ataques que provoca la incomprensión. Irónicamente, las personas que renuncian al camino de la participación social, por nuestros errores o por voluntad propia, no son molestados en absoluto. No hay planes para rescatar el porciento de cubanos que ya perdió la Revolución, pero sí intentos sutiles de parametrar a quienes todavía lo intentan con ella.

En la Cuba de hoy hacer política es todavía un acto subversivo, visto como peligroso, ambicioso, oportunista y atrevido. ¿Acaso se construye el Socialismo sobre los hombros de un pueblo apático? ¿Cómo puede resultar más valioso un hombre enajenado políticamente que uno implicado en su presente y futuro? ¿Dicha implicación significa solamente repetir el discurso oficial? ¿Existe un plan para lidiar con este ejército invisible?

Triste destino si después de tanto cuidarnos de la subversión externa, terminamos desarmados por nuestra incapacidad de reacción interna. Pues el ejército invisible existe y crece…guerra avisada no mata revoluciones.

22 septiembre 2016 116 comentarios 460 vistas
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