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Congreso del Partido

Año

A un año del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 20 abril 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Ayer se cumplió un año de la clausura del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). En los doce meses transcurridos hemos aprendido una lección: existe, conserva un nombre, funcionarios, sedes y estatutos; sin embargo, perdió la función que distingue a un partido político: actuar políticamente.

No le sirvió de nada al Buró Político debatir, pocos meses antes del congreso, el informe «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana». Tampoco pudo prever que en el país existían las condiciones para un estallido social, que ocurrió apenas ochenta y cuatro días después de la clausura del congreso, y, luego de ello, ha demostrado una notable incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y actuar en consecuencia.

Todavía esperamos conocer lo discutido en la reunión urgente del Buró Político celebrada el 12 de julio, cuando aún se producían acciones de protesta en el barrio de La Güinera, pero todo indica que los dirigentes de la organización quedaron totalmente descolocados ante el inédito escenario.

Jamás se ha ofrecido una declaración oficial de la dirección partidista en la que se analicen los hechos bajo un prisma político y se brinden cifras exactas de ciudades y pueblos implicados así como de participantes en las protestas. Ha sido el aparato judicial y policiaco el que ha asumido un rol que debió ser, sobre todo, político.

Ante la profunda crisis económica, política y social que existe en el país, agravada por el inmovilismo del modelo de socialismo burocrático, la situación de la pandemia y las medidas hostiles del gobierno norteamericano; hubiera sido lógico un profundo debate y replanteo de estrategias y tácticas. Ello no fue lo que ocurrió.

En su discurso como primer secretario ante el Congreso, el también presidente Miguel Díaz Canel prometió: «Continuaremos trabajando en la implementación de la Constitución y en la búsqueda de equidad y justicia social y el ejercicio pleno de los derechos humanos para alcanzar un socialismo próspero, democrático y sostenible. El éxito de esos propósitos depende de la capacidad para dialogar con nuestra población, entusiasmar y reconstruir valores (…)». Todas han sido promesas incumplidas.

El Partido parece no saber cómo actuar, qué hacer, hacia dónde ir; solo tiene algo muy claro: se aferra con todas sus fuerzas al poder. La Seguridad del Estado es su escudo, pero esa no es una actitud política. Olvídense del artículo cinco de la Constitución. Ni orienta ni dirige; si acaso resiste.

Año

La Seguridad del Estado es el escudo del Partido, pero esa no es una actitud política.

De espaldas a la política

Un Partido que vuelva la espalda a la actividad política se está auto-eliminando. La política engloba aquellas actividades orientadas ideológicamente para explicar la toma de decisiones encaminadas al logro de objetivos. La ideología es un elemento fundamental en la vida de los partidos. Es la que lo define claramente y guía su accionar.

Sus componentes son: doctrinas (creencias que considera aceptables como base de su actividad), teorías (interpretaciones de la realidad social, económica y política), plataforma (los problemas más importantes que tiene una sociedad), programas (acciones a corto y mediano plazo para resolver los problemas y conflictos) y consignas (lemas o eslóganes que lo representan).

Entre estos componentes debe existir coherencia. Por ejemplo, un partido político de tendencia liberal nunca propondrá la abolición de la propiedad privada, ya que eso sería contrario a sus creencias. De igual modo, un partido que se defina comunista no debiera implementar medidas que favorezcan la desigualdad social (como los Mercados en MLC).

Si analizamos la actividad del partido en los últimos tiempos, especialmente a partir de su 8vo. Congreso, veremos que de todos estos componentes el único claramente apreciable son las consignas (hasta los Lineamientos, discutidos durante años, fueron prácticamente desaparecidos). Pero las consignas por sí solas, enajenadas de la realidad, son objeto de burla y escarnio público, restan credibilidad a la organización y provocan la pérdida de confianza de los ciudadanos. Es así que al Partido solo le van quedando «municiones semióticas» donde antes hubo argumentos y convicciones políticas.     

Aun los partidos únicos deben tener presentes ciertas reglas generales que no es posible ignorar sin consecuencias. Precisan trazar estrategias para crear una base social que los sostenga y legitime su permanencia en el poder. Un partido único se puede mantener si existen estas condiciones: 1) control casi absoluto de la información y de la opinión pública y 2) ciertos niveles de consenso y prosperidad social, incluso en condiciones de austeridad. Puede fallar una de ellas, pero no ambas. Ninguna está presente en Cuba hoy.

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Un partido único se puede mantener si existen ciertos niveles de consenso y prosperidad social.

El PCC, sin embargo, no se percata de la gravedad que implica este escenario. La interrogante sería: ¿no desea cambiar o no puede hacerlo? De algún modo me referí a esa paradoja en el artículo «Cuba: el partido único ante la crisis», de hace varios meses:

No tener que negociar el poder, dar por sentado que no le será disputado, despliega a nivel político una perniciosa actitud que supone inaceptable cualquier indicio de presión social y, cuando ella ocurre, la reacción consiguiente muestra una ineptitud absoluta bajo un disfraz de temeridad.    

Esa perspectiva autoritaria se fortalece asimismo con el enfoque teleológico, mecanicista y antimarxista de la historia que asume que la revolución socialista, una vez victoriosa, no puede retroceder. Este optimismo a ultranza clausura la posibilidad del éxito a cualquier proceso de perfeccionamiento o reformas.

La falta de sensibilidad y empatía ante la pobreza y la desigualdad, el desprecio con que se ha tratado a las personas más humildes, la ferocidad del estado policial que se impuso al estado político, son muestra de su inconsistencia e ilegitimidad.     

El Partido sabe muy bien que desde hace tiempo no aspira al comunismo, ni siquiera al socialismo (Que lo diga GAESA). Nosotros también lo sabemos, aunque el aparato propagandístico continúe anclado en antiguas declaraciones de fe. De hecho, intentaron ser honestos cuando se discutía el proyecto de Constitución aprobado en 2019.

Recordemos que la comisión redactora había eliminado de los artículos del proyecto de Constitución la aspiración de llegar al comunismo, lo cual era en sí mismo un cambio trascendental en los principios de la organización que, no obstante, se mantenía en el aludido proyecto como «la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado» (Art. 5). En la versión final se decidió mantener la redacción de la Constitución de 1976. Explicaron que fueron tenidas en cuenta algunas observaciones realizadas en la consulta popular; está muy claro no obstante que solo fue en la letra, jamás en el espíritu de la ley.

Lo cierto es que en condiciones de una ciudadanía activa y cada vez más decidida a participar, con posibilidades reales de interpelar al poder y determinada a hacerlo; el único modo en que el Partido podría mantener su autoritarismo sería garantizando una mejoría evidente y en corto plazo de las condiciones de existencia de las personas, que le devuelva, al menos, una parte de la base social que ha perdido (Modelo asiático). Pero no es posible conseguir esto sin realizar cambios de naturaleza política.

El Partido se niega a dialogar, eso es evidente. ¿Qué nos ofrece entonces para que soportemos estoicamente sus imposiciones y arbitrariedades? ¿La Zona de desarrollo del Mariel? ¿Recuperar la industria azucarera que fue destruida hace décadas por decisión suya? ¿Un programa de soberanía alimentaria asesorado por un sacerdote brasileño que sugiere alimentos y hábitos inaceptables? Seamos serios.

La situación es revolucionaria, el Partido no

Estamos en presencia de una situación revolucionaria de manual: los de arriba (nunca mejor dicho) no pueden seguir administrando y gobernando como hasta ahora; y los de abajo estoy segura de que no quieren seguir soportando esos métodos de dirección (y el Partido lo sabe, por eso la Seguridad del Estado y los espacios televisivos propagandísticos han sustituido a las tesis y resoluciones, los círculos de estudio y los debates).

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Hace varios años, en el texto «Pulgas o Dragones», argumenté:

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

Presenciamos hoy el agotamiento definitivo del modelo político de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.  El estallido social del 11 de julio pudo ser un parteaguas en la historia del proceso, pero el Partido decidió atrincherarse y desafiar al propio marxismo al que jura adscribirse.

Entiéndase de una vez que sin base económica que lo sustente, no puede mantenerse ningún modelo social. No es viable en Cuba un modelo extensivo de desarrollo como el que existió durante la alianza con la URSS primero y con Venezuela después, porque la Isla no posee recursos propios y combustible en abundancia; y porque la fuerza laboral calificada y barata emigra constantemente o puede moverse a sectores donde no existan intermediarios estatales entre sus salarios y los empleadores.

El modelo intensivo de desarrollo es menos probable, porque requeriría fuentes de financiamiento para lograr una industrialización, y ello está limitado por varias razones: Cuba no se inserta en los mecanismos financieros internacionales, está afectada por el bloqueo norteamericano, es un país moroso en el pago de las deudas que contrae, desdeñó hasta hace muy poco a sus migrantes como posibles inversores (prefirió constitucionalizar a la inversión extranjera), y, para colmo de males, los sectores medios con capacidad de emprender e invertir están quemando las naves y marchándose del país en un éxodo alarmante, una verdadera sangría que complicará mucho más la situación demográfica. 

Quizás los dirigentes partidistas piensan que pueden vivir parásitos de las remesas, con un mercado cautivo, como hicieron por mucho tiempo. Malas noticias, están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos, y los que se van ahora están indignados y mucho más politizados que los que lo hicieron en las décadas del ochenta y noventa. No creo que las remesas crezcan de ahora en lo adelante.

Año

Están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos.

Pero tan preocupante como el éxodo constante, que apunta a record en poco tiempo, debería ser para el Partido el constatar quiénes se están quedando en Cuba. Esas son las personas que no disponen de los recursos necesarios para una travesía costosa. Esos son los pobres —que el Partido ha bautizado como vulnerables—, los que no tienen nada que perder, excepto las cadenas (Marx dixit). Esos son los presos políticos y sus familias indignadas por los atropellos. Con ellos van a tener que vérselas. Y es cierto que no están armados, pero el hambre y la desesperación son consejeros audaces.

Hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. Un año después del congreso partidista la situación es desesperada. Compatriotas de todas las edades arriesgan sus vidas para irse de la Isla. Lo hacen a través de selvas y ríos, de escenarios de guerra o resistiendo el frío invierno eslavo. Se cansaron de esperar.  

El Partido puede autoproclamarse, como hizo en el 8vo Congreso, «el alma de la Revolución», pero no lo es. Vistos los resultados a largo plazo de su gestión como «fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado», se ha comportado más bien como un arma, una muy destructiva.  

20 abril 2022 50 comentarios 4k vistas
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Nación

¿Partido de la Nación Cubana?

por Domingo Amuchastegui 16 junio 2021
escrito por Domingo Amuchastegui

El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) reiteró y ratificó una vez más la caracterización del Partido como «Partido de la Nación Cubana», formulación que se inscribe como una idea fundamental desde el IV Congreso (1991).

¿Es acaso válida tal declaración? ¿Se corresponde con nuestra realidad socio-cultural y nacional y con las tendencias que configuran nuestro desarrollo hoy en día? Considero que este enunciado no se ajusta en nada a lo que pretende reclamar. Creo además que se impone para la dirigencia actual reconsiderar seriamente semejante fórmula en aras de su propia credibilidad, prestigio y un poco de necesaria modestia.

No se tome esto como un cuestionamiento infundado e insolente; tampoco como un intento de subversión ideológica, propaganda enemiga u otras suspicacias e intentos habituales de descalificación. Trato de abordar el asunto con la mayor seriedad y rigor posibles e invito a reflexionar acerca de esta importante cuestión. A continuación algunos argumentos y criterios que pueden aportar al debate:

1. En la primera década de existencia del Partido (1965-1975), la sociedad cubana alcanzaba elevados niveles de homogenización económico-social luego de las estatizaciones absolutistas, con lo cual se culminaba una larga etapa de luchas y transformaciones significativas en materia de beneficios sociales. Tal escenario, unido al talento y carisma de Fidel, la permanente confrontación con EE.UU. y un exilio al servicio de este, propiciaron un contexto político e ideológico de apoyo mayoritario a la Revolución. Con justeza podía el Partido reclamar y aspirar a una condición de vanguardia del pueblo o, al menos, de sectores mayoritarios del mismo.

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Uno de los llamados Vuelos de la Libertad a su llegada al aeropuerto de Opa-Locka, en Miami (Foto: Archivo del Herald)

2. No obstante, se tendía a ignorar y subestimar los efectos de desgaste económico y social —y sus efectos sobre el posicionamiento político de no pocas personas— que años de privaciones y carencias materiales originaban. Los episodios de Camarioca y los llamados «vuelos de la libertad», no solo fueron síntomas iniciales de una tendencia hostil, de descontento, de alienación, que encontraba en la opción de emigrar hacia EEUU, su mejor solución.

Para finales de los años sesenta, el comandante Sergio del Valle, ministro del Interior por entonces, advertía en una conferencia a puertas cerradas que comenzaba a constatarse un fenómeno esencialmente nuevo: la composición de clase de «los que se iban» empezaba a cambiar; ya no eran «burgueses siquitrillados», sino gente trabajadora, humilde, de la ciudad e incluso de zonas rurales. Este enfoque, lamentablemente, no se tradujo en oportunos diseños de políticas que analizaran con realismo las nuevas tendencias.

3. Lo anterior antecede y explica en buena medida —junto a la influencia desmitificadora de los «vuelos de la comunidad»— el conflicto de la embajada de Perú y del Mariel (1980), cuyo análisis, dominado por la confrontación y las vejaciones (calificaciones de «escoria», brigadas de respuesta rápida y actos de repudio), no propiciaron una rectificación en la dirección que apuntara tempranamente el comandante Sergio del Valle.

4. Entre tanto, los cambios generacionales pasaban completamente inadvertidos. La generación que había luchado contra Batista envejecía visiblemente, y a su alrededor se creaba una estructura de intereses y bienes materiales que beneficiaría también a hijos y nietos. En tanto, la población joven crecía en un ambiente donde el pasado de lucha se convertía en vaga referencia de los viejos o de heroísmos de tiempos idos, mientras que el presente era una contienda diaria por resolver frente a las recurrentes carencias, fenómeno que se agudizará al extremo con el colapso del llamado «socialismo real» en Europa Oriental y la URSS.

5. Este colapso —más allá del agravamiento de la crítica situación material del país— tuvo otro efecto del que no se habla: las jóvenes generaciones, educadas en la creencia de una superioridad del sistema socialista mundial, veían con estupor desmoronarse toda la arquitectura de supuestos principios, valores y alianzas sobre los cuales habían sido aleccionados.

Dicho factor promovió decepciones, la sensación de haber sido engañados, gran frustración y el consabido saldo de desencantos, que se tradujo en diversas opciones, desde optar por diversas creencias, cultos e Iglesias, sociedades fraternales hasta mil formas de prácticas de corrupción y siempre la recurrente opción de emigrar hacia EE.UU. (la pira pa’ la Yuma).

Cuando Luis Orlando Domínguez, ex-secretario general de la UJC y miembro del Comité Central, fue enjuiciado por un caso de corrupción, su principal argumento sería: «Yo hice lo que veía hacer a otros dirigentes», ello hace recordar la famosa frase, popular en Cuba antes del 59: «Inmoralidades sin mí no, porque las combato; a mí hay que llevarme».

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Carlos Aldana fue responsable de las áreas de Ideología, Relaciones Internacionales y Educación y Cultura en el Comité Central del PCC. Fue destituido por corrupción en 1992.

Culminación trágica de semejante tendencia la van a representar poco después los sucesos del caso Ochoa-Abrantes (1989) y, durante las décadas siguientes, los casos del comandante Rogelio Acevedo y su esposa, el caso Aldana y el del general de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra (Furry) y sus hijos, así como otros menos conocidos que involucraron a ministros y altos directivos gubernamentales.

6. El costo de estos últimos episodios golpeó severamente los niveles de autoridad moral, prestigio y credibilidad de la dirigencia. No admitir esto es pura ceguera. No por casualidad, el entonces miembro del Buró Político, Jorge Lezcano, advertía con preocupación acerca de la posibilidad de tener que «gobernar en minoría», razonamiento este no solo de señalada gravedad, sino absolutamente inaceptable.

En un contexto tal, proclamarse «Partido de la Nación» aparecía a los ojos de no pocos como una pretensión irreal. No menos irreal es persistir actualmente en la misma formulación. Tiene un parentesco lamentable con la conocida frase del rey francés Luis XIV: «El Estado soy yo».

7. La Cuba de estas últimas décadas no es la de la lucha contra Batista, la de Girón, el enfrentamiento a los alzados de la contrarrevolución, la Crisis de Octubre y las gestas internacionalistas; es la de una muy precaria sobrevivencia, derivada de un Partido/Estado monopolista-absolutista que se aferra a un modelo probadamente inoperante, inseparable del mundo de escaseces y de la incesante y devastadora guerra económica por parte de EEUU, agravada hoy al extremo por los efectos de la pandemia.

8. Cuba es una sociedad donde se han acentuado de mil maneras diferentes los procesos de diferenciación económica y social, con muy diversos sectores extendidos a actividades particulares y privadas —que eufemísticamente se insiste en denominar «sector no estatal».

En la que los sectores agrícolas privados y de arrendatarios, y no las cooperativas agrícolas, ven anuladas sus potencialidades, —lo mismo o peor ocurre con las CAN (Cooperativas No Agrícolas)— como resultado directo del control e injerencia estatal.

En la que existen dos tipos de ciudadanos, los que disponen de MLC (moneda libremente convertible) y los que dependen casi exclusivamente del peso. Tenemos hoy una población activa que bordea el millón de personas y que ya no depende para su sustento de un salario del Estado, fenómeno insólito cuatro décadas atrás.

A cada uno de estos sectores corresponden intereses y aspiraciones específicas, horizontes diferentes, ideas y propuestas propias que no tienen necesariamente que coincidir, o ver como aceptables, las que proponen y disponen el Partido y su gobierno.

9. Desde otro ángulo nos enfrentamos a la problemática migratoria que supone también un desafío de proporciones mayúsculas. Casi un millón de cubanos — más si sumamos su descendencia— han emigrado hacia EE.UU. y, en gran parte, alimentan una hostilidad manifiesta hacia las autoridades cubanas, al extremo de pronunciarse mayoritariamente a favor del ex-presidente Trump.

¿Son o serán considerados parte de la nación cubana? Su entrelazamiento hoy con la población de la Isla alcanza cimas insospechadas en un pasado distante. Más de 600 000 visitaron Cuba antes de la pandemia, cifra impresionante con una carga diversa de influencias, valores y conexiones.

¿Se les visualiza como parte de la nación o no? En correspondencia, ¿se les extenderán plenos derechos o no? ¿Se pondrá fin al conjunto de restricciones y costos que limitan sus posibilidades de viajar normalmente a su país de origen, sobre aquellos que hayan conservado su ciudadanía? ¿Tendrán derecho a alguna representación parlamentaria organizada?

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Las conferencias llamadas «La Nación y la Emigración» estuvieron quince años sin convocarse. Se enajenaba así un componente importante e inevitable de nuestra nación. ¿Acaso no interesan?, ¿no hay posibilidades de trabajar sobre las diferencias y probables coincidencias?, ¿es que a «La Nación» no le concierne este considerable segmento de nuestra población, aunque hayan renunciado a su ciudadanía por conveniencias elementales? ¿Los excluimos como integrantes de la nación?

10. Este universo económico y social ofrece un cuadro que cuatro décadas atrás no existía, pero que hoy se manifiesta de maneras diferentes y con un nivel de interacciones, difusión e influencias sin precedentes gracias al espacio cibernético y las redes sociales.

Es una diversidad que debe —tiene—, que ser asumida en toda su complejidad, asegurando los pasos y mecanismos que posibiliten expresarse legítimamente —unas veces coincidiendo, otras discrepando, con propuestas diferentes y hasta en franca oposición—, sin que nadie se ofenda o escandalice.

Esto deberá reflejarse en todos los planos: Partido, Gobierno, Asamblea Nacional y en los medios oficiales, sin verticalismos ni comportamientos lineales, sin exigir lealtades basadas en la intolerancia, la obediencia incondicional ni el voto a mano alzada. ¿Es acaso infundado o inaceptable que esta diversidad llegue a tener representaciones dentro del Partido e incluso en partidos diferentes? ¿O es que ya se nos olvidó aquello de «base y superestructura»?

11. Seamos razonables en abordar la diversidad actual y su incremento futuro si se pretende un rediseño integral del modelo y no solo colocar parches. Ello es imperativo para el inevitable reordenamiento económico y político de la totalidad del sistema. Esta nación heterogénea hoy y mucho más mañana, exige el replanteo.

12. El Partido puede ser el Partido de muchos y puede aspirar —mediante su práctica efectiva— a ser el Partido de vanguardia de otros, pero de ninguna manera auto-invocarse como Partido de la nación. Esta última es muchísimo más diversa. Como afirmé al inicio, se imponen un replanteo total y un debate nacional.

16 junio 2021 22 comentarios 3k vistas
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congreso

Insuficiencias e interrogantes del VIII Congreso

por Domingo Amuchastegui 30 abril 2021
escrito por Domingo Amuchastegui

El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) se celebró entre el 16 y 19 de abril en La Habana. Comienzo por anotar dos características mediáticas que dominaron la escena: los informes en la prensa oficial se caracterizaron por su brevedad y escasa información, con excepción del Informe Central presentado por el secretario general saliente; y la no cobertura televisiva del trabajo y debates en las tres comisiones y las sesiones, hasta la formalidad de la clausura.

Este congreso estuvo precedido por varias semanas en que la prensa oficial resaltó una considerable reducción en las escalas de los precios de productos e insumos, que se anunciaron a comienzos de año como parte del llamado Ordenamiento. También se comunicó la destitución del ministro de agricultura, sin razones especificadas. A los ojos de muchos, esta acción lo señalaba como cabeza de turco o chivo expiatorio por la tremenda crisis alimentaria que data de años. Lo curioso es que lo sustituye su viceministro primero o mano derecha, que sería tan responsable de esta crisis como él.

Tanto en el trabajo de las comisiones como en algunos puntos planteados por el primer ministro Manuel Marrero, y que se repiten en el Informe Central, destacan un conjunto de enunciados y formulaciones notablemente abstractas, sin especificaciones, soluciones o propuestas concretas, por ejemplo: actualización, conceptualización, desarrollo sostenible, potenciar, contexto complejo, y otros que no se traducen en medidas o proyectos. Tal léxico viene repitiéndose desde hace años, junto con la antiquísima frase: «Todo lo que nos queda por hacer».

Por otro lado, brillaron por su ausencia informaciones, explicaciones, criterios y proyectos que abordaran problemas capitales, como el estancamiento total de las industrias azucarera y niquelífera, el aumento de la deuda externa y otros que reclaman soluciones prioritarias.

Congreso del PCC

Raúl Castro da lectura al Informe Central al VIII Congreso del PCC (Foto: Estudios Revolución)

Raúl Castro en su informe caracterizó la actual crisis alimentaria como un «asunto de seguridad nacional» —caracterización dramática en la que coinciden todos en Cuba—, y se refirió a treinta medidas prioritarias en este campo y a doscientos lineamientos (diseñados en el 2006, corregidos más tarde con apenas un 20% de ejecución y de los que hoy solo un 30% se ha puesto en práctica). Sin embargo, no precisó cuáles son y el orden en que se aplicarán para reestructurar el probadamente inoperante modelo económico.

También se reconoce —otra vez sin detalles de tipo alguno— que el llamado Ordenamiento anunciado el pasado mes de enero ha presentado «errores» y generado «insatisfacciones». Adjetivo este muy distante de las reales tensiones sociales acumuladas.

Se admite asimismo que el Ordenamiento ha desatado precios excesivos y provocado con ello «una afectación del poder adquisitivo de una parte de la población». La frase: de una parte de la población, es un eufemismo rampante y se añade a las formulaciones evasivas presentes en las argumentaciones previamente apuntadas de Raúl Castro y Manuel Marrero.

La crisis alimentaria —en opinión de muchos economistas y especialistas de la Isla— debería ser enfrentada con profundas transformaciones, empezando por la eliminación del mecanismo de Acopio, restituyendo la plena independencia de diferentes formas cooperativas que permitan poner fin al abrumador control burocrático e injerencia del Estado y restableciendo mecanismos que propicien la libre comercialización en las relaciones monetario-mercantiles del campo con la ciudad. Como apunta en un reciente trabajo el especialista David Pajón: «El apetito monopolizador (del Estado y sus instituciones) nubla las visión de las autoridades».

El alma de la Revolución

Estos puntos estuvieron ausentes de la agenda del congreso, que insistió en medidas de escasa o ninguna relevancia. En un análisis, el reconocido economista especializado en temas agrarios Armando Nova, utiliza una cita del especialista Juan José León que demuestra con creces la afirmación de Pajón. Según León:

«Posiblemente, el movimiento cooperativo cubano sea el único en el mundo rectorado por empresas estatales y un ministerio sea juez y parte, sin tener posibilidades de desarrollarse hacia formas superiores de cooperativas. Se deroga la Ley 95 que desde el 2019 recortaba la autonomía de las CPA (Cooperativas de Producción Agropecuaria) y las CCS (Cooperativas de Crédito y Servicios) por la Ley 335 y 395 en las que prima el carácter centralizador».

Similar tendencia se revela en el abordaje en torno al fomento acelerado de las MPYMES, o su crecimiento muy limitado y regulado. En tal sentido se subrayó nuevamente la fórmula de «complemento de la economía estatal», que no se empleaba desde hacía bastante tiempo.

Cuando el congreso se refiere a este neurálgico tema, evade concretar los cambios, acciones y plazos que habrán de superar o —por el contrario—, agudizar tales distorsiones, señaladas por economistas y especialistas de reconocido prestigio profesional. Con razón, y no menos preocupación, el economista Juan Triana alerta: «Ya nos tardamos demasiado, no hay tiempo para el largo plazo».

En una entrevista, otro conocido economista cubano, Omar Everleny, destacaba la «Necesidad que tiene este Gobierno de introducir con más fuerza el mercado» hacia un modelo de socialismo al estilo —salvando las diferencias— Doi Moi (Renovación) de los vietnamitas, y concluía enfatizando que hoy, a diferencia de décadas pasadas, el dilema es «Apertura o Muerte».

Bloqueo norteamericano y reforma económica en Cuba

El «relevo generacional», del cual se viene hablando desde el IV Congreso (1991), continúa muy distante de culminarse y evidencia señales contradictorias. Sin que viniera al caso, Raúl Castro —para sorpresa de muchos— rememoró en su informe que la promoción de dirigentes jóvenes a los más altos cargos a inicios de los noventa del siglo pasado (Carlos Lage, Roberto Robaina, Juan Carlos Robinson, Felipe Pérez y otros) resultó un gran fracaso, por lo que se hace obligado que los dirigentes pasen ahora de los cincuenta a los sesenta.

Dicho argumento no debió caer muy bien a las más jóvenes generaciones, de entre treinta y cincuenta años, pues en realidad el meollo del asunto no está en la edad, sino en el talento y la dedicación.

Examinando la nueva dirigencia, encontramos un Comité Central donde es posible advertir algunos ya no tan jóvenes, entre cuarenta y cincuenta años. Menos excepciones existen en el Secretariado y solo un caso, en sus cincuenta, en el Buró Político de catorce miembros (el recién nombrado Ministro del Interior, Lázaro Álvarez Casas).

En tanto, tres figuras de mucha importancia como Díaz-Canel, actual secretario general; Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores, y un actor clave en materia económica como el general de Brigada y presidente de GAESA, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas; que en los noventa formaron parte de esa generación intermedia, hoy comienzan a transitar por los sesenta años. Y repito, esto no es cosa de edad, sino de talento y competencias.

No menos elocuentes son los cambios en la esfera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), donde el ministro del ramo y los jefes de los tres ejércitos (Occidental, Central y Oriental) fueron reemplazados no por militares en sus cuarenta y cincuenta, como fue el caso de Álvarez Casas; sino por generales que pasan los  sesenta. El nuevo ministro, Álvaro López Miera, transita por los setenta y siete y desde sus catorce años ha gozado de la preferencia y el apoyo de Raúl Castro.

Congreso 2

Álvaro López Miera, nuevo ministro de las FAR (Foto: Granma)

Otras perspectivas alrededor del nuevo Comité Central son: a) Un considerable relevo de sus integrantes; b) Una mayor presencia femenina y de negros y mestizos; y c) En los perfiles profesionales sobresalen especialistas y dirigentes de la industria turística, tecnología de la información, biotecnología y salud.

Un par de observaciones adicionales respecto a la dirigencia: a) No se ha precisado hasta ahora quién, cuándo ni cómo habrá de sustituir como presidente a Díaz-Canel, y b) La figura de José Ramón Machado Ventura desaparecía de la escena partidista así como su cargo, que no aparece en el listado del Buró Político, sin embargo, cuarenta y ocho horas después de concluido el congreso, en una reunión del Partido en La Habana, se mencionaba, en una nota de prensa, la presencia de Machado Ventura en su cargo de segundo secretario. ¿Error del periodista? ¡En lo absoluto! Habrá que esperar para descifrar el verdadero significado de esta súbita noticia.

Muchos observadores han señalado que el núcleo duro del congreso estuvo centrado en los desafíos económico-sociales. Llevan mucho de razón, pero —y este es un gran PERO—, la presencia de los peligros que plantea la política de EE.UU. acaparó la atención priorizada de diversos dirigentes y de Raúl Castro en particular, que enfatizaron repetidamente que Cuba se enfrenta a «un escenario complejo de subversión y de guerra mediática».

En un plano conectado directamente a lo anterior, el discurso oficial hizo hincapié en el tema del «uso responsable de las tecnologías de la información y las comunicaciones para sortear los peligros que representan la batalla en el campo digital».

Señales de cambio en el Departamento Ideológico

¿Se traducirán semejantes enfoques en una política más creativa y de sólida argumentación o —como parece trascender del Informe Central— en mayores acciones restrictivas en todo lo relacionado con la informatización de la sociedad y el papel a desempeñar por las redes sociales? ¿Cuál es el alcance real de la frase «Uso responsable…»? ¿Acaso mayores restricciones derivadas de una notable indigencia de ideas y argumentos convincentes? El reto se enfrenta con ideas, no con medidas prohibitivas e intimidación.

No por casualidad, un conocido politólogo cubano, Rafael Hernández, ha llamado la atención sobre esta cuestión en los siguientes términos: «Lo que el Informe de Raúl dice sobre el desempeño de la economía palidece, sin embargo, ante la subvaloración del sector ideológico. No hay ningún escritor, artista, intelectual o representante de alguna institución de la cultura o las ciencias sociales». ¿Cuáles entonces serán los actores o cabezas pensantes que, a nivel de la nueva dirigencia, promuevan las mejores respuestas en el campo de las ideas y ante los desafíos mediáticos?

Es un rosario de insuficiencias e interrogantes las que el congreso nos deja, para, de ahora en adelante, desentrañar y valorar cómo se concretarán los planteamientos allí formulados.

30 abril 2021 16 comentarios 3k vistas
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Ucronia - revolución

La ucronía de la Revolución

por Mario Valdés Navia 28 abril 2021
escrito por Mario Valdés Navia

El término ucronía —del griego u cronos: sin tiempo— fue creado por el filósofo francés Charles Renouvier, quien lo popularizó en su libro Ucronía: La utopía en la historia (1876), donde sostiene: «Así como utopía es lo que no existe en ningún lugar, ucronía es lo que no existe en ningún tiempo […] es la utopía en el tiempo».[1]  Al escuchar a muchos apologetas del modelo socialista aplicado en Cuba pareciera que pretenden sustituir la utopía de la Revolución por su propia e interesada ucronía.

En este caso, la ucronía consiste en tratar de detener la evolución histórica de la nación en el tiempo, mediante la argucia de presentar la realidad como un supuesto «estado permanente de felicidad compartida». La burocracia empoderada utiliza con ese fin las reales y/o fingidas amenazas a la soberanía nacional y las conquistas de la Revolución como pretextos para inmovilizar y amordazar a la sociedad, prohibir cualquier disenso o protesta, y blindar sus privilegios conquistados.

Meditaciones: Derechos constitucionales, ¿sí, pero no?

Ucronía no es un concepto político, sino literario; un subgénero de la ciencia ficción contemporánea del que existen numerosos estudios teóricos cargados de valiosas herramientas metodológicas que pueden ser aplicadas al análisis de la situación insular. Una de ellas es el llamado «Punto Jumbar», según el cual, para que exista una ucronía se requiere de un hecho que provoque un cambio en los acontecimientos históricos lo suficientemente importante que, de haber sucedido de forma diferente, la historia seguiría otro curso.

Un «Punto Jumbar» de la Revolución Cubana fue la implosión del campo socialista y su repercusión inmediata, el «Período Especial». Dicha crisis desplegó un conjunto de posibilidades de solución que iban desde la repetición de lo acontecido en Europa (el tránsito brusco hacia un capitalismo salvaje), pasando por la adopción de una variante de socialismo de mercado similar a la asiática, intentar la de un socialismo nacional, verdaderamente democrático y participativo; hasta la persistencia, indomable y solitaria, del modelo establecido.

La decisión de asumir esta última opción, no estuvo exenta en su momento de análisis y adecuaciones. El congreso de 1991 fue precedido por un vasto análisis popular del «Llamamiento al IV Congreso» y trajo consigo transformaciones en la vida del país: definición del PCC como «vanguardia de todo el pueblo»; entrada de religiosos al partido; Estado laico, no ateo; Consejos de administración como órganos de gobierno municipales y provinciales; elección directa y secreta de delegados provinciales y diputados, y nueva Ley de la inversión extranjera. Nada de lo anterior incidía decisivamente en la superación del modelo.

Interpelación sobre la democracia

La aprobación de la injerencista Ley Torricelli (1992), empeoró la crítica situación y llevó al surgimiento del Ministerio de Finanzas y Precios, encabezado por José Luis Rodríguez, adalid del enfrentamiento a la crisis. Los desórdenes del Maleconazo y el éxodo masivo de balseros (1994) aceleraron los cambios.

Entre las medidas de corte estructural adoptadas en la etapa pueden mencionarse: apertura a la inversión extranjera, reintroducción de los mercados campesinos, libre circulación del dólar, apertura del mercado de productos industriales, descentralización del comercio exterior, creación de Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) en tierras ociosas de las ineficientes granjas estatales, y la aplicación del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial de las FAR a otras empresas.

En 1995 ocurrirían dos acontecimientos cardinales: la llegada al poder del joven Carlos Lage, que actuaría como primer ministro en funciones, y la constitución del holding militar Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), dirigido por el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Al año siguiente, la aprobación de la Ley Helms–Burton agudizó aún más el bloqueo económico; no obstante, a fines del mismo se anunció que la crisis tocaba fondo y se iniciaba la ansiada recuperación.

Bloqueo norteamericano y reforma económica en Cuba

El V Congreso del PCC (1997) hizo renacer el optimismo respecto a la posible solución de los problemas a partir de soluciones endógenas, con la promesa de una mayor incorporación del pueblo al debate de los asuntos de interés público y la aplicación de medidas prácticas a partir de la búsqueda colectiva de soluciones. Fue el canto del cisne de la utopía socialista cubana.

A partir de 1998 inicia un segundo «Punto Jumbar» de la Revolución, que conducirá a su conversión en una ucronía. La confianza en una incipiente recuperación, reforzada con la llegada de Chávez al gobierno de Venezuela (febrero 1999), la noble lucha por el regreso del niño Elián y el inicio de la Batalla de Ideas; se acompañó de una contumaz involución de las reformas al modelo.

Las asociaciones mixtas fueron reducidas y eliminados los negocios inmobiliarios extranjeros; se redujo el número de empresas autorizadas a realizar operaciones directas de comercio exterior, se revivió la animosidad hacia el trabajo privado y se decidió centralmente desmantelar la mayor parte de la industria azucarera y venderla como chatarra. 

Desde entonces han proliferado determinaciones encaminadas a preservar el viejo modelo estatizado, mediante el expediente de cambiar algo para que lo fundamental siga igual. Así, el dólar estadounidense se sustituyó por una Cuban currency (CUC), se centralizaron los mecanismos de asignación y utilización de divisas, y se modificó la metodología de determinación del PIB —que disparó su monto sin que se apreciara un incremento real del consumo—lo cual originó una suspicacia internacional respecto a las estadísticas oficiales cubanas.

Democracia y economía: el real sentido de las prioridades

En 2008, cuando Raúl asumió la dirección del gobierno, planteó la necesidad de «encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas». Encaminado a ese propósito, introdujo reformas en la agricultura, pero ninguna otorgó independencia a los productores respecto al plan, ni eliminó el monopolio estatal de la comercialización.

Al año siguiente aconteció la mayor remoción sincronizada de puestos claves del Gobierno en la historia de la Revolución. Fue separada de sus cargos toda la nueva generación de dirigentes entrenados por Fidel. El titular de Turismo, Manuel Marrero —actual primer ministro—, fue el único que conservó su cargo. Los puestos principales serían ocupados por militares en activo o retirados, mientras, el poder de GAESA sobre sectores claves de la economía se fortalecía cada vez más rápidamente.

En 2011, a catorce años del anterior, fue celebrado el VI Congreso del Partido. En él se aprobaron los «Lineamientos de la Política Económica y Social», hoja de ruta para reformar el socialismo cubano. Desde aquel momento se ralentizaron los cambios, y el VII Congreso (2016) solo sirvió para aprobar nuevos documentos: la «Conceptualización del modelo económico y social cubano» y el «Plan estratégico de desarrollo hasta 2030». De la consigna «Sin prisas, pero sin pausas» se imponía la primera parte.

La despedida de Raúl Castro

Desde el «Punto Jumbar» de 1998, el inmovilismo disfrazado de reformas se ha impuesto como tendencia. Por su causa, se perdió la posibilidad de aprovechar el lapsus favorable para Cuba de la llamada «década ganada» del progresismo latinoamericano (2006-2016), el auge del precio de las materias primas y el deshielo con la administración Obama.

Se ha llegado a un período en que únicamente la aplicación de una reforma profunda al obsoleto modelo estatizado, que lo torne democrático y participativo, podría salvar a lo que fuera la utopía cubana de convertirse en una ucronía inmovilista y anacrónica, que es lo que hoy prima.

[1] Javier de la Torre Rodríguez: «En busca de la ucronía perdida», Korad, no 8, enero-marzo, 2012, pp. 4-8.

28 abril 2021 24 comentarios 3k vistas
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Partido

El Congreso del Partido y la autodeterminación

por Arturo Mesa 24 abril 2021
escrito por Arturo Mesa

Me apropio de una de las frases expresadas por el presidente de la República en su discurso de clausura del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba para dar mi opinión: «La unidad tiene que prevalecer, sin olvidar jamás que tiene que ver el bosque y los árboles». Por tanto, este arbusto opina.

Considero que el concepto sobre el cual se ha basado el discurso en torno al Congreso y al papel del Partido resulta erróneo. La idea del presidente es: Si perecemos como proyecto nunca tendremos la autodeterminación como opción. 

Esa autodeterminación existe fuera e independientemente de la conciencia. Pensar que la abandonaremos es desconfiar de nuestro intelecto y poder de razonamiento. Existe hoy y existirá siempre, aunque no medie el Partido, porque quizás una de las mayores virtudes de nuestra época fue educarnos en los valores de libertad, independencia y, por supuesto, autodeterminación. Sin ellos –no sin el proyecto– sería imposible avance alguno. 

Quizás también sea legítimo que las masas –y no solo 238 miembros del mismo partido– escojan a su «arquitecto económico», libre de polvo y paja. Este, junto a un equipo de trabajo, deberá presentar estrategias prácticas y creativas de desarrollo que empiecen a dar frutos en un período de tiempo determinado y lógico.

Partido único y democracia en Cuba

El proyecto podría y debería ser concebido desde el «socialismo» al que no acabamos de llegar, quizás justamente por esa concepción errónea de un ente político que actúa por sobre todas las iniciativas de los distintos árboles del bosque como «Dios Omnipotente y Omnipresente». No se trata de nombre, ni denominación, sino de crear un marco de justicia y justeza por encima de una organización o ideología.

Se dice además que tenemos que aprender de los errores y que el error sería no corregirlos. Sin embargo, sucede que la vida es poco más de sesenta años y no hay tiempo para más «ordenamientos» o «rectificaciones» que tardarían otras décadas sin que aparezcan mejores opciones que tiendas en MLC, colas, carencias  y miedo a los egoístas y codiciosos cuentapropistas con afán de mayores ingresos.  

Nuestros proyectos y ambiciones no solo se incumplen, sino que ni siguiera despegan. Es tan cierto el bloqueo externo como el interno, que puede definirse con las propias palabras del presidente en su discurso de clausura: 

«El quinquenio que evalúa este Congreso no exhibe buenos resultados económicos. En ello también influyen la ineficiencia e ineficacia en el desempeño de una parte significativa del sistema empresarial y del sector presupuestado, se presentan problemas estructurales que afectan su desenvolvimiento y que no han logrado resolverse en el periodo, el exceso de gastos que no resultan imprescindibles y la falta de control de los recursos materiales y financieros así como trabas innecesarias y el burocratismo entre otros males».

«La tarea ordenamiento no siempre bien comprendida, incluso por quienes tienen la responsabilidad de ejecutarla…».

«Es honesto reconocer que el Ordenamiento presentó problemas de instrumentación, por insuficiente preparación de algunos directivos e inadecuada interpretación de las normas…». 

Partido 2

El presidente Miguel Díaz Canel en su discurso durante el VIII Congreso del Partido (Foto: Estudios Revolución)

¿Quién nos asegura que las próximas normas se interpretarán correctamente o que el siguiente directivo tendrá la suficiente preparación? ¿Quién garantiza que se comprendan bien las reformas que necesitamos y se apliquen adecuadamente, para lograr al menos un mínimo de bienestar? ¿Quién certifica que son las reformas correctas y que no serán objeto de «crítica revolucionaria» y «rectificaciones» dentro de unos pocos años?

Además, ¿cuáles fueron las propuestas concretas emanadas del Congreso si, a juzgar por el texto de la clausura, se han escrito más párrafos sobre el funcionamiento de Partido que sobre cualquier iniciativa que nos acerque a una calidad de vida merecida y esperada durante décadas?

Se impone el respeto al derecho de las personas a una vida decorosa. Se impone el ejercicio de la responsabilidad política. De la misma forma que desde la comodidad del poder amasado por años se nos pide una vez más confianza en la gestión del «Todopoderoso», ¿por qué el «Todopoderoso» no confía de una buena vez en el pueblo y en su opinión para salir del «diluvio» que nos ahoga? 

Quizás la mayor contribución que el Partido pudiera realizar en beneficio del futuro sea la de crear las condiciones para que se empoderen verdaderamente aquellos con opiniones y experiencias auténticas y legítimas, aunque esté aislados de las creencias y consignas del propio Partido, para que tengan capacidad de actuación y decisión los arquitectos económicos y sociales nucleados alrededor de la idea de progreso justo y no de mandato.

Llegado el momento, lo más digno sería hacerse a un lado o presentar a «su propio arquitecto», como en justa democracia, para ser valorado por todos. La justicia, la prosperidad, la libertad, la felicidad de la emancipación completa, lo son todo para el ciudadano. Por eso habrá que luchar y cuando lo tengamos, entonces habrá autodeterminación. 

24 abril 2021 30 comentarios 3k vistas
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Partido - democracia- cuba

Partido único y democracia en Cuba

por Ivette García González 19 abril 2021
escrito por Ivette García González

El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) no incluyó en su agenda a la democracia. Sin embargo, la relación de esta con los partidos políticos y su prioridad para la izquierda son temas recurrentes. Realidad nacional, medios alternativos y redes sociales en Cuba confirman su importancia para la sociedad civil.

Tal contradicción me hizo recordar el título del texto de José Llamos Camejo publicado en Granma el 7 de abril: «¿Un Partido único ha limitado la democracia en Cuba?». Este es un claro ejemplo de la tendencia continuista que: sustituye argumentos por citas de dirigentes y consignas, equipara al PCC con el Partido Revolucionario Cubano (PRC) de José Martí, exalta el modelo cubano de democracia y ubica a todo el que disiente como enemigo al servicio de la agenda gubernamental de los EEUU. 

Respuesta necesaria a una ¿aparente? contradicción

Si bien el pluripartidismo no garantiza per se el desarrollo democrático, el unipartidismo es tan cuestionable o más que su contrario. El PC ha limitado la democracia en su vida interna y en el conjunto de la sociedad dada su posición suprema en el sistema político.  

Me limito a señalar tres ejemplos: 1) ¿cómo justificar que esté por encima de la sociedad y del Estado un partido político conformado por el 6% de la población y cuyos órganos no son electos por el pueblo?; 2) ¿cómo es posible que desde abril de 2018 Raúl Castro anunciara —diciendo: «se ha planificado así»— quién lo relevaría en el cargo de Primer Secretario del PC tres años después?; y 3) ¿salieron los delegados al VIII Congreso de los precandidatos elegidos por los núcleos de base, como afirmó el NTV?

Partido Comunista y responsabilidad política

Recientemente el destacado intelectual Rafael Hernández señaló que la organización partidista «(…) padece de poca creatividad y vínculos con la ciudadanía, métodos burocráticos de dirección, y pérdida de autoridad y ejemplaridad, provocadas por actitudes negativas e incluso corruptas». Mientras, el hermetismo, el secretismo y la falta de transparencia parecen componentes naturales de su funcionamiento.

Al órgano superior del PC, el Buró Político, compuesto por diecisiete personas, se subordinan todos los poderes del Estado. Decide sobre 11.33 millones de cubanos. Se fue ampliando de ocho miembros en 1965 hasta veinticinco en los noventa, para volver a contraerse en los 2000.

Dicha instancia es electa por el Comité Central, cuyos miembros se eligen en el Congreso por los delegados, que ahora representan apenas el 0.0026% de la población del país.  

Partido único y democracia: ¿qué dicen algunos medios?

Convoco la atención sobre los medios y la pregunta de Llamos Camejo.  

1. Pocos días antes del Congreso, las columnas «Opinión» y «Cuba», del Granma digital, mostraban veintisiete y veintinueve textos respectivamente. En la primera casi todos eran de temas históricos, culturales, anecdóticos, sin crítica ni opinión política. En la segunda solo ocho generaron entre uno y cuatro comentarios. La excepción fue el referido artículo. Cuando menos indica que el tema de la democracia fue el de mayor interés para los lectores.

2. Entre el 7 de octubre de 2020 y el 11 de marzo pasado, el mismo medio publicó nueve reportes noticiosos. Es sintomático lo siguiente:

– La mayoría no recibió ningún comentario. En los treinta y seis registrados predominan consignas e ideas cortas, respaldo elogioso a reuniones y decisiones basadas en documentos que no se conocen y también intolerancia. El único comentario que pareció crítico: «confío en que el atinado y necesario “Estudio del clima sociopolítico” no ignore y valore con máximo rigor y urgencia los niveles de incertidumbre y descontento entre los más amplios sectores de la sociedad cubana», recibió una categórica riposta. Por cierto, fue de un destacado intelectual cubano, a pocos días de los sucesos de San Isidro y el Mincult.

– Aun con frases laudatorias, algunos comentaristas solicitaron: más contenidos que titulares, necesidad de cambios en las estructuras de poder, necesidad de conocer los documentos a discutir en el Congreso, información sobre los delegados, reconocimiento a los trabajadores por cuenta propia en el Poder Popular, que se aprobaran cambios urgentes y que llegaran a la cúpula y se atendieran los criterios de la población.

Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos

3. Por último, quien contraste lo que publicó el Granma sobre el PC y lo que difundieron medios alternativos cubanos respecto al tema, verá que no parecen hablar del mismo país y partido y que la receptividad también difiere. Dos ejemplos:

a) El día que el órgano oficial del PC publicó el elogioso texto de LLamos Camejo; On Cuba News difundió un artículo del Dr.C. Julio Antonio Fernández Estrada. En este, que tuvo una importante repercusión en las redes sociales, su autor apuntaba: «El Partido (…) tiene el reto de llevar a Cuba por el camino de la democracia y la inclusión política. (…)».

b) Tanto Granma como La Joven Cuba publicaron textos a propósito de la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) de José Martí. El primero lo hizo el 12 de abril, con un artículo de Pedro Rioseco que no tuvo ningún comentario. LJC lo hizo el 10, fecha de la efeméride, con un texto del historiador Mario J. Valdés Navia que se replicó en las redes y recibió once comentarios.

La práctica ha demostrado la profunda contradicción y conflicto entre la democracia y la concentración del poder, sea en una persona, un grupo o un partido político. Que se haya refrendado así en la Constitución vigente hace más necesario y legítimo reclamar al poder la democracia que merecemos los cubanos. 

19 abril 2021 55 comentarios 7k vistas
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Cuba

Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos

por Alina Bárbara López Hernández 16 abril 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Antes de ser socialista esta fue una revolución antimperialista. Pero el antimperialismo no nació con ella. Fue una corriente de pensamiento que emergió en Cuba en los años veinte del pasado siglo. El triunfo de 1959 la convirtió en política al establecer, finalmente, una estrategia que dejó atrás décadas de subordinación a los Estados Unidos. O así creíamos.

Ante el inicio del octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba que según ha anunciado analizará con énfasis el ambiente político-ideológico de la sociedad, habría que preguntarse —y preguntarles—, si esa corriente sigue siendo tan influyente ahora como entonces.

En álgido intercambio en Facebook con un antiguo periodista, ahora residente en los EE.UU., me dijo que durante el tiempo que vivió aquí soñaba con la entrada de las divisiones aéreo-transportadas del ejército norteamericano. Algunos líderes del Movimiento San Isidro han manifestado similares pretensiones. Uno gritaba incluso que el mandatario Donald Trump era «su presidente». Sin embargo, no todos quieren la entrada de los Estados Unidos mediante la fuerza. Hace pocos días una joven comentaba que «Cuba siempre ha necesitado de un “sugar daddy”. Sea España, sea los USA o la URSS».

Relaciones Cuba-EEUU desde un nuevo enfoque

Estas posiciones están mediadas por una enorme gradación de matices, en los cuales subyace la idea matriz de que Cuba necesita el cese del bloqueo norteamericano y la entrada de capitales extranjeros para comenzar a emprender una  senda de reformas que la conduzca a la prosperidad.

Estados Unidos nunca ha dejado de vernos como a cosa propia. ¿Pero, hemos llegado los cubanos a percibirnos como una nación realmente independiente? ¿Cuánta responsabilidad tiene el Partido Comunista de Cuba en esta actitud al haber supeditado cualquier transformación interna a la relación con las administraciones norteamericanas?

No basta con haber nacionalizado las tierras y las industrias. No es suficiente un discurso político de condena a la vocación imperial del poderoso vecino. Debimos mostrar con éxitos económicos sostenidos y no con declaraciones nuestro antimperialismo. Y, siendo marxistas de verdad y no simulados —y martianos—, debimos empezar por ser independientes económicamente de cualquier potencia extranjera.

Esta controversia no es nueva. Veámosla en dos momentos de nuestra historia.

Génesis del antimperialismo en Cuba

Quizás los más jóvenes —aquellos que, o se marchan de Cuba o sueñan con hacerlo—, y puede que miembros de generaciones mayores, crean que el imperialismo norteamericano es un fantasma, otra creación del discurso político oficial para mantener la cohesión. Se equivocan.

Muchos imaginan que fue con la ocupación norteamericana de 1898, o con la aprobación de la Enmienda Platt a la Constitución de 1901, que el imperialismo yanqui llegó a controlar férreamente el destino insular. Tampoco.

Cuba 2

Caricatura de la época.

Esos fueron pasos, que se remontan incluso a las últimas décadas decimonónicas, pero la definitiva penetración de capitales norteños se concretó hace exactamente un siglo.

En 1921, cuando los bancos cubanos y españoles cayeron en bancarrota debido a la crisis que desde 1920 había desplomado los precios del azúcar, se produjo el control definitivo de las finanzas insulares por parte de compañías norteamericanas. Tal dependencia económica se hará crítica con el endurecimiento de las tarifas arancelarias, por parte del gobierno de Estados Unidos, ante la cercana bancarrota de 1929.

La intelectualidad cubana reaccionó a esta realidad mucho antes que los políticos —fenómeno que se repite en la actualidad— lo cual fue estimulado también por la actitud interventora yanqui en el área de Centroamérica y el Caribe, que contribuyó a  una interpretación de nuestro contexto estrechamente ligado al de la región.

En 1927 Ramiro Guerra, un hombre que no fue jamás de izquierda pero al que este país debe mucho, impartió la conferencia  «Azúcar y Población en las Antillas». En ella demostró estadísticamente el nivel que había alcanzado la penetración norteamericana en suelo cubano. Así lo comentó Revista de Avance: «(…) el Doctor Guerra, con los datos precisos, nos dijo que once compañías extranjeras poseían la mitad de la tierra laborable de Cuba (…)», (año I, t II, no. 16, 30 de noviembre de 1927, p. 87).

Hasta ese momento la retórica de los viejos revolucionarios, agrupados algunos en la Asociación de Veteranos y Patriotas, había sido la apelación al «honor nacional» y «la dignidad patria». Se alentaba aún la consigna de la unidad: «contra la injerencia extraña, la virtud doméstica»; antiguo avatar de lo que después sería la «tesis de la plaza sitiada»; nociones ambas que mucho daño han provocado.

Para la juventud entusiasta y transgresora, que se manifestaba como una generación de ruptura, fue primaria la lucha contra la dominación cultural de los pueblos de América Latina. Postura muy coherente con sus intereses pero que dejaba sin atención la decisiva cuestión de la dependencia económica.

El llamado de Ramiro Guerra tuvo consecuencias inmediatas. Una fue el rescate de la faceta antimperialista del pensamiento martiano; otra, la perspectiva materialista para el análisis de la situación nacional. El ensayo Juventud y Vejez, de Juan Marinello, escrito en 1927 y publicado al año siguiente, permite constatar este cambio:

«Venga el dinero de afuera a civilizarnos —nos han repetido. Vengan industrias grandes y comercio próspero. Todo marchará sobre ruedas doradas y lo demás lo harán la bandera y el himno (…) ¿No habrán pensado nunca los hombres de la mano extendida que nadie rige en casa ajena? ¿Cuando hayamos derrochado en frivolidades y en burocracia parasitaria e inepta el precio de nuestro suelo, qué seremos en nuestra tierra a pesar del himno y de la bandera?» (Eds. Revista de Avance, 1928, pp. 19-20).

Esa nueva perspectiva fue planteada desde Revista de Avance el 15 de julio de 1928: «(…) ya va siendo hora de que en Cuba fundamentemos las opiniones sobre los hechos, y no sobre un misticismo hecho de vagas ilusiones y escrúpulos de teórica dignidad. El patriotismo, si no tiene un sentido realista, se queda en obcecación suicida».

Rescatando a Martí

Se estableció así una corriente de pensamiento opuesta categóricamente a la penetración imperialista. En todos los años que duró la república, el gobierno que más se acercó a realizar ese sueño fue el denominado de los Cien Días. Jamás fue reconocido por la nación del Norte que, no obstante, nunca rompió relaciones con los dos dictadores que tuvimos: Machado y Batista. Al gobierno norteamericano no le interesaban los derechos violados de los cubanos, ni las Constituciones atropelladas. Ni dio la espalda a otras dictaduras. Lo único que le ha interesado siempre es el cuidado de sus intereses. Es lo que sigue importándole.

La revolución antimperialista más exitosa de la humanidad

Un ideólogo triunfalista de nueva promoción, de los que proliferan como la mala hierba en el terreno de los medios oficiales, se refirió hace poco a la revolución cubana con la frase que encabeza este epígrafe.

Cuando se analizan los fenómenos históricos en su inmediatez no se consigue un examen totalizador. En ocasiones hay que distanciarse de lo cotidiano. Es cierto que el alejamiento resta minuciosidad pero aporta perspectiva. Así es conveniente acercarse a veces a la historia, pues atrapados por las coyunturas, descuidamos las duraciones más largas.

Una revolución antimperialista solo consigue sus metas cuando rescata la riqueza nacional para que esta crezca y sostenga al país, incluso para que nutra a un proyecto basado en la justicia social. Seis décadas después de su triunfo, no solo hay que referirse a lo que fue conquistado, sino a los resultados a largo plazo de esa victoria.

Útiles remembranzas

¿Qué mérito tiene que nuestras tierras fueran redimidas de los monopolios para entregarlas al marabú y tener que adquirir los alimentos en el exterior?

¿Cuál fue el destino de nuestra industria azucarera, dependiente de un mercado procesador ubicado en el Norte, y ahora débil e incapaz de producir ni siquiera para el mercado interno?

¿Cómo ha mejorado la situación del pueblo el haber sustituido a un monopolio como fue la Cuban Telephone Company por otro monopolio como ETECSA, cierto que nacional pero tan expoliador como aquel?

¿Dónde radica el control sobre el incipiente negocio de la hotelería y el turismo, que despegaba en los cincuenta en manos de una mafia norteamericana y que ahora está en manos de GAESA, poderoso monopolio de las Fuerzas Armadas que no rinde cuentas de sus inversiones y finanzas ante la Asamblea Nacional del Poder Popular?

Tantos años después, aquí estamos: abiertos al capital extranjero al que se presenta como tabla de salvación, con una Constitución que los invita, con su majestad el dólar rigiendo de nuevo, endeudados hasta la médula con poderosos círculos financieros internacionales. Y, lo peor, esperanzados en que el Norte retire el bloqueo y decida hacer negocios en Cuba para, posteriormente, avanzar más en las reformas y llegar a disfrutar de derechos políticos.

¿Díganme si eso no significa la victoria de un plattismo inconsciente en el imaginario social de esta nación? Es la derrota de aquella fuerte corriente de pensamiento que emergió hace un siglo. Eso sí, maquillada con un discurso político que continua siendo profundamente antimperialista. Las palabras por un lado y la realidad por otro.

Es un discurso al que podrían formulársele preguntas similares a las hechas por Juan Marinello el siglo pasado. El  himno y la bandera son símbolos. Ni ellos ni las consignas y el patriotismo de barricada nos van a salvar. El control de la riqueza nacional y su florecimiento es lo que permite la verdadera soberanía y un futuro de prosperidad.

Estados Unidos no se va a mover de su lugar. Cuba tampoco. Debemos tener relaciones de respeto mutuo y buena vecindad. Es lógico que la cercanía entre ambos países favorezca las relaciones comerciales. Pero sin olvidar jamás el carácter imperialista de esa nación.

Trump: una propuesta ideológica menos peligrosa

Hay que exigir el cese del bloqueo, también el retiro de la base militar de Guantánamo porque ese es un tema de soberanía incuestionable. Pero la mejor salvaguarda ante las apetencias imperialistas, tanto de EE.UU. como de otros países, es una nación próspera.

Esta no es la situación de la economía cubana, que se encuentra en una crisis estructural. El bloqueo, las medidas del gobierno de Donald Trump y la situación de pandemia no pueden justificar los errores de los últimos sesenta años.     

La verdadera excepcionalidad de Cuba radica en haber logrado el triunfo de una revolución profundamente antimperialista que consiguió el rescate de su riqueza nacional de manos de la nación más poderosa del mundo. Y lo hizo estando ubicada a poca distancia de ese país.

La manera posterior en que esa riqueza ha sido administrada respondió a un modelo de socialismo burocrático que era una regularidad y, por tanto, nada excepcional. Era un modelo que había demostrado debilidades desde antes que trascendiera en Cuba. Haberlo asumido, y negarse a reformarlo hasta hoy, es responsabilidad máxima de la dirección partidista. Que para eso ha estado dirigiendo desde el comienzo. ¿Será reconocido esto en el VIII Congreso? Debería.   

16 abril 2021 37 comentarios 11k vistas
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Partido

El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba: razones para trascender

por Ivette García González 14 abril 2021
escrito por Ivette García González

El próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) será histórico por sus resultados, sean cuales fueren. El extraordinario y complejo escenario nacional e internacional en que se desarrollará, y las aspiraciones y urgencias de la sociedad cubana le marcan pautas.

Si sus funciones se limitaran a temas ideo-políticos, —atención a problemáticas como la corrupción, discriminación, protección de derechos ciudadanos, etc.—; y asuntos de vida interna —ejemplaridad de la militancia y democracia interna, por ejemplo—, su desafío no sería tan mayúsculo. Pero en el modelo social asumido en Cuba desde los sesenta del pasado siglo, el PCC adoptó roles diversos y omnipresentes que deciden la vida y el futuro nacional. 

He ahí su principal reto: corresponder a esas misiones, con una membresía que representa apenas el 6 % de la población de Cuba, según datos del 2016 —670 000 militantes entre 11.33 millones de personas—; cuyo ascenso no pasa por la elección del pueblo. A pesar de ello, es la fuerza política «superior y dirigente de la sociedad y del Estado», como reza la Constitución del 2019 aprobada mayoritariamente.

Apuntes para un diagnóstico… nada halagüeño

1.- El país atraviesa la más grave crisis económica y política, como consecuencia de la lentitud y frenos al proceso de reformas acordado hace años, la permanencia del bloqueo, un deterioro institucional y el crecimiento de las violaciones al Estado de derecho con el correspondiente incremento de la violencia.

2.- Existe incoherencia entre sus consignas/autodefiniciones y el contexto. Tres ejemplos:

a) «Unidad» tiene, desde el ámbito popular, acotaciones diferentes a la propaganda oficial, tales como: no es unanimidad, solo es posible desde el respeto a la discrepancia, el derecho a criticar, opinar, sugerir sin censura y sin el silencio como respuesta a reclamos ciudadanos.

b) «Somos continuidad» es excluyente, todo nuevo liderazgo debe comprometerse principalmente con el cambio, por lo que desde las bases se le pide hace tiempo a que se proclame «renovadora», «revolucionaria», «sin continuismo».

c) «Partido de la nación cubana» es más una aspiración imposible, por sostenerse en una ideología única, no compartida por todos los cubanos y contraria al pluralismo político.   

Partido 1

(Foto: AFP)

3.- Constituye un fenómeno de omnipresencia con visibilidad a discreción: está detrás de todas las decisiones pero se muestra solo en momentos puntuales. De este modo, ha perdido interacción con las bases, que debe ser donde se construya hegemonía y se articulen consensos fundados en el ejemplo y el respeto a la democracia dentro y fuera de sus filas, máxime cuando es único, como se ha señalado en congresos anteriores.

4.- Parece haberse estancado si se le compara con la evolución de la sociedad cubana, cada vez más compleja y plural, con sacrificios, frustraciones y contradicciones acumuladas y actualizadas. Actualmente, el éxodo de militantes de sus filas, el envejecimiento de la membresía y su desconexión con las masas, evidencian el deterioro.

Algunas aspiraciones del soberano

En tres núcleos duros se pueden resumir las principales aspiraciones con que los cubanos estaremos observando el cónclave:

1) En lo económico, que terminen de encaminarse las reformas, esta vez con prisa responsable y sin pausas ni retrocesos, y con calendario para rendir cuentas al pueblo, por lo menos anualmente. Habrá que estar atentos a que la modificación anunciada del veinticuatro por ciento de los contenidos de la «Conceptualización» sea para profundizar las reformas.

2) En lo político, transparentar los debates del Congreso a través de los medios de comunicación, comprometerse con la protección a la legalidad constitucional, definir estrategias dialógicas para solventar la actual crisis política desde el respeto al pluralismo, el aseguramiento de un ambiente democrático y la protección de derechos.

3) En lo partidario, urge renovar la dirección con personas que respalden las reformas; afrontar un proceso evidente de desburocratización de los aparatos del Partido, que hoy duplican las estructuras del Estado en un país pobre y bloqueado y, modificar las relaciones con sus bases militantes y no militantes. Sobre este y otros temas asociados recomiendo un excelente artículo del profesor Fabio Fernández Batista.

A casi cincuenta y seis años de fundado, el PCC tiene ante sí la oportunidad de recuperar apoyo popular y movilizar energías desde el consenso para transformar al país, o terminar de perder la legitimidad de la que disfrutó por un tiempo prolongado.

CC - Partido

Discurso de Fidel en la fundación del primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba. (Foto: Revista Bohemia)

La percepción de la unidad monolítica ha calado hasta cierto punto en la psicología social. Un reflejo está en identificar como mejor solución la concentración del poder Estado/Partido/Gobierno en la misma figura, cual modo de asegurar la prevalencia del sector reformista. Tal vez para este momento crítico no sea tan descabellado pensarlo, la práctica lo dirá. En mi criterio, no hay garantía, no es normal y, en el mejor escenario, una persona no hace un país, es la institucionalidad la que decide. Ojalá no se retome como tradición.

En todo caso, habrá que ver con qué peso queda el sector burocrático conservador que lidera la resistencia a los cambios y el hermetismo en la esfera política. Si al menos se impusiera una tendencia reformista para los cambios económicos, sería un paso de avance, pero problemas de base correspondientes a los pilares del modelo al parecer se mantendrán, todo un reto para la sociedad civil.

La sociedad cubana está en una situación límite y, como afirmé hace un tiempo, «ya la fe solamente no alcanza». Dicho esto, hago propias las palabras del jurista Julio Antonio Fernández Estrada en un excelente texto: «Necesitamos que la felicidad no sea solo una opción a largo plazo sino una ilusión que se aviste a la vuelta de la esquina».

Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

14 abril 2021 30 comentarios 3k vistas
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