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cola

Cola

Cuadrar la cola

por Jorge Fernández Era 21 agosto 2022
escrito por Jorge Fernández Era

—¿Es el Departamento de Relaciones Públicas del Instituto de Información y Comunicación Social?

—Le dieron mal el teléfono. Somos el Instituto Cubano de Radio y Televisión.

—¡¿El ICRT?! Qué valientes: un año en la clandestinidad.

—¿De qué habla?

—Ustedes pasaron a mejor vida desde agosto de 2021, lo dice el decreto ley 41.

—Mientras sigan pagándome, poco importa si somos presupuestados o presuprestados.

—Me resbala en qué entresijo de la legalidad se encuentran. He llamado para comentar sobre «Cuadrando la caja», una propuesta televisiva «para debatir, cuestionar y llegar a consensos desde el socialismo cubano». Me cuadra, me encaja tanto como el socialismo cubano.

—Está bueno, ¿eh?… el programa digo.

—¿Que si lo está? Yo admiro a la conductora. Pararse ante las cámaras y aceptar que se llama Marxlenin, sin guardar rencor a sus padres… Vaya, que pudieron haberle puesto Enya, inspirados en Federico.

—Que quede entre nosotros: de chiquita le decían Malenita, fueron años felices para ella.

—Traumático pararse ante las cámaras el último domingo y preguntar dos veces sin inmutarse: «¿Son las colas un mecanismo de distribución?». Sus tíos políticos (Marx y Lenin) deben haberse revuelto en la sobrevida.

—Mi mamá marca a cada rato en la tienda de Toyo, y allí se distribuyen gaznatones de todos los colores.

—Porque hay gente que no aprende. Una mujer de 60 años declaró a la televisión desde el Mercado Único: «A lo mejor cuando das una vuelta para tu casa no cogiste nada, porque no puedo estar en la tienda el día entero, desde las cuatro de la mañana marqué, a ver si puedo. ¿Qué pasa?: que las personas marcan, pero unos se van, unos vienen, “delante de mí vienen cuatro”, “atrás de mí vienen cinco”, ¿qué vas a hacer?, el cubano es así».

—Estamos como estamos porque los cubanos somos cubanos.

—Así es. La periodista aseguró: «Algunas soluciones han sido más atinadas que otras. A pesar del desabastecimiento, en algunos lugares se han encontrado las vías para que las colas no sean el día a día de la población».

—Son el mes a mes. Solo puede comprarse una vez cada treinta días.

—«El almanaque de la Revolución tiene la capacidad de movilizarnos alrededor de la infinidad de hitos heroicos vividos a lo largo de estos sesenta y tres años», ha dicho Gerardo.

—Las colas son un hito.

—Y uno de los hitos del programa fue la intervención de un ingeniero en informática para hablar de la aplicación «colas.cu». Me estremeció saber que tienen el registro de 128 000 colas en 761 días en 671 puntos de venta, y («lo más contundente», apuntó el especialista): 1,5 millones de personas, con 3,8 millones de compras registradas.

—Casi tres productos por consumidor. Después hay que oír que la ciencia criolla no ha sido capaz de poner sus resultados en función del desarrollo socioeconómico del país.

—Claro que ese registro no refleja toda la riqueza del fenómeno, pues si dividimos las colas…

—Una cola dividida es un problema.

—…entre la cantidad de días arroja una cifra de 168 colas diarias para casi setecientos puntos de venta. Está flojo eso.

—Pa lo que venden…

—«Como último dato, y muy relevante, es que con el uso de la aplicación colas.cu, es decir, con la informatización de las colas, tenemos por el momento el dato de 522 000 beneficiados», explicó el tipo.

—Menos de la mitad de los que marcan. Los demás quedan marcados.

—Pero esos que regresan a casa cabizbajos, sin pollo pero sin pausa, lo hacen con la felicidad de participar de un análisis estadístico que será contenido de trabajo para decenas de centros científicos, y comidilla para los diputados, ¿entiende?

—Mejor si se convirtiera en almuercillo para todos.

—El clímax del programa fue la pregunta de la conductora: «Si se vende más, ¿cómo es posible que siga habiendo colas», y la posterior respuesta del ingeniero: «Algo a resolver con los economistas».

—¡¿Se está resolviendo el desabastecimiento?! ¿Son los economistas los que deben contestar esas preguntas?

—No se me ponga filosófica. Gracias a la aplicación, 83 000 personas (el cuatro por ciento de la población de la capital) pudieron comprar, pues fueron rechazados igual cantidad de individuos que son, según Marxlenita, «una de las molestias adicionales al problema de las colas»… Mire, acaban de reponerme la electricidad. Dijeron cuatro horas, se pasaron en nueve minutos.

—Esos nueve minutos representan la deuda de gratitud que a partir de hoy contraen las demás provincias con su circuito. En su caso, más que de solidaridad, puede hablarse de internacionalismo.

—Una pregunta adicional: esa última cola que se ha formado ¿es por 23 o por M?

—¿De qué cola habla?

—La que va del punto A al punto B.

21 agosto 2022 9 comentarios 1k vistas
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Dulce

Dulce Ambición

por Jorge Fernández Era 3 julio 2022
escrito por Jorge Fernández Era

―Así que siguen dándonos cuatro libras por la libreta. ¡No joda, jefe! Ahora hay que espantarse la mitad de azúcar prieta.

―Obvias que el azúcar crudo es producto de la evaporación del jugo de la caña. Sufre un procesamiento químico menos invasivo y, por tanto, conserva los nutrientes. Nos están alimentando más.

―Ese aporte extra de nutrientes frente al blanco refinado es prácticamente irrelevante, solo superado en irrelevancia por la cantidad de libras de azúcar que obtenemos de la cuota normada.

―Cuota normada que se mantiene a pesar del costo del endulzante en el mercado internacional. ¿Sabes a cuánto estaba la libra en mayo según Cubazúcar, empresa del Ministerio del Comercio Exterior y de Inversión Extranjera?: en el rango de 18,57 a 19,21 centavos de dólar la libra, con tendencia al alza.

―No tanto como en el mercado informal, donde se alza ya a unos 80 pesos, equivalente a 80 centavos norteamericanos. ¡Cualquier bolsa de valores tiembla ante nuestra bolsa negra!

―Eso acabará muy pronto. «El sector azucarero tiene suficientes potencialidades para revertir la involución tecnológica que hoy sufre». Lo ha dicho el presidente en una plenaria con los productores y representantes del Ministerio de la Agricultura y Azcuba.

―¡Haz Cuba, y si no puedes hacerla, retírate!, apuntaría yo de haber estado allí… Quizás lo esté llevando recio, ya no tiene ni asesor.

―…En esa reunión se examinaron los desafíos que tiene ante sí esta estratégica esfera. El primer secretario planteó que para salvar al sector que durante siglos lideró la economía nacional y superar los retos actuales en la industria agroazucarera es imprescindible hacer las cosas de manera diferente.

―Sí, la última zafra fue la más baja en más de cien años. Estamos haciendo las cosas diferentemente peor.

―La compleja situación está motivada en buena medida por los nocivos efectos del bloqueo estadounidense.

―Claro, porque fue George W. Bush quien cerró 70 centrales azucareros hace veinte años, con la Tarea Alvar O’Rey Noso.

―Pues mira, por primera vez el estudio y las universidades se abrieron como fuentes de empleo.

―Ja, y a partir de aquella histórica decisión pasamos de un producto interno bruto a un «producto interno inteligente».

―¿Quién iba a predecir que dos décadas después, camino a la prosperidad de la nación, el azúcar alcanzaría más de 500 dólares la tonelada?

―Gobernar es prever. Lo dijo Martí cuando se consumaban zafras superiores a estas molidas trapicheras de pleno siglo XXI.

―¡Bueno, ya!… que el apóstol dijo también que el amor a la patria no es el amor ridículo a la hierba que pisan nuestras plantaciones de caña, así que ponte a pensar en soluciones para salvar el único ingenio que queda con vida en el municipio. Si nos cae el vice Jorge Luis Tapia, va a cogerme como material de estudio para plantear que «el director tiene que ser el primer cuadro extensionista».

―¿Y eso qué es?

―Imagino que ser un cuadro en toda la extensión de la palabra. Si deseas que te consideren como tal en la próxima visita del Gobierno, propón al menos, como subordinado, una solución a la carencia de recursos en la zafra, a los «veintidós problemas de orden objetivo y subjetivo que lastran su quehacer».

―Fácil: se eliminan las cuatro libras motivo de discusión al inicio de nuestro intercambio matutino, y se le distribuye a cada núcleo una arroba de caña. La familia tendrá que responder por la diversificación de ese núcleo primario de desarrollo endógeno que ponemos en sus manos. Exigiremos más adelante que cada consumidor, para recibir lo que le toca, tendrá que sembrar y entregar al menos el doble de posturas de caña recibidas el mes anterior.

―La idea no es mala. Ahora mismo calculo, por lo bajito, la cantidad de petróleo que nos ahorraremos si la caña va directo del surco al mostrador de la bodega y del mostrador de la bodega a la economía de plantación. Vamos a tener «más exportaciones, más satisfacción, más bienestar para los trabajadores, más desarrollo del país y, en fin, más socialismo».

―Eso es lo de menos.

―¡¿Cómo que lo de menos?!

―Lo del combustible digo. ¿Se imagina cuánto guarapo podrán tomar nuestros niños para llegar con nuevos bríos a su escuela? Canel dijo que la trascendencia de la industria azucarera como parte intrínseca de nuestra historia, cultura e identidad implica en lo adelante producir, a partir de todos los usos que brinda la caña, alimentos, ganado, autoconsumo, frutales, madera, módulos pecuarios, alimento animal, acuicultura, materiales de la construcción…

―Y azúcar, ¿no?

―Ya usted pide demasiado.

3 julio 2022 15 comentarios 1k vistas
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Mar

Mar y tierra

por Jorge Fernández Era 12 junio 2022
escrito por Jorge Fernández Era

―Acabo de comprar tilapias en la pescadería. A ciento sesenta el kilogramo, setenta y tres la libra. Este país está muy jodido.

―Tú y tus frases tilapidarias…

―Cada uno de esos peces vertebrados ectotérmicos me ha salido en 23,75 pesos, casi un dólar al cambio oficial.

―Lo de ectotérmico parece referirse a una temperatura que lo mismo le da ecto que aquello.

―Por ahí la cosa. Regulan su calentura de acuerdo a fuentes externas, más o menos como los grupos electrógenos, que tienen desequilibrado el metabolismo, pues dependen del diesel importado.

―¿Y las tilapias se importan?

―Por lo que valen parece que sí. Hace año y medio se comercializaban a trece pesos el kilogramo. Han multiplicado su costo más de doce veces, a contrapelo de mi salario, que solo se elevó el triple. Si Canel se entera de que una empresa estatal pone esos precios… advierte por la televisión, con voz afectada por el desconcierto, que no debiera hacerse, que se ve feo entre compañeros.

―O llama al amor, a la confraternidad, a la sensibilidad de las empresas a la hora de poner el producto al alcance de los consumidores.

―Para ser los consumidores quienes sufran el divorcio… del discurso con la realidad.

―La tilapia que va al plato, al serle esquiva una alimentación en base a maíz y soya, está criada con una dieta mayoritaria de excrementos, específicamente de gallinas y cerdos. Estamos ingiriendo toxinas, hormonas, grasas peligrosas y heces de animales. La gallinaza y el estiércol porcino se han escabullido notablemente: no puedes obligar a un pollo o a un puerco a defecar cuando le ofertas lo mínimo para sobrevivir. Alimentadas con methyltestosterona, una hormona altamente tóxica para el hígado, las tilapias pasan por un cambio de sexo para lograr un noventa y ocho por ciento de ejemplares machos.

―Que no se entere la secretaria de la FMC de mi cuadra, por coincidencia mi esposa.

―Hay que decir a su favor (a favor de la tilapia) que es un pescado muy barato. Además de rico en proteínas, contiene vitaminas B y D, hierro, selenio y ácidos grasos omega 3. Cada porción de 100 gramos aporta hasta 20 de proteínas, similar al pollo, y con menos cola. Es un alimento que prolonga la sensación de saciedad…

―…tan presente en los hogares cubanos.

―Sin embargo, los estudios demuestran que hace daño al corazón, al cerebro y al estado de ánimo.

―Nuestro estado de ánimo está dañado no por el pescado, sino por cerebros que, desde el puesto que ocupan, incitan a la animosidad contra el Estado.

―La acuicultura es un negocio redondo. Fíjate que en 1964 se recibieron en Cuba cien ejemplares de la carpa espejo israelí, que tiene ausencia casi total de escamas y una carne más sabrosa que la carpa común. Al puerto solo llegaron con vida diecisiete, para más tarde morir cinco más, quedaron doce para los experimentos de ceba y recría.

―Pero con doce basta…

―Exacto. Se comprobó, gracias al espíritu irredento de esos ejemplares y a nuestras características climáticas, que en Cuba podía llegarse a cinco toneladas por hectárea de agua al año (en China e Israel logran solo dos) y a un costo de cinco centavos la libra, más o menos cinco pesos hoy. Ya en el primer parto algunas carpas llegaron a un millón de ovas.

―«Ovasión» y diplomas es lo que quedó de aquello, ¿no?

―La última vez que vi carpas israelíes fue en el parque japonés del Jardín Botánico, sometidas a una intifada por parte del público asistente.

―El primero de mayo hubo carpas… en todos los desfiles.

―Clarias hay muchas más, y en cualquier fecha. Crecen con inusual fuerza en el ciberespacio.

―La tilapia vino a resucitar en la pescadería de la Esquina de Toyo. La que consumimos acá es la mozambicana. La FAO plantea que su cría es mucho más barata que la de la carpa israelí. Puede llegar a crecer hasta los cuarenta centímetros. Las que hibernan en mi congelador no llegan ni a quince.

―La talla promedio para filetear es de 250 a 600 gramos, entre libra y libra y media. Pueden alcanzar ese volumen en solo seis meses. Hay ejemplares que alcanzan los tres kilos.

―El peso promedio de las mías, no aptas para filete, es de 148,125 gramos. No las dejaron llegar ni a la pubertad.

―Lo que han hecho con esos animalitos es un tilapicidio.

―Es que no son las tilapias, sino nosotros, los que vivimos comiendo mierda.

12 junio 2022 7 comentarios 1k vistas
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cola

Cola avisada no mata delincuente

por Alejandro González 27 julio 2020
escrito por Alejandro González

Hoy no fui a trabajar. Me atreví, en cambio, a participar en una cola para una supuesta venta de aceite y productos de aseo personal en el Punto de Ventas situado en la esquina de Manzaneda y Milanés, en la céntrica urbe matancera. Creí que podía permitirme ese lujo pues, siendo profesor universitario y estando a un día exacto de terminar oficialmente las labores de preparación del próximo curso escolar, no sería demasiado negativo el impacto de mi ausencia al trabajo y sí muy positivo en mi hogar.

Normalmente soy bastante exigente conmigo mismo y si no voy a la universidad me quedo en casa y, a tono con estos tiempos de COVID, trabajo en mi preparación de asignaturas y en mi investigación científica.

Pero hoy el tiempo estaba malo. Habían anunciado fuertes lluvias y tormentas para la zona occidental y temí también que no pudiera aprovechar mi tiempo de máquina en la universidad porque habrían de apagarse las PC en una zona donde siempre caen sus buenos rayos. Finalmente no llovió en toda la mañana y heme aquí, escribiendo esta crónica. Sin aceite y sin aseo.

Sí, porque al final no llegó. En cambio lo que trajeron fue ron, agua mineral y frazadas de piso, productos que ya estaban en existencia en el mencionado Punto. Confieso que me sentí un poco frustrado porque ya me veía con mi botella de aceite y mis jabones y había soñado con la remota posibilidad de adquirir un tanque de 5 litros de aceite, que era lo que se comentaba que llegaría. Pero mi frustración es poca comparada con la de los primeros turnos de la cola de hoy.

De acuerdo al vox populi, las colas en todos los establecimientos de ventas ya están arregladas.

Son como las carreras de caballos o las peleas de boxeo profesional en países capitalistas en las que se apuesta al ganador antes de la carrera o la pelea pues ya se conoce el desenlace. Hay una cierta cantidad de personas que siempre son los primeros en todas las colas, no importa si es para adquirir aseo personal, aceite o pollo. Ellos son los primeros por decreto de ellos mismos.

En el caso de Manzaneda y Milanés, estos “coleros” se decretaron primeros a partir de su pretendida marginalidad y guapería de solar, donde, a base de escándalo y chusmería, han secuestrado la primacía de todas las colas de este y otros Puntos de Ventas.

El resto de las personas, más educadas y menos agresivas, se abstienen de entablar careos verbales en medio de la calle con estos seres que no respetan ni los años de los más viejos. Ello podría desembocar en una pelea con agresiones físicas, a la cual estos individuos estarían más que dispuestos con tal de hacer valer su pretendido número uno.

Pero, extrañamente, hoy habían dejado que otros ocuparan los primeros lugares. Habían abandonado su conocida estrategia de aparecer a las 2 ó 4 am. a “romper” la cola para declararse primeros. Llegaron “tarde” a la cola, sobre las 8 ó 9am, cuando todos saben que siempre están mucho más temprano. Al llegar el gigantesco camión de distribución, con solo agua, frazadas y ron, reían con sorna y miraban de soslayo a los primeros lugares y en alta voz declaraban que para la próxima semana, cuando importe, ellos serán otra vez los primeros.

Evidentemente habrá alguien bien informado en las instancias de la cadena de distribución, que les confirma sobre qué, cuándo y hacia dónde irán los productos. O pudo haber sido la más pura casualidad. No sabemos. Lo claro es que nadie en su sano juicio hace una cola de dos días, con madrugadas incluídas, para comprar agua mineral, frazadas de piso y ron.

De alguna forma se sabía que vendría el aceite y los productos de aseo personal. Pero no llegaron. Y parece que los “coleros” lo sabían pues no lucharon y bajaron las armas. ¿Casualidad? En mi modesta opinión, alguien les dijo de antemano o cambiaron la distribución para favorecerlos pues ya no tendrían los primeros lugares.

Cola avisada no mata delincuente.

Y uno podría preguntarse ¿Para qué tanto alboroto? ¿Por qué luchan tanto para ser los primeros? ¿Para qué tanto aviso y para qué tanta información sobre lo que distribuirán? ¿Será la típica paranoia de la crisis debido a la pandemia? Pudiera pensarse que este grupo de coleros son de pocos ingresos y necesitan el pollo o el aceite para comer y dar de comer a sus hijos.

Que su pretendida marginalidad, que utilizan para imponerse por la fuerza en las colas, va de la mano con la pobreza y la necesidad, por lo que deben luchar contra todos para asegurarse la comida. Que son como los llamara Herbert Spencer “unos pobres virtuosos”. Nada más lejos de la realidad.

¿Cómo podrían ser los primeros y comprar siempre si no tuvieran dinero? ¿Será que la pobreza es solo del lenguaje y las buenas maneras, solo del respeto a los otros? Pues parece que sí.

Desde la semana pasada se comentaba en ese barrio que el champú que se expendió a 2 y algo en CUC, esas personas inescrupulosas lo vendían a 12 CUC a sus propios vecinos. Yo fui testigo silencioso (pero ya no más) de una venta de paquetes de perros calientes frente al mismo kiosko, casi delante de los ojos de los compañeros de la Policía y del orden público, mientras aquellos se escondían amparados por el tumulto que les sirvió de cobertura.

Estos coleros compran para revender a altos precios. Y compran de todo, por lo que, según su propia lógica, deben ser los primeros en todas las colas para asegurar el negocio.

¿Será que nuestras fuerzas del orden no tienen amparo legal para luchar contra ellos? ¿Que las quejas y comentarios de tantas personas sobre el secuestro a que tienen sometidas las colas en esa esquina, solo a dos cuadras del Gobierno Provincial, no sirvan de nada? ¿Tendremos que soportar impasibles que unos se apropien SIEMPRE de los primeros números de las colas para luego vender los productos a cinco o siete veces su precio original? ¿No puede la PNR hacer algo? ¿O el Gobierno….?

Creo que nuestro Gobierno realiza enormes esfuerzos para proveer a la población de los productos de primera necesidad en medio de una crisis mundial provocada por los efectos de la pandemia del SARS-COV-2. No creo que debamos permitir que ciudadanos como estos se aprovechen de la situación y especulen con estos productos, ni tampoco admito, como he escuchado antes en boca de algunos agentes del orden público, que eso sea simplemente un problema entre vecinos y que la Policía no puede dedicarse a organizar colas.

Quizás sea cierto. Pero la Policía sí puede y debe actuar contra estos delincuentes que agravan la crisis y dañan el prestigio de los que hoy luchan por mantener los niveles de satisfacción de la población para salir todos de la crisis.

En fin, creo que va a llover. Me voy a dedicar a preparar alguna conferencia porque el aceite no llega hasta el martes de la semana que viene. ¿O será el lunes?

27 julio 2020 43 comentarios 568 vistas
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rostro

El otro rostro de Cuba

por Nilda Bouzo 6 julio 2020
escrito por Nilda Bouzo

Quedo desconcertada viendo cómo sigue este país de doble rostro: el que nos muestran diariamente por los noticieros y en la Mesa Redonda… y el real, el de la calle, el que enfrentamos cada vez que debemos salir a pesar de ser personas de alto riesgo de contagio en esta pandemia, independientemente de que somos disciplinados, porque queremos vivir. Claro que queremos vivir mientras podamos valernos y nuestro raciocinio se mantenga como hasta hoy.

Según el noticiero, las personas más vulnerables son los enfermos y los de más de 70 años, los que viven solos, o matrimonios solos. Ives tiene 85, es hipertenso, y yo 78, con una cardiopatía avanzada y otros padecimientos crónicos. Camino apoyada en un bastón de antebrazo por artrosis y problemas de rodilla. Si caemos  con este nuevo coronavirus, estoy segura no la pasamos.

Por la televisión dicen “…está garantizado que las personas solas de más de 60 años permanezcan en sus hogares, porque almas caritativas los visitan diariamente para ayudarlos a solucionar sus urgencias básicas”.  Y “…hay que cuidar que los abuelos se queden en casa”.  Todo eso lo repiten a diario.

Parece que Ives y yo somos “el matrimonio de abuelos invisibles”, o quizá en nuestra circunscripción los encargados tengan una bola de cristal donde pueden ver que estamos bien, porque hasta ahora nadie nos ha insertado en ningún plan para ancianos para poder quedarnos en casa.

No cuento esto para agobiar con nuestras miserias humanas y estoy segura que no somos un caso único.  Solo lo comento para que conozcan que no es cierto que todos los viejos estamos atendidos y cuidados como dicen por el noticiero. Soy consciente de lo que está ocurriendo a nivel global con esta pandemia, lo que ocurre en el resto de los países con miles de enfermos y fallecidos, lo mal que funcionan sus sistemas económicos y de salud.

Para ser franca, hoy día conozco más del resto de los  países que del mío.

Lo que nos muestran de aquí y del modo que funciona nuestro sistema hace pensar que vivimos en un país de ensueño comparado con el resto del mundo.  A veces le digo a Ives por qué no nos vamos a vivir a esa Cuba que nos proyectan por la televisión.

En los cuatro o cinco noticieros diarios que pasan por cada canal nos están bombardeando hasta con la noticia de la aguja que se perdió en un pajar, mejor si fuera en los Estados Unidos que es de donde más conocemos, con su racismo histórico, cierto, sus conocidísimas ansias de dominar al mundo, cierto, el bloqueo que (la mayoría del pueblo cubano) hemos soportado sobre nuestras espaldas, muy cierto… y ahora las revueltas que están virando al revés aquel país y los comentarios de las personas en las calles a quienes los periodistas independientes les hacen preguntas y estos responden de corazón, criticando abiertamente la mala gestión del gobierno. Es lo que vemos todos los días por el canal Telesur.

Pero me gustaría saber más de aquí, de nuestras deficiencias, nuestros problemas internos, y que los periodistas, igual que en el resto del mundo,  pregunten a cualquier cubano lo que piensan de corazón, y sus respuesta, cualquiera que fuera (no solo las favorables, como siempre hacen) también la pudiéramos ver por Telesur.

Todos los pueblos están con dificultades por la pandemia, pero existen diferencias de dificultades en cada país. En el nuestro, el peligro mayor de contagio son las colas de horas para tratar de alcanzar la consabida botella de aceite y el  pedazo de pollo, sin la garantía de poder lograrlo, como nos pasó ayer, que estuvimos desde las 11am hasta las 3pm haciendo una cola para comprar pechugas de pollo y a esa hora de la tarde anunciaron que se había terminado. Lo que quedaba eran alimentos que no debemos comer y nos fuimos con las manos vacías y el ánimo por el piso.

Hoy, todavía con el cansancio físico de ayer nos atrevimos a irnos a otra tienda, porque algo teníamos que comprar para alimentarnos. A las dos horas de cola ya no podía mantenerme en pie por el dolor por mis hernias discales y le pedí a Ives que me acompañara hasta la puerta de la tienda para pedir a los militares que funcionan en esos controles, que por favor nos dejaran pasar.

Yo había revisado la cola y no había ninguna embarazada ni ninguna persona mayor. Todos eran jóvenes y medios tiempo. En ningún momento nos desatendieron ni nos trataron mal, al contrario me explicaron que por ellos nos dejarían pasar, pero que la población que estaba en la cola iba a protestar, cosa no probable, pero era su criterio.

Les expliqué con lujo de detalle nuestra situación, que éramos un matrimonio de viejos, solos y enfermos, pero su respuesta siempre era NO. Ante tanta impotencia el llanto me abatió. Ellos mismos  me aconsejaron que no llorara que me podía afectar. Yo les decía que no lloraba, que simplemente me sentía anulada como persona, y que me parecía increíble que a un matrimonio cubano de nuestra generación nos impusieran colas como las que se forman todos los días en cualquier tienda.

Las personas que hacían la cola en los primeros lugares, ya para entrar a la tienda,  bien cerca de donde estábamos  nosotros, miraban y escuchaban todo. Imagino como si estuvieran viendo uno de los mejores capítulos de la telenovela, pero ninguno fue capaz de alzar la voz para preguntarle al grupo si estaban en contra de que entráramos nosotros, como tantas veces hemos hecho en colas anteriores con embarazadas, y personas aún más ancianas que nosotros.

Como también les hice ese comentario, sin parar de llorar por lo desamparada que me sentía, y su argumento seguía siendo que  la población se molestaría y como también mis argumentos eran sólidos, su sugerencia fue: “lo único que se me ocurre, para veeeeeeer si pueden resolver, porque no puedo garantizarles nada, es que la próxima vez que vengan traigan la Libreta de Abastecimientos para demostrarle a “la cola” que ustedes viven solos, y también traigan sus resúmenes clínicos, para demostrarles que están enfermos… y miren… los voy a dejar pasar, pero no pueden comprar pollo”.  Sus palabras me dejaron “inédita” como decía el finado Churrisco, y eso me hizo sentir más sentimiento.

Le expliqué que precisamente lo que debo comer es pollo hervido, carne de cerdo magra hervida (que tampoco encuentro por ninguna parte), arroz, y viandas hervidas, por mis arterias coronarias tan obstruidas.  Él hizo un gesto como apenado por la situación y ratificó que podía entrar, pero sin comprar pollo. Ya no quedaba más que decir, nada más que hacer allí parada para entretenimiento del personal de la cola. Como somos educados, modestia aparte, les dimos las gracias y nos fuimos de regreso a la casa, más angustiados que el día anterior.

No sé por qué me vino a la mente la antiquísima película de Belmondo, y le dije a Ives que lo vivido bien podría llamarse Las tribulaciones de un par de viejos solos y enfermos, en Cuba. Esta es la crónica de nuestros dos últimos días.

El gobierno está manejando bien el asunto del coronavirus, es el comentario…  pero el de las colas no, y esas colas, en las que tenemos que entrar jóvenes y viejos, son un foco de nuevos casos. No se entiende cómo es que bajan las cifras de contagiados porque en los mercados las aglomeraciones parecen para entrar a un cine o un teatro, en lugar de una cola organizada guardando la distancia requerida. Si no han sabido facilitarle comprar a los matrimonios solos y personas solas… imagina enfermos, además. Al menos en el Vedado, que es donde vivimos, nadie nos ha insertado en ningún plan.

Decidimos no volver a hacer una cola.

Lo de hoy, hablando en buen cubano, le puso la tapa al pomo. Continuaremos alimentándonos de lo que venden por la Libreta de Abastecimientos, que si tuvieran la voluntad de organizarla mejor, bien podrían vender algo más para las personas solas. Sé que este es un país de ancianos pero somos mucho menos los que no vivimos en familia. Y nadie pide que a esos productos le pongan precios subsidiados, solo que estén seguros donde nos corresponda comprar, pero sin exponernos en una cola peligrosa para cualquiera, y que hasta podría ser fatal para un viejo enfermo.

Aquí hay un control de la población tan perfecto, tan riguroso, tan estricto que se sabe quién vive en familia y quién no. Nuestras amistades y familiares que viven en países donde más brava está la situación por el coronavirus, nos aseguran que no debemos preocuparnos por ellos. Cumplen con medidas de seguridad establecidas para no contagiarse, y lo pueden hacer perfectamente.  Cuando salen a hacer sus compras necesarias para la quincena no pasan por las riesgosas dificultades a las que nos exponemos los cubanos.

Si bien parece que aquí han podido manejar con inteligencia este asunto del Covid (lo cual parece ser un asombroso milagro por lo que vemos diariamente en la calle, y muchas personas no creen en esas cifras), no han sabido manejar la situación de las colas. Lo han dejado a la conciencia y la disciplina de la ciudadanía, cuando todos sabemos que el cubano no es disciplinado ni en medio de sus desgracias. Y eso los saben perfectamente los que dirigen.

Decían por la televisión que en lo adelante seremos más solidarios, más sensibles, más unidos, más humanos, pero veo lo contrario. Siento que ya las personas de mi generación no pertenecemos a este mundo. Nuestras victorias y nuestras ilusiones hace mucho tiempo quedaron atrás y no te exagero. Últimamente estoy analizando si hace tiempo nos hicimos invisible y no nos hemos percatado de ello. La impotencia y la ofensa que se siente es mucha.

6 julio 2020 49 comentarios 596 vistas
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panico

Pánico y colas en La Lisa

por Marcos Paz Sablón 5 abril 2020
escrito por Marcos Paz Sablón

Esta es otra entrega de la serie #LosNuestros, pequeñas historias de cubanos que dentro y fuera de la isla viven de cerca la pandemia del #coronavirus. Hoy traemos el testimonio de María Luisa Reina Herrera , joven de 21 años que trabaja como secretaria en el municipio habanero de La Lisa.

“Mi experiencia se reduce a muchas, pero muchas colas, casi todos los días. En La Lisa el ambiente es de pánico. La gente tiene miedo que se pierdan los productos básicos, los de aseo, los alimentos. Sí, es verdad que hay menos personas en la calle. Es cierto que hay también un por ciento que se dedica a tomar, a fumar, a conversar en las esquinas… pero la mayoría de la gente lo que anda es desesperada buscando comida. En los agros, en las tiendas: las colas del pollo son infernales. La gente hace cola hasta para comprar toallitas húmedas.

Por aquí, si no tienes nasobucos, no te dejan entrar a las tiendas, hacer colas. Están multando a la gente, cerrando establecimientos de esos donde vendían ron y tabacos pa que la gente no se aglomere. En todas las colas hay policías que te mandan a tomar una cierta distancia. Ves que la cola se alarga, se alarga… se empiezan a colar, marca una persona y trae a quince más…te pasas el día entero en una cola para un producto que no puedes comprar. Te pones en riesgo tú y no resuelves tu necesidad.

Por ejemplo, cuando se dictó la cuarentena a principio de la semana pasada, hubo una crisis en la Lisa con los nasobucos. Un atelier estatal empezó a venderlos y a los dos días dijeron que los que iban a hacer eran para Salud Publica, que la gente tenía que traer sus telas. La gente empezó a traer sus telas y al otro día dijeron que no se lo iban a hacer a mas nadie.

Entonces, ¿de qué estamos hablando?

Quieres crear una consciencia de que tenemos que protegernos, ¿y tú, una atelier estatal, que básicamente no produces nada y que no me lo vas a hacer de gratis, que yo te voy a llevar la tela, así y todo no lo quieres hacer?
Desde mi hogar, nosotros lo llevamos bastante bien. Yo vivo con una anciana de 88 años a la que le he infundido el miedo. Le he dicho que el virus se hizo para personas mayores, para matar viejos. Es la única manera que encontré de que se quedara en la casa.

¿Las medidas que se han tomado en Cuba…? Bueno, hijo, si bien no son las más eficaces- si bien la cobertura mediática con el coronavirus no es la ideal- por lo menos intentan que la gente se quede en casa. No creo que de que la forma en que lo abordan desde los medios nacionales realmente haga consciencia, ni que salir a grabar el Coppelia todos los días signifique mostrar la realidad del país, como dicen en Buenos Días. Pero algo es algo.

Yo no sé cuándo se va acabar esta situación de cuarentena. Creo que debe de ser el 21 de abril, como informó el gobierno, pero mucha gente me han dicho, por ejemplo, que las guardias en los centros laborales están planificadas hasta finales de mayo, así que lo más probable es que se extienda. Ese es el miedo de la gente: que se extienda. Que empiecen a escasear los productos y se vea una crisis más allá de la que diariamente vivimos.”

5 abril 2020 20 comentarios 559 vistas
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