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codigo de familia

Familia

Familias

por Jorge Fernández Era 12 septiembre 2021
escrito por Jorge Fernández Era

―¿Viste, amiga? Parece que ahora sí van a meterle mano al Código de las Familias.

―Ya era hora. Ni para discutir lo del huevo y la gallina la humanidad se ha demorado tanto.

―Por cierto, ahora van a darle más importancia a los huevos.

―¿Y ese machismo?

―No seas prosaica. Me refiero metafóricamente a que el fruto nuestro, los hijos, van a estar más respaldados en ese documento.

―Ah, qué bien, a ver si se le exige al padre de la fiera mía algo más que el melón mensual con que cree ayudarme.

―¿Melón dices?

―Sí, mija, sesenta pesos, lo que le exige la ley.

―Eso variará. El Granma habla del papel activo y creciente que se les dará a las personas menores de edad.

–Leí eso: que «ya no son objetos de protección, muebles que tenemos que cuidar, sino sujetos a los que Cuba les ha dado participación, desde que son pioneros, en la vida social, y les ha permitido tomar decisiones desde una perspectiva propia».

―Como que fue perspectiva propia la de la pionerita que salió en el noticiero recitándole al Comandante la «ingle de varón» de Carilda.

―Por lo menos aceptan que hemos sido muebles.

―Cuando nos permitan cambiar la configuración de la sala, será demasiado tarde, el comején habrá hecho lo suyo.

―Es muy fácil decir que para avanzar con la consulta más amplia posible respecto al Código hay que saber qué piensan los jóvenes, pero no ha habido mayor plebiscito que el del 11 de julio y mira dónde están muchos de ellos.

―Los tienen guardados para que piensen mejor lo que dicen, no se abstraigan mirando a los celajes y reflexionen encerrados en sí y para sí. Tendrán tiempo para leerse por entero el anteproyecto del Código de las Familias.

―Cuya bronca mayor será la del matrimonio igualitario. Cuando se discutió la nueva Constitución nos tuvieron dormidos con eso, y a la gente se le escapó que nos pasaban gato por liebre con un montón de acápites mucho más importantes.

―No me lo recuerdes. Fíjate que mi marido, desde entonces, no hace más que reafirmar que es militante del Partido y, por tanto, constituye la fuerza superior de la casa.

―Ah, no, tienes que enseñarle que la familia cubana, para la cual nacerá el nuevo Código, es mucho más democrática: todo el mundo tiene algo que decir y todo el mundo tiene que ser escuchado. Lo apunta también el órgano oficial.

―De la puerta para adentro suena muy bonito, pero que no se te ocurra decirlo en la calle, ya sabemos qué apellido tiene la familia más democrática de este país, la única que puede decidir que por las aceras del Capitolio no se camina más. Habrá que confiar en lo que seguramente reproducen el resto de los medios: que el nuevo Código de las Familias «está concebido desde una mirada menos dogmática y más de derechos humanos, y debe servir de justa cobija para todos, independientemente del modelo familiar construido».

Te digo bajito lo de «derechos humanos» porque temo que sea un bandazo, que al periódico de los comunistas cubanos no lo hayan autorizado a mencionarlos para hablar de política doméstica.

―¿Mirada menos dogmática, en serio? La inteligencia colectiva se pone bruta cuando a alguien se le ocurre manifestar que «la preferencia del apellido paterno reproduce una costumbre impuesta por la cultura patriarcal», y proponga «establecer que sean los progenitores quienes determinen, de común acuerdo, el orden de los apellidos, el que una vez determinado se aplicaría, mira tú, para el resto de los hijos habidos de la pareja». ¿Y si, como es de esperar entre marido y mujer, no se ponen de acuerdo? ¿Habría que llevar a los tribunales semejante astracanada?

―Sería imposible construir en el futuro un árbol genealógico con tamaña enredadera. Me estremece pensar todos los posibles apellidos que podrían tener mis nietos.

―Estamos muy jodidos, mi amiga. No está mal que se pretenda arreglar los inconvenientes, contrariedades y hasta embarazos no deseados de los linajes y castas, pero de ahí a olvidar que la familia mayor está disfuncional hace muchos años…

―Disfuncional, desprotegida y discriminada, con un jefe de núcleo que no se arrepiente de lo que hace, solo conversa con los hijos que le pintan gracia y se aparece con un melón para ayudarlos después que los abandona.

―Mira, mejor nos callamos, que van a repartir los turnos, y aunque todas las personas seamos iguales ante la ley y se supone recibamos la misma protección y trato de las autoridades, ese que viene por ahí, si nos oye, puede decidir darnos cobija y una entrada de gaznatones para después alegar que eso sucede hasta en las mejores familias.

12 septiembre 2021 12 comentarios 2.424 vistas
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Ideología

Ideología de género y conservadurismo religioso

por Maximiliano Trujillo Lemes 1 julio 2021
escrito por Maximiliano Trujillo Lemes

Uno de los conceptos más vilipendiados en Occidente durante y tras la llamada Guerra Fría, ha sido sin dudas el de ideología. Una de las constantes del discurso liberal y neoliberal fue acusar al socialismo real de haber fundado sociedades ideologizadas y controladas, no solo por y desde el instrumental de los poderes del estado, sino, además, a través de su «vigoroso instrumental ideológico», que no resultó tan efectivo ni tan poderoso. En algunos de esos delirios discursivos no le faltó razón a los diletantes del llamado entonces «mundo libre».

Lo que nunca reconocieron ni han aceptado, es que también tras la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo articuló una poderosa maquinaria ideológica que ha ido desarticulando progresivamente la conciencia para sí de las clases, grupos y sectores subsumidos en las sociedades burguesas, hasta convertirlos, inconscientemente, en cómplices de sus propias lógicas de dominación.

La explicitación de esa dicotomía se la escuché al dominico Frei Beto allá por 1992, cuando se conmemoraban quinientos años de lo que los europeos definen como el descubrimiento de América. El teólogo brasileño afirmó que el gran abismo entre capitalismo y socialismo real fue que el primero privatizó la propiedad y socializó los sueños, mientras el segundo estatizó la propiedad y privatizó los sueños; el primero ha vendido sueños y el segundo los intervino. Eso también explica quiénes vencieron y quiénes no en aquella confrontación de la postguerra.

Conservadurismo religioso y educación sexual

Lo cierto es que cada vez que los vencedores han procurado deslegitimar alguna actitud o proceso, han acudido a la socorrida denuncia de ideologización, para dejarla en entredicho o crear rechazo. Hace unas décadas también han entrado a esos límites los llamados constructos de género y sus luchas por derechos civiles, económicos y políticos. Ellos han tenido como sus principales detractores a los sectores más conservadores de las estructuras políticas, eclesiales y religiosas.

¿De dónde viene el concepto de ideología y qué particularidades tiene?

El término ideología, etimológicamente, procede del griego antiguo y está conformado por dos elementos lingüísticos: idea, que se define como «apariencia o forma», y el sufijo logia, que puede traducirse como «estudio», por tanto, significaría: estudio de las ideas. De ahí se desprenden sus conceptualizaciones.

La mayoría de los autores define a la ideología como: un conjunto normativo de emociones, ideas y creencias colectivas que son compatibles entre sí y están especialmente referidas a la conducta social humana.

Según esta visión, son ideales que generan normas y emociones, compartidos por grupos humanos en una sociedad históricamente determinada, y no suele individualizarse. De acuerdo a esta concepción, no hay ideologías unívocas en individuos aislados, suelen tener carácter social.

Otros autores la definen como conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso, político u otros.

Ideología (2)

Antoine-Louis-Claude Destutt

El término —presuntamente acuñado por Antoine-Louis-Claude Destutt, marqués de Tracy e ilustrado francés—, ha tenido no pocos críticos. Al parecer, el primero de ellos fue Bonaparte, que usaba el término ideólogos para referirse a aquellos que consideraba privados de sentido político y que asumían posiciones demagógicas y apologéticas. Por tanto, para el caudillo, un ideólogo inevitablemente tergiversa la realidad a favor de sus intereses y fines, personales o grupales.

A posteriori, los fundadores del marxismo vuelven sobre el tema. En La Ideología Alemana, texto de ambos autores escrito entre 1845-1846, abordan la problemática. Aquí le confieren doble connotación a la ideología, al afirmar que «Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes…», o «No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia».[1] En base a tales presupuestos, la ideología sería conciencia, reflejo activo del mundo material en el que se desenvuelven los sujetos históricamente determinados.

A su vez acotan: «Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época: o, dicho, en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante».[2]

Aquí la ideología es presentada como «falsa conciencia», como reflejo falseado de la realidad o inducido por la clase dominante para dominar a los sectores subsumidos también en el ámbito espiritual.

Esta doble connotación ha sido leída y releída por multiplicidad de autores y escuelas de pensamiento, lo que produjo diferentes definiciones y juicios de valor sobre lo ideológico. Ellos se mueven pendularmente en direcciones encontradas: los que consideran que la ideología, por ser conciencia o reflejo de la vida, permite elaborar estrategias de sostenibilidad social para los diferentes grupos humanos y sus intereses; y los que afirman la intencionalidad manipuladora de las ideologías.

Lo cierto es que el pensamiento más conservador de derechas, y algunos en la izquierda, también hacen uso o legitiman la tesis de la ideología como falsa conciencia, siempre que se refiera a la ideología de los otros y no a la propia. Es desde ese presupuesto que conceptúan y juzgan lo que se ha definido como ideología de género, tal como se señaló. 

El concepto género eclosiona en 1994, tras su inclusión en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo. Fue admitido en documentos oficiales de la ONU por acuerdo entre gobiernos para referirse a los derechos de las mujeres y otros grupos humanos minoritarios. La ONU volvió a utilizarlo en los escritos preparatorios para la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en 1995 en Beijing. Ello provocó la reacción de grupos católicos conservadores estadounidenses.

Su uso, ya en pose de demonización, aparece en el texto «La agenda de Género», de la periodista católica ultraconservadora norteamericana Dale O’Leary, publicado en 1997 y traducido a decenas de idiomas. O’Leary asegura que el término género es una herramienta neocolonial instigada por una conspiración feminista internacional de inspiración izquierdista.

Ideología (3)

Cardenal Joseph Ratzinger, quien posteriormente sería el Papa Benedicto XVI

Uno de los más importantes ideólogos de la Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XX, Joseph Ratzinger, publicó en el propio 1997 su libro La sal de la tierra. Cuando lo hizo, era aún Cardenal y líder de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Allí asegura que el concepto género disimula una insurrección del hombre contra los límites que lleva consigo como ser biológico.

A inicio de los 2000, en la medida en que las sociedades, sobre todo occidentales, comenzaron a legislar sobre los derechos de las minorías y a incentivar la defensa de las demandas femeninas —que paradójicamente también en algunos discursos son consideradas una minoría—, tras la presión de diferentes grupos sociales, fue que se explicitaron los discursos sobre la llamada ideología de género.

Comenzó a ser definida así en la dirección de «falsa conciencia», y se la presentó como generada presuntamente por actores del llamado neomarxismo, con la intención de desarticular y desestabilizar las «sociedades del mundo libre». Fue equiparada como «libertinaje sexual» y «desregulación de la moral tradicional judeo-cristiana».

A los discursos católicos conservadores se han sumado denominaciones cristianas u otras religiones, sobre todo las que tienen tradición de libro y larga usanza en lecturas literales de los textos sagrados. El tono de la confrontación ha escalado siempre que en algún país o contexto se aprueban los llamados matrimonios igualitarios o se implementan reformas en sistemas educativos para introducir programas de educación sexual y reproductiva.

Añádasele que muchas de esas iglesias o denominaciones han conseguido articular agendas políticas y acceder a estructuras de poder estatal con el apoyo de sectores en los que han hecho base social. De modo tal, esos espacios políticos se llenan de voceros anti-género que aducen entonces argumentos como los defendidos por Ratzinger en el referido texto, pero muchas veces con posturas más agresivas contra todas las formas de diversidad sexual y sus expresiones sociales.

Ideología (4)

No solo se oponen a que esos grupos humanos sean sujetos de derechos civiles, económicos y políticos, sino que aseguran que con ello se desarticula la familia tradicional y se subvierte lo que definen como naturaleza biológica y psicológica de los seres humanos, que por creatura divina, o hijos de la evolución, tienen naturaleza bipolar.

Hoy no solo apelan al Génesis para defender sus posturas ideológicas, recurren incluso a la simbología civil o hasta política de los pueblos, en sus construcciones más tradicionales, o hasta a Darwin, para desacreditar toda cientificidad en las propuestas de los que defienden el concepto de género.

Es un combate simbólico y político que escinde a las sociedades en grupos enfrentados, lo que muchas veces desemboca en conflictos. Esto responde a posturas ideomorales y éticas donde colisionan dos visiones de entender al hombre, su naturaleza, derechos y aspiraciones, que convierten al cuerpo y a la subjetividad de ese cuerpo en campo de batalla por el dominio del deber ser.

Ese pugilato ha llegado a Cuba hace unos años, e implica al Estado, a la sociedad civil y al ciudadano común. No todos con los mismos argumentos, comprensión de lo que se licita, destinos y sensibilidades, o estructuras para ejercer poder; pero evidentemente, cada quien con la certeza de que la razón le asiste, lo que convierte al combate, quizás en una batalla donde los perdedores pueden ser, otra vez, los más vulnerables.     

***

[1] Carlos Marx y Federico Engels: La ideología alemana, Editora política, La Habana, 1979.

[2] Ídem p 48

1 julio 2021 33 comentarios 2.994 vistas
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El Código de las familias y la entrada al siglo XXI en Cuba

por Ulises Padrón Suárez 19 mayo 2021
escrito por Ulises Padrón Suárez

En el 2011, Wendy Iriepa celebró su boda con Ignacio Estrada por todo lo alto. Incluso la prensa internacional acreditada en Cuba cubrió ese evento. Los contrayentes eran una mujer transexual y un hombre homosexual, y los medios nos la vendieron como «la primera boda gay» en La Habana.

Hubiéramos podido creerlo de no saber que Wendy fue una de las primeras personas en acceder al servicio quirúrgico para adecuar sus genitales con su identidad de género; era además activista y promotora de salud, vinculada al Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). Al ser una persona transexual y haber modificado —subsanado—, sus documentos legales como mujer «biologizada», ello le permitió efectuar un casamiento heterosexual, lo cual hizo con el uso de toda la parafernalia tradicional.

No sería hasta el 2018 —con el debate del proyecto de Constitución en consulta nacional—, que se trajo de nuevo a la discusión pública la cuestión del matrimonio igualitario. Esta vez en un contexto sociopolítico diferente.

Crónica de una muerte anunciada

El matrimonio igualitario, sobre todo entre activistas y especialistas en sexualidad, emergía dentro de los intercambios referidos a derechos sexuales, pero no es menos cierto que el performance visibilizaba la polémica que resultaba de normalizar esta práctica en una sociedad hetero-patriarcal. Su aprobación en países como Argentina en 2010, durante el gobierno de Cristina Fernández, y Uruguay en el 2013, con José Mujica, lo presentaba como una posibilidad real al ser apoyado por gobiernos progresistas de la región.

En cuanto al activismo por los derechos de las personas LGBTIQ+, no se puede obviar las múltiples formaciones en promoción de salud y talleres de sexualidad que han brindado el otrora Centro Nacional de Prevención (CNP) y su grupo histórico HSH. También es significativa en tal sentido la conformación de las redes sociales del CENESEX.

Desde el año 2000 hasta el presente, varias generaciones de jóvenes a lo largo del país han sido instruidas en temas de educación sexual y reproductiva, derechos, VIH/sida, género, sexualidad, identidad de género, entre otros. Esto ha permitido que se cuente con una masa crítica capaz de incidir en las discusiones y promover el debate a diferentes niveles.

Homófobo o revolucionario pero imposible los dos

Aunque es una historia que está por contar y sistematizar, no se puede negar que si en medio de la pandemia la sociedad civil sexo-disidente no se ha detenido;  ha sido en parte debido a su capacidad de gestión y alianzas con diversos actores. Por ello es importante, más allá de la aprobación legislativa, comprender cuál es el contexto, los actores sociales y las fuerzas políticas en medio de las cuales el Código de las familias se materializaría.

En el 2018, cuando el artículo 68 —que proponía la «unión entre personas»—, atrajo desmedidamente la atención, en detrimento de otros de la Constitución finalmente aprobada un año después, fue develada la compleja red en que se constituye la esfera pública cubana. Existían, para debatir esta cuestión, diversos grupos que participaban de modo asimétrico.

Como se vio después, la supresión del artículo de marras en la versión final del documento, y la solución salomónica del artículo 82: «se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges», cuya variación de personas a cónyuges reforzaba la noción del matrimonio heterosexual; tuvo significaciones más políticas que semánticas.

Las iglesias fundamentalistas, reunidas en la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC), se opusieron abiertamente al artículo 68 a través de una intensa campaña de comunicación. Su objetivo no solo se circunscribió al matrimonio igualitario, sino que fue encauzado contra los feminismos, los derechos de las personas LGBTIQ+, y cualquier otra demanda de los colectivos históricamente discriminados.

Código Diseño-original

Parte de la campaña contra el matrimonio igualitario llevada adelante por un grupo de iglesias cubanas.

La relevancia de la controversia relativa a este anteproyecto, radica en que, por una parte ubicó también el foco sobre la adopción homo-afectiva y el acceso a la reproducción asistida. Por la otra, las tendencias conservadoras intentaron, y persisten, en una agenda misógina, homofóbica, pro-capitalista y antiderechos, apoyada por financiamientos de la USAID.

El hiato temporal producido por la pandemia trajo aparejada la reorganización de los activismos LGBTIQ+, con demandas diversas. Al inicio del cierre del país se creó la Plataforma 11M, con énfasis en las redes sociales, pero que ha contribuido a la divulgación de experiencias de vida de personas con sexualidades no hetero-normativas y de opiniones de expertos en esas materias.

Este tipo de gestión coincide con las Jornadas contra la Homofobia y la Transfobia del CENESEX, con las acciones de Alianza Afrocubana y las campañas con incidencia política de AfroAtenas, en Matanzas. Son importantes también la página de Facebook Construyendo una agenda de la diversidad en Cuba, del mismo modo que revistas digitales como Q de Cuir y Tremenda Nota, entre otras. Todos los mencionados componen un contexto plural y polifónico.

Las redes sociales han posibilitado expandir los márgenes de la ciudadanía periférica, fluida y marginalizada. Sin embargo, el cisma ideológico que se interpone entre algunas instancias y actores, no ha permitido establecer alianzas que enfrenten la embestida conservadora contra el Código de familias.

Cualquiera que sea la letra del próximo código deberá recoger la totalidad de las demandas promovidas por una ciudadanía crítica que ha acompañado este proceso. La creación de una Comisión Redactora —anunciada en la Gaceta Oficial el pasado 30 de abril—, en cuya composición heterogénea no fue incluida ninguna persona reconocida por el activismo LGBTIQ+, ha provocado lógicas suspicacias.

La familia, el CENESEX y los medios del Estado

Ellas provienen de ver, por ejemplo, que en el mismo cónclave se encuentran Caridad Diego Bello, jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del PCC, o Rafael Ramón Santiesteban Pozo, presidente de la ANAP, funcionarios en cuyos discursos públicos estos temas no son una preocupante.

En los próximos meses nos sumiremos en largas discusiones cuando se presente el anteproyecto y continúe la ruta consultiva hasta llegar finalmente al referendo. Se presenciarán, como en el 2018, pero ahora con mayor intensidad, los ataques de las iglesias fundamentalistas y el despliegue de su discurso contra el matrimonio igualitario, que intentará frenar cualquier avance en la ampliación de derechos humanos.

Esperamos igualmente que sus feligreses se radicalicen si el proceso consultivo se torna favorable a los derechos de los colectivos vulnerados. A la comisión le corresponderá ser radical y revolucionaria si quiere en verdad ser inclusiva y tener en cuenta que los derechos de las mal llamadas minorías no son negociables.

La actualización de esta normativa supone atemperarla a la diversidad de configuraciones familiares que son visibles en la sociedad cubana. El acceso a la reproducción asistida y la adopción por parejas del mismo género son puntos sensibles en los que se polariza la ciudadanía. De cualquier modo, la aprobación del próximo código nos debe adentrar en el siglo XXI, ¿estaremos dispuestos a ese salto?

19 mayo 2021 18 comentarios 2.547 vistas
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Familia

La familia, el CENESEX y los medios del Estado

por Giordan Rodríguez Milanés 17 mayo 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

El 4 de mayo de 2021, el sitio web Cubadebate publicó el artículo «Jornada contra la homofobia y la transfobia, otro paso en un camino de derechos». En él se aludía a una conferencia de prensa en la cual interviniera Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y Diputada a la Asamblea Nacional. Se circunscribía a la referida jornada con el proceso de discusión del código de familia que se avecina, referéndum mediante.

Los comentarios de los foristas en el artículo de marras, indican que estamos aún lejos de una comprensión consensuada de la necesidad de pasar de la hetero-normatividad tradicional a una basada en el otorgamiento de todos los derechos a todos los tipos de familia. La doctora Mariela Castro planteó, según Cubadebate, que: «debemos trabajar también en la creación de conciencias, en la creación de conocimientos de modo que no sigan atravesados por diversos prejuicios en torno a la orientación sexual, los diferentes tipos de familias entre otros».

Esa conciencia no la puede lograr únicamente el CENESEX, menos sin contar con el concurso sistémico de los medios de comunicación estatales y la prensa, las instituciones educacionales y de la cultura artística. Hoy solo me voy a detener en el análisis del modo en que los medios se han proyectado hacia este sensible asunto.

Rutas del nuevo conservadurismo

Es una práctica del ICRT y la prensa, marcar determinados temas para que se enfaticen editorialmente en los territorios. Por ejemplo: la comparecencia diaria del doctor Durán, los twitts del Presidente de la República, cualquier publicación del periódico Granma relativa a la subversión político-ideológica o la Guerra de Cuarta Generación; serán inmediatamente replicados por los sitios webs de emisoras y televisoras territoriales y sus páginas oficiales en redes sociales.

Un análisis de los temas reproducidos en medios estatales de tres provincias de Cuba: Pinar del Río, Granma y Villa Clara, nos muestra que el 4 de mayo, tales medios y sus páginas oficiales en redes sociales, no solo no reprodujeron la reseña, sino que ni siquiera hicieron la más mínima referencia a ella.

Únicamente en la página web de la emisora Radio Guamá, de Pinar del Río, se alude a «una batalla cubana contra la homofobia y la transfobia» y se listan actividades virtuales a ser realizadas por motivo de la jornada, no obstante, no hay una convocatoria explícita ni enfática a sus lectores.

En un artículo publicado por el sitio web de la CMHW, emisora provincial de Villa Clara, se informa sobre la visita de Mariela Castro a Santa Clara como parte de la jornada, y se mencionan las acciones contra la discriminación en las escuelas cubanas. No se aborda, sin embargo, la polémica respecto a la inclusión del matrimonio igualitario en el Código de Familia.

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

Activistas, lideresas y líderes granmenses de proyectos defensores del matrimonio igualitario y los diversos tipos de familia, me confirman el monitoreo de contenidos que hiciera durante el mes de abril a los programas de orientación a la familia en las emisoras Radio Bayamo y Radio Granma de Manzanillo. ¡Ni una sola vez fueron invitados a dialogar sobre el tema en pugna!

¿Qué campaña de concienciación es esa en la cual los contenidos favorecedores de su comprensión no se reproducen en los medios territoriales del país? ¿Descuido? ¿Alguien tenía que dar la indicación y no lo hizo?

El viernes 13 de mayo, en el espacio cinematográfico La Séptima Puerta, del canal Cubavisión, el crítico Rolando Pérez Betancourt presentó el filme Desobediencia, en el que aparece íntegramente una secuencia erótica lésbica. Sin embargo, menos de veinticuatro horas después, en el programa Espectador Crítico del Canal Educativo, presentado por la doctora Magda Resik, fueron mutiladas dos escenas similares de la película Ammonite. ¿Por qué en un canal sí y en otro no?  ¿Acaso no responden a la misma política de programación vigente?

Una nota de disculpa aclara que la censura de las escenas «no responde a una postura institucional». ¿A qué responde entonces? De acuerdo a la nota, aparecida en redes sociales y no en el propio canal —al menos hasta ahora—, se trató de: «la decisión de la asesoría del programa».

Si los asesores son los encargados de velar por el cumplimiento de la política de programación en los colectivos de los espacios de las emisoras y televisoras estatales cubanas: ¿Podemos suponer que la censura se debió a un conato de indisciplina de alguien que no comprende la expresión artística del homo-erotismo? ¿Qué medidas tomó la dirección del ICRT para que, eventualmente, no sigan ocurriendo tales dislates?

Una demanda para Danay Suárez

Por otro lado, en ese mismo Canal Educativo disfrutamos la gala por la jornada en horas de la noche del domingo 15 de mayo. O sea: ¿Cómo es coherente con la necesidad de concienciar el que ayer alguien censure y hoy promueva?

A propósito del Día Mundial de las Familias, observé una publicación en la página oficial de Facebook de Radio Granma, emisora municipal de Manzanillo, cuyo texto hablaba de familias en plural, pero lo acompañaba la imagen de una familia tradicional. ¿Por qué? ¿Por descuido? ¿Por apego a una forma convencional de mostrar la familia cuando el Estado está abogando por reconocer todas sus variantes, y afirma promover el matrimonio igualitario?

Al menos una periodista de esa emisora compartió la referida publicación en su página personal de Facebook, con un par de citas bíblicas defensoras de la denominada familia original. Luego la retiró.

Una crónica sobre la familia, publicada por la periodista Denia Fleites en el propio órgano, se refiere también a una, la suya, de tipo «original», —ya sabemos que la crónica periodística puede ser un género personalísimo— con foto incluida, y tampoco se abordan otros tipos de familia.

En una entrevista realizada el 11 de mayo a una funcionaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en la televisora provincial de Granma, se detallaron las actividades que se realizarían en saludo al Día Internacional de las Familias. Los ejes temáticos divulgados abarcaron desde la familia en el enfrentamiento a la Covid hasta su participación en el programa de alimentos. No hubo alusión a una sola actividad encauzada a la educación en aras del reconocimiento de todos los tipos de vínculos familiares. ¿Es que la promoción de todas las modalidades de familia no le compete a la FMC de Granma? ¿No lo tienen como prioridad?

La cara oculta del ICRT

Un artículo del sitio web del periódico La Demajagua, difundido el 15 de mayo, si bien incluye que el nuevo Código de Familia pretende reconocer: «el matrimonio y la unión de hecho, como un derecho, sin discriminación de cualquier persona»; reduce la familia a: «la encargada de la renovación de la fuerza de trabajo, del cuidado de los niños y los ancianos y, a la vez, deviene unidad económica productiva». Como vemos, se centra en el activismo de la FMC y evade abordar la postura del CENESEX respecto al asunto sobre el cual parece no haber consenso en la sociedad cubana.

He aquí apenas una muestra de que los puntos de vista de periodistas y comunicadores estatales, al menos, están divididos en relación con el reconocimiento jurídico de todos los tipos de familia y, por ende, del matrimonio igualitario. ¿De qué modo van a lidiar la presidencia del ICRT y los consejos de dirección de emisoras y televisoras territoriales, con los comunicadores prejuiciados o apegados a la norma de la familia patriarcal y hetero-normada? ¿Van a prohibirles que aborden el tema honradamente? ¿Van a obligarles a que reflejen la postura del CENESEX? ¿Cómo se prepara el ICRT para la confrontación ideológica que implicará la discusión y el referéndum del nuevo Código de Familia?

Que el ICRT responda esas preguntas quizás no sea una prioridad para Mariela Castro. Según OnCuba, además de lo que nos dice Cubadebate, la diputada  también declaró en la conferencia de prensa del 4 de mayo, que hay que estar: «muy atentos de que no se repita el mismo error metodológico de cuando la Constitución, que daba una idea de que había mucha gente en contra del artículo 68 cuando en realidad no era así». Igualmente agregó, al referirse a su participación como diputada en las discusiones sobre el artículo 68: «pude apreciar que la mayoría de las personas están a favor de reconocer los derechos de las personas LGTBIQ+, sobre todo en la opción que incluye el matrimonio».

Tal vez por esa seguridad de la directora del CENESEX, se considere innecesario que el ICRT y la prensa de los territorios —no me estoy refiriendo a los medios nacionales—  sean coherentes. ¡Quién sabe!

17 mayo 2021 33 comentarios 2.532 vistas
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LGBTIQ

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

por Yasmin Silvia Portales Machado 6 octubre 2020
escrito por Yasmin Silvia Portales Machado

No me gusta hablar del pueblo, ni que me hablen (o escriban) de él o por él. Cada vez que sale el término mi mente se desvía. ¿Qué pueblo? ¿El enérgico y viril? ¿El disciplinado y sacrificado? ¿El hambriento y manipulable? ¿El de Regla, el de Morón, el de Moa, el de Mantua? ¿Qué coño es, por fin, “el pueblo”? Evito hablar del “pueblo” de Cuba, porque creo que, tal como andan las cosas, pocas personas pueden invocarle legítimamente, y en contadas circunstancias. Nuestros representantes estatales cuando están en la Asamblea General de la ONU, ¿tal vez?

Prefiero referirme a la nación –que es imaginaria y real–, porque la nación es el espacio político compartido por quienes pertenecen a un territorio. La nación es más que “la tierra que pisan nuestras plantas” –la nación es sus residentes y sus migrantes–, y ciertamente es más que sus pueblos –la nación es su idioma, su historia, sus artes, su cocina–. Dentro de la nación (mal) conviven sus habitantes, sus comunidades imaginarias, se desarrollan luchas de poder y se intenta entender qué somos como variedad específica de la humanidad: la cubanensis.

Antes de exponer mis argumentos quiero compartir tres certezas. Como las certidumbres absolutas son escasas en política y sociología, son extremadamente valiosas. Quiero celebrarlas.

Primera Certeza: Cuba es un Estado laico. Lo dice el artículo quince la Constitución. Explica la RAE –entidad por encima de toda sospecha de filiaciones comunistas– que el adjetivo “laico” viene del latín tardío “laĭcus”, y este del griego “λαϊκός” (laïkós); propiamente “del pueblo”. La segunda acepción del vocablo es la que aquí interesa “Independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico. Enseñanza laica.”

Segunda Certeza: La nación cubana nunca tuvo una sola religión. Digo nunca a propósito: antes de ser república, como colonia, ya había en Cuba diversidad de credos.

Tercera Certeza: La población cubana nunca se compuso solo de personas heterosexuales y cisgénero. Esto es redundante, pero me gusta recordarlo. Llegan tarde quienes quieren expulsarnos de la nación. La Inquisición trató, la comisión para cumplir los Acuerdos del Primer Congreso de Educación y Cultura de 1971 trató, los ministerios de Salud Pública, Fuerzas Armadas, Educación y Educación Superior trataron, el Instituto de Historia de Cuba trató. Aquí seguimos.

Las personas LGBTIQ+ cubanas somos parte de la nación por nacimiento y nuestra ciudadanía responde a los mismos criterios que el resto de Cuba (Título IV de la Constitución).

La argumentación que sigue parte de esas tres “Certezas” y reflexiona sobre la legitimidad del reclamo de algunas agrupaciones religiosas cubanas al Estado cubano. Su objetivo –manifiesto, explícito, confeso- es que sus visiones específicas sobre la sexualidad, la familia, la salud pública y la educación definan el marco legislativo nacional.

Empecemos porque Cuba es un Estado laico. Es diferente de “ateo”, y MUY diferente de “confesional”. Nuestra ley de leyes explica que “las instituciones religiosas y asociaciones fraternales están separadas del Estado y todas tienen los mismos derechos y deberes. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración” (art. 15). La laicidad del Estado implica, entonces, que la Iglesia Ortodoxa Griega sea atendida por las instituciones estatales con el mismo respeto que la Asociación Yoruba de Cuba, o el colectivo budista.

Hay algo más en el atributo laico. A partir de la incorporación del adjetivo, el Estado adquiere la obligación de legislar para normalizar los marcos de ejercicio de las diversas religiones o credos, de modo que se puedan ejercer con seguridad -que nadie les ataque o discrimine- y para que esas prácticas no violen otras leyes, la letra o espíritu de la Constitución y los Acuerdos o Declaraciones internacionales de las cuales el Estado es signatario. En breve: el ejercicio de un credo no es excusa para la violación de la ley o de los derechos de otras personas. Para eso serviría una “Ley de Cultos”, que nos urge -como muchas otras.

Hago énfasis en la obligación del Estado porque algunas personas entienden que el debate es entre dos visiones contrapuestas del mundo. Una que se autodenomina defensora del “verdadero” mensaje bíblico, del cual emana toda posibilidad de entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Otra que afirma que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la obligación del Estado a garantizar una vida libre de discriminaciones para toda su ciudadanía, son los criterios para el entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Creer que se trata de que ambas partes expongan sus posiciones y convenzan al público, a la nación, ignora por completo la responsabilidad del Estado como mediador de las demandas, y garante de derechos para TODA la ciudadanía. No hay que convencer a nadie: el Estado es laico, así que no puede ser definido por las reglas de ninguna religión, no importa cuán popular sea, ni cuánto tiempo lleve en el país -por cierto, las iglesias evangélicas cubanas no pueden reclamar primacía en ninguno de los dos criterios.

Pastor Adrian Pose, paladín de la “derecha conservadora” en Cuba y defensor de Donald Trump.

Al Estado corresponde regular cómo se define y reconoce a la familia en Cuba, cuánto control tienen las personas sobre su cuerpo, cómo se castigan la discriminación, la incitación a la violencia, y la colaboración con otras naciones para promover agendas políticas específicas. Le corresponde al Estado porque el acceso a los derechos garantizados en la Constitución no es algo sujeto a debate. El debate fue el referéndum constitucional.

Aunque en su momento los cambios en el texto constitucional, a partir de los debates públicos, reflejaron criterios irregulares sobre qué opiniones populares atender, es un hecho que la Constitución de 2019 moderniza profundamente la legalidad cubana.

Desde el 10 de abril de 2019 tenemos la garantía constitucional de que el ejercicio de los derechos es “imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente” (art. 41), y de que nadie puede ser objeto de discriminación “por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición… lesiva a la dignidad humana” (art. 42).

Frente a la claridad de la Ley de leyes, el intento de algunas denominaciones evangélicas por justificar su empeño en que el Estado no reconozca los derechos de las personas LGBTIQ+ y sus familias no solo es discriminatoria, es simplemente un ataque frontal a la nación cubana.

En esa línea, invocar la tradición nacional de machismo, homofobia y transfobia, las políticas estatales de persecución contra personas LGBTIQ+ en otros países autodenominados socialistas, o la importancia del credo evangélico entre amplios sectores de la población, solo evidencia que la intensión de estas agrupaciones religiosas no es garantizar las condiciones para la praxis de su culto, sino la intervención activa en el espacio público para imponer políticas públicas de carácter conservador y confesional.

No se trata de tener simpatía por las personas LGBTIQ+, se trata de comprender que ese grupo no tiene respeto por la soberanía nacional y acepta cualquier tipo de apoyo para impulsar sus ideas.

3/ Las 7 denominaciones son: Asociación Convención de Cuba Occidental, Convención de Cuba Oriental, Iglesia Buenas Nuevas en Cuba, Iglesia Evangélica Bethel en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asamblea de Dios, Iglesia Metodista en Cuba, Liga Evangélica de Cuba. pic.twitter.com/dns6qmVqXd

— El Bohío Mío (@ElBohioMio) September 15, 2020

Hay tanto compromiso entre el liderazgo de estos grupos religiosos por la transformación legal y política de Cuba en un estado confesional evangélico, que no dudan en asociarse a proyectos cuyo único objetivo es destruir al Estado cubano. Es de público conocimiento que la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC) recibe apoyo material de Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba (ECHO Cuba), dirigida por Teo Babún, que recibe recursos del Departmento de Estado y la Agency for International Development (USAID) para “promover la democracia en Cuba”.

En el caso específico de los dineros para la AIEC, el objetivo es dar una voz fuerte a la comunidad cristiana, de modo que alcance a todas las personas posibles: intervenir en las políticas públicas del país. De ahí que tuvieran la capacidad material para coordinar una campaña nacional contra el matrimonio igualitario a lo largo de 2018, que llevó al gobierno a posponer la definición del matrimonio a través de una nueva votación, supuestamente en 2021, sobre el nuevo Código de Familias, en gestación prolongada al menos desde 2009.

El puerto cubano de “Con mis hijos no te metas”

Llama la atención que, a pesar de la abundante información sobre las intenciones de intervención pública de estos grupos evangélicos conservadores, las intenciones explícitas de varios por hacer Cuba confesional (#MakeCubaGodlyAgain es una etiqueta popular en ese círculo) y el documentado vínculo monetario entre la AIEC y la USAID el gobierno cubano, tan rápido para señalar, perseguir y castigar a otras personas o entidades críticas de su desempaño, deje que estos grupos se expresen y actúen.

¿Qué pasa? ¿Dónde están la combatividad revolucionaria frente a la ocupación del espacio público de manera coordinada por entidades no estatales, algunas con documentado financiamiento de una potencia extranjera?

No es extraño que Teo Babún haga conversatorios en Facebook Live para explicar cómo los grupos religiosos que asesora y financia son “una fuerza social emergente” en Cuba.

Debate sobre grupos religiosos en Cuba, auspiciado por organizaciones conservadoras, un medio opositor cubano y con la participación especial de John Barza, administrador de la USAID.

Mientras todo esto ocurre, la ciudadanía de las personas LGBTIQ+ se desarrolla a contrapelo. No porque el Estado la reconozca, sino porque las personas encuentran caminos para reconocerse, dialogar, actuar. Desde que, en 2008, el CENESEX empezara a organizar cada mayo jornadas para celebrar el Día Mundial de Lucha Contra la Homofobia, hasta que la etiqueta #LaMarchaVa se hiciera viral en mayo de 2019, muchas cosas han cambiado, para bien y para mal.

#LaMarchaVa culminó en el “11M” la primera marcha política exitosa de la comunidad LGBTIQ+ cubana. Claro que la consciencia y el compromiso de lucha contra la discriminación no aparecieron en la primavera a inicios del siglo XXI. Hay una historia de presencia, persecución, resistencia, solidaridad y perseverancia, tan antigua como la de la nación.

Nuestra ciudadanía es real. No tenemos que pedir perdón a nadie por existir. En cambio, tenemos derecho a exigir la garantía de nuestros derechos. La libertad religiosa, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, son valiosos elementos del nuevo contrato social de Cuba, firmado en 2019. No son, no pueden ser, amparo para el discurso de odio y la promoción de agendas políticas que nieguen el reconocimiento de derechos para una parte de la población o la pérdida de derechos ya conquistados.

Repito, esto no es asunto de convencer al público de quién tiene la razón. Quienes sienten orgullo de llamarse fundamentalistas tienen toda la libertad de serlo. Su fe no les da derecho a dictar cómo hacen sus familias, disfrutan sus cuerpos, o expresan su amor el resto de las personas de la nación.

No acepto sus reglas del juego.

Miro al Estado, mi garante.

Las personas LGBTIQ+ esperamos la respuesta legal del Estado y también espera, ¿por qué no decirlo esta vez?, el pueblo de Cuba.

6 octubre 2020 34 comentarios 627 vistas
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